OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Lunes veinte de junio. Último día de primavera, la noche más corta del año y todas esas tonterías. También es el día en el cual tuve la genial idea de perseguir a Benedict Franco después del trabajo para decirle que se me ocurrió la idea de utilizar a una de las nerds de ciencias para hackear su chip de rastreo. ¿Eso es malo? No, en lo absoluto, hasta creo que ha sido una idea brillante. Lo malo está en que ahora no dejo de preguntarme si alguien nos habrá visto conversando y, una vez más, las dudas de cómo voy a seguir con esta farsa afloran con demasiada naturalidad para mi gusto. No es que ando paranoica, no… Bueno, puede que un poco. Es muy fácil el ir todos los días al ministerio, ocupar un asiento frente a un escritorio cargado y ver las horas pasar, cerca de los jueces que acabarían por condenarme si supieran todo lo que he hecho y lo que sé. Hasta me siento culpable cuando veo pasar a Meerah Powell, no por su padre ignorante, sino porque las dos estamos viviendo una doble vida y, algún día, los caminos van a cerrarse para todos. Solo conozco a una persona que lleva en esto más tiempo de lo que hubiera considerado sano y, pobre de él, el baño que me he dado cuando llegué a casa no ha sido suficiente para mantenerme serena. Casi que le he rogado por mensaje que venga, bastante patético.
Son casi las ocho y media de la noche cuando abro la puerta de un tirón y me encuentro con Dave en el pasillo. Solo para asegurarme que mi vecino metiche no está a la vista, asomo la cabeza y jalo de su brazo para hacerlo entrar a mi departamento — Espero que te guste la comida china, porque he pedido de más — señalo la bolsa aún caliente que se encuentra sobre la mesita de la sala y cierro la puerta. Debo parecer la imagen de la poca serenidad. Estuve decorando unas pequeñas macetas, esas que se lucen junto a la bolsa de comida, así que tengo las manos sucias y la picazón en la punta de mi nariz me indica que la acuarela rosada debe haber llegado hasta ahí. Me apresuro a adelantarme, doy unas cuantas zancadas y, sin siquiera preguntarle si quiere beber algo, saco dos vaso; en mi defensa, hace calor y nadie se niega a algo de agua estos días — Lamento mucho el haberte llamado a esta hora, Dave, pero gracias por venir. Si no lo hacías, posiblemente acababa volviendo loca a alguna compañera para ir a algún bar a beber chupitos. ¿Tú quieres chupitos? — que debo tener vodka en algún lado. No, caerá mal con los arrolladitos.
Uso la varita para apartar los materiales de pintura y las macetitas a un lado sin necesidad de tocarlas, así despejo la mesa y soy libre de poner los vasos en su lugar. Cruzo mis piernas para sentarme en el suelo, dejo la varita a un lado en vista de mi falta de bolsillos al haberme puesto ya la ropa que utilizo para dormir y abro la bolsa con dedos rápidos — Nunca pude preguntarte... ¿A ti también te entrevistaron por lo que sucedió en el departamento de misterios? — no es como que hablemos mucho últimamente, así que no me sorprendería el haberme perdido esa clase de detalles — Se están volviendo paranoicos, no puedes ni ir al baño sin que te miren de mala manera — que una cosa es por rumores ganados a pulso, pero que sea porque nadie confía en nadie… ya es otro tema.
Son casi las ocho y media de la noche cuando abro la puerta de un tirón y me encuentro con Dave en el pasillo. Solo para asegurarme que mi vecino metiche no está a la vista, asomo la cabeza y jalo de su brazo para hacerlo entrar a mi departamento — Espero que te guste la comida china, porque he pedido de más — señalo la bolsa aún caliente que se encuentra sobre la mesita de la sala y cierro la puerta. Debo parecer la imagen de la poca serenidad. Estuve decorando unas pequeñas macetas, esas que se lucen junto a la bolsa de comida, así que tengo las manos sucias y la picazón en la punta de mi nariz me indica que la acuarela rosada debe haber llegado hasta ahí. Me apresuro a adelantarme, doy unas cuantas zancadas y, sin siquiera preguntarle si quiere beber algo, saco dos vaso; en mi defensa, hace calor y nadie se niega a algo de agua estos días — Lamento mucho el haberte llamado a esta hora, Dave, pero gracias por venir. Si no lo hacías, posiblemente acababa volviendo loca a alguna compañera para ir a algún bar a beber chupitos. ¿Tú quieres chupitos? — que debo tener vodka en algún lado. No, caerá mal con los arrolladitos.
Uso la varita para apartar los materiales de pintura y las macetitas a un lado sin necesidad de tocarlas, así despejo la mesa y soy libre de poner los vasos en su lugar. Cruzo mis piernas para sentarme en el suelo, dejo la varita a un lado en vista de mi falta de bolsillos al haberme puesto ya la ropa que utilizo para dormir y abro la bolsa con dedos rápidos — Nunca pude preguntarte... ¿A ti también te entrevistaron por lo que sucedió en el departamento de misterios? — no es como que hablemos mucho últimamente, así que no me sorprendería el haberme perdido esa clase de detalles — Se están volviendo paranoicos, no puedes ni ir al baño sin que te miren de mala manera — que una cosa es por rumores ganados a pulso, pero que sea porque nadie confía en nadie… ya es otro tema.
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Meto al perro cuando cumplo con el paseo de todas las tardes por el parque, así descarga energías luego de estar todo el día metido dentro del departamento, una costumbre que tomamos cada vez que llego del ministerio y con poca paciencia espera a que me deshaga del traje. Siempre trato de hacerlo antes de que llegue Alecto, así compenso una tarea con otra y me libro de tener que lavar los platos. Lo veo abrir la puerta de mi habitación con su hocico para ir a echarse en la cama y cierro la de la entrada a mi espalda al contestar el mensaje de Holly diciéndole que estaré en unos minutos, lo poco que me tardo en desaparecerme en la acera para presentarme delante de su edificio y los minutos que estoy fuera me hacen consciente del calor que va sintiéndose por estar adentrándonos al verano. Será un infierno estar en pleno agosto entre papeles y gente incómoda con sus trajes, el calor tiene eso de ponernos a todos de un humor más irritable, como si hiciera falta con los ánimos que a veces se traen los del ministerio. No puedes soltar un bostezo arriba de la cafetera que tienes mil ojos puestos en tu nuca. ¿Por qué bostezaste? ¿Por qué tu bostezo duró tres segundos y no dos?
Por todo eso, entiendo que si hay un lugar donde podamos hablar con Holly, sin tener los oídos entrometidos de personas como Patricia o Tom, es su casa. Pero con la prisa que me hace entrar van a creer que se dedica a vender otro tipo de mercancía y no inofensiva comida china. —¡Claro! Tengo tanto café en el estómago que agradecería lo que fuera— digo. Todas las personas tienen maneras distintas de paliar el ajetreo del día al día, la mía es beber todas las tazas de café que pueda al día y eso es porque las otras maneras no están hechas para mí, la ironía de buscar calmar la mente con algo que lo exalta aún más. Debo de ser de los pocos espécimen que se sienten en paz con café negro y amargo. —No, gracias, no bebo. Pero si lo necesitas, puedes hacerlo con toda confianza y prometo no grabar nada— trato de darle la tranquilidad que necesita para que ese nerviosismo que se percibe en ella y la tiene moviéndose de un lado al otro, se vaya disipando. —No hay problema con la hora, para eso estamos, ¿no?— digo, que pese a trabajar en el mismo departamento y vernos todos los días, parece necesario reafirmar el hecho de que estamos juntos en esto y dentro del Capitolio, nunca debería estar la duda de que podemos acudir entre nosotros.
Me acomodo en el suelo con las piernas cruzadas y siento el intenso olor de la comida antes de que termine de abrir la bolsa. —Sí, también lo hicieron, pero no tenía nada para contar…— contesto. Mis hombros caen al girarme hacia ella y puedo entender por qué se ve tan nerviosa, antes solía sentirme cargado de muchas cosas y a punto de explotar, ahora trato de sentirme ligero, me concentro en lo poco, más cercano y lo más inmediato. Trato, no digo que pueda cumplirlo todos los días. —¿Tuviste problemas cuando te interrogaron?— consulto, porque pensé que había sabido cómo salir de esa situación, pero me preocupa que no haya sido el caso. —El ministerio se pone tenso por momentos, pero algo me dice que hay más problemas entre los de arriba, que sospechas hacia los de abajo. Nosotros somos un par más del montón, pero ellos son pocos y se conocen entre sí— la calmo por el lado del que creo que viene su inquietud, el ser descubiertos, no por las cuestión interna de preguntarse lo que está haciendo. La ayudo a sacar lo que hay en el interior de la bolsa y me apropio de mis palillos. —Por las dudas, no te arriesgues más de la cuenta. Luego de lo del armario, trata de que pase un tiempo sin exponerte demasiado, si necesitas hacer algo importante puedes decirme.
Por todo eso, entiendo que si hay un lugar donde podamos hablar con Holly, sin tener los oídos entrometidos de personas como Patricia o Tom, es su casa. Pero con la prisa que me hace entrar van a creer que se dedica a vender otro tipo de mercancía y no inofensiva comida china. —¡Claro! Tengo tanto café en el estómago que agradecería lo que fuera— digo. Todas las personas tienen maneras distintas de paliar el ajetreo del día al día, la mía es beber todas las tazas de café que pueda al día y eso es porque las otras maneras no están hechas para mí, la ironía de buscar calmar la mente con algo que lo exalta aún más. Debo de ser de los pocos espécimen que se sienten en paz con café negro y amargo. —No, gracias, no bebo. Pero si lo necesitas, puedes hacerlo con toda confianza y prometo no grabar nada— trato de darle la tranquilidad que necesita para que ese nerviosismo que se percibe en ella y la tiene moviéndose de un lado al otro, se vaya disipando. —No hay problema con la hora, para eso estamos, ¿no?— digo, que pese a trabajar en el mismo departamento y vernos todos los días, parece necesario reafirmar el hecho de que estamos juntos en esto y dentro del Capitolio, nunca debería estar la duda de que podemos acudir entre nosotros.
Me acomodo en el suelo con las piernas cruzadas y siento el intenso olor de la comida antes de que termine de abrir la bolsa. —Sí, también lo hicieron, pero no tenía nada para contar…— contesto. Mis hombros caen al girarme hacia ella y puedo entender por qué se ve tan nerviosa, antes solía sentirme cargado de muchas cosas y a punto de explotar, ahora trato de sentirme ligero, me concentro en lo poco, más cercano y lo más inmediato. Trato, no digo que pueda cumplirlo todos los días. —¿Tuviste problemas cuando te interrogaron?— consulto, porque pensé que había sabido cómo salir de esa situación, pero me preocupa que no haya sido el caso. —El ministerio se pone tenso por momentos, pero algo me dice que hay más problemas entre los de arriba, que sospechas hacia los de abajo. Nosotros somos un par más del montón, pero ellos son pocos y se conocen entre sí— la calmo por el lado del que creo que viene su inquietud, el ser descubiertos, no por las cuestión interna de preguntarse lo que está haciendo. La ayudo a sacar lo que hay en el interior de la bolsa y me apropio de mis palillos. —Por las dudas, no te arriesgues más de la cuenta. Luego de lo del armario, trata de que pase un tiempo sin exponerte demasiado, si necesitas hacer algo importante puedes decirme.
