OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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—La arteria es de ida, la vena es de vuelta— memorizo al rayar el papel con la punta del lápiz que va dando color a esa primeras líneas que hice en negro para tener un mapa de referencia, así la figura humana que dibujé va cobrando color y vida. Vida no, claro. Sino que a la vista impresiona con tantos colores, es lo que me hará posible aprenderme mejor el nombre de cada parte y saber el recorrido de todo en los cuerpos. Puedo pensarlo como una clase de anatomía, recuerdo cuando las teníamos en el instituto de arte del distrito ocho, solo es una clase mucho más detallista y que me ofrece una visión más profunda del cuerpo humano en sí. Siento que Jolene se sentiría muy orgullosa de que las partes del cuerpo están bien en proporciones y que hasta tienen los rasgos un estilo bastante estético, casi que puedo escuchar sus palabras amables alabando mi trabajo, tenía eso de hacerme sentir bien con todo lo que creaba. Lástima que no alabaría que estuviera saliendo con un chico que por casualidad viene a ser el mismo chico que ella busca, así que lo de mostrarle mis nuevos trabajos que se salen un poco de lo que dibujo habitualmente, está descartado.
Coloco el lápiz entre los muchos otros que están dispersos sobre el escritorio de madera gastada del que tomé posesión al ver que Alice vuelve a entrar en la sala, bajo mis pies de la silla para colocarlos adecuadamente en suelo. —¿Está enfermo?— consulto, habíamos acordado que la esperaría aquí cuando recibió el llamado para atender a uno de esos casos de síntomas posibles respecto a un nuevo virus que anda rondando el distrito. Nada grave, solo un tipo de gripe diferente. Lamentablemente, se contagia muy fácil, los síntomas son fuertes e impiden a la persona seguir con sus actividades habituales, que por cierto no es un buen momento para que el distrito pare de golpe, así que como son unos pocos, realmente muy pocos casos, lo que se recomienda es que se queden en sus casas a recuperarse y ya. Si alguien reconoce síntomas, nos llaman con otra persona y así es como a Alice le toca ir casa por casa cada tanto a revisar. Yo me quedo cuidando las plantas. ¡Ah, sí! También a hacer guardia, trato de verme profesional cuando me toca recibir a algún paciente. —Te ves roja, Alice— salto de la silla para estampar la palma de mi mano en su frente. —No tendrás fiebre, ¿verdad? No, Alice, no. No puedes enfermarte. ¿Quién se encargará de cuidarte a ti?— no. puedo.caer.en.el.pánico.
Coloco el lápiz entre los muchos otros que están dispersos sobre el escritorio de madera gastada del que tomé posesión al ver que Alice vuelve a entrar en la sala, bajo mis pies de la silla para colocarlos adecuadamente en suelo. —¿Está enfermo?— consulto, habíamos acordado que la esperaría aquí cuando recibió el llamado para atender a uno de esos casos de síntomas posibles respecto a un nuevo virus que anda rondando el distrito. Nada grave, solo un tipo de gripe diferente. Lamentablemente, se contagia muy fácil, los síntomas son fuertes e impiden a la persona seguir con sus actividades habituales, que por cierto no es un buen momento para que el distrito pare de golpe, así que como son unos pocos, realmente muy pocos casos, lo que se recomienda es que se queden en sus casas a recuperarse y ya. Si alguien reconoce síntomas, nos llaman con otra persona y así es como a Alice le toca ir casa por casa cada tanto a revisar. Yo me quedo cuidando las plantas. ¡Ah, sí! También a hacer guardia, trato de verme profesional cuando me toca recibir a algún paciente. —Te ves roja, Alice— salto de la silla para estampar la palma de mi mano en su frente. —No tendrás fiebre, ¿verdad? No, Alice, no. No puedes enfermarte. ¿Quién se encargará de cuidarte a ti?— no. puedo.caer.en.el.pánico.
Como predije, la llegada de invierno no nos ha favorecido en lo absoluto, no en cuanto a salud general, al menos. En el catorce no éramos muchos, nos las apañábamos año tras año para sobrellevar las gripes propias de la estación porque el contagio se podía extender a un número pequeño de personas. ¿Aquí? Aquí no dejan de llegar trenes repletos de gente del norte que quiere unirse a nuestras filas, ya sea porque lo que tenemos que ofrecer es mejor que lo que tenían o porque de verdad opinan que tenemos una oportunidad. Pero con todas las enfermedades que se extienden por los distritos pobres, ni siquiera me sorprende que el virus estacional se haya propagado hasta los ciudadanos del nueve. Por suerte eso me ha dado una excusa para tener que trabajar con los antiguos empleados del centro que se ocupa para tratar a los pacientes, para mi sorpresa muchos no han tenido problema con que se esté formando un nuevo consejo del cual habrá una nueva constitución, pero también he tenido mis confrontaciones con los que no han querido acomodarse a las normas. Se dijo claro desde el primer día que quién no estuviera conforme era libre de marcharse, así que no entiendo por qué tanto revuelo.
Pero en fin, regreso un poco de mal humor, sino es porque creo que yo misma me estoy poniendo un poco enferma, no sé si por el virus o de tener que dar explicaciones que no me corresponden, cuando atravieso la puerta para entrar a la sala donde dejé a Synnove a cargo de varias tareas. — Sí, su familia probablemente no tarde en manifestar síntomas en los próximos días porque de seguro ya estarán incubando el virus también, así que me temo que tendrán que pasar los próximos días en sus casas. — explico, ladeando la cabeza para deshacerme de la tensión que siento acumulada desde hace días. — ¿Todo bien por aquí? ¿No vino nadie? — me acerco hacia donde está, posando mi mano sobre la esquina del papel que anda dibujando y aunque ya no me sorprendo de su talento para dibujar, sí tengo que reconocer que esta vez se ha esmerado con sus pinturas. — Para la próxima podrías hacer uno con las arterias y venas que salen y llegan del corazón, si las señalas luego servirá como ejercicio para aprenderlas. — propongo, siendo que no podemos arrancarle ningún corazón a nadie para que lo vea físicamente, de esta manera al menos sería más práctico que el de mirar fotografías en un libro. Despego la vista de su dibujo para cuando la que pasa a observarme es ella y en respuesta me llevo una mano a la mejilla. — No me encuentro mal… — aseguro, vaya, no mucho más que los últimos días de la semana, sí me siento con menos energía que otras veces, pero lo asumí al ir y venir de un lado a otro. — Pues para algo estás tú aprendiendo, ¿no es así? Ve a por el termómetro, si quieres. Te tocó. — no todo iba a ser pintar y colorear, ¿no? Si quiere participar en la sanidad de verdad, este no es un mal momento para practicar si es verdad que estoy enferma.
Pero en fin, regreso un poco de mal humor, sino es porque creo que yo misma me estoy poniendo un poco enferma, no sé si por el virus o de tener que dar explicaciones que no me corresponden, cuando atravieso la puerta para entrar a la sala donde dejé a Synnove a cargo de varias tareas. — Sí, su familia probablemente no tarde en manifestar síntomas en los próximos días porque de seguro ya estarán incubando el virus también, así que me temo que tendrán que pasar los próximos días en sus casas. — explico, ladeando la cabeza para deshacerme de la tensión que siento acumulada desde hace días. — ¿Todo bien por aquí? ¿No vino nadie? — me acerco hacia donde está, posando mi mano sobre la esquina del papel que anda dibujando y aunque ya no me sorprendo de su talento para dibujar, sí tengo que reconocer que esta vez se ha esmerado con sus pinturas. — Para la próxima podrías hacer uno con las arterias y venas que salen y llegan del corazón, si las señalas luego servirá como ejercicio para aprenderlas. — propongo, siendo que no podemos arrancarle ningún corazón a nadie para que lo vea físicamente, de esta manera al menos sería más práctico que el de mirar fotografías en un libro. Despego la vista de su dibujo para cuando la que pasa a observarme es ella y en respuesta me llevo una mano a la mejilla. — No me encuentro mal… — aseguro, vaya, no mucho más que los últimos días de la semana, sí me siento con menos energía que otras veces, pero lo asumí al ir y venir de un lado a otro. — Pues para algo estás tú aprendiendo, ¿no es así? Ve a por el termómetro, si quieres. Te tocó. — no todo iba a ser pintar y colorear, ¿no? Si quiere participar en la sanidad de verdad, este no es un mal momento para practicar si es verdad que estoy enferma.
