OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Presentarme temblando a pedir un trabajo es la peor primera impresión, es un consejo que tengo presente. Para calmar el nerviosismo recurro a hacer girar el anillo que rodea mi pulgar como lo he hecho otras veces, es menos notorio que echar mi cabello detrás de la curva de mi oreja. Mientras no lo haga girar a prisa, puede pasar como un gesto casual de tener las manos ocupadas en algo, cuando lo cierto es que hay algo relajante en que la sortija vaya girando. Me repito a mí misma que una posible negativa no va a afectarme en nada y en esta oportunidad es la verdad. No es una cuestión ni de mérito, ni de calificaciones, tampoco están involucradas las expectativas de mis padres en esto. Lo hago por mí, por nosotros, nosotros en el sentido de comunidad. Eso, tengo que reconocerlo, quita mucho de la ansiedad que experimenté cuando fui a hablar con la ministra LeBlanc tiempo atrás.
Espero en la sala a solas por unos minutos, esta es la casa que me han dicho que es donde vive Ben con Arianne y creo que también con Beverly, no la he visto aún desde que todos nos “mudamos”. No se me ocurrió otro lugar donde buscarla que no sea este. Recupero la sonrisa en los labios cuando la veo volver y todo en ella hace que interrumpa mis pensamientos sobre los motivos que me trajeron aquí, para cubrir esa cuota de admiración que van a inspirarme siempre las veelas, por nostalgia a ese rasgo en mi sangre que se disolvió al llegar a mí. —Creo que nunca nos hemos presentado formalmente— digo, me parece lo más educado dar un paso al frente y tenderle mi mano. —Soy Synnove Lackberg—, en ocasiones considero si debo dejar mi apellido de largo por una cuestión de identidad, me gustaría que se me reconociera por mí misma y no por mi familia, pero lo cierto es que ellos son parte de mi identidad, así que lo mantengo en las presentaciones. —Vivía en el Capitolio y estudiaba leyes en el Royal. Como eres la nueva líder de Justicia en el Consejo, me gustaría ofrecerme para colaborar en ese ámbito— explico, por mi parte creo que todo lo que pueda agregar sería redundante y supongo que aquí es donde inicia su interrogatorio para saber si puedo serle de utilidad o simplemente para me diga que no necesita ayuda.
Espero en la sala a solas por unos minutos, esta es la casa que me han dicho que es donde vive Ben con Arianne y creo que también con Beverly, no la he visto aún desde que todos nos “mudamos”. No se me ocurrió otro lugar donde buscarla que no sea este. Recupero la sonrisa en los labios cuando la veo volver y todo en ella hace que interrumpa mis pensamientos sobre los motivos que me trajeron aquí, para cubrir esa cuota de admiración que van a inspirarme siempre las veelas, por nostalgia a ese rasgo en mi sangre que se disolvió al llegar a mí. —Creo que nunca nos hemos presentado formalmente— digo, me parece lo más educado dar un paso al frente y tenderle mi mano. —Soy Synnove Lackberg—, en ocasiones considero si debo dejar mi apellido de largo por una cuestión de identidad, me gustaría que se me reconociera por mí misma y no por mi familia, pero lo cierto es que ellos son parte de mi identidad, así que lo mantengo en las presentaciones. —Vivía en el Capitolio y estudiaba leyes en el Royal. Como eres la nueva líder de Justicia en el Consejo, me gustaría ofrecerme para colaborar en ese ámbito— explico, por mi parte creo que todo lo que pueda agregar sería redundante y supongo que aquí es donde inicia su interrogatorio para saber si puedo serle de utilidad o simplemente para me diga que no necesita ayuda.
Terminó de ordenar un par de documentos, dejándolos a un lado antes de encaminarse escaleras abajo hasta la cocina en busca de algo que poder tomar en el primer descanso que hacía en toda la mañana. Se rascó la parte posterior de la cabeza, caminando con plena tranquilidad hasta que se encontró con Ben mirando de tanto en tanto en dirección al salón. — ¿Ocurre algo? — inquirió cuando sus pies dieron con la planta baja, acabando por seguir la dirección de su mirada y encontrándose con una rubia cabellera sentada en uno de los sillones del mismo. Volvió sus ojos claros hasta él y con gesto interrogante frunció el ceño. Solo le hizo falta un gesto para saber que ella era la destinataria de la inesperada visita. Con solo una mirada dió a entender un claro “tengo demasiada hambre como para tener que lidiar con alguien más”, que no convenció lo suficiente a su compañía que acabó instándola a que saliera.
Acabó por colocar sobre una bandeja una jarra de zumo con dos vasos y unas galletas desperdigadas sin orden alguno sobre un platino plato. Respiró un par de veces antes de salir, no dando más de dos o tres pasos antes de acabar siendo el foco de la mirada de la joven. La observó en silencio, bajando la mirada hasta su mano y acabando por dejar la bandeja sobre la mesa baja antes de estrecharla con suavidad. — Encantada de conocerte, Synnove — alcanzó a pronunciar, no dándole especial importancia a su apellido, antes de ser interrumpida por una explicación que no había pedido. Soltó su mano, acercándose hasta el sillón más cercano y dejándose caer sobre el mismo, indicándole con un gesto que se sentara también. — Puedes tomar lo que quieras — señaló con la mano la bandeja que acababa de traer y sobre la que se inclinó para tomar una de las galletas. — ¿Cuántos años estudiaste leyes? — preguntó inicialmente, girando la galleta entre sus dedos. — Lo cierto es que escasean las personas con un mínimo de conocimientos en leyes, pero no quiero ser tu tutora ni nada parecido. No cuando hay tantas cosas por hacer — explicó con cuidado de no ser demasiado dura. Estaba esforzándose por familiarizarse con todos aquellos que vivían en el distrito, y la joven no sería una excepción a ello. — ¿Cómo crees que puedes ayudarme? Porque supongo que no has venido hasta aquí simplemente a ofrecerte sin una idea previa — inquirió acabando por llevarse la galleta a la boca. Algo debía de tener en mente, pensar que podría ayudarla o aportarle algo. Un punto de vista más joven; alguien quizás más cercano a los demás que podría ser más proporcional de lo que ella se sentía porque, no iba a mentir, después de tantos años aplicando determinadas leyes había acabado encajonándose en las mismas.
Acabó por colocar sobre una bandeja una jarra de zumo con dos vasos y unas galletas desperdigadas sin orden alguno sobre un platino plato. Respiró un par de veces antes de salir, no dando más de dos o tres pasos antes de acabar siendo el foco de la mirada de la joven. La observó en silencio, bajando la mirada hasta su mano y acabando por dejar la bandeja sobre la mesa baja antes de estrecharla con suavidad. — Encantada de conocerte, Synnove — alcanzó a pronunciar, no dándole especial importancia a su apellido, antes de ser interrumpida por una explicación que no había pedido. Soltó su mano, acercándose hasta el sillón más cercano y dejándose caer sobre el mismo, indicándole con un gesto que se sentara también. — Puedes tomar lo que quieras — señaló con la mano la bandeja que acababa de traer y sobre la que se inclinó para tomar una de las galletas. — ¿Cuántos años estudiaste leyes? — preguntó inicialmente, girando la galleta entre sus dedos. — Lo cierto es que escasean las personas con un mínimo de conocimientos en leyes, pero no quiero ser tu tutora ni nada parecido. No cuando hay tantas cosas por hacer — explicó con cuidado de no ser demasiado dura. Estaba esforzándose por familiarizarse con todos aquellos que vivían en el distrito, y la joven no sería una excepción a ello. — ¿Cómo crees que puedes ayudarme? Porque supongo que no has venido hasta aquí simplemente a ofrecerte sin una idea previa — inquirió acabando por llevarse la galleta a la boca. Algo debía de tener en mente, pensar que podría ayudarla o aportarle algo. Un punto de vista más joven; alguien quizás más cercano a los demás que podría ser más proporcional de lo que ella se sentía porque, no iba a mentir, después de tantos años aplicando determinadas leyes había acabado encajonándose en las mismas.
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Echo un vistazo a las galletas y por educación tomo una que queda dando vueltas entre mis dedos, me lo acabo en dos mordidas así cumplo con la etiqueta y tengo la boca desocupada para hablar. —Dos años en el Royal, colaboré en el departamento de Educación por un año respecto a leyes educativas— comento, no creo que deba guardarme nada por algo que sea parecido a modestia, claramente tengo que hacerle saber a la mujer qué puede esperar de mí si le estoy ofreciendo mi colaboración. —Pero mi oposición a las leyes esclavistas y a los graves y extremos castigos que el ministerio aplica sobre los menores— como en el caso de Mimi, los otros chicos del catorce, y sobre todos, Kendrick. También podría agregar a Hero Niniadis, a su actual novio. —Todo ello me llevó a perder el interés en leyes que me enseñaban y que no podría aplicar por mi moral, tampoco creí del todo en eso de que desde adentro se cambia el sistema. No veo que eso sea algo real. El sistema se cambia desde afuera, con revoluciones, es la única manera de destruir estructuras viejas, tomar lo que sirve de ello y construir algo nuevo— explico mi punto de vista en esto, sigo haciendo girar el anillo en mi pulgar hasta que la figura de la media luna vuelve a estar arriba.
—Sé bien que el distrito nueve pasará a ser un nuevo modelo en cuanto leyes para todo Neopanem y quiero poder participar de eso— cargo mi pecho de aire al tratar de mi confianza llegue a ella, quien tiene la última palabra de que así sea. Con mucha cautela, esto hay que decirlo siempre con el cuidado de no ofender a otra persona, porque entiendo que todos han peleado por ideales y por los mismos forman parte de un Consejo, así que no quiero cuestionarlos cuando creo que tenemos los mismos. —Quiero que haya un juicio por cada crimen que se reporte, un juicio real, en el que las partes estén aseguradas de ser escuchadas. Y que estos testimonios no caigan en un único par de oídos. Que quien sea el juez no tenga que juzgar solo desde su mirada, sino que pueda haber alguien a quien consulte, alguien más joven… porque creo que luego de pelear en la alcaldía con todos ustedes, más grandes, nos ganamos el derecho a que también se tenga en cuenta nuestra opinión, a fin de cuentas, no tenemos la misma cantidad de cicatrices que ustedes y eso mismo nos hace mirar y saber bien qué futuro queremos para nosotros. No juzgamos mirando hacia atrás, sino hacia adelante— trato de que hasta la última palabra mi voz siga manteniendo un tono neutro, con toda la emoción reprimida para que esto no sea un discurso puramente idealista, sino una exposición de lo que realmente creo y sostengo.
—Sé bien que el distrito nueve pasará a ser un nuevo modelo en cuanto leyes para todo Neopanem y quiero poder participar de eso— cargo mi pecho de aire al tratar de mi confianza llegue a ella, quien tiene la última palabra de que así sea. Con mucha cautela, esto hay que decirlo siempre con el cuidado de no ofender a otra persona, porque entiendo que todos han peleado por ideales y por los mismos forman parte de un Consejo, así que no quiero cuestionarlos cuando creo que tenemos los mismos. —Quiero que haya un juicio por cada crimen que se reporte, un juicio real, en el que las partes estén aseguradas de ser escuchadas. Y que estos testimonios no caigan en un único par de oídos. Que quien sea el juez no tenga que juzgar solo desde su mirada, sino que pueda haber alguien a quien consulte, alguien más joven… porque creo que luego de pelear en la alcaldía con todos ustedes, más grandes, nos ganamos el derecho a que también se tenga en cuenta nuestra opinión, a fin de cuentas, no tenemos la misma cantidad de cicatrices que ustedes y eso mismo nos hace mirar y saber bien qué futuro queremos para nosotros. No juzgamos mirando hacia atrás, sino hacia adelante— trato de que hasta la última palabra mi voz siga manteniendo un tono neutro, con toda la emoción reprimida para que esto no sea un discurso puramente idealista, sino una exposición de lo que realmente creo y sostengo.
