Tengo que agradecer que este es uno de los días en los que al parecer a Hero la han retenido de más en algún lugar. Me he dejado llevar sin mirar el tiempo y si no fuera porque Sage no es precisamente silencioso al momento de ingresar, todo el discurso de no decirle nada a nadie se habría ido por el caño en pocos segundos. No que mi corrida hacia el baño haya sido mucho más disimulada, pero pese a que mi aspecto no habría convencido a mi tía, creo que basta para ser lo suficientemente disimulada ante su novio. Mi ropa está todavía más arrugada de la cuenta y la hinchazón de mis labios no desaparece, pero al menos vuelvo a tener el pelo en orden y los pulmones con el aire suficiente como para no parecer demasiado agitada. Incluso aunque lo parezca trato de camuflarlo con la excitación que me produce el hacerle entrega de sus regalos, esos que me agradece incluso antes de abrirlos y que va a probarse una vez que los ha visto. También le he dejado las indicaciones pertinentes a los regalos de Hero mientras voy recogiendo el resto en la bolsa en la que han llegado, así que para cuando desaparece por el pasillo, yo ya estoy lista para irme a mi próximo destino.

Claro que me encuentro con un pequeño inconveniente al no saber cómo despedirme de James, así que tras chequear dos veces que Sage no ande husmeando, me giro para tomar a Jim del frente de su suéter y besarlo antes de dedicarle un “nos vemos” y desaparecer junto con Kitty, a quien he llamado con antelación. No aparezco dentro de la casa de Ken porque lo creo una falta completa de privacidad, pero si ajusto mi bufanda alrededor de mi rostro mientras espero delante de su puerta. No me sorprendería que haya demasiados ojos puestos en su casa y definitivamente no quería que me viesen entrando con bolsas de regalos al hogar de la cara visible de la revolución. Esa a la que yo quería vestir como corresponde.

- ¿No es muy tarde para recibir a un duende de navidad, no? - Es mi saludo cuando Kendrick abre la puerta y pone esa cara de confusión que tiene cuando no sabe lo que está pasando. Que sí, no somos los mejores amigos ni nada y tampoco le dije que vendría aquí, pero tampoco debería ser demasiado raro que me aparezca sin alcohol de por medio. Levanto la bolsa hasta dejarla a la altura de mi nariz, y trato de no parecer muy insistente. - ¿Puedo pasar? - De verdad no quería estar demasiado tiempo fuera luego de que Maeve me encontrase no hace mucho.

He tocado fondo. El clima no está ayudando a que quiera hacer cosas en el exterior y eso influye mucho en mis actividades diarias, de esas que se han limitado a un montón de reuniones y papeleo. Obvio que tengo que hacerme un lugar en la agenda para cumplir con otro tipo de responsabilidades y, en vista de que mis amigos están ocupados y Synnove se encuentra en pleno proceso de cumplir con sus deberes, así que me toca entrenar solo. Ya saben, no la clase de entrenamiento con armas, sino el armarme una rutina de ejercicio… siguiendo las indicaciones de una profesora que sube videos por internet. Su música de gimnasio popesca hace eco en toda mi sala gracias al equipo de sonido que acompaña mi televisión, así que debería empezar a dar gracias a esto de vivir solo. Sé que podría armarme una rutina por mi cuenta, pero la verdad es que esto lo hace un poco más llevadero y estoy bastante acostumbrado al ruido como para querer hacerlo solo. Hay que ponerse inventivos… ¿O no?

Lo que no me espero es que las lecciones de Michelle se vean interrumpidas por el timbre y casi que me doy la cabeza contra uno de los muebles al levantarme repentinamente de mi sesión de abdominales. No estoy esperando a nadie, así que apuesto porque es un vendedor ambulante o algo por el estilo, de modo que ni siquiera me molesto en poner pausa para ir hacia la puerta. Yaaa sé que Amber me ha dicho que siempre mire antes de abrir, pero es el impulso el que me hace tirar del picaporte sin chequear y eso, posiblemente, me convierte en el intento de político más fácil de asesinar de la historia — ¿Meerah? — tironeo de la vincha que tengo sacándome los pelos de la cara porque creo que tengo que tener algo de dignidad, obviemos la ropa deportiva y las medias largas que me mantienen con el calor corporal adecuado. Menos mal que no estoy realmente sudado, sino esto sería todavía más bochornoso — No, claro que… ¡Pasa, pasa!

