OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Abril
Meto mis pies dentro de la bañera, moviéndome lento para que no se caiga la pecera que tengo abrazada contra mi pecho y que coloco en el fondo vacío de la bañera para mirar cómo los peces diminutos y azules nadan en círculos alrededor de la caracola rosa que me pareció un buen refugio para ellos, si es que acaso los peces duermen, he visto que entran y salen en ocasiones, no más que eso. Tampoco es que tenga mucho tiempo para estar atenta a la rutina de un par de veces, hay cosas que me mantienen ocupada y eso impide que mi mente también se disperse, es cuando tengo unas horas de paz que lo último que siento es paz, porque me veo abrumada de pensamientos que procuro calmar con el poco alcohol que queda en esta casa.
Sigo soñando con esas puertas que encontramos en la sala de los cerebros, con la diferencia de que las cruzo y cada sueño se vuelve en un recuerdo del que despierto llorando, porque la realidad no logra imponerse, dormida no tengo consciencia de que muchos de esos episodios se resolvieron, sino que los revivo con la misma angustia que ese entonces. Si abro mis ojos al presente, si trato de convencerme de que todo está bien y que los días son buenos, sé bien que es otra manera de no despertar.
La botella medio vacía –y no es un eufemismo de cómo estoy viendo las cosas en este momento, va en sentido literal– la dejé al lado de una de las patas con forma de garra de león para poder meter a los peces en este falso hábitat natural y la recupero para tenerla dando vueltas entre mis dedos. El chirrido de la puerta al abrirse me hace alzar la mirada, ni siquiera me he sacado el pijama que llevo puesto desde la mañana y como es fin de semana, está permitido, tal vez sea el entorno lo que me haga ver patética con el abrigo de lana vieja que habrá sido de mi bisabuela encima de una camiseta blanca y pantalones largos que acaban en medias con dibujos de lunas. —Lo siento, estamos en una fiesta privada, el baño no estará disponible por un largo rato— explico.
Meto mis pies dentro de la bañera, moviéndome lento para que no se caiga la pecera que tengo abrazada contra mi pecho y que coloco en el fondo vacío de la bañera para mirar cómo los peces diminutos y azules nadan en círculos alrededor de la caracola rosa que me pareció un buen refugio para ellos, si es que acaso los peces duermen, he visto que entran y salen en ocasiones, no más que eso. Tampoco es que tenga mucho tiempo para estar atenta a la rutina de un par de veces, hay cosas que me mantienen ocupada y eso impide que mi mente también se disperse, es cuando tengo unas horas de paz que lo último que siento es paz, porque me veo abrumada de pensamientos que procuro calmar con el poco alcohol que queda en esta casa.
Sigo soñando con esas puertas que encontramos en la sala de los cerebros, con la diferencia de que las cruzo y cada sueño se vuelve en un recuerdo del que despierto llorando, porque la realidad no logra imponerse, dormida no tengo consciencia de que muchos de esos episodios se resolvieron, sino que los revivo con la misma angustia que ese entonces. Si abro mis ojos al presente, si trato de convencerme de que todo está bien y que los días son buenos, sé bien que es otra manera de no despertar.
La botella medio vacía –y no es un eufemismo de cómo estoy viendo las cosas en este momento, va en sentido literal– la dejé al lado de una de las patas con forma de garra de león para poder meter a los peces en este falso hábitat natural y la recupero para tenerla dando vueltas entre mis dedos. El chirrido de la puerta al abrirse me hace alzar la mirada, ni siquiera me he sacado el pijama que llevo puesto desde la mañana y como es fin de semana, está permitido, tal vez sea el entorno lo que me haga ver patética con el abrigo de lana vieja que habrá sido de mi bisabuela encima de una camiseta blanca y pantalones largos que acaban en medias con dibujos de lunas. —Lo siento, estamos en una fiesta privada, el baño no estará disponible por un largo rato— explico.
- ¿Sabes? Siento que si no fuese por mi alergia, te encontraría rodeada de gatos y no abrazada a una pecera. - Que tenía que admitirlo, era una imagen mucho más tierna de la que tenía delante. No es que Syv no fuese tierna pero… ¿peces? - ¿A qué vino esto? - Y con esto me refiero a los peces, y no necesariamente a que esté en la bañera junto con ellos. Hubiera sido más raro encontrarla con un tapón puesta en la misma y las criaturas nadando a su alrededor.
