The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
Invitado
Me hacen esperar en el muelle con la bebe apretujada contra su pecho, envuelta en esa extraña manta que cruza por mi espalda y por delante de mi pecho para que ella pueda estar bien sujeta a mí. No es incómodo como me esperaba, no la siento saltar tanto como cuando probaba llevar bolsas de arena en el cangurito de práctica. Rodeo con las manos sus piecitos envueltos en zapatitos con hebillas a los costados, sus largas medias amarillas hasta donde comienza su vestido, que no tiene la identificación de ninguna de esas marcas del Capitolio, así que me arriesgo a suponer que es trabajo de su hermana mayor. A quien por cierto se la tengo que entregar para finalizar mi turno como niñero de Mathilda y que comience el de la otra niñera, una chica que me dijeron que con sus habilidades superó a cuidadoras veteranas, hubo un chisme sobre una carrera de postas en la playa que no sé qué tanto creer. Suerte que a mí no me hicieron pasar por eso, bastó con que pasara la prueba de saber hacer un biberón al mismo tiempo que dicto a una vuelapluma un memorándum.

Toco el timbre y aguardo con la mirada recorriendo todo el jardín delantero, se parece mucho a otro donde una vez Hero Niniadis me encontró arrojándole una piedra a una ventana. No hace mucho era visitante ocasional de este barrio exclusivo por ser amigo de la hija de la ministra LeBlanc. Si pienso en que ahora soy quien tiene a la hija menor del ministro Powell abrazada a mi como un monito, me obligo a mi mente a dividirse en dos con una precisión fría para que no me afecte el contraste de saber que sigo viendo a Hero Niniadis si es que voy al norte, donde también veo a muchas otras personas que se dicen enemigos férreos de estos ministros. —Tilly, ¿qué es ese olor?— frunzo mi nariz al sentirlo provenir de su pañal, que se le cambió hace menos de una hora cuando su madre me pidió que la llevara unos minutos a la cafetería del ministerio para poder atenderla en el baño, los mensajes que se me encargan en exclusividad entre el departamento de misterios y el de justicia de saberse, sin poder conocer en precisión el contenido de tales, bien podrían dar pie a rumores de confabulación internas en el ministerio. Solo por las dudas, nunca usamos las palabras “bomba”.

Comienzo a desprenderme el portabebés para poder liberar a Mathilda, también a mí de este olor, así para cuando se abre la puerta por gentileza de la elfina estamos adelantados en el proceso de cambiar el pañal. La tengo agarrada por debajo de sus axilas, en alto, su hermana aparece como un punto en lo alto de los escalones hasta volverse más cercano. —¡Juro que acaba de pasar! ¡Yo la traía limpia y con olor rico a bebé!— exclamo, que no es mi intención abandonarla así, cuando la otra niñera todavía no ha llegado.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
Cuando el timbre resuena dentro de la casa, gruño contra el cubrecama al estar tirada boca abajo aún sin haberme cambiado el uniforme de colegio. Lo único que había hecho desde que llegué había sido dejar mi bolso en el perchero, revisar mis mensajes y aflojar mi corbata mientras le aseguraba a Maeve que no se hiciera problema por nada y que se mejorase. Amaba a mi hermana, de verdad, pero habíamos tenido una clase de deportes particularmente intensa y solo tenía ganas de dormir un rato. ¿Qué tan difícil sería convencerla de que ambas amábamos las siestas de manera ocasional?

Sé que Poppy no va a tardar en abrir la puerta, así que junto las ganas que no tengo de algún lado, y trato de parecer lo más decente posible en lo que me peino el cabello con los dedos mientras voy saliendo del cuarto. Claro que no me espero la visión que me encuentra del otro lado del rellano y eso hace que me frene unos momentos en los que escucho como Dave se justifica de… ¿qué? - ¿A qué viene eso? Sé lo rápido que puede ensuciarse, no voy a comerte o algo por el estilo. - Aseguro cuando por fin entiendo qué es lo que le sucede. O no lo entiendo en realidad, porque no creo ser un cuco espantoso que anda regañando a todo el mundo que no puede evitar que mi hermanita haga sus necesidades. - Ven, pasa. Termina de cambiarla adentro. - Lo invito. No me parece demasiado higiénico eso de andarla limpiando en cualquier lado, así que le hago un ademán con la mano y termino de bajar los escalones hasta poder quedar a una corta distancia de él, y de la pequeña bombita de olor.

