OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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12 de agosto
Muchos iban de un lado para otro porque no encontraban el lugar al que pertenecían, y aquella era la tesitura en la que se encontraba la veela. Marcharse al distrito cinco había sido una decisión condicionada que tenía que llevar a cabo ente carreras y un estrés que no quería. Las mudanzas eran complicadas, pero lo eran mucho más cuando no tenía nada que llevar consigo. Volver al distrito cuatro era un riesgo que no podía tomar, tanto por sus vecinos como por su familia. Acercarse a ellos los pondría en peligro, y era lo último que deseaba… y robarle sus cosas a Holly no era el mejor plan del mundo. Se acomodó al borde de la cama, con las piernas estiradas y la mirada fija en la descubierta ventana, aquellas cortinas que deslizaba conforme la noche iba cayendo a su alrededor. Y aun no teniendo nada que llevar, allí estaba. Queriendo pasar una semana más allí, tratando de asimilar lo que había pasado y si sería capaz de controlar la situación, o al menos parte de ella. Las relaciones interpersonales, tratar con otros, no era una virtud sino todo lo contrario. Y aquello la aterraba más que sentir que las cosas pudieran fracasar.
El calor de la habitación era insoportable aun teniendo un pequeño ventilador, el mismo al que acompañaba en sus giros, encendido todo el día. Quería disfrutar de un último segundo a solas, pero no allí, no encerrada… y a falta del mar podía aprovechar lo más cercano. No habían sido pocas las noches que había caminado por allí sin destino, aprovechando las últimas horas de la tarde antes del toque de queda; disfrutando del sol pero siendo precavida en ello. No le costó demasiado visualizar la zona en la que hubo estado en la última ocasión que quiso distraerse; calmarse era mucho más sencillo cuando se estaba alejado de los murmullos y ruidos de un distrito que, aunque casi inutilizado, no dejaba de tener habitantes que caminaban por sus calles. Y por ello su cuerpo desapareció de la habitación en un abrir y cerrar de ojos, seguido de un fuerte tirón a su estómago y la fuerza con la que sus pies golpearon la fina capa de hierba seca que caracterizaba tanto a la época como al lugar en el que se encontraba.
Se había descrito a sí misma como alguien precavida, quizás los últimos acontecimientos jugaban en su contra, pero se había tomado las cosas demasiado en serio, y por eso sabía cuándo algo no estaba bien. La sensación de cosquilleo la recorrió en cuanto sus ojos se abrieron, sabiendo que había aparecido en el momento equivocado. Habían muchas posibilidades: desde algún repudiado que buscaba algo que llevarse a la boca hasta un auror patrullando. Prensó los labios, respirando con tranquilidad y dejando que sus pasos se alejaran de la zona en la que había aparecido, comenzando a caminar con fingida tranquilidad.
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Tiro otro de los libros dentro de la caja, todo en la habitación se ha cubierto con una fina capa de polvo por el tiempo de abandono, puedo especular sobre la persona a la que le sirvió de refugio y no encuentro signos de violencia que indiquen su partida repentina. Los libros reciben mi atención porque son algo que nunca pude dejar atrás, mi madre esperaba que pudiera encontrar un poco de ella en cada una de las novelas que me heredó como sus favoritas, me he dado cuenta que hice lo mismo, aunque no hay nadie para mí que me lea. Doy por descartada la posibilidad de dar con el esclavo fugitivo que esperaba encontrar, parte de ese malón que sigue prófugo, moviéndose quién sabe hacia dónde, llamados por el pusilánime de Hermann.
Huelo el lugar para memorizar el olor que sigue en el aire, por si logro reconocer algún rastro que haya quedado por su salida de escape. Lo sigo alejándome del cobertizo ruinoso que no pertenece a nadie, que servirá a algún otro vagabundo de los caminos para echarse a dormir. Cuando me adentro a la arboleda, el olor que percibo es otro, a bestia, no de las mías. La humedad que sube desde la tierra hace que todos los aromas cobren intensidad y no debe estar lejos, las sombras de los árboles al inclinarse sobre la hierba cubren todo de oscuridad, mis ojos habituados a la oscuridad siguen percibiendo el movimiento de las ramas y el contorno de figuras que se mueven en silencio. Un paso sigue a otro con un ruido mínimo sobre las hojas que se acumulan en el suelo, me desaparezco cuando identifico a la mujer rubia a unos cuantos metros, reaparezco a su espalda para darle un golpe con el codo entre los omoplatos que la tire al suelo.