Me acerco sin importar que haya mencionado que es una fiesta privada, y me dejo caer a un costado de la bañera, recargando mi peso contra el borde y despatarrando mis piernas sobre el suelo, lejos de las patas de león, pero demasiado cerca como para tirar la botella que no noté que estaba allí. - ¡Albi! - No es un reproche, sino más bien la sorpresa de verla aquí sola haciendo terapia con animales acuáticos. Me arrodillo y me inclino hasta que mis dos brazos se asoman hacia el interior, mirándola sin saber muy bien el cómo interpretar esta situación y estirando la mano para acariciar su nuca y enredar mis dedos entre sus cabellos. No soy una persona delicada en regla general, pero podía con un par de masajes. - ¿Quieres que hablemos? - No la iba a presionar a nada, pero tampoco podía esperar que la deje sola de buenas a primeras sin asegurarme de su bienestar. - Aunque sea preséntamelos. Me gustaría conocer los nombres de las próximas víctimas inocentes de esta casa. - Ya había aprendido que los cactus no se regaban a diario, pero quería creer que un pez requería de más cuidado.
Me acerco sin importar que haya mencionado que es una fiesta privada, y me dejo caer a un costado de la bañera, recargando mi peso contra el borde y despatarrando mis piernas sobre el suelo, lejos de las patas de león, pero demasiado cerca como para tirar la botella que no noté que estaba allí. - ¡Albi! - No es un reproche, sino más bien la sorpresa de verla aquí sola haciendo terapia con animales acuáticos. Me arrodillo y me inclino hasta que mis dos brazos se asoman hacia el interior, mirándola sin saber muy bien el cómo interpretar esta situación y estirando la mano para acariciar su nuca y enredar mis dedos entre sus cabellos. No soy una persona delicada en regla general, pero podía con un par de masajes. - ¿Quieres que hablemos? - No la iba a presionar a nada, pero tampoco podía esperar que la deje sola de buenas a primeras sin asegurarme de su bienestar. - Aunque sea preséntamelos. Me gustaría conocer los nombres de las próximas víctimas inocentes de esta casa. - Ya había aprendido que los cactus no se regaban a diario, pero quería creer que un pez requería de más cuidado.
—Sabemos que esa posibilidad es tan real que duele— le doy la razón, si no he metido a una bola de pelos en la casa de quien fue mi abuela y que podríamos considerar un hogar al que fuimos dando nos toques particulares, es porque no quiero perder a mi compañera de convivencia, también sabemos que sola seguramente me olvidaría de hacerme la comida o no sabría qué hacer si algún cable se suelta en una de las habitaciones. —No me siento bien— contesto, tan obvia con la ropa, los peces y la bañera, ¡ah! ¡también con la botella que me confisca! Así que veo la necesidad de aclararme. —No me siento bien desde lo que pasó en el ministerio— reconozco, la caricia de sus dedos en mis cabellos me pone al borde del llanto, tengo que mirar fijo a los peces para que no se note.
—Siempre hay alguien que queda atrás— suspiro para disimular el gemido de angustia que sale de mi garganta, trago saliva para aliviar el nudo que está estrangulándome. —O alguien que se va— susurro, —alguien que muere, alguien que capturan…—. ¿Cómo se puede colocar un pie detrás del otro para seguir avanzando cuando los nombres siguen escribiéndose en una lista invisible? ¿Cómo no querer ahogarnos por unos minutos en una bañera vacía? Solo serán unos minutos, los necesarios. —¿Viste cómo estaba Ken? Estaba destruido. ¿Cómo estaría yo de perderte a ti o de perderlo a él?— le pregunto, con un tono tan bajo que apenas se escucha continuo: —¿Cuánto crees que una persona puede conservar su optimismo o esperanza hasta quebrarse?—. No la culpo si con estas frases tan depresivas me roba lo poco que queda en la botella, sorbo los mocos de mi nariz para hacer la presentación formal de mis hijos. —El más grande se llama Blue y la pequeña se llama Cuca… pero te dejo que rebautices a la pequeña.
—Siempre hay alguien que queda atrás— suspiro para disimular el gemido de angustia que sale de mi garganta, trago saliva para aliviar el nudo que está estrangulándome. —O alguien que se va— susurro, —alguien que muere, alguien que capturan…—. ¿Cómo se puede colocar un pie detrás del otro para seguir avanzando cuando los nombres siguen escribiéndose en una lista invisible? ¿Cómo no querer ahogarnos por unos minutos en una bañera vacía? Solo serán unos minutos, los necesarios. —¿Viste cómo estaba Ken? Estaba destruido. ¿Cómo estaría yo de perderte a ti o de perderlo a él?— le pregunto, con un tono tan bajo que apenas se escucha continuo: —¿Cuánto crees que una persona puede conservar su optimismo o esperanza hasta quebrarse?—. No la culpo si con estas frases tan depresivas me roba lo poco que queda en la botella, sorbo los mocos de mi nariz para hacer la presentación formal de mis hijos. —El más grande se llama Blue y la pequeña se llama Cuca… pero te dejo que rebautices a la pequeña.
