OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Siempre he odiado las despedidas. La mañana del treinta de enero no tiene nubes en el cielo, la nieve brilla por culpa del sol y el frío no se siente tan gélido. La ventana sigue abierta tras la salida del patronus que ha ido en dirección a la Isla Ministerial, llevando un mensaje que pone en movimiento un plan que no sabemos si va a funcionar. He visto la duda en mis compañeros el día de ayer, cuando anuncié mi renuncia en una reunión del consejo al explicar cuáles serían mis pasos. En Beverly, a quien tuve que despedir con un abrazo que ella calificaría de oso antes de entregarle una carta. Y le dejé una a Arianne, para cuando deje de odiarme. Ahora, solo espero con Kendrick. Guardamos un silencio incómodo hasta que un cuervo plateado entra por el mismo sitio que el perro utilizó para marcharse. El mensaje es claro: Magnar Aminoff ha aceptado el trato. No habrá trabas para mi camino al Capitolio, me buscarán en la estación y seré escoltado hasta la Base de Seguridad. Kendrick parece estar a punto de llorar. Lo hace solo cuando le entrego la Capa de Invisibilidad, le dará un mejor uso que cualquiera de nosotros. Y eso es todo. Con abrazos e inseguridades, puedo dejar el distrito que pensé que podría considerar mi hogar por más tiempo. Puedo abandonar la tranquilidad, por un destino incierto. Tengo que recordarme cómo respirar, que las razones son válidas. Ava me necesita, con un poco de suerte podré averiguar dónde han estado todos los demás que hemos perdido. Es necesario.
Hace mucho tiempo que no me subo a un tren, los recuerdos no son agradables. Me mantengo en mi asiento, dejando que el paisaje cambie mientras cruzamos NeoPanem a toda velocidad. Nadie se fija en mí en el vagón, me oculto tras las capas de abrigo, el gorro, la bufanda, el aire pesado que me envuelve. Para media tarde ingresamos en una estación demasiado lujosa e inmensa como para solo poder ser la del Capitolio. Allí están, una media docena de aurores esperando para chequearme, evitando el acercamiento de los civiles que se fijan en la escena con algo de curiosidad. Ellos hablan, yo solo escucho. ¿Qué tendría para decir, de todos modos? Reconozco solamente los ojos de Riorden Weynart, pero no le presto atención a lo que sale de su boca. Por extraño que parezca, le dedico una sonrisa irónica y pesada. Él ha ganado, al menos entre nosotros dos y ni siquiera fue mérito suyo. Permito las esposas y, así como así, nos desaparecemos.
El viento golpea mucho más fuerte en el muelle de la isla en la cual se alza la Base de Seguridad. Puedo ver el rostro de Magnar Aminoff mientras avanzamos, tiene una sonrisa sutil y una mirada cautelosa. Su saludo y deseo de buenos días, tan casual, hacen que alce una de las cejas con una mueca divertida — Sí, el clima ha decidido acompañarnos — respondo tranquilamente, a pesar de la sequedad. Él se ríe, es todo lo que voy a obtener de su parte. Me da el permiso de avanzar, dejamos a Weynart y gran parte de los aurores atrás. Somos solo el presidente, dos guardias y yo los que bajamos por el ascensor. Puedo ver los niveles descender mientras que el vapor empieza a salir entre mis labios, helado. Puedo sentir el sonido del fondo del océano y una vocecita contando números. Para cuando se abren las puertas y Magnar lanza el patronus, hasta tengo el impulso de darle las gracias, que sé muy bien por dónde se irían los malos recuerdos producidos por los dementores. Uno de ellos se encuentra de pie frente a una puerta, aspirando el aire con tanta fuerza que mis pasos se sienten vacilantes. Luego me recuerdo quién está del otro lado. Mi corazón se acelera, creo que me tiemblan las piernas y no reconozco el grado de emoción dentro de mis entrañas. Las dudas del último mes me golpean en toda la cara, me recuerdan todos los rostros que he visto, esos que dejé atrás para estar aquí. El presidente me quita las esposas con un movimiento de la varita e, involuntariamente, froto mis muñecas — Los dejaré solos por unos minutos — promete, algo en su actitud me hace pensar en los caballeros de las novelas de Beverly. Sus ojos recuerdan más a una serpiente venenosa — Informar nuestro trato será cosa tuya. Para cuando regrese, espero que hayas visto que tengo tu paquete para entregar y podremos afinar los últimos detalles.
Ni siquiera respondo, solamente hago un asentimiento con la cabeza y entonces, la celda se abre. La luz es demasiado blanca, hace que parpadee antes de tomar aire y entrar. Oigo la puerta cerrándose detrás de mí y, por un breve instante, temo haber caminado por cuenta propia hacia mi encierro. Entonces me fijo en la mujer pequeña que se encuentra en el suelo, cuya piel posee más de un color. No la reconozco, no quiero hacerlo. Mi cuerpo sí lo hace, tanto que puedo sentir un estremecimiento interno al avanzar hacia ella con piernas temblorosas, lanzándome hasta que las rodillas golpean el suelo y puedo tomarla por los hombros — Avs… — no sé qué es lo que esperaba ver, pero fuese lo que fuese no iba a prepararme para esto. Me siento soltar un quejido, no puedo verla porque algo empaña mi vista y creo que soy yo mismo, me desbordo, me encuentro con los mismos temores de hace años representados en alguien a quien no pudimos proteger. Tomo su rostro, busco que me mire y no puedo sostener su mirada. Me siento llorar — Yo… Lo lamento tanto… ¿Qué…? — apenas sale mi voz, paso mis pulgares por sus mejillas arañadas — ¿Pero qué te han hecho? — es obvio que no busco una verdadera respuesta. Solo puedo abrazarla, rodearla con mis brazos y estrecharla contra mi pecho, allí donde puedo protegerla demasiado tarde y donde tampoco puede verme el rostro, ese que se transforma en la mayor muestra de dolor que he tenido en mucho tiempo. Ahí, donde todos fallamos, donde somos vulnerables, donde sabemos que no importa cuánto corramos, siempre encontrarán el modo de herirnos. No somos eternos.
