The Mighty Fall
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OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
No puedo creer que estoy haciendo esto y con “esto” me refiero a terminar de revisar el chirrido de una alacena mientras el almuerzo se prepara a un lado. Y no, no es un almuerzo en lata de conserva, sino un buen trozo de carne cuya ensalada de acompañamiento ya se encuentra lista sobre la mesada. La puerta que conecta a la cocina con el jardín se encuentra abierta de par en par, dejando entrar la brisa otoñal que barre las hojas, esas que se mueven con pereza. No sé dónde se encuentra Beverly, de seguro se ha ido con sus amigos a hacer vaya a saber qué cosa, pero tampoco debería molestarme. Aquí puede andar al aire libre, sin tener que esconderse, sin que me preocupe por su horario de llegada. Es la primera vez desde que explotó el catorce que tenemos todas las comodidades y es aún más extraño el compartirlo, puesto que esto es lo más parecido a una postal de normalidad que he tenido en toda la vida. Esta casa no se parece al cinco ni a mi cabaña del catorce. Es… un poco más similar a lo que deseaba cuando era un niño.

El cuadro lo acompaña Arianne, quien entra a la cocina y se lleva mi atención, porque levanto una mano en su dirección sin sacarle de vista a mi obra de arte — No te preocupes, no necesito de magia. Mira — apoyo un dedo sobre el borde de la puertita y la muevo, demostrando con orgullo de que ya no produce ningún sonido molesto — ¿Lo ves? Como te dije, los Franco tenemos este tipo de talentos — me permito el bromear en lo que aparto las herramientas, antes de lavarme las manos, cuyos rastros de aceite no van bien con la idea de la comida. Aún estoy secándome con el repasador cuando me giro hacia ella, recargándome en la mesada — Todo estará listo en unos cinco minutos. ¿Ya acabaste con… lo que sea que estabas haciendo? — que no me engaño, sé muy bien que no estamos aquí para jugar a las casitas. Afuera hay cientos de cosas que organizar, desde cómo funcionaremos a cómo mierda vamos a sacar a Ava de la base, algo que siempre está ahí fastidiando como un recordatorio. ¿A quienes arriesgaremos para sacarla? ¿Cómo lo haremos, cuando no estamos como para tener más bajas?

Barro esos miedos por un momento y dejo el trapo a un lado, así tengo la libertad de poner una mano en su cintura para atraerla hacia mí, torciendo la boca en una sonrisa que busca disimular cualquier rastro de preocupación — Beverly no está, así que podemos usar esta tarde para nosotros. Para cualquier cosa que quieras hacer — que no hemos tenido un respiro, no uno verdadero. Bajo la mirada, centrando mis ojos en un modo casual de juguetear con mis dedos sobre sus caderas — ¿Cómo…? ¿Te estás adaptando bien? — que son demasiados cambios, ganados por un montón de sacrificios.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Estiró los brazos al frente y luego hacia arriba, tratando de sacarse de encima la rigidez de sus músculos. Una muequita apareció en sus labios cuando un crujido se dejó oír al girar el cuello hacia un lado. No tenía necesidad de aquello. ¡Realmente no la tenía! Suspiró volviendo a tomar uno de los libros de leyes que había tomado ‘prestado’ de la mansión, pasando las páginas con la mirada perdida mientras golpeteaba con el desnudo talón el suelo. Había dejado su vida en el Wizengamot pero se encontraba, nuevamente, rodeada de libros relacionados con ellos en busca de encontrarles otro enfoque que supliera a la momentánea anarquía que reinaba en el distrito nueve. Anarquía tranquila, por suerte y de momento. Lo cerró tras unos minutos en los que su cerebro pensaba más en estirar las piernas que en seguir allí sentada leyendo por décima vez el mismo párrafo. — Necesito aire — susurró recogiéndose el cabello en una coleta alta y saliendo al pasillo. Se sentía extraño… salir y ver un pasillo limpio, ordenado y sin ruidos procedentes de los otros apartamentos. Ni siquiera escuchaba la cháchara de Beverly en el piso inferior.

Se rascó el brazo mientras bajaba las escaleras, inclinándose hacia abajo para ver a Ben en la cocina haciendo… algo. ¿Qué estaba haciendo? Los pasos de la veela trataron de acercarse hasta él, parándose en seco ante su gesto y palabras, mirando con curiosidad como abría y cerraba la puerta de la alacena. Ni siquiera pudo contener la risa ahogada que trató de disimular colocando la diestra frente a sus labios, asintiendo pero con una sonrisa divertida dibujada en los labios. — Oh, ¿sí? ¿Y que más talentos escondes? — preguntó burlona mientras sus manos alcanzaban la silla más cercana y acababa por apoyar ambas en el respaldo de la misma. Lo siguió con la mirada, negando con la cabeza. — Ojalá pero no sé por dónde empezar. ¿Qué hacemos con un ladrón? Estoy entre cortarle un dedo, una mano o quitarle algo suyo — rodó los ojos acabando por deslizar los brazos hasta acabar apoyada con los antebrazos sobre el respaldo. — Necesito… darle el enfoque correcto, pero de momento no he dado con el — reconoció cansada. Era complicado construir algo desde abajo, algo nuevo y sin precedentes, porque los precedentes que tenían no eran precisamente un ejemplo a seguir.

