The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Karina E. Hegel
Por Morgana de los mil dolores, santa paciencia que hay que tener. Ni siquiera quiero levantar la vista de mi mano, esa en donde escondo mi rostro al estar apoyada sobre el palo de golf con mi otra mano y el codo de mi brazo contrario encima de esta. ¿Se puede tener menos talento para golpear una bola? A veces me resulta inexplicable cómo Hans Powell pudo participar en la genética de su hija, cuando esta no podría tener más poco espíritu para el deporte. Uno pensaría que con la destreza que tiene su padre en términos golfistas, habría heredado un poco de eso, ¡pero no! En su lugar me toca tener que observar horrorizada cómo la rubia adopta una posición similar a la de un flamenco y mueve sus brazos como si fuera el espantapájaros del jardín del verdulero.

Estoy empezando a perder un poco la paciencia, esa que se oculta muy bien bajo mi sonrisa tensa y forzada cada vez que Meerah Powell gira la cabeza en mi dirección y yo alzo un dedo para demostrar que lo está haciendo bien. Pero eso fueron como... los primeros diez minutos de esta hora que se me está haciendo más eterna que de estar escuchando a mi padre hablar sobre leyes. Ahora ya solo puedo rezar por mantener mi visera en su sitio, mientras hago aspavientos con mis manos desde la distancia para ver si me capta, que a juzgar por el tiro que hace a continuación, bien podría ser sorda. O ciega, cualquiera de las dos me valdría. — ¡Pero, por favor...! ¡MIRA LA BOLA! — tengo que hacer un gesto con mis dedos delante de mi rostro para canalizar mis nervios, culminando con una nueva sonrisa para no terminar tirándome de los pelos a medida que me voy acercando.

Bueno... Digamos que podrías hacerlo mejor, ¡tienes mucho talento interior! — sí, tan interior que hasta un topo tendría problema en encontrarlo. — Pero estás moviendo demasiado tus muñecas, y el truco está en que muevas los hombros, ¿sí? Como un balanceo, y no tenses tanto la espalda, te estás crispando todo el rato — ¿sirve de algo seguir dando correcciones cuando ni siquiera aplicó las primeras? Pues probablemente no, pero tampoco es como si fuéramos a sacar de aquí a una golfista de competición, así que con que no me golpee con el palo en el ojo me doy por satisfecha. Si esto es solo para mantener a su padre contento. — ¿O quieres tomar un descanso?
Karina E. Hegel
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M. Meerah Powell
Fugitivo
¿Alguien podía ser tan amable de recordarme por qué, en serio por qué, había considerado como una necesidad para mi vida el tomar clases de golf? En serio, ¿por qué? No me parecía un mal deporte, seguro y hasta debía ser relajante y todo… cuando uno de verdad podía ver a dónde estaba apuntando, o siquiera entender como medir el impulso que había que darle al palo para poder pegarle a la pelota como correspondía. En aquellas veces en las que lograba darle a la pelota y no dejaba una hendidura en el piso, claro está. Bien podía ser manca si contaba la cantidad de veces en las que se me había resbalado el palo, que por alguna razón se llamaba “madera” cuando era bien claro que era de acero; pero ya no iba a ponerme a cuestionar las lógicas de los nombres, cuando podía considerarme suertuda de haberlo agarrado por la empuñadura y no por la cabeza. No era tan idiota, pero ya estaba tan cansada que bien podría haber pasado.  

Karina tiene algo similar a la paciencia en lo que me enseña, pero no sé cómo puedo separar los pies al ancho de los hombros, pero separados hacia afuera a la vez que pongo el palo enfrente, ¡pero ah, no! tenía que girar los hombros y balancear por el costado el palo. ¿Cómo? No había sido la más agraciada en aquel entonces, pero las instrucciones que me daba la profesora de ballet parecían más sencillas que hacer un swing decente. ¿Se decía hacer un swing? - Juro que la estoy viendo, pero el cabezal no le dá y… ¡Agh! - De pura rabia vuelvo a tratar de golpear la pelota y, para mi sorpresa lo logro. Claro que la bola se va, y se va, y se va… y estoy segura que la bandera que marcaba el hoyo estaba mucho más cerca.

- ¿Y cómo hago para tener el talento exterior? Porque este no parece servirme de mucho. - Parecía muy fácil mirándolo desde fuera, pero a estas alturas la pelota que estaba por golpear a ciencia cierta era su cabeza. - ¿Cómo se hace para tener firmes las muñecas, floja la espalda y solo mover los hombros? No suena… no sé. No puedo no crisparme cuando esto me frustra. - Y quiero decirle que me muestre ella de nuevo, pero eso solo servirá para ponerme más de los nervios porque cuando ella se balancea hasta parece salida de una propaganda de golf. ¡En serio! su pollera no tenía vuelo y aún así hasta parecía acompañar su movimiento cuando golpeaba. Y sí, tal vez me fuera mejor si prestara atención a su postura y no al material de su ropa, pero no podía evitarlo. Lo mío era el diseño y la confección de indumentaria, no el deporte. ¿por qué había querido hacer esto, de nuevo? - No quiero tomar un descanso, pero siento que si no lo hago voy a caer desmayada por el calor y eso solo haría más patético todo. - Que la visera podía quedarme divina, pero no hacía nada en contra del sol que se alzaba justo por encima de nuestras cabezas. - ¿Hace cuánto que juegas? - Y por favor que no dijera que hace unas semanas porque iba a tirarme directo al mar. De verdad.
M. Meerah Powell
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Karina E. Hegel
Me ahorro el suspiro ante sus quejas, que tampoco es su culpa tener menos talento que el mayor de los torpes, así que me limito a sonreírle, de la manera en que queda lo más natural posible. — Es que estás pensándolo demasiado, tienes que pensar en el palo como una extensión de tus brazos, no como dos cosas separadas, y mantener la vista siempre fija sobre la pelota — sobra decir que para no perderla de vista, pero ese consejo me hubiera valido nada más empezar la clase, no ahora cuando ya van igual diez bolas que hemos perdido a lo largo de la extensión del parque de golf. Menos mal que no tenemos que encargarnos de buscarlas luego, porque aparte de ser una enorme pérdida de tiempo, dudo que las encontremos todas.

