OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Me toma por sorpresa que las visitas de Maeve a mi casa se vean reducidas de pronto, aparentemente por un trabajo la mantiene ocupada. Frunzo mi ceño con preocupación, ¿por qué tendría que trabajar? ¿Qué falta le hace? No me parece que pueda haber algo más importante que el entrenamiento, es algo que le hace bien a ella, que las limite a unas pocas veces por semana no me parece adecuado. He tratado con adolescentes antes como para no dar por cerrada una discusión con un aviso por mensaje, sobre que se le ha complicado los horarios y puesto que era tiempo que lo había reservado para ella entre mis propias responsabilidades, lo uso para citarla en un lugar donde podamos vernos. Sea su lugar de trabajo si hace falta. Si hay algo que me sorprende todavía más, es esté trabajando en la isla ministerial. Me presento en el muelle con mi uniforme, así el pase se hace más sencillo y me encamino a la casa del ministro Powell. Powell. Cada paso que doy hasta llegar a su puerta lo hago masticando cenizas en la boca, coincidir con el hijo mayor de Hermann y hermano de Phoebe es todo lo que me falta para concluir que esta familia es mi karma.
La encuentro a la muchacha esperándome fuera, los jardines delanteros son amplios como para disfrutarlos, que es lo que haría cualquier niño, tal como la que sostiene en brazos. Morgana, tenme piedad. Los ojos grandes y negros, tan distintos a los azules característicos de esta familia, me miran como si me conocieran. La menor de todos las Powell, nieta de Hermann para desgraciada suya y de todos, por no creo que nadie en esta casa esté orgulloso de compartir sangre con ese bastardo. Retiro mi mirada de la bebé, evitándola adrede, el rostro juvenil de Maeve logra devolverme el ánimo, apartando la amargura de un pasado que no se puede cambiar, y recordándome que hay todo un futuro, que ya no será mío, pero puede ser de ella. Si tan solo se encargara de sus cosas y dejara que esta familia que no trae suerte a nadie, se encargue de las suyas y sus vástagos. —¿Este es tu trabajo de medio tiempo?— consulto. —No quiero tener que hablar con el juez Davies, Mae. El trato que tenemos es entre nosotras. Pero, ¿tienes necesidad de trabajar en tus horas libres? ¿Qué harás cuando retomes las clases?— pregunto con la misma preocupación que he manifestado hacia ella desde un principio. La bebé con sus gorjeos y los piecitos que sacude en el aire exige de regreso mi atención, la ignoro. —Mae, te compromiste a entrenar y esto va a retrasarte. Si se trata de disciplina, no puedes… solo abandonarlo para…— bufo cuando la niña chilla más fuerte, —encargarte de una bebé. ¿Ellos saben que eres licántropo?— pregunto. El egocentrismo de la niña es insufrible, cierro mis manos alrededor de esos piecitos inquietos y le muestro una sonrisa forzada. —¿Quieres jugar, pequeña Powell?— le hablo, esta vez sí le sostengo la mirada, no logrará intimidarme tan fácil. —Tienes unos piecitos muy tiernos, ¿puedo probarlos?— este juego ya lo jugué con su abuelo.
La encuentro a la muchacha esperándome fuera, los jardines delanteros son amplios como para disfrutarlos, que es lo que haría cualquier niño, tal como la que sostiene en brazos. Morgana, tenme piedad. Los ojos grandes y negros, tan distintos a los azules característicos de esta familia, me miran como si me conocieran. La menor de todos las Powell, nieta de Hermann para desgraciada suya y de todos, por no creo que nadie en esta casa esté orgulloso de compartir sangre con ese bastardo. Retiro mi mirada de la bebé, evitándola adrede, el rostro juvenil de Maeve logra devolverme el ánimo, apartando la amargura de un pasado que no se puede cambiar, y recordándome que hay todo un futuro, que ya no será mío, pero puede ser de ella. Si tan solo se encargara de sus cosas y dejara que esta familia que no trae suerte a nadie, se encargue de las suyas y sus vástagos. —¿Este es tu trabajo de medio tiempo?— consulto. —No quiero tener que hablar con el juez Davies, Mae. El trato que tenemos es entre nosotras. Pero, ¿tienes necesidad de trabajar en tus horas libres? ¿Qué harás cuando retomes las clases?— pregunto con la misma preocupación que he manifestado hacia ella desde un principio. La bebé con sus gorjeos y los piecitos que sacude en el aire exige de regreso mi atención, la ignoro. —Mae, te compromiste a entrenar y esto va a retrasarte. Si se trata de disciplina, no puedes… solo abandonarlo para…— bufo cuando la niña chilla más fuerte, —encargarte de una bebé. ¿Ellos saben que eres licántropo?— pregunto. El egocentrismo de la niña es insufrible, cierro mis manos alrededor de esos piecitos inquietos y le muestro una sonrisa forzada. —¿Quieres jugar, pequeña Powell?— le hablo, esta vez sí le sostengo la mirada, no logrará intimidarme tan fácil. —Tienes unos piecitos muy tiernos, ¿puedo probarlos?— este juego ya lo jugué con su abuelo.
Después de tener a mi padre por semaaaanas, tantas que se cumplieron meses, a mi oreja y espaldas diciéndome que debo encontrar un trabajo, que ya estoy en la edad de empezar a aprender lo que es la responsabilidad, puede darse con un canto en los dientes con que haya conseguido un empleo a medio tiempo como niñera. Digamos que lo de trabajar en un restaurante de comida rápida, friendo patatas y haciendo hamburguesas no me fue muy bien, como tampoco lo de ser camarera. Tengo buenos reflejos, especialmente desde mis nuevas habilidades, la magia ayuda a manejar los platos, pero lo que es la toma de pedidos... bueno, confundí a un vegetariano con una persona que pidió un filete de carne bien graso. Si no me despidieron por aquello, lo hicieron porque tengo muy mala memoria. Después de haber intentado como veinte trabajos, fracasar en todos y tirarme en el sofá compungida sin entender por qué la vida me hizo torpe y desastrosa, llegué a la conclusión de que simplemente me tendré que casar con un narcotraficante si quiero llegar a ser rica.