Masticó con lentitud, temiendo que cualquier ligero sonido pudiera interferir en las palabras pronunciadas por la joven. Asintió a las mismas, acabando por entrelazar las manos sobre su regazo con la mirada fija en ella, prestándole atención y demostrándole que le interesaba todo aquello que estaba diciendo. Su especialización estaba en el ámbito penal, puede que incluso en alguna ocasión hubiera alcanzado a interesarse por la industrial e intelectual, pero el ámbito educativo distaba tanto de su conocimiento como interés. Y aquella había sido una de las razones por las que recurría a Dressler en busca de encontrar un punto en común donde poder legislar y, posteriormente, actuar. — Estamos en una situación en la que incluso la moral se puede convertir en nuestro peor enemigo, Synnove — interrumpió su intervención, cruzando las piernas. — Dos personas roban en un vivienda. La primera lo hace porque lo desea, la segunda por necesidad. Nuestra moral nos diría que debemos entender a la que lo hace por necesidad y castigar a la que lo hace porque así lo quiere; pero, ¿no olvidaríamos a la persona afectada por el robo? Una ley debe ser igual para todos, aunque tengamos las correspondientes atenuantes y agravantes que modulen la pena que les corresponda, y debemos dejar nuestra moral en casa cuando debamos de aplicarlas. — explicó con un ejemplo práctico lo que le habían enseñado a ella. — Hay delitos y delitos, no voy a negarlo. Muchas de las leyes del Gobierno son injustas y desproporcionales porque surgen de una base incorrecta. — puntualizó. — El sistema que gobierna en éste momento fue impuesto tras la victoria de una revolución. Una que se siguió con fe ciega sin tener la menor idea de las medidas que se tomarían cuando ésta prosperara. Se debe de tener una mínima idea de la estructura antes de hacer un llamado a la ciudadanía porque se han cometido muchos errores —, y muchos temían tanto las represalias de su propio Gobierno como las del siguiente, si triunfaba, por no haberse ‘unido’ a tiempo. Y allí era donde entraban ellos; tratando de establecer una base correcta sobre la que erigir un sistema que no partiera de la desigualdad.
La veela se inclinó al frente, tomando uno de los vasos y llenándolo de zumo, frunciendo los labios de tanto en tanto mientras escuchaba a la joven. — El sistema y procedimiento judicial no son los problemas a los que nos enfrentamos. Lo son los principios con los que estaban rigiendo —. Igualdad, proporcionalidad, imparcialidad o independencia solo eran uno pocos ejemplos de la cantidad de carencias que había sufrido el mismo. Apoyó el vaso contra su pierna, resguardándolo entre ambas manos. — Concuerdo en que los jóvenes sois el futuro de lo que se está tratando de construir. Que no juzgaréis con un ojo mirando hacia el pasado, sino con plena atención al futuro. Yo misma no puedo negar lo intoxicada que estoy después de tantos años aplicando determinadas leyes. — concedió sin problema alguno, rascando con el pulgar los pequeños tallados del vaso.
Arrugó los labios y se acomodó en el sofá, presionando la espalda contra el respaldo del mismo y moviendo la pierna que mantenía cruzada sobre la contraria. Golpeteó con la lengua la parte posterior de sus dientes, manteniendo la mirada prendida de ella, y acabando por esbozar una fugaz sonrisa. — Me gustan las personas directas y concisas. Las que dan demasiados rodeos consiguen que pierda el interés. — aseveró encogiéndose ligeramente de hombros, sin darle mayor importancia. — Aunque discrepo con tus palabras, algunas meramente doctrinales, no puedo negar aquellas que me han impresionado — alabó con seguridad. — Y me gustaría poder contar contigo y con tu opinión a la hora de elaborar esta nueva estructura — anunció acompañando sus palabras con un leve movimiento de mano. —, que me ayudes a encontrar el punto en el que confluyan lo que se desea conseguir y el modo de hacerlo —. Porque sabía que querían libertad, que los castigos cambiaran y existiera, paulatinamente, una situación de igualdad.
La veela se inclinó al frente, tomando uno de los vasos y llenándolo de zumo, frunciendo los labios de tanto en tanto mientras escuchaba a la joven. — El sistema y procedimiento judicial no son los problemas a los que nos enfrentamos. Lo son los principios con los que estaban rigiendo —. Igualdad, proporcionalidad, imparcialidad o independencia solo eran uno pocos ejemplos de la cantidad de carencias que había sufrido el mismo. Apoyó el vaso contra su pierna, resguardándolo entre ambas manos. — Concuerdo en que los jóvenes sois el futuro de lo que se está tratando de construir. Que no juzgaréis con un ojo mirando hacia el pasado, sino con plena atención al futuro. Yo misma no puedo negar lo intoxicada que estoy después de tantos años aplicando determinadas leyes. — concedió sin problema alguno, rascando con el pulgar los pequeños tallados del vaso.
Arrugó los labios y se acomodó en el sofá, presionando la espalda contra el respaldo del mismo y moviendo la pierna que mantenía cruzada sobre la contraria. Golpeteó con la lengua la parte posterior de sus dientes, manteniendo la mirada prendida de ella, y acabando por esbozar una fugaz sonrisa. — Me gustan las personas directas y concisas. Las que dan demasiados rodeos consiguen que pierda el interés. — aseveró encogiéndose ligeramente de hombros, sin darle mayor importancia. — Aunque discrepo con tus palabras, algunas meramente doctrinales, no puedo negar aquellas que me han impresionado — alabó con seguridad. — Y me gustaría poder contar contigo y con tu opinión a la hora de elaborar esta nueva estructura — anunció acompañando sus palabras con un leve movimiento de mano. —, que me ayudes a encontrar el punto en el que confluyan lo que se desea conseguir y el modo de hacerlo —. Porque sabía que querían libertad, que los castigos cambiaran y existiera, paulatinamente, una situación de igualdad.
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Mostrarme nerviosa es lo peor que puedo hacer en esta primera entrevista, y para mí debo reconocer que no hay manera de impedir que me carcoman los nervios estando en presencia de Arianne, hay algo en ella que obliga a mi espalda a mantenerse tiesa y a mis oídos a no perder detalle de lo que dice, esperando en todo momento un veredicto sobre mis opiniones que determine si mi manera de pensar las cosas es válida para aplicar nueva justicia en este distrito. Comprendo que esta sea la sensación que inspira, no por su naturaleza de veela que se puede apreciar sin mirar demasiado, sino porque un juez debe ser así de estricto y me lo demuestra en palabras con el único ejemplo que me da. Arianne no va a detenerse más de la cuenta en la historia y las razones de cada acusado, sino en considerar el daño que eso pudo hacer a la víctima, ¿y puedo refutarlo? No.
Fijar la vista en la base de los derechos y restricciones, es lo que hace que yo misma pueda ver más allá de mis opiniones, a la oportunidad que tenemos de trabajar sobre esa base y luego de un par de frases que me dejan ver que he dicho lo correcto y lo incorrecto por partes iguales, al parecer cuento con su aprobación. La sonrisa que se cruza por mi cara es única, de todas maneras no esperaba que todo lo que dijera pudiera tener de su aprobación, se trata de eso también, de que haya cosas que yo le pueda decir que le sirvan, y otras que ella me corrija para que pueda salir de las limitaciones de mis propios pensamientos. —Gracias por la oportunidad, Arianne. Espero poder ser de ayuda con los conocimientos que ya tengo, pero también espero poder aprender de la práctica real. Procuraré no ser una carga, sino un soporte— trato de decirlo con firmeza, no con ansiedad. —Y dentro de muchos, muchos años, podemos ser parte entre quienes se encarguen de un sistema legal que siga cambiando y adecuándose a los tiempos— y tal vez, por fin, encontrarle un sentido a todo esto, poder creer en algo que sea lo más cercano a la justicia y sentir que lo estoy haciendo tiene un sentido más humano, ese que se perdió en el Capitolio. —¿Tienes… consejos que quieras darme? ¿Indicaciones?— consulto, vacilo antes de seguir. —¿Alguna pregunta?— que es quien está en autoridad de hacerlas.
Fijar la vista en la base de los derechos y restricciones, es lo que hace que yo misma pueda ver más allá de mis opiniones, a la oportunidad que tenemos de trabajar sobre esa base y luego de un par de frases que me dejan ver que he dicho lo correcto y lo incorrecto por partes iguales, al parecer cuento con su aprobación. La sonrisa que se cruza por mi cara es única, de todas maneras no esperaba que todo lo que dijera pudiera tener de su aprobación, se trata de eso también, de que haya cosas que yo le pueda decir que le sirvan, y otras que ella me corrija para que pueda salir de las limitaciones de mis propios pensamientos. —Gracias por la oportunidad, Arianne. Espero poder ser de ayuda con los conocimientos que ya tengo, pero también espero poder aprender de la práctica real. Procuraré no ser una carga, sino un soporte— trato de decirlo con firmeza, no con ansiedad. —Y dentro de muchos, muchos años, podemos ser parte entre quienes se encarguen de un sistema legal que siga cambiando y adecuándose a los tiempos— y tal vez, por fin, encontrarle un sentido a todo esto, poder creer en algo que sea lo más cercano a la justicia y sentir que lo estoy haciendo tiene un sentido más humano, ese que se perdió en el Capitolio. —¿Tienes… consejos que quieras darme? ¿Indicaciones?— consulto, vacilo antes de seguir. —¿Alguna pregunta?— que es quien está en autoridad de hacerlas.
Siempre había sido del tipo de personas que hablaban más bien poco; que reservaba todas las palabras para ser dichas durante el desenvolvimiento de un procedimiento. Pero, como muchos le habían dicho ya, todos cambiaban. Fuera para bien o fuera para mal, la rubia también lo había hecho. Y en demasiados aspectos. Bebió largo trago del vaso de zumo, no reprimiendo la muequita que se dibujó en sus labios ante la acidez del mismo, y tratando de suplirlo con una nueva galleta. Una que masticó con completa calma, volviendo su atención hasta ella; reparando en su postura, gestos, tono y palabras. Todo aquello decía mucho de lo que estaba pasando por su cabeza o lo que le estaba provocando. Dejó ir el aire, descruzando las piernas y estirándolas al frente hasta que sus pies chocaron contra la mesita baja.
La recorrió con la mirada y luego asintió con la cabeza. — Espero que dentro de muchos, muchos años, halláis aprendido tanto de los errores del pasado que nunca volváis a cometerlos — contestó. No pretendía seguir allí demasiado tiempo. Era una veela, lo que afectaba en su línea de vida; envejecía con más lentitud y los años podían alargarse más de la cuenta, pero no tenía la menor intención de quedarse allí más tiempo del estrictamente necesario. —, y que lo que aprendas de mí durante este tiempo te sirva para algo más — agregó entrelazando las manos sobre sus piernas. Alzó ambas cejas con sorpresa, inclinando, leve, la cabeza hacia un lado y acabando por esbozar una amable sonrisa. Se decía que las de su clase eran iracundas y feroces, sin duda era algo que muchas podían dejar salir cuando siempre fueron frías o impulsivas, dejando ir sus sentimientos con facilidad, pero la rubia nunca fue una persona demasiado abierta; lo contuvo todo en su interior y, aunque en ocasiones no podía soportarlo dentro por más tiempo, lo tenía casi bajo control. — Lo primero que tienes que hacer es olvidar todo lo que aprendiste ahí fuera. Si quieres usarlo para no cometer los mismo errores está bien, pero no tratar de tomarlo como base y cambiar lo que no veas correcto. De ese modo solo acabarás equivocándote —. Si se partía de un mal núcleo solo contaminaría lo demás, incluso aunque estuviera impregnado de buenas intenciones.
— Y en segundo lugar, me gustaría que te relajaras — indicó. — No me conoces, sabes que fui jueza y puede que ello imponga en un inicio, y sabes que soy una veela. Son aspectos que provocan esa rigidez general en tu cuerpo — señaló con un dedo todo su cuerpo de arriba abajo. — No te concedo inmunidad puesto que cuando estemos trabajando me gustaría que fueras escrupulosa, pero preferiría un ambiente confiable y cómodo — fue su segundo consejo y, puede, que incluso más importante que el primero.
La recorrió con la mirada y luego asintió con la cabeza. — Espero que dentro de muchos, muchos años, halláis aprendido tanto de los errores del pasado que nunca volváis a cometerlos — contestó. No pretendía seguir allí demasiado tiempo. Era una veela, lo que afectaba en su línea de vida; envejecía con más lentitud y los años podían alargarse más de la cuenta, pero no tenía la menor intención de quedarse allí más tiempo del estrictamente necesario. —, y que lo que aprendas de mí durante este tiempo te sirva para algo más — agregó entrelazando las manos sobre sus piernas. Alzó ambas cejas con sorpresa, inclinando, leve, la cabeza hacia un lado y acabando por esbozar una amable sonrisa. Se decía que las de su clase eran iracundas y feroces, sin duda era algo que muchas podían dejar salir cuando siempre fueron frías o impulsivas, dejando ir sus sentimientos con facilidad, pero la rubia nunca fue una persona demasiado abierta; lo contuvo todo en su interior y, aunque en ocasiones no podía soportarlo dentro por más tiempo, lo tenía casi bajo control. — Lo primero que tienes que hacer es olvidar todo lo que aprendiste ahí fuera. Si quieres usarlo para no cometer los mismo errores está bien, pero no tratar de tomarlo como base y cambiar lo que no veas correcto. De ese modo solo acabarás equivocándote —. Si se partía de un mal núcleo solo contaminaría lo demás, incluso aunque estuviera impregnado de buenas intenciones.