Se me disparan las cejas hacia arriba, que no recuerdo que David fuese anti-alcohol; aún tengo en la memoria que se la pasó vomitando en la fiesta de cumpleaños de Ken, pero allá él. Me limito a menear la cabeza con una sacudida rápida de la mano, que los chupitos pueden quedar en el olvido mientras me lleno el estómago de algo más sustancioso — No me lo digas dos veces, que sino empezaré a llamarte a las tres de la mañana cuando tenga una crisis y te obligaré a pintarme las uñas de los pies mientras me escuchas llorar sobre mis desgracias diarias — bromeo, como si no hubiera terminado así con las chicas de vez en cuando. Lo malo es que viven lejos, pero aún tengo muy fresca la última vez que llamé a Mimi a grito pelado porque había tenido un mal día. Me gustaría tener un carácter más sereno, pero tampoco puedo cambiar mi personalidad a gusto y piaccere.
Acomodo la bandeja de chop suey en el medio de la mesita, ciertamente aliviada de que no ha tenido problemas. En mi cabeza, todo esto funciona como una enorme red. Están los nombres en los extremos, unidos por hilos invisibles que se van moviendo y mezclando hasta el punto en el cual, si uno vibra, lo hacen todos. Si uno cae, también lo hacen todos. Es un pensamiento fatalista, pero inevitable — No, no — me apresuro a aclarar — Era un hombre, así que fue bastante sencillo el zafarse de ello — a su vez, también me produce el malestar de la sospecha de que me harán repetir la entrevista. No es muy inteligente dejar que un auror masculino sea quien entreviste a un puñado de veelas, pero algunas cosas acabaron siendo al azar en medio de todo el ajetreo. Tomo los palitos en lo que empujo algunos arrollados primavera para colocarlos junto a la bandeja anterior y acerco el arroz con verduras, sirviendo un poco de todo dentro de un platito, ayudándome con los palillos — ¿Crees que la sospecha está puesta en las personas que resaltan? — pregunto — He oído rumores de que echaron culpas dentro de los inefables. Muchos miraron con mala cara a un sujeto del nueve que dicen que estaba ligado a nosotros y algunos hasta dicen que al cuñado del señor Powell lo movieron por principal sospechoso. Es como que nadie sabe lo que está sucediendo y eso ayuda a que hablen de más. ¡Patricia hasta empezó a preguntarles a todos dónde estábamos la noche del golpe! — metiche asquerosa, como si sus habilidades para el chisme fuesen a volverla una detective privada. De seguro solo estaba esperando que la coartada de sus compañeros incluyan a otros con quienes emparejarlos.
Empiezo a llenarme la boca, no soy la persona más hábil cuando se trata de los palitos pero, con el hambre que tengo, hasta puedo decir que lo estoy haciendo de manera decente. Tengo que cubrirme la boca con el dorso de la mano para masticar, tragar y poder hablar — Gracias, Dave — contesto de todo corazón. Dejo caer los hombros — Sé que estoy siendo paranoica, pero es que… En verdad no sé cómo lo haces — me siento un poco patética al tener que explicar esto, así que me entretengo haciéndome con uno de los arrolladitos, cuyo aceite se patina entre mis yemas — No me arrepiento de ayudar, tampoco dejaré de hacerlo. Pero a veces siento que estoy viviendo entre dos mundos y no tengo idea de cómo hacerlos funcionar de manera armónica, en especial cuando paso horas en el ministerio, viendo a la cara a las personas que estamos tratando de derrocar. Y temo decir o dar un paso en falso y… ¡Zas! — utilizo el palito para pasarlo de manera horizontal por delante de mi garganta.
Acomodo la bandeja de chop suey en el medio de la mesita, ciertamente aliviada de que no ha tenido problemas. En mi cabeza, todo esto funciona como una enorme red. Están los nombres en los extremos, unidos por hilos invisibles que se van moviendo y mezclando hasta el punto en el cual, si uno vibra, lo hacen todos. Si uno cae, también lo hacen todos. Es un pensamiento fatalista, pero inevitable — No, no — me apresuro a aclarar — Era un hombre, así que fue bastante sencillo el zafarse de ello — a su vez, también me produce el malestar de la sospecha de que me harán repetir la entrevista. No es muy inteligente dejar que un auror masculino sea quien entreviste a un puñado de veelas, pero algunas cosas acabaron siendo al azar en medio de todo el ajetreo. Tomo los palitos en lo que empujo algunos arrollados primavera para colocarlos junto a la bandeja anterior y acerco el arroz con verduras, sirviendo un poco de todo dentro de un platito, ayudándome con los palillos — ¿Crees que la sospecha está puesta en las personas que resaltan? — pregunto — He oído rumores de que echaron culpas dentro de los inefables. Muchos miraron con mala cara a un sujeto del nueve que dicen que estaba ligado a nosotros y algunos hasta dicen que al cuñado del señor Powell lo movieron por principal sospechoso. Es como que nadie sabe lo que está sucediendo y eso ayuda a que hablen de más. ¡Patricia hasta empezó a preguntarles a todos dónde estábamos la noche del golpe! — metiche asquerosa, como si sus habilidades para el chisme fuesen a volverla una detective privada. De seguro solo estaba esperando que la coartada de sus compañeros incluyan a otros con quienes emparejarlos.
Empiezo a llenarme la boca, no soy la persona más hábil cuando se trata de los palitos pero, con el hambre que tengo, hasta puedo decir que lo estoy haciendo de manera decente. Tengo que cubrirme la boca con el dorso de la mano para masticar, tragar y poder hablar — Gracias, Dave — contesto de todo corazón. Dejo caer los hombros — Sé que estoy siendo paranoica, pero es que… En verdad no sé cómo lo haces — me siento un poco patética al tener que explicar esto, así que me entretengo haciéndome con uno de los arrolladitos, cuyo aceite se patina entre mis yemas — No me arrepiento de ayudar, tampoco dejaré de hacerlo. Pero a veces siento que estoy viviendo entre dos mundos y no tengo idea de cómo hacerlos funcionar de manera armónica, en especial cuando paso horas en el ministerio, viendo a la cara a las personas que estamos tratando de derrocar. Y temo decir o dar un paso en falso y… ¡Zas! — utilizo el palito para pasarlo de manera horizontal por delante de mi garganta.
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Puesto que los motivos de charlas como esta son bastantes serios, entiendo que trate de hacer una broma sobre ello, así que solo me sonrío. —Puedo prometer intentar contestar una llamada a las tres de la mañana, pero sacarme de la cama en la que estoy durmiendo suele ser una tarea colosal hasta para mí, debe ser porque soy piscis— uso esa explicación generalista que viene bien para cada ocasión y hace parte al chiste, —dicen que dormir es nuestro gran talento—, entre otras cosas que me hacen reír cuando alguien lo comenta en la oficina, mientras leen los horóscopos de la mañana entre las noticias sobre las que debemos estar al tanto para saber a qué humores atenernos ese día. Si bien es una broma, entiendo la necesidad de tener alguien con quien hablar de la nada y de los días duros, no creo que las compañeras de la oficina puedan ser comparadas con las chicas del nueve. Si yo no hubiera encontrado a ese alguien al otro lado de la puerta que cruzaba todos los días, de seguro hubiera enloquecido.
Un día duro roza la posibilidad de ser un día nefasto en más de una ocasión, los interrogatorios al personal del ministerio suelen ser esas marcas rojas en el calendario. Me daban pesadillas las primeras veces que tuve que pasar por esas entrevistas. —La suerte a tu favor— suspiro de alivio al saber que pudo librarse sin sospechas, que aun siendo una veela no quita el preocuparnos entre nosotros y el problema suele ser ese, que por ser veela llega a exponerse un poco más, confiando en que podrá salirse de la situación y espero que siga siendo así. Pero nadie tiene nervios de acero, escucho su desahogo sobre lo estresante que se ha puesto y las cientos de preguntas que nos acosan por día, voy sirviéndome mi parte de la comida mientras lo cuenta porque no quiero interrumpirla. —No me sorprende que se pisen la cola entre ellos, tampoco de que terminen eligiendo chivos expiatorios. ¿Sospechan de Sawyer? Eso es ridículo, si lo hacen es porque necesitan alguien sobre quien echar culpas, lo conozco… bueno, no, conozco a su esposa… es una buena persona, ¿cómo alguien podría desconfiar en él?—. Tanto él como Phoebe pasaron un tiempo viviendo en el norte, conozco esa parte de la historia, ¡pero es Phoebe! Nunca se casaría con un cretino. —Y sí creo que en eso de que van por los nombres más destacados primero, siempre buscan que sus limpiezas den para hablar, como Weynart. Todos lo conocemos y también a su familia. Eso que suelen decir en cada coliseo, que lo hacen para dar ejemplo de lo que pasa a los que incumplen…— y lo digo con la pesadumbre de haber perdido a mi abuelo en el último, con el mal augurio de que somos candidatos para otro, ojalá que no. No estoy ayudando a la paranoia de Holly.
—Mantengamos el bajo perfil— es todo consejo que pueda dar para nuestra supervivencia. Me ayudo con los palillos para llevarme un bocado, que acompaño con mi palma por si llega a caerse algo y tengo tiempo de tragar antes de tener que contestarle con una calma en la que trato de sostenerme desde hace meses para no volver a caer en las crisis que no me llevan a ningún lugar. —Ya estuve en ese punto— le cuento, terminando de tragar lo que tengo en la garganta, —en el medio de todo, sin saber si era de este lugar, del otro, con esta gente, con la otra…— revuelvo un poco el arroz con los palillos para tener algo que hacer, —con la diferencia de que no quería pensarlo como «personas a las que derrocar”». Eran personas que me importaban, de este lado, del otro… —. No creo que sirva de mucho contar cómo cada uno lo resuelve, pareciera que todos tenemos las mismas motivaciones, pero no es así. Por dentro nos mueven cosas muy distintas. Lo que sirve es saber que no estamos solos en el sentimiento, al menos eso. —También tuve esta charla con Meerah. En su caso le dije que podíamos vernos dividirnos o como puntos de unión…— clavo los palillos en la mesa y miro a la pared que está a su espalda. —En nuestro caso, hay que definir distancias. Mantente cerca de lo que o quienes realmente te importan, el resto hazlo a una distancia que no te afecte. Sino vas a enloquecer, son demasiadas cosas, las cosas nos afectan en la medida de la importancia que le damos, dásela solo a las cosas que lo merecen, lo demás trata de hacerlo sin pensar demasiado.
