The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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James G. Byrne
Fugitivo
Aún no puedo creer que tengo la oportunidad de despertar en una cama que me pertenece, en una casa a la cual puedo limpiar cuando se me dé la gana. Lo primero que veo al abrir los ojos son las ventanas abiertas de mi dormitorio, esas que están justo encima de mi lecho y que dejan entrar la luz suficiente que me hace pensar que estamos cerca del mediodía. Como este cuarto da al jardín, el aroma de las flores que están abusando de su tiempo antes de que llegue el invierno se acerca con facilidad, provocando que sea tentador el quedarme aquí tendido. La única razón por la cual decido moverme es porque no quiero perderme el almuerzo y paso de que Hero me despierte una vez más como la madre que ha pensado que es en los últimos días; casi se siente como que ella y Sage me adoptaron, por patética que sea la idea. ¡Más bien soy yo aceptando el vivir con ellos!

Bañarme con agua caliente y potente también es cosa nueva, tanto que mis duchas parecen ser eternas y, de paso, me permiten tener un momento para analizar lo que ha sucedido en la última semana. Nos hicimos con una de las casas que quedó abandonada, bastante cercana al resto de nuestros compañeros y la sede de gobierno, pero puedo decir entonces que soy un muggle libre. De lo único que me arrepiento es el haber caído tan pronto, que el saber que los ministros y el presidente estuvieron allí me hace lamentar el no haber pateado sus culos, incluso si moría en el proceso. Por lo demás y a pesar de las pérdidas, no puedo no pensar que las cosas acabaron saliendo bien. Lo único que hago antes de abandonar el baño, es chequear la vaga cicatriz que ha quedado en mi frente y que terminará por irse en unos días. La he tenido barata.

Salgo del baño acomodándome un suéter holgado y secándome el pelo con una sacudida de la toalla, arrastro los pies por el pasillo en dirección a la sala a sabiendas de que recibiré algún reproche por dejar gotas por el suelo — Hero, ¿sabes dónde han quedado los...? — no termino de preguntar por los hisopos, que me detengo en seco al llegar al arco que separa el pasillo de la sala-comedor, porque la figura que me recibe no es la pelirroja, sino una rubia que no esperaba ver aquí. Miro a ambos lados y, en vista de que estamos solos, carraspeo — Dime que no te estás mudando con nosotros o algo así — que la olla hirviendo, posiblemente con pasta, es una imagen demasiado casera para conectarla a Meerah Powell.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Tenía que agradecer el hecho de que la magia de los elfos todavía funcionara, porque no tenía idea de como justificar de manera creíble el haberme trasladado sin permiso a un distrito declarado como rebelde. Porque era legal, pero también registraban cada uno de los ingresos y sabía que habría los suficientes ojos como para reportarlo a mi padre. Que él no era idiota y sabía a ciencia cierta que la reacción que había tenido al ver a mi tía en pantalla no era la que cualquiera hubiera esperado de mí. Sí, me había sorprendido, pero era más el tipo de sorpresa de “¿qué demonios estás haciendo?” y no el “oh por dios, no puedo creer que mi tía que llevaba más de un año desaparecida esté viva”. Así que en resumidas cuentas Hans sí debía sospechar, pero no lo suficiente como para considerar mi comportamiento como inadecuado. Y me había mantenido a raya, en un inicio por no haber querido mostrar mi cara a causa de la vergüenza que sentía; y luego por tener opiniones dividas cuando bueno… habían mandado a mi padre y a mi tía embarazada al hospital. No estaba todo perdonado y mucho menos todo dicho, pero suponía que ahora tendría mucho de este doble estándar a causa de tener gente que quiero en ambos bandos.

Doble estándar o no, había aceptado la invitación de Hero y, el saber que de verdad está bien en esta ocasión, en una casa y no escondida en una fábrica cualquiera… Pues sí, estaba feliz por ella. De nuevo, si no hubiera sido por mi padre y mi tía hasta la hubiera felicitado de manera efusiva por el logro comunitario. Al menos puedo actuar con normalidad, regodeándome de verdad en lo que había obtenido y sonriendo cuando me explica su nueva dinámica de vida. La cual incluye el vivir con dos chicos. Chicos… como en plural, y humanos. Uno de ellos era su novio, ¿y qué tan raro sonaba eso? Porque creo que un año atrás la hubiera internado en un manicomio tan sólo de pensar que esta sería su vida. De verdad. Incluso cocina, cosa que no sabía que hacía, y cuando se va a comprar no sé qué, me deja muy en claro que Jim (porque Jim es su otro compañero de vivienda) está en la casa. ¿Y me guiña el ojo? ¿por qué demonios me guiña el ojo?

Al menos me deja una tarea sencilla, y si bien no soy una chef expertas, si disfruto de cocinar de cuando en cuando. Que no lo haga nunca ahora que haya otras personas que lo hacen por mí, no quiere decir que antes no haya tenido que hacerlo. Audrey trabajaba mucho y Eunice era una terrible cocinera. - Hero fue a comprar. - Señalo hacia la puerta con la mano libre, mientras sigo girando la cuchara con la varita desde una distancia prudencial. - Y hola a tí también, ¿no te dijeron? Seré su nueva compañera de piso. Hero va a darme tu habitación. Te toca el sofá. - Declaro con toda la confianza que soy capaz de invocar. - ¿Crees que podrías remover tus cosas en menos de una hora? La comida estará lista hasta entonces y podremos acomodar luego de almorzar.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
¿A comprar qué? ¿Minutos? Paso los ojos de ella a la puerta varias veces, no muy seguro de cómo tomarme que Meerah se encuentra aquí. No es que no confíe en ella, es que es la hija del ministro que enviaron al hospital hace una semana las mismas personas con las cuales nosotros invadimos este distrito. ¿Que tan retorcido es eso? ¿Cómo es que funciona con exactitud su cabeza? Yo jamás me pondría a tener una charla con las personas que mancillaron a mi familia, de verdad. ¿Y dónde está Sage? A ver si alguien le pone un poco de sentido a toda esta locura — ¿Mmm? — regreso la vista en su dirección y resoplo, dando los pasos que me faltan hacia ella en lo que dejo la toalla mojada sobre una de las sillas Ja. Tu sentido del humor es encantador, Powell. Como si, de ser cierto, haría algo como dejarte mi habitación — en primer lugar porque Hero no puede darme órdenes aquí y, en segundo, porque pelearía hasta con un dragón por quedarme con mi primer dormitorio propio en… bueno, una vida.

Es instintivo, le arrebato la cuchara flotadora y la sacudo como si de esa manera pudiera quitarle cualquier rastro de magia que ella estuviera utilizando para ponerme a mezclar por mi cuenta — ¿Lo harías? — inquiero repentinamente — ¿Dejarías toda tu vida y tu familia para venir a vivir aquí? — por la manera en la cual le lanzo una mirada burlona y retadora por encima del hombro, queda bien en claro que no creo que lo haga y las razones me parecen obvias. Me llevo un poco de salsa a los labios para chequear su sabor — Un paso a la vez, princesa… A esto le falta condimento — dejo la cuchara dentro de la cacerola así puedo moverme por las alacenas, esas que están en su mayoría vacías y aún así sigo confundiendo. No me considero un experto en la cocina ni mucho menos, pero estoy ciertamente orgulloso de que he aprendido a hacer salsas. Hacerlo y quedar sin manchones rojos por toda la cocina en el proceso es otro tema — Así que tomaré todo esto como que estás aquí para chequear que todos estemos sanos. Los que quedamos lo estamos, gracias por la preocupación.

