OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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La bola que he armado con el papel golpea el borde del cesto de basura y, tras rebotar, consigue caer dentro con un tiro bastante decente. Ya tengo la nariz paspada de tanto sonarme los mocos y no hay ninguna película decente en la televisión, así que puedo decir que me encuentro sumamente aburrido. Tan aburrido que hasta he terminado la tarea que Hero me ha traído para que no me atrase en mis clases y me he quedado sin nada que hacer. Me dejo hundir entre las almohadas y suspiro con fuerza, clavando los ojos en el techo. Han sido unos diez días de lo peor. No solo porque cuesta horrores que la fiebre baje, sino porque cuando lo hace vuelve a subir y mi cuerpo se parece cada vez más a una gelatina. Suelen ponerme suero cada tanto, pero detesto la sensación y vivo con la urgencia de querer ir al baño. Lo peor es la paranoia. Suelo dormir por intervalos, siempre que despierto tengo la sensación de estar muriendo y, en más de una ocasión, he visto personas que no están ahí sentadas en la silla destinada a las visitas. Hay gente que no reconozco, así que deben ser aquellos que mi inconsciente recuerda pero que yo no. Luego están los demás. El más frecuente es Andrew, como si quisiera torturarme por encontrarme donde lo hago. He llegado a gritarle que me deje en paz y ahí es cuando entran con los sedantes.
Oigo la puerta abrirse y mis músculos se tensan, pero al reconocer la cabellera rubia, vuelvo a relajarme y hasta puedo decir que sonrío un poco. No puedo decir que conozca a Lyra demasiado, pero es bueno ver a alguien que no tenga nada que ver con el hospital, para variar. Sé por qué está aquí de todos modos: hay códigos que debo estudiar, como una especie de tarea para seguir trabajando incluso desde la cama, como buen practicante que puedo ser. Si no estoy frente a una computadora, al menos puedo leer algo de teoría — ¿Fuiste la pobre que tuvo que acabar siendo mensajera? — le pregunto en tono divertido. Apoyo las manos en la cama y me enderezo todo lo que puedo, aunque por la mueca que hago creo que queda en evidencia que duele bastante — No te preocupes. Parece que el contagio es más que nada al estar en contacto directo, así que mientras no nos toquemos, dudo que te suceda algo — al menos, parece que mis heridas producidas por los inferis fueron las culpables de que termine aquí.
La invito a tomar asiento con un gesto de la mano, ella elegirá si quiere la silla de Andrew o el borde de la cama. Tiro de las mantas, que bien puede ser verano pero mi cuerpo tiembla por el mínimo contacto con el aire — ¿Hay mucho trabajo? — las cosas deben estar densas sin Mimi, así que de seguro andan a las corridas. Ni hablar de que hay que ver cómo mierda hacer para montar un mejor sistema de defensa — He visto las noticias. Se dice mucha mierda por allá afuera, ¿no es así? — vaya a saber qué escuchó, pero no es secreto la cantidad de cosas que se andan diciendo por ahí.
La verdad es que estos días están siendo un poco agobiantes. Porque Mimi está en el hospital, Jim también está en el hospital, apenas hay apoyo porque da la impresión de que todo el mundo está en el hospital, y yo no llevo tanto tiempo en el distrito como para sentir que puedo tirar del carro con todo esto. Pero hay que seguir avanzando porque, por primera vez, siento que hay una fuerza mayor, un objetivo que hace que merezca la pena todo esto. Así que me estoy esforzando en aprender todavía más, haciéndome a la idea de que tendré que volver al colegio, cosa que creía que había dejado atrás, y esforzándome cada día más. Y, además, viéndome con la responsabilidad de mantener a mis compañeros actualizados.
Es por eso que, maletín en mano, llego al hospital para visitar a James. Me indican cuál es su habitación y yo avanzo, poco a poco, sin saber muy bien cómo empezar. Es decir, ¿y si me lo encuentro alucinando? Ya tuve suficiente el otro día, no quiero aguantar esa situación otra vez. Pero cuando abro la puerta, parece que me reconoce. Y eso ya es un gran paso. Le miro, con precaución, y termino cerrando la puerta detrás de mí —De acuerdo, entonces tendré que reprimir las ganas de tocarte— bromeo. Aunque no sé si se entiende como una broma, puesto que la situación en general me tensa bastante.
Me siento en una butaca al otro lado de la habitación y le miro a los ojos, abriendo el maletín y sacando un libro y páginas con cientos de líneas de código —Me ha tocado hacer de mensajera, pero casi que lo agradezco. Así me ahorro pasar tantas horas encerrada sin Mimi o sin ti, que se hace un poco aburrido, también— dejo los documentos y el libro encima de la mesita —Hay un montón de trabajo y algún error perdido en este código que no consigo encontrar. Es para la configuración de los sensores de las cámaras de seguridad— le digo, señalando las hojas —, así que si en algún momento no estás febril y tienes energía, échale un vistazo, a ver si lo encuentras— le pido. Me froto la nuca, agotada por el ritmo frenético de las últimas horas pero agradeciendo este momento de distensión —. Y sí, se dice mucha mierda, están saliendo cosas muy raras... No lo sé. Pero me da miedo que se use esto en contra del distrito, que se tome como un momento de debilidad... No lo sé. ¿Y lo de Richter? Ya no sé qué creerme de todo lo que saca esa gente— digo, claramente mosqueada con el tema.
Es por eso que, maletín en mano, llego al hospital para visitar a James. Me indican cuál es su habitación y yo avanzo, poco a poco, sin saber muy bien cómo empezar. Es decir, ¿y si me lo encuentro alucinando? Ya tuve suficiente el otro día, no quiero aguantar esa situación otra vez. Pero cuando abro la puerta, parece que me reconoce. Y eso ya es un gran paso. Le miro, con precaución, y termino cerrando la puerta detrás de mí —De acuerdo, entonces tendré que reprimir las ganas de tocarte— bromeo. Aunque no sé si se entiende como una broma, puesto que la situación en general me tensa bastante.
