The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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George H. Byrne
Esclavo
Ir de visita al norte nunca había sido algo precisamente divertido e, incluso teniendo mi nueva capa de invisibilidad, no siempre se podía disimular mi respiración y mis estornudos ocasionales con la cantidad de mugre y polvo que había por aquellos lados. Al menos por fin había recuperado el olfato, lo malo es que había sido en la entrada del asqueroso galpón por el que había que pasar para llegar al horrible escondite en el que Hermann insistía en que nos reunamos. De nuevo, siendo que tenía otros lugares, sabía que lo hacía por diversión y no por verdadera necesidad. Al menos me había divertido con su cara de resignación cuando, casi en contra de su voluntad, había admitido que los del ministerio se la habían jugado bien al echarle la culpa a él por el ataque de los inferis. ¡Nunca lo entendería! El muy idiota hasta parecía divertido con la situación, y yo aquí con la nariz al rojo vivo de tanto sonármela.

Justificar la vuelta al distrito había sido algo  más complicado de lo que lo era antes, pero siendo que ahora no estaba el tren como para justificar el paseo, podía entender la lógica detrás del embrollo. Al menos mi departamento no quedaba tan lejos de la estación y podría pegarme un baño y dormir todo lo que quedaba a sabiendas de que todavía tenía un par de días más antes de volver al trabajo. - ¿Qué demonios haces aquí? - No esperaba encontrarme con Olivia a segundos de pasar por mi puerta, completamente cómoda y sosteniendo lo que parecía ser un zumo de naranja exprimido. ¿Siquiera tenía naranjas en la cocina? - Te di la llave por alguna urgencia, No para que te aparezcas porque sí. - Y eso solo había sido en sus primeros días en el distrito, ahora que hasta tenía un trabajo siendo la bendita secretaria de Kendrick Black, esperaba que tuviese mejores lugares en los que estar, ¿envenenándolo quizá? No sería una mala idea.

- Por favor, dime que no vienes a reclamarme de nuevo que casi mueres por mi culpa. En serio, ya lo escuché lo suficiente toda la semana pasada. - Me resigno a su presencia y termino por quitarme la mochila y la campera ligera para dejarlas en una silla. Que odiaba usar camperas en verano, pero todavía tenía temblores ocasionales que resultaban terriblemente molestos. Abro la puerta de la heladera y noto que al parecer había una botella de jugo de naranja, de esas que tienen pulpa y todo, pero la ignoro en favor de tomar una de las latas de cerveza. - El abuelo te manda saludos. Te agradará saber que no fue él la causa de nuestra hermosa gripe alucinógena. - No le había hecho mucha gracia saber que le decíamos abuelo a sus espaldas, pero tenía que admitir que era un buen nombre en código para usar en presencia de otros. Mientras que no se me escapara hablando con Jimmy, casi que hasta me parecía brillante.
George H. Byrne
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Un buen día uno se acostumbra a la compañía y de repente al siguiente te dicen que ya puedes volver a tu casa. ¿Tan pronto? ¿No se suponía que estábamos enfermos? ¡Yo sigo teniendo mocos que contagiar! Me había adaptado al no salir de la planta de hospital que tenían asignada para nosotros, a ver las mismas caras día sí y día también, como para que ahora así de repente tenga que regresar a la solitaria casa que me asignaron cuando me colé dentro del distrito. Mi horario de trabajo todavía sigue reducido, por lo que no paso las mismas horas en la alcaldía que al principio y eso deja pie a que el aburrimiento se instale de manera ambiciosa. Sería triste que me ponga a jugar a las cartas yo sola, así que con el único fin de molestar a alguien, me dirijo hacia la casa de Georgie, quien me dijo que iba a volver tras una visita esporádica a nuestro jefe. Para mi sorpresa no se encuentra presente, pero lo asumo a un retraso corriente y lejos de preocuparme voy hasta su cocina para prepararme algo con toda la confianza del universo.

Ni siquiera me inmuto cuando escucho la puerta abrirse y lo único que consigue una reacción de mi parte es esa manera que tiene de formular mi visita. — ¡Esto era una urgencia! Me estaba muriendo del aburrimiento yo sola en la casa, podría haber muerto y, teniendo en cuenta mi cercana experiencia con la muerte, no me apetecía repetirla — me excuso, dramáticamente por supuesto, dándole un sorbo a mi vasito de naranja, que viene genial para recuperar las energías perdidas durante nuestra lucha contra la enfermedad misteriosa. — ¡Pero está bien! La próxima vez no me encargaré de formar parte de tu comité de bienvenida — encima que lo estaba haciendo por él… dejaré que se amargue en su solitaria existencia en la siguiente ocasión.