Un día duro roza la posibilidad de ser un día nefasto en más de una ocasión, los interrogatorios al personal del ministerio suelen ser esas marcas rojas en el calendario. Me daban pesadillas las primeras veces que tuve que pasar por esas entrevistas. —La suerte a tu favor— suspiro de alivio al saber que pudo librarse sin sospechas, que aun siendo una veela no quita el preocuparnos entre nosotros y el problema suele ser ese, que por ser veela llega a exponerse un poco más, confiando en que podrá salirse de la situación y espero que siga siendo así. Pero nadie tiene nervios de acero, escucho su desahogo sobre lo estresante que se ha puesto y las cientos de preguntas que nos acosan por día, voy sirviéndome mi parte de la comida mientras lo cuenta porque no quiero interrumpirla. —No me sorprende que se pisen la cola entre ellos, tampoco de que terminen eligiendo chivos expiatorios. ¿Sospechan de Sawyer? Eso es ridículo, si lo hacen es porque necesitan alguien sobre quien echar culpas, lo conozco… bueno, no, conozco a su esposa… es una buena persona, ¿cómo alguien podría desconfiar en él?—. Tanto él como Phoebe pasaron un tiempo viviendo en el norte, conozco esa parte de la historia, ¡pero es Phoebe! Nunca se casaría con un cretino. —Y sí creo que en eso de que van por los nombres más destacados primero, siempre buscan que sus limpiezas den para hablar, como Weynart. Todos lo conocemos y también a su familia. Eso que suelen decir en cada coliseo, que lo hacen para dar ejemplo de lo que pasa a los que incumplen…— y lo digo con la pesadumbre de haber perdido a mi abuelo en el último, con el mal augurio de que somos candidatos para otro, ojalá que no. No estoy ayudando a la paranoia de Holly.
—Mantengamos el bajo perfil— es todo consejo que pueda dar para nuestra supervivencia. Me ayudo con los palillos para llevarme un bocado, que acompaño con mi palma por si llega a caerse algo y tengo tiempo de tragar antes de tener que contestarle con una calma en la que trato de sostenerme desde hace meses para no volver a caer en las crisis que no me llevan a ningún lugar. —Ya estuve en ese punto— le cuento, terminando de tragar lo que tengo en la garganta, —en el medio de todo, sin saber si era de este lugar, del otro, con esta gente, con la otra…— revuelvo un poco el arroz con los palillos para tener algo que hacer, —con la diferencia de que no quería pensarlo como «personas a las que derrocar”». Eran personas que me importaban, de este lado, del otro… —. No creo que sirva de mucho contar cómo cada uno lo resuelve, pareciera que todos tenemos las mismas motivaciones, pero no es así. Por dentro nos mueven cosas muy distintas. Lo que sirve es saber que no estamos solos en el sentimiento, al menos eso. —También tuve esta charla con Meerah. En su caso le dije que podíamos vernos dividirnos o como puntos de unión…— clavo los palillos en la mesa y miro a la pared que está a su espalda. —En nuestro caso, hay que definir distancias. Mantente cerca de lo que o quienes realmente te importan, el resto hazlo a una distancia que no te afecte. Sino vas a enloquecer, son demasiadas cosas, las cosas nos afectan en la medida de la importancia que le damos, dásela solo a las cosas que lo merecen, lo demás trata de hacerlo sin pensar demasiado.
Nunca he comprendido muy bien cómo es que hay personas que tienen la suerte a su favor, porque en mi caso son solamente rachas y, por el momento, solo diré que estaré en una buena hasta que se den cuenta de lo que he hecho. Lo harán, a veces siento que tengo que alejarme del departamento de aurores porque sus ojos se sienten invasivos; hay que ver cómo es que terminé de una manera ridícula cenando con una familia repleta de ellos. Bah, no llegamos a cenar, pero la intención estuvo. Estoy masticando cuando me encojo de hombros, que no conozco bien a Sawyer y, lo poco que sé de él, es que es un sujeto demasiado grande con cara de pan y actitud cabizbaja, muchos dirían que hasta tímida — ¿Cuándo no han necesitado a quien culpar? — lo hacen siempre, porque necesitan sentir que no se les escapa nada, cuando yo veo a los del nueve bastante lejos de sus garras y ni hablemos de los muggles que siguen a Richter. Esos ni saben dónde están metidos. Hago un mohín, que no conozco a Colin como para dar una opinión, pero su familia ha sido obviamente castigada por sus actos — ¿Crees que Riorden durará en el puesto de Jefe de Cazadores? Se siente como un premio consuelo hasta que puedan sacárselo de encima — todos saben que era fiel a Jamie Niniadis, no debe ser simpático para Magnar el tener un plantel de gente que no le chupe el culo y, de a poco, parece estar haciendo limpieza al respecto. Más si hay fidelidades que se ven comprometidas por apellidos manchados.
Tengo que tragar para soltar una vaga risita que se camufla bajo el dorso de mi mano, ese que apoyo sobre mis labios para que no se me vea la comida cuando encuentro divertida su imagen comiendo con los palitos — ¿Necesitas ayuda con eso? — puedo ir a buscar un tenedor si lo necesita. Puedo olvidarme de eso de inmediato, la diversión se me va patinando de la cara y me encuentro observando mi plato de comida con poca motivación. Puedo entender lo que me quiere decir, caer en la locura dentro de una vida llena de hipocresía debe ser la cosa más sencilla para la mente. Tengo que beber un poco de agua para poder sentir que no tengo la garganta seca y, así, poder hablar — No tengo mucho que me ate al ministerio — confieso — Si estoy aquí, es porque sé que busco la seguridad que me permite un trabajo que nunca tuve y… Bueno, te agotas de vivir en el norte — cuando yo me mudé, la idea de lo que es ahora el nueve no se presentaba ni en sueños — Sé que podría irme. Sé que, allí, los demás me recibirían con los brazos abiertos. ¿Qué pierdo si me voy? Absolutamente nada. Pero sé que soy útil donde estoy. Me es fácil conseguir información y ser un hilo comunicador entre Ava, Ben y los demás. Y además… Me interesa que la gente como yo tenga derechos y poder trabajarlos es importante para mí — en especial cuando me han condenado toda la vida. Primero por sangre sucia, después por veela. Odio decir esto, pero después de Ken, Magnar es la persona que más he oído hablar sobre derechos que me importan.
Cruzo mis brazos sobre el borde de la mesita, empujo algunos rastros de comida con la lengua hasta que puedo volver a abrir la boca — Puedo ir los fines de semana y juntarme a beber o comer dulces con los demás. Puedo ir a la fiesta de cumpleaños de personas como Hero o Ken. Puedo dormir al menos dos veces por semana en la casa de Mimi y Syv. Y luego toca volver a la realidad y, encontrar la línea invisible pero segura, se está volviendo cada vez más difícil. El otro día tuve que ir a llevar unos papeles a las oficinas del Wizengamot y pude ver a una mujer llorando desconsoladamente porque habían condenado a su marido por poseer un libro muggle con antigua información sobre la magia como acto impuro. Un libro, David. Uno que bien podría ser historia y solo la suprimen. Y solo me quedé mirándola, sin poder decir nada y morder la lengua duele cada vez más. Me enojo mucho más fácil que antes y mi tolerancia hacia la gente de esta ciudad o con esta mentalidad, me pone cada vez más… irritable — le sonrío, de medio lado y sin mucha gracia — Tengo que manipular mejor mi carácter si quiero que esto funcione, lo sé.
Tengo que tragar para soltar una vaga risita que se camufla bajo el dorso de mi mano, ese que apoyo sobre mis labios para que no se me vea la comida cuando encuentro divertida su imagen comiendo con los palitos — ¿Necesitas ayuda con eso? — puedo ir a buscar un tenedor si lo necesita. Puedo olvidarme de eso de inmediato, la diversión se me va patinando de la cara y me encuentro observando mi plato de comida con poca motivación. Puedo entender lo que me quiere decir, caer en la locura dentro de una vida llena de hipocresía debe ser la cosa más sencilla para la mente. Tengo que beber un poco de agua para poder sentir que no tengo la garganta seca y, así, poder hablar — No tengo mucho que me ate al ministerio — confieso — Si estoy aquí, es porque sé que busco la seguridad que me permite un trabajo que nunca tuve y… Bueno, te agotas de vivir en el norte — cuando yo me mudé, la idea de lo que es ahora el nueve no se presentaba ni en sueños — Sé que podría irme. Sé que, allí, los demás me recibirían con los brazos abiertos. ¿Qué pierdo si me voy? Absolutamente nada. Pero sé que soy útil donde estoy. Me es fácil conseguir información y ser un hilo comunicador entre Ava, Ben y los demás. Y además… Me interesa que la gente como yo tenga derechos y poder trabajarlos es importante para mí — en especial cuando me han condenado toda la vida. Primero por sangre sucia, después por veela. Odio decir esto, pero después de Ken, Magnar es la persona que más he oído hablar sobre derechos que me importan.
Cruzo mis brazos sobre el borde de la mesita, empujo algunos rastros de comida con la lengua hasta que puedo volver a abrir la boca — Puedo ir los fines de semana y juntarme a beber o comer dulces con los demás. Puedo ir a la fiesta de cumpleaños de personas como Hero o Ken. Puedo dormir al menos dos veces por semana en la casa de Mimi y Syv. Y luego toca volver a la realidad y, encontrar la línea invisible pero segura, se está volviendo cada vez más difícil. El otro día tuve que ir a llevar unos papeles a las oficinas del Wizengamot y pude ver a una mujer llorando desconsoladamente porque habían condenado a su marido por poseer un libro muggle con antigua información sobre la magia como acto impuro. Un libro, David. Uno que bien podría ser historia y solo la suprimen. Y solo me quedé mirándola, sin poder decir nada y morder la lengua duele cada vez más. Me enojo mucho más fácil que antes y mi tolerancia hacia la gente de esta ciudad o con esta mentalidad, me pone cada vez más… irritable — le sonrío, de medio lado y sin mucha gracia — Tengo que manipular mejor mi carácter si quiero que esto funcione, lo sé.
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—Sí, durará. Lo han movido porque a Magnar no le conviene seguir teniéndolo como ministro, pero… ¿sacarías del todo del tablero a alguien que tiene a un hermano entre los rebeldes y era leal a su madre, no a él? Retenerlo en el borde es una manera de seguir sujetándolo de las pelotas— esa es mi opinión si la pide, se poco sobre el juego político así que yo que ella no tomaría mis palabras como aseveraciones serias, estudiar leyes no te otorga una maestría inmediata en manipulación a través del poder, esa es otra esfera en que todo lo que aprende es desde la práctica y apunto a ejercer en tribunales, no a puestos que se disputan el poder político. —Estoy bien, si la comida china va a vencerme que quede claro que nunca me rendí con los palillos…— contesto de pasada a su pregunta, que la comida pronto pierde mi interés y no por el esfuerzo de pescar arroces, sino porque la charla es del tipo que te cierra el estómago.