Con mucho trabajo me temo, mucho trabajo — así es como se consigue todo en esta vida, ¿no? Eso dirían los menos afortunados, yo sé que es un mix entre tener los suficientes contactos y, además, esforzarse en lo que uno tiene en mente para cumplir con los objetivos propuestos. — Con un par de horas a la semana quizá podríamos hacer de ti algo más que… la imagen que estás dando ahora. Sin ánimos de ofender — ¿acaso esperaba que con una hora al mes iba a conseguir algo? No, señora — Cuando no se tiene talento natural para algo, la otra opción que queda es poner empeño en esforzarse al máximo, tienes que tener visión de futuro si quieres conseguir algo, en especial cuando no se te han dado las herramientas para hacerlo fácil — porque está claro que la genética no le ha hecho un favor en ese aspecto, espero que tenga otras aficiones, porque la del golf no es algo que pueda decir vaya a llevarla muy lejos. Aunque quizá me esté adelantando… De acuerdo, no, el siguiente golpe que hace me lo reconfirma. — ¡Es que ese es tu problema! Te frustras y lo piensas demasiado, tienes todo el peso del cuerpo mal, te inclinas como si te diera miedo la bola y acabas por golpearla como quién está lanzando un frisbee — le señalo todos los errores para que vaya interiorizándolos si puede, antes de que sea yo quien termine desmayada.

Tomaremos un descanso, creo que has tenido suficiente por hoy — declaro, no hace falta echarle un buen vistazo para darse cuenta de eso, con el cabello despeinado por el viento, la expresión cansada de su cuerpo y vaya a saber qué más. Es un contraste curioso al colocarme a su lado para recoger las bolas que no hemos lanzado, con mi pelo bien recogido sin que se me mueva un pelo, mi polo deportista y falda a juego de marca. — Desde que tengo seis años, ya sabes lo que dicen, nunca se es demasiado joven para buscar el triunfo — eso dice mi padre, así que tiene sentido que me haya apegado de sus frases — Además, uno aprende más rápido cuando se es niño, somos como esponjas cuando tenemos esa edad — digo, aunque no con intención de remarcarle que, o pone más horas al golf, o no llegará siquiera a hacer un lanzamiento decente. Le sonrío mientras regreso a donde tenemos la bolsa con los palos y meto el mío en la ranura indicada. — Pero no te preocupes, ¡seguiremos practicando!
Karina E. Hegel
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M. Meerah Powell
Fugitivo
No podía pensar en el palo como una extensión de mi brazo, si lo hacía no podría decir que era un accidente si llegaba a golpearla con él. ¿Me creerían? Hans seguro que sí, había visto lo patética que era jugando. Luego me lo pienso mejor, que la satisfacción sería inmediata, pero ya veía luego como la rubia dejaba correr la historia de cómo daba asco en el golf y cómo ayudándome casi pierde un ojo. Seguro hasta no me culpaba para hacerse más la víctima. Pongo en la balanza mi reputación y, lamentablemente, pesaba un poco más que un ojo hinchado; una pena la verdad… Ya, menos fantasear con golpear a mi instructora y más tratar de que la pelota caiga al menos en lugares relativamente cercanos entre sí y no sea un completo golpe al azar.

¿Un par de horas a la semana? ¿Acaso estaba loca? No. Me negaba total y rotundamente. No. - ¿No se supone que tenía talento interno? - Que básicamente me está llamando patética en toda la cara y yo estoy a punto de comérmela cruda. - No digo que no quiera esforzarme en conseguir algo. No me gusta rendirme. Pero al menos hasta que empiecen las vacaciones de manera oficial no tendré mi calendario lo suficientemente despejado para dedicarle horas enteras. - E iba a buscarme otro instructor. O no sé… ¿cómo hacía para que se tragase sus propias palabras? Porque básicamente siento que me está tratando de inútil y ya sé, nunca fui buena para los deportes, pero hasta Charlie parecía más honesta cuando quería enseñarme algo, pese a su total falta de tacto.