Arqueó ambas cejas, acercándose a él apenas unos centímetros. Por unos segundos quiso preguntar dónde estaba Beverly; aún no terminaba de acostumbrarse a poder salir con cierta tranquilidad a la calle, y ello incluía la preocupación cuando sabía que alguno de los más jóvenes estaban por ahí correteando. Lo rodeó con los brazos, dejando las manos apoyadas en la mitad de su espalda y cierto espacio entre ambos. — Es raro — reconoció —, siento que necesito la aceptación de muchas personas antes de poder acercarme a ti — arrugó la nariz con diversión. Era lo que ocurría cuando alguien se ganaba el cariño de todos los que lo rodeaban. —. Y tengo que controlarme para no sonreír demasiado, nunca pensé que tendría que hacer eso — se quejó pellizcándole levemente en un costado a modo de acusación. Porque, bueno, él era una de las grandes razones de ello.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Soy un excelente plomero. El resto de mis virtudes secretas tendrás que irlas averiguando por tu cuenta — el momento bromista me dura poco, que ya tengo que ponerme a pensar en cosas que no deberían preocuparme en un día como hoy. Aún así, soy incapaz de guardarme opiniones — ¿Por qué todo tan extremista? Kendrick quería implementar el sistema de detención, ¿no es así? — pregunto, vaya a saber si hablaron algo más a solas o no — ¿Por qué no son detenidos acorde a su crimen? O implementar multas… — he descubierto que la violencia solo responde con más violencia y sí, es un poco irónico que venga de mí, la persona que tiene unas cuantas armas guardadas bajo la cama. En mi defensa, sueño con el día en el cual pueda esconderlas para no tener que volver a usarlas, incluso cuando sé que es un deseo que hoy en día se encuentra muy distante.

Raro” se queda corto, pero es un buen modo de empezar a describirlo. Acomodo las manos a su espalda baja para poder quedarnos en esta cómoda posición, con un vaivén ligero de mi cabeza que se corta con una vaga sonrisa — Oh, es que soy extremadamente popular. Te aprobarán cuando se convenzan de que no vas a romperme el corazón — me mofo de ella con el ceño arrugado ante una fingida seriedad, esa que no puedo mantener por culpa de su pellizco. Es pequeña así que no me afecta, pero sí sufro del cosquilleo que me retuerce un poco entre sus brazos — Bueno, espero que no te controles por mucho más tiempo. Si las cosas salen bien, podremos empezar a acostumbrarnos… — me acerco con el murmullo, hasta que mis labios presionan los suyos al robar un rápido beso, uno en el cual no me detengo porque el olor del horno me indica que mejor me separo antes de servir un almuerzo al carbón.

Me separo de ella solo para que, en un momento, esté sacando la fuente que acomodo sobre la mesada. Ser licántropo siempre ha sido un problema cuando se trata de cocinar, que sé que no solemos tener los mismos gustos, pero he aprendido a llegar a ese punto medio que todos podemos disfrutar — Sé que aún hay muchos cabos sueltos y que no podemos relajarnos, pero podemos al menos hacernos la idea de que tenemos más de lo que teníamos hace diez días — no estamos enteros, hemos perdido para ganar y solucionarlo nos saldrá caro. Le hago un gesto para que tome la ensaladera, en lo que acabo de servir los trozos en dos platos y, con rapidez, puedo acomodarme en una de las sillas de la mesa — Y esto… — nos señalo con el tenedor, acabando por revolverlo en el aire para abarcar el espacio — No lo sé, Ari, se siente como que al fin podemos tener un poco de normalidad. ¿Es malo desear al menos una cosa estable? — incluso cuando tememos perderla, que la amenaza no es invisible sino que es sabido que anda aguardando su oportunidad. Tras tener todo servido, me centro en cortar un pedazo — No sabemos cuánto tiempo va a llevarnos el organizar el distrito y llevar a cabo el resto de los planes que tenemos en mente, pero creo que en el proceso, no tenemos que olvidarnos de lo que se siente ser humanos — es algo muy fácil de olvidar, en especial para personas como nosotros. Nos despojaron de nuestra humanidad, pero podemos aferrarnos a los rastros que quedan de ella.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Dejó los antebrazos apoyados en el respaldo, observando como su gesto cambiaba en apenas unos segundos. Apretó los labios, tratando de no sonreír. — Los dos primeros son castigos que he visto durante todos estos años. No legales pero si de práctica habitual — comentó entrelazando las manos. Ser humano y robarle a un mago era casi como pedir que te mataran; ser mago y robarle a otro mago se pagaba con multa, pero siempre sufrían algún escarmiento bajo la manga. — No quiero molestarte con… ‘mi trabajo’ — avanzó hasta él y lo rodeó con ambos brazos. —, pero te prometo que seré justa y proporcional — agregó con una sonrisa confianza. Había acciones y acciones, muchas se podían suplir con penas pecuniarias o privativas de libertad de menos entidad, otras tenían que ser tratadas con severidad por mucho que intentara no sensibilizarse demasiado con el tema.

