The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kendrick O. Black
Fugitivo
Ese fue el último. En cuanto el señor Dickens cruza por la puerta y me deja a solas en mi despecho, me desarmo en la silla y, con un suspiro, chequeo la hora en la laptop que tengo justo delante de mí. Son casi las nueve de la noche, lo que indica que nos hemos pasado del horario y eso me hace maldecir para mis adentros. No es que me moleste llegar tarde a casa, no cuando nadie me está esperando y no planeo hacer demasiado, sino porque aún me siento culpable por tener a una secretaria que tiene que quedarse conmigo en caso de alguna emergencia. Olivia me cae bien, siendo sincero. Además, tengo que admitir que Jim tenía razón el otro día y que vale la pena el echarle un ojo de vez en cuando, solo por admirar la vista. ¡Qué no es nada malo, es solo mirar! Lo que sucede es que no estoy acostumbrado a tener a alguien que haga todo por mí, mucho menos a una persona mayor y que se vea tan bien. Ya, que Synnove jamás se entere, que al fin de cuentas lo único que acaba importando es que es ella a quien quiero… y ya estoy dando vueltas mentales.

Estoy haciéndole el traspaso del informe a Mimi cuando, de manera repentina, las luces se apagan y me quedo a oscuras, iluminado solamente por la luz de la pantalla — ¿Pero qué…? — parpadeo. Mi primera reacción es mirar por la ventana que tengo detrás, pero solamente puedo visualizar los jardines a oscuras. Al volver a la computadora, me encuentro bufando al ver que el envío se ha interrumpido, culpa de que se ha cortado el internet. Genial, se ha ido la energía. ¿Qué se hace en estos casos? ¡Que ya mandamos a todo el mundo a casa! ¿Dónde quedó la gente de seguridad? Solamente se me viene un nombre a la mente y me carga de culpa — ¡Olivia! — me pongo de pie, cruzo el despacho y abro las puertas, tratando de verla. Por lógica, solamente miro hacia donde sé que está su escritorio — ¿Qué ha pasado? ¿Enchufaste algo o solamente se fue? — que yo de térmica y esas cosas, no sé nada.

Me froto la frente, esa que se me arruga por debajo del flequillo. No puedo simplemente irme, que las defensas tecnológicas de la alcaldía quedarían inactivas, así que sería un riesgo y un compromiso para el encargado de seguridad nocturna, vaya a saber dónde se encuentra ahora; de seguro se encuentra en los puestos de los jardines, vigilando la entrada. La luz de mi varita me ilumina el pasillo, haciendo que pueda ver, al menos, la figura de mi secretaria — No podemos… Aún estoy trabajando… — que sé que podría seguir desde mi casa, pero ese no es el punto.
Kendrick O. Black
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Podría ser peor. Considero que ese es mi lema desde que tengo uso de razón, a pesar de que no me precio tampoco la persona más optimista del universo, sé de sobra que podría estar con mi culo en una zanja o tras un par de rejas, así que hago bien en tomar este trabajo como un golpe de suerte. ¿Por qué me lo dieron? La verdad es que ni yo lo sé, si me lo preguntan, no será porque soy disléxica y confundo la izquierda de la derecha, aunque eso sería mucho peor si en vez de secretaria me hubieran contratado como taxista. Mientras no confunda un montón de números de teléfono con otros, como los de “personas con las que Kendrick no desea hablar” y “personas con las que tiene que reunirse por obligación, independientemente de si le guste o no”, todo va bien. Y ¡hey! Le estoy pillando el tranquillo a esto, como todo en la vida, es cuestión de práctica y poner un poquito de nuestra parte, que sea por el esfuerzo de tener que grapar un par de folios al día, atender unas cuántas llamadas, entre las cuales juego al tetris en el ordenador o a uno de peces muy entretenidos (Frisby está a punto de pasar a mejor vida) y básicamente, no cagarla.

Es como un nuevo estilo de vida completamente distinto al que solía llevar en el doce o en el once, donde he tenido que cambiar la habilidad de mis manos de colarse en los bolsillos de las chaquetas de desconocidos por el tecleo en el ordenador. Lo que debería de estar haciendo en lugar de entretenerme con un videíto de internet, pero no se puede esperar otra cosa cuando literalmente no queda nadie en el edifico más que Kendrick y, por obviedad, yo, por ser quiénes se tienen que quedar a aguantar a aquellos que se pasan de horario. Está a punto de llegar la parte interesante cuando el ordenador se apaga y antes de caer en la conclusión de que ha sido toda la electricidad del edificio la que se ha ido, le doy un golpe al lateral de la pantalla en lo que maldigo por lo bajo, porque este cacharro siempre se las apaña para darme un mal rato, y eso que empezábamos a entendernos…

¡Dígame! — salto casi al instante cuando se abren las puertas, por esa costumbre vaga de llamarlo de usted en el trabajo incluso cuando no hay nadie delante, lo cual me hace bastante gracia porque no deja de ser menor que yo. — Creo que solamente se fue — juro que estoy por soltar que yo no tuve nada que ver cuando su voz declara lo que estaba pensando, que nos quedamos sin luz. Y no es por sonar agonías, pero esto siempre es escenario de película de terror, que me he viso alguna de esas desde que estoy aquí. — Me suena haber visto la caja de luz en alguna parte del pasillo... — murmuro, toqueteando la mesa en busca de mi varita que ya ni sé donde la puse, aunque conociéndome me vendría mucho mejor una linterna manual. Espero que me siga cuando tras encontrarla y varios intentos de conjurar un lumos, camino en dirección a uno de los pasillos principales de la alcaldía. — Sabes, estaba pensando... Con esto de que nos estamos quedando hasta tarde muchos días ya esta semana, la próxima noche estaría genial que pidiéramos algo de comida a domicilio — propongo, porque me ruge el estómago, sí, pero también porque así de silencioso se siente un poco tenebroso todo. — No sé... ¿te gusta el mexicano? — ahora mismo mataría por unos nachos.
Olivia A. Holenstein
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¿La… caja de luz? — muy bien, este es el momento en el cual debería saber tocar cables o activar botones, pero la verdad es que con suerte y comprendo lo básico de cómo funciona la electricidad. Ya saben, hay energía que corre por enchufes y eso es todo, no me pidan mayores conocimientos. No voy a mostrarme como un niño ignorante frente a ella, que suficiente tengo ya con el saber que estoy dentro del papel de jefe y, de alguna manera, tengo que ganarme el respeto de estas personas sin enseñarles mi verdadero yo, ese que se pasa horas tirado en un futón mientras juega videojuegos y come papas fritas — Claro, la caja de luz — acabo afirmando, como si en verdad tuviese una idea de lo que me está diciendo. Suerte para mí, Olivia es quien marca el camino y yo no tengo más que hacer además de ir tras ella, siguiendo sus pasos. Hay algo en la oscuridad de estos pasillos que me da una mala espina, quizá porque he estado aquí cuando murieron personas y todo este lugar, con esos rincones tenebrosos, parece ideal para una película de terror. Obviemos de que estoy intentando ver esto como un simple apagón y no como un ataque del gobierno, porque últimamente me ando mostrando paranoico con todo el asunto de que Magnar quiere matarme.

