The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
No sabía que eras hermano del marido de la profesora Powell — comento en el corto camino que hay del salón a la cocina, ni me hace falta alzar a voz porque esto de que no haya paredes por en medio me lo permite. Y es que de las cosas más bizarras que me pueden ocurrir en el día a día, como casi acabar desnuda en la cama de mi jefa (¡solo exagerando!), o detenida en una de las aulas de la escuela, también que me pillen haciendo carreras con perros del parque cuando debería estar ejerciendo de autoridad, la de tener que enseñarle a Logan como cuidar de un bebé está empezando a escalar entre el puesto de top 3 en la caótica vida de Maeve Davies. Claro que no sería tan caótica si me dedicara a seguir un poco más las normas, ¡pero ese no es el punto en lo absoluto! El punto es que es la primera vez que alguien me pide ayuda para algo, algo productivo, que para liar un cigarro soy la mejor maestra del Royal, todo el mundo lo sabe. El sentimiento de orgullo cuando ves a uno de tus pupilos hacerlo bien sin que intervengas debe de ser parecido a lo que sienten los profesores cuando sus alumnos aprueban la asignatura.

Yyyyyyy, digamos que eso no me deja como una buena niñera, ¡pero juro que soy lo más de lo más! Hasta Tilly lo sabe que apenas sabe hablar, eso dice mucho de mi trabajo, ¿no? También porque le doy dulces a escondidas de vez en cuando, pero alguien muy sabio dijo que lo que no mata, engorda. No es la mejor expresión que utilizar con un niño, lo sé, ahí me he dado cuenta. — Hey, ¿sabes si Phoebe ya empezó a darle sólidos a Hayden? Porque podríamos probar a meter un plátano en la licuadora y ver qué cara pone, ¡es súper gracioso! — juro que tengo mejores técnicas como niñera, no os asustéis, solo que he ido a abrir la nevera en busca de la botella de agua y he visto los botecitos con lo que parece puré de bebés. Cuando Logan dijo que podía acercarme hasta la casa de su cuñada creo que no esperaba que me lo tomara con tanta libertad, cuando me sirvo un vaso que encuentro en los estantes y lo relleno de agua con la naturalidad de haber vivido aquí toda la vida. Influye el hecho de que la madre en cuestión no se encuentre presente, que con el profesor Thornfield tengo la confianza de haber compartido muchas horas jugando a las cartas, pero Phoebe... es como que me cuesta mirarle a la cara después de haberme pirado tantas de sus clases. Ups.

Estoy bebiendo del vaso cuando casi me atraganto al ver a la niña morena detrás del bebé que recién está empezando a sentarse y adoptar esa posición de rana para gatear, cuando en su postura de superioridad al haber aprendido a caminar lo empuja por la espalda con sus manos de manera que Denny aterriza con toda su cara. — ¡TILLY! ¡Es tu primo no una bola para jugar a los bolos! — exclamo mientras me muevo ágil hacia el salón sobre la alfombrita de juegos, cuando el llanto ya se ha hecho con el protagonismo de la tarde. Me ocupo de tomar de la mano a Mathilda para apartarla de su primo en lo que se presenta una buena oportunidad de que Logan sea quien lo calme. Yo me concentro en la acusada al dedicarle una mirada de reproche — Okey, señorita, eso fue abuso de poder — ¡y yo conozco de eso! Que tengo a Rebecca por jefa...
Maeve P. Davies
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Y casi nadie en Neopanem— aclaro, para que no se sorprenda tanto por lo inesperado de esta relación de hermanos, si supiera quien es mi madre podría faltarle el aire y sería quien necesitara que la atendiéramos mientras va a emergencias por un síncope. —Tuvimos que separarnos de nuestra madre cuando éramos niños, a partir cada quien fue por su lado también— estoy mejorando en mis maneras de relatar esta historia, muy elegante, muy francés. —¿Te dije que mi madre biológica es Eloise Leblanc?— pregunto, ¿qué clase de profesor me hace el querer provocarle intencionalmente un síncope a mi alumna favorita? Sigo limpiando el talco desparramado en una de las paredes de la casa nueva de mi cuñada, resultado de uno de los incidentes que tuvimos con Denny en… la última media hora, genial.

Fue la media hora más larga de mi vida. Los primeros cinco minutos fueron de una paz indescriptible que me hizo juntar la ingenua confianza de que yo solo podría con un bebé de meses. El llanto al minuto seis fue el preludio del caos, no hubo manera de que lo calmara, ni mecerlo, ni sentarlo en su sillita para tratar una conversación en la que pudiera hablar de sus problemas. Sabía que llamar a Phoebe en esta primera vez, significaría que no habría una segunda, por eso acudí a la única persona que podría sacarme del problema por ser una especialista en estos. Además de ser niñera a tiempo parcial, claro. Pero no subestimemos su habilidad para salirse de problemas. —¿Sólidos? ¿Te refieres a tocino? ¿Huevos? ¿Pasta?— miro con recelo hacia donde mi ahijado siendo acechado por esa niña que me recuerda demasiado a su propia madre, también a los catorce años tenía ojos grandes que le ocupaban toda la cara, tal como la bebé.

