The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Holly A. Callahan
Civil
Estoy ebria. No es un eufemismo, he bebido demasiado dentro del distrito 9 ¾ junto a mis amigas, creyendo que un viernes por la noche no podía no podía terminar de otra manera. Los últimos meses han sido complicados, las semanas desde la invasión al ministerio se sienten eternas y, aunque la investigación de los aurores se encuentre apuntando a los inefables como sospechosos de traición, no puedo evitar sentirme incómoda e inquieta. No es algo que demuestre en el trabajo, a decir verdad. Yo solo voy, cumplo mi horario como todos los días, bebo café y hablo con mis compañeras, fingiendo total desinterés en el asunto después de que zafar de las entrevistas hubiera sido tan fácil. Sé que no van a atraparme, pero el cosquilleo en la nuca siempre se encuentra presente.

Tironeo de la falda de mi uniforme, que se ha arrugado bastante en estas horas a pesar de haber abandonado la oficina temprano, en obvio indicio de que no he regresado a casa desde esta mañana. Empujo la entrada del edificio con el peso de mi cuerpo y el fresco de la noche me obliga a cruzarme de brazos a pesar de estar en el interior, murmurando contra el clima en lo que me apresuro hasta llegar al ascensor. No me gusta el frío, me trae malos recuerdos. Quito un mechón de mi cabello enmarañado de la cara y me freno en seco cuando me doy cuenta de que no soy la única con intenciones de subir. ¿Cuándo fue la última vez que vi a Luka Romanov? ¿Fue cuando me fui glamorosamente de la casa de su madre? Me lo he cruzado en el ministerio, pero jamás le he lanzado ni una sola mirada. Me parece humillante, a decir verdad. Puedo perdonar muchas cosas, pero nunca lo que me ha hecho pasar, como el inmaduro racista que es. Que lástima que Mimi, Ken y Syv no lo dejaron manco cuando tuvieron la oportunidad.

Resoplo, porque la cabeza me da vueltas y estoy helada, así que no voy a esperar a que el ascensor esté vacío, así que entro. Apoyo mi espalda contra el espejo y no dejo de abrazarme a mí misma, tratando de que el balanceo de mi cuerpo no sea demasiado obvio — Había olvidado que éramos vecinos — admito. ¿Por qué le estoy hablando? Maldita lengua que no se mantiene quieta cuando bebo un poco de más. Cierro los ojos y pellizco el puente de mi nariz — ¿Puedes presionar el botón, Romanov? Siento que te vomitaré en los zapatos — que, ahora que lo pienso, no es tan mala idea.
Holly A. Callahan
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Luka T. Romanov
Personal de Defensa
Después de todo lo ocurrido en el departamento de misterios las cosas se estaban poniendo mucho más serias que antes. O al menos querían aparentar que todo se había vuelto mucho más estricto y serio. Cosa que no era del todo cierta. La falta de personal se hacía notar cada día más, las bajas y retiradas eran demasiado obvias incluso para alguien que llevaba poco tiempo trabajando en el Ministerio. Por mucho que hubiera estado años y años pateando los pasillos del enorme edificio. Y por ello tenían que hacer turnos más largos, cambiar de tanto en tanto de compañeros y hacer horas extras que les serían pagadas, ¿verdad? No es como si el rubio  fuera a trabajar de gratis, alguien tenía que pagar el alquiler a fin de mes.

Golpeteó el botón del ascensor un par de veces, esperando con impaciencia a que el mismo llegara hasta la planta de la entrada. En otras ocasiones había subido las escaleras hasta la misma, no perdido el tiempo en un artilugio como aquel; pero en aquel momento solo quería darse una ducha y dejarse caer sobre la cama en cuanto sus pies pisaran el apartamento. Solo esperaba que Kitty no estuviera nuevamente sentada en la puerta esperando a que llegara con una mochila llena de provisiones y el perro atado con una correa. Pero lo cierto es que las cosas podían ir aún peor que aquello. Entró cuando las puertas se abrieron ante él, quedándose con la mano estirada en dirección al botón de la planta correspondiente cuando una figura conocida apareció al final del pasillo. Lo mejor era presionar y que subiera en otro; él lo prefería y ella probablemente también. Mas se quedó a medio camino, teniendo que hacerle algo de espacio cuando la misma se encaminó, por ser agradable ya que mas bien se balanceó, hasta montarse en el otro extremo del aparato.

