The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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No quería venir sin traerte nada, pero no sabía que traerte a ti y sí sabía a quién le quería traer algo. ¿Ya eligieron un nombre? Dejé vacío donde dice «Para», si tienes una lapicera cerca puedo escribirlo…— digo, mientras espero que sus manos rompan el envoltorio verde con diseños navideños para que pueda descubrir el automóvil de colección, sé que es una tontería, pero como hijo de mecánicos tuve un montón de estos y cuando tienes un padre que se tira de panza al suelo para armar carreras que pueden durar toda la tarde, como juguete se carga de tantos recuerdos buenos, que tiendes a creer que todos los niños y niñas deben tener uno así, que Charlie también los tuvo. Me robaba los míos también. De a ratos la casa de Phoebe también me recuerda a la de mis padres, es hasta emocionante que haya un niño por nacer de alguien que considero cercano y un cumpleaños al que tenga que ir cada año, cuando entre la gente de mi edad todavía nos faltan años luz como para pasar por algo así. Es la ilusión de una cierta normalidad que estalla en mi cabeza como una burbuja de jabón, explotan una detrás de la otra.

Pese a la sonrisa que le muestro, siempre he pensado en la vida como fotografías. Había un par de cuando mi hermana nació en la que se nos veía a los cuatro, no puedo decir que mis padres algo más que felicidad, en todos estos años no han sabido mostrar otra cosa que no fuera una cierta alegría en casa, de vez en cuando con algunas broncas como toda gente normal, pero éramos una imagen recortada como esas fotografías, en las que ves las caras sonrientes, inmóviles, solo una parte del patio. Nada del contexto real de esa imagen, nada sobre todo lo que no muestra o no puede capturar, porque ya no está, una vez estuvo, pero ya no está. Phoebe va a tener a su bebé en un contexto de mierda, carga con él en situaciones que pensaría que nada tienen que ver con ella, entonces ¿por qué se ve metida en estas? ¿Por qué también queda en medio de varitas y enfrentamientos por un poder que la supera a ella, que me supera a mí? Tal vez porque no podemos escapar, porque incluso al margen todas estas cosas te afectan. Aunque no te eches al mar, el que te quedes en la orilla también hace que el agua te moje los pies… y en enero el agua es helada.  

La última vez que vine no me animé a decirte algo porque no quería… no te vi bien, no quería cargarte con mis propias cosas y tampoco quería que te angustiaras aún más, cuando todo lo que deberías hacer ahora es disfrutar de tu bebé— comienzo, enredo los dedos de mis manos para relajar la tensión que tengo concentrada allí, froto mi palma con el pulgar así voy calmándome. —¿Te acuerdas que una vez me dijiste que tendría que dejar de ver qué camino marcaron en mi familia para mí y que tratara de encontrar el mío? Tal vez no con esas palabras…— fue más bien dejar de buscar referencias, similitudes, errores que se repetían, lecciones que parecía que nunca fuéramos a aprender. Necesitaba saber a quiénes de todos me parecía, si a los abuelos que pese a su purismo mostraban simpatía a otros, a una abuela muggle que hizo literalmente de su vida un drama por su vocación de actriz, un abuelo abogado que por su falta de moral no le importó usar su trabajo para perjudicar a su esposa e hija, tías que pudieron ver en visiones propias sus desgracias y son ellas de las que nadie habla, mi padre hablándome de la familia como prioridad, sé que tenía que desprenderme de ellos para poder ir por mi lado, pero en estas semanas no hago más que ir volviendo hacia atrás, porque… —Estaba seguro de que iba bien, que conocía mi camino, con sus contradicciones lo aceptaba, sabía quién era y qué estaba haciendo, solo para llegar a un punto en que me di cuenta que me había perdido. Y que me había perdido hace mucho, que todo eso que creí que era un camino, era pura nada.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
De poco hubiera servido decirle a Dave que no tenía por qué haber comprado nada, si hará falta mucho tiempo hasta que mi hijo adquiera la comprensión suficiente como para saber lo que es un regalo, mucho más para que entienda el significado que hay detrás de todas esas molestias. Es algo que pienso inculcarle apenas haya nacido, no importa que sea demasiado pequeño, la importancia del dar en lugar del recibir, y es por esa razón por la que simplemente agradezco que haya tenido el detalle. — Hayden, cosa de tradiciones. — sonrío suavemente, mis manos están más concentradas en despegar el envoltorio navideño de la caja que revela un pequeño automóvil de juguete. Se me ensancha un poco más la sonrisa en lo que levanto la mirada hacia sus ojos, el calor que se remueve en mi interior es resultado de que tenga este gesto con alguien que ni siquiera ha tenido contacto con este mundo. — Gracias, Dave, estoy segura de que le va a encantar, serás el encargado de enseñarle a usarlo cuando haga algo más que dormir y tomar leche. — bromeo, aunque no me engaño a mí misma al asegurar que los próximos meses serán cortos de sueño. — ¿Puedes creerlo? Empezando el tercer trimestre del embarazo, si te voy a ser completamente honesta, estoy un poco aterrada, además de ansiosa. — como también nerviosa, la curva que se refleja en mis labios señala esa parte.