Bufó un poquito. — Con esa popularidad tuya es más probable que sea yo quien acabe con el corazón roto — arqueó una ceja, pellizcándole a conciencia en el costado. La verdad es que estaba en completa inferioridad. Parecía que las cosas se encontraban en relativa calma y todos trataban de dejar a un lado sus diferencias para alcanzar un bien común, pero todo era demasiado tranquilo como para terminar de creérselo. Quizás vivir tanto tiempo en un mundo de puñaladas constantes la había vuelto así también, como a la mayor parte de ciudadanos de Neopanem. Tuvo que elevarse en las punteras de sus zapatos para no dejar escapar aquel fugaz beso. Sonrió cuando volvió a girarse, encaminándose hacia el lado contrario de la mesa y tomando para sí la ensaladera antes de colocarla en el centro de la mesa.

Tomó su sitio, asintiendo lentamente con la cabeza a sus palabras; no pudiendo evitar que una diminuta sonrisa se instaurara en sus labios. Apoyó el codo sobre la mesa, reposando la mejilla contra la palma de la mano mientras lo observaba hablar, parándose en cada palabra y pequeño gesto. Acabó por deslizar la mano por la mesa, girando la mano contraria y entrelazando sus dedos entre los de él. — Espera un segundo — ordenó inclinándose hacia un lado y luego hacia el otro. Arrugó los labios hasta que chaqueó la lengua cuando estuvo segura, acabando por utilizar la mano libre para tomar una fotografía imaginaria. Una donde se le veía a él con un plato de comida delante, un fondo ordenado e iluminado y sus manos entrelazadas a un lado. — Si en algún momento me olvido de cómo se siente ser humana recurriré a ésta foto, y me recordaré a mí misma que seguiré luchando por esto —. Por ellos, por la normalidad, estabilidad y tranquilidad que estaba sintiendo aquellos días.

Aunque acabó alejando la mano de él y levantándose de la silla, notando el ardor subir a su rostro antes de poder controlarlo con algún tipo de frío pensamiento. ¿Qué estaba diciendo? — Tenemos sótano, ¿verdad? — preguntó tomando su plato de la mesa —, si no lo tenemos puedo cavar un agujero aquí mismo — señaló con el dedo índice de la mano libre justo el espacio que había bajo sus pies —,  ¿tenemos una pala? — acabó por preguntar también, inquieta allí de pie.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
No puedo hacer otra cosa que rodar los ojos con diversión, porque no veo el modo en el cual un corazón roto pudiera hacernos daño ahora mismo. No cuando hay cosas externas que me preocupan un poco más, que en el mientras tanto no tengo problema alguno en sostenerme a ella para seguir en el lado más cuerdo de mi consciencia. Debe ser por eso que mi primer bocado es tan calmo, necesito aferrarme a estas pequeñas cosas antes de que se acaben o se vuelvan demasiado buenas para poder perdurar. La petición de un segundo me congela, incluso me contengo de que mis dedos acaricien los suyos y me quedo estático, como si la cámara falsa fuera en verdad una que se encuentra capturando el momento, hasta que su explicación hace que sonría, dejando caer los hombros — Es una buena motivación — coincido. Tomo su mano con el cuidado de acercarla a mis labios, dejando un beso cariñoso sobre sus nudillos — Podemos tener una vida aquí que valga la pena. No es el cuatro, pero si podemos mantenerlo… — lo que significa ganar aliados y, con eso, eliminar del camino a los perros del ministerio. Suena imposible, pero ganar este distrito también sonaba a locura. Todo lo que quiero es un poco de paz, pero para llegar a ella aún falta recorrer un tramo.

No me espero que se aleje, tengo que bajar los cubiertos para poder seguirla con la mirada, dudoso de lo que saldrá de ella. Tengo que admitirlo, me cuesta mucho seguir el ritmo de los pensamientos que cruzan la cabeza de Arianne y ha sido incluso más complicado ahora que es una veela. ¿Alguna vez fue transparente para mí? En lo absoluto, creo que he tratado de adivinarla desde que tenía trece años. ¿Cómo es que esos dos niños del baile acabaron aquí? — ¿Sótano? Sí, claro. He guardado algunas herramientas allí y los potes de pintura para el cuarto de Bev — por el tono de mi voz, queda en claro que dudo mucho de que su pregunta fuera por ese lado. Arqueo las cejas y acabo ladeando la cabeza — ¿A quién vamos a matar? Que sé que Ken no te agrada del todo, pero de ahí a planear un asesinato y cómo encubrirlo… — intento bromear, ni siquiera sé lo que opina del chico si vamos al caso.