Hace mucho tiempo que no me subo a un tren, los recuerdos no son agradables. Me mantengo en mi asiento, dejando que el paisaje cambie mientras cruzamos NeoPanem a toda velocidad. Nadie se fija en mí en el vagón, me oculto tras las capas de abrigo, el gorro, la bufanda, el aire pesado que me envuelve. Para media tarde ingresamos en una estación demasiado lujosa e inmensa como para solo poder ser la del Capitolio. Allí están, una media docena de aurores esperando para chequearme, evitando el acercamiento de los civiles que se fijan en la escena con algo de curiosidad. Ellos hablan, yo solo escucho. ¿Qué tendría para decir, de todos modos? Reconozco solamente los ojos de Riorden Weynart, pero no le presto atención a lo que sale de su boca. Por extraño que parezca, le dedico una sonrisa irónica y pesada. Él ha ganado, al menos entre nosotros dos y ni siquiera fue mérito suyo. Permito las esposas y, así como así, nos desaparecemos.
El viento golpea mucho más fuerte en el muelle de la isla en la cual se alza la Base de Seguridad. Puedo ver el rostro de Magnar Aminoff mientras avanzamos, tiene una sonrisa sutil y una mirada cautelosa. Su saludo y deseo de buenos días, tan casual, hacen que alce una de las cejas con una mueca divertida — Sí, el clima ha decidido acompañarnos — respondo tranquilamente, a pesar de la sequedad. Él se ríe, es todo lo que voy a obtener de su parte. Me da el permiso de avanzar, dejamos a Weynart y gran parte de los aurores atrás. Somos solo el presidente, dos guardias y yo los que bajamos por el ascensor. Puedo ver los niveles descender mientras que el vapor empieza a salir entre mis labios, helado. Puedo sentir el sonido del fondo del océano y una vocecita contando números. Para cuando se abren las puertas y Magnar lanza el patronus, hasta tengo el impulso de darle las gracias, que sé muy bien por dónde se irían los malos recuerdos producidos por los dementores. Uno de ellos se encuentra de pie frente a una puerta, aspirando el aire con tanta fuerza que mis pasos se sienten vacilantes. Luego me recuerdo quién está del otro lado. Mi corazón se acelera, creo que me tiemblan las piernas y no reconozco el grado de emoción dentro de mis entrañas. Las dudas del último mes me golpean en toda la cara, me recuerdan todos los rostros que he visto, esos que dejé atrás para estar aquí. El presidente me quita las esposas con un movimiento de la varita e, involuntariamente, froto mis muñecas — Los dejaré solos por unos minutos — promete, algo en su actitud me hace pensar en los caballeros de las novelas de Beverly. Sus ojos recuerdan más a una serpiente venenosa — Informar nuestro trato será cosa tuya. Para cuando regrese, espero que hayas visto que tengo tu paquete para entregar y podremos afinar los últimos detalles.
Ni siquiera respondo, solamente hago un asentimiento con la cabeza y entonces, la celda se abre. La luz es demasiado blanca, hace que parpadee antes de tomar aire y entrar. Oigo la puerta cerrándose detrás de mí y, por un breve instante, temo haber caminado por cuenta propia hacia mi encierro. Entonces me fijo en la mujer pequeña que se encuentra en el suelo, cuya piel posee más de un color. No la reconozco, no quiero hacerlo. Mi cuerpo sí lo hace, tanto que puedo sentir un estremecimiento interno al avanzar hacia ella con piernas temblorosas, lanzándome hasta que las rodillas golpean el suelo y puedo tomarla por los hombros — Avs… — no sé qué es lo que esperaba ver, pero fuese lo que fuese no iba a prepararme para esto. Me siento soltar un quejido, no puedo verla porque algo empaña mi vista y creo que soy yo mismo, me desbordo, me encuentro con los mismos temores de hace años representados en alguien a quien no pudimos proteger. Tomo su rostro, busco que me mire y no puedo sostener su mirada. Me siento llorar — Yo… Lo lamento tanto… ¿Qué…? — apenas sale mi voz, paso mis pulgares por sus mejillas arañadas — ¿Pero qué te han hecho? — es obvio que no busco una verdadera respuesta. Solo puedo abrazarla, rodearla con mis brazos y estrecharla contra mi pecho, allí donde puedo protegerla demasiado tarde y donde tampoco puede verme el rostro, ese que se transforma en la mayor muestra de dolor que he tenido en mucho tiempo. Ahí, donde todos fallamos, donde somos vulnerables, donde sabemos que no importa cuánto corramos, siempre encontrarán el modo de herirnos. No somos eternos.