Me siento en una butaca al otro lado de la habitación y le miro a los ojos, abriendo el maletín y sacando un libro y páginas con cientos de líneas de código —Me ha tocado hacer de mensajera, pero casi que lo agradezco. Así me ahorro pasar tantas horas encerrada sin Mimi o sin ti, que se hace un poco aburrido, también— dejo los documentos y el libro encima de la mesita —Hay un montón de trabajo y algún error perdido en este código que no consigo encontrar. Es para la configuración de los sensores de las cámaras de seguridad— le digo, señalando las hojas —, así que si en algún momento no estás febril y tienes energía, échale un vistazo, a ver si lo encuentras— le pido. Me froto la nuca, agotada por el ritmo frenético de las últimas horas pero agradeciendo este momento de distensión —. Y sí, se dice mucha mierda, están saliendo cosas muy raras... No lo sé. Pero me da miedo que se use esto en contra del distrito, que se tome como un momento de debilidad... No lo sé. ¿Y lo de Richter? Ya no sé qué creerme de todo lo que saca esa gente— digo, claramente mosqueada con el tema.
Se me escapa una de esas risas que parecen mudas y que se delatan como una solo porque se me curvan los labios, porque sino habría sido más bien un bufido — Ya sé que soy irresistible pero hay que contener los ánimos — hago una mueca cargada de sarcasmo, que quizá no es momento para mis chistes de falso egocentrismo, no cuando debo verme para la mierda y no sirven ni como para bromear. Lo bueno de todo esto es que, a pesar de que les tomó varios días el encontrarse tan paranoicos, el descubrir los medios de contagio sirvió para que bajen un poco las malas miradas. Podríamos decir que es una gripe normal, si no fuera por las alucinaciones que acaban afectando de mayor o menor medida. A veces me siento un chiflado dentro de un loquero al cual tienen que calmar para que no haga alguna estupidez, pero sé que no soy el que se lo ha llevado peor. He oído a Kendrick gritar desde aquí, si vamos al caso.
Le sigo los movimientos con la mirada, me desinflo un poco al ver la cantidad de páginas. Algo me dice que en algún momento voy a necesitar de usar anteojos, con la cantidad de pantallas y hojas que veo todos los días — Lo sé. Somos algo así como la luz que ilumina tus días — ladeo la cabeza para poder mirar mejor el material, solo asiento y me apoyo en la cama para poder estirarme hacia un lado, hasta alcanzar las páginas y páginas de códigos — No hay un momento en el cual no me sienta para la mierda, pero puedo hacerlo. Soy fuerte — está claro que al doblar mi brazo hacia un lado no genero el efecto deseado, que no tengo mucho musculo que enseñar si vamos al caso. Acomodo mis piernas en posición india para apoyar la pila de hojas sobre una de ellas y las voy pasando, más para tener una idea de lo que tengo que hacer que por solucionarlo en sí — Si querían aislarnos, lo consiguieron. ¿Quién va a querer venir a un distrito donde la gente se ha enfermado porque los atacaron inferis? — está claro por el tono de mi voz que no me hace ni gracia — La gente que viene aquí lo hace porque desea paz y esto nos pone bajo una mala lupa. No importa quién lo haya hecho, total son todos la misma mierda — quizá debería preguntarle a Meerah si sabe algo. Vive bajo el techo de un ministro, algo quizá pudo ver.
Levanto la vista de las hojas para clavarla en su perfil — Gracias — murmuro y le doy un golpecito a las hojas con un dedo para explicarle a lo que me refiero — Por venir, me refiero. Debe ser todo un problema el hacerse con el tiempo ahora que hay más trabajo y menos personas — la mitad del consejo está aquí dentro, no sé cómo están manejando todo los que restan sin caer en la locura — ¿Tú cómo lo llevas? — no puedo no preguntarlo. Quizá estoy alucinando, pero en mi opinión se ve bastante cansada — Quiero decir… fue una locura. Nunca pensé que tendría que luchar con inferis y…. — me detengo, porque se me forma un nudo en la garganta y me encuentro empujando la mejilla desde el interior con la lengua, hasta chasquearla — Creí ver a tantas personas… Sí, una locura — que no debería serlo. Si usaron muertos de las fosas comunes, eso explicaría muchas cosas.
Le sigo los movimientos con la mirada, me desinflo un poco al ver la cantidad de páginas. Algo me dice que en algún momento voy a necesitar de usar anteojos, con la cantidad de pantallas y hojas que veo todos los días — Lo sé. Somos algo así como la luz que ilumina tus días — ladeo la cabeza para poder mirar mejor el material, solo asiento y me apoyo en la cama para poder estirarme hacia un lado, hasta alcanzar las páginas y páginas de códigos — No hay un momento en el cual no me sienta para la mierda, pero puedo hacerlo. Soy fuerte — está claro que al doblar mi brazo hacia un lado no genero el efecto deseado, que no tengo mucho musculo que enseñar si vamos al caso. Acomodo mis piernas en posición india para apoyar la pila de hojas sobre una de ellas y las voy pasando, más para tener una idea de lo que tengo que hacer que por solucionarlo en sí — Si querían aislarnos, lo consiguieron. ¿Quién va a querer venir a un distrito donde la gente se ha enfermado porque los atacaron inferis? — está claro por el tono de mi voz que no me hace ni gracia — La gente que viene aquí lo hace porque desea paz y esto nos pone bajo una mala lupa. No importa quién lo haya hecho, total son todos la misma mierda — quizá debería preguntarle a Meerah si sabe algo. Vive bajo el techo de un ministro, algo quizá pudo ver.
Levanto la vista de las hojas para clavarla en su perfil — Gracias — murmuro y le doy un golpecito a las hojas con un dedo para explicarle a lo que me refiero — Por venir, me refiero. Debe ser todo un problema el hacerse con el tiempo ahora que hay más trabajo y menos personas — la mitad del consejo está aquí dentro, no sé cómo están manejando todo los que restan sin caer en la locura — ¿Tú cómo lo llevas? — no puedo no preguntarlo. Quizá estoy alucinando, pero en mi opinión se ve bastante cansada — Quiero decir… fue una locura. Nunca pensé que tendría que luchar con inferis y…. — me detengo, porque se me forma un nudo en la garganta y me encuentro empujando la mejilla desde el interior con la lengua, hasta chasquearla — Creí ver a tantas personas… Sí, una locura — que no debería serlo. Si usaron muertos de las fosas comunes, eso explicaría muchas cosas.
