Neutral land

18 de septiembre

Ni bien apago la televisión, estiro mis brazos hacia atrás y miro el techo durante varios minutos en silencio. Intento procesar lo que acaba de ocurrir y cuya transmisión solo logré ver hasta el final porque durante todo lo que duró intenté imaginar que solo se trataba de una película de acción y no de personas reales siendo castigadas por cosas que no merecen. Amanita está conmigo, mirándome preocupada, y no tengo palabras para darle pues muchos de los que murieron allí eran como ella... Por favor, Andrew estaba allí, tipo sin el cual no estaría vivo ahora y que probablemente terminó allí solo porque lo dejé a su merced luego de la sobredosis - Ser esclavo de alguien amable es mejor a estar en el mercado - susurro para mi mismo - Pero ser esclavo de nadie está bien - continúo girando mi cabeza hacia un costado para encontrarme con los ojos de la elfina - Lo siento tanto... - murmuro y me da unas palmaditas en la cabeza. Claro que no es mi esclava, es mi amiga, a quien conozco desde hace años y poco a poco incluso se ha convertido en familia.

No sé cuánto tiempo pasa pero finalmente logro levantarme del sofá para estirar un poco las piernas. Pienso en darme un baño pero justo escucho la puerta abrirse y solo puede significar que Kenna está de vuelta luego de lo que probablemente habrá sido un día terrible de trabajo.

Le dedico una sonrisa triste desde el otro lado de la habitación y la observo ponerse cómoda con el hombro apoyado contra la pared. No quiero atacarla con mis pensamientos ni bien llega, pero realmente necesito hablar con alguien. No puedo hacerlo con Lara pues ella misma estaba en el palco de los ministros, avalando todo lo que estaba ocurriendo, de acuerdo... Lara estando de acuerdo con eso. No quiero ni pensarlo.

- El rubio alto que murió al principio era Andrew - comienzo sin poder contenerlo más - El esclavo tuve por un tiempo y me salvó de la sobredosis... ¿Alguien que salva a un mago que lo tiene de esclavo, merece morir de tan horrible manera? - claro que no, nadie merece hacerlo, ni siquiera los verdaderos delincuentes - No puedo seguir trabajando para ellos, Kenna, no cuando mi jefa ha diseñado la arena y ahora me entero que los reflectores que me pidió que arreglara la semana pasada fueron utilizados para eso, no puedo.

Cierro la puerta de casa tras de mí y apoyo la espalda en ella, cansada. Realmente agotada, a decir verdad, pues últimamente los días en el trabajo son intensos, las horas largas y las jornadas infinitas. Dejo las llaves en un pequeño cuenco que tenemos en el mueble de la entrada y camino hacia el salón. Ahí veo a Riley. Apoyo el hombro en el marco de la puerta y le miro, porque le pasa algo. No me lo ha dicho (todavía) pero le pasa algo, lo puedo ver en sus ojos. Y ya llevamos bastante tiempo juntos como para que pueda darme cuenta de cuando algo no va bien con él.

Me lo cuenta, entonces. Lo suelta. Y es duro escucharlo, más cuando todo lo que está pasando es tan crudo, tan voraz, y de repente tan real. La verdad es que he tratado estos días en el trabajo de encargarme de todo lo que no estuviera relacionado con la arena. Es un sistema que me pone nerviosa y que no entiendo, así que opto por alejarme de él. Obviamente he visto cosas, es imposible aislarse completamente de un suceso tan mediático, tan fuerte, tan... Tan impactante. Pero lo que dice Riley me hace temer —Riley...— porque ha muerto alguien importante para él. Alguien que le salvó la vida. Y eso hace que se me haga un nudo en la garganta.

—Lo siento mucho... Mierda, Riley— voy hacia él y le rodeo con mis brazos, en un intento de que este abrazo pueda calmar una fracción de lo que está sintiendo ahora mismo. Pero hay algo que me preocupa. Ha dicho que no puede seguir trabajando para ellos. Pero se siente responsable por lo que pasó... Y me preocupa que así sea, porque no debería —No puedes sentirte culpable por esto, Riley... Escapaba de tu conocimiento y de tus posibilidades. Al final, hiciste tu trabajo, y ha dado la casualidad que ha terminado ahí. Pero... Pero no puedes culparte por esta muerte, ¿de acuerdo?— le digo, con voz suave. Le acaricio las mejillas con las manos, cariñosa, y le doy un beso suave en la mejilla —. Así... ¿Quieres dejar tu trabajo?— pregunto, cautelosa. Porque es un gran paso. Y ni falta hace decir que yo le apoyaré en todo lo que decida, pero esto es fuerte.

