OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Agarro con nerviosismo las tiras de mi mochila, miro por encima de mi hombro a la calle desierta y apresuro mis pasos hasta dar con el edificio que reconozco como aquel donde se esconden los del catorce. Tengo entendido que hay mucha gente dentro, así que mi presencia podría estorbar en un espacio de por sí reducido, confío en que Alice le habrá podido decir a Ava que había algo que me gustaría entregarle y que esté en la terraza cuando llego con este contrabando que me pesa en la mochila. No está, así que siento pánico por un minuto, no vendrá, se ofendió demasiado la última vez que estuvimos en este mismo lugar. Me giro para marcharme a prisa cuando la veo entrar y planto mis pies en el suelo. —Hola— la saludo, ni yo escucho mi voz. —¿Cómo estás?— hasta lo pregunto con cuidado, seguro de que recibirá un simple «bien» y sin embargo actuando como si fuera a decirme algo terrible.
Abro y cierro mis manos varias veces a causa de los nervios, hasta que los uso para algo más de utilidad que es deslizar las correas de la mochila por mis hombros. —La última vez que… hablamos…— digo, tirando la mochila hacia adelante así puedo abrir el cierre y sacar lentamente la caja sellada. —Dijiste algo sobre si teníamos chocolate y sé que no es algo que se consiga fácil en estos distritos— sigo, tomando bocanadas entre palabras porque si ella se disculpó por entrometerse en la cita, creo que estoy haciendo lo mismo en este momento. —Así que moví algunos contactos y te conseguí estos— se lo ofrezco, y me da mucha más vergüenza admitir que tuve que pedírselos a mi madre, a mi favor diré que es de las pocas que le he pedido a capricho desde que estoy aquí, si no es la única. —Me daba mucho miedo que alguien me interceptara en el camino y se los quedara, y también te aconsejo que te los comas aquí, no bajes con ellos. Son solo para tí— me muerdo la lengua para no decir que ella los necesita. Tiendo la cajita blanca con una filmina trasparente en la tapa que deja ver los bombones y me siento en el suelo, sí, me he autoinvitado, esta vez se me hace más fácil por traer pantalones cortos y no vestido.
Abro y cierro mis manos varias veces a causa de los nervios, hasta que los uso para algo más de utilidad que es deslizar las correas de la mochila por mis hombros. —La última vez que… hablamos…— digo, tirando la mochila hacia adelante así puedo abrir el cierre y sacar lentamente la caja sellada. —Dijiste algo sobre si teníamos chocolate y sé que no es algo que se consiga fácil en estos distritos— sigo, tomando bocanadas entre palabras porque si ella se disculpó por entrometerse en la cita, creo que estoy haciendo lo mismo en este momento. —Así que moví algunos contactos y te conseguí estos— se lo ofrezco, y me da mucha más vergüenza admitir que tuve que pedírselos a mi madre, a mi favor diré que es de las pocas que le he pedido a capricho desde que estoy aquí, si no es la única. —Me daba mucho miedo que alguien me interceptara en el camino y se los quedara, y también te aconsejo que te los comas aquí, no bajes con ellos. Son solo para tí— me muerdo la lengua para no decir que ella los necesita. Tiendo la cajita blanca con una filmina trasparente en la tapa que deja ver los bombones y me siento en el suelo, sí, me he autoinvitado, esta vez se me hace más fácil por traer pantalones cortos y no vestido.
El camino que tengo que recorrer hasta llegar a la terraza lo hago con una gran incógnita en mi cabeza que se acentúa con cada escalón que voy pisando. ¿Qué quiere darme Synnove que requiere tanto secretismo? O no sé si secretismo era la palabra, pero el citarme específicamente aquí en lugar de entrar al departamento se me hacía de lo más extraño. Por más de que tratara, de verdad no podía imaginar cuál era la razón por la que me había mandado a llamar y me carcomía por dentro la curiosidad. - ¿Hola?, estoy bien pero… ¿por qué tanta formalidad? - Que no era formalidad tanto como simple educación, pero no recordaba la última vez que había comenzado una conversación de esa forma.
¿Se habría llevado una muy mala impresión de mí que estaba tan nerviosa? Lo último que quería era llevarme mal con la novia de Ken, ya tenía suficiente con no hablarle al enano desde entonces y no quería que la rubia me odiase por ser simplemente una metida de lo peor. Así que espero con toda la paciencia que soy capaz de encontrar dentro de mí a que termine de explicarse, y cuando lo hace lo primero que se me escapa es un suspiro de alivio. - No me malinterpretes, creo que en estos momentos te volviste mi persona favorita en el mundo, pero por todos los santos, ¡me asustaste! - No sé por qué, pero de verdad creí que me había pasado del límite y estaba a punto de recibir un gran sermón.
- Gracias, no sé a qué se debe este gesto cuando debería ser yo la que te consiga chocolates. Pero bueno, sabrás comprender…- Ella misma lo había dicho, era complicado conseguir chocolates en estos lugares, y si se conseguían el precio era tan exorbitante que no valía la pena. No quería imaginarme lo que podrían llegar a salir unos bombones de este tipo en el mercado negro, así que me siento a su lado siguiendo su ejemplo y abro la caja tendiéndosela a ella también. - Lo mínimo que puedo hacer es compartir este pequeño tesoro. ¿A qué se debe? de verdad. - Consulto llevándome uno de los dulces a la boca.
¿Se habría llevado una muy mala impresión de mí que estaba tan nerviosa? Lo último que quería era llevarme mal con la novia de Ken, ya tenía suficiente con no hablarle al enano desde entonces y no quería que la rubia me odiase por ser simplemente una metida de lo peor. Así que espero con toda la paciencia que soy capaz de encontrar dentro de mí a que termine de explicarse, y cuando lo hace lo primero que se me escapa es un suspiro de alivio. - No me malinterpretes, creo que en estos momentos te volviste mi persona favorita en el mundo, pero por todos los santos, ¡me asustaste! - No sé por qué, pero de verdad creí que me había pasado del límite y estaba a punto de recibir un gran sermón.
- Gracias, no sé a qué se debe este gesto cuando debería ser yo la que te consiga chocolates. Pero bueno, sabrás comprender…- Ella misma lo había dicho, era complicado conseguir chocolates en estos lugares, y si se conseguían el precio era tan exorbitante que no valía la pena. No quería imaginarme lo que podrían llegar a salir unos bombones de este tipo en el mercado negro, así que me siento a su lado siguiendo su ejemplo y abro la caja tendiéndosela a ella también. - Lo mínimo que puedo hacer es compartir este pequeño tesoro. ¿A qué se debe? de verdad. - Consulto llevándome uno de los dulces a la boca.
—¡No, no! No hay nada de lo que debas preocuparte— digo, ya no. Tengo mi segundo de duda sobre si habrá escuchado algo sobre lo que pasó y también sobre lo que falló la otra noche de la cita. —¿Qué pensaste que podría ser?— pregunto con cierta cautela, solo por tantear las posibilidades que rondan por la cabeza de los tíos de Ken, esta vez que estamos a solas creo que puedo indagar en la impresión que tienen sobre mí o sobre nosotros dos, juntos, como novios, sin que se convierta en ese interrogatorio incómodo en medio de la cena. Sobre ellos también, creo que puedo hablar sin que suene a un ataque que trata de alejarlos. —¿Y por qué pensaste que es a mí a quien debías conseguirle chocolates?— ahora sí, creo que estoy claramente alarmada.