Debe ser gracias al cansancio que puedo hablarle con tanta normalidad, porque últimamente lo había estado evitando luego del espectáculo que se había montado Hans en la boda. Sabía que tenía que pedirle perdón pero no había querido encontrar el momento adecuado para hacerlo.  - ¿Cómo has estado? - Ufff, claramente hoy era la elocuencia personificada. - Me refiero a… bueno, no te veo desde la boda de mi tía y… Ya. Lo lamento. Por la actitud de mi padre, me refiero. De verdad no esperaba que se pusiese… bueno, así. - Todavía no le perdonaba su arrebato. Últimamente parecía haber decidido que era una adolescente rebelde a la que debía poner límites o controlar, y puede que no estuviese tan de acuerdo con su actitud paternal. O en pocas palabras, me dedicaba a hacer exactamente lo opuesto a lo que me había indicado, haciendo hasta lo imposible para que no se entere. - Al parecer se ha dado cuenta de que ya no soy una niña y creo que no le está gustando. ¿Tus padres también fueron así contigo? A Charlie no la puedo tomar de ejemplo porque, bueno. Es Charlie. - Si sus padres no le ponían un mínimo de límites, ya habría volado el colegio, sino es que su distrito entero.
M. Meerah Powell
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Invitado
Invitado
Me siento en falta si creen que entrego a la niña sucia o sin haber cumplido con todas las tareas que me dan— le explico, que la mayor parte de mi trabajo como secretario en el ministerio se redujo por ser el único con el permiso autorizado y tácito de la madre de la niña para cuidarla, me tomo en serio y con responsabilidad que se encuentre impecable al final de mi turno para sentir que he cumplido con mi deber y justificar mi sueldo. —¿Tienen algún baño por aquí cerca?— pregunto, que si no me equivoco, estas mansiones tienen cinco o seis baños. Con alguno en la chimenea, seguro. Cargo a la bebé en alto con toda la fuerza de mis brazos, que será pequeña, pero no es liviana. ¡No quiero decir que sea gorda! Pero la cantidad de biberones que toma solo a la mañana puede que sea algo excesiva, lo he buscado en internet y no estoy muy errado… eso también explica que tenga para llenar el pañal.

¿Cómo he estado?— repito la pregunta pese a lo estúpido que es hacerlo, se me escapa una sonrisa que esconde todo el embrollo mental de hace semanas en el que trato de no pensar y por eso me ocupo con tanto esmero de contar cada una de las cucharadas de leche en polvo para el biberón. —¡Ah, eso!— exclamo, no logro ocultar del todo mi alivio de que su interés se deba a, tal vez, lo menos complicado con lo que tuve que lidiar este año, cuando quedar colgado por el tobillo no es bonito tampoco. —Estás creciendo, Meerah. Muy rápido. Y eres muy bonita, llegarás a ser muy guapa. Tu padre puede verlo… lo que a veces los padres no pueden ver al cegarse así, es que un chico que la saca a bailar delante de sus ojos no puede tener malas intenciones, los que saltan el muro del patio de atrás son el verdadero peligro— le hago un guiño, que con la seguridad de esta isla y la cara de nundu furioso de su padre, no sé si habrá algún valiente.