— Y en segundo lugar, me gustaría que te relajaras — indicó. — No me conoces, sabes que fui jueza y puede que ello imponga en un inicio, y sabes que soy una veela. Son aspectos que provocan esa rigidez general en tu cuerpo — señaló con un dedo todo su cuerpo de arriba abajo. — No te concedo inmunidad puesto que cuando estemos trabajando me gustaría que fueras escrupulosa, pero preferiría un ambiente confiable y cómodo — fue su segundo consejo y, puede, que incluso más importante que el primero.
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Muevo mi barbilla en un asentimiento al deseo compartido de que los errores del pasado puedan ser transformados en enseñanzas, incluso aquellos que no sufrimos en propia piel, tomar de ellos lo que podamos como consejo para prevenir que vuelva a ocurrir. Me inclino hacia adelante para recoger una galleta en lo que espero que me ofrezca sus propias indicaciones sobre cómo actuar de ahora en más, lo curioso aquí es que desde que abandoné mis estudios al irme de casa, no había vuelto a experimentar esta sensación de no querer cometer un error. Fuera del campo de expectativas que siempre tuve pendiendo sobre mí, hice de cada nuevo lugar un espacio libre para equivocarme, como lo permitido luego de años de exigirme a mí misma que todo esté de punta en blanco.
Estaba quebrándome ante esa presión que tal vez comenzó como una expectativa desmedida de mi madre, que generalicé como la de ambos, y que el último tiempo era personal. Tal vez por eso actúo tan rígida delante de Arianne, como ella parece notarlo por los consejos que me ofrece luego, porque estoy recayendo en un ámbito familiar, que por familiar que me trae viejos hábitos y un viejo yo que no abandoné del todo, a quien si le doy lugar podría volver a estar por delante de mí y lo que quiero, o lo que no sé si quiero, porque también se trató todo este tiempo de poder experimentar para poder decir que sí y que no. —Lo siento, no es solo por ti— aclaro, —bueno, sí, intimidas un poco— cierto que acaba de decir que no gozo de inmunidad, así que elijo con más cuidado mis palabras.
—Quiero que sepas que estoy tomándome esto en serio, es… soy yo, tratando de hacer las cosas bien y cuando es algo que no es nuevo para mí, que no tengo la excusa de estar comenzando, puedo ser exigente en que salgan bien— pese a su consejo a que tal vez lo mejor sería que olvide todo lo aprendido hasta ahora. Me interrumpo hasta que pueda unir mis pensamientos con más coherencia al ponerlos en voz alta y rasco con mi uña de mis cejas es un gesto inconsciente. —El que seas veela…— murmuro, estoy pisando sobre la línea, —te recuerdo de antes, de haberte visto en el Wizengamot, ¿qué tanto cambia todo siendo una veela?— pregunto, no es algo que quiera indagar con Holly porque va contra el humor alegre que tiende a demostrar. —La abuela de mi padre era veela, solemos tenerla muy presente y siempre me ha dado curiosidad…— y es también a quien fue a buscar sanarse, en un viaje con destino improbable, que ojalá arribe al puerto que mis padres esperan encontrar.
Estaba quebrándome ante esa presión que tal vez comenzó como una expectativa desmedida de mi madre, que generalicé como la de ambos, y que el último tiempo era personal. Tal vez por eso actúo tan rígida delante de Arianne, como ella parece notarlo por los consejos que me ofrece luego, porque estoy recayendo en un ámbito familiar, que por familiar que me trae viejos hábitos y un viejo yo que no abandoné del todo, a quien si le doy lugar podría volver a estar por delante de mí y lo que quiero, o lo que no sé si quiero, porque también se trató todo este tiempo de poder experimentar para poder decir que sí y que no. —Lo siento, no es solo por ti— aclaro, —bueno, sí, intimidas un poco— cierto que acaba de decir que no gozo de inmunidad, así que elijo con más cuidado mis palabras.
—Quiero que sepas que estoy tomándome esto en serio, es… soy yo, tratando de hacer las cosas bien y cuando es algo que no es nuevo para mí, que no tengo la excusa de estar comenzando, puedo ser exigente en que salgan bien— pese a su consejo a que tal vez lo mejor sería que olvide todo lo aprendido hasta ahora. Me interrumpo hasta que pueda unir mis pensamientos con más coherencia al ponerlos en voz alta y rasco con mi uña de mis cejas es un gesto inconsciente. —El que seas veela…— murmuro, estoy pisando sobre la línea, —te recuerdo de antes, de haberte visto en el Wizengamot, ¿qué tanto cambia todo siendo una veela?— pregunto, no es algo que quiera indagar con Holly porque va contra el humor alegre que tiende a demostrar. —La abuela de mi padre era veela, solemos tenerla muy presente y siempre me ha dado curiosidad…— y es también a quien fue a buscar sanarse, en un viaje con destino improbable, que ojalá arribe al puerto que mis padres esperan encontrar.
— Sólo es una impresión — aseguró. En realidad no tenía nada que ver con ella, solo era eso, una mera impresión de lo que podía reflejar su exterior y condición... aunque era cierto que si ahondaba en su condición quizás si podría alcanzar a comprender el porqué de aquella intimidación. Aun así suspiró, cansada, antes de volver a llevarse el vaso de zumo a los labios, escuchándola con atención mientras bebía del mismo. Había sido una buena idea llevar consigo algo con lo que aplacar su hambre, en otras circunstancias se habría mostrado algo más iracunda. Paladeó apenas unos instantes, permitiéndose dejar el vaso en su lugar y entrelazar las manos contra su rodilla. — Está bien, Synnove. Ser exigente consigo mismo, querer hacer las cosas bien y no conformarse es el mejor punto de partida que uno puede tener — concedió sin lugar a dudas.
Las rubias cejas de la mujer se arquearon, regresando la mirada, que hacía pocos segundos había desviado hasta el ventanal principal de la sala, hasta ella. No pudiendo evitar cierta sorpresa cruzando su rostro. No solo la información sobre un familiar con el mismo pensar, sino por su peculiar pregunta. Una que no había sido pronunciada por nadie con anterioridad, y que le provocaba una extraña sensación. Era obvio que nunca se fijó en ella, no por ser concretamente ella, sino porque el resto de personas solo lo consideró un ir y venir de rostros que nunca quiso conocer. — Personalmente… — comenzó. Cada persona era un mundo, cada veela, aunque con rasgos comunes, también contaba con lo suyo. — actúa como un amplificador de emociones. Cualquier sentimiento, tanto si es grande como si se trata de solo un atisbo, lo intensifica a su antojo. Se convierte en algo complicado de controlar y sobrellevar, que te supera cuando menos lo esperas — trató de explicar cómo lo sintió ella. Siempre escondiendo y conteniendo todo en su interior, sentía como se derramaba sin control por más que tratara de mantenerlo en su lugar. —, y cuando crees que te has hecho con ello siempre ocurre algo que la hace tomar el mando de nuevo, dejándote claro que no vas a ser totalmente tú nunca más. Que solo eres un mero huésped — rascó con ambos pulgares la longitud de su rodilla en un par de ocasiones, pasando la lengua por la parte trasera de sus dientes. — Aumenta tanto lo bueno como lo malo. Puede hacer que tu corazón se acelere hasta el punto de sentir que va a estallar de felicidad, puede hacer que tu mundo se hunda en un segundo… y también puede hacerte el control cuando algo te molesta lo más mínima o se escapa de tu control. Sensaciones que podrías controlar con facilidad, dosificarlas o aplacarlas, se convierten en algo que ya no te pertenece — concluyó. Se vió desbordada en lo ocurrido en el nueve, ni siquiera se sentía ella misma mientras caminaba varita en mano. Chasqueó la lengua, no sabiendo si habría contestado realmente a su pregunta. — En mi caso fue un cambio total. No se me daban bien las personas, las palabras fuera de mi trabajo ni expresaba el más mínimo atisbo de tristeza, amor o desprecio, solo una máscara de indiferencia que aún me molesta cuando todo se mueve con demasiada rapidez e intensidad en mi interior — ofreció en contra posición. No podía solo decirle lo que sentía o sobrepasaba siendo veela, también como había repercutido personalmente en ella. — Aunque todas tenemos ciertos rasgos comunes, supongo que estos modulan su intensidad teniendo en cuenta el tipo de vida que se llevara antes de convertirse en una —. Al menos creía que así debía ser ya que sus conversaciones con Holly distaron demasiado de cómo se sentían ambas, y solo se enfocaron en cómo se sentía ella y en si era capaz de manejarlo.
Las rubias cejas de la mujer se arquearon, regresando la mirada, que hacía pocos segundos había desviado hasta el ventanal principal de la sala, hasta ella. No pudiendo evitar cierta sorpresa cruzando su rostro. No solo la información sobre un familiar con el mismo pensar, sino por su peculiar pregunta. Una que no había sido pronunciada por nadie con anterioridad, y que le provocaba una extraña sensación. Era obvio que nunca se fijó en ella, no por ser concretamente ella, sino porque el resto de personas solo lo consideró un ir y venir de rostros que nunca quiso conocer. — Personalmente… — comenzó. Cada persona era un mundo, cada veela, aunque con rasgos comunes, también contaba con lo suyo. — actúa como un amplificador de emociones. Cualquier sentimiento, tanto si es grande como si se trata de solo un atisbo, lo intensifica a su antojo. Se convierte en algo complicado de controlar y sobrellevar, que te supera cuando menos lo esperas — trató de explicar cómo lo sintió ella. Siempre escondiendo y conteniendo todo en su interior, sentía como se derramaba sin control por más que tratara de mantenerlo en su lugar. —, y cuando crees que te has hecho con ello siempre ocurre algo que la hace tomar el mando de nuevo, dejándote claro que no vas a ser totalmente tú nunca más. Que solo eres un mero huésped — rascó con ambos pulgares la longitud de su rodilla en un par de ocasiones, pasando la lengua por la parte trasera de sus dientes. — Aumenta tanto lo bueno como lo malo. Puede hacer que tu corazón se acelere hasta el punto de sentir que va a estallar de felicidad, puede hacer que tu mundo se hunda en un segundo… y también puede hacerte el control cuando algo te molesta lo más mínima o se escapa de tu control. Sensaciones que podrías controlar con facilidad, dosificarlas o aplacarlas, se convierten en algo que ya no te pertenece — concluyó. Se vió desbordada en lo ocurrido en el nueve, ni siquiera se sentía ella misma mientras caminaba varita en mano. Chasqueó la lengua, no sabiendo si habría contestado realmente a su pregunta. — En mi caso fue un cambio total. No se me daban bien las personas, las palabras fuera de mi trabajo ni expresaba el más mínimo atisbo de tristeza, amor o desprecio, solo una máscara de indiferencia que aún me molesta cuando todo se mueve con demasiada rapidez e intensidad en mi interior — ofreció en contra posición. No podía solo decirle lo que sentía o sobrepasaba siendo veela, también como había repercutido personalmente en ella. — Aunque todas tenemos ciertos rasgos comunes, supongo que estos modulan su intensidad teniendo en cuenta el tipo de vida que se llevara antes de convertirse en una —. Al menos creía que así debía ser ya que sus conversaciones con Holly distaron demasiado de cómo se sentían ambas, y solo se enfocaron en cómo se sentía ella y en si era capaz de manejarlo.
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Muchas cosas se dicen sobre las impresiones que causan las veelas, por seductoras que se diga que sean, tengo que admitir que también con Holly que es mi amiga, la consciencia del poder que tienen me intimida un poco, me obliga a actuar con cautela y pensar mis propios actos en respuesta a ella. Es una curiosidad que se siente un tanto peligrosa al indagar sobre ellas, como suele ocurrir cuando se trata de mitos y de pronto se materializa en una mujer que tengo enfrente, el punto medio entre el recuerdo relatado de quien fue mi abuela y la amistad más estrecha que me une a Holly. Si escuchar hablar a Arianne sobre su concepto de justicia tenía cierta fuerza que impactaba, hablar de la naturaleza que la abruma actúa como un auténtico punto de atracción que acapara toda mi atención y me tiene pensando cada una de las cosas que dice, encontrándome a mí misma y algo que no le había mencionado a nadie aún en el proceso de introspección como reflejo de sus palabras.