No me espero que me salga con una conversación tan simple y, a decir verdad, tengo que agradecerlo mentalmente, porque me ahorra el irme por los pensamientos más tenebrosos — ¿Mexicano? — intento hacer memoria, que para mí las comidas no tienen un verdadero nombre, hasta que lo recuerdo — ¡Oh, claro! Syv… mi novia y yo pedimos una vez. ¿Hablas de los que usan mucho picante y guacamole? Me encanta el guacamole — podría ponérselo a casi todo, pero una vez intenté guardarme las sobras en la nevera y así fue como aprendí que se oxida y se vuelve imposible de consumir — ¿Y por qué no me dijiste que tenías esa idea? Jamás le digo que no a la comida. Además, ya suficientemente culpable me siento por hacer que te q… ¡Jodida mierda…! — se me escapa el insulto al doblar una de las curvas, que un busto de vaya a saber quien aparece en escena y, por culpa de la poca luz de la varita, me demoro unos segundos en darme cuenta de que no se trata de absolutamente nadie. Da igual, mi corazón ya está latiendo a mil por horas y me he apegado a la pared, tratando de controlar mi respiración — ¿Por qué seguimos teniendo de estas cosas? Haré que los quiten mañana… — ¿Quién? No lo sé, pero… no.

Para cuando puedo sentir que mi corazón late a un ritmo normal, me apoyo en la pared para impulsarme y vuelvo a andar, aunque mis pasos son cautelosos. Levanto una mano para pedirle disculpas y avanzo, haciéndole un gesto para que guíe el resto del camino — Aaaasí que… Olivia — me aclaro la garganta, que la idea es que no se note que soy un adolescente perseguido — Si dejamos de lado lo de pedir comida porque nos pasamos del horario, ¿tienes alguna otra queja? Verás, soy nuevo en todo esto de ser… bueno, jefe de alguien — que horrible es ponerlo así — Lamento mucho que el horario se estire, de verdad. Espero que nada de esto te haya arruinado planes para esta noche o algo así — ¿Falta mucho para la caja?
Kendrick O. Black
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
La caja de luz. — repito cuando parece sorprenderle y me pregunto internamente si siquiera sabrá lo que es por ese tono que ha utilizado. — Todos los edificios tienen una, normalmente solo se tiene que subir una palanquita diminuta para que vuelva a funcionar la electricidad. — explico, dándomelas de ingeniera mecánica cuando en realidad es lo que se aprende cuando no haces más que moverte de bloque a bloque de edificios constantemente. — En el doce la corriente de electricidad siempre va un poco mal, no te creas que soy experta en reparar estas cosas, con suerte y no me electrocuto un dedo — dejo caer por si en el futuro muestra interés por mis dotes de electricista, pero aclaro eso último porque me gusta mi trabajo como secretaria y no que me envíen a… reparar cosas. — Qué sé yo, se habrá sobrecargado después de todo el día, ¿qué estabas haciendo? — sí, antes que echarle la culpa a mi juego de peces voy a preguntarle sobre sus qué haceres, a ver si todavía fundí la luz por una tontería.

Definitivamente, muy siniestro, mejor no le quito el ojo de encima. — Ajá, creo que ya sé quién dices, la he visto un par de veces, ¿la rubita, no? Que a veces te deja mensajes — juraría que alguna vez se pasó por mi mesa con ese fin, pero tampoco quiero asegurar nada. — Exactamente, sí, eso, aunque tengo entendido que puedes escoger la cantidad de picante que deseas, ya sabes, para no ponerte colorado. — uno solo comete ese error una vez. — Si nunca probaste los nachos, los recomiendo. — la verdad es que uno no puede quejarse de la cantidad de cosas que se pueden hacer en el distrito nueve como si fueras ciudadano legal. — Ah, bueno, no sé... puede que haya estado mirando en internet el número del restaurante porque me entró hambre. Lo apunté en un post-it así que si te parece buena idea, a la siguiente pedimos. — que si no le dice que no a la comida... es conocido que yo tampoco. Me encojo de hombros y agito una mano sin importancia, un gesto que probablemente no se aprecie por la oscuridad del lugar, como respuesta a su culpabilidad. Segundos antes de que casi me dé un infarto por ese sobresalto y que por cercanía me contagia hasta que tengo la misma reacción, poniendo una mano en mi pecho.

Cuando es seguro que solo se trata de una estatua, continuo por el pasillo dirigiendo el camino, pero si voy a ser honesta la verdad es que no tengo ni idea de si estoy yendo en la dirección correcta porque no veo un pijo. — Mmmmm... — medito, pero no creo que lleve lo suficiente en el puesto como para pedir un ascenso, ¿no? — Por el momento no, he tenido jefes más exigentes que tú, así que no tengo de lo que quejarme. ¿Y tú? ¿Te gusta el café como lo hago o consideras que tiene sabor de aguachirri? Porque puedo ponerlo más fuerte, si quieres... — porque de todas mis tareas, preparar el café es la que más me entretiene. Muevo la varita de un lado a otro del ancho pasillo, en busca de la pared en la que juraría haber visto la caja. — No te preocupes, en mi agenda esta noche solo estaba esperándome un baño de burbujas — otra cosa en la lista de pros de haberme venido a vivir aquí, tener una bañera que va con agua corriente y no una tina donde tienes que usar el mismo agua para todo. — Ah, mira, aquí está — murmuro cuando diviso el cuadro que colocaron para disimular el hueco de la pared, le tiendo mi varita para que la sujete así tengo las dos manos para retirar la pintura y dejar a la vista la cajita, la cual abro y tiro de la palanquita una vez, esperando a que la luz regrese. No lo hace, tiro para abajo y hacia arriba una vez más. — Pues vaya
Olivia A. Holenstein
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Asiento con la cabeza, lo que de inmediato me hace notar que estoy siendo un estúpido, puesto que ella no podría verme ni aunque estuviese mirando hacia atrás — Esa, sí. ¿Los nachos de paquete son los mismos? Porque esos sí los he probado — aunque algo me dice que los que yo he comido son más artificiales y, quizá, no sean el mismo producto que ella me está promocionando. Quizá debería enfadarme con eso de que ha estado usando su tiempo laboral para buscar números de delivery, pero la verdad es que no me considero la clase de persona adicta al trabajo que se molesta con esas cosas. Si tiene lo que le pido cuando lo necesito, el resto no es como que me importe demasiado, incluso cuando Hero insiste en que tenemos que dar una imagen respetable y centrada — Perfecto. Yo invito, es lo mínimo que puedo hacer — que le estoy quitando tiempo de su vida privada y, en cierto modo, yo le pago el sueldo así que es lo mismo. ¿En qué momento las cosas cambiaron tanto que tengo personas a mi cargo? Las vueltas de la vida.