Ni siquiera necesitó una mirada demasiado larga para percatarse de su ‘situación’. Porque había estudiado, y pasado demasiadas veces por aquel estado, como para saber que no estaba precisamente en su mejor momento. Aunque lo extraño era que mantuviera consigo la ropa del trabajo cuando estaba fuera del mismo. Y a aquellas horas. — Estos zapatos valen más que todo lo que llevas puesto, Callahan — contestó haciéndose hacia un lado y manteniendo el dedo en el aire sin llegar a presionar el botón. — ¿No esperamos a nadie más? — preguntó ciertamente insinuoso.
Luka T. Romanov
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Holly A. Callahan
Civil
No puedo contener mi espíritu y lo primero que hago es mirar sus zapatos, esos que no me parecen tan elegantes pero allá ellos, la gente con dinero y mal gusto. ¿Jamás se han preguntado cómo es que los ricos se ponen cualquier cosa que creen que es maravillosa y en realidad es un vómito? Bueno, justo así. La duda del rubio consigue que levante mis ojos perezosos hacia él, cualquier expresión se borra de mi rostro en el momento en el cual decido contestar su duda — A tu cuñado, por supuesto — digo en tono orgánico. Mantengo el silencio por un momento y mis labios se separan ante la carcajada ahogada que brota de mí, haciendo que me incline hacia delante dando palmaditas contra mis propias rodillas por mi propia ocurrencia. Ah, que soy genial estando ebria, nadie me lo puede negar. Obviemos que fue un chiste de pésimo gusto, pero es que lo necesito para sobrevivir esta clase de cosas.

Cuando vuelvo a enderezarme, el mundo me da vueltas y tengo que limpiarme las lágrimas de risa de los ojos con los dedos — Es una broma, si te interesa. No he vuelto a ver a Percy desde esa vez. Dale mi recado a tu hermana — ¿Me sale venenoso? Pues claro, porque resentida siempre. ¿No escucharon por ahí que las veelas somos bastante jodidas? Me quito algunos mechones de pelo de la cara con toda la dignidad que poseo, tomo aire y clavo los ojos en su dedo, ese que no se digna a presionar el botón del ascensor — ¿Vas a apretarlo o soy yo la que está interrumpiendo una espera? — por si las dudas, me separo del espejo para asomarme por la puerta. No, no viene nadie. Vuelvo a girar, me apoyo junto al tablero de numeros luminosos y mis ojos se clavan en los suyos, sin parpadear ni una sola vez — ¿Qué? ¿Tienes miedo de que se frene el ascensor y te quedes atrapado con una cruel veela que puede prenderte fuego y llenarte de plumas? Descuida, no va a suceder — sin más, aprieto su dedo con el mío para que las puertas se cierren a nuestras espaldas. Con una sacudida, el elevador se pone en marcha y cierro los ojos con fuerza por cómo me ha revuelto el estómago — ¿Quieres un consejo de vida, Romanov? Jamás mezcles whisky de fuego con cerveza. Siempre termina mal.
Holly A. Callahan
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Luka T. Romanov
Personal de Defensa
Observó en silencio como se reía de su propio comentario, fijando su mirada en ella sin demasiada preocupación o interés, solo dejándola allí mientras ella parecía ir a partirse en dos pedazos entre risas. — No me habría sorprendido. Seguro que no fue la primera ni la única vez. — contestó con total indiferencia hacia ella y sus movidas, aunque dejando claro con su comentario que no le importaba demasiado Percy porque nunca le tuvo especial agrado al auror. Si quería malgastar su tiempo volviendo a tirárselo era su problema. — Deberías mear más alto, Callahan. — agregó aún con la mano extendida hacia el pulsador pero sin llegar a tocar el botón de la planta a la que iban, en la que ambos vivían por los jodidos caprichos del destino. Era molesto tenerla cerca con las actitudes que se gastaba, pero la suerte era que no se encontraban con demasiada frecuencia como para molestarse mutuamente con sus presencias.

