The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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J. Paisley Callahan
Representante
No sé por qué estoy tan nerviosa. Debe ser porque tengo bien en claro que mi futuro va a ser influenciado de gran manera si mi solicitud es aprobada y puedo empezar a llenar un currículum que, hoy en día, se encuentra completamente vacío. Bueno, sé que podría rellenarlo diciendo que hago algunos turnos en la farmacia familiar, pero siempre he dejado bien en claro que no me interesa hacer uso de mi familia para conseguir algo, ni siquiera de los contactos de mi tío, el señor ministro de salud. Que eso lo hagan los que tienen menos futuro, yo sé que mis habilidades están bien puestas, solo necesitan un empujón y el profesor Thornfield es perfecto para ello. Desde que llegó al Royal he apreciado sus clases y estoy segura de que reconoce mi esfuerzo, jamás me ha dado una charla o un consejo que no me hayan servido para mis trabajos y si hay alguien que puede rellenar mi solicitud y armar una carta de referencia para el ministerio, es él. ¿Lo malo? Mi madre ha insistido en venir conmigo para poder conversar sobre mi futuro, que aparentemente quiere sacarse todas las dudas posibles sobre cómo será para mí ser una practicante ministerial y mis estudios.

Estamos sentadas en la sala de espera frente al despacho, no puedo dejar de mover una de mis piernas y jugueteo con mis dedos sobre mi regazo, tratando de repasar mentalmente los detalles para que esta reunión sea exitosa. Uniforme pulcro, cabello atado en media cola limpio, carpeta completamente repleta de mis últimos trabajos e investigaciones. ¿Por qué habría de haber un problema, si soy la postal de la estudiante modelo? — Mamá… — le llamo en un murmullo — Sabes que esto es importante para mí, ¿verdad? — porque lo sabe. Quizá no estoy muy de acuerdo con lo que sucede en el ministerio, pero sé que podré aprender como una verdadera profesional con tan solo unos meses de empleo y ya luego veré hacia dónde es que apunto. Si entro allí, entraré en cualquier parte — Solo… Si haces muchas preguntas, solo prométeme que ninguna de ellas hará que digas que no. Y no hagas comentarios sobre mis pasteles, al profesor Thornfield no les servirán de nada y no necesita saber eso — que estamos aquí para hablar de mi trabajo, no de mis hobbies, por mucho que a mamá le guste irse por las ramas.

Para cuando la puerta del despacho se abre y por ella sale un muchacho de primero al cual no conozco, yo ya me estoy poniendo de pie y acomodo algunos de mis mechones de pelo por inercia, con un manotazo tan rápido que ni debería haberse notado. Estoy tan ansiosa que creo que me balanceo sobre mis talones y mis dedos se presionan en el borde de la carpeta, hasta que el docente se asoma para dejarnos pasar — Muy buenos días, profesor Thornfield — me adelanto con una mano extendida en mi intento de saludo formal — No tiene idea de lo agradecida que estoy con que haya accedido a hacer esto, es tan importante para mí — espero que la lectura de mi petición no haya sido muy tediosa, pero no voy a ponerme en quisquillosa. Antes de olvidarme, le echo una veloz mirada a mamá — Ella es mi madre, Sigrid Helmuth. Quiere estar presente no solo para estar al tanto de todo, sino también para ver que el ministerio no tenga programas con los que no pueda lidiar — hasta quiero rodar los ojos, que ya soy mayor de edad pero ya saben… trabajos ministeriales y madres, una pésima combinación.
J. Paisley Callahan
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Sigrid M. Helmuth
¿Cuánto hace que no vengo al Royal? Diría que años, pero sería mentir porque siempre están esas dichosas reuniones de inicio de curso que hacen para los padres, se supone que para todos los años académicos, pero es evidente que si vengo es por enterarme de quién es el tutor de Brian ese año y no porque a Jenna le haga falta una madre que vaya a tomar nota de lo que hará en el curso y lo que debe esperar del mismo. ¿Qué dice de mí como persona y madre que mi hija mayor sea más responsable que yo en todos los aspectos? Supongo que debería avergonzarme, es lo que diría Ingrid de poder leerme los pensamientos, pero lo cierto es que no puedo sentir otra cosa que orgullo por haber criado a una hija tan independiente y aplicada sin la necesidad de que esté sobre sus espaldas las veinticuatro horas del día. ¡Dudo que Ingrid pueda decir lo mismo!