No es una humana, eso lo puedo percibir. Pero es algo peor que una bruja, una veela. Es instintivo, no logro definir su rostro aún para darle una identidad, no sospecho que pueda tener que me signifique algo, si saco mi varita para amedrentarla es por puro instinto y orgullo, el entretenimiento de la caza. —¿Interrumpo tu paseo por el purgatorio?— me burlo y el hechizo con el que pretendo sujetarla impacta en el suelo, sin darle*. Parpadeo al ir dando sentido a sus facciones, la he visto antes. ¿Importa? No. De todos modos, debería estar muerta, por lo que creo.
*Fallo
Huelo el lugar para memorizar el olor que sigue en el aire, por si logro reconocer algún rastro que haya quedado por su salida de escape. Lo sigo alejándome del cobertizo ruinoso que no pertenece a nadie, que servirá a algún otro vagabundo de los caminos para echarse a dormir. Cuando me adentro a la arboleda, el olor que percibo es otro, a bestia, no de las mías. La humedad que sube desde la tierra hace que todos los aromas cobren intensidad y no debe estar lejos, las sombras de los árboles al inclinarse sobre la hierba cubren todo de oscuridad, mis ojos habituados a la oscuridad siguen percibiendo el movimiento de las ramas y el contorno de figuras que se mueven en silencio. Un paso sigue a otro con un ruido mínimo sobre las hojas que se acumulan en el suelo, me desaparezco cuando identifico a la mujer rubia a unos cuantos metros, reaparezco a su espalda para darle un golpe con el codo entre los omoplatos que la tire al suelo.
No es una humana, eso lo puedo percibir. Pero es algo peor que una bruja, una veela. Es instintivo, no logro definir su rostro aún para darle una identidad, no sospecho que pueda tener que me signifique algo, si saco mi varita para amedrentarla es por puro instinto y orgullo, el entretenimiento de la caza. —¿Interrumpo tu paseo por el purgatorio?— me burlo y el hechizo con el que pretendo sujetarla impacta en el suelo, sin darle*. Parpadeo al ir dando sentido a sus facciones, la he visto antes. ¿Importa? No. De todos modos, debería estar muerta, por lo que creo.
*Fallo
Los presentimientos solo eran eso, una especie de sensación que ponía a las personas en alerta. Aquel sentimiento de ser observado desde algún ángulo pero sentirse lo suficientemente aterrado, congelado, como para dejar que la mirada siguiera sus pasos sin girarse en la dirección que le instaban sus instintos. Los pasos se volvían más lentos, las respiraciones se hacían más pesadas y los latidos, en contra de todo pronóstico, se ralentizaban. Los sentidos se ampliaban, nunca había sido capaz de percibir tal cantidad de sonidos procedentes de su alrededor, y explotaban rompiendo sus tímpanos. Los azules ojos de la veela recorrieron el espacio frente a ella, tamborileando contra su pierna con los dedos de la diestra. Tan fácil como desaparecer en un segundo, ‘chas’.
Era una sensación conocida y, a la par, desconocida. Frunció el ceño, dispuesta a examinar sus espaldas cuando un golpe la hizo caer sin tener el suficiente tiempo para reaccionar al ataque. Sus rodillas chocaron contra el suelo y sus manos consiguieron sostener el golpe. Volvió el rostro hacia atrás, alejando una de sus manos del suelo y tomando la varita que reposaba en el bolsillo de su chaqueta. Se movió hacia un lado cuando un hechizo impactó en el suelo, aunque cerca de su cuerpo. No era auror, ¿o sí? No, no podía serlo. Alcanzó a levantarse del suelo, haciendo lo propio cuando apuntó a la contraria con la varita. — No voy a negar que sí. — pronunció, escudriñándola con una inquisitiva mirada. — ¿No tengo permitido pasear? No es el mejor paisaje pero es tranquilo. O lo era. — habló arqueando ambas cejas cuando terminó de recorrerla con la mirada y regresó sus ojos al rostro contrario.
— Expelliarmus. — conjuró sin previo aviso. Tratando de hacer volar por los aires la varita que sostenía en su mano, para que no volviera a atacarla. De verdad, no era alguien que le gustara pelearse con los demás, pero no podía negar la nueva naturaleza que residía dentro de ella; aquella que se retorcía en su interior, ansiosa por ser libre y temperamental. Sin control. — No sé quién eres. Ni de dónde has salido. Ni qué quieres. Pero es de mala educación atacar a alguien por la espalda. — continuó aprovechando que ya no estaba armada para sacudir la suciedad que había quedado en sus rodillas tras la caída.