Si hubiera sido otra mujer habría tratado de ayudarla a mantenerse en pie, quizás hasta aprovechar la oportunidad, pero no teniendo en cuenta quien era. Ni siquiera le interesaba el hecho de ser veela, ella en conjunto era el sucio problema. Se retiró hacia atrás cuando se colocó frente a él apestando a saber a qué cantidad de alcohol mezclado incorrectamente con otras bebidas. Extrañaba beber, él también quería oler así. — Espero a mi jefa para una inspección de última hora en el edificio. Ya sabes, movimientos extraños. — comentó con toda la seriedad y tranquilidad del mundo en lo que bajaba la mirada para recorrerla de pies a cabezas con solo una ojeada. Apenas encontró sus ojos con los de ella durante un instante, dejando que guiara su dedo y acabara por pulsar el botón, no tardando en ver cerrarse las puertas en el reflejo del espejo. — ¿Si te tuviera algo de miedo te habría llevado a casa sabiendo cómo iba a reaccionar mi familia? — cuestionó, dejando con aquella pregunta bien en claro que estaba equivocada con él. Sabía del temperamento de las veelas y, aun así utilizó a una para divertirse un rato frente a su familia; estaba demasiado equivocada.

— Una veela dando consejos de vida. — ironizó metiendo las manos en sendos bolsillos de su chaqueta con una torcida sonrisa prendida de los labios. ¿Qué sería lo próximo? ¿Un licántropo enseñándole cómo cuidar un gato? Movió el cuello hacia ambos lados haciendo crujir levemente el mismo. — Al menos deberías de cambiarte de ropa para salir a tomar algo, ¿también te dejabas el uniforme del colegio puesto cuando salías? — insinuó con poca diversión en su tono, porque lo cierto era que estaba jodidamente cansado.
Luka T. Romanov
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Holly A. Callahan
Civil
—  Siempre hay una primera vez y puedo asegurarte que fue la última. Hasta yo sé que puedo mear más alto — le contesto sin darle mucha importancia. No es como que me deje sin pegar un ojo la parte de que no me crea, sino que ni siquiera recordaba a Percy hasta que lo mencionaron aquella vez en su casa. No soy muy buena para los nombres y las caras, mucho menos de las personas que no representan una importancia en mi vida. Resoplo con gracia por esa respuesta, meneando la cabeza — ¿Te andas tirando a tu jefa, Romanov? ¿A Hasselbach o a Richards? Bien pensado — me golpeteo la sien para hacer énfasis en la expresión — las personas sin verdadero talento tienen que encontrar el modo de subir escalones laborales y el ascenso mediante la sábana es un clásico. Oí por los pasillos que los rebeldes te dieron una paliza en el departamento de misterios. De alguna manera hay que tapar las manchas, ¿no es así? — ¿Me estoy regodeando? Nooo, para nada, en lo absoluto.

Se me patina la sonrisa por un breve momento, me encojo de hombros porque jamás he entendido muy bien por qué me llevó con su familia. Tengo mis suposiciones, eso está claro, pero jamás he oído una confirmación de su boca. Me centro en hacer una reverencia que pretende parecer de la realeza cuando me señala como una ironía, apoyo el codo en la pared así puedo sostener mi cabeza y hago vibrar mis labios — ¿No te gusta mi falda? ¿Qué tiene de malo? — pregunto con los labios torcidos en un suave y patético puchero — No he tenido tiempo de volver a casa y priorizo mi diversión a mi aspecto. No es como que alguien vaya a criticarlo, de todas formas. Tengo otras cosas más importantes por las cuales preocuparme — no, no le pienso contestar la parte sobre mi época escolar. Son memorias que prefiero no tocar, no con alguien como él. Hay cajones dentro de toda persona y no todo el mundo se merece el conseguir la llave.