Recordar la última vez que nos vimos no es muy difícil, pero sí me hace notar lo mucho que pueden cambiar las circunstancias en… ¿Cuanto? ¿Un mes? Me rasco la nuca con cierta incomodidad ante ese pensamiento pero, aún así, aparto el frasco de condimento, pruebo un poco de salsa y le hago una seña para que se acerque, tendiéndole la cuchara para que pruebe y me dé su veredicto — ¿Cómo están las cosas por allá? — me permito el bajar un poco el tono de voz. No creo demostrar verdadera preocupación por el estado de su familia, pero al menos me interesa saber cómo es que lo está llevando — Me imagino que debe ser una locura. La gente tiene una manía con entrar en pánico muy rápido.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Al menos tengo sentido del humor. - Le sonrío de manera burlona, girándome para observarlo y tratando de convencerme de no remarcar el hecho de que se haya bañado. Que vamos, no era justo para el pobre cuando en realidad no lo veía sucio desde la vez que lo conocí, pero había veces en las que era bueno recordar esa imagen mental y lo irritante que podía llegar a ser. - Que poco caballeroso, pero lo entiendo. ¿Es esto lo que esperabas? Me refiero… bueno, habías dicho algo de tener una casa propia y el poder limpiarla cuando quisieras. - No creía que su idea fuese necesariamente el compartirla con mi tia y su novio, pero aquí no era un esclavo, nadie en todo el distrito lo vería como uno, ¿no? Es ese tipo de cosas las que me permite el no sentir tanto remordimiento por estar… bueno, ocultándome de gran parte de mi familia.

Lo miro con algo de reproche cuando toma él la cuchara, pero no digo nada; soy una invitada así que técnicamente hablando esa era su cuchara. - No, si te soy sincera no lo haría. Y antes que digas algo al respecto no es por comodidades ni nada por el estilo. - Le aseguro. Vuelvo a guardar la varita en la muñequera que llevo para ese propósito y me recargo contra la mesada. Lo que sí no me gusta es que ya empiece a criticar mi salsa. - Acabo de ponerla al fuego, siempre dejo que caliente antes de poner los condimentos, sino acabas por quemarlos. - O al menos eso me había explicado Audrey en modo enciclopedia parlante. No me sorprendería que tuviese libros de cocina memorizados si íbamos al caso. - No te lo tomes tan en chiste, estaba preocupada en serio. Supe que hubo bajas de su lado también y necesitaba ver que estuviesen bien. No que haya estado muy contenta con el enfrentamiento en sí, pero tampoco es que pudiera hacer nada al respecto. - Al que sí no podría ver a la cara por un tiempo, era a Rory. El bebé no tenía ni siquiera la edad para comprender la situación y ya había quedado huérfano. Y aquí me encontraba yo.

Tomo la cuchara de su mano y pruebo la salsa nuevamente, y aunque hubiera esperado un poco debo reconocer que está rica. Así que asiento con la cabeza, y me relamo mientras le devuelvo el utensilio. - ¿Alguna vez viste un panal de abejas? Pues bueno, imagina a la colmena dentro luego de que agitaron el panal por unos minutos. - Es la mejor comparación que puedo hacer, porque si bien la estructura sigue siendo casi la misma, parecía que un terremoto hubiera sacudido al país. - Al menos si me baso en las redes sociales y las teorías conspiracionales. En la isla todo el mundo quiere hacer parecer que todo está bien y que están trabajando en encontrar una solución. - Y se sentía la tensión y la incertidumbre. - ¿Ustedes? ¿Qué tal lo tratano los nativos?
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
No sé qué es lo que esperaba — confieso. He pasado muchos años tratando de imaginar cómo sería tener una casa propia, pero creo que la realidad difiere mucho de lo que pude haber fantaseado en su momento — Es mejor, porque es real — es una explicación simple, es que no hay mansiones pero sí un sitio para mí y eso me parece perfecto. Tampoco estoy solo, sino que tengo la clase de compañía que jamás habría sospechado. No voy a quejarme, ni en un millón de años, pero la verdad es que a veces tengo que pellizcarme para recordarme que esto en verdad está sucediendo. Al menos, las cosas no se vuelven totalmente de cabeza y Meerah me asegura que no se mudaría con nosotros, lo que me hace pensar que aún existe cierto orden cósmico — A ver… ¿Quién pasó cocinando por meses? — le llevo la contraria por mero deporte, porque sé que jamás he sido el mejor cocinero y creo que se lo dejo en claro cuando, a pesar de mi tono cortante, le lanzo una rápida pero pequeña sonrisa — No puedo decir que conocía a las personas que murieron, pero muchos se ven bastante afectados y los heridos no faltaron. Me perdí gran parte de la batalla. Tuve un enfrentamiento cuerpo a cuerpo muy difícil con una auror entrenada entre hechizos y disparos, verás… — me señalo la frente con un chasquido dramático de mi lengua al cual le sigue un suspiro pesado — Acabé con una estatua explotando que me dejó en el suelo, pero fue una buena pelea y eso que fue mi primera vez… ¡Tendrías que ver como acabó ella! — porque no le diré a una niña que duré cinco minutos, casi me asfixio y encima salté entre rosas, todavía tengo orgullo.

Espero con cierta expectativa a que me dé su veredicto y en vista de que tengo su aprobación, regreso a la salsa para revolverla un poco más en lo que bajo el nivel del fuego. Debería sentirme mal porque su padre terminó en el hospital, pero en realidad no puedo evitar reírme entre dientes — ¿Por qué no me sorprende? Ni aunque sea el fin del mundo van a aceptar que están salpicados de mierda — solo por darme el gusto, me recargo de costado en la mesada para poder mirarla de frente en lo que me llevo la cuchara a los labios; dudo que le moleste, si consideramos que ya compartimos saliva y creo tener el derecho de probar lo que estoy haciendo — Hasta el momento ha sido extraño. Hay personas dispuestas a ayudar, pero muchos parecen tenernos miedo. Ayer fui a una tienda y una señora arrastró a su hijo fuera de inmediato — me encojo de hombros, no es como que no estuviera acostumbrado — Cambiar la mentalidad será complicado y llevará tiempo. Tiene sentido, vinimos a sentarnos en su distrito sin permiso y muchos se están marchando, aunque hay varias personas mudándose. Creo que el país entero va a tener que aprender a equilibrarse a eso — obvio que no va a suceder en dos días.

