The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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The river's gonna give us the wedding bands ✘ Priv.
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Mohini R. Khan
Charles B. Sawyer
M. Meerah Powell
Phoebe M. Powell
Hans M. Powell
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Recuerdo del primer mensaje :

No sé por qué me tiemblan tanto las manos en lo que acomodo mi moño, si yo no soy quien está a punto de casarse. El aire se percibe pesado, no por malas vibras sino por culpa de los nervios que me obligan a preguntarme una y otra vez cómo es que estamos aquí, cuando hace unos dos años las cosas eran completamente diferentes. Agosto nos regala uno de sus días perfectos, con apenas alguna que otra nube en un cielo más que celeste y la brisa fue lo suficientemente amable como para permitirnos el no morir de calor a mitad de la ceremonia, así que no puedo echarle la culpa al clima por el vago sudor que me rasco de la nuca. Cuando éramos niños, he encontrado a Phoebe vestida de novia con prendas demasiado grandes para ella; ninguno de todos esos juegos podría haberme preparado para la idea de que, alguna vez, esa ilusión infantil se haría real.

Oigo los murmullos de aquellos que van llegando a la playa en lo que camino con paso decidido a la carpa blanca, esa donde el futuro marido no tiene permitido estar y que se convierte el sitio en el cual tengo que aguardar junto a mi hermana hasta que sea el momento de entregársela a alguien más. Tomo aire, ya ni sé por qué, para abrir la entrada y asomarme en busca de una figura que ya debería estar lista. Meerah estuvo hasta en los últimos detalles, pero ahora mismo debe encontrarse en busca de su hermanita, porque me encuentro con una figura solitaria que no se ve en lo absoluto como la pequeña Phoebs. Silbo, poniendo un pie dentro para dejar que la carpa se cierre a mis espaldas — Charles debe haber hecho algo muy bueno para merecerte — comento con una vaga sonrisa, escondiendo las manos en los bolsillos del pantalón — Te ves hermosa, Phoebs — entre todo lo que está ocurriendo en el mundo, no comprendo como aún pueden suceder cosas como esta. Una boda, un nacimiento, noticias tan simples que no tienen nada que ver con el desastre detrás de nuestros hombros. Creo que puedo olvidarme de eso teniendo a mi hermana delante, aún no sé si viéndose feliz o asustada o un poco de ambas cosas.

Hay algo que quería darte — prefiero no irme con demasiadas vueltas. No es secreto que encontrar el modo de sacar estas cosas de mi interior no es de mi mayor experiencia, creo que me demoro demasiado en decidirme a avanzar unos pocos pasos. Rebusco en mis bolsillos hasta que siento el frío contra mis dedos y, con algo de cuidado, saco un delicado brazalete de plata. Su textura es fina, lo suficientemente delgada como para pasar desapercibido, pero los pequeños zafiros destacan a pesar de su tamaño — La tradición dice que algo azul… ¿No? — mis ojos buscan su aprobación, más por mi desconfianza a viejas costumbres que otra cosa — Y algo viejo y algo prestado. Digamos que es un poco de todo. Era de mamá… No sé si lo recuerdas — tomo su mano con calma, en busca de su delgada muñeca. Colocarle el brazalete es la mejor excusa para evitar sus ojos en lo que me tomo el tiempo para explicarme — Hay varias cosas guardadas en mi departamento, pero creí que esta en particular debería ser tuya. Y si alguna vez tienes una hija, puedes heredársela. Sabes que mamá lloraría mares si estuviera aquí, ¿no? — mis ojos se levantan en su dirección, la sonrisa que me atrevo a regalarle es sincera — ¿Cómo te encuentras? ¿Estás nerviosa? ¿Todavía no tengo esperanzas de que canceles la boda? Todavía estamos a tiempo, podemos escapar por la parte de atrás. Nadie desde la costa nos vería— bromeo. Que si este es su pedazo de paz, que así sea.
Hans M. Powell
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Jack W. Tyler
Personal de Defensa
Es el peso de mi hijo y no la mirada de mi esposa lo que esta vez me recuerda que debo comportarme como es debido. Por alguna razón Rose ha decidido que es buena decisión el probar mi líbido en un evento público y si no fuese porque es la boda de buenos amigo ya me la habría llevado a un lugar un poco más privado. - Pues ya pasaron un par de años y yo todavía no aprendo, así que cuidado. Y si no agrego un “piedad” al finalizar la oración, es porque decido esconder mi cabello en su cuello por el segundo que me lleva regalarle un pequeño mordisco allí. - ¿Es muy loco pensar que lo haría de nuevo? Tuvimos una hermosa celebración. - Le recuerdo en lo que vuelvo mi cuerpo contra el respaldo del asiento y llevo uno de mis brazos para que rodee el contorno de su cintura.

La ceremonia que presenciamos también es especialmente bonita, y por sobre todas las cosas sincera; aplaudo en el momento adecuado gracias a Merlín, y llevo varios minutos sin decir lo ridícula que se me hace la mujer del sombrero. Creo que me he portado bien y cuando Rose se levanta para ir a saludar, trato de seguirla pese a su efusividad, y fallo cuando me quedo frente a Hans y Lara en vez de seguir camino hasta los recién casados. - No le hagas caso, ama las bodas. - Le señalo. - En mi opinión te mereces un premio por el simple hecho de haber podido entregarla. - Y me refiero más que nada a la ceremonia, pero también a lo que significa dejar ir a su hermanita pequeña. No quiero imaginar lo que sería yo si es que con Rose conseguíamos tener una nena cuando las cosas estuviesen más estables. - Aunque bueno, mejor si te conviene hacerle caso porque no creo que tu hermana te quiera tener con esa cara en su álbum de bodas. - Le aconsejo dándole unas palmaditas contra su hombro que procuran ser cuidadosas al ver que en sus brazos tiene a su hija menor. - ¿Y tú preciosa? - Me dirijo a Lara. - ¿Qué tal te está tratando la vida de madre? Veo que hasta mi niño sabe que su bebé es una preciosura. - Rory no le ha quitado la vista a la bebé sepultada bajo capas de tela y, si bien no dudo que tiene que ver con la cualidad casi brillosa que tiene su vestido más que con la belleza que pueda o no tener Mathilda, lo cierto es que de verdad es una linda niña.
Jack W. Tyler
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Le dedico una mirada de incredulidad a mi marido, dejando caer la mandíbula para exagerar mi reacción, una de la que Mo también forma parte cuando giro la cabeza hacia ella para comprobar si también ha escuchado lo que yo acabo de escuchar. — Si hubiera sabido que cambiarías de opinión sobre los trajes tan rápido, me habría casado antes. — digo con cierta pena en la voz, como si realmente me sintiera decepcionada de que haya tenido que esperar tanto tiempo para que entre en razón. ¡Y es que es la misma persona que hace meses se quejaba de tener que ir en traje a una entrevista de trabajo! Aun así, consigo reírme al tiempo que me muerdo el labio inferior, levantando una mano hacia su mejilla para girar su rostro hacia mí y besar sus labios rápidamente. — Es broma, no voy a negar que te sienta genial, pero no me casé con mi hermano. — y aunque puede sonar turbio el decirlo, creo que es evidente que me refiero a su manía de ir vestido de gala a todas partes. Que no es tanto una manía cuando su trabajo se lo exige, pero se entiende hacia dónde voy.