Al final no aprendió hace unas semanas, lo cuál a fin de cuentas termina siendo peor. Claro, seguro que a los seis años sabía darle a la pelota mucho mejor que yo a mis catorce. - No me preocupo. No quiero competir, solo aprender a jugar lo suficiente para no hacer el ridículo delante de mi padre si surge la ocasión de volver a jugar. - La imito al guardar el palo en la bolsa que he conseguido antes de proponerme este pequeño emprendimiento. ¿Estaba muy mal de mi parte el querer hacerle una funda personalizada? tal vez así sí podría aprenderme cómo se llamaba y para qué servía cada palo. - ¿Quieres ir a la cafetería? yo invito, que suficiente has tenido que soportarme hasta ahora. - Aunque creía que era yo la que más paciencia tenía de las dos. O algo así, porque al final mi boca hace lo que se le da la gana. - ¿Siempre eres así de pasivo agresiva, o simplemente tratas de ser amable? Sin ánimos de ofender, pero aunque agradezca que estés ayudándome, no sé por qué no puedo terminar de determinar tu personalidad. - ¿Demasiado sincera? Tal vez, pero… ¡ya! me sacaba de quicio su actitud de niña perfecta. Estaba tratando de ser sutil al preguntarle eso y no llamarla vanidosa en la cara.
M. Meerah Powell
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Karina E. Hegel
Intento disimular mi cara de no tener idea de qué responderle, que lo del talento interno fue una manera bonita de decir que un flamenco tendría más gracia golpeando la bola de golf, utilizándose a sí mismo como palo. Recurro a mi natural sonrisa para intentar arreglar su estropicio, que si supiera diferenciar su pie izquierdo del derecho seguro que no tendría que estar mintiéndole a la cara, alabando su inutilidad. De verdad que las cosas para las que me ofrezco…— Claro, pero a lo que me refería con eso es que se ve que, pese a tu pobre estado físico para con el deporte, lo estás intentando lo mejor que puedes, y a veces eso, Meerah, también hace que una persona llegue lejos. ¡La intención siempre es lo que cuenta! — mentira, con eso ni siquiera lo puede poner en el currículum, pero tampoco es como que le vaya a hacer falta, si ya con que vean el apellido que lleva tiene un pase directo a las primeras filas de lo que quiera, sea un partido o trabajo. Pero los que además de eso, tienen talento, es que ya no es que te lleves la primera fila, ¡te llevas el escenario! Está claro que yo estoy hecha para brillar en uno.

No soy tan vulgar como para soltar un ‘prffff’ con mis labios como si fuera un caballo que relincha, pero está claro que esa es la intención cuando le ruedo un poco los ojos — ¡Eso no son más que excusas! Si de verdad te interesa algo, haces lo que sea para incluirlo en tu agenda y trabajar en ello, lo demás son pobres disculpas de vago… — ¿acaso no se ha fijado en mi calendario? Todos mis días están medidos al milímetro para que pueda ocupar todas mis tareas, deberes, junto con mis aficiones también y salidas con amigas. — Es cuestión de querer y no de no poder, pero entiendo que esto solo sea un pasatiempo para ti, Meerah, a fin de cuentas quién excede en el deporte es tu padre — digo sin más, sin darle mucha más vuelta al hecho de que si está haciendo esto, es exclusivamente por Hans y por nadie más, si es que se nota a leguas.

¡Y ahí lo dice! ¡No me hizo falta hacer nada! Asiento con la cabeza en una falsa comprensión que no siento, que yo nunca tuve que hacer nada para impresionar a nadie, ya con ser quién soy tengo una reputación que muchos quisieran — Vayamos, sí, antes de que te golpees a ti misma con uno de los palos o algo parecido — me río por lo bajo, de esas risas que pretenden ser compinches en una broma que espero que capte, a ver si se me indigna. Me llevo la enorme bolsa a uno de mis hombros y cargo con ella hasta el cochecito en el que vinimos, ese al cual me subo a la espera de que haga lo mismo antes de ponerlo en marcha. Intento no sentirme ofendida por ese comentario, pero lo cierto es que no me sale muy bien cuando mi boca se tuerce en una enorme o con sonido y todo — ¿Pasivo agresiva? ¡Pero de qué hablas! ¡Si solo quiero que saques lo mejor que llevas dentro! En cuanto al golf me refiero… Es normal que lo pienses, muchas veces la gente mezcla carácter con agresividad, pero déjame decirte una cosa Meerah, nadie en esta vida llega siendo un pasmarote, es algo que aprenderás conforme vayas creciendo, uno se tiene que hacer escuchar para que el resto te vea, que esta sociedad que estamos creando peca de ser ciega, ¡además de sorda! — suelto un bufido de indignación en lo que conduzco el coche por la extensión de los campos.
Karina E. Hegel
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M. Meerah Powell
Fugitivo
“La intención es lo que cuenta” sí claro. ¿Por qué no mejor se ponía a escribir un libro motivacional con esas frases trilladas? Ni ella misma se creía eso, que aquí ya estábamos las dos lo suficientemente grandes como para saber que eso es lo que le dicen a los niños con regalos caseros que acababan rompiéndose antes de cumplir su función. Y sí, podía ser una mediocre en el deporte, ¿pero ser tratada como una niña? No señor. Tampoco me agradaba aquello de que insinuara que era vaga. El golf no era una pasión que tenía, simplemente quería no apestar. Sabía que el se destacaba en esto era Hans, ¡ese era el punto! Me frustra que me diga las cosas que ya sé, y que trate de disimularlo con halagos, palabras bonitas, o frases sacadas de tarjetas de buenos deseos.