Al final, la manera que tengo de doblarme en la silla para poder mirarla hace que apoye un brazo sobre el respaldo y jugueteo con mis propios dedos — ¿Es por mi condición? — no puedo evitar preguntar — ¿O por la de otros licántropos que puedan venir? Ari, he pasado años aislándome una vez al mes y nada malo ha sucedido. Además ahora somos más, si pudiéramos conseguir una poción matalobos… — una que Seth jamás pudo preparar como era debido — O… ¿Qué es lo que te inquieta? Podemos solucionarlo, estamos juntos en esto.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Sonrió, leve, dejando escapar un suspiro que fue más largo de lo esperado. No había querido pensar demasiado en ello, pero extrañaba el distrito cuatro con todas sus fuerzas; jamás habría pensado que llegaría a extrañar un lugar, que solo vivía allí porque había tenido que elegir donde establecerse y el cuatro lo conocía como la palma de su mano. Pero desde que se despidió de sus playas, clima y calles sentía que había dejado algo importante tras de sí. — Podríamos tener una piscina en el patio trasero — propuso en un intento de desviar la conversación hacia otros derroteros. Estaba claro que ambos habrían querido estar en el cuatro, pero quedaba demasiado lejos de sus posibilidades; había caído el nueve, si dejaban caer también el cuatro sería como dejar a todo un país sin suministros.

Pero antes de continuar la conversación se levantó de súbito. ¿De verdad ella había dicho aquellas cosas? ¿Tomado una fotografía con una cámara invisible? Quería meter la cabeza en un congelador, o quizás bajo tierra era la opción más plausible. Se masajeó las sienes con la mano libre, tratando de que la comida no se escurriera del plato mientras lo sostenía en la otra. Aunque no pudo evitar pararse en seco y arrugar el ceño cuando preguntó si iba a matar a alguien, concretamente a Ken. Bueno, no podía negar que en algún momento, cuando era un niño gritón en el pasado, pensó golpearlo con algo en la cabeza… pero era agua pasada. — No me agrada del todo — concordó con él —, pero ya no es tan gritón así que puedo pasarlo por alto — concedió sin problema alguno. No podía agradarle, con todas las letras, todo el mundo. Volvió a abrir la boca, apunto de agregar algo más, pero quedándose en completo silencio.

Casi sintió como toda la previa vergüenza se dispersó de su rostro en un segundo, el calor la abandonaba y su rostro se volvía algo más serio. — Sólo… estaba avergonzada por la fotografía y lo que acababa de decir… — prensó los labios después de hablar, dejando el plato en su sitio y retirando la mirada hacia otro lado, cualquier objeto de la habitación le parecía lo suficientemente interesante en aquel instante. Se perfiló los dientes con la lengua. — ¿En… en algún momento he dado a entender que tu condición es un problema? — preguntó arrugando un poquito los labios, entrelazando las manos frente a su cuerpo. Bueno, ella tampoco era el mejor ejemplo de normalidad; pero era obvio que las diferencias eran palpables. — Sé que no va a pasar nada, Ben. Ni siquiera estoy preocupada por ello porque sé que podremos manejarlo — comentó volviendo la mirada, con algo de indecisión, hasta él. — Sabes que nunca hice preguntas, tampoco me alejé cuando me dijiste lo que pasó — siguió, acercándose hasta acabar acuclillándose y con los antebrazos apoyados en el borde de la mesa. — Y no lo voy a hacer — inclinó la cabeza un poquito buscando su mirada. Le había molestado aquella pregunta, pero también lo entendía. Nunca había sido clara del todo, a veces era complicado seguirla, pero era algo que estaba tratando de mejorar.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Me siento, rápidamente, un idiota. Tengo toda la intención de decirle que lo olvide, que regrese a la mesa y sigamos con la comida, pero me encuentro con la urgencia de negar con la cabeza, dudando de si ponerme de pie o no — No, jamás dije que habías dicho eso. Solo creí que era una preocupación — que, en cierto modo, tiene todo el sentido. No somos una pareja normal, los dos hemos atravesado demasiado para llegar a este punto. No solo los juegos que nos unieron, sino también todo aquello que nos separó y nos reunió una vez más. Yo sobreviví de milagro, ella regresó de entre los muertos. Y aquí estamos, en una casa bonita que nos regala algo nuevo como para siquiera desperdiciarlo — Sé que no te alejarías, por algo te lo conté en primer lugar — aseguro — Lo último que quiero es que te preocupes por mí. Estoy más que seguro de que podremos adaptarnos, una vez más — si lo hicimos en el norte, aquí no debería ser un problema.

Tenerla de cuclillas es lo que me permite el tomar su brazo y tirar de ella con suma facilidad. Por bien que huela la comida, no siento ningún apetito, estoy más ocupado en acomodar su cuerpo menudo sobre mi regazo en lo que mis brazos la rodean para mantenerla segura, cerca y caliente — Doy gracias todos los días por tenerte conmigo — a pesar de que estamos solos susurro, como si fuese algo que tiene que morir en esta cocina —Quiero cuidarte, de la misma manera que tú me cuidas a mí. Sé que aún no es perfecto, que hay muchos cabos que atar y peleas que luchar, pero saber que estás aquí me hace sentir bien. Menos solo — allá afuera la guerra sigue, Magnar de seguro está buscando cómo atacar y Ava, si tiene suerte, ya está muerta. ¿Podría soportar todo esto estando solo? La respuesta es obvia.