Exhalo un suspiro corto y juego con los hilos sueltos del ruedo de pantalón corto al comenzar a hablar. —Lamento que la otra noche nos pusimos pesados con preguntas hacía ti y Ben, que tal vez terminaron lastimando por tocar temas sobre los que nadie habla. Pero… si necesitas hablarlo…— murmuro, se siente incómodo plantearlo así, que surja como un ofrecimiento mío y no como una necesidad de ella, que se ve bastante conforme con los chocolates. Ellos no hacen preguntas, solo se ofrecen, ahí, tentadores, como una promesa de alivio a lo que no hace falta poner un nombre. —O si no quieres hablarlo, también está bien. Estoy siendo una entrometida— reconozco en voz alta, barriendo mi oferta anterior. —Podemos hablar de otras cosas— propongo. Pero no de lo que paso en la cita, ¡irá a contarle a Ben, lo sé! No importa qué está ocurriendo entre ambos, sé que esas cosas se contarían, si se ponen de acuerdo para avergonzar a Ken con las anécdotas de cerdos…
Exhalo un suspiro corto y juego con los hilos sueltos del ruedo de pantalón corto al comenzar a hablar. —Lamento que la otra noche nos pusimos pesados con preguntas hacía ti y Ben, que tal vez terminaron lastimando por tocar temas sobre los que nadie habla. Pero… si necesitas hablarlo…— murmuro, se siente incómodo plantearlo así, que surja como un ofrecimiento mío y no como una necesidad de ella, que se ve bastante conforme con los chocolates. Ellos no hacen preguntas, solo se ofrecen, ahí, tentadores, como una promesa de alivio a lo que no hace falta poner un nombre. —O si no quieres hablarlo, también está bien. Estoy siendo una entrometida— reconozco en voz alta, barriendo mi oferta anterior. —Podemos hablar de otras cosas— propongo. Pero no de lo que paso en la cita, ¡irá a contarle a Ben, lo sé! No importa qué está ocurriendo entre ambos, sé que esas cosas se contarían, si se ponen de acuerdo para avergonzar a Ken con las anécdotas de cerdos…
- No creo haber pensado en nada en particular. - Me apresuro a contestar. - No sé, esperaba un sermón o un reto acerca de la privacidad; o que Ken te hubiese mandado a decirme algo. Improbable, lo sé. Pero no es que últimamente esté hablando tanto con él. - De verdad, creía que desde aquella charla que tuvimos con respecto a Coco nada había sido lo mismo. Ya si era por la situación en la que estábamos, o porque todavía estaba dolido, la verdad es que no sabría decirlo. Nunca fui buena en esto de enfrentarse a las emociones. - Así que sí, chocolates en compensación del mal momento que les hicimos pasar no era muy mala idea. - Además de que era una de las pocas maneras que tenía de disculparme sin la necesidad de usar palabras específicamente.
- Entonces sí tengo de qué preocuparme, quieres hacerme monologar. - Declaro dejándome caer contra la pared que se encuentra a nuestras espaldas. Tomo otro bombón y mientras medito sus palabras, muerdo la mitad en vez de llevármelo directamente a la boca. El primero tenía un relleno de licor que no supe apreciar en primera instancia, así que prefería degustarlos con un poco de paciencia. - Tienes menos tacto que Beverly, y eso es decir mucho. ¿Tan mal me veo? No creo ir andando como un alma en pena por la vida o algo así. - Como la otra mitad, y descubro que el contenido de este bombón es parecido al licor de huevo que mi madre guardaba para las fiestas en alguna ocasión. - ¿De qué quieres que hable? ¿O qué es lo que te causa curiosidad? Podemos jugar a las veinte preguntas entre nosotras. - No me parecía una mala persona, y creo que no tengo una charla de chicas propiamente dicha desde que Arya estaba viva… Okay, creo que mi vida se ha vuelto algo rutinaria.
- Entonces sí tengo de qué preocuparme, quieres hacerme monologar. - Declaro dejándome caer contra la pared que se encuentra a nuestras espaldas. Tomo otro bombón y mientras medito sus palabras, muerdo la mitad en vez de llevármelo directamente a la boca. El primero tenía un relleno de licor que no supe apreciar en primera instancia, así que prefería degustarlos con un poco de paciencia. - Tienes menos tacto que Beverly, y eso es decir mucho. ¿Tan mal me veo? No creo ir andando como un alma en pena por la vida o algo así. - Como la otra mitad, y descubro que el contenido de este bombón es parecido al licor de huevo que mi madre guardaba para las fiestas en alguna ocasión. - ¿De qué quieres que hable? ¿O qué es lo que te causa curiosidad? Podemos jugar a las veinte preguntas entre nosotras. - No me parecía una mala persona, y creo que no tengo una charla de chicas propiamente dicha desde que Arya estaba viva… Okay, creo que mi vida se ha vuelto algo rutinaria.
—Creo que Ken y tú deberían hablar en algún momento— no pierdo la oportunidad de decirlo, así como se lo he dicho a él, también puedo hacerlo con ella. Trato de ser consecuente con las cosas que le digo a una y a otra persona, si bien me gusta escuchar lo que cada una tiene para compartirme desde su perspectiva. No conozco a la rubia más de lo que puedo apreciar por las veces en que la he visto, es tan palpable el cariño que tiene hacia Ken y que a veces choca con sus modos que lo hacen parecer de vuelta un niño, cuando puedo decir que lo he visto crecer bastante en el tiempo que llevamos de ser amigos. —No hacen falta chocolates, basta con que no sean invasivos. Estamos en una edad en la que eso es lo peor que pueden hacernos. Y no porque hagamos cosas que queremos ocultar— evito pensar en el condón roto, en la prisa por ir a comprar una pastilla, todo como el peor de los colmos posibles para los vírgenes. —Hacemos cosas que queremos guardar para nosotros— creo que es algo que ya les dijo Ken esa noche.
—Sé que no tenemos la confianza como para pedirte que monologues conmigo— sonrío a su manera de decirlo, —pero piénsalo como una charla de borracho en un bar con un desconocido. No tenemos alcohol, tenemos chocolate. Nada de lo que digas saldrá de aquí— le prometo, siento que puedo cumplirlo. Tomo uno de los bombones entre las puntas de mis dedos. —Sé que dijiste que había muchas cosas que te hacen feliz, lo que sucede es que luego olvidamos que las personas que tienen esa fuerza para sobreponerse a todo y dar un mensaje optimista a sus amigos, también tienen otras partes por dentro, resquebrajadas o rotas, que necesitan un abrazo—. No lo haré, claro. Sería un poco incómodo tener de esos arrebatos con ella. Si se lo explico es para que comprenda qué me movió a traerle chocolates, sin embargo depende de ella que me aclare si estoy suponiendo sentimientos con los que no se siente identificada. —De acuerdo— acepto el juego de las veinte preguntas sin necesidad de repensarlo, y que bueno el haberle hablado de no ser invasivos, aunque nunca queda claro si encima es un juego, hasta donde se puede llegar. Cambio mi expresión meditabunda de hace unos minutos por una sonrisa más ancha, creo que podemos llegar al tema que nos trae aquí, pero no hacerlo a la tremenda. —Te cedo el honor de comenzar, así no lo sientes como que todo son preguntas sobre ti. También te contaré lo que me pidas.
