OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Ha pasado todo demasiado rápido y demasiado lento a la vez. En mi mente se repiten una y otra vez las imágenes de todo lo que ha pasado en la sala. Los hechizos volando, mis aurores peleando como si les fuera la vida en ello... Brawn, Brawn mirándome con un odio que me ha calado en el alma. ¿Algún día se resolverá todo esto? Estaba intentando dejarme fuera de juego, claramente. Y yo a ella. No sé si en defensa propia o en reacción a su odio. Porque al final la he dejado KO yo a ella, aunque se la hayan llevado. De un modo que me ha salido del alma, pero que ha sido... Cruel, realmente. Y me tortura la mente todo lo que ha pasado.
Llego a casa y juro que siento que el corazón todavía me va a mil por hora. No sé ni qué hora es, no sé ni si Riley estará en casa, solamente sé que me duele el cuerpo entero, tengo la ceja partida, voy llena de sangre y todo esto no ha salido tan bien como tendría que haber salido. Cierro la puerta tras de mí y me apoyo en ella, cansada. Aparece rápidamente, como siempre, Amanita, que me mira con profunda preocupación al ver el aspecto que llevo —Tranquila, Amanita, no es nada que no se pueda curar— a diferencia de otras cosas que han pasado hoy. Hago una mueca con solo pensarlo. Dejo que Amanita recoja mi túnica del uniforme de auror y me apoyo en la pared de la entrada durante unos segundos. Luego voy a la cocina, me tomo un vaso de agua entero y me dirijo al baño. Tengo un aspecto horroroso, realmente, necesito darme una ducha. Necesito algo de calma y un abrazo de Riley que me ayude a no derrumbarme del todo, a no dejarme llevar por el sabor agridulce de todo lo que hemos tenido que pasar hoy.
Subo las escaleras arrastrando los pies y abro la puerta de nuestra habitación. Dejo mi chaqueta encima de la cama, dejando a la vista con la camiseta de tirantes que me queda puesta que mis brazos están llenos de moratones y pequeñas heridas. Hago una mueca, mirándome las marcas en la piel, y salgo de la habitación. Camino hacia el despacho, donde Riley passa horas encerrado, y golpeo suavemente la puerta con los nudillos —Riley, ¿estás ahí?— pregunto, cansada —Tengo que darme una ducha— añado, por si está al otro lado de la puerta. No sé si quiero que me vea con este aspecto.
Llego a casa y juro que siento que el corazón todavía me va a mil por hora. No sé ni qué hora es, no sé ni si Riley estará en casa, solamente sé que me duele el cuerpo entero, tengo la ceja partida, voy llena de sangre y todo esto no ha salido tan bien como tendría que haber salido. Cierro la puerta tras de mí y me apoyo en ella, cansada. Aparece rápidamente, como siempre, Amanita, que me mira con profunda preocupación al ver el aspecto que llevo —Tranquila, Amanita, no es nada que no se pueda curar— a diferencia de otras cosas que han pasado hoy. Hago una mueca con solo pensarlo. Dejo que Amanita recoja mi túnica del uniforme de auror y me apoyo en la pared de la entrada durante unos segundos. Luego voy a la cocina, me tomo un vaso de agua entero y me dirijo al baño. Tengo un aspecto horroroso, realmente, necesito darme una ducha. Necesito algo de calma y un abrazo de Riley que me ayude a no derrumbarme del todo, a no dejarme llevar por el sabor agridulce de todo lo que hemos tenido que pasar hoy.
Subo las escaleras arrastrando los pies y abro la puerta de nuestra habitación. Dejo mi chaqueta encima de la cama, dejando a la vista con la camiseta de tirantes que me queda puesta que mis brazos están llenos de moratones y pequeñas heridas. Hago una mueca, mirándome las marcas en la piel, y salgo de la habitación. Camino hacia el despacho, donde Riley passa horas encerrado, y golpeo suavemente la puerta con los nudillos —Riley, ¿estás ahí?— pregunto, cansada —Tengo que darme una ducha— añado, por si está al otro lado de la puerta. No sé si quiero que me vea con este aspecto.
Sé que la magia ha facilitado mucho los viajes; los polvos flu, espejos y las mismísimas videollamadas permiten a las personas verse al rostro mientras hablan sin la necesidad de estar en la misma habitación, pero ver un caso en el hospital me llamó la atención sobre algo y charlando con uno de los sanadores terminé prometiendo de alguna forma que solucionaría la soledad que sienten los pacientes en cuarentena. Era un tipo con viruela de dragón que tenían que mantener lleno de sedantes pues no lograban tranquilizarlo bajo ninguna circunstancia por los terribles ataques de ansiedad que tenían... El sanador dijo que generalmente la persona o el tacto de un ser querido puede ayudarlos pero ¿Cómo hacerlo siendo que eso los expondría a la enfermedad?
La solución llegó a mí a manos del mismo traje que sirve de escudo para las batallas. Si puedo hacer que el portador del traje sienta los hechizos sin sufrir verdaderamente los daños o que simplemente absorba lo efectos ¿No podría hacer trajes gemelos que compartan sensaciones a distancia? Sé que puedo lograrlo en poco tiempo, así que comienzo a probarlo yo mismo en el laboratorio pocket de mi oficina perdiendo la noción del tiempo.
Escucho la voz de Kenna resonando fuera, así que activo el cubo para que me deje salir y me tomo unos segundos para adaptarme al nuevo tamaño mientras me acomodo el traje que llevo pegado a la piel. Camino con pasos algo torpes hasta la puerta y al abrirla me encuentro con Kenna, cubierta de sangre y moretones, y un rostro que solo indica que viene de una de esas grandes batallas que hay en Neopanem como cada tres meses, casualmente - Kenna - murmuro tomándola con cuidado entre mis brazos para ir juntos a nuestra habitación.