Tomo su mentón con sumo cuidado y mis labios besan los suyos con timidez, esa que busca pedir permiso al presionarlos una y otra vez. Es allí donde sonrío, mi garganta emite un sonido juguetón que se refleja en la risa entre dientes que suprimo con otro beso — Al menos sé que estás dispuesta a soportar las pulgas — que si no tiene problema con tenerme siendo un monstruo una vez al mes, puedo con el resto. Me separo un poco, al menos lo suficiente como para mirarla a los ojos —¿Tú...? Si las cosas se calman, si podemos estabilizarnos... ¿Qué es lo que deseas para tu vida? — que a veces creo que no compartimos metas, pero todo puede negociarse.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Aprovechó la posición para reposar la barbilla sobre sus antebrazos, mirando al frente y acabando por fruncir lo labios ligeramente. Lo que tenía una relación era aquel tipo de cosas, los pequeños comentarios que podían ser interpretados de mil y una maneras, y necesitaban ser hablados antes de que se convirtiera en una gran bola que los arrasara. Por ello prefirió preguntar, incluso arriesgándose a recibir una contestación que no considerara del todo satisfactoria. Asintió con la cabeza, mirándolo de reojo antes de ser arrastrada hacia él sin ninguna posibilidad de retroceder. Reposó las manos sobre sus piernas, manteniéndose en silencio durante algunos segundos que trató de aprovechar al máximo, estirar a conciencia. Hasta que un suspiro acabó escapando de sus labios. — No vas a tener que pasar por nada más solo — aseguró acercándose más a él hasta que su hombro chocó contra el pecho del contrario. — Tenías razón cuando dijiste que no encajaba en el Capitolio, que mi sitio estaba en otro lugar —. Un lugar en el que sentirse útil no solo con un sistema, sino siendo útil también para otras personas; donde respirar no fuera solo una necesidad sino también un deseo. Muchas cosas habían cambiado dentro de ella, en ocasiones ni siquiera se sentía como ella misma, pero aquella nueva parte había acogido gustosa las cosas que les hacían bien a ambas.

La diestra acabó viajando hasta su mejilla, no pudiendo evitar sonreír entre beso y beso. — Tengo un remedio casero perfecto para las pulgas — bromeó con un breve destello cruzando sus ojos. Y si no servía… buscaría otra, porque se había demostrado a sí misma que no era de las personas que se rendían, no lo haría nunca más. Un inaudible ¿uhm? surgió de sus labios, inspeccionándolo con sumo cuidado, aguantando su mirada hacia que sus palabras consiguieron que parpadeara con cierta confusión. — ¿Hablas a largo plazo? — cuestionó en un inicio. Acabando por mordisquearse el perfil del labio superior. — Bueno… nunca he pensado más allá de lo que tenía que hacer al día siguiente — reconoció. No es que no hubiera tenido metas, sueños o ilusiones, pero no recordaba cuales podrían haber sido antes de dejarse llevar por la rutina; mucho menos teniendo en cuenta que había reducido su vida social a dos o tres personas como máximo, y las cuales habían tenido que permanecer  cierta distancia de ella. — No sé si hablas de una casa con niños y un perro, pero no creo… ser el tipo de persona que pueda aspirar a algo así — acabó por agregar. No sabía que quería él, ¿le gustaba algo así?

Se removió inquieta, acabando por atrapar su mano y jugueteando con sus dedos, algo inmersa en sus pensamientos. Mantuvo la mano contraria presa ante las propias, dejando que sus ojos permanecieran allí un par de segundos más, levantando la cabeza en su dirección. — Hagamos algo — propuso removiéndose nuevamente para quedar sentada a horcajadas sobre él, con las piernas colgando a ambos lados de su cuerpo. — Te concedo tres preguntas que no responderé ni de forma vaga ni con evasivas. Sólo con lo que pienso o, si es algo pasado, con lo que pasó — habló alzando su mano y mostrándole tres dedos. Quiso agregar un ‘sé bueno’ que solo acabó exteriorizando con un par de alzamientos de cejas. — Tampoco dormirás en el sofá por hacerme alguna que no me guste — aseguró mostrando entonces una pequeña sonrisa en sus labios. Él era trasparente cristal mientras que ella era un pared de hormigón.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Asiento con la cabeza en espera, porque estoy seguro de que jamás la he oído hablar sobre deseos o ambiciones personales y eso, considerando que estamos viviendo juntos y manteniendo una especie de relación, debería ser algo que al menos hubiera mencionado. Puedo comprender que su vida fue una tapadera por mucho tiempo y mentiría si dijera que no me emociona en cierto punto el oírla darme la razón sobre el sitio a donde pertenece, pero hay que pensar en una vida y no solo en sobrevivirla — No estoy sugiriendo una casa con niños y un perro, creo que es demasiado temprano para siquiera considerarlo — comento con una media sonrisa — Pero yo creo que siempre quise… bueno, eso. Un trabajo, una familia, nada grande. No necesito que la historia me recuerde ni marcar otras vidas, solo… me gustaría tener eso que no pude disfrutar cuando era un niño — es una enorme ironía. Hay personas que mueren por algo de fama y poder y yo conseguí ambas de maneras muy extrañas. ¡Tenía trece años y mi propia casa lujosa! Hoy todo el mundo sabe quien soy, si no es por mi pasado como vencedor, lo es por los carteles de búsqueda nacional. No quise nada de eso y, con un poco de suerte, algún día la gente se habrá olvidado y yo podré tener un poco de paz.