No, no vine por eso, aunque no estaría de más que tuvieras un poco más de tacto con el tema, casi me muero. Lo hubiera esperado de cualquier otro, Georgie, pero de ti…— dramatizo al llevarme una mano hacia el pecho, que no es como si fuera la primera vez que estoy al borde de la muerte, pero sí la primera que haya sido por una gripe contagiada por un grupo de cadáveres muertos. Otra cosa que añadir a la lista, desde luego. — Oh, qué considerado por parte del jefe, ¿estaba preocupado por que me hubieras matado de verdad? — ya, creo que ya vale con los reproches, al menos tiene que reconocer que tiene cierta gracia, me puedo permitir bromear al respecto. — Prffffff, obvio que no fue él, sería un poco idiota por nuestra parte haber participado de esto y terminar en el hospital junto con el resto — ignorando la parte de que nosotros mismos estábamos en el vagón cuyo vídeo de seguridad utilizaron en su contra. — ¿Qué te dijo? ¿Seguimos actuando como si nada hubiera ocurrido o hay nuevas indicaciones? — curioseo, que si es así supongo que alguno tendría que encargarse de avisar a Derek. — Vamos a tener problemas para salir del distrito de ahora en adelante, ya han aumentado la seguridad y casi que te preguntan por la ropa interior que llevas donde el registro de entradas — es una broma, sí, pero no me sorprendería que llegaran a hacerlo.
Olivia A. Holenstein
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George H. Byrne
Esclavo
Ruedo los ojos, ya acostumbrado a la naturaleza exagerada que Ivy podía adoptar cuando estaba de humor y cuando no lo estaba también, porque al parecer, de alguna manera extraña siempre termino rodeado de gente con personalidades particulares. Sabía que Jim parecía tener bastante respeto por mi espacio personal, pero todo en su aura me gritaba que era por no haber entrado en confianza todavía. Estaba completamente convencido que, dentro de un mes, la próxima que entrase a mi departamento luego de estar todo el día afuera los encontraría a los dos comiendo de mi heladera — Te haría un cuadro de las cosas que califican como emergencia, pero estoy seguro que lo ignorarías — y tampoco iba a quitarle la llave, por si de verdad había alguna emergencia en la que realmente tuviese que entrar aquí, así que la única opción que me quedaba era la resignación — ¿Qué comité? — Faltaba algo como… no sé, más personas para ser uno. Claro que no debería quejarme, Ivy era capaz de montarse un comité con la excusa de tener una reunión importante o algo así.

Ya te pedí perdón por milésima vez — y por milésima vez también me mordía la lengua para no agregar que ahí mismo casi nos morimos todos — ¿Preocupado? El día que veas a ese tipo mostrar algo como preocupación en el rostro mejor házmelo saber, que estaremos todos jodidos — de nuevo, creo que hasta cierto punto le había causado gracia y todo el hecho de saber que estuvimos a punto de morir a manos de cadáveres — Pero sí, él no fue, y de momento las instrucciones siguen siendo las mismas de siempre. Pudo haber dicho algo de que estabas en posición de envenenar a Kendrick Black, pero creo que de haber sido una orden como mínimo te hubiera llamado a tí. Estoy seguro de que se estaba riendo de lo confiados que son — O casi seguro, nunca sabía con ese tipo.

Tiene razón con eso de la seguridad, y sí, era algo que había hablado también, pero en eso tenía una pequeña ventaja que pensaba aprovechar — No sé que tanto averiguaste del grupito de tu jefe, pero al parecer mi hermano de alguna manera terminó estando en el grupo que se hace cargo del monitoreo de los límites externos lo cual, además de su sugerencia de consultarle a Amber Pearson para poder participar de manera activa resultan muy convenientes. Si necesitamos salir seguro se nos ocurre alguna excusa — Después de esa semana en el hospital, era algo obvio el hecho de que nos conocíamos, ya vería luego cómo podíamos meter a los otros si en algún momento nos tocaba hacer salida grupal — ¿Tú qué dices? ¿Sabes cuál es la mejor forma de pedirle trabajo a esa Pearson? No puedo preguntar demasiado sin quedar como la persona más obvia del planeta. ¿Cómo te trata tu jefe?
George H. Byrne
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Muevo los labios en una mueca que pretende expresar lo mucho que concuerdo con ese comentario, termino por asentir bobamente con la cabeza con cierta gracia en el rostro, que lo más probable es que me pase esa lista de presuntas emergencias por un oído y me salga por el otro. Sin ninguna mala intención de por medio, en serio, solo que prefiero dejarme para mí lo de calificar qué es una urgencia de lo que no, y esto era definitivamente una. Empezando porque no quedaba zumo en mi casa y la suya está mucho más cerca que el primer supermercado del centro. ¡Y encima insulta mi comité! — Maldito desgraciado... — murmuro por lo bajo, rodando los ojos en lo que pierdo el tono de indignación del rostro. — ¡Perdón! ¡Já! Si yo te contara la de veces que me han dicho perdón y luego dado la patada por la espalda... Palabras, son solo palabras — ah, pues no perdí lo de la indignación al parecer, hasta muevo la barbilla hacia un lado en mi postura.