Generalmente cuento en palpitaciones los segundos desde que los tormentos receden hasta que la puerta se abre para tratar de adivinar quién será mi próximo visitante. Nunca lo logro y si adivino es más que nada por suerte. Aminoff es mucho más errático que Powell, pero todavía sigo sin saber si eso es cosa suya o es el ritmo de mi corazón el que varía dependiendo de qué es lo que la criatura me obliga a ver. Sé que cuando recuerdo el último día del catorce, y en especial esos segundos entre la tortura de Kendrick y el descubrir el cadáver de mi madre, que mi corazón palpita tan rápido que debería ser considerado taquicardia. No que lo fuese a saber nunca, lo más cercano que he tenido a un doctor aquí dentro es aquellos pocos momentos en los que Powell se muestra compasivo solo para que yo me muestre consciente. Una tarea difícil en muchas ocasiones, dependiendo en especial que tan creativo había sido su presidente.
No sé qué pensar cuando la puerta no se abre con la rapidez a la que estoy acostumbrada, y no sé si será alguno de mis visitantes menos frecuentes, o la antelación de una persona que prepara algo peor. ¿Es que el dementor se había aburrido? Tal vez ya tendría mi alma, pero lo dudaba, este no era el silencio que esperaba tener de un acto como aquel. No la duda, no la ansiedad, no la irritable y constante sensación de impotencia y terror. Al final la puerta sí se abre, pero la figura que por ella aparece está lejos de ser ninguna de las que espero. - No... - Mi voz es apenas audible entre el pánico y la desesperación que me abruman, y quiero retroceder todo lo que pueda, levantarme y salir corriendo, o al menos hacer algo distinto a quedarme tan paralizada como lo estoy. ¿Podía ser ésta otra de las crueldades de Hans Powell? ¿A quién tenía que rogarle para que lo fuera? ¿Qué tanto tenía que pedir, rogar o suplicar para que no fuera Ben el que acababa de entrar por la celda? Pero lo es, incluso si su figura no fuera tan reconocible, ni el más nítido de los recuerdos que Powell me mostraban tenían el grado de exactitud tal en el que puedo reconocer sus pisadas, su aroma, y ese bendito apodo que se sentía como un cuchillo filoso directo contra mi garganta. ¿Qué es lo que ha hecho? ¿Cömo es que ha llegado a estar aquí?
Aún así mi cuerpo me traiciona, y cuando sus manos toman mi rostro una calidez que no he sentido en lo que parece una eternidad me estremece por completo. Y lloro, lloro porque no puedo responder a su pregunta, no tengo las palabras para hacerlo porque lo único que puedo hacer es desmoronarme en sus brazos, permitiéndome sentir esa calidez que me llena de esperanza y de terror al mismo tiempo. Un terror tan profundo y tan punzante que siento que terminaré partiéndome por la mitad. - ¿Qué…? ¿Qué es lo que te harán a tí? Ben… ¿Qué haces aquí? Ben… - Su nombre suena como una plegaria y no sé como terminar de refugiarme contra él, escondiendo mi rostro en su pecho, incapaz de mirarlo con los ojos que ahora le pertencen a otra persona. Unos que se muestran llenos de cobardía, y que se sienten culpables. Culpables por saber que si no he podido defenderme a mí misma, no podré protegerlo a él de lo que sea que Magnar pueda hacerle para cumplir su promesa. ¿Qué son estos segundos de paz? Porque no es un dejo de piedad, ese hombre no reconocería la piedad ni aunque se la pintaran en un mural. Debe ser otra cosa… El preludio al peor de las torturas que pudiese infringirme. ¿No lo había dicho? Llenaría todas las celdas vecinas de gritos solo para torturarme, y yo había sido tan ilusa de creer que eso jamás podría pasar. Tenía fé, esperaba de verdad que pudiesen mantenerse a salvo y no surfrir mi mismo destino, y sin embargo… No tengo la fuerza para aferrarme a su cuerpo como me gustaría, como lo habría hecho en otras ocasiones, como necesito hacerlo ahora, desesperada por no soltarlo jamás, desesperada para no dejarlo a merced de las víboras más letales que había conocido. - Cómo... por qué.. Ben... -Esta vez su nombre es un suspiro, uno que quiso ser un grito y se evaporó en medio del llanto y la agonía de no saber qué esperar.
No sé qué pensar cuando la puerta no se abre con la rapidez a la que estoy acostumbrada, y no sé si será alguno de mis visitantes menos frecuentes, o la antelación de una persona que prepara algo peor. ¿Es que el dementor se había aburrido? Tal vez ya tendría mi alma, pero lo dudaba, este no era el silencio que esperaba tener de un acto como aquel. No la duda, no la ansiedad, no la irritable y constante sensación de impotencia y terror. Al final la puerta sí se abre, pero la figura que por ella aparece está lejos de ser ninguna de las que espero. - No... - Mi voz es apenas audible entre el pánico y la desesperación que me abruman, y quiero retroceder todo lo que pueda, levantarme y salir corriendo, o al menos hacer algo distinto a quedarme tan paralizada como lo estoy. ¿Podía ser ésta otra de las crueldades de Hans Powell? ¿A quién tenía que rogarle para que lo fuera? ¿Qué tanto tenía que pedir, rogar o suplicar para que no fuera Ben el que acababa de entrar por la celda? Pero lo es, incluso si su figura no fuera tan reconocible, ni el más nítido de los recuerdos que Powell me mostraban tenían el grado de exactitud tal en el que puedo reconocer sus pisadas, su aroma, y ese bendito apodo que se sentía como un cuchillo filoso directo contra mi garganta. ¿Qué es lo que ha hecho? ¿Cömo es que ha llegado a estar aquí?