*Acierto
Era una sensación conocida y, a la par, desconocida. Frunció el ceño, dispuesta a examinar sus espaldas cuando un golpe la hizo caer sin tener el suficiente tiempo para reaccionar al ataque. Sus rodillas chocaron contra el suelo y sus manos consiguieron sostener el golpe. Volvió el rostro hacia atrás, alejando una de sus manos del suelo y tomando la varita que reposaba en el bolsillo de su chaqueta. Se movió hacia un lado cuando un hechizo impactó en el suelo, aunque cerca de su cuerpo. No era auror, ¿o sí? No, no podía serlo. Alcanzó a levantarse del suelo, haciendo lo propio cuando apuntó a la contraria con la varita. — No voy a negar que sí. — pronunció, escudriñándola con una inquisitiva mirada. — ¿No tengo permitido pasear? No es el mejor paisaje pero es tranquilo. O lo era. — habló arqueando ambas cejas cuando terminó de recorrerla con la mirada y regresó sus ojos al rostro contrario.
— Expelliarmus. — conjuró sin previo aviso. Tratando de hacer volar por los aires la varita que sostenía en su mano, para que no volviera a atacarla. De verdad, no era alguien que le gustara pelearse con los demás, pero no podía negar la nueva naturaleza que residía dentro de ella; aquella que se retorcía en su interior, ansiosa por ser libre y temperamental. Sin control. — No sé quién eres. Ni de dónde has salido. Ni qué quieres. Pero es de mala educación atacar a alguien por la espalda. — continuó aprovechando que ya no estaba armada para sacudir la suciedad que había quedado en sus rodillas tras la caída.
*Acierto
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Arqueo mi ceja en un gesto burlón que va acompañado de la manera en que mis labios se ladean. —No salgas a jugar al bosque si no quieres encontrarte con sus lobos— es el consejo que le puedo dar, así lo tiene en cuenta para una próxima ocasión. Veelas, siempre errantes, vagabundas. Encantadoras con sus maneras, desbaratando mis negocios en bares en más de una oportunidad por robarme a clientes, más que una rivalidad de especies, lo vivo como una necesidad de reafirmar territorio todo el tiempo. Un juego del ego que nunca abandono, si lo dejo podría perder la práctica y no quiero que así sea, tal vez no aquí, pero en la ciudad de las luces que es el Capitolio esos juegos suelen ser más despiadados y nadie quiere ser la presa fácil, se necesita ser un depredador implacable.
Por eso, cuando mi varita salta de mi mano para ser arrojada fuera de mi alcance, en vez de quedarme sujetando aire, me abalanzo hacia ella tomando la perdida de la varita como impulso para la acción y cierro mi mano alrededor de su garganta para inmovilizarla contra el suelo, mi peso reteniéndola allí y mis rodillas a los lados de su cuerpo. —¿Esperas modales en estos sitios? ¿De dónde vienes, cariño?— me regodeo. —Cuida tu espalda más que tu bonito rostro por aquí, todos los golpes que recibirás siempre serán cuando estés distraída y confundiendo un lugar como este con un jardín del Capitolio— la carcajada que suelto es seca, burlona. No hago presión en mi agarre, solo la retengo. Uso los dedos de mi otra manera para retirar con suavidad los mechones rubios que le caen sobre la mejilla. —Este es un rostro que conozco…— murmuro, mi sonrisa haciéndose más amplia, para diversión no es una presa atractiva, es muy fácil de someter, pero sí que su valor podría ser otro.
*Acierto
Por eso, cuando mi varita salta de mi mano para ser arrojada fuera de mi alcance, en vez de quedarme sujetando aire, me abalanzo hacia ella tomando la perdida de la varita como impulso para la acción y cierro mi mano alrededor de su garganta para inmovilizarla contra el suelo, mi peso reteniéndola allí y mis rodillas a los lados de su cuerpo. —¿Esperas modales en estos sitios? ¿De dónde vienes, cariño?— me regodeo. —Cuida tu espalda más que tu bonito rostro por aquí, todos los golpes que recibirás siempre serán cuando estés distraída y confundiendo un lugar como este con un jardín del Capitolio— la carcajada que suelto es seca, burlona. No hago presión en mi agarre, solo la retengo. Uso los dedos de mi otra manera para retirar con suavidad los mechones rubios que le caen sobre la mejilla. —Este es un rostro que conozco…— murmuro, mi sonrisa haciéndose más amplia, para diversión no es una presa atractiva, es muy fácil de someter, pero sí que su valor podría ser otro.