Mi espalda se pega contra el respaldo del asiento en lo que ella se acomoda sobre mí, creo que el almuerzo tendrá que ser recalentado porque sospecho que nada de lo que me diga me llevará a ese punto en algún momento pronto. Arqueo las cejas sin poder contener cierto grado de sorpresa y diversión, en lo que mis dedos golpetean sus muslos — Creo que estamos parados frente a un hecho histórico — murmuro con voz falsamente solemne. En la sonrisa, apoyo los labios en su mentón en lo que trato de pensar, dejando vagos besos en lo que mi garganta produce un sonido de “mmm” como señal de que mi cerebro está trabajando — ¿Alguna vez tuviste un novio mejor que yo? No voy a ofenderme — por la manera en la cual me río, se delata que no estoy hablando en serio y me echo hacia atrás para verla mejor.

Hay una que en verdad me importa — declaro — ¿Crees que en verdad puedas ser feliz aquí? Y no me refiero exclusivamente al nueve, sino a esto, a nuestra extraña comunidad. A veces temo… — me detengo un momento para mirarla con firmeza, tratando de descubrir sus expresiones sin perderme en el encanto natural de su raza — Que terminemos por no andar por el mismo camino. Y es comprensible, hemos vivido cosas muy diferentes, así que no sé muy bien qué es lo que esperas del futuro — lo que me planta una nueva duda, una que me hace imaginarla como una niña y me da algo de gracia — ¿Que querías ser cuando fueses grande? Ya sabes, cuando eras una enana con trenzas rubias. — no es muy difícil de imaginar, aún la recuerdo como la adolescente de vestido en una gala bastante polémica. Solo debería agregarle cachetes y restarle altura.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No pudo contener la sonrisa de alivio que se dibujó en sus labios. No quería causar una decepción por no ansiar determinadas cosas, o ni siquiera tenerlas como una opción plausible. Su sonrisa se fue tornando en otra más tierna, inclinando la cabeza hacia un lado mientras disfrutaba de su expresión mientras hablaba, incluso aunque utilizara aquel tono irónico que pretendía esconder algo de tristeza detrás. El problema era que no podrían tener una vida totalmente normal, no con lo que residía dentro de ellos; no cuando quedaban tantas cosas que hacer y los ponían en riesgo día sí, día también. O al menos a él. La veela solo era nueva allí, ni siquiera se sentía con el derecho de llamar a lo que estaba ocurriendo como ‘su guerra’. — Tú… — acabó por susurrar. — ¿Cómo puede alguien tan imponente tener un sueño tan tierno como ese? — prensó los labios, apoyando la barbilla sobre su hombro, cerrando los ojos apenas unos instantes. Solo quería una vida. Sin lujos o un gran nombre que recordar.

Aprovechó aquella posición para acercarse más a él, rodeándolo con ambos brazos y algo curiosa. Nunca se había abierto con los demás, ni siquiera con preguntas sin relevancia alguna, por lo que proponer aquello significaba romper una de las barreras que tanto se había esforzado por mantener en pie. Se separó un poco, dejando las manos sobre sus hombros y recorriendo su rostro con un fingida tranquilidad que se vió desbaratada por sus besos. Una cálida sensación que no tardó en verse desbaratada. Arqueó ambas cejas, no sabiendo si estaba obligada a responderle o solo le tomaba el pelo… pero dispuestos a hablar. — Mi amor infantil se me declaró en la Arena y murió. Mi segundo romance fue… mi esclavo… — dudó un poco del segundo. No era algo de fetiche, ¿verdad? Meneó la cabeza. — Teniendo en cuenta mis antecedentes me veo en la obligación de decir que… ¿no? Pero tampoco te lo creas demasiado — agregó rodando los ojos y reclinándose hacia atrás hasta que su espalda quedó apoyada contra la mesa. No había sido tan difícil.