Era una posibilidad muy pero muy real, pero de verdad esperaba no encontrar gatos aquí dentro. Eran hermosos, unas bolitas de pelo en verdad adorables; pero no era fanática de los estornudos constantes y los inconvenientes al respirar cuando estaba cerca de uno. - Te diría que acepto cachorritos, pero tengo miedo de que malinterpreten ese pedido con Ken. Cachorritos peludos, nada de bebés en estos momentos por favor. - La advertencia es en broma, o espero que tenga que ser en broma, porque la casa era más grande, pero no me llevaba bien con los pañales, las cosas que gritan o los llantos incesantes. Podría ser la tía simpática, pero jamás una niñera. - Bueno, supongo que eso tiene sentido. - A cada uno le había afectado lo del ministerio, de una manera y otra, todos habíamos quedado mal en cierta forma. Syv… la rubia era demasiado buena persona como para poder justificar las pérdidas a sabiendas de que habíamos podido obtener lo que buscamos.
- ¿Cuánto? No sabría medirlo con exactitud, pero por experiencia propia puedo decirte que mucho más de lo que uno cree ser capaz. - Viniendo de mí, que ya de por sí tengo problemas en ser optimista… pues era mucho. - Perder a las personas es algo que es inevitable, de la manera que sea. Simplemente… no sé, no me gusta andar pensando en los tal vez. Si hubieras sido tú la que se quedaba atrás… bueno, me conozco lo suficiente y conozco mis tendencias extremistas. No hubiera sido bonito. - Tenía la sensación asomándose por mi garganta tan solo de pensarlo. Las injusticias siempre estarían presentes, pero la ira que venía como compañía… - No hubiera sido bonito, pero habría terminado saliendo adelante. Porque creo que peleamos por una causa justa, y morir por eso… Incluso en la injusticia absoluta que hay detrás de cada pérdida, también es un consuelo el saber el por qué. - Dejo de masajear sus cabellos cuando me asomo mejor por encima de la bañera para poder mirar dentro de la pecera. - ¿Pero qué clase de nombre es Cuca? Además, si uno se llama Blue… ¿Burbuja? Los dos con B para que sean más adorables. - Y tenía mucho más sentido que ponerle “cuca” que indefectiblemente me hacía pensar en cucarachas.
- ¿Cuánto? No sabría medirlo con exactitud, pero por experiencia propia puedo decirte que mucho más de lo que uno cree ser capaz. - Viniendo de mí, que ya de por sí tengo problemas en ser optimista… pues era mucho. - Perder a las personas es algo que es inevitable, de la manera que sea. Simplemente… no sé, no me gusta andar pensando en los tal vez. Si hubieras sido tú la que se quedaba atrás… bueno, me conozco lo suficiente y conozco mis tendencias extremistas. No hubiera sido bonito. - Tenía la sensación asomándose por mi garganta tan solo de pensarlo. Las injusticias siempre estarían presentes, pero la ira que venía como compañía… - No hubiera sido bonito, pero habría terminado saliendo adelante. Porque creo que peleamos por una causa justa, y morir por eso… Incluso en la injusticia absoluta que hay detrás de cada pérdida, también es un consuelo el saber el por qué. - Dejo de masajear sus cabellos cuando me asomo mejor por encima de la bañera para poder mirar dentro de la pecera. - ¿Pero qué clase de nombre es Cuca? Además, si uno se llama Blue… ¿Burbuja? Los dos con B para que sean más adorables. - Y tenía mucho más sentido que ponerle “cuca” que indefectiblemente me hacía pensar en cucarachas.
—Pues sí, es un pedido muy mal interpretable— reconozco, —de hecho hablamos con él sobre conseguirme un perro, se vuelve confuso cuando tu propio novio puede transformarse en uno y… nada de cachorros, daría para muchas confusiones…— sostengo mi cabeza con las manos, presionando las palmas contra mis sienes porque las imágenes que se me crean en la mente pueden ser raras. Son pensamientos simpáticos, eso sí, mucho más que los que vienen luego sobre perdidas, ausencias y despedidas no dichas, y que puestos en palabras puedo sacar de mi cabeza donde vienen importunando estos días.
—Lo siento— susurro, —no quiero volver sobre las cosas que pudieron haber dolido, pero me reconforta que puedes decirme que somos más fuertes de lo que creemos y que pueda verlo en ti. A veces me olvido de cómo ser valiente, ¿sabes? Entonces miro a Ken. A veces me siento débil, entonces te miro a ti. A veces me siento muy asustada, a veces siento que no voy a poder ir tan lejos como ustedes, que en alguna parte del camino me quedaré…— parpadeo para que se me vayan las lágrimas, tengo que quitarme una con los puntos de los dedos que me queda en el rabillo del ojo al escucharla y no decir que hay perdidas que no podría justificar por esta causa, de perderlos, creo que muchas cosas perderían su sentido. —Tampoco quiero pensar en pérdidas— digo, toqueteo las mangas gastadas del abrigo que tengo puesto, —pero siento que no siempre lloramos lo suficiente y seguimos adelante, cerrándole la puerta a los pensamientos tristes, como si realmente pudieran quedarse de ese lado y no pasar…— explico, recuerdo lo que vi a través de las puertas que abría Mimi, el cementerio de cruces y también la hoguera.