Mejor en sus casas a que anden por ahí, de ese pensamiento creo que lo que más cuesta es concretarlo, juntar las fuerzas para no salir y respetar la norma de salud. Hay una cuestión con el aislamiento, la soledad en sí, siempre que es una elección es bien recibida, si es una imposición provoca angustia. Suponer que Alice, de tanto recorrer pacientes pueda contraer el virus, me preocupa más que el hecho de tenerlo yo, por obvias razones como que ella es la principal responsable de la salud en este distrito, también está el hecho de que no creo que aislarme me suponga un problema, por práctica de años, se entretenerme en un espacio reducido como una habitación, y si de alguien debo preocuparme, tampoco sería de Mimi, sino que algo me dice que tendría a Ken hablándome por debajo de la ventana siempre que pudiera. Es algo que da un poco de vergüenza admitirlo delante de nuestros amigos que, salvo Hero y Sage, no parecen tomarse tan en serio lo de estar con otra persona y en ocasiones siento que con Ken nos apegamos demasiado.
¿Y yo cómo he llegado hasta este pensamiento? ¡Ah, el termómetro! ¡Eso! En unos pocos pasos estoy en el aparador detrás del escritorio sacando una de las cajas de madera para buscar el termómetro que en nada me acerco para colocárselo a Alice retirando un poco la manga de su camiseta y colocándolo debajo de su brazo después de sacudirlo por si las dudas. —Pensaba hacer eso, ir copiando todos los viejos gráficos que encuentro de algunos libros para memorizarme las partes del cuerpo y cómo funciona… ¡y siento que me faltan años! Pero es que si me pongo a leer de enfermedades y síntomas, luego leo palabras que no entiendo, tengo que ir a otra cosa… y se me mezcla todo… no creo llegar a ser médico nunca, así que creo que con saber lo práctico y necesario como tu enfermera tendré que conformarme— hablo, siempre hablo más de la cuenta, sobre todo cuando entro en confianza.
Y con Alice se siente el ambiente relajado, puedo bajar los hombros un poco, no como cuando me encuentro delante de la presencia de Arianne y ahí pongo la espalda rígida. Hasta ahora, puedo llevar la idea de dedicarme a salud de a ratos y a leyes otro rato, dentro de unos meses cuando sufra el colapso nervioso me replantearé para qué soy buena. Pero la sala de atenciones de Alice no quiero dejarla, no solo por su compañía que me hace bien, sino porque… —Sé que me cuesta más que otras personas que si han sentido esta vocación desde siempre, pero es algo con lo que quiero continuar y poder sanar personas…— sigo en tanto espero que el termómetro cobre temperatura. —Mi padre se enfermó, ¿sabes? Muy gravemente, le dijeron que no iba a vivir mucho tiempo más. No aquí en Neopanem. Así que mis padres… antes de la batalla, decidieron irse…— voy bajando el tono de mi voz y volteo mi cara hacia ella para mirarla con cierta ansiedad a lo que pueda decirme. —Se escaparon, cruzaron la frontera, no sé si podrán volver. Fueron a buscar a mi abuela veela en el norte para que lo sane. Una locura, ¿no? Porque aquí no había cura.
¿Y yo cómo he llegado hasta este pensamiento? ¡Ah, el termómetro! ¡Eso! En unos pocos pasos estoy en el aparador detrás del escritorio sacando una de las cajas de madera para buscar el termómetro que en nada me acerco para colocárselo a Alice retirando un poco la manga de su camiseta y colocándolo debajo de su brazo después de sacudirlo por si las dudas. —Pensaba hacer eso, ir copiando todos los viejos gráficos que encuentro de algunos libros para memorizarme las partes del cuerpo y cómo funciona… ¡y siento que me faltan años! Pero es que si me pongo a leer de enfermedades y síntomas, luego leo palabras que no entiendo, tengo que ir a otra cosa… y se me mezcla todo… no creo llegar a ser médico nunca, así que creo que con saber lo práctico y necesario como tu enfermera tendré que conformarme— hablo, siempre hablo más de la cuenta, sobre todo cuando entro en confianza.
Y con Alice se siente el ambiente relajado, puedo bajar los hombros un poco, no como cuando me encuentro delante de la presencia de Arianne y ahí pongo la espalda rígida. Hasta ahora, puedo llevar la idea de dedicarme a salud de a ratos y a leyes otro rato, dentro de unos meses cuando sufra el colapso nervioso me replantearé para qué soy buena. Pero la sala de atenciones de Alice no quiero dejarla, no solo por su compañía que me hace bien, sino porque… —Sé que me cuesta más que otras personas que si han sentido esta vocación desde siempre, pero es algo con lo que quiero continuar y poder sanar personas…— sigo en tanto espero que el termómetro cobre temperatura. —Mi padre se enfermó, ¿sabes? Muy gravemente, le dijeron que no iba a vivir mucho tiempo más. No aquí en Neopanem. Así que mis padres… antes de la batalla, decidieron irse…— voy bajando el tono de mi voz y volteo mi cara hacia ella para mirarla con cierta ansiedad a lo que pueda decirme. —Se escaparon, cruzaron la frontera, no sé si podrán volver. Fueron a buscar a mi abuela veela en el norte para que lo sane. Una locura, ¿no? Porque aquí no había cura.
Siempre lo he dicho, me agrada pasar tiempo con Synnove, es enérgica e irradia mucha pasión, de alguna manera me recuerda a mí cuando tenía más o menos su edad. Yo me interesé un poco antes por la medicina, ¿pero qué son un par de años cuando lo miras desde mi posición? A ella la veo como un diamante en bruto que se debe pulir para que no quede oculto, tiene tanto futuro por delante que ni siquiera me sorprende escuchar que está tratando de recoger tantos intereses como pueda. Es la época para hacerlo, incluso con una guerra de por medio, está en la fase de convertirse en esponja y succionar toda esa información que podrá valerle luego cuando sea más grande. Consigue que me ría cuando su intensidad se hace notar, a pesar de ser un murmullo bajo para no interrumpirla en su charla. — Bueno, Syv, ¡es que la medicina lleva sus años! Pero no tienes que alarmarte, sé que es mucha información, demasiada de golpe. Empieza por lo fácil, conocer el cuerpo humano es un muy buen primer paso, con el funcionamiento de todo el organismo ya sabes más de la mitad de lo que sabe la población normal. — aseguro, para que no se desanime, que yo entiendo a la perfección eso de que los libros pesen al cargarlos. — Muchas de las palabras tienen una terminación parecida, si aprendes eso, te servirá para no tener que estudiarlo literal, sino razonar y sacar conclusiones en base a lo que ya sabes. — sonrío, la veo muy capaz de conseguirlo.