*Acierto
Era real que no se podía ser compasiva o parlamentaria en el mundo en el que se encontraban, teniendo en cuenta las circunstancias que rodeaban a la mayor parte de la población y los aprisionaba hasta el punto de asfixiarlos. Formaba parte de aquel círculo le gustara o no. Su rostro permaneció impasible a las palabas contrarias, aunque le dieron la suficiente información como para saber que se iba a convertir en un verdadero y pesado problema. Los licántropos siempre acababan saliéndose de control, y con las libertades que habían adquirido tras el nuevo Gobierno no le extrañaba que se creyeran los reyes del mundo. Como quería hacer ver aquella mujer.
Mantuvo la varita apuntándole aunque limpiara sus pantalones, arqueando la mirada en el momento que se abalanzó sobre ella, no pudiendo dejarse más que caer hacia atrás en un intento de no abrirse la cabeza por el impacto. Trató de enfrentar sus ojos a los contrarios, haciendo caso omiso a su momentánea inmovilización. Incluso perdiendo algo del valioso aire cuando se rió, deslizando la varita bajo su cuerpo y colocando una de sus manos sobre la contraria y ejerciendo cierta fuerza sobre su muñeca. Con suerte se la podía romper o hacerle el suficiente daño como para que la aflojara, sabía que sus fuerzas estaban demasiado igualadas, pero por suerte no era un licántropo de verdad, literalmente. — Estás muy equivocada si crees que tienes que proteger mejor tu espalda aquí que en el Capitolio — se burló entonces ella. Criaturas, acababan de llegar a la sociedad y pensaban que conocían el mundo en el que entraban. — Y prefiero llamarlo curiosidad, quería saber qué tipo de elefante se había escapado — siguió aludiendo al hecho de que se creía mucho mejor de lo que era. Y se equivocaba. Trató de menear la cabeza cuando descubrió su rostro, escupiéndole directamente cuando habló. Intentó doblar un poco sus rodillas, colarlas por debajo del cuerpo de la mujer para separarse de la misma. — Lo dudo — acompañó.
Fallolareinadelfallo
Mantuvo la varita apuntándole aunque limpiara sus pantalones, arqueando la mirada en el momento que se abalanzó sobre ella, no pudiendo dejarse más que caer hacia atrás en un intento de no abrirse la cabeza por el impacto. Trató de enfrentar sus ojos a los contrarios, haciendo caso omiso a su momentánea inmovilización. Incluso perdiendo algo del valioso aire cuando se rió, deslizando la varita bajo su cuerpo y colocando una de sus manos sobre la contraria y ejerciendo cierta fuerza sobre su muñeca. Con suerte se la podía romper o hacerle el suficiente daño como para que la aflojara, sabía que sus fuerzas estaban demasiado igualadas, pero por suerte no era un licántropo de verdad, literalmente. — Estás muy equivocada si crees que tienes que proteger mejor tu espalda aquí que en el Capitolio — se burló entonces ella. Criaturas, acababan de llegar a la sociedad y pensaban que conocían el mundo en el que entraban. — Y prefiero llamarlo curiosidad, quería saber qué tipo de elefante se había escapado — siguió aludiendo al hecho de que se creía mucho mejor de lo que era. Y se equivocaba. Trató de menear la cabeza cuando descubrió su rostro, escupiéndole directamente cuando habló. Intentó doblar un poco sus rodillas, colarlas por debajo del cuerpo de la mujer para separarse de la misma. — Lo dudo — acompañó.
Fallo
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—¿Lo crees?— la cuestiono con un tono de regodeo al tenerla inmovilizada. —¿Crees que en el Capitolio los puñales por la espalda son peores? ¿Es ahí donde te asesinaron, veela?— pregunto por pura diversión al saber que no puede deshacerse de mí por tenerla bien sujeta contra el suelo, comiendo de las hojas sucias del follaje y los insectos invisibles. Lo que pueda decirme también me dará información sobre qué tanto conoce distritos diferentes a este, porque su rostro se me hace tan familiar como si lo hubiera visto en las noticias ayer, entre lejano y conocido. ¡Ah! Lo he visto, he visto su rostro antes desde una posición distante que también la mantenía lejana a los ataques del odio popular.