El susto de la estatua me deja desconcertado, en más de una ocasión lanzo un vistazo hacia atrás con el miedo de ver algo moverse entre las sombras; suerte para mí, es solamente paranoia — ¿Mmm? — pregunto, girándome una vez más hacia delante — No, por mí está bien… No es como que la máquina de café haga cosas feas — aunque casi siempre pido los que tienen más leche que café, no sea cosa que tenga un sobrecargo de cafeína y me vuelva un mono insoportable. De verdad, estoy hablando desde la experiencia, que sé muy bien que tengo la manía de no dejar el culo quieto — Suena bien — me siento algo estúpido, pero es lo único que se me ocurre decir ante lo del baño de burbujas. No es correcto que me ponga a hacer sociales con ella, ¿o sí? ¿Cómo funcionan las relaciones meramente laborales? ¿Tengo que mostrarme como alguien distante, así va a respetarme cuando llegue el momento? Ya ni sé.

No tengo idea de cómo supo que ahí estaba el tablero, pero supongo que tiene lógica y no me sorprendería en lo absoluto que Hero lo hubiese indicado. El sonido de la palanca me indica que su plan no ha funcionado y, por si las dudas, abro una de las ventanas más cercanas para asomarme — Desde aquí no puedo ver si ha afectado a otras casas o si somos solo nosotros — que los jardines son demasiado grandes como para poder ver algo. Vuelvo a cerrar, sintiendo un cosquilleo de incomodidad en la nuca — Siempre podríamos marcharnos, pero no quiero dejar la seguridad tecnológica desactivada. No cuando no sabemos si esto fue solo un accidente o alguien nos ha quitado la energía — ah, sí, ahí viene mi paranoia a hacerse notar, pero si hay algo que he aprendido en todo este tiempo es a no tomar nada con pinzas — Veamos… — me asomo por encima de su hombro para poder iluminar mejor y trato de leer los nombres de aquellos sectores indicados en el tablero, pero solamente son números y letras y yo no entiendo ni goma. Solo por hacer algo, muevo algunas palanquitas — Solo estaba enviado un informe a Mimi, eso es todo… — respondo algo que quedó en el aire, aunque es obvio que es más bien mi análisis de la situación que una contestación en toda regla — ¿Y tú? ¿Hiciste algo que sobrecargue el sistema? Prometo no despedirte — intento bromear, aunque creo que no es el momento ni el lugar.
Kendrick O. Black
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
No he probado los nachos que vienen en bolsa, los he visto en el supermercado, pero dudo que sean la mitad de buenos que los que hacen en el momento, así que hago una muequita en respuesta incluso cuando no creo que con la pésima iluminación de nuestras varitas pueda apreciar el gesto. Me conformo con que parece aceptar mi propuesta y puedo dejar de concentrarme en el rugido de mi estómago por unos segundos. — De acuerdo, pero si alguna vez cometo un error o prefieres alguna cosa de cierta manera, puedes decírmelo, que no tengo problema con las críticas siempre que sean constructivas. — bromeo, cuando sería lo suyo que como mi jefe me dijera lo que estoy haciendo mal para poder modificarlo. Prefiero eso antes que me venga con un despido sorpresa por no haber hecho bien las tareas. No me sorprendería que terminara haciéndolo después de ponerme a contar detalles de mi actual vida como si fuera un colega del bar, que por su manera de contestar deduzco que no le agrada demasiado esto de que ande narrándole mis planes, no importa que sea un simple baño, pero hey, en mi defensa fue él quién preguntó.

Marcharnos ahora antes de arreglar el pifostio suena como algo que yo haría, pero no sé si sería lo más correcto, puesto que eso daría una imagen que, a pesar de ser certera, no necesito que me tomen por alguien que deja las cosas a medias. — ¿De verdad crees que nos han hackeado el sistema? — giro la cabeza en busca de la suya, encontrándome con su rostro a unos centímetros, reflejado por las sombras de alrededor. — Porque eso sería… bueno, una tremenda putada. — no vamos a ponernos exquisitos con la elección de palabras si esto se trata de una invasión, lo que me hace morderme el labio inferior. — Pero en ese caso tendrían que haber saltado las alarmas… ¿no? — sacudo la cabeza, convencida de que eso no puede ser, aunque hay cierta duda en la manera que tengo de regresar la vista al tablero de luz.

Estoy tentada a darle un golpecito en la mano para que deje de toquetear las palancas, que si con la general no funciona, no necesitamos que también empiecen a saltar o a volar otras cosas por el aire, pero siendo mi jefe lo consideraría un poco inadecuado. — ¿Yo? Pues nada… Estaba viendo un vídeo de como hacer avioncitos de papel, ya había acabado mis tareas así que en teoría no puedes despedirme. — a mis veintisiete años, lo más interesante que me pudo pasar hasta ahora es aprender como hacer una figurita de esas, eso por seguro. — Me he quedado sin ideas, pensé que con esto bastaría para que regresara, quizá es verdad eso de que nos están invadiendo… — murmuro, pensando en voz alta. — O que solamente vuelva sola, la luz digo.— ¿por qué no? Hay una teoría por ahí que dice que las cosas vuelven cuando no las buscamos, y siempre de la forma que menos esperamos. — ¿No me vas a despedir por esto, verdad? Porque no tengo la menor idea de por qué saltó esta cosa
Olivia A. Holenstein
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Kendrick O. Black
Fugitivo
¿De verdad creo que nos han hackeado? Bueno, pues la verdad es que no, solo soy yo siendo un cobarde que se cree que, en cualquier momento, Magnar Aminoff querrá cobrarse la mala jugada que le hicimos pasar al colarnos dentro del Ministerio de Magia. Si nosotros pudimos colarnos dentro de uno de sus departamentos de máxima seguridad, no hay absolutamente nada que les impida a ellos burlar nuestras defensas. Y sí, ya sé que estoy siendo negativo y no le estaría poniendo un voto de confianza a Mimi, pero soy realista al decir que el gobierno tiene muchos más medios que nosotros. Si aún no nos volaron por los aires es porque hemos tenido suerte, que todo sistema tiene sus puntos débiles y sería un necio de negarlo — No lo sé. Si el sistema es hackeado… ¿No tendrían el cuidado de hacerlo pasar inadvertido? — pregunto, aunque es más bien una duda que nace en mi cabeza y que estoy poniendo en voz alta — Si te sirve de consuelo, suelo creer que hasta el de la verdulería me quiere envenenar, así que de seguro soy yo imaginando cosas y esto es solo un corte de luz.

Me río entre dientes por su sinceridad y sé muy bien que Hero se horrorizaría, pero no me da la cara para ponerme en jefe gruñón y controlador. Acabo por empujar la tapa del control y me encojo de hombros, haciendo que mi sombra reflejada con la varita se vea algo grotesca — ¿Por qué habría de despedirte? No es como que tus videos de avioncitos de papel sean muy pesados como para echar abajo el sistema — con lo complicado que fue encontrar una secretaria personal… No, no soy tan exquisito, solo que Hero siempre les encontraba un defecto y a veces creo, aunque no lo diré en voz alta, que aceptó a Olivia porque yo estaba harto de hacer entrevistas y como que le estaba rogando para que se decida por una. Mis nudillos le dan unos golpecitos a la pared, tratando de hacerme alguna idea — Ven. Necesitaré tu ayuda para algo.