Aún así mi cuerpo me traiciona, y cuando sus manos toman mi rostro una calidez que no he sentido en lo que parece una eternidad me estremece por completo. Y lloro, lloro porque no puedo responder a su pregunta, no tengo las palabras para hacerlo porque lo único que puedo hacer es desmoronarme en sus brazos, permitiéndome sentir esa calidez que me llena de esperanza y de terror al mismo tiempo. Un terror tan profundo y tan punzante que siento que terminaré partiéndome por la mitad. - ¿Qué…? ¿Qué es lo que te harán a tí? Ben… ¿Qué haces aquí? Ben… - Su nombre suena como una plegaria y no sé como terminar de refugiarme contra él, escondiendo mi rostro en su pecho, incapaz de mirarlo con los ojos que ahora le pertencen a otra persona. Unos que se muestran llenos de cobardía, y que se sienten culpables. Culpables por saber que si no he podido defenderme a mí misma, no podré protegerlo a él de lo que sea que Magnar pueda hacerle para cumplir su promesa. ¿Qué son estos segundos de paz? Porque no es un dejo de piedad, ese hombre no reconocería la piedad ni aunque se la pintaran en un mural. Debe ser otra cosa… El preludio al peor de las torturas que pudiese infringirme. ¿No lo había dicho? Llenaría todas las celdas vecinas de gritos solo para torturarme, y yo había sido tan ilusa de creer que eso jamás podría pasar. Tenía fé, esperaba de verdad que pudiesen mantenerse a salvo y no surfrir mi mismo destino, y sin embargo… No tengo la fuerza para aferrarme a su cuerpo como me gustaría, como lo habría hecho en otras ocasiones, como necesito hacerlo ahora, desesperada por no soltarlo jamás, desesperada para no dejarlo a merced de las víboras más letales que había conocido. - Cómo... por qué.. Ben... -Esta vez su nombre es un suspiro, uno que quiso ser un grito y se evaporó en medio del llanto y la agonía de no saber qué esperar.
Son contadas las veces que he visto a Ava llorar, la mayoría de esas oportunidades fueron culpa de situaciones que nos superaban a ambos, pero ninguna se parece a esta. Es un llanto diferente, jamás la he sentido tan frágil en mis brazos, tan derrumbada que siento que no podré sostenerla y acabará por fundirse en el suelo. Acaricio su pelo aunque no sirva de nada, tironeo de un saco ya sucio que se encuentra en el suelo y lo utilizo con cubrirla con torpeza, tratando de darle todo el calor que soy capaz a pesar de sentirme helado. Me encantaría poder cruzar esa puerta y saltar sobre el cuello de Aminoff, incluso si eso significa acabar ejecutado en el acto, me dejaría una enorme satisfacción — No me harán nada, lo prometo — es un juramento vacío, que sé que no me la dejarán pasar en limpio, que he aceptado ser un nuevo juguete para que ella no tenga que seguir pasando por esto. Pongo las manos en su cuello frío, le ayudo a prestarme toda la atención que sea capaz — Kendrick hizo un trato, te sacaré de aquí, todo estará bien. Estoy aquí, no voy a irme a ningún lado — es lo único que puedo decir que se sienta honesto.
Acaricio las solapas del saco, esas que acomodo mejor sobre ella en lo que mis ojos siguen el recorrido de mis dedos, asegurándome de que no puedo ver ningún corte o moretón — Acepté la oferta de Aminoff. Trabajaré para ellos a cambio de que te saquen de aquí, pero… — trago algo de saliva, que sé que no me lo va a perdonar y no soy tan fuerte como para soportar su enojo ahora mismo — Es solo un perdón de vida, no regresarás al nueve. Ninguno de nosotros lo hará — seguiremos siendo juguetes, fingiendo que vivimos una vida normal que será completamente controlada por ellos. Era lo mejor que podía hacer, lo único al alcance de mi mano — Lo solucionaremos, Avs, siempre encontramos el modo. Hemos ganado tiempo — es lo único que puedo pedir, cuando allá afuera muchas personas no estarán contentas con este accionar. Hasta encontrar una verdadera solución, es todo lo que puedo ofrecerle.
Acaricio las solapas del saco, esas que acomodo mejor sobre ella en lo que mis ojos siguen el recorrido de mis dedos, asegurándome de que no puedo ver ningún corte o moretón — Acepté la oferta de Aminoff. Trabajaré para ellos a cambio de que te saquen de aquí, pero… — trago algo de saliva, que sé que no me lo va a perdonar y no soy tan fuerte como para soportar su enojo ahora mismo — Es solo un perdón de vida, no regresarás al nueve. Ninguno de nosotros lo hará — seguiremos siendo juguetes, fingiendo que vivimos una vida normal que será completamente controlada por ellos. Era lo mejor que podía hacer, lo único al alcance de mi mano — Lo solucionaremos, Avs, siempre encontramos el modo. Hemos ganado tiempo — es lo único que puedo pedir, cuando allá afuera muchas personas no estarán contentas con este accionar. Hasta encontrar una verdadera solución, es todo lo que puedo ofrecerle.
Casi que quiero gritar cuando siento que una parte de él se desprende en su agarre, y probablemente lo hubiese hecho de no ser porque entiendo sus intenciones cuando la tela busca cubrirme. Tenía que admitir que dolía esa necesidad de envolverme, porque yo misma había descartado esa prenda al saberla inútil contra el frío, contra el dolor, contra todo lo que tenía que soportar dentro de estas cuatro paredes. Pero no encuentro las palabras para explicarle, no cuando conozco sus intenciones y la verdad sería peor que abofetearlo en la cara con algo punzante. Tan punzante como la rabia que me genera luego el escuchar lo que trata de decirme. - ¿Qué es lo que…?- No podía ser tan estúpido, no podían ser tan irreverentemente inconscientes. ¿Es que acaso habían perdido la cabeza? ¿Habían pensado de verdad lo que podía significar un trato, cualquier trato con alguien como Aminoff?