¿Mis padres?— pregunto con una carcajada en mi voz. —Son unos niños, el que haya crecido los angustió por no poder seguir jugando con ellos…— lo digo con cariño, no les reprocho nada, tiene un espíritu joven que no lo pierden a pesar del paso de los años y es parte de lo que son, eso no quita que hayan sido padres muy atentos, que mi padre no haya sabido cuándo sentarse conmigo a hacerlo como debía y hablar sin pelos en la lengua, para que yo le dijera “si, ya lo sé, lo aprendí de internet”, para su alivio. —No son… parámetro para medir con ningún otro padre— niego con mi cabeza, y puesto que no hay mucho más que decir al respecto, salvo anécdotas que ilustren estos comentarios, me giro hacia ella. —¿Así que con eso andas lidiando ahora? ¿Puedo decir sin miedo a que me acuses de ser un lamebotas de tu padre que debes tratar de entenderlo? Para los padres, normales, suele ser difícil pasar esta etapa… estás en esa edad en la que… ¿no te sientes como que tienes un pie en un lugar y un pie en otro totalmente distinto? Es la edad de las transiciones, la recuerdo bien. No puedo decir que la haya superado del todo, todavía me siento dividido de a ratos…— eh, por decisiones que tomé, no por la vida misma. —Y sigo tratando de descubrir cuál es… ¿el lugar donde debo estar para sentirme cómodo? Quiero decir, conmigo mismo, con quien soy. La adolescencia tiene esas cosas…— soy un charlatán, me lo han dicho muchas veces, el que tenga una bomba de olor a cinco centímetros de nariz no impide que cierre la boca.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
- Está el cambiador de ella en la sala de atrás, es más cómodo que los baños de abajo. - Los baños de la planta baja eran bastante más pequeños que los de arriba, suponiendo que estaban destinados más que nada para las visitas y no para el uso general de los habitantes de la mansión. - Casi que me da miedo preguntar en qué realmente consiste tu trabajo, porque dudo que en tu descripción de puesto incluya esto de cambiar pañales. - Que no me molestaba que lo hiciera porque Tilly sería mi hermana y todo, pero no envidiaba en lo absoluto eso de tener que limpiarla. Bañarla era otra cosa, porque era hermoso hasta lavarle la cabecita con esos pequeños cabellos que tenía ¿pero pañales? no, no. Podía hacer un par de excepciones por ella, pero de ser preferible y si otro podía encargarse, mejor.

- ¿Pues qué creías? - Ni siquiera era una pregunta demasiado extraña, “¿cómo estás?” era una forma básica de saludo desde siempre, y casi nunca era contestada con sinceridad. Hasta que me guiña el ojo y palidezco, porque no entiendo qué está queriendo insinuar. ¿Sabe que he hablado con Jim? ¿Cómo podría saberlo? ¿Qué? - Como si fuera peligroso…- ¿Había visto lo flacuchos de esos bracitos? - Además, yo te saqué a bailar y no al revés. Tú estabas demasiado ocupado tratando de conquistar a Mo. - Le aseguro queriendo cambiar de tema lo más rápido posible. Si sabía que James había cruzado el patio por indicación mía el día que se fue, me lo habría dicho, ¿no? O a Hans y a fin de cuentas me habría enterado. No, seguro estaba bromeando o algo por el estilo, así que me era más fácil seguir con la broma que andar dando vueltas sobre un tema que no podría siquiera conocer.