Se la ve entera y conciente pero... Mierda... Está cubierta de sangre y... - ¿Qué...? - pregunto sintiéndome un poco mareado - ¡Amanita, trae el botiquín! - pido en un grito ahogado mientras deslizo mis manos en el aire alrededor de la auror como si eso fuera a hacer algo - ¿Qué ocurrió? - consigo preguntar al final aun examinándola - Debemos ir al hospital.
La solución llegó a mí a manos del mismo traje que sirve de escudo para las batallas. Si puedo hacer que el portador del traje sienta los hechizos sin sufrir verdaderamente los daños o que simplemente absorba lo efectos ¿No podría hacer trajes gemelos que compartan sensaciones a distancia? Sé que puedo lograrlo en poco tiempo, así que comienzo a probarlo yo mismo en el laboratorio pocket de mi oficina perdiendo la noción del tiempo.
Escucho la voz de Kenna resonando fuera, así que activo el cubo para que me deje salir y me tomo unos segundos para adaptarme al nuevo tamaño mientras me acomodo el traje que llevo pegado a la piel. Camino con pasos algo torpes hasta la puerta y al abrirla me encuentro con Kenna, cubierta de sangre y moretones, y un rostro que solo indica que viene de una de esas grandes batallas que hay en Neopanem como cada tres meses, casualmente - Kenna - murmuro tomándola con cuidado entre mis brazos para ir juntos a nuestra habitación.
Se la ve entera y conciente pero... Mierda... Está cubierta de sangre y... - ¿Qué...? - pregunto sintiéndome un poco mareado - ¡Amanita, trae el botiquín! - pido en un grito ahogado mientras deslizo mis manos en el aire alrededor de la auror como si eso fuera a hacer algo - ¿Qué ocurrió? - consigo preguntar al final aun examinándola - Debemos ir al hospital.
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Creo que quería evitar que me viera porque cada vez que los ojos de Riley se tiñen de preocupación, algo se rompe dentro de mí. Creo que forma parte de un grupo de personas del país cuya pureza tendría que darles el derecho de mantenerse alejados de todos los conflictos existentes. Pero, por desgracia, no es así. Y aunque él siga trabajando en un intento de hacer cosas buenas, mejorar la calidad de vida de la gente... La verdad es que vivimos en un sitio donde las cosas se van a la mierda demasiado a menudo. Donde, para mí, es más útil el traje que está confeccionando para la defensa que todos sus otros proyectos. Pero no quiero mencionar eso. No ahora. No estando como estamos. Ahora prefiero calmarme de todo el agobio que he vivido hoy y relajarme bajo el chorro de agua de la ducha.
Pero cuando estoy a punto de largarme hacia el baño, la puerta del despacho se abre y sale Riley. Y me mira con esa preocupación tan suya, me toma entre sus brazos y le pide a la elfina el botiquín. Cuando menciona el hospital niego rápidamente con la cabeza, tomando su mano y enlazando mis dedos con los suyos —Nada de hospital. Que se ocupen de la gente que realmente lo necesita ahora mismo. Yo estoy bien, Riley— le digo, tratando de sonar firme y que me crea —De verdad, lo estoy. Tengo un corte en la ceja y la ceja sangra mucho, pero no estoy tan mal, ¿vale?— insisto. Estoy agotada y me duele todo el cuerpo, pero con un par de arreglos en la ceja, una ducha caliente y algún tipo de crema o ungüento para el resto de mi cuerpo que calme el dolor de los golpes me quedaré como nueva.
Tiro de él hacia el baño, dejando que me acompañe si quiere, tampoco sería la primera vez —Ha habido un problema en el Ministerio. Han entrado a robar unos cuantos... Traidores— pronuncio esa palabra con una mueca, no termina de gustarme, aunque tampoco sé cómo referirme a ellos si no es así. ¿Rebeldes? Demasiado épico. ¿Fugitivos? Demasiado inocentes. Pero tampoco creo que se puedan meter a todos en el mismo saco —Y me he cruzado con una vieja conocida que, por lo visto, se moría de ganas de partirme la cara. No la culpo. Tenemos nuestra historia— musito entre dientes, con cierta amargura. Al fin y al cabo, fue mi misión durante mucho tiempo. Perseguirla. Atraparla. El corte profundo en la garganta de Astrid Overstrand.
Pero cuando estoy a punto de largarme hacia el baño, la puerta del despacho se abre y sale Riley. Y me mira con esa preocupación tan suya, me toma entre sus brazos y le pide a la elfina el botiquín. Cuando menciona el hospital niego rápidamente con la cabeza, tomando su mano y enlazando mis dedos con los suyos —Nada de hospital. Que se ocupen de la gente que realmente lo necesita ahora mismo. Yo estoy bien, Riley— le digo, tratando de sonar firme y que me crea —De verdad, lo estoy. Tengo un corte en la ceja y la ceja sangra mucho, pero no estoy tan mal, ¿vale?— insisto. Estoy agotada y me duele todo el cuerpo, pero con un par de arreglos en la ceja, una ducha caliente y algún tipo de crema o ungüento para el resto de mi cuerpo que calme el dolor de los golpes me quedaré como nueva.
Tiro de él hacia el baño, dejando que me acompañe si quiere, tampoco sería la primera vez —Ha habido un problema en el Ministerio. Han entrado a robar unos cuantos... Traidores— pronuncio esa palabra con una mueca, no termina de gustarme, aunque tampoco sé cómo referirme a ellos si no es así. ¿Rebeldes? Demasiado épico. ¿Fugitivos? Demasiado inocentes. Pero tampoco creo que se puedan meter a todos en el mismo saco —Y me he cruzado con una vieja conocida que, por lo visto, se moría de ganas de partirme la cara. No la culpo. Tenemos nuestra historia— musito entre dientes, con cierta amargura. Al fin y al cabo, fue mi misión durante mucho tiempo. Perseguirla. Atraparla. El corte profundo en la garganta de Astrid Overstrand.