Oigo las puertas del ascensor abrirse a mis espaldas y giro la cabeza, algo perdida en lo que ubico el pasillo. Pongo un pie fuera, pero paso el siguiente por delante del mismo y, así como así, comienzo a avanzar sobre la línea recta de las baldosas como si tuviera nuevamente diez años — ¿Puedo hacerte una pregunta? Puedes decirme la verdad sin que te lance un maleficio, de verdad, lo prometo — debería cruzar los dedos, pero estoy más ocupada en estirar mis brazos y mirar el piso para no irme de boca contra el mismo — ¿Por qué me llevaste a ver a tu familia? — si tocó el tema, prefiero sacarme esa duda — ¿Para molestarlos a ellos? ¿Para molestarme a mí porque iban a despreciarme? Fue bajo hasta para ti — que me crea, eso es mucho decir.
Holly A. Callahan
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Luka T. Romanov
Personal de Defensa
La mandíbula del rubio se tensó ligeramente por su comentario. Lo cierto era que se la sudaba el hecho de que pensara que quería ascender usando el método de acostarse con sus jefas, que no era un mal método y cualquiera de las dos estaba bien para pasar un rato, sino por el hecho de lo ocurrido en el departamento de misterios aquella noche. Supuestamente era una especie de ‘secreto’ lo verdaderamente sucedido allí; todos los empleados fueron interrogados sobre el tema pero no haciendo inciso en lo ocurrido, en los caídos o heridos. Y por ello su rostro volvió a relajarse, volviendo el rostro en su dirección con renovado interés en la figura de la veela que parecía saber demasiado para ser una simple secretaria de segunda. — Tienen magos entre ellos, si solo hubieran sido humanos habría sido otra historia, pero siempre hay eslabones débiles. — acabó por comentar, retirando la mirada de ella y posándola en el panel de botones, ascendiendo la mirada hasta los números que discurrían con suma lentitud.

— ¿Tu falda? — repitió, no cortándose ni un ápice cuando bajó la mirada hasta la misma, recorriendo sus piernas hasta acabar en la cadera, haciendo especial hincapié en el hecho de lo torcida y arrugada que la llevaba. — Solo es como las demás, igual de cuadriculada que la del resto de secretarias del Ministerio. — agregó con un ligero encogimiento de hombros, no haciendo mayor comentario sobre ella; porque no entraría en el juego absurdo que siempre parecía cargar con ella. Tenía mejores cosas y asuntos que atender durante el tiempo que estaba perdiendo con ella. Por lo que acabó por saca el teléfono de su bolsillo, tonteando con los mensajes que salían en la pantalla principal, no leyéndolos uno a uno pero abstrayéndose unos instantes de la presencia de la veela en el mismo ascensor que él; porque sí, tenía que esforzarse estando cerca de ella y aquel estúpido halo que las rodeaba, era exhaustivo. — Nadie en su sano juicio criticaría a una veela. — comentó aun así, alzando la mirada cuando las puertas se abrieron ante ambos.

No tardó demasiado en salir del mismo, adelantando a la joven por la diestra. — Toma algo para la resaca y la hinchazón, a nadie le gusta cruzarse por la mañana con una secretaria hinchada. — habló en lo que sacaba las llaves del bolsillo de su cazadora, no teniendo el tiempo suficiente para escabullirse dentro del apartamento cuando la voz de Callahan volvió a hacer acto de presencia. Entornó los ojos, ignorándola y metiendo la llave dentro de la cerradura, aunque acabando por quedarse inmóvil. Raspó su garganta, molesto. — ¿La verdad? Diversión. Sabía que reaccionarían de forma exagerada cuando vieran aparecer a una veela en casa. Quería molestarte por colarte en mi apartamento, pero no hasta el nivel de humillarte. Eso lo conseguiste tú solita al haberte acostado con el prometido de Alexa y aceptar la apuesta. Hasta yo tengo ciertos límites, Callahan. No me conoces lo suficiente.  —. Porque el rubio había ido más bajo de lo que ella se podía imaginar. Era un mago y estaba muy por encima de ella, no solo por sangre sino también por su estatus social y, aunque disfrutaba humillando a algunas personas, no lo hacía tanto cuando le eran personas indiferentes como ella. Sólo entró en el lugar equivocado.
Luka T. Romanov
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Holly A. Callahan
Civil
Nadie en su sano juicio criticaría a una veela. Sí, es algo que he tenido siempre en claro, al menos con las personas con mentes débiles del norte. Cuando se trata de belleza, las personas siempre tienen las mismas opiniones y tienden a abusar de ellas. Sí me toma por sorpresa el consejo que recibo de su parte, me llevo las manos a la cara en un intento de descubrir si me veo hinchada y no, me siento como todos los días, quizá un poco más adormecida — Como si las secretarias deberíamos ser siempre bonitas. Creo que es un cliché impuesto por la sociedad. ¿Sabes? La mujer atractiva de falda corta que debe hacer todo lo que el hombre, siempre un superior, le pide sin siquiera rechistar. Por eso tienen el fetiche de acostarse con ellas. ¿Sabes que dicen que Josephine se le tiraba al ministro Powell? Tiene sentido, es su asistente y lo acompañaba a todas partes, así que asumo que su novia ahora debe ser una cornuda. ¡Y ni hablemos del resto! Patricia Lollis asegura que el ministro Weynart no era tan correcto como se lo veía… — va a ser que al final sí escucho lo que mi compañera tiene que decir, incluso cuando intento hacer oídos sordos. ¿Quién lo diría?