No, todo no estaría bien. Nada estaría bien. No cuando por fin comprendo lo que ha hecho y se siente casi que peor que el que lo hayan capturado. Había venido por voluntad propia, Kendrick lo había permitido. Habían… Me separo como puedo de su tacto, tratando de procesar lo que me está diciendo, tratando de entender el precio que ha pagado por sacarme de aquí, y fallando de manera miserable. ¿Cömo podrían pesar algo como esto en una balanza y llegar a la conclusión de que valía la pena? - ¿Ganar tiempo? Crees que puedas medir un sacrificio como este y justificarlo con el “tiempo”... ¿Cómo esperas…? Cómo puedes siquiera pensar… - Presiono mis dientes contra sí y trato de contener el caudal de lágrimas que no ha frenado desde que apareció. Pero no puedo, no cuando acompañado de la rabia viene la sensación de alivio, la de temor, y muchas cosas más que hacen que no me entienda. No puedo con toda la maraña de emociones que se enredan y se anudan dentro mío, tironeando de partes que creía olvidadas si no es que perdidas, ahogándome entre la necesidad de golpearlo y abrazarlo en partes iguales. - ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Darte las gracias por arruinarte la vida a mi costa? Ben… Habíamos hablado de esto, habíamos aclarado que tú jamás ibas a ser el daño menor, o la pieza de la que se podía disponer. - ¿Qué esperaba que sintiese más que la culpa en sí misma? - ¿Cómo sabías que estaba viva? ¿Por qué te arriesgaste de esta manera? Ben… - Voy a terminar gastando su nombre, pero incluso mientras trato de golpear su pecho con el borde de mi puño cerrado, vuelvo a acercar mi rostro a su torso para refugiarme en él. - No me mientas, por favor… No me mientas. No puedes creer que esto terminará bien. No cuando todo mi sistema de creencias se basaba en creer que ustedes lo estaban y ahora…- Freno mis débiles golpeteos y uso esa misma mano para sostenerme de su ropa en un intento débil de creer que tengo las fuerzas para cualquier cosa- Si dices que vamos a encontrar el modo de salir de esta, lo creeré. Juro que trataré de hacerlo. Pero si esta es solo otra de tus ideas suicidas, si crees que no saldremos bien, los dos, no me mientas. - Porque sé que yo habría hecho lo mismo que él, casi que sin dudarlo, y sin la necesidad de creer en una salida. No iba a permitir que se justificase en una mentira solo para tratar de darme paz.
No, todo no estaría bien. Nada estaría bien. No cuando por fin comprendo lo que ha hecho y se siente casi que peor que el que lo hayan capturado. Había venido por voluntad propia, Kendrick lo había permitido. Habían… Me separo como puedo de su tacto, tratando de procesar lo que me está diciendo, tratando de entender el precio que ha pagado por sacarme de aquí, y fallando de manera miserable. ¿Cömo podrían pesar algo como esto en una balanza y llegar a la conclusión de que valía la pena? - ¿Ganar tiempo? Crees que puedas medir un sacrificio como este y justificarlo con el “tiempo”... ¿Cómo esperas…? Cómo puedes siquiera pensar… - Presiono mis dientes contra sí y trato de contener el caudal de lágrimas que no ha frenado desde que apareció. Pero no puedo, no cuando acompañado de la rabia viene la sensación de alivio, la de temor, y muchas cosas más que hacen que no me entienda. No puedo con toda la maraña de emociones que se enredan y se anudan dentro mío, tironeando de partes que creía olvidadas si no es que perdidas, ahogándome entre la necesidad de golpearlo y abrazarlo en partes iguales. - ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Darte las gracias por arruinarte la vida a mi costa? Ben… Habíamos hablado de esto, habíamos aclarado que tú jamás ibas a ser el daño menor, o la pieza de la que se podía disponer. - ¿Qué esperaba que sintiese más que la culpa en sí misma? - ¿Cómo sabías que estaba viva? ¿Por qué te arriesgaste de esta manera? Ben… - Voy a terminar gastando su nombre, pero incluso mientras trato de golpear su pecho con el borde de mi puño cerrado, vuelvo a acercar mi rostro a su torso para refugiarme en él. - No me mientas, por favor… No me mientas. No puedes creer que esto terminará bien. No cuando todo mi sistema de creencias se basaba en creer que ustedes lo estaban y ahora…- Freno mis débiles golpeteos y uso esa misma mano para sostenerme de su ropa en un intento débil de creer que tengo las fuerzas para cualquier cosa- Si dices que vamos a encontrar el modo de salir de esta, lo creeré. Juro que trataré de hacerlo. Pero si esta es solo otra de tus ideas suicidas, si crees que no saldremos bien, los dos, no me mientas. - Porque sé que yo habría hecho lo mismo que él, casi que sin dudarlo, y sin la necesidad de creer en una salida. No iba a permitir que se justificase en una mentira solo para tratar de darme paz.