Jugueteó con el cuello de su camiseta, escuchándolo atentamente. — No lo sé — contestó sin pensarlo demasiado. — Tú me haces feliz, mis sobrinos también, me gusta la sensación de querer pertenecer a algún sitio. Pero también sé que todo esto es una especie burbuja que puede explotar en cualquier momento — asintió lentamente con la cabeza — Ya te he dicho que no hago planes con mi vida, siempre que he tratado de organizar algo ha acabado saliendo mal. Y han sido tantas veces que ahora solo quiero pensar en el momento — trató de explicar fijando sus ojos en él. Las cosas se sucedían quisieran o no; no sabía si en el futuro se sentiría feliz con todo aquello, pero sí que en aquel momento la llenaba de un modo que creía olvidado. Y no tuvo tiempo de reponerse, sacándole una sonrisa que consiguió alejarla de aquellos pensamientos. — Enfermera o maestra, definitivamente — le aseguró con total convencimiento —. Nos conocimos en los peores momentos pero era una niña adorable que todo el distrito cuatro amaba; y me encantaba que me quisieran así que ayudaba a todo el mundo para… sentirme bien y recibir halagos — reconoció sin una pizca de pudor. No dudaba en hablar con cualquiera, disfrutaba de cualquier compañía y no discriminaba a nadie. Era casi como la niña perfecta que todos querían tener como hija. Arrugó los labios un poquito. — ¿Y tú qué querías ser? — preguntó con verdadera curiosidad, y sintiendo la ternura ante el mero hecho de recordar al pequeño y pecoso Bennie de entonces.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
¿Imponente? — repito sin poder contenerme. Creo que cuando me quitan la mugre y se olvidan de mi altura, cualquier tipo de intimidación desaparece — No lo sé. Siempre me dijeron que eso era lo mejor que un hombre debería aspirar y jamás he tenido la oportunidad de tenerlo. Supongo que te cansas de correr y solo quieres sentirte lo más pleno posible — debe ser como siempre dicen, vas a añorar lo que no está al alcance de tus manos. Quizá esa es la razón por la cual personas que lo tienen todo se pierden en el camino del poder que les falta, como si estuvieran buscando el completar un cartón de lotería. O quizá, sólo me gusta la idea de lo simple.

No esperaba una respuesta al comentario del novio, así que me sorprende genuinamente escuchar que sí puede contestarme — Vaya… — suelto con los ojos abiertos de par en par — Tú sí que tienes un tipo, ¿no es así? — porque nada de lo que ha contado suena precisamente legal, ni siquiera yo mismo. No voy a señalarle que es una ironía su profesión, porque eso ya lo sabe. Para lo siguiente, tiene toda mi atención. ¿Hace cuántos años nos conocemos? ¿Dieciocho, diecinueve? Obviemos el tiempo intermedio en el cual no tuvimos noticias el uno del otro, la cuestión aquí está en que es curioso escucharla hablar con el corazón abierto — Entiendo… — murmuro — Si te sirve de consuelo, no planifico sentar cabeza hasta que la guerra se termine. Hoy estamos aquí, mañana… no tengo idea — ni siquiera sé si estaremos en alguna parte, para empezar. No nos conformaremos con un territorio reducido, cuando sabemos que no hay paz del otro lado.

No puedo evitarlo, me río tan fuerte que hace eco en la cocina — Puedo imaginarlo, de veras. El traje de enfermera se te vería más que bien — bromeo con un movimiento de mis cejas — Dicho de otro modo, te gustaba que te suban el ego. Y no puedo criticarlo, creo que todos disfrutamos de los halagos. ¿Tenías rizos y saltabas a la cuerda? — no puedo contener la diversión, porque la imagen que me regala es lo suficientemente tierna como para estirarme y raspar mis dientes sobre una de sus mejillas — Pirata — es la respuesta más rápida del mundo, a pesar de la gracia tengo que apartarme una vez más para que vea que estoy hablando en serio — Usaba el bote de pesca de mi padre para ponerle una bandera negra y decir que iba a gobernar los mares. Cuando empecé a caer en la realidad, quise ser mecánico, seguir el negocio familiar. Se me dan bien los cacharros — creo que eso ya se lo dejé en claro, ha tenido que ver cómo llevo de un lado al otro la moto que, de alguna manera, continúa sirviendo después de todos estos años. Suerte que le encontré un sitio donde meterla en esta casa — Si las cosas se calmaran… me gustaría hacer algo de eso. Nada que tenga que ver con armas o estrategia, creo que me puedo retirar del tema en cuanto no exista la necesidad — ni siquiera supe en qué momento me volví bueno con eso. En la arena solo lo hice para sobrevivir y luego fue cosa de los años y el entrenamiento, lo mismo que se llevó al Ben escuálido y me transformó en lo que soy ahora. Acaricio con cuidado el contorno de su cuello, siguiendo el camino de mis dedos con la mirada — ¿Qué tan mal está el querer retirarse antes de los treinta y cinco? — murmuro, sonriendo apenas sin demasiada alegría — Sé que no puedo hacerlo, que aún hay mucho trabajo por hacer y ni siquiera sabemos cómo recuperar a Ava, si es que sigue con vida. Pero… soñar con un poco de calma nunca está de más.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No era malo tener grandes sueños, marcarse una meta que motivara lo suficiente como para querer esforzarse durante todo el camino hasta alcanzar la misma. Pero había pasado tanto tiempo rodeada de personas con tan altas aspiraciones que, simplemente, estaba cansada de todas ellas. Ni siquiera había valorado el día a día hasta hacía algunos días. — Puede que sea kamikaze, estúpida o un poco de ambas — contestó a referencia a sus relaciones anteriores. Estaba segura de que había una persona que habría tratado de darle algo de estabilidad y apoyo durante todo aquel tiempo, el problema era que nunca había querido verlo.