Sin más vueltas y con una resolución que no sé de dónde he sacado, nos guío a una velocidad mucho más segura hasta mi despacho. En la oscuridad parece mucho más grande de lo que en realidad es y, debo admitirlo, el contorno de las bibliotecas se ven bastante horribles. Presiono el botón de mi laptop para hacerla funcionar, pero me veo obligado a apoyar la varita sobre el escritorio y tomo asiento — ¿Puedes iluminarme mientras trabajo? Si comparto algo de señal desde mi celular, quizá pueda levantar el sistema de seguridad — tal vez es demasiado pesado, pero no pierdo nada con intentar. Vamos, la verdad es que mi teléfono es nuevo, lo he conseguido solo porque parece ser que mi trabajo lo requiere, pero fue un verdadero drama. Hubo que crear una red telefónica que solo funcione dentro del nueve, de modo que nadie pudiera hackear nuestras conversaciones — ¿Sabes? Es mi primer celular — le cuento como dato random, mientras toqueteo los botones que, espero, conecten los datos — De dónde vengo nadie los utilizaba. ¿No es un poco raro que aquí todos sean tan dependientes de la tecnología? ¿No les parece abrumante?
Kendrick O. Black
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Asiento con la cabeza de manera silenciosa, porque esa era mi razón principal por la que descarté la opción de una invasión en primer lugar, pero bueno, uno nunca sabe con qué puede aparecer el ministerio. Yo ya no me fío de nada, ni de nadie. Como Kendrick, al parecer, que no me saca más que una risilla entre dientes por ese comentario sobre que el verdulero lo quiere asesinar. — Creo que estás en todo tu derecho de ejercer de paranoico — le digo, aunque no pienso que sea precisamente lo que quiere escuchar, tampoco voy a decirle que está seguro entre estas paredes cuando él mismo debe de ser consciente de que el país entero quiere su cabeza. Yo me sé de uno que también la quiere, más o menos, pero no me voy a poner a dar nombres. En su lugar me encojo de hombros, no muy segura de que me vaya a apreciar el gesto, por lo que procedo a hablar para explicarme. — Y técnicamente, estabas abusando de mi horario laboral — bromeo en voz baja, que si yo estoy en falta por hacer figuritas de papel en el trabajo, él también lo está por retenerme aquí más horas de las que estipula en mi contrato.

Me apresuro a colocar el cuadro de regreso a su lugar cuando parece tener una idea de lo que hacer, volviendo sobre nuestros pasos en dirección a su despacho. — Y no sería más fácil llamar a tu amiga la hackeadora… ¿Mimi? — propongo, antes de que él mismo provoque un cortocircuito mayor en todo el distrito y al final sí terminemos siendo invadidos por el enemigo. Digo, ¡que ya que sacó el teléfono! Aun así, utilizo mi varita para colocarla sobre el teclado y la pantalla del ordenador. — ¿¡Es tu primer teléfono y quieres levantar tú solo el sistema de seguridad!? — ¿solo yo escuché eso como una tremenda cagada si algo sale mal? Vale, que solo es un móvil, pero aun así… — Supongo que no, no te puede abrumar algo con lo que has crecido toda la vida, ¿no? Yo jamás usé un celular igual antes de tomar este trabajo, pero tiene que tener sus utilidades  también fuera de una oficina. — comento. Sobra decir que de donde yo vengo tampoco se utilizan, es por eso que ahora me entretengo mucho con esos cachivaches e incluso he pensado en hacerme una cuenta de esas en las redes sociales. Una falsa, por supuesto.

¿A ti no te abruma todo esto? — no sé con qué confianza me saco esa pregunta de la manga, pero siempre he tenido curiosidad al respecto. — Liderar una guerra tiene que ser un trabajo muy… cansado, si a mí me lo preguntas — es por eso que prefiero moverme por las filas bajas y no tanto por los puestos altos, ese trabajo se lo dejo a personas como Kendrick o Hermann, a mí me beneficia más lo que pueda hacer por lo bajo. Como este trabajo es un ejemplo claro de ello. Lanzo un suspiro largo que se extiende por toda la habitación, sentándome en la esquina de la mesa para adoptar una postura más cómoda mientras sigo sosteniendo la iluminación. — ¿Eso ya te funciona?
Olivia A. Holenstein
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Kendrick O. Black
Fugitivo
No quiero molestarla por un cortecito de luz… — en realidad, sé muy bien que le mandaré algún mensaje cuando me sienta demasiado inquieto en la noche y me salten dudas y culpas. Levanto las manos en señal de que se aguante un momento, que no soy tan inconsciente y, si vamos al caso, no sé absolutamente nada de computadores salvo los botones que Mimi me explicó para que no haga estallar el distrito entero — No es tan complicado si solo presiono los botones indicados… Es prácticamente activar alarmas — y levantar muros invisibles, pero eso no se lo voy a explicar porque me dijeron que sea reducido el número de personas que entiendan cómo funcionan las defensas — Solo pasaré internet del teléfono a la computadora y podré hacer todo lo que necesito con los envíos necesarios, me tomará un momento — si tengo suerte, claro.

Supongo que tiene razón, aunque dentro de NeoPanem la tecnología es mucho más normal que lo que era en el catorce, no importa en qué distrito te encuentres. Acabo encogiéndome de hombros y achino un poco los ojos al tratar de ver la pantalla, que me han dicho que es por culpa de que necesito anteojos pero me niego a ir a un oculista, así que me apego un poco a la laptop. Estoy tocando la pantalla para poder presionar todo lo que necesito, cuando le echo un rápido vistazo a mi compañera, sin haber esperado su pregunta — A veces… — admito, que sé muy bien que no voy a poder ocultarlo de todas formas — No lo sé. Me gustaría poder tener una vida normal, sin preocuparme de nada de esto. La verdad es que estoy bastante entusiasmado con la idea de empezar a ir a la escuela — que no falta tanto, aunque será extraño el tomar clases y trabajar al mismo tiempo — En el catorce teníamos algo parecido, donde nos educaban a todos juntos, pero… He aceptado que esta es mi vida, al menos por ahora.