Me hago a un lado para que tanto ella como Kitty se abran paso y cierro detrás de ellas. La elfina se va directamente a la cocina, posiblemente para chequear que no haya hecho un estropicio en su ausencia y lo primero que me nace es abalanzarme sobre el control remoto, tratando de encontrar el botón de stop. El rojo es más fácil de ubicar, así que pronto la tele está apagada y yo ando lanzando el remoto y la vincha sobre el sofá — No pensé que tú… ¿Qué haces aquí? — ¿Había dicho algo de regalos? Que no me malinterprete, pero no somos los amigos más cercanos y no hemos estado a solas desde nuestro almuerzo improvisado, hace tanto tiempo que ni sabíamos en realidad la identidad del otro. Me cruzo de brazos sobre el pecho para meter mis manos en alguna parte, aunque me inclino un poco hacia ella — ¿Estás bien? Tus labios están un poco rojos… ¿Es el frío? — aunque parece más como que se los ha golpeado y se hincharon, pero no quiero ser tan entrometido — Puedo darte algo caliente para beber o encender la chimenea, si quieres — lo que sea para que no se ponga a preguntar sobre mis clases de gimnasia.

Tengo que admitir que no es hasta que estoy adentro y con la puerta cerrada detrás de mí que realmente le presto atención, y para cuando lo hago juro que trato, pero de verdad, de verdad no puedo quitar la vista de la aberración que tiene puesta en las piernas. Sé que me habla, y estoy segura de que incluso hay más silencio del que había segundos atrás, pero en serio ¿qué tenía puesto? - Esto es más grave de lo que pensé… - Mi voz trata de ser un murmullo, pero estoy segura de que debe ser perfectamente audible para él ya que todavía no salgo del shock. Vuelvo mi rostro hacia él tratando de recordar lo que me ha dicho, y estoy por declarar mis intenciones de visita cuando lleva su atención hacia el estado de mis labios. Creo que mi expresión de alarma es aún menos disimulada que mi expresión de horror, pero al menos sus medias espantosas no hacían que el rubor subiera a mis mejillas a velocidades alarmantes. - Mequeméconelchocolatecaliente. - Es la única excusa que se me ocurre pese a que él mismo me proporciona una qué es mucho más creíble y menos idiota que la que acabo de dar. Pero es tarde, e incluso aunque quiera enderezarme sé que ya no puedo volver sobre mi palabra. - Fui a lo de Hero y los chicos antes de venir. - Me explico un poco mejor. - Ya tomé algo allá, estoy bien. - Totalmente bien, sin nada que esconder y nada que tuviese que sospechar.

Me adentro unos pasos hacia la sala con algo de timidez y prometo internamente no hacer preguntas ni críticas incómodas si es que él no hace lo mismo. Sé que no soy la mejor mentirosa en situaciones de estrés, pero no iba a romper un acuerdo en menos de veinticuatro horas. - Prometo no robar mucho de tu tiempo, pero traje regalos por navidad aunque ya hayan pasado siglos desde entonces, y bueno… el tuyo requiere algo de esfuerzo. - Y como no quiero que me malinterprete pese a que no hay ningún tipo de segundas intenciones, me adentro hasta dejar la bolsa sobre el sillón para sacar el primer paquete que sobresale de ella. - No acepto quejas, devoluciones o negaciones. Hemos pensado mucho con Hero esto, así que solo acepto un “gracias” y como mucho alguna crítica con respecto al regalo en sí mismo. - Y al igual que antes, trato de adentrarme nuevamente entre los paquetes hasta dar con aquel más pequeño que guarda dentro el pañuelo que hace juego con todos los demás accesorios.

- Prometo que no he copiado nada, que todo fue medido no solo con metro, pero sino que teniendo un parámetro de imagen pública, y que sí, sé que me estoy tomando más atribuciones de las que debería, pero me parece que es lo correcto y… - ¡Bingo! Saco el paquetito de dentro pero en lugar de dárselo, lo abro hasta que doy con el pañuelo que saco, estiro para mostrárselo, y vuelvo a doblar para que entre en bolsillo del saco que más le vale no tarde en probarse. - Ya, feliz navidad, supongo. - ¿Estoy nerviosa? No son nervios de vergüenza, de esos que me dejan queriendo esconder detrás de una puerta; sino que son nervios profesionales. Siento que no estaré lista para soportar una negativa de su parte cuando se trata de este tipo de asesoría que quiero proporcionar y no sabré del todo como reaccionar ante una negativa hecha y derecha cuando se trata de esto que es prácticamente mi vocación.