¡Alto ahí, Powell Scott!— sí, esto podría ser un llamado de atención similar al que alguna vez le hice a su madre como buen amigo que trataba de sacarla de peleas. —¡El pequeño nooo…!— por suerte su niñera interviene para que esto no se desmadre más de lo que ya está, lo único que falta es que cuando llegue Phoebe también le encuentre un chichón a Denny. Lo recojo con especial cuidado de su cabeza al colocarlo sobre mi hombro y como no se medir bien la fuerza con la que se debe sostener a un bebé, parece que está levitando en mis brazos en vez de relajado. —¿Esto es siempre así? ¿Para en algún momento?— pregunto, no hay manera en que alguien pudiera llevar una vida, si cada dos minutos sufre un sobresalto por tener un bebé en la casa.
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Mis labios se transforman en un mini ‘oh’ cuando explica brevemente la razón por la que no hubiera pensado que está relacionado con otra profesora de la escuela, pero rápidamente se cierran al escuchar lo siguiente. Como un segundo solo antes de volver a tomar la palabra. — ¿Eloise Leblanc? ¿Estamos hablando de la ministra de educación? — ¿acaso hay otra Eloise Leblanc en Neopanem? Que yo sepa no — No, no tenía ni idea, ¿os lleváis bien? — pregunto por si las dudas, no sea que se me escape algún comentario con respecto a la escuela y proceda a decírselo. Logan no es de los que se chivan, de todas formas, sino de los que te echan una partida de cartas cuando deberías estar limpiando los retretes. — Conozco un poco de eso… Mi padre ni siquiera supo que mi madre biológica estaba embarazada, y fíjate que después de aaaaaaños, cuando yo ya era adolescente, me presento en su casa diciendo que soy su hija, y por poco no le da un infarto. Qué extraña manera tenemos de regresar unos a otros, ¿eh? — comparto historias parecidas con mi profesor, el que ambos fuéramos adoptados lo hace todavía más irreal que hayamos encontrado un camino de vuelta a nuestros padres.

¿¡Tocino!? ¿Acaso quieres que tu sobrino muera por un atragantamiento? — que sabía que no tiene idea de bebés, pero ahora me da miedo dejarlo solo con cualquiera de ellos, no importa de quién sea padrino, me aseguraré de mantener mi visión sobre la figura adulta de la sala. — No, no, no, no puedes darle algo como pasta a un bebé de… ¿seis meses? Ni siquiera tiene dientes — creo, si no me acerco a comprobarlo es porque todavía estoy agarrando a la señora Powell Scott del brazo, ese del que tira para soltarse porque ya vio algo que le llamó la atención. — Decía algo como puré o papilla, algo que pueda tragar sin problemas, una vez probé la de Tilly, no supo tan mal… — la cara de disgusto que pongo es por el desenlace final que tuvo al escupirme encima — Solo para estar seguros seguiremos con la leche — sentencio dejando a un lado lo del plátano, que no deseo encontrarme con que hemos obstruido las áreas respiratorias del niño porque su tío no tiene la menor idea de cómo tratar con bebés.

No me da mucha esperanza el observar cómo agarra al bebé entre sus brazos, y estaría por señalarle todas sus faltas si no fuera porque habla primero. — Generalmente, sí, son bebés, ¿qué quieres que hagan? Solo comen, duermen, lloran, y se llevan cosas asquerosas a la boca, te está babando la camiseta ahora mismo, por cierto — que creo en medio del llanto no se dio cuenta. Suelto mi mano alrededor del brazo de Mathilda para que vaya a buscar lo que sea que quiere, resulta ser uno de los cochecitos de su primo, y me acerco hacia el hombre para tomar al bebé entre mis brazos. — Lo tomas como si fuera una bomba a punto de explotar, pero ya está llorando, eso significa que ya explotó — me llevo su cuerpecito hacia mi torso para rodearlo con mis brazos y con mi mano llevo su cabeza hacia el hueco entre mi hombro y mi cuello para calmarlo con un balanceo suave. — Tu problema es que piensas que lo vas a romper, en mi experiencia los bebés son más como esponjas que como figuritas de cristal — apenas unos segundos después la tranquilidad vuelve a reinar en la sala, a medias¡TILLY DE DONDE SACASTE ESE ROTULADOR! — y ahí se lo lleva a la boca, por supuesto. Le lanzo una mirada al único que no está haciendo nada, sí, a Logan.
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La misma— asiento con mi mentón, mejor decirlo así sin más, a tener que ponerme luego a armar un mapa de líneas que muestren mi vinculación con un actor de películas que seguramente vio, las de terror, digo, y con la que es su profesora de Adivinación, para que todo termine apuntando a Eloise Leblanc, casada ahora con otro ministro, dejaremos absolutamente fuera del cuadro a Abbey porque no tiene caso incluirla, si el divorcio ya se firmó hace tiempo y no te divorcias de alguien para seguir mencionándole dentro de las relaciones que mantienes con cierta gente. En general, todos siguen siendo vínculos imprecisos, más o menos estables, en los que trato de dar mi parte con incertidumbre, ninguno de ellos va a reclamarme nada si tropiezo con un error en nuestro trato, el único que me preocupa es Denny, quien no escatima lágrimas para hacerme saber que la he pifiado, feo. —¿Así fue entonces qué terminaste con tu padre?— pregunto, estamos fuera de mi oficina de consejero, puedo mirar al techo y preguntarme qué carajos está tan mal en el mundo para que vivamos desencontrándonos, luego volvamos a coincidir de modos confusos. —¿Qué carajos nos pasa?— me incluyo por la edad que tengo, me hace potencial padre nefasto si las circunstancias se tuercen lo suficiente como para encontrarme en esa situación. —Siento que somos una generación de puros errores—, ¿quién es el adolescente en esta habitación, eh?