Cruzo mis piernas como los indios yo también, acomodándome sobre la butaca, mientras él se acomoda sobre la cama de hospital. No tiene buen aspecto. Pero es un hospital, nadie tiene buen aspecto. Y él de normal ya tiene la cara bastante hundida. Que no digo que no sea guapo, que sí que lo es, pero no es que tenga cara de ser la persona más sana del universo, las cosas como son. Tiene cara de que le da poco el sol y no come bien. Y encima con esta enfermedad rara que les ha pillado a todos... Pues no ayuda nada, pobre hombre.
—Sois exactamente eso. Mi sol en largas jornadas laborales— sigo con la broma, entornando los ojos. Dejo que mire las hojas y demás y señalo el maletín que llevaba —Traigo otra copia, pensaba llevárselo a Mimi, pero si crees que puedes encontrarlo tú...— aclaro, para que no se piense que estoy descargando todo el trabajo en él. Me quedo pensativa, escuchando sus palabras, con algo de duda que se traduce en mi expresión con una mueca. Porque tiene poco sentido —Sí, son todos la misma mierda, pero... No sé. Es todo muy raro— digo, con el cerebro funcionando a mil por hora —Y fuera la gente se va a dar cuenta, ¿no? Es decir... Nos tiene que quedar fe en que la gente que pueda llegar de ahora en adelante no se dejará influenciar por ese tipo de patrañas y montajes— mascullo, poco segura de mis propias palabras.
Le dedico una pequeña sonrisa cuando agradece que haya venido a visitarle y dejo que mis hombros se alcen suavemente en un gesto de indiferencia —La verdad es que ya estaba demasiado saturada y puede que tampoco haya avisado de que me estaba yendo. Pero traeros trabajo a los enfermos es una buena excusa por si me reclaman algo— digo, en tono de broma, aunque realmente se trata de todo menos de una broma —Sí, fue una locura... Era poco consciente de que pudieran pasar cosas así aquí, y... No lo sé, de repente me vi envuelta en una cosa que no entendía para nada. Y por lo menos fue bien y no me pasó nada y logré hasta no contagiarme de todo esto, pero... Uf. He tenido hasta pesadillas con esas criaturas. Qué horror— reconozco, en parte avergonzada.
—Sois exactamente eso. Mi sol en largas jornadas laborales— sigo con la broma, entornando los ojos. Dejo que mire las hojas y demás y señalo el maletín que llevaba —Traigo otra copia, pensaba llevárselo a Mimi, pero si crees que puedes encontrarlo tú...— aclaro, para que no se piense que estoy descargando todo el trabajo en él. Me quedo pensativa, escuchando sus palabras, con algo de duda que se traduce en mi expresión con una mueca. Porque tiene poco sentido —Sí, son todos la misma mierda, pero... No sé. Es todo muy raro— digo, con el cerebro funcionando a mil por hora —Y fuera la gente se va a dar cuenta, ¿no? Es decir... Nos tiene que quedar fe en que la gente que pueda llegar de ahora en adelante no se dejará influenciar por ese tipo de patrañas y montajes— mascullo, poco segura de mis propias palabras.
Le dedico una pequeña sonrisa cuando agradece que haya venido a visitarle y dejo que mis hombros se alcen suavemente en un gesto de indiferencia —La verdad es que ya estaba demasiado saturada y puede que tampoco haya avisado de que me estaba yendo. Pero traeros trabajo a los enfermos es una buena excusa por si me reclaman algo— digo, en tono de broma, aunque realmente se trata de todo menos de una broma —Sí, fue una locura... Era poco consciente de que pudieran pasar cosas así aquí, y... No lo sé, de repente me vi envuelta en una cosa que no entendía para nada. Y por lo menos fue bien y no me pasó nada y logré hasta no contagiarme de todo esto, pero... Uf. He tenido hasta pesadillas con esas criaturas. Qué horror— reconozco, en parte avergonzada.
— Oh, llévasela a Mimi. Seguro lo consigue antes que yo y así evitamos que se ponga como loca por no estar al tanto — que al fin de cuentas, sigue siendo nuestra jefa, por mucho que la moleste cuando nos ponemos borrachos en las reuniones que hacemos con los chicos; quizá deberíamos decirle a Lyra que se sume la próxima vez. Puedo entender su enojo, lo tomo en lo que paso los dedos por las páginas, con tal de hacer algo que me mantenga entretenido en lo que medito cómo contestar a eso — No lo sé… — acabo diciendo con mucha cautela — No importa quién lo haya hecho, el tren no se detendrá en la estación y eso significa que las personas tendrán que encontrar otro modo de llegar, si es que lo hacen. O tendremos que bajar las defensas para que puedan entrar y eso nos dejaría vulnerables. Mimi estaba furiosa… — y como para no. Trabajó bastante en nuestra seguridad como para que algún listillo se diera cuenta de que no aplicaba a muertos.
La sonrisa que se desliza por mi cara se torna pícara en vista de su confesión de haber prácticamente huído del trabajo — Diré que estabas ayudándome a comprender puntos de programación si es que preguntan — le aseguro y me llevo una mano al pecho, que vea que hablo completamente en serio. Se me va borrando la mueca hasta que se cae por completo, que a veces me olvido que no todo el mundo aquí ha pasado por ese tipo de situaciones antes. Me he acostumbrado demasiado a los que vienen del norte, a aquellos que pelearon con aurores y monstruos en más de una ocasión y que me llenaron de sus historias desde que me sumé a sus filas hace lo que parece una eternidad y aún ni siquiera se hace un año. Olvido que la gran mayoría de las personas de este sitio tenían vidas completamente normales, me hace sentir aún más agradecido con que los inferis no hayan logrado cruzar. ¿Tendrán miedo con todo lo que ha sucedido? ¿Caerán en la desesperación y querrán irse al darse cuenta de que la amenaza es real? Y ni siquiera sabemos bien a quien culpar, lo que lo hace peor. Sea como sea, sabemos que estamos solos en este camino, con dos frentes enemigos y no solo uno. Y no quiero pelear contra los que defienden los derechos de los muggles. Se me hace mal.