—Sé que no tenemos la confianza como para pedirte que monologues conmigo— sonrío a su manera de decirlo, —pero piénsalo como una charla de borracho en un bar con un desconocido. No tenemos alcohol, tenemos chocolate. Nada de lo que digas saldrá de aquí— le prometo, siento que puedo cumplirlo. Tomo uno de los bombones entre las puntas de mis dedos. —Sé que dijiste que había muchas cosas que te hacen feliz, lo que sucede es que luego olvidamos que las personas que tienen esa fuerza para sobreponerse a todo y dar un mensaje optimista a sus amigos, también tienen otras partes por dentro, resquebrajadas o rotas, que necesitan un abrazo—. No lo haré, claro. Sería un poco incómodo tener de esos arrebatos con ella. Si se lo explico es para que comprenda qué me movió a traerle chocolates, sin embargo depende de ella que me aclare si estoy suponiendo sentimientos con los que no se siente identificada. —De acuerdo— acepto el juego de las veinte preguntas sin necesidad de repensarlo, y que bueno el haberle hablado de no ser invasivos, aunque nunca queda claro si encima es un juego, hasta donde se puede llegar. Cambio mi expresión meditabunda de hace unos minutos por una sonrisa más ancha, creo que podemos llegar al tema que nos trae aquí, pero no hacerlo a la tremenda. —Te cedo el honor de comenzar, así no lo sientes como que todo son preguntas sobre ti. También te contaré lo que me pidas.
- Dices “estamos en la edad” y me haces sentir una anciana. - No hace mucho yo había estado en la edad en la que quería sacar a Zenda de los pelos cada vez que entraba en mi habitación, o en la edad en la que tenía que darme la vuelta e irme cuando mi madre trataba de darme un sermón, todo para no gritarle y así evitarme una pelea. Ahora me dedicaba a hablar de estrategias políticas, y a ser todo lo molesta que Arleth hubiese sido de haber tenido una adolescencia semi normal en el catorce. La extrañaba, pero al menos ya no me molestaba el reconocerme en sus actitudes. - ¿Ocultar? En serio, de verdad no tienes que justificarte conmigo. Cómo dices, cada uno con sus edades y esa yo ya la pasé. - No en una situación comparable, que jamás había tenido novio. Pero se entiende…
- Me encantaría decirte que si hubieras traído alcohol tal vez la habrías tenido más fácil. Pero la realidad es que siempre fui una bocona con la gente de confianza. - Eran raras las cosas que podía callar y mantener en secreto, o más bien, eran lo suficientemente importantes como para saber cuándo debía mantenerme en silencio. - Si fueras un borracho de un bar eso ya sería otra historia, pero siendo la novia de Ken voy a confiar en que el enano tiene un criterio mínimo. No pareces una mala persona Syv. - Era alguien que parecía inspirar confianza y buenos deseos, como si fuese una tarjeta de navidad hecha por una madre. ¿Tenía sentido? No tal vez si consideraba sus siguientes palabras.
- Nunca dije que no tuviese cosas que se me revolviesen por dentro. No estoy queriendo presentar una fachada acorazada ante los demás, yo soy la primera persona a la que tengo que tratar de convencer antes de exponerme al resto. - Y era testaruda, así que había cosas en las que ni yo misma podía hacerme razonar. No me mentía, pero sí era persuasiva para desviar mi atención de otros temas. Tal vez esto de las veinte preguntas terminase siendo algo positivo. - Te parecerá una estupidez, pero voy a desperdiciar mi primera pregunta. ¿Qué edad tienes? Siento que estoy hablando con una amiga, pero con mi hermana menor al mismo tiempo. - y por mucho que quisiera a Zenda, esa clasificación sí era diferente.
- Me encantaría decirte que si hubieras traído alcohol tal vez la habrías tenido más fácil. Pero la realidad es que siempre fui una bocona con la gente de confianza. - Eran raras las cosas que podía callar y mantener en secreto, o más bien, eran lo suficientemente importantes como para saber cuándo debía mantenerme en silencio. - Si fueras un borracho de un bar eso ya sería otra historia, pero siendo la novia de Ken voy a confiar en que el enano tiene un criterio mínimo. No pareces una mala persona Syv. - Era alguien que parecía inspirar confianza y buenos deseos, como si fuese una tarjeta de navidad hecha por una madre. ¿Tenía sentido? No tal vez si consideraba sus siguientes palabras.
- Nunca dije que no tuviese cosas que se me revolviesen por dentro. No estoy queriendo presentar una fachada acorazada ante los demás, yo soy la primera persona a la que tengo que tratar de convencer antes de exponerme al resto. - Y era testaruda, así que había cosas en las que ni yo misma podía hacerme razonar. No me mentía, pero sí era persuasiva para desviar mi atención de otros temas. Tal vez esto de las veinte preguntas terminase siendo algo positivo. - Te parecerá una estupidez, pero voy a desperdiciar mi primera pregunta. ¿Qué edad tienes? Siento que estoy hablando con una amiga, pero con mi hermana menor al mismo tiempo. - y por mucho que quisiera a Zenda, esa clasificación sí era diferente.
—Trato de no serlo— contesto con el amago de una sonrisa, es conmovedor que los tíos de Ken se muestren predispuestos a mí por confiar en su opinión, sin pedirme hechos que avalen mi pertenencia a este sitio o esperen de mí que sea alguien distinto a quien soy. Solía echar de menos la idea de tener hermanos mayores, cuando ni siquiera sabía que los tenía, resulta que tengo dos que no los disfruté como tales. Jakobe fue mi amigo, no hicimos cosas propiamente de hermanos, más allá de una fotografía que todavía guardo con cariño. La hija que mi padre tiene en el norte no tengo idea de quien sea, podría preguntarle a Simon que al parecer la conoce, pero no sé cómo iniciar conversaciones con él desde esa vez que se fue de casa. Quizá me la he cruzado cientos de veces desde que estoy aquí, sin reconocerla.