A su reprimenda por la comida respondo echándome hacia atrás y tratando de protegerme de su acusación mostrándole mi propia desesperación. —¡No me digas eso! ¡No lo quiero matar!— me defiendo, —¡No seas cruel conmigo, Davies!—, ¿qué no ve que esto es nuevo para mí? ¿No me puede tener un poco de paciencia? —Y los pures y las papillas no son sólidos, sólido es un tocino, una papilla es un líquido casi sólido, la clave está en el casi—. Y ahora, ¿quién tiene autoridad de enseñar a quien en esta habitación? Porque posiblemente acabo de perderla. —Sigamos con la leche, mantengámonos sobre lo seguro y confiable— decido, no estoy para hacer experimentos con mi ahijado en la única oportunidad que tengo para cuidarlo. Me han dicho que ser padrino implica darle cosas que los padres no, otras experiencias, pero nada de comer tocino o la montaña rusa hasta que tenga la edad que debe ser.

Miro a la boquita de mi sobrino que se arruga en un puchero cuando Maeve lo acusa de llevarse cosas asquerosas a la boca, no, imposible, mi ahijado jamás. Sostengo su cabecita mientras lo acuno, aunque se parece más a agitarlo sin ton ni son en el aire. —Si ya explotó, ¿qué se hace entonces? ¿Nos encerramos en algún lugar donde no haga añicos nada? ¿Nos escondemos debajo de una mesa?— pregunto, mitad en broma, mitad en serio. —¿Y qué si hace magia involuntaria mientras llora y la casa de Phoebe se queda sin techo?— a ver, que hay que tener en cuenta todos los riesgos posibles, lo sé bien, trabajo con niños que se sientan a hablar conmigo porque han hecho saltar retretes y no con su varita, sino en medio de alguna disputa en los baños. —Mira lo que es su bracito, Maeve— le digo a la chica cuando me dice que es una esponja, —yo siento su hueso y es muy frágil, ¡míralo! ¡Parece un palillo!
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Maeve P. Davies
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Asiento con la cabeza, aunque en el proceso remarco una mueca para nada discreta con los labios. — Sí, bueno, me salté algunos datos por el camino, pero básicamente, sí. No se puede decir que no soy una joya de hija para tener, ¿verdad? — bromeo, atinando a sonreír con amplitud al mostrar todos mis dientes delanteros sin ningún remordimiento. Reconozco que puedo tener una personalidad que asusta a cualquiera, así que tengo que darle cierto mérito a mi pobre padre por no haber acabado desquiciado todavía por mi culpa, o calvo. — Qué pesimista, creía que tu trabajo como profesor y consejero era precisamente convencernos de que los errores no están tan mal, que nos ayudan a aprender y todo ese rollo gurú — me encojo de hombros, que no sé lo que le ha llevado a hacer ese comentario, siendo que no conozco nada de su vida más allá de lo que deja ver en el colegio y lo que aparentemente me está contando ahora sobre su familia.

Es un bebé que solo ha tomado leche de su madre por todo lo que lleva de vida, créeme que cualquier cosa que no sea eso se considera en términos de bebés un sólido. ¡Y creía que era yo la que iba a dar las correcciones! — me quejo para retomar mi postura de autoridad, esa que se me ha otorgado por pura potra al tener un ligero conocimiento de como cuidar a estas criaturas. No voy a decirle que muchas de esas cosas las aprendí a base de improvisar, que los primeros días ni siquiera sabía lo que estaba haciendo y de seguro puse más de un pañal al revés. Pienso en que Logan probablemente se esté sintiendo como yo en ese momento, así que es lo que hace que me relaje en mi poder. — ¿Quieres preparar un biberón? Quizá esté gruñón porque tiene hambre — propongo, o porque su prima acaba de literalmente estamparlo contra el suelo, pero ya que, tampoco es como que me fíe mucho de las técnicas de Logan para calentar biberones.

Me hago con el rotulador que Tilly está a punto de llevarse a la boca porque cree que es parte de un juego gracioso en el que yo la persigo y ella se ríe mientras, para dejarla entretenida con los cochecitos que se extienden por la alfombra. — Pues una de dos, o los calmas así como estás haciendo, o intentas distraerlo con cosas que llamen su atención para que dejen de llorar. También puedes encasquetarles un chupete, pero esa la considero una técnica más pasivo agresiva para cuando te quedaste sin opciones. — aaaaaaaaah, la de cosas que se aprenden cuando tienes al lado a una máquina constante de llorar, por suerte mi experiencia se resume a Mathilda que tampoco fue un bebé necesariamente llorón. Solo un poco. — Pero es bueno también dejarlos llorar a veces hasta que se tranquilicen solos, porque si haces todo un espectáculo por un golpe pequeño, luego cuando crezcan montarán un drama solo por rasparse una pizca de nada. — bueno, quizás Denny sea muy pequeño para entender esta parte, definitivamente. — Pero esa lección la dejamos para cuando sepa caminar o al menos gatear decentemente, ahora mismo parece una oruga escuálida. — coincido, que en contraste con su prima regordeta sí se puede ver algo más pequeño y flaquito.

Lo siguiente que dice hace que lleve mi mirada al techo, murmurando un “wow” demasiado extenso. — ¿Crees que eso podría pasar de verdad? ¡Sería flipante! — y aquí es cuando debo cerrar la boca, que luego no me toman en serio como niñera, así que me apresuro a retractarme en mi reacción. — Nah... podría ser una posibilidad entre un millón, ¿o tú cuando desarrollaste tu primera muestra de magia? — porque que yo recuerde, la mía no fue siendo un bebé de apenas medio año de edad.
Maeve P. Davies
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Depende— contesto con un ligero encogimiento de hombros, —hijos perfectos ponen expectativas muy altas en los padres también— digo, —hace poco tuve una charla con una de las mejores estudiantes del Royal, si no es la mejor, y su madre. No lo sé. No te desestimes tanto como hija…—. Pienso en mis padres adoptivos, ellos no fueron al orfanato buscando al bebé ideal, aunque uno le hubiera asegurado una memoria libre de recuerdos de otras personas y la posibilidad de que su historia comenzara a partir de ellos. No era lo que querían, buscaban un niño similar a ellos, con un pasado que pudiera complementarse al suyo, no obstante ser el hijo que viene a ocupar el lugar de una hija muerta también tiene su carga. —Entre padres así como entre profesores, hay algunos que nos sentimos más cómodos tratando con chicos con problemas y que no lo tienen todo resuelto— no sé si lo he dicho con las palabras indicadas y no haya terminado por ofenderla, pero se lo aclaro al minuto siguiente: —Estoy aprovechando que ahora es mi gurú y perdí un poco los formalismos.