La manera que tiene de hervir el agua hace que mire de manera insistente hacia la puerta, dudoso de si Hero tardará demasiado en regresar o tendré que comer a solas con su sobrina — Hace tiempo que no te veía — admito en lo que regreso la cuchara a su sitio, aún relamiéndome — ¿Tuviste mucha resaca después de…? Ya sabes — hago una floritura con la mano para señalar lo que los dos sabemos — No pareces una persona que esté acostumbrada a ingerir una enorme cantidad de alcohol. ¿Te dijo Hero que los chocolates que nos dio Beverly tenían droga? — lo cual explica muy bien nuestro comportamiento y el de la mitad de la habitación.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Levanto las manos en alto por unos segundos para demostrar que no objetaré más sus conocimientos culinarios ya que, mal que mal, las únicas indicaciones que me había dado Hero al irse era que comenzara con la salsa. La había comenzado, si Jim luego quería seguirla era cosa suya. - Eso no sé ve muy bonito. ¿Quieres algo de díctamo? Siempre llevo un poco en la bolsa. - Le consulto con curiosidad. El díctamo se encargaría de esa cicatriz en segundos, y si eso no lo hacía, no sería muy difícil conseguir alguna de las cremas que se vendían en cualquier farmacia. - Tu historia suena mejor que la mía, la primera vez que tuve un enfrentamiento fue con un unicornio… claro que luego hubo acromántulas y rebeldes entrenados, pero bueno… tenía trece años y el consuelo de no haberme desmayado. - Suspiro falsamente y me río un poco. Lo importante es que él ahora se encontraba bien, ¿no? Tal vez y el golpe lo ayudaba a acomodar un poco sus ideas. ¿Sería muy malo preguntarle si se acuerda de quién era? No es que conocía a muchos en el departamento de aurores, pero no podía ni quería imaginar que hubiera peleado con Rose.

Lo admito, no doy respuesta a su comentario y solo me limito a mirar la pared contraria como si allí hubiera algo muy interesante. Salpicados de mierda o no, también ellos habían perdido mucho… ¿ o debía decir nosotros? Odiaba ese limbo extraño en el que me veía parada, sin saber muy bien a dónde pertenecer. - Al menos ustedes no encierran a los que apoyan en un mercado y los obligan a trabajar para ustedes. Los dejan irse, les dan la oportunidad de decidir… - Inspiro y me muerdo el labio, sabiendo que no debería estar siquiera pensando en eso. - Igual también tengo entendido que están recibiendo gente que quiere formar parte, ¿no es eso bueno también? Poco a poco como dices. - Y esperaba de verdad que el país pudiera acostumbrarse al cambio.

Creo que si hubiera estado tomando algo me hubiese atragantado cuando pregunta lo que pregunta, pero como no estoy bebiendo ni comiendo nada, puedo mantener mi compostura que a penas y sufre un cambio cuando los ojos se me abren un poco más de lo normal. - Así que su nombre es Beverly… pues bueno, supongo que la frase “ni drogada” no aplica a mí, ¿no? - Gracias al cielo no me sonrojo ni nada parecido, solo rehuyo un poco su mirada porque sí, hay cosas que no quería admitir, ni nombrar, ni nada a decir verdad. - Y no, no estoy acostumbrada. La primera vez que probé alcohol pesado fue también de manera accidental, y terminé tocando la puerta de la señora Leblanc cuando todavía no habíamos aclarado que Hans era mi padre… Esta vez el tomar sí fue de manera consciente, no esperaba las drogas y supongo que, bueno, ahora todo tiene sentido, ¿no? - Culpemos a esa tal Beverly y a sus drogas, eso sería mejor. - ¿Tú también tuviste resaca?... nadie… nadie te dijo nada ¿verdad? - Que cada uno estaba en la suya y no se suponía que prestaran atención a los demás.
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
No soy tan tonto e iluso como para creer que el distrito estaría en funcionamiento a nuestro favor en tan solo unos días, pero me tengo que recordar en varias oportunidades que debo ser paciente. Los civiles de este lugar pasaron mucho tiempo creyendo que el mundo les pertenecía y muchos están furiosos porque quieren privarles de los muggles por los cuales han pagado, así que el consejo de seguro tendrá que soportar varias quejas pronto. Por mi parte, aún no tengo ni la más pálida idea de qué hacer con mi vida y he usado estos días de adaptación como excusa para no decantarme por absolutamente nada  — A eso me refería con que se andan mudando. Hay muchas personas del norte, lo que a algunos locales no les agrada mucho. Supongo que será un largo período de adaptación para todos — sé que algo de eso querían trabajar, pero ya no tengo idea de lo que anda pasando en el consejo, Hero siempre cuenta demasiado y yo me pierdo a la mitad.

Al menos se lo toma con lo que yo veo como humor, me sonrío y todo. La verdad es que jamás tuve que afrontar la situación de reencontrarte con alguien con quien me había liado en una fiesta porque, vamos, esa fiesta fue la primera que tuve alguna vez y mis experiencias en el mercado jamás fueron en verdad placenteras. ¿Qué se hace en estos casos, solamente finges demencia? — Espera… ¿Fuiste a la casa de la señora Leblanc estando ebria? — no puedo contenerme y se me pinta toda la burlona diversión en la cara — En verdad lamento no haber estado ahí en ese entonces. Tu padre debe haber estado encantado contigo — ¿Algún padre lo estaría? Lo otro que me queda de lo que ha dicho es que al menos le encontró un sentido a nuestro comportamiento y alzo uno de los hombros. Supongo que ella no es la clase de persona que me besaría si no estuviera intoxicada, pero yo tampoco tenía planes de acabar de esa manera. De verdad, si pudiera hacer una lista de personas con quien hubiera acabado esa noche, Meerah no estaría en ella.

Tengo que ponerme a hacer algo, lo que sea, siempre y cuando no tenga que mirarla a los ojos. Encuentro entretenimiento en apilar los platos que vamos a usar, incluso cuando no sé si seremos tres o cuatro — Me sentí fatal por dos días — confieso — Y en cuanto a lo demás… bueno, solo Sage quiso saber qué había pasado — este no es el momento en el cual confieso que entré en pánico cuando recordé cómo habíamos terminado, ¿no? Apoyo las manos en el borde de la mesada, dudoso, en lo que echo la cabeza hacia atrás hasta suspirar y girar el rostro hacia ella — Lamento mucho que tu primer beso fuera en esa situación, de verdad — me suena a que hablamos de esto en esa cocina oscura, pero es muy diferente estando completamente sobrio. Hasta siento cierta vergüenza, más para conmigo que por sus acciones — Como el adulto responsable … — sí, arrastro la voz para volverla un chiste en sí misma, tratando de recuperar un poco el tono habitual a sabiendas de que no puedo calificar como adulto. Mi experiencia frente a la vida es nula — … tendría que haberte dicho que no y eso fue mi error. ¡No quiero decir que besarte fuera un error! — me aclaro porque no creo que eso sea algo que cualquiera quisiera escuchar, aunque… momento, sí lo fue — Pero creo que los dos coincidimos en que debería haber sido diferente — había una lista variada esa noche para no haber terminado como terminamos, las variantes solo nos jugaron en contra.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Si el trato es siquiera similar al que sufrían los del norte cuando todavía cursaba en el Prince creo que puedo imaginarlo. - Que ser del ocho no era lo más popular en esos días, pero en definitiva era mucho mejor que provenir del doce. Siempre había habido bastantes diferencias entre los que venían de determinados distritos y, lamentablemente tengo que admitir que yo era parte del grupito que miraba mal al resto. No me enorgullezco de eso, pero todos tenemos un pasado oscuro con el que no estamos de acuerdo. Mi pasado estaba a la vuelta de la esquina, pero siento que los últimos dos años fueron casi una década por lo mucho que cambió mi vida en estos meses.

