Okey, eso fue raro. Hasta ahora no me habían querido no matar, o sea estaba Viktor pero el era raro y habiamos hablado, con esta mujer yo no había cruzado palabra. Por un lado ahora me sentía mal, pero que hubiera desarrollado conciencia de un momento al otro no justificaba no derribarla. Estaba del bando que había lastimado a mi familia y podía volver a cambiar de parecer...pero no podía lastimar a alguien que no peleaba, eso hacian ellos.

No podemos quedarnos aquí, ni un segundo más. Tomo a Beverly del brazo y le doy un empujón, tratando de llevarla hacia la salida - ¡Vámonos, vámonos! ¡Muévanse! - que si nos quedamos, no podremos contarla. Tiro de la ropa de Synnove y repito la acción, tratando de acercarme a aquellos que cayeron en un intento de levantar una barrera para protegerlos mientras los ayudan a moverse - ¡Al armario, rápido! - es un arrebato estúpido, lo sé. En lo que mi varita levanta un protego frente al cuerpo de Kyle, mi mano toma una de las bolas de cristal más brillantes de la sala, cuyo humo se remueve con fuerza - ¡Quédense atrás! - y en un arrebato infantil, se las arrojo. No tengo dos varitas, sepan disculpar.

Mi cuerpo se recarga contra uno de los estantes para tratar de recuperar el aliento, pero todo pasa tan rápido que no tengo la menor idea de cómo es que Black acaba arrojando una bola de cristal justo delante de mis narices. Intento cubrirme con un brazo para que no me salpiquen los cristales, justo cuando reconozco la voz que se alza frente a mí. Bajo con cuidado el brazo, porque puedo sentir el hielo cayendo por mi espalda cuando es mi mujer la que habla, murmurando palabras que no tienen sentido alguno para mí, pero que de todas maneras se me graban en la retina y me llenan el estómago de una sensación amarga. Mientras los refuerzos llegan y el armario se llena de humo, busco con mi mirada a alguien de mi departamento, preguntándome si soy el único que se ha percatado de que, al fin y al cabo, las profecías sólo pueden ser tomadas por personas que se relacionen a ellas. No sé por qué, pero creo que acabo de meterme en un lío grande.

La voz de Ken y su orden para que escaparan la pusieron en marcha. Estaba bastante lejos del armario, por lo que tras disparar nuevamente al auror que la tenía acorralada, salió corriendo aprovechando su ligero cuerpo para colarse por el roto que había entre el final de la estantería y la pared. Apenas había espacio para que pasara al siguiente pasillo y pudiera empezar a correr. Estaba herida, así que le costaba respirar, moverse, cargar el arma, pero lo hacía, tenía que llegar al armario como todos los demás, y tenía que defenderse como fuera.

Las palabras de la profecía ni siquiera le llegaron, no oía nada más allá que su propio corazón y respiración forzadas por la carrera. Casi no pudo ni acercarse al armario por el que Savannah desaparecía, cuando vio el humo. Eso la hizo frenar en seco. Delilah no era experta en armarios mágicos, pero instintivamente supo que ya no se podría pasar por él. Se había acabado para ella. Se había quedado allí, al otro lado. La habían dejado al otro lado. — Esperen. Esperenme — Su voz se ahogó, se entrecortó, apenas y la pudo levantar lo suficiente mientras su cerebro procesaba lo que acababa de suceder, como si aún hubiera posibilidades de solucionar lo que estaba pasando.

Recordaba todas las veces que esto había ocurrido. Muchos de los capturados no habían vuelto, y el 9 solo podía alzarse con una victoria con rehenes muy reciente. Ahora las tornas habían cambiado bastante, y Delilah no quería poner en esa posición a nadie. Ella no sentía que ellos le debieran nada, que Ken tuviera que renunciar a algo para recuperarla, o que el 9 tuviera que ponerse en peligro nuevamente por alguien que en realidad no había hecho nada más que existir todo ese tiempo. El mundo se le vino encima en un solo segundo, con la voz y el caos al otro lado del comunicador. — Está bien. No importa. — La habían visto. — No importa — Se le resquebrajó la voz mientras intentaba tranquilizar a la gente del otro lado.