Qué poco considerado con nuestro jefe, Georgie, como se entere de lo que piensas vas a dañar profundamente sus sentimientos... — ¿tiene? Lo dudo un poco, la verdad, pero está bien poder seguir el rollo de la conversación. Lo que dice después, no obstante, suena mucho más interesante que cualquier broma que podamos hacer sobre el viejo, que incluso hace que me acomode en el asiento, inclinándome hacia delante para mirarle más de cerca. — ¡Oh! ¿No me digas? Qué lástima... justo ahora que he perfeccionado la forma de servir su café, ¡su café, George! — uno pensaría que siendo el tan afamado Black, podría prepararse él solo su bebida caliente — Supongo que Hermann todavía quiere jugar limpio, ¿no solucionaría mucho las cosas el simplemente verter un poco de alguna sustancia tóxica en la taza? ¡Problema resuelto! A veces pienso que los políticos se ahogan en un vaso de agua — bromeo, y aunque suelto una carcajada sonora, me estoy riendo más bien de mí misma. — Supongo que por eso no soy política, actúo mejor como sicaria, así que si el viejo cambia de idea... — concluyo abiertamente, pero no voy a decir que me quedaría tremendamente bien el traje.

¿Del grupito de mi jefe? ¡Soy la secretaria, Georgie, me entero de todo! Y, en serio, lo que más puede interesarte es que andan todos unos detrás de otros, no son más que un montón de adolescentes hormonales a los que les gusta vestir de importante, pero estoy segura de que ni siquiera uno sabe lo que es un orgasmo — no es que me caigan necesariamente mal, de hecho hasta puedo decir que Kendrick se esfuerza realmente por caerle bien a la gente, pero es que esa forma de manejar no suele ser mucho mi estilo. — ¿Por qué no puedes? ¿Ser obvio? ¡Qué tontería! ¿No es esto lo que llaman... la tierra de las oportunidades? — abro mis brazos en la amplitud que me lo permiten, surcando toda su cocina en escena de lo que pienso — Aquí solo te hace falta una buena historia para conseguir algo, aunque tampoco vale con dar pena, tienes que saber hacer algo de utilidad, ese va a ser tu mayor problema, Georgie — le pico, guiñándole un ojo — Puedo hablar con Black si es quieres trabajar para Pearson, creo que son amigos, o algo así — ¿quien no es amigo de alguien en este distrito? Si es que son como una secta. — Es un niño, ¿qué puedo decir? Me hago la tonta a veces solo para hacerle creer que está haciendo un buen trabajo como jefe, es divertido — respondo a su pregunta, apoyando mi espalda contra el asiento con toda la calma del universo.
Olivia A. Holenstein
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George H. Byrne
Esclavo
Considerando que todavía no te pateo de mi departamento, creo que merezco un mínimo voto de confianza al saber que me había afectado lo que sea que tuvieran esos bichos — creía que, al haber estado internada conmigo, comprendería que no fue por gusto que la había atacado. Más aún con lo recurrentes que habían sido las alucinaciones constantes y el sentimiento de estar acorralado, resfriado, adolorido y ya no sabía cuántas cosas más. — ¿Qué debo hacer para que dejes el asunto estar? — tanto teatro no iba conmigo, o más bien con mi paciencia que además de no ser infinita, era muy endeble.

¿Dañar los sentimientos de quién? Está claro que de Hermann no. Creo que podría ir a verlo nuevamente, darle mi opinión, y como mucho se daría la vuelta y se iría a otro lado si creía que estaba siendo muy ridículo; si tenía suerte tal vez y hasta se reía. — Sí, su café ¿qué tiene su café? — ¿ya lo envenenó y no me enteré? — Créeme, me agrada mucho más tu forma de pensar, pero cualquier cosa pregúntale tú. No sé si todavía quiere usarlo para algo, o simplemente no le importa lo suficiente. O si tiene una estrategia o qué. — en serio prefería la alternativa de Ivy y acabar con las cosas con rapidez — Tal vez no lo quiere convertir en un mártir. Digo, para la causa que tienen les serviría más muerto que vivo — eso de movilizar a la multitud por un sentimiento compartido… Si esa era la razón hasta podía entenderlo, lo cual en cierta forma era una pena.

No me sorprende que la conclusión a la que llegue Olivia sea la que expone, lo que en verdad me sorprende es que los que los siguen no sepan ver justamente eso. — ¿Y esa es la gente que se encargó de volar el ministerio y secuestrar un distrito? SI un par de adolescentes mal hormonados puede con eso, voy a empezar a hacerle un piquete al abuelo o algo así. Que entiendo que sea un maniático que planea todo, pero vamos. Parecen un grupo de borrachos dando tumbos por la vida y ganando de pura casualidad — y no era una halago. Simplemente se trataba de un grupo de aficionados afortunados que de alguna manera se habían posicionado como amenaza. Creo que el mayor atractivo de intentar trabajar para ellos, era tratar de entender los cómo que había detrás de sus acciones. — Porque creo que Jim no es tan idiota como para no cuestionarse por qué cada vez hago preguntas más específicas acerca de los miembros del consejo. Sería demasiado sospechoso, y todavía no le quiero decir con quiénes en verdad estamos involucrados. Por eso también quiero tomar su sugerencia ¿crees que podrías hablar con Black o Pearson, entonces?