Entrelazo sus dedos con los míos cuando me toma de la mano, refugiando mi cuerpo contra el suyo cuando nos hace avanzar por el pasillo. Creo que ignoro como a la mitad de los invitados cuando pasamos por delante, estoy demasiado concentrada en aguantar la risa y, en cierto modo, también el puchero. — No puedo creer que practicaras con nuestra sobrina y no me dejaras grabarlo. — me estoy aficionando a grabar cosas, puede que desde que descubrimos tener tantos vídeos sobre nosotros mismos, por eso también quiero tener recuerdos de estas cosas. Si no me siento completamente triste es porque al menos la usó de pareja de baile y no de pelota de rugby, vamos a intentar olvidar la vez que eso ocurrió. Suerte que la niña es un bebé todavía y no es capaz a chivarse. — ¿No quieres una copa primero? No es que piense que eres un pésimo bailarín de vals, pero… — le murmuro cerca del oído al entrar a la carpa, esa que está decorada y preparada para alojar un festín. La sonrisa que muestran mis labios se parece más bien a una mueca, que si confieso que la que tiene dos pies izquierdos soy yo, pierde la gracia. Es mejor culpar a los hombres de estas cosas. — O dejamos que empiecen otros, ya sabes, que tengan más experiencia en estas cosas, así no nos ponemos en ridículo en nuestra primera noche de casados. — le miro con las cejas moviéndose de forma tentadora, como si estuviera convenciéndole de que es una oportunidad de oro que no podemos desaprovechar.
Phoebe M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
No sé si estoy nerviosa, ansiosa, compungida o simplemente feliz por estar presente en uno de los eventos que jamás creí poder presenciar. Es estúpido que me sienta de esta manera la verdad, cuando a duras penas y formo parte de la lista por mera cordialidad, pero no puedo evitarlo y es solo la presencia de Nick a mi lado lo que evita que me desmorone y haga una estupidez como… no sé, ir a abrazar a Charles. - Oh, o me digas que ya estoy llorando. - No me dí cuenta  de cuándo un par de lágrimas fugitivas se escaparon por el costado de mis ojos, pero trato de limpiarlas con disimulo y compruebo que efectivamente, no se me ha corrido el maquillaje. Que tampoco me hubiese molestado demasiado, siempre podía decir que me emocionaba en las bodas pese a que nada había más lejos de la verdad.

La ceremonia transcurre de manera hermosa y sencilla, pero debo admitir que a duras penas y le he prestado atención a la novia, estaba demasiado ocupada alternando la vista entre mis hijos como para recordar que era ella quien me había invitado a la boda. - No sé, creo que prefiero esperar. Después de todo si les arruino la velada quiero que hayan disfrutado de algo al menos. - ¿Estaba siendo algo fatalista? Posiblemente. Pero no podía asegurar el como me fuese a comportar, en especial después de que Charles anuncia que va a empezar a circular el alcohol. - ¿Es mucho pedir que no me sueltes? - Le consulto a Nick mientras mi mirada se desvía en dirección a mi hijo mayor. JacqLogan es con quien más trato he tenido pero lo he estado evitando desde que me enteré de nuestro verdadero parentesco, así que suponiendo que no puedo hacerme la idiota en esta situación me voy acercando a donde se encuentra aferrada al brazo de Nicky. - Thornfield, tiempo de no verlo. Mis felicitaciones por su hermano. - Y creo que merezco un premio por no romperme ahí mismo, o correr a abrazarlo. Bah, es el hombre que está a mi lado quien lo merece, porque creo que a estas alturas ya no debe tener circulación en el brazo.
Eloise R. Leblanc
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Invitado
Invitado
Estrecho a la novia en medio de los abrazos de los otros invitados, con mi hermano me demoro un poco más, palmeo su espalda y no lo soltaría si no fuera porque tiene una esposa ahora con la que debe ir a abrir un baile. ¿Chuck? ¿Esto es real? Creo que sí, tengo miedo por los pies de mi cuñada, pero me prometo ir a su rescate después si veo dos pisotones seguidos. Por el momento tengo que cumplir con mi deber de padrino del novio e ir a abrir la barra de alcohol para los brindis que se van a suceder toda la tarde, si no lo hago a prisa, temo que los modales me obligarán a ofrecerme a acompañar a los novios y sacar a la pista de baile a la tía abuela de Phoebe –no sabía que tenía una-.

Estoy a medio camino de mi retirada cuando me cruzo con el saludo cordial de quien era la última persona que esperaba ver en esta celebración y me reprocho a mí mismo no haberla visto entre el público. Claro que el hermano de Phoebe tenía que meterse en la lista de invitados para agregar a sus colegas del ministerio. Fuerzo mi sonrisa porque entre todas las ironías, nuestra madre se ha encargado de estar presente en el momento importante de sus hijos. Me hubiera gustado que también lo estuviera cuando yo me gradué, o que hubiera ido a ver a Chuck en el norte cuando la estaba pasando fatal, o que fuera quien hablara con horas con Eugene cuando le iba mal en los primeros castings y lloraba como un bebé al teléfono. Me hubiera gustado que no se colara en estas fotos, sino que hubiéramos tenido una propia. Pero lo que digo no refleja mis pensamientos, espero que mi mirada tampoco me traicione. — Ministra LeBlanc, qué gusto tenerla entre nosotros. ¿Qué le pareció la ceremonia?— pregunto con una amabilidad que no me quita nadie de los labios, salvo quizás mi ex esposa. Tiendo mi mano hacía ella para liberar al hombre que está a su lado del agarre y lo coloco sobre mi propio codo. —Si no le molesta, ministro Helmuth, ¿puedo invitar a su acompañante a ser parte del baile de los novios?— me ofrezco, que si vamos a hacer esto, vamos a hacerlo bien.