—Estuve meditando— lo pongo en voz alta, mis dedos juegan con la textura de mis vaqueros al frotar mis rodillas con las palmas, —después de haber hablado con Alice sobre la razón por la quería ayudarla con los enfermos, que me gustaría aprender a controlar las emociones. Sé que hay magia para eso, tal vez podría… si quieres, alguna vez podríamos intentarlo— esto se corre totalmente de lo que hablábamos hace apenas unos minutos, se siente casi como si fuera un ofrecimiento a una persona distinta, ya que no tiene relación alguna con las leyes y el Consejo. Se queda resonando en mi cabeza esa frase de “un mero huésped”, uno del que las emociones se abusan a su antojo y no creo que, en toda mi sensibilidad, logre hacerme una idea real de lo que debe ser sufrir el atosigamiento de tantas emociones, sobre todo cuando nunca se ha sido una persona así de temperamental. —Es solo un ofrecimiento, como te digo, tengo que investigar más sobre ello y practicar más. Me ocurre que…— carraspeo para sacarme de adentro la incomodidad de la que no le hablo a nadie, la razón principal por la que a nadie le he dicho aun lo que me gustaría aprender. —No lo quiero intentar sobre mis amigos, es algo que muy fácil podría confundirse con manipulación, lo que no es mi intención. Es solo… que he visto muchas personas hundirse en la tristeza— pienso en mi madre, —o tan encolerizadas que han destruido todo a su paso, también personas que sienten perder toda esperanza y caen… tocamos picos, en cualquier momento, en que las emociones nos sobrepasan y nos perdemos a nosotros mismos en esos momentos. Me gustaría poder hacer algo entonces, ayudar—, pero muy fácilmente podría volverse manipulación.
—Estuve meditando— lo pongo en voz alta, mis dedos juegan con la textura de mis vaqueros al frotar mis rodillas con las palmas, —después de haber hablado con Alice sobre la razón por la quería ayudarla con los enfermos, que me gustaría aprender a controlar las emociones. Sé que hay magia para eso, tal vez podría… si quieres, alguna vez podríamos intentarlo— esto se corre totalmente de lo que hablábamos hace apenas unos minutos, se siente casi como si fuera un ofrecimiento a una persona distinta, ya que no tiene relación alguna con las leyes y el Consejo. Se queda resonando en mi cabeza esa frase de “un mero huésped”, uno del que las emociones se abusan a su antojo y no creo que, en toda mi sensibilidad, logre hacerme una idea real de lo que debe ser sufrir el atosigamiento de tantas emociones, sobre todo cuando nunca se ha sido una persona así de temperamental. —Es solo un ofrecimiento, como te digo, tengo que investigar más sobre ello y practicar más. Me ocurre que…— carraspeo para sacarme de adentro la incomodidad de la que no le hablo a nadie, la razón principal por la que a nadie le he dicho aun lo que me gustaría aprender. —No lo quiero intentar sobre mis amigos, es algo que muy fácil podría confundirse con manipulación, lo que no es mi intención. Es solo… que he visto muchas personas hundirse en la tristeza— pienso en mi madre, —o tan encolerizadas que han destruido todo a su paso, también personas que sienten perder toda esperanza y caen… tocamos picos, en cualquier momento, en que las emociones nos sobrepasan y nos perdemos a nosotros mismos en esos momentos. Me gustaría poder hacer algo entonces, ayudar—, pero muy fácilmente podría volverse manipulación.
Los ojos de la veela se prendaron de ella cuando acabó por cruzar las piernas, dejando reposar sus manos sobre las rodillas en lo que le prestaba plena atención. A sus palabras, a los gestos y movimientos incómodos que realizaba allí, sentada a poca distancia de ella pero sintiéndose en la otra punta del país. Parpadeó un par de veces, algo confusa, sin tener del todo claro el camino que estaban tomando las palabras de la joven; permaneciendo estática en el lugar mientras unía los hilos de sus palabras. Aquellos que, en cierto modo, tenían conexión con la pregunta previa y respuesta de ella misma. Controlar las emociones. Había escogido la palabra “controlar”. Porque Synnove quizás lucía joven, pero sentía que sabía escoger las palabras concretas para expresar una idea o deseo sin desencaminarse de la misma. — ¿Quieres tratar de ayudarme con mis emociones? — preguntó directamente tras un par de segundos en los que estuvo meditando lo que aquello podría suponer. — No estarías enfrentándote a algo sencillo, no es lo mismo una persona de a pie viéndose sobrepasado por sus emociones que tratar de controlar lo que precisamente te hace diferente —. Ya que todos prestaban atención al lado de la persuasión, a la facilidad con la que podían modular su voz para convencer a los hombres, incluso a la bestia en la que se podían llegar a convertir si se desbordaba del todo; pero pocos sabían todo lo que se removían en el interior de las veelas, la intensidad que las quemaba por dentro.
Y aun así su ofrecimiento le pareció amable, lo suficiente como para hacerla sonreír con notable amabilidad. — En cierto modo es una manipulación — contestó —. Piensa en ello. Se considera manipulación cuando una veela ‘engatusa’ a otra persona para conseguir algo, ¿por qué no lo iba a ser cuando alguien modula las emociones de otro? Puedes aprovecharte de ello según la situación en la que te encuentres — se explicó. Como siempre, había excepciones, y Synnove no tardó en anunciarlas. Asintió con lentitud, entendiendo su punto pero sabiendo que era una habilidad complicada, y no solo a nivel emocional de uno mismo o de destreza. — A todos nos gustaría poder ayudar a las personas que queremos, ser no solo un hombro en el que puedan llorar hasta aliviarse sino uno que realmente los alivie — suspiró con pesadez, retirándose hacia atrás hasta que su espalda dio contra el respaldo del sillón. —, pero tenemos que aprender a controlar nuestros propios demonios por muy fuertes que creamos que son. Nunca está de más una ayuda, pero puede ser peligroso acostumbrase a la misma. A que siempre tendremos la comodidad de poder modularlos gracias a algo que no está dentro de nosotros — no sabía si se estaba explicando correctamente, aunque sí que no eran las palabras que la rubia esperaba escuchar. — Las habilidades como esa conllevan una gran responsabilidad, Synnove. Puede que ahora mismo creas que la quieres usar para ayudar a los demás, está bien en cierta medida, pero el problema vendrá el día que decidas usarla para tu beneficio —. Porque todos se querían beneficiar tarde o temprano, y el poder controlar algo tan personal como una emoción era peligroso. — Pero solo puedo aconsejarte o darte mi opinión sobre el tema, el resto recae en ti — concluyó con l sonrisa amable aún en sus labios, aun cuando acababa de dar una opinión que distaba de la de la rubia. Porque muchos habían querido poder para hacer el bien y acabaron haciendo lo contrario. — Y no creo que fuera un buen sujeto de pruebas, tendría que verme sobrepasada por una emoción, y la más fácil de despertar es el temperamento, la rabia y el enfado… emociones más peligrosas en mí que en cualquiera de tus amigos — reconoció culpable. Las bolas de fuego eran un problema, aunque creía tenerlas bajo control.
— Te haré una pregunta personal — intervino nuevamente, dejando que su curiosidad aflorara por unos instantes. — ¿Quién te hizo querer aprender a controlar las emociones de los demás? Puede que si fue una verdadera buena razón no exista el riesgo de que te pierdas a ti misma si llegas a aprender a hacerlo —. No era lo mismo querer aprender por no haber podido desenvolverse en una situación comprometida que al ver sufrir a alguien que quería; no se trataba de simples matices.
Y aun así su ofrecimiento le pareció amable, lo suficiente como para hacerla sonreír con notable amabilidad. — En cierto modo es una manipulación — contestó —. Piensa en ello. Se considera manipulación cuando una veela ‘engatusa’ a otra persona para conseguir algo, ¿por qué no lo iba a ser cuando alguien modula las emociones de otro? Puedes aprovecharte de ello según la situación en la que te encuentres — se explicó. Como siempre, había excepciones, y Synnove no tardó en anunciarlas. Asintió con lentitud, entendiendo su punto pero sabiendo que era una habilidad complicada, y no solo a nivel emocional de uno mismo o de destreza. — A todos nos gustaría poder ayudar a las personas que queremos, ser no solo un hombro en el que puedan llorar hasta aliviarse sino uno que realmente los alivie — suspiró con pesadez, retirándose hacia atrás hasta que su espalda dio contra el respaldo del sillón. —, pero tenemos que aprender a controlar nuestros propios demonios por muy fuertes que creamos que son. Nunca está de más una ayuda, pero puede ser peligroso acostumbrase a la misma. A que siempre tendremos la comodidad de poder modularlos gracias a algo que no está dentro de nosotros — no sabía si se estaba explicando correctamente, aunque sí que no eran las palabras que la rubia esperaba escuchar. — Las habilidades como esa conllevan una gran responsabilidad, Synnove. Puede que ahora mismo creas que la quieres usar para ayudar a los demás, está bien en cierta medida, pero el problema vendrá el día que decidas usarla para tu beneficio —. Porque todos se querían beneficiar tarde o temprano, y el poder controlar algo tan personal como una emoción era peligroso. — Pero solo puedo aconsejarte o darte mi opinión sobre el tema, el resto recae en ti — concluyó con l sonrisa amable aún en sus labios, aun cuando acababa de dar una opinión que distaba de la de la rubia. Porque muchos habían querido poder para hacer el bien y acabaron haciendo lo contrario. — Y no creo que fuera un buen sujeto de pruebas, tendría que verme sobrepasada por una emoción, y la más fácil de despertar es el temperamento, la rabia y el enfado… emociones más peligrosas en mí que en cualquiera de tus amigos — reconoció culpable. Las bolas de fuego eran un problema, aunque creía tenerlas bajo control.
— Te haré una pregunta personal — intervino nuevamente, dejando que su curiosidad aflorara por unos instantes. — ¿Quién te hizo querer aprender a controlar las emociones de los demás? Puede que si fue una verdadera buena razón no exista el riesgo de que te pierdas a ti misma si llegas a aprender a hacerlo —. No era lo mismo querer aprender por no haber podido desenvolverse en una situación comprometida que al ver sufrir a alguien que quería; no se trataba de simples matices.
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Dudo de si estará bien decirle que, por el hecho mismo de que sus emociones puedan manifestarse tan a flor de piel, sea lo que me haga más fácil de tratar de trabajar sobre ellas. Porque es un riesgo, no estamos hablando de un temperamento más fuerte de lo normal, sino de que sus reacciones como veela puedan llegar a ser más intensas de lo que pueda llegar a controlar en un principio. Es la necesidad de poder tratar con las emociones siendo lo más materiales posibles lo que me lleva a ofrecerle mi “ayuda”, así dicha entre comillas, porque ¿podría ayudarla en serio? Tomo cautela cuando me habla de la manipulación, no lo hace desde la fácil crítica, sino para advertirme de la fina línea que separaba el bien o el daño que puedes hacerle a una persona. Y quiero poder estar segura que me conozco lo suficiente como para saber cuándo detenerme, confío en mi propia nobleza para trabajar en esto, si bien pensarlo así es arrogante hasta para mí misma. —Eso es lo que quiero— lo digo, incapaz de dejar pasar su comentario. —Poder dar un alivio real.
Entonces me callo, hay una verdad innegable en que cada uno es responsable de lo que puede angustiarle o enfadarle, lo que le llena de odio, de tantas otras emociones más arraigadas que cuesta sacar de tajo y de tan hondas que llegan a ser sus raíces, es como si sufrieran de una infección interna. Bajo mis ojos a las palmas abiertas que tengo sobre mis rodillas, regresa a mí esa conocida sensación de que no hay nada que pueda hacer, es uno de mis propios demonios que también debo lograr que esté bajo control. Esta punzada por la que me reconozco inútil y me ha traído aquí en primer lugar para ofrecerme como su asistente, también hablarle de mi deseo de ayudar de otra manera. —Lo entiendo, lo sé, Arianne— digo, —sé que hay cosas que tenemos que arreglar por nuestra cuenta, tan personales, tan íntimas… pero no podremos hacerlo enteramente solos. Necesitamos de otras personas. Necesitamos de alguien que pueda respondernos… al eco del grito silencioso que hacemos desde el pozo en el que a veces nos encontramos, en ocasiones en verdad no podemos escalar solos ese pozo para salir, necesitamos de la mano de alguien que nos busque y tire de nosotros…— no sé por qué razón tonta estoy lagrimeando al decirlo, no lo entiendo hasta su pregunta final, antes de eso acepto el consejo de precaución que me da, el necesario recordatorio que esto podría ser demasiado para mí e incluso mis propias emociones, esas que estoy tan segura de tengo en buen ánimo, como para creer que puedo colaborar con otros. —No, está bien, entiendo si no quieres arriesgarte, valoro mucho lo que me has dicho de todas formas. Sé que tienes razón en mucho de lo que dijiste y quizás alguien más no me lo diga…— no lo sé, no lo he hablado, quizás debería…
—Mi madre— respondo con franqueza, es como hemos hablado a lo largo de toda esta conversación, en un repaso rápido de las personas que me motivaron a esto puedo mencionar a mi madre. Si me hubiera planteado su pregunta de otra forma, apuntando a la razón, al propósito, le hubiera dicho lo mismo que a Alice, que lo que quiero es poder hacer sentir bien a las personas. Pero si tengo que hablar de una persona, el recuerdo de mi madre tirada en su cama en un llanto incansable que silenciaba, es la razón que me impulsa a querer encontrar la manera de poder tomar la mano de alguien y sacarla de un pozo que es demasiado profundo para que pueda salir por sí sola, no podría contar la cantidad de días que me acerqué a la puerta de mi madre o dormida tomaba su mano, sin que eso sirviera de algo. La veía levantarse luego, para ir al laboratorio, hablaba conmigo mientras desayunaba mientras me preparaba para ir al Royal, entonces a la noche la escuchaba abrir el botiquín del baño y descargar las pastillas en su mano que arrojaba a su garganta. —Mi madre era una mujer con muchos demonios internos, de su pasado, de su presente, sus propias manías y obsesiones… cuando tocaba fondo no había manera de llegar a ella, cuanto más necesitaba de alguien que la sujetara, más se apartaba, como si no se soportara a si misma… pero creía que todo podía superarlo sola, de hecho lo hizo, tantas veces. Se rearmó a sí misma un montón de veces, pero hubo veces que si prestabas atención, caminaba siendo un montón de pedazos. Todo mejoró cuando se reconcilió con mi padre, necesitaba eso supongo, que alguien la amara— le muestro mi sonrisa. —No es lo mismo que te ame un hijo, nunca es lo mismo, más allá del consejo complaciente de que un hijo te amará más que nadie. No es cierto. Hay personas que necesitan saber que pueden ser amadas, que alguien se lo demuestre.