Me acomodo sobre la silla más cercana a pesar de tener una camilla junto a la pared, presionando de forma leve con mi brazo sobre el termómetro en lo que se encarga de medir mi temperatura. La escucho hablar de su vocación, casi estoy por discrepar en su opinión, salvo que ella continúa y la conversación toma un rumbo que no esperaba. Levanto un poco los ojos en su dirección, la consternación por su situación se plasma en mis labios en lo que me pienso qué decir al respecto. Al final, sale lo que estoy segura ya habrá escuchado de otros y, aunque no creo que mi opinión vaya a servirle de mucho, siento que es lo que debo hacer. — Lo lamento, Syv. — lo hago en serio, nunca es agradable despedirse de un ser querido, menos si es por una noticia como esa. Paso una mano por su brazo, acariciándolo hasta llegar a su hombro en lo que le doy un ligero apretón de apoyo. — Es muy valiente por parte de tu padre el dejarlo todo atrás por buscar una cura, también lo eres tú por quedarte cuando lo que más se necesita en esos momentos es estar con la familia. — la sonrisa que le dedico pretende servirle también como consuelo, hasta que dejo caer el brazo. — Pero si han tomado la decisión de viajar tan lejos, es porque todavía hay esperanza, ¿no es así? Tienes que confiar en que puede que todo se solucione, y siempre tendrás un lugar donde ir si en algún momento necesitas hablarlo, ¿sabes? Sé lo complicado que puede ser encontrarse solo en situaciones así. — y no, no estoy diciendo que se encuentre sola, sino que se sienta sola, hay una gran diferencia. Escucho el pitido del termómetro al terminar de guardar la temperatura, así que lo tomo y me doy cuenta de que en efecto, está quizá un poco más alta que de costumbre. Se lo enseño. — ¿Qué recomiendas hacer ahora?
Me acomodo sobre la silla más cercana a pesar de tener una camilla junto a la pared, presionando de forma leve con mi brazo sobre el termómetro en lo que se encarga de medir mi temperatura. La escucho hablar de su vocación, casi estoy por discrepar en su opinión, salvo que ella continúa y la conversación toma un rumbo que no esperaba. Levanto un poco los ojos en su dirección, la consternación por su situación se plasma en mis labios en lo que me pienso qué decir al respecto. Al final, sale lo que estoy segura ya habrá escuchado de otros y, aunque no creo que mi opinión vaya a servirle de mucho, siento que es lo que debo hacer. — Lo lamento, Syv. — lo hago en serio, nunca es agradable despedirse de un ser querido, menos si es por una noticia como esa. Paso una mano por su brazo, acariciándolo hasta llegar a su hombro en lo que le doy un ligero apretón de apoyo. — Es muy valiente por parte de tu padre el dejarlo todo atrás por buscar una cura, también lo eres tú por quedarte cuando lo que más se necesita en esos momentos es estar con la familia. — la sonrisa que le dedico pretende servirle también como consuelo, hasta que dejo caer el brazo. — Pero si han tomado la decisión de viajar tan lejos, es porque todavía hay esperanza, ¿no es así? Tienes que confiar en que puede que todo se solucione, y siempre tendrás un lugar donde ir si en algún momento necesitas hablarlo, ¿sabes? Sé lo complicado que puede ser encontrarse solo en situaciones así. — y no, no estoy diciendo que se encuentre sola, sino que se sienta sola, hay una gran diferencia. Escucho el pitido del termómetro al terminar de guardar la temperatura, así que lo tomo y me doy cuenta de que en efecto, está quizá un poco más alta que de costumbre. Se lo enseño. — ¿Qué recomiendas hacer ahora?
Hay algo en la manera que tiene Alice de hacer sentir a la otra persona que va a poder lograr lo que se proponga, que supongo que es la razón principal por la que insisto con esto de la medimagia cuando nunca en todos mis más locos delirios de niña, me vi con una bata atendiendo enfermos. De haberme acercado a las ciencias, temía ser una proyección más joven de mi madre, terminar como ella entre las paredes acristaladas de un laboratorio, tuve miedo en verdad de descubrirme un día siendo igual a ellas. Medimagia no está fuera de las ciencias, pero tiene un rasgo más humano cuando lo practicas en una sala de primeras urgencias en un distrito como el nueve, donde se acercan trabajadores de granjas y todos ellos con sus dudas sobre si esta revuelta fue necesaria o injustificada, curar a alguien ya no es solo brindarle un remedio, sino ser parte de un entramado que nos supera y nos está colocando a cada uno en un lugar en el que tenemos intenciones de perdurar.
¿Es lo que espero? Pese a que tengo toda la intención de ser parte de esto, de hacerme un lugar como todos los demás, también tengo el presentimiento de que será transitorio. Mis padres se fueron por delante, si depende de ellos, estoy segura que encontraran el modo de volver… la cuestión es que este es un viaje del que ya le hablé una vez a Alice, que me tenía a mí como protagonista, que lo hagan primero mis padres y, en especial mi madre que nunca ha salido de sus propias fronteras mentales, se siente casi como estar ignorando un llamado. Estar en esta salida es terquedad de mi parte, en más de un sentido. —No siempre… no se siempre se trata ni se puede estar con la familia, es algo que me costó mucho entender, ¿sabes? Comprender que a veces tenemos que hacer viajes en solitario y cada uno andar su camino, sabes que el otro está, como mi hermano menor sabe que yo estoy… pero también con él, es como que cada uno tiene que hacer su camino…— confuso de explicarlo, más que nada porque se trata de un sentimiento, no es un pensamiento que pueda describirse. —Y gracias,— le sonrío, —si te soy honesta, encontré entre ustedes más personas que me escuchan que muchas otras en mi vida, simplemente saber que están disiparon esa ansiedad que tuve por años de sentirme sola cuando estaba en mi casa. Es muy extraño, ¿no? Porque hasta hace poco ustedes estaban en un distrito invisible, imposible de encontrar. Yo estaba en el mismísimo Capitolio. Y entonces… me encuentro con ustedes, se parecen mucho a algo que siempre desee y necesité. ¿Loco, no? Porque hasta hace nada éramos personas en mundos paralelos…
Algo así se lo he dicho a Ken, es un descubrimiento que me gusta compartir, hacer que los otros se asombren conmigo de esta coincidencia extraña que hizo que, pese a creernos bien en los sitios donde estábamos, ellos incluso en un lugar donde eran felices, salir de nuestros lugares hizo que nos encontramos. Sé que no todos lo vivirán de la misma manera, que algunas perdidas no se compensan, pero ¿se preguntan qué hubiera sido de nunca encontrarnos? Yo no creo poder renunciar a conocerlos si pudiera volver el tiempo atrás. Y por eso me preocupo al ver la fiebre alta. —Juro que con un paciente podría mantener la calma, ¡pero no te puedes enfermar tú!— paniqueo, compruebo que los números no cambien, que sean los valores reales. —¡Estás a cargo de todo! ¡Vamos a morir!— por una gripe de estación, claro. —Tendremos que aislarte, pedirle a Amber que custodie tu casa, cerrar las fronteras, detener los trenes…— tal vez estoy exagerando un poco, —o tal vez solo tomar una pócima, veré si queda alguna en reserva… ¿tienes algún otro síntoma? ¿Dolor de garganta? ¿Dolor muscular?