También la perspectiva, haciendo mi categoría de líquidos y sólidos desde mi punto de vista, cuando debería hacerla tomando la de Denny según mi instructora. —Eso lo puedo hacer— contesto, mostrando más confianza de la que debería en preparar un biberón, porque pese a tener todas las indicaciones de cómo hacerlo, es la primera vez que haré uno. No es como si antes hubiera tenido ocasiones en practicar este arte. Pero con el niño en mis brazos, debo buscar donde dejarlo y que no lo exponga a un nuevo ataque de su primita, ¿es siempre así entre niños pequeños? ¿será que yo también tiraba a Chuck de sus pocos pelos? Es probable, lo hice un par de veces siendo grandes. —Mecerlo, distraerlo, chupete, creo que lo tengo…— murmuro, tengo las manos ocupadas para ir tomando nota de esto. —¿Crees que ya estemos en el punto de pasar a la pasivo agresividad?— le consulto. Dejarlo llorar me parece una táctica peligrosa, que haga magia involuntaria es lo que más me preocupa porque sabemos que los niños mágicos que no pueden controlar sus emociones, tienden a estos accidentes, ¿y es muy propio de profesor de hechizos que ese sea mi miedo? Me hace mal leer tanto al respecto. —¡Claro que es posible! Hay estadísticas de investigaciones al respecto, que haya una edad promedio para las manifestaciones de magia, no quita que haya un porcentaje menor en otras edades y aunque las posibilidades en bebés no pasen del 5%, ¿qué si Denny entra en ese 5%?— pregunto al llevarlo a su sillita donde pueda estarse mientras armo el biberón. —Creo que fue a los siete o a los ocho, solía enojarme fácil y lo sufrían los floreros del orfanato, a mi favor diré que eran flores horrorosas de plástico— cuento. —¿Nunca te pregunté cómo fue tu primera muestra de magia?— ¡qué raro! Hay cosas muy típicas con las que tiendo a interrogar a mis alumnos.
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
Ah... ¿Así que hijos mediocres hacen sentir a los padres mejor consigo mismos? — pregunto porque es lo que he sacado en conclusión de ese mensaje que aporta, al hablarme sobre su entrevista, de esas que nunca tendré porque mi padre tampoco es como que se interese lo suficiente. Que yo tampoco estoy tan puesta en mi futuro, así que no puedo culparlo por eso, pero parece que a Jasper solo le preocupa cuando llama un profesor para delatar que no he acudido a su clase. — ¿Quién era? Digo, la chica más inteligente del Royal — pregunto, es por pura curiosidad y por tener la aseguración de que no sea Karina, que suficiente tengo con que los estudiantes la consideren la chica más popular de la escuela, como para que también lo hagan los profesores, encima de los que me caen bien. Me río por la aclaración que hace, en parte para hacerle sentir que no ha metido la pata con el comentario, en parte porque también me hace gracia la visión que tiene de mí. — De modo que eso es lo que te parezco, ¿una chica con problemas? Ten en cuenta que me estás pidiendo ayuda para cuidar de tu sobrino... — le advierto con lo que sea que vaya a contestar, aunque con una sonrisa ladeada.

Niego con la cabeza acompañándome de un par de chasquidos con mi lengua. — No, todavía no, está muy blandito para ser pasivo agresivo — que espero que entienda que se trata de una broma, que no hay forma de ser pasivo agresivo con los bebés, empezando porque no entienden ni medio carajo de lo que se les dice, como para esperar que comprendan nuestras gesticulaciones y demás. — Eso es, mecer, distracción, chupete — enumero después de él para que se le vaya grabando en la cabeza, moviendo la misma hacia arriba y hacia abajo. — Mmmmm... Pero supongo que eso irá asociado a las aptitudes que uno puede tener en el futuro como mago o bruja, ¿no? Cuanto antes desarrolles tus poderes... — qué sé yo, él es quien lee estudios de esos como para saber, yo solo estoy adivinando. — Y supongo que con la genética también... ¿qué tan talentoso era tu hermano con la varita? — Powell es mestiza, lo sé porque sale mucho ese apellido en las noticias como para que pase desapercibido, pero no tengo la menor idea del historial de la familia de Logan y, quizá, esté siendo una entrometida al preguntar.

Le doy un golpecito cariñoso a Denny en la nariz, para ir dirección a la cocina no sin antes señalarme los ojos con dos de mis dedos y dirigirlos hacia la otra morena de la sala, en clara señal de que la estaré vigilando desde allí. — Exploté mi propia piñata cuando tenía como... ocho años, de pura excitación y porque no podía aguantarme a que cayeran las golosinas — ni que ahora fuera muy diferente, pero antes podía excusarme con tener ocho años, ahora tengo diecisiete y se supone que como mayor de edad, debería poder aguantarme estas cosas. Me apoyo sobre la mesada con un brazo, a la espera de que sea él quien prepare el biberón.
Maeve P. Davies
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No quise que sonara así— digo, aunque fue así como sonó, imposible de ser interpretado de otra manera. —Pero es bueno no perder de vista en ningún momento que somos personas con errores y defectos, tanto hijos como padres. Y que la mayoría de las veces estamos tratando de hacer las cosas lo mejor que podemos…— se lo trato de explicar de la manera en que yo lo pienso, a esta edad, cuando la relación con mis padres, tanto adoptivos como mi madre biológica me llevo hasta el punto de poder verlo más como humanos, que como idealizaciones o demonizaciones. —¡Pero si te digo que son los que me agradan! Y además, ¿de quién crees que podría aprender más?— procuro que lo tome como un cumplido y como una ofensa. —¿De alguien que nunca se metió en un problema y cree tener todas las respuestas? ¿O de quien se metió en tantos que te puede decir las respuestas que si funcionan?—. Con esta manera de pensar nunca seré director del Royal, eso está claro, lo sabemos y puedo vivir con ello.