Me río a carcajada limpia cuando asegura que Kendrick es un niño y se la pasa haciéndose la tonta delante de él sobre todo porque puedo imaginarlo. Y no, no voy a hacerle el chiste de que mucho no debe costarle porque creo que acabaré de nuevo en el hospital si lo hago. — Por comentarios como ese es que todavía te dejo estar en el departamento. ¡Pero no harás de nuevo lo mismo que la última vez! Te toca a tí el sillón si vas a quedarte a dormir.
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Nos conocemos lo suficiente como para que saber que no conseguirías mucho pateándome de tu apartamento — me mofo a su costa por creer que algo como eso le haría deshacerse de mi fastidiosa presencia, esa de la que me enorgullezco esbozándole una sonrisa que no se queda corta al enseñar todos los dientes de mi dentadura frontal. — Mmmm…— finjo pensarme seriamente lo que podría reclamar a mi favor a costa de su comportamiento, hasta me golpeo la barbilla varias veces con los dedos en el proceso — Tendré que pensarlo, es la primera vez que te ofreces en serio a cumplir con un deber, así que comprenderás que tengo que aprovechar la oportunidad— me hago la interesante, cuando lo más probable es que termine olvidándome de que siquiera estaba en falta.

Me río por lo bajo por la forma que tiene de ver las cosas, que antes que ir y preguntarle al jefe directamente, me carga así con el muerto de hacerlo. — Está bien, lo haré, de seguro el jefe agradece mucho más mi compañía que tú, que me acusas de venir a vaciarte la nevera…—y con razón, pero eso no lo vamos a puntualizar, me preocupo más de no ahogarme por lo que dice después con el zumo que me da por beber justo en ese momento —¿Black, un mártir? Ese niño tiene de santo lo que yo de monja, y no, te estoy viendo que vas a hacer un chiste con ese comentario, así que antes de que te adelantes, no veo que estén por hacerle una santificación en su nombre.— tiene razón con decir que vale más muerto que vivo, pero el crio no puede negar que tiene las manos manchadas de sangre, igual que las tenemos nosotros. Aquí no hay nadie que sea inocente de nada.

Hasta donde yo sé, lo del ministerio estuvo planeado por gente adulta, si tienen que depender de que un grupo de adolescentes lidere una revolución, sería como el ciego liderando a los ciegos — vamos, que la única razón por la que Black ha tenido algo de peso en la sociedad, es porque ha sabido rodearse de apoyo entre personas maduras para que no lo vean como un berrinche de niño que solo quiere recuperar la corona que se le quitó a mamá y a papá. — Pues si es así, deberíamos empezar por averiguar qué es lo que beben, me estoy empezando a cansar del vodka que tienes acumulado en el armario. ¿Lo reservas para una ocasión especial, Georgie? — parpadeo mis pestañas varias veces, sonriendo de esa forma característica mía que me hace parecer un ángel cuando estoy lejos de serlo. Suele funcionar con cualquiera, cualquiera que no me conozca, claro.

Vuelvo a regresar la espalda al asiento, juntando mis manos sobre mi vientre al mirar hacia el techo. — Supongo que podría, sí… Te lo empezaré a anotar en la lista de favores que te he hecho para no perder la cuenta — si lo digo en serio no se nota cuando me río por lo bajo, una reacción influenciada por lo que dice a continuación, que me lleva a extender las palmas hacia ambos lados de mi cuerpo en clara señal de defensa. — ¡No es mi problema que te dé pudor meterte en la misma cama que una mujer, Georgie! — sé que voy a ganarme una mirada de reproche por eso, o algo peor, pero el comentario lo vale lo suficiente como para soltar una carcajada amplia después. — Pero está bien, está bien… ¿qué tiene de malo el sillón? — mi intento de desistir es interceptado por esa curiosidad repentina, que personas como nosotros estamos bien acostumbrados a dormir en lugares peores que el propio suelo.
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George H. Byrne
Esclavo
Nos conocemos lo suficiente como para saber que si demoras más del próximo minuto en pedir algo, me negaré rotundamente — me burlo a sabiendas que incluso aunque no demore es probable que me niegue de todas maneras. A menos claro, que se trate de una petición razonable, pero conociendo a Ivy… Con todo el teatro que estaba haciendo con algo que no había sido mi culpa, sin contar que ya habían pasado semanas del incidente. Pues la proposición nacía de la resignación no de la verdadera predisposición.

Solo me basta verla de arriba a abajo para demostrarle con la mirada el por qué la acuso. que si se atreve a decir que no es una intrusa asalta heladeras sería una mentira. Bueno, no una mentira porque sí tenía las llaves del apartamento, pero se entiende el punto — No iba a hacer ningún chiste — levanto ambas manos como si así pudiera demostrar mi inocencia cuando, de hecho, sí iba a hacer un chiste — Aunque sabes que no hace falta santificar a nadie para que la gente lo vea como un ícono revolucionario que murió por una causa aparentemente justa. No vas a negar que la respuesta de la gente sería riesgosa si no es correctamente controlada — mierda, pasar una hora con el viejo ya hacía que se me pegaran sus manías.