Sigo la línea de su mandíbula con mis nudillos al dar un nombre a estos rasgos. —¿Segura? Creo haberte visto en los tribunales alguna vez, ¿no te llevaron hace poco para una visita a la base de seguridad?— pregunto. Hago la vista gorda de los actos de mis colegas aurores, salvo que nos encomienden un mismo destino para redadas, me manejo en un camino distinto al de ellos y las tareas de sociabilidad se la dejo a los otros miembros del escuadrón. No nos sumamos a la seguridad nacional de Magnar para hacer amigos entre los bastardos que antes nos perseguían. Se puede pelear a la par de quien tiene los mismos propósitos, pero hay ciertas rivalidades que quedan en la piel, una cuestión de especies, de razas, de instintos que reconocen al enemigo. Atrapo su cabello con mis dedos para darle un tirón brusco que le haga levantar un poco el rostro, aunque eso también le duela. —Veelas, tan encantadoras, su poder está en cómo engatusan, ¿no? La ironía de que sean rasgos también de gente del Capitolio… pero las colinas…— me acerco mis labios a la curva de su oreja para susurrarle al oído, —las colinas serán siempre de los lobos— lo acabo con una sonrisa de diversión, pura y nada más que diversión, es lo que obtengo de esto. La suelto con la misma brusquedad que prensé mi agarre y me estoy riendo de ella al ponerme de pie.
Sigo la línea de su mandíbula con mis nudillos al dar un nombre a estos rasgos. —¿Segura? Creo haberte visto en los tribunales alguna vez, ¿no te llevaron hace poco para una visita a la base de seguridad?— pregunto. Hago la vista gorda de los actos de mis colegas aurores, salvo que nos encomienden un mismo destino para redadas, me manejo en un camino distinto al de ellos y las tareas de sociabilidad se la dejo a los otros miembros del escuadrón. No nos sumamos a la seguridad nacional de Magnar para hacer amigos entre los bastardos que antes nos perseguían. Se puede pelear a la par de quien tiene los mismos propósitos, pero hay ciertas rivalidades que quedan en la piel, una cuestión de especies, de razas, de instintos que reconocen al enemigo. Atrapo su cabello con mis dedos para darle un tirón brusco que le haga levantar un poco el rostro, aunque eso también le duela. —Veelas, tan encantadoras, su poder está en cómo engatusan, ¿no? La ironía de que sean rasgos también de gente del Capitolio… pero las colinas…— me acerco mis labios a la curva de su oreja para susurrarle al oído, —las colinas serán siempre de los lobos— lo acabo con una sonrisa de diversión, pura y nada más que diversión, es lo que obtengo de esto. La suelto con la misma brusquedad que prensé mi agarre y me estoy riendo de ella al ponerme de pie.
Retiró el rostro hacia un lado ante su contacto, tratando de contenerse, de mantener bajo control el hervidero que la recorría. Aplacar el fuego que nacía en su estómago y desplazaba hacia sus entrañas. Apretó los dientes con fuerza. Los licántropos eran así de estúpidos y ególatras, pensaba que por tener aquel tipo de poder durante una noche eran invencibles también durante el resto del tiempo. La veela tenía todo a su alcance días y noches, intensificándose cuando perdían en control; como estaba a punto de pasarle a ella. ¿De verdad era vox populi lo que pasó con ella? ¿Qué entró allí y no volvió a ver la luz del día? No al menos del mismo modo. Le resultaba absurdo, era tirar piedras contra su propio tejado; ningún Gobierno era así. Aunque tampoco ningún Gobierno se le había ocurrido dejar que un dementor besara a uno de sus ministros frente al resto del gabinete. — ¿Todos tus juicios están basados en suposiciones? — cuestionó. Si la asesinaron, si fue en el Capitolio, si la había visto en los Tribunales… Alzó la mirada, fijando su claro mirar en el contrario. Si pensaba que le daba miedo estaba más que equivocada.