Y sí, era obvio que James encontraría eso divertido, así que como siento que fue hace eones no me molesta seguir con la historia. - No recuerdo muy bien cómo había reaccionado mi padre, pero si la memoria no me falla, lo interrumpí con una amiga. ¿Annie? Creo que había sido ella, me caía bien, lamenté mucho el enterarme de su muerte. - En aquellas épocas Lara ni siquiera estaba en escena (que yo supiera) y estaba más preocupada por hacerle la vida imposible a Josephine. - En fin, mi primera borrachera fue accidental, y al parecer parece que mi primera ingesta de drogas también. - Y no me atrevo a preguntar si lo del beso fue o no accidental, porque no. ¿No? Aisss.

- ¿Lo sabe Sage? Oh por favor… si lo sabe él es obvio que lo sabe Hero. Tiene un sexto sentido para esas cosas. - ¿O tal vez no? Hero es Hero, si supiese algo como eso me habría atado a una silla y puesto bajo un reflector hasta confesar. Tal vez y tenía suerte y nadie se lo había dicho. Tal vez… ¿a quién quiero engañar? - Ya, no te lamentes. De verdad que no conoces a mis compañeros de curso. Peor habría sido acabar besando a Patrick detrás de las gradas. - Y puede que me dé un escalofrío involuntario, pero… era Patrick. Que tenía la sospechas de que ahora que no estaba Hero algo había con Charlie, pero no quería poner mis manos al fuego por ello.  No era buena, y probablemente jamás sería buena en ver parejitas. ¡Que lo de Maeve y Oli de verdad me había tomado por sorpresa!

- ¿Adulto? - Levanto una ceja con desconcierto, y creo que me pierdo a mitad de la conversación ¿qué? - ¿Por qué sueno como una especie de acosadora que te forzó a besarme? ¿Tantos nervios te da el saber que me besaste? - Tengo que bromear, porque me niego a caer en la vergüenza que me provocaría esta situación de no haber estado respaldada por el alcohol y las drogas. No había sido tan terrible todo, y nadie que de verdad pudiese hacer algo con esa información se había enterado del asunto. Por mí, lo pisado pasado y sin preocupaciones… Creo. - ¿Y cómo creías que debería haber sido mi primer beso? - Que podría sorprenderme siendo que yo jamás lo había imaginado de verdad como… bueno, no sé. Nunca había armado una situación hipotética de cómo quería que fuese mi primer beso. Ya había visto que por más de que se sintiese bien, el asunto no era la gran cosa. - O aún peor, ¿cómo creías que debería haber sido nuestro primer beso?
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
No me sorprendería — tengo que coincidir; si hay algo que Hero disfruta son los chismes, ni hablemos de qué distrito nuevo significa un montón de nombres renovados a su carpeta de novedades. De algún lado me suena lo que está diciendo, hasta que soy incapaz de contener el recuerdo que se me viene a la mente como una pelota voladora que me da de lleno en la cara — ¿Patrick no es el chico de los mariscos del cumple de Hero? — momento… ¿Alguna vez hablamos de esto o acabo de confesar algo que debería haberme guardado? Ya, si me pregunta diré que estaba allí, no tiene que saber que fui yo el que arrojó todos los bocadillos en primer lugar.

No sé que es peor, que se mofe de mi no-adultez con tanta libertad o que encima me acuse de ponerme nervioso, cuando no recuerdo haber pasado por un sentimiento así en ese momento; para ser franco, no recuerdo bien qué era lo que estaba sintiendo además de la clásica subida de temperatura que te lleva a besuquearte en un rincón oscuro — No me da nervios eso, me preocupa más no haber contaminado el honor de la princesa — respondo en tonito jocoso, tratando de darme aires de caballero bien educado, cosa que ambos sabemos que no soy en lo absoluto. Se me patina la sonrisa en el momento en el cual sale con una pregunta que no me esperaba, esa que me hace arrugar tanto las cejas que de seguro forman una sola al mostrarme completamente consternado — No debería haber sido, para empezar — la tapa de la olla tiembla por culpa de la presión del agua hirviendo, así que me hago con un trapo y apoyo mi mano encima para que deje de hacer ese ruido fastidioso — Las niñas como tú besan a chicos como los de tu escuela, un poco más decentes, de seguro son capitanes de equipo o algo así que luego las invitan a bailes. Si hubieras besado a Simon o siquiera a Kyle, hubiera tenido más sentido — que quizá no eran modelos de clase, pero se acercaban mucho más a ella.

Acabo destapando la olla y liberando el vapor que se eleva en el aire, como no hay señales de Hero y la comida ya está lista, procedo a apagar el fuego para que no se pase — Al menos que… — ahí va, no puedo conmigo mismo — Tú hubieras fantaseado con besarme antes — me demoro en retirar los fideos porque estoy muy ocupado apoyando una mano sobre la mesada, la otra sobre mi cadera y mirándola con una sonrisa guasona que le enseña todos mis dientes — ¿Tenías planes para nuestro primer beso, Powell? ¿Escribías mi nombre en tus hojas de colegio? No te hacía como alguien tan romántica. Déjame adivinar: lo sabes desde que me partiste una pala en la cara, ¿no es así? — si dejo de mirarla, es solo para poder colar los fideos en lo que me muerdo la lengua para no reírme tan abiertamente. Me iré al infierno por estas cosas, pero nadie va a decirme que no es tentador.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- ¡Lo ves! Hasta tú sabes lo idiota que es Patrick, ¡y a Hero le gustaba! - Se siente como una especie de traición a nuestra raza, a nuestra sangre… y no hablo de la mágica, sino de nuestra sangre como mujeres interesadas en el sexo opuesto. Patrick debía pertenecer a otra clase de raza no identificable por la humanidad… Y okay, me estoy yendo por las ramas; el muchacho no era tan terrible, pero a mi parecer solo sabía mirarse al espejo y hablar de sí mismo. - ¿Y tú cómo sabes del cumpleaños? - No recordaba que estuviese trabajando para Eloise en aquel entonces, pero tal vez era tan raro ver a un idiota de catorce armar lío en la mansión ministerial que los rumores se habían esparcido.