Inclinó, leve, la cabeza hacia un lado. Deslizando ambas manos hasta colocarlas a los lados de su cuello, alcanzando a acariciar sus mejillas con los pulgares. Siempre se le veía demasiado cansado tanto física como mentalmente, y la segunda era la que más preocupaba a la rubia. Ni siquiera podía animarlo diciendo que mañana seguirían también allí, no cuando las pérdidas se amontonaban tras ellos. Acabó por acortar la distancia entre ambos, abrazándolo como si de aquella forma pudiera mantener todas sus piezas juntas por un rato más; tratando de ser un pegamento que las mantuviera unidas y no otro problema más que acabara por separarlas. — ¿Por qué me iba a servir de consuelo? — susurró — Si quisieras sentar cabeza hoy mismo te apoyaría, también si lo quisieras hacer mañana, pasado… incluso si yo misma no entrara en la ecuación — agregó dejando un par de besos en su cuello. Aunque sabía que él no era del tipo de personas que se rendían o dejaban las cosas a medias.

Se separó lo suficiente, acabando con la espalda apoyada contra el borde de la mesa y los brazos cruzados bajo el pecho. — ¿Qué puedo hacerle?  Me gustaba que todos me quisieran — rodó los ojos ante el mero hecho de rememorarse a sí misma en aquella época. Había demasiadas cosas que extrañaba de la persona que fue, aquella que cambiaron a base de golpes. Lo golpeó con la palma de la mano en el pecho con intención de quejarse por las burlas a su infancia; tratando de mantenerse en los aspectos que rememoraba con agrado y no el resto, no aquellos que prefería mantener bajo llave y consiguieron que acabara por morderse el labio inferior. Siendo distraída por las ‘aspiraciones’ contrarias. Pasó la lengua por sus labios acabando por sonreírle. — Podrías abrir un taller aquí cuando las cosas se calmen. Es un distrito agrícola y ganadero, seguro que tendrías tanto trabajo que acabarías instalándote una cama en algún rincón de la nave —. Arqueó ambas cejas, queriendo animarlo a conseguir, al menos, aquella meta. Suspiró, volviendo a llevar las manos hasta su rostro y obligándolo a que la mirara directamente. — Ben — llamó con algo más de seriedad —, nadie puede recriminarte o exigirte nada. Lo has dado todo durante todos estos años, has perdido a personas y, aun así, no te has rendido ni hundido en tu propia pena — quiso explicarse, acariciando el perfil de su mandíbula con el pulgar. Ni siquiera era buena animando a los demás, había perdido práctica en las relaciones con otros y él solo era la excepción, aquel por el que se esforzaba.

Unió sus labios, besándolo en un par de ocasiones, deslizando ambas manos hasta entrelazarlas tras su cuello. — Cuando estés fuera de aquí tienes permitido pensar en mañana, pasado, o incluso en la semana que viene — murmuró —, pero cuando estés conmigo solo en el ahora. Ni siquiera en la siguiente hora o en el día, justo en éste momento — rozó sus labios con los contrarios tras cada palabra pronunciada. — Me gustaría que éste fuera nuestro lugar… aquel en el que podemos ser nosotros mismos sin tener que pensar en lo que está pasando ahí afuera —.
Arianne L. Brawn
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Su abrazo se siente como un consuelo, la clase de lugar en el cual puedo quedarme encerrado durante años, tratando de sanar al menos un poco. ¿Vale la pena pasar por toda la mierda para tener algo como esto? Sí, obvio que sí — Ahora mismo, no se me puede ocurrir una mejor ecuación que esta —  con sus besos en mi cuello y su mano para sostener la mía. Los recuerdos de una niñez perdida me hacen valorar incluso aún más lo que tenemos, porque sé muy bien que los dos pasamos por un camino inmenso y complicado hasta terminar en este punto, en el cual puedo sonreír frente al escenario que me pinta con tanta facilidad que lo hace parecer un chasquido de dedos — No es tan fácil… — que me obligue a mirarla a los ojos se me hace difícil, no solo porque mantenerle la mirada a una veela requiere de voluntad, sino porque sé muy bien lo que tengo que responder a eso — He tenido mis momentos de querer hundirme — confieso — Pero Ari… saber que aún queda mucho trabajo por hacer es lo que me mantiene lejos de seguir mi propio camino. ¿De dónde le sacaría el tiempo a un taller, si debo entrenar a aquellos que lo necesitan? Muchos de los nuestros son chicos, no soldados y requieren de mi cuidado. Para llevar una vida normal, aún hace falta sacrificar cosas y puedo hacerlo, por ellos — porque creo que todos se merecen el poder vivir sin miedo, no podría jamás iniciar una vida sabiendo que la puerta al desastre sigue abierta.

Puedo relajar cada parte de mí por sus besos, tengo que concentrarme en sus palabras para poder darles un sentido en lo que mis dedos acarician el contorno de su cintura  —  ¿Como una burbuja de realidad? — es una pregunta que suena infantil, tengo que susurrarla sobre su boca para que quede exclusivamente entre nosotros, flotando en los centímetros que nos separan —  Puedo hacer eso. Ahí afuera no hay nada que valga la pena mirar si te tengo a ti aquí dentro — levanto una de mis manos en busca de una caricia que dejo patinar en su mentón, siendo libre de admirar sus facciones como si nunca antes lo hubiera hecho —  Y cuando llegue el momento de pelear, lo haré sabiendo que tuve mi tiempo con la mejor de las compañías y eso, al final, es todo lo que importa.
Benedict D. Franco
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