—Todo está bien, hasta que te toca estar en un lugar donde todas las puertas que abres son solo de pensamientos tristes. Si eso pasara en verdad, si algún día me encontrara sola con todos mis pensamientos tristes, ¿crees que…? No quiero ser como mi madre, no quiero que algo así pueda romperme, pero ella era incluso más fuerte de lo que yo puedo ser… y no puedo pedirte que seas fuerte por las dos, a nadie, lo que yo he perdido no se compara a lo que perdiste tú o cualquiera de los otros chicos. ¿Crees que podamos terminar esta guerra sin rompernos, solo… seguir avanzando?—. Subo mis rodillas hasta que chocan con mi mentón que acomodo sobre estas, rodeándolas con mis brazos. Froto mi nariz con el dorso de mi mano para quitarme ese cosquilleo molesto de las lágrimas y así puedo sonreír con un poco más de humor al hablar de los bebés con aletas. —Burbuja es un nombre tan dulce, será la pecesita más dulce de toda la pecera. Hay otro…— lo señalo con mi dedo al chocar con el cristal cuando lo veo salir de la caracola. —Ese dejemos que Holly lo bautice.
—Lo siento— susurro, —no quiero volver sobre las cosas que pudieron haber dolido, pero me reconforta que puedes decirme que somos más fuertes de lo que creemos y que pueda verlo en ti. A veces me olvido de cómo ser valiente, ¿sabes? Entonces miro a Ken. A veces me siento débil, entonces te miro a ti. A veces me siento muy asustada, a veces siento que no voy a poder ir tan lejos como ustedes, que en alguna parte del camino me quedaré…— parpadeo para que se me vayan las lágrimas, tengo que quitarme una con los puntos de los dedos que me queda en el rabillo del ojo al escucharla y no decir que hay perdidas que no podría justificar por esta causa, de perderlos, creo que muchas cosas perderían su sentido. —Tampoco quiero pensar en pérdidas— digo, toqueteo las mangas gastadas del abrigo que tengo puesto, —pero siento que no siempre lloramos lo suficiente y seguimos adelante, cerrándole la puerta a los pensamientos tristes, como si realmente pudieran quedarse de ese lado y no pasar…— explico, recuerdo lo que vi a través de las puertas que abría Mimi, el cementerio de cruces y también la hoguera.
—Todo está bien, hasta que te toca estar en un lugar donde todas las puertas que abres son solo de pensamientos tristes. Si eso pasara en verdad, si algún día me encontrara sola con todos mis pensamientos tristes, ¿crees que…? No quiero ser como mi madre, no quiero que algo así pueda romperme, pero ella era incluso más fuerte de lo que yo puedo ser… y no puedo pedirte que seas fuerte por las dos, a nadie, lo que yo he perdido no se compara a lo que perdiste tú o cualquiera de los otros chicos. ¿Crees que podamos terminar esta guerra sin rompernos, solo… seguir avanzando?—. Subo mis rodillas hasta que chocan con mi mentón que acomodo sobre estas, rodeándolas con mis brazos. Froto mi nariz con el dorso de mi mano para quitarme ese cosquilleo molesto de las lágrimas y así puedo sonreír con un poco más de humor al hablar de los bebés con aletas. —Burbuja es un nombre tan dulce, será la pecesita más dulce de toda la pecera. Hay otro…— lo señalo con mi dedo al chocar con el cristal cuando lo veo salir de la caracola. —Ese dejemos que Holly lo bautice.
Tenía que admitir que la imagen de Ken convertido en perro, con un cachorrito detrás persiguiendolo era algo que se me hacía tentador. ¿Qué tanto me mataría Syv si era yo la que traía un perrito? Supongo que no demasiado, pero considerando que no era precisamente responsable y que pasaba demasiadas horas fuera de casa no sería la mejor decisión de mi parte, sin importar lo tierno que se me pudiese hacer. - Diría un hámster, pero tengo miedo de que se escape y acabe matándolo por accidente. - Que era algo más probable de lo que parecía. Los peces eran una opción segura, siempre en su pecera y sabiendo que Syv sería buena cuidándolos. Básicamente, los tomaría como un bonito adorno desde lejos a los que no tenía que acercarme con una escoba o algo de eso.
- ¿Que no eres valiente? - Se me escapa un “Já” tan grande como irónico y busco mirarla a los ojos para ver que en verdad no me esté jugando una broma. No lo hace, y es ahí cuando recuerdo que uno no se puede ver a sí mismo de la misma manera que lo hace el resto, o bueno, las personas que contaban al menos. - No me quería reír, pero en verdad me hace gracia que en tu opinión no te pienses siempre valiente, cuando a mi parecer eres una de las personas más bravas y honestas que conozco. - Yo había tomado la decisión de meterme aquí por haber creído que no tenía opción. La red, la gente del catorce, la revolución… no había sido una decisión, había sido algo progresivo del que ya no podía salir. Albi había tomado una decisión consciente y se había arriesgado tirándose a la pileta por completo.