- ¿Sabes? Hay veces en que el que me digas “princesa” suena como un bonito apodo entre amigos… Otras simplemente me dan ganas de golpearte. Repetidamente. Con la sartén de ser posible. - Hago las pausas que corresponden mientras mantengo los ojos entrecerrados, tratando de imaginar lo lindo que se sentiría el tener el mango de la sartén en mi mano, y su nariz estampada contra la superficie de la misma. - Ya, no sé quién es Kyle, y creo que hasta me alegro de no haber besado a Simon. Ya suficiente que dijo el poder pensar como acusarme como para encima darle más material... - Y sí, luego dijo que no lo haría, pero la posibilidad dentro de su mente maquiavélica estaba y no importaba que tantas charlas pudiésemos tener después. Eso me había quedado dando vueltas en la cabeza. - Ya no sé quién es Kyle, pero creo que consumes muchas novelas. No hay muchas “niñas” como yo, y las que sueñan con besar a los capitanes probablemente tengan aire en el cerebro. - Que me perdonen Oli y Maeve, que no hablaba ni de ellos ni por ellos. Pero ninguno me podría negar que el séquito de seguidoras que tenía Oliver no estaba compuesto de niñas huecas que solo pensaban en la popularidad y en “ser vistas con”.

Y no presto atención a la olla que se encuentra detrás, porque el muy maldito me retruca la broma y ¡eso no se vale! - No, no, no, no. No quieras pasarme la pelota. - Y no puedo evitar sonrojarme cuando dice lo de su nombre. ¡Pero no lo había hecho de esa forma, y mucho menos en las hojas de colegio! Había sido en mi diario… ok, eso era peor. Pero habían sido sus iniciales solo porque me había dicho su nombre completo. Y no, no había puesto corazones, ni fantaseado con nada ni… Mierda, se la tenía que devolver, no podía dejar que me viera así, pero… Mierda. - Cambio de opinión, en estos momentos me gustaría tener la pala para partírtela en la cara nuevamente. Y esta vez con intención. - ¿Qué tan malo era de mi parte el desear que se queme con el agua hirviendo. Me cruzo de brazos y refunfuño, porque sí, mi recurso más astuto en este caso es refunfuñar y chasquear la lengua. - No soy romántica, y lo único que estoy fantaseando ahora es que el vapor te desintegre las cejas o algo así. - Me cruzo de brazos, pero luego los descruzo para poder ayudar con la comida, o al menos con los platos. - Vamos a dejar una cosa en claro. Estábamos ebrios y drogados. Ninguno fantaseó con nada, y pese a que no es un arrepentimiento que pueda tener, ninguno necesita volver a hablar del asunto, ¿de acuerdo?
M. Meerah Powell
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James G. Byrne
Fugitivo
Trabajaba en la isla — es lo único que respondo, con el enorme alivio de saber que no le estoy mintiendo; que ella no se hubiera enterado en ese entonces, ya no es mi problema. Su amenaza, reflejo de la obvia irritación, solamente sirve para acentuar la mueca de mi rostro, esa que se regodea con ser un fastidio para la humanidad y, en especial, para ella. ¿Acaso no le enseñaron que cuanto más muestras indiferencia, menos te fastidian? Supongo que no, no ha crecido con hermanos mayores y Mathilda es muy joven como para poner en juego su paciencia — ¿Pensó en acusarte? — no puedo evitar sorprenderme y hasta indignarme — Sabes que si hace algo por el estilo, Hero no tendría problema en lanzarle un maleficio. Y sino siempre me queda la sartén en la cabeza — que no me gustaría rendirle cuentas a Synnove sobre golpear a su hermano, pero prefiero eso a tener a alguien buchoneando sobre lo que hacemos aquí o no; obviando de que no me interesa que Powell padre se entere de lo que hice con su hijita, claro — Y tú no tienes aire en el cerebro. Bien por ti — aunque sueno divertido, se nota que no estoy siendo sarcástico.

Las cejas se me van arqueando en cámara lenta hasta desaparecer debajo de mi cabello porque… ¡Meerah Powell se está sonrojando! Y no le voy a echar la culpa al vapor, que se ha puesto rosada y sus mejillas, poco a poco, se parecen a un par de frutillas — Ohh… así que ahí estaba tu vena familiar: cuando no te gusta lo que oyes, quieres golpear al otro para censurarlo y que no se propague la verdad. Ya lo averigué — chasqueo los dedos en el aire como si hubiera descubierto un enorme enigma. El insulto a mis cejas, ese que sospecho que no es el primero pero el otro no lo recuerdo, me hace reír lo suficiente como para frotarlas con dos dedos — ¿Entonces por qué te enfadas tanto? Las reacciones exageradas y con una negativa tan rotunda tienden a ser una tapadera a sentimientos que no puedes aceptar, quiero que lo sepas — hasta utilizo el tono de un experto en psicología y todo, cuando acá los dos sabemos que solamente estoy fastidiando y tengo menos idea de lo que estoy hablando que cualquiera de los dos — Pero es un alivio que no estés enamorada de mí, porque no podría soportar la presión — me llevo una mano al corazón y frunzo el rostro hasta formar un puchero, exagerando un dolor que no siento en lo absoluto.

Tengo que dejar el teatro para poder colar los fideos, esos que Hero ha hecho en enorme cantidad como evidencia de que jamás pisó una cocina y no tiene ni idea de cómo dividir para determinado número de personas, además de que sus menúes jamás son demasiado elaborados. Honestamente, el que más se encarga de la cocina es Sage — Habíamos acordado no hablar del tema esa noche — le recuerdo, para mí es una memoria demasiado borrosa entre el pico de la botella y su boca, pero sé que está ahí — Así que me parece bien el olvidarlo y fingir que nada pasó. No somos lo que el otro necesita, seamos honestos — me meto en la boca un fideo que quedó colgando del borde del colador y regreso el resto a la olla, ya sin agua, con la esperanza de que no se enfríen en nuestra espera. Coloco de nuevo la tapa — Tú tendrás un novio acorde a tus intereses y yo podré salir con Mimi, tengo todo un plan de cómo invitarla a beber unas cervezas sin sonar a que estoy buscando algo serio, muy relajado — la verdad es que no lo tengo, pero eso ella no lo sabe; siempre he pensado que mi mejor arma es la improvisación y me estoy basando en la nada, porque Johnson y yo apenas y hemos mantenido una conversación decente — ¿Crees que sea su tipo o que tenga una mínima posibilidad? — tal vez Meerah es la última persona para preguntarle eso, pero ya qué.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Dijo que podría ocurrírsele como, pero tranquilo que ya está todo bien. E incluso aunque no lo estuviese, sabría defenderme. - Y no levanto el brazo para demostrar que soy fuerte porque el solo gesto es tan poco yo que no puedo ni imaginar el hacerlo. Pero se entiende el punto. Incluso aunque Simon no representase una amenaza verdadera, me gustaría saberme lista para enfrentarme a todo. - Exacto. Bien por mí. - De mi boca jamás va a salir el hecho de que no me hubiese molestado besar a Oliver antes, porque estaba tremendo, pero no desde lo de Maeve, y en definitiva no porque fuese capitán de nada.