Ignoro su broma, más por la vergüenza que me da el saber que ya me he dado con el cabezal del palo en uno de mis tobillos sin quererlo. Me alegra al menos haberlo disimulado en frente suyo, pero sabía que al llegar a casa tendría que asegurarme de no tener una bola de golf asomando por debajo de la piel. Creo que sigo algo sonrosada para cuando llegamos al carrito y, con algo más de esfuerzo que ella logro dejar la bolsa guardada antes de subir en el asiento del copiloto. ¡Que eso era otra cosa! Eran cochecitos en un campo de golf, debería ser total y completamente capaz de conducirlos, ¿no? - ¡Ves! a eso me refiero. ¿Qué tienes? ¿Cuatro años más que yo? ¿Cinco? No puedo soportar ni cuando los adultos de verdad me hablan como si fuera una niña ignorante, mucho menos lo puedo aceptar viniendo de tí. - Sentía que se ponía en una especie de pedestal, como si ser buena en el golf le diese toda una sabiduría de vida que yo aún no podía alcanzar por no haber metido un hoyo en uno. - Siento que te has pasado el día entero siendo condescendiente. Una cosa es carácter y otra muy distinta es la falsedad. - Me volteo a mirarla mientras conduce y trato de descifrar la expresión de su rostro.

- Doy asco en la mayoría de los deportes, no hace falta que andes fingiendo que de algún lado voy a sacar un talento que no existe, que no soy tonta y no voy a creer tus halagos por la mitad. - Me cruzo de piernas y me agarro del techo del carrito, ese que es lo suficientemente bajo para quedarme cómodo. - ¿Y sabes algo? sí creo que uno se tiene que hacer escuchar para que lo noten, pero cuando uno tiene talento de verdad, deja que sus acciones o su trabajo sean el que hable por uno. Yo sé que lo mío jamás va a ser el golf, y no me preocupa que lo sea. Pero por más ciega y sorda que esté la sociedad, prefiero dejar los gritos y las luces brillantes para los desfiles de carnaval. - ¿He sonado muy altanera? Espero que no, que justamente estaba tratando de no alardear, pero… me saca de quicio. En serio. - ¿Qué planeas hacer por fuera del golf? No conozco nada de tu vida y Oli solo dijo que eras simpática. En verdad todo lo que pienso de tí es en base a estos pocos minutos que hemos compartido. - Y puede que también tenga algún que otro comentario por parte de Mae, y sí, la reputación de su grupo de amigas tampoco era de las mejores, pero jamás decían nada malo de ella.
M. Meerah Powell
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Karina E. Hegel
Pues ya parece que sí tiene sangre en las venas con esa contestación, cualquiera podría decir lo contrario de verla golpear una de las pelotas, pero ahora sí que puedo decir que me sorprende con esa respuesta, un poco salida de tono, si se me permite decirlo. Y claro que se me permite, ¿quién se ha creído? — Qué contestación más insolente, Meerah, por favor. ¿No puedes soportar que los adultos te expliquen cosas sobre las que no conoces? Nadie te está tratando como ignorante, incluso cuando hoy, siendo que estás en una posición de aprendizaje sobre algo que desconoces, lo eres. Te estás colocando en una postura de superioridad si crees que una persona con mayor experiencia que tú no puede darte aunque sea uno o dos consejos sobre la vida o el aspecto que sea. ¿Eso es lo que te molesta? ¿Que te traten como una niña? No te comportes como una como lo estás haciendo ahora, te irá mejor si aprendes a aceptar que habrá personas que sepan más sobre ciertos temas, y eso no te hace necesariamente a ti más estúpida. — ruedo los ojos ante la explicación por la actitud defensiva en la que se coloca, como si le hubiera dicho como tiene que vivir su vida.

¿Me está acusando de falsa? Si no fuera porque debo mantener ambas manos sobre el volante del carrito, me hubiera llevado una mano al pecho de pura indignación. — ¿Actúas de esta manera con toda la gente que pretende ayudarte? ¿Insultándolas a la cara? Es un comentario muy feo por tu parte el que me acuses de esta manera, en especial cuando no he pedido nada a cambio por las horas que he perdido tratando de enseñarte las lecciones más básicas — y por si todavía se lo termina creyendo, mi voz no es fingida al colocarme en esta posición ofendida. — No se trata de halagarte o no, créeme que no soy la persona a la que escucharás decir algo que no merece, pero en tu caso, por muy poco talento que creas tener, a veces con un poco de apoyo sirve para seguir mostrando interés en las cosas — por poco no ruedo los ojos de nuevo, que todo esto que estoy haciendo no es por ella, sino por quedar bien con su padre, lo que tenga que decir lo diré sin importarme lo que piense. Solo faltaba que ahora su opinión vaya a modificar mi conducta, suficiente tengo con que Davies me quite las ganas de vivir.

Aguanto las ganas de parar y decirle que vaya andando por todos estos ataques hacia mi persona en el momento en el que dice que Oliver le ha asegurado que soy simpática. Por supuesto que lo ha hecho, él sí que conoce de clase y educación. — Estoy especializándome en la rama de ciencias de la salud para convertirme en enfermera y poder trabajar ayudando a las personas que más lo necesitan — se me calma la voz al decirlo, adoptando mi papel de samaritana para con el pueblo, pero dejo a un lado mis segundas intenciones. — Es genial que el padre de Oliver sea el ministro del departamento, como salimos juntos estoy segura de que podré hacer unas buenas prácticas antes de terminar para formarme bien — obvio que sé como suena, “salimos juntos” como forma de pasado, espero que se entienda como que en el futuro eso se convertirá en presente.
Karina E. Hegel
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M. Meerah Powell
Fugitivo
¿Insolente? ¿ahora yo era la insolente? creía que para serlo tenía que respetarla en un principio, pero bueno, tal vez de verdad todo eran malas impresiones mías o estaba en un muy mal día. ¡No lo sé! — ¿Ser sincera es comportarme como una niña? — no sabía que el ir de frente y cuestionar sus actitudes me convirtiese en una niña, y aún si lo hacía estaba en mi derecho — Simplemente hice una pregunta porque me parece que tus palabras no condicen con tu actitud. No me molesta que me expliquen las cosas que no sé, solo me molesta que lo hagan como si fuese una niña pequeña que no sabe reconocer que le están mintiendo en el rostro — sobretodo porque no terminaba de entender qué es lo que ganaba con esto.