No sabía que lo del ministerio había sido orquestado por personas adultas pero en cierta forma es reconfortante saberlo. Ya hubiera sido el colmo que un niño pudiera ser la mente maestra detrás de tal atentado. ¿Cuántas cosas más sabría Olivia? — ¿También revisaste mi armario? — no sé ni para qué pregunto — No soy un acaparador, estaba esperando a no sentir que se movía el mundo a cada paso que daba para poder tomarlas. Son un regalo ¿sabías? al parecer mi jefe cree que fue heroico de mi parte el haberme arriesgado a defender el distrito pese a ser un recién llegado, así que me recompensó de la única forma que conoce. Con las muestras de vodka que le dan gratis al hacer la entrega de bebidas. Saca alguna si te apetece — que si tenía que ser sincero, trabajar en el bar casi que le había quitado la gracia al alcohol, pero el vodka seguía siendo mi favorito.

Al final, viendo que se sienta soy yo el que se dirige al armario a sacar una botella. Tal vez y hasta esto le servía para que dejase de quejarse de la forma en que la trato aunque, claro, el dejársela sobre el vientre y no ofrecerle ni un vaso seguro se catalogaría como una ofensa ante sus ojos — Espera a que obtenga el trabajo y luego te lo cobras. — que ya veía que al final acababa por sacar provecho y yo sin obtener nada — ¿Pudor? Nah, que si me meto a la cama con una mujer no es para dormir precisamente. Pero le he tomado el gusto a estar despatarrado como me dé la gana y lamentablemente, el sillón no solo no me lo permite, sino que siempre acabo despertando en el piso. — uno pensaría que, tras años de no tener lujos las costumbres no se olvidan, pero jamás pude dormir en lugares complicados o pequeños ya que siempre me muevo de sobremanera. A estas alturas era una sorpresa que no me hubiese muerto de una hipotermia en mitad de la noche si tenía que ser sincero. — Me vas a decir que donde vives ahora prefieres el sofá antes que tu cama. Creo que lo único que en verdad voy a extrañar cuando se termine todo esto, es justamente eso: mi colchón. — que todos sabíamos que no iba a durar mucho lo que pudiésemos permanecer aquí dentro. Eran casi como unas vacaciones extendidas, pero la realidad esperaba fuera de las barreras protectoras del distrito. Hoy había resultado ser un buen recordatorio de eso.
George H. Byrne
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Nos conocemos lo suficiente como para saber que conseguiré lo que se me antoje no importa si tengo que pedírtelo a ti o al vecino del barrio más caro del Capitolio — le corrijo, sonriendo de lado, que cuando se trata de engatusar a las personas para obtener un beneficio, sabe que hay pocas cosas que me echen hacia atrás como para regresar con las manos vacías. Puede decirse que es una táctica adquirida de todos mis años pasados en el norte, también dentro del mercado, donde uno tiene que apañárselas para sobrevivir como se puede, en muchos de estos casos recurriendo a situaciones por las que no pasaría alguien con orgullo o cierta dignidad. Digamos que eso son características perdidas en el mercado de esclavos, allí no es sorpresivo el ver a personas arrastrándose o lamiéndole las botas a un auror para conseguir una triste migaja de pan, muchas veces ni eso.

Ruedo los ojos sin pararme a pensar en lo exagerado del gesto, si me paro a compararlo con el resoplido que lanzo a continuación, poner los ojos en blanco se queda corto en mi respuesta. —Kendrick Black es poco más que un títere, al que han convencido de que es importante porque es la cara de la revolución, pero si sacaras a todos los miembros del consejo sobre el que se sostiene, no sería capaz de dar pie con bola— es la realidad, digan lo que digan, un líder también tiene que ser alguien que por su cuenta sea capaz de llamar a las masas, no solo porque se le ha otorgado un apellido que vaya con su bonita cara y tenga una historia que no es ni particular comparada con todo lo que se escucha en el norte. —¿O vas a decirme que no ha hecho de su historia familiar un circo dramático? A veces creo que se olvidan de que la miseria nos envuelve a todos, no solo a los que tienen un apellido llamativo— por eso me gusta Richter, no hace de su historial el foco de su movimiento, si acaso lo hacen sus hijos al difamarlo y sacarlo en entrevistas de televisión.