¿Es lo que espero? Pese a que tengo toda la intención de ser parte de esto, de hacerme un lugar como todos los demás, también tengo el presentimiento de que será transitorio. Mis padres se fueron por delante, si depende de ellos, estoy segura que encontraran el modo de volver… la cuestión es que este es un viaje del que ya le hablé una vez a Alice, que me tenía a mí como protagonista, que lo hagan primero mis padres y, en especial mi madre que nunca ha salido de sus propias fronteras mentales, se siente casi como estar ignorando un llamado. Estar en esta salida es terquedad de mi parte, en más de un sentido. —No siempre… no se siempre se trata ni se puede estar con la familia, es algo que me costó mucho entender, ¿sabes? Comprender que a veces tenemos que hacer viajes en solitario y cada uno andar su camino, sabes que el otro está, como mi hermano menor sabe que yo estoy… pero también con él, es como que cada uno tiene que hacer su camino…— confuso de explicarlo, más que nada porque se trata de un sentimiento, no es un pensamiento que pueda describirse. —Y gracias,— le sonrío, —si te soy honesta, encontré entre ustedes más personas que me escuchan que muchas otras en mi vida, simplemente saber que están disiparon esa ansiedad que tuve por años de sentirme sola cuando estaba en mi casa. Es muy extraño, ¿no? Porque hasta hace poco ustedes estaban en un distrito invisible, imposible de encontrar. Yo estaba en el mismísimo Capitolio. Y entonces… me encuentro con ustedes, se parecen mucho a algo que siempre desee y necesité. ¿Loco, no? Porque hasta hace nada éramos personas en mundos paralelos…
Algo así se lo he dicho a Ken, es un descubrimiento que me gusta compartir, hacer que los otros se asombren conmigo de esta coincidencia extraña que hizo que, pese a creernos bien en los sitios donde estábamos, ellos incluso en un lugar donde eran felices, salir de nuestros lugares hizo que nos encontramos. Sé que no todos lo vivirán de la misma manera, que algunas perdidas no se compensan, pero ¿se preguntan qué hubiera sido de nunca encontrarnos? Yo no creo poder renunciar a conocerlos si pudiera volver el tiempo atrás. Y por eso me preocupo al ver la fiebre alta. —Juro que con un paciente podría mantener la calma, ¡pero no te puedes enfermar tú!— paniqueo, compruebo que los números no cambien, que sean los valores reales. —¡Estás a cargo de todo! ¡Vamos a morir!— por una gripe de estación, claro. —Tendremos que aislarte, pedirle a Amber que custodie tu casa, cerrar las fronteras, detener los trenes…— tal vez estoy exagerando un poco, —o tal vez solo tomar una pócima, veré si queda alguna en reserva… ¿tienes algún otro síntoma? ¿Dolor de garganta? ¿Dolor muscular?
El entenderla me lleva a asentir con la cabeza, para que también sepa que lo hago, mientras me permito escucharla y no interrumpirla en su relato. — Lo malo de los viajes en solitario es que muchas veces uno puede perderse por el camino. — murmuro cuando termina, reconociendo mi propio error en la historia que me hizo pensar precisamente eso, que por creer necesitar de la soledad para entenderme, acabé más desorientada como nunca antes lo estuve. Por eso no quiero que caiga en lo mismo y si puedo ser yo quién le diga que la soledad no siempre es la solución a nuestros problemas, pues puedo sentirme satisfecha si al menos voy a dormir con el pensamiento de que le di mi consejo primero. — Es extraño, sí, el que podamos encontrar consuelo en personas que no tienen nada que ver con nosotros. Supongo que ahí está el atractivo, ¿no? Conocer personas que han tenido experiencias distintas a nosotros también nos ayuda a crecer, a comprendernos mejor. Nuestras diferencias no se basan exclusivamente en la sangre que poseemos, sino también están en las cicatrices que cargamos, la historia que hay detrás, compartirla con el resto puede salvar más de una vida. — tal y como lo puede hacer sanar una herida física, es algo que aprendí hace poco y que pretendo poner más en práctica a partir de ahora. — ¿Crees que en el destino, Syv? — no sé de dónde sale esa pregunta, supongo que de hablar sobre futuros y personas con las que nos topamos en el camino por pura casualidad, aparentemente.
Su expresión de profundo terror de pronto me hace gracia, lo denoto con la risa que se me escapa y que excuso elevando un poco las manos, negando con la cabeza. — ¡Claro que puedo! Nadie es indestructible, ¿sabes? Hasta el mismo Magnar Aminoff puede enfermar de un catarro. — el caso es que no creo que ningún virus quiera penetrar en un cuerpo como el suyo, que para virus letal ya está él funcionando como líder de la especie. — Nadie va a morir, es tan solo un resfriado, no hemos llegado a este punto solo para morir por una gripe estacional, ¿no crees? — ruedo los ojos con gracia, tratando de que mantenga la calma que parece haber perdido en apenas un segundo cuando los números del termómetro dan un valor un poco por encima de lo normal. — Para, para, para, para, ¿acaso es que me quieres poner en cuarentena? ¡No seas exagerada! — aunque lo digo con tono gracioso, casi volviendo a reírme por como reacciona, ¿qué hará cuando venga alguien con un hueso roto, una herida fea o... qué sé yo, cualquier otra cosa? No, esto es un virus cualquiera y no dejaré que la espante tal que así. — Bien, lo siguiente que debes hacer es preguntar, siempre preguntar, así que te diré que sí, tengo dolor de garganta, pero no me duele nada más que el cuello y la espalda, pero eso es cuestión de cansancio, creo que hay bastoncillos en una caja de ese armario. — le señalo con la mano el armario del que también sacó el termómetro, así puede mirarme la garganta si quiere en lo que yo misma me autodiagnostico con lo que llevo viendo toda la semana.
Su expresión de profundo terror de pronto me hace gracia, lo denoto con la risa que se me escapa y que excuso elevando un poco las manos, negando con la cabeza. — ¡Claro que puedo! Nadie es indestructible, ¿sabes? Hasta el mismo Magnar Aminoff puede enfermar de un catarro. — el caso es que no creo que ningún virus quiera penetrar en un cuerpo como el suyo, que para virus letal ya está él funcionando como líder de la especie. — Nadie va a morir, es tan solo un resfriado, no hemos llegado a este punto solo para morir por una gripe estacional, ¿no crees? — ruedo los ojos con gracia, tratando de que mantenga la calma que parece haber perdido en apenas un segundo cuando los números del termómetro dan un valor un poco por encima de lo normal. — Para, para, para, para, ¿acaso es que me quieres poner en cuarentena? ¡No seas exagerada! — aunque lo digo con tono gracioso, casi volviendo a reírme por como reacciona, ¿qué hará cuando venga alguien con un hueso roto, una herida fea o... qué sé yo, cualquier otra cosa? No, esto es un virus cualquiera y no dejaré que la espante tal que así. — Bien, lo siguiente que debes hacer es preguntar, siempre preguntar, así que te diré que sí, tengo dolor de garganta, pero no me duele nada más que el cuello y la espalda, pero eso es cuestión de cansancio, creo que hay bastoncillos en una caja de ese armario. — le señalo con la mano el armario del que también sacó el termómetro, así puede mirarme la garganta si quiere en lo que yo misma me autodiagnostico con lo que llevo viendo toda la semana.
Frunzo mis labios en una línea estrecha, contenida, muevo mi barbilla en un asentimiento quedo. —Me da mucho miedo que al poner la distancia que necesito para crecer, luego no pueda encontrar la manera de volver a casa cuando lo haga— reconozco, pongo en voz alta por primera vez desde que salí del Capitolio lo que no he querido admitir ante nadie, es como si las palabras de Alice hubieran dado exactamente donde se tenía que presionar, apenas un poco, para que lo diga. —Porque lo necesito, por eso estoy aquí, escuchando sus historias, tratando de ser… de ser parte de algo que pueda marcar un cambio, crecer, madurar, ser otra persona— musito, —tratar de entender sus cicatrices y ser parte de todo ese proceso de sanación— le muestro las palmas de mis manos al decirlo, esas que por años no hicieron más que pasar las páginas de los libros de leyes que no compartía del todo o empuñaron grafitos para marcar rasgos de caras desconocidas. Es lo que le dije una de las primeras veces, tal vez nunca aprenda todos los hechizos de enciclopedia necesarios, lo que quiero es tratar de que la gente se sienta mejor. Por eso pienso en su pregunta, me cuestiono en el lapso de cinco segundos sí creo o no creo en el destino, le doy la respuesta en la que creo en este momento de mi vida. —Lo hago— vuelvo a asentir, —creo que hay un destino y que muchas cosas pasan sin que podamos darle un sentido, lo entenderemos algún día, cuando ese destino se cumpla. Todas las personas que se cruzan con nosotros, todo lo bueno y lo malo de la vida, todo cobrará su sentido algún día.