—Somos útiles donde estamos— repito, estoy de acuerdo con ella en eso y es lo que me sostiene en el trabajo que he vuelto a hacer, luego de las semanas en las que no tuve claro si merecía la pena volver. —Son derechos que te corresponden, yo tampoco te diría que renuncies a ellos como una manera de… no sé, mostrar tu oposición. Me preocupa que en el ministerio se queden solo las personas afines a Magnar y eso provoque nuevos estigmas, que el ministerio con todas las personas dentro se convierta en el enemigo… cuando no tiene por qué ser así, dentro del ministerio hay personas y estoy seguro que hay más personas de las que pensamos, que apoyarían a Kendrick. Pero irse es ceder espacio y quedarse es también su manera de resistir…— hasta que las cosas mejoren, ¿no es lo que crecí escuchando? Esperar al después de que las cosas mejoren, cuando deseo en verdad hacer algo para que así sea entonces no se reduce a un horizonte que nunca alcanzamos. —Tengo esa idea de que nunca estamos tan solos como creemos, hay más personas que piensan igual, al final todos nos encontramos…— quizás no en el ministerio, donde es un riesgo. Pero hay cierto magnetismo natural entre las personas que están hechas para encontrarse.
—Esas son las cosas que tenemos que soportar por estar donde estamos, pero lo asumimos cuando decidimos que donde estamos somos útiles— suspiro porque lo de esa mujer se parece a los muchos casos que toca leer, tipear y revisar todos los días, ella misma imprimió el informe sobre la muerte de Locki que nos afectó a ambos. —Decidimos pararnos donde estamos aun sabiendo que eso te coloca a ti cerca de la oficina de una ministra que sabes que fue quien mató a Locki y a mí golpeando las puertas de oficinas de jueces que fueron los que condenaron a Raven a morir quemada— y no, no menciono a Ferdia, no porque esté exento de la injusticia, sino porque él hizo lo que hizo porque creía en ello, asumió el castigo sin arrepentimientos, pero hay muchísimas personas que solo se encuentran de pronto en circunstancias que no eligen y literalmente mueren. No, no quiero empezar un repaso de muertos, así que ordeno a mi mente a salir de esa tarea. —Estamos en un frente distinto a los demás, en el que debemos ver injusticias todos los días y saber quedarnos en nuestro escritorio. Ayuda a pensar en el después, no estamos donde estamos para dar una solución ahora, sino en algo que puede tardar años…— musito, —y algo que he podido ver es que esta guerra se está alargando lo suficiente como para ir moldeando nuestros temperamentos, confío en que dentro de unos años podamos seguir sosteniendo en lo que creemos, pero seremos muy distintos a como empezamos, así que… ¿paciencia?
—Somos útiles donde estamos— repito, estoy de acuerdo con ella en eso y es lo que me sostiene en el trabajo que he vuelto a hacer, luego de las semanas en las que no tuve claro si merecía la pena volver. —Son derechos que te corresponden, yo tampoco te diría que renuncies a ellos como una manera de… no sé, mostrar tu oposición. Me preocupa que en el ministerio se queden solo las personas afines a Magnar y eso provoque nuevos estigmas, que el ministerio con todas las personas dentro se convierta en el enemigo… cuando no tiene por qué ser así, dentro del ministerio hay personas y estoy seguro que hay más personas de las que pensamos, que apoyarían a Kendrick. Pero irse es ceder espacio y quedarse es también su manera de resistir…— hasta que las cosas mejoren, ¿no es lo que crecí escuchando? Esperar al después de que las cosas mejoren, cuando deseo en verdad hacer algo para que así sea entonces no se reduce a un horizonte que nunca alcanzamos. —Tengo esa idea de que nunca estamos tan solos como creemos, hay más personas que piensan igual, al final todos nos encontramos…— quizás no en el ministerio, donde es un riesgo. Pero hay cierto magnetismo natural entre las personas que están hechas para encontrarse.
—Esas son las cosas que tenemos que soportar por estar donde estamos, pero lo asumimos cuando decidimos que donde estamos somos útiles— suspiro porque lo de esa mujer se parece a los muchos casos que toca leer, tipear y revisar todos los días, ella misma imprimió el informe sobre la muerte de Locki que nos afectó a ambos. —Decidimos pararnos donde estamos aun sabiendo que eso te coloca a ti cerca de la oficina de una ministra que sabes que fue quien mató a Locki y a mí golpeando las puertas de oficinas de jueces que fueron los que condenaron a Raven a morir quemada— y no, no menciono a Ferdia, no porque esté exento de la injusticia, sino porque él hizo lo que hizo porque creía en ello, asumió el castigo sin arrepentimientos, pero hay muchísimas personas que solo se encuentran de pronto en circunstancias que no eligen y literalmente mueren. No, no quiero empezar un repaso de muertos, así que ordeno a mi mente a salir de esa tarea. —Estamos en un frente distinto a los demás, en el que debemos ver injusticias todos los días y saber quedarnos en nuestro escritorio. Ayuda a pensar en el después, no estamos donde estamos para dar una solución ahora, sino en algo que puede tardar años…— musito, —y algo que he podido ver es que esta guerra se está alargando lo suficiente como para ir moldeando nuestros temperamentos, confío en que dentro de unos años podamos seguir sosteniendo en lo que creemos, pero seremos muy distintos a como empezamos, así que… ¿paciencia?
— No lo había pensado de esa manera — confieso. La idea de que el ministerio no sea más que un océano de magos fieles a las ideas del gobierno hace que me estremezca, ni siquiera me ayuda el que sea una noche cálida. Dentro de mi mente es una imagen turbia, cargada de rostros pesados y pasos muertos, porque lo único que veo en ese edificio todos los días es amargura. Veo a los soldados, a los funcionarios, a los ministros y lo único que puedo ver en ellos son hombros caídos y el peso de la miseria sobre sus cabezas. Moverme en el departamento de justicia me lo deja más en evidencia, los jueces tienen un aire de superioridad que me da asco. La sonrisa que le dedico acaba por parecerse a una algo irónica, compadeciéndome de su ingenuidad o, tal vez, positivismo — No diré que todos, pero a veces creo que la mayoría de personas que están dentro del Capitolio no moverían jamás un dedo por los derechos que el consejo del nueve está tratando de reclamar. Están cómodos, Dave. ¿Para qué arriesgarse a perderlo todo, si Magnar tiene los medios y el resto son solo los que se oponen? — dejando de lado las batallas ganadas, ese es otro tema. Nos guste o no, esto de la revolución está siendo un trabajo de hormiga.
Me da un poco de vergüenza ser lo suficientemente orgullosa como para tener que desviar la mirada violentamente ante la mención de Locki. Soy consciente de cómo es que me trepa el calor por mi rostro y carraspeo, llevándome el vaso de agua a los labios. Hay algo en esa mujer que me produce escalofríos, que me hace sentir que algo brota como lava dentro de mí y, en más de una ocasión, me he descubierto chamuscando papeles sin siquiera darme cuenta. Se me escapa un bufido — ¿Crees que va a durar años? — por favor, que no se cumpla su predicción, que aquí la veela soy yo. Mis emociones son confusas, por momentos tengo la horrible sensación de que lo peor está a punto de pasar y no tengo idea de lo que será, cuando todo indica que hay planes para llevar los ataques a otro nivel — Creo que será algo gradual y acabaremos por no darnos cuenta. Algún día nos levantaremos y mirar para atrás será vertiginoso… Pero no tengo idea de lo que será de nosotros para ese entonces — hoy puedo decir que me mantengo firme a lo que siempre he sido, pero no sé qué sucedería conmigo si perdiese a alguien más. Ya hemos descubierto que la gente muere, todo el tiempo.
Me lleno la boca de comida, así que puedo mantenerme entretenida con eso hasta que el tragar me quita la excusa. Acabo por reírme entre dientes, aunque está claro que no estoy en verdad divertida — Hace un tiempo perdí una apuesta contra mi vecino. ¿Sabes quién se me mudó al lado? Luka Romanov, el sobrino del ministro Helmuth — ruedo los ojos hasta ponerlos en blanco — Me hizo ir a cenar con toda su familia de aurores puristas, fingiendo ser su novia o algo parecido, para fastidiar a todo el mundo. No tienes idea de lo humillante que fue, Dave. No solo me miraban como si fuese sumamente inferior a ellos, como una especie de perro rabioso, sino que también me he enterado que arruiné la pareja de su hermana sin siquiera saberlo. Y me di cuenta de que las personas con las que tratamos todos los días en el ministerio, jamás me van a ver como su igual. Jamás lo voy a ser y no, no quiero ser como ellos, pero ese tipo de cosas hacen que tenga ganas de ver cómo todo se les va a la mierda — vengativa, lo sé, pero no puedo evitarlo. Está en mi naturaleza.
Me da un poco de vergüenza ser lo suficientemente orgullosa como para tener que desviar la mirada violentamente ante la mención de Locki. Soy consciente de cómo es que me trepa el calor por mi rostro y carraspeo, llevándome el vaso de agua a los labios. Hay algo en esa mujer que me produce escalofríos, que me hace sentir que algo brota como lava dentro de mí y, en más de una ocasión, me he descubierto chamuscando papeles sin siquiera darme cuenta. Se me escapa un bufido — ¿Crees que va a durar años? — por favor, que no se cumpla su predicción, que aquí la veela soy yo. Mis emociones son confusas, por momentos tengo la horrible sensación de que lo peor está a punto de pasar y no tengo idea de lo que será, cuando todo indica que hay planes para llevar los ataques a otro nivel — Creo que será algo gradual y acabaremos por no darnos cuenta. Algún día nos levantaremos y mirar para atrás será vertiginoso… Pero no tengo idea de lo que será de nosotros para ese entonces — hoy puedo decir que me mantengo firme a lo que siempre he sido, pero no sé qué sucedería conmigo si perdiese a alguien más. Ya hemos descubierto que la gente muere, todo el tiempo.
Me lleno la boca de comida, así que puedo mantenerme entretenida con eso hasta que el tragar me quita la excusa. Acabo por reírme entre dientes, aunque está claro que no estoy en verdad divertida — Hace un tiempo perdí una apuesta contra mi vecino. ¿Sabes quién se me mudó al lado? Luka Romanov, el sobrino del ministro Helmuth — ruedo los ojos hasta ponerlos en blanco — Me hizo ir a cenar con toda su familia de aurores puristas, fingiendo ser su novia o algo parecido, para fastidiar a todo el mundo. No tienes idea de lo humillante que fue, Dave. No solo me miraban como si fuese sumamente inferior a ellos, como una especie de perro rabioso, sino que también me he enterado que arruiné la pareja de su hermana sin siquiera saberlo. Y me di cuenta de que las personas con las que tratamos todos los días en el ministerio, jamás me van a ver como su igual. Jamás lo voy a ser y no, no quiero ser como ellos, pero ese tipo de cosas hacen que tenga ganas de ver cómo todo se les va a la mierda — vengativa, lo sé, pero no puedo evitarlo. Está en mi naturaleza.