Una mueca se dejó ver en sus labios cuando tiró de su cabello, tratando de no rechinar los dientes. Cosa que no fue complicada puesto que acabó soltando una risa seca que resopló cerca del rostro contrario. Permaneció unos segundos más en el suelo, reincorporándose solo para descansar un par de segundos más sobre la oscura hierva. Solo levantándose cuando se hubo cansado de la risa de la mujer, acercándose a ella y empujándola hasta el árbol más cercano; los dedos de la veela se cernieron en torno al cuello de la mujer, presionándolo. Sus ojos estaban encendidos y la agitada respiración subía su pecho con violencia. — Me alegra que te tengas tanto amor propio, pero no eres absolutamente nada si no hay una luna en el cielo — susurró, sintiendo sus dedos temblar de ira y el calor extendiéndose por su brazo a gran velocidad. — Comprendo que el hecho de ‘engatusar’ sea lo único que te preocupa porque es algo que nunca podrás hacer — ironizó con sus pies hundiéndose ligeramente en el suelo por la fuerza que estaba ejerciendo para mantenerse bajo control, un control que nunca antes había perdido por lo que no sabía como podría controlar. — Regresa a reclamar las colinas como tuyas cuando seas capaz de defenderlas — agregó como un siseo lento y amenazante.
Acierto
Una mueca se dejó ver en sus labios cuando tiró de su cabello, tratando de no rechinar los dientes. Cosa que no fue complicada puesto que acabó soltando una risa seca que resopló cerca del rostro contrario. Permaneció unos segundos más en el suelo, reincorporándose solo para descansar un par de segundos más sobre la oscura hierva. Solo levantándose cuando se hubo cansado de la risa de la mujer, acercándose a ella y empujándola hasta el árbol más cercano; los dedos de la veela se cernieron en torno al cuello de la mujer, presionándolo. Sus ojos estaban encendidos y la agitada respiración subía su pecho con violencia. — Me alegra que te tengas tanto amor propio, pero no eres absolutamente nada si no hay una luna en el cielo — susurró, sintiendo sus dedos temblar de ira y el calor extendiéndose por su brazo a gran velocidad. — Comprendo que el hecho de ‘engatusar’ sea lo único que te preocupa porque es algo que nunca podrás hacer — ironizó con sus pies hundiéndose ligeramente en el suelo por la fuerza que estaba ejerciendo para mantenerse bajo control, un control que nunca antes había perdido por lo que no sabía como podría controlar. — Regresa a reclamar las colinas como tuyas cuando seas capaz de defenderlas — agregó como un siseo lento y amenazante.
Acierto
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—Hacer juicios no es lo mío— reconozco con una sonrisa que es falsa en el sesgo amable que muestra, —me limito a ejecutar las ordenes de juicios que hace otra gente—. Y ejecutar es la palabra, es lo que se necesita, las sentencias que los cobardes hacen quedan en el aire como un castigo que alguien más tendrá que cumplir con sus manos. Las mías están tan sucias por trabajo a otros, que seguir hundiéndolas en mierda ajena es lo que menos me importa, cuando se toca fondo en el lodo, incluso momentos como este de puro entretenimiento serán olvidados mañana por insignificantes. Ella lo es, solo otra veela extraviada entre los bosques, encuentro cierto placer en ver esto como la concreción del mito que nos hace enfrentarnos, que no tiene nada de racional, solo instinto.
Como si me hubiera hartado del juego, que al final de cuentas el mito no es más que eso cuando hacemos uso de la razón, puesto que no somos bestias puras sino criaturas que siguen conservando su lado humano, le permito recuperarse en el suelo sucio de hojas que se están pudriendo. Mi nariz se llena del aire fresco y cargado del olor a bosque al escucharla hablar, la sonrisa en mis labios cada vez haciéndose más ancha. Es una estúpida si cree que mi poder se limita a un par de noches al mes, han pasado casi quince años desde la mordida y es un tiempo más que suficiente para entender cómo la licantropía puede mostrarte ciertos rasgos que si se trabajan, pueden asegurarte de ser una perra con la que no se juega el resto del mes. Así que la abofeteo con la fuerza suficiente como para devolverla al suelo cuando se atreve a intimidarme, la misma mano que todavía me arde por el golpe la uso para cerrarla sobre su mejilla y hundir mis uñas en su carne, que agradezca que no es luna llena y no lo hago con mis colmillos, los cortes finos en su piel se van marcando. —Vendré todas las veces que quiera y no harás otra cosa que agachar tu cabeza al verme. No importa donde esté viviendo ahora, que me mueva entre los pasillos de un ministerio, este territorio me sigue perteneciendo y siempre que vuelva— me divierte, esto no hace más que divertirme, mi boca se ensancha en una sonrisa que me traspasa, —ten cuidado.