Pongo los ojos en blanco cuando dice que hasta Magnar Aminoff podría tener un catarro. —¿Quién sabe? ¡Quizás ese sea su destino! Que algo tan banal como un resfriado pueda acabar con sus fuerzas— y no es que le esté deseando el mal, un momento, si hay alguien que se merece que le deseen todo los males del universo, ese es Magnar Aminoff. Así que sí, deseo que sufra de un catarro que lo tenga postrado en su cama, que lo tenga agonizando por un tiempo impredecible, que su gobierno se debilite así, porque se encontraba demasiado débil a causa de una gripe como para poder seguir atemorizando al país. Él sí, se lo merece. No obstante, es lo último que espero que sufran las personas que sobrevivieron al incendio del distrito catorce y tuvieron que vivir escondidos en el norte. —Yo creo que a este punto, un virus los ve a ustedes y se retira antes de iniciar batalla sabiendo que han resistido a cosas peores— sonrío para darnos esa tranquilidad de que nada malo pueda pasar, si bien por dentro otro de mis miedos será que en esta calma conquistada, estas personas que han luchado tanto, acaben reconociéndose cansadas y se quiebren, la ironía de alcanzar finalmente la paz. Por eso me tomo en serio cuando presto oídos a los síntomas que indica Alice, y como ella es la que sabe, también tomo uno de los palillos para, con mucho cuidado, abrir su boca y revisar que tan enrojecida tiene su garganta o si hay algo más que mis pocos conocimientos puedan reconocer como llagas o lo que sea. —Están trabajando mucho desde que llegamos al distrito, sin descanso, tal vez también sea eso… y ya sabes, dicen que cuando el cuerpo se permite relajarse, es que recién exterioriza en enfermedades todo lo que venía guardando. Nada que no se pueda remediar con una pócima, tu garganta no está tan roja— le aseguro, aunque podría ofrecerme a traerle un espejo. Retiro el palillo para que pueda hablar. —¿Alguna vez creíste posible esto? Quiero decir, ser médico en un distrito como este, que sea un distrito escondido, sino uno donde la gente va y viene. Aunque crea en el destino, hay muchas cosas y muchos lugares, en los que nunca me esperé estar…
Pongo los ojos en blanco cuando dice que hasta Magnar Aminoff podría tener un catarro. —¿Quién sabe? ¡Quizás ese sea su destino! Que algo tan banal como un resfriado pueda acabar con sus fuerzas— y no es que le esté deseando el mal, un momento, si hay alguien que se merece que le deseen todo los males del universo, ese es Magnar Aminoff. Así que sí, deseo que sufra de un catarro que lo tenga postrado en su cama, que lo tenga agonizando por un tiempo impredecible, que su gobierno se debilite así, porque se encontraba demasiado débil a causa de una gripe como para poder seguir atemorizando al país. Él sí, se lo merece. No obstante, es lo último que espero que sufran las personas que sobrevivieron al incendio del distrito catorce y tuvieron que vivir escondidos en el norte. —Yo creo que a este punto, un virus los ve a ustedes y se retira antes de iniciar batalla sabiendo que han resistido a cosas peores— sonrío para darnos esa tranquilidad de que nada malo pueda pasar, si bien por dentro otro de mis miedos será que en esta calma conquistada, estas personas que han luchado tanto, acaben reconociéndose cansadas y se quiebren, la ironía de alcanzar finalmente la paz. Por eso me tomo en serio cuando presto oídos a los síntomas que indica Alice, y como ella es la que sabe, también tomo uno de los palillos para, con mucho cuidado, abrir su boca y revisar que tan enrojecida tiene su garganta o si hay algo más que mis pocos conocimientos puedan reconocer como llagas o lo que sea. —Están trabajando mucho desde que llegamos al distrito, sin descanso, tal vez también sea eso… y ya sabes, dicen que cuando el cuerpo se permite relajarse, es que recién exterioriza en enfermedades todo lo que venía guardando. Nada que no se pueda remediar con una pócima, tu garganta no está tan roja— le aseguro, aunque podría ofrecerme a traerle un espejo. Retiro el palillo para que pueda hablar. —¿Alguna vez creíste posible esto? Quiero decir, ser médico en un distrito como este, que sea un distrito escondido, sino uno donde la gente va y viene. Aunque crea en el destino, hay muchas cosas y muchos lugares, en los que nunca me esperé estar…
Entiendo perfectamente el sentimiento al que se refiere cuando pronuncia sus miedos, primordialmente porque los he vivido, sin darme cuenta de ello, sí, pero los he sufrido. — Durante mucho tiempo me aseguré de poner una distancia con aquellos que solo querían hacerme bien, muchos motivos me llevaron a creer que necesitaba de esa soledad y aislamiento para comprender lo que quería hacer con mi vida. En el proceso de intentar entenderme terminé más perdida de lo que ya estaba cuando empecé, no me encontré hasta que alguien lo hizo por mí… — explico, sin llegar a ninguna parte concreta porque así como mis palabras no son concisas, mi mente tampoco lo es, hay momentos, sentimientos que he perdido y que me ayudaban a comprender quién era, mientras que ahora lo que me queda es volver a recomponerme sobre lo que ha quedado de esa persona, y lo que quiero ser. — No me gustaría que te ocurriera lo mismo. — continúo, siento que es mi deber como persona que es algo más mayor advertirla de los errores que puede evitar si se los muestran de antemano, a pesar de que también es necesario errar para encontrarnos a nosotros mismos. — Yo también lo creo, o quiero hacerlo, al menos, cuando sé que hay más de lo que no entendemos que seguridad en nuestros pasos, pisar sobre terreno incierto no parece tan malo cuando se piensa que nos está llevando hacia un lugar, ¿no? — un lugar, algo que puede ser tan amplio y pequeño a la vez, un lugar que puede ser hasta una persona o un simple objeto. Será interesante descubrir cuál será nuestro destino llegado el momento, si es que somos capaces a entenderlo.
Me alegra que entre tanta charla trascendente podamos encontrar un lugar para hablar de cosas tan básicas como un virus que aceche al presidente. — No lo voy a negar, me encantaría. — bromeo, mi risa se extiende por unos segundos en los que se me olvida que está examinándome. Me llevo una mano al cuello cuando puedo volver a cerrar la boca, masajeando la zona cargada por todo el estrés de los últimos días. — Puede ser, hace mucho tiempo que no nos permitimos relajarnos, tanto que ya no sé como se hace, ¿te lo puedes creer? — en serio se lo digo, años de luchar contra dictadores para luego terminar no sabiendo lo que es una ducha de más de cinco minutos. ¿Ya dije que la casa estoy ocupando tiene hasta bañera? ¡Bañera! Suena tan bobo para alguien que lo ha tenido toda la vida, que de verdad me preocupa no acordarme de cómo se usa. — Hubo un tiempo en que sí, era más joven también, tenía muchos sueños e ilusiones, incluso cuando sabía que como humana no tenía mucho futuro por delante. Aprendí medicina de por quién entonces era mi padre, él era mago, ayudó a ocultar mi falta de magia por todo el tiempo que se pudo, también me enseñó mucho de lo que sabía y fue de ahí de donde nació mi interés por la medicina. — hace tiempo que no hablo sobre mi pasado con alguien más, pero se hace hasta liviano el poder hacerlo, no como antes, que siempre se me hizo pesado tener que dar datos sobre mi vida pasada. — ¿Pero hace unos años? Para nada, en el catorce no teníamos ni nada parecido a esto, íbamos a la casa del que estuviera enfermo y lo tratábamos allí. Esto de repente se siente como una gran responsabilidad. — una que estoy intentando llevar lo mejor que puedo.
