The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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It's like you're my mirror · Hans
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Invitado
Invitado
Recuerdo del primer mensaje :

¡No está diciendo eso!— replico, interpongo mi cuerpo al sentarme entre ellos para tapar con mi espalda a Hans -como si pudiera- así la niña me mira a mí al soltar esas “a” de su boca que forman un claro, muy claro para mis oídos, no sé por qué Hans escucha otra cosa, si es tan claro que dice: —¡ma-ma! ¡ma-ma!— me giro para mostrarle mi sonrisa llena sobre mi hombro a su padre. —¡Está diciendo ma-ma!—. ¡Si me lo niega es por su manía de contradecirme! No sé de dónde saca que la niña dice “papá”, esos son sus oídos que quieren escuchar halagos, no, no, está diciendo “mamá” y está clarísimo. No voy a llamar a ningún juez que lo certifique, porque como ministro me lo anularía, ¡pero he ganado en esta! ¡Yeah! Alzo mis brazos en alto para mi gesto triunfal. —¡Muy bien, Tilly!— felicito a la bebé haciéndola parte de mi victoria, jo, jo. Bajo mis manos a su pancita redonda sobre la tela de la camiseta de mangas largas que sigue teniendo puesta dentro de la casa, que el frío se siente pese a la calefacción, para hacerle cosquillas y escuchar sus carcajadas como gorjeos, seguido de ese chillido agudo que se le escapa para pedir que pare, entonces se da la vuelta para caer sobre sus rodillas y alejarse gateando en la alfombra que cubre todo el suelo de su habitación, ese que ocupa desde antes de Navidad y se llenó de sus cosas. Tiro de su piecito enfundado en un calcetín amarillo para arrastrarla de vuelta hacia nosotros. —¡No! ¡No! ¡Vuelveeeee, que tu papá no escuchó bien! ¿Cómo dices “mamá”? ma-ma, ma-ma…— le pido, no voy a cansarme de esto.