Ay, hija mía, ¿pero por quién me tomas? Pues claro que sé que esto es importante para ti — me reservo de lanzar un suspiro dramático, que muy a mi pesar y en contra posición a todos los consejos que yo le he dado sobre trabajar en el ministerio, sigue emperrada en que es lo que quiere hacer. No soy como mi hermana, yo no voy a imponerle a mi hija estudiar algo que no le agrada, pero puffff… ¿Qué tienen de malo los cupcakes? — Mujer, eso quedaría tremendamente bien en tu currículum, ¿sabes a cuántos les interesan las aficiones que puedas tener en tu tiempo libre? Suerte que no subes nada a Wizzardface, he entendido que cotillean perfiles para saber lo que uno hace realmente fuera del trabajo… — le comento de paso. ¿Que cómo sé yo que no sube nada a redes sociales? Culpen a la rubia histérica de la familia Helmuth que me empezó con la paranoia de esos vicios, pero mi hija tiene un historial impecable, pobre Oliver cuando llegue su turno…

Me recoloco el bolso sobre el hombro cuando es nuestro turno para entrar en el despacho del profesor Thornfield, a quién tengo el gusto de conocer porque evidentemente le da clases a los dos de mis hijos, pero con quién no creo haber coincidido si no es que vaya a los mismos bares que yo. Tras saludarlo como se debe con mi mano, no puedo evitar que mi cabeza se gire en dirección a Jenna por esa presentación tan… ¿tan qué? Si es que no tengo palabras para describirla, más que decir que me la han cambiado por otra. ¿Mi hija, la pelota de la escuela? Ay, por favor, si me ahorro el silbido es porque no quiero volver a mis tiempos de escuela — Sí, exacto, una madre quiere estar al tanto de lo que andan pensando o haciendo sus hijos, ¿sabe? — digo en su lugar, comportándome, que si esto es tan importante para Jen qué menos que actuar un poco a la altura de los estándares de mi hija, que no son bajos, vaya. — ¿Por dónde empezamos?
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
Guardo los naipes en el fondo del cajón para que este escritorio parezca el de un consejero decente y no la mesa de casino donde algunos estudiantes vienen a pasar el rato, pocos podrían entender que las charlas se dan de una manera un poco más espontanea cuando los adolescentes están entretenidos con un juego inofensivo… y bien, sí, hay casos como los de Maeve en que está todo hablado, que en verdad nos vemos en la necesidad de matar el tiempo jugando un poco de póker para que la media hora obligatoria con el consejero se cumpla. Tengo unos minutos entre que Daniel sale para despejar el escritorio y acercarme a la puerta para comprobar si las sillas del pasillo están ocupadas por Jenna Helmuth y su madre, tal como me había apuntado para terminar la jornada de la tarde. Bien podría ser su yo del futuro, pero sujetándome a las probabilidades más seguras, asumo que es la madre que figura como Sigrid Helmuth en la lista de tutores. Se me hace conocida de alguna parte, dudo que sea únicamente por su parecido con los rasgos de Jenna.

Un placer conocerla, señora Helmuth, ¿es posible que nos hayamos visto antes en algún lugar?— la saludo con la formalidad que me corresponde por ser el profesor de sus hijos, pero sigue rebuscando en mi mente, ese indicio que me diga de dónde tengo su rostro. —Me parece bien que las madres y los padres se involucren en la educación de sus hijos, es una etapa en la que contar con su apoyo es fundamental— digo, que tengo demasiados casos que me visitan por no recibir el suficiente apoyo, muchas veces chicos con potencial. Jenna Helmuth se ubica en el extremo opuesto de los casos con los que trato y ni siquiera debería estar en la misma silla en la que Daniel me estuvo contando sus pleitos hace un rato, creo que el prontuario de Jenna solo tiene dos líneas escritas: su nombre y su curso.