Me alegra que entre tanta charla trascendente podamos encontrar un lugar para hablar de cosas tan básicas como un virus que aceche al presidente. — No lo voy a negar, me encantaría. — bromeo, mi risa se extiende por unos segundos en los que se me olvida que está examinándome. Me llevo una mano al cuello cuando puedo volver a cerrar la boca, masajeando la zona cargada por todo el estrés de los últimos días. — Puede ser, hace mucho tiempo que no nos permitimos relajarnos, tanto que ya no sé como se hace, ¿te lo puedes creer? — en serio se lo digo, años de luchar contra dictadores para luego terminar no sabiendo lo que es una ducha de más de cinco minutos. ¿Ya dije que la casa estoy ocupando tiene hasta bañera? ¡Bañera! Suena tan bobo para alguien que lo ha tenido toda la vida, que de verdad me preocupa no acordarme de cómo se usa. — Hubo un tiempo en que sí, era más joven también, tenía muchos sueños e ilusiones, incluso cuando sabía que como humana no tenía mucho futuro por delante. Aprendí medicina de por quién entonces era mi padre, él era mago, ayudó a ocultar mi falta de magia por todo el tiempo que se pudo, también me enseñó mucho de lo que sabía y fue de ahí de donde nació mi interés por la medicina. — hace tiempo que no hablo sobre mi pasado con alguien más, pero se hace hasta liviano el poder hacerlo, no como antes, que siempre se me hizo pesado tener que dar datos sobre mi vida pasada. — ¿Pero hace unos años? Para nada, en el catorce no teníamos ni nada parecido a esto, íbamos a la casa del que estuviera enfermo y lo tratábamos allí. Esto de repente se siente como una gran responsabilidad. — una que estoy intentando llevar lo mejor que puedo.
—Suele darme un poco de miedo…— lo pongo en voz alta, porque la mención a un “alguien” me provoca una punzada desde que tengo memoria, creo que es porque en los años que vi mis paredes como lados de un cubo de cristal que no podía romper, tenía la idea errónea de que dependía de la llega de un “alguien” y por más que fueron muchas las personas que pasaron por mi vida, algunas tan bruscas como Kendrick que tenía eso de querer sacudir paredes para que pudiera ver lo que estaba fuera, antes de él estuvieron personas como Mimi, Sami, Zac, mi propio padre, que de haber querido, también hubiera salido de mi zona segura por ellos. No fue hasta que quise por mí misma, que salí. —Me da miedo que algún día me encuentre en un sitio tan distante, que llegue a caer en algo, algo oscuro, del que no podré salir más que por mi cuenta y que tal vez… no sepa cómo. Así que aunque haya puesto distancia con mi familia, trato de mantenerme cerca de las personas que quiero y que me enseñan— la miro, —entonces si algún día me encuentro en ese sitio, sabiendo que tendré que hacerlo sola, podré salir— hablo tan ambiguo como lo hace ella, porque no creo que estemos hablando de nada en particular, sino de todo lo que nos ha traído hasta aquí y es tan amplio para divagar, que así podremos llenar todas las horas del día. —Si dónde estás ya todo está agotado o no tiene nada para darte, un paso tras otro hacia lo incierto puede darte… ¿todo?— sugiero cuando mencionamos el destino.
Contengo una carcajada al coincidir en lo cómico de que el presidente tuviera algo tan simple como un virus de resfriado. —Me temo que si le diera un resfrío, un cólico o le doliera un diente, ya estaría culpándonos como un nuevo ataque al gobierno y veríamos seguir sumando rostros a la lista de enemigos públicos. Ni el perro del vecino se salvaría de aparecer— hago una mueca, que ya vi de esas pancartas y mi cara está entre las demás, cosa que me esperaba, no voy a decir que me tomó por sorpresa, cuando lo vi pude darle como un hecho, aunque sí me apené por dos segundos de las consecuencias que eso podría traer a mi familia, recordé las mil razones anteriores a cualquier cosa que yo hubiera hecho –lo que no me excusa, ni me da motivaciones, pero me salva de una culpabilidad que a la larga me pesaría- que ya nos traerían consecuencias de por sí. —¡Tienes razón! No suelo escuchar que ustedes, los “adultos”— dibujo las comillas en el aire con mis dedos, —se junten a pasar el rato. Nosotros lo hacemos cada tanto, arman tragos y hacemos juegos. ¿Por qué ustedes no se juntan a… no sé… cenar? Eso acaba de sonar hasta aburrido para mí y me cuesta imaginarlas a todas ustedes con tartas de manzanas en las manos— no, definitivamente, no colocaría a Alice, Arianne, ni a Amber en esa fotografía de mujeres. Haga una mueca porque, como no podía ser de otra manera, pienso en Ava. —Ava me había dicho una vez que le gustaría tener una whiskería, les hubiera venido bien. Entre líderes de Consejo no tienen eso de… ¿tomarse una cerveza después de la reunión de los viernes?— pregunto, insistiendo un poco más en la cuestión.
No digo que el alcohol sea la solución a todos los problemas, mis amigos dan fe que soy la que menos toma y paso de los brownies de Beverly, pero un poco no hace mal a nadie. Y bien, no tendremos una botella de nada en medio, eso no me priva de ponerme curiosa con su vida. —¿Sabes algo del resto de tu familia… biológica? ¿O… te gustaría saber?— inquiero, —Estamos en un distrito en el que podríamos averiguar si quisieras, claro que llevará su tiempo, pero… es cierto que aquí las posibilidades son más amplias a las que pudieron ser en el pasado— lo dejo sobre la mesa, me muerdo la lengua para no seguir ofreciendo los servicios de Mimi como hackeadora de bases de datos, aunque si se lo preguntamos, sé que se prestará a ayudar. —Si en algún momento sientes que esta responsabilidad te cansa mucho— digo porque puedo llegar a entenderlo, se lo hago saber con mi mano en su espalda, —y ninguno de tus colegas del Consejo te invita a beber, Mimi sabe preparar tragos fuertes y en nuestra casa tenemos varias camas, también sillones y una bañera, para que te quedes a dormir.
Contengo una carcajada al coincidir en lo cómico de que el presidente tuviera algo tan simple como un virus de resfriado. —Me temo que si le diera un resfrío, un cólico o le doliera un diente, ya estaría culpándonos como un nuevo ataque al gobierno y veríamos seguir sumando rostros a la lista de enemigos públicos. Ni el perro del vecino se salvaría de aparecer— hago una mueca, que ya vi de esas pancartas y mi cara está entre las demás, cosa que me esperaba, no voy a decir que me tomó por sorpresa, cuando lo vi pude darle como un hecho, aunque sí me apené por dos segundos de las consecuencias que eso podría traer a mi familia, recordé las mil razones anteriores a cualquier cosa que yo hubiera hecho –lo que no me excusa, ni me da motivaciones, pero me salva de una culpabilidad que a la larga me pesaría- que ya nos traerían consecuencias de por sí. —¡Tienes razón! No suelo escuchar que ustedes, los “adultos”— dibujo las comillas en el aire con mis dedos, —se junten a pasar el rato. Nosotros lo hacemos cada tanto, arman tragos y hacemos juegos. ¿Por qué ustedes no se juntan a… no sé… cenar? Eso acaba de sonar hasta aburrido para mí y me cuesta imaginarlas a todas ustedes con tartas de manzanas en las manos— no, definitivamente, no colocaría a Alice, Arianne, ni a Amber en esa fotografía de mujeres. Haga una mueca porque, como no podía ser de otra manera, pienso en Ava. —Ava me había dicho una vez que le gustaría tener una whiskería, les hubiera venido bien. Entre líderes de Consejo no tienen eso de… ¿tomarse una cerveza después de la reunión de los viernes?— pregunto, insistiendo un poco más en la cuestión.