- Suena a que son buenas personas. - Y no es una crítica a Hans o a Lara, ¡lo juro! Pero daba gracia eso de que como padres se molestaran de que su hijo crezca por un motivo como ese, en vez de… no sé, ¿angustia por la edad en sí misma? - ¿Con eso? - Si los celos de Hans fuesen lo único con lo que estuviera lidiando, no estaría tan cansada y estresada como me sentía. Sin embargo, mal que mal su descripción es bastante acertada. No por los motivos por los que decía, pero sí podía verme reflejada en eso de tener un pie en un lugar, y otro pie en uno totalmente diferente. Como en el distrito cinco, por ejemplo. - Eres peor que un lamebotas. Eres una adolescente que no creció, pero que quiere tratar de demostrar que sí lo ha hecho. Entiendo a mi padre, pero él se dedica a acusar a los demás sin tratar de entender, así que no esperes mucha comprensión de mi parte. ¿No es ese su trabajo básicamente? ¿Centrarse en los hechos y no en los motivos? - Sueno muy dura, y probablemente hasta resentida. Había aprendido que con la adolescencia venía mucho esto del resentimiento. - ¿Sabías que me había planteado estudiar leyes? Además de mis proyectos personales, claro. Estaba convencida…- Me callo. No me corresponde hablar demasiado de estos temas. Era Dave, pero al trabajar para mi padre… No lo sé, se sentía demasiado inseguro pese a que confiaba en él. - En fin, ahora estoy bastante segura de que quiero seguir por ese camino, pero dudo mucho el poder actuar de la misma manera que él. - Y creo que he hablado demasiado, así que trato de desviar la atención nuevamente hacia él mientras me acerco para tomar a Tilly en brazos. Pese a que siempre se muestra muy enérgica a estas horas, hoy parece uno de esos días en los que acompaña mi humor y noto que si la mezo con cuidado no tardará en quedarse dormida. - ¿De verdad me dices que dentro de diez años estaré igual? ¿Así de insegura con todo y sin saber qué es lo correcto?
M. Meerah Powell
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Invitado
Invitado
De hecho, mi puesto de trabajo actual incluye cambiar pañales en la lista de tareas— confieso, por mis méritos como abogado y habilidades como secretario no habría durado tanto tiempo en una oficina donde se arrancan pedazos de carne entre sí, fue mi promesa de que sería capaz de hacer un biberón en dos minutos lo que me aseguró mi permanencia en un escritorio cercano al de su padre. Trato de no pensar en la culpa que me provoca saber que mi acceso a toda la información disponible en el departamento de justicia, se debe a la bebé que tengo en brazos y a mi destreza para anudar este cargador de tela alrededor de todo mi cuerpo. Se siente mal porque la bebé me agrada, como también me agrada Meerah. No suelo hablar mucho, porque no tengo con quién, sobre que te caiga bien la gente entre quienes haces de espía para recoger un poco de información que pueda servir o no a los amigos del norte.

¿Cómo no va a caerme bien Meerah si bromea conmigo como lo haría mi propia hermana? —Siempre me han gustado las chicas que son un poco mayor que yo— sí, hasta le contesto como lo haría con mi hermana, aunque a mi jefe tal vez no le gustara verlo y oírlo en la cámara de seguridad que seguramente tiene apostada en cada esquina de la casa. ¡Vaya! No hace falta que abra la boca en lo que podría ser tomado como un comentario negativo de mi parte hacia el ministro, que su propia hija me arroja la oportunidad de unirme a sus quejas. Espera, ¿qué? ¿Meerah piensa eso de su padre? Lo entiendo si lo dice gente que está viviendo en el norte por culpa de un juicio en el que fueron declarados culpables, a veces, una condena que ni siquiera necesitó juicio. —¿Estás… enfadada con tu padre por algo en particular?— pregunto con cautela, porque sí, estoy donde estoy por actuar con cautela. No caigo en la impulsividad de decir lo que pienso, jamás. Holly tuvo que golpearme para que acepte confiar en ella.