El que sea un caso del extremo opuesto, no quiere decir que eso mismo la salve de mi preocupación como consejero. —Bien, ¿por dónde comenzamos? Si no entendí mal, Jenna quiere comenzar sus prácticas en el ministerio, ¿es así?— busco tanto la confirmación de ella como de su madre. —Me gustaría que me comentaras mejor en qué área y también, cuáles son tus otros planes este verano— la invito a hacerlo al mostrarle mis manos abiertas y echarme hacia atrás en la silla que ocupo, lo que me permite poder pasar mi mirada de la una a la otra y detenerme en su madre otra vez. —Estoy seguro que nos hemos visto antes…— digo, no lo puedo dejar estar, rara vez olvido caras, es el ejercicio de memoria de todos los maestros. —Volviendo a Jenna, escribiré mi carta de recomendación sí y solo sí… te comprometes a realizar una actividad más que extracurricular, una actividad que no tenga relación con los estudios y que en horas sea equiparable con las que dediques a la práctica. Eres joven, Jenna. Lo que te puedan enseñar los libros es solo una parte, para el resto hay que vivir y… ¡ya sé!— chasqueo los dedos al recordar de pronto de donde tengo el rostro de su madre. —¿Meinbier? ¿Brewer?— pregunto, son los últimos bares a los que fui. —Tal vez me esté equivocando, pero si no lo recuerda, es comprensible, lo normal es no recordar nada luego…
Anonymous
J. Paisley Callahan
Representante
Lo primero que se me viene a la mente es que estos dos se conozcan de la entrada del colegio, tampoco quiero ponerme detallista en un momento en el cual tengo demasiada información que retener en la cabeza. Aún así, mis ojos se pasan de uno al otro con curiosidad en lo que me acomodo en la silla frente al escritorio y asiento, una y otra vez, en lo que acomodo la carpeta para poder revisar los documentos que llevo dentro — Por supuesto — respondo de inmediato — Tengo intenciones de formar parte del área científica dentro del departamento de desarrollo e investigación. He trabajado en un proyecto relacionado al avance en las varitas mágicas y su modo de canalizar la magia que puede presentarse como proyecto final para mi tesis — sé que me llevará tiempo, así que puedo utilizarlo para perfeccionarlo y graduarme con honores. Estoy por ponerme a explicar cómo es que funciona, cuando la segunda parte de la pregunta hace que levante la mirada con cierto pánico — ¿Otros… planes para el verano? — ay, no, mamá se pondrá a hablar de muffins. ¡Y licuados!

Esto es una pesadilla. Creo que se plasma en toda mi cara que la idea de sumar una actividad extra que me distraiga de mis metas no es una que me tiente en lo absoluto, en especial porque no sé muy bien cuál debería elegir y no, nada de lo que haría Oliver es una opción — ¿De que clase de actividades estamos…? — pero no termino de hablar, porque es el profesor Thornfield el que se pone a enumerar bares y… Un momento, ¿qué se supone que está pasando? Desvío la mirada de él a mi madre, de ella a Logan, en lo que intento empujar a un lado esa sensación desagradable dentro de mi estómago. No quiero saber qué es lo que hace mi madre en los bares, de verdad, pero no estoy pensando con claridad cuando escupo lo primero que se me viene a la mente — ¿Se conocieron en un pub o algo así? — me gustaría no haber sonado tan atontada como lo hago, pero no puedo evitarlo. Ya he tenido demasiado en los últimos meses como para que encima me pase esto… ¡El día de la petición de mi solicitud! Sí que tengo mala suerte, parece que nada de lo que me propongo últimamente sale de forma redonda — Disculpen… — carraspeo con algo de fuerza para volver a llamar la atención, espero que no se note mi incomodidad a pesar de que me acomodo en el asiento — ¿Podemos hablarnos de las opciones de actividades extra que puedan quedar bien en un currículum?
J. Paisley Callahan
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Sigrid M. Helmuth
Tuerzo los labios en una mueca pensativa, si es que resulta que no son imaginaciones mías el que su rostro me suene familiar de algo más allá que los pasillos de esta escuela. — Puede ser… — murmuro en respuesta, pero lo dejo ahí, que solo falta que lleguemos a casa para que mi hija me eche la bronca por confraternizar con sus profesores. En su lugar tomo asiento en la silla que está al lado de la de Jenna detrás del escritorio y pongo mis manos sobre mi regazo, manteniendo una postura que me hace parecer una persona seria a pesar de no considerarme una. Para esto viene muy bien el haber tenido a mi hermana como referente, de las pocas veces que admitiré eso en mis pensamientos y solo en estos. Los miro a ambos, primero a mi hija, luego al moreno, mientras se van intercambiando para hablar de asuntos de los que si tengo que ser completamente sincera, no entiendo un carajo. ¿Ven? Esto es el resultado de tener una hija más inteligente que yo, que luego uno no sabe ni de lo que está hablando.

¡Pero ah! ¡Actividades extracurriculares! ¡De eso sí sé un tanto! — ¡Ajá! ¡Exacto! Eso es lo que llevo diciéndole yo todo el tiempo, profesor, ¿ves, Jen? — miro a la rubia asintiendo con mi cabeza y señalando a Thornfield con mi palma extendida hacia arriba en un gesto vago. — Esto es lo que pasa con los adolescentes, ¿sabe? Que no escuchan a sus madres porque ¡para qué! Yo es lo que le digo, profesor Thornfield, a mí no me preocupa que no llegue a la altura de esas… prácticas o lo que sea, es una chica inteligente, seguro que eso ya ha podido comprobarlo — explico mi posición dirigiéndome una vez más hacia el otro adulto de la sala — A mí lo que me preocupa de verdad es que no tenga tiempo para otras cosas, ya se pasa el día encerrada en su habitación con la cabeza metida en los libros. ¿Y que le digo yo? Que tiene que salir un poco, disfrutar de los pequeños placeres de la vida y esas cosas, que esos nunca vuelven y los papeles siempre van a estar ahí. ¿Sabe cuántas veces la he tenido que obligar este año a que salga con alguna amiga? ¡O con su primo! — que ya es triste que tenga que salir con tu primo, no lo digo yo porque soy su madre, pero vamos… A veces me preocupa en exceso por estas cosas. — Mire… yo sé que mi hija no va a tener ningún problema para alcanzar los estándares del ministerio, lo que no quiero es que sea lo único que revuelva alrededor de su vida — ya que si no va a hacerme caso a mí, al menos que escuche a su profesor. ¿Tesis de varitas de qué? ¡si todavía no se sacó la tesis en lo que es vivir como un adolescente!