Mi interés en las cosas no surge porque otras personas lo halaguen, tengo más personalidad que eso. ¿Me gusta? claro, como a todos. Siempre que me lo haya ganado, y no por simple lástima — Si continuaba o no con las cosas que me proponía era por decisión propia y no porque otros dijeran que era buena en eso. ¡Como pociones! según el profesor era excelente en la materia, ¿pero me veía un futuro de pocionista o de farmacéutica? pues no. Lo mío era el diseño, la confección y, si todo salía como planeaba, el ser abogada en un par de años.

No sé cuánto tiempo más aguantaré esta conversación en la cual yo la trato de falsa y ella a mí de insolente, pero ahora creo que fue muy mala idea el haberla invitado a tomar algo. Siento que Karina es ese tipo de personas con las cuales podrías llevarte de maravillas si te gustan los halagos y sabes darle la razón, al parecer no cumplía ninguno de esos requisitos — ¿Las personas que más lo necesitan? — ¿Es que ahora Karina era una persona desinteresada? — Supongo que le pedirás que te recomiende en zonas de extrema necesidad, como los distritos del norte, ¿no? — que tenía entendido que todos en el departamento de salud debían hacer prácticas obligatorias antes de recibirse en la especialidad, pero no creo que la desinteresada y buena de Kari quiera ir a centros de salud como los que hay en el capitolio o en el distrito dos ¿verdad?
M. Meerah Powell
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Karina E. Hegel
No has hecho una pregunta, has hecho una afirmación, y eso, si no conoces a la persona con quién estás tratando, puede resultar en un gesto muy feo por tu parte. Como tú misma has dicho, ¿me conoces de qué? ¿de hoy y por un par de comentarios que has escuchado por ahí? — que obviamente van a ser buenos porque a ver quién pilla por ahí que pueda hablar mal de mí, incluso a mis espaldas, así que de veras que no entiendo esta actitud suya con querer ofender todo lo que soy. — ¿Así que eso es lo que piensas de todas las personas que conoces, que te estás mintiendo? — inquiero. ¡Y uno solo intenta ir de amable por la vida! Ven, esto es lo que pasa con gente como yo, intentamos dar nuestra mejor imagen y echar una mano de manera completamente desinteresada, y los que son aprovechados te la muerden antes de que te dé tiempo siquiera a reaccionar. Suerte que soy inteligente, sé calar a estas personas con facilidad, aunque Meerah Powell no se me hacía una de ellas.

No se lo digo, pero si lo hiciera, creedme cuando digo que conseguir que Meerah no se golpee a sí misma con el palo es un logro digno de halago. ¿Que no lo quiere tomar? ¡Eso es cosa suya! Me esforzaré en la próxima clase en señalarle todos sus errores naturales para que no piense que la estoy tratando de floja, pero espero no escuchar ninguna queja suya después. Ay, Meerah, Meerah... — Lamentablemente, la institución del Royal no puede permitir que se envíen a estudiantes en prácticas a posibles lugares de guerra — suelto un suspiro trágico — Como podrás entender la seguridad del alumnado es lo primordial a la hora de enviar a sus escolares fuera para realizar trabajos, no pueden simplemente colocar a un grupo en un distrito que podría perfectamente ser asaltado por los rebeldes de un día para otro — eso puede entenderlo, ¿verdad? Digo, que algo debe explicarle su padre sobre como funciona el mundo — Y aunque es una tremenda pena por la situación a la que allí se enfrentan— de pobres nada, algo habrán hecho para acabar allí —, hay centros de salud en distritos mucho más preparados para recibir estudiantes que los del norte, y después de todo a lo que se va es a aprender— ¿acaso hay centros de salud en el once? ¿en el cinco? Si los hay, seguro que están a cachos.
Karina E. Hegel
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M. Meerah Powell
Fugitivo
En realidad, lo que había iniciado toda esa discusión había sido una pregunta sencilla, y al final se había desviado porque bueno, entre mi genio y su condescendencia la charla no estaba destinada a llegar a buen puerto. — No de todas — dejo que mi respuesta se pierda para el exterior del carrito a sabiendas que, dejando de lado a algunos de mis compañeros en el Royal, esos que se creían más por tener dinero pero que opinaban que yo me creía todavía más superior por no ser la mejor socializando, era muy raro que pensara eso de las personas a las que conocía. Le diría que pregunte a mis amistades más recientes, pero creo que de enterarse de quiénes eran ella misma me entregaría a las autoridades, y no me estaba refiriendo a mi padre precisamente.