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—Es mucho más complejo que el hecho de que están simplemente cómodos— opino, ¿puedo hacerlo, no? Nada de lo que estoy diciendo está siendo puesto a una evaluación de aciertos y desaciertos, hay comida china en el medio y mi torpeza con los palillos. —Tenemos un gobierno que centralizó toda la información que se debe dar y mueve todos los mecanismos para publicidad de su propia ideología. Las personas tenemos cierta racionalidad individual que importa en la mitad de las opiniones que formamos, la otra mitad se encarga lo que tomamos de nuestro entorno— uso mis palillos para ir marcando cada uno de esos puntos. —Usan el miedo para controlar. Porque mientras te mantengas en tu sitio, estás bien, no tienes nada de qué preocuparte. Pero si te mueves comienzan las problemas— sigo. —También hay otra cuestión, la espiral del silencio. Las personas tienden a expresar en voz alta la opinión de la mayoría o la que creen que es la aceptada, por miedo… a ser apartados por otros. Miedo, todo el tiempo, está ahí.
Suena a que estoy justificando a quienes eligen no actuar y de cierta manera lo hago, me pongo del lado de ellos defendiéndolos, porque tengo la esperanza de que habrá un día en el que al ponerse uno de pie, servirá para que el resto lo imite. —Si— contesto sin inmutarme, logro cargar mis palillos con comida que me llevo a la boca, —durará años—. Es una certeza para la que no necesito consultarle a nadie, me hice a la idea de que así será y me resulta útil para tomar decisiones en el presente, dejar el final de esta guerra para mucho más adelante. —Será como la vida misma, cambiaremos porque hace falta cambiar, las personas que seamos serán las que tengamos que ser en ese momento y… espero que los arrepentimientos no pesen demasiado, así podremos disfrutar de aquello por lo que luchamos. ¿No está mal querer eso, verdad? Por eso quiero creer que estoy del lado de quienes para ganar esta guerra no arrasarán con todo, sino que sabrán diferenciar a los verdaderos enemigos de la gran mayoría que solo está haciendo lo que debe hacer…— me distraigo en revolver el arroz al pensar en la familia y los amigos a los que me gustaría que se les diera una renovada seguridad sobre sus vidas cuando todo cambie, y que si estoy en el medio, eso me sirva para estar un paso más cerca del extremo en el que se encuentra Alecto como auror y pueda darle mi mano.
No creo que personas como Alec, ni quienes nacieron en los privilegios de pertenecer a una familia de magos, deban ser considerados como enemigos a la ligera, porque eso también me incluiría. Hasta mi padre todos habían sido magos puros, puede que si las cosas hubieran sido distintas, los Meyer no serían muy diferentes a los Helmuth, con su presencia marcada en el ministerio y apoyando a la ideología pro-magos aportando uno o dos hijos como aurores. Mastico mi bocado de comida mientras la escucho relatar su experiencia con una de las familias más elitistas que podría haber en Neopanem, cuando todo lo que dice al final deja en claro que ir a esa cena fue exponerse a que le hicieran sentir su menosprecio en la impunidad que da un espacio privado, pero nunca debes decirle a tus amigos: ¿por qué demonios fuiste? —¿Me estás diciendo que Romanov te llevó como su novia falsa para que todos pudieran insultarte a la cara y divertirse a costa de ello? ¿No hizo nada? ¿Ninguno?— pregunto, es increíble cómo puede conservar la vena más discriminadora en lo íntimo de las familias puristas. —Holly, está bien que no seas igual y que jamás seas igual a personas que son una mierda, lo que no pasa porque sean puristas o no. Si para Romanov todo fue un juego a tu costa en el que se rió mientras te insultaban, dice más cosas de él, que de su familia en sí. Y espero que le hayas dado un buen puñetazo— remarco con mi palillo en el aire. —Pero no te aconsejo que a partir del trato de una familia elitista, metas a todo el ministerio en una bolsa, ni siquiera a todas las familias puristas. Hero, Meerah, Synnove, Jim, Sage son muy buenos ejemplos de cómo las experiencias cambian a las personas y en su trato a los demás para reconocerlos como iguales— tengo que acotar esto para no perderlo de vista. — No digo que hagas de predicadora con Romanov aprovechando que lo tienes de vecino, porque si es un idiota, es un caso perdido.
Suena a que estoy justificando a quienes eligen no actuar y de cierta manera lo hago, me pongo del lado de ellos defendiéndolos, porque tengo la esperanza de que habrá un día en el que al ponerse uno de pie, servirá para que el resto lo imite. —Si— contesto sin inmutarme, logro cargar mis palillos con comida que me llevo a la boca, —durará años—. Es una certeza para la que no necesito consultarle a nadie, me hice a la idea de que así será y me resulta útil para tomar decisiones en el presente, dejar el final de esta guerra para mucho más adelante. —Será como la vida misma, cambiaremos porque hace falta cambiar, las personas que seamos serán las que tengamos que ser en ese momento y… espero que los arrepentimientos no pesen demasiado, así podremos disfrutar de aquello por lo que luchamos. ¿No está mal querer eso, verdad? Por eso quiero creer que estoy del lado de quienes para ganar esta guerra no arrasarán con todo, sino que sabrán diferenciar a los verdaderos enemigos de la gran mayoría que solo está haciendo lo que debe hacer…— me distraigo en revolver el arroz al pensar en la familia y los amigos a los que me gustaría que se les diera una renovada seguridad sobre sus vidas cuando todo cambie, y que si estoy en el medio, eso me sirva para estar un paso más cerca del extremo en el que se encuentra Alecto como auror y pueda darle mi mano.
No creo que personas como Alec, ni quienes nacieron en los privilegios de pertenecer a una familia de magos, deban ser considerados como enemigos a la ligera, porque eso también me incluiría. Hasta mi padre todos habían sido magos puros, puede que si las cosas hubieran sido distintas, los Meyer no serían muy diferentes a los Helmuth, con su presencia marcada en el ministerio y apoyando a la ideología pro-magos aportando uno o dos hijos como aurores. Mastico mi bocado de comida mientras la escucho relatar su experiencia con una de las familias más elitistas que podría haber en Neopanem, cuando todo lo que dice al final deja en claro que ir a esa cena fue exponerse a que le hicieran sentir su menosprecio en la impunidad que da un espacio privado, pero nunca debes decirle a tus amigos: ¿por qué demonios fuiste? —¿Me estás diciendo que Romanov te llevó como su novia falsa para que todos pudieran insultarte a la cara y divertirse a costa de ello? ¿No hizo nada? ¿Ninguno?— pregunto, es increíble cómo puede conservar la vena más discriminadora en lo íntimo de las familias puristas. —Holly, está bien que no seas igual y que jamás seas igual a personas que son una mierda, lo que no pasa porque sean puristas o no. Si para Romanov todo fue un juego a tu costa en el que se rió mientras te insultaban, dice más cosas de él, que de su familia en sí. Y espero que le hayas dado un buen puñetazo— remarco con mi palillo en el aire. —Pero no te aconsejo que a partir del trato de una familia elitista, metas a todo el ministerio en una bolsa, ni siquiera a todas las familias puristas. Hero, Meerah, Synnove, Jim, Sage son muy buenos ejemplos de cómo las experiencias cambian a las personas y en su trato a los demás para reconocerlos como iguales— tengo que acotar esto para no perderlo de vista. — No digo que hagas de predicadora con Romanov aprovechando que lo tienes de vecino, porque si es un idiota, es un caso perdido.
Todo lo que dice David me amarga. Sé que es una tontería, me estaría mintiendo a mí misma si me hubiera convencido de que todo se acabará mañana, que todos podremos solucionar esta enorme incógnita con un chasquido de nuestros dedos. Aún así, en la parte más ilusa e infantil de mi ser, me reconozco como una soñadora, una persona que ha pensado que el camino estaba cerca de terminar cuando solo ha comenzado a agitarse el fuego, ese que está lanzando chispas que, poco a poco, irán creciendo hasta transformar todo en cenizas. ¿Cuánto demorará en encenderse? ¿Por cuánto más tendremos que soportar que las personas cobardes se aferren a la seguridad falsa de un gobierno nefasto? No creo que el consejo del nueve se encuentre impoluto y apuesto lo que sea que falta una eternidad hasta que puedan funcionar como lo hace el ministerio, pero creo en sus intenciones y eso es lo que cuenta — Muchos están haciendo lo que tienen que hacer por decisión propia — le recuerdo — Muchos han aplicado para trabajar en el ministerio porque creen que es lo correcto, porque apoyan su política. No solo los políticos son el problema. Hay una enorme porción de la sociedad que apoya cada palabra que sale de sus bocas, que agitan las banderas y festejan sus logros — hay mucho odio y rencor, eso se ha visto.
Hago una mueca, porque sé que me estoy explicando mal y el contarlo hace que se me revuelva el veneno por dentro — Su madre parecía a punto de vomitar al darse cuenta de que había llevado una veela y creo que esa era su intención, la verdad es que ni me molesté en preguntarle al respecto — hago una mueca cargada de ironía — Su hermana, para colmo, me apuntó como la persona que se acostó con su ex prometido y arruinó su pareja. ¿Puedes creerlo? ¡Ni siquiera recordaba a Percy! Ah, pero por supuesto, yo soy la mujer así que yo tuve la culpa, no el idiota de su novio que le metió los cuernos — ya estoy empezando a alterarme, queda en evidencia cuando sacudo uno de los palitos con tanto énfasis que casi se lo meto por la nariz — Luka quiso hacerse el digno y hasta pidió que cenemos en paz, pero está claro que me llevó allí para humillarme. ¡Estaba claro que buscaba incomodar a todos, como el cerdo elitista que es! ¡Me utilizó para una broma infantil y de mal gusto en contra de su familia, como excusa de rebeldía de adolescente tardío! — no soy una santa, yo lo tengo bien en claro, pero creo que me merezco más que tipos estúpidos que piensan que pueden hacer lo que quieren conmigo solo por capricho.