En ese momento echó a correr, como si hubiera un lugar al cual pudiera escapar. No pudo evitarlo, fue algo automático. Gritó varias veces cuando los hechizos goleparon tan cerca de ella que reventaron cosas a su alrededor; que casi se la llevan por delante. — Fue mi culpa. ¡Lo siento! ¡Fue mi culpa! — No sabía por qué se disculpaba, pero de repente, tenía el instinto de hacerlo. Algo la golpeó con fuerza y la detuvo. Un hechizo lascerante la hirió gravemente en la espalda y el dolor la hizo tropezar. Fue a dar al suelo, acorralada como una rata.

¿En qué momento había decidido que iba a morir? No estaba segura, pero probablemente había sido algo automático en cuanto el armario ya no fue una salida para ella. No iba a convertirse en el eslabón débil de la cadena. No iba a dejar que sacaran cualquier tipo de información sobre el 9, por pequeña que fuera. Apuntó la ballesta a su cara, y sorprendentemente, fue de las pocas veces aquella noche en la que el pulso no le tembló ni un solo segundo. — Siento no haber tenido el valor para admitir que yo también te quería — Se arrepentía de mil cosas, y en aquel segundo solo podía aligerar una de esas cargas que era admitir algo que llevaba demasiado tiempo en su cabeza, negándose a hacerse real. No sabía de donde salía el valor, pero ahí estaba, dándole la mano en los últimos segundos.

Después de eso, apretó el gatillo.

Mis ojos siguen la silueta de humo que se eleva en el aire y, si no fuera porque habla del norte, no le hubiera prestado atención. Todo sucede como si el mundo hubiera decidido ponerse en pausa. Sé que giro y reconozco un hechizo que me cruza por encima de la cabeza, despeinándome aún más, en lo que mis manos empujan los cuerpos amigos que no puedo identificar, con la desesperación de llegar al armario. Ignoro los gritos que nos ordenan el detenernos, porque sé muy bien que no podemos hacerlo y que, de quedarnos atrás, no hay manera de que podamos mirar hacia delante porque no existirá un futuro sin nosotros. Salto dentro del armario justo detrás de Synnove y choco con el cuerpo de James, quien parece estar recuperando la consciencia a pesar de seguir realmente pálido. Es cuando oigo la voz en el comunicador, con más claridad, que me doy cuenta de quien falta — Espera… — apenas tengo un hilo de voz, pero entonces Amber levanta la varita — ¡AMBER, ESPERA, NO LO HAGAS…! — pero sé que tiene que hacerlo, sé que tiene que volarlo por los aires porque sino ellos llegarán a nosotros. Pero no puedo dejarla atrás…

— ¡Esperen, esperen, Delilah está ahí! — es todo un atropello. Los brazos de Jim me sostienen y creo escucharlo decir algo, pero es tan flaco y está tan débil que es muy fácil sacármelo de encima de un empujón. No veo nada, hay un pitido en mis orejas y lo único que puedo hacer es correr hacia el armario — ¡Déjenme volver! ¡HÁGANME VOLVER! — pero es imposible, el estallido me lo deja en claro, el humo solo lo confirma y Sage puede lo que su amigo no, que es sujetarme para evitar que siga avanzando hacia la nada misma. Hay algo que pasa por mi cabeza, se asienta como un veneno, porque todos los años en los cuales Delilah Looper fue mi compañera me gritan en la cara que la estoy dejando morir, así como así, como si nuestra infancia fuese algo sin importancia, algo que debía quedar solamente en los recuerdos que me enseñaron las salas del pensamiento.