¿Y es que quién lo diría? No esperaba empezar mi vida como casada ya teniendo que incluir a alguien en la imagen, mucho menos tenía pensado que mi embarazo fuera como está yendo. Es una buena cosa que después de lo que ocurrió en el nueve enlazara la recuperación con las vacaciones de navidad. Siento que no he tenido apenas contacto con mis alumnos este año, lo lamento bastante porque en estos meses de descanso me he dado cuenta de que no me desagrada mi trabajo, todo lo contrario pese a que no está entre mis aficiones favoritas el madrugar. Pero cuando ya se acerca tanto, que no tanto si tengo en cuenta que quedan unos tres meses redondeando, la fecha de nacimiento, me entran estas inseguridades de madre primeriza que no hay libros que salven, ni charlas con Lara y Mo. Tengo que dejar todos esos pensamientos a un lado cuando la atención deja de llevársela el juguete que dejo a un lado y se centra en las palabras indecisas de mi amigo. — ¿Sabes? Aquel día me dejaste un poco preocupada, porque aunque quieras decir que no me contaste nada por respeto, tus ojos me decían una cosa diferente. — sus ojos en una buena forma de expresar que en realidad era su aura el que me produjo cierta incertidumbre, pero ya sabemos que no es la mejor forma de explicarme.

Escucho sus preocupaciones como he hecho otras tantas veces, quizás esta es la primera vez que me encuentro un poco más dudosa con respecto a qué decirle. — ¿Te refieres a quién eres como persona? Es completamente normal encontrarse perdido en algún momento de nuestras vidas, en especial a tu edad, cuando pesan más las cosas que nos abruman que aquellas nos aportan seguridad. — no intento reducir su problema, sino darle a entender que es un proceso más común de lo que cree. Con su permiso hago un gesto con la mano para indicarle que voy a sentarme, a pesar de ser mi casa, siento la necesidad de especificarlo para que no quede como que le estoy interrumpiendo. — Lo importante a recordar en esos momentos es quiénes somos, si ahora mismo te sientes desconocido, quizá es un buen momento para hacer una pausa, replantearte por qué decidiste tomar ese camino en primer lugar. No es malo tomarse un descanso de vez en cuando, sirve para colocar nuestros pensamientos y poner en orden nuestras ideas. Te puede ayudar a verlo desde otra perspectiva, si lo analizas desde arriba, tal vez seas capaz a ver en qué punto tomaste la dirección equivocada. — no se lo digo por ser alguien que ha acudido al psicólogo precisamente por haber perdido el rumbo en más de una ocasión, qué va.
Phoebe M. Powell
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Invitado
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¡Claro! Solo tienen que llamarme— se lo aseguro, si soy quien le ha dado el regalo, me hago cargo de ser quien juegue con él. Falta tanto para ese día que no es cuestión de sacar mi teléfono y agendarlo para que luego suene un recordatorio, lo único que espero -por ingenuo que sea desearlo en lo tumultuoso de este presente- es poder seguir a una llamada de distancia de Phoebe y que no sea yo quien la inoportune en cada ocasión, lo mínimo que puedo hacer por las veces que se sentó con paciencia a escucharme es dedicarle esa misma paciencia a su hijo, cuando ella esté cansada hasta de respirar. Puedo verlo tan claro como si estuviera pasando ahora mismo, que Phoebe sería de las madres que al vernos llegar dirían algo así: «¿algo que quieran contarme?» Por buenos mentirosos que seamos, tendremos que reconocer ante ella si hicimos una tontería o nos golpeamos jugando. —No es algo fácil de contar— me disculpo, por vana que suena mi excusa, tiene mucho de verdad. No aligero nada con un poco de humor, últimamente no me siento con humor de bromas, en momentos así le quita la seriedad a un tema que de por sí se me hace complicado de hablar… porque la haría cómplice.  