Chuck va a matarme, con toda intención encamino a Eloise LeBlanc hacia la pista donde espero a que los novios se decidan a poner en práctica esas caras clases de vals y coloco con educación una mano en la cintura de la ministra, en todo momento mantengo mi sonrisa. —¿Fueron votos emotivos, no? Suelen acusarme de ser un sentimental, pero la promesa de estar juntos por toda la vida siempre me conmueve. Y creo que no hay personas que lo merezcan más que Chuck y Phoebe— la hago girar sobre sus pies para que podamos movernos un poco más cerca de la pareja principal. —Eloise, quiero darte la oportunidad de un minuto de que puedas ser parte de la felicidad de Chuck, solo no lo arruines. Estás aquí como una invitada, no como una madre— muevo mi mirada hacia ellos, esperando el cambio tradicional de parejas en las que cada hombre y mujer presente se acerca para poder saludar y bailar con los novios.
Anonymous
Invitado
Invitado
Tampoco podía arriesgarme a que no me dejaran entrar— contesto, los vaqueros rotos hubieran desentonado con todo el ambiente, y Phoebe será mi amiga, pero no el tipo que está en la entrada con la lista para checar a los invitados. Consideré ponerme un traje, el problema de tener que usarlos todos los días para ir al trabajo, es que lo sentí así. Sin darme cuenta hubiera acabado de pie frente al ministerio, en vez de la boda. —Gracias por el halago, decente es siempre el punto exacto seguro en cuestiones de moda— se lo digo como si tuviera algún consejo que dar al respecto que ella no lo sepa, mi sonrisa deja en claro que es una broma.

Me muerdo la lengua para no decirle que ella también es adorable como su hermanita, tener una propia me prepara para saber que halagos así a la edad que tienen, recibe un golpe en la nariz como respuesta. Quizá no es algo que haría Meerah que sí tiene modales, no como la salvaje de Charlie a la que mis padres todavía me la tienen que quitar cuando se pone en sus treces. Levanto mi cámara con una mano para asentir con la cabeza a su pregunta. —Es un pasatiempo, conozco a Phoebe hace un par de años y antes hacía fotografías, así que me pidió que volviera a sacar la cámara para esta fecha— le cuento, no recuerdo bien si la vez que fue a casa y a mi hermana se le ocurrió que mi dormitorio podía ser su nuevo cuarto de té para aparentar clase delante de otras niñas, estaba con mi cámara. Todavía la usaba. Sí, ha pasado un tiempo, como bien dijo en un principio.

Los primeros acordes del vals de los novios empiezan a sonar y hago un gesto con mi barbilla. —Te invitaría a bailar, pero quiero seguir teniendo trabajo para el lunes— bromeo. —Y porque la tradición dice que los más jóvenes debemos invitar a las tías mayores de la novia. ¿A quién crees que debería invitar? ¿A la elegante dama de amarillo? ¿O… esa es la mamá de Lara? Podría ser ella— no conozco particularmente a la mujer, a su hija sí por haber trabajado durante años con mis padres, si la reconozco es por los rasgos. Creo que solo hay dos mujeres en todo este lugar con esos rasgos y no sumo a una tercera, porque la hija menor de mi jefe tiene facciones más mezcladas.
Anonymous
Invitado
Invitado
La ofuscación hace que busque el aire a bocanadas, la criada tiene la cara para decir que son familia ¡y a mí la ingrata de Phoebe no me mando ni una invitación! ¡Ni por correo electrónico! Seré vieja, pero reviso mi buzón desde el teléfono. ¿Creen que me he quedado atrás? Lo que no entiendo se lo pregunto a Ramik y él me lo explica. Perdono a la novia por su total desconsideración hacia mi persona y en pos de conservar nuestra amistad de años, pongo de mi parte para hacer de esto una celebración amena, no una oportunidad para reproches, así que me encamino un poco más lento que la morena que se arroja a saludar efusiva y groseramente a los novios.

¡Ah, ya lo entendí todo! Basta con una eche una ojeada para fijarme si el hermano de la novia anda cerca para verlo de arrumacos con esa chica de poca clase que tiene como amante, que falta de modales que la traiga a ella y a su bebé a la boda, por vergüenza tengo que apartar la mirada hacia otro lado. Ya lo entendí todo, la hija de la criada se metió en la cama del ministro Powell y así logro ensartarle un hijo. ¡Ja! Y claro, si ahora se le ha dado por esto de reconocer hijos como fue el escándalo hace unos meses cuando le puso su apellido a una adolescente y a la editorial nos llegó una cautelar para que no se nos ocurriera publicar fotografías de la muchacha. Pueden presentar las cautelares que quieran, pero yo no me pierdo de estar en primera fila. —Phoebe, cariño, no me perdería tu boda por nada en la vida— le aseguro con una dulzura zalamera, en los dos segundos que me presta atención, para luego ignorarme completamente.

Echo una ojeada a la castaña alta que se acerca después, pasaría de ella si no fuera porque menciona algo sobre un libro y la mirada rápida que les lanzo delata que estoy poniéndoles atención, paro oreja por si mencionan algo más. Busco una silla que me permita estar pendiente del vals sin que me fallen las rodillas y que sea un buen sitio para seguir recorriendo todo el lugar con mi mirada, me extraña que el hermano del novio se fugue por un costado y que reaparezca minutos después con la ministra LeBlanc en la pista. ¡Vaya, vaya! Pensar que las notas donde aparecen las fotografías de LeBlanc y Helmuth se venden bastante bien, pero no me extrañaría que entre los trapitos sucios de la ministra se encuentre que coquetee con sus profesores jóvenes. Tengo el impulso de sacarme el sombrero para abanicarme el rostro por este calor infernal, y la elegancia no me lo permite, así que tomo de la primera bebida que pasa por delante de mi nariz en la bandeja de uno de los mozos, retiro la piña del borde de la copa para vaciar su contenido. No es que lo necesitara para reunir coraje, que no soy una muchacha de quince años, pero me siento un poco más alegre y eso me da pie a acercarme al ministro Helmuth que se ha quedado como pasmarote porque se han llevado a su pareja. Será atractivo, el problema es que la juventud siempre será más apreciada que la belleza. — Helmuth, que falta de respeto, en mi época los muchachos eran más gentiles con los mayores. ¿Va a invitarme a bailar o tendré que esperar a que mis huesos se hagan polvo en la silla?
Anonymous
Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
No queremos que esas grabaciones terminen en manos equivocadas. Dudo mucho que a Lara y Hans les agrade que use a su hija de bodoque — que creí que para eso están los bebés, vamos, esa niña es una ternura redonda que provoca usarla de juguete. Además, hay que aprovechar ahora, que cuando se haga mayor no querrá saber nada con el tío fastidioso que puedo llegar a ser. El susurro de mi esposa (sí, es extraño pensarla de esa manera) me pinta una sonrisa en cuanto me fijo en el decorado de la carpa, cuyos bocadillos van y vienen flotando por el aire en compañía de las copas que se van acercando a los invitados. Lo admito, yo quería una boda más pequeña, pero casarme con Phoebe incluía una lista de invitados algo más extensa de lo que me hubiera gustado. Sé que no podría haber pagado ni la mitad de esto, para empezar, pero tengo que confesar que se ve bien. La playa, perfectamente visible desde aquí dentro, le da un aire mucho mejor que un salón repleto de mármol. Me siento más en casa.