No tiene sentido que se lo explique, no cuando allí donde yo veo tiempo, ella ve locura. Puedo imaginar toda la mierda que tuvo que soportar, pero no podré ponerme nunca en su piel porque eso será una experiencia que deberá llevar consigo por el resto de su vida. Mis manos no son tan grandes como para curar cada parte de su alma, ni siquiera me sirven para abrazarla mejor cuando ella solo busca alejarse de mí como si le hubiese fallado. Estoy seguro de que lo hice, de qué va a odiarme a partir de hoy, pero prefiero eso a seguir permitiendo… lo que sea que le hayan hecho — Era la mejor opción, creeme. Kendrick quería venir él mismo y eso hubiera terminado muy mal — ni siquiera como una tregua, sino más bien un ataque suicida que terminaría frenando nuestros avances. Cuando analizas la situación, era conveniente que uno sea la pieza de descarte y yo tenía los medios. ¿Es tan difícil de comprender?
Lo que no sabía que me costaría responder es una pregunta demasiado simple. Tengo que frenar el golpe de su puño con mi mano, a pesar de que no me está lastimando — Magnar nos envió el anillo de tu madre. Fue un regalo de Navidad para Ken y hemos estado pensando qué hacer desde entonces — sé que eso no le gustará, que sólo empeorará las cosas que el hombre que le hizo esto se haya tomado el atrevimiento de extorsionar al chico que ella siempre ha cuidado con garras y dientes. Pero, solo tal vez, pueda ayudarle a comprender mis razones para estar aquí. Intento atajarla, la dejo recargarse en mí como cuando éramos niños y podía servirle de almohada para las noches de cuentos. Apoyo mi mentón en su cabeza, ahora que estoy aquí, oyendo sus deseos y lamentos, siento hasta cierta vergüenza por hacer esto. Por mentirle al decirle que todo estará bien, cuando nos harán la vida imposible con tal de conservarla hasta que puedan rescatarnos… si es que lo hacen. Hay otras prioridades, pueden pasar años hasta que la situación mejore para poder sacarnos de aquí. Cierro los ojos con fuerza, reprimo las ganas de llorar y uso su cabello para limpiar un par de lágrimas silenciosas, que espero que ella no sea capaz de ver.
Me tomo un rato en contestar, tengo que tragar saliva. Empujo cualquier idea de lo que hemos dejado atrás, porque sé que el futuro será muy diferente al pasado — No sé qué harán contigo — confieso — Solo hemos negociado que te sacarán de aquí a cambio de mis servicios. Kendrick insistió en que tenemos que mantenernos juntos y Aminoff accedió a un control domiciliario, a cambio de que tú también les seas de utilidad. Se reservó el derecho de decirnos qué es lo que ha escogido — admito. Bajo mis labios, buscando el hablar cerca de su oído, que sé que posiblemente esta habitación no se encuentre libre de micrófonos — Nuestros amigos no nos dejarán solos, lo sabes, pero no sé cuánto tomará o si podrán hacerlo — porque nadie se queda atrás, esa es la ley primera.
Lo que no sabía que me costaría responder es una pregunta demasiado simple. Tengo que frenar el golpe de su puño con mi mano, a pesar de que no me está lastimando — Magnar nos envió el anillo de tu madre. Fue un regalo de Navidad para Ken y hemos estado pensando qué hacer desde entonces — sé que eso no le gustará, que sólo empeorará las cosas que el hombre que le hizo esto se haya tomado el atrevimiento de extorsionar al chico que ella siempre ha cuidado con garras y dientes. Pero, solo tal vez, pueda ayudarle a comprender mis razones para estar aquí. Intento atajarla, la dejo recargarse en mí como cuando éramos niños y podía servirle de almohada para las noches de cuentos. Apoyo mi mentón en su cabeza, ahora que estoy aquí, oyendo sus deseos y lamentos, siento hasta cierta vergüenza por hacer esto. Por mentirle al decirle que todo estará bien, cuando nos harán la vida imposible con tal de conservarla hasta que puedan rescatarnos… si es que lo hacen. Hay otras prioridades, pueden pasar años hasta que la situación mejore para poder sacarnos de aquí. Cierro los ojos con fuerza, reprimo las ganas de llorar y uso su cabello para limpiar un par de lágrimas silenciosas, que espero que ella no sea capaz de ver.
Me tomo un rato en contestar, tengo que tragar saliva. Empujo cualquier idea de lo que hemos dejado atrás, porque sé que el futuro será muy diferente al pasado — No sé qué harán contigo — confieso — Solo hemos negociado que te sacarán de aquí a cambio de mis servicios. Kendrick insistió en que tenemos que mantenernos juntos y Aminoff accedió a un control domiciliario, a cambio de que tú también les seas de utilidad. Se reservó el derecho de decirnos qué es lo que ha escogido — admito. Bajo mis labios, buscando el hablar cerca de su oído, que sé que posiblemente esta habitación no se encuentre libre de micrófonos — Nuestros amigos no nos dejarán solos, lo sabes, pero no sé cuánto tomará o si podrán hacerlo — porque nadie se queda atrás, esa es la ley primera.
¿Qué Kendrick había querido hacer qué?¿Es que acaso…? los mataría, a los dos. Simple y llanamente, en la primer oportunidad que tuviese los pondría a cada uno en una silla y les daría el sermón de su existencia y… Oh por favor, ¿cuándo había sido la última vez que pensé en hacer algo a futuro? Aunque sea algo tan común como ver a Ken y a Ben en una misma habitación mientras trato de hacerlos entrar en razón. ¿Es normal que duela tanto? Una cosa tan pequeña y tan tonta como el poder imaginarme fuera se siente como si me estuvieran estrujando el pecho con cadenas, y no sé si eso es un reflejo del maltrato físico de los últimos ¿meses?, o si es producto de creerme la peor persona del mundo al poder pensar a futuro cuando es a costa de la libertad de Benedict.