Entonces me callo, hay una verdad innegable en que cada uno es responsable de lo que puede angustiarle o enfadarle, lo que le llena de odio, de tantas otras emociones más arraigadas que cuesta sacar de tajo y de tan hondas que llegan a ser sus raíces, es como si sufrieran de una infección interna. Bajo mis ojos a las palmas abiertas que tengo sobre mis rodillas, regresa a mí esa conocida sensación de que no hay nada que pueda hacer, es uno de mis propios demonios que también debo lograr que esté bajo control. Esta punzada por la que me reconozco inútil y me ha traído aquí en primer lugar para ofrecerme como su asistente, también hablarle de mi deseo de ayudar de otra manera. —Lo entiendo, lo sé, Arianne— digo, —sé que hay cosas que tenemos que arreglar por nuestra cuenta, tan personales, tan íntimas… pero no podremos hacerlo enteramente solos. Necesitamos de otras personas. Necesitamos de alguien que pueda respondernos… al eco del grito silencioso que hacemos desde el pozo en el que a veces nos encontramos, en ocasiones en verdad no podemos escalar solos ese pozo para salir, necesitamos de la mano de alguien que nos busque y tire de nosotros…— no sé por qué razón tonta estoy lagrimeando al decirlo, no lo entiendo hasta su pregunta final, antes de eso acepto el consejo de precaución que me da, el necesario recordatorio que esto podría ser demasiado para mí e incluso mis propias emociones, esas que estoy tan segura de tengo en buen ánimo, como para creer que puedo colaborar con otros. —No, está bien, entiendo si no quieres arriesgarte, valoro mucho lo que me has dicho de todas formas. Sé que tienes razón en mucho de lo que dijiste y quizás alguien más no me lo diga…— no lo sé, no lo he hablado, quizás debería…
—Mi madre— respondo con franqueza, es como hemos hablado a lo largo de toda esta conversación, en un repaso rápido de las personas que me motivaron a esto puedo mencionar a mi madre. Si me hubiera planteado su pregunta de otra forma, apuntando a la razón, al propósito, le hubiera dicho lo mismo que a Alice, que lo que quiero es poder hacer sentir bien a las personas. Pero si tengo que hablar de una persona, el recuerdo de mi madre tirada en su cama en un llanto incansable que silenciaba, es la razón que me impulsa a querer encontrar la manera de poder tomar la mano de alguien y sacarla de un pozo que es demasiado profundo para que pueda salir por sí sola, no podría contar la cantidad de días que me acerqué a la puerta de mi madre o dormida tomaba su mano, sin que eso sirviera de algo. La veía levantarse luego, para ir al laboratorio, hablaba conmigo mientras desayunaba mientras me preparaba para ir al Royal, entonces a la noche la escuchaba abrir el botiquín del baño y descargar las pastillas en su mano que arrojaba a su garganta. —Mi madre era una mujer con muchos demonios internos, de su pasado, de su presente, sus propias manías y obsesiones… cuando tocaba fondo no había manera de llegar a ella, cuanto más necesitaba de alguien que la sujetara, más se apartaba, como si no se soportara a si misma… pero creía que todo podía superarlo sola, de hecho lo hizo, tantas veces. Se rearmó a sí misma un montón de veces, pero hubo veces que si prestabas atención, caminaba siendo un montón de pedazos. Todo mejoró cuando se reconcilió con mi padre, necesitaba eso supongo, que alguien la amara— le muestro mi sonrisa. —No es lo mismo que te ame un hijo, nunca es lo mismo, más allá del consejo complaciente de que un hijo te amará más que nadie. No es cierto. Hay personas que necesitan saber que pueden ser amadas, que alguien se lo demuestre.
La veela se mantuvo en silencio durante un tiempo, observándola con cautela pero esbozando una diminuta sonrisa. Le gustaban las personas directas, las que decían lo que pensaban y no les molestaba lo que les dijeran los demás sino que lo tomaban como un consejo, una ayuda y no una crítica. Pedir consejo a los demás podía parecer fácil pero era más difícil de lo que creían; muchas personas pecaban en dar las cosas por sentadas, solo decidían por sí mismo, temerosos de que un consejo les pudiera hacer cambiar de opinión o reorganizar sus pensamientos de otro modo, ver una perspectiva que no habían calculado. Fue así durante mucho tiempo. No porque no valorara las opiniones y consejos de los demás, sino porque sentía que no los necesitaba y que su dirección era la correcta en cierta medida. — Eres muy amable, Synnove — la interrumpió, no queriendo ser brusca con sus palabras. Nunca pudo disfrutar de una juventud como la de ella. ¿Qué edad tenía? Probablemente estaría sobre los veinte años. En aquel entonces ella ya había acabado con la vida de otras seis personas y descubierto que su vida había sido una mentira desde el inicio. Puede que, por ello, envidiara aquella manera tan dulce, en algún modo, de verlo todo. Querer ayudar a los demás, tratar de ser la mano a la que aferrarse cuando las cosas fueran mal. Bajó la mirada y cuando la alzó se encontró con los vidriosos ojos contrarios. Los azules ojos de la veela se abrieron un poco más, inclinándose al frente, en su dirección, y aprovechando la sutil distancia que las separaba para tomar una de sus manos. — También me preocupa cómo pueda afectarte — habló —, no sé dónde irían todas esas emociones. Si actuarías como un recipiente o si solo las calmarías — siguió apretando un poquito más su mano. —. Pero tengo la sensación de que también te afectarían a ti —. No era un gurú, no era buena tratando con los demás o hablando de sentimientos, pero era buena captando a las personas. Y no, no cambiaría de opinión y dejaría que probara aquella habilidad con ella, no era del tipo de persona que cambiaba de opinión a la ligera, y mucho menos en algo tan claro.
Deslizó la mano, alejándola de la contraria, irguiéndose en el lugar en lo que escuchaba sus palabras. Asintió lentamente con la cabeza. Muchos creían que las cosas o el poder eran lo que movía a las personas, pero, al final, lo que más conseguía moverlas eran otras personas. Como a Synnove. Una noble razón. Cruzó los brazos bajo el pecho, concediéndole toda su atención. Si alguien le hubiera dicho que tendría una conversación como aquella cuando bajara a tomar algo de comer, lo habría llamado loco con todas las letras. Pero allí estaba, sentada frente a una joven que conocía, si acaso, de vista y a la que estaba escuchando y tratado de convencer. Casi se sentía como volver a ser ella misma. Giró la cabeza hacia un lado, contrariada. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué detestaba al tipo de personas que hacían que su vida dependiera por completo de otra persona? ¿De ser amados por los demás? — A todos nos gusta saber que somos amados. Incluso cuando sabemos que ese amor no es bueno, que es una mentira y llegará el momento en el que nos hará daño… nos seguimos aferrando a él como si fuera lo único que nos mantiene atados a la vida — chasqueó la lengua —, pero creo que el amor de un hijo es un mundo totalmente diferente. No soy madre, no puedo hablarte de cómo se siente tener a alguien que es parte de ti, pero si soy hija; y a veces los padres dan por hecho nuestro amor, lo tienen tan interiorizado que acaban buscando refugio en otros — puede, no lo sabía, no era madre, tampoco había sido la hija perfecta. —. Son tipos diferentes —. Era obvio que el amor de un hijo y de la pareja aportaba cosas totalmente diferentes. — Entonces entiendo que querías aprender por ella, para poder estar ahí, ser la que la ayudara cuando todos esos demonios quisieran devorarla por dentro pero, ¿te has dado cuenta dónde estamos, Synnove? — preguntó, no pudiendo evitar que sus ojos giraran en un rápido vistazo a la habitación. Porque estaban encerrados, sus cabezas seguían teniendo un precio aunque hubieran ganado aquel pequeño espacio de tierra. Ayudar a aquellos que estaban fuera se tornaba, aunque no imposible, complicado.
Deslizó la mano, alejándola de la contraria, irguiéndose en el lugar en lo que escuchaba sus palabras. Asintió lentamente con la cabeza. Muchos creían que las cosas o el poder eran lo que movía a las personas, pero, al final, lo que más conseguía moverlas eran otras personas. Como a Synnove. Una noble razón. Cruzó los brazos bajo el pecho, concediéndole toda su atención. Si alguien le hubiera dicho que tendría una conversación como aquella cuando bajara a tomar algo de comer, lo habría llamado loco con todas las letras. Pero allí estaba, sentada frente a una joven que conocía, si acaso, de vista y a la que estaba escuchando y tratado de convencer. Casi se sentía como volver a ser ella misma. Giró la cabeza hacia un lado, contrariada. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué detestaba al tipo de personas que hacían que su vida dependiera por completo de otra persona? ¿De ser amados por los demás? — A todos nos gusta saber que somos amados. Incluso cuando sabemos que ese amor no es bueno, que es una mentira y llegará el momento en el que nos hará daño… nos seguimos aferrando a él como si fuera lo único que nos mantiene atados a la vida — chasqueó la lengua —, pero creo que el amor de un hijo es un mundo totalmente diferente. No soy madre, no puedo hablarte de cómo se siente tener a alguien que es parte de ti, pero si soy hija; y a veces los padres dan por hecho nuestro amor, lo tienen tan interiorizado que acaban buscando refugio en otros — puede, no lo sabía, no era madre, tampoco había sido la hija perfecta. —. Son tipos diferentes —. Era obvio que el amor de un hijo y de la pareja aportaba cosas totalmente diferentes. — Entonces entiendo que querías aprender por ella, para poder estar ahí, ser la que la ayudara cuando todos esos demonios quisieran devorarla por dentro pero, ¿te has dado cuenta dónde estamos, Synnove? — preguntó, no pudiendo evitar que sus ojos giraran en un rápido vistazo a la habitación. Porque estaban encerrados, sus cabezas seguían teniendo un precio aunque hubieran ganado aquel pequeño espacio de tierra. Ayudar a aquellos que estaban fuera se tornaba, aunque no imposible, complicado.
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Eso suelen decir, que soy amable, oírlo de sus labios me estremece, consciente como estoy de que sus ojos han visto bastante del mundo con sus injusticias, que quizá ser amable es una cualidad anticuada a estos tiempos, en ocasiones quisiera que se vea algo diferente en mí, que se diga quizás que parezco indiferente o superficial si me reconocen como alguien más combativa, más fuerte, que no teme a nadie. Muy en el fondo me confieso a mí misma que la razón por estar haciendo todo esto, colaborar con Arianne, prestar mi ayuda a Alice, participar de las peleas y acompañar a los demás, es porque no quiero que a los ojos de otras personas se me considere débil por venir de un sitio que tenía paredes de cristal, deseo que se me pueda reconocer fuerte también como muchas de las mujeres en este distrito, aunque los ojos que me juzgan con más dureza, los únicos a veces, son los míos en el espejo. No me atrevo a insistir, las emociones son al fin y al cabo, algo tan personal que no puedo pedirle que me las comparta si no quiere, logro comprender lo que me dice.
¿Y qué si me afecta? ¿Y que si la mano que tiendo es la que algún día también me hunde al pozo de otra persona? ¿Qué si hago carne del temperamento de una veela que es tan distinta al parecer a mi propia naturaleza? Esa es mi duda final, la que precede a todas las dudas que le planteé a decir verdad, ¿soy realmente distinta? ¿Qué si no lo soy? Su mano tomando la mía hace que me lo pregunte, porque no nos veo muy diferentes en apariencia, ella me está regalando una amabilidad que no esperaba recibir cuando entré a su casa queriendo impresionarla con mi seguridad y predisposición. —Trabajaré en mi carácter, buscaré la manera de fortalecerme lo suficiente como para poder tratar con las emociones de otros— y creo saber a quién podría pedirle ayuda, si bien el tío Will no está primero en mi lista de contactos, sé que trabaja como psicólogo en el distrito, quizás él… sabe sobre esto de no dejar que los males de otros te afecten y poder saber cómo ayudarlos.