Dejo mi juego sobre las líneas porque por primera vez desde que nos conocemos, lo que Luka tenga que decir es algo que quiero escuchar. Me giro sobre mis pies para poder mirarlo, puedo estar borracha pero conozco cuando alguien dice la verdad y, vamos a ser sinceros, si estuviera mintiendo sería una penosa excusa de querer ser alguien más decente — ¡Yo no sabía que ellos estaban juntos! — me quejo por enésima vez con un ruedo de ojos — ¿Y por qué yo soy la culpable, cuando él es quien rompió su confianza y no yo? ¿Ahora me van a juzgar por acostarme con gente que puedo considerar atractiva? Eso sería una hipocresía universal — me apoyo en la pared, usando mi costado como soporte para poder observar su perfil — Sigue siendo humillante. ¿Sabes? Porque si querías hacerme pasar un mal momento, lo elegiste mal. Usaste una condición que yo no puedo elegir ni controlar solo para que tu familia se crispe y me mire con malos ojos. ¡Las conoces, Romanov! Si sabías que iba a molestarles, sabías que me iban a rebajar por ser quien soy. Fue totalmente cruel — no espero unas disculpas, pero en verdad espero que entienda a dónde quiero apuntar.

Me mordisqueo la punta de la lengua en lo que acomodo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Dejo que el silencio nos invada por un momento, hasta que me resigno — Quiero pedirte disculpas por besarte — es un agregado que no pensaba sacar, que tenía bien en claro que iba a fingir demencia hasta olvidarlo por completo — Fue un modo estúpido de querer poner incómodas a tu madre y a tu hermana y que te hagan pagar por ello, pero como sea. No fue la mejor reacción — quizá si no lo hubiera hecho de seguro acababa por quemarle la casa, pero esa parte no tiene que saberla.
Holly A. Callahan
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Luka T. Romanov
Personal de Defensa
No tenía demasiado tiempo que perder, y aunque lo tuviera no lo perdería con Callahan. Otras personas merecían más su atención y estaba desatendiendo a más de la mitad de sus conocidos y amigos por lo ocupado que lo mantenía el trabajo. Si llegaba a saber que las cosas iban a ser así habría preferido seguir estudiando finanzas y tener más de tiempo para sus asuntos. Sonrió de medio lado, volviendo el rostro en su dirección ante la cantidad de chismes que contó en apenas unos segundos. Porque todas las mujeres eran así, chismosas por naturaleza aunque trataran de fingir que no era así. — Me alegro de que estés haciendo bien tu trabajo, Callahan. — comentó. Dejando que ella escogiera la interpretación de sus palabras. Quizás alababa su trabajo como secretaria chismosa, o quizás el cliché del que tanto se estaba quejando. Aunque teniendo en cuenta su naturaleza, ella sería la que los llevara de cabeza sin siquiera pretenderlo.