¿Ven? Puedo aprender de Maeve lo que en verdad funciona, mecer, distraer, chupete. Nada de pasivo agresividad, no es mi manera, ni tampoco me veo siendo así con mi ahijado cuando con mis alumnos también suelo buscar modos más directos de hablar y entendernos. Estaría deseando que hable cuanto antes, pero en este caso no hay estadísticas improbables que me dejen creer que podrá hacerlo antes del año. —No, personalmente no creo que una manifestación temprana de magia tenga que ver con el potencial de un mago o bruja. He conocido personas con demostraciones tardías que encontraron en esto una motivación para dedicarse al estudio de la magia y son excelentes experimentadores hoy en día— le cuento, —por mi parte lo veo como una cuestión muy emocional cuando somos niños, así que las circunstancias y las emociones que atravesamos en la infancia   pueden ser disparadores de una manifestación involuntaria— ¿por qué castigo a Maeve a escucharme como profesor incluso fuera del aula? Me pienso dos veces sí compartir mis opiniones personales sobre mis hermanos, tengo cautela en esto porque tiendo a pensar que no llegamos a ser lo suficientemente cercanos pese al lazo de sangre, como para juzgar como es debido el carácter y el potencial de cada uno. —Era bueno, pero él solía decir que no lo era, pensamientos así pueden llevarnos a ser un poco autoboicoteadores…— ya, me he pasado. —El factor genético es importante, no te lo niego, pero lo que podamos recibir de nuestro entorno también— retomo esto para dejar atrás lo otro, que es la conclusión a la que pude llegar como hijo adoptivo y ver muchas cosas de los Thornfield en mí.  

Me río a carcajadas con la anécdota de la piñata, el agua que se desprende de mi varita para llenar el biberón cae sobre mi mano por el descuido y agradezco que sea tibia, no caliente. Sacudo mi varita cuando está cerrado para poder levitarlo y hacer que la mezcla tomé sabor al agitarlo. —¿Por qué no me sorprende?— murmuro, —¡sin ánimos de ofender! ¡solo me dio gracia!— se lo vuelvo a aclarar. Recuerdo que no le había contestado antes la identidad por la que me había preguntado. —No sé si puedo decirte quien era esa alumna que vino con su madre, hice un comentario muy personal y no quería que sonara como una crítica hacia alguna de ellas. Según tú, ¿quién es la estudiante más inteligente del Royal?— se lo pregunto con una sonrisa para comprobar qué impresiones están corriendo entre ellos.
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Maeve P. Davies
Miembro del Escuadrón Licántropo
¡Huh! Eso de los errores y defectos sería un buen discurso que soltarle a mi padre, ¿no crees? Creo que él sí es quien tiene las expectativas demasiado altas en una hija que... Es mejor que no te diga las cosas que hago los fines de semana — susurro colocándome una mano a un lado de mi boca para que el comentario quede entre nosotros dos y no frente a los bebés. Los pongo a ellos de excusa, pero la verdadera razón por la que no se lo digo es porque a fin de cuentas, sigue siendo mi profesor y la persona que puede librarme de mis castigos escolares. ¡Además! Visito más su oficina que las clases propiamente dichas, él puede hacerse una idea sin necesidad de que yo le cuente mis hazañas de los sábados por la noche. — No sé si la mayoría de profesores de la escuela coincidirían con ese razonamiento, Logan... — ¡que yo lo aprecio! Pero dudo mucho que sea la estrategia a la que recurran el resto de mis maestros, no cuando su técnica por excelencia para lidiar conmigo es apuntar a la puerta del aula el segundo que abro la boca. ¡Y una vez fui a preguntar por la materia de la asignatura! Está bien, puede que no fuera una pregunta estrictamente educativa, ¡pero era una pregunta al fin y al cabo!

Ladeo la cabeza en señal de que estoy recibiendo sus palabras y meditando su discurso, relamiéndome los labios en el proceso. — Mmm... Supongo que tiene cierto sentido, ¿no? Que yo explotara una piñata dice mucho de mi personalidad y desempeño en la escuela y esas cosas... Según tú tiene que ver con el entorno en el que nos relacionamos en nuestra etapa de desarrollo, ¿no? — tengo que hacerle caso, muchos dicen que experimenta con hechizos, así que tiene que tener una idea o dos de cómo funciona la magia que todavía no ha sido canalizada. — Entiendo, genética y entorno — asiento con la cabeza un par de veces, escucho lo de su hermano e intento verlo como algo que lo une a él, incluso cuando no se me hubiera pasado por la cabeza que de alguna forma estuvieran relacionados.