¡Pero oh, salvadora de las miradas reprochadoras de mi padre! Meerah es tan buena persona que, pese a saber de mis faltas, aun así ha sido tan gentil como para proponerme a su... no sé si llamarla madre o madrastra, tampoco es importante en este punto. Lo que iba diciendo, resulta que los Powell andan buscando una niñera para cuidar de su nueva hija para liberarlos un poco de su horario apretado. Claro que esta persona debe de ser de confianza y cuando mi amiga me ofreció la idea, no voy a negar que me entró el pánico. Porque un bebé... bueno, es un bebé, nunca se sabe lo que quieren, se pasan el día llorando, y si no lo hacen gritando lo hacen cagándose encima. Un completo caos. Demasiado como para sumar el mío en su alrededor. Aun así, y por obra de un milagro, pasé la prueba, aunque creo que resultó más bien una asociación de Lara y Meerah conjuntas, porque estaba más que claro que las otras candidatas tenían mucha mayor experiencia que yo.
¡Y en realidad es más fácil de lo que creía! Por norma general, Tilly es una niña tierna, duerme bastantes horas al día y he aprendido a controlar sus rabietas con una pluma de juguete que le acaricia la nariz para hacerla estornudar. Eso es más por mi diversión que otra cosa, pero a ella también parece entretenerla así que creo que las dos nos llevamos bastante bien. El buen tiempo nos acompaña a la bebé y a mí a los jardines delanteros de la mansión de los Powell, sobre una manta que extiendo en el suelo a modo de mantón como si estuviéramos teniendo un picnic. La tengo entre mis brazos, poniéndole caras mientras sus pequeños ojos me observan con curiosidad. — ¿Verdad que las nubes son bonitas, Tilly? — con una mano señalo el cielo para que las vea, acompaño su dedo para que ella misma también sea capaz a imaginariamente tocarlas. — Algún día, cuando seas más mayor, podrás volar entre ellas, ¿qué te parece? Mira, esa se parece a tu padre, tiene hasta su... — nariz, iba a decir, pero somos interrumpidas por la figura alta de Rebecca.
¡Claro, habíamos quedado hoy! Maldición, se me había olvidado por completo. — Holis. — la saludo, culpable como me siento, y muevo una de las manitas de Tilly para acompañarlo. — Técnicamente, fue idea de mi padre. Según él tengo que empezar a aprender lo que es la responsabilidad, y cree que teniendo un trabajo a medio tiempo me hará comprender lo mucho que cuesta conseguir dinero y que no puedo derrocharlo así como así. — explico, bastante más entretenida en la hermana de Meerah que en la preocupación de Rebecca en sí. — No voy a rezagarme con los entrenamientos, es más, había pensado en dejar el colegio. Las dos sabemos que no iba a graduarme igual, ¿por qué retrasarlo? Siendo licántropo, y con el entrenamiento suficiente, podría unirme a tus filas cuando sea algo más grande. — para esto sí la miro, aunque no hay rastro del nerviosismo que recorre su rostro. Sé que ella no estará de acuerdo en que tome esta decisión, pero tampoco es como que tenga alternativas. — ¡Hey! ¡Cuidado con sus piececitos! — le doy un golpe suave en las manos para que las aparte de la bebé, es un golpe amistoso porque es mi mentora, pero sí aparto un poco a Tilly hacia mi pecho, protectora de mi pequeña padawan. — Los necesitará para caminar, y ya le dije que la llevaría a la feria cuando pudiera hacerlo, a comer algodón de azúcar. Le estaba explicando sobre las nubes. — señalo hacia arriba como si hiciera falta una explicación más obvia, pero claro que ella no tarda en sacar la charla amarga. — No saben que lo soy, ¿acaso importa? — nadie preguntó en la entrevista, y lo que no se cuenta es bien sabido por todos que no pasó.
¡Pero oh, salvadora de las miradas reprochadoras de mi padre! Meerah es tan buena persona que, pese a saber de mis faltas, aun así ha sido tan gentil como para proponerme a su... no sé si llamarla madre o madrastra, tampoco es importante en este punto. Lo que iba diciendo, resulta que los Powell andan buscando una niñera para cuidar de su nueva hija para liberarlos un poco de su horario apretado. Claro que esta persona debe de ser de confianza y cuando mi amiga me ofreció la idea, no voy a negar que me entró el pánico. Porque un bebé... bueno, es un bebé, nunca se sabe lo que quieren, se pasan el día llorando, y si no lo hacen gritando lo hacen cagándose encima. Un completo caos. Demasiado como para sumar el mío en su alrededor. Aun así, y por obra de un milagro, pasé la prueba, aunque creo que resultó más bien una asociación de Lara y Meerah conjuntas, porque estaba más que claro que las otras candidatas tenían mucha mayor experiencia que yo.
¡Y en realidad es más fácil de lo que creía! Por norma general, Tilly es una niña tierna, duerme bastantes horas al día y he aprendido a controlar sus rabietas con una pluma de juguete que le acaricia la nariz para hacerla estornudar. Eso es más por mi diversión que otra cosa, pero a ella también parece entretenerla así que creo que las dos nos llevamos bastante bien. El buen tiempo nos acompaña a la bebé y a mí a los jardines delanteros de la mansión de los Powell, sobre una manta que extiendo en el suelo a modo de mantón como si estuviéramos teniendo un picnic. La tengo entre mis brazos, poniéndole caras mientras sus pequeños ojos me observan con curiosidad. — ¿Verdad que las nubes son bonitas, Tilly? — con una mano señalo el cielo para que las vea, acompaño su dedo para que ella misma también sea capaz a imaginariamente tocarlas. — Algún día, cuando seas más mayor, podrás volar entre ellas, ¿qué te parece? Mira, esa se parece a tu padre, tiene hasta su... — nariz, iba a decir, pero somos interrumpidas por la figura alta de Rebecca.
