OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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La única razón para levantarme había sido Rory, el niño necesitaba comer, bañarse y había prometido que iría ver a su amiguita hoy. Podía sentir los ojos agotados y la falta de energía que venía con no haber comido bien, pero mi sobrino buscaba llamarme la atención que no podía dejar de hacer un esfuerzo y mantener una conversación con él, en este momento el debate era cual era tu comida favorita para el desayuno que no fuera lo que uno come normalmente, estabamos entre una pizza y salchichas.
Cuando Lara Scott abrió la puerta, la conversación se vió interrumpida por la emoción de ver a la bebe que sostenía la pareja de mi jefe. Supongo que a los niños les gustaban otros niños y en este momento no tenía energias para estar celoso, incluso creo que estaba agradecido. ¿Eso significaba que ya empezaba a sentir el agotamiento del que me había hablado Jack de lo que era ser padre? Creí que tardaría más.
- Gracias por cuidarlo - le digo a Lara, la verdad que no había interactuado casi nada con aquella mujer más alla de envidiarla por haber conseguido conquistar a terrible hombre - Ambos necesitabamos salir un poco de esa casa.
Aun recordaba lo que había sido entrar y tener que abrazar a mi sobrino porque aun no encontraba la fuerza de contestarle donde estaban sus padres, que no iban a volver. Pero no podía sacarlo de su hogar, ya suficientes cambios tendría que sufrir y solo agradecia que aun era pequeño.
- Estaré en mi oficina si ocurré algo - o tal vez iria a mi hogar y llorar lo que me había estado aguantando.
Cuando Lara Scott abrió la puerta, la conversación se vió interrumpida por la emoción de ver a la bebe que sostenía la pareja de mi jefe. Supongo que a los niños les gustaban otros niños y en este momento no tenía energias para estar celoso, incluso creo que estaba agradecido. ¿Eso significaba que ya empezaba a sentir el agotamiento del que me había hablado Jack de lo que era ser padre? Creí que tardaría más.
- Gracias por cuidarlo - le digo a Lara, la verdad que no había interactuado casi nada con aquella mujer más alla de envidiarla por haber conseguido conquistar a terrible hombre - Ambos necesitabamos salir un poco de esa casa.
Aun recordaba lo que había sido entrar y tener que abrazar a mi sobrino porque aun no encontraba la fuerza de contestarle donde estaban sus padres, que no iban a volver. Pero no podía sacarlo de su hogar, ya suficientes cambios tendría que sufrir y solo agradecia que aun era pequeño.
- Estaré en mi oficina si ocurré algo - o tal vez iria a mi hogar y llorar lo que me había estado aguantando.
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Coloco sobre su pequeña cabeza un gorro de lana rosa con pompones como falsas orejas de oso, así queda completo su atuendo para enfrentar al frío del exterior. Cuando la cargo en brazos es dos veces más grande gracias a su campera de invierno, de lo que era al sacarle de la cuna. La ropa se le hace algo incómodo, lo puedo notar y reírme por su postura tiesa, así que tengo que frotar su nariz con la mía para que se relaje. Balbucea como si quisiera decirme algo, así que bajo con ella la escalera en una conversación con preguntas de mi parte a las que contesta como puede con los creativos sonidos de su garganta. Recojo de la baranda, que se ha vuelto un desfile de peluches y sonajeros porque es el orden de Poppy para todos los juguetes que van quedando dispersos por ahí, ¡y eso que todavía no camina! Sin que podamos encontrarle una razón precisa, donde sea que pisemos en esta mansión nos sobresaltados por el chillido de un peluche parlante, y sigo sin una explicación lógica al hecho de que el sonajero con forma de pato de Tilly acabara entre las botellas del minibar de Hans.