Charlar con Ava se siente un poco como una plática de hermanas más que de amigas, con mis amigas como chocolates en una bañera vacía. Y aunque la vea y la reconozco mucho más madura que yo, no tengo reparos en darle mi opinión sobre lo que dice. —Tu elección de palabras me da a pensar. Eso de convencerte, exponerte…— hago un hmmm con mis labios prensados. — Parece propio de una persona que se memoriza un discurso que dar a los demás…— me siento mal al decirlo, suena inapropiado de mi parte. De alguien como Ken puedes esperar que te sirva la verdad cruda sobre la mesa y se entiende porque él es así, suelo pensar que yo me cuido más con lo que digo, se escucha inadecuado cuando me corro de mi línea. —No te estoy juzgando, Ava — se lo aclaro, juego con un bombón entre mis dedos. —Tengo veinte años, a veces parecen muchos, otras veces parecen muy pocos— a punto estoy de devolverle la pregunta, cuando decido hacer uso de la mía para algo distinto. —¿Qué harás después de la guerra? Y es una pregunta que tiene su variable fija de que seguirás viva, no quiero que me la anules diciéndome que pueda no ser así. Se vale soñar.
Charlar con Ava se siente un poco como una plática de hermanas más que de amigas, con mis amigas como chocolates en una bañera vacía. Y aunque la vea y la reconozco mucho más madura que yo, no tengo reparos en darle mi opinión sobre lo que dice. —Tu elección de palabras me da a pensar. Eso de convencerte, exponerte…— hago un hmmm con mis labios prensados. — Parece propio de una persona que se memoriza un discurso que dar a los demás…— me siento mal al decirlo, suena inapropiado de mi parte. De alguien como Ken puedes esperar que te sirva la verdad cruda sobre la mesa y se entiende porque él es así, suelo pensar que yo me cuido más con lo que digo, se escucha inadecuado cuando me corro de mi línea. —No te estoy juzgando, Ava — se lo aclaro, juego con un bombón entre mis dedos. —Tengo veinte años, a veces parecen muchos, otras veces parecen muy pocos— a punto estoy de devolverle la pregunta, cuando decido hacer uso de la mía para algo distinto. —¿Qué harás después de la guerra? Y es una pregunta que tiene su variable fija de que seguirás viva, no quiero que me la anules diciéndome que pueda no ser así. Se vale soñar.
Mis labios se curvan en una sonrisa que trata de no ser burlona ante las palabras de Synnove, pero cuando dice aquello de memorizar un discurso se me hace imposible. - Creeme, luego de que pases un poco más de tiempo cerca mío te vas a dar cuenta de que eso de los discursos no es lo mío. - Podía tratar de psicoanalizarme, y la dejaría. Pero nunca fui el tipo de personas que se armaba un monólogo que presentar cuando se veía acorralada. Pecaba de vómito verbal, no de tener ensayos preparados de antemano. - No creo que me estés juzgando. Solo siento que estás queriendo hacerme ver algo que por alguna razón parece obvio para tí, pero no para mí. - Que no me sorprendería si ese fuera el caso, pero podía contar con los dedos de una mano las veces que había visto a la rubia, y eso sería francamente decepcionante.
Por otro lado, la muchacha ya había dado en uno de mis puntos débiles con bastante rapidez, y no sabía si era por intuición, porque Ken se lo había comentado, o porque era una verdad universalmente reconocida que el chocolate nunca falla. - Si te interesa el resumen. Soy una gritona mal hablada que siempre dice lo que piensa, no necesariamente lo que siente. ¿Eso está mejor? - Menos aún cuando no tenía idea de lo que se suponía que debía sentir, o lo que Syv creía que se suponía que debía sentir. O no sé… esto marea.
Voy por el tercer bombón cuando me dice su edad así que tengo que masticar y tragar antes de poder responderle. - Tiene sentido. Nos llevamos menos de lo que creí, así que eso explica bastante. - Era una niña, pero a la vez ya había dejado de serlo. Mierda, extrañaba tener veinte recién cumplidos. Era una época donde todo era relativamente más sencillo. En aquel entonces su pregunta la podía responder en un entorno completamente diferente a este, estando mucho más segura de lo que me rodeaba. - Puede que no sea así, pero planeo que ese no sea el caso. Lucho por vivir Syv, y porque los que quieran también puedan hacerlo; como se debe. Así que si… cuando eso pase, no tengo idea de qué es lo que quiero hacer salvo verlos bien. Tal vez abra un bar, o me dedique a la medicina y ayude a Alice en algún consultorio improvisado… o no sé. Quizá podría dedicarme a trabajar con criaturas, no tengo magia pero se me dan bastante bien. Me gustaría tener familia en algún momento, y un perro. Nada demasiado fuera de lo común. - Me sorprende lo fácil que viene a mí un supuesto futuro, cuando realmente no era algo en lo que había pensado anteriormente. Estaba demasiado preocupada en el ahora en sí mismo, que casi que me había olvidado de pensar en el después. - Esto de las preguntas fue mala idea… no se me ocurre que preguntarte. Uhmmm… ¿Cuál fue el factor decisivo para que te mudases aquí? - Siempre existía ese detalle tonto o grande que terminaba marcando nuestras decisiones, me daba curiosidad el saber cuál era el suyo.
Por otro lado, la muchacha ya había dado en uno de mis puntos débiles con bastante rapidez, y no sabía si era por intuición, porque Ken se lo había comentado, o porque era una verdad universalmente reconocida que el chocolate nunca falla. - Si te interesa el resumen. Soy una gritona mal hablada que siempre dice lo que piensa, no necesariamente lo que siente. ¿Eso está mejor? - Menos aún cuando no tenía idea de lo que se suponía que debía sentir, o lo que Syv creía que se suponía que debía sentir. O no sé… esto marea.
Voy por el tercer bombón cuando me dice su edad así que tengo que masticar y tragar antes de poder responderle. - Tiene sentido. Nos llevamos menos de lo que creí, así que eso explica bastante. - Era una niña, pero a la vez ya había dejado de serlo. Mierda, extrañaba tener veinte recién cumplidos. Era una época donde todo era relativamente más sencillo. En aquel entonces su pregunta la podía responder en un entorno completamente diferente a este, estando mucho más segura de lo que me rodeaba. - Puede que no sea así, pero planeo que ese no sea el caso. Lucho por vivir Syv, y porque los que quieran también puedan hacerlo; como se debe. Así que si… cuando eso pase, no tengo idea de qué es lo que quiero hacer salvo verlos bien. Tal vez abra un bar, o me dedique a la medicina y ayude a Alice en algún consultorio improvisado… o no sé. Quizá podría dedicarme a trabajar con criaturas, no tengo magia pero se me dan bastante bien. Me gustaría tener familia en algún momento, y un perro. Nada demasiado fuera de lo común. - Me sorprende lo fácil que viene a mí un supuesto futuro, cuando realmente no era algo en lo que había pensado anteriormente. Estaba demasiado preocupada en el ahora en sí mismo, que casi que me había olvidado de pensar en el después. - Esto de las preguntas fue mala idea… no se me ocurre que preguntarte. Uhmmm… ¿Cuál fue el factor decisivo para que te mudases aquí? - Siempre existía ese detalle tonto o grande que terminaba marcando nuestras decisiones, me daba curiosidad el saber cuál era el suyo.