Si antes estaba sonrojada, ahora me inflo como un pez cuando dice lo de la vena familiar. ¿Cómo se atreve? No era verdad, no lo era. - A ver Sherlock, ¿cuáles son esos sentimientos que no puedo aceptar? - Lo único que estaba reprochándome mentalmente era el haber escrito las siglas de su nombre en mi diario, pero eso había sido por una tontería que nada tenía que ver con sentimientos escondidos o fantasías románticas. Al menos le queda claro que no estoy enamorada ni cerca de estarlo; no cuando todavía no estaba segura de que me cayese bien la mitad de las ocasiones en las que nos veíamos. - ¿Eso me lo tengo que tomar como un cumplido? - ¿o era un insulto que no entendía? ¿A qué se refiere con presión?

- ¿A sí? Hay cosas que en definitiva no recuerdo del todo así que… bien. Me alegro de que haya habido algo de sensatez. - Y hago una mueca de disgusto cuando lo veo llevarse un fideo a la boca habiéndolo agarrado con la mano. ¿Qué cuántos fideos había? ¿Vendría más gente y no lo sabía? - Oh, por favor. Yo no necesito un novio. - Sacudo el pelo de mi hombro de manera dramática y me río por la ridiculez misma. Que era cierto, no lo necesitaba, pero daba gracia la situación. Me acerco hacia las alacenas y reviso dentro de las puertas en busca de vasos, quiero suponer que los cubiertos estarán en el cajón, pero como ese está delante de Jim lo dejo para después. - ¿Mimi es la morena o la de ojos turquesa? - Consulto, ya casi habiendo identificado a todos los de esa noche. - Sea como sea, con ese suéter no puedes invitar a nadie. - Tomo dos vasos y dejo la puerta abierta para buscar más en lo que me giro y lo observo de arriba a abajo y de abajo a arriba. - Uhmmm… De acuerdo, se acerca el frío así que  abrigado tendrás que estar, pero no así… ¿Cuándo fue tu cumpleaños? No importa, por el amor al diseño mismo te dejaré probarte algunos de mis diseños. ¿Tal vez una chaqueta de jean? Todavía no incursione en el cuero, pero hay que admitir que una buena campera de cuero no te vendría mal. Esas no fallan. - Y aún con los vasos en la mano me acercó hasta donde está, girando a su alrededor e inspeccionándolo con ojos de estilista. - Oh, deja que te ponga las manos encima. Ya se me ocurren un montón de ideas que serán perfectas.
M. Meerah Powell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
No voy a decir que James hubiera sido mi primera opción para mi sobrina, pero… ¿Quién soy yo para elegir sobre los temas del corazón de otras personas? Aparte he aceptado que Jim no está tan mal, puede llegar a ser listo cuando no se anda con bromas, sabe ayudar en la casa y tiene una estructura ósea divina. ¿Que es un poco viejo para ella? Bah, la edad no es problema cuando se encuentran en un mismo sitio mental y considerando que James vivió la mitad de su vida encerrado, pueden aprender juntos. ¡Y si funciona y alguna vez tienen hijos, saldrían de lo más bonitos! Ya, sé que me estoy yendo un poco lejos, pero me gusta pensar que algunas personas pueden funcionar por años, incluso cuando ellos parecen no darse cuenta. Él necesita una guía en esta nueva vida que está enfrentando y ella ha dado enormes pasos desde que se junta con él. ¿Por qué no pueden verlo, cuando sería algo tan bueno para los dos? Así que aquí entro yo, en la tarea de pasar tiempo con Meerah y, de paso, ver si pueden compartir algo de tiempo en compañía mutua.

Por eso he salido a comprar algo de pan y queso en cuanto oí que James se había metido en la ducha, segura de que eso era señal de que estaba listo para sumarse a la vida social. Voy sacudiendo la bolsa con obvio entusiasmo y sin ser capaz de borrar la sonrisa de mi rostro, incluso cuando varias de las personas que me cruzo me echan miradas que no son del todo amables. ¿Y qué me importa, si tengo otras preocupaciones para el día de hoy? Subo los escalones de la casita con pasos certeros y empujo la puerta, justo para encontrarme a Meerah dándole vueltas a su pretendiente; no sé exactamente qué mira porque ese chico es una tabla, pero son sus palabras las que me dejan de pie en la puerta con una ceja arqueada y una sonrisa pícara — ¿Quieren que los deje solos? Aunque si van a ponerse las manos encima, vayan al cuarto, que yo sí tengo hambre — no estamos para ser disimulados.

Cierro la puerta detrás de mí y me acerco para poder vaciar el contenido de la bolsa de tela sobre la mesa, acomodando con cuidado el pan — Jim, ¿puedes hacerme el favor de servir la comida? — porque se puede, saco la varita de mi bolsillo y hago flotar las velas aromáticas que puse en la mesita de café para que se acomoden sobre la mesa. Pronto, el aroma a vainilla está invadiendo el lugar y en lo que mi plato va a mi sitio, yo ya estoy sentada en mi lugar estratégico para quedar frente a ambos y, por supuesto, dejarlos uno al lado del otro — Bien — no puedo borrar la sonrisa en lo que apoyo mis codos en la mesa y uno mis manos — Jim, me dijo Meerah que se conocieron en el mercado. ¿Cómo es que pasaron de ese escenario a regalarse rosas y acurrucarse en un sofá? Me encantan esas historias, muy Shakespeare. ¿Sabían que fue brujo?
Hero N. Niniadis
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James G. Byrne
Fugitivo
Tú sabes de qué sentimientos hablo — que yo no los voy a poner en palabras y ella tampoco, aunque por diferentes motivos; por mi lado, está el obvio deseo de conservar mi rostro sin golpes o maleficios — ¡Claro que es un cumplido! No podría llenar los zapatos de lo que espera la gente en una pareja — demasiado protocolo, en especial para gente de la Isla Ministerial… bueno, tal vez no es un cumplido del todo. Al menos, es ella quien afirma que no necesita de un novio y eso se lo doy por válido, porque a veces no comprendo muy bien cómo funcionan las parejas. Vivo con Sage y Hero y puedo decir muy bien que si quitamos los morreos, actúan como un par de amigos que gustan de estar muy cerca y a veces discuten por tonterías que los hace parecer un matrimonio viejo. Después están Ken y Syv, con quienes no paso tanto tiempo pero se ven tan babosos el uno con el otro que me da vergüenza ajena. En definitiva, ese mundo no es para mí.