— Lo bueno es que sabemos que son solo pesadillas. ¿No? — aventuro — No es como que despertamos y se encuentran ahí. Ya se han ido — no me interesa saber lo que ha hecho el Capitolio con ese tren, solo espero que lo hayan prendido fuego. Aún recuerdo esos ojos huecos y me sacude un estremecimiento, de esos que no puedes disimular. Apoyo una vez más las páginas sobre la mesita — Yo… Um… — siempre tan ocurrente con las palabras — Creí haber visto a algunas personas cuando los inferis nos atacaron. Ya sabes… Muchos muggles del mercado acaban en las fosas comunes… — hago una mueca de desagrado, que creo que no hace falta aclararlo — Y no dejo de pensar en ello. Quiero decir… ¿Así es como acabaremos todos? ¿Pudriéndonos hasta vernos como monstruos? — no importa que camino tomemos, parece que el destino simplemente es ese.
La sonrisa que se desliza por mi cara se torna pícara en vista de su confesión de haber prácticamente huído del trabajo — Diré que estabas ayudándome a comprender puntos de programación si es que preguntan — le aseguro y me llevo una mano al pecho, que vea que hablo completamente en serio. Se me va borrando la mueca hasta que se cae por completo, que a veces me olvido que no todo el mundo aquí ha pasado por ese tipo de situaciones antes. Me he acostumbrado demasiado a los que vienen del norte, a aquellos que pelearon con aurores y monstruos en más de una ocasión y que me llenaron de sus historias desde que me sumé a sus filas hace lo que parece una eternidad y aún ni siquiera se hace un año. Olvido que la gran mayoría de las personas de este sitio tenían vidas completamente normales, me hace sentir aún más agradecido con que los inferis no hayan logrado cruzar. ¿Tendrán miedo con todo lo que ha sucedido? ¿Caerán en la desesperación y querrán irse al darse cuenta de que la amenaza es real? Y ni siquiera sabemos bien a quien culpar, lo que lo hace peor. Sea como sea, sabemos que estamos solos en este camino, con dos frentes enemigos y no solo uno. Y no quiero pelear contra los que defienden los derechos de los muggles. Se me hace mal.
— Lo bueno es que sabemos que son solo pesadillas. ¿No? — aventuro — No es como que despertamos y se encuentran ahí. Ya se han ido — no me interesa saber lo que ha hecho el Capitolio con ese tren, solo espero que lo hayan prendido fuego. Aún recuerdo esos ojos huecos y me sacude un estremecimiento, de esos que no puedes disimular. Apoyo una vez más las páginas sobre la mesita — Yo… Um… — siempre tan ocurrente con las palabras — Creí haber visto a algunas personas cuando los inferis nos atacaron. Ya sabes… Muchos muggles del mercado acaban en las fosas comunes… — hago una mueca de desagrado, que creo que no hace falta aclararlo — Y no dejo de pensar en ello. Quiero decir… ¿Así es como acabaremos todos? ¿Pudriéndonos hasta vernos como monstruos? — no importa que camino tomemos, parece que el destino simplemente es ese.
Hago una pequeña mueca, pensando en lo que me dice sobre la seguridad del distrito. Si bajamos las defensas para que la gente pueda seguir llegando... Eso nos sitúa en una posición de vulnerabilidad y desprotección que no creo que podamos asumir —Normal que estuviera furiosa... Nos la han jugado, y nos la han jugado muy bien— aventuro, torciendo los labios en un gesto de desagrado. Tendremos que esforzarnos el triple para hacer que este ataque no perjudique de forma fatal el sistema de seguridad... Pero tendremos que hacerlo una vez ella salga del hospital, porque aunque sea nuestra jefa no sirve de mucho si no ha descansado lo suficiente como para reponerse del todo. Y lo mismo con Jim.
Le respondo con una sonrisa amable cuando verbaliza esa excusa que pondrá en caso que pregunten —Gracias— y me noto contenta, porque es una sensación que llevaba mucho tiempo sin tener. La de tener compañeros que te respaldan, que responden por ti, que te cuidan, en cierto sentido. Porque sí, son eso, compañeros, y aunque me gustaría creo que todavía no me atrevo a llamar "amigo" a nadie de este distrito. Creo que todavía me queda bastante por recorrer en este sentido. Si bien es cierto que me cuesta bastante abrirme, creo que también me pasa que siento que he llegado nueva a un círculo muy consolidado, y que voy a tener que irme metiendo poco a poco. Lo bueno es que puedo hacerlo, creo.
Vuelvo la mirada a sus ojos cuando me habla de los muertos que vio. De cómo le pareció reconocer algunas caras. Y una sensación fría y desagradable me recorre entera recordándome, una vez más, que aunque ahora estemos todos en el mismo barco sigo teniendo el bagaje de haber crecido con el privilegio de ser de familia maga, de serlo yo misma. De no haberme criado en un mercado de esclavos siendo tratada como menos que un animal. Me rasco la nuca, con algo pesándome muy fuerte muy adentro de mí —Joder... Lo siento. Tuvo que ser horrible ver eso— susurro. Ante su inquietud me cruzo de brazos y me encojo de hombros —Para eso estamos aquí, ¿no?— respondo, tratando de no dejar que todo lo negativo que siento se traslade a mis palabras —Para luchar por un futuro mejor, para no terminar en fosas comunes pudriéndonos o siendo asesinadas impunemente por personas en posición de poder...— hago una mueca, acercándome un poco más a él, pero manteniendo distancias seguras —¿Sabes? En la estación, aunque fue horrible, tuve una sensación que me animó y me hizo ver que había tomado la decisión correcta llegando aquí— explico, sonriendo un poco —, porque para mí fue la primera vez viendo a gente mágica y a gente no mágica luchando codo con codo, y ganando. Sí, esto perjudicará a la seguridad del distrito, y los recursos, y la posibilidad de la gente de llegar aquí, pero ahora mismo tengo la sensación de que nada de eso nos va a frenar. Porque lo que podemos conseguir con todo esto es... Es tan grande— susurro, con tono esperanzador —, pero tan grande... No lo sé. A mí me basta para tener ganas de seguir luchando hasta el final— sentencio, con firmeza.