Respiro una y otra vez con su negativa pues que me asegure que se encuentra bien no es suficiente para mí. Necesito llevarla al hospital, que la metan a un resonador mágico para comprobar que todo esté correcto, pues esos moretones bien podrían haber sido acompañados por golpes en la cabeza y ¿Cómo sabemos si no se le ha afectado algo adentro? Un análisis completo, sí, eso es lo que necesitamos y que la dejen internada por algunas horas para observación... O... Bueno, quizás si es demasiado, la lógica que me dice que lo es, pero de todas formas siento la necesidad de hacerlo - Al menos déjame curarte la ceja - pido aun con la preocupación a flor de piel. Más allá de los golpes y la sangre, creo que no se ve tan mal.
La acompaño hasta el baño, rendido, y me encargo de abrir la ducha para dejar el agua lista mientras se desviste. Escucho lo que dice con los ojos clavados en el suelo pues algunos de esos traidores me caen bien, sé que es una guerra que se está cobrando demasiadas vidas, pero siento que cuando se enfrentan se convierten en personas distintas a las que son en la vida cotidiana... Me consta que de ninguno de los dos lados son monstruos en la calle, solo parecen activarse cuando el contexto lo demanda.
-Bueno, como jefa de aurores tendrás más de un archienemigo - intento asociarlo con historias de ficción pues es la única forma en la que puedo manejarlo de forma tranquila. Me aparto de la ducha y bajo la tapa del inodoro para tomar asiento y guardo silencio por unos momentos para procesar todo - Veo tu cuerpo pero... ¿Estas bien de aquí? - pregunto señalando lentamente mi pecho y cabeza, esas situaciones pueden ser bastante traumáticas y, si bien sé que es su trabajo, todos necesitan hablar al respecto - ¿Lograron llevarse lo que buscaban?
La acompaño hasta el baño, rendido, y me encargo de abrir la ducha para dejar el agua lista mientras se desviste. Escucho lo que dice con los ojos clavados en el suelo pues algunos de esos traidores me caen bien, sé que es una guerra que se está cobrando demasiadas vidas, pero siento que cuando se enfrentan se convierten en personas distintas a las que son en la vida cotidiana... Me consta que de ninguno de los dos lados son monstruos en la calle, solo parecen activarse cuando el contexto lo demanda.
-Bueno, como jefa de aurores tendrás más de un archienemigo - intento asociarlo con historias de ficción pues es la única forma en la que puedo manejarlo de forma tranquila. Me aparto de la ducha y bajo la tapa del inodoro para tomar asiento y guardo silencio por unos momentos para procesar todo - Veo tu cuerpo pero... ¿Estas bien de aquí? - pregunto señalando lentamente mi pecho y cabeza, esas situaciones pueden ser bastante traumáticas y, si bien sé que es su trabajo, todos necesitan hablar al respecto - ¿Lograron llevarse lo que buscaban?
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Está preocupado por mí. Lo noto y lo veo, y me sabe mal. Es normal, supongo que si la situación fuese la opuesta yo también estaría preocupada por él, mucho, con toda mi alma. Así que me rindo a sus peticiones, en parte porque dudo ser capaz de tocarme mucho la herida de la ceja y en parte porque siento que curarme le ayudará más a él que a mí. Y yo, cuando tuve el ascenso, me prometí que no dejaría que mi vida laboral afectase de forma negativa a Riley. Es algo que quiero dejar en la puerta de casa cuando entro, no quiero que se mezcle demasiado en el resto de nuestras vidas —Vale, cúrame la ceja. En cuanto me haya dado una ducha. Y miremos si hay algún ungüento para los golpes en el botiquín— le concedo, con tono suave.
Me desvisto, quedando en ropa interior delante de él, y sonrío un poco ante la pregunta que me hace. Porque a veces parece que Riley puede leerme con una facilidad impresionante. Me encojo de hombros, acercándome a él —¿Sinceramente? No tengo muy claro cómo estoy. Sé que estoy cansada, pero el resto... No lo sé. Ha ido todo muy rápido— confieso —Y realmente no tengo muchos archienemigos. De hecho, me atrevería a decir que solamente tengo una. Y ya la tenía antes de ser ascendida a jefa de aurores. Supongo que llevo demasiado poco en el puesto— digo, en un intento de bromear, dándole un beso suave en los labios —Pero la que tengo... Ha ido a por mí. Y ha ido a por mí con rabia— y yo a por ella, no lo vamos a negar. Pero me gusta pensar que no he sido yo quién ha empezado.
Me desvisto del todo y me meto bajo el chorro del agua, dejando que caiga por mi cuerpo, que me moje entera. Como si eso consiguiera purificarme tras todo lo que ha pasado hoy —No creo que deba responderte a eso, amor— digo, con una leve mueca —Son... Cosas confidenciales. Y sabes que confío en ti con mi vida, pero... Prefiero dejarte fuera de ciertas cosas. Tampoco quiero ponerte en peligro dándote información fuera de lugar— concluyo.
Me desvisto, quedando en ropa interior delante de él, y sonrío un poco ante la pregunta que me hace. Porque a veces parece que Riley puede leerme con una facilidad impresionante. Me encojo de hombros, acercándome a él —¿Sinceramente? No tengo muy claro cómo estoy. Sé que estoy cansada, pero el resto... No lo sé. Ha ido todo muy rápido— confieso —Y realmente no tengo muchos archienemigos. De hecho, me atrevería a decir que solamente tengo una. Y ya la tenía antes de ser ascendida a jefa de aurores. Supongo que llevo demasiado poco en el puesto— digo, en un intento de bromear, dándole un beso suave en los labios —Pero la que tengo... Ha ido a por mí. Y ha ido a por mí con rabia— y yo a por ella, no lo vamos a negar. Pero me gusta pensar que no he sido yo quién ha empezado.