¿La seguridad del alumnado? Creía que más que eso eran los padres de ellos los que insistían en esas restricciones. — En el Prince era común que tuviesen prácticas en el norte — claro que también era normal que los que provenían de esas zonas fueran los que fuesen allí, pero ya qué. Si quería tener la razón en esto, era su especialidad, no iba a inmuscuirme más de la cuenta. — ¿A dónde te gustaría ser asignada entonces? ¿Sabes en qué quieres especializarte dentro de la rama? — Que si decía neonatología me bajaba ahí mismo del carrito, que seguro le hacían un cuadro o un monumento en un par de años por ser oficialmente una santa o algo así.  Luego le preguntaría a Hero si recordaba algo de ella, porque no sé… simplemente me generaba un rechazo que no lograba comprender.
M. Meerah Powell
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Karina E. Hegel
Ugh, los del Prince, ¿se puede ser más corta rollos? Que no tengo nada en contra de la institución, pero está más que claro que donde se mueve el talento y los estudiantes con mejores calificaciones y destreza en la habilidad mágica, proceden del Royal. No por nada, pero debe influir el no tener los recursos como para permitirse una educación decente, y ya no me refiero a la escuela, que es gratuita gracias al estado al menos hasta la especialización, sino a todo el material que se usa en el transcurso de los años. — Pues si voy a serte completamente honesta— cosa que ella se ha empeñado en decir que no — Me gustaría probar un par de especializaciones antes de decantarme por una. Ya sabes, ver qué es lo que más me gusta y luego ya decidir en base a eso — para mí, tiene toda la lógica. No voy a especializarme de algo sobre lo que no he tenido contacto, que no quiero pasarme el resto de mi vida arrepintiéndome de mis decisiones.

Doy la curva que nos acerca al párking de los carritos, aparco el nuestro con elegancia y cuando tomo las llaves para apagarlo, las mismas se las entrego al chico que ya se acerca a nosotras para recogerlas. — ¿Y qué me dices de ti? Tu padre mencionó algo sobre que te gustaría seguir sus pasos en la abogacía, pero aun eres joven y te faltan un par de años para terminar con la educación obligatoria. ¿Es eso lo que quieres estudiar en el futuro o todavía lo estás pensando? — suerte que la cafetería está a unos pocos metros, puedo dejarme caer sobre la primera mesa que veo y pido lo de siempre cuando el camarero viene en nuestra dirección para tomarnos nota.
Karina E. Hegel
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Decido, cuando usa la palabra honestidad, el mostrarme un poco menos antagónica a cualquier cosa que pueda decir y a tratar de mirar con otros ojos su actitud. No podía ser que tan solo de interactuar menos de dos horas la tuviera tan atravesada en la garganta. — Parece sensato. Nunca me atrajo la salud, pero puedo entender las intenciones de querer ayudar —  dudaba que ella las tuviese pero.. ¡Ay! basta. No, no tengo que mostrarme tan irritantemente molesta cuando a duras penas y la conozco. — ¿Siempre quisiste ser enfermera? — preguntas seguras. Las carreras a futuro parecían lo suficientemente genéricas como para no tener que discutir al respecto, ¿no?

¿Qué Hans hizo qué? ¿Por qué habla tan campante con él? No, los celos no están bien vistos. No se supone que… Respiro y aprovecho que tenemos que encaminarnos dentro de la cafetería para no hacer una escena digna de la niña que prácticamente le juré que no soy. Al final acabo por pedir mi orden antes de hablar, y contestar lo mejor que puedo su pregunta. — Planeo ser abogada, sí. Pero también planeo dedicarme a la industria de la moda. Viniendo del ocho traigo conmigo el amor por las telas y llevo tiempo especializándome y perfeccionando mis diseños — Desde las prácticas de costura, corte y confección, el diseño de moldes, las clases de arte con Jolene y el instituto… — Supongo que no se trata de ayudar a nadie, pero me gusta mucho lo que hago, espero poder encontrar el mismo gusto en la abogacía por fuera del que ya tengo. — Que sí, leía y trataba de informarme en todo, pero no había programas de jurisdicción temprana o algo así en los que pudiese asistir de antemano — ¿Vines seguido aquí? — y no es una pregunta que nace desde los celos, pero el club era bastante exclusivo y parecía muy familiarizada con todo.
M. Meerah Powell
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Karina E. Hegel
Tengo que relamer mis labios con los ojos perdidos en algún punto del cielo azul que brilla junto al sol, ante esa pregunta que me obliga a meditar una respuesta porque no me suelen cuestionar mis decisiones de la manera en que lo está haciendo Meerah. Estoy acostumbrada a que la gente asienta a lo que digo y no cuestione mis acciones, pero supongo que está bien el cambio de vez en cuando entre mis conocidos. — No, me tomó algo de tiempo pensarlo, es lo que hay que dedicarles a las buenas decisiones, los actos impulsivos no suelen llegar muy lejos, acostumbran a ser planes de futuro con corto alcance — predico mi opinión, como siempre hago cada vez que se da la oportunidad. Quizá le sorprenda con esa respuesta, apuesto que personas como ella, que no ha tenido problema en juzgarme y soltármelo directamente a la cara, se piensan que voy a vivir toda la vida del dinero de mis padres o dedicarme a ser modelo de fotografías y pasarelas, que no es como si no me lo hubieran ofrecido ya, está claro… Pero no, mis aspiraciones son mucho más profundas.