¡Claro, habíamos quedado hoy! Maldición, se me había olvidado por completo. — Holis. — la saludo, culpable como me siento, y muevo una de las manitas de Tilly para acompañarlo. — Técnicamente, fue idea de mi padre. Según él tengo que empezar a aprender lo que es la responsabilidad, y cree que teniendo un trabajo a medio tiempo me hará comprender lo mucho que cuesta conseguir dinero y que no puedo derrocharlo así como así. — explico, bastante más entretenida en la hermana de Meerah que en la preocupación de Rebecca en sí. — No voy a rezagarme con los entrenamientos, es más, había pensado en dejar el colegio. Las dos sabemos que no iba a graduarme igual, ¿por qué retrasarlo? Siendo licántropo, y con el entrenamiento suficiente, podría unirme a tus filas cuando sea algo más grande. — para esto sí la miro, aunque no hay rastro del nerviosismo que recorre su rostro. Sé que ella no estará de acuerdo en que tome esta decisión, pero tampoco es como que tenga alternativas. — ¡Hey! ¡Cuidado con sus piececitos! — le doy un golpe suave en las manos para que las aparte de la bebé, es un golpe amistoso porque es mi mentora, pero sí aparto un poco a Tilly hacia mi pecho, protectora de mi pequeña padawan. — Los necesitará para caminar, y ya le dije que la llevaría a la feria cuando pudiera hacerlo, a comer algodón de azúcar. Le estaba explicando sobre las nubes. — señalo hacia arriba como si hiciera falta una explicación más obvia, pero claro que ella no tarda en sacar la charla amarga. — No saben que lo soy, ¿acaso importa? — nadie preguntó en la entrevista, y lo que no se cuenta es bien sabido por todos que no pasó.
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—Por un lado, creo que debo felicitarte lo bien que escuchas a tu padre sobre esto de conseguir un trabajo y practicar la responsabilidad— lo voy diciendo con un tono mesurado, alisando con una mano la pechera de mi chaqueta del uniforme. —Por el otro lado, me gustaría saber qué te dijo él al escucharte que piensas abandonar la escuela— esto último ya lo dijo con un sesgo claramente reprobador, se me hace más profunda la voz y hasta mis cejas se fruncen en un gesto que buscan intimidarla, porque se ha mandado una buena, solo por ese comentario si fuera su madre… ¡Por Morgana! ¡Adolescentes! Presiono el puente de mi nariz con mis dedos para llamar a la calma y que este cortocircuito mental que tengo de escucharle decir esa barbaridad de que va a abandonar la escuela no acabe conmigo. —Eso ni siquiera está en discusión, Mae. Irás a la escuela hasta que te echen si te tienen que echar, pero estudiar es tu derecho y lo vas a ejercer, porque peor… siempre es peor, no tenerlo— hablo con dureza para hacerla entrar en razón. —Y te vas a graduar, como sea, te vas a graduar.
Si ella se aparta, si ella misma se excluye, sus derechos se convierten en privilegios de los que viven otros. De niñas como esta que carga en brazos, nacida en una cuna de privilegios robados a otros, dentro de este palacio en la isla más protegida del país. La ironía es que quien la cuide sea una licántropo que guarda esto en secreto. —Es importante, sí. Pero si no quieres decirlo, supongo que es lo mejor…— digo, puedo ver a los padres de esta niña con la misma mirada de terror al monstruo que tienen enfrente que recibí más de una vez, pese a que nos pudieran estar viendo a nuestra cara humana. El modo en que tienen los ojos de las personas para vernos depende mucho de lo que saben de nosotros y de los prejuicios que carguen. ¿Qué puedo esperarme de la familia para la que trabaja? Están aquí, en esta isla que es un paraíso. Los Powell, en especial, tienen eso de querer dejar fuera de sus casas la mierda que bien conocen y con la que han tenido trato, para que sus espacios sean impolutos. Desde Hermann hasta Phoebe, por lo que tengo entendido su hijo también. —No le haré nada, Maeve— tranquilizo a la chica, descarto el juego peligroso con la niña, mejor aparto la mirada para no tener que proyectar fantasmas. —Pero no me gustan especialmente los bebés… prefiero tratar con adolescentes, en especial con esos que tienen ideas raras sobre dejar las clases, así puedo darle tirones de oreja— vuelvo sobre lo mismo, mis manos en mis caderas para reafirmarme en mi postura. —¿Te falta un año para ser mayor de edad, no? Hasta entonces, irás. Porque si abandonas, seré la primera en poner una denuncia a tu padre por irresponsable. Podemos espaciar los entrenamientos, eso no importa… mientras no sea para que te desvivas para atender a una niña.
Si ella se aparta, si ella misma se excluye, sus derechos se convierten en privilegios de los que viven otros. De niñas como esta que carga en brazos, nacida en una cuna de privilegios robados a otros, dentro de este palacio en la isla más protegida del país. La ironía es que quien la cuide sea una licántropo que guarda esto en secreto. —Es importante, sí. Pero si no quieres decirlo, supongo que es lo mejor…— digo, puedo ver a los padres de esta niña con la misma mirada de terror al monstruo que tienen enfrente que recibí más de una vez, pese a que nos pudieran estar viendo a nuestra cara humana. El modo en que tienen los ojos de las personas para vernos depende mucho de lo que saben de nosotros y de los prejuicios que carguen. ¿Qué puedo esperarme de la familia para la que trabaja? Están aquí, en esta isla que es un paraíso. Los Powell, en especial, tienen eso de querer dejar fuera de sus casas la mierda que bien conocen y con la que han tenido trato, para que sus espacios sean impolutos. Desde Hermann hasta Phoebe, por lo que tengo entendido su hijo también. —No le haré nada, Maeve— tranquilizo a la chica, descarto el juego peligroso con la niña, mejor aparto la mirada para no tener que proyectar fantasmas. —Pero no me gustan especialmente los bebés… prefiero tratar con adolescentes, en especial con esos que tienen ideas raras sobre dejar las clases, así puedo darle tirones de oreja— vuelvo sobre lo mismo, mis manos en mis caderas para reafirmarme en mi postura. —¿Te falta un año para ser mayor de edad, no? Hasta entonces, irás. Porque si abandonas, seré la primera en poner una denuncia a tu padre por irresponsable. Podemos espaciar los entrenamientos, eso no importa… mientras no sea para que te desvivas para atender a una niña.