No le voy a decir que parece que le dieron chocolate hirviendo porque no recuerdo que se me hinchen los labios con quemaduras leves, pero allá ella, se lo dejo pasar con un mohín y un encogimiento de hombros. La verdad es que mi atención está puesta en que no suelo compartir espacio con una persona de poca confianza en este estado deplorable, así que todo mi cuerpo se encuentra en ese estado nervioso de querer aparentar que estaba haciendo algo mucho menos ridículo que el verme como una versión barata y algo masculina de la rubia gimnasta de la tele — ¿Un regalo? — ya me entra la culpa, que entre las personas que yo he considerado para Navidad, me he centrado más que nada en mis amigos dentro del distrito. La falta de costumbre, supongo. Aún así me muevo hacia el sofá con obvia curiosidad, aflojando un poco la postura tensa — No tenían por qué molestarse, así que jamás escucharás una queja o mal comentario de mi parte — suficiente con que se esforzaron por armar algo que, conociéndolas a ambas, hasta me puedo oler por donde va el camino. Y, tengo que decirlo, me da cierto calorcito agradable de que pensaran en mí como para gastar tiempo de su parte.

Tomo el paquete y primero lo abro antes de tratar de mirar lo que hay dentro. Huele a perfume y a nuevo, como mucha de la ropa que he conseguido desde que empecé a vivir en este lugar y que nada se parece a los trapos viejos y casi siempre heredados del catorce. Recargo la bolsa sobre el apoyabrazos del sofá para poder hurgar dentro y tomo, con mucho cuidado, lo que parece ser el saco de un traje de color azul grisáceo. La escucho, claro, pero no es hasta que ella coloca el pañuelito en el bolsillo delantero que me percato de que tengo que reaccionar — ¿Hiciste todo esto por tu cuenta? — sabía que a Meerah le gustaba confeccionar ropa, la he escuchado hablar de ello, pero no pensé que se tomaría la molestia de hacerlo conmigo. Doy gracias a la baja temperatura que me ha salvado de sudar mucho, pero aún así apoyo con mucho cuidado el saco sobre mí para tratar de medir el largo sin apestarlo — Déjame adivinar. Hero te dijo que soy un desastre para elegir la ropa todos los días que tenemos que salir a hacer algo público… ¿No? — intento quitarme el peso de la culpa con una broma, echándole una sonrisa — Gracias, Meerah. No creí que… bueno, ni siquiera puedo abrazarte, estoy sudado — separo la prenda para poder verla mejor, sintiendo su textura suave con los pulgares — Se ve genial, de veras. ¿Esto no… ? ¿Nadie te ha visto venir hasta aquí? — que lo último que necesitamos ahora es un conflicto con el gobierno porque la señorita Meerah Powell está confabulando con rebeldes — Si me esperas cinco minutos, puedo darme una ducha y probármelo, así me das tu opinión de experta. ¿Te parece bien?

Mordisquear mi labio inferior no es la mejor de las ideas cuando ha destacado hace minutos la hinchazón del mismo, pero no hay muchas formas en las que pueda canalizar mi nerviosismo sin ponerme a dar saltitos sobre mis pies. - Sep. - Hago estallar la “p”, y llevo las manos detrás de mi espalda en lo que se prueba el saco por encima de su figura. - No con esas palabras exactamente, pero algo así… No es por ella igual, a todos les he hecho algo, solo que lo tuyo fue ¿más medido? - Estudiado, medido, analizado. Como quisiera llamarlo. No era lo mismo el pensar en un atuendo para Hero, que siempre tuvo una impronta marcada, que para él quien básicamente era una cara nueva queriendo mostrarse al público como un líder confiable. - Tiene más que ver con el estudio de la imagen pública y como la imagen que uno quiera proyectar puede influir de manera positiva o negativa con el mensaje que quieres enviar.

Ya, estaba hablando de más. Y valoro mucho lo de querer abrazarme y eso, pero estaba a dos pasos de sacarle el saco si es que se atrevía a probárselo en ese estado. - Nop. Nadie. Kitty está ayudándome bastante con esto de pasar desapercibida. - La elfina era un amor, siempre atenta a cumplir todas las necesidades de Hero, de Ken hasta donde tenía entendido, y aún así se hacía el tiempo para permitirme el usarla de transporte. No es que tuviese quejas de Poppy, pero a ella no podía pedirle nada con libertad a sabienda de dónde residían sus lealtades. - Claro. No hay problema. Mientras separaré el resto de las cosas. ¿No te molesta que deje aquí los regalos de Syv y Mimi, no? - Siendo que una era su novia, o lo más cercano a eso que pudiese haber, y que la otra vivía con la rubia... No es que me molestara andar haciendo las entregas, sino que como él mismo ha insinuado, no debería ser vista dando vueltas por el distrito.