— No te estoy acusando o culpando por haberte acostado con él. No me importa. — interrumpió con una pesada y obvia indiferencia en su tono de voz. — Si estás soltera puedes hacer lo que te dé la gana, el problema lo tiene él; no creo haberte acusado de ello. — siguió, volviéndose por completo en su dirección, manteniendo las llaves en la mano pero apresándolas entre sus dedos. La observó en silencio, apoyada contra la pared con gesto cansado pero dispuesta a decir todo lo que le viniera a la cabeza. Siempre que se había encontrado con ella había sido así; una boca ligera. — No creo que tenga que dar ningún tipo de explicación — comenzó a hablar —, pero ya que estamos — golpeó su paladar con la lengua y metió las manos en los bolsillos de su cazadora. — Trataba de humillarlas y molestarlas a ellas más que a ti, ni siquiera me interesas lo suficiente como para perder el tiempo molestándote. Son de apariencias así que, probablemente, ni siquiera te habrían comentado nada o tratado mal de no ser porque apareció el pequeño detalle de Alexa. — Que entendía su punto, pero las cosas habían salido de aquella forma y así fueron; sin más, no le importó demasiado el desenlace del mismo porque todo siguió siendo del mismo modo que antes de que ella apareciera en la casa Romanov. — No creo que tenga explicar mucho más. Perdiste una apuesta y mi aporte era más fuerte que el tuyo, además de que no te negaste cuando te lo dije. Y estoy seguro que sabías donde te metías ya que tanto presumes de conocer a los que son como yo. — concluyó con un encogimiento de hombros que acompañó sacando una mano del bolsillo y desordenándose el cabello con tranquilidad.

Meneó la cabeza y dejó ir una seca e irónica carcajada. — ¿Me besaste? — Joder, ya llamaban beso a cualquier cosa. — Pensé que querías abrirme la cabeza de un cabezazo. — se burló entonces; no pudiendo evitar arquear ambas cejas por la continuación de su ‘disculpa’. Movió las llaves dentro del bolsillo de su cazadora, acabando por sacarlas. — Aunque no tenga que cumplir mi parte, ya que tú perdiste, no haré demasiado ruido en el apartamento. Aunque no me costará teniendo en cuenta el tiempo que paso aquí. — agregó como una especie de tregua de paz. Que él podía ser jodido, y lo era cuando quería, pero no estaba una de las situaciones ni con una de esas personas. Porque sí, era una criatura mágica, por lo tanto inferior a él, pero tenía que lidiar con ella en demasiadas ocasiones y le molestaba tener que dar las mismas vueltas siempre que se la encontrara.
Luka T. Romanov
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Holly A. Callahan
Civil
La manera que tengo de poner los ojos en blanco delata que no pienso ponerme a discutir con él, que a estas alturas sospecho que cualquier cosa que le diga va a ser motivo para contradicciones y si hay algo que he aprendido en la vida, es que las personas con cabeza de roca jamás cambian de postura ni dan el brazo a torcer. Si Romanov piensa que puede excusarse con esa tontería de niño de diez años bien, que lo haga, pero parece que no puede ver ni un solo error en su vida y ya está bastante grandecido como para que lo tenga que educar. Si la frígida de su madre no fue capaz de hacerlo y no le enseñaron una pizca de modales o de humildad, es cosa suya. Lo único que me sale contestar es una expresión cansina y una sacudida de la mano, me doy por vencida. Me voy a conformar con que algunas personas no cambian y tampoco vale la pena pensar en ellas — No me voy a negar a pagar una apuesta. Solo me sorprende que tu manera de cobrártela haya sido precisamente esa. Pues bien… tú vives con tu consciencia, no yo — ya está bastante grandecito.

No, solo quise absorber tu alma — ironizo, haciendo una mueca ante el recuerdo de mi salida triunfal de la casa de sus padres. Un beso furioso para fastidiar, una sonrisa forzada y un portazo — Aunque ahora que lo dices, debería haber hecho eso. Me lo anotaré para la próxima vez — me permito el bromear. Lo que me toma por sorpresa y oh, casi me voy de culo al suelo, es que acepte cumplir su parte de mi demanda después de tanto tiempo y sin que yo se lo pida. Creo que debo verme como una idiota, mis ojos se cargan de sospecha en lo que mi boca se entreabre hasta que me doy cuenta de que tengo que cerrarla — Me parece bien. Casi que honorable de tu parte — he sonado demasiado solemne para mi gusto, pero ya qué — Gracias, Luka — no recuerdo usar su nombre de pila en voz alta, pero supongo que debe haber una primera vez para todo.