Me dejo envolver en el abrazo y, como siempre, dejo de sentir que el mundo se está viniendo abajo. Al menos por el momento en que me encuentro entre los brazos de Kenna respiro con tranquilidad e intento poner mis pensamientos en orden - También estaba Donna, era una chica brillante en la escuela, y murió casi tan rápido como Drew - murmuro cayendo en la cuenta de ésto. No éramos muchos interesados en el club de robótica, recuerdo que cuando el gobierno cambió me resultó extraño no ver a Clay ente el equipo del ministerio pues no había forma de que una persona tan inteligente como ella no fuera una bruja... Otro punto para cuestionarnos nuestra supuesta superioridad en la que, ahora mismo, ya no creo nada.

Escucho su consuelo asintiendo porque sé que en realidad no es mi culpa. A lo largo de la vida tomamos decisiones que nos llevan por distintos caminos y a veces nuestras elecciones colaboran a que alguien llegue a un final poco agradable, pero no solo por nosotros sino por una infinita combinación de hechos que dependen de absolutamente todo el mundo. Como un videojuego, solo que aquí no podemos reiniciarlo buscando otro destino porque el mal es irreversible.

- Vamos a sentarnos, debes estar exhausta - esquivo por un momento su pregunta, aprovechando la cercanía de su mano a mi rostro para tomarla y dar un rápido beso en el dorso.

Nos llevo hasta el sofá en el que hasta hace unos momentos estaba viendo la arena en vivo y mastico un poco las palabras antes de continuar - No lo sé... No hay nada que me detenga ¿Cierto? No le debo nada al ministerio así que no tienen con qué chantajearme más que... Bueno, eso, y creo que ya es de dominio público - no tengo un pasado que ocultar y tampoco creo que crean que soy una amenaza lejos de su radar así que ¿Cuál es el punto de seguir trabajando allí? - Siento que las cosas están tomando un camino en el que nos obligarán a hacer cosas que no queremos hacer si no saltamos del barco ahora mismo - confieso con una mueca - No te preocupes, conseguiré otro empleo - intento bromear para aligerar un poco el ambiente.

Esquiva mi pregunta ofreciéndome que vayamos a sentarnos, alegando que debo de estar exhausta. La verdad es que sí lo estoy, parece que el trabajo de auror no es que tenga altibajos de intensidad, porque últimamente son todo incrementos en la tensión, la presión y la cantidad de trabajo. Aun así, le acaricio la mejilla a Riley y niego con la cabeza —No te preocupes— porque ahora mismo la preocupada de la pareja soy yo. Y mucho.

Tomamos asiento y termino acomodando mis piernas encima de las suyas. Abrazo suavemente al hombre, mirándole a los ojos, queriendo entender qué está ocurriendo dentro de su cabeza. Sintiendo que sus explicaciones no son para nada suficientes. Pero, en el fondo, entendiendo por qué está tomando una decisión como esta. Dejo que mis dedos jueguen con su pelo mientras pienso en mis palabras y en lo que acaba de decir antes de atreverme a hablar. Sonrío un poco con su útimo comentario y meneo la cabeza —No seas bobo, lo que menos me importa ahora mismo es si logras conseguir otro empleo o no. Lo que yo quiero es que puedas estar bien, ¿me oyes?— digo, con semblante serio.

Deposito un beso suave en sus labios y respiro hondo. Porque ha habido algo en sus palabras que se ha clavado en mi cerebro y me lo ha marcado con hierro candente. "Nos obligarán a hacer cosas que no queremos hacer si no saltamos del barco ahora mismo". Saltar del barco suena arriesgado. Demasiado. Tal vez no para alguien como él con un empleo como el suyo, pero sí para alguien como yo. Y soy consciente de que cada día estamos más cerca de un punto de no retorno. Pero... ¿Qué se supone que tengo que hacer yo?

—¿Cómo vas a comunicarlo? Que quieres dejar el trabajo, digo— susurro, sin sentir la necesidad de hablar más alto debido a la proximidad entre ambos —¿Vas a inventarte alguna excusa, o alegarás que quieres tomar tu propio rumbo más allá del Ministerio?— pregunto. Porque me da miedo que alguien se tome mal su partida. No quiero que le pase nada malo a Riley.

Me acomodo en el sillón y uso mi brazo para atraerla en un abrazo, ojalá pudiese quedarme así y no tener que ir al ministerio a renunciar por cuestionar los ideales que quieren meternos, me gustaría que todos pudiesen estar así con una persona que aman ahora mismo y no pensando en lo que acaba de ocurrir en el distrito 13. Lo peor es que esa no ha sido la peor parte, los rebeldes ya han respondido a cosas así antes y ahora tenemos a Hermann Richter que no dudará en vengar a sus compañeros humanos.