Le respondo con una sonrisa amable cuando verbaliza esa excusa que pondrá en caso que pregunten —Gracias— y me noto contenta, porque es una sensación que llevaba mucho tiempo sin tener. La de tener compañeros que te respaldan, que responden por ti, que te cuidan, en cierto sentido. Porque sí, son eso, compañeros, y aunque me gustaría creo que todavía no me atrevo a llamar "amigo" a nadie de este distrito. Creo que todavía me queda bastante por recorrer en este sentido. Si bien es cierto que me cuesta bastante abrirme, creo que también me pasa que siento que he llegado nueva a un círculo muy consolidado, y que voy a tener que irme metiendo poco a poco. Lo bueno es que puedo hacerlo, creo.
Vuelvo la mirada a sus ojos cuando me habla de los muertos que vio. De cómo le pareció reconocer algunas caras. Y una sensación fría y desagradable me recorre entera recordándome, una vez más, que aunque ahora estemos todos en el mismo barco sigo teniendo el bagaje de haber crecido con el privilegio de ser de familia maga, de serlo yo misma. De no haberme criado en un mercado de esclavos siendo tratada como menos que un animal. Me rasco la nuca, con algo pesándome muy fuerte muy adentro de mí —Joder... Lo siento. Tuvo que ser horrible ver eso— susurro. Ante su inquietud me cruzo de brazos y me encojo de hombros —Para eso estamos aquí, ¿no?— respondo, tratando de no dejar que todo lo negativo que siento se traslade a mis palabras —Para luchar por un futuro mejor, para no terminar en fosas comunes pudriéndonos o siendo asesinadas impunemente por personas en posición de poder...— hago una mueca, acercándome un poco más a él, pero manteniendo distancias seguras —¿Sabes? En la estación, aunque fue horrible, tuve una sensación que me animó y me hizo ver que había tomado la decisión correcta llegando aquí— explico, sonriendo un poco —, porque para mí fue la primera vez viendo a gente mágica y a gente no mágica luchando codo con codo, y ganando. Sí, esto perjudicará a la seguridad del distrito, y los recursos, y la posibilidad de la gente de llegar aquí, pero ahora mismo tengo la sensación de que nada de eso nos va a frenar. Porque lo que podemos conseguir con todo esto es... Es tan grande— susurro, con tono esperanzador —, pero tan grande... No lo sé. A mí me basta para tener ganas de seguir luchando hasta el final— sentencio, con firmeza.
¿Fue horrible? Pues claro. A veces aún los veo, estoy seguro de que en mis pesadillas puedo sentir cómo me rasgan la piel y me acusan de seguir respirando, cuando todos ellos cayeron en la desgracia de volverse marionetas cadavéricas de nuestros enemigos. Sé que yo estuve cerca de serlo, que cuando me enfermé y pasé mucho tiempo sin poder recuperarme, ya andaban creyendo que tendrían que tirarme a una de esas fosas para que me pudra con ellos. Intento no hundirme en esos recuerdos, me despierta el ver como ella se acerca un poco y, con el temor de lo que significa estar enfermo, me muevo un poco contra mis almohadas, como si esos vagos centímetros fuesen suficiente como para hacerle daño. De todos modos no dejo de escucharla, poco a poco la sonrisa que se ha pintado en su cara se contagia en la mía y, aunque no es muy amplia, creo que es sincera. No es la primera vez que estoy en una situación de pelea, pero sé muy bien lo que ha querido decir. A mí también me pareció asombroso cuando llegué a la fábrica del norte y me encontré con un grupo tan diverso, trabajando en equipo.
— Sí, sé lo que se siente — enrosco mis dedos entre sí, dándome algo de calor en las palmas — ¿Sabes una cosa? Odiaba a los magos, al menos a casi todos ellos. Crecí con la idea de que yo era una basura descartable y que ellos podían sacudirme una varita en la cara a modo de amenaza, porque ser capaces de manejar la magia parecía que los volvía dioses en comparación a parias como yo. O sea… Deseé en verdad que se extingan o que alguien les hiciera probar de su propia mierda — no estoy orgulloso de eso, lo delato con un mohín y un encogimiento de hombros — Pero empecé a conocer magos y brujas que valían la pena, que me hacían pensar en ellos como personas y no como monstruos. Y cuando llegué al norte, cuando conocí a los demás… Fue extraño, porque no les importaba de dónde venía ni quién era, siempre y cuando quisiera ayudar. Me aceptaron, me dieron una cama y sí, me pusieron un arma en la mano, pero porque yo accedí a pelear, no porque me obligaron. Quise ganarme mi libertad y no iba a permitir que nadie más luche por ella además de yo mismo — ya he pasado muchos años quejándome, creo que el momento de hacer algo no fue algo que hubiera querido que suceda como sucedió, pero puedo tomarlo. Puedo hacer que valga la pena — Me alegra que estés aquí, Lyra. No solo porque haces que mi trabajo sea más llevadero al estar aprendiendo o porque puedo robarte los bocadillos — le sonrío con gracia — Sino porque es bueno ver que, de alguna manera, cada vez somos más y, a pesar de todo lo malo, demostramos que vale la pena.
— Sí, sé lo que se siente — enrosco mis dedos entre sí, dándome algo de calor en las palmas — ¿Sabes una cosa? Odiaba a los magos, al menos a casi todos ellos. Crecí con la idea de que yo era una basura descartable y que ellos podían sacudirme una varita en la cara a modo de amenaza, porque ser capaces de manejar la magia parecía que los volvía dioses en comparación a parias como yo. O sea… Deseé en verdad que se extingan o que alguien les hiciera probar de su propia mierda — no estoy orgulloso de eso, lo delato con un mohín y un encogimiento de hombros — Pero empecé a conocer magos y brujas que valían la pena, que me hacían pensar en ellos como personas y no como monstruos. Y cuando llegué al norte, cuando conocí a los demás… Fue extraño, porque no les importaba de dónde venía ni quién era, siempre y cuando quisiera ayudar. Me aceptaron, me dieron una cama y sí, me pusieron un arma en la mano, pero porque yo accedí a pelear, no porque me obligaron. Quise ganarme mi libertad y no iba a permitir que nadie más luche por ella además de yo mismo — ya he pasado muchos años quejándome, creo que el momento de hacer algo no fue algo que hubiera querido que suceda como sucedió, pero puedo tomarlo. Puedo hacer que valga la pena — Me alegra que estés aquí, Lyra. No solo porque haces que mi trabajo sea más llevadero al estar aprendiendo o porque puedo robarte los bocadillos — le sonrío con gracia — Sino porque es bueno ver que, de alguna manera, cada vez somos más y, a pesar de todo lo malo, demostramos que vale la pena.