Me sale un chistido en lo que revoleo los ojos, aunque no es un gesto de verdadera exasperación — La morena, la otra es Holly. Tampoco me molestaría conseguir algo con ella, pero es veela y no quiero arriesgarme — hay que ver la cantidad de estupideces que se dicen cuando ella está cerca y el resto andamos con la guardia baja. He visto a un par peinándose de más hasta que se dan cuenta de que algo está mal — ¿Qué tiene de malo? — pellizco mi suéter porque no será de última moda, pero está limpio y es excesivamente cómodo — Ah, no. No me vas a transformar en un maniquí para tus telas caras, me niego. Además, Mimi no parece la persona que le importe demasiado lo que lleve puesto — ¿La gracia no está en que nos quitemos la ropa, si todo sale bien? Tengo la intención de dar un paso hacia atrás para alejarme de ella pero es más rápida que yo, así que me quedo quieto con la incomodidad de sentir sus ojos sobre mí — ¿Tendré que cuidar la materia prima? Porque no pienso cortarme el cabello o cosas así por ti. Estoy bastante conforme con…

El golpe de la puerta ahoga mi voz, así que sospecho que Hero no ha escuchado lo que acabo de decir y su comentario lo demuestra. A pesar de que no me causa especial gracia, mis ojos se van de soslayo hacia Meerah, quien de seguro no se lo tomará a bien — Todos tenemos hambre — aseguro. La petición me da la excusa para llenar los platos de pasta y salsa, así que me muevo de espaldas a ellas y… ¿Ese olor? ¿Ha encendido… velas? Mis ojos van de una a la otra en lo que me muevo hasta verme obligado a tomar asiento junto a Meerah, a quien no miro en lo que estiro la mano para hacerme con un poco de pan. Me quedo con un trozo mojado de salsa a medio camino de la boca porque temo que, de comerlo, acabaré atragantado — Oh, ya sabes — lo tomo con total naturalidad y doy un mordisco vago — Hay cosas que simplemente suceden cuando te quitas los prejuicios de encima, tú deberías saberlo mejor que el resto. ¿O no, Meerah? — le paso la pelota y arqueo mis cejas en su dirección, seguro de que ella está viendo lo mismo que yo — Es halagador que hablen de mí cuando están a solas, pero Meerah ya sabe que sus sentimientos no son correspondidos — me llevo una mano al pecho con falsa tristeza y acabo sonriendo con gracia.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Me encojo de hombros cuando aclara quién es quién y trato de completar mi lista mental. Creo que solo me falta saber quién es Kyle y ya estoy. - No sabía que fuera veela, tampoco es que supiera diferenciarlas, jamás había visto una antes, sólo conozco la teoría de su raza. - Sabía que podían encandilar a los hombres si se los proponían, y que tenían capacidad de transformarse en animales pero no mucho más. ¿Sería muy maleducado de mi parte preguntarle a Holly más sobre el asunto? Supongo que sí. - Que es al menos tres talles más grande y tú eres un flacucho. Tienes que destacarte, no opacarte. Resaltar las cosas que tienes a favor, y el suéter esconde, no resalta. - Le aseguro, tomando mentalmente sus medidas y comparando con los diseños que tengo hasta ahora. Nunca trabajé con alguien tan flaco, y si no fuera por lo largo que es, le quedarían mejor los diseños que he hecho para Maeve, que los que he armado para Oli quien, fácilmente lo dobla en corpulencia. - A nadie le importa en verdad lo que el otro tenga puesto, pero sea como sea, las cosas siempre entran primero por los ojos. - Aseguro. Era verdad que no conocía los gustos de Mimi, pero si era una mujer con pulso, una campera de cuero o una buena camisa acompañadas de un rostro bonito siempre son dignas de ver.

Creo que estoy por gritarle que ni se le ocurra cortarse el cabello, pero es ese el momento que Hero elige para regresar, y obviamente que malinterpreta la situación. No me molesto en aclarar nada, pero sí en rodar los ojos casi que con fastidio. Ella conoce mi amor por el diseño y mi visión artística. Pongo los vasos en la mesa con cuidado y la ignoro, tal vez es por eso que no noto como enciende unas velas sacadas de no sé dónde. - La vainlla no pega con la comida. - Le aseguro antes de acercarme a soplar y apagarlas. ¿Cuál es su intención?

La mato. Yo la mato. En verdad la mato. ¿Cömo? ¿Cómo se le ocurría siquiera mencionar…? Y de paso también mataría a Jim. ¿Dónde había una buena sartén cuándo uno la necesitaba? - Sí, todo muy Shakespeare, ando tratando de no perder la cordura a causa de mi tía. ¿Debería llamarte Claudia, ahora? - Creo que en mi mirada se debe notar el gran esfuerzo que estoy haciendo para no matarla, y si no lo nota, luego se lo haré notar, preferentemente cuando Jim no esté cerca para burlarse. - Oh, claro que sé sobre tus sentimientos.- Le sonrío con una mueca que busca ser burlona pero solo sale molesta. Al final acabo mirando a mi tía, mientras lo señalo con el queso que estaba por colocar en mi comida. - Al parecer, no podría soportar la presión de tenerme como novia, así que lo nuestro no podrá ser. - Dramatizo de forma mordaz. No iba a dejar que la broma fuese solo a costa mía, ya luego tendría que soportar a Hero a solas y de esa seguro que no me salvaba.
M. Meerah Powell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
Se me pinta una expresión de reproche cuando Meerah apaga mis velas, que anda arruinando el ambiente romántico que estoy tratando de crear. ¿Ven por qué esta chica no tiene suerte con los hombres? Es demasiado aguafiestas para su propio bien, debe haberlo sacado de mi hermana, que era bastante mala onda. James parece tomarlo con un poco más de humor en lo que yo pincho los fideos con cuidado de enroscarlos en mi tenedor; quizá debería haber elegido un menú un poco menos desastroso, que nadie se ve bien comiendo pasta, aunque con un poco de suerte los otros dos se limpiarán la salsa mutuamente — Ya veo — comento con divertido sarcasmo, que no me creo absolutamente nada lo de los sentimientos no correspondidos, no cuando él es la primera persona con la cual veo a Meerah actuar como colegiala ebria. Bueno, era una colegiala ebria, pero ese no es el punto.

— ¡Pero yo no estoy haciendo nada malo! — tengo que interrumpir el camino de la comida a mi boca frente a semejante acusación, aunque la indignación le hace paso a una sonrisa suave — Ah, así que sí hablaron del tema — los acuso por la obviedad, que están siendo demasiado obvios y parecen no darse cuenta. Tras por fin comer mi bocado, los señalo con el tenedor — Detrás de toda broma se esconde una verdad y algún día se darán cuenta de que tengo razón. ¿O acaso por qué terminaron como terminaron cuando bebieron un poco de alcohol que les sirvió de excusa? Se atraen, es obvio, pero son muy orgullosos como para admitirlo — me llevo el agua a los labios con todo el aire de doctora amor que puedo tener ahora, a sabiendas de que me estoy ganando el odio de ambos.
Hero N. Niniadis
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James G. Byrne
Fugitivo
Voy a ser sincero, sé quién es Shakespeare pero jamás he consumido nada de él, salvo las películas modificadas que pasan en la televisión, así que por eso creo que me estoy perdiendo un poco en la parte de Claudia a pesar de aferrarme a la idea de amores trágicos. Me quedo callado con mi comida, esa que me va calmando el hambre que no sabía que tenía hasta ahora y la cual me hace sonreír con los labios apretados — ¿Yo no podría soportar la presión? Tú eras quien me quería cambiar hace cinco minutos para que le agrade a una chica. Lamento informarte que no saldría contigo, que si le gusto a alguien, tiene que venir con todo el paquete, incluyendo la ropa cómoda — que me he pasado la vida vistiendo lo que me decían, así que me he ganado el derecho a ponerme una bolsa si quiero. Y esa es solo una de las razones por las cuales no me puede gustar Meerah, es totalmente incoherente.