Pues me alegra mucho escuchar que quieras y sigas con la idea de estudiar leyes, la verdad es que se necesita gente con capacidad de reconocer lo bueno y también, sobre todo, lo malo que pudieron dejarnos los que estuvieron antes que nosotros. Y que puedas ser crítica incluso con el trabajo de tu padre, eso cuesta mucho, quiero decir… los hijos tenemos esa tendencia a “seguir los pasos de los padres”, que no me parece que deba ser… si los padres dejan huellas, son guías para el camino, de aciertos y errores, pero no hacen a tu camino— es admirable como puedo dar todo este discurso vocacional con la bebé en mis brazos sin que estos me tiemblen con el peso hasta que llegamos a la habitación que ella indicó.  —No quiero hacerte sentir mal con nada, pero tengo la idea de que también las personas de cincuenta o sesenta años siguen sin saber qué es lo correcto— le sonrío. —Tu padre es ministro de justicia, ahí tienes un buen ejemplo. Siempre se ha dicho que la justicia es imparcial, es neutra. Damos por hecho que lo justo es lo correcto. ¿Lo es? ¿Quiénes impartimos justicia hacemos lo correcto? No, mira, no es que esté criticando al ministerio— por las dudas, siempre por las dudas, aclaro aunque sea una mentira. —Solo soy una persona a quien le gusta esto de que cada uno tome una actitud responsable de revisar sus propios actos y trate de ser empático con lo que sucede en el entorno, que sus actos sean en consideración a esto… hmmm, ¿complicado? Olvídalo, no me hagas caso. ¿Dónde podemos cambiar a Tilly?
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
- ¿Sabes que Mo es como mi abuela? Por favor, por lo que más quieras, no me hagas tener que llamarte abuelo. Sentiría que algo está mal con la vida misma. ¿Y eso no haría a Charlie mi tía abuela? Ay por todos los cielos. No. Te prohibo que mires a Mohini. - Era todo a modo de chiste, lo sabía, pero la imagen era demasiado turbia como para siquiera considerarla y más me valía prevenir que lamentar. Que Mo era una persona que se merecía toda la felicidad del mundo de su vida romántica, y esperaba no saberla si es que la información provenía por parte de David. NO tenía problemas con la diferencia de edades solo: NO. - Además, ¿te imaginas a Lara diciéndote papá? O peor, Hans sería tu yerno. Estarías trabajando para tu yerno. - Eso debería espantarlo lo suficiente para ni siquiera considerar la idea, ¿verdad?

- Enfadada, molesta, fastidiosa, frustrada… Elige el adjetivo que más te parezca. - Que no sé si mi enojo estaba dirigido a Hans en particular, que de verdad podía entender de dónde salía su preocupación por las acciones de Phoebe, pero… Pero no era justo, ni para ella ni para nosotros. Una familia debería basarse en la comprensión y en el acompañamiento, no en el castigo y el aislamiento, ¿no?

- Bueno saber que en medio siglo todavía no sabré si hago o no lo correcto. Pero tienes razón… me refiero a eso de la imparcialidad de la justicia, y el saber si lo justo es lo correcto. Yo sí critico al ministerio, pero no lo hago a gritos, sino tratando de a poco, muy de a poco el hacerme escuchar. Instruyéndome, aprendiendo. ¿Escuchando a todos? No sé… me dí cuenta que toda mi vida acepté la palabra ajena sin medir ni comparar. Sabía lo que era justo y correcto solo por el juicio ajeno y bueno… supongo que aprendí que esa no era la forma correcta de comprender el mundo. - Me agradaba que con David pudiese charlar normalmente al respecto de estas cosas sin que me haya considerado una niña al respecto. Sí, había nombrado la etapa de transición por la que estaba pasando, pero prefería mil veces el aceptar el cambio a que me dijesen que “todavía soy muy joven”. - No sé por qué quieres que no te haga caso con estas cosas, te digo que estoy escuchando a todos los que pueda, y me parece que tienes una opinión muy interesante al respecto. No sé si una de las más acertadas a mi parecer. - Aún así, le indico en dónde cambiar a mi hermana y medito unos segundos mientras comienza con los malabares. - ¿Puedo preguntarte algo? Juro que aquí no hay cámaras, y que no repetiré nada de lo que me digas. Pero ¿cuál es tu opinión?, de verdad con todo esto. Porque si te soy sincera… No lo sé, creo que últimamente todas mis convicciones se derrumbaron y que de a poco tuve que ir levantando mi torre de creencias nuevamente. El problema es que todavía tiene muchos huecos, y la puerta está abierta de par en par.
M. Meerah Powell
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Invitado
Invitado
Meerah— la llamo tratando de contener las carcajadas para interrumpirla en esa extraña red de relaciones que formó en su mente y me vinculan con su familia, ¡en menos de tres segundos! —Eso no va a pasar— la calmo, mi tono es hasta apaciguador. No quiero que se ponga a hiperventilar por un comentario desafortunado que hice sobre su abuela de cariño. —Ni tu padre ni tu tienen que pensar que tengo intenciones reales de nada cuando lo único que estoy haciendo es ser amable y bromear un poco—.  ¡Por Merlín! Si mi tío Jared se hubiera tomado en serio cada una de las insinuaciones que nos hacíamos con Locki nos habrían casado apenas cumplimos la mayoría de edad. Creo que luego de conocerme bien las personas se dan cuenta que puedo ser charlatán con todo lo que no va en serio, en cambio con lo que sí, es algo que lo mantengo reserva, a veces en cajas de siete candados.