- Ahí no puedo decir que no tengas razón. Pero siento que si de verdad me tomo el tiempo para sentarme a llorar las pérdidas, a asimilarlas y darles el tiempo a las cicatrices para que sanen… No sé si pueda levantarme después de eso Albi, no con la rapidez que se requiere en este tipo de situaciones. - Prefería seguir así, con las cicatrices a medio cerrar y la adrenalina que me podía impulsar sin que tuviera que pensarlo demasiado. - Una pérdida es una pérdida y punto, no se compara a la de los demás ni se mide en cuestiones de importancia porque cada uno la siente diferente. Y tampoco tienes que compararte tú, eres fuerte Syv, muchísimo, e incluso aunque sientas que puedes romperte, sé que tienes la capacidad para volver a armarte. Sola si hiciera falta, o con la ayuda de los que te queremos porque estamos para eso, para acompañarte en cada momento que podamos. No creo que la guerra nos deje enteros, pero sí espero que los que quedamos de pie podamos ayudarnos a seguir adelante. Ya con el tiempo necesario para poder aminorar la velocidad y asimilar todo. - Me encojo de hombros, casi que sorprendida por lo maduro de una reflexión que en verdad no había pensado antes. - Es un pez, burbuja se sintió adecuado… No quiero imaginarme lo que pueda pensar Holly. - Me asomo para poder mirar mejor a través del cristal y si bien los peces nunca me han gustado del todo, admitía que estos se me hacían bonitos. - Esto es solo por las puertas o… No sé, yo he bloqueado de nuevo muchas de las cosas que ví ahí. O trato de hacerlo al menos… pero hay una que no pude olvidar, y creo que por fuera de haber conseguido las runas, siento que es la mejor recompensa que pude tener. - Las caras de mis padres, en un momento tan tranquilo… No todo tenía que ser malo siempre.
- ¿Que no eres valiente? - Se me escapa un “Já” tan grande como irónico y busco mirarla a los ojos para ver que en verdad no me esté jugando una broma. No lo hace, y es ahí cuando recuerdo que uno no se puede ver a sí mismo de la misma manera que lo hace el resto, o bueno, las personas que contaban al menos. - No me quería reír, pero en verdad me hace gracia que en tu opinión no te pienses siempre valiente, cuando a mi parecer eres una de las personas más bravas y honestas que conozco. - Yo había tomado la decisión de meterme aquí por haber creído que no tenía opción. La red, la gente del catorce, la revolución… no había sido una decisión, había sido algo progresivo del que ya no podía salir. Albi había tomado una decisión consciente y se había arriesgado tirándose a la pileta por completo.
- Ahí no puedo decir que no tengas razón. Pero siento que si de verdad me tomo el tiempo para sentarme a llorar las pérdidas, a asimilarlas y darles el tiempo a las cicatrices para que sanen… No sé si pueda levantarme después de eso Albi, no con la rapidez que se requiere en este tipo de situaciones. - Prefería seguir así, con las cicatrices a medio cerrar y la adrenalina que me podía impulsar sin que tuviera que pensarlo demasiado. - Una pérdida es una pérdida y punto, no se compara a la de los demás ni se mide en cuestiones de importancia porque cada uno la siente diferente. Y tampoco tienes que compararte tú, eres fuerte Syv, muchísimo, e incluso aunque sientas que puedes romperte, sé que tienes la capacidad para volver a armarte. Sola si hiciera falta, o con la ayuda de los que te queremos porque estamos para eso, para acompañarte en cada momento que podamos. No creo que la guerra nos deje enteros, pero sí espero que los que quedamos de pie podamos ayudarnos a seguir adelante. Ya con el tiempo necesario para poder aminorar la velocidad y asimilar todo. - Me encojo de hombros, casi que sorprendida por lo maduro de una reflexión que en verdad no había pensado antes. - Es un pez, burbuja se sintió adecuado… No quiero imaginarme lo que pueda pensar Holly. - Me asomo para poder mirar mejor a través del cristal y si bien los peces nunca me han gustado del todo, admitía que estos se me hacían bonitos. - Esto es solo por las puertas o… No sé, yo he bloqueado de nuevo muchas de las cosas que ví ahí. O trato de hacerlo al menos… pero hay una que no pude olvidar, y creo que por fuera de haber conseguido las runas, siento que es la mejor recompensa que pude tener. - Las caras de mis padres, en un momento tan tranquilo… No todo tenía que ser malo siempre.