Me desvisto del todo y me meto bajo el chorro del agua, dejando que caiga por mi cuerpo, que me moje entera. Como si eso consiguiera purificarme tras todo lo que ha pasado hoy —No creo que deba responderte a eso, amor— digo, con una leve mueca —Son... Cosas confidenciales. Y sabes que confío en ti con mi vida, pero... Prefiero dejarte fuera de ciertas cosas. Tampoco quiero ponerte en peligro dándote información fuera de lugar— concluyo.
Asiento satisfecho pues con eso me vale, ya mientras tanto podré ir controlando sus actitudes y movimientos para asegurarme de que haya daño allá donde no puedo verlo a simple vista - Si nota algo extraño, me avisas ¿De acuerdo? No hay nada de malo en tener grandes golpes luego de una batalla - la última en la que estuve me mantuvo un tiempo en el hospital, soportando cada uno de los dolores por no poder consumir calmantes... Oh la maldita adicción. Supongo que eso también formó parte de la decisión de apartarme de todo eso, no podía pasar de nuevo por ese dolor sin medicamentos ¿Existe la posibilidad de pasar por esas situaciones sin recibir daños? Que en mi experiencia es un todos contra todos en el que aún los que quedan en pie luchan por caminar.
Quedo sorprendido cuando menciona una sola archienemiga y me pregunto si tiene que ver con aquello que me contó hace tantos meses ya. Creo haberle contado varias veces de Tadashi y ni siquiera se acerca a lo que un archienemigo real puede ser, es más bien un rival de la adolescencia con quien seguimos comportándonos como adolescentes cada vez que nos cruzamos - Bueno, creo que debería conocer a tu archienemiga ¿No crees? ¿Que tal si viene a nuestra puerta a pedir una taza de azúcar y yo le dejo entrar como idiota por no saber quién es? - pregunto genuinamente preocupado. Casi que no llego a detener mis labios del parloteo cuando se acerca a besarme - Me gustaría decir que iré a darle su merecido por meterse con mi novia pero... Solo tendríamos dos personas heridas en la ducha - bromeo con una sonrisa.
Si hay algo que jamás nadie debería decirle a un científico es que no puede saber algo sobre un tema. Vivimos para ello, llevo más de la mitad de mi vida investigando a más no poder y debería saber que bien podría hackear el sistema del ministerio y averiguar todo por mi cuenta, no es tan difícil en realidad pues perdieron a su mejor científico el día que abandoné mi puesto - ¿Solo debo aceptarlo y no decir nada más al respecto? - pregunto con una mirada agonizante - Me matas, Kenna - le reprocho acercándome a ella para sentarme en el suelo con la espalda apoyada en el borde de la bañera - Solo dime... ¿Es algo que podría ponernos en peligro a todos? Eso sí tengo derecho a saberlo.
Quedo sorprendido cuando menciona una sola archienemiga y me pregunto si tiene que ver con aquello que me contó hace tantos meses ya. Creo haberle contado varias veces de Tadashi y ni siquiera se acerca a lo que un archienemigo real puede ser, es más bien un rival de la adolescencia con quien seguimos comportándonos como adolescentes cada vez que nos cruzamos - Bueno, creo que debería conocer a tu archienemiga ¿No crees? ¿Que tal si viene a nuestra puerta a pedir una taza de azúcar y yo le dejo entrar como idiota por no saber quién es? - pregunto genuinamente preocupado. Casi que no llego a detener mis labios del parloteo cuando se acerca a besarme - Me gustaría decir que iré a darle su merecido por meterse con mi novia pero... Solo tendríamos dos personas heridas en la ducha - bromeo con una sonrisa.
Si hay algo que jamás nadie debería decirle a un científico es que no puede saber algo sobre un tema. Vivimos para ello, llevo más de la mitad de mi vida investigando a más no poder y debería saber que bien podría hackear el sistema del ministerio y averiguar todo por mi cuenta, no es tan difícil en realidad pues perdieron a su mejor científico el día que abandoné mi puesto - ¿Solo debo aceptarlo y no decir nada más al respecto? - pregunto con una mirada agonizante - Me matas, Kenna - le reprocho acercándome a ella para sentarme en el suelo con la espalda apoyada en el borde de la bañera - Solo dime... ¿Es algo que podría ponernos en peligro a todos? Eso sí tengo derecho a saberlo.
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Le miro con preocupación cuando habla de la posibilidad de esta "archienemiga" llegando a nuestra puerta y engañándole. No soportaría algo así. No cuando ya vivo con el miedo a ser quién soy y a tenerle junto a mí, sabiendo que podria ser él quien sufriera las consecuencias de cualquiera de mis actos. Intento ducharme bien, frotarme los restos de sangre e intentar tener un aspecto menos devastado en general.
Cuando se sienta en el suelo y apoya la espalda en el borde de la bañera suelto un suspiro y cierro el grifo, haciendo que deje de caer agua por la ducha. Me siento en la bañera, quedando más o menos a su altura, y beso su nuca con cariño —Riley...— hago que gire la cabeza y que me mire a los ojos y suspiro, suavemente —. La verdad es que a veces no sé qué es más peligroso, si contarte toda la verdad o escondértela. Me da la sensación de que jamás vas a estar seguro del todo a mi lado. Y eso me mata— reconozco, con un ligero temblor de voz —. Te puedo contar de quién se trata, aunque tal vez ni siquiera sabes quién es... Pero a todo lo que aspiro es a no ponerte en peligro. De verdad— le digo, sincera.