No digo que el alcohol sea la solución a todos los problemas, mis amigos dan fe que soy la que menos toma y paso de los brownies de Beverly, pero un poco no hace mal a nadie. Y bien, no tendremos una botella de nada en medio, eso no me priva de ponerme curiosa con su vida. —¿Sabes algo del resto de tu familia… biológica? ¿O… te gustaría saber?— inquiero, —Estamos en un distrito en el que podríamos averiguar si quisieras, claro que llevará su tiempo, pero… es cierto que aquí las posibilidades son más amplias a las que pudieron ser en el pasado— lo dejo sobre la mesa, me muerdo la lengua para no seguir ofreciendo los servicios de Mimi como hackeadora de bases de datos, aunque si se lo preguntamos, sé que se prestará a ayudar. —Si en algún momento sientes que esta responsabilidad te cansa mucho— digo porque puedo llegar a entenderlo, se lo hago saber con mi mano en su espalda, —y ninguno de tus colegas del Consejo te invita a beber, Mimi sabe preparar tragos fuertes y en nuestra casa tenemos varias camas, también sillones y una bañera, para que te quedes a dormir.
Comunico mi comprensión con un asentimiento silencioso de cabeza, porque puedo entender su punto y hasta verlo necesario, tal y como lo explica ella, de que puede llegar un punto en el que nadie va a poder salvarnos, solo nosotros. Dejo esa lado de la conversación para otro momento en el que los miedos estén más presentes que ahora, dentro de esta nueva oportunidad que nos ha dado el distrito nueve no siento que debamos llenarnos de desgracias, no cuando hay tantas cosas por las que todavía podemos luchar, y que valga la pena hacerlo. — Exacto, míranos ahora, nadie daba un duro por nosotros y la mitad del país apuesto que nos esperaban muertos viéndolo desde fuera, no hemos hecho más que dar pasos a ciegas en todo este tiempo desde lo que ocurrió en el catorce y, aun así, me siento lo suficientemente afortunada como para considerar lo que tenemos aquí como un nuevo comienzo. — que no necesariamente tiene que ser un nuevo nuevo comienzo, sino más bien al de otro capítulo en nuestras vidas.
— ¡Pero eso seguro! Ya sabes que el ministerio no conoce de responsabilidad, me sorprende que no nos hayan culpado de más accidentes. — por accidente me refiero exactamente a lo mismo que ocurrió con el escuadrón de aurores que despareció en aquel tiempo, ese que nos inculparon hasta que la aparición de Hermann Richter dio a entender que nosotros no habíamos tenido nada que ver. No es como si después de eso recobráramos algo de simpatía entre la gente, que seguimos siendo los criminales que quieren usurparles los derechos, cuando son los primeros en privar al resto de los mismos. Afortunadamente Syv hace una buena aportación a la conversación y la risa no tarda en brotar de mis labios, aunque es un hilillo muy fino de voz, que apenas se escucha. Me encojo de hombros como primera respuesta. — ¿Decirte que nos acostumbramos a la soledad sería muy estúpido, verdad? No… no a la soledad como tal, sino que pienso que pasamos mucho tiempo sin considerar la cena como algo más que alimento. En el catorce sí nos juntábamos, pero en el cinco aprovechábamos las reservas todo lo que podíamos. Creo que todavía tenemos ese chip en la cabeza, al menos yo lo tengo, tenemos que acostumbrarnos. — nos excuso, con una tímida sonrisa porque los menores han sabido adaptarse a la situación mucho mejor que los adultos y, lo peor, es que ni siquiera me sorprende.
Sacudo la cabeza, con un suspiro que no pretende sonar exasperado, sino más bien para señalar que ya hice paz con lo que tenía que hacer paz. — No, me temo que todos los Shepherd murieron en el bombardeo, quizá lo estudiaste, los Black lanzaron bombas sobre Londres, en Europa, cuando los entonces conocidos “rebeldes” estaban asentados allí. Toda mi familia murió. — queda un poco extraño utilizar la palabra rebeldes para hacer referencia al grupo que ahora mismo se encuentra en poder, ese al que hubo una vez que pertenecí cuando estuve en Europa y que me hace pensar en que no sé como lo hago para terminar siempre del lado equivocado. — Agradezco tu oferta, pero creo que las aburriría solo con mi presencia, aprovechad vosotras, que sois las que tenéis que divertiros. — que lo hagan mientras puedan, siempre será lo que me gritan mis pensamientos, nunca sabremos cuando será la última vez que podamos hacerlo, y creo que esa es la magia de poder disfrutar de hasta el más mínimo detalle.
— ¡Pero eso seguro! Ya sabes que el ministerio no conoce de responsabilidad, me sorprende que no nos hayan culpado de más accidentes. — por accidente me refiero exactamente a lo mismo que ocurrió con el escuadrón de aurores que despareció en aquel tiempo, ese que nos inculparon hasta que la aparición de Hermann Richter dio a entender que nosotros no habíamos tenido nada que ver. No es como si después de eso recobráramos algo de simpatía entre la gente, que seguimos siendo los criminales que quieren usurparles los derechos, cuando son los primeros en privar al resto de los mismos. Afortunadamente Syv hace una buena aportación a la conversación y la risa no tarda en brotar de mis labios, aunque es un hilillo muy fino de voz, que apenas se escucha. Me encojo de hombros como primera respuesta. — ¿Decirte que nos acostumbramos a la soledad sería muy estúpido, verdad? No… no a la soledad como tal, sino que pienso que pasamos mucho tiempo sin considerar la cena como algo más que alimento. En el catorce sí nos juntábamos, pero en el cinco aprovechábamos las reservas todo lo que podíamos. Creo que todavía tenemos ese chip en la cabeza, al menos yo lo tengo, tenemos que acostumbrarnos. — nos excuso, con una tímida sonrisa porque los menores han sabido adaptarse a la situación mucho mejor que los adultos y, lo peor, es que ni siquiera me sorprende.
Sacudo la cabeza, con un suspiro que no pretende sonar exasperado, sino más bien para señalar que ya hice paz con lo que tenía que hacer paz. — No, me temo que todos los Shepherd murieron en el bombardeo, quizá lo estudiaste, los Black lanzaron bombas sobre Londres, en Europa, cuando los entonces conocidos “rebeldes” estaban asentados allí. Toda mi familia murió. — queda un poco extraño utilizar la palabra rebeldes para hacer referencia al grupo que ahora mismo se encuentra en poder, ese al que hubo una vez que pertenecí cuando estuve en Europa y que me hace pensar en que no sé como lo hago para terminar siempre del lado equivocado. — Agradezco tu oferta, pero creo que las aburriría solo con mi presencia, aprovechad vosotras, que sois las que tenéis que divertiros. — que lo hagan mientras puedan, siempre será lo que me gritan mis pensamientos, nunca sabremos cuando será la última vez que podamos hacerlo, y creo que esa es la magia de poder disfrutar de hasta el más mínimo detalle.
Triste, pero real. Todos esperaban que estuvieran muertos, desde ese día que fue noticia nacional que el distrito catorce fue arrasado, ese día no hubiera podido imaginar ni en mis más locas fantasías que coincidiría con sus supervivientes y estaría en esta sala de atención médica aprendiendo de una humana, cuando mi propia culpa hacia la esclavitud aceptada en mi familia me perturbó aún más tras la muerte de Zachary, cuando la de Sami ya había sido de por sí un golpe duro. Nunca hubiera imaginado que el mundo pudiera moverse tanto para colocarnos en estos nuevos lugares, desde los cuales vamos estrechando nuevos vínculos y me gusta eso de que podamos venir de distintos distritos, realidades, pasados, me da esperanza tener pruebas vivientes que se puede seguir viviendo tras un pasado que podría haberlos abatido y que el futuro es algo hacia lo que se puede seguir caminando por fuerzas que encontramos en alguna parte de nuestro fuero interno.