- Lo estaré, Kenna, lo estaré - respondo con una sonrisa dejando caer mi cabeza en su dirección mientras acaricio una de sus piernas distraídamente - Solía pensar que nací para trabajar y morir creando cosas para el ministerio y que sin eso no sería nada pero... Puedo sobrevivir sin ese trabajo, incluso si debo repartir pizzas por un tiempo - eso no va a pasar que ni siquiera sé andar en bicicleta y estoy seguro de que hacerlo es escoba terminaría habiendo lluvia de muzarella todos los días- Estaré bien.

Devuelvo el beso y acaricio su rostro pues es por ella que sé que todo estará bien. No puedo evitar pensar en lo que ella misma tendrá que enfrentar en el futuro y me pone la piel de gallina de solo pensarlo, es diferente para los aurores y miembros más cercanos a los escalones más altos del gobierno pues se espera algo de ellos... En cambio nadie esperaba nadie de mí y por primera vez en la vida, me alegro de que así sea.

- No voy a montar un gran número musical, eso seguro - respondo con una sonrisa dejando caer mi cabeza en el respaldo del sofá. Miro el techo por un momento deseando tener el regalo de Mathilda para poder ver las estrellas aún aunque sea de día y estar bajo techo - Enfrentar a Jensen no será nada sencillo, pero supongo que puedo decir que quiero trabajar por mi cuenta - no es una mala idea, requerirá pensarlo y planearlo mucho pero no es imposible - De todas formas creo que siempre habrá trabajo para alguien como yo en el distrito 3 - allí comencé mi carrera y no veo por qué no terminarla allí también - Todo ésto si no explotamos mañana... Estos días ya no se sabe - bromeo aunque la sonrisa que largo no es demasiado honesta, quizás porque realmente es posible.

Sonrío, divertida, ante su respuesta jocosa. Creo que ver que tiene ánimos para bromear incluso en una situación así me hace estar más tranquila. Más segura de que estará bien. Aunque lo que dice luego, de que siempre habrá trabajo para alguien como él en el distrito tres... Por alguna razón creo que no me gusta la idea.

Me acurruco junto a él y beso suavemente su cuello, queriendo que se sienta cuidado, mimado. Queriendo que, por encima de todo, esté bien —Trabajar por tu cuenta no es tan mala idea— le digo, queriendo animar ese pensamiento —Está demostrado que puedes hacer grandes cosas sin el apoyo del Ministerio— comento. Porque él siempre ha hecho sus inventos, sus investigaciones. Sin ir más lejos, la primera vez que entré en esta casa, él ya me quiso enseñar todo un mundo virtual que había programado. Claramente tiene talento.

—Podrías... Programar juegos. O hacer juguetes. Ya lo haces para tu ahijada, se te da genial y siempre pareces contento cuando piensas en esas cosas— digo, algo distraída, pensando que, en el fondo, Riley es un hombre que está contento con la felicidad de los demás. Y eso resulta indudablemente adorable, y es una de las razones por las que siento tantas cosas por él —Aunque entiendo que puede dar miedo que un hobbie se tenga que convertir en un oficio— añado.

No digo más sobre el tema, porque me pierdo en mis propios pensamientos. En mi temor. Él se está apartando del ministerio. Pero ha mencionado otro distrito, y a mí me ha quedado la duda dentro. Y prefiero preguntar —Cuando has dicho lo del trabajo en el tres... ¿Ese plan incluiría que te tuvieras que mudar ahí? ¿O seguirías viviendo en el Capitolio y viajarías?— pregunto, en voz baja, escondiendo el rostro en su pecho.

Sonrío agradeciendo el voto de confianza y la observo por unos segundos en silencio, cada detalle de sus ojos sin encontrar una pizca de exageración o duda... De verdad cree que puedo hacerlo y es todo lo que necesito para ponerme de pie y enfrentar al mundo ahora, o, en éste caso, programar videojuegos o hacer juguetes un poco más avanzados de lo que venden en las jugueterías - Es curioso que digas lo de programar pues varias veces soñé que era programador, que vivía en una mansión en el bosque y la gente me llamaba Absolem - la oruga azul, tengo algo con esa criatura de Alicia en el país de las maravillas - No te preocupes que ahora tengo de todo menos miedo - continúo antes de buscar sus labios.