____
Acierto
Como si me hubiera hartado del juego, que al final de cuentas el mito no es más que eso cuando hacemos uso de la razón, puesto que no somos bestias puras sino criaturas que siguen conservando su lado humano, le permito recuperarse en el suelo sucio de hojas que se están pudriendo. Mi nariz se llena del aire fresco y cargado del olor a bosque al escucharla hablar, la sonrisa en mis labios cada vez haciéndose más ancha. Es una estúpida si cree que mi poder se limita a un par de noches al mes, han pasado casi quince años desde la mordida y es un tiempo más que suficiente para entender cómo la licantropía puede mostrarte ciertos rasgos que si se trabajan, pueden asegurarte de ser una perra con la que no se juega el resto del mes. Así que la abofeteo con la fuerza suficiente como para devolverla al suelo cuando se atreve a intimidarme, la misma mano que todavía me arde por el golpe la uso para cerrarla sobre su mejilla y hundir mis uñas en su carne, que agradezca que no es luna llena y no lo hago con mis colmillos, los cortes finos en su piel se van marcando. —Vendré todas las veces que quiera y no harás otra cosa que agachar tu cabeza al verme. No importa donde esté viviendo ahora, que me mueva entre los pasillos de un ministerio, este territorio me sigue perteneciendo y siempre que vuelva— me divierte, esto no hace más que divertirme, mi boca se ensancha en una sonrisa que me traspasa, —ten cuidado.
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Acierto
Apretó con las fuera sus dedos en torno al cuello contrario. Siempre la infravaloraban, daba igual donde se estuviera metiendo, siempre aparecía alguien que se creía superior a todo, y todos, los que la rodeaban. Y aquella mujer era el claro ejemplo de narcisismo. Alcanzando un poco de poder, por más falso que éste fuera, y pensando que ya era alguien para un Gobierno que solo la estaba tomando a su conveniencia. Su mano estaba comenzando a entrar en calor, sentía la crispación de sus dedos. No era una asesina, y no dejaría que aquella parte de ella tomara el control sobre sus acciones hasta convertirla en lo que deseara.
La bofetada acabó tirándola contra el suelo. Su cuerpo volvió a chocar con violencia contra el mismo. Estaba claro que las habilidades de ambas eran bien diferentes, que allí quizás estaba hablando más la experiencia como criatura que la diferencia entre ambas razas. No llevó la mano a su rostro, las apretó con fuerza, agarrando la seca hojarasca. Teniendo el tiempo justo para atrapar su varita, pero no para alejarla antes de que le clavara sus uñas. Por suerte sabía de buena mano que se regeneraba rápido, quizás tanto como lo podía hacer ella. — Nunca jamás voy a volver a agachar la cabeza ante nadie. — habló. Había vivido demasiados años buscando monedas en el suelo y mirándose los cordones de los zapatos. No volvería a pasar por aquello, no pretendía volver a agachar la cabeza ante los demás. Nunca. La miró con una mueca de desprecio dibujada en los labios, una que se mezclaba en cierto modo con el dolor de los cortes en su rostro; por suerte no eran excesivamente profundas. Su varita se alzó rápidamente en la diestra. — Palalingua. — conjuró. Estaba harta de escucharla hablar, y sabía que era un buen método para hacer callar a alguien excesivamente ruidoso. Pero no lo suficiente. — Petrificus totalus. — acompañó a sus palabras, haciendo volar a la mujer hacia atrás hasta acabar cayendo boca arriba en el suelo. — No me gustan las personas que hablan tanto, que tratan de ser amenazantes porque es lo único con lo que se pueden sentir un poquito superiores a los demás, o sentirse menos inferiores. — habló levantándose con la mano cerciorándose de que todo estaba bien con su cara. — No tengo ningún interés en ti ni en tu territorio— se acercó hasta ella, colocando el pie sobre su pecho pero no llegando a ejercer fuerza alguna. —. De momento. — puntualizó. Estaba del lado y llegaría el momento en el que lo perdería todo.