Siendo sincero, Phee, quiero que el baile termine rápido. Puedo sacrificar cinco minutos antes de pasar el resto de la fiesta de festejo — o sea, embriagándome. Tomo su mano con el mayor cuidado que soy capaz y la hago girar, hasta que puedo sostener su cintura con la contraria en mi intento de recordar cómo tengo que mover los pies. No es tan difícil, es un ritmo repetitivo, pero eso no quiere decir que no carezco de gracia — ¿Está mal que no vea la hora de que todo esto termine así podemos ir al hotel? — arqueo una de mis cejas, hablándole en un murmullo cómplice que asoma una sonrisa divertida — Ya sabes, dicen que la noche de bodas es lo mejor de casarse — y jamás pensé que tendría una, mucho menos en una suite de lujo, para variar. De seguro haré algo como derrochar champagne en la bañera, para culminar con la estupidez.

Debo preguntarte algo… ¿Quién es esa mujer? — señalo con el mentón a la anciana del sombrero ridículo, quien se encuentra junto al ministro de salud y de… — Phee… — arqueo mis cejas en obvia incitación a que se gire con disimulo, porque no me esperaba ver a mi hermano bailando con mi madre el día de hoy. Solo espero que no llegue mi turno.
Charles B. Sawyer
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Ruedo los ojos en dirección a Lara por ese comentario sobre mi talento, aunque la sonrisa de mi rostro indica que no me lo estoy tomando en serio — ¿Ahora me volveré el hazmerreír familiar? Creí que me querías más que eso — es una queja sin serlo — No quiero ser el ridículo que se ha escondido para llorar este día. Además, tengo que estar atento por si… — pero no llego a ponerme en quisquilloso con la celebración porque la voz de Rose me llega desde algún punto y me giro justo para verla pasar, tan escandalosa como siempre. Le respondo con una mueca, sintiendo el golpe de su marido en el brazo — Gracias por la comprensión — bromeo, aunque sea un poco, en lo que mis ojos se centran en la figura de mi hermana y mi cuñado siendo rodeados por los invitados — Y yo jamás salgo mal en las fotos — es obvio que tampoco hablo en serio, por las dudas miro alrededor en busca de alguien que esté capturando el momento, que he insistido con la organización del evento para evitar ojos curiosos y periodistas en los alrededores. El apellido de mi hermana es suficiente como para crear curiosidad en la prensa, que lo sé bien yo. Aunque la conversación se centra en Lara y la bebé, uso mis dedos para señalar mis ojos y los vuelvo hacia Rory, ganándome la risa de un niño que no entiende que eso es una amenaza hacia él mismo — Dejarás de venir a casa a los once años — le advierto, aunque no me da importancia porque sus manos se centran en el pelo de su padre, el cual usa para cubrirse la cara a modo de juego. Bah, niños, jamás entenderé cómo se entretienen con esas cosas.

Dejo que el resto hable en lo que los novios se mueven hacia la carpa principal y les hago una seña para incitarlos a moverse, en mi paso estiro el cuello para buscar a mi hija mayor, a quien no puedo divisar entre los invitados. La corrida de Rose para regresar junto a su marido debe haber sido veloz, porque apenas me doy cuenta de que está con nosotros cuando pongo un pie dentro de la tienda. Acomodo a Tilly en uno de mis brazos así tengo la libertad de estirarme y tomar una de las copas, la cual vacío quizá demasiado rápido — ¿Quién es el chico que está hablando con Meerah? — entorno la mirada en cuanto los diviso a la distancia ahora que el mar de personas se ha dispersado, apoyo la copa en una de las bandejas que pasan y llamo a mi elfina con la orden necesaria que la obliga a aparecer junto a nosotros — Cuida a Tilly un momento, ¿si? — se la paso, sus manos pequeñas son decididas cuando sujetan a la bebé y aprovecho el movimiento del baile para tomar la mano de Scott. Hasta me veo inocente cuando alzo las cejas hacia ella al arrastrarla al baile — Que tendremos que sacar a los novios a bailar en un momento.

Es una excusa válida. No confío en que sea una gran bailarina, así que busco el guiarla en lo que nos movemos de manera que pueda acercarme de manera disimulada al sitio idóneo para descubrir con quién habla mi hija mayor. Al reconocerlo, arrugo la nariz — ¿Por qué Meerah habla con Davies? — rezongo por lo bajo, solo para que Lara pueda oírme — ¿Es muy obvio si me meto a decirle que saque a bailar a su tío? — Que el chico es viejo para ella, pero no me confío de nadie ahora que ella hace comentarios sobre los muchachos de la televisión.
Hans M. Powell
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Tengo que admitir que me cuesta mantenerme entera cuando no veo un reconocimiento en sus ojos más allá del que implica ser una funcionaria del ministerio. No estoy segura de qué esperaba, soy yo la que conoce sus identidades y no al revés, pero el trato amable y cordial de mi hijo mayor está lejos de ser lo que quería recibir en estos momentos. Ha sido culpa mía en verdad, debería haber sabido que era eso lo que me esperaba al comportarme de la misma manera que siempre. - Ha sido todo muy hermoso la verdad. Se nota que han querido darle un tinte privado y personal a todo, ya que lo que importa aquí son ellos. - Y prefiero dejar la explicación ahí, simple para no andar señalando preferencias que no sabría explicar.

Su invitación a formar parte del baile hace que por poco termine arrancando la manga del traje de Nick, pero es un leve pánico que me dura los segundos que demoro en pensar que no puedo ser una mujer asustadiza y cobarde por el resto de mis días. Tras asegurarle a Nicky con la mirada que me encuentro bien, me dejo guiar y antes de saberlo estoy bailando por primera vez con mi hijo mayor. Que en sí no es la primera vez si es que cuento esos recuerdos en la vieja cocina de mi casa de aquel entonces, solíamos tener muchos bailes improvisados, con él y con Charles mientras que Eugene miraba sentado en su sillita; hoy esos recuerdos duelen al pensar la cantidad de tiempo que perdí con ellos.

Asiento con la cabeza cuando Logan habla de lo emotivo de la ceremonia, pero no me deja emitir un solo comentario que ya vuelve a dirigirse a mí. Y creo que me hace perder todo el color de la cara con su comentario, si es que no del cuerpo en sí, así que me aferro aún más a su brazo, tratando de no desvanecerme ahí mismo en lo que me fuerzo a mantenerme de pie. - Lo sabes… - ¿Lo saben sus hermanos también? ¿Por qué me permitiría Charles que me inviten a la fiesta entonces? ¿Cómo…? - ¿Desde hace cuánto lo sabes? ¿Cómo…? - ¿Cómo es que lo sabe? si no fuera porque Nick me informó de su identidad hace pocas semanas, todavía sería una ignorante al respecto.