No puedo reaccionar a las disculpas que me llegan del otro lado, no cuando de mi boca solo salen balbuceos mientras mi cuerpo, poco a poco, deja de pelear con los brazos de Sage. No sé qué está pasando del otro lado, mi cabeza solo se va a los peores escenarios mientras, poco a poco, me derrumbo de manera tal que, sospecho, solo me mantengo de pie porque alguien más me sostiene — Del… — quiero interrumpirla, pero no lo hago. No cuando me deja sin aire y mis labios ya sienten el sabor salado de un llanto que estoy tratando de contener — ¡Eso no importa ahora! ¡Voy a encontrarte! ¿Me escuchas? ¡Voy a encontrarte! — sé que no oye las veces que la llamo porque el golpe desde su comunicador me deja sin oír su voz y lo único que puedo hacer es aferrarme al brazo de mi amigo, dejándome caer en la desesperación, que la garganta duele por culpa de un llanto frustrante. La he perdido, como he perdido a muchos otros y no hay nada que el niño asustado de la puerta roja pueda hacer para solucionarlo.

Se siente como flotar, incluso cuando me duele hasta el culo. Bueno, puede que sea porque es lo que hago, a pesar de que mi cerebro no puede procesar con exactitud lo que sucede mientras me arrastran y, con mucha dificultad, me encuentro siendo arrastrado por mis compañeros por un pasillo brillante, entre un montón de ruido que me aturde. Lo único que sé es que tengo algunas runas en las manos cuando me hacen pasar por el armario y tengo suerte de no vomitar en cuanto pasamos, si no me tropiezo es porque Hero está del otro lado para atajarme. Se lo agradecería más si no fuera porque me bombardea a preguntas mientras ella, Seth y Jared dan vueltas, ayudando a los que vamos llegando. Le entrego mis runas y me dejo caer sobre el sofá con un quejido, en lo que intento que mi vista deje de verse tan negra. Para cuando empiezo a distinguir la luz del candelabro, oigo el estallido de pasos entrando de lleno a la Sede de Gobierno.

Me levanto con algo de dificultad y parpadeo varias veces, viendo como van pasando en lo que me acerco, hasta chocar contra un atolondrado Kendrick — ¿Qué ha…? — pero no puedo terminar de hablar, porque los gritos empiezan y, en esos segundos, mis manos son demasiados débiles para sostener a Ken en lo que el armario estalla. Me echo hacia atrás de inmediato, que las palabras de Delilah suenan en mi oído y tengo que girarme, sintiendo que estoy observando algo íntimo que no me corresponde. Paso las manos nerviosas por mi rostro, que no puedo seguir haciendo esto. Me quito el comunicador de la oreja con un movimiento violento y lo lanzo a un lado, el llanto se oye aún más fuerte y lo único que puedo hacer ahora mismo es tomar la mano de Mimi, usando de excusa el chequear su estado. Puras mentiras. Deberíamos sentirnos victoriosos y, aún así, me siento para la mierda.

Despierto cuando la voz de una mujer me llega desde lejos, como un eco que no puedo descifrar. Sus palabras me llegan, pero estoy más concentrado en abrir los ojos, rodeado de las luces de las profecías y los hechizos que se cruzan por encima de mi cabeza. Ponerse de pie duele, tengo que apoyarme en todo lo que tengo delante para conseguirlo y, en cuanto lo hago, veo a la agente Road lanzándose de lleno dentro del armario sin ningún tipo de precaución — ¡Savannah! — le llamo con el tono de urgencia latente. Apenas y alcanzo a dar dos pasos que se siente un estallido y, de la puerta del armario que se sacude, sale un montón de humo. ¿Acaso eso significa que…?

No alcanzo a reaccionar, no cuando veo que una de las niñas que ha peleado contra nosotros y que estaba en la misma cámara que yo sale corriendo, tratando de escapar de los encantamientos que vuelan en su dirección por parte del refuerzo. No lo dudo, ignoro el dolor de mi anatomía entera para ir tras ella, doblo una curva y, antes de pensarlo, sacudo la varita con un hechizo que la lanza al suelo. Paso el dorso de mi mano por mi rostro para quitarme la sensación del sudor en lo que avanzo hacia esa rata que se arrastra y retuerce, tratando de terminar con su miseria antes que nosotros — Ah, no, no. Eso no — le aclaro como si fuese una niña pequeña. Una sacudida de la varita le quita el arma de las manos y, antes de que pueda siquiera moverse, me tomo el placer de pisar la muñeca de su brazo para dejarla quietecita — ¿Te pensaste que era tan fácil, bonita? ¿Que pueden venir aquí, rompernos las bolas y luego simplemente suicidarse? Como se nota que son unos críos que no entienden lo que están haciendo — me inclino hacia ella, apretando la punta de mi varita — Pues no. Estás en nuestro territorio y aquí nosotros tenemos nuestras propias normas — como regalo de bienvenida, le lanzo el desmaius en plena cara, lo suficientemente potente como para que quede inconsciente.