Entre semana no es como si tuviéramos mucho tiempo para hacer esto, me refiero a sentarnos entre juguetes de tela dispersos sobre una alfombra felpuda y que Tilly nos haga parte de este espacio del que se fue apropiando, en el que pide perderse bien temprano en la mañana, cuando desde el comunicador se escucha su llantito ¡a las siete de la mañana! Es el horario de despertarse al que se acostumbró con nosotros y no hay misericordia para los días domingos, a la que única que disculpa es a Meerah dándole unas horas más de sueño. Ella está vestida desde sus dedos gordos desde los pies hasta su cuello de manera impecable, yo sigo teniendo el pijama puesto y los pelos los aplasté con las manos. —Ven, Tilly, quiere mostrarte algo— insisto con la bebé para que se acomode en el hueco formado que queda entre mis piernas, — vamos a mirar una película, ¡el protagonista te va a gustar, lo juro!— busco mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón y lo hago girar en mi palma hasta que puedo dar con el botón que enciende la pantalla, la desbloqueo y me desplazo a la galería de videos con el pulgar, paso de esos en los que se nos ve a Hans y a mí mordiendo los cachetes de Tilly de lado a lado, también otros que me mandó Meerah de ella con su hermanita, hasta dar con ¡aja! —¡Mira, Tilly! ¡Una película de tu papá!— sí, espío sobre mi hombro para ver si también está pendiente de la imagen que empieza a reproducirse. Una captura que lo muestra sentado cerca de la sillita que la bebé usa para participar de las comidas en la mesa y se ve como se acerca, como él que luego tiene la cara para decirme que hay que estimular el lenguaje de la niña con una conversación normal, sin necesidad de estar distorsionando palabras, que el idioma de bebés es una subestimación a la inteligencia de estos… ¡ÉEEEEEEEEEEEEEEEEEEEL LE ESTÁ HABLANDO EN IDIOMA BEBÉ! —¡ASÍ TE QUERÍA ATRAPAR!— grito dándome la vuelta para que la pantalla le quede a centímetros de la cara, que tampoco le quiero romper la nariz, solo que se vea a sí mismo ATRAPADO IN FRAGANTI.
Anonymous
Invitado
Invitado
¿No vamos a celebrar el primer cumpleaños de Mathilda?— pregunto, por mucho que yo me oponga a una fiesta que me obligue a fotografías de cortesía con Magnar Aminoff o que los ministros de la isla me traigan vajilla y sábanas de regalo, no puedo aceptar que para el cumpleaños de la niña hagamos menos que nada. —¿No habrá unicornios? ¿Ni fuegos artificiales?— me veo en la obligación de preguntarlo, todos en esta familia somos bastante modestos con las celebraciones propias ¡pero tenemos a la bebé como excusa para armar una fiesta con cinco piñatas y malabaristas! —Pero quizá Meerah quiera invitar a Oliver…— algún día voy a resignarme a que esto no podrá ser, hoy no es ese día. —¿Solo nosotros? ¿Rory?— ¿para qué lo pregunto? Si está Rory, ¿siquiera Tilly se dará cuenta que estamos presente el resto? Sacudo mis manos en el aire para mostrar mi rendición, un evento a la vez, por favor. Deben ser pasadas las ocho de la mañana y siento que he corrido una maratón que me hace querer dormirme otra vez, y que al despertar ya sea otro día. Hago la prueba de cerrar mis ojos como si fuera a sumirme en sueños y la sonrisa que muestro al oír de sus planes para esas dos semanas, indica que espero tener sueños placenteros. —Me parece una buena agenda, las mejores vacaciones posibles— murmuro, y abro mis ojos de pronto al darme cuenta de algo. —¿Te acuerdas cuando me dijiste para ir de vacaciones al distrito cuatro y te dije que no? ¡Por Morganaaaaaaaaa! ¡Hans! ¡Estas van a ser tus primeras vacaciones... en la vida! Porque la verdad es que no recuerdo que te hayas tomado vacaciones desde que te conozco— tengo que poner énfasis a esto último y marcar una curva en el aire con mi dedo índice para acompañar.

No me va a… — bufo, si no acabo la frase es porque puede que sí acabe con un infarto cardíaco, lo que sería muy cómico de terminar en el hospital con un cuadro así por estar a punto de casarme. ¡Eso es lo que quiero! Solo cerrar los ojos para encontrarme de pronto en el día en que un anillo acabe por encajar en mi dedo y pensarlo así es tan vertiginoso, el final de esta montaña rusa que nos tiene gritando desde que nos montamos en ella y que a Hans le provocó el vómito más de una vez, esto último me gusta tenerlo siempre presente porque es la nota de color a tantas situaciones que nos pusieron al límite y, claro, lo terminamos pasando. Pico el cachete de la bebé con suavidad al acomodarse sobre el pecho de su padre, así los tres nos recostamos un rato más como es ley en un domingo por la mañana, ¡solo dos horas más, por misericordia! Ella es la primera en prestarse para dormir. —No me harías algo como fugarte de nuestra boda, iría detrás de ti solo para golpearte con el ramo de flores. No me haces pasar por todos estos nervios de vestido, lugar, invitados… para desaparecer. Ni se te ocurra— le advierto al girarme de costado para poder acomodarme contra su cuerpo, aunque la bebé haya ocupado los mejores sitios para recostarse. —Yo me ocuparé de sobrevivir hasta entonces—. Coloco mi frente contra su hombro, el único contacto que me permite la niña invasiva que tenemos por hija. —Te voy a contratar para mi despedida de soltera, tenlo por seguro. Quiero una barra a rebosar de alcohol, un karaoke… ¿y te podrías conseguir un uniforme de auror? Gracias— palmeo su brazo que envuelve a la gorda, agradeciéndole el gesto antes de tiempo. —Todo esto de la boda es demasiado, siento que necesito que te pongas a gritar de la histeria conmigo, y es demasiado porque nunca me imaginé en una boda que fuera la mía… y entonces, te veo ahí, en medio de todo esto. Y me digo…— suelto el aire en mi pecho, cruzo mi brazo por encima de la espalda de la niña para poder abrazarlos a ambos. —Oh, maldita sea, que zorra con suerte eres, te vas a casar con el hombre más caliente de Neopanem, Lara Scott— lo digo con ese tono que combina todas las emociones posibles. —Sí, he decidido que como vas a casarte a conmigo, subas al primer puesto del ranking de los hombres más calientes del país, es mi regalo de bodas. Weynart ha pasado a un nada despreciable segundo lugar, no creo que se ofenda. Y para que no te ofendas tú, déjame decirte que es un segundo lugar muy muy lejano del primer lugar, lo juro.
Anonymous
Hans M. Powell
Ministro de Justicia
¿En un festejo tranquilo hay unicornios y fuegos artificiales? — es una pregunta obviamente retórica, si Lara quiere gastarse armando dos celebraciones allá ella, no es mi estrés el que está en juego. No me contengo, hago rodar mis ojos con obvia exageración porque me niego a debatir si Meerah tiene algo o no con el chico Helmuth cuando está claro cuál es mi preferencia en el asunto y, visto y considerando que debería ser algo familiar, Oliver no tiene papel en esta historia — Con Rory debería bastar — es increíble cómo funcionan los niños pequeños. Tilly es incapaz de decir una palabra más allá de un balbuceo, pero Rory tiene la capacidad de aparentemente comprenderla y dejarse guiar por sus grititos; vaya a saber lo que les pasa por la cabeza — Exacto. ¿No crees que me merezco el dormir? — le explico, ahora que ya ve mi punto — La perfección de mi empleo no se trabajó sola — añado, que el pomposo tono juguetón nunca está de más.