Es un trabalenguas el que sale de su boca y me cuesta entenderlo, entonces lo hago. —Quizá sea solo impresiones mías, no tiene por qué ser cierto lo que veo… desde niña tengo esto de ver cosas que no todos ven, negarlas sin embargo no me ha traído nada bueno, he llegado hasta aquí porque decidí confiar en ese camino invisible que me mostraban…— es puro parloteo de mi parte, una retribución a ese resumen que me ofrece sobre su persona, lo que deja mucho más claro todo sobre su actitud ante las cosas –no sé si para mí o para ella-. —Decir lo que se siente requiere de una valentía diferente a la que pueda tener el soldado más temerario, ¿no?— es un pensamiento que pongo en voz alta. — Que te corten la piel no es lo mismo a que te rajen el corazón— esa es mi conclusión, la que no tiene por qué hacer carne si en realidad no lo siente, es como lo veo y tal vez sea solo cosa mía.
No hago suposiciones sobre qué tan amplia será nuestra diferencia de edad, me dedico a escuchar con interés lo que pueda decirme sobre un futuro sin guerra, ellos que han venido de un distrito calcinado y a todo lo que se enfrentan día a día es a un conflicto interminable por sobrevivir. Hay algo bueno en todo lo que me dice, la conclusión de que Ava tiene muchas ganas de vivir, más que eso, en serio es una persona capaz de ver el vaso medio lleno y eso explica por qué puede sentirse feliz cuando todos estamos pendientes de su reacción a algo como que la persona con la podría tener todo eso, ha tomado una decisión que lo aleja de ser ese hombre. —Si abres un bar, ¿podría trabajar ahí? ¡Eso no cuenta como pregunta del juego! Te diría que también podría ayudar en tu consultorio con Alice, claro que primero tengo que solucionar mi problemita con ver sangre…— tiro de mi boca en una mueca.
Me río disimuladamente cuando es ella la que se retracta de iniciar el juego. —Si quieres lo dejamos, no voy a usar ninguna de las veinte para preguntarte directamente cómo te sientes con respecto a lo de Ben— la tranquilizo, si es que eso la tiene ansiosa de alguna forma y con el juego quería retrasarlo, enmarcarlo en un contexto de algo o no sé. —Y mi factor decisivo fue darme cuenta que mis padres esperaban cosas de mí que me limitaban al lugar en el que estaba, no solo a un lugar, a ser en parte una niña y en parte una adulta desde lo que se esperaba de mí como hija. ¿Cómo te lo explico…? Era como hacer crecer a una planta dentro de una caja de cristal sellada. Claro que creces, dentro de fronteras definidas. ¿Cómo lo digo más simple…?— lo pienso, rememoro una y otra vez esa platica que tuve con ambos cuando Simon se fue de la casa, el pedido de mi madre que abandone todo lo ingenuo para abrir mis ojos a la realidad mientras mi padre se veía destrozado por la situación, la solicitud de él de que revise las cosas de mi hermano para ayudar, cuando me parecía una falta muy grave a mi propio hermano. Encontrarme una vez más en esa situación de tener que ser lo que ellos esperaban que fuera y decirme por primera vez que no, que no quería ser. —Quería crecer, bajo la mirada de nuestros padres nunca podemos cruzar ciertos límites… que a veces son necesarios cruzar. Y también… también sucedió que me importaba más la opinión y lo que se decidía en mi familia, que mi propia opinión o lo que yo pudiera decidir, cuando eres incapaz de encontrar tu propia voz dentro de un grupo de personas, aunque sea tu propia familia y la ames, necesitas apartarte para ver si puedes hallarla.
No hago suposiciones sobre qué tan amplia será nuestra diferencia de edad, me dedico a escuchar con interés lo que pueda decirme sobre un futuro sin guerra, ellos que han venido de un distrito calcinado y a todo lo que se enfrentan día a día es a un conflicto interminable por sobrevivir. Hay algo bueno en todo lo que me dice, la conclusión de que Ava tiene muchas ganas de vivir, más que eso, en serio es una persona capaz de ver el vaso medio lleno y eso explica por qué puede sentirse feliz cuando todos estamos pendientes de su reacción a algo como que la persona con la podría tener todo eso, ha tomado una decisión que lo aleja de ser ese hombre. —Si abres un bar, ¿podría trabajar ahí? ¡Eso no cuenta como pregunta del juego! Te diría que también podría ayudar en tu consultorio con Alice, claro que primero tengo que solucionar mi problemita con ver sangre…— tiro de mi boca en una mueca.
Me río disimuladamente cuando es ella la que se retracta de iniciar el juego. —Si quieres lo dejamos, no voy a usar ninguna de las veinte para preguntarte directamente cómo te sientes con respecto a lo de Ben— la tranquilizo, si es que eso la tiene ansiosa de alguna forma y con el juego quería retrasarlo, enmarcarlo en un contexto de algo o no sé. —Y mi factor decisivo fue darme cuenta que mis padres esperaban cosas de mí que me limitaban al lugar en el que estaba, no solo a un lugar, a ser en parte una niña y en parte una adulta desde lo que se esperaba de mí como hija. ¿Cómo te lo explico…? Era como hacer crecer a una planta dentro de una caja de cristal sellada. Claro que creces, dentro de fronteras definidas. ¿Cómo lo digo más simple…?— lo pienso, rememoro una y otra vez esa platica que tuve con ambos cuando Simon se fue de la casa, el pedido de mi madre que abandone todo lo ingenuo para abrir mis ojos a la realidad mientras mi padre se veía destrozado por la situación, la solicitud de él de que revise las cosas de mi hermano para ayudar, cuando me parecía una falta muy grave a mi propio hermano. Encontrarme una vez más en esa situación de tener que ser lo que ellos esperaban que fuera y decirme por primera vez que no, que no quería ser. —Quería crecer, bajo la mirada de nuestros padres nunca podemos cruzar ciertos límites… que a veces son necesarios cruzar. Y también… también sucedió que me importaba más la opinión y lo que se decidía en mi familia, que mi propia opinión o lo que yo pudiera decidir, cuando eres incapaz de encontrar tu propia voz dentro de un grupo de personas, aunque sea tu propia familia y la ames, necesitas apartarte para ver si puedes hallarla.
- ¿Qué puedo decir? Nos entrenaron para ser soldados, Syv. Y siempre fui buena en mi trabajo. - Es mi manera de decirle que tiene razón, conocía el tipo de valentía de la que me hablaba, pero en ese aspecto siempre había sido la mayor de las cobardes. Podía soportar los cortes, los golpes, incluso los hechizo; pero lo de adentro, aquello que se escondía en un rincón del fondo en dónde no podía verlo, no. No tenía miedo a lo desconocido, pero creía que no era lo suficientemente tonta como para salir desarmada a una batalla que no podría ganar.