Me levanto de la ducha y salgo, envolviéndome con una toalla. Me siento a su lado y apoyo mi cabeza en su hombro. Creo que ahora mismo a ninguno de los dos le preocupa que tenga el pelo mojado —Se llama Arianne Brawn. Trabajaba en el Wizengamot, era... Era mi misión. La pillé con Overstrand, la mujer que...— las palabras se me atragantan un instante —. Que maté por accidente. No tengo claro qué está haciendo ahora, pero me la he encontrado, y claramente me tenía rabia. Mucha— concluyo, con el solo pensamiento dándome dolor de cabeza. No se me da bien tener enemigas, claramente —Así que ve con cuidado con ella, por favor. Por tu bien y por el mío. Si jamás tienes la desgracia de encontrarte con ella, vigila. No sé hasta dónde llegará su mente o cuán retorcida es, pero la idea de que pueda hacerte daño para vengarse de mí me da pesadillas— susurro, acurrucándome con él, preocupada.
Cuando se sienta en el suelo y apoya la espalda en el borde de la bañera suelto un suspiro y cierro el grifo, haciendo que deje de caer agua por la ducha. Me siento en la bañera, quedando más o menos a su altura, y beso su nuca con cariño —Riley...— hago que gire la cabeza y que me mire a los ojos y suspiro, suavemente —. La verdad es que a veces no sé qué es más peligroso, si contarte toda la verdad o escondértela. Me da la sensación de que jamás vas a estar seguro del todo a mi lado. Y eso me mata— reconozco, con un ligero temblor de voz —. Te puedo contar de quién se trata, aunque tal vez ni siquiera sabes quién es... Pero a todo lo que aspiro es a no ponerte en peligro. De verdad— le digo, sincera.
Me levanto de la ducha y salgo, envolviéndome con una toalla. Me siento a su lado y apoyo mi cabeza en su hombro. Creo que ahora mismo a ninguno de los dos le preocupa que tenga el pelo mojado —Se llama Arianne Brawn. Trabajaba en el Wizengamot, era... Era mi misión. La pillé con Overstrand, la mujer que...— las palabras se me atragantan un instante —. Que maté por accidente. No tengo claro qué está haciendo ahora, pero me la he encontrado, y claramente me tenía rabia. Mucha— concluyo, con el solo pensamiento dándome dolor de cabeza. No se me da bien tener enemigas, claramente —Así que ve con cuidado con ella, por favor. Por tu bien y por el mío. Si jamás tienes la desgracia de encontrarte con ella, vigila. No sé hasta dónde llegará su mente o cuán retorcida es, pero la idea de que pueda hacerte daño para vengarse de mí me da pesadillas— susurro, acurrucándome con él, preocupada.
Giro para poder verla a los ojos y mientras habla dejo algunas caricias en su mejilla para que sepa que todo está bien, puede confiar en que puedo cuidarme solo de posibles ataques... Quizás no en un cuerpo a cuerpo, pero tengo otras formas de evadir los ataques - Te olvidas que lanzo rayos de mis dedos, estaré bien - bromeo con una sonrisa de lado. Más allá de eso, construí muchos de los sistemas de defensa del Capitolio e incluso del distrito tres cuando vivía allí. Puedo defender ésta casa o cual sea el lugar en el que estemos, más ahora que ya no siendo dependiente de las drogas puedo estar mucho más despierto de lo que estaba antes.
La observo sentarse junto a mí y luego la tomo de la mano para que se sienta libre de hablar. Por suerte apoya su cabeza en mi hombro, lo que me deja el camino libre para dejar correr todo el terror sobre mi rostro sin que ella lo note ¿Arianne dice? ¿La Arianne que sé que los carteles dicen que es una traidora pero no creo que lo sea? ¿La que sufrió en los juegos y tiene secuelas por ellos? ¿La que no me permitió ayudarla en el ascensor? ¿Quien fue una inadaptada social junto a mí por un tiempo?
- ¿Ella? - pregunto con voz débil y tengo que levantarme para alejarme de ella un momento. Me llevo las manos a la cabeza, confundido, pues puede que sea amable conmigo o no pero la realidad es que incluso le dí tecnología que probablemente usó en contra de Kenna - Le regalé uno de mis trajes - le cuento pues no soy muy bueno para mantener secretos - Ella es... No creo que... ¿Por qué? - pregunto caminando de un lado a otro del baño.
Respiro profundo pues una vez más me ataca la idea de que las personas son personas hasta que los ponen a pelear entre ellos y entonces se convierten en alguien completamente desconocido - Le dí mi traje porque estaba en peligro... de tí - caigo en la cuenta - No es retorcida ni creo que vaya a hacerme daño, tiene... sus motivos.
La observo sentarse junto a mí y luego la tomo de la mano para que se sienta libre de hablar. Por suerte apoya su cabeza en mi hombro, lo que me deja el camino libre para dejar correr todo el terror sobre mi rostro sin que ella lo note ¿Arianne dice? ¿La Arianne que sé que los carteles dicen que es una traidora pero no creo que lo sea? ¿La que sufrió en los juegos y tiene secuelas por ellos? ¿La que no me permitió ayudarla en el ascensor? ¿Quien fue una inadaptada social junto a mí por un tiempo?
- ¿Ella? - pregunto con voz débil y tengo que levantarme para alejarme de ella un momento. Me llevo las manos a la cabeza, confundido, pues puede que sea amable conmigo o no pero la realidad es que incluso le dí tecnología que probablemente usó en contra de Kenna - Le regalé uno de mis trajes - le cuento pues no soy muy bueno para mantener secretos - Ella es... No creo que... ¿Por qué? - pregunto caminando de un lado a otro del baño.
Respiro profundo pues una vez más me ataca la idea de que las personas son personas hasta que los ponen a pelear entre ellos y entonces se convierten en alguien completamente desconocido - Le dí mi traje porque estaba en peligro... de tí - caigo en la cuenta - No es retorcida ni creo que vaya a hacerme daño, tiene... sus motivos.
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Me entretengo jugando con sus dedos mientras habla, hasta que se levanta y se aleja de mí. Le sigo con la mirada, dándome cuenta al instante de que algo está ocurriendo ahora mismo en su cabeza. De que algo no va bien. De que... ¿Me oculta algo? Hago una pequeña mueca, levantándome con él, dispuesta a abrazarle para decirle que me puede contar lo que sea... Cuando lo hace. Cuando me cuenta algo que hace que algo dentro de mí se desmorone.