¿Verdad que puedo ser responsable a mi manera? Incluso cuando peque de irresponsable a veces y a todo el mundo le encante tomarme por guasa, en ocasiones puedo llegar a sorprender para bien. Nada que ver con que fue mi amiga la que me consiguió este trabajo y que de no ser por ella probablemente seguiría tirada en mi sofá, quejándome de que nadie me contrató mientras me inflo a un bol de palomitas. Claro que Rebecca tiene que estropearlo con un minúsculo detalle que todavía no he solucionado. — Bueno, es que técnicamente también, esa parte del plan todavía no se la he comentado. Verás… Estaba pensando en hacerle una presentación de powerpoint, así para que vea claro que me lo tomo en serio. — ¿porque decidir no regresar al colegio es una decisión seria? Lo más probable es que a sus ojos no, como a ojos de mi mentora tampoco parece serlo incluso cuando le he dicho que eso me dará más tiempo para los entrenamientos. Obvio que se lo toma a mal, mis intentos de que suene en broma y a la vez reforzar que estoy hablando completamente en serio no parecen funcionar a primeras. — ¡Pero es que no le veo el sentido de continuar con algo que no me va a servir en el futuro! — exclamo, tan quejosa que utilizo a Tilly para que mi puchero no se vea tan exagerado en comparación con el que pone ella cuando la abrazo con fuerza en busca de apoyo moral. Sí, aunque sea el de un bebé. — No me gusta estudiar, no es que no me guste, que tampoco, pero no se me da bien, ¡y no hay nada que quiera hacer en el futuro que se incluya en las carreras prescritas! No quiero tener cuarenta años y seguir yendo a la clase con estudiantes de dieciséis. ¿Quieres que me convierta en un hazmerreír? ¿Es eso lo que quieres? — lloriqueo, dramatizo todo lo que puedo en lo que echo mi cabeza hacia atrás en un falso llanto, como si estuviera pidiéndole ayuda a dios mismo por esta tortura.
¡Pues claro que no quiero decirlo! ¿No son evidentes los motivos? — Meerah es mi amiga, sé que ella comprendería en cierto modo, a su manera, pero no sabría decir lo mismo de los padres. — le explico, encogiéndome de hombros. Conozco de los prejuicios que hay sobre los licántropos pese a haberme unido a su manada en tiempo reciente, no necesito que para encontrar un simple trabajo de niñera me hagan un estudio al completo sobre mi expediente. Que bueno, ahora que lo pienso… siendo la hija de un ministro, creo que es por eso por lo que casi me piden hasta mi grupo sanguíneo. Y sabía que no le haría nada, soy una niñera de calidad, bajo mi cuidado este bebé no tendrá ni un solo rasguño y solo lloriqueará cuando sea hora de salir por la puerta de su hogar para regresar al mío. — ¿Qué tienen de malo los bebés? — le pregunto, falseo un poco la inocencia de mi voz en lo que acompaño mi actuación colocando un poco el vestido de Tilly, que así puedo aprovechar a enterarme un poco de cómo es Rebecca fuera del ámbito “profesional” que nos une. Chasco la lengua cuando regresa sobre el tema de abandonar el colegio, ruedo los ojos antes de posarme sobre su figura que me recuerda a la que tendría una madre. Me tapo una de mis orejas al no poder hacerlo con ambas por sostener a la bebé ante esa amenaza que a mí me suena bastante directa. — Pero es que es una niña muy mona, ¡y no sería por ella! Vamos… hasta tú tienes que reconocer que lo mejor que puedo hacer es centrarme tan solo en los entrenamientos, es donde está mi futuro, después de… bueno, todo. — que la cicatriz que porto ahora sobre la parte baja de mi abdomen quedará como una marca que decidirá por mí a dónde pertenezco, es algo con lo que estoy aprendiendo a tener mi paz. Tampoco es como si hubiera tenido un abanico amplio de posibilidades en el futuro siendo lo que era hace un año, así que…
¡Pues claro que no quiero decirlo! ¿No son evidentes los motivos? — Meerah es mi amiga, sé que ella comprendería en cierto modo, a su manera, pero no sabría decir lo mismo de los padres. — le explico, encogiéndome de hombros. Conozco de los prejuicios que hay sobre los licántropos pese a haberme unido a su manada en tiempo reciente, no necesito que para encontrar un simple trabajo de niñera me hagan un estudio al completo sobre mi expediente. Que bueno, ahora que lo pienso… siendo la hija de un ministro, creo que es por eso por lo que casi me piden hasta mi grupo sanguíneo. Y sabía que no le haría nada, soy una niñera de calidad, bajo mi cuidado este bebé no tendrá ni un solo rasguño y solo lloriqueará cuando sea hora de salir por la puerta de su hogar para regresar al mío. — ¿Qué tienen de malo los bebés? — le pregunto, falseo un poco la inocencia de mi voz en lo que acompaño mi actuación colocando un poco el vestido de Tilly, que así puedo aprovechar a enterarme un poco de cómo es Rebecca fuera del ámbito “profesional” que nos une. Chasco la lengua cuando regresa sobre el tema de abandonar el colegio, ruedo los ojos antes de posarme sobre su figura que me recuerda a la que tendría una madre. Me tapo una de mis orejas al no poder hacerlo con ambas por sostener a la bebé ante esa amenaza que a mí me suena bastante directa. — Pero es que es una niña muy mona, ¡y no sería por ella! Vamos… hasta tú tienes que reconocer que lo mejor que puedo hacer es centrarme tan solo en los entrenamientos, es donde está mi futuro, después de… bueno, todo. — que la cicatriz que porto ahora sobre la parte baja de mi abdomen quedará como una marca que decidirá por mí a dónde pertenezco, es algo con lo que estoy aprendiendo a tener mi paz. Tampoco es como si hubiera tenido un abanico amplio de posibilidades en el futuro siendo lo que era hace un año, así que…
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¿Cómo que no va a servirle para su futuro? Educarse es lo que le dará un futuro. Estoy a punto de sufrir un colapso nervioso por una hija adolescente que ni siquiera es mía, aunque de la boca para afuera, por todo lo que le digo, pareciera que lo fuera. No quiero llegar al punto de tener que engatusar a su padre, pero lo estoy considerando muy seriamente si eso me da algún tipo de influencia sobre las decisiones respecto a su vida y su futuro. Me siento responsable de ella, así como en su momento me sentí respecto a Santiago. Y antes de ellos… no quiero pensarlo, no tenía nada bueno que ofrecer en aquel entonces, lo que tengo para dar ahora tampoco es algo que sea para todos, sino para que aquellos chicos marginados por una enfermedad que no nos mata, sino que nos retiene en una vida de martirio. Pero este martirio se ha reducido a lo físico, en el pasado también fue psicológico al ser excluidos y privados de derechos, esos que Maeve tira a un tacho como si nada. —Ya sea que quieras ser niñera o cartonera debajo del puente del Capitolio, terminarás tu educación básica primero.