No me esperaba que Hero salga con esa suposición lógica y me cuesta pasar un fideo que se me ha quedado a mitad del camino, así que bebo una buena cantidad de agua con algo de atropello — Oh, por supuesto — declaro en lo que me relamo, dejando el vaso sobre la mesa. Me giro hacia Meerah, a quien le tomo la mano y la acerco a mi pecho, aplastándola allí con mi propia palma — Oh, dulce doncella de cabellos de oro, maldito sea mi orgullo que me mantiene lejos de tus besos y el prejuicio que me arrebata la posibilidad de tocar tu piel. Me aferraré al vino con esperanza de que me dé el valor de clamarte mía frente a un mundo que se nos opone o moriré envenenado en mi desesperación por abandonar este martirio — no sé de dónde he sacado tanto dramatismo para teñir mi voz y consigo no parpadear ni una vez en lo que mi mano presiona la suya, hasta que la aparto con rapidez para darle un beso efusivo en los nudillos y dejarla caer. Solo ahí, aflojo los hombros y regreso a Hero con una risa entre dientes — ¿Suficiente ficción por hoy? Debería pulir mejor el libreto, lo sé, pero soy nuevo en esto del teatro. Fue solo una fiesta, Hero, eso es todo — y es mejor que quede claro.
James G. Byrne
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Lo admito. No me gusta comer spaguettis cuando estaba en público, son incómodos y enchastran así que en contra de cualquier buen juicio, tomo el cuchillo y los corto hasta que adquieren una longitud razonable. Estoy masticando el primer bocado cuando Jim hace su acotación, así que trago con toda la delicadeza posible antes de indignarme. - Estaba tratando de ayudarte. No digo que no puedas agradarle a Mimi así, solo que es mejor venderte un poco más, demostrar algo de esfuerzo. La moda no es una industria multimillonaria porque a nadie le importe como verse. - Por favor, sentía que estaba haciendo una crítica a mi trabajo solo por creer que no es necesario de vez en cuando el arreglarse un poco.

- Ah, no. Que ese haya sido tu caso con Sage no significa que tenga que pasar… - Me interrumpo ante la afirmativa de Jim y lo miro con desconcierto hasta que entiendo a dónde quiere ir. Juro que trato de seguirle la corriente, de verdad. Pero su exageración era digna de un premio y me tiene aguantando la risa para no arruinarle la escena que se monta. - Diez por el drama. Prefiero el “princesa” pero muy buena ejecución. - Aseguro y levanto la palma que dejó caer para aplaudir con suavidad ante todo lo que se montó. - Una fiesta, mucho alcohol y al parecer ¿droga? Siempre puedo culparte a tí, tú fuiste la que me invitó y dejó que me drogaran. - Le reprocho a la pelirroja ya curada de cualquier espanto. Estaba todo más que aclarado, y si Hero no podía verlo le pintaria luego algo que acompañase el teatro de Jim. - Ahora mi duda es, ¿cuántas novelas viste para sacar eso de la nada? Ni en XoXo Witch son tan dramáticos, y eso es decir mucho si consideramos el elenco que tienen.
M. Meerah Powell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
No entiendo muy bien qué es esa pelea sobre ropa, así que me ocupo de llenarme el estómago de comida hasta que mi sobrina me hace arquear una ceja — No tiene nada que ver con lo de Sage, sino más bien de vibras. Algún día me darán la razón y yo les diré muy contenta que se los dije — tengo olfato para estas cosas, cualquiera podría verlo. Tengo que parar de comer un momento porque creo que de hacerlo acabaría toda manchada por la impresión, trato por todos los medios el no echarme a reír pero tengo que cubrirme el brazo al no poder cumplirlo. James será el mayor dentro de esta casa, pero a veces me hace pensar que no lo parece. ¿No ha considerado una carrera dentro de la comedia? El stand up se le daría de maravilla, claro que no sería muy útil pero… es mejor que nada.

Ya, ya, una fiesta — ¡Yo no sabía que había drogas! La próxima no aceptes comer lo primero que te pongan en la mano — dicho sea de otro modo, tengo que enseñarle quienes son las personas peligrosas si lo que planea es mantenerse sobria en las reuniones que puedan llegar a organizarse. Con un último bocado, bebo lo que queda de mi agua y me limpio los labios con una servilleta — No es drama, Meerah, es romance y está perfectamente fundamentado. Se podían oler las feromonas a la distancia ese día — ¿Acaso se olvida de cómo se miraban o cómo le acariciaba el cabello? El lenguaje corporal habla más que sus negativas, prácticamente se estaban manoseando adelante de todos. Aún así, tomo mi plato ya vacío y me pongo de pie con una sonrisita — Pero ya, los dejaré creer lo que ustedes quieran. Si me necesitan para alguna revelación mágica, estaré en mi habitación — puedo dejar las cosas en la bacha y dejarlos solos, que si tienen asuntos que atender, yo ya he hecho mi parte.
Hero N. Niniadis
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James G. Byrne
Fugitivo
Me llevo la mano a la cabeza para sacarme un sombrero invisible en agradecimiento de su elogio a mi performance y vuelvo a “colocarlo” con una nueva floritura. Aprovecho que la discusión continúa entre las dos Niniadis de la habitación (mierda… ¿Cuándo han cambiado tanto las cosas que estoy con ellas compartiendo mesa?) para enroscar unos cuantos fideos en mi tenedor y llevármelos a la boca, cosa que consigo sacando la lengua debajo de ellos porque son demasiado largos para poder comerlos con normalidad. Me relamo la salsa de la boca y me limpio con el dorso de la mano, aún prensándolos cuando se me frunce el ceño — Por supuesto. Cuando quiera debatir sobre mis sentimientos escondidos, iré a llorar a tu habitación — levanto un pulgar en su dirección justo antes de que ella desaparezca y, cuando lo hace, se me escapa el suspirar con pesadez, como si pudiera volver a respirar con normalidad después de una larga carrera.

Aún tengo fideos en mi plato y no estoy seguro de tener hambre, pero no voy a desperdiciar comida ahora que la tengo en cantidades. Además, son la perfecta excusa para no mirar a mi acompañante a los ojos — Ya se le pasará, últimamente está tan ocupada que se olvidará en unos pocos días — es curioso que sea yo quien la consuele sobre su tía, si consideramos que de seguro la conoce mejor que yo. Estiro la mano que tengo libre y la uso para girar distraídamente mi vaso — Mírale el lado positivo, pudo haber tratado de juntarte con alguien sin sentido de la creatividad para la poesía. Eres una buena musa, princesa — me atrevo a bromear, justo antes de acabar mi plato. Al ver como solo quedan los manchones rojizos de la salsa sobre la cerámica, acabo mi vaso de agua — Ve con Hero, yo me encargaré de los platos. Para la próxima vez que nos veamos, espero que tengas otro pretendiente para que te vuelva loca.
James G. Byrne
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