Sin duda estas primeras semanas aquí, que ya se han convertido en meses, me están sirviendo como terapia de choque para darme cuenta de la mierda que hemos hecho los magos a lo largo de años y años, y de cómo esto ha afectado realmente a las personas no mágicas. Antes, cuando me decían cosas así, lo recibía con mucha violencia: hacía que muchos frentes abiertos en mi interior se confrontaran y no llegaran a ninguna conclusión útil. Pero ahora, mientras escucho a Jim diciendo que nos quería ver muertos o probando nuestra propia mierda, no puedo hacer más que asentir levemente con la cabeza, con un gesto leve de comprensión. Porque hemos hecho muchas cosas mal. Y aunque tal vez yo, personalmente, no haya participado directamente en nada que haya causado el malestar o la desgracia de personas no mágicas, sí que he formado parte cómodamente de un sistema de opresión sin darme cuenta de toda la gente que estaba siendo pisada para que yo llevara la vida que llevaba. Por suerte, de todo se sale. Y aunque he tratado de escapar de este sistema de mierda algo tarde, he logrado hacerlo. Y estoy aquí para ayudar como pueda a este valiente y temerario intento de cambiar las cosas y crear un mundo mejor, por idealista que suene eso. Y pienso que le debo la vida a Amber por ello, que fue quién me hizo ver, con largas charlas a escondidas de mis padres, que había un mundo entero más allá de posicionarse solamente con los magos o solamente con las personas no mágicas. Que se estaba obviando otra gran posición. Y qué suerte la mía de haber tenido una prima como ella.
Y cuando Jim habla de cómo le recibieron en el Norte, de cómo le aceptaron y acogieron sin preguntas ni prejuicios, sonrío un poco. Supongo que es comparable a cómo me sentí yo al llegar aquí. Recuerdo mis primeras conversaciones con las personas de este lugar, cómo fui a hablar con Kendrick y simplemente me ofreció la posibilidad de trabajar en lo que yo quisiera, confiando en mis habilidades y mis ganas, recuerdo las primeras hostias al darme cuenta de que la magia no era bien vista en todos sitios y que tenía que dejar de tratar de solucionar todos mis problemas con la varita. Siento, por primera vez, que tal vez estoy creciendo como persona. Pero de verdad. Y es una sensación maravillosa.
Y tener ahora a Jim diciendo que se alegra de que esté aquí... Bueno. Suerte que tengo control sobre mis expresiones y mis emociones (la mayor parte del tiempo), porque siento que estoy a cero coma de echarme a llorar por la mezcla de discurso motivacional y lo emotivo de la situación —No puedes decirme esto mientras estás apartándote de mí por miedo a contagiarme— le reprocho, en broma —, así que, que quede claro, cuando te den el alta me debes un abrazo, ¿vale?— le digo, sonriendo. Porque me llena de una calidez increíble recibir comentarios así —Pero sí, llevas razón... Es motivador ver cómo va llegando gente. Pienso en que hubo un punto en el que yo era la última persona que se había mudado al nueve, y ver que tras de mí seguían llegando personas me ayudó a ver que lo que estaba haciendo no era solamente una locura, era algo de principios. Que creer en algo de verdad hace que merezca la pena luchar por ello— me encojo de hombros —, aunque te hagan enfrentarte sin aviso previo a un montón de cadáveres— puntualizo. Luego le miro, con una sonrisa jocosa —Respecto a lo de los bocadillos... Reconoceré que durante unas semanas estuve llevando dos bocadillos al trabajo, para darte la falsa ilusión de que me lo estabas robando pero sin quedarme yo sin mi desayuno— bromeo, riendo. Porque pobre, si me quiere robar el bocadillo que lo haga, no le vendrá mal ganar unos cuantos kilos, la verdad sea dicha, y si lo hace a base de quedarse con mi desayuno, pues adelante.
Y cuando Jim habla de cómo le recibieron en el Norte, de cómo le aceptaron y acogieron sin preguntas ni prejuicios, sonrío un poco. Supongo que es comparable a cómo me sentí yo al llegar aquí. Recuerdo mis primeras conversaciones con las personas de este lugar, cómo fui a hablar con Kendrick y simplemente me ofreció la posibilidad de trabajar en lo que yo quisiera, confiando en mis habilidades y mis ganas, recuerdo las primeras hostias al darme cuenta de que la magia no era bien vista en todos sitios y que tenía que dejar de tratar de solucionar todos mis problemas con la varita. Siento, por primera vez, que tal vez estoy creciendo como persona. Pero de verdad. Y es una sensación maravillosa.
Y tener ahora a Jim diciendo que se alegra de que esté aquí... Bueno. Suerte que tengo control sobre mis expresiones y mis emociones (la mayor parte del tiempo), porque siento que estoy a cero coma de echarme a llorar por la mezcla de discurso motivacional y lo emotivo de la situación —No puedes decirme esto mientras estás apartándote de mí por miedo a contagiarme— le reprocho, en broma —, así que, que quede claro, cuando te den el alta me debes un abrazo, ¿vale?— le digo, sonriendo. Porque me llena de una calidez increíble recibir comentarios así —Pero sí, llevas razón... Es motivador ver cómo va llegando gente. Pienso en que hubo un punto en el que yo era la última persona que se había mudado al nueve, y ver que tras de mí seguían llegando personas me ayudó a ver que lo que estaba haciendo no era solamente una locura, era algo de principios. Que creer en algo de verdad hace que merezca la pena luchar por ello— me encojo de hombros —, aunque te hagan enfrentarte sin aviso previo a un montón de cadáveres— puntualizo. Luego le miro, con una sonrisa jocosa —Respecto a lo de los bocadillos... Reconoceré que durante unas semanas estuve llevando dos bocadillos al trabajo, para darte la falsa ilusión de que me lo estabas robando pero sin quedarme yo sin mi desayuno— bromeo, riendo. Porque pobre, si me quiere robar el bocadillo que lo haga, no le vendrá mal ganar unos cuantos kilos, la verdad sea dicha, y si lo hace a base de quedarse con mi desayuno, pues adelante.