No me tomo a mal que se reía, por el contrario, quita parte del peso de sentir que algo está hundiéndome en esta bañera vacía como si fuera el océano más profundo, tal vez sea todo lo que necesito hacer por un rato, escondiéndome con mis amigos que no dicen nada, solo echan burbujas por su boca. —Me metí al baño a llorar y beber con los peces, ¿qué tiene eso de valiente?— tuerzo mi boca en una mueca y voy quitando con los dedos los mechones que se me fueron quedando en la mejilla. —En los días malos, todos los viejos miedos vuelven como si hubiera vuelto a tener nueve años— susurro. Soplo entre mis labios para quitar uno que tengo colgando sobre la punta de la nariz, ojalá fuera así de fácil ahuyentar a los pensamientos malos, echándoles un poco de aire.
Sorbo los sollozos que se me quedaron atorados en la garganta mientras la escucho, me hace imaginarnos como si estuviéramos cruzando a toda carrera por un campo en el que no tenemos permitido mirar a los lados, sino seguir de largo, porque hay un horizonte para nosotros y hacia este vamos, ¿pero no pesan las personas que quedan atrás como cadenas que nos retienen? Quizá, más de uno dirá que no habría sido su intención, que querían para nosotros que siguiéramos adelante, pero… ¿no tiran de nosotros para que echemos una mirada hacia atrás? Y eso termina actuando como un espejismo construido de nostalgias que nos hace detenernos, dejar de mirar el horizonte y quedar atrapados allí. Tengo miedo a ello, aún más miedo a seguir avanzando y un día descubrir que todas las heridas que no cicatrizaron me fueron enfermando, quizás despierte un día viéndome hecha jirones y no alcance a llegar a lo que era nuestra meta.
—Si te tengo a ti de un lado y a Ken del otro, sé que podría avanzar si no encontrara fuerzas en mi misma— susurro, no podría hacerlo sola, esto siempre se trató de estar a la par de ellos y saber que los encontraría si miraba a los costados. —No puedes irte, Mimi. Ni te puedes morir— la miro esperando que mis ojos no se llenen de lágrimas, porque estas son las promesas que nunca le debes pedir a nadie que haga. —No lo harás, ¿verdad? Tenemos que llegar juntas al final de esto y entonces podremos festejar, llorar o descansar por todo lo ocurrido— lo propongo como si fuera un aliciente para una decisión que no es enteramente suya, las circunstancias juegan con todos nosotros todo el tiempo, tirándonos en la mesa como dados al azar. Son mentiras necesarias, de las que hacen falta para tener algo a lo que sujetarse, consuelo para presente, en realidad nada tienen que ver con el futuro que aún no está escrito. Saco mi brazo de la bañera para poder acariciar su espalda al saber que pudo encontrar entre sus pensamientos tras las puertas, algo bueno. —Valió la pena entonces…— musito, con una sonrisa un poco más firme. —Volviste a casa con runas, un buen recuerdo y también vi como Jim te miraba, todo preocupado, sufriendo por ti— tengo que poner de mi humor para hacerle saber que ya no estoy pensando ahogarme en una bañera sin agua.
Sorbo los sollozos que se me quedaron atorados en la garganta mientras la escucho, me hace imaginarnos como si estuviéramos cruzando a toda carrera por un campo en el que no tenemos permitido mirar a los lados, sino seguir de largo, porque hay un horizonte para nosotros y hacia este vamos, ¿pero no pesan las personas que quedan atrás como cadenas que nos retienen? Quizá, más de uno dirá que no habría sido su intención, que querían para nosotros que siguiéramos adelante, pero… ¿no tiran de nosotros para que echemos una mirada hacia atrás? Y eso termina actuando como un espejismo construido de nostalgias que nos hace detenernos, dejar de mirar el horizonte y quedar atrapados allí. Tengo miedo a ello, aún más miedo a seguir avanzando y un día descubrir que todas las heridas que no cicatrizaron me fueron enfermando, quizás despierte un día viéndome hecha jirones y no alcance a llegar a lo que era nuestra meta.
—Si te tengo a ti de un lado y a Ken del otro, sé que podría avanzar si no encontrara fuerzas en mi misma— susurro, no podría hacerlo sola, esto siempre se trató de estar a la par de ellos y saber que los encontraría si miraba a los costados. —No puedes irte, Mimi. Ni te puedes morir— la miro esperando que mis ojos no se llenen de lágrimas, porque estas son las promesas que nunca le debes pedir a nadie que haga. —No lo harás, ¿verdad? Tenemos que llegar juntas al final de esto y entonces podremos festejar, llorar o descansar por todo lo ocurrido— lo propongo como si fuera un aliciente para una decisión que no es enteramente suya, las circunstancias juegan con todos nosotros todo el tiempo, tirándonos en la mesa como dados al azar. Son mentiras necesarias, de las que hacen falta para tener algo a lo que sujetarse, consuelo para presente, en realidad nada tienen que ver con el futuro que aún no está escrito. Saco mi brazo de la bañera para poder acariciar su espalda al saber que pudo encontrar entre sus pensamientos tras las puertas, algo bueno. —Valió la pena entonces…— musito, con una sonrisa un poco más firme. —Volviste a casa con runas, un buen recuerdo y también vi como Jim te miraba, todo preocupado, sufriendo por ti— tengo que poner de mi humor para hacerle saber que ya no estoy pensando ahogarme en una bañera sin agua.