Este tono de autoridad de madre lo habré sacado de algún lado que no me pertenece, nunca me creí capaz de hablar así, debe ser que me voy haciendo mayor y la diferencia de edad se siente, la veo como si midiera poco más de un metro. —Las carreras recién se eligen al optar por especializaciones, entonces serás mayor de edad. Si quieres trabajar o quieres ser parte del escuadrón, me aseguraré que así sea, pero no porque sea la única opción a la que te hayas resignado…—. No lo quiero para ella, para ninguno de los chicos que se calzan el uniforme. Sé lo que es tener opciones recortadas a una única que es la peor posible. —Nunca serás el hazmerreír, Maeve. Nunca permitas que te traten así, pero no renuncies a oportunidades que te mereces por miedo a serlo— es el consejo que le doy en un tono mucho más suave, ese que voy descubriendo o recuperando de algún tiempo que fue quedando tan atrás que lo olvidé.
Suspiro al darle la razón sobre la actitud reacia que podrían tomar los padres de la bebé al saber de la condición de su niñera, es una pena que siendo quienes somos, el prejuicio siga siendo latente como para tener que mantenerlo en secreto. Reprimo una risa amarga por lo irónico de que los magos hayan tenido que guardar su secreto por tanto tiempo, para que en este presente nosotros también nos andemos con reservas cuando se nos ha dado cierta libertad. Eso nos sigue dejando muy debajo de los magos, siendo que tanto Mae como yo somos brujas al fin y al cabo, tal como es esta niña a la que miro con curiosidad, sus ojos son demasiados grandes como para caber en su cara, deberían darle una mala apariencia y sin embargo la hace simpática. Son oscuros, así que no tienen ningún significado para mí. Decido ser honesta con la chica al contestar su pregunta. —Tuve un bebé una vez— siento esa necesidad de tomar esta oportunidad, que no es la primera, ni la tercera, ya he perdido la cuenta de las oportunidades que estropee, para tener un vínculo de confianza real con alguien que pretendo proteger y eso exige compartir parte de mí, lamentablemente hay partes oscuras que por cobardía mantengo en reserva. —Y murió— esa palabra cae sobre nosotras con todo su peso, miro el contorno de los árboles del jardín recortándose contra el cielo despejado para no tener que descubrir su reacción a mi mentira.
—Los entrenamientos no son tu futuro, son una fortaleza que te servirán a futuro. Es un lugar al que puedes pertenecer si quieres, pero no el único al que estás limitada. Tiene que ser una elección la que hagas para estar ahí, Mae…— pienso como explicárselo, tengo la impresión de que con ella puedo ser todo la cruda que haga falta para describirle el trabajo que hacemos, y otra vez, me lo callo. No quiero que pueda ver las partes oscuras. —Mucha gente no resiste estar en esos puestos. Sabes que estamos en guerra, ¿no? La guerra es violenta, injusta muchas veces. Hay alborotos en algunos distritos, fugitivos y criminales peligrosos que atrapar, grupos que se están fortaleciendo para atacar, a todos ellos hay que aplacar para defender la seguridad de Neopanem. Y tienes que plantarte decidida en ese trabajo—. Sino empiezas a pensar en la persona que queda en el extremo de tu varita y esa es una debilidad indebida en medio de la pelea, no piensas, no te importa. Disparas. —¿Tienes amigos, Mae? ¿Qué te han dicho ellos?— consulto, —¿qué opinan de ti? ¿Qué te han dicho que puede ser de ti?
Este tono de autoridad de madre lo habré sacado de algún lado que no me pertenece, nunca me creí capaz de hablar así, debe ser que me voy haciendo mayor y la diferencia de edad se siente, la veo como si midiera poco más de un metro. —Las carreras recién se eligen al optar por especializaciones, entonces serás mayor de edad. Si quieres trabajar o quieres ser parte del escuadrón, me aseguraré que así sea, pero no porque sea la única opción a la que te hayas resignado…—. No lo quiero para ella, para ninguno de los chicos que se calzan el uniforme. Sé lo que es tener opciones recortadas a una única que es la peor posible. —Nunca serás el hazmerreír, Maeve. Nunca permitas que te traten así, pero no renuncies a oportunidades que te mereces por miedo a serlo— es el consejo que le doy en un tono mucho más suave, ese que voy descubriendo o recuperando de algún tiempo que fue quedando tan atrás que lo olvidé.
Suspiro al darle la razón sobre la actitud reacia que podrían tomar los padres de la bebé al saber de la condición de su niñera, es una pena que siendo quienes somos, el prejuicio siga siendo latente como para tener que mantenerlo en secreto. Reprimo una risa amarga por lo irónico de que los magos hayan tenido que guardar su secreto por tanto tiempo, para que en este presente nosotros también nos andemos con reservas cuando se nos ha dado cierta libertad. Eso nos sigue dejando muy debajo de los magos, siendo que tanto Mae como yo somos brujas al fin y al cabo, tal como es esta niña a la que miro con curiosidad, sus ojos son demasiados grandes como para caber en su cara, deberían darle una mala apariencia y sin embargo la hace simpática. Son oscuros, así que no tienen ningún significado para mí. Decido ser honesta con la chica al contestar su pregunta. —Tuve un bebé una vez— siento esa necesidad de tomar esta oportunidad, que no es la primera, ni la tercera, ya he perdido la cuenta de las oportunidades que estropee, para tener un vínculo de confianza real con alguien que pretendo proteger y eso exige compartir parte de mí, lamentablemente hay partes oscuras que por cobardía mantengo en reserva. —Y murió— esa palabra cae sobre nosotras con todo su peso, miro el contorno de los árboles del jardín recortándose contra el cielo despejado para no tener que descubrir su reacción a mi mentira.
—Los entrenamientos no son tu futuro, son una fortaleza que te servirán a futuro. Es un lugar al que puedes pertenecer si quieres, pero no el único al que estás limitada. Tiene que ser una elección la que hagas para estar ahí, Mae…— pienso como explicárselo, tengo la impresión de que con ella puedo ser todo la cruda que haga falta para describirle el trabajo que hacemos, y otra vez, me lo callo. No quiero que pueda ver las partes oscuras. —Mucha gente no resiste estar en esos puestos. Sabes que estamos en guerra, ¿no? La guerra es violenta, injusta muchas veces. Hay alborotos en algunos distritos, fugitivos y criminales peligrosos que atrapar, grupos que se están fortaleciendo para atacar, a todos ellos hay que aplacar para defender la seguridad de Neopanem. Y tienes que plantarte decidida en ese trabajo—. Sino empiezas a pensar en la persona que queda en el extremo de tu varita y esa es una debilidad indebida en medio de la pelea, no piensas, no te importa. Disparas. —¿Tienes amigos, Mae? ¿Qué te han dicho ellos?— consulto, —¿qué opinan de ti? ¿Qué te han dicho que puede ser de ti?