No le contesto de inmediato, que estoy con la atención puesta en cómo se está llenando la barra azul — Espera… ¡Ahí! — doy un nuevo toque y… — ¡Walá! Seguridad levantada. ¿Ves? No soy tan tonto — que ella jamás lo dijo pero yo lo he pensado, así que da igual. Hago tronar mis dedos en señal de repentina seguridad y levanto la vista en su dirección, apenas viendo sus facciones entre las sombras que se forman gracias a su varita — Creo que podemos cerrar la alcaldía por hoy. Te invito algo de comer en agradecimiento. ¿Aún tienes antojo de mexicano? — bajo la tapa de la computadora y, con un movimiento de mi mano, consigo que mi mochila llegue a mis dedos; de verdad, esto de poder mover cosas con la mente cada vez se me hace más práctico. Sin más, me pongo de pie y empiezo a guardar, desconectado el celular de la red — Al menos que quieras pedir, pero dudo mucho que sea bueno el comer a oscuras.
Kendrick O. Black
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Olivia A. Holenstein
Fugitivo
Ah, qué interesante. ¿Apretar botones? ¿Cuáles exactamente? Estiro un poco el cuello por encima de la varita para ver si puedo alcanzar a ver lo que hace, eso a lo que no le estaba prestando mucho interés hasta que me he dado cuenta de que podría ser información muy valiosa para mí, para otros. Y de todas las cosas que dice, me tengo que quedar con que va a empezar la escuela. — ¿Vas a empezar la escuela? — repito mi pensamiento en voz alta, espero que no suene tan sorpresivo como lo siento en mi voz, las bromas me las guardo para cuando haya más confianza si es que luego no me dice que debemos mantener la formalidad entre puestos. ¿Se imaginan? En lugar de colegio para aviadores, colegio para convertirte en jefe de guerra. — Ósea, que eso está genial… pero no sé, no pensé que precisamente tú estuvieras obligado a ir al colegio — que si lo dice de esa forma, hablando por su entusiasmo, supongo que no va tan obligado — Pero claro, claro, los jóvenes como vosotros tenéis que aprender sobre… cosas — ¿qué se aprende en el colegio aparte de un poco de historia y unas cuentas matemáticas? Mis clases estuvieron en la calle toda la vida, no recuerdo lo que es sentarme en un pupitre y, siendo sincera, no le veo mucha más utilidad. Quizá por eso me va tan mal con los hechizos.

Se me escapa una risa cuando asegura no ser tonto, que no esperaba que lo fuera si llegó hasta aquí sin perder una pierna o al menos un par de dedos de la mano. Me hago la sorprendida por sus nuevas dotes de hacker del distrito, asintiendo con la cabeza en lo que mis labios se prensan de manera que puedo mostrar mi asombro. — Yo siempre tengo antojo de mexicano — admito cuando lo propone como forma de terminar el día, a mí todo lo que tenga que ver con comida me suena como un plan perfecto. Aunque tengo que reconocer que me desvío un poco de su propuesta cuando veo como su mochila se mueve de un lado a otro de la sala hasta acabar en su mano, por arte de magia, sí, pero no de la que sale por su varita, así que no puedo ocultar mi repetida sorpresa cuando le miro. — Wow, eso fue impresionante. ¿También lo aprendiste en la escuela? — voy a empezar a plantearme eso de ir yo también, si termino pudiendo mover cosas con la mente. — Eso tiene que ser de gran utilidad cuando no llegas a por el mando de la televisión — me río por mi ocurrencia, ¿qué cosa más molesta que estar tumbado y tener que levantarte porque el mando quedó a dos metros de distancia? Horrible.

Agarro mi bolso que me hace parecer todavía más una secretaria cuando pasamos por delante de mi escritorio en dirección a la salida, la brisa del anochecer con el verano a la vuelta de la esquina me hace agradecer que me pusiera ropa ligera esta mañana. — Porque tu novia no tendrá problemas con que comamos algo a estas horas, ¿no? — pregunto, que hay chicas celosas por doquier y quiero dejar clara que mi intención nunca fue esa, solo tengo hambre. — Vamos, por este lugar conozco un atajo y llegaremos antes — ventajas de haber vivido en la calle durante mucho tiempo, uno se acostumbra a vagar por sitios en los que uno con un par de dedos de frente no pasaría. — Tranquilo que no he planeado para asesinarte con el verdulero en la esquina — bromeo.
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Será educación gratuita y obligatoria para todos los menores de veintiuno. Hay demasiada gente que no pudo obtener una formación decente y, si queremos formar una sociedad que tenga una buena raíz, es mejor hacerlo de esta manera. Me guste o no, yo sigo siendo menor y Hero dice que debo “predicar con el ejemplo— ¿Ven por qué digo que la colorada nació para liderar y yo soy solamente yo? Le arruina la imagen ser quien es y la mancha de sospechosa de asesinato, pero por lo demás, creo que va muy bien. Además, tenemos que ser sinceros con que me vendría muy bien ir a la escuela, si consideramos con que soy un ignorante en la mayoría de las cosas que muchos en este lugar tienen por demás asumidas.

Lo bueno de todo esto es que no se niega a comer algo, así que podemos salir de aquí y olvidarnos de mi actitud infantil frente a una estatua. Tendré que monitorear algunas cosas desde el celular, pero eso es otra historia. Ahora me centro más en su reacción y sí, no quiero presumir, pero ni siquiera estoy pensando cuando me paro un poco más derecho en una actitud confiada que no suelo tener todos los días — No, lo aprendí solo — declaro con tono pomposo, por lo que acabo carraspeando — No tengo idea de cómo y al principio necesitaba de más concentración o urgencia, pero ahora me parece muy sencillo. Supongo que la magia se me da bien — no es realmente un “supongo”, pero no quiero sonar tan egocéntrico. Y la cosa empeora, porque me mete una idea en la cabeza que no había pensado y eso provoca que me detenga en seco a pensarlo, antes de tener que trotar para volver a alcanzarla — Syv no es celosa… — o eso creo, porque jamás lo he considerado. ¿Por qué? ¿Ella creería que una chica más grande se fijaría en mí? ¿Una chica más grande lo haría? ¡No, no, ya estoy pensando tonterías! Syv no se molestaría, entendería que todo esto es meramente profesional y … Mejor no se lo comento, solo por si las dudas.

Se me escapa una vaga risa frente a sus bromas y, tras cerrar las puertas, voy detrás de ella. Los jardines delanteros se ven oscuros y me alejo de la mansión con la sensación amarga de que algo en todo esto no está bien, pero no hay nada que pueda hacer para solucionarlo. No me contengo y, mientras la sigo, voy enviando un mensaje a Mimi para ponerla al tanto — Si hubieras querido asesinarme, creo que no habrías sacado el tema a colación para no despertar sospechas — bromeo. Pasamos del jardín a la calle y parpadeo, porque parece que algunas casas a la redonda parecen no tener electricidad tampoco. Bien, al menos no fuimos los únicos dañados, debió ser cosa de la zona. Me detengo un momento, porque tengo que dejar que ella guíe el camino, hasta que continuamos. De paso, me pongo las manos en los bolsillos, principalmente porque no tengo idea de dónde ponerlas — ¿Y tú... ? ¿Tienes un novio a quien tengas que darles explicaciones? — okay, eso sonó mal, así que me apresuro a explicarme — Aquí la gente dice muchas tonterías, en especial desde que estamos en el ojo público. El otro día me enteré que una de las vecinas ha soltado el rumor de que Hero y yo tenemos una relación clandestina, cuando solo pasa tiempo en mi casa por asuntos de trabajo y supongo que también somos buenos amigos — las cosas evolucionan de formas muy extrañas, pero no voy a quejarme de ello.
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Entiendo — murmuro, con un asentimiento leve de cabeza. — ¿Pero así vas a tener tiempo para compaginar todo? — le miro buscando una respuesta sincera, que como su secretaria soy yo la que lleva sus agendas y no es por desanimar, pero tiene un horario bastante apretado ya de por sí como para sentarse en un pupitre durante horas. — No sé, como tu secretaria me veo obligada a decirte que no podré hacerte los deberes — intento colar una broma, no muy segura de como la va a recibir, añado una risilla entre dientes para dejar claro que no me tiene por qué tomar en serio, incluso cuando sí, en el fondo me estoy preguntando si también tendré que andarle recordando que tiene tareas para el día siguiente. No debería mofarme tanto, que es mi jefe y, tal y como dice, sigue siendo menor, por increíble que parezca que le saque como una década tanto a él como a la joven Niniadis que me contrató. Tampoco voy a mentir, el pensamiento de que esto les viene un poco grande atravesó mi mente en un par de ocasiones antes de tomar este trabajo.