Su pregunta me toma por sorpresa pues no había pensado al respecto, no en mudarme, sino en tener que aclararlo... ¿Mudarme y apartarme de ella? No podría hacerlo nunca. La rodeo con un abrazo y dejo un beso en su coronilla. Más allá de mis sentimientos por ella ahora mismo, creo que no podría volver a vivir en el sitio en el que me sumergí en mi espiral de oscuridad, en dónde casi morí y del cual solo tengo malos recuerdos quitando las veces que estaba demasiado drogado como para ver el lado luminoso de la vida.

- Puedo aparecerme allá para ir a trabajar - la tranquilizo con una sonrisa - De todas formas tengo mi laboratorio transportable que puedo poner dónde quiera cuando quiera - ¿Mi mejor invento, quizás? Deberían llamarme doctor Pym en lugar de Kavalier. Pero ya que ha sacado el tema, creo que debería darle un poco más de profundidad... Quierp que sepa por qué no me mudaría, el por qué bonito.

-Kenna... Desde que vivimos juntos mi vida ha dado un vuelco, me he enamorado de tí... Te amo, sí y ya estoy listo para decirlo en voz alta - porque el sentimiento lo tengo desde hace mucho - Así que no podría irme sin más, aquí soy feliz.

Sonrío con su comentario. Porque sus sueños son de lo más graciosos, pero a veces me cuesta discernir cuándo habla de sueños normales y cuándo habla de sueños influenciados por las sustancias de las que abusaba en sus días más oscuros. Le miro a los ojos, sonriendo un poco —Esto de llamarte Absolem no me convence, pero no seré yo quién diga que no a vivir algún día en una mansión del bosque— bromeo, acariciando suavemente la piel de la nuca de Riley, con sumo cuidado, con cariño.

Y siento alivio. Un alivio mucho más grande de lo que esperaba. Porque desestima la posibilidad de tener que mudarse para trabajar fuera, dice que puede aparecerse, trabajar con uno de sus brillantes inventos. Pero luego... Luego dice unas palabras que hacen que la ternura me inunde de pies a cabeza —Riley...— le acaricio las mejillas, con cuidado. Porque ya llevamos un buen tiempo juntos, pero que diga esto mientras me deja claro que no va a mudarse para trabajar porque quiere vivir aquí conmigo... Es fuerte. Es muy fuerte.

—Yo también te quiero— le susurro, con una sonrisa, acercando mis labios a los suyos para besarle —. Muchísimo. Te quiero muchísimo— añado, entre besos. Decido acomodarme sobre sus piernas, entre beso y beso, para estar más cerca de él, y termino apoyando mi frente contra la suya, disfrutando de su proximidad, de su presencia —Y quiero que recuerdes que tienes mi apoyo en todo. Que te apoyaría incluso si mañana te levantas y me dices que tu verdadera pasión es la repostería y que quieres abrir un restaurante donde solamente se sirvan galletas y pasteles. Incluso así estaría a tu lado— añado, bromeando, y busco sus labios de nuevo.

Se me escapa una risa y luego hago una mueca burlona pues es algo que podemos considerar más adelante. Yo tampoco me quejaría por vivir en una mansión en el bosque, quizás algún día ¿Quién sabe? Aún tenemos toda la vida por delante para cumplir metas descabelladas. Sería una buena forma de apartarme por completo de la locura que significa ésta guerra, no solo dejaría de trabajar en el ministerio sino que también me apartaría de la gente que ciegamente hace todo para que un bando u otro gane. Algo así como se sentía en el distrito 9... Paz absoluta.

No hay rechazo de su parte por mis palabras, aunque a decir verdad, no esperaba que lo hubiera. La abrazo por la cintura y respondo a cada uno de los besos. Desde aquel primero que compartimos solo por un juego, no se ha perdido ni un poco la chispa pues siento exactamente lo mismo y quizás con más intensidad... Me siento afortunado, querido y con muchas ganas de entregar todo lo que tengo y soy a ella.

- Lo haría pero no estoy listo para vivir quebrado - sigo con su broma entre risas antes de levantarla contra mi cuerpo y así comenzar a subir las escaleras. No sé si una tienda de pasteles será mi llamado, pero estoy seguro de que se vienen cosas diferentes en el futuro... A veces siento que todo comenzó siendo un joven asustado con muchas ideas pero sin confianza para ejecutarlas, sentado en una cafetería con demasiado dulce sobre la mesa curiosamente... Pero ya no más, ese chico quedó atrás para convertirse en el hombre que soy hoy, uno cuya batalla no se pelea con armas en un campo pero que está dispuesto a ganarla a toda costa.