Cartonera debajo de un puente del capitolio, mm… Suena un poco exagerado de su parte, aunque tengo que admitir que suena a una opción bien hippie. — ¿Por qué esperar a que sea mayor de edad, cuando ya sé lo que quiero y podría dedicar ese tiempo a mejorar mis cualidades? — es una pregunta bastante inteligente, a mi parecer, porque creo que se está centrando demasiado en algo que, por mucho que sea mi derecho, nunca tuve un futuro en él. ¡Y no lo digo porque haya perdido la toalla! Sino porque es tan simple como que no me gusta. — ¡Odio la escuela! Estoy en todo mi derecho a dejarla si así me parece, he leído la constitución — por increíble que parezca, sí, aunque he de decir que me salté algunos tomos. No decía más que estupideces en su gran mayoría. — , sé que puedo unirme al escuadrón si lo quiero. — sigo firme en mi posición, a pesar de que creo que se ha tomado mi expresión de ser un hazmerreír demasiado en serio. — Solo estaba bromeando… Soy genial. — ahí va otra broma, si es que debajo de toda esta manía mía con utilizar el humor para tapar lo que me importa se está empezando a convertir en mi mecanismo de defensa por excelencia.
Auch, eso me hizo sonar como una insensible, miro a Mathilda como si ella supiera exactamente en el lío en el que me he metido por siquiera hacer que lleguemos a este punto de la conversación. No me devuelve la mueca que yo le pongo, pero sí se entretiene con la punta de mi pelo largo y eso me sirve como escarmiento. Creo que me lo merezco. — Lo lamento. — es lo único que me atrevo a decir, ¿acaso se puede decir otra cosa? No es como si entendiera lo que significa ser madre, para mi desgracia no pienso que vaya a comprenderlo en la vida, siendo que no puedo tenerlos, pero la disculpa la siento de verdad por ella. Imagino que toda madre quiere a su bebé… Tal vez por eso es que se comporta de forma tan responsable conmigo, porque siente la necesidad de serlo. Sería interesante poder encontrar una forma de revertir los efectos de la licantropía en mujeres, de alguna manera, la naturaleza siempre se ha encargado de ponernos la vida difícil, no como a los hombres. ¡Es injusto! Que no es como que quiera ser madre ahora, pero vamos, que ellos sí puedan poner la semilla, pero que mi semilla no crezca me parece de lo más injusto.
Es un punto a mi favor que podamos cambiar de tema sin mucho preámbulo, no necesariamente a uno de mayor agrado, porque por lo visto ha venido hasta aquí solo para complicarme mis planes de futuro. No se lo tendré en cuenta porque es mi mentora, es algo así como su trabajo el aconsejarme. Seré honesta, la guerra es lo que menos me atrae de todo esto, tiene mucha razón en lo que dice, más que nada porque todavía no tengo una clara idea de cuales son mis opiniones al respecto. Por mucho que trate de negarlo cuando mi padre lo dice, no soy más que una cría — una que está buenísima, es inteligente y además la mejor niñera del universo, ¿ok? —, pero prácticamente una chavala. No sé qué es lo que quiero o espero del mundo, ¿cómo planeo meterme dentro de una guerra, cuando ni siquiera sé de qué lado pararme? — Lo pensaré. — accedo, no hay mucho que pueda discutirle. — Mis amigos opinan que soy genial jugando al póker, también al billar cuando se me ha pasado un poco la euforia del alcohol, una vez le clavé sin querer el palo a un compañero en sus partes… ah, espera, dices de todo esto... — upsis — Que es una mala idea tremenda, pero es que suelen ser así como van todas mis ideas. — si voy a serle sincera, ¿o sino cómo cree que acabé en esta posición para empezar?
Auch, eso me hizo sonar como una insensible, miro a Mathilda como si ella supiera exactamente en el lío en el que me he metido por siquiera hacer que lleguemos a este punto de la conversación. No me devuelve la mueca que yo le pongo, pero sí se entretiene con la punta de mi pelo largo y eso me sirve como escarmiento. Creo que me lo merezco. — Lo lamento. — es lo único que me atrevo a decir, ¿acaso se puede decir otra cosa? No es como si entendiera lo que significa ser madre, para mi desgracia no pienso que vaya a comprenderlo en la vida, siendo que no puedo tenerlos, pero la disculpa la siento de verdad por ella. Imagino que toda madre quiere a su bebé… Tal vez por eso es que se comporta de forma tan responsable conmigo, porque siente la necesidad de serlo. Sería interesante poder encontrar una forma de revertir los efectos de la licantropía en mujeres, de alguna manera, la naturaleza siempre se ha encargado de ponernos la vida difícil, no como a los hombres. ¡Es injusto! Que no es como que quiera ser madre ahora, pero vamos, que ellos sí puedan poner la semilla, pero que mi semilla no crezca me parece de lo más injusto.
Es un punto a mi favor que podamos cambiar de tema sin mucho preámbulo, no necesariamente a uno de mayor agrado, porque por lo visto ha venido hasta aquí solo para complicarme mis planes de futuro. No se lo tendré en cuenta porque es mi mentora, es algo así como su trabajo el aconsejarme. Seré honesta, la guerra es lo que menos me atrae de todo esto, tiene mucha razón en lo que dice, más que nada porque todavía no tengo una clara idea de cuales son mis opiniones al respecto. Por mucho que trate de negarlo cuando mi padre lo dice, no soy más que una cría — una que está buenísima, es inteligente y además la mejor niñera del universo, ¿ok? —, pero prácticamente una chavala. No sé qué es lo que quiero o espero del mundo, ¿cómo planeo meterme dentro de una guerra, cuando ni siquiera sé de qué lado pararme? — Lo pensaré. — accedo, no hay mucho que pueda discutirle. — Mis amigos opinan que soy genial jugando al póker, también al billar cuando se me ha pasado un poco la euforia del alcohol, una vez le clavé sin querer el palo a un compañero en sus partes… ah, espera, dices de todo esto... — upsis — Que es una mala idea tremenda, pero es que suelen ser así como van todas mis ideas. — si voy a serle sincera, ¿o sino cómo cree que acabé en esta posición para empezar?