He vivido casi toda mi existencia privado de muchas cosas, incluyendo el tener amigos normales que te toman por lo que eres y no por lo que pueden sacar de ti cuando están muriéndose de hambre. Oír a personas como Lyra, a quien hace unos pocos meses ni siquiera conocía, diciendo que le debo algo tan simple como un abrazo me hace sonreír en un gesto hasta bochornoso. Me he acostumbrado a que las personas no me tomen en serio, a que vean las bromas a las cuales recurro para quitarle amargura a casi todo como mi única faceta, que tiendo a ser simplemente el despreocupado para todo el mundo. No es sencillo explicar razones, es doloroso recordar motivos y algo tan simple como ese gesto hace que estire mi mano, rompiendo la distancia segura para darle un rápido apretón a su muñeca — Ese es mi vale para que reclames un abrazo cuando más lo necesites — sí, también busco hacer un chiste, que creo que ella ya ha visto la cara menos agradable y más temerosa de mí mismo.
— Bueno… Si no hubiera gente interesada en sumarse a nuestras filas, no seríamos una amenaza y no nos enviarían un montón de cadáveres infectados — acoto con una vaga sonrisita — El Ministerio nos tiene más miedo de lo que admiten en público. ¡Deberías haber visto sus caras cuando nos colamos en el Departamento de Misterios! Era como si se hubiesen tragado su propio vómito — desde que yo tengo memoria, el gobierno de los magos gusta de verse intocable y, aunque siguen ganando la guerra al poseer la capital para ellos, no pueden negar que somos un fastidio en sus planes. ¡Si solo tuvieran que preocuparse por Hermann Richter, todo sería más sencillo! Me pregunto qué opinará Lara de su nuevo suegro… No, mejor no me voy por ese lado, que si pienso en ella me acuerdo de las alucinaciones que la incluyeron y no necesito esa imagen nuevamente dentro de mi cabeza.
Es una suerte para mí que Lyra decida cambiar el tema y acota algo que por un momento me hace mirarla con las cejas arqueadas, hasta que no puedo contenerme y suelto una risotada que debe de oírse en el pasillo — ¿Por qué no me sorprende? — comento sin una pizca de vergüenza — Ahora te deberé un montón de bocadillos para hacerme sentir mejor conmigo mismo, no es justo. Siempre puedes pasarte por la cafetería, te serviré lo que quieras — ahora mismo no recuerdo si le dije alguna vez de mi trabajo como mesero en aquel sitio que sirve para las juntas con mis amigos, lo que viene a ser mi mayor fuente de ingresos cuando sé bien que Mimi solo me está formando y que aún no tengo tantos conocimientos como para ser un vigilante real — Y si no quieres esperar a que salga del hospital, solo dile a la señora Roddan que Jim te debe unos cuantos postres. Es verano, así que espero no tener que pasarme una eternidad encerrado aquí dentro. Algún día deberíamos ir al lago, los chicos siempre hablan de eso. Me imagino que sabes que estás siempre invitada cuando nos juntemos… ¿Verdad? — y si nadie se lo dijo, lo estoy haciendo yo ahora.
— Bueno… Si no hubiera gente interesada en sumarse a nuestras filas, no seríamos una amenaza y no nos enviarían un montón de cadáveres infectados — acoto con una vaga sonrisita — El Ministerio nos tiene más miedo de lo que admiten en público. ¡Deberías haber visto sus caras cuando nos colamos en el Departamento de Misterios! Era como si se hubiesen tragado su propio vómito — desde que yo tengo memoria, el gobierno de los magos gusta de verse intocable y, aunque siguen ganando la guerra al poseer la capital para ellos, no pueden negar que somos un fastidio en sus planes. ¡Si solo tuvieran que preocuparse por Hermann Richter, todo sería más sencillo! Me pregunto qué opinará Lara de su nuevo suegro… No, mejor no me voy por ese lado, que si pienso en ella me acuerdo de las alucinaciones que la incluyeron y no necesito esa imagen nuevamente dentro de mi cabeza.
Es una suerte para mí que Lyra decida cambiar el tema y acota algo que por un momento me hace mirarla con las cejas arqueadas, hasta que no puedo contenerme y suelto una risotada que debe de oírse en el pasillo — ¿Por qué no me sorprende? — comento sin una pizca de vergüenza — Ahora te deberé un montón de bocadillos para hacerme sentir mejor conmigo mismo, no es justo. Siempre puedes pasarte por la cafetería, te serviré lo que quieras — ahora mismo no recuerdo si le dije alguna vez de mi trabajo como mesero en aquel sitio que sirve para las juntas con mis amigos, lo que viene a ser mi mayor fuente de ingresos cuando sé bien que Mimi solo me está formando y que aún no tengo tantos conocimientos como para ser un vigilante real — Y si no quieres esperar a que salga del hospital, solo dile a la señora Roddan que Jim te debe unos cuantos postres. Es verano, así que espero no tener que pasarme una eternidad encerrado aquí dentro. Algún día deberíamos ir al lago, los chicos siempre hablan de eso. Me imagino que sabes que estás siempre invitada cuando nos juntemos… ¿Verdad? — y si nadie se lo dijo, lo estoy haciendo yo ahora.
Su apretón resulta reconfortante y me arranca una sonrisa. Un abrazo cuando más lo necesite, teniendo en cuenta que estando aquí siento que necesito apoyo todo el rato, es una oferta que presiento que tardaré muy poco en cobrarme —Me parece genial— digo, sin embargo. Además, si me lo puedo cobrar significará que él ya está fuera del hospital, y eso es bueno, porque significará a su tiempo que los afectados se estarán recuperando (positivo) y que volverán él y Mimi al trabajo y me sentiré menos perdida (más que positivo).
Vuelvo a acomodarme tras ese apretón y escucho lo que me dice cuando descubre la verdad acerca de los bocadillos. El comentario me deja un poco descolocada al principio, pero recuerdo haber oído algo acerca de su otro trabajo, así que supongo que se referirá a eso. Y yo no soy de esas personas que dirían que no a comida gratis, por lo que presto atención a lo que me indica —La señora Roddam, vale— asiento, risueña. Igual puedo decirle a Amber de ir a comer juntas algún día ahí, así hacemos actividades de primas que se llevan bien y a la vez voy conociendo más el distrito. Porque pese a llevar ya meses aquí, a veces todavía me siento como una completa extraña. Y me gustaría empezar a dejar atrás esa sensación y empezar a estar a gusto con el lugar, la gente y sentirme en un nuevo hogar.