No sé si es abundancia de sinónimos o de diferentes caras de una misma emoción en ti. ¿Puedo preguntar si pasó algo?— lo hago con mucho cuidado, no es la única que me ha dicho en estos días que está enfadada –o el adjetivo que yo elija- con mi jefe y de verdad que no quiero quedar en medio de un conflicto familiar, el que se entromete es el que acaba mal. Y mi trabajo es otro, no sé bien si cuidar de una bebé o robar información, pero meterme entre las peleas de los Powell definitivamente no. Me pasa con Meerah lo mismo que con su tía, ese el problema. Simplemente no puedo pasar de ella. Mis oídos se abren para escucharla y quedo pendiente de lo que dice, por poco no me caigo de bruces al piso con la bebé, porque pese a mi cuidadosa elección de palabras, ella no tiene reparos en decir que desaprueba al ministerio. —¿Seguro que no las hay?— tengo que preguntárselo y lo hago con una sonrisa que lo pone en duda.

Camino un poco más lento para acompañar sus pasos, en una distancia más reducida entre nosotros y con la bebé como un falso escudo de porque andamos por la casa cuchicheando. —Se trata de eso, Meerah. De escuchar todas las voces posibles, de eso se trata la verdadera justicia a mi parecer, de considerar todos los testimonios y tomar una conclusión a partir de eso. Si la razón siempre damos a un mismo bando y censuramos al silencio a otro, la balanza de la justicia está desequilibrada. Tienes que conocer la historia, las emociones, las motivaciones de cada persona. Y acabar de lleno, de una vez por toda, con ese hábito de privar a la gente de juicio. ¿Castigarlos por un crimen sin escucharlos?— entro a la habitación donde se supone que podemos cambiar a la bebé y mi paranoia hace que busque cámaras. —Eso no es justicia, eso es revancha. Si van a hacerlo así, que no lo disfracen con trajes y papeles, sino que lo reconozcan como lo que es: cobrar un crimen cometiendo otro. ¿Y eso es lo que queremos? Esa es la verdadera guerra de nunca acabar, Meerah. Las motivaciones pueden cambiar de una época a la otra, lo que persiste en el deseo de revancha, te quito esto porque a mí me han quitado esto. Hasta que eso se detiene. Hasta que alguien dice basta. Hasta que alguien perdona al enemigo y practica la verdadera justicia, la que permite que los enemigos se vuelvan aliados.
Anonymous
M. Meerah Powell
Fugitivo
- ¿Entonces nos creaste falsas ilusiones a mí y a Mo? Eso no se hace Dave… es muy cruel de tu parte, yo soy muy joven e ilusa y Mo no es vieja, pero ya no es una jovenzuela para que vayas con intenciones deshonestas. - Mi expresión de horror cambia por una que intenta mostrar decepción, y trato de acompañarla al negar con la cabeza con lentitud. - Ya verás cuando se lo diga a mi padre… - Y me río a carcajada limpia, porque de verdad que la sola idea de lo que ando diciendo se me hace ridícula al por mayor. ¿Por qué tengo la imaginación tan activa? No estaba acostumbrada a esto de las historias espontáneas que podían surgir de mi boca como un mal guión de telenovela.

- Dejémoslo en peleas familiares. Parece que ahora no puedo ver a Phoebe y… Ya qué. Yo la fui a ver igual, porque me importa poco lo que puedan decirme cuando eso implica a mi familia. - Que no sabía cómo aplicaba cuando era un miembro de mi familia prohibiendo algo sobre otro, pero quería confiar en mi buen juicio. Ese que a veces se calla y me hace hacer cosas como visitar a Hero en medio de un edificio con gente desconocida y potencialmente peligrosa. - En fin, supongo que estoy en una etapa de rebeldía adolescente o algo así. - Y Hans tenía que pagar los platos rotos, pero en este caso, se lo merecía.