Tengo mis ojos tan fijos en la mujer que recibo el impacto del arma con cierta confusión, la quemazón debajo de mi piel me provoca un entumecimiento en todo el cuerpo que trato de aplacar al dar unos pasos hacia atrás y busco las runas para seguir aferrándome a ellas, sin embargo se me escapan ante la imposibilidad de recuperar mi varita que quedó tirada en el suelo sin que me diera cuenta. Caigo en el suelo presionando con mi palma donde está la herida y me niego a que mi garganta emita cualquier sonido, me fuerzo al silencio al cerrar mis ojos, coloco detrás de estos las caras de las niñas y voy contando mis respiraciones. Cuando vuelvo a abrirlos la sala está vacía, me llega de algún lado el estruendo de un estallido y me limito a mirar las sombras del techo, esperando que alguno de los aurores regrese.

—Valerie— procuro despertar a la otra mujer con un sacudón suave en su hombro, tengo al inefable tomado de la muñeca para llevarlo conmigo al abrirme paso lentamente entre rocas del espacio que vienen a darme en la cara y tengo que apartar de un manotazo. —¿Schumer?— llamo al hombre cuando estamos fuera para comprobar que ha recobrado del todo la conciencia. —¿Se encuentra bien? Quédese aquí— le indico, así puedo ir a la cámara de la profecías donde hasta hace nada se escuchaba a los rebeldes destruyéndolo todo. Hago un repaso de los cuerpos inconscientes o heridos que quedan allí, irónico que lo único que ha quedado detrás de los bastardos es un hilo de humo. No, no parece ser lo único. Puesto que nadie habrá de buscarme todavía, las explicaciones de lo que ha pasado en estas salas las podremos dar después delante del mismo Aminoff, voy hacia donde veo el cuerpo lastimado de Alecto, profundamente desmayada. Coloco mi mano en su cuello y no sé qué nombre usar para despertarla, lo reemplazo por unas palmaditas en su mejilla. —Despierta, vamos, te ayudaré a salir de aquí…— murmuro, evitando sus ojos y pasando su brazo por mis hombros para que se ponga de pie, supongo que pronto mandarán a algunos sanadores.

Me incorporo con la poca fuerza que encuentro en mis brazos luego del golpe contra la pared por culpa de la explosión que rompió otra parte del piso. Mi varita ha quedado tirada en algún lugar que no alcanzo a ver, parpadeo para tratar de enfocar mis ojos entre el revuelo que causan los rebeldes al irse por un armario al que trata de seguirlos Road. Escucho el llamado de Percy, miro al chico en el momento que se hace con una de las rebeldes que quedaron atrás y suspiro. Voy hacia mi hija para un abrazo rápido de alivio, no logro rodearla como se debe con mis brazos por la falta de energía. —Luka… Lex, Luka…— murmuro, doy un primer paso hacia la cámara de Pensamiento si es que no ha vuelto a la consciencia por sí mismo. —Iré a buscarlo.

Me arrojo para poder abrazar a Mimi con todas mis fuerzas apenas cruzo el armario, mis brazos por encima de sus hombros así no la lastimo donde pueda tener moretones. Busco su cabello para poder ocultar mi cara, es lo mejor de tener a una amiga con tantos rulos en desorden, y para ser la primera vez que hacemos algo así juntas, lo que no hubiéramos imaginado que pudiera pasar hace unos años, me siento feliz de que hayamos logrado salir de esa para poder estar un poco más cerca de casa. Lo que me duele es el grito de Ken, libero a Mimi de mis brazos y me quedo inmóvil a su lado, aparto la vista de ella cuando James le toma de la mano para darle privacidad al gesto. Me encuentro paralizada, mirando las palmas de mis manos, esta vez no siento que abrazar a Ken sea lo más indicado, porque por muchas puertas que se hayan cruzado, ninguna va a llevarme al niño que llora por todo lo que amaba y todavía ama, y pierde, una y otra vez.