- Maldito bastardo… - Me llevo una mano al cuello por inercia y trato de no pensar en aquel día en el que me lo había arrebatado, tan solo segundos antes de salir de esta misma celda llevándoselo como un premio, como si fuera a mí misma a la que podía tener encerrada dentro de su puño. Y por momentos se sentía que lo había hecho, que había logrado llevarme consigo… pero incluso aunque las consecuencias no habían sido las que me hubieran gustado, había optado por devolverme a dónde debía estar, ¿podría servirme eso como consuelo? - ¿Cuánto tiempo ha pasado?- No era algo que en verdad quisiera saber, pero sí lo necesitaba. Era un deseo casi que masoquista, pero luego de pasar lo que en mi reloj se había sentido una eternidad, creía merecer esa información. Porque no sabía ya que eran los segundos, los minutos o siquiera los días. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que él había atravesado la puerta? Si tenía que elegir otro momento para que se sintiera como una eternidad, no me molestaría que fuese este. Aunque cada fibra dentro mío pareciera gritar o quemar por razones diferentes, no podía no encontrar consuelo en su presencia. Y era egoísta, terriblemente egoísta, ¿qué tan terrible persona tenía que ser para sentirme de esta manera? Pero incluso aunque quisiera matarlo por hacer lo que hizo, por haber aceptado un trato con la peor de las alimañas, estaba aliviada hasta el punto de no saber ya por qué estaba llorando.
- ¿Serle de utilidad? - No quiero temblar, quiero poder reírme de la situación y emitir algún comentario casi que sarcástico, pero ninguno se siente de buen gusto o siquiera algo que Ben se mereciera escuchar. No puedo imaginar cómo serle de utilidad a alguien como Aminoff, ¿que querría?, ¿que fuera su afilador de varita?, ¿su prostituta personal? Eso no sería algo nuevo y si algo me había quedado en claro, era que Magnar no tendría problemas en innovar. -Bien, puedo con eso, ¿pero a tí? ¿te dijeron qué es lo que harán contigo? - Porque eso sí me asusta, y con tan pocos datos del afuera, casi ninguno en realidad… No no dejaran solos, pero en el mientras lo estaríamos, ¿no era así? - ¿Cuál es el precio que realmente tuviste que pagar?
Me aferro a él, al saco o a cualquier cosa que impida que me desplome contra el suelo, pero trato de mantenerme entera y no dejar que… todo, se arremoline en mi cabeza como si el dementor todavía estuviese tratando de arrastrar mi alma. - Aminoff me ha dicho que se hicieron con el nueve, pero no me ha dicho en verdad nada más. ¿Están todos…? - Porque me había dicho que Kendrick estaba bien, y pese a que eso me aliviaba a horrores, no era el único que me importaba allí adentro. ¿Sería una guerra constante? ¿podrían haber encontrado algo de paz? ¿qué tan grande había sido su sacrificio? Había tantas pero tantas preguntas qué le quería hacer, y aún así no tenía idea de qué tiempo era el qué tenía en las manos. ¿Cuándo terminarían estos segundos de piedad?
- Maldito bastardo… - Me llevo una mano al cuello por inercia y trato de no pensar en aquel día en el que me lo había arrebatado, tan solo segundos antes de salir de esta misma celda llevándoselo como un premio, como si fuera a mí misma a la que podía tener encerrada dentro de su puño. Y por momentos se sentía que lo había hecho, que había logrado llevarme consigo… pero incluso aunque las consecuencias no habían sido las que me hubieran gustado, había optado por devolverme a dónde debía estar, ¿podría servirme eso como consuelo? - ¿Cuánto tiempo ha pasado?- No era algo que en verdad quisiera saber, pero sí lo necesitaba. Era un deseo casi que masoquista, pero luego de pasar lo que en mi reloj se había sentido una eternidad, creía merecer esa información. Porque no sabía ya que eran los segundos, los minutos o siquiera los días. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que él había atravesado la puerta? Si tenía que elegir otro momento para que se sintiera como una eternidad, no me molestaría que fuese este. Aunque cada fibra dentro mío pareciera gritar o quemar por razones diferentes, no podía no encontrar consuelo en su presencia. Y era egoísta, terriblemente egoísta, ¿qué tan terrible persona tenía que ser para sentirme de esta manera? Pero incluso aunque quisiera matarlo por hacer lo que hizo, por haber aceptado un trato con la peor de las alimañas, estaba aliviada hasta el punto de no saber ya por qué estaba llorando.
- ¿Serle de utilidad? - No quiero temblar, quiero poder reírme de la situación y emitir algún comentario casi que sarcástico, pero ninguno se siente de buen gusto o siquiera algo que Ben se mereciera escuchar. No puedo imaginar cómo serle de utilidad a alguien como Aminoff, ¿que querría?, ¿que fuera su afilador de varita?, ¿su prostituta personal? Eso no sería algo nuevo y si algo me había quedado en claro, era que Magnar no tendría problemas en innovar. -Bien, puedo con eso, ¿pero a tí? ¿te dijeron qué es lo que harán contigo? - Porque eso sí me asusta, y con tan pocos datos del afuera, casi ninguno en realidad… No no dejaran solos, pero en el mientras lo estaríamos, ¿no era así? - ¿Cuál es el precio que realmente tuviste que pagar?