Ruedo los ojos en un gesto que acompaña una risa floja, porque a nadie le sorprende, ni a mis padres en su día cuando ocurrió. Mi encogimiento de hombros con la sonrisa en los labios debe servir como respuesta en sí misma, porque me decanto por responder a lo siguiente en lugar de seguir por el lado de la piñata. Mejor, porque tanta cháchara me está dando hambre y, a no ser que quiera comer potitos, no hay muchas más opciones en esa nevera — Veamos... la prima de Oliver, ¿sabes quién es Oliver, verdad? — pregunta estúpida que hacerle a un profesor de escuela, pero por si acaso — El caso, Jenna Helmuth siempre me pareció una chica muy lista, quizá excesivamente lista, excesivo de que jamás la vi con un pie fuera de la biblioteca y dudo mucho de su círculo social fuera de su habitación. ¡Pero hey! Todo válido, completamente válido... — no soy quién para juzgar, no cuando las veces que yo me siento en mi escritorio es para pintarme las uñas de negro azabache y no precisamente para estudiar. — Y agghhh, Karina Hegel siempre han dicho que es buena estudiante, pero yo no la consideraría la mejor de la escuela. — no quiero preguntarle por su opinión en este tema, estaría un poco fuera de lugar teniendo en cuenta que es maestro del Royal, pero... sí que lo digo con intención de que salga algún que otro comentario de él.
Maeve P. Davies
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Invitado
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Suena a un buen discurso que compartiría con tu padre y con cualquiera, sino fuera porque conozco la única respuesta que conseguiré a eso— y la conozco por haberla recibido un par de veces de los tutores que se sientan en la oficina de consejero, a recibir el parte sobre el comportamiento de sus hijos y me salgo un poco de las líneas de lo meramente educativo, —¿cuántos hijos tiene usted, profesor Thornfield?— remedo el tono que usó Ingrid Helmuth la última vez que se presentó para que hablemos de Katerina, las siguientes ocasiones que la llamé se limitó a decir que no iría a escuchar opiniones, le bastaba con ver las calificaciones de su hija a fin de trimestre. —Y no tengo respuesta a eso porque son muchos los dilemas que me planteo en sí sobre la responsabilidad de ser padres, si te dijeran mi hermano y mi cuñada la cara de susto que puse cuando me preguntaron si quería ser padrino de Hayden— le cuento, —en fin, debería dejar estos temas y dedicarme a preparar mis clases…— la parte más práctica de mis clases, ni siquiera las que se refieren a cómo se me hace que más adecuado evaluar a los estudiantes, porque eso también lo haría un motivo de debates en los que he perdido de entrada. ¿Qué caso tiene? Soy de resignarme bastante fácil a lo que no depende de mí, así que lo dejo ser.

Somos una combinación de muchas cosas, que se hace impreciso poder decir donde comienza una y termina otra, lo mismo ocurre con nuestra magia y como en todo, eso nos hace únicos. Nunca encontrarás un mago igual a otro, de lo que hay que desprendernos es de la idea de que hay mejores y peores, todos tienen un potencial que se adecua a algo específico…— explico, con mis ojos puestos en el biberón así dejo de agitarlo antes de que se rebose la espuma de la leche y eso es lo que hace, tal como me lo temía, así que debo buscar un trapo de tela para limpiarlo. —La magia que explota piñatas también sirve para algo en específico— digo como comentario al paso y le entrego el biberón para que haga la prueba de calidad, se ve bien para mí. —Sé quién es Oliver— asiento con la barbilla, podría decir que lo conozco de la escuela, lo que no sería una mentira, pero no sería una cara más entre mis estudiantes de no ser por… —Es el hijo del esposo de mi madre— hago esa asociación y la ilustro en el aire uniendo un par de puntos. —¿Cuál de todas sus primas?— porque también está Katerina, Brian que es varón, puedo presentar mis pruebas de que son niños con inteligencias a tener en consideración. Pero no se equivoca al decir que es Jenna, estoy a punto de asentir cuando habla de otra chica. —¡Karina! ¡Es excelente!— quizás el tono de emoción de mi voz se disparó un poco. —Tienes que ver sus redacciones, Maeve. Da mucho gusto leerla, es muy prolija y sabe unir perfectamente una idea con la otra, también tiene una manera muy correcta de expresarse en todo. Puede estar dándote una receta de cómo hacer un biberón, que parecerá que está dando cátedra a estudiantes de especialidad— que se sabe que no tengo reparos de halagar a mis alumnos por detrás.
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Maeve P. Davies
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Me río por esa impresión que hace, a la que solo le falta elevar el dedo índice para parecerse a cualquier madre rica con hijos demasiado perfectos como para ser un cuadro de familia real. Afortunadamente Jasper no es de los que se la pasan el día preguntando al consejero de la escuela por el rendimiento de su hija, lo cual nos beneficia gratamente a los dos. — Oh, venga ya, alguien a quien se le dan tan bien los adolescentes como a ti no puede ser tan malo con los niños, sí, incluso cuando sugeriste darle tocino a tu sobrino, sigo pensando que tienes mucha más paciencia que cualquier otro — vamos, que me soporta a mí todas las semanas y no me considero una fuerza fácil de aplacar. No me sorprende en lo más mínimo que quisieran darle el padrinazgo, estoy segura de que mi propio padre le daría la custodia a Logan para lidiar conmigo si pudiera. — Además, también lo estás intentando, ¿no? Tú mismo me has dicho que muchas veces es lo que cuenta antes que el resultado en sí — ¿qué pasa si el bebé acaba cubierto de leche porque no cerró bien el biberón? ¡Como mucho tan solo hay que cambiarle de ropa!