Ayudarlos, amarlos, sigo creyendo que las heridas se sanan con sentimientos buenos, si bien el amor de mis padres es del tipo que me ha dado miedo toda la vida. Amores así, en que necesitas tanto de la otra persona para sentirte pleno, implica que cuando esa persona no esté, te sientas incompleto y desgarrado, ¿por qué atar nuestra propia felicidad a la de alguien más? Por eso los amores que nunca se cumplían eran los más seguros, los que se mantenían a una distancia, mi madre me brindó los consejos que lo apoyaban al asustarme con su ejemplo, y sin embargo, he logrado amar a una persona y que el mismo sentimiento de su parte me haga pensarnos como piezas complementarias de a ratos, trato de cambiarlo por la idea de que crecemos juntos, de que aportamos al crecimiento del otro y si algún día tenemos que separarnos… solo no quiero pensar en ese día, ahora. —No espero ayudar a mi madre— lo digo en un susurro tan bajo que apenas me escucho, —es lo que me inspira, pero tras años de verla en ese estado pude entender que no era yo quien podría hacer algo al respecto. Suelo creer que rara vez esa razón que nos motiva sea el fin último de lo que hacemos, a veces algunas cosas pasan solo para mostrarte algo, no dependen de ti… y también suelo creer que todas las personas vivimos con el pendiente de querer salvar a alguien, en muchos casos, sobre todo esas personas que se desviven ayudando a otros… en realidad tratan de salvarse a sí mismas. El altruismo tiene mucho de eso, de un egoísmo hondo en el fondo. Todo el tiempo corremos tras alguien, tendemos nuestras manos, o no lo hacemos, damos la espalda… pero hay alguien a quien no pudimos salvar, tras esa persona corremos siempre y a veces somos nosotros mismos, lo que no está mal. Digo, ¿qué sentido tiene vivir toda una vida, altruistas o egoístas, y no habernos salvados a nosotros mismos?— estoy hablando más de la cuenta, lo noto, prenso mis labios para callarnos. —No quiero salvar al mundo y hay mucho por hacer en este distrito, con poder ser un apoyo para las personas que están a mi alcance me basta, hay personas que estamos hechas para eso, para estar en las pequeñas cosas… y dar un alivio real, por breve que sea.
¿Y qué si me afecta? ¿Y que si la mano que tiendo es la que algún día también me hunde al pozo de otra persona? ¿Qué si hago carne del temperamento de una veela que es tan distinta al parecer a mi propia naturaleza? Esa es mi duda final, la que precede a todas las dudas que le planteé a decir verdad, ¿soy realmente distinta? ¿Qué si no lo soy? Su mano tomando la mía hace que me lo pregunte, porque no nos veo muy diferentes en apariencia, ella me está regalando una amabilidad que no esperaba recibir cuando entré a su casa queriendo impresionarla con mi seguridad y predisposición. —Trabajaré en mi carácter, buscaré la manera de fortalecerme lo suficiente como para poder tratar con las emociones de otros— y creo saber a quién podría pedirle ayuda, si bien el tío Will no está primero en mi lista de contactos, sé que trabaja como psicólogo en el distrito, quizás él… sabe sobre esto de no dejar que los males de otros te afecten y poder saber cómo ayudarlos.
Ayudarlos, amarlos, sigo creyendo que las heridas se sanan con sentimientos buenos, si bien el amor de mis padres es del tipo que me ha dado miedo toda la vida. Amores así, en que necesitas tanto de la otra persona para sentirte pleno, implica que cuando esa persona no esté, te sientas incompleto y desgarrado, ¿por qué atar nuestra propia felicidad a la de alguien más? Por eso los amores que nunca se cumplían eran los más seguros, los que se mantenían a una distancia, mi madre me brindó los consejos que lo apoyaban al asustarme con su ejemplo, y sin embargo, he logrado amar a una persona y que el mismo sentimiento de su parte me haga pensarnos como piezas complementarias de a ratos, trato de cambiarlo por la idea de que crecemos juntos, de que aportamos al crecimiento del otro y si algún día tenemos que separarnos… solo no quiero pensar en ese día, ahora. —No espero ayudar a mi madre— lo digo en un susurro tan bajo que apenas me escucho, —es lo que me inspira, pero tras años de verla en ese estado pude entender que no era yo quien podría hacer algo al respecto. Suelo creer que rara vez esa razón que nos motiva sea el fin último de lo que hacemos, a veces algunas cosas pasan solo para mostrarte algo, no dependen de ti… y también suelo creer que todas las personas vivimos con el pendiente de querer salvar a alguien, en muchos casos, sobre todo esas personas que se desviven ayudando a otros… en realidad tratan de salvarse a sí mismas. El altruismo tiene mucho de eso, de un egoísmo hondo en el fondo. Todo el tiempo corremos tras alguien, tendemos nuestras manos, o no lo hacemos, damos la espalda… pero hay alguien a quien no pudimos salvar, tras esa persona corremos siempre y a veces somos nosotros mismos, lo que no está mal. Digo, ¿qué sentido tiene vivir toda una vida, altruistas o egoístas, y no habernos salvados a nosotros mismos?— estoy hablando más de la cuenta, lo noto, prenso mis labios para callarnos. —No quiero salvar al mundo y hay mucho por hacer en este distrito, con poder ser un apoyo para las personas que están a mi alcance me basta, hay personas que estamos hechas para eso, para estar en las pequeñas cosas… y dar un alivio real, por breve que sea.
No podía decir que era la voz de la experiencia puesto, ¿qué había aprendido de todos sus tropiezos? Solo había estado cayendo una y otra vez, tropezando en ocasiones incluso con las mismas piedras, cometiendo los mismos errores de nuevo. Ni siquiera podía decir que hubiera aprendido, que tenía bajo la manga algún consejo que darle para tratar de calmar su agitada mente; de ayudarla de algún modo. Nunca se le dieron bien las personas, y cuando se enfrentaba a alguna conversación, bien fuera amistosa o no, se encontraba a sí misma perdida en sus cavilaciones, no sabiendo como materializar mediante palabras todo lo que podía llegar a decir. Solo le restaba actuar en vez de hablar. Y quizás aquello fue lo que la llevó a tomar la mano de la rubia, presionarla ligeramente en busca de transmitirle algo de seguridad; una que no tenía claro que existiera dentro de su cuerpo más allá de lo que pudiera decirle. Porque ella era así. Puede que su naturaleza hubiera cambiado, que ya no pudieran verla como la misma persona nunca más, pero ella seguía allí; como un sentimiento latiente, una presencia que trataba de imponerse sobre lo demás. No todas eran totalmente temperamentales o agresivas, todo dependía de… la actitud de la persona y, claro, el manejo de las emociones en el momento concreto. — Siempre he pensado que las personas más fuertes son aquellas que reconocen que tienen algo que mejorar. No todos tienen el valor de decirlo en voz alta, como si un debilidad o un defecto fuera algo espantoso que nadie más tiene que saber — arrugó los labios. — Siempre hay algo en lo que trabajar, pero admiro esa parte tuya. Yo no hubiera lidiado con las emociones de los demás aunque hubiera podido hacerlo. No habría podido — reconoció con tranquilidad. Sabía que tenía mil y unos defectos. Podían tacharla de egoísta, cobarde, conformista. Sonrió, débil, alejando sus manos de ella y entrelazándolas sobre sus piernas.
Frunció el ceño, moviendo los brazos hasta que acabó por cruzarlos bajo su pecho, con la espalda apoyada en el respaldo del sillón y escuchando con sumo cuidado todo lo que tenía que decir. No era buena en las conversaciones profundas, en proyectar sus sentimientos o armarlos de algún modo para llegar a comprenderlos. Al contrario que ella. La edad solo era un número, y su generación estaba cargada de latentes injusticias que hacían que los jóvenes crecieran demasiado deprisa. Suspiro, haciéndose algo más pequeña allí sentada. — Egoísmo y altruismo están separados por una línea muy difusa. En realidad ni nosotros mismos llegaremos a comprender nunca en qué lado estamos parados — ¿Eran egoístas por salvar a otros en busca de llenar con ello el vacío que sentían? ¿O eran altruistas por el mero hecho de salvarlos? Negó con la cabeza. — Para poder ayudar a los demás primero necesitamos estar bien nosotros mismos. Alguien roto nunca será una buena mano a la que aferrarse — comentó levantándose del sillón e inclinándose al frente para colocar el vaso vacío a un lado de la bandeja de galletas. — Se me da bien lo de ser egoísta — volvió a hablar, reincorporándose en el lugar. — Y creo que lo mejor es primero sentirte bien contigo misma, fortalecerte y, entonces, ayudar a los demás. Hay situaciones de urgencia, aquellas en las que decides anteponer a otra persona antes que a ti mismo, pero eso acaba convirtiéndose en un problema. Dos personas rotas es peor que una —. Sí, así era ella, llevaba aquel egoísmo, o superviviencia como ella prefería llamarla, pegada a la piel después de tantos años mirando hacia otro lado. — Sé que no es un consejo… ¿ético? Y que te puede ayudar y dañar a partes iguales, pero en situaciones como ésta, el mundo en el que nos movemos, al final tenemos que acabar haciendo una lista de prioridades —.
Frunció el ceño, moviendo los brazos hasta que acabó por cruzarlos bajo su pecho, con la espalda apoyada en el respaldo del sillón y escuchando con sumo cuidado todo lo que tenía que decir. No era buena en las conversaciones profundas, en proyectar sus sentimientos o armarlos de algún modo para llegar a comprenderlos. Al contrario que ella. La edad solo era un número, y su generación estaba cargada de latentes injusticias que hacían que los jóvenes crecieran demasiado deprisa. Suspiro, haciéndose algo más pequeña allí sentada. — Egoísmo y altruismo están separados por una línea muy difusa. En realidad ni nosotros mismos llegaremos a comprender nunca en qué lado estamos parados — ¿Eran egoístas por salvar a otros en busca de llenar con ello el vacío que sentían? ¿O eran altruistas por el mero hecho de salvarlos? Negó con la cabeza. — Para poder ayudar a los demás primero necesitamos estar bien nosotros mismos. Alguien roto nunca será una buena mano a la que aferrarse — comentó levantándose del sillón e inclinándose al frente para colocar el vaso vacío a un lado de la bandeja de galletas. — Se me da bien lo de ser egoísta — volvió a hablar, reincorporándose en el lugar. — Y creo que lo mejor es primero sentirte bien contigo misma, fortalecerte y, entonces, ayudar a los demás. Hay situaciones de urgencia, aquellas en las que decides anteponer a otra persona antes que a ti mismo, pero eso acaba convirtiéndose en un problema. Dos personas rotas es peor que una —. Sí, así era ella, llevaba aquel egoísmo, o superviviencia como ella prefería llamarla, pegada a la piel después de tantos años mirando hacia otro lado. — Sé que no es un consejo… ¿ético? Y que te puede ayudar y dañar a partes iguales, pero en situaciones como ésta, el mundo en el que nos movemos, al final tenemos que acabar haciendo una lista de prioridades —.
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—Siempre he creído…— lo digo con mucho cuidado, —que todo lo que podemos ver en otros es un reflejo de lo que llevamos por dentro— puesto que es quien emprende la retirada con ese “yo no podría”, trato de volver sobre ello con la precaución de que mi acercamiento no la aleje aún más, también creo que no seremos capaces de ver algo, por mucho que nos digan que ahí está, si no abrimos nuestros ojos por propia cuenta, aunque ayuda un poco, a veces bastante, que alguien lo señale en primer lugar. —Aunque digas que no podrías con las emociones de alguien más, desde que te dije lo que pensaba hacer, incluso aunque al final no lo haga, no has hecho más que darme tu consejo y tu aliento, tienes una manera de tratar de prevenir a la otra persona al mismo tiempo que la alientas a confiar en sí misma. Así que diría… que sí sabes tratar con las emociones de otros, al menos a mí…— con sus manos escondidas entre sus rodilla, alzo la mía, libre, para colocarla en mi pecho. —Me has ayudado mucho— porque a veces algo no se ve, hasta que se dice. — Prometo ser responsable con esto— digo, creo que es lo que le debo después de sus consejos honestos.