¡Ah! ¡Brewer! ¿Estuvo allí la semana pasada, verdad? — ¿no era este hombre el que estaba sentado en la barra? Se me va la mirada hacia Jenna cuando carraspea, e inmediatamente tengo que aclararme yo también la garganta para que no se crea cosas de más — Eso, sí, actividades extra… — pido para que nos ilumine — Está ya un poco mayor para vender limonadas en el vecindario, pero los muffins… — mejor me callo.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
¡Que interesante!— se me escapa el tono emocionado cuando habla del proyecto en el que viene trabajando, —¿ya tienes director para tu tesis? Porque al estudio de varitas mágicas me dedico hace años, sus propiedades como canalizadores, pero también como potenciadores cuando se alteran los materiales con los que se fabrican, de hecho…— ese interés me llevó a un matrimonio, un mal divorcio, darle toda mi fortuna personal a mi ex esposa, pero hay pasiones en las que uno no desiste por muchas Abbeys que uno se encuentre en el camino, —podría tratar de que te contactes con un par de fabricantes de varitas—. ¿Mis ex suegros me colgarán la llamada? No creo que toda tenga que ver con investigar en libros, si quiere ahondar precisamente en ese tema, le conviene vivirlo como una experiencia. Y el lado experimental de la ciencia no basta, menos cuando se trata de la magia; la magia de laboratorio es lo mismo que tratar de entender el mundo mirando un globo terráqueo.

Lo bueno es que, por primera vez en mucho tiempo, ¡tengo una madre de mi lado! Y no peleando conmigo sobre que sí le presta a su hijo la atención que necesita. —¡Se trata de eso! ¡Gracias por entenderlo, señora Helmuth! Estamos seguros de que alcanzaras los entandares del ministerio, pero no puede ser a lo único que te dediques— apoyo a su madre en esto. Ninguno de los dos le está negando la solicitud del permiso, lo único que pedimos es que ella misma se permita buscar algo más que no haga del ministerio el centro de su vida, ¡es demasiado joven para eso! Y no voy a caer en el discurso de que un día se dará cuenta de que la vida se le pasó, las dos primeras veces que lo intenté como consejero recibí la cortante respuesta de que cada quien elige vivir como quiere y si quieren que la vida se les pase, se les eche a perder, lo que sea, es elección suya. Adolescentes. Lo que más les cuesta entender a veces es que así como eligen vivir a su manera, los padres también lo hacen. —Ah, no, no nos conocemos— le aclaro a Jenna, echándome hacia atrás ahora que tengo la confirmación de que ya había visto el rostro de su madre alguna vez. —Solo lo recuerdo porque tu madre y sus amigas llamaban mucho la atención, se veía que la estaban pasando bien… ¡y eso! ¡de eso se trata!— vuelvo a mi punto en esta conversación.

Coloco los codos sobre el escritorio y uno mis manos para darle la explicación que le aclare la razón por la que estoy pidiéndole algo que no irá incluido en su solicitud, quizá deba aclarar eso primero. —No, Jenna. No— digo, —no será nada que te haga ganar puntos de méritos. Ni tampoco— miro a su madre, —nada que sepa hacer y la mantenga en su zona de confort—. Saco el aire de mi pecho en un suspiro al continuar: —Jenna, si quieres dedicar a hacer ciencia en el ministerio, no puedes meterte desde esta edad en laboratorios. Porque toda tu capacidad de crear e innovar se verá limitado a lo que puedas aprender dentro de paredes y no desarrollarás habilidades por fuera que te puedan aportar toda la creatividad y esfuerzo que te requerirá trabajar ahí. Hacer ciencia, experimentar la magia, te obliga a estar en un constante estado de aprender cosas nuevas… y no digo cosas teóricas, sino aprender a nuevas maneras de hacer las cosas. Así que quiero que pienses en algo que no sabes hacer y te propongas aprender este verano, y que te suponga un desafío personal. Algo que tienes que superar por ti. Si lo haces, durante todo el verano te ayudaré con tu tesis.
Anonymous
J. Paisley Callahan
Representante
Toda la emoción que hace brillar a mis ojos por cinco segundos se me va al caño cuando pasamos de que al profesor Thornfield le interese mi proyecto al montón de cosas que mi madre hace para señalar que soy una paria social, en otras palabras que no dicen eso pero que al mismo tiempo sí lo están haciendo. Que me coma la tierra. Empiezo a hundirme poco a poco en mi asiento, con las mejillas enrojecidas al punto en el cual estoy segura de que no puedo disimularlo y hasta tengo que contener mi impulso de esconderme detrás de los papeles — No me gustan las actividades que hacen mis amigas, mucho menos Oliver — me excuso con una vocecita que no se parece en nada a la mía, sale más que nada entre dientes — Son… ¡Pierden el tiempo con tonterías! ¿Qué interesante tiene el pintarse las uñas y hablar de muchachos? El otro día pasaron quince minutos antes del exámen de Herbología comentando lo atractivos que eran los muchachos de la lista negra y luego me empezaron a hacer preguntas sobre Oliver… ¡Hasta sobre Luka! Creo que hay conversaciones mucho más interesantes que puedes tener con alguien y no suelo encontrarlas con mis compañeros — por eso, reducido grupo social y poca gente a la cual no quiera rodarles los ojos, mucho más fácil.