Me río cuando propone su participación en ese futuro imaginario, y me sorprendo al poder visualizarlo como una verdadera posibilidad. No estaría tan mal, ¿o sí? En un mundo en el que queremos construir, “una squib y una bruja entran en un bar” suena más al inicio de un chiste que a algo potencialmente incorrecto, casi que ilegal. Que bueno, era ilegal cuando una de esas personas tenía un cartel de “se busca” pegado en la frente, pero no venía al caso. - En el bar hasta te dejaría que fueses mi socia. - Le aseguro obligándome a alejar un poco la caja de mi alcance, para no acabarme todo el chocolate antes de que el juego se torne más jodido. - Ya con lo de la clínica… Lamento decírtelo, pero es muy raro que se pueda solucionar eso. Es cuestión de estómago, y la única manera en la que podrías dejar de ver la sangre como algo malo, espero que jamás tengas que pasarla. - Porque una cortadura era nada comparado con los heridos luego de un ataque de licántropos, con el olor a carne quemada que dejaban los cuerpos tras un incendio, o con lo ferroso que podía sentirse el aire luego de disparar un rifle. Así que sí, esperaba de verdad que siguiera incómoda por las heridas y no por otra cosa.
- Luego me dicen a mí que soy impulsiva o que no tengo pelos en la lengua… - Porque ahora tenía una mejor idea de para qué estaban los chocolates que había traído, y de golpe dejo de sentirme tan culpable por haber sido una metida la otra noche. - ¿No te parecí lo suficientemente convincente con mi respuesta anterior? - Que de acuerdo, no se tenía que ser un genio para saber que jamás podría ser actriz, pero enserio, no había mentido. - Estoy feliz de que sea feliz, Syv. Esa es la verdad. Pero también me siento de otras maneras, y no sé si puedo ponerle un nombre a eso. - Aprieto los labios y dudo unos segundos antes de seguir. - No quiero ponerle un nombre a eso. - Era cobarde por elección, claramente.
Lo bueno es que puedo centrarme en su respuesta, y pese a que no debería, me sorprende ver lo diferente que fueron nuestras realidades. Podía entender lo de la caja de cristal, pero a su vez… Arleth nunca había posado ese tipo de expectativas en mí. Siempre fui libre de tener una opinión, y dentro de la burbuja en la que vivía, mi madre jamás había cortado mis alas, o esperado que hiciera algo que no fuese lo que yo deseaba. - Eres una persona muy valiente entonces… y más madura de lo que dejas ver. Lo que dices… Lo que haces… Encontrar tu propio camino siempre es complicado, ¿pero hacerlo sin poder escucharte? Es admirable que no solo hayas podido reconocerlo, sino que hayas tomado las riendas para poder afrontarte a tí misma frente al mundo. - A nosotros nos habían tirado del caballo directamente, pero como dije… otras realidades. - Espero que incluso entre el ruido que nosotros podamos generar; me refiero a, bueno, este grupo pseudo rebelde con ideas demasiado fijas; te sea un poquito más fácil el escucharte. - Incluso aunque su voz dijera cosas que no esperaba, sin poder estar de acuerdo con nuestros ideales, de verdad deseaba que pudiese encontrarse a sí misma. - ¿Tus padres como lo tomaron?. O no, espera, ¿era mi turno? Ufff, ya no sé.
Me río cuando propone su participación en ese futuro imaginario, y me sorprendo al poder visualizarlo como una verdadera posibilidad. No estaría tan mal, ¿o sí? En un mundo en el que queremos construir, “una squib y una bruja entran en un bar” suena más al inicio de un chiste que a algo potencialmente incorrecto, casi que ilegal. Que bueno, era ilegal cuando una de esas personas tenía un cartel de “se busca” pegado en la frente, pero no venía al caso. - En el bar hasta te dejaría que fueses mi socia. - Le aseguro obligándome a alejar un poco la caja de mi alcance, para no acabarme todo el chocolate antes de que el juego se torne más jodido. - Ya con lo de la clínica… Lamento decírtelo, pero es muy raro que se pueda solucionar eso. Es cuestión de estómago, y la única manera en la que podrías dejar de ver la sangre como algo malo, espero que jamás tengas que pasarla. - Porque una cortadura era nada comparado con los heridos luego de un ataque de licántropos, con el olor a carne quemada que dejaban los cuerpos tras un incendio, o con lo ferroso que podía sentirse el aire luego de disparar un rifle. Así que sí, esperaba de verdad que siguiera incómoda por las heridas y no por otra cosa.
- Luego me dicen a mí que soy impulsiva o que no tengo pelos en la lengua… - Porque ahora tenía una mejor idea de para qué estaban los chocolates que había traído, y de golpe dejo de sentirme tan culpable por haber sido una metida la otra noche. - ¿No te parecí lo suficientemente convincente con mi respuesta anterior? - Que de acuerdo, no se tenía que ser un genio para saber que jamás podría ser actriz, pero enserio, no había mentido. - Estoy feliz de que sea feliz, Syv. Esa es la verdad. Pero también me siento de otras maneras, y no sé si puedo ponerle un nombre a eso. - Aprieto los labios y dudo unos segundos antes de seguir. - No quiero ponerle un nombre a eso. - Era cobarde por elección, claramente.
Lo bueno es que puedo centrarme en su respuesta, y pese a que no debería, me sorprende ver lo diferente que fueron nuestras realidades. Podía entender lo de la caja de cristal, pero a su vez… Arleth nunca había posado ese tipo de expectativas en mí. Siempre fui libre de tener una opinión, y dentro de la burbuja en la que vivía, mi madre jamás había cortado mis alas, o esperado que hiciera algo que no fuese lo que yo deseaba. - Eres una persona muy valiente entonces… y más madura de lo que dejas ver. Lo que dices… Lo que haces… Encontrar tu propio camino siempre es complicado, ¿pero hacerlo sin poder escucharte? Es admirable que no solo hayas podido reconocerlo, sino que hayas tomado las riendas para poder afrontarte a tí misma frente al mundo. - A nosotros nos habían tirado del caballo directamente, pero como dije… otras realidades. - Espero que incluso entre el ruido que nosotros podamos generar; me refiero a, bueno, este grupo pseudo rebelde con ideas demasiado fijas; te sea un poquito más fácil el escucharte. - Incluso aunque su voz dijera cosas que no esperaba, sin poder estar de acuerdo con nuestros ideales, de verdad deseaba que pudiese encontrarse a sí misma. - ¿Tus padres como lo tomaron?. O no, espera, ¿era mi turno? Ufff, ya no sé.
—Me halaga la confianza— comienzo así para no ofenderla en su generosa oferta de hacerme socia de su bar imaginario, debe ser el efecto de amor inmediato que tienen los chocolates de quienes lo reciben a quien se los da. —Pero no me veo como socia. Si necesitas que pinte las paredes, puedes contar conmigo. Como trabajo de medio tiempo me ayudaría a ir viendo posibilidades, necesito un poco más de tiempo para saber realmente qué quiero hacer con mi vida y asumir la administración compartida es tal vez un compromiso que no puedo aceptar— pretendo ser amable en mi rechazo, con la educación que mi madre me ha dicho que no debo perder en ningún momento. La medimagia está en ese limbo de cosas que quiero probar y después de probarlas, fracasar, volver a intentar, tener la certeza de que no es para mí. Entonces poder pasar a una siguiente cosa, de lo que sea, que en tiempos de guerra también las vocaciones son parte de un abanico muy amplio de cosas por elegir, ya que nada es estable y seguro, menos una carrera hecha en la escuela.