— Deja lo que necesites, yo se los daré — es lo mínimo que puedo hacer por ella, en especial después de que se ha tomado la molestia de venir hasta aquí tras haber trabajado en regalos para todos. Tengo que volver a guardar las prendas dentro de la bolsa y me desaparezco, que mi baño favorito en toda la casona es el que se liga a mi dormitorio, por capricho de la potencia de su ducha. Bañarme no me toma demasiado, pero enfundarme dentro de un traje es lo que ocupa la mayor parte de mi tiempo, en especial porque me sigue siendo extraño el verme con estas pintas en un espejo. Aliso el saco sobre la camiseta negra, se siente mucho más como yo en comparación a los trajes robados del alcalde, pero aún así me cuesta… encontrarme. Al menos, la talla se siente bien. En esta ocasión no desaparezco, sino que bajo los escalones con mucho cuidado, hasta detenerme frente a la entrada de la sala. Saco las manos de los bolsillos del saco y los elevo un poco, antes de dejarlos caer a los costados — ¿Y qué te parece? — pregunto — Aún no me acostumbro a utilizar este tipo de ropa — cosa que es obvio que para gente como ella no es en verdad un problema.

Aprovecho el desviar la mirada para abrochar el botón que une el saco por el medio de mi torso y lo estiro un poco — Syv dice que no tengo que utilizar trajes para no parecerme a los… otros políticos — sé que es un poco violento el decirle esto a la hija de un ministro, pero opto el suavizarlo antes de mentirle — Pero Hero insiste en que tengo que verme como una persona confiable y segura, no alguien que va a transformar NeoPanem en un sitio sin normas en el cual todos pueden perderse — es un poco complicado, en especial porque yo jamás tuve intenciones de acabar de esta manera. Puedo liderar una excursión, pero la presión de todo un país… Hay personas como Hero, que están hechas para esas cosas — ¿Tú qué opinas? — inquiero con obvio interés en lo que tenga que decir — Debes conocer mucho más la vida política que yo — y no, no puedo ponerme a preguntarle cómo se vive todo esto desde la isla, pero… es tentador.

No esperaba que literalmente se desapareciera para bañarse y acaba por generarme envidia el que pueda hacerlo. La aparición debía ser una de las habilidades mágicas que más quería aprender, así que tener la libertad de hacerlo dentro de tu propia casa… aunque pensándolo mejor y a sabiendas de con quienes vivía, mejor esperaba hasta vivir sola. Me entretengo los minutos que demora volviendo a desvalijar la bolsa por segunda vez en el día, armando pilas a lo largo del sillón aprovechando que esta vez sí tenían etiquetas que los identificaban. ¿Podría dejarle todas? Porque no tenía idea de dónde vivían Kyle o Beverly para empezar y tal vez él los viera más seguido que yo.

A decir verdad no lo escucho bajar las escaleras, pero cuando me habla y levanto la vista, tengo el impulso de reírme por un segundo. - Pareces un pez fuera del agua. - No era que el traje le quedase mal, sino que toda su postura no acompañaba el corte del mismo. No hasta que se abrocha el botón y trata de poner un poco más de actitud al menos. - Y Ambas tienen razón, por eso es que me tomé la libertad de diseñar ese traje. - Doblo la bolsa con cuidado al haber dejado todo en el orden correspondiente y me acerco hasta poder dar una vuelta a su alrededor, examinando con cuidado la caída de la tela. Debía admitir que Hero me había mandado las medidas tan exactas que todo parecía calzar a la perfección, así que me sonrío antes de poder explicarme mejor. - Si te hubiera hecho un traje con camisa, corbata y chaleco, parecerías un niño que quiere jugar a ser grande. Pero estás representando un ideal, y necesitas que la gente te tome en serio. Por eso, bueno… esto - Lo señalo con mi palma extendida hacia arriba y retrocedo unos pasos hasta poder sentarme en el apoyabrazos del sillón.

- No sé si conozco en sí la vida política. Pero trato de prestar atención a las cosas que hace Hans y cómo se muestra al público. Yo sé que la ropa y el estilo en sí mismo pueden tener más impacto de lo que la gente cree, pero no es lo único que importa. - Y tal vez es por eso que sé que incluso aunque quiera dedicarme a mis diseños toda la vida, necesitaba de algo más para sentirme completa. - Creo que para poder inspirar confianza, deberías tener un buen conocimiento de las leyes y decretos actuales dentro de Neopanem. Estudiar de verdad como refutarle a todo el mundo los puntos que de verdad importan, y tener un plan de acción que respalde lo que predicas. No es lo mismo plantar bandera solo porque es tu derecho, que de verdad demostrar que tienen contemplado cómo cambiar las cosas y beneficiar a todos. - Una idea se me cruza por la mente, y es tan ridícula como verídica. - Deberías armar tus discursos como si estuvieras preparado para ganarle un debate a mi padre.