Al menos tengo el voto de confianza de ambos, incluso cuando no puedo hacer otra cosa que digerir que se han conocido en un bar… ¡Un bar! Tendré que hablar con mi madre, que está bien que se divierta pero ahora resulta que mi profesor sabe de ella y tiene imágenes de sus andadas. Por todos los cielos, esto es tan vergonzoso, una pesadilla. Hasta creo que se me escapa un gemido lastimero que camuflo con un carraspeo de mi garganta. Me niego a hacer muffins, lo único bueno de todo esto es que, por al menos dos segundos, Logan me salva de la idea de tener que pasarme el verano horneando… Y lo vuelve algo mucho peor — ¿Es realmente necesario? — sueno derrotada, estoy segura que hasta se me ha escapado un puchero humillante. ¿Pasar todo el verano con el profesor Thornfield, trabajando juntos en mi tesis con una buena carta de presentación? Es tentador, lo admito. Hasta se me hace una imagen agradable, pero… ¡Actividades extra! ¡Humillación! No sé hacer absolutamente nada que no sea utilizando mi cerebro, así que no tengo idea de qué es lo que puedo hacer. Y eso me hace recaer en… Ay, no. No, no, no. Me odiaré el resto de mi vida por lo que diré a continuación.

Puedo hablar con mi primo, Oliver… — ahí está, he firmado mi sentencia de muerte, hasta creo que mi voz ha salido como la de una condenada a la horca — Él es la persona con mayor actividad social que conozco, no hay una sola persona en el Royal que no quiera a Oli — maldito niño supuestamente perfecto. Es simpático, lo entiendo. De alguna manera, la mayoría lo considera atractivo, pero yo sé que es porque no crecieron con él haciendo cosas como pegarte chicle en el cabello — ¿Qué clase de actividades deberían ser, entonces? ¿Quidditch? No sé ni atrapar un balón — al menos, no con las manos. Siempre me dan en la cara — Sé que no soy la persona más popular en la escuela, pero pensé que estaba invirtiendo tiempo en mi futuro. Creo que son… personalidades e intereses diferentes, eso es todo.
J. Paisley Callahan
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Sigrid M. Helmuth
Me quedo en silencio en lo que ellos conversan sobre la idea que tiene mi hija para su tesis una vez termine la especialización, me alegra que el profesor Thornfield ofrezca su ayuda para prepararla, porque si Jenna tuviera que recurrir a mí, lo más probable es que eso no saliera bien. Tengo que volver a mencionar que su inteligencia supera con creces la mía, la de mis hermanos, y la de toda la familia Helmuth si se me permite decirlo, que en paz descansen mis padres, los abuelos y los más viejos de nuestros ancestros porque lo diga, pero no estoy exagerando. Para mí es mejor que se vuelva a centrar la conversación en las otras tareas en las que sí tengo algo más de experiencia, y tengo que abstenerme de preguntarle a Thornfield cuál es su definición de estar pasándolo bien, para no caer en el error de que me haya visto en una situación comprometida con mis amigas.