Entonces, ¿cómo se lo cuento sin hacerla cómplice? Estoy tratando de poner por delante lo peligroso que esto podía tornarse para ella si alguna vez se supiera algo, y por añadidura también el bebé que está con ella. Hay días que estando en la oficina creo que las hojas del calendario se seguirán gastando, que llegaré hasta los cuarenta años sentado en la misma silla y nadie nunca sabrá lo que hago, porque con nadie nunca lo hablo. Y el silencio, no hablarlo, es lo primero para que un secreto dure. Hasta ahora lo cumplí. —Phoebe…— balbuceo su nombre, espero a que se acomode en el sillón y le dirijo una mirada de culpa a su vientre. —Desde hace años que hago algo y sería fácil decir que ese es el camino incorrecto que tomé, por ley lo es, la cuestión es que incluso en estos momentos en que no sé qué hacer conmigo mismo, sé que ese es el camino correcto…— tomo aire muy hondamente, mis pulmones se cargan de este y lo vuelven a sacar fuera con un suspiro.

Conocí gente en el norte cuando anduve por ahí, se volvieron mis amigos con el tiempo…— no es la verdad fiel, pero es lo más honesto que le he dicho a nadie. —Sigo ayudándolos— que no pregunte cómo, por favor, no quiero mentir. —Estar en el ministerio, trabajar con tu hermano me coloca en una posición delicada— y beneficiosa, si lo miramos por el otro lado. Por el lado que importa para la ayuda que doy robándole información al ministro. —No estoy de acuerdo con muchas cosas del ministerio, si te soy honesto. Estoy en contra, quiero que cambien, quiero que mucho de todo lo que conocemos cambie… y creo en eso, creo que está bien, que es el camino correcto, pero estoy esperando algo en una posición en la que tal vez cuando eso que estoy esperando que se cumpla, si se cumple, va a sacudir todo lo que conozco— o no, tal vez sí sea posible aspirar a que cuando todo cambie sea para bien, con un tratado de paz en medio, ¿y solo para mí ese pensamiento es absurdamente estúpido? Me froto la cara con las manos porque estoy siendo superficial en esto, quitándole la gravedad al asunto lo hago sonar como un conflicto de adolescente que se resuelve con una palmada en la espalda. —No sé cómo explicarte esto… cuando para cada persona eres lo que esperan que seas, no eres…— entonces sé cómo decirlo, es tan simple. —Me cansé— tan sencillo como eso, —me cansé de ser, me cansé de estar, de esperar y no decirlo por creer que no debo decirlo, me cansé de estar aquí, de estar allá, de dar vueltas sin sentido, me cansé de verle la cara a tu hermano y me cansé de verle la cara a mis amigos. Me cansé— sacudo mis hombros y le muestro mis palmas con la resignación que siento.
Anonymous
Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Sonrío, quizá de forma algo nerviosa, porque siempre he estado dispuesta a escuchar las palabras de Dave, por complicadas que se puedan presentar. Es lo que pretendo transmitirle con la sonrisa en lo que me acomodo sobre el sillón, también le hago un gesto por si le apetece tomar asiento, pero veo que está más concentrando en dejar salir lo que le está carcomiendo por dentro. Tuerzo mis labios en cuanto descubro lo que es, no de la forma más iluminada posible, pero creo que suficiente para hacerme a la idea de lo que puede estar sucediendo. — Alguien me dijo una vez que es difícil serle fiel a uno mismo en estos tiempos que corren, que eso no significa que lo estemos haciendo mal, ¿sabes? A veces las intenciones sí son lo que cuentan. — es algo que me saco de la manga, pero que sí es verdad en cierto modo y la persona que me lo dijo es tan cercana a mí que porta un anillo cuyo gemelo se encuentra en uno de mis dedos. Si quisiera hacer sentir a una persona bien porque sí, probablemente no lo haría, pero con David siento que estamos lejos de esas relaciones superficiales y soy capaz a decir lo que pienso sin que haya segundas intenciones de por medio.

Aun así, creo que mis palabras de consuelo están lejos de adquirir su fin específico cuando continua, de modo que me limito a callar. También lo hago porque no sé como tomarme a primeras todo lo que sueltan sus labios, se me hace extraño pensar en él como alguien que guarda tantos secretos, cuando para mí siempre ha sido una persona no digo que fácil para leer, sino que él siempre se ha mostrado honesto conmigo. O eso era lo que pensaba, al menos. — Oh… — es todo lo que puedo decir al principio, asumiendo la información y que coloque a mi hermano como un impedimento en sus “objetivos” no me pinta una cara demasiado clara más que la de pura estupefacción. Me aclaro un poco la garganta, como si con eso pudiera darme un aspecto más razonable cuando aquí la embarazada no tiene idea de lo que va a decir. — Bueno, Dave, yo… No creo que seas el único que está esperando un cambio, o que quiera que las cosas cambien. Pienso que todo el mundo hoy en día es capaz a decir al menos dos aspectos que pueden ser modificados en el sistema, pero… no entiendo muy bien a dónde quieres llegar con esto. — digo al fin, porque nunca he tenido problema para entender sus preocupaciones, esta debe ser una de las primeras veces en las que me encuentro un poco confusa al respecto. — Si pudieras ser algo más específico… — quizá esté pidiendo demasiado.