Los cristales incrustados en la piel la hacen arder y veo que la sangre empieza a manar de esas heridas, mis dedos se ensucian de esta cuando trato de retirar los fragmentos de vidrio. El hechizo del inefable rompe en arañazos el escudo que hago el intento de conjurar y siento los muchos cortes que se abren con filos rápidos e invisibles, el jadeo de dolor sale de mi garganta afónica. Parpadeo para enfocar mis ojos en Ken cuando llama a la retirada, por inercia voy hacia donde se encamina el resto, aunque tengo el cuerpo entero doliéndome. Mentalizo la puerta del armario que me resta por cruzar para poder hacerlo y no caer inconsciente por la pérdida de sangre. Saco fuera de mi pecho el aire contenido al reconocer las paredes de la casa de gobierno del distrito nueve, trastrabillo hasta dar con una pared que pueda servirme de apoyo. Paso de un cuerpo a otro, un poco sordo a lo que está ocurriendo con el armario por estar buscando a Alice y cuando la veo todo lo que quiero hacer es abrazarla, tal vez sea un poco incómodo por toda la sangre, pero lo hago al lograr dar los pasos hacia ella.

Sostengo mi cabeza con las manos para tratar de quitarme el rostro de mi hermana de la mente, sigo escuchándola, en ninguna de mis pesadillas he sido capaz de ir hacia ella para rescatarla de caer. Todo se cubre de fuego en mis sueños como esa vez en el distrito catorce, donde también quedó el cadáver de aquella niña muerta y sé que no puedo volver a levantar mi varita contra esta chica, es poco y casi nada lo que puedo hacer como auror. No puedo continuar así. Simplemente no puedo. En mi desesperación por hacer algo, buscar lo que sea, voy detrás de los rebeldes y tiro de la puerta del armario para meterme dentro. Y caigo en un negro absoluto que dura un segundo, el segundo más largo, en el que me duelen las sienes y algo en algún punto explota, viene a mí con fuerza, me arrasa, me consume, me deja con la voz de Magnolia en mi mente llamándome y eso también se extingue, del todo, para que no haya más que silencio, y oscuridad, solo oscuridad.

No pierdo el tiempo en pensar que ira a hacer la auror ahora, ya que nos perdonamos me enfoco en Ari que se encuentra desmayada y la sacudo para que se levante y medio arrastro hasta el armario, Ken me tira del otro brazo mientras.

Me quedo un segundo para lanzar un hechizo y reforzar la barrera que hizo Ken, al cruzar me reciben manos amigas para apartarme del paso y chequear que este bien, a lo que afirmo rápido y los aparto. Me mantengo al lado de Ari a quien atenderé en un segundo pero primero necesito ver que todos salgan. Puedo sentir como me falta el aire y se que es porque no estoy respirando.

Escucho la voz de Del por el comunicador y me pongo a rezar a cualquier divinidad que me escuche mientras enfoco toda mi atención en el armario, solo necesito verla salir y ya todo estara bien. Se que los demás estan diciendo algo pero no es importante, si cruza alguno de los malos los detendremos en el momento en que pongan un pie en nuestro territorio es obvio. Sigo mirando el armario en el momento en que este estalla.

Vuelvo a respirar porque quise gritar pero no salió nada, entonces mis ojos se nublan de las lagrimas que no pude soltar cuando estuve en hogar de los muertos, de las lagrimas que creí se habían acabado de cuando destruyeron el 14, de las que he ido soltando cada vez que esta guerra me quita a alguien, mamá, Cale, Ava, Ben y ahora Delilah. Una voz me dice que tal vez vuelva como hicieron con Ken, pero se ahoga en la imagen de lo que hicieron la última vez con los capturados.

Sentí la rabia subir desde mi pecho, necesitaba liberarla, quería romperlo todo. Pero tuve que conformarme con el suelo debajo de mis pies mientras fracturaba la baldosa con mi poder y soltaba el gritó que no pude antes.