Me fuerzo a reanudar el paso con toda la cautela que puedo, y trago con fuerza porque hay un millón de cosas que querría decir, pero ninguna que se me venga a la mente en estos momentos. No sin montar una escena. - Lo entiendo, no quiero arruinar nada para Chuck, para Charles. Pero… No lo sabía, sino fuera por la boda probablemente nunca me hubiese enterado. Yo… - Oh por dios. No podía ser que no tuviese la más mínima idea de qué decir. - Me gustaría hablar con ustedes, contigo, con el que esté dispuesto a escucharme en alguna ocasión. Sé que no tengo derecho a pedir nada pero…
Eloise R. Leblanc
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M. Meerah Powell
Fugitivo
- Dejaron entrar ese horrendo sombrero. - Comento señalando con todo el disimulo que puedo el adorno que lleva una señora algo estrafalaria a la que no he visto antes. - Pero tienes razón, mejor apostar a lo seguro y verse decente. - Le respondo burlona. Que en realidad, mal que mal tiene razón. Decente sí es el punto seguro en cuestiones de moda, incluso podría considerarse como el área gris en el que todo el mundo está de acuerdo en que lo que llevas puesto no lastima a la vista. No es algo que va a garantizar cumplidos, pero tampoco necesariamente se llevará críticas o malos comentarios.

Me sorprendo un poco cuando dice que la fotografía es un pasatiempo, más aún porque no es un perfil que le vaya necesariamente mal. Es solo que tras tratar con su hermana… no sé, cuando conoces a Charlie dudas que alguien que haya pasado tanto tiempo con ella pueda tener algo delicado en sus manos sin que termine en el suelo, o en fuego cruzado con alguno de sus experimentos. - No sabía que conocieras a Phoebe de antes, pero debes ser bueno si te pidió para un evento como este. Quiero copia de esas fotos Meyer. - le aseguro. Además, siempre es interesante ver las cosas desde el punto de vista de otras personas, y una fotografía podía decir muchas cosas de un fotógrafo. - Si eres bueno hasta podré contratarte cuando esté lista mi línea de ropa. Ha tenido unos cuantos retrasos, - Como el hecho de que mi socia de negocios esté fugitiva de la justicia. - Pero sigue encaminada y sé que en algún momento verá la luz. - Incluso he terminado un conjunto que deseo que Maeve se pruebe, pero con esto de la boda casi no pude dedicar tiempo a mis proyectos personales.

- Eres un cobarde, Meyer. - Además, ¿qué tan sobreprotector creía que era Hans? Tenía edad suficiente como para decidir con quien bailar, y no debería importarle si decidía ir a la pista de baile con mi propia hermana, con Dave, o con el Ministro de Salud, - Vamos, no te sucederá nada, lo prometo. Puedes decir que te forcé si quieres. - Y como para probar el punto, soy yo la que lo toma del brazo y lo lleva a la pista de baile. - ¿De dónde se supone que has sacado esa tradición ridícula? No sé quien sea aquella señora, pero Mo es un amor y no tendrá problema en ser tu siguiente pareja de baile. ¿Crees que podrías prestarme tu cámara luego? Quiero sacarle una foto a la cara que ponga tu hermana cuando le diga que baile contigo, y que luego te dedicaste a cortejar a señoras mayores. - No le había gustado demasiado cuando le comenté que su hermano era apuesto, así que suponía que esto no sería mejor. - O mejor, ¿tu cámara también filma?
M. Meerah Powell
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
También quiero que esta parte pase rápido, aunque no se lo digo le sonrío como si así fuera. En su defensa, no creo que baile tan mal, quizá tenga que ver con el hecho de que los dos estamos nerviosos, pero así, cerca de su cuerpo y sin importarme siquiera quién está a nuestro alrededor, no me es difícil el relajarme, incluso cuando todo esto se siente de lo más surrealista que hemos hecho en la vida. Por lo siguiente, no soy capaz a controlar la sonrisa pícara de mis labios. — No, no está mal, yo tampoco puedo esperar a que estemos solos. — murmuro solo para él, rodeando su hombro con mi brazo al apegarme hacia su cuerpo un poco más. — Siempre podemos desaparecernos antes de tiempo, cuando todo el mundo esté un poco ebrio nadie se fijará en que faltan los novios. — bromeo con mi nariz rozando su mejilla, de forma que solo sea él quién pueda escucharme. Lo peor de todo es que no estoy bromeando al completo.

Ni siquiera me hace falta girarme para saber acerca de quién está preguntando, solo me separo un tanto de su rostro para poder mirarle a los ojos, esos que ruedo en un gesto vago. — Ni siquiera debería estar aquí, esa mujer tiene formas especiales de colarse en lugares donde no la conciernen. — no pretendo ponerme en mala onda, creo que esa es la razón por la que termino por suspirar en una media sonrisa. — Le hice algunos favores en el pasado, ella a mí también, eso es todo. — resumo, no planeo ponerme a contar la historia que tenemos detrás en mi propia boda, especialmente porque no son momentos que me gustaría compartir delante de mis seres queridos. Suficiente ya con lo comparte ella en sus páginas cada vez que le sale en gana. No obstante, sí me giro cuando el tono de su voz cambia una nota más profunda, echo un vistazo por encima del hombro para comprobar lo que le preocupa. La mueca que forman mis labios la borro al momento de volver a girarme hacia mi marido. — No tenemos por qué saludarla, haremos como si no estuviera aquí, ¿de acuerdo? —  aseguro, recordando lo que hablamos hace algunas semanas, aunque mentiría si dijera que no estoy sorprendida de ver bailar a su madre con su hermano. — Vamos a por algo de beber, ¿quieres? — debería dejar de confrontar a nuestros respectivos fantasmas del pasado con alcohol, pero a estas alturas creo que es lo mejor que podemos hacer. Ladeo la cabeza hacia mi esposo, tirando de su mano de forma algo insistente. Ahora hay suficientes parejas bailando como para que alguien se fije en nosotros. — ¿O prefieres…? — sé que no la quiere en su vida, nuestra vida, pero solo quizás…
Phoebe M. Powell
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Asiento con la cabeza, después de todo, es su decisión y yo solo puedo más que apoyarla, que tras esta noche creo que es lo que más va a necesitar por encima de todo. Aun así, la veo bastante convencida cuando se encamina hacia el mayor de sus hijos, ese a quién estrecho la mano también en felicitaciones por su hermano. — Una ceremonia preciosa, sí. — me siento un poco como un maniquí al solo poder decir estas cosas, pero es que tan pronto como nos acercamos el muchacho tiene la brillante idea de llevarse a Eloise y yo solo puedo atinar a mirarla sin necesidad de decir nada para saber si estará bien. — Te veré luego. — aseguro, con una sonrisa que planea transmitirle mi auxilio si lo necesita en algún momento.