Doy un paso atrás, mirándole, indignada. Incrédula. ¿Cómo puede ser? Meneo la cabeza, no me lo puedo creer —¿Que hiciste QUÉ?— digo, perdiendo el control de mi tono de voz momentáneamente. Me llevo una mano a la cabeza, alucinando, notando el enfado hirviendo dentro de mí —¿En qué momento?— le espeto, enfadada —¿En qué momento, Riley, le regalas tecnología punta a alguien que protagoniza la lista negra del Gobierno?— digo, con mi tono de voz subiendo cada vez más —¡Es una enemiga pública, Riley! ¡La décima en una lista que yo, por mi trabajo, me tengo que saber de memoria!— termino, gritando.
Me aparto de él, rabiosa. Ignorando el dolor que me pueda quedar en el cuerpo de la batalla que he tenido hace tan solo unas horas, cuando la mayor de mis preocupaciones era que no jodieran nada los rebeldes. Ahora ha pasado a ser que el hombre al que amo está el contacto y les hace regalos a la gente que sale en la lista de enemigos públicos de NeoPanem. Genial. Simplemente genial. Le miro, con la rabia hirviendo en mi rostro —¡En peligro de mí! ¿Te das cuenta de cómo suena eso? Y me parece genial que creas que no va a hacerte daño, pero el caso es que le diste una ventaja que puede usar contra mí— gruño, enfadada —¡Si ni siquiera yo puedo usar todavía el traje que estás haciendo para mí, Riley!— bufo.
Me aparto de él y salgo del baño, con gestos duros. Voy hasta nuestro cuarto y abro el armario. Me pongo ropa interior y una camiseta, queriendo tener esta conversación con algo más digno que una toalla encima. El pelo, aún chorreando agua, se me pega a la ropa. Me pongo unos shorts de chándal, dispuesta a encararle cuando llegue a la habitación. Estoy indignada. ¡Y encima dice que tiene sus motivos! ¿La defiende? ¿Incluso sabiendo que es la persona que me quiere ver, probablemente, muerta? Me duele. Me duele y me enfada.
Doy un paso atrás, mirándole, indignada. Incrédula. ¿Cómo puede ser? Meneo la cabeza, no me lo puedo creer —¿Que hiciste QUÉ?— digo, perdiendo el control de mi tono de voz momentáneamente. Me llevo una mano a la cabeza, alucinando, notando el enfado hirviendo dentro de mí —¿En qué momento?— le espeto, enfadada —¿En qué momento, Riley, le regalas tecnología punta a alguien que protagoniza la lista negra del Gobierno?— digo, con mi tono de voz subiendo cada vez más —¡Es una enemiga pública, Riley! ¡La décima en una lista que yo, por mi trabajo, me tengo que saber de memoria!— termino, gritando.
Me aparto de él, rabiosa. Ignorando el dolor que me pueda quedar en el cuerpo de la batalla que he tenido hace tan solo unas horas, cuando la mayor de mis preocupaciones era que no jodieran nada los rebeldes. Ahora ha pasado a ser que el hombre al que amo está el contacto y les hace regalos a la gente que sale en la lista de enemigos públicos de NeoPanem. Genial. Simplemente genial. Le miro, con la rabia hirviendo en mi rostro —¡En peligro de mí! ¿Te das cuenta de cómo suena eso? Y me parece genial que creas que no va a hacerte daño, pero el caso es que le diste una ventaja que puede usar contra mí— gruño, enfadada —¡Si ni siquiera yo puedo usar todavía el traje que estás haciendo para mí, Riley!— bufo.
Me aparto de él y salgo del baño, con gestos duros. Voy hasta nuestro cuarto y abro el armario. Me pongo ropa interior y una camiseta, queriendo tener esta conversación con algo más digno que una toalla encima. El pelo, aún chorreando agua, se me pega a la ropa. Me pongo unos shorts de chándal, dispuesta a encararle cuando llegue a la habitación. Estoy indignada. ¡Y encima dice que tiene sus motivos! ¿La defiende? ¿Incluso sabiendo que es la persona que me quiere ver, probablemente, muerta? Me duele. Me duele y me enfada.
Su reacción hace que me sobresalte y por un momento temo por la salud de mis genitales. Abro los ojos como platos y alzo las manos con la esperanza de que calme y no arme un gran rollo de algo como ésto pero... También tiene sus motivos - ¡No es mi lista! ¡No es mi gobierno! ¡Y no es mi trabajo! - me justifico alzando la voz también ¿Acaso no fue por eso que renuncié? Lo que hacen en ese edificio es enfermizo y desde el área de tecnología me negaba a estar ayudando a gente como ellos. Simplemente vivo en un mundo en guerra, pero me mantengo ajena a ella porque después pasan éstas cosas - Estaba haciendo su trabajo, de hecho... Porque estaba rastreando una copia barata ¡Y peligrosa! Entonces la encontré y bueno, le dí el traje - explico esperando que no se ofenda por la primera parte, ella no era jefa en ese entonces aún.
Recibo un par de gritos más y luego abandona el cuarto de baño, así que aprovecho a tomarme unos segundos para procesar lo que acaba de ocurrir. Me abrazo las rodillas con mis brazos y apoyo mi frente allí mismo por unos escasos segundos ¿Qué es esto? ¿Estoy peleándome por Kenna por trabajo? Eso... Eso no puede pasar. No puedo dejar que ni la guerra ni el trabajo arruinen lo único hermoso que tengo en la vida.