Claro que mi hija salta a las quejas a la primera oportunidad que tiene. —Mujer, con lo fácil que te lo están poniendo… tus deberes de vacaciones van a ser pasárselo bien, ¿qué hay de malo en eso? A veces uno encuentra la diversión en las tonterías más pequeñas, que una lleva a otra y en nada… ¡boom! Te encuentro colando al novio por la ventana de atrás de la casaups, debo recordarme que esto es una entrevista formal y no una conversación que bien podría tener en el sofá de la casa con mi hija —El profesor Thornfield solo quiere que tengas los ojos puestos en más que una sola cosa, porque ya sabes lo que yo digo… hay que tener posibilidades abiertas en caso de que una salga mal, ¡y no tiene por qué ser así! Por supuesto que no… Pero siempre está bien tener algo más sobre lo que poder apoyarte en caso de que eso suceda— me explico, no es nada que no le haya dicho ya antes cuando se empeña tanto en sus estudios que a veces se olvida de vivir. Yo iba a ser la madre que saliera de fiesta con su hija, lo tenía clarísimo, ahora me voy a tener que esperar a que Brian sea lo suficientemente mayor, porque Jenna no parece por la labor de cumplirme ese sueño.

Puedo sentir que cede un poco con la mención sobre su primo. —¡Exacto! Eso sería estupendo— ¿qué no puede hacer este chico? ¡si hasta se relaciona con vivos en directo! Nada que unas pocas semanas acompañando a su prima para que se desmelene un poco. Todo bien con este profesor Thornfield, ¿por qué no hay más como él? Me hubiera gustado tener uno así cuando yo iba a la escuela.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
Jenna, todavía estas en la escuela, donde rige la ley de los grupos. Solemos correr hacia el primer grupo que se abre para nosotros porque la premisa es no estar solos— es posible que lo esté explicando como un viejo de ochenta de años, —salir de tus lugares habituales también se trata de eso, de que puedas encontrar personas con las que tengas cosas en común, una afinidad más auténtica. Pero tienes que salir de tus espacios de siempre para encontrarlas…— sigo con mi intención de convencerla sobre lo beneficioso que esto para ella, más allá de una solicitud de una única página. La idea de que todos los que me visitan como consejero son estudiantes que un día se despiertan con ganas de quemar basureros o que tienen trastornos declarados de conducta, es bastante equivocada. Muchas de las charlas que tengo se desarrollan con estudiantes que, con alguna acción ocasional, hacen catarsis de un sentimiento que luego me lo explican cómo inadaptación. No sienten que pertenecen.

Los consejos de su madre se los respeto, no creo que deba haber de mi parte algún comentario sobre chicos escapando por ventanas, así que busco reforzar lo que dice luego. —Es bueno poner nuestra atención en distintas cosas, la mente lo pide. Concentrarte en una sola cosa puede agobiarte, por mucho que te interese. Necesitas segundas o terceras cosas a las cuales volcarte para darle un respiro a la mente… y eres una estudiante excelente, Jenna— trato de salvar lo que dijo su madre, no es que creamos que esto vaya a fracasar, ¡para nada! El temor está en que le vaya demasiado bien. —Tienes que demostrarte a ti misma que también puedes en algo nuevo y diferente—… y no estaba pensando en quidditch precisamente, así que arrugo un poco el ceño entre mis cejas. —Sería mejor si fuera algo nuevo y que creas que te podría interesar, ¿te interesa el quidditch? ¿Qué hay de cantar? ¿Pintar? ¿Artes marciales? ¿Teatro?— sugiero. —Y señora Helmuth— me giro hacia la mujer para sonreírle, —¿entonces no tendría problemas de que vaya a su casa en verano para que pueda hacer un seguimiento del proyecto de Jenna? Siempre podemos tomar un trago luego— para dar el ejemplo.
Anonymous
J. Paisley Callahan
Representante
Por la mirada de constipación, creo que está más que claro que ya he intentado hablar con esos círculos sociales de los cuales mi profesor está hablando y no he encontrado ni una sola neuronal funcional que me haya motivado a quedarme. Adoro a mi madre, de verdad que lo hago, pero ahora mismo lo único que puedo hacer es un esfuerzo monumental para no poner los ojos en blanco, cosa que creo que se me nota porque por un momento siento que tengo un tic que me produce un latido molesto en el párpado derecho — Pero ahí está el problema. Hay una especie de mandato social sobre lo que es “pasársela bien” y no, no todos tenemos la misma definición sobre aquel concepto — me explico, utilizando el tono de una persona que se ha armado de paciencia antes de acabar por perder los estribos — Y no, mamá. Me encuentro bastante lejos de colar a nadie por la ventana — creo que acabo murmurando lo último, que mi vida amorosa no es algo que venía a debatir en este lugar.