Creo que puedo entender a lo que se refiere, a ser lo que quieran que seas, no lo que eres. Me he sentido de esa manera prácticamente toda mi vida, aunque nuestros sentimientos van por veredas diferentes. No me lo tomo como un ataque personal el que mencione a mi hermano como parte de sus problemas, no lo es y por tanto, debo centrarme en lo que realmente es importante. — A veces… es normal cansarse. Somos humanos, nuestra energía no es eterna, el momento de descarga llega para todos, a algunos antes, otros después, pero eso no significa que no los sigamos queriendo. A tus amigos, digo… — por eso es que he propuesto lo del descanso.  Aun así, mis ojos se pasean por su figura en busca de alguna señal más de su obvio cansancio. — Corrígeme si me equivoco, pero parece que te estás cargando con más peso del que te es posible sostener. No lo veas como una ofensa, no es como pretendía decirlo, sino como que… tal vez, te estás presionando demasiado por cumplir con esas expectativas que la gente pone sobre ti y, agota, pues claro que agota. Lo raro sería que no te encontraras exhausto. — trato de explicarme, desde la más profunda ignorancia en cuanto a lo que pretende decir sin exponerse del todo. Creo que ahí radica el problema. — El punto está en saber cuando decir basta, cuando llega el momento en que es demasiado incluso para uno mismo. No puedes esperar ayudar a alguien cuando ni tú mismo te encuentras bien. — ¿no era eso lo que quería? ¿ayudar a sus amigos? Por un momento creo que su definición de amigos no es la misma que daría mi hermano, por ejemplo. Pero es una sensación que no sé si debo ignorar o esperar a que se dé por sí sola en la conversación.
Phoebe M. Powell
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Dudo que mis intenciones sean tenidas en cuenta tanto de un lado o del otro, hice una maraña de ellas, un tejido raro y deforme que tiene sentido para mí, ¿y para quién más? ¿Cuántas personas se sientan a escuchar la historia de otra y van dándole un significado a que hebra que la compone? Humanamente, ni siquiera es posible. Llevaría lo largo de la propia vida entender la vida del otro en todo su detalle, aunque los esfuerzos colosales de personas como Phoebe, lo pequeño y a la vez grande que es tratar de mirar por unos minutos desde los ojos de la otra persona, son mínimas excepciones a la normal general de lo egoístas que somos todos al final de la jornada. A pesar de que la verdad que le ofrezco es parcial, el que no llegue siquiera a inmutarse, el que su voz está libre de juicios y persista en su intención de entender qué me ocurre, en vez de darme una lección de ética aprovechando la ocasión, cuando sé que tal vez necesito de una, me demuestra por qué la busco a ella cuando tengo un momentos de signos sueltos sobre la mesa y trato de unirlos para darle un significado. En conclusión, lo que entendí al indagar sobre ese mismo don que fue un rasgo muy marcado en una línea de mujeres de mi familia, es que las artes adivinatorias tienen más de tratar de entendernos a nosotros mismos y nuestra existencia, que al azar del universo.

Cubro mis ojos con una mano cuando termina de hablar, trago el nudo en mi garganta y tengo que disimular el cómo algunas cosas que dijo, ciertas palabras puntuales, golpearon mis nervios en sus puntos más sensibles, quizá porque hay palabras que al insistir desde adentro se las puede callar, y es cuando lo dice otra persona, que toman una forma a la que no puedes seguir negando que es real. —No me ofende lo que me puedas decir, estás haciendo el esfuerzo de hablar conmigo y poder ver esto como algo serio, en vez de simplemente decirme que pare con mi rabieta adolescente y madure de una vez, que asuma que no puedo vivir de las expectativas de otros, es infantil querer complacer a todos, estar bien con todos— lo digo con enfado, mirando al lado contrario en el que se encuentra, porque no es un sentimiento que quiera hacerla parte a ella o a su bebé, sino que se vuelca hacia mí mismo. —Porque no es algo que se pueda mantener, en algún momento son las propias expectativas de querer estar altura a las expectativas de las otras personas, las que cansan, cuando a esas personas, en realidad… les da igual, ¿sabes? Tu hermano va a pagarme mi sueldo a fin de mes, mis amigos me van a decir que ellos no esperan nada, más allá de… lo obvio que doy a todos, a tu hermano le sigo ordenando papeles y para mis amigos soy otra mano más dentro del ministerio— sigo sin poder decirle qué hago, porque no puedo quitarme la imagen de la cabeza de que si alguna vez le hicieran algo a Phoebe, cada cosa que en confesión le diga, la pondría en mayor peligro.