Me aferro a él, al saco o a cualquier cosa que impida que me desplome contra el suelo, pero trato de mantenerme entera y no dejar que… todo, se arremoline en mi cabeza como si el dementor todavía estuviese tratando de arrastrar mi alma. - Aminoff me ha dicho que se hicieron con el nueve, pero no me ha dicho en verdad nada más. ¿Están todos…? - Porque me había dicho que Kendrick estaba bien, y pese a que eso me aliviaba a horrores, no era el único que me importaba allí adentro. ¿Sería una guerra constante? ¿podrían haber encontrado algo de paz? ¿qué tan grande había sido su sacrificio? Había tantas pero tantas preguntas qué le quería hacer, y aún así no tenía idea de qué tiempo era el qué tenía en las manos. ¿Cuándo terminarían estos segundos de piedad?
No sé por qué me cuesta poner en palabras el tiempo que ha pasado, debe ser porque sé lo que puede significar para ella, todo lo que se ha perdido, todo lo que le robaron — Hoy es treinta de enero — respondo simplemente, que Ava saque sus cuentas, no tengo el valor de hacerlo por ella. No puedo decirle más, no tengo idea de lo que está pensando hacer Aminoff y solo me queda sacudir la cabeza con un movimiento de mis hombros. Hay algo en la manera que tiene mi hermanastra de hablar del presidente que me hiela la sangre y tengo que recordarme que no puedo dejar que mi cabeza se caliente, no ahora — Yo… — no oculto mi incomodidad, dejo que mi cuerpo se acomode y mi peso cae sobre mis talones al echarme hacia atrás — Trabajaré para su escuadrón de licántropos y serviré como vocero de guerra — ruedo un poco los ojos, que no es extraño que los vencedores de los Black estaban en su contra. Ya me puedo oler el juego.
Esperaba esa pregunta. La tomo con cuidado de los brazos, tratando de tranquilizarla con mi apretón — Kenny y Lea — es lo único que puedo decir, mi boca se siente pastosa al hablar — Los demás están bien, hemos impuesto un consejo y… todo ha valido la pena. Las personas se están mudando, hay esclavos libres y… bueno, es obvio que el gobierno está furioso — su piel es una clara demostración de ello. Tomo sus manos, las presiono cerca de mi pecho en lo que mi frente empuja la suya con cariño. No pensé que iba a tener la oportunidad de hacer esto nuevamente, si soy sincero. Pensé que ese día de noviembre había sido el último, aunque apenas hubiésemos hablado. Ni siquiera recuerdo qué fue lo último que le dije — No iba a dejarte atrás y lo sabes, así que no puedes culparme por hacer una estupidez. Los demás se encuentran bien, siguen peleando y eso es lo que importa. Nosotros nos encargaremos de sobrevivir aquí, un paso a la vez — por difícil que sea, que los dos sabemos muy bien que no tendremos una vida común y corriente servida en bandeja. No seremos más que un juguete.
La puerta se abre a mis espaldas, asumo que se ha acabado el toque de gracia. Aprieto con mayor fuerza sus dedos, que no quiero que Magnar Aminoff siquiera respire cerca de la persona que se ha decidido a mancillar. Tengo que tomar valor y pasar saliva para separarme de ella, forzando una sonrisa tensa que busca darle un mínimo de confianza — Te ayudaré a ponerte de pie, ¿de acuerdo? — que no tengo idea de si se mantiene activa o no, pero su anatomía habla por sí sola. Me enderezo, sosteniendo su torso con cuidado en lo que mi otra mano aún sostiene las suyas, hasta que ambos estamos de pie. Ayudo a que se recargue en mí y paso un brazo a su alrededor, dudoso de si debo dejarla caminar o simplemente alzarla. Hay una puerta abierta frente a nosotros y no es el mejor camino a tomar, pero es el único que tenemos ahora. Al menos, estamos juntos en esto.
Esperaba esa pregunta. La tomo con cuidado de los brazos, tratando de tranquilizarla con mi apretón — Kenny y Lea — es lo único que puedo decir, mi boca se siente pastosa al hablar — Los demás están bien, hemos impuesto un consejo y… todo ha valido la pena. Las personas se están mudando, hay esclavos libres y… bueno, es obvio que el gobierno está furioso — su piel es una clara demostración de ello. Tomo sus manos, las presiono cerca de mi pecho en lo que mi frente empuja la suya con cariño. No pensé que iba a tener la oportunidad de hacer esto nuevamente, si soy sincero. Pensé que ese día de noviembre había sido el último, aunque apenas hubiésemos hablado. Ni siquiera recuerdo qué fue lo último que le dije — No iba a dejarte atrás y lo sabes, así que no puedes culparme por hacer una estupidez. Los demás se encuentran bien, siguen peleando y eso es lo que importa. Nosotros nos encargaremos de sobrevivir aquí, un paso a la vez — por difícil que sea, que los dos sabemos muy bien que no tendremos una vida común y corriente servida en bandeja. No seremos más que un juguete.
La puerta se abre a mis espaldas, asumo que se ha acabado el toque de gracia. Aprieto con mayor fuerza sus dedos, que no quiero que Magnar Aminoff siquiera respire cerca de la persona que se ha decidido a mancillar. Tengo que tomar valor y pasar saliva para separarme de ella, forzando una sonrisa tensa que busca darle un mínimo de confianza — Te ayudaré a ponerte de pie, ¿de acuerdo? — que no tengo idea de si se mantiene activa o no, pero su anatomía habla por sí sola. Me enderezo, sosteniendo su torso con cuidado en lo que mi otra mano aún sostiene las suyas, hasta que ambos estamos de pie. Ayudo a que se recargue en mí y paso un brazo a su alrededor, dudoso de si debo dejarla caminar o simplemente alzarla. Hay una puerta abierta frente a nosotros y no es el mejor camino a tomar, pero es el único que tenemos ahora. Al menos, estamos juntos en esto.
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