Asiento con mi barbilla dándole la razón en cuanto a lo fácil que es que altruismo sea en realidad egoísmo enmascarado, decido decirle por qué pienso de esta cuando la escucho continuar, colocándose a sí misma en el lugar de egoísta y dándome un último consejo que lo entiendo, lo comprendo tanto. —También espero tener en claro mis prioridades, sobre todo cuando pase el tiempo…— decirlo se siente distinto a cuando con mi madre hablábamos de mis metas en la vida, que eran puntos que ella marcando en voz alta para que tracemos un plan al que yo debía ajustarme, y por mucho tiempo, creí que eso era también lo que yo creía, esa vida perfectamente ordenada en la que me despertaba para cumplir una rutina, me veía al espejo sintiéndome bien y segura de mi misma, me movía por el Capitolio siendo lo que esperaba que fuera porque no conocía algo distinto, y lo que trataba de entender, lo hacía a través del arte. Quizás porque sabía, aun sin conocer, que había algo distinto y que podía ser alguien distinta. —Espero poder ayudar a los demás, creo que es un impulso que tenemos muchos, en especial en este momento. Pero no hablo de altruismo, sé que el altruismo puede ser muy dañino en su intención de ayudar a otros— comienzo lo que será el culmine de la charla más íntima e inesperada que pensé que podría tener con alguien que vine a pedirle trabajo como secretaria. —Mi padre era la persona que más amaba en el mundo, todo lo que sé de altruismo lo aprendí de él y no me quedó una buena enseñanza. Es un hombre extraordinario, no sé si llegaste a conocerlo, era... increíble, maravilloso, con una gran energía, una determinación tan fuerte de ayudar a otros y si te abrazaba, te hacía sentir que podías recostarte en su hombro con toda la seguridad de que nada podría dañarte. Y todo lo que hacía, lo hacía un hombre extraordinario, todo lo malo que hacía también lo hacía por una buena razón, sacrificaba cosas todo el tiempo, a sí mismo… y a su familia, por cosas buenas que nos superaban a todos. Llevó a Ken a casa porque sabía que dejarlo solo hubiera significado que lo mataran, pero… ¿sabes? — hago un mohín antes de continuar: —Me enojé mucho con él por eso. Porque si hubieran encontrado a Ken en casa, con la mentira de que era nuestra mascota, nos hubieran matado a nosotros. No pasó, pero me hizo preguntarme… muchas cosas hicieron que me pregunte… papá trataba a toda costa de cambiar y salvar el mundo, era increíblemente bueno, lo sigo amando, pero a veces me pregunto… ¿me amaba? Porque siento que amaba las cosas grandes, las grandes causas, se daba a ellas. ¿Y qué me quedaba a mí? Me amaba, sí, como parte de ese todo. Pero, ¿me amaba? ¿egoístamente? ¿por mí misma?— sonrío porque sé bien que suena a un reclamo de niña de cinco años que tuvo la suficiente atención de sus padres.
»Claro que tendría que detenerme a pensar, en realidad lo hice en su momento, por qué me enamoré de una persona que si viene a decirme que tiene que entregarse por todo este distrito, supongamos, no le diría otra cosa de que lo hiciera si así cree que debe hacerlo, porque es como él es. Supongo que hay personas así, y que son extraordinarias, increíblemente buenas, pero…— dudo, — decir que podemos entenderlo no quiere decir que no lastime. El altruismo salva a un montón de personas, pero si hay alguien detrás de la espalda de esa persona, al fondo, en casa, de la que nadie habla, que pareciera que ni existe, que se queda sola y herida— no solo pienso en mí siendo niña, sino en mi madre, la persona más increíblemente egoísta en el mundo. Pero me amaba, amaba a papá, no al mundo. —Se trata de encontrar un punto de equilibrio, supongo. Entre no ser un egoísta que te da la mismo la suerte de otros, ni tampoco un superhéroe con capa que por estar salvando el mundo, lastima a quienes lo aman. Me gusta pensarlo como encontrar algo que pueda ser útil, que nos haga buenos a todos. No salvar a nadie, dar a los demás lo que pueden llegar a usar para salvarse a sí mismo… así que supongo que siendo fiel a lo que acabo de decir, me replantearé esto de por qué aprender a ayudar a la gente con sus emociones— froto las palmas húmedas de mis manos contra mis vaqueros. —Ese fue un monólogo muy largo, así que perdón. Puedo... ¿sugerir que en vez de tratar de aprender esta habilidad con las emociones, pueda intentar contigo encontrar ese punto de equilibrio? Porque no me creo que seas enteramente egoísta o que si estas haciendo eso, es porque te lo estás replanteando también. Tal vez nos lleve años y mucha práctica, muchos consejos de por medio y seguramente nos equivoquemos, también olvidemos qué tratábamos de hacer, pero... ahora siento que es lo mejor que podría hacer por otra persona y que también me haga bien a mí.
Asiento con mi barbilla dándole la razón en cuanto a lo fácil que es que altruismo sea en realidad egoísmo enmascarado, decido decirle por qué pienso de esta cuando la escucho continuar, colocándose a sí misma en el lugar de egoísta y dándome un último consejo que lo entiendo, lo comprendo tanto. —También espero tener en claro mis prioridades, sobre todo cuando pase el tiempo…— decirlo se siente distinto a cuando con mi madre hablábamos de mis metas en la vida, que eran puntos que ella marcando en voz alta para que tracemos un plan al que yo debía ajustarme, y por mucho tiempo, creí que eso era también lo que yo creía, esa vida perfectamente ordenada en la que me despertaba para cumplir una rutina, me veía al espejo sintiéndome bien y segura de mi misma, me movía por el Capitolio siendo lo que esperaba que fuera porque no conocía algo distinto, y lo que trataba de entender, lo hacía a través del arte. Quizás porque sabía, aun sin conocer, que había algo distinto y que podía ser alguien distinta. —Espero poder ayudar a los demás, creo que es un impulso que tenemos muchos, en especial en este momento. Pero no hablo de altruismo, sé que el altruismo puede ser muy dañino en su intención de ayudar a otros— comienzo lo que será el culmine de la charla más íntima e inesperada que pensé que podría tener con alguien que vine a pedirle trabajo como secretaria. —Mi padre era la persona que más amaba en el mundo, todo lo que sé de altruismo lo aprendí de él y no me quedó una buena enseñanza. Es un hombre extraordinario, no sé si llegaste a conocerlo, era... increíble, maravilloso, con una gran energía, una determinación tan fuerte de ayudar a otros y si te abrazaba, te hacía sentir que podías recostarte en su hombro con toda la seguridad de que nada podría dañarte. Y todo lo que hacía, lo hacía un hombre extraordinario, todo lo malo que hacía también lo hacía por una buena razón, sacrificaba cosas todo el tiempo, a sí mismo… y a su familia, por cosas buenas que nos superaban a todos. Llevó a Ken a casa porque sabía que dejarlo solo hubiera significado que lo mataran, pero… ¿sabes? — hago un mohín antes de continuar: —Me enojé mucho con él por eso. Porque si hubieran encontrado a Ken en casa, con la mentira de que era nuestra mascota, nos hubieran matado a nosotros. No pasó, pero me hizo preguntarme… muchas cosas hicieron que me pregunte… papá trataba a toda costa de cambiar y salvar el mundo, era increíblemente bueno, lo sigo amando, pero a veces me pregunto… ¿me amaba? Porque siento que amaba las cosas grandes, las grandes causas, se daba a ellas. ¿Y qué me quedaba a mí? Me amaba, sí, como parte de ese todo. Pero, ¿me amaba? ¿egoístamente? ¿por mí misma?— sonrío porque sé bien que suena a un reclamo de niña de cinco años que tuvo la suficiente atención de sus padres.
»Claro que tendría que detenerme a pensar, en realidad lo hice en su momento, por qué me enamoré de una persona que si viene a decirme que tiene que entregarse por todo este distrito, supongamos, no le diría otra cosa de que lo hiciera si así cree que debe hacerlo, porque es como él es. Supongo que hay personas así, y que son extraordinarias, increíblemente buenas, pero…— dudo, — decir que podemos entenderlo no quiere decir que no lastime. El altruismo salva a un montón de personas, pero si hay alguien detrás de la espalda de esa persona, al fondo, en casa, de la que nadie habla, que pareciera que ni existe, que se queda sola y herida— no solo pienso en mí siendo niña, sino en mi madre, la persona más increíblemente egoísta en el mundo. Pero me amaba, amaba a papá, no al mundo. —Se trata de encontrar un punto de equilibrio, supongo. Entre no ser un egoísta que te da la mismo la suerte de otros, ni tampoco un superhéroe con capa que por estar salvando el mundo, lastima a quienes lo aman. Me gusta pensarlo como encontrar algo que pueda ser útil, que nos haga buenos a todos. No salvar a nadie, dar a los demás lo que pueden llegar a usar para salvarse a sí mismo… así que supongo que siendo fiel a lo que acabo de decir, me replantearé esto de por qué aprender a ayudar a la gente con sus emociones— froto las palmas húmedas de mis manos contra mis vaqueros. —Ese fue un monólogo muy largo, así que perdón. Puedo... ¿sugerir que en vez de tratar de aprender esta habilidad con las emociones, pueda intentar contigo encontrar ese punto de equilibrio? Porque no me creo que seas enteramente egoísta o que si estas haciendo eso, es porque te lo estás replanteando también. Tal vez nos lleve años y mucha práctica, muchos consejos de por medio y seguramente nos equivoquemos, también olvidemos qué tratábamos de hacer, pero... ahora siento que es lo mejor que podría hacer por otra persona y que también me haga bien a mí.
Apenas podía con las propias, no iba a cargarse con las de otras personas. Sabiendo que era egoísta con ello, aunque no siempre lo fue, era el modo que había aprendido para protegerse a sí misma y era complicado de romper tras tantos años escondida tras la misma barrera. Mas sus palabras llamaron la atención de la veela que arqueó la mirada en su dirección. Ni siquiera supo cuánto tiempo sostuvo la respiración hasta que lo dejó ir, pesado. Era demasiado inteligente, y, en cierto modo, le daba pena que lo fuera. En ocasiones lo mejor era cerrar los ojos y mirar hacia otro lado, no tratar de comprender todo para no salir herido; ero ella parecía tener aquel tipo de curiosidad que... siempre acababa por consumir a la persona en cuestión. — No soy especialmente buena dando consejos — habló entonces, golpeándose con la lengua la parte trasera de los incisivos. —, pero me alegra saber que mis palabras te harán pensar en ello con más perspectiva — agregó. Era inteligente y sabía que pensaría las cosas una vez más; aunque también tenía claro que era una decisión que ya había sido tomada.
Se hablaba de las listas de prioridades como algo sencillo, algo que todo el mundo establecía con rapidez. Pero distaba de ser así de sencillo. La vida continuaba, nuevas personas hacían acto de presencia y otras tantas se iban, el mundo cambiaba constantemente a su alrededor y, al final, en realidad había que tener clara lo primero de esa lista y, de ahí, ir creando, modificando y borrando de tanto en tanto, los números posteriores. Y, aunque a veces pudiera parecer lo contrario –teniendo en cuenta su actuar-, ella estaba situada en el puesto número uno. Inclinó la cabeza hacia un lado, a la espera de que continuara hablando, porque tenía aquel especie de cosquilleo que le hacía presentir que había algo más. Que no hablaba del altruismo de manual sino del verdadero, aquel que, como bien había dicho, no era tan bueno como todos querían hacerlo pasar. La observó en silencio, dejando que dijera todo lo que tenía dentro. No sabía en qué momento se había convertido en alguien en el que los demás pudieran confiar de aquella manera, exteriorizando frente a ella cavilaciones familiares; mucho menos cuando la rubia se había mostrado dubitativa y nerviosa, apenas hacía unos instantes, por su sola presencia. Pero aún así la escuchó en silencio. — Las personas como tu padre no… — se rascó la ceja con gesto pensativo, no sabiendo muy bien como continuar o qué camino tomar. — no veo altruismo en lo que estás diciendo, y espero que tu concepto de ello no derive de sus acciones — se arriesgó entonces. La verdad es que no le importaba demasiado si acababa desagradándole, o no, con lo que le dijera, pero tampoco deseaba ser brusca en exceso. — Lo veo como egoísmo. Quería sentirse mejor al pensar que podía cambiar el mundo y que las consecuencias de todas sus ‘buenas obras’ no lo alcanzarían porque, para entonces, todo habría cambiado y, en su lugar, sería recompensado… pero las consecuencias pudieron haber llegado mucho antes de que el cambio se materializara — volvió a sentarse mientras hablaba, dejando sus manos apoyadas sobre las piernas. — No pensó en las personas que lo rodeaban, las que podían verse directamente afectadas si las cosas no acababan saliendo como esperaba — chasqueó la lengua. — Saber si te amaba o no, es algo que no puedo saber. Pero sí sé que se volvía la perfecta definición de egoísta cuando la oportunidad se presentaba ante él —. Hacerse cargo de las causas perdidas sin mirar por las personas que tenía a su alrededor no era mero altruismo, quería alimentar su ego con causas cada vez más grandes sin ser capaz de mirar a su alrededor.