Se me escapa otro oh, wow cuando asegura que aprendió la habilidad por su cuenta, sería orgulloso por mi parte no mostrarme sorprendida por algo que ni yo soy capaz de hacer con una varita. — Algunos magos nacéis con talento natural, otros… — no quiero referirme a mí misma, pero inconscientemente lo hago al mover las cejas de manera que queda claro. — La primera vez que cogí una varita tenía como diecinueve o veinte años, se me hacía raro, como que no me pertenecía algo así, a día de hoy sigue siendo raro, no me manejo muy bien con ella — se lo reconozco, por alguna razón desconocida que me lleva a confesarlo como si no fuera nada, cuando soy consciente de que sigo guardándole rencor a Jamie Niniadis y es toda una ironía el que su hija menor haya terminado dándome un trabajo para el que ni siquiera tengo tanto talento.

Oooooo quizás hubiera sido una estrategia buenísima para hacerte creer que no te estoy llevando de verdad y en realidad el verdulero nos está esperando a la vuelta de la esquina — no sé cuanta edad aparento diciendo eso, pero estoy segura de que veintisiete años no es la respuesta, queda muy de lejos cuando hasta me apetece darle un pequeño susto, si no fuera porque el nivel de confianza sigue estando al ras del suelo. — ¡Há! En primer lugar, no es como si tuviera que “dar explicaciones” de lo que hago o dejo de hacer — digo tras haber soltado una risotada incrédula —, pero no, no tengo ningún novio — tuve uno una vez, si es que se podía calificar como tal, en el mercado de esclavos, donde uno hace lo que sea con tal de no sentirse tan miserable. No le doy muchas más vueltas al asunto cuando tras atravesar un par de calles llegamos al restaurante, que de alguna forma milagrosa sigue abierto y, a juzgar por el vistazo que le echo antes de tirar de la puerta, no muy lleno. — Ah, ya sé qué vecina es, sí, yo ayudé a esparcir el rumor — le miro seria por un segundo, como si estuviera diciéndolo completamente en serio, hasta que la risa que se me escapa por su cara me delata al tomar asiento en una mesa junto a la ventana. — La gente siempre va a hablar con tal de crear un poco de morbo, a veces se me ocurre que es porque viven vidas aburridas y sienten la necesidad de vivir el drama a partir de otras personas — tomo uno de los menús mientras hablo tranquilamente, fijándome en si añadieron algo nuevo desde la última vez.
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La única respuesta factible que tengo es el encogerme de hombros porque, siendo sincero, no tengo idea de cómo voy a hacer. Supongo que lo voy a averiguar cuando llegue el momento y esté sobrepasado, pero de momento me gusta creer que poderé con todo. La miro como si de esa manera pudiese juzgar sus dotes mágicas que, siendo sincero, jamás la he visto utilizar su varita más que para cosas básicas, así que no tengo ni idea de cómo se desenvuelve como bruja y tampoco voy a preocuparme por ello. ¿Quién soy yo para andar midiendo las habilidades de los demás? De seguro sabe hacer mil cosas de las que yo no tengo idea — La práctica siempre es lo que hace a la perfección. Si crees que algo te cuesta, solo pasa más tiempo entrenando — es lo único que tengo que decir al respecto.

No puedo hacer otra cosa que reírme ante su ocurrencia, aunque una vocecita histérica muy similar a la de Hero me hace dudar de si debería o no chequear el tener la varita al alcance de mi mano. Puedo tomar su respuesta como válida, en especial por la parte de no tener que darle explicaciones a nadie — Genial, eso me ahorra las quejas de un sujeto posiblemente mucho más alto y grandote que yo — intento bromear, pero creo que ha sonado un poco mal y tengo que forzarme a mantener la sonrisa, esa que se siente débil. ¿Cómo se supone que se mantiene sólo una relación profesional con las personas? ¿Hasta dónde puedes preguntar y bromear o dejar de decir tonterías? No tardamos mucho en llegar a lo que parece ser el restaurante, lo primero que se me ocurre es el mirar por la ventana y bien, parece ser bastante bonito y tranquilo, así que no voy a poner ninguna oposición. Estoy por meterme dentro cuando sus palabras hacen que me congele y le eche un vistazo, al final hace que chasquee la lengua con gracia — Ya… Es un poco molesto. Por ejemplo, el otro día me junté con mis amigos en un café y había un grupo de chicas que no dejaban de cuchichear y mirarnos. Estoy seguro de que leyeron las relaciones como quisieron, porque de golpe pasan cosas como que la gente sabe de ti sin que jamás hayan hablado en realidad contigo — los precios de portación de cara.

Y aún así, nos acomodamos en una de las mesas junto a la ventana. Dejo la mochila a mis pies para mantenerla segura y me hago con uno de los menúes; como si fuese señal de mi anatomía, mi estómago gruñe con fuerza y provoca que me dé unas palmaditas por mera inercia — No sé tú, pero a mí este combo de nachos, quesadilla y un burrito se me hace bastante tentador — tal vez estoy siendo glotón por demás, pero no hay nada que una buena sesión de videos de ejercicio no pueda cambiar. La miro por encima del menú — ¿Y quieres compartir una cerveza? Prometo no decirle a nadie que eres poco profesional por beber alcohol conmigo — que apenas y estoy rozando la mayoría de edad. Para verla mejor, bajo un poco la carta — Gracias por acceder a comer conmigo. No tiendo a darme cuenta de lo cansado que estoy hasta que llego a mi casa y, a veces, hasta me olvido de cenar. Es solo que… es demasiado. A veces el tiempo ni siquiera me pertenece — supongo que ella va a entenderlo, es quien maneja mi agenda.
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Fuerzo una sonrisa ladeada por esa percepción que tiene sobre los hombres que podrían llegar a gustarme cuando, siendo sincera, el aspecto físico no es algo que tenga en cuenta de manera tan superficial. — Probablemente — coincido, pero no creo que los cuchicheos fueran la razón por la que esas chicas se pararon a mirarlo. — Aunque también está el factor de que seas quién los esté liderando a una guerra y el que lleva el nombre de Black como apellido — murmuro, como si fuera lo más obvio del mundo cuando, francamente, lo es. — No eres una figura que pueda pasar desapercibida, lo sabes, ¿no? Solo vas a tener que aprender a lidiar con ello. Es una de las desventajas de ser una cara pública, todos van a tener los ojos puestos sobre ti, todos van a hablar sobre ti, tal y como lo hacen con Aminoff y sus ministros. — me encojo de hombros, declarando con ese gesto lo que estoy pensando y es que no va a poder hacer nada para evitarlo. — Los rumores seguirán existiendo, creo que el punto está en saber quién te interesa que se los crea y quien no, porque al final eso es lo que verdaderamente importa. — y eso va tanto por las personas dentro de su círculo de confianza, como de aquellas que simplemente se dedican a seguirle.