Apoyo el peso en mis talones para balancearme hacia atrás y poder ver mejor mis pintas, esas que deben verse un poco más dignas que las camisas improvisadas que tengo que ponerme cuando hablo en público, que todo el mundo se da cuenta que no son precisamente formales. Muchos me han llamado de esa manera, la mayoría de las personas que siguen a Aminoff se han encargado, en más de una ocasión, el dejarme bien en claro que soy un niño jugando a los soldados y, a veces, siento que tienen un poco de razón. No estoy seguro de que un traje cambie eso, pero al menos se siente más cómodo y adecuado que los pantalones caídos y los buzos pesados que me gusta utilizar todos los días — Tienes un punto — digo solamente — Con estas cosas es que recuerdo que Hero y tú son familia. Piensan de manera muy similar — lo menciono con el conocimiento de vivir todos los días con la pelirroja enseñándome de todo un poco, variando de leyes a tratados, a el uso de diferentes cubiertos.

Me remuevo de manera incómoda ante la mención de un hombre que no me agrada y que posee algunos de mis peores recuerdos, a veces me olvido que Meerah tiene su sangre y es un poco complicado el relacionarlos de esa manera, en especial cuando ella hace cosas como esta. A pesar de que asiento con la cabeza porque puedo aceptar lo que me dice, admito para mis adentros de que me he perdido a la mitad y tengo que levantar ambas manos — No, no. Jamás podría ganarle un debate a tu padre. No te rías… — pido, intento parecer más divertido de lo que estoy — … pero tu padre me da escalofríos. No me interesa… bueno, sin ofender, no me interesa ser como él — de mala gana, tengo que admitir que debe ser un buen político y un buen abogado, pero no me interesa en lo absoluto parecerme a ese tipo de personas — Hero se ha encargado de instruirme dentro de las leyes de NeoPanem, pero verás, he vivido mucho tiempo en un mundo que no se parece en nada a este y no me siento como yo mismo entrando en el mismo juego. Puedo aprender las leyes, para ver cómo cambiarlas. Solo que siento que es un juego muy grande para mí y aún no sé cómo seguirle el ritmo — de mala gana, me dejo caer en el sofá en el cual ella se ha recargado y me hundo entre los almohadones. Clavo los ojos en el techo, guardando silencio por un breve momento — A veces es divertido, el ver que todos hacen lo que les pido. Tengo hasta una mesa de ping pong — le cuento, sin la vergüenza que sentía en un principio cuando todos estos caprichos empezaron a aparecer — Pero otra veces, me gustaría dejarle todo esto a tu tía, que parece tenerlo mucho más claro que yo. Rebecca Hasselbach tiene razón sobre que no tengo idea de cómo hacer este trabajo.

- Voy a tomar eso como un cumplido. - Me gustaba pensar que mis ideas eran originales, pero que me comparara con mi tía no me parecía un pensamiento erróneo. Tenía que admitirlo y la pelirroja era una persona demasiado importante en mi vida como para pensar que no me había influenciado. Podrían haber pensado solamente dos años desde que la conocí, pero mi vida se había puesto de cabeza en ese tiempo y a estas alturas me costaba siquiera recordar siquiera el cómo pensaba en ese entonces. - Cuando todo esto se solucione, volveremos a lanzar la línea de ropa que teníamos y te usaré para publicitarla, quiero que lo sepas. - Le aseguro medio en chiste, y medio no. Sería un buen plan si es que… Ya no sabía qué. Era muy complicado pensar en bandos, o en un final en el que todos salieran ganando. Era lo que querían predicar, pero yo no me olvidaba de qué lado estaban las personas que me importaban, y no eran lados del todo compatibles.

- ¿Escalofríos? - Se me pinta una sonrisa casi burlona en mi cara y trato de verlo desde los ojos ajenos, esos que no ven a Hans haciéndole muecas y caras a Tilly mientras amenaza con comerle los pies y le pide que diga “papá” con una voz exagerada. - Me preocuparía si tu enfoque político sería ser como él, sería como ver una mala comedia. Dije que estuvieras preparado para ganarle un debate, no que tratases de imitarlo. - Justamente creo que si ese fuera el caso, Hans se lo comería vivo en menos de once minutos. - Claro que es un juego muy grande para tí, ¿pero no es para eso que está el consejo? Dices que vienes de un mundo muy distinto a este, justamente creo que es eso lo que deberían mostrar, ¿no es así? El ideal de que todos podemos vivir sin que nos importe la sangre o la magia. Creí que eso es lo que estaban tratando de mostrar, o al menos es eso lo que me gustaría creer. - No podía quedarle grande un traje que literalmente estaba hecho a su medida, ahora tenía que mostrarle al resto de las personas que cada uno debía usar su propio traje y no calzarse en el de alguien más.