Sonrió, apoyando la espalda contra el respaldo del sillón. — Parece que tenemos verdaderos altruistas en éste distrito — comentó en lo que su mirada se escapaba en dirección a la puerta de la cocina. Convivía con uno. Ni siquiera entendía como podía estar enamorada de alguien con aquel tipo de personalidad; que tenía como característica principal un tipo de altruismo que chocaba con todo lo que ella era… o dejaba ver que era. Arqueó ambas cejas en lo que regresaba su atención hasta ella, barriendo la sala hasta acabar posándose en su joven compañía. — No lo soy enteramente, pero creo que siempre me balancearé más hacia el egoísmo que al altruismo. Has crecido en una familia que ha tratado de guiarte por el bien hacia los demás, ese sentido del ‘sacrificio’. Yo llevo casi veinte años anteponiéndome a todo, poniendo a los demás como excusa para no sentirme tan mal por ser egoísta — cruzó los brazos. — Puede que estés pensando que estoy aquí porque me he replanteado ciertas cosas, no voy a negar que varias están en ello, pero sólo he sido yo colocándome en primer lugar. Quizás cambiando el orden de algunas prioridades relacionadas con el primera pero… sigue siendo lo mismo —. Amor, estabilidad, comodidad. Solo se había entremezclado demasiado y había acabado ordenándolas alfabéticamente.
— Pero veo que te gustan los retos — sonrió, queriendo quitarle peso a un asunto tan denso como el que estaban tratando. — No podía concederte tratar con mis emociones, pero sí esto. No es lo mismo una veela cabreada que una simple persona lidiando con el día a día — bromeó.
Se hablaba de las listas de prioridades como algo sencillo, algo que todo el mundo establecía con rapidez. Pero distaba de ser así de sencillo. La vida continuaba, nuevas personas hacían acto de presencia y otras tantas se iban, el mundo cambiaba constantemente a su alrededor y, al final, en realidad había que tener clara lo primero de esa lista y, de ahí, ir creando, modificando y borrando de tanto en tanto, los números posteriores. Y, aunque a veces pudiera parecer lo contrario –teniendo en cuenta su actuar-, ella estaba situada en el puesto número uno. Inclinó la cabeza hacia un lado, a la espera de que continuara hablando, porque tenía aquel especie de cosquilleo que le hacía presentir que había algo más. Que no hablaba del altruismo de manual sino del verdadero, aquel que, como bien había dicho, no era tan bueno como todos querían hacerlo pasar. La observó en silencio, dejando que dijera todo lo que tenía dentro. No sabía en qué momento se había convertido en alguien en el que los demás pudieran confiar de aquella manera, exteriorizando frente a ella cavilaciones familiares; mucho menos cuando la rubia se había mostrado dubitativa y nerviosa, apenas hacía unos instantes, por su sola presencia. Pero aún así la escuchó en silencio. — Las personas como tu padre no… — se rascó la ceja con gesto pensativo, no sabiendo muy bien como continuar o qué camino tomar. — no veo altruismo en lo que estás diciendo, y espero que tu concepto de ello no derive de sus acciones — se arriesgó entonces. La verdad es que no le importaba demasiado si acababa desagradándole, o no, con lo que le dijera, pero tampoco deseaba ser brusca en exceso. — Lo veo como egoísmo. Quería sentirse mejor al pensar que podía cambiar el mundo y que las consecuencias de todas sus ‘buenas obras’ no lo alcanzarían porque, para entonces, todo habría cambiado y, en su lugar, sería recompensado… pero las consecuencias pudieron haber llegado mucho antes de que el cambio se materializara — volvió a sentarse mientras hablaba, dejando sus manos apoyadas sobre las piernas. — No pensó en las personas que lo rodeaban, las que podían verse directamente afectadas si las cosas no acababan saliendo como esperaba — chasqueó la lengua. — Saber si te amaba o no, es algo que no puedo saber. Pero sí sé que se volvía la perfecta definición de egoísta cuando la oportunidad se presentaba ante él —. Hacerse cargo de las causas perdidas sin mirar por las personas que tenía a su alrededor no era mero altruismo, quería alimentar su ego con causas cada vez más grandes sin ser capaz de mirar a su alrededor.
Sonrió, apoyando la espalda contra el respaldo del sillón. — Parece que tenemos verdaderos altruistas en éste distrito — comentó en lo que su mirada se escapaba en dirección a la puerta de la cocina. Convivía con uno. Ni siquiera entendía como podía estar enamorada de alguien con aquel tipo de personalidad; que tenía como característica principal un tipo de altruismo que chocaba con todo lo que ella era… o dejaba ver que era. Arqueó ambas cejas en lo que regresaba su atención hasta ella, barriendo la sala hasta acabar posándose en su joven compañía. — No lo soy enteramente, pero creo que siempre me balancearé más hacia el egoísmo que al altruismo. Has crecido en una familia que ha tratado de guiarte por el bien hacia los demás, ese sentido del ‘sacrificio’. Yo llevo casi veinte años anteponiéndome a todo, poniendo a los demás como excusa para no sentirme tan mal por ser egoísta — cruzó los brazos. — Puede que estés pensando que estoy aquí porque me he replanteado ciertas cosas, no voy a negar que varias están en ello, pero sólo he sido yo colocándome en primer lugar. Quizás cambiando el orden de algunas prioridades relacionadas con el primera pero… sigue siendo lo mismo —. Amor, estabilidad, comodidad. Solo se había entremezclado demasiado y había acabado ordenándolas alfabéticamente.
— Pero veo que te gustan los retos — sonrió, queriendo quitarle peso a un asunto tan denso como el que estaban tratando. — No podía concederte tratar con mis emociones, pero sí esto. No es lo mismo una veela cabreada que una simple persona lidiando con el día a día — bromeó.
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Si alguien me hubiera dicho que sería ante quien, posiblemente, más me intimida en todo este distrito, que diría lo que llevo tanto tiempo anudado en mi garganta y al terminar de verbalizarlo noto el temblor en mis manos, lo que debo ocultar colocando una sobre la otra, a la espera de que el estremecimiento abandone también mi cuerpo entero. No es la primera vez que hablo de mi padre, es la primera vez que puedo darle la forma de un único discurso, sintiéndome profundamente culpable de que estos sean mis sentimientos, y puesto que ha sido dicho, puedo no volver a mencionarlo. Nunca hubiera imaginado, minutos antes cuando estaba parada fuera de la puerta de la casa de Arianne, que sería a ella a quien le dejaría la carga de este monologo y supongo que así es a veces, momentos, personas puntuales. Suelto todo el aire de mi cuerpo en un largo suspiro y dejo que sus propias palabras me calmen, porque lejos de reprocharme, me brinda una mirada distinta y necesaria.
Permito que se reafirme en su egoísmo sin contradecirla, acepto que así sea y dentro de esas prioridades que ha establecido para sí, espero poder hacer un espacio para mi agradecimiento. —Es parte del equilibrio, ¿no? Hay muchos altruistas en este distrito, es posible. Si hay egoístas tampoco está mal. Nos complementamos, los que tenemos ánimos de aprender sabremos que tomar de cada uno, porque consciente o inconsciente, siempre he temido moverme entre el egoísmo pasivo de mi madre y el altruismo de mi padre, que en este distrito yo misma… estoy tratando de encontrar el equilibrio— digo, esbozo una sonrisa hacia ella. —Aprecio en verdad la oportunidad de poder trabajar contigo— porque siento que hay cosas que puedo aprender de ella, en verdad. —Si es que todavía no has desistido de la idea, porque juro que sigo queriendo ser tu secretaria, aunque esto se parezca bastante a que te estoy contratando como psicóloga, juro que no es así. Solo… supongo que eran cosas que llevaba guardadas mucho tiempo, y está bien, para todo esto de poder controlar las emociones, poder identificar y controlar las mías— me callo el decir que también espero le haya venido bien a ella, aunque sea para reafirmarse en sí misma, eso suele ser necesario también. —Creo que te quite mucho tiempo hoy y fueron demasiados dilemas de vida en un rato. ¿Te parece bien si vuelvo mañana para comenzar?
Permito que se reafirme en su egoísmo sin contradecirla, acepto que así sea y dentro de esas prioridades que ha establecido para sí, espero poder hacer un espacio para mi agradecimiento. —Es parte del equilibrio, ¿no? Hay muchos altruistas en este distrito, es posible. Si hay egoístas tampoco está mal. Nos complementamos, los que tenemos ánimos de aprender sabremos que tomar de cada uno, porque consciente o inconsciente, siempre he temido moverme entre el egoísmo pasivo de mi madre y el altruismo de mi padre, que en este distrito yo misma… estoy tratando de encontrar el equilibrio— digo, esbozo una sonrisa hacia ella. —Aprecio en verdad la oportunidad de poder trabajar contigo— porque siento que hay cosas que puedo aprender de ella, en verdad. —Si es que todavía no has desistido de la idea, porque juro que sigo queriendo ser tu secretaria, aunque esto se parezca bastante a que te estoy contratando como psicóloga, juro que no es así. Solo… supongo que eran cosas que llevaba guardadas mucho tiempo, y está bien, para todo esto de poder controlar las emociones, poder identificar y controlar las mías— me callo el decir que también espero le haya venido bien a ella, aunque sea para reafirmarse en sí misma, eso suele ser necesario también. —Creo que te quite mucho tiempo hoy y fueron demasiados dilemas de vida en un rato. ¿Te parece bien si vuelvo mañana para comenzar?
Las familias eran complicadas, formar parte de una entidad como aquella podía traer tanto felicidad como dolor; pero era lo que implicaba relacionarse con otros a tal profundidad. La veela ni siquiera podía dar buenos consejos o relatarlos por experiencias de su vida. Mucho menos podía hablar de su familia. No cuando la primera mitad de su vida había sido una mentira y la segunda mitad una farsa. — Solo sé tú misma. No trates de balancearte entre lo que tu padre y tu madre son, sólo sé lo que tú sientas. Y haz lo que creas que debes hacer. — interrumpió de súbito. Al final las personas estaban hechas de aquello. De decisiones buenas y malas; las que hacían daño pero enseñaban a levantarse, las que enorgullecían, las que avergonzaban. Todas formaban parte de lo mismo. Le sonrió de vuelta, inclinándose al frente para reordenar las cosas sobre la pequeña bandeja que minutos antes portado. Asintió con la cabeza, tomando entre sus manos en lo que se levantaba del sillón.
— Toda esta conversación me ha servido para reafirmarme en mi decisión de aceptarte como ayudante. — comentó en pie, tamborileando con los dedos en la parte inferior de la bandeja en lo que buscaba en su mente algo más que decir. — Lo cierto es que no pensé que mi invitación a relajarte te llevaría a desahogarte de éste modo, pero está bien. Una tarde inesperada. Algo nuevo en la rutina que estoy llevando las últimas semanas. — volvió a hablar, esbozando una amable sonrisa que no llegó más allá de elevar las comisuras de sus labios apenas un ápice. Volvió la mirada hacia la puerta de la cocina, casi esperando a que Benedict apareciera de golpe al ver que las voces del comedor se apagaban, o más bien se enfocaban a una despedida. Pero, al no suceder nada, se volvió hacia ella. — Las ocho de la mañana es buena hora, ¿verdad? — indicó la hora a la que ella estaba comenzando a trabajar y a la que ella debía llegar. Siempre había sido una persona que trabajaba mejor por las mañanas, con la cabeza totalmente despejada, que en la noche cuando el mundo la había pisoteado un par de veces; además de que la fría caminata hasta ‘el despacho’ le ayudaba a despertarse del todo.
— Toda esta conversación me ha servido para reafirmarme en mi decisión de aceptarte como ayudante. — comentó en pie, tamborileando con los dedos en la parte inferior de la bandeja en lo que buscaba en su mente algo más que decir. — Lo cierto es que no pensé que mi invitación a relajarte te llevaría a desahogarte de éste modo, pero está bien. Una tarde inesperada. Algo nuevo en la rutina que estoy llevando las últimas semanas. — volvió a hablar, esbozando una amable sonrisa que no llegó más allá de elevar las comisuras de sus labios apenas un ápice. Volvió la mirada hacia la puerta de la cocina, casi esperando a que Benedict apareciera de golpe al ver que las voces del comedor se apagaban, o más bien se enfocaban a una despedida. Pero, al no suceder nada, se volvió hacia ella. — Las ocho de la mañana es buena hora, ¿verdad? — indicó la hora a la que ella estaba comenzando a trabajar y a la que ella debía llegar. Siempre había sido una persona que trabajaba mejor por las mañanas, con la cabeza totalmente despejada, que en la noche cuando el mundo la había pisoteado un par de veces; además de que la fría caminata hasta ‘el despacho’ le ayudaba a despertarse del todo.
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