Murmuro un pequeño mmm crítico por su oferta, pensándomelo de forma seria hasta que accedo con un asentimiento de cabeza. — De acuerdo, pediremos eso, compartiremos una cerveza — acepto, incluso cuando no sé cuánto nos durará eso de compartir y me conformo con esbozar una sonrisa ante la aseguración de que no me va a delatar. Con una indicación de la mano llamo a uno de los camareros para que nos tome el pedido y le devuelvo el menú para terminar posando mis antebrazos sobre la mesa con las manos unidas. — No hay de qué, aunque siento que soy yo la que debería darte las gracias por invitarme — porque dijo que iba a pagar… ¿verdad? — ¿No has pensado en relevar alguna de tus tareas a otras personas? No sé, para mí suena mucho trabajo para un adolescente, no solo porque te sacan años de experiencia, sino porque tampoco debe de ser sano — al parecer mi contrato como secretaria también venía dado de la mano de ejercer de psicóloga de mi jefe. — Hay cosas que entiendo que tengas que hacerlas tú, pero… no sé, a veces se me hace que atiendes casos del que podría encargarse otro — que también entiendo que haya personas que quieran tratar directamente con él, pero no ves a Magnar Aminoff atendiendo a todo el que tiene problemas. Internamente me río por ese pensamiento, que no estaríamos en esta posición en primer lugar si lo hiciera.

Aparto las manos cuando veo que el camarero se acerca con la comida, así tiene espacio a colocar los platos y ya puedo sentir mi boca salivar solo con el olor a queso. — Deberías preocuparte menos y vivir un poco más, no digo que te tomes unas vacaciones porque eso sería un poco estúpido por tu parte, pero si te paras a pensarlo, cuando esta guerra termine, si los resultados no son favorables, ¿te gustaría pensar que pasaste los últimos meses de tu vida metido en un despacho prácticamente todo el día? — me llevo un trozo de la quesadilla a la boca en mi momento de gurú espiritual con el chico Black, esperando que no me haya excedido en confianza con ese comentario.
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Mi mohín es de obvio disgusto, que no me interesa la parte en la cual las personas hablan sobre ti sin saber absolutamente nada de tu vida o de tus amigos. Me he enterado por Sage y Jim que algunas chicas les preguntaron en la cafetería si era verdad que nos habíamos colado dentro del Ministerio y, aunque Jim estuvo a punto de darles nuestros números telefónicos, Sage lo detuvo por “medidas de seguridad”. Todos sabemos que en realidad fue para evitar un asesinato por parte de Hero, pero ese no es el punto. No diré que no me gusta la atención porque eso sería una mentira, siempre me ha gustado que admiren mis capacidades, el problema está en que a estas personas no les interesan esas cosas, sino las tonterías y los malos rumores. Puedo dejarlo pasar por ahora, que la idea de beber y comer grasa es mucho más llamativa que las preocupaciones sobre mi vida privada. Le quito importancia a su agradecimiento con un movimiento de la mano para dejar en claro que no es una molestia el pagar, no cuando aún estoy acostumbrándome a tener dinero y el poder venir a restaurantes, cuando puedo recordar muy vívidamente la primera vez que comí en uno-

Bueno, para eso existe el consejo — apunto con una sonrisa vaga, que a veces creo que ellos tienen el verdadero trabajo y yo soy más bien la cara visible de todo el operativo. Ahí es donde recae mi mayor carga de estrés, el tener que escuchar a ancianos y no tan ancianos que necesitan saber que todo esto es real, que no están dejando sus vidas para caer en las manos de un grupo de personas que no se preocupan por ellos — La cosa es que necesitamos que confíen en nosotros, Olivia. No somos un gobierno, no tenemos un ministerio ni contamos con un montón de recursos. Si alguien va a apostar por nosotros, lo que menos puedo hacer es escucharlos y recibirlos, hacerlos sentir como que vale la pena, que no somos un montón de palabras vacías. No quiero ser una puerta cerrada — siempre he visto a los políticos como personas inalcanzables, pero yo no soy un político.

Al menos, la cena no tarda en aparecer sobre la mesa y el aroma es suficiente como para captar mi atención. Me estiro para poder tomar la botella de cerveza y así llenar nuestros vasos, apenas alcanzando a murmurar un agradecimiento al camarero, que sus palabras ya han captado mi atención — No es como que pueda pensar demasiado estando muerto… ¿No? — deduzco — Siento que hago las cosas porque hay un buen propósito — y no tengo una mejor opción salvo resignarme, lo cual no se siente como yo — No sé qué sucederá si ganamos la guerra, la verdad es que ni siquiera me interesa la política y si gobierno será solo por obligación — demasiado triste para admitirlo en voz alta, espero que nadie nos esté escuchando. Tomo algo de nachos para mojarlos en el aguacate y me los llevo a la boca, rodando los ojos ante lo bueno que está — ¿Tú tenías planes para tu vida? ¿Qué querías ser cuando eras niña? No me digas que “secretaria”, no tienes que mentirme ni impresionarme, que el trabajo ya lo tienes.
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Olivia A. Holenstein
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Muevo mi cabeza de manera que puedo expresar que lo que dice tiene sentido sin que haga falta que utilice las palabras para ello. — Es muy noble por tu parte, te daré eso — trato de sonreír amablemente para que no parezca que estoy bromeando, que yo no sé nada de política más que lo que necesito saber para mi propia supervivencia. Me conformo con darle parte de la razón, estirando una mano para apañar un nacho untado de queso y me lo llevo a los labios mientras me estoy encogiendo de hombros por lo siguiente. — ¿Quién dice que terminaremos muertos? Podríamos acabar en una celda… de esa forma habría mucho tiempo para lamentarse — qué agradable tema de conversación, Olivia, de seguro que estoy haciendo a mi jefe sentirse lo más cómodo con esta charleta.

No puedo evitar elevar una ceja por la discordancia, camuflando mi reacción al beber un poco de la cerveza. Me demoro un poco en tragar antes de posar el vaso nuevamente sobre la mesa — Nada que se haga por obligación tiene futuro, uno no pone sus esfuerzos en algo que ni siquiera le agrada, las cosas que se hacen por compromiso siempre terminan en fracaso, de una manera u de otra, no es un sentimiento que puedas sostener a la larga. — es mi opinión más honesta, que si así lo ve mi consejo es casi decirle que para eso ni lo intente, uno no tiene tanta fuerza de voluntad como para dedicarse a algo de desagrado sin acabar frustrándose. — Si no te interesa la política, ¿qué haces liderando una guerra que se basa estrictamente en pensamientos políticos? ¿O es porque deseas usar tu nombre en beneficio de la posición que tienen tus amigos ahora mismo? — pregunto porque es pura curiosidad, que no llevo mucho tiempo aquí, pero se puede ver que tiene a sus amigos bien arraigados. — Si no fueras tú quien gobernara, en este hipotético caso, ¿a quién pondrías al mando? — sigue siendo fruto de mi lengua curiosa el que me atreva a hacer esa pregunta.