Oh, pero qué jefe más considerado, el mío me regaló una semana más de mocos cuando me llamó a su habitación en el hospital para arreglar unos papeles del trabajo— que, en su mayoría, para ser justos, fueron vía online porque ni de broma me pongo yo a trabajar estando enferma, incluso cuando no hubiera sido de las peores cosas que he hecho y menos en ese estado. Casi no llego a contar con los dedos de las manos la de veces que me enfermé en el mercado y tuve que seguir presentándome si no quería recibir un castigo o algún golpe. Aun así, por mucho que me mofe frente a él, no voy a hacerle ascos a una botella de vodka, lo demuestro cuando me la tiende y tardo poco en sacar el tapón para llevarme la boquilla a los labios y pegar un buen trago, el mismo que me desinfecta toda la garganta por el bien conocido sabor. —Joder, si Richter no envenena a Black, de seguro lo hará este licor— comento de todas formas, que no me lo esperaba tan fuerte y se puede predecir por la mueca que marco con todas las facciones de mi rostro.

Poso la botella sobre mi vientre el recargar mis piernas en el asiento, echándome hacia atrás para observarle con una curvatura pícara en los labios. —Ooooooooh, ¡pero Georgie! No te tomaba yo por un hombre tan indecoroso... ¿también eres de los que rompen corazones o de los que preparan muffins por las mañanas al despertar?— muevo mis dedos sobre el cristal de la botella en un ritmo inconsciente, más ocupada en sonreír ampliamente para después pasar a reírme a carcajada limpia. —No lo sé, Georgie, no lo sé, el sofá también da para algunas posiciones interesantes...— trato de que no suene como una broma, pero es difícil cuando tengo que sostenerle la mirada para hacerlo más serio, así que al final termino por suspirar ante esa reflexión que hace y que suelo tener en cuenta a menudo. —Tiendo a no acostumbrarme a algo tan fácilmente, por no decir nunca. Uno nunca sabe cuándo se le van a terminar los privilegios y más de una vez aprendí que es mejor prevenir que curar, así que no pretendo acomodarme demasiado en este lugar si en cualquier momento pueden pegarnos la patada.— sentencio.
Olivia A. Holenstein
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George H. Byrne
Esclavo
Será que se me están pegando las costumbres del viejo que lo primero que pienso cuando afirma que Black es solo una marioneta a la que le controlan los hilos, es el que eso hace más complicado el asunto y no más sencillo como uno quisiera creer. — Con más razón entonces, lo de no tener que eliminar al niñato primero si es el consejo quien en verdad maneja las cosas… — como dije, podrían querer convertir al niño en un mártir por su causa, o armar alguna historia a su alrededor que los favorezca lo suficiente hasta encontrar el reemplazo necesario para su estandarte — ¿Su historia familiar? si dices que se sostiene en el resto habrán sido ellos quienes le dejaron todo el speech planeado. ¿Qué edad tiene? Creo que viviendo en el trece vi a más personas de su familia yo, que las que pudo haber conocido él. — no es que fuese una hazaña muy grande a decir verdad.

Explotación laboral. Si falla lo del veneno en algún momento siempre puedes recurrir a la prensa. “Black, el tirano que no da descanso a sus empleados” — por alguna estúpida razón veo la necesidad de ilustrar con mi palma extendida cada palabra, como si estuviese dibujando el titular en el aire. Que suena ridículo, era cierto, pero la prensa nunca era una mala opción cuando se trataba de difamar a alguien y tratar de influenciar a las masas. — Te acostumbras — le aseguro cuando me encojo de hombros y robo un trago para comprobar qué tan terrible es — O tal vez no. Ya ves hasta dónde llega la consideración de mi jefe. O me dió las muestras más baratas que pudieron regalarle, o reemplazó el contenido con alcohol etílico. Ya qué, supongo que cumple su función. — doy otro trago antes de pasarle la botella de nuevo.

¿Indecoroso? ¿de cuando aquí el sexo es indecoroso? — aún así, dejando eso de lado no era que fuese una persona con mucho decoro como regla general. — Ni lo uno ni lo otro. No creo darle las suficientes ilusiones a nadie como para andar rompiendo corazones, y no hay forma alguna en la que vaya a preparar muffins por la mañana. — sin contar el hecho de que no tenía idea de cómo prepararlos. La repostería no era lo mío necesariamente, ninguno de mis dueños anteriores lo había exigido y por mi cuenta no trataría de hacer algo con ingredientes costosos que ni siquiera me parecían del todo ricos. Me gustaban más los salados. —  ¿Y eso no cuenta como indecoroso? Entiendo lo que dices, pero también aprendí que tengo que disfrutar al máximo lo que tenga sin importar qué pase luego. Ya estoy acostumbrado a vivir en la miseria, así que un poco de lujos de vez en cuando no están mal por más efímeros que sean.
George H. Byrne
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Tiene diecisiete, según tengo entendido, lo cual lo hace todavía más ridículo el tener que trabajar para alguien que hasta hace poco no sabía atarse bien los zapatos— bromeo, en realidad lo hago de verdad, no subestimo las habilidades de ciertos miembros de esta secta de hippies y hago bien en no hacerlo, porque si tuviera que batirme en duelo con alguno de ellos, no sé qué tan bien parada saldría. Obvio que confío en mis capacidades y todo, me han servido para librarme de muchas y es por eso que no me preocupo en demasía por lo que pueda ocurrir después, algo así como que la mala hierba nunca muere. —Oh, ¿de veras? ¿A quién de la familia Black o sus allegados tuviste el honor de conocer, Georgie?— esto sí me interesa bastante más que la mayoría de edad de mi jefe, porque mucho se habla de este Black en concreto, pero nadie abre la boca cuando se trata de chismorrear sobre los verdaderos Black.