No creo tener mucho más que decir. Mi mirada lo barre de pies a cabeza antes de darle la espalda, me freno delante de la puerta de mi departamento y hurgo entre mis bolsillos. Lo primero que encuentro es el boleto de tren que me ha llevado hasta el nueve, por lo que me apresuro a empujarlo de nuevo dentro de la chaqueta y saco las llaves, que tintinean entre mis dedos — Te lo he preguntado porque me lastimaste ese día, ¿sabes? — no es una acusación, sino más bien un murmullo en lo que jugueteo con los llaveros brillantes en los cuales clavo la mirada — Puedo soportar muchas cosas, incluso tolero bastante las bromas de mal gusto. Pero utilizar una condición que alguien no puede cambiar como método de chiste, aunque sea hacia tu propia familia, es bajo. Y dolió mucho, incluso viniendo de ti — hago una mueca, que sé que he tomado demasiado como para estar tan sincericida, pero ya da igual — Creí que deberías saberlo. Ya sabes, para cuando quieras volver a hacer una cosa como esa.
Holly A. Callahan
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Luka T. Romanov
Personal de Defensa
— La tengo bastante tranquila. — fue todo lo que contestó con bastante indiferencia en su voz. Solo le faltaba tener que preocuparse también por lo que ella pensara; si opinaba que fue demasiado agresivo o despido con la apuesta. Porque el daba bastante igual si aquello era lo que pensaba. Solo había sido una apuesta como tantas a las que estaba acostumbrado a realizar con sus amigos estando de fiesta o por mero entretenimiento. A veces había que usar a otras personas, era ley de vida, y cuanto antes lo supiera más aprendería sobre el mundo que la rodeaba; porque ya no era una veela que vagabundeara por los distritos del norte. Una torcida sonrisa se dejó ver en los labios del rubio, una que se volvió más bien una mueca con el transcurso de los segundos. Tenía que concederle el comodín del ingenio. — La próxima vez reservaré todo un bar para que no nos crucemos con nadie que pueda ponerte de mal humor. O te puedo invitar a un bocadillo en la terraza. — le siguió la broma, bajando la mirada cuando el vibrar del teléfono atrajo nuevamente la atención del rubio hasta el aparato.

Arrugó el ceño, leyendo por encima la notificación, y luego arqueando la mirada en dirección a Holly cuando mencionó su nombre. — No tienes que darlas, sólo pareces una de esas vecinas que llamaría al casero con solo escuchar un par de golpes contra la pared. — chasqueó la lengua y acabó por sacar las llaves del apartamento, permaneciendo quieto en lo que ella trataba de sacar las suyas y atinar a encontrar la que abriera la puerta. Vale, no era de su agrado, ni siquiera de su nivel, pero estaba tratando de mantener una serie de nuevas normas morales con respecto a dejar a tías borrachas a lo loco. Que no era su culpa ni su problema directo, que había sido el primero en aprovechar la más mínima oportunidad con una tía pasada de rosca, pero solo cuando podía sacar un verdadero beneficio de ello. Un ‘¿das con la llave?’ estuvo a punto de surgir de la boca del auror que acabó por callarse.

Algunas personas no deberían beber. Si parecía mansa y todo. — Venga, Callahan — dijo —, ¿te molesta lo que eres? Sigues viva, puedes convertirte en cosas, hacer fuego con tus manos y más movidas. Al menos tienes algo mágico corriendo por tus venas. — habló terminando entonces de sacar sus propias llaves y encaminándose hacia la puerta de su apartamento con la correcta a seleccionada. — Cada uno elige lo que quiere que le moleste, y creo que tú te has equivocado en tu elección. — agregó. Vamos, él ni de coña cambiaría lo que era por ser una criatura como aquella, más que nada porque eran seres inferiores y apreciaba su propia pureza de sangre, pero si le había tocado serlo solo tenía que exprimirlo en vez de ir de ofendida por lo que pudieran pensar de ella incluso las personas como él.
Luka T. Romanov
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Holly A. Callahan
Civil
No puedo no reírme con una carcajada seca que retumba en el desierto pasillo — ¡Eso es típico de las personas que no lo comprenden! — tampoco espero que lo haga, Romanov es el mejor ejemplo de las personas que están cómodas en el asiento del beneficiado, de aquellos que no figuran como una minoría y que creen que no es tan malo serlo, apuntando a esas cosas que deberían ser geniales pero que al final son las cosas por las cuales acaban por empujarte lejos. ¿Y cómo va a entenderlo, de todos modos? Es el jodido hijo del alcalde, sobrino de un ministro, su madre es una auror de buena familia, tooooodo su mundo es perfecto. ¡Hasta tiene un color de cabello por el cual más de una chica mataría! Patético, sumamente patético — Olvídalo, volveremos a caer en un bucle eterno y siempre estaremos en desacuerdo. Creo que es un deporte. ¿Sabes? Quizá por eso seguimos encontrándonos. Algún día podré defender mis derechos como una campeona después de practicar tanto contigo — hasta sueno bromista y todo.