Oh, qué interesante — es de las pocas veces que he sido honesta con ella esta tarde, que su interés por la costura es algo que no hubiera esperado de una chica de su edad, incluso cuando puedo llegar a verle el atractivo. — ¡Suena fabuloso, Meerah! Tener tus propios diseños, vestir a la gente famosa… ¡habrá marcas con tu nombre! — si consigue un buen beneficio, claro está, pero tengo que ser sincera al decir que con el apellido que tiene, muchas de las cosas que consiga será por influencia más que por otra cosa. ¿Quién no querría llevar los diseños de la hija del ministro de justicia? Si no es ya una celebridad solo por esa unión de sangre, lo será después de esto, desde luego. — Mmmm… a veces, ¿por qué lo preguntas? Mi padre y el tuyo son amigos desde hace tiempo, he venido aquí en ocasiones a acompañarles a jugar — tampoco es como que este recinto sea muy diferente a otros que tienen su localización en la isla del Capitolio, suelen tener todos la misma estructura y no es difícil encontrar las cosas. Pero su insinuación me hace alzar una ceja en su dirección, con una sonrisa pícara en los labios. — ¿Te molesta que puedan venir personas que no viven en la Isla Ministerial? — vaya, pues no la tomaba yo tan elitista. Hay que ver las generaciones de hoy en día como son…
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Bien, si dejaba de pensar en lo irritante que me parecía su perfección podía hasta encontrarle lógica a sus palabras lo cual, si tenía que ser sincera no sabía si me molestaba más o me aplacaba. ¡Lo peor es que ni siquiera era mi momento del mes como para justificarlo! — En eso tengo que darte la razón. Creo que también vengo pensando las cosas con la suficiente anticipación — considerando que me faltaban otros tres años para elegir especialidad, con demasiada anticipación. ¿Pero que haría sino? Sabía que había muchos factores que podían cambiar el curso de lo que quería seguir, pero de momento prefería pensar que siguiendo por donde estaba haciéndolo, ese sería mi camino… en cuanto a estudios se trataba, al menos.

“Mi nombre será una marca” las palabras suenan tan altaneras en mi cabeza que no me atrevo a pronunciarlas, no cuando quiero creer que esta vez su emoción es genuina. ¿Qué decía eso de mi egocentrismo? — De momento busco que mis diseños estén más orientados al público general, pero sí le he hecho un par de diseños a mi padre — como su traje de bodas, por ejemplo — Antes de que sucediera la tragedia de Jamie Niniadis, con Hero pensábamos en verdad comercializar todo — y no sé si está bien o no nombrarla en su presencia, pero si dejábamos de lado mi ceguera en aquel momento, extrañaba las épocas en las que podíamos montar proyectos con mi tía y creer que en verdad funcionarían en un plazo que no dependiera de cosas como no lo sé, ¿una guerra?

Y ahí está de nuevo esa punzada de celos que surge cuando explica el por qué conoce tanto a Hans. Y sé que no es tanto, pero incluso el que lo haga ya me parece mucho. No me siento orgullosa en decir lo mucho que me cuesta el mantener mi expresión como se debe. Y menos mal que insinúa ella misma otra cosa, es lo que necesito para distraer mi atención del monstruo verde que quiere salir — ¡Claro que no! Suelo venir seguido a hacer equitación, pero como nunca te crucé… — una verdad para desviar un poco el verdadero sentimiento que había impulsado mi pregunta inicial no venía mal — Me gusta invitar a mis amigos, sería molesto que no dejaran pasar a nadie. Por no decir que sería totalmente injusto que Oli pueda traer al equipo de quidditch cuando quiera y yo no pueda invitar a Maeve al spa — claro que una tarde de relajación y limpieza facial que terminase con una pizza grasienta resultaba casi que contraproducente, pero hacerlo en el orden inverso no tenía la mitad de la gracia.
M. Meerah Powell
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Karina E. Hegel
No hago ningún comentario al respecto, pero sí me quedo pensando que, para lo bien que se organiza sobre su vida futura, mirándolo todo con anticipación, sí que no tiene problema para soltar por la boca lo primero que se le pasa por la cabeza. Quizá esté siendo algo rencorosa con ella, no deja de tener catorce años y los adolescentes tienden a ser impulsivos con sus actos, con sus palabras todavía más que no tienen una opinión formada que los sustente en sus decisiones. Si por algo no se lo tengo en cuenta es por ser hija de quién es, porque algo de respeto hay que tenerle a la gente de buen nombre. — Eso es bueno, ¡ya sabes lo que te he dicho! — alzo mi dedo índice para remarcárselo otra vez — La práctica hace la perfección, si alguna vez necesitas una mujer modelo, estaré encantada de ofrecerme para tus diseños — si las agencias ya se pelean por tomar mis imágenes, ¿no iba a querer ella que luzca sus diseños? ¡La oportunidad que le estoy dando! Por supuesto que tiene que estropearlo cuando menciona a la traidora oficial de la patria. — Hero, Hero... — me llevo una mano al pecho haciéndome la dolida. No es falso, de verdad me dolió en su momento escuchar tales noticias — Una joven tan bien educada, tan correcta, ¡un futuro brillante tirado por la borda! Por un conjunto de... sucios, eso es lo que son. Todavía no puedo creerlo — hablar de ello ya me está produciendo mal de estómago.