- Hay días malos, días buenos, ¿qué importa si necesitas encerrarte un rato con peces, o meterte abajo de las sábanas cubierta hasta la cabeza? Eso no te hace menos valiente. - Bastaba con verme en uno de mis días con la ansiedad y todo lo bolita que podía hacerme pese a medir casi un metro ochenta de altura. Todos teníamos días en los que estábamos abajo, semanas incluso, no por eso dejábamos de ser nosotros. Simplemente teníamos que aprender a respirar, tomar una pausa, y recordar que sin importar qué había que seguir adelante.
Mi respuesta a su pregunta es pellizcar con suavidad su mejilla. - Trataré de que no me pase nada, pero no te lo puedo prometer. Estamos en guerra Syv, las pérdidas no van a dejar de suceder, y tampoco me molestaría morir si es por la causa correcta. - Me encantaría poder decirle que sí a todo, pero prefería serle sincera, que luego descubrir que se la ha pasado una tarde entera bajo la lluvia gritándole cosas a mi tumba. ¿Es normal que la imagen me de gracia? porque conociendo el dramatismo de Albi, no me sorprendería en lo más mínimo. - Puedo prometerte intentarlo, incluso aunque elijas a Kendrick por sobre mí, trataré de no dejarte a menos de que me obliguen. - Claro que es un chiste lo de Kendrick, pero llego a un tope de charlas lloronas y emotivas, y el estar hablando de mi supuesta muerte jamás podré tomarlo con la seriedad que corresponde.
- Claro que valió la pena. No creo que nos arriesguemos por algo que sabemos que no lo hace. Ya lo otro… ¿no te pasa que hay imágenes que podrías ver por siempre? Es una pena que solo estén dentro de mi cabeza, algún día tendré que volver a mi vieja casa, o buscar a alguien que pueda tener fotos de aquella época. - Mi madre no mantenía fotos de mi padre dando vuelta, y entendía por qué, pero estaba segura de que en algún lado debería haber cosas guardadas. - Ahí está, eso es una misión que podríamos plantearnos. Cuando estén más tranquilas las cosas me ayudarás a meterme en la vieja casa de Roxanne a ver si podemos rescatar las fotos. - Que sí, la propiedad técnicamente estaba bajo el poder de la compañía, pero por herencia era mía y solo habían bastado un par de horas en la computadora para hacer que jamás pudiesen venderla. - A ver si con eso te distraes y dejas de pensar cosas que no suceden con Jim.
Mi respuesta a su pregunta es pellizcar con suavidad su mejilla. - Trataré de que no me pase nada, pero no te lo puedo prometer. Estamos en guerra Syv, las pérdidas no van a dejar de suceder, y tampoco me molestaría morir si es por la causa correcta. - Me encantaría poder decirle que sí a todo, pero prefería serle sincera, que luego descubrir que se la ha pasado una tarde entera bajo la lluvia gritándole cosas a mi tumba. ¿Es normal que la imagen me de gracia? porque conociendo el dramatismo de Albi, no me sorprendería en lo más mínimo. - Puedo prometerte intentarlo, incluso aunque elijas a Kendrick por sobre mí, trataré de no dejarte a menos de que me obliguen. - Claro que es un chiste lo de Kendrick, pero llego a un tope de charlas lloronas y emotivas, y el estar hablando de mi supuesta muerte jamás podré tomarlo con la seriedad que corresponde.
- Claro que valió la pena. No creo que nos arriesguemos por algo que sabemos que no lo hace. Ya lo otro… ¿no te pasa que hay imágenes que podrías ver por siempre? Es una pena que solo estén dentro de mi cabeza, algún día tendré que volver a mi vieja casa, o buscar a alguien que pueda tener fotos de aquella época. - Mi madre no mantenía fotos de mi padre dando vuelta, y entendía por qué, pero estaba segura de que en algún lado debería haber cosas guardadas. - Ahí está, eso es una misión que podríamos plantearnos. Cuando estén más tranquilas las cosas me ayudarás a meterme en la vieja casa de Roxanne a ver si podemos rescatar las fotos. - Que sí, la propiedad técnicamente estaba bajo el poder de la compañía, pero por herencia era mía y solo habían bastado un par de horas en la computadora para hacer que jamás pudiesen venderla. - A ver si con eso te distraes y dejas de pensar cosas que no suceden con Jim.
Eso era lo bueno de haberme mudado con Mimi, ella no hacía lo de mi madre de preguntarme si estaba enferma para estar escondida bajo las sábanas de mi cama, ni me mandaba a hacer cosas para que saliera de ese estado que le molestaba, creo que porque le recordaba mucho a ella misma. Me decía eso de que había días malos, días buenos, todos se acaban. Ni lo bueno, ni lo malo, dura eternamente. Pero estos son los cinco minutos que necesito para esconderme con una pecera, quizá sea el llanto que llega un poco tarde a todos los cambios que fui transitando estos meses y darme cuenta de lo que yo misma he cambiado, de que los cambios continuarán, también con pérdidas.