Todavía me queda el averiguarlo, entonces — concluyo, que no sé a donde me llevará lo de explotar piñatas por arte de magia, pero hasta ahora no me ha ido muy bien y todavía tengo que encontrarme en un camino que a cada día le salen más dispersiones. Me quedo un poco confundida con la conexión que hace sobre Oliver, solo ateniendo a amarrar el biberón en mi mano para después caer en la pieza que le falta al puzzle para completarlo todo. — ¡Oh! ¡Claro! Qué... extraño pensarlo, eso te hace el hermanastro de Oliver — apunto, preguntándome internamente si esto es algo que el propio Oliver sabe o que desconoce al igual que yo hasta hace apenas unos escasos segundos. — Qué pequeño que puede llegar a ser el mundo a veces... — ¡y Syv que quiere ir a investigar Europa y alrededores! No me extraña, si con cruzarte con alguien en la calle ya puede que sea tu primo segundo de un familiar perdido de por ahí.

Cuál de todas sus primas. Pues hubiera preferido que no se refiriera a Karina cuando literalmente malgasta treinta segundos en alabar a la rubia como si no se sintiera como un golpe en el abdomen de la rabia que me da el que todos la consideren tan perfecta. Perfectamente diabólica, eso es lo que es. — Ya, ya, miss lo hago todo perfecto y en el proceso no se me mueve ni un pelo de la cabeza — bufo, quizá demuestro demasiado mi desagrado hacia su persona, lo que me hace sonreír en una mueca que apenas enseña mis dientes. — No somos las mejores amigas — explico para que no me malinterprete, que tampoco es como si fuera a hacer vudú con una muñeca suya. En fin, meneo la cabeza en un suspiro que aprovecho para batir también el biberón y después volcar una gota del contenido sobre mi palma para medir la temperatura. — Está perfecto, si consigues que se lo tome te daré el aprobado — qué bien se siente esto de dar calificaciones, puede que mi verdadera pasión sea esa. Le entrego de vuelta la botellita de plástico y con un gesto de cabeza señalo el salón donde siguen los niños. — Adelante — ¡qué emocionante! Esto va a ser como cuando el profesor nos observa mientras hacemos un examen — Y nada de chuletas — pongo mi mejor voz de maestra, marcando el aire con mi dedo.
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La opinión de Maeve no es algo que vaya a cambiar la impresión que sigo teniendo sobre ciertas decisiones en mi vida, lo que consigue inspirarme es un orgullo inapropiado, porque quisiera creer que el rol que está ejerciendo en este momento es el mismo que asumo desde el otro lado del escritorio cuando estamos en mi oficina como consejero, así que no debo estar haciendo tan mal mi trabajo sí la conclusión final que me ofrece es una en la que cree. Así que me acerco a ella para darle unas palmaditas en la coronilla, algo más propio para una niña, que una adolescente a la que tengo cada dos por tres aceptando una charla que la libre de una sanción más grave, por haber hecho explotar algo en alguna parte de la escuela. —Estoy haciendo un buen trabajo si me devuelves mis consejos, ¿te gustaría ser consejera escolar algún día?— sonrío en broma, que ambos sabemos que su vocación está lejos de la docencia, aunque sepa entenderse con dos niños que no saben hablar y también sea la encargada de que alimente decentemente al más pequeño de este, que ni siquiera tiene dientes.

Tienes tiempo para averiguarlo— comento al pasar, todavía le quedan unos años más en la escuela, si es que la sigue, más de una vez amenazó con que lo dejaría, y también fuera de esta, se siguen aprendiendo cosas nuevas respecto al control que ejercemos sobre nuestra magia. —Es extraño— coincido con ella, todo mi mapa de relaciones lo es, el bajo perfil en la escuela es lo que me ayuda a seguir siendo un profesor conocido por mi propio nombre y no por la vinculación que tengo o pude tener con ciertas personas. —¿Qué puedes decirme de Oliver?— le pregunto, —Lo he visto de pasada un par de ocasiones, pero no es que comparta cosas con él. No sé si tengo cosas que compartir con él— y también, con la ausencia marcada de mis hermanos de sangre, no sé si podría darle ese título a alguien más. No sé si puedo pensar en Oliver como un hermanastro, se me hace más cómodo seguir pensándolo como el hijo del marido de mi madre biológico, elijo el camino largo que me une a ciertas personas.

Y por lo que puedo notar en el tono de Maeve, no hay camino posible entre ella y Karina. —¿Pasó algo entre ustedes?— consulto, suena al típico profesor entrometido, mal que me pese, aunque no vaya con esa intención. —Puedes contarme, trataré de ser objetivo— se lo aseguro, —y que la buena caligrafía de Karina no nuble mi buen juicio— bromeo, recuperando el biberón para ir hacia la misión que me acaba de encomendar. Recupero al más diminuto de los quienes de la sala entre mis brazos para llevármelo hasta el sillón y dejo que el biberón siga levitando a un lado, mientras lo hago girar sobre mis rodillas hasta su cabecita queda sobre estas y levanto un poco su cuello con mi mano, así puedo estar mirándolo a los ojos, de frente, cuando se prende del chupete de la mamadera. Pero está tomando aire por culpa de tener el biberón en horizontal, así que con cuidado de no atorarlo con leche, lo levanto un poco más. —Así está bien, ¿no?— algo me dice que la posición suele ser otra, porque lo he visto en Phoebe, pero así como lo tengo recostado no me pierdo detalle de lo que expresan sus ojos.
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Me toman por sorpresa esas palmadas en mi cabeza que me hacen sentir como un perrito que ha hecho algo bien, lo cual si tengo en consideración que casi todos en el escuadrón se refieren a mí como cachorro, no resulta un gesto tan disparatado ni sacado de lugar. Lo que sí está muy fuera de contexto y que consigue que suelte una carcajada amplia y sonora es esa propuesta que hace Logan como si no me conociera en lo absoluto. Y... pasamos mucho tiempo en compañía del otro, en plan, mucho. — ¿Yo? ¿Consejera? ¡Ni hablar! Admiro mucho tu trabajo, en serio, yo no podría soportarme a mí misma si tuviera que hacerme frente todas las semanas o darles discursos motivadores a alumnos que hacen explotar retretes porque no saben lo que hacer con su vida — ufff, suena demasiado con lo que lidiar como para hacerlo mi trabajo diario. Además de que lo haría fatal, el único consejo que yo podría darle a esos chicos, es el de explotar más inodoros por el simple hecho de hacer algo divertido. La escuela ya es suficientemente aburrida como para tener que aguantar que te digan lo que hacer las veinticuatro horas del día.