Lo observo y me giro para enfrentarlo cuando se sienta en el sillón, escuchando mientras se sincera de una manera que de verdad no esperaba. No cuando literalmente esta debía ser la segunda charla a solas que tenía con él. - A Hero la amo y la seguiría en cada una de sus locas ideas, pero ella no creció en ese mundo que tu dices. Es la princesa del Capitolio y es muy poco probable que la gente la siga si promueve por su cuenta ideales de ese tipo. - Toda su vida fue pública y su imagen es tan marcada que justamente, su apoyo en vez de lanzarse ella como la cara visible del movimiento, tenía mucho más peso de esta manera. - Creo que a estas alturas nadie sabe lo que hace, Rebecca Hasselbach hasta hace pocos meses no era nadie en un sentido político y si ahora figura en el mapa es porque alguien más le dió la oportunidad de hacerlo. Todo lo que consiguieron ustedes lo consiguieron por cuenta propia y no usando el nombre de nadie más. Creo que ahí es donde radica la diferencia.

No quiero ser pesimista ni cruel, pero la mirada que le lanzo deja bien en claro que no pienso ni gastar mi tiempo en imitar a Hans Powell; todo él grita anti-yo — No es tan sencillo — intento explicarme, tengo que recordarme el ser paciente, que no todo el mundo está en mi cabeza y me puede seguir con la facilidad con la que lo hacen las personas más cercanas a mí. Meerah es nueva en esto, ni siquiera debería estar aquí en primer lugar, por mucho que me guste tener aliados sin importar su procedencia — Es lo que intentamos hacer, pero es difícil cuando los demás no te escuchan. Verás… Muchos de los adultos dentro de este juego me dicen que no tengo idea de cómo hacer el trabajo y sí, quizá tienen razón. Solo me oyen cuando los obligo a hacerlo mediante anuncios, pero para Magnar y su gente… es muy fácil el callarme — no solo tienen más medios, sino que también los utilizan para pintarme como un niño inestable que solamente ha aparecido de la nada, dándose aires de grandeza. Es complicado participar de un juego cuando no dejan de ponerte trabas para hacerlo, el consejo es mi mejor modo de hacerme oír mientras me ayudan a poder controlar todo y evitar que se me salga de las manos.

La verdad es que no me esperaba esa opinión sobre Hero, ladeo la cabeza para mirarla con las cejas arqueadas y aprovecho a mirarla un poco mejor. Meerah se ve exactamente como me imaginaba a las niñas de la capital, desde su pelo rubio y su piel de porcelana, a la ropa de buena calidad y zapatos limpios. Incluso sus movimientos parecen cuidados, como uno de los dibujos de Syv — Te estás olvidando de un detalle — apunto — He llegado a donde estoy porque estoy reclamando en nombre de un apellido que ya se perdió. Sé que era la única opción que tenía, yo jamás quise… Nunca tuve intenciones de ser quien soy ahora — todo tenía que ser mucho más sencillo, ayudaría a pelear cualquier guerra que me pidieran, pero no sería quien estuviese al frente — Sé que no sería nada si no fuese porque tengo amigos que luchan por mí, que son mucho más listos o fuertes y es lo que ellos usan para atacarme. Es como… la fortaleza y el punto débil al mismo tiempo — muy extraño de ponerlo en palabras, en especial porque acabo de notarlo.

Rasqueteo de manera distraída la tela que cubre mi rodilla, posando allí los ojos — Tu padre sabía de mí antes de que yo lo supiera. Me buscó por petición de tu abuelo y se lo guardó por mucho tiempo, hasta que se les escapó en las minas — siento que estoy hablando de algo tan lejano que me parece que estoy hablando de otra vida. Para cuando la miro, le estoy sonriendo sin mucho entusiasmo — Es muy irónico que tú estés aquí hoy, haciendo un traje para mis anuncios oficiales. Las vueltas de la vida.