Quise convencerme de eso de que bastaba con ser fiel a mí mismo, también cuando estoy confundido sobre quien ser o qué hacer, hay cosas que creía tener muy claras en mí…— continuo, mi cara vuelta hacia el otro lado hasta que se me pase el enrojecimiento en los ojos. —Cuando estaba en el norte vi muchas personas solas, marginadas por otros, yo mismo fui muy solitario cuando era niño, nunca me gustó eso de que un par de personas por estar en grupo hicieran sentir excluida a otra. Nunca me gustó que a la larga esas personas perdieran la confianza, de que creyeran que siempre sería así, a la larga se encierran también en su soledad, en sentirse marginados ¿sabes? Entonces me dije que no, que iría a hablar y a sentarme con esas personas, que podría ser un amigo. No sé, no sé si es culpa de mis padres, no sé qué hace que para mí sea tan importante esa idea de… tienes un amigo, no estás solo. Y tal vez… tal vez sea por eso que siempre voy a estar del otro lado, el de los marginados, incluso si las cosas cambian, incluso si las personas cambian, te decía que  sigo creyendo que estoy en el camino correcto, no por el camino en sí, sino porque siempre tuve claro del lado de al lado de quién me pararía…— vaya charla a la que está prestando oídos, apuesto a que habrá escuchado dilemas peores y más tortuosos cuando hacía lecturas a la gente, pero sigo sintiéndolo un abuso de mi parte. —Y por fuera de todo eso, por fuera de las cosas que hago y en las que creo, de pronto te encuentras con una persona con la que actúas como lo haces con todos, porque eres así, también es así como todos te conocen, todos se van haciendo una idea de que este David y así es David. Nada de lo que haces encaja con esta persona, no necesita que seas nada de lo que eres con los demás, no… tiene esa expectativa, ni te hace sentir esa expectativa, de hecho te dice muy claramente que no tiene esa expectativa cuando te pones muy pesado, porque puedo ser un pesado… entonces se siente bien, se siente bien estar con alguien así. Porque corta entre lo que soy yo y lo que era para los demás,— lo explico colocando mi mano en el aire, marcando primero un punto, luego otro a una distancia, —no sé si me entiendes, es complicado. Puedo ser yo de una manera más relajada, ¿puedo colgar el traje en la puerta al entrar? ¿Se entiende si lo digo así? Y quedarme con lo más honesto, dentro de mis maneras de ser con otros que siempre son honestas, no soy un farsante, pero hay algo más honesto dentro de lo honesto, lo honesto que solo se ve en lo cotidiano… Phoebe, ¿sigues despierta o ya te dormiste?— pregunto, que sé que hasta este punto ya se pierde el hilo, en especial porque está embarazada y algo me dijeron sobre que se quedan dormidas en cualquier lado. Me giro para quedar sentado de una manera en que puedo apoyar las manos en mis rodillas y mirarla. —Cuando eres un tipo que anda por la vida con la utopía de un mundo mejor, más justo y con arcoíris, pierdes un poco el sentido de la realidad porque te crees tu discurso y entonces llega alguien que, esto es lo curioso, no lo dice para echarte en cara nada, ni siquiera te conoce ni le importas, que mire bien porque acabo de pisar mierda por andar hablando tanto. Esa persona, claramente, no me necesita, pero se ha vuelto indispensable para mí. Y no, no, no…— agito mi mano en el aire, —no es que valore más lo que me dice ella, es distinto, sigues siendo la amiga más sabia que tengo y confiaría a ojos ciegos si me dices que me tire de un risco, y confío, porque en verdad sé… que nunca me pedirías algo así. Eres la persona más noble que conozco.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
No lo veo oportuno el decirlo, pero puedo llegar a entender por qué las expectativas de otros nos pesan tanto cuando no conseguimos complacerlas. Creo que, por una parte, esas expectativas también las tenemos hacia nosotros mismos, como una imagen de lo que queremos llegar a ser y que los demás ven posible gracias a que siempre estamos para cubrir sus espaldas. Dave es, como yo, alguien que tiende a querer complacer a todo el mundo, o si no, a intentarlo, al menos. Puedo sentir su frustración como si fuera la mía propia, porque no es la primera vez que nos encontramos hablando de esto mismo y siento la necesidad de recordarle todos los consejos que él puso sobre mis manos meses atrás. Siento que es más difícil hacerse cargo de nuestras propias sugerencias porque en el fondo sabemos que es más fácil decirlo que ponerlo en práctica y, aunque yo haya tomado un paso distinto al que tomaría cualquiera, no creo que aconsejarle que vaya a un psicólogo sea la opción correcta.