— Sé que las personas cambian en base a la experiencia, eso lo tengo bien en claro — creo que acabo de asesinar de nuevo al trozo de pollo, al cual le clavo el palito en el centro en vez de agarrarlo como corresponde — Pero no puedo negar que existen personas así, que me cargan de frustración. Y no, no lo golpeé, lo besé frente a su madre para revolverle el estómago y lo he estado ignorando. ¡Ya sé, hice mal, debería haberles quemado la casa! Pero su hermanita y el pobre perro me caían bien — es la única excusa, la única. Me llevo el pollo a la boca y mastico con fuerza, haciendo que se me arrugue la expresión — Es un caso perdido, es demasiado rubio insulso como para poder confiar en él. Y sé que estoy siendo caprichosa al decir que me frustra que existan personas así, pero es que… Me irrita y me exaspera. ¿Nunca quisiste irte al medio del campo y alejarte de toda la humanidad? — lo que me hace pensar… — Hace tiempo no te veo por el nueve, Dave. ¿Está todo bien? — sé que me estoy metiendo donde no me llaman, pero ya qué.
Hago una mueca, porque sé que me estoy explicando mal y el contarlo hace que se me revuelva el veneno por dentro — Su madre parecía a punto de vomitar al darse cuenta de que había llevado una veela y creo que esa era su intención, la verdad es que ni me molesté en preguntarle al respecto — hago una mueca cargada de ironía — Su hermana, para colmo, me apuntó como la persona que se acostó con su ex prometido y arruinó su pareja. ¿Puedes creerlo? ¡Ni siquiera recordaba a Percy! Ah, pero por supuesto, yo soy la mujer así que yo tuve la culpa, no el idiota de su novio que le metió los cuernos — ya estoy empezando a alterarme, queda en evidencia cuando sacudo uno de los palitos con tanto énfasis que casi se lo meto por la nariz — Luka quiso hacerse el digno y hasta pidió que cenemos en paz, pero está claro que me llevó allí para humillarme. ¡Estaba claro que buscaba incomodar a todos, como el cerdo elitista que es! ¡Me utilizó para una broma infantil y de mal gusto en contra de su familia, como excusa de rebeldía de adolescente tardío! — no soy una santa, yo lo tengo bien en claro, pero creo que me merezco más que tipos estúpidos que piensan que pueden hacer lo que quieren conmigo solo por capricho.
— Sé que las personas cambian en base a la experiencia, eso lo tengo bien en claro — creo que acabo de asesinar de nuevo al trozo de pollo, al cual le clavo el palito en el centro en vez de agarrarlo como corresponde — Pero no puedo negar que existen personas así, que me cargan de frustración. Y no, no lo golpeé, lo besé frente a su madre para revolverle el estómago y lo he estado ignorando. ¡Ya sé, hice mal, debería haberles quemado la casa! Pero su hermanita y el pobre perro me caían bien — es la única excusa, la única. Me llevo el pollo a la boca y mastico con fuerza, haciendo que se me arrugue la expresión — Es un caso perdido, es demasiado rubio insulso como para poder confiar en él. Y sé que estoy siendo caprichosa al decir que me frustra que existan personas así, pero es que… Me irrita y me exaspera. ¿Nunca quisiste irte al medio del campo y alejarte de toda la humanidad? — lo que me hace pensar… — Hace tiempo no te veo por el nueve, Dave. ¿Está todo bien? — sé que me estoy metiendo donde no me llaman, pero ya qué.
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—Muchos, pero no todos— insisto, quiero que tratemos de ver esto sin extremismos de bandos. La gente no se levanta todos los días eligiendo entre negro y blanco, se mueven entre grises, la vida es gris… y eso ha sido un pensamiento triste hasta para mí. —Muchas personas cambian, si las sociedades no cambiaran la humanidad seguiría siendo la de hace milenios, y no, quizás no siempre cambiamos para mejor, nos movemos entre malas y no tan malas épocas… pero estamos cambiando, lentamente, nos estamos moviendo hacia el cambio y comenzó desde el momento en que se consiguió el distrito nueve— digo, de ahí hay un largo camino por recorrer, en ocasiones lo prefiero largo, porque los cambios bruscos y rápidos también tienen lo de ser violentos, que no dan tiempo a pensar y necesitamos pensar bien cada paso para que esto no se torne como una nueva tiranía… y no porque descrea de las buenas intenciones que hay detrás de lo que hacemos, sino que la prisa y la violencia tiene eso, cuando no lo piensas te das cuenta que terminas replicando errores viejos y heredados.
Porque tenemos una pesada y tediosa herencia detrás, a mí me costó mucho entender que mi vida no era solo una extensión de las elecciones que habían hecho en mi familia, que se repetían como si fuera un bucle del que no podíamos salir, también como si hubiera algo que mantener o romper en los lazos que nos unían. Entiendo lo que es crecer en una casa donde te buscas en el tapiz de un árbol genealógico, en parte eres responsable de lo que te han legado, más que un apellido, del camino que recorrieron y en algún punto toca decidir qué hacer con todo eso. —Gracias por darme una fotografía más clara de toda la familia— digo, salvo la única parte en que su vecino era un idiota para llevarla a su casa con esa razón, no me arriesgaría a juzgar al resto cuando a la misma Alexa la tuve como compañera de escuela. Trato de pararme en el lugar de cada persona para entender por qué ve el mundo como lo ve. —Primero, la madre parece una bruja purista de la vieja escuela, como se puede esperar de alguien con un apellido como ese. Son mentalidades muy cerradas, les habrá sentado mal lo del derecho a las veelas y los licántropos, y por esa gente, es que debes seguir donde estás, haciendo uso de esos derechos…— porque no son las personas a las que se hará cambiar de parecer, sino que tienen que aceptar el cambio.
»Segundo, Alexa se iba a casar con Percy y que te traicione alguien que querías y confiabas, te ciegas, el dolor ciega. No es algo que dependa de ti, corre a cuenta de ella que luego de un tiempo pueda verlo todo con claridad y defina bien quien es culpable de qué. Y…— dejo los palillos sobre la mesa para apoyar mi codo. —visto desde afuera, quien está en falta de los tres es Percy. Si quieres a una persona, en especial si vas a casarte con esa persona, para empezar hay algo que se llama respeto… pero mucho más importante que eso, si quieres a una persona eres consecuente a ese sentimiento, ¿qué dice de ti querer a alguien e ir tras otra persona? ¿”aprovechar una oportunidad”?— hasta uso las comillas, —¿qué valor tiene entonces lo que sientes?— y entonces recupero mis palillos para seguir comiendo. —Y tercero, a Luka sí que no haré siquiera el intento de apelar al apellido o a que se sienta dolido por algo para justificar sus acciones— digo, —pero un beso podría haber dado un mensaje contradictorio, ¿lo sabes, no?— cargo mi boca de arroz y trago antes de continuar: —No, quemar una casa nunca es una opción, no me hagas ir a buscarte luego para sacarte de una cárcel por haber quemado una casa. Tratemos de mantener el bajo perfil…— le recuerdo, —y si su hermanita y el perro eran buenos, ¿quizás hay esperanzas en esa casa? Ellos se merecen una oportunidad— es mi dictamen final.
Voy sirviéndome de las otras cosas que están en la bandeja y trato de que se mantengan en las puntas de los palillos lo que tardo en que recorran el trayecto hacia el arroz, estoy en ellos cuando le respondo. —Es lo que suelo hacer, suelo ir al distrito once y me quedo ahí unas semanas. Pero no es algo que aconseje, no puedes simplemente pasártela huyendo… es una mierda para las personas que se tienen que quedar esperando una señal de vida de tu parte…— tengo que agregar esto último, para que no lo tome como que es algo que recomiendo, quizás sí, a veces, pero en mis casos nunca se han dado por buenas razones y cada vez que he vuelto tuve que pedir disculpas. —No voy porque estoy tratando de centrarme, así puedo ocuparme de lo que tengo que hacer y de lo importante, en vez de tratar de estar en muchos lugares a la vez, con muchas personas, que puede ser confuso…— explico, —había un lugar, una persona, desde la cual puedo ir definiendo lo importante y todo se ve más claro. Hay un tiempo para deambular, hay un tiempo para quedarse— esto último quizá no tenga mucho sentido para alguien, pero llevo mucho tiempo deambulando y huyendo, hubo personas que conocí y ya no están, muchas, como para no quedarme donde hay alguien que supo estar. Y a partir de ahí, que el mundo se vaya acomodando.
Porque tenemos una pesada y tediosa herencia detrás, a mí me costó mucho entender que mi vida no era solo una extensión de las elecciones que habían hecho en mi familia, que se repetían como si fuera un bucle del que no podíamos salir, también como si hubiera algo que mantener o romper en los lazos que nos unían. Entiendo lo que es crecer en una casa donde te buscas en el tapiz de un árbol genealógico, en parte eres responsable de lo que te han legado, más que un apellido, del camino que recorrieron y en algún punto toca decidir qué hacer con todo eso. —Gracias por darme una fotografía más clara de toda la familia— digo, salvo la única parte en que su vecino era un idiota para llevarla a su casa con esa razón, no me arriesgaría a juzgar al resto cuando a la misma Alexa la tuve como compañera de escuela. Trato de pararme en el lugar de cada persona para entender por qué ve el mundo como lo ve. —Primero, la madre parece una bruja purista de la vieja escuela, como se puede esperar de alguien con un apellido como ese. Son mentalidades muy cerradas, les habrá sentado mal lo del derecho a las veelas y los licántropos, y por esa gente, es que debes seguir donde estás, haciendo uso de esos derechos…— porque no son las personas a las que se hará cambiar de parecer, sino que tienen que aceptar el cambio.
»Segundo, Alexa se iba a casar con Percy y que te traicione alguien que querías y confiabas, te ciegas, el dolor ciega. No es algo que dependa de ti, corre a cuenta de ella que luego de un tiempo pueda verlo todo con claridad y defina bien quien es culpable de qué. Y…— dejo los palillos sobre la mesa para apoyar mi codo. —visto desde afuera, quien está en falta de los tres es Percy. Si quieres a una persona, en especial si vas a casarte con esa persona, para empezar hay algo que se llama respeto… pero mucho más importante que eso, si quieres a una persona eres consecuente a ese sentimiento, ¿qué dice de ti querer a alguien e ir tras otra persona? ¿”aprovechar una oportunidad”?— hasta uso las comillas, —¿qué valor tiene entonces lo que sientes?— y entonces recupero mis palillos para seguir comiendo. —Y tercero, a Luka sí que no haré siquiera el intento de apelar al apellido o a que se sienta dolido por algo para justificar sus acciones— digo, —pero un beso podría haber dado un mensaje contradictorio, ¿lo sabes, no?— cargo mi boca de arroz y trago antes de continuar: —No, quemar una casa nunca es una opción, no me hagas ir a buscarte luego para sacarte de una cárcel por haber quemado una casa. Tratemos de mantener el bajo perfil…— le recuerdo, —y si su hermanita y el perro eran buenos, ¿quizás hay esperanzas en esa casa? Ellos se merecen una oportunidad— es mi dictamen final.