Intento que se me pase la sensación del mismo llevándome a los labios el café frío del vaso, meneando la cabeza en desagrado hasta que creo que se me pasa con el siguiente suspiro. Me ahorro el comentario sobre la equitación, que con la poca agilidad que tiene con las piernas y esa torpeza natural, me sorprendería que supiera ir al trote siquiera. ¡Y otra vez tiene que estropearlo! Esta vez no me corto de rodar mis ojos con todo el descaro del mundo ante la mención de Maeve Davies. — No tenía idea de que te llevaras con esa — por suerte me guardo la cara de asco y consigo no decirlo con excesivo énfasis al utilizar ese pronombre. — Supongo que hay una diferencia entre invitar a estudiantes como lo son compañeros de Oliver a dejar entrar a un miembro de seguridad para un día de spa... Tienen que dar una imagen — medito mis palabras, que no voy a decirle a la cara que con suerte y no la echaron por bestia al entrar en la isla ministerial.
Karina E. Hegel
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M. Meerah Powell
Fugitivo
La montaña rusa de emociones por la que me paseo mientras tengo esta conversación con Karina lleva a picos tan pronunciados en tan poco tiempo que tengo miedo de estar loca. Y es que mi determinación de hacer que no me caiga mal se ve ofuscada cuando un comentario que en su mente es bien intencionado, en la mía suena a una especie de sermón que no quiero recibir. ¿En el golf? bueno, puedo dejarlo pasar. ¿Con mis diseños? sobre-mi-cadáver. Aún así trato de ser políticamente correcta al responderle, porque no puedo dejar de lado su ofrecimiento ya que sería poco profesional de mi parte — Ya tengo todo el esquema preparado para lo que quiero con la primera entrega de mi línea, fotógrafo incluído. Pero tengo pensada la variación profesional, así que podríamos trabajar en algo a futuro — no diseñaría algo especialmente para ella, pero tenía que admitir que tanto sus colores como su porte vendrían excelentes para algunos proyectos.

O eso creía hasta que abre la boca y tengo que forzarme a crispar los puños para evitar gritarle en el rostro. Que si he llegado tan lejos en mantener mis pensamientos para mí no voy a dejar que una rubia desabrida me lleve a ningún extremo. Pero que hable así de Hero, que hable así de los chicos… es una prueba a mi paciencia. De verdad que lo es. — No voy a emitir opinión al respecto, sigue siendo mi tía y nadie sabe bien qué fue lo que pasó. — ahí, no voy a decir más porque no quiero mentir pero… bueno, mi rostro no se muestra precisamente relajado.

Y no se relaja cuando usa ese adjetivo casi que despectivo al referirse a Maeve, ¿perdón? ¿cómo que “esa”? y que luego la desprecie como lo hace al simplemente calificarla como alguien de seguridad... Aún así, extrañamente puedo mantener mucho mejor la calma hasta el punto de poner una sonrisa en mi rostro — Pues claro que me llevo con ella, es casi como de la familia — y ni siquiera estoy exagerando. O bueno, sí, puede que un poco. Pero vamos, Lara la adora y Hans… no dejaría que cuide a Mathilda si no fuese de fiar — Hace siglos que tengo definido que sean Oli y Mae quienes lleven mis diseños, incluso desde antes que estén juntos. Además claro, que a veces dudo que mi hermana me quiera más a mi de lo que la quiere a Maeve. Ya hemos arreglado que pasaré unas semanas con ella cuando sea el casamiento de mis padres. — y creo que es la primera vez que incluyo a Lara en el combo de esa forma, pero me encuentro especialmente posesiva en este momento y eso es mejor que saltar a tirar de sus cabellos y estamparle la frente contra la mesa, ¿no?
M. Meerah Powell
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Karina E. Hegel
Me es imposible no pensar en lo organizada que aparenta ser, cosa que no debería sorprenderme considerando la prolijidad de su padre, pero claro que el haberse criado con una madre rebelde prácticamente es lo que más me tira hacia atrás en mis pensamientos de qué tanto es esta chiquilla de sofisticada. Supongo que unos cuantos meses en la Isla Ministerial hacen olvidar a cualquier de donde se procede, mismo que pasa en mucha mayor medida con la actual ministra de Defensa, que no se corta un pelo en pasear a sus perritos como si fueran algo digno de este país. — Una lástima, no puedes pedir ser escuchada cuando luego te privas de tener una opinión solo porque es tu tía, no son argumentos válidos, no cuando hoy en día todo se basa en conexiones de sangre — oh vamos, ¿va a decirme lo mismo del que es su abuelo por genética aunque no lo conozca? Me parece a mí que tiene que poner unos cuantos puntos en orden en su vida antes de andar exigiendo que le presten atención, pero luego es la primera en no querer abrir la boca para hacerse respetar o tener una opinión propia.

Mis dedos se mueven apenas en un gesto que pretende no ser tan despectivo como lo pienso en mi cabeza, porque creo que el ruedo de ojos me es bastante difícil de camuflar y no tengo ganas de fingir tener una reacción diferente a la que me produce normalmente escuchar “Davies” en una frase. — ¿Ah, sí? — aparento estar interesada en la relación que tiene con la morena, la clave está en que lo intento. — ¿Perdón? ¿Incluso antes de que estén juntos? ¿En qué momento ocurrió eso que no me enteré? — pido saber, que a mis oídos jamás llegó una frase parecida y ni me importa que siga hablando sobre su familia disfuncional, de la cual solo puedo rescatar a Hans y por los años que lleva de conocer a mi padre. — Oh, qué estupendo — digo, no me molesto en camuflar la ironía en mis palabras al escuchar que van a pasar tiempo juntas.
Karina E. Hegel
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