—¡Pero si no te pregunté!— me explico, que era todo lo contrario, decirle que estaba bien si no quería hablar al respecto, claro que si quiere hablar estoy aquí para prestarle mis oídos bien predispuestos. Si yo misma llego al final de esta charla sin contarle que tal vez la primera vez con Ken no fue todo lo genial que se espera -aunque tengo asumido que no había manera de que lo fuera porque ¡es la primera vez!-, me regalaré a mí misma una estrella dorada. Cuando creo que está haciendo eso de abrirse conmigo, Ava me lanza de cara a una pared cerrada sobre que hay sentimientos a los que no quiere ponerles nombre y eso es casi toparse con nada. Casi. Es peor, es saber que está ahí, pero diremos que nada. —¿No le pones nombre porque eso lo haría real? ¿No quieres que se vuelva real porque antes de poder aceptar que lo era ya te han dicho que no podrá ser?— le pregunto, puesto que Ben fue muy claro en que ya hizo su elección y creo que hay algo muy determinante en eso de ir a vivirte con una persona. Se lo respeto, me parece maduro de su parte. Sí, sí, yo Synnove Lackberg con apenas veinte años estoy aquí diciendo que un hombretón de treinta y pico ha madurado, denle su estrellita también. Pss. —Está bien sentirse “mal”,— hago las comillas en el aire, —por irónico que suene. Claro que puedes sentirte feliz por una persona que quieres, pero no es sano ignorar y callarlos los propios sentimientos de uno. Lo sentimientos son… hmmm, si no te salen por la boca terminarán saliéndote por los ojos o por las orejas— quería armar una metáfora más bonita, así puesto se me hace más claro de entenderlo.
—Alice también me dijo que era valiente, para mí lo son ustedes. Seguir a pesar de todo, pelear…— contesto, le quito la cubierta de papel a otro bombón. Lo retengo entre mis dedos sin darle una mordida, prefiero alzar mi cara al cielo despejado que tenemos sobre nosotras, en esta terraza que se aísla por un rato de los problemas de las calles. —Es cierto que la guerra grita muy fuerte, también los llamados a revolución, lo que no me gustaría sentir es que estoy siguiendo la corriente. Por eso nunca te diría que estoy aquí por seguir a Ken, en realidad no. Ken solo abrió una puerta, yo la crucé. Me gusta sí escuchar otras voces, como las de ustedes, la tuya, la de Alice, la de Ben. Porque lo siento necesario para ir creciendo… como cuando pintaba retratos de mujeres, trataba de encontrar un poco de mí en cada una de ellas. Hace mucho que no lo hago, ahora que lo pienso… tal vez porque empecé a mirarme más a mí.
—¡Pero si no te pregunté!— me explico, que era todo lo contrario, decirle que estaba bien si no quería hablar al respecto, claro que si quiere hablar estoy aquí para prestarle mis oídos bien predispuestos. Si yo misma llego al final de esta charla sin contarle que tal vez la primera vez con Ken no fue todo lo genial que se espera -aunque tengo asumido que no había manera de que lo fuera porque ¡es la primera vez!-, me regalaré a mí misma una estrella dorada. Cuando creo que está haciendo eso de abrirse conmigo, Ava me lanza de cara a una pared cerrada sobre que hay sentimientos a los que no quiere ponerles nombre y eso es casi toparse con nada. Casi. Es peor, es saber que está ahí, pero diremos que nada. —¿No le pones nombre porque eso lo haría real? ¿No quieres que se vuelva real porque antes de poder aceptar que lo era ya te han dicho que no podrá ser?— le pregunto, puesto que Ben fue muy claro en que ya hizo su elección y creo que hay algo muy determinante en eso de ir a vivirte con una persona. Se lo respeto, me parece maduro de su parte. Sí, sí, yo Synnove Lackberg con apenas veinte años estoy aquí diciendo que un hombretón de treinta y pico ha madurado, denle su estrellita también. Pss. —Está bien sentirse “mal”,— hago las comillas en el aire, —por irónico que suene. Claro que puedes sentirte feliz por una persona que quieres, pero no es sano ignorar y callarlos los propios sentimientos de uno. Lo sentimientos son… hmmm, si no te salen por la boca terminarán saliéndote por los ojos o por las orejas— quería armar una metáfora más bonita, así puesto se me hace más claro de entenderlo.
—Alice también me dijo que era valiente, para mí lo son ustedes. Seguir a pesar de todo, pelear…— contesto, le quito la cubierta de papel a otro bombón. Lo retengo entre mis dedos sin darle una mordida, prefiero alzar mi cara al cielo despejado que tenemos sobre nosotras, en esta terraza que se aísla por un rato de los problemas de las calles. —Es cierto que la guerra grita muy fuerte, también los llamados a revolución, lo que no me gustaría sentir es que estoy siguiendo la corriente. Por eso nunca te diría que estoy aquí por seguir a Ken, en realidad no. Ken solo abrió una puerta, yo la crucé. Me gusta sí escuchar otras voces, como las de ustedes, la tuya, la de Alice, la de Ben. Porque lo siento necesario para ir creciendo… como cuando pintaba retratos de mujeres, trataba de encontrar un poco de mí en cada una de ellas. Hace mucho que no lo hago, ahora que lo pienso… tal vez porque empecé a mirarme más a mí.
- Eres una artista, ¿o una contratista? - Mi duda es válida, que si no le gustaba esto de ser socia, nunca venía mal ninguna de las otras opciones. - Espero que no sea un cuestionamiento a mis poderes de gestión… Que si lo fuera, estarías en todo tu derecho. - No podía mantener vivo un pez, mucho menos podría mantener a flote todo un negocio… Aunque bueno, con Arion no había sido muy difícil y… ¿estoy comparando un negocio con un caballo?
- Si no lo hubieses querido saber, no lo hubieses siquiera mencionado. - Le aseguro. Y viniendo de alguien que es demasiado bocona para todo lo que calla dentro, es mucho decir. Reconozco su táctica sutil, una que ni mi madre utilizaba conmigo a sabiendas de que era más fácil encararme de manera directa, o dejar el tema de lado hasta que fuese yo la que dijese algo. No era la mejor táctica, pero al menos era la que nos evitaba más peleas. - Las cosas no tienen que tener un nombre para existir. Lo que pueda o no sentir, esta ahí. Pero no quiero verlo, y por ende, no quiero nombrarlo. Es simple. - O en mi cabeza sonaba sonaba así, con esa lógica básica que me refugia de mucho y me deja vivir sin la preocupación constante al ¿qué hubiera pasado…? - Tengo muy en claro eso, pero prefiero que suceda cuando tenga que suceder, y no andar construyendo una situación de la que sé que no tendré escapatoria. No estoy mal, Syv. Solo me gusta ser una cobarde para algunas cosas. Es algo cansador andar enfrentándote al mundo todo el tiempo, con los puños en alto y a la espera del próximo golpe.