Por supuesto que me gustaría una promesa como la que le pido, si prometerlo bastara para que sea una verdad que se mantendrá inmune al tiempo y a las circunstancias, a la guerra de la que somos parte. —Está bien que seas honesta— susurro, quizá lo necesito más que una promesa improbable, me lagrimean los ojos por lo que dice de morir por la causa correcta, porque sé que eso si es una verdad en sus labios. —Lo sé—. No puedo enojarme con ella por eso, ni quiero hacerlo, el que lo diga hace que pueda tomar las perdidas con la entereza que busco al sujetar su mano con fuerza para traspasarle mi cariño. —No lo quiero ni más ni menos que a ti, porque los quiero de maneras muy distintas, me sostengo en ustedes— explico, me sorbo la nariz para quitarme de una buena vez esa sensación de estar al borde del llanto a cada momento. —Nunca logré con ninguno de mis hermanos la relación que hubiera querido, que necesitaba para entender lo que era una familia… mi hermana eres tú, Mimi.
Uso el agarre de su mano para impulsarme hacia arriba y sentarme en el borde la bañera, con la pecera segura al abrazarla contra mi pecho. —Es tu casa, tienes todo el derecho a volver, aunque tengamos que hacerlo de manera ilegal. Me metí al departamento de misterios del ministerio contigo, ¿meternos a una casa? ¡Ni siquiera lo dudes!— chasqueo mi lengua para restarle importancia a otro hecho criminal que puedan atribuirnos, somos terroristas, ¿no? Ya estamos en lo más alto de la criminalidad. —Y creo poder conseguir algo que va a servirnos, escuché de una mujer que vende capas de invisibilidad que trae del mercado…— no del mercado legal, sino del que está en el doce, lo que nos salva de tener que hacer el viaje hasta allá. El por qué andaba buscando una es cuento para otro día, ahora lo importante… —Que todavía no han sucedido, ¿qué culpa tengo yo de tener un radar para detectar parejas que ni siquiera se han empezado a gustar?—. No, eso no era lo importante. —Tengo que reconocer que el plan de violar la seguridad de tu vieja casa y meternos me levantó el ánimo, ya puedo salir de la bañera. ¿Cuándo vamos? ¿Mañana? ¿Pasado?— ya estoy sacando mis piernas de la bañera para llevarme mis peces conmigo.
Por supuesto que me gustaría una promesa como la que le pido, si prometerlo bastara para que sea una verdad que se mantendrá inmune al tiempo y a las circunstancias, a la guerra de la que somos parte. —Está bien que seas honesta— susurro, quizá lo necesito más que una promesa improbable, me lagrimean los ojos por lo que dice de morir por la causa correcta, porque sé que eso si es una verdad en sus labios. —Lo sé—. No puedo enojarme con ella por eso, ni quiero hacerlo, el que lo diga hace que pueda tomar las perdidas con la entereza que busco al sujetar su mano con fuerza para traspasarle mi cariño. —No lo quiero ni más ni menos que a ti, porque los quiero de maneras muy distintas, me sostengo en ustedes— explico, me sorbo la nariz para quitarme de una buena vez esa sensación de estar al borde del llanto a cada momento. —Nunca logré con ninguno de mis hermanos la relación que hubiera querido, que necesitaba para entender lo que era una familia… mi hermana eres tú, Mimi.
Uso el agarre de su mano para impulsarme hacia arriba y sentarme en el borde la bañera, con la pecera segura al abrazarla contra mi pecho. —Es tu casa, tienes todo el derecho a volver, aunque tengamos que hacerlo de manera ilegal. Me metí al departamento de misterios del ministerio contigo, ¿meternos a una casa? ¡Ni siquiera lo dudes!— chasqueo mi lengua para restarle importancia a otro hecho criminal que puedan atribuirnos, somos terroristas, ¿no? Ya estamos en lo más alto de la criminalidad. —Y creo poder conseguir algo que va a servirnos, escuché de una mujer que vende capas de invisibilidad que trae del mercado…— no del mercado legal, sino del que está en el doce, lo que nos salva de tener que hacer el viaje hasta allá. El por qué andaba buscando una es cuento para otro día, ahora lo importante… —Que todavía no han sucedido, ¿qué culpa tengo yo de tener un radar para detectar parejas que ni siquiera se han empezado a gustar?—. No, eso no era lo importante. —Tengo que reconocer que el plan de violar la seguridad de tu vieja casa y meternos me levantó el ánimo, ya puedo salir de la bañera. ¿Cuándo vamos? ¿Mañana? ¿Pasado?— ya estoy sacando mis piernas de la bañera para llevarme mis peces conmigo.
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