El sonido del timbre hace que la bebé responda con impaciencia por saber quién es, así sociable como es, y puesto que yo sí se de quien se trata, hecho una ojeada a que esté bien guapa para que reciba a Rory. Hans va a matarme por esto, pero no pienso contárselo hasta que los niños tengan dieciocho años. ¿Está mal que para mí la boda de Mathilda y Rory ya esté acordada? Es la manera más legal que se me ocurre para hacer del hijo de nuestros amigos pase a ser de nuestra familia, ¿y alguien puede juzgarme? ¡Rose lo hubiera querido así! Es un pensamiento que me hace reír al recordar cómo era verla emocionado con algo, como seguro estaría de tener que planear una boda, y ese mismo recuerdo me hace tener que pestañear un par de veces para no llorar cuando abro la puerta. —¿A dónde crees que vas, Ernest?— pregunto cuando su retirada procede a su saludo de una manera tan a prisa que me desconcierta, cargo a Tilly con un brazo para estirar el otro y con mi mano libre poder tirar de su codo, así entre a la sala con su sobrino.
Por si las dudas, no lo suelto hasta que estamos en el umbral de la sala y espero a que nos siga al espacio de juegos de Tilly, sí, se ha adueñado de la gran alfombra de la sala. Es su territorio de dueña y señora, con esos juguetes que podrían ser todo un reino y Rory se encarga de comenzar a explorar. Por el revoloteo de la niña en mis brazos, entiendo que me está pidiendo que la deje acompañar a su amigo y con un par de almohadas a su alrededor, la dejo sentada como ha descubierto por si sola que puede hacerlo, para que agite sus manitos pidiéndole a Rory que le muestre los muñecos que van llamando su atención. En su ansiedad se inclina peligrosamente hacia adelante y cae sobre una de las almohadas, me río al volver a acomodarla en su sitio. —Mírala por un momento— le pido a Ernest para poner distancia con la bebé, mi mirada todavía sobre ella, mientras camino hacia el minibar. No le pregunto si quiere beber, a esta hora es inapropiado preguntarlo. Tanto como servir un vaso de whisky, prohibido si considero que podría enfadar a Hans descubrir que su reserva ha mermado. Lo coloco delante de la nariz de Ernest al acercarme de nuevo y sentarme al borde del sillón a un paso de Tilly por si necesita de mi rescate. —Toma, criar a un bebé no es fácil y sé que se necesita de esto para sobrellevarlo— le indico. —¿Qué tal te va con Rory? Sabes que puedes traerlo todas las veces que haga falta, con Hans lo amamos— de más está decirlo.
El sonido del timbre hace que la bebé responda con impaciencia por saber quién es, así sociable como es, y puesto que yo sí se de quien se trata, hecho una ojeada a que esté bien guapa para que reciba a Rory. Hans va a matarme por esto, pero no pienso contárselo hasta que los niños tengan dieciocho años. ¿Está mal que para mí la boda de Mathilda y Rory ya esté acordada? Es la manera más legal que se me ocurre para hacer del hijo de nuestros amigos pase a ser de nuestra familia, ¿y alguien puede juzgarme? ¡Rose lo hubiera querido así! Es un pensamiento que me hace reír al recordar cómo era verla emocionado con algo, como seguro estaría de tener que planear una boda, y ese mismo recuerdo me hace tener que pestañear un par de veces para no llorar cuando abro la puerta. —¿A dónde crees que vas, Ernest?— pregunto cuando su retirada procede a su saludo de una manera tan a prisa que me desconcierta, cargo a Tilly con un brazo para estirar el otro y con mi mano libre poder tirar de su codo, así entre a la sala con su sobrino.
Por si las dudas, no lo suelto hasta que estamos en el umbral de la sala y espero a que nos siga al espacio de juegos de Tilly, sí, se ha adueñado de la gran alfombra de la sala. Es su territorio de dueña y señora, con esos juguetes que podrían ser todo un reino y Rory se encarga de comenzar a explorar. Por el revoloteo de la niña en mis brazos, entiendo que me está pidiendo que la deje acompañar a su amigo y con un par de almohadas a su alrededor, la dejo sentada como ha descubierto por si sola que puede hacerlo, para que agite sus manitos pidiéndole a Rory que le muestre los muñecos que van llamando su atención. En su ansiedad se inclina peligrosamente hacia adelante y cae sobre una de las almohadas, me río al volver a acomodarla en su sitio. —Mírala por un momento— le pido a Ernest para poner distancia con la bebé, mi mirada todavía sobre ella, mientras camino hacia el minibar. No le pregunto si quiere beber, a esta hora es inapropiado preguntarlo. Tanto como servir un vaso de whisky, prohibido si considero que podría enfadar a Hans descubrir que su reserva ha mermado. Lo coloco delante de la nariz de Ernest al acercarme de nuevo y sentarme al borde del sillón a un paso de Tilly por si necesita de mi rescate. —Toma, criar a un bebé no es fácil y sé que se necesita de esto para sobrellevarlo— le indico. —¿Qué tal te va con Rory? Sabes que puedes traerlo todas las veces que haga falta, con Hans lo amamos— de más está decirlo.