Creo que se me va a quedar la frente demasiado lisa en lo que intento retener algo de todo lo que me están diciendo, porque no tengo ni idea de lo que pueda llegar a interesarme de esas opciones y, supongo, hasta que no pruebe alguna no voy a saberlo — Tal vez mi prima Lexa… — intento comenzar por algún lado, que si no es Oliver es Alexa a quien puedo pedirle consejo, pero no… No puedo formular la idea que Logan ya dice algo que me petrifica en mi asiento — ¿Es en serio? — Momento… ¿Dije eso en voz alta? Pero es que… ¿Mi profesor está coqueteando con mi madre? O no sé si lo ha hecho, pero acaba de invitarle a tomar algo y tengo entendido que eso es algo básico al invitar a salir a alguien. No. Quiero decir…. No. ¿O sí? Oh, no, ya estoy entrando en pánico — ¡Macramé! — grito. Sí, grito. Como una loca que necesita poner una alarma para que la atención no se vaya hacia donde no quiero — Una vez vi a Alexa hacer cosas con macramé y me enseñó algo básico, así que puedo retomarlo. Si consigo tejer algo decente para el fin del verano, lo tomaré como un triunfo. Y prometo salir con Oliver y sus amigos, de verdad. Si ya soporté ir al paintball, no veo cómo puede salir mal… — cualquier cosa que estar entre estos dos hablando de ir a beber algo. Las manos que pongo sobre el escritorio demuestran mi ansiedad — ¿Cuándo vamos a tener la carta para ser enviada? ¿Cuánto deberé esperar por una respuesta? — creo que ni siquiera he parpadeado o respirado, vaya bochorno.
J. Paisley Callahan
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Sigrid M. Helmuth
¡Efectivamente! ¿Cómo sabes que algo no te gusta si jamás lo has probado? — es la misma historia de siempre, igual que con las verduras cuando tenía cinco años, pero esta vez con la versión adolescente de que no quiere salir de su zona de confort. — Tienes que estar abierta a probar cosas nuevas, así nunca vas a averiguar qué es lo que verdaderamente te interesa… — murmuro, un poco dudosa sí, que si se ha pasado todo este tiempo estudiando puedo imaginarme que mi comentario no le va a ser de muy buen agrado. Conozco a mi hija, sé lo que quiere y lo que en verdad le llama la atención, pero eso no quita de que pueda hacer otras cosas, me alegro de que el profesor Thornfield y yo podamos coincidir en eso. ¿Y este era el maestro al que mi hermana ha llamado varias veces para charlar sobre nuestros hijos? Si parece que no pueden ser más dispares, encuentro que tenemos más afinidad entre nosotros que en lo que pueda opinar sobre la educación de los chicos con Ingrid.

Sigo asintiendo a lo que va diciendo, pasando mi mirada de él hacia Jenna para comprobar que ella también está pillando el meollo de todo esto, que no es ir en contra de sus principios, ni mucho menos, sino de abrirle un poco los horizontes que de por sí yo creo que tiene un poco cerrados. — ¡Por supuesto que no me molesta! Me aseguraré de que puedan tener un espacio donde trabajar tranquilos, nuestra casa suele parecerse un poco a un circo a veces — le confieso, ¡y eso que solo vivimos tres en casa! En ocasiones me da la sensación de que somos más, pero si tengo en cuenta las visitas de Kitty, Oliver y mis propios hermanos, se puede entender perfectamente. — ¿Por qué no? — respondo ante su ofrecimiento, con una sonrisa de oreja a oreja, ignorando bien la expresión de incredulidad de mi hija. Pues al final si que voy a tener una cosa por los profesores… ¡ok, que solo son unos tragos!

Pero no, aquí parece que nos estamos alejando del tema cuando escucho la palabra macramé salir de los labios de mi hija y juro que la última vez que escuché esa palabra fue de los labios de mi bisabuela, que en paz descanse. Debo reflejar el terror mismo en mi rostro cuando me giro hacia Jenna. — ¿Macramé? — ¿qué hice mal, Morgana? ¿¡Qué hice ma!? Aparte de dramatizar, pero ese es otro tema… Menos mal que me salva el que acepte a salir con su primo, ahora eso lo veo como todo un plan de verano en comparación con su propuesta sobre tejer. Solo me falta que empiece a bordar también…
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
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Juro que nunca en la vida he escuchado en los labios de nadie la palabra… —¿Macramé?— repito con la misma expresión de pánico que su madre, todo mi rostro se ha desencajado por la imagen que tengo de algún grupo tipo secta que continua con esa labor de trabajar con tejidos y es que no ignoro el concepto de «macramé», lo que pasa es que lo pensaba una práctica extinta para el año en el que estamos. ¡Siglo XXV! —Así que para que te avale tu solicitud nos propones aprender algo que te mantendrá sentada en tu casa y sin hablar con nadie, incentivando tu perfeccionismo de por sí bastante marcado. Además de que saldrás con un primo con el cual al parecer ya te comparan para resaltar contrastes, cuando la idea no es que tengas que estar comparándote con alguien o tratando de ver cómo lo hace en la vida, y no nos olvidemos, de que también saldrás cuando ya dejaste claro que en esos lugares y con esas personas la pasas fatal…— expongo cada cosa y creo que no me olvido de ninguna.