- Puede que me esté olvidando de ese detalle, pero hasta donde tengo entendido estás bastante lejos de andar profesando los ideales que acompañan a ese apellido. Tal vez sea por mi edad, tal vez será cuestión de inocencia pero con sinceridad, podrías ser un Smith cualquiera que eso no cambiaría la opinión que tengo. - Todos van temiendo su genética, su familia o su apellido y sí, puede que varias personas se dejen llevar por eso, pero a estas alturas del partido… Ya, podía tener claro varias cosas, pero este juego político me excedía. - A mi parecer el portar el “Black” solo es una llamada de atención, lo que importa es todo lo demás. Lo que se supone que quieren lograr, en conjunto. No creo que tus amigos peleen solamente por tí. Si ellos no creyeran en lo mismo no se arriesgarían, ¿no?- No estaba segura de a qué hacía referencia puntualmente, pero no creía que fuera él el único que creyese en la razón por la cual estaban peleando.

Me tengo que aferrar al respaldo del sillón para no deslizarme por un costado, pero no esperaba que dijiste lo que escapa de su boca. ¿Que mi padre qué? Y estoy por refutarle, pero me quedo aún más estática todavía cuando dice que fue cosa de mi abuelo, y por unos instantes, breves y horribles, pienso que habla de Hermann. Ese personaje al que no debería considerar siquiera un familiar, pero que del que era imposible olvidar el parentesco que nos unía. - Un segundo. Necesito procesar esto. - Elevo el dedo índice para pedirle tiempo y trato de pensar. Mi abuelo Sean, al que había conocido y al que había podido querer como tal por más breve que fuera el tiempo que compartimos, había sido el encargado de pedirle a mi padre que encuentre a Kendrick. ¿Qué?

- Para tí es irónico. Para mí es una especie de tortura diaria el recordarme por qué vengo aquí mientras trato de convencerme de que no estoy traicionando a mi familia por pensar por mi propia cuenta. - Lo peor es que había tratado, a mi manera, de hacerles entender mi parecer. Pero la única respuesta que había podido obtener era que claramente aún no tenía la edad para preocuparme por estas cosas. Claro, obviemos que Ken era apenas y tres años más grande que yo y ya cargaba con ser la imagen misma de la revolución. - ¿Cómo es eso de que mi padre sabía de tí? Si fue antes de las minas eso es más o menos para cuando nos conocimos, ¿no? - Eso sí era irónico. Que él lo hubiera estado buscando mientras yo le invitaba el almuerzo.

Ups, creo que he hablado de más, otra vez. A pesar de todas las cosas que los Powell significan para mí hoy en día, desde enemigos hasta miedos, me cuesta mucho verla en la misma imagen que ellos y, en especial, siento que es un poco injusto que sea yo quien le diga todas estas cosas. Separo mis labios porque creo que en realidad sí está cometiendo traición hacia su familia, los cierro una vez más porque no me siento tan cruel como para decirlo. Me gustaría decir que puedo callarme y cambiar de tema, pero que me haga preguntas al respecto hace que la mire con los ojos de perro que me funcionan cuando… claro, soy un perro, ahora mismo solo soy un idiota en un traje con una lengua demasiado larga para su propio bien. Mierda. ¿Por qué todo lo incómodo me sucede a mí?

Me mordisqueo el interior de la mejilla en lo que me doy cuenta que me estoy tardando mucho en decir algo, lo que sea, así que opto por suavizar la verdad — No sé por qué tu abuelo mandó a tu padre a buscarme o cómo lo sabían, pero por lo que sé… Cuando estuve en prisión me hicieron estudios de ADN y Hans Powell lo sabía, él… Mandó a alguien a buscarme al norte… Es complicado — esa es la mejor excusa que se me ocurre para no decirle que lo que veo en televisión es la imagen perfecta de la hipocresía, los rumores que pintan a los Powell como una familia unida me suelen dar arcadas, incluso cuando la mayoría corre con la queja de que el público no puede ver demasiado por culpa de las medidas de seguridad. Me rasco la nuca y detrás de una oreja de manera consecutiva, sin poder quedarme del todo quieto — Intentó sacarme información y estaba más que claro que iban a ejecutarnos, aunque ninguno de nosotros sabía cuando ni nada… No estoy tratando de ponerte en contra de tu padre — me apresuro a aclarar, enderezo mi espalda para poder verla mejor — Solo no voy a mentirte con lo poco que sé sobre él y aunque no lo entiendo… Supongo que todos aquí jugamos para nuestro propio bando y él es un ministro, así que tú sabes todo lo que viene con el título. Yo no puedo darte más información que esa — porque no soy nadie para arruinar su familia.