- Uhm - ni siquiera yo se la respuesta a su pregunta. Así que solo me quedo pensando que tal vez solo deberia irme.
No puedo ni girarme que Lara me mete a su casa, para ser pequeña tiene bastante fuerza porque practicamente me arrastra al interior, aunque tampoco pongo mucha resistencia y la sigo en silencio a lo que parece un campo minado de juguetes y almohadones.
Me corrigo, es el reinado de la pequeña y parece que todos somos sus subditos, de los cuales mi sobrino parece conocer su rol muy bien ya que diligentemente lleva y trae juguetes para que la futura presidenta de esta nación elija.
- Claro - vuelvo a responder de manera corta al pedido de Lara, mientras mantengo mi vista pendiente de los dos crios. Ahora puedo entender los chiste del emparejamiento de estos dos, parecian tener la relación perfecta: ella cuidada en almohadones y comoda mientras él corria de un lado a otro mostrandole los tesoros y disfrutando de su risa. Podía incluso escuchar la voz de Rose "te lo dije".
La bebida llega en el momento justo mientras contengo las lagrimas, en algún momento saldran pero solo espero estar ya en la oscuridad del cuarto cuando pase.
- Gracias - le digo mientras le trato de sonreir, saliendo solo una mueca - Debo confesar que es un consejo que aplico hace años desde que soy niñero por conveniencia - doy un trago - A veces creo que me llamaban más ellos que mis parejas - concentro mi mirada en el vaso mientras acarició su superficie fría - Él esta bien, creo, como uno podría esperar - debes en cuando lo encontraba mirando por la ventana, esperando que volvieran y que solo me encontraba de visita - Gracias de verdad, se que ellos confiaban en ustedes - la vuelvo a mirar y trato de sonreir con sinceridad.
Necesito cambiar el tema, pasar a otra cosa, o voy a derrumbarme frente a la mujer de mi jefe y los niños.
- Así que ¿para cuando la boda? Ecuche que no solo los niños iban a tener una - hablar de cosas frivolas siempre es más fácil - Supongo que la Powell mayor se encargara del vestido, debo confesar que soy seguir de su página y creo que llegara lejos.
No puedo ni girarme que Lara me mete a su casa, para ser pequeña tiene bastante fuerza porque practicamente me arrastra al interior, aunque tampoco pongo mucha resistencia y la sigo en silencio a lo que parece un campo minado de juguetes y almohadones.
Me corrigo, es el reinado de la pequeña y parece que todos somos sus subditos, de los cuales mi sobrino parece conocer su rol muy bien ya que diligentemente lleva y trae juguetes para que la futura presidenta de esta nación elija.
- Claro - vuelvo a responder de manera corta al pedido de Lara, mientras mantengo mi vista pendiente de los dos crios. Ahora puedo entender los chiste del emparejamiento de estos dos, parecian tener la relación perfecta: ella cuidada en almohadones y comoda mientras él corria de un lado a otro mostrandole los tesoros y disfrutando de su risa. Podía incluso escuchar la voz de Rose "te lo dije".
La bebida llega en el momento justo mientras contengo las lagrimas, en algún momento saldran pero solo espero estar ya en la oscuridad del cuarto cuando pase.
- Gracias - le digo mientras le trato de sonreir, saliendo solo una mueca - Debo confesar que es un consejo que aplico hace años desde que soy niñero por conveniencia - doy un trago - A veces creo que me llamaban más ellos que mis parejas - concentro mi mirada en el vaso mientras acarició su superficie fría - Él esta bien, creo, como uno podría esperar - debes en cuando lo encontraba mirando por la ventana, esperando que volvieran y que solo me encontraba de visita - Gracias de verdad, se que ellos confiaban en ustedes - la vuelvo a mirar y trato de sonreir con sinceridad.