Me echo hacia atrás en mi silla claramente en desacuerdo con las condiciones que propone, hay muchas a considerar cuando se tiene la intención de ayudar a alguien, que acepte esa ayuda es una, no terminar haciendo algo que no ayudará en nada es otra. —Puedes pasar a buscar la carta mañana, diré que eres la mejor candidata posible para esas prácticas— digo, en ningún momento estuvo en cuestión si eso lo haría o no, es el lugar que merece, se lo ha ganado con su desempeño como estudiante y todos los méritos que serán una lista muy larga cuando me toque redactar la carta. —Espero ver como llenas la casa de tu madre con todo el macramé que quieras—, quien había dicho que el lugar era el circo y con tanto hilo de un lado al otro, ahora serán también trapecistas. —Y podemos prescindir de las salidas con tu primo como parte obligatoria de la tarea— aclaro. —No haré de algo así una obligación, si decides salir con tu primo que sea porque así lo quieres, que al final de cuentas… es tu primo—. No tuve primos, no crecí con mis hermanos, desconozco como es la relación real entre personas que crecen juntas, pero en la idea general que tengo sobre esas cosas, un primo sin llegar a ser un amigo, tampoco debería ser parte de una relación forzada. Me guardo mi decepción de que no haya elegido algo más desafiante… y moderno que el macramé, pero no me gusta decirle a mis alumnos cuál es la respuesta correcta, porque a veces me dan una que lo es y yo ni siquiera lo consideré. Fuerzo una sonrisa para ambas y vuelvo a tender mi mano hacia la madre de Jenna. —Un gusto conocerla, señora Helmuth, nos estaremos viendo seguido. Y Jenna, te espero mañana.
Anonymous
J. Paisley Callahan
Representante
Empiezo a ponerme rosada. Lo sé porque reconozco el calor no muy agradable que me hace picar las mejillas y, como se va extendiendo, asumo que he enrojecido por completo. Acabo por bajar la mirada y la dirijo hacia mis dedos, esos que juguetean entre sí en lo que tengo que morderme la lengua porque sí, he elegido algo al azar solo por decir algo y, en cierto modo, me siento atacada. Supongo que es normal, ¿no? Cuando las personas te dicen que cambies una de las cosas que más te identifican, es un reproche hacia algo que en cierto modo acabas disfrutando. ¿O yo me he quejado de la vida que llevo? Pues no, siempre han sido los demás lo que ven todo como algo extraño. ¿Qué hay de malo si soy feliz así? A veces, creo que los adultos se dejan llevar por los estereotipos idealizados de la adolescencia que ya han olvidado por culpa de las películas. ¡Pues no todos somos así, señores! A mí no me interesan los bailes ni los romances de verano. ¿Es tan difícil de entender? — Trataré de encontrar otra cosa… — murmuro con un hilo de voz, dudosa de que siquiera me escuchen. ¿Para qué, de todos modos?

A lo que le sigue, solamente puedo asentir a cada una de las aceptaciones de mi profesor, sin alzar la mirada hasta que el saludo llega a mis oídos. Hago un movimiento con la mano para dejar los papeles sobre el escritorio, consciente de que estoy evitando los ojos de Thornfield incluso cuando me pongo de pie. Sí, miro su cara por un instante, pero no busco el contacto visual — Muchas gracias, profesor — farfullo — Nos vemos mañana — creo que estoy huyendo cuando salgo por la puerta, nunca he sido demasiado alta pero ahora mismo siento que me he encogido unos cuantos centímetros. Acomodo la carpeta dentro de la mochila, consciente de que tengo el cuerpo crispado y, en cuanto veo a mi madre, tiro del cierre con algo de violencia — De seguro estás feliz. ¡Todo un verano de Jenna sin ser Jenna! — me quejo como la adolescente dramática que puedo ser, si es lo que tanto desea. Dejo caer la mochila en mi hombro así me es más cómodo el tirar de ella para colocarla en mi espalda y resoplo — Perdona por no ser la hija compinche y divertida que siempre quisiste, mamá, pero tampoco tenías que…. ¡Aghhhhhh! — mis manos se agitan en el aire de la exasperación, le doy la espalda con una sacudida de mi cabello y empiezo a andar por el pasillo con grandes zancadas. No sé por qué me siento tan humillada ni por qué tengo ganas de llorar, pero lo mejor que puedo hacer ahora mismo es llegar rápido a casa, así seré libre de encerrarme en mi dormitorio. Al menos, esas cuatro paredes no tienen ojos.
J. Paisley Callahan
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With the future in our hands ✘ Priv. JgHn4eK
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