Abro los ojos de golpe, alarmada, cuando oigo mi nombre. Es Rebecca. Miro a mi alrededor. Nos han dejado fuera de juego. ¿Qué más ha pasado? Sigo a Rebecca como puedo, entre gruñidos, mientras noto cómo las heridas se van abriendo a medida que intento mover mi cuerpo.

Una vez fuera, sinceramente, no sé qué hacer. Lo que acaba de pasar ha sido muy fuerte. Han venido aquí a destrozar lo que les ha dado la gana, nos han herido... Joder. Me quedo al lado de Wilhelm, con algo de preocupación. No hemos logrado que dejaran de darle, pobre hombre — ¿Está bien? ¿Necesita algo? Puedo ir a por un vaso de agua, o algo... — le digo, sin tener muy claro nada de nada, y creyendo firmemente que este hombre necesita más un hospital que un vaso de agua. Y yo también.

Logré bajar al niño de un corte pero cuando quise atraparlo me vi impedido por un hechizo protego, mientras el resto siguieron huyendo como las ratas que eran. Incluso el niño Black tiró una profesía para distraernos, pero no le presté mucha ateción porque realmente no era mi trabajo.

Una auror logro llegar al armario pero de pronto humo empezó a surgir de este, por lo que podía considerarse como una baja, al menos ellos parecía que habían tenido una también. La chica con la que habiamos estado luchando intento huir y Percy fue tras ella, se la deje porque eso me hizo recordar que la mujer del ministro seguía herida en la cámara del tiempo. Como los refuerzos llegaban al igual que los medicos, separé a uno y lo llevé conmigo a buscar a Scott.

- Atiendela - le ordené.

Ni siquiera sé quién me ayuda a salir del armario cuando lo cruzo, pero creo reconocer la voz de Seth, aunque suena muy en la distancia. Lo único que hago es negar cada vez que alguien me pregunta sobre ir a descansar y a curarme las heridas, porque no puedo marcharme hasta que el resto haya llegado. Los he abandonado ahí atrás, aunque no por voluntad propia. Sé que si me hubiera quedado solo habría complicado más las cosas porque habrían tenido que ayudarme, pero eso no quita que me sienta mal porque otros hayan tenido que quedarse luchando para que nos fuéramos. Es una sensación horrible.

No sé cuánto rato pasa hasta que poco a poco empiezan a llegar, porque tengo la noción del tiempo (algo irónico, teniendo en cuenta la cámara en la que he estado hasta hace bien poco) algo trastocada por culpa de la confusión, el cansancio y el malestar en general. Aun con eso, cuando la estancia empieza a llenarse, queda claro que la gran mayoría está aquí, y que si falta alguien, a estas alturas lo tendrá difícil. No tengo tiempo de pararme a mirar que todos estén de vuelta porque si los nuestros han sido capaces de llegar, ellos también podrán hacerlo. Y no puedo permitirlo.

Tengo la varita en la mano, preparada para destruir el armario y evitar alguna intromisión con la que nos sea difícil lidiar por cómo estamos, cuando la escucho hablar a través del comunicador. — ¿Delilah? — digo con un hilo de voz, tan insegura, que ni siquiera sé si habrá oído bien. — Perdóname. — Es lo único que puedo decir antes de lanzar un Bombarda contra el armario. No sé si me perdonará, pero yo desde luego no seré capaz de perdonarme a mí misma por lo que acabo de hacer. La he visto crecer, pasar de ser una niña a una adolescente, y luego a una joven mujer. Por mi culpa, no solo por haber explotado el armario, sino por no haberme quedado a luchar, ahora no está a salvo.

Meto la mano en mis bolsillos para sacar las runas, y antes de ir hacia la puerta y salir de aquí para refugiarme en mi casa y hundirme por otro golpe más que nos da la vida, me paro frente a Seth para darle las runas: — Toma. — No me salen más palabras porque sé que, de un momento a otro, me derrumbaré y prefiero que nadie lo vea.

«Nos vemos pronto al otro lado.» Esas fuera mis últimas palabras a Delilah en persona, y ahora...