Voy sirviéndome de las otras cosas que están en la bandeja y trato de que se mantengan en las puntas de los palillos lo que tardo en que recorran el trayecto hacia el arroz, estoy en ellos cuando le respondo. —Es lo que suelo hacer, suelo ir al distrito once y me quedo ahí unas semanas. Pero no es algo que aconseje, no puedes simplemente pasártela huyendo… es una mierda para las personas que se tienen que quedar esperando una señal de vida de tu parte…— tengo que agregar esto último, para que no lo tome como que es algo que recomiendo, quizás sí, a veces, pero en mis casos nunca se han dado por buenas razones y cada vez que he vuelto tuve que pedir disculpas. —No voy porque estoy tratando de centrarme, así puedo ocuparme de lo que tengo que hacer y de lo importante, en vez de tratar de estar en muchos lugares a la vez, con muchas personas, que puede ser confuso…— explico, —había un lugar, una persona, desde la cual puedo ir definiendo lo importante y todo se ve más claro. Hay un tiempo para deambular, hay un tiempo para quedarse— esto último quizá no tenga mucho sentido para alguien, pero llevo mucho tiempo deambulando y huyendo, hubo personas que conocí y ya no están, muchas, como para no quedarme donde hay alguien que supo estar. Y a partir de ahí, que el mundo se vaya acomodando.
Nada dentro de su enorme lista es nuevo para mí, conozco las visiones de las personas que buscan excusar ciertas actitudes y, dentro de mi forma de ver las cosas, puedes excusarte por muchas cosas, no por ser una mala persona. ¿O también vamos a excusar las acciones de Magnar Aminoff porque fue abandonado por su familia? ¿O diremos que los crímenes son cometidos por personas incomprendidas? Por todos los cielos, ser un cerdo etilista no tiene excusa, tampoco la tienen los malos modales y las malas intenciones. Sé que Percy fue el estúpido de la ecuación, ese no es el punto ni tampoco me quita el sueño, mi problema es que fue una excusa para hacerme pasar un mal rato. Lo escucho, no lo contradigo porque caeremos en una discusión eterna sobre la moral y, tras tragar un trozo de pollo, arqueo una de mis cejas — Los besos no significan nada, David. Jamás he besado a nadie que me significase más de dos segundos de contacto físico — me encojo de hombros — Luka será un imbécil, pero estoy segura de que captó el mensaje — me río entre dientes y, no puedo evitarlo, meneo la cabeza — Siempre tan moralista — bromeo — No lo sé. Si hay esperanza en una niña, no me voy a quedar a averiguarlo. Todos los grandes tiranos de la historia alguna vez fueron niños — no veo en Katerina Romanov un halo de maldad oculta, pero tampoco pongo mis manos al fuego por nadie.
No me sorprende en lo absoluto su declaración sobre el distrito once, sí voy a decir que se lo envidio porque mi rutina no deja espacio a los momentos de paz y hasta suspiro con fuerza. Se han terminado las clases, pero eso no significa que el papeleo se haya detenido — Ni que lo digas… — coincido, pero es más un comentario para mí misma que para él. Creo que he huido toda la vida, por eso me moví hasta este distrito en cuanto tuve una oportunidad. Soy hija de la miseria, he crecido en sótanos y calles oscuras, debe ser por eso que siempre he sido pálida y pequeña. Escapar se volvió tan agotador que no me importaba lo que tuviera que hacer con tal de tener una cama estable. Lo que hay en mí, al menos lo que es fácil de percibir, es todo aquello que me ha costado una eternidad en construir. Y creo que entiendo lo que quiere decirme, me atrevo a estirar una mano y darle una palmadita amistosa en la mano — Creo que te lo mereces — le aseguro — Hay un tiempo para todo, Dave y tú ya hiciste mucho. Cuando quieras volver, sabes que hay personas que estarán esperando. Y mientras tanto, disfruta de lo que sea que tengas por aquí. Solo avisa si vas a casarte, que tengo que conseguirme un buen vestido y todo eso… — lo que me deja pensando — ¿Quién es el afortunado? — lo tomo a modo de broma, que jamás dejaré de lado esa tontería sobre su sensibilidad que nació la noche en la cual conocí a Syv, a Ken, Maeve y Oli.
Tras un último bocado, creo que puedo darme por satisfecha y sí, con un simple vistazo puedo decir que estaré comiendo comida china por al menos tres días. Me rasco allí donde sigo sintiendo pintura, justo en la punta de mi nariz — Mi motivo para quedarme es mi lucha, eso lo tengo bien en claro. Quiero a mis amigos, no creas que no, pero no me siento lo suficientemente apegada a nadie. Jamás he sido… Siempre me he sentido más un adicional que el plato principal. Sé muy bien que las personas somos descartables, que vamos y venimos dentro de un enorme escenario. Yo siempre he sido la persona que sujeta el florero y tiene dos líneas — que patología patética, pero al menos me funciona. Acabo sonriendo de lado, mordiendo la punta de mi lengua — Y confío en que alguna vez eso va a cambiar, si tan solo pudiera quedarme cinco minutos más en un mismo lugar.
No me sorprende en lo absoluto su declaración sobre el distrito once, sí voy a decir que se lo envidio porque mi rutina no deja espacio a los momentos de paz y hasta suspiro con fuerza. Se han terminado las clases, pero eso no significa que el papeleo se haya detenido — Ni que lo digas… — coincido, pero es más un comentario para mí misma que para él. Creo que he huido toda la vida, por eso me moví hasta este distrito en cuanto tuve una oportunidad. Soy hija de la miseria, he crecido en sótanos y calles oscuras, debe ser por eso que siempre he sido pálida y pequeña. Escapar se volvió tan agotador que no me importaba lo que tuviera que hacer con tal de tener una cama estable. Lo que hay en mí, al menos lo que es fácil de percibir, es todo aquello que me ha costado una eternidad en construir. Y creo que entiendo lo que quiere decirme, me atrevo a estirar una mano y darle una palmadita amistosa en la mano — Creo que te lo mereces — le aseguro — Hay un tiempo para todo, Dave y tú ya hiciste mucho. Cuando quieras volver, sabes que hay personas que estarán esperando. Y mientras tanto, disfruta de lo que sea que tengas por aquí. Solo avisa si vas a casarte, que tengo que conseguirme un buen vestido y todo eso… — lo que me deja pensando — ¿Quién es el afortunado? — lo tomo a modo de broma, que jamás dejaré de lado esa tontería sobre su sensibilidad que nació la noche en la cual conocí a Syv, a Ken, Maeve y Oli.
Tras un último bocado, creo que puedo darme por satisfecha y sí, con un simple vistazo puedo decir que estaré comiendo comida china por al menos tres días. Me rasco allí donde sigo sintiendo pintura, justo en la punta de mi nariz — Mi motivo para quedarme es mi lucha, eso lo tengo bien en claro. Quiero a mis amigos, no creas que no, pero no me siento lo suficientemente apegada a nadie. Jamás he sido… Siempre me he sentido más un adicional que el plato principal. Sé muy bien que las personas somos descartables, que vamos y venimos dentro de un enorme escenario. Yo siempre he sido la persona que sujeta el florero y tiene dos líneas — que patología patética, pero al menos me funciona. Acabo sonriendo de lado, mordiendo la punta de mi lengua — Y confío en que alguna vez eso va a cambiar, si tan solo pudiera quedarme cinco minutos más en un mismo lugar.
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—Algunos sí, otros no— contesto, y mi mente por sí sola hace comparaciones mentales, —pero que en base a nuestras experiencias podamos decretar eso, no quiere decir que besar a alguien en sí no tenga un mensaje que es universal. Por algo no entramos a la oficina saludando a Powell, a Patricia o a Tom de esa manera— lo hago un chiste mientras sigo peleando con el arroz. —Hay que tener cuidado al hacer algo que tiene o no un significado para nosotros y que tal vez tenga uno distinto para otros, no podemos esperar que todo el mundo conozca y juegue con las reglas que nosotros inventamos— quizá me estoy desviando del tema, aprovechando el detalle para una lección de supuesta moral como ella bromea así que mejor me callo, cargo mi boca de comida y me repito a mí mismo lo que acabo de decir, no tengo que esperar que alguien cambie su manera de entender las cosas a cómo lo hago yo, como mucho lograr coincidir con quienes se puede llegar a un entendimiento o respeto. —No todos los niños se convirtieron en grandes tiranos de la historia— es más un comentario que me sale de los labios que una verdadera defensa, —a veces son solo niños y merecen un voto de fe.
Para que alguien llegue a los límites de perversidad como lo hicieron algunos, estoy seguro de que estuvieron en juego mucho más que una crianza con los valores equivocados, es algo en lo más profundo de nosotros que encuentra su camino a ser lo que debe ser, cualquiera sea el lugar en el que le tocó nacer. El entorno solo lo potencia, pero tampoco es determinante. Es algo tan dentro de nosotros que somos quienes tenemos la única decisión sobre las personas que seremos. Lo siento así al poder hacer centro y quedarme en un sitio fijo mientras dejo que el mundo siga girando, acomodándose, cuando iba de un lado al otro creía que las respuestas de quien era las encontraría en otros y en ausentes. —¿Te acuerdas de Tom, el amigo de Patricia?— se lo digo mientras pruebo a atrapar algo más con mis palillos para retrasar el momento a dar un nombre, lo cual no siento que deba compartir porque no quiero colocarla al lado de rótulos, pero no creo haber dicho nada que hable más allá de cómo me siento yo y tampoco es algo que tenga intención de que sea un secreto. Por bien claras que hayan quedado nuestras posiciones en esta disputa de bandos e ideologías, no pienso ocultarlo aunque eso la haga gritarme. —Es una auror, se llama Alecto. Y no— la apunto con los palillos siendo lo más amenazante que se puede ser con un par de palillos chinos, —no quiero una charla sobre las mil cosas que están mal y que podrían salir mal, no voy a apartarme de alguien pensando en el futuro de esta guerra, si es a quien quiero ahora— que me den la patada, es otra cosa, o que haya otros motivos que no sea la pelea entre bandos lo que nos haga distanciarnos, eso también.
—Nunca, jamás, Holly, nunca esperes a mañana para una persona— ella lo sabe, —muy pocos esperan, la mayoría se van y otros a lugares de los que no vuelven— lamentablemente, de estos últimos tengo una larga lista. Suspiro al escucharle decir algo que no sé si lo habrá comentado con Mimi o Syv, quienes deberán tener una opinión distinta, pero como no soy ni Mimi, ni Syv, le puedo dar mi opinión sobre lo que son las relaciones a los demás y puesto que a mí también me cuesta mucho sentirme apegado a alguien, sobre todos los miedos que tengo que mañana desaparezca, le digo lo único que sé. —Se trata de dar y recibir, lo haces de manera inconsciente. Pero no le das cosas tuyas y esperas cosas suyas de vuelta, porque eso no es más que un diálogo de «yos». Eso que dicen que dejamos algo en los demás cuando pasamos nunca lo es de una manera consciente, nada de «esta es la marca que dejaré». Lo que damos es la oportunidad a la otra persona de ser sí misma y luego esa persona encuentra en la manera que somos algo que recibe de vuelta, apegarte a alguien tiene mucho que ver con darte la oportunidad de querer conocer a esa persona y dejar entrar todo lo que tiene a cuestas— debería empezar de dejar de hacer esto y aplicar mis propios consejos de no dar consejos. —Y hablo de personas, no de lugares, porque los lugares siempre son personas.