Por lo demás, me dedico a acercarme a una de las esquinas donde están colocadas las mesas con comida y bebida, alguna flota por el aire, pero se me hace más llamativa la que está posada, así que no tardo en acercarme, sin despegar la vista ni un segundo de la figura rubia. Estoy en eso, llevándome una copa bien cargada a los labios cuando una voz aguda y chillona a mi espalda me releva de mi tarea y tengo que pararme a fijarme de donde proviene el ruido. Mis cejas se alzan en sorpresa, una que intento camuflar cuando mi espalda se estira por esa regañina que no esperaba recibir de una persona mayor. — Señora Ehrenreich, ¿cómo usted por aquí? — creo que si no la he reconocido antes ha sido por el sombrero que le tapa media cara y, sí, no se me da tan bien como pensaba el esconder la sorpresa. Me apresuro a hacer lo que me pide, pues digamos que no es una señora con la que me gustaría tener problemas, y no es que tenga miedo de lo que pueda escribir en su periódico, creo que tengo más miedo del bastón que lleva consigo. Ni sé como nos muevo hasta la pista de baile donde los invitados ya han comenzado a bailar, estoy más preocupado porque en serio no le crujan los huesos de más. — ¿Fan de las bodas? — y de los cotilleos, apuesto.
Nicholas E. Helmuth
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Invitado
Invitado
Asiento con la barbilla, se me dificulta encontrar la voz para contestarle, lo hago de todas maneras y tengo que aclararme la garganta. —Desde hace un tiempo, mucho tiempo— reconozco, no hizo falta revolver demasiado entre papeles para dar con su nombre. —No era algo que importara entonces, cada uno de nosotros, en verdad cada uno de nosotros, tenía una vida apartada de los otros…— ella, mis hermanos, yo, cada uno dentro de una esfera cerrada que nos hacía parecer de mundos opuestos, esos que nunca coinciden. Ella como ministra, Chuck en el norte jugando apuestas, Eugene triunfando en la alfombra rojo, y yo con unos padres a los que agradezco que me dieran más de lo que hubiera imaginado tener, desde lo material, hasta el amor generoso que me dieron. ¿Eloise LeBlanc? Ella eligió hacer su camino aparte, fue quien impuso esa distancia al alejarse, ¿qué sentido tenía ir tras su rastro al saber la verdad? Lamento, sin embargo, que haya elegido la boda de mi hermano para volver sobre sus pasos si es su intención. Espero que se limite a una cercanía que no sea dañina.

Muy a pesar, tengo que admitir que quiero tomar su oferta de poder hablar con ella en otra ocasión, que es algo que estuve esperando tanto tiempo, que quizás mi motivación a dedicarme a la educación estuvo en parte influenciada por el anhelo callado de coincidir con ella y que esta charla se produzca. Experimento esto en mi fuero interno como una traición a mis hermanos, pero lo necesito. Quizá ellos también, aunque no sé si aceptarían reconocerlo. —Este no es el momento— remarco, —Phoebe y Chuck son lo más importante este día, todo lo que esperan para un futuro juntos, no es momento para resolver enredados dramas familiares que iniciaste hace treinta años— murmuro, deteniendo nuestros pies cuando los novios se retiran de la vista, siento el peso de sus miradas en nosotros. —Salúdalo si quieres y después márchate, Eloise. Lo hiciste una vez por ti, esta vez márchate en consideración a él— retiro mi mano de su cintura para liberarla. —Hablaremos otro día— digo, sin embargo, —lo prometo.
Anonymous
Invitado
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Si no me equivoco, la señora de amarillo es la dueña de unos los diarios en los que consideré presentarme como postulante, tengo un problema con su línea editorial y eso me lo impidió. Podría encontrar en un baile la ocasión para presentarme, confío en mis habilidades para caerle bien a las abuelas, lo que me detiene es que mi vida giró hacía otra dirección y hay una distancia muy grande con lo que quise ser y hacer tiempo atrás, en este momento prefiero sonreírle a Meerah, tomar su ofrecimiento. —Sería un desafío interesante, me lo apuntaré— estoy hablando en serio, —te mandaré mis mejores fotografías para que veas que lo merezco— bromeo, recontando en mi mente las que le tomé con su hermanita, le brilla la mirada al hablar de ella de una manera que me da el indicio de suponer que por tenerlas, me contraría sin dudar.

Pero necesito que me cuentes más, ¿es exclusiva para mujeres? ¿Cuál es el estilo? ¿En qué te inspiraste? La fotografía tiene que estar a la altura de lo que el diseñador quiere plasmar— juro que le estoy hablando en serio, necesito más información para imaginar cómo sería ese trabajo, mi estilo ha sido siempre más urbano y salirme de la línea podría dar resultados impensados. Primero una boda, luego diseños de moda, no puedo creer que esté tomando esta confianza con la cámara tan pronto, como si nunca la hubiera soltado. —No hace falta a esperar que la línea esté terminada, puedo ir algún día a hacer fotos del proceso y si tienes una amiga o un amigo que puedan posar, será divertido. Te quedará como recuerdo de tu trabajo…— me ofrezco.

¿Por qué me cosquillea furiosamente la nuca? Rasco mi piel como si sufriera de la picazón de un insecto. —No soy una cobarde— la contradigo con una sonrisa, quizás sí, y me río por ser arrastrado a la pista con la promesa de que velará por mi integridad si es que su padre toma represalias. —Gracias, supongo—. Sigue sonando terrible que diga que fue quien me forzó, no hace falta. Reprimo mi carcajada cuando noto nuestra diferencia en estaturas, me viene bien haber practicado con Charlie, sí, practicamos con Charlie. Esas sesiones acaban con mis pies destrozados, pero no hay baile ridículo del que nuestros padres no nos hayan hecho parte desde que aprendimos a caminar y con una madre como la nuestra que hasta sabe bailar tap, sí, hay fotografías mías en que me veo primoroso con tirantes a los siete años… —Charlie te diría que siempre supe que caería en la decadencia y que acabaría siendo mantenido por una mujer que financiera mis sueños de fotógrafo bohemio— me lo tomo a broma, coloco una mano en su cintura y con la otra tomo la suya, así podes dar un primer giro siguiendo el tono del vals, —lástima que el  ministro Helmuth me esté robando mi oportunidad— señalo con mi barbilla a la pareja. —Y sí, también filma. No es tan vieja. También puedes compartir las fotografías de inmediato a Wizzardface si tienes la cuenta sincronizada, ¿te gustaría que comparta una nuestra? Pago por leer los comentarios de Charlie si lo ve en casa.
Anonymous
Invitado
Invitado
Si hay alguien que rivalice con Mohini en cuanto a emoción por una boda solo puede ser Rose, mi noble ofrecimiento hacia Hans para esconderlo mientras llora, es también mi oportunidad para escapar de los comentarios que seguramente caerán sobre nosotros, si es que el mismísimo ramo no termina siendo aventado por nuestras cabezas. Lo bueno es que llega Jack, es lo suficiente alto y de hombros anchos para cubrirnos del proyectil de flores. No confío de las intenciones de Rory, así que la mirada que le dedico es muy parecida a la de Hans, todavía recuerdo cuando me la robó en el mar y se la llevó flotando. Estos chicos Tyler, siempre robándome a mis chicas. —Se sobrevive— es lo que le contesto francamente a Jack cuando me pregunta por cómo llevo la maternidad. No, espera. Maldición. No era eso lo que tenía que decir, me siento fatal, nunca se me da espontaneo decir que cada pañal huele a rosas y que descubrí que no es tan necesario como se dice dormir ocho horas, pss, ¿quién necesita ocho horas si con dos bastan y todavía eres capaz de armar un biberón?