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¿En qué momento… me encontré siendo madre de una rebelde adolescente que me grita que odia la escuela? Dudo de que este jardín tan verde de la familia Powell sea el escenario más adecuado, casi espero que todo a mi alrededor mute para arrojarme a la habitación de una casa, tal vez la cocina, donde me choque de frente con estas palabras y pueda decir algo como que se hará lo que yo digo, claro que no puedo. Choco los dientes, resoplo por la nariz y me trago mi réplica para no caer en el punto del autoritarismo más bruto, debe ser cierto que me estoy haciendo más vieja, aunque me gustaría pensar que estoy mejorando en mi temperamento y no veo la necesidad de imponerme porque todavía creo que podemos entendernos conversando. Menos sobre esas cuestiones que han muerto para mí hace años, menciones a personas que nunca estuvieran así que se sienten como si no hubieran nacido en un primer lugar. Por mucho que estar fuera de la mansión de un ministro con el apellido Powell tenga el efecto de un golpe en la nuca, vuelvo a agradecer que su hija no heredó los ojos característicos de esta familia.
Me escondo en los ojos de Mae, donde me siento mucho más segura, porque esta muchacha todavía no me ve con el juicio que me condenaron otras miradas y cuando le hablo no altera su semblante, es capaz de mirar de frente. Si de verdad pudiera comprometerse con los requerimientos de esta guerra, sería buena en la pelea, pero me niego con ella a influirla para que sea esa elección que tome, puedo hacerlo con otros, sostener ante otros porque esta es una buena opción. No le mentiré a ella. Nadie entiende más que yo misma, por qué temo tanto las heridas en la juventud que nos causa esto, un destino del que no podemos librarnos. La condena temprana que nos hace ver un largo camino oscuro por delante y no queda de otra que caminarlo. Uso mis dedos para echar mi cabello oscuro hacia atrás y sacudirlo un poco a fin de aligerar mi humor, que la chica no tiene por qué recibir un sermón de mi parte, aunque se lo merezca. Su lista penosa de habilidades no logran hacerme sonreír, ¿está tratando que la declare un caso perdido?
—No es mi intención cambiarte— suelto de pronto. —Nada de lo que hago por ti es para que te conviertas en una señorita o una niña de bien— mis comisuras se alzan en una sonrisa. —Solo quiero que con lo que tienes, puedas ver qué hacer con todo ello. Mae, en serio, ¿quieres probar en el escuadrón?— le pregunto sin más vueltas. —Piénsalo bien, no es una tontería. ¿Quieres que pida por ti una vez que cumplas la mayoría de la edad?—. Tal vez soy yo la que se empeña en llevarla en una dirección contraria a la que naturalmente se está inclinando, incluso de manera inconsciente. Soy yo otra vez luchando contra corriente, creyendo que ayudar a una persona es apartarla de lo que yo creo insano y acercarla a un panorama más amable, cuando tal vez no es así. —Bien, cuidar de la hija de un ministro te servirá de práctica. Pero si quieres pasar a ser un soldado, al día siguiente de tu cumpleaños, te entregaré un uniforme.
Me escondo en los ojos de Mae, donde me siento mucho más segura, porque esta muchacha todavía no me ve con el juicio que me condenaron otras miradas y cuando le hablo no altera su semblante, es capaz de mirar de frente. Si de verdad pudiera comprometerse con los requerimientos de esta guerra, sería buena en la pelea, pero me niego con ella a influirla para que sea esa elección que tome, puedo hacerlo con otros, sostener ante otros porque esta es una buena opción. No le mentiré a ella. Nadie entiende más que yo misma, por qué temo tanto las heridas en la juventud que nos causa esto, un destino del que no podemos librarnos. La condena temprana que nos hace ver un largo camino oscuro por delante y no queda de otra que caminarlo. Uso mis dedos para echar mi cabello oscuro hacia atrás y sacudirlo un poco a fin de aligerar mi humor, que la chica no tiene por qué recibir un sermón de mi parte, aunque se lo merezca. Su lista penosa de habilidades no logran hacerme sonreír, ¿está tratando que la declare un caso perdido?
—No es mi intención cambiarte— suelto de pronto. —Nada de lo que hago por ti es para que te conviertas en una señorita o una niña de bien— mis comisuras se alzan en una sonrisa. —Solo quiero que con lo que tienes, puedas ver qué hacer con todo ello. Mae, en serio, ¿quieres probar en el escuadrón?— le pregunto sin más vueltas. —Piénsalo bien, no es una tontería. ¿Quieres que pida por ti una vez que cumplas la mayoría de la edad?—. Tal vez soy yo la que se empeña en llevarla en una dirección contraria a la que naturalmente se está inclinando, incluso de manera inconsciente. Soy yo otra vez luchando contra corriente, creyendo que ayudar a una persona es apartarla de lo que yo creo insano y acercarla a un panorama más amable, cuando tal vez no es así. —Bien, cuidar de la hija de un ministro te servirá de práctica. Pero si quieres pasar a ser un soldado, al día siguiente de tu cumpleaños, te entregaré un uniforme.
No creo que su intención sea cambiarme, esa idea quedó clara durante nuestra primera charla seria (porque esta está siendo muy seria, claro), lo que sí pienso es que el mundo terminará por ejercer su influencia en mi persona, como hace con todo el mundo, y no sé si dejando la escuela estoy dando un paso fácil a que eso suceda, o todo lo contrario. ¿No es lo que dice todo el mundo que se debe hacer? Ve a la escuela, aprenderás, te lavarán el cerebro y aunque te digan que tienes libertad para escoger como definir tu futuro, lo que en realidad están haciendo es darte una opción de entre todas las que eligieron ellos, de forma que al final cuando piensas que estás tomando la decisión por tu cuenta, en realidad lo que estás haciendo es favorecer un sistema que ya espera que vayas a trabajar para él. Wow. Eso sonó demasiado maduro para mí. ¿Quién soy? ¿Aristóteles?