Supongo que en parte es por todo esto que se me ilumina la cara cuando habla de ir al lago con "los chicos". No sé quiénes son "los chicos", pero supongo que él y Mimi estarán dentro de ese grupo, tal vez también Kyle, o Beverly, la chica de las alucinaciones a la que probablemente tendría que visitar. Todavía no conozco a suficiente gente del nueve, eso está más que claro —Pues está bien tener una confirmación de que estoy invitada... Me hace mucha ilusión— reconozco. Todavía me cuesta saber cuándo puedo o no integrarme en las situaciones más sociales —Nunca he tenido problemas para hacer amigos o llevarme con la gente, no creo ser introvertida para nada, pero de repente estando aquí me he sentido como una niña nueva en el colegio, ha sido súper raro. Así que me encantaría ir al lago o a todo lo que hagáis... Me apetece hacer nuevos amigos. Conocer gente— conocer gente en general, supongo. Y vamos, que soy una adolescente (casi-adulta, pero todavía adolescente), y las hormonas son lo que son y llevo mucho tiempo sola. Me apetece conocer gente, hacer amigos, y lo que surja.
Vuelvo a acomodarme tras ese apretón y escucho lo que me dice cuando descubre la verdad acerca de los bocadillos. El comentario me deja un poco descolocada al principio, pero recuerdo haber oído algo acerca de su otro trabajo, así que supongo que se referirá a eso. Y yo no soy de esas personas que dirían que no a comida gratis, por lo que presto atención a lo que me indica —La señora Roddam, vale— asiento, risueña. Igual puedo decirle a Amber de ir a comer juntas algún día ahí, así hacemos actividades de primas que se llevan bien y a la vez voy conociendo más el distrito. Porque pese a llevar ya meses aquí, a veces todavía me siento como una completa extraña. Y me gustaría empezar a dejar atrás esa sensación y empezar a estar a gusto con el lugar, la gente y sentirme en un nuevo hogar.
Supongo que en parte es por todo esto que se me ilumina la cara cuando habla de ir al lago con "los chicos". No sé quiénes son "los chicos", pero supongo que él y Mimi estarán dentro de ese grupo, tal vez también Kyle, o Beverly, la chica de las alucinaciones a la que probablemente tendría que visitar. Todavía no conozco a suficiente gente del nueve, eso está más que claro —Pues está bien tener una confirmación de que estoy invitada... Me hace mucha ilusión— reconozco. Todavía me cuesta saber cuándo puedo o no integrarme en las situaciones más sociales —Nunca he tenido problemas para hacer amigos o llevarme con la gente, no creo ser introvertida para nada, pero de repente estando aquí me he sentido como una niña nueva en el colegio, ha sido súper raro. Así que me encantaría ir al lago o a todo lo que hagáis... Me apetece hacer nuevos amigos. Conocer gente— conocer gente en general, supongo. Y vamos, que soy una adolescente (casi-adulta, pero todavía adolescente), y las hormonas son lo que son y llevo mucho tiempo sola. Me apetece conocer gente, hacer amigos, y lo que surja.
Sé bien lo difícil que puede resultar ser el chico nuevo de la ecuación. Hay relaciones que se ven ya asentadas y lo único que puedes pensar es en que jamás vas a encajar luego de que todos tengan miles de historias compartidas, de esas que afianzan los lazos entre las personas. Es lo que me lleva a asentir quedamente con la cabeza, a pesar que poco a poco, comienzo a sonreír de lado — Oh, te encantará, ya lo verás. Los sábados solemos juntarnos a beber, Kendrick suele poner casa porque vive solo y tiene espacio suficiente como para que cualquier ebrio pueda dormir sin sentirse incómodo. Una vez me desperté en su sofá mientras la elfina doméstica estaba limpiando los restos de la noche anterior y ni siquiera se había molestado en hacer ruido — no, momento, quizás estoy dando una mala imagen de lo que se supone que son mis amigos y una de las caras más visibles de la revolución. Bueno… Si va a juntarse con nosotros, Lyra se enterará de la verdad tarde o temprano.
Acomodo las mantas para poder colocarme de lado, uso la mano en un intento de aún tenerla en mi rango de visión — Cuando salga de aquí… — comienzo a hablar, a pesar de que tengo que interrumpirme para largar un bostezo — Podemos ir a algún sitio y usar la excusa de que debes explicarme de códigos para pasar el rato, así no van a etiquetarnos de perezosos. Y te bajaremos alguna de esas redes sociales para citas… — cierro los ojos a causa del agotamiento que me produce mi estado, de todos modos mi cerebro sigue bastante despierto y hasta puedo reírme entre dientes por mi idea — Buscaremos gente por la zona y te conseguiremos unos cuantos buenos amigos, de seguro nadie tiene problemas en salir contigo y hacerte sentir bienvenida. Tú solo déjamelo a mí — a pesar de mi postura relajada, abro uno de los ojos para poder clavarlo en ella — El distrito nueve es todo un mundo nuevo que no podemos desperdiciar, Lyra. Un puñado de inferis no va a sacarnos eso.
Acomodo las mantas para poder colocarme de lado, uso la mano en un intento de aún tenerla en mi rango de visión — Cuando salga de aquí… — comienzo a hablar, a pesar de que tengo que interrumpirme para largar un bostezo — Podemos ir a algún sitio y usar la excusa de que debes explicarme de códigos para pasar el rato, así no van a etiquetarnos de perezosos. Y te bajaremos alguna de esas redes sociales para citas… — cierro los ojos a causa del agotamiento que me produce mi estado, de todos modos mi cerebro sigue bastante despierto y hasta puedo reírme entre dientes por mi idea — Buscaremos gente por la zona y te conseguiremos unos cuantos buenos amigos, de seguro nadie tiene problemas en salir contigo y hacerte sentir bienvenida. Tú solo déjamelo a mí — a pesar de mi postura relajada, abro uno de los ojos para poder clavarlo en ella — El distrito nueve es todo un mundo nuevo que no podemos desperdiciar, Lyra. Un puñado de inferis no va a sacarnos eso.
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