Por suerte no me escuchó Rose, llega después, cuando nos movemos hacía donde se reúnen la mayoría de los invitados para presenciar el vals de los novios. Estoy buscando unas sillas que queden bien tapadas por una maceta, así nadie nos empuja a la pista, hasta que mi atención se desvía hacia donde Hans tiene puesta su mirada. —¿No es el chico que estaba sacando las fotografías? ¿David?— pregunto. No, espera, no. Quiero tirar de la manga del saco de Hans para evitar que se adentre a la selva de parejas bailando, si vamos ahí no podremos escapar, ¡no! ¿Por qué entrega a la bebé a la elfina? Ah, maldición. ¡Tilly, salvameee! La veo mover sus manitos, es todo lo que veo, entre ese montón de telas que la hacen parecer que está en una nube que Poppy se encarga de sostener. Cubro mi cara con una mano cuando avanzo con resignación hacia el lío de parejas, qué vergüenza. —Nos volverás el hazmerreír de la familia— ahora soy yo quien lo dice, pensé que me quería más como para exponernos al ridículo, no solemos mostrarnos en público como para que la vez que lo hacemos, seamos recordados por la masacre de pies que se viene.

Soy yo quien está pendiente de contar los pasos y seguir con mi mirada el movimiento de sus zapatos, y que bien que lo hago, soy quien nos mantiene a salvo, él está ocupado espiando ¡a Meerah! —¡Hans! ¡No puedes hacer eso!— pierdo la atención de nuestros pasos y no es mi intención, pero el pisotón ayuda a enfatizar mis palabras. ¡Juro que no hubo intención! —¡Solo están hablando!— O no. ¿Qué hace David poniendo su mano en la cintura de Meerah? ¡Fuera! ¿Y por qué se toman de las manos? ¿Es suicida o qué? Siempre se me hizo un chico amable cuando lo veía en el taller de sus padres, pero se está pasando de amable. Retengo con fuerza la mano de Hans que tengo en mi posesión y lo hago girar para que quede de espaldas a su hija y al chico, no sé para qué me gasto, va a girar su cuello como lechuza con tal de no perderse detalla. —Hans, mira, tu hija tiene trece años. Empezará a hablar con chicos, a bailar con chicos, y tal vez… también a hablar con chicas, bailar con chicas. No lo sabemos, irá descubriendo por su cuenta con quiénes se siente más cómoda. David es un chico con modales, ambos están bajo nuestra vista, no pasará nada. Siempre que esté bajo tu vista, todo estará bien. Pero si te pones en plan sobreprotector, empezará a hacerlo a escondidas y entonces…— acerco mi cara a la suya al arquear una ceja. —Entonces no sabrás qué puede pasar.
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
¿David? ¿No era Davies? ¿Por qué está aquí? Bueno, ahora mismo no me importa cómo demonios se llama, estoy más preocupado por conseguir que Lara se mueva conmigo y juro no haberlo tenido tan complicado desde la vez que tuve que bailar con la madre de Jack en su casorio — Jamás seríamos el hazmerreír. Solo sigue la música como si te estuvieras meciendo con las marcas del compás, no es tan difícil — jamás he asociado a Scott con algo tan simple como un vals, pero no voy a ponerme en la tarea de buscar una pareja cuando tengo una que ha venido conmigo. Tengo problemas más urgentes que atender, como que el evitar que mi hija siga los pasos de su madre… y los míos, para variar. ¡Que es solo una niña!

Ignoraría las palabras de Scott si no fuera porque el pisotón me obliga a lanzar un quejido por lo bajo, girando mi cabeza en modo de reproche hacia ella. El dolor poco me importa, en especial porque Davies, David, como sea que se llame, se está tomando el atrevimiento de pasar su mano asquerosa y pobre por la cintura de Meerah. Si no voy directo hacia ellos, es porque Lara me retiene consigo y, aunque escucho perfectamente su discurso, me entra por un oído y me sale por el otro — No me importa que salga con quien quiera, siempre y cuando sea alguien decente — le gruño por lo bajo, aprovechando la cercanía para calmar mi histeria. Obvio que no sirve, estoy hablando entre dientes y a un ritmo algo acelerado — Pero David es un adulto, trabaja en el ministerio y ya sabemos cómo funciona eso de los tipos que se meten con niñas. ¡No voy a permitir que mi hija cumpla la fantasía virginal de nadie! — sobre mi cadáver. Si quiere siquiera respirar cerca de ella, que espere a su mayoría de edad y que se dedique a hacer bien su empleo en el mientras tanto, que Meerah no se casará con un mediocre. Se merece algo mucho más grande y sospecho que nadie será capaz de seguir sus pasos.

Y ya sé que estoy exagerando, pero es que se abre una puerta nueva que me gustaría poder seguir manteniendo cerrada bajo treinta llaves. Tiro de Lara para que avance conmigo en lo que mi cabeza se gira para un lado, para el otro y aprovecho una vuelta para poder encontrarme a pocos metros de la cabeza rubia que voy a castigar más tarde porque sí, encontrándome con la cara de David a la vista gracias a la poca altura de Meerah. Me asomo de manera que pueda ver mi expresión de mala onda desde el aura y espero que me preste atención cuando uso mi boca para modular un claro TENGOMIVARITA a modo de amenaza. Sé que debería estar sacando a mi hermana a bailar, pero tengo asuntos más urgentes que atender y justo el vals decide cambiar a un rock más movido. Genial, ahora tendré que evitar que se sacudan y pongan las manos en sitios más riesgosos.
Hans M. Powell
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Charles B. Sawyer
Personal de Defensa
Hay cierto aire contenido cuando abro la boca con intenciones de preguntar qué clase de favores, estoy seguro de que puede verlo en mis ojos hasta que vacilo, desarmándome en un bufido. Hay cosas del pasado de Phoebe que prefiero no preguntar, porque ella ha hecho lo mismo con el mío; los dos sabemos lo necesario, hay memorias que quedan guardadas en un cajón bajo llave y es mejor dejarlas ahí. Pero esta mujer no tiene aspecto de mafiosa del norte ni persona totalmente indeseable por la sociedad, incluso se camufla bastante bien entre los invitados y, si bien soy ignorante en muchos aspectos, hay algo en su aire que me hace pensar en dinero o influencia — Algún día voy a enterarme de todos sus secretos, señorita Powell — intento bromear. Hoy no será ese día, tengo asuntos más urgentes que atender.