— Tranquila, muchos ya trataron de convertirme en una niña de bien, fue un poco fracaso. — bah, tampoco fueron tantos, en realidad es que creo que queda bastante claro una vez alguien me conoce que pueden cambiar muchas cosas, pero que mi personalidad no es una de ellas. Llevo mucho tiempo de forjar este carácter tan atractivo para las bombas explosivas y no tanto para los libros de estudio, como para que alguien intente modificarlo por las buenas. — Primero me gustaría pasar la resaca, siendo que es mi mayoría de edad y no pienso llegar a mi casa hasta ver el amanecer, después ya podemos hacer todo eso que dices tú. — otra vez, ¿no debería estar tomándome estas cosas más en serio? Que fue mi idea, por Merlín, así no sé por qué me extraño cuando la gente no me toma en serio.
Me pongo de pie, con Tilly en brazos que ha dejado de toquetear mi pelo para tirar de la cadena que cuelga de mi cuello en su lugar. Diría que me está ahorcando, porque la niña esta tiene fuerza cuando quiere, pero apenas me molesta siendo que está tan entretenida. Paso a mirar a Rebecca, hasta se me infla un poco el pecho en lo que parece que voy a dar con un discurso sensato. — Me comportaré, en serio, ¿no lo he estado haciendo hasta ahora? La bebé no será ninguna distracción, lo prometo, y mejoraré con los entrenamientos, ya lo verás, tendré un año para pensar lo que quiero hacer en el futuro. — ¡pero nada de escuela! Es lo que me gustaría añadir, pero sé a ciencia cierta que eso nos llevaría a tener un debate sobre el por qué denegar esa idea y la verdad es que no estoy en los ánimos de discutir sobre ello.
— Tranquila, muchos ya trataron de convertirme en una niña de bien, fue un poco fracaso. — bah, tampoco fueron tantos, en realidad es que creo que queda bastante claro una vez alguien me conoce que pueden cambiar muchas cosas, pero que mi personalidad no es una de ellas. Llevo mucho tiempo de forjar este carácter tan atractivo para las bombas explosivas y no tanto para los libros de estudio, como para que alguien intente modificarlo por las buenas. — Primero me gustaría pasar la resaca, siendo que es mi mayoría de edad y no pienso llegar a mi casa hasta ver el amanecer, después ya podemos hacer todo eso que dices tú. — otra vez, ¿no debería estar tomándome estas cosas más en serio? Que fue mi idea, por Merlín, así no sé por qué me extraño cuando la gente no me toma en serio.
Me pongo de pie, con Tilly en brazos que ha dejado de toquetear mi pelo para tirar de la cadena que cuelga de mi cuello en su lugar. Diría que me está ahorcando, porque la niña esta tiene fuerza cuando quiere, pero apenas me molesta siendo que está tan entretenida. Paso a mirar a Rebecca, hasta se me infla un poco el pecho en lo que parece que voy a dar con un discurso sensato. — Me comportaré, en serio, ¿no lo he estado haciendo hasta ahora? La bebé no será ninguna distracción, lo prometo, y mejoraré con los entrenamientos, ya lo verás, tendré un año para pensar lo que quiero hacer en el futuro. — ¡pero nada de escuela! Es lo que me gustaría añadir, pero sé a ciencia cierta que eso nos llevaría a tener un debate sobre el por qué denegar esa idea y la verdad es que no estoy en los ánimos de discutir sobre ello.
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Tengo por un momento la imagen visual en mi cabeza de llevar a una adolescente con resaca al escuadrón y me preguntó qué estoy haciendo con todo esto, no tengo idea, estoy poniendo todas mis preocupaciones y miedos en una chica que hasta ahora tiene la capacidad de tomar a chiste las circunstancias. Es refrescante, no lo niego, le quita mucho de hierro a toda la cuestión en general. Esto se ha convertido con los años en una novela dramática que no llega nunca a la última página, cada una se vuelve más oscura que la anterior y toparme de frente con una chica como ella, tan distinta a lo que yo misma fui una vez, me hace poder pasar estas situaciones con un optimismo diferente al que sentí con las personas a las que alguna vez quise ayudar.
Maeve no parece que fuera a hundirse en ningún pozo oscuro, aunque el sentimiento de ser un problema para el mundo que también me embargó a mí a su edad, ella no se queda en una esquina hundiéndose, sino que planea emborracharse al cumplir su mayoría de edad como cualquier otra chica y tiene esto de querer abandonar la escuela. Algún día tendré que hablar con el juez Davies, ya no creo que podamos seguir en paralelo con todo lo que respecta a Mae. También tendríamos que hablar lo de sus registros y… me froto la frente con las puntas de los dedos porque, ¿en qué momento decidí ir a hablar con un juez para discutir la custodia de su propia hija? Distancia, eso es lo que necesito. Le echo una mirada larga a ella y a la más pequeña de los Powell, bonito recordatorio de que no soy la madre de esta muchacha y de nadie, porque rechacé esa posibilidad. —Hablaremos luego, ¿sí?— suspiro, resignándome a que tal vez la fuerza que a algunos nos cuesta tanto conseguir, hay quienes lo traen en el temperamento como una energía avasalladora y pasa sobre mí, en serio, lo hace. Cierro mi mano alrededor del pie de la bebé y lo sacudo. —Y nos veremos después, bocadito— me despido de ella también antes de que algún Powell con conciencia se aparezca y termine por completar mi mañana.
Maeve no parece que fuera a hundirse en ningún pozo oscuro, aunque el sentimiento de ser un problema para el mundo que también me embargó a mí a su edad, ella no se queda en una esquina hundiéndose, sino que planea emborracharse al cumplir su mayoría de edad como cualquier otra chica y tiene esto de querer abandonar la escuela. Algún día tendré que hablar con el juez Davies, ya no creo que podamos seguir en paralelo con todo lo que respecta a Mae. También tendríamos que hablar lo de sus registros y… me froto la frente con las puntas de los dedos porque, ¿en qué momento decidí ir a hablar con un juez para discutir la custodia de su propia hija? Distancia, eso es lo que necesito. Le echo una mirada larga a ella y a la más pequeña de los Powell, bonito recordatorio de que no soy la madre de esta muchacha y de nadie, porque rechacé esa posibilidad. —Hablaremos luego, ¿sí?— suspiro, resignándome a que tal vez la fuerza que a algunos nos cuesta tanto conseguir, hay quienes lo traen en el temperamento como una energía avasalladora y pasa sobre mí, en serio, lo hace. Cierro mi mano alrededor del pie de la bebé y lo sacudo. —Y nos veremos después, bocadito— me despido de ella también antes de que algún Powell con conciencia se aparezca y termine por completar mi mañana.
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