Me levanto lentamente y voy hasta la habitación en dónde la encuentro ya vestida y con el pelo chorreando agua - Fregotego - encanto apuntando a su cabello para secarlo y luego guardo la varita en mi pantalón mientras miro el suelo - No voy a decir que lo lamento... No creo que haya estado mal ayudar a una amiga - sigo justificándome con voz más tranquila que la de antes - Te amo y te acompañaré en lo que sea... Pero no me pidas que te siga en una cruzada con la que no comparto ideales.
Recibo un par de gritos más y luego abandona el cuarto de baño, así que aprovecho a tomarme unos segundos para procesar lo que acaba de ocurrir. Me abrazo las rodillas con mis brazos y apoyo mi frente allí mismo por unos escasos segundos ¿Qué es esto? ¿Estoy peleándome por Kenna por trabajo? Eso... Eso no puede pasar. No puedo dejar que ni la guerra ni el trabajo arruinen lo único hermoso que tengo en la vida.
Me levanto lentamente y voy hasta la habitación en dónde la encuentro ya vestida y con el pelo chorreando agua - Fregotego - encanto apuntando a su cabello para secarlo y luego guardo la varita en mi pantalón mientras miro el suelo - No voy a decir que lo lamento... No creo que haya estado mal ayudar a una amiga - sigo justificándome con voz más tranquila que la de antes - Te amo y te acompañaré en lo que sea... Pero no me pidas que te siga en una cruzada con la que no comparto ideales.
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Sus explicaciones suenan vacías a mis oídos. No me sirven de nada. No cuando me ha puesto en peligro. No cuando le ha dado, conscientemente, un arma a alguien sabiendo dónde estaba esa persona. Y dónde estaba yo —¡Igual no es tu gobierno ni tu trabajo, pero sí tu vida! ¡No puedes pretender que todo el contexto desaparezca porque tú decides no posicionarte!— le grito de vuelta, cabreada. Pero que esté defendiendo a Brawn me pone de los nervios. Mucho. Porque la está defendiendo. Y me siento atacada, cuestionada y que... Que mi confianza en él se ha visto traicionada. Y no hay nada que me duela más que eso.
En la habitación trato de calmarme. De verdad que lo trato. Y hasta diría que empiezo a lograrlo cuando noto cómo me seca el pelo. Pero luego dice que no lamenta lo que hizo... Que no estuvo mal ayudar a una amiga. Y aquí termino de hundirme. No le grito, ya no. De hecho, mi voz se vuelve casi un susurro —¿Una amiga?— le digo, incrédula. Mi tono se ha relajado, pero ahora es de pura decepción —¿En serio me estás diciendo esto? ¿Una amiga?— le digo, mirándole fijamente a los ojos —¿Puedes llamar amiga a una persona que no dudaría ni un segundo a la hora de terminar conmigo, Riley? ¿De verdad?— aprieto los puños, clavándome mis propias uñas en las palmas de las manos, y cierro los ojos. Me duele. Me duele y me decepciona mucho. Y no me gusta que Riley me haga sentir así, no cuando sé que es de lo mejor que me ha pasado en la vida.
Suspiro y niego levemente con la cabeza —¿Y con quién compartes ideales, Riley? ¿Con ella?— arqueo las cejas, cansada —. No puedes pretender que separe mi vida de mis creencias políticas cuando mi trabajo es el que es. Y yo no puedo seguir así si sé que a la que me gire vas a estar pasando el rato con gente a la que se supone que tengo que atrapar. O gente que no dudaría en matarme a mí por quién soy. No es seguro, ni para ti no para mí— digo, seria. Abro el armario donde guardamos las sábans limpias y saco unas. Tal vez lo mejor será que hoy duerma en mi antiguo cuarto, no con él. Necesito pensar. Necesito rehacerme de esto. Porque, más allá de la rabia que me causa, de la impotencia... Me preocupa su seguridad. Mucho. Mucho más de lo que él debe de ser consciente.
En la habitación trato de calmarme. De verdad que lo trato. Y hasta diría que empiezo a lograrlo cuando noto cómo me seca el pelo. Pero luego dice que no lamenta lo que hizo... Que no estuvo mal ayudar a una amiga. Y aquí termino de hundirme. No le grito, ya no. De hecho, mi voz se vuelve casi un susurro —¿Una amiga?— le digo, incrédula. Mi tono se ha relajado, pero ahora es de pura decepción —¿En serio me estás diciendo esto? ¿Una amiga?— le digo, mirándole fijamente a los ojos —¿Puedes llamar amiga a una persona que no dudaría ni un segundo a la hora de terminar conmigo, Riley? ¿De verdad?— aprieto los puños, clavándome mis propias uñas en las palmas de las manos, y cierro los ojos. Me duele. Me duele y me decepciona mucho. Y no me gusta que Riley me haga sentir así, no cuando sé que es de lo mejor que me ha pasado en la vida.
Suspiro y niego levemente con la cabeza —¿Y con quién compartes ideales, Riley? ¿Con ella?— arqueo las cejas, cansada —. No puedes pretender que separe mi vida de mis creencias políticas cuando mi trabajo es el que es. Y yo no puedo seguir así si sé que a la que me gire vas a estar pasando el rato con gente a la que se supone que tengo que atrapar. O gente que no dudaría en matarme a mí por quién soy. No es seguro, ni para ti no para mí— digo, seria. Abro el armario donde guardamos las sábans limpias y saco unas. Tal vez lo mejor será que hoy duerma en mi antiguo cuarto, no con él. Necesito pensar. Necesito rehacerme de esto. Porque, más allá de la rabia que me causa, de la impotencia... Me preocupa su seguridad. Mucho. Mucho más de lo que él debe de ser consciente.
Las palabras empiezan a subir por mi estómago hasta explotar en mi garganta al escuchar que no puedo anular el contexto - ¿Por qué no? ¡Es lo que hacen absolutamente todos! Se olvidan de lo que ocurre, viven, se divierten y cuando hay que pelean pelean por una causa que cuelga de las cabezas de los demás ¿La vida tiene que limitarse a la guerra? ¿Cada paso que de en la vida tiene que estar condicionada por ella? Porque de ser así no quiero vivir aquí, Kenna, prefiero ponerme un poncho e ir a vivir al sur en las ruinas.