Necesito cambiar el tema, pasar a otra cosa, o voy a derrumbarme frente a la mujer de mi jefe y los niños.
- Así que ¿para cuando la boda? Ecuche que no solo los niños iban a tener una - hablar de cosas frivolas siempre es más fácil - Supongo que la Powell mayor se encargara del vestido, debo confesar que soy seguir de su página y creo que llegara lejos.
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Y ahora no nos llamaran más, es el pensamiento que vuelve a golpearme como las veces en que me quedé mirando la ventana de mensajes que tenía con Rose, como la fecha del último mensaje va quedando cada vez más atrás en el tiempo y mi mensaje de si estaban bien cuando estábamos en la sala de espera aguardando a que Hans saliera de cirugía, nunca fue contestado. Puedo deslizarme hacia atrás con el pulgar, ver las últimas fotografías compartidas de los niños, ¿a quién demonios le enviaré ahora las boberías que hace Tilly y ella me contestaba con tanta emoción para enviarme otras de Rory? Nos tardamos demasiado tiempo en ponernos de acuerdo y ser madres casi a la par, ¿a quién engaño? No iba a serlo antes, ni aunque Rose me lo hubiera pedido de rodillas. Pero lo mucho que compartimos ha dejado ahora un vacío muy grande y lástima que no me serví mi propio vaso de whisky para aplacarlo.
—Dentro de unos meses— contesto, lamento tener que ser evasiva con un tema que bien podría evitar que caigamos en un pozo de angustia si nos ponemos a hablar de la razón detrás por la que Ernest está aquí, el motivo por el que el niño quedó a su cuidado en primer lugar. —No… no precisamos una fecha, supongo que lo decidiremos cuando se acerque el mes— musito, concentro mi nerviosismo en mis manos que se buscan y se separan. —Será algo muy íntimo— continuo, —muy íntimo—. Tanto que creo que solo estaremos presentes Hans y yo, algo que no pienso decirlo en voz alta, porque así como lo diga habrá mil oídos en la puerta y a nuestra familia indignada diciendo: «¿¿Perdón??». Meerah posiblemente me ataque a mí con sus tijeras en vez de cortar la tela para el vestido si se entera. —Estaba trabajando en unos diseños, todavía no hicimos prueba de nada, es ella quien tiene que decidir más que nadie si el vestido está a la altura de sus expectativas— sonrío, no conozco a nadie más perfeccionista que ella, y eso que su padre vive en la misma casa, yo también me considero bastante exigente en mi trabajo, pero ella tiene ese rasgo muy marcado en todo lo que crea con su genio. —Ernest… en serio— el nerviosismo en mis manos se debe más que nada a esto, —¿estás bien?— susurro. —Si necesitas hablar, de lo que sea, estoy para escucharte…
—Dentro de unos meses— contesto, lamento tener que ser evasiva con un tema que bien podría evitar que caigamos en un pozo de angustia si nos ponemos a hablar de la razón detrás por la que Ernest está aquí, el motivo por el que el niño quedó a su cuidado en primer lugar. —No… no precisamos una fecha, supongo que lo decidiremos cuando se acerque el mes— musito, concentro mi nerviosismo en mis manos que se buscan y se separan. —Será algo muy íntimo— continuo, —muy íntimo—. Tanto que creo que solo estaremos presentes Hans y yo, algo que no pienso decirlo en voz alta, porque así como lo diga habrá mil oídos en la puerta y a nuestra familia indignada diciendo: «¿¿Perdón??». Meerah posiblemente me ataque a mí con sus tijeras en vez de cortar la tela para el vestido si se entera. —Estaba trabajando en unos diseños, todavía no hicimos prueba de nada, es ella quien tiene que decidir más que nadie si el vestido está a la altura de sus expectativas— sonrío, no conozco a nadie más perfeccionista que ella, y eso que su padre vive en la misma casa, yo también me considero bastante exigente en mi trabajo, pero ella tiene ese rasgo muy marcado en todo lo que crea con su genio. —Ernest… en serio— el nerviosismo en mis manos se debe más que nada a esto, —¿estás bien?— susurro. —Si necesitas hablar, de lo que sea, estoy para escucharte…
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