Mmmm... Oliver, Oliver... — empiezo, pensativa al decidir qué de toda la información que conozco sobre el chico sería de más interés para Logan. — Juega al Quidditch, muy bien de hecho, no recuerdo la última vez que su equipo perdió un partido, y todos le admiran. Le cae bien a todo el mundo porque es excesivamente carismático, como profesor seguro que lo sabes porque no hay quién no lo alabe por los pasillos... — no estoy exagerando, a veces es molesto cuando vamos a mi taquilla y en el proceso nos encontramos con gente que lo saluda porque es demasiado educado como para no devolver el saludo. — Muchos dicen que se parece a su padre... pero yo no le veo el parecido, quizá sí cuando habla y se pone serio, pero por lo demás creo que heredó más de la genética de su madre — quien, desafortunadamente, está muerta. Es una verdadera lástima, porque me hubiera encantado conocerla.

No quiero destrozar la pulcra imagen que tienes de Karina con mis comentarios despectivos, así que te diré que no necesariamente tiene que pasar algo entre dos personas para que su relación quede manifestada. Y no, no me estoy refiriendo a mí misma, creo que nos conocemos como para que sepas que me haría amiga hasta de un caracol — bromeo, otra cosa es que ese caracol quiera ser mi amigo. Es lo que no entiendo, para ser tan social como soy, que no tengo problema en unirme a una fiesta en la que solo conozco a una persona, tengo una fama pésima, no sé muy bien por qué. Karina debe de saberlo bien, que es quien de seguro va diciendo mierda de mí por ahí camuflándolo como que son sus amigas las que lo piensan, para que luego ella pueda hacerse la mártir. — Así está perfecto, cuidado con que no le entre demasiado aire en el estómago o luego lo devolverá todo — advierto al ver que modifica un poco la posición del biberón mientras me dejo caer a su lado, observando al bebé que nos analiza de la misma manera que nosotros estamos haciendo con él. — Parece un mooncalf con esos ojos como pelotas — me río de forma desganada.
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Las personas cambian— lo digo con una sonrisa para que no se pierda parte del humor, pero con la confianza firme y rotunda que siempre he tenido en esta afirmación. —Si a este punto ya escuchas mis consejos, cuando hace tres años te hubieras negado a escuchar a quien sea, ¿quién sabe lo sucederá dentro de diez?— pregunto, haciendo más grande mi sonrisa, —no perderé las esperanzas— se lo digo en broma. Ella sabrá qué hacer con su vida, o no, suele decir que no tiene idea de que hará con esta. Pero si tiene claro que consejera no, está bien. —Siempre es bueno que quien de consejos sea alguien que lo hable desde la experiencia y ayude a prevenir lo que puede acabar mal, a que lo haga alguien que solo quiere imponer su razón— comento, solo para aclarar el por qué se lo había sugerido.

Mis cejas se van arqueando a medida que la escucho, no consigo identificar dónde en todos los halagos a ese chico hay algo que pueda decir que surge de su propia opinión, todo lo dice como si fuera lo que dicen otros y, sin embargo, ella lo pone en su boca. —Suena a que es un chico genial— opino, busco mirarla de soslayo para que pueda entender por mi gesto lo que no llego a decir, porque no es alguien con quien haría una broma sobre que están flotando mariposas en el aire de pronto. —Demasiado genial— repito. Y ese es el hijo del marido de mi madre, así de rebuscada como suena esa relación, no termino de precisar qué lugar ocuparía el uno en la vida del otro, cuando ni siquiera he podido estrechar algún tipo de mi relación con la hija biológica de Eloise, que ahora va por su lado en la vida.

Alguien que no parece tan genial es Karina Hegel, lo que se me hace raro, porque siendo que no le veo muchas diferencias a Oliver y Karina en cuando a ranking de popularidad que manejan mis estudiantes, no logro entender qué los coloca en extremos tan opuestos en la opinión de Maeve. —Por un lado tenemos al chico que a todos agrada y por el otro, a la chica que agrada menos que un caracol. Sí, supongo que las afinidades se dan así, un poco al azar, sin que tenga que ver con el carácter en sí de las personas, sino… ¿una cuestión más de piel?— sugiero, o será que soy el único que cree en esas cosas, lamentablemente lo he usado mucho para definir mis relaciones, cuando quizás tendría que haber mirado un poco mejor el carácter. —No le digas mooncalf a mi ahijado— lo defiendo de su apreciación por esos ojos saltones que siguen un poco enrojecidos. —Lo estoy haciendo bien, ¿verdad? Ya puedo pedirte empleo cuando decidas expandir tu empresa de niñeras— bromeo, sigo con la sonrisa estampada en la cara cuando me volteo hacia ella, retirando el biberón de la boca del bebé para que no se atraganta al dejar de mirarla. —Gracias por venir y no dejarme solo en este lío, Maeve— se lo agradezco en verdad, el puchero de Denny me obliga a regresar mi vista a él y devolverle el biberón mientras me mira con sus ojos, sí, como los de un mooncalf bebé, estudiándome él como lo estudio yo, mirándome. He decidido que los ojos de bebé te dan mucha consciencia de ser, te miran tan fijo que pareciera que están marcando el aquí y el ahora sobre uno.
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