Uno no elige sentirse mal. El dolor es algo real. Golpea, ya sabes, justo aquí — me presiono el pecho con la punta de dos dedos, ahí donde creo que se encuentra el corazón. Digo “creo” porque ahora mismo no puedo pensar con lógica en zonas del cuerpo — No sé si alguna vez te ha pasado. Sentir algo que no quieres que te fastidie, pero que en realidad te afecta más de lo que quieres que lo haga. Es sumamente incómodo y frustrante, pero no puedes hacer nada contra eso — mierda, me estoy poniendo filosófica, llegué a ese nivel de la noche. Meneo la cabeza con un resoplido equino, golpeo una palma con las llaves y me decido a abrir la puerta. No lo hago de inmediato, claro está. Golpeo la madera una vez y luego puedo darle como corresponde — Como sea. Linda charla, Romanov. Deberíamos hacerlo más seguido. ¿Dijiste algo de un bocadillo en la terraza? — me burlo con gracia y creo que por primera vez en la vida le sonrío con honestidad, levantando los ojos en su dirección. Con un pequeño sonido pesado, abro la puerta y pongo un pie dentro de mi departamento — Cuando te aburras de fingir que no te agrado siquiera un poquito, ya sabes donde vivo.
Holly A. Callahan
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Luka T. Romanov
Personal de Defensa
— Buena suerte con eso. — contestó. El rubio no era de las personas que empatizaran demasiado bien con lo demás, mucho menos si se trataba de alguien que no era parte al cien por ciento de concepto ‘demás’. Porque las criaturas mágicas eran inferiores, algo manchaba su sangre, su legado, por mucho que tuvieran dones que los magos de a pie no. Ni siquiera entendía por qué perdía el tiempo en discutir con ella cuando sostenían posturas que difícilmente podían encontrarse en algún punto. Vivían en el mismo país, en el mismo distrito, en el mismo edificio; pero no estaban cerca en absoluto.

Dejó de observar las llaves, el recorrido de las mismas cuando las insertó en la cerradura, para volver su mirar en dirección a la veela, justo cuando situó el corazón en el lado opuesto. O no tenía corazón del que sentir los latidos o estaba más borracha de lo que parecía a simple vista; porque, aunque su caminar y apariencia dejaba que desear, su lengua seguía siendo tan ingeniosa y afilada como siempre. — Puedes elegir qué quieres que te afecte y qué quieres que no. Aprende a hacerlo y tendrás más de la mitad de tu vida solucionada. — aconsejó nuevamente. Ella parecía alguien demasiado sentimental, que se tomaba todo a pecho, incluso las minucias, pero el rubio había aprendido a ignorar todo aquellos. Obviamente había cosas que dolían, que molestaba aunque no quisiera que lo hicieran, pero gracias a éstas sabía cómo enfrentarlas la siguiente vez que se viera frente a las mismas. — Recuerda tomar algo. — le recordó acabando por abrir la puerta, no prestando mayor atención a su último comentario, al menos no exteriorizarlo. La mayor parte de su vida se resumía en aquello: fingir. Fingir ser el hijo perfecto delante de su madre, fingir que le importaba la seguridad del país cuando en realidad se la soplaba, fingir que todo estaba genial en su vida cuando había demasiadas cosas que le ponían los pelos de punta. Pero no dijo nada, no iba a comentar algo delante de alguien como Holly Callahan, la cual aprovecharía cualquier cosa para arremeter por mero aburrimiento, cosa que él mismo hacía constantemente… aunque nunca era lo mismo dar que recibir. Empujó la puerta y entró al apartamento, meneando la cabeza y sin siquiera esperar a ver si ella terminaba de entrar en el suyo o no.
Luka T. Romanov
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An impossible case ✘ Luka IqWaPzg
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