Lo puedo ver, tan claro como los cachetes de Mathilda. Un ramo de flores azules dándome de lleno en la cara por llegar cinco minutos tarde, en los cuales de seguro ella se tomaría la molestia de dramatizar tanto que acabaría cayendo en la resolución fatalista de una fuga; para que se quede tranquila, llevo un dedo a mis labios y lo beso en señal de juramento, no sea cosa que ahora tenga esa sospecha implantada en la cabeza; si ella sobrevive hasta entonces, pues creo que estaremos bien — ¿Deberé aprender a bailar con la cadera quebrada? Ya sabes… esa ropa interior diminuta y brillosa no se luce de otra manera — si me sumo a la broma es porque estoy seguro de que no cabe posibilidad alguna de que eso pase, dudo mucho que mi hermana o cualquier amistad que pueda tener mi futura esposa quiera soportar algo como eso y, mucho menos, yo podría tener la cara como para hacerlo.

También puedo ver lo que dice, me encuentro a mí mismo del otro lado de esa cortina en la cual me cuesta comprender que soy yo el que se va a casar y que no estoy haciendo todo este trámite para nadie más. No sé cómo es que he tardado tantos años en vernos, no comprendo cómo es que, entre todas las mujeres que he conocido, decidí caminar los pasos más largos con ella. Su chiste me hace sonreír, pero hay algo en mi mueca que no parece tan guasona como ella — ¿Debería tomarlo como un halago? — pregunto — No lo sé, Scott. Suena a que me estás dando el premio consuelo solo porque voy a ser tu esposo. Voy a meditarlo con la almohada — mis labios se fruncen con una expresión aparentemente ofendida y me giro, dándole la espalda y llevándome a la bebé conmigo, esa que no tarda en acomodarse contra mi pecho en lo que consigue, con demasiada rapidez, el chuparse el dedo. Cierro los ojos, pero la ofensa me dura tan poco que en segundos mis hombros se agitan por culpa de la risa muda que estoy tratando de contener — Mi veredicto es que sí, eres una jodida suertuda. ¿Pero sabes qué? — tanteo, que tengo que encontrar el modo de tirar de ella para que se acurruque contra mí — Yo lo soy más.
Hans M. Powell
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