Sacudo la cabeza, apenas oyendo el cambio de música que yo mismo he pedido porque no soportaba diez minutos de vals y gente dando vueltas mientras los aperitivos iban y venían. Tomo la mano de mi esposa y tiro suavemente de ella, porque estoy seguro de que no podré hacer esto si no la tengo conmigo; con la que me queda libre me hago con una copa, para variar — No será nada grave, lo prometo — tenemos que esquivar al baile extraño de Hans y Lara, que no sé para qué lado están apuntando, para poder llegar a mi hermano y la mujer que supo llamarse mi madre, pero que ahora no es más que una extraña — Ministra Leblanc, qué honor — es una sonrisa forzada, pero el movimiento de mi cabeza es amable — Si me lo permite, le recomiendo el vino blanco, creo que es de lo mejor que correrá esta  noche. ¿Jacques? — sé que es venenoso llamarlo por su nombre real, pero yo jamás pude acostumbrarme a esas identidades imposibles. Le doy un apretón en el brazo — Espero que no estés fastidiando a los invitados. Phoebe se alegra mucho de tenerla aquí.
Charles B. Sawyer
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Phoebe M. Powell
Director del Servicio Social
Hey, no guardo tantos... — es igual, creo que no sirve de nada discutirlo cuando tengo fama de ser reservada hasta con mi marido. Y es que eso en parte es mentira, quiero decir, no le escondo nada, si me preguntara sobre cualquier cosa no tendría problema en poner ciertos puntos en orden. La diferencia recae en que los dos sabemos que hay partes de nuestra vida que no merecen ser mencionadas, porque tal y como estamos ahora, formando poco a poco nuestro futuro cada día, no creo que sea necesario el traer viejos problemas a nuestra vida juntos. — Tranquilo, lo único de lo que te tienes que preocupar con Georgia es de no soltar demasiado la lengua, tiene oídos por todas las paredes. — le calmo, porque sé de dónde vienen sus caras, son las mismas que ponía hace años, salvo que la situación ahora es distinta.

Por eso dirigirse hacia donde está su madre me resulta la peor idea de todas, creo que rodeo su brazo con la mano que tengo libre con la intención de frenar sus pasos, pero es como cuatro veces yo, ni siquiera me sorprendo cuando nos arrastra carpa abajo en busca de la figura rubia. De camino nos cruzamos con mi hermano y, tengo que decirlo, para haber ido a numerosas galas, no se le ha quedado nada de los pasos de baile. Me echaría a reír ahí mismo de no ser porque cuando me quiero dar cuenta, Eloise Leblanc se encuentra frente a nosotros y la sonrisa que le dedico podría contar más bien como una mueca mal hecha. Bueno, su comportamiento es mucho más pacífico que el tortazo que le regalé yo a mi padre, le daré eso. Lo cierto es que me encuentro muy, pero que muy sorprendida por esa reacción, lo delata mi expresión y que me quede tartamuda un segundo cuando se refiere a mí. — Ah, sí. Gracias por venir, todo un detalle. — miro a mi esposo con cara de ¿qué se supone que tengo que decir?, pero creo que atino bien a pasar a sonreírle bien después a Eloise. Todos sabemos lo bien que se me da actuar bajo situaciones comprometidas. Creo que merezco un premio.
Phoebe M. Powell
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Invitado
Invitado
Algo así— contesto al intento de conversación de Helmuth, las bodas en sí son convenientes si una sabe ver más allá del sentimentalismo, ese que es estricto como para impedir que el futuro novio firme un acuerdo prenupcial, pero se vuelve un incordio cuando los votos se alargan hasta el bostezo. —No me molestaría intentarlo una tercera vez— arrastro mi voz cascada y palmeo los hombros del ministro en una clara apreciación de la oportunidad que tengo en manos, literalmente. Nadie tendría por qué sospechar de sustancias extrañas en una relación con unas pocas décadas de diferencia, no seríamos el primer caso en la historia de la humanidad, y está más que visto que en elegancia le doy clases a Eloise LeBlanc, no creo que sea una muchacha que se lo merezca. Así, toda descarada, en susurros con ese profersusocho. ¿Podría ser un poco más disimulada? No, mejor, que no lo sea. Con cada minuto que pasa sumo líneas a la columna de cotilleos. ¡Ah, esos novios! ¡Tan inoportunos!

Si quiero algo que dé para hablar tendré que volver a los escándalos que este muchacho Powell ofrece como pan gratis, estoy esperando que salte sobre la yugular de ese chico que al parecer no tiene ni dinero para un traje y tiene el tupé de estar bailando con la hija de un ministro. Poco importa que la niña esta haya crecido en los distritos pobres, también es una Niniadis a fin de cuentas y los cuentos de muchachas pobres que tienen sangre aristocrática siempre venden, lástima que la crianza y la sangre paterna la condenan, porque su gusto es tan reprobable. Si de tal padre, tan hija. Uno con la hija de la criada y la otra con el chico del servicio, qué vergüenza. —¿Cómo le va a su muchacho, Nicholas?— pregunto a mi compañero de baile, si la niña Powell fuera un poco más inteligente miraría un poco hacia los jardines vecinos. —¿También vino?— otro odioso niño que se esconde de las cámaras, ¿de dónde han salido todos tan tímidos? Peor que hablar mal de alguien, es que no se hable. ¿Es que nadie lo entiende?
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Esa insinuación por parte la anciana me lleva a reír nerviosamente, mis mejillas se estiran en una mueca que trato de camuflar alargando la risa, aunque mentiría si dijera que no tengo ganas de escapar de las miradas indiscretas de la mujer. — Me temo que ya hay una mujer que me espera, señora. — digo, hasta yo me sorprendo de la naturalidad con la que sale eso de mis labios. No por nada, pero ella bien tendría que saberlo, que es la que se dedica a publicar cotilleos de última hora. Me supongo que esa es la razón principal por la que se encuentra aquí, que una mujer como ella no está a favor de perderse nada que pueda rellenar sus columnas con la más recóndita de las informaciones. Si es que es evidente por el modo que tiene de mover sus ojos por todo el lugar, parándose en cada una de las figuras como si estuviera analizándolos con rayos X. Y no soy estúpido, probablemente lo esté haciendo.

En vista de que ella tampoco parece estar prestándome mucha atención, y de que la conversación que estamos teniendo es pura palabrería, que creo que solo me ha cogido por banda para tener a alguien con quién excusarse en caso de que la acusen de cotilla, pues yo también me aprovecho de eso y nos muevo de forma que quedamos un poco más cerca de quién se supone es mi acompañante de hoy. — Mi hijo está estupendamente, lástima que no haya podido venir, mañana tenía un... evento importante. — honestamente, no tengo ni la menor idea de lo que está haciendo mi hijo en estos momentos, bien podría encontrarse a unas cuadras de aquí en casa de su amiga, o descansando para un entrenamiento al día siguiente. He aprendido que es mejor no preguntar demasiado con los adolescentes. — ¿Qué es lo que mira con tanto interés, señora? — pregunto en falsa inocencia, que me parece a mí que le está echando un ojo demasiado largo a Eloise con su hijo, sus hijos ahora que los novios han decidido acercarse. Tengo que meditar un segundo si es el momento de ir a salvarla o si, por el contrario, debería mantener a la anciana lejos de su radio.
Nicholas E. Helmuth
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