Me da gracia su explicación, no por la explicación en sí, que entendía lo que quería decir. Es solo qué… - Como buen abogado, dijiste mucho sin decir nada en realidad. - No es que no hubiera sido claro, todo lo contrario. Pero no había acusado, ni tomado partido ni prácticamente nada que pudiese tomarse como una mala influencia. Era una opinión super objetiva de todo pese a la subjetividad que tenía por ser SU opinión. - Pero sí, aunque más que revancha es simple y llana venganza en un punto. Quiero ser yo la que pueda cambiar las cosas, pero pienso que me falta casi una década si no es que más, y espero de verdad que alguien, o muchos alguienes antes que yo puedan hablar por los demás. Mostrar que el sistema actual tiene fallas, no políticas, pero sí humanas. - Me recargo contra la pared más cercana, observándolo con gracia al notar que con él puedo hablar mucho más sinceramente, y mucho más seria que con su hermana. - Gracias por… bueno, esta charla. O por no tratarme como una niñita.
M. Meerah Powell
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Invitado
Invitado
Acabo por reírme, no puedo hacer otra cosa, con toda esa telenovela que se ha montado en su cabeza. Tengo una punzada interior que me dice que Meerah le hubiera agradado a mi abuela, esa mujer rubia de la que hay fotografías con extravagantes flores en su cabeza y en otras con bufandas de plumas, pequeños cortometrajes donde se ve pasando de la comedia al melodrama, de vez en cuando improvisando un baile. Reafirmo que me provoca la misma impresión que su tía Phoebe, siento que tal vez hay rostros de mi familia que no llegué a conocer y lo que sé de ellos, llegué a encontrarlos en personas con las que tal vez estaba escrito que coincidiera. —A mí me parece muy bien lo que has hecho— se lo digo, —tienes el mismo carácter fuerte que tu tía, ¿cómo puede esperar tu padre que acepten una prohibición así? No tiene sentido, la familia sigue siendo la familia, siempre— y no hay normas que puedan imponerse que vayan contra esta ley universal.

Como buen abogado— le muestro una sonrisa y la miro de lado, —fiscal o juez, no tengo una opinión final de las cosas sin llegar a conocer todo lo que pueda sobre la situación y las personas. Me escucharás decir muy cosas de una manera inamovible— me explico, el peso de la bebé en mis brazos se está volviendo cansador. —Si creyera en dogmas sería, no sé, ¿dentista?— y entonces suelto una carcajada que hace saltar a Tilly conmigo. Y entonces la tranquilizo, a ella y su pequeña cabecita rubia llena de inquietudes. —Lo haremos, lo estamos haciendo. Una voz llama a otra voz hasta que se junta un coro de voces, las más bajas llegan a escucharse fuerte cuando se unen a otras. Y sí— ensancho mi sonrisa porque apuesto a que va a arrugarme el entrecejo por lo que voy a decir, —eres muy joven para cambiar las cosas, Meerah—, casi que espero su respuesta de frustración. —Porque nadie cambia las cosas solo, nunca. ¿Lo entiendes? Somos varios, muchos. No existe un único héroe, eso solo ocurre en las historias de ficción donde es necesario seguir el camino del protagonista. Las cosas del mundo siempre… se cambian entre todos— froto la espaldita de Tilly, que ella también tendrá que hacer su parte llegado el mundo. —Y no eres una niña, no. Eres la primera adolescente que conozco que reconoce estar pasando por la rebeldía adolescente, que lo tiene así tan claro— vuelvo a reírme con fuerza, es que ni siquiera yo creo haber sido tan objetivo entonces, tratando de mantenerme serio en ocasiones me dejé llevar por la corriente y acabé en situaciones que me ayudan ahora a decir que algo de la adolescencia llegué a disfrutar y sufrir. — Siempre que necesites hablar podemos hacerlo, sabes que— es bueno volver sobre el mismo punto, —voy a escucharte antes de hacer cualquier juicio.
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