Veamos… — empiezo, no muy segura de lo que responder en lo que saboreo el queso en mi boca, al final solo puedo que reírme por lo bajo por la ocurrencia, mucho antes de siquiera abrir la boca. — Cuando era pequeña lo único que quería ser era rica — qué básica que era ahora que lo pienso — Nací en el norte, mis padres no tenían mucho dinero, de hecho mi padre lo que hacía para ganarlo era robar y meterse en trapicheos ilegales para llevar algo a la casa. Así es como terminó en la cárcel y mi madre no hizo mucho para mejorar nuestra situación, así que me pasaba la vida imaginando futuros en los que la realidad era otra. Supongo que de niño uno siempre quiere lo que no tiene, y para mí eso estuvo condicionado por el dinero. — narro, con una soltura a la que no estoy acostumbrada, pero he escuchado tantas historias parecidas a la mía en este lugar, que ya no considero que sea tan desagradable el contarlo.
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Intento ser positivo — lo veo como una broma, una simple y sin demasiadas vueltas, porque todo el mundo sabe que si yo vuelvo a pisar una celda será para salir de allí sin vida. No hay manera de que el gobierno me deje vivito y coleando, está claro que todas las personas que figuramos en la lista de enemigos públicos somos aquellos que recibirán una sentencia de muerte en un abrir y cerrar de ojos. Bueno, quizá no tanto, porque antes van a entretenerse con unas lindas sesiones de torturas. Tampoco espero que entienda cómo es que funciona mi lógica, no cuando muchos de los que se unieron a nosotros con el tiempo no tienen idea de lo que hemos visto. Acabo por tomar mi burrito y le doy un mordisco generoso, de esos que me dan tiempo a pensar antes de hablar — Porque el gobierno puso una bomba sobre mi cabeza y la única manera que tengo de apagarla es luchando contra ellos. Intenté esconderme y ellos me buscaron, me encontraron y torturaron. ¿Qué opción me queda? Tengo gente a la que quiero cuidar, hay un futuro que me gustaría tener. Si puedo hacer algo por conseguirlo… De verdad, me encantaría ser cualquier persona excepto yo, pero eso no puedo cambiarlo. Lo que sí puedo hacer es tomar las riendas de la situación y tratar de hacer algo por ello — no es como si tuviera otra opción. A lo último, sí que no tengo una respuesta — Supongo que me gustaría implementar un sistema de votación, pero no tengo idea de cómo van a darse las cosas. Hoy me conformo con hacer mi trabajo.

Su historia es una de las tantas que he escuchado desde que he llegado y, a estas alturas, no me afectan tanto como antes. Sé que las vidas de las personas del norte jamás fueron color de rosas, incluso nosotros en el catorce estábamos mucho mejor en aislamiento que las personas que podrían haber tenido otro tipo de accesos — Todos queremos lo que no tenemos cuando somos pequeños. Yo quería ser explorador, ya sabes… En el catorce no teníamos mucho a dónde ir — pensarlo ahora parece que ha sido hace eones y aún no pasaron dos años. A decir verdad, me siento como una persona totalmente diferente y sé, de todos modos, que continúo siendo yo. Tras un nuevo bocado, doy un trago de cerveza que sirve para aclararme la garganta — Creo que es totalmente válido. ¿Tienes intenciones de buscar algún oficio? Quiero decir… Me agrada tenerte de secretaria, pero no soy tan tonto de creer que es tu meta de vida — no voy a culparla por eso. Aún así, tomo mi vaso y lo levanto con gracia — Propongo un brindis por los pasados confusos y los futuros más confusos aún. Y porque no somos lo que queríamos cuando éramos niños, pero ey, que tampoco nos salió tan mal.
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Olivia A. Holenstein
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Ya es bastante más de lo que hacen otros — murmuro, no con intención de que suene a broma, pero creo que termina por percibirse así de igual forma. Y es que en cuanto a pesimismo se refiere, de ese sobra en cantidades industriales en este distrito, en el norte e incluso me atrevería a decir que en el país entero. No es que yo sea la reencarnación divina del positivismo, pero tengo que reconocerme a mí misma que lo veo todo desde una perspectiva más realista que otros, sin necesidad de irme por el camino de la amargura, cosa que no puedo decir que sean capaces de hacer todos. Su respuesta se me hace un poco resignada, pero tampoco es como que pueda decir mucho más al respecto porque para empezar, es mi jefe y segundo, desconozco muchas de las cosas que ha vivido y que simplemente he escuchado a través de esos mismos rumores que se extienden sobre él y los demás miembros pertenecientes del distrito catorce. — Supongo que tienes razón — acabo aceptando, más por compromiso que por otra cosa, lo último me hace reír un tanto a pesar de no ser la reacción que uno esperaría de una respuesta seria como la suya — ¿Sistema de votación? Eres muy valiente por siquiera pensar que eso funcionaría, si lo hace, seré la primera de quién recibas un voto. — bromeo, solo espero que no se  lo tome demasiado a pecho, así que me apresuro a explicarme antes de que lo tome en la dirección equivocada. — A veces se me ocurre que simplemente estamos hechos para repetir los mismos errores una y otra vez, es todo lo que llevamos haciendo, ¿no? Parte del problema somos nosotros, eso está claro, pero me pregunto si habrá otra cosa que nos impida ser mejores, no lo sé, el ser humano siempre fue egoísta por naturaleza — ¿no es eso todo lo que somos a fin de cuentas? ¿seres que solo buscan sobrevivir?

Y cuando no somos pequeños también — me tomo el atrevimiento de corregirle, aunque la sonrisa que le dedico después se ve bastante lastimera. Nuestras motivaciones cambian, sí, pero en el fondo, seamos niños o seamos adultos, siempre vamos a querer lo que no tenemos, la envidia hacia otros nos corroe desde siempre, realmente no importa la edad, importa qué tanto estamos dispuestos a sacrificar por conseguir esas cosas y cuán egoístas podemos llegar a ser para el mismo fin. El trozo de comida que me llevo a la boca se me atraviesa un poco en la garganta al intentar tragar, pero lo disimulo medianamente bien. — No, no es que tenga muchas metas en la vida más allá de sobrevivir. Si la situación fuera diferente, quizás me hubiera planteado algún sueño o capricho de esos que tienen los que se lo pueden permitir, pero por el momento estoy más preocupada por mantener un techo sobre mi cabeza y un plato caliente en la mesa — a juzgar por la comida que tengo delante, no me ha ido tan mal en las últimas semanas — Así que no te preocupes, tendrás secretaria por bastante tiempo — le aseguro, hasta que vea que otra cosa puede beneficiarme más, no tengo intención alguna de mover mi culo de esa silla giratoria de mi oficina. Al final, solo puedo que reírme por ese brindis repentino y alzo mi vaso para chocar contra el suyo en un acuerdo entre ambos — Por nosotros y nuestros futuros confusos.
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