Me río por lo absurdo de lo que propone, sin preocuparme por ocultarla delante de él. Es bueno tener con quién hablar en confianza de vez en cuando, quizás es el verdadero motivo por el que me ha encontrado atacando su nevera a la espera de su llegada, no es fácil tener que moverse por el que no sabes reconocer si es terreno amigo o enemigo. —Pues seguro que la prensa encuentra en eso mucho material para difamar a su persona, ¿no es eso lo que quieren hacer todos estos días? Hablan de una guerra, pero yo solo veo como se dedican a echarse mierda encima a ver quién puede cargar con más— nuestro jefe ya sufrió de algo parecido, igual es momento de que lo sufra otro, si Magnar Aminoff ya tuvo su rueda de prensa cuando subió al cargo como el hijo bastardo de Jamie Niniadis. Sonrío por su mala cara ante la baratija del alcohol que tenemos en nuestras manos, echándole un vistazo a la botella. —Es un alivio entonces que nos conformemos con poco, ¿eh?— alzo el cristal en su dirección y me lo llevo a los labios manteniendo la sonrisa, falsa y llena de sorna, que si algo puedo decir de mí es que no me conformo con poco.

Hay quiénes tienen propuestas muy indecentes cuando se trata de sexo, Georgie, pensé que lo sabrías— alzo una ceja, todavía picándole, me divierto haciéndolo, hasta el momento en el que uno no puede picar más el globo y termina por explotar, pero para entonces no suelo estar dentro de la fotografía. —Oh, pobre George, ¿entonces eres un lobo solitario al que le gustan las diversiones de una noche?— si me lanza su botella a la cabeza,  lo más probable es que me lo tenga bien merecido, pero en el mientras tanto aprovecho para reírme por debajo. —Por supuesto, por supuesto que no, pero no es lo mismo acostumbrarse a algo que disfrutar de ello, personas como nosotros tenemos que saber apreciar bien la diferencia— apunto como consejo, incluso cuando nadie viene a mí pidiendo de estos.
Olivia A. Holenstein
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George H. Byrne
Esclavo
¿Diecisiete? ¿y estaba segura que sabía atarse los zapatos? — Tiene sentido… por las cuentas digo. Los que no tienen sentido común son aquellos que siguen a un niñato de esa edad esperando cambiar el mundo. — claro que seguir al viejo cascarrabias que técnicamente teníamos por jefe era casi igual de insensato, pero al menos el tipo había visto el mundo y no se refugiaba en cuentos rosas e idealistas. Los que estábamos con Hermann teníamos en claro que para lograr lo que queríamos íbamos a tener que mancharnos las manos. Nada de promesas falsas e ilusiones, sabíamos lo que era sobrevivir, y lo mucho que había que sacrificar a veces para llegar al día siguiente. — Conocer no es lo mismo que ver Ivy. Ni siquiera recuerdo bien, pero con sus juegos y eso... no era muy difícil pescar a alguno de reojo en alguna ocasión. Todavía no olvido la época en la que salían notas en las revistas a cada rato, y la televisión estaba llena de propagandas y chismes. — no era muy diferente hace unos años tampoco. Magnar podría ser mejor político, pero no era raro ver a su madre haciendo actos y apariciones públicas.

Dame un poco más de tiempo y seguro podré sacarle a Jim algo más que historias de noches fumadas y pasadas de alcohol que, visto y considerando, tampoco serían mala historia de prensa. — ahí tenían el país que querían forjar, de la mano de un grupo de adolescentes semi borrachos que iban al colegio y cuando podían se la pasaban de fiesta. Llamémosles el futuro de la nación. Casi que era tentador ver lo que podían hacer si los atacaban un día de resaca. — Depende de cómo lo veas, puede ser poco o puede ser mucho. Me vas a decir acaso que no existían esos días en los que no conseguías ni agua y hubieras matado por un trago de eso. — señalo la botella con un vago ademán de la mano, cayendo en ese momento de lo ciertas que se sentían mis palabras. Ni siquiera era por la sed y el tomar algo en sí, sino por el hermoso efecto que producía el alcohol haciendo que anules tu realidad aunque sea por unos minutos.