Escucharla hablar de cómo la supervivencia se volvió hábito me impulsa a abrazarla y así lo hago, sin ser una pesada, solo pasando una mano por su cintura para frotar su espalda. —Siempre se puede, se puede cambiar nuestra mentalidad para aceptar que nos merecemos cosas mejores, así cuando las tenemos, las disfrutamos. El tiempo que se pueda tenerlas…— digo, porque no hay nada más triste que rechazar algo bueno por creer que no lo merecemos, cuando esas esas excepciones que la vida hace, en especial en un contexto de guerra interminable como sucede en este país, en el que la lista de lo que perdemos se hace más larga de lo que conseguimos. Le muestro una sonrisa solidaria al saber lo de su familia y me escuece un poco por dentro que el apellido de Ken sea el mismo de los responsables de tal bombardeo, similar al que ellos sufrieron en el distrito catorce, en esta repetición de calamidades. —Lo siento— murmuro, mi mano se posa en su espalda para hacerle sentir mi apoyo. —Sé que no es lo mismo que una familia, y que la mía está dispersa por ahí, pero si necesitas de alguien, cuentas conmigo como algo más que una pésima enfermera que recién se está aprendiendo la diferencia entre vena y arteria— me río, sin que me falta tan alegre la carcajada porque la pesadumbre todavía queda en mis hombros por toda su familia muerta.
Trato de que se vaya espabilando en la charla al continuar: —¡Y estamos en el distrito nueve! ¡Brotan papas hasta de las macetas! Es todo lo opuesto al distrito cinco. Entre todos los distritos posibles por tomar, nos apropiamos de la cornucopia— sostengo, —¡ya verás! Para el próximo festival de cerveza artesanal del distrito nueve te invitaremos, ¡y no te preocupes! A las chicas no les molestará, tenemos esta misión como grupo de guiar a las personas por el camino sinuoso de las borracheras. Yo soy de la que te puedes sostener si pierdes el equilibrio y la que te va a sujetar el cabello si vomitas, así que descuida— le prometo. —Esto no te lo dirá ninguna enciclopedia de medicina, pero tengo datos fehacientes de que una buena cerveza cada tanto levanta las defensas, y como la médico de este distrito, te necesitamos sana— esta vez sí me río con auténtico humor al separarme de ella para comprobar que el enrojecimiento de su rostro se haya esfumado.
Escucharla hablar de cómo la supervivencia se volvió hábito me impulsa a abrazarla y así lo hago, sin ser una pesada, solo pasando una mano por su cintura para frotar su espalda. —Siempre se puede, se puede cambiar nuestra mentalidad para aceptar que nos merecemos cosas mejores, así cuando las tenemos, las disfrutamos. El tiempo que se pueda tenerlas…— digo, porque no hay nada más triste que rechazar algo bueno por creer que no lo merecemos, cuando esas esas excepciones que la vida hace, en especial en un contexto de guerra interminable como sucede en este país, en el que la lista de lo que perdemos se hace más larga de lo que conseguimos. Le muestro una sonrisa solidaria al saber lo de su familia y me escuece un poco por dentro que el apellido de Ken sea el mismo de los responsables de tal bombardeo, similar al que ellos sufrieron en el distrito catorce, en esta repetición de calamidades. —Lo siento— murmuro, mi mano se posa en su espalda para hacerle sentir mi apoyo. —Sé que no es lo mismo que una familia, y que la mía está dispersa por ahí, pero si necesitas de alguien, cuentas conmigo como algo más que una pésima enfermera que recién se está aprendiendo la diferencia entre vena y arteria— me río, sin que me falta tan alegre la carcajada porque la pesadumbre todavía queda en mis hombros por toda su familia muerta.
Trato de que se vaya espabilando en la charla al continuar: —¡Y estamos en el distrito nueve! ¡Brotan papas hasta de las macetas! Es todo lo opuesto al distrito cinco. Entre todos los distritos posibles por tomar, nos apropiamos de la cornucopia— sostengo, —¡ya verás! Para el próximo festival de cerveza artesanal del distrito nueve te invitaremos, ¡y no te preocupes! A las chicas no les molestará, tenemos esta misión como grupo de guiar a las personas por el camino sinuoso de las borracheras. Yo soy de la que te puedes sostener si pierdes el equilibrio y la que te va a sujetar el cabello si vomitas, así que descuida— le prometo. —Esto no te lo dirá ninguna enciclopedia de medicina, pero tengo datos fehacientes de que una buena cerveza cada tanto levanta las defensas, y como la médico de este distrito, te necesitamos sana— esta vez sí me río con auténtico humor al separarme de ella para comprobar que el enrojecimiento de su rostro se haya esfumado.
Demuestro mi desentendimiento con un gesto suave de la cabeza, con la intención de demostrarle que hace tiempo he aprendido a hacer paz con lo que ocurrió, al punto de que ya no lo pienso de la misma manera, tampoco lo hago con tanta frecuencia como en el momento. Lo cierto es que pasó hace ya tanto tiempo, siendo yo apenas una niña, que recordarlo puede hacerse hasta difícil si me preguntan por una imagen concreta. Supongo que cuando tienes esa edad, por mucho que duela, no lo vives de la misma manera, me acostumbré a no tenerlos tanto como a Allen después, que el apellido que utilice a día de hoy no sea el mismo que el otorgado en mi nacimiento es un ejemplo más de que siendo niña tenía más facilidad para seguir adelante que en muchas de las circunstancias que se me presentan ahora. Al final, lo único capaz de sacarme de mis pensamientos es su comentario, el mismo que me saca una risa bastante honesta. — Para haber estado a punto de desmayarte hace unos meses, lo considero un gran avance. — bromeo, recordando nuestro paseo a las afueras del doce aquella vez cerca de la cabaña de Adam. Lo digo con toda la buena intención del mundo, que es verdad que me siento orgullosa de sus avances y de que, sobretodo, quiera seguir adelante con ello incluso cuando las oportunidades ahora en el nueve son infinitas en comparación con lo que podíamos hacer anteriormente.
Tomo su entusiasmo como una nueva forma de engatusarme a esta idea repentina de que, de alguna manera bizarra, voy a poder encajar dentro de su grupo de jóvenes amigas como una más, cuando es evidente que les saco unos cuantos años de experiencia y que en este caso, juegan en mi contra. Aun así, no puedo evitar el compartir su emoción en lo que mis cejas se alzan asombradas de esta nueva energía que rebosa, la risa no tarda en brotar de nuevo de mis labios. — ¿Seguro que eso está probado científicamente y no es algo que te acabas de inventar? — continuo bromeando, a pesar de que no es mi intención sonar aguafiestas, más bien pienso que es en lo que me convertiré como me emborrache de más; la mayoría de mis últimas borracheras, que recuerde como tal, han tirado siempre para el lado depresivo más que para el eufórico. También se debe tener en cuenta que entonces, eran otros momentos. — Aunque claro, que si es por el bien de la comunidad... — es lo único que suelto que pueda asemejarse a una aceptación a su propuesta, aunque el hecho de que no afirme ni niegue nada tampoco es una señal de asistencia obligatoria. Tendrá que verse...
Tomo su entusiasmo como una nueva forma de engatusarme a esta idea repentina de que, de alguna manera bizarra, voy a poder encajar dentro de su grupo de jóvenes amigas como una más, cuando es evidente que les saco unos cuantos años de experiencia y que en este caso, juegan en mi contra. Aun así, no puedo evitar el compartir su emoción en lo que mis cejas se alzan asombradas de esta nueva energía que rebosa, la risa no tarda en brotar de nuevo de mis labios. — ¿Seguro que eso está probado científicamente y no es algo que te acabas de inventar? — continuo bromeando, a pesar de que no es mi intención sonar aguafiestas, más bien pienso que es en lo que me convertiré como me emborrache de más; la mayoría de mis últimas borracheras, que recuerde como tal, han tirado siempre para el lado depresivo más que para el eufórico. También se debe tener en cuenta que entonces, eran otros momentos. — Aunque claro, que si es por el bien de la comunidad... — es lo único que suelto que pueda asemejarse a una aceptación a su propuesta, aunque el hecho de que no afirme ni niegue nada tampoco es una señal de asistencia obligatoria. Tendrá que verse...
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