Además, si bien empieza a hablar, me doy cuenta de que el problema que supera lo existencial es mucho más grande de lo que hubiera imaginado cuando entró por la puerta con un regalo bajo el brazo. Me alegro de haber tomado asiento con anterioridad, así no siento que le interrumpo en su discusión y puedo darle la atención que se merecen sus palabras, aunque no lo voy a negar, me pierdo varias veces en el proceso. No porque no le esté escuchando, sino que precisamente por eso, el relacionar todo lo que está diciendo con lo que yo conozco de Dave se me hace un mundo ahora que expresa todo lo que no ha hecho en nuestros previos encuentros. Sé que no tiene sentido decirlo ahora, pero me hubiera gustado que hubiera tenido la confianza como para hablar de esto en otras ocasiones. Quizá de esa manera podría haberle ayudado antes de que la bola empezar a correr cuesta abajo de la montaña.

Estoy, estoy despierta. — aseguro, con un asentimiento de cabeza que añado por si no queda claro. — Solo... me está costando un poco seguir el hilo de todo esto. — reconozco, creo que lo peor de hacerlo es sentir que lleva mucho tiempo sintiéndose de esta manera que lo está dañando por dentro y yo apenas y me he dado cuenta de lo que estaba sucediendo. No es como si Dave y yo nos viéramos a diario, pero sí considero nuestras visitas frecuentes como para haber tenido que percatarme de al menos algo en su accionar. Supongo que las personas somos mejores en esconder lo que nos preocupa de lo que pensamos. — ¿Por qué tengo la sensación de que no has venido a mí a buscar consejo? — es una pregunta que dejo en el aire, de entre toda la tensión que hay acumulada, hay algo de espacio para que sonría con ella, aunque sea de forma tímida e inverosímil en un momento como este. Es la mejor manera que tengo de seguir. — Parece que me he perdido de muchas cosas últimamente, y no sé si yo soy precisamente la persona más indicada para hablar de esto, ahí donde dices que soy sabia también tengo mis momentos donde las inseguridades me acechan. — vamos, que no me considero un genio, ni de lejos, aunque aprecio el cumplido. — No creo que exista un camino correcto y uno equivocado, en todos los recorridos hay decisiones que tenemos que tomar que no nos gustan, rumbos que nos hacen dudar, es parte de la vida, supongo. Es más común de lo que piensas sentirte como te sientes, pero es verdad que llega un momento en el que, si colocas tanto peso sobre tus hombros, te va a ser imposible avanzar, no importa el recorrido que hayas escogido. — quizá es por eso que se ha estancado en el proceso, porque nadie puede seguir cuando las circunstancias nos consumen, ni siquiera a rastras. Sé bien de eso.

Cuando habla de un mundo utópico, no obstante, tengo que hacer una pausa para sentirme identificada con la crítica que recibe. — No te lo dije en su día, pero el motivo por el que tuve un enfrentamiento con mi hermano es justamente porque vemos el mundo de una forma distinta. El punto está en descubrir qué tanto estamos dispuestos a sacrificar por esas creencias, a quién vamos a llevarnos por delante con nuestras decisiones. No hay nada de malo en pensar distinto, hasta que pueda ocasionar daño a los que te rodean, a los que quieres. — porque yo creo que aprendí mi lección, a pesar de que mis intenciones nunca fueron esas, sino las de, una vez más, ayudar a quién creía merecía mi ayuda, se lo confieso. — ¿Sabes? Creo que el sacrificio más grande es anteponer las necesidades de otros a las nuestras, incluso cuando eso significa no sernos fiel a uno mismo, al menos no durante un tiempo. Cuando una persona está dispuesta a sacrificar parte de quién es por los que ama… quiero creer que el tiempo lo recompensa, al final de todo. — murmuro, elevando tímidamente los ojos hacia su figura. — No todo el mundo está preparado para hacerlo, claro, y eso… eso también está bien. — aseguro, en caso de que lo sienta de esa manera.
Phoebe M. Powell
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Entreabro mis labios sin poder decir palabra, mi voz se queda atascada en el fondo de mi garganta. Me encojo de hombros al no saber decirle si venía o no buscando consejo, mi monólogo esperaba ser un relato lo más honesto posible de cómo me sentía y los pensamientos que embargan mi mente estas semanas, para encontrar con algún comentario de su parte que sea otra mirada sobre lo mismo. —No te quería abrumar con mis problemas, cuando te veo mejor de lo que nunca te he visto en la vida y aun así, te has topado con tus propios problemas que tratan de empañar tu presente. No quiero, nunca he querido, salpicar mi pesimismo hacia otros, menos hacia alguien que se merece estar bien— la miro cuando lo digo, a ella, a su vientre redondo con un niño que dentro de unos años será quien le de todas las razones para sentirse capaz de sostener el mundo que a veces, con su peso en nuestros hombros, quiere derrumbarnos a mitad de camino.