El sexo es natural, propuestas indecentes aparte, nunca entenderé a las personas que consideran el tema como algo tabú. Si disfrutar de algo así está mal, no hablen ni de comidas. — que si lo pensaba de esa manera, era bastante básico. Sexo, comida, que no me jodan la existencia, y colgar a algún que otro mago en el proceso. Sencillo, ¿verdad? — Ahí lo tienes. Sí. Soy un lobo solitario que disfruta del sexo casual y que se está acostumbrando a tener una cama todos los días. Cuando me tenga que desacostumbrar pues será mi culpa, pero de lo otro seguiré disfrutando. ¿No lo crees así?
George H. Byrne
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Ya ves lo que puede hacer un apellido— digo, encogiéndome de hombros, que dudo mucho que los miembros del consejo hubieran puesto a Kendrick como líder si no fuera porque tiene un nombre que les permite poner una imagen a su revolución. Y claro que el chico se ceba de esta, en muchas ocasiones se me ocurre pensar que se le está subiendo a la cabeza, con los discursos que yo tengo que repasarle como su secretaria, me resultan poco más que palabras vacías que alguien más escribió para que él las cante porque es al único al que van a escuchar por el historial familiar que tiene. Al menos desde nuestro lado podemos decir que Hermann habla por su propia cuenta, ninguno tenemos que andar detrás de él con bobos discursos para llamar la atención de la gente, actuamos, y con ello, recibimos atención. —Si tengo que serte sincera, Georgie, he bloqueado parte de esa época de mi cerebro, no por voluntad propia claro está, si hiciera un esfuerzo quizá podría contarte un poco de cómo vivió mi familia el reinado de los Black, pero lo cierto es que lo recuerdo como un período tan lejano, que no tiene caso hacer memoria de él siquiera— porque esos momentos están cegados por otros más presentes, mis años en el mercado de esclavos son recuerdos más persistentes, más grabados en la piel, por poner un ejemplo.

Meneo la cabeza lentamente con una sonrisa vaga en los labios, esa que indica que coincido con su punto al describirme los días de resaca de los amigos de su hermano, pero que tampoco le presto excesiva atención porque es un tema que ya me aburre más que divertirme. Me llevo el pico de la botella a la boca para dar un trago en el momento en el que habla de otros tragos, extendiendo mi brazo para echarle un vistazo al alcohol que señala con la mano. Para cuando levanto la voz, hablo en un tono casi que cansado —Hubiera matado por muchas cosas, George, en mis tiempos por el norte, sobra decir que en el mercado cualquiera pensaba en matar por una migaja de pan. Es lo que hacen sitios como esos, vuelven a los que se supone que son tus amigos, por estar parados del mismo lado, enemigos. Es el instinto de supervivencia— tanto él como yo sabemos lo que es eso, creo que todos dentro del grupo de Richter podemos decir que hemos tenido experiencias cercanas a la desesperación, como para considerar el asesinato en alguna u otra ocasión. ¿Nos hace malas personas? No lo sé, pero desde luego que no nos hace buenas.

Sí me permito el reír un poco más abiertamente cuando toma mi comentario y lo vuelve algo por lo que indignarse, su postura de defensa me alarga la risa al observarle con mi brazo colocado detrás de mi cabeza. —Las personas que lo consideran un tema tabú son probablemente las que más disfrutan del placer del sexo— me mofo, cuando nada más queda una curvatura fina en mis labios —Sí, podría decirse que también lo veo así— acepto al final. Ya he dado por hecho desde hace mucho tiempo que las relaciones no son algo para mí, al igual que George prefiero pensar y mirar exclusivamente por mí, no depender de la identidad de nadie como suele ocurrir en estos casos.
Olivia A. Holenstein
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George H. Byrne
Esclavo
Creo que lo único que puedo hacer cuando declara no recordar su pasado, es encogerme hombros. Cada quien tiene su historia, su forma de pensar y sus decisiones. En mi caso hubo momentos en los que recordar mi pasado era lo único que había mantenido mi cordura… lo cual supongo, es sinónimo de que tampoco tenía tanta buena memoria como me gustaría. — No voy a juzgarte por eso. Peor sería que no puedas dejar nada atrás y el presente se volviese difuso — y quisiera decir que estoy hablando de forma hipotética, pero había visto demasiados casos de ese tipo. La evasión a la realidad era otra forma de lidiar con el día a día.

Y mucho menos planeo juzgarte por eso. Creo que todos los que estuvimos ahí sabemos lo que en verdad provoca el hambre, el dolor y la desesperación. Tú lo dijiste bien, era sobrevivir, no vivir. — a la mugre del piso la barrían con más cuidado que nosotros en aquel tiempo, si es que nos barrían. ¿Cuántas veces habían dejado que pasaran días antes de llevarse un cadáver? A veces, si no había compradores interesados en visitar, podía pasar una semana hasta que alguien notara algo como un cuerpo tendido. — Creo que lo peor es saber que, incluso desde la comodidad de este departamento, tu yo sabemos que seguimos tratando de sobrevivir — ¿lo que teníamos en este distrito? era solo una ilusión que se evaporaría con el tiempo.

¿De verdad? No empieces con una metáfora como la del vino, o algo así. El sexo lo puede disfrutar cualquiera — ya dijimos que el alcohol barato era motivo de confort. Creo que no sabría reconocer un vino de calidad ni aunque me lo pusieran debajo de la nariz. — Pero en fin, ya lloraremos cuando tengamos que hacerlo. De momento… disfruta el sillón. No demasiado, eso sí…
George H. Byrne
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