Er asierto
La bofetada acabó tirándola contra el suelo. Su cuerpo volvió a chocar con violencia contra el mismo. Estaba claro que las habilidades de ambas eran bien diferentes, que allí quizás estaba hablando más la experiencia como criatura que la diferencia entre ambas razas. No llevó la mano a su rostro, las apretó con fuerza, agarrando la seca hojarasca. Teniendo el tiempo justo para atrapar su varita, pero no para alejarla antes de que le clavara sus uñas. Por suerte sabía de buena mano que se regeneraba rápido, quizás tanto como lo podía hacer ella. — Nunca jamás voy a volver a agachar la cabeza ante nadie. — habló. Había vivido demasiados años buscando monedas en el suelo y mirándose los cordones de los zapatos. No volvería a pasar por aquello, no pretendía volver a agachar la cabeza ante los demás. Nunca. La miró con una mueca de desprecio dibujada en los labios, una que se mezclaba en cierto modo con el dolor de los cortes en su rostro; por suerte no eran excesivamente profundas. Su varita se alzó rápidamente en la diestra. — Palalingua. — conjuró. Estaba harta de escucharla hablar, y sabía que era un buen método para hacer callar a alguien excesivamente ruidoso. Pero no lo suficiente. — Petrificus totalus. — acompañó a sus palabras, haciendo volar a la mujer hacia atrás hasta acabar cayendo boca arriba en el suelo. — No me gustan las personas que hablan tanto, que tratan de ser amenazantes porque es lo único con lo que se pueden sentir un poquito superiores a los demás, o sentirse menos inferiores. — habló levantándose con la mano cerciorándose de que todo estaba bien con su cara. — No tengo ningún interés en ti ni en tu territorio— se acercó hasta ella, colocando el pie sobre su pecho pero no llegando a ejercer fuerza alguna. —. De momento. — puntualizó. Estaba del lado y llegaría el momento en el que lo perdería todo.
Er asierto
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El hechizo me golpea en la garganta, es donde siento la explosión que me quita la voz y me echo hacia atrás de inmediato, boqueando para tratar de recuperarla. Envuelvo mi garganta con las manos cuando su varita vuelve a colocarme como objetivo y no alcanzo a buscar la mía para detenerla, no llego a hacer más que curvar mi boca en una sonrisa torcida por todo esto. Un juego en el que no gané hoy, tal vez mañana. Tal vez algún día. Tengo buena memoria para apuntarme caras y un oficio de cobrarme revanchas con cualquier pretexto. Reportarla al ministerio porque creo reconocerla de los tribunales es una pérdida de tiempo de la que no voy a participar, mi trabajo se limita a otras tareas y esto no es más que encuentro fuera de la jurisdicción del ministerio, se mantendrá así.
Ella no es una veela irguiéndose en medio del bosque para reafirmar su poder, mis ojos arden de la rabia al mirarla con todo mi cuerpo inmovilizado en el suelo por el frío helado que congela mis extremidades y por esta vez, la dejo ser. La escucho escupir su reivindicación y si pudiera, me reiría de ella, su deseo es viejo y lo conozco. Por eso mismo sé que pese a todo su desprecio a volver a verse caída, no es algo a lo que esté exenta por mucha determinación que tenga a elevarse sobre quien la han pisado. Cuando recupero la movilidad de los labios al distenderse los músculos de la cara, forzó a mi voz a salir. —Nos veremos en otro momento— murmuro, el peso de su pie sobre mi pecho para recordarme quién ha ganado y quién ha perdido, y de todas maneras, no pierdo la mueca en los labios, porque el juego recién empieza.
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*Fallo así que se queda ahí tiradita y en el post anterior fue acierto, ahí lo edito.
Ella no es una veela irguiéndose en medio del bosque para reafirmar su poder, mis ojos arden de la rabia al mirarla con todo mi cuerpo inmovilizado en el suelo por el frío helado que congela mis extremidades y por esta vez, la dejo ser. La escucho escupir su reivindicación y si pudiera, me reiría de ella, su deseo es viejo y lo conozco. Por eso mismo sé que pese a todo su desprecio a volver a verse caída, no es algo a lo que esté exenta por mucha determinación que tenga a elevarse sobre quien la han pisado. Cuando recupero la movilidad de los labios al distenderse los músculos de la cara, forzó a mi voz a salir. —Nos veremos en otro momento— murmuro, el peso de su pie sobre mi pecho para recordarme quién ha ganado y quién ha perdido, y de todas maneras, no pierdo la mueca en los labios, porque el juego recién empieza.
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*Fallo así que se queda ahí tiradita y en el post anterior fue acierto, ahí lo edito.
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