Para que alguien llegue a los límites de perversidad como lo hicieron algunos, estoy seguro de que estuvieron en juego mucho más que una crianza con los valores equivocados, es algo en lo más profundo de nosotros que encuentra su camino a ser lo que debe ser, cualquiera sea el lugar en el que le tocó nacer. El entorno solo lo potencia, pero tampoco es determinante. Es algo tan dentro de nosotros que somos quienes tenemos la única decisión sobre las personas que seremos. Lo siento así al poder hacer centro y quedarme en un sitio fijo mientras dejo que el mundo siga girando, acomodándose, cuando iba de un lado al otro creía que las respuestas de quien era las encontraría en otros y en ausentes. —¿Te acuerdas de Tom, el amigo de Patricia?— se lo digo mientras pruebo a atrapar algo más con mis palillos para retrasar el momento a dar un nombre, lo cual no siento que deba compartir porque no quiero colocarla al lado de rótulos, pero no creo haber dicho nada que hable más allá de cómo me siento yo y tampoco es algo que tenga intención de que sea un secreto. Por bien claras que hayan quedado nuestras posiciones en esta disputa de bandos e ideologías, no pienso ocultarlo aunque eso la haga gritarme. —Es una auror, se llama Alecto. Y no— la apunto con los palillos siendo lo más amenazante que se puede ser con un par de palillos chinos, —no quiero una charla sobre las mil cosas que están mal y que podrían salir mal, no voy a apartarme de alguien pensando en el futuro de esta guerra, si es a quien quiero ahora— que me den la patada, es otra cosa, o que haya otros motivos que no sea la pelea entre bandos lo que nos haga distanciarnos, eso también.
—Nunca, jamás, Holly, nunca esperes a mañana para una persona— ella lo sabe, —muy pocos esperan, la mayoría se van y otros a lugares de los que no vuelven— lamentablemente, de estos últimos tengo una larga lista. Suspiro al escucharle decir algo que no sé si lo habrá comentado con Mimi o Syv, quienes deberán tener una opinión distinta, pero como no soy ni Mimi, ni Syv, le puedo dar mi opinión sobre lo que son las relaciones a los demás y puesto que a mí también me cuesta mucho sentirme apegado a alguien, sobre todos los miedos que tengo que mañana desaparezca, le digo lo único que sé. —Se trata de dar y recibir, lo haces de manera inconsciente. Pero no le das cosas tuyas y esperas cosas suyas de vuelta, porque eso no es más que un diálogo de «yos». Eso que dicen que dejamos algo en los demás cuando pasamos nunca lo es de una manera consciente, nada de «esta es la marca que dejaré». Lo que damos es la oportunidad a la otra persona de ser sí misma y luego esa persona encuentra en la manera que somos algo que recibe de vuelta, apegarte a alguien tiene mucho que ver con darte la oportunidad de querer conocer a esa persona y dejar entrar todo lo que tiene a cuestas— debería empezar de dejar de hacer esto y aplicar mis propios consejos de no dar consejos. —Y hablo de personas, no de lugares, porque los lugares siempre son personas.
Podría decirle muchas cosas al respecto, pero lo primero que me nace es reír entre dientes — No necesitas darme explicaciones a mí, Dave — le atajo — ¿A los demás en el nueve? A algunos, tal vez. Pero yo me he acostado con aurores, así que sería muy hipócrita si te dijera que no quieras a una — obvio que hay una enorme diferencia entre amar y desear, pero no puedo meterme en ese tema, que jamás fui demasiado consciente cuando se trata de cariño. A veces, supongo que el corazón decide por su cuenta, señala de manera ciega al sujeto de su ambición como un verdadero caprichoso y eso es todo. Yo, como persona desde mi punto de vista, no me siento capaz de amar a alguien que dedica su vida a combatir a nuestros amigos, pero es mi decisión y no la suya. Puedo divertirme con esas personas como lo hago con otras, los cuerpos desnudos no saben de títulos y se vuelven invisibles a los pocos días, porque al fin de cuentas todos estamos compuestos por las mismas partes — Aunque debo admitir que me decepciona un poco que no sea Tom — añado a modo de chiste, haciendo una mueca penosa.
No puedo hacer otra cosa que pensar en lo que me dice. Miro mi plato ya vacío, mis dedos rozan el vaso frío casi sin agua y mi cabeza se menea en señal de que lo he escuchado — No estoy esperando por una persona — acabo por concluir — Sino a sentirme parte de algo. Un sitio, un vínculo o, simplemente, de mí misma. Verás, no sé cómo es para las demás, pero yo siempre he sentido que estoy viviendo tiempo prestado, que colocaron mi consciencia en un cuerpo que fue mío, alguna vez, pero que dejó de pertenecerme. No espero que lo entiendas y está bien, somos personas diferentes con vivencias diferentes — aún no entiendo cómo es que he acabado por cruzarme con él. Quizá porque es él único que no me ha tratado como una cosa en cuanto puse un pie en el ministerio. Tal vez tenía que ser, porque de alguna manera todos nuestros amigos han acabado conectados. Y aún así, nos veo demasiado opuestos en casi todas las cosas — Supongo que llegará alguna vez, qué sé yo. Soy joven. ¿No? Creo que todavía me falta encontrarme en muchos aspectos y, poco a poco, amigarme con la idea de que la oportunidad llegará tarde o temprano — que si se me ha dado este camino, suelo creer que tiene una razón de ser. Al menos, a la muerte no le tengo miedo, que ya la conozco bien.
No puedo hacer otra cosa que pensar en lo que me dice. Miro mi plato ya vacío, mis dedos rozan el vaso frío casi sin agua y mi cabeza se menea en señal de que lo he escuchado — No estoy esperando por una persona — acabo por concluir — Sino a sentirme parte de algo. Un sitio, un vínculo o, simplemente, de mí misma. Verás, no sé cómo es para las demás, pero yo siempre he sentido que estoy viviendo tiempo prestado, que colocaron mi consciencia en un cuerpo que fue mío, alguna vez, pero que dejó de pertenecerme. No espero que lo entiendas y está bien, somos personas diferentes con vivencias diferentes — aún no entiendo cómo es que he acabado por cruzarme con él. Quizá porque es él único que no me ha tratado como una cosa en cuanto puse un pie en el ministerio. Tal vez tenía que ser, porque de alguna manera todos nuestros amigos han acabado conectados. Y aún así, nos veo demasiado opuestos en casi todas las cosas — Supongo que llegará alguna vez, qué sé yo. Soy joven. ¿No? Creo que todavía me falta encontrarme en muchos aspectos y, poco a poco, amigarme con la idea de que la oportunidad llegará tarde o temprano — que si se me ha dado este camino, suelo creer que tiene una razón de ser. Al menos, a la muerte no le tengo miedo, que ya la conozco bien.
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No creo que tenga que dar explicaciones ante nadie de cómo puedo sentirme respecto a una persona, es algo que tengo claro desde hace mucho tiempo que eso solo me compete a mí y a esa persona. Familia, amigos íntimos, quedan excluidos. Pero se trata de una auror y lo que siento por ella no es superficial como para pueda hacerlo a un lado como si nada al cabo de un tiempo, al ser algo más profundo, al querer que dure, son más cosas las que entran en conflicto y lo último que deseo es que alguien de afuera haga eco de pensamientos que estoy tratando de que no tengan cabida en mi mente, sino podrían hacerlo parte de un enredo mucho mayor que tengo bajo control. Así que aprovecho que la charla no continúa por ese lado, para solo dejarlo correr y que no haga falta volver sobre esto, aunque mucho de lo que digo sobre personas que son lugares tienen que ver con cómo me siento.
—No digo esperar a una persona, ni siquiera en singular, suele ser en plural— apunto, —no esperas a nadie, solo te encuentras con personas que te hacen sentir que es donde estás—. Comparto lo de que cualquier lugar es bueno cuando se está bien con uno mismo, pero la soledad nos arrima a veces un aislamiento peligroso, cuánto más nos encerramos en nosotros mismos, creyéndonos a gusto, más cuesta salir luego y recobrar el contacto con la realidad, los otros siempre son importantes para construir esa realidad. La escucho cuando trata de explicarme sobre cómo se percibe a sí misma y esta vez me guardo cualquier comentario que pudiera hacer, que quizá sea una redundancia innecesaria, cuando remarca lo distintos que somos. Me da como indicio que difícilmente lo que pueda decir sea lo acertado y en sí, es un sentimiento con el que estoy bastante familiarizado, mi manera de ver las cosas no es una que coincida con la mayoría y en parte el compromiso que asumí hace unos meses para no seguir dándome contra la pared con algunas personas, fue guardarme para mí lo que pudiera pensar y solo hablar si me preguntaban. Le dedico una sonrisa de disculpa y termino lo que me queda de la comida. —Somos jóvenes— coincido con ella, —hay un tiempo para cada cosa, sucederá cuando tenga que suceder. Nada está dicho, ni estás obligada a encontrar respuestas ya, ni a sentir ya que debes ser parte de algo. Ese algo quizá recién se está construyendo en alguna parte.
—No digo esperar a una persona, ni siquiera en singular, suele ser en plural— apunto, —no esperas a nadie, solo te encuentras con personas que te hacen sentir que es donde estás—. Comparto lo de que cualquier lugar es bueno cuando se está bien con uno mismo, pero la soledad nos arrima a veces un aislamiento peligroso, cuánto más nos encerramos en nosotros mismos, creyéndonos a gusto, más cuesta salir luego y recobrar el contacto con la realidad, los otros siempre son importantes para construir esa realidad. La escucho cuando trata de explicarme sobre cómo se percibe a sí misma y esta vez me guardo cualquier comentario que pudiera hacer, que quizá sea una redundancia innecesaria, cuando remarca lo distintos que somos. Me da como indicio que difícilmente lo que pueda decir sea lo acertado y en sí, es un sentimiento con el que estoy bastante familiarizado, mi manera de ver las cosas no es una que coincida con la mayoría y en parte el compromiso que asumí hace unos meses para no seguir dándome contra la pared con algunas personas, fue guardarme para mí lo que pudiera pensar y solo hablar si me preguntaban. Le dedico una sonrisa de disculpa y termino lo que me queda de la comida. —Somos jóvenes— coincido con ella, —hay un tiempo para cada cosa, sucederá cuando tenga que suceder. Nada está dicho, ni estás obligada a encontrar respuestas ya, ni a sentir ya que debes ser parte de algo. Ese algo quizá recién se está construyendo en alguna parte.
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