Soy más consciente de todo lo poderosa que puede ser dentro de su pequeño cuerpo cuando explica su punto de vista. Y pese a que no pueda decir que estuve en su situación, si puedo verme reflejada en ese deseo por salir a la vida de frente, con la pisada fuerte y la cabeza en alto. - No creía que lo estuvieras. Solo parece que estás averiguando el cómo decidir qué camino seguir, y me parece excelente. - Escuchar, absorber, retener e ignorar en su medida justa, eran la esencia básica del respeto y el conocimiento. - Deberías seguir así Syv. Estoy convencida de que si te miras al espejo, cada vez te gustará más lo que ves. A mí me gusta lo que veo. - Y no la conocía de prácticamente nada, pero su fuerza y su compasión se dibujaban con letras de neón por encima de su cabeza.
- Si no lo hubieses querido saber, no lo hubieses siquiera mencionado. - Le aseguro. Y viniendo de alguien que es demasiado bocona para todo lo que calla dentro, es mucho decir. Reconozco su táctica sutil, una que ni mi madre utilizaba conmigo a sabiendas de que era más fácil encararme de manera directa, o dejar el tema de lado hasta que fuese yo la que dijese algo. No era la mejor táctica, pero al menos era la que nos evitaba más peleas. - Las cosas no tienen que tener un nombre para existir. Lo que pueda o no sentir, esta ahí. Pero no quiero verlo, y por ende, no quiero nombrarlo. Es simple. - O en mi cabeza sonaba sonaba así, con esa lógica básica que me refugia de mucho y me deja vivir sin la preocupación constante al ¿qué hubiera pasado…? - Tengo muy en claro eso, pero prefiero que suceda cuando tenga que suceder, y no andar construyendo una situación de la que sé que no tendré escapatoria. No estoy mal, Syv. Solo me gusta ser una cobarde para algunas cosas. Es algo cansador andar enfrentándote al mundo todo el tiempo, con los puños en alto y a la espera del próximo golpe.
Soy más consciente de todo lo poderosa que puede ser dentro de su pequeño cuerpo cuando explica su punto de vista. Y pese a que no pueda decir que estuve en su situación, si puedo verme reflejada en ese deseo por salir a la vida de frente, con la pisada fuerte y la cabeza en alto. - No creía que lo estuvieras. Solo parece que estás averiguando el cómo decidir qué camino seguir, y me parece excelente. - Escuchar, absorber, retener e ignorar en su medida justa, eran la esencia básica del respeto y el conocimiento. - Deberías seguir así Syv. Estoy convencida de que si te miras al espejo, cada vez te gustará más lo que ves. A mí me gusta lo que veo. - Y no la conocía de prácticamente nada, pero su fuerza y su compasión se dibujaban con letras de neón por encima de su cabeza.
—¿Y eso te parece que está bien, señorita?— pregunto con un falso tono de abuela ofendida, ¿cómo puede decirme así tan simple de que sabe que se engaña a sí misma para no ver ni nombrar lo que está pasando? Coloco mis manos en la cintura para lanzarle una mirada de reproche, por unos momentos me siento medio metro un poco más alto que ella, lo que es totalmente inapropiado, considero que me falta mucho como para tener una mínima autoridad sobre ella o cualquiera. —Oh— es lo que escapa de mis labios al saber que elige la cobardía y por una buena razón, puedo llegar a comprenderla si lo pienso, es cansador ir contra corriente todo el tiempo y aunque nos han dicho toda la vida que el amor tiene algo de eso, a veces, cuando no haces más que luchar contra el mundo, estaría bien que el amor sea simplemente algo que te abrace y no por lo que tengas que pelear también.
Estiro mi brazo para que mi mano frote su hombro. —Si tiene que ser sucederá, es cierto. El destino encuentra extrañas maneras de reunirnos con las personas que debemos encontrar y a veces son las menos pensadas— murmuro, mi sonrisa se traslada a mis ojos al mirarla, ¿no puedo decir que mi encuentro con todos los supervivientes del Catorce, siendo que crecí en los límites del Capitolio, no se siente un poco como «destino»? ¿Por qué con ellos puedo hablar y tomar un significado más amplio de la vida como nunca pude ni con propios padres? Y si hablamos puntualmente de querer alguien, ¿por qué entre los cientos de chicos que conocí en el Royal y algunos del Prince, tuvo que ser Ken quien encontrara la manera de que mi mirada se mantuviera puesta en él? —Solo se necesita un poco de chocolate… y mirar más allá de lo que vemos, para encontrar lo que buscamos… y lo que merecemos…— suena a frase de galleta, también a que las gotas de licor de los bombones están atontando mis neuronas, todo tan ambiguo que puede tomarlo como quiera. Si piensa que soy rara, no será la primera.
De todos menos modos me halaga que me diga que le agrada lo que ve, después de todas las cosas que pongo en mis labios. —¿Sabes que los espejos en realidad no reflejan nuestra imagen sino que nuestro interior es el que proyecta? Eso que dices poder ver en mí habla de tu capacidad de ver algo en los demás… que habla de tu propio interior… y me alegro, me alegro de verdad, porque no estás en una estado tan grave como me temía— sacudo la caja de bombones que justifican mi visita. —Si vemos cosas buenas en los demás, quiere decir que podemos encontrar cosas buenas en nosotros. Si podemos hallar esas cosas buenas donde sea, quiere decir también… que nos las merecemos y espero que llegue a ti— es mi deseo honesto junto con el chocolate.
Estiro mi brazo para que mi mano frote su hombro. —Si tiene que ser sucederá, es cierto. El destino encuentra extrañas maneras de reunirnos con las personas que debemos encontrar y a veces son las menos pensadas— murmuro, mi sonrisa se traslada a mis ojos al mirarla, ¿no puedo decir que mi encuentro con todos los supervivientes del Catorce, siendo que crecí en los límites del Capitolio, no se siente un poco como «destino»? ¿Por qué con ellos puedo hablar y tomar un significado más amplio de la vida como nunca pude ni con propios padres? Y si hablamos puntualmente de querer alguien, ¿por qué entre los cientos de chicos que conocí en el Royal y algunos del Prince, tuvo que ser Ken quien encontrara la manera de que mi mirada se mantuviera puesta en él? —Solo se necesita un poco de chocolate… y mirar más allá de lo que vemos, para encontrar lo que buscamos… y lo que merecemos…— suena a frase de galleta, también a que las gotas de licor de los bombones están atontando mis neuronas, todo tan ambiguo que puede tomarlo como quiera. Si piensa que soy rara, no será la primera.
De todos menos modos me halaga que me diga que le agrada lo que ve, después de todas las cosas que pongo en mis labios. —¿Sabes que los espejos en realidad no reflejan nuestra imagen sino que nuestro interior es el que proyecta? Eso que dices poder ver en mí habla de tu capacidad de ver algo en los demás… que habla de tu propio interior… y me alegro, me alegro de verdad, porque no estás en una estado tan grave como me temía— sacudo la caja de bombones que justifican mi visita. —Si vemos cosas buenas en los demás, quiere decir que podemos encontrar cosas buenas en nosotros. Si podemos hallar esas cosas buenas donde sea, quiere decir también… que nos las merecemos y espero que llegue a ti— es mi deseo honesto junto con el chocolate.
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