Mi mirada se queda fija en su rostro, pero no estoy segura de estar prestándole atención a decir verdad. No cuando mi cabeza va a mil pensamientos por segundo y yo estoy al borde de la histeria solo por tratar de acomodar lo poco que me dice sin decirme nada en realidad. No estaba poniéndome en contra de mi padre, pero lo estaba acusando. ¿Ejecutar? No era una noción desconocida si recordaba la ejecución pública de hace pocos meses, pero en ese entonces había sido diferente. Aquellas personas habían sido terroristas, yo misma tenía pesadillas con el hombre al que había tratado de enfrentar en medio de toda la confusión. ¿Pero Ken? No podía pensar que en verdad iban a ejecutarlo cuando no había hecho nada en aquel entonces. Había pasado tiempo, pero todavía podía recordar las cosas y tratar de ponerles un orden.

- Es complicado porque no estás explicando. - Mi reproche es infantil pero está justificado. Estaba hablando de mi padre, la persona que me había acompañado cada día de mi vida desde hace casi dos años. Podían estar en dos bandos diferentes, pero conocía la balanza de justicia que usaba mi padre, ¿verdad? No sería capaz de condenar a un inocente. Por ser un ministro es que justamente… No. No era lo mismo. Magnar Aminoff no era una persona precisamente justa y agradable. ¿Pero en ese entonces estaba él? No, era Jamie la que estaba al poder y… - Argh. Odio esto. Puedo entender los ideales de cada uno. Puedo tratar de no meterme y sé que peco por no querer informarme, pero esto ya es otro extremo. - Uno del que él no era el culpable, pero no podía decir que no lo odiaba un poquito por hacerme dudar así de mi propio padre.

- Hace un tiempo hablé con él. Estaba preocupada por lo que podría pasarle a Hero y en su momento me aseguró de que tendría un juicio. También me hablo de mi abuelo, del otro abuelo y… - Resoplo con fuerza y me froto los ojos con intención. - La línea entre lo que es justicia y lo que es venganza es muy fina, y por lo que dices parece que es más fina de lo que yo misma podría creer. ¿Tuviste un juicio? Antes de enterarte de la ejecución me refiero. Porque lo de “sacar información” no suena muy legal que digamos. - Y tengo que preguntarle a él, porque no hay forma alguna en la que pueda ir a la otra cara de esta moneda para poder sopesar mis dudas. Dudas que Hans contestaría seguramente, pero que tendrían consecuencias para mí que no estaba preparada para enfrentar.

¿Y cómo quiere que se lo explique, cuando es demasiado incómodo el hacerlo? Me pongo de pie como si la distancia entre nosotros fuese suficiente para sentirme seguro de sus acusaciones, me paseo por la habitación con la duda de si rebuscar una de las botellas de alcohol de la casa bastará para pasar el mal trago — No veo… Ya sabes cómo ha sido siempre el gobierno que Jamie Niniadis plantó en NeoPanem… — no tengo memoria alguna de otra cosa, que para cuando nosotros nacimos los Black no existían como tal y no voy a mentir, su política también era una mierda. ¿De verdad le sorprende que su padre haga cosas de las cuales ella no se entera? Nadie ahí está exento de tener las manos limpias, son un grupo de chupa sangre con linda ropa.

Me detengo a mitad de la sala haciéndome tronar los dedos de ambas manos presionando los nudillos contra la palma contraria reiteradas veces. Me asalta la duda de si sabe algo sobre Hermann, ese sujeto que parece ser otro punto contra el cual pelear en algún momento cuando se transforme en un problema, pero me distraigo con las palabras que me hacen reír sin desearlo, con tanto cinismo que hasta me siento culpable y me muerdo la lengua — Creí que lo sabías. No es como… el gobierno no es muy limpio, por mucho que hablen de respetar la ley. Cuando tú eres quien manda, no hay quien te ponga límites y suceden cosas como esas… — al menos, hablando con mis compañeros he aprendido demasiado, Meerah tiene la mala suerte de venir de familias que, por ningún lado, se encuentran libres de pecado y es casi irónico que sea yo quien lo diga — Hasta donde sé, la ejecución no sería pública pero el permiso estaba firmado. Pregúntale a Holly — me encojo de hombros, que ella trabaja en el departamento de justicia y tiene acceso a varios documentos que podrían cubrir sus dudas — No es como… No iban a querer que todo el mundo sepa de nosotros y tu padre… No tengo buenos recuerdos ni de él ni de ese auror que murió. Lara Scott tampoco está completamente limpia, nos conocimos en el norte y me delató. Cuando salió en todos lados que los dos habían tenido un hijo, pude entenderlo mejor — si estaban juntos, esa mujer no se iba a guardar información sobre mí. Me ahorro los detalles, pero meto las manos inquietas en mis bolsillos — Y esa es la historia. Es tu familia, Meerah. Yo no estoy de acuerdo con ellos, pero deben estar seguros de estar haciendo lo correcto — eso no quita que sea pura mierda, pero no puedo decirle eso.