No respondo de inmediato cuando estamos en la habitación, solo empiezo a caminar de un lado al otro del borde de la cama porque lo cierto es que no, no podría considerar una amiga a nadie que quiera lastimar a la persona que más quiero pero... No es solo Arianne, también está Colin a quien llegué a considerar un gran tipo luego de nuestro primer encontronazo. Es curioso en realidad porque empezó a caerme bien cuando se apartó del ministerio y ahora resulta que está con los rebeldes - ¿Has escuchado la historia en la que los soldados de bandos opuestos frenaron la batalla en navidad para poder festejar y jugar un partido de fútbol? - pregunto con voz suave - Ahí me siento yo, en ese partido, quiero vivir en ese momento.
Respiro profundo al escucharla mientras toma las sábanas y voy haciéndome a la idea de que ésto no se solucionará fácil - Me pides que te acompañe... ¿Qué harías tú si eligiera pelear por una causa distinta? ¿Dejarías de amarme así como así?
No respondo de inmediato cuando estamos en la habitación, solo empiezo a caminar de un lado al otro del borde de la cama porque lo cierto es que no, no podría considerar una amiga a nadie que quiera lastimar a la persona que más quiero pero... No es solo Arianne, también está Colin a quien llegué a considerar un gran tipo luego de nuestro primer encontronazo. Es curioso en realidad porque empezó a caerme bien cuando se apartó del ministerio y ahora resulta que está con los rebeldes - ¿Has escuchado la historia en la que los soldados de bandos opuestos frenaron la batalla en navidad para poder festejar y jugar un partido de fútbol? - pregunto con voz suave - Ahí me siento yo, en ese partido, quiero vivir en ese momento.
Respiro profundo al escucharla mientras toma las sábanas y voy haciéndome a la idea de que ésto no se solucionará fácil - Me pides que te acompañe... ¿Qué harías tú si eligiera pelear por una causa distinta? ¿Dejarías de amarme así como así?
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—¿Limitarse a la guerra? ¡Claro que no! ¡Pero es poco maduro y extremadamente peligroso hacer como si no existiera! Vivimos en guerra constante, Riley, y entablar amistades con gente que está en las filas contrarias es peligroso. Y si no te parece que sean filas contrarias porque te sientes en medio de todo, piensa en qué bando estoy yo. Y no te pido que te vengas a mi lado, pero tampoco hagas comos i nada y te vayas al contrario, porque es... ¡Es peligroso!— me quejo, agotada de una discusión que yo encuentro tan sumamente obvia. Le miro, sin tratar de esconder la profunda decepción que se dibuja detrás de mis ojos, porque cada palabra que dice me hacer pensar que la posible reconciliación se aleja cada vez más. Cierro el armario, dando un golpe con la puerta de este algo más fuerte de lo necesario, y respiro hondo. Porque no me apetece gritar más —Ese partido de fútbol ya no sería posible ahora mismo, Riley. Es... No es realista estar pensando en eso— digo, seria. Abrazo las sábanas contra mi cuerpo y empiezo a andar hacia la puerta de la habitación, dispuesta a salir y no volver a entrar en un buen rato. En unos días, tal vez.
Me duele todo esto. Me duele profundamente, en todos los sentidos posibles y hasta lo más hondo de mi corazón. Pero, ¿qué voy a decirle? —No se trata de dejar de amarte o no, Riley. Creo que sabes perfectamente que no es tan fácil como eso. Precisamente porque te quiero con todo mi corazón siento que esto que haces te pone en peligro. Y a mí, eso por supuesto, pero... No creo que sea seguro pensar que como sientes lo que sientes por mí puedes hacer lo que te de la gana y no va a pasar nada malo. Porque si vuelves a quedar con Brawn, te sigue hasta esta casa y me hace daño... O peor, te hace daño a ti para herirme a mí...— hago una mueca de preocupación y disgusto —. Da igual. Está claro que no voy a lograr convencerte de nada— me corto, porque ya he dado todos los argumentos posibles y él... No lo ve. Realmente no lo ve.
Salgo al pasillo y vuelvo a mirarle una vez más antes de abrir la puerta de mi antiguo cuarto, en frente del que hemos compartido durante tantos meses —Lo mejor será que duerma aquí hoy. Buenas noches, Riley— digo, sintiéndome destrozada por dentro. Cierro la puerta tras de mí y me dejo caer en la cama, envuelta en una sensación de tristeza aplastante.
Me duele todo esto. Me duele profundamente, en todos los sentidos posibles y hasta lo más hondo de mi corazón. Pero, ¿qué voy a decirle? —No se trata de dejar de amarte o no, Riley. Creo que sabes perfectamente que no es tan fácil como eso. Precisamente porque te quiero con todo mi corazón siento que esto que haces te pone en peligro. Y a mí, eso por supuesto, pero... No creo que sea seguro pensar que como sientes lo que sientes por mí puedes hacer lo que te de la gana y no va a pasar nada malo. Porque si vuelves a quedar con Brawn, te sigue hasta esta casa y me hace daño... O peor, te hace daño a ti para herirme a mí...— hago una mueca de preocupación y disgusto —. Da igual. Está claro que no voy a lograr convencerte de nada— me corto, porque ya he dado todos los argumentos posibles y él... No lo ve. Realmente no lo ve.
Salgo al pasillo y vuelvo a mirarle una vez más antes de abrir la puerta de mi antiguo cuarto, en frente del que hemos compartido durante tantos meses —Lo mejor será que duerma aquí hoy. Buenas noches, Riley— digo, sintiéndome destrozada por dentro. Cierro la puerta tras de mí y me dejo caer en la cama, envuelta en una sensación de tristeza aplastante.
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