Mis párpados cerrados se fruncen al oírle, creo que el peso estuvo ahí por mucho tiempo, como creo que todos lo cargan, se vuelve cansador cuando nos hacemos conscientes y aún más, si perdemos el rumbo. Bastante tenemos con nuestra propia existencia, como para cargar al mundo en ese andar. Froto mi cara una vez más, por mucho que lo haga, no puedo limpiar el paisaje que tengo ante mis ojos y es bastante desolador. Porque estoy tratando de encontrarme a mí mismo en este camino en penumbras y Phoebe me dice algo sobre pensar en otros, entonces siento que me desgarro. Ni siquiera me encuentro que me veo repartido en pedazos para que cada persona pueda tener un poco. No creo que lo diga en ese sentido, entiendo su punto porque es el que usé de norte por un tiempo, los demás estaban por delante de mí. Una causa mayor por delante de razones egoístas. Caminas hacia el horizonte que involucra a otros, no miras tus pies. Entonces todo se detiene, no logras alcanzarlos, el horizonte se ve como un espejismo en el desierto, cierro mis ojos para protegerme a mí mismo del engaño.

No creo poder hacerlo en este momento— es mi respuesta escueta, franca. Hago mi parte desde el lugar al margen que me corresponde, no es nada grande, ni va a marcar la diferencia. Pero si lo sigo haciendo será porque ya es el camino que tomé, porque todavía creo en por qué lo hago, pero no encuentro el sentimiento al que se refiere Phoebe de hacerlo por los demás o por los que amo, porque por un momento, muy honesto conmigo mismo, me pregunto a quienes amo y, lo peor de todo esto, es que creo que es precisamente a ellos a quienes daño. En primer lugar, ¿por qué no puedo ser absolutamente franco con Phoebe? ¿Por qué le callé cosas? ¿Por qué así también con el resto de las personas que amo? Se siente fatal que sea ellos quienes tienen que escuchar mis mentiras. —Tengo que… pensarlo— rompo mi silencio con esta frase que pretende concluir la cuestión. —Entre todo lo que te dije y todo lo que me has dicho, creo que tengo mucho para pensar— aclaro mi garganta con un carraspeo para que se vaya del todo esa sensación que me ahoga la voz. —Y tal vez sea cierto, no buscaba un consejo en ti aunque siempre son bienvenidos, solo… necesitaba hablar con alguien y sabía que no ibas a juzgarme. Se siente loco decirlo, ¿no? Que importe tanto encontrar a una persona que pueda escuchar y no juzgue— le sonrío, Phoebe es una persona que se merece el gesto. —Prometo hacer lo mismo por Hayden, lo escucharé siempre que haga falta hasta que mis orejas se ponga rojas— bromeo, así podemos volver al momento presente sobre una persona que aún no tiene que plantearse tantas dudas de quien es o a dónde quiere ir.
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Me ha quedado claro, en más de una ocasión, que Dave es de las pocas personas que suelen mirar por el bienestar de otros en lugar del suyo propio, lo que, en situaciones como esta, terminan con que ni siquiera siente que puede hablar sobre sus problemas sin sentirse una sombra. — David, no quiero que jamás, ¿me has escuchado? jamás, sientas que no puedes decirme tal cosa o contarme lo que sea que te esté preocupando porque yo no esté en tu mismo punto. — y con eso me refiero a que estoy en un lugar en el que hace menos de dos años ni hubiera imaginado que sería posible. — Mi felicidad no tendría que sobreponerse a tus necesidades de hablar conmigo porque creas que vas a traspasarme tu malestar. Sí me sienta mal que hayas tenido que guardarte tantas cosas por ello, me gusta ayudar a mis amigos, no que piensen que por estar en momentos diferentes de la vida no voy a poder comprenderlos. — que no digo que lo haga, como dije, reconozco que todo con lo que ha caído en estos últimos minutos me han abrumado hasta el punto de perderme en su relato varias veces. Mi amplitud de movimiento se ha visto reducido en las últimas semanas, pero aun así consigo estirarme para alcanzar su mano y tirar de ella para que tome asiento en el sofá. — Soy tu amiga, eso creo que la sabes, me gustaría que pudieras confiar en que voy a escucharte, no importa en qué situación me encuentres, ¿de acuerdo? — sonrío, quizá de forma algo débil hasta que pueda confirmarme con sus palabras que será así a partir de ahora.

Poso la mano restante sobre sus nudillos, dándoles un ligero apretón en lo que pretendo transmitirle mi apoyo. — Y eso está perfectamente bien. Nunca vamos a poder ayudar a alguien cuando ni siquiera nosotros mismos estamos bien, para eso debes sanar tú primero. — se lo aclaro, en caso de que ese punto no haya quedado claro, que yo soy la primera en no escuchar a mis propios consejos y eso me coloca en una posición de riesgo. No miento al decirlo, sí admito que es más fácil que ponerlo en práctica. — Tómate todo el tiempo que necesites, está bien hacerlo de vez en cuando. — si yo le contara de todos los descansos que me he tomado este año… me sorprende que me sigan pagando, pero claro, cuento con que es una falta justificada. Le sonrío de vuelta, no sabría decir si por las palabras que me tomo como un cumplido de su parte o porque conozco bien el sentimiento. De ser lo último la curvatura de mis labios parecería algo más triste, quizá. — Cuando te han juzgado hasta por respirar, pierdes cualquier autoridad para criticar a los demás. — es lo que pasaba en el norte, aquí también, pero una manera un tanto más discreta. — Gracias, te llamaré entonces cuando no me deje dormir a las cuatro de la mañana para que lo calmes de llorar. — sigo la broma, dejando reposar mi cuello sobre el respaldo del sillón, con ambas de mis manos sobre mi vientre en lo que tamborileo mis propios dedos.
Phoebe M. Powell
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A man of three fears · Phoebe AKdsFhN
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Si me dice David es porque esto es serio, es una advertencia seria de su parte, así me limito a asentir con la cabeza obedientemente, muerdo entre mis dientes la réplica de que aun sabiendo que ella es así, no quiero ser quien le traiga motivos para preocuparse. Sus palabras son suficientes para calmar la ansiedad que me tiene tronando los dedos estos días, todo esa tensión en los hombros que me ponía de un humor inestable que pasaba de la angustia a la irritabilidad en nada, me recordaba un poco a como fui de adolescente, esas brechas que se abrían en una conducta que daba poco a mis padres para quebrantarse, como si cada tanto algo que se resquebrajara en mí para que pudiera sacar todo lo que me removía, silenciosamente, por dentro. Pocas voces me calman, la de Phoebe es una de esas.

Asiento una vez más con mi mentón, para mí, diciéndome que no me prive a mí mismo de una charla como esta si la necesito, que no estoy tan solo como le he dicho a Alecto alguna vez tirado en la alfombra del apartamento. —Gracias por serlo— le digo con franqueza, creo que cuando la vi tan bien ese día en su boda, con tantas promesas a futuro, también lo tomé como que era mi momento de apartarme de ella, como si hubiéramos cumplido un ciclo y que ella fuera feliz era una fotografía que podía guardarme. Me hace ver lo estúpido que soy el que siga haciéndome un lugar en su vida y sea yo quien se aparta, como si inevitablemente pareciera que eso es todo lo que se hacer, porque no hago más que buscar estar solo, como si llegara un momento en el que, siempre, estar con otros terminara por abrumarme al querer ser y no poder.

Busco su mano para sujetársela y la apoyo sobre la parte más alta de la curva de su vientre, eso que dice sobre que cuando nos han juzgado tan duro, nos quita la autoridad para criticar, tengo mi propio pensamiento sobre que cuando tocamos puntos tan hondos de estar solos siendo niños, del constante tener y perder, se llega a desear no tener nada, estar solo en realidad es lo seguro, lo conocido, con lo que llegaste a un acuerdo. Por eso, porque no quiero lo mismo para otro niño, y aunque sea un riesgo hacer una promesa, lo hago por idiota. —Claro, estaré para él, a cualquier hora. Creo que tienes que ir hablando con tu esposo de que tendrán un niñero para Hayden y yo tendría que ir diciéndole a tu hermano que quizás, ya me cambio definitivamente de rubro…— pruebo mostrarle una sonrisa, aunque se vea apagada, es una sonrisa.
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