The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Riley Kavalier
Junio

Sé que éste es un trabajo serio y que hay vidas en riesgo, pero me resulta muy difícil no entusiasmarme por la posición en la que accidentalmente me veo envuelto. ¿Acaso no estoy intentando resolver un misterio con un compañero luego de haber tenido un enfrentamiento con los que podrían ser los archienemigos de nuestra historia? ¡Es como estar viviendo el sueño! ¡La fantasía de niño! Claro que intento que no se me note pues no puedo dejar que Weynart me trate como un niño por estar demasiado entusiasmado. No, debo mantenerme cool y demostrar que soy un profesional.

Llevamos varios días dándole vueltas a los códigos que encontramos en la computadora y la cantidad de libros que hay esparcidos tanto en su oficina como en mi laboratorio demuestran que no estamos ni un poquito más cerca de resolverlos. Creo que el único avance ha sido identificar a los niños y comunicarnos con la madre, pero la realidad es que sin datos concretos no podemos hacer ningún movimiento.

Pero hoy me siento inspirado. Kenna me hizo despertar de la mejor manera, tomé el desayuno en mi taza favorita y todo el camino hasta la base de seguridad estuvo tranquilo y sin molestias. Así que si habrá un avance será hoy... Y así es. Solo un par de horas después de haber llegado al lugar, pego un salto de mi silla y tomo a Colin del brazo para darle algunas sacudidas.

- Aquí cuando habla del laberinto repleto de criaturas claramente se refiere al recorrido desde el distrito 12 al Capitolio ¿Ves? - comento al cazador enseñando la página - Mira, sigue la descripción... Coincide a la perfección con el camino más rápido desde éste punto a éste - agrego señalando en el mapa de Neopanem lo más rápido que puedo mientras quito de un manotazo todas las cosas que le pusimos encima - Es un plan, viene a cazar a los niños... Es una prueba de que están en peligro, debemos ir a advertirles.
Riley Kavalier
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Invitado
Invitado
Las horas de descanso que tengo en la casa las uso para repasar las copias de los cuentos en la misma mesa en la que Hanna se sienta a hacer sus deberes de la escuela, tomo prestado sus lápices de colores para encerrar algunas palabras en círculos y creo estar entiendo el código que este hombre usa para construir un mapa de indicaciones. Cada mención a un animal lo tomo como una referencia a una persona en particular, lo más explícito que encuentro es su aversión a una mujer llamada Sigrid que, no por casualidad, es la madre de los niños cuyas fotografías encontramos empapelando la pared de su mugrosa cueva. No me queda dudas de que se trata de un acosador, un hombre con tal rencor a la mujer que podría llegar a hacerle daño a sus hijos. Miro a la mía por encima de la cartuchera abierta de la que se desbordan los colores y no puedo ser indiferente a lo que está pasando.

Solo por esos chicos estoy en esta especie de trabajo escolar en grupo con el molesto de Kavalier, que ha resultado ser útil para compensar la falta de reacción al ataque de esos repudiados. ¡Lanza rayos, maldita sea! ¡No vi salir ni una chispita de sus dedos cuando teníamos a esos tipos encima! Por lo menos sabe interpretar el código de este criminal. En la computadora estamos logrando una traducción en base a las asociaciones que fuimos cargando al sistema, pero sus lecturas avanzan más rápido. Lo último que me dice me provoca un estremecimiento en la nuca que me hace saltar de la silla, ni siquiera abro la boca, echo a andar fuera de la oficina esperando que me siga. Freno mis pies al dar tres pasos. —¿Nos vamos?— lo apuro, no sé si tiene otras tareas de la que ocuparse o un superior al que reportarse, yo a mi jefa se lo explicare luego con todo detalle cuando el caso concluyo, en este caso creo que lo mejor que podemos hacer es actuar con prontitud. Y por ello, estamos delante de la puerta de la casa de esta mujer, tan altos que llenamos todo el umbral. —Tú te encargas de hablar con la mujer, tendrás más tacto para decírselo— me considero un asco tratando de entenderme con la gente, —yo revisaré la seguridad de la casa. Si hace falta, no creo que el ministro Helmuth tenga problemas de albergar a sus sobrinos un tiempo— opino, es algo que sé que Riorden haría por cualquiera de nosotros y suelo juzgar a las familias en base a cómo nos comportamos los Weynart.
Anonymous
Riley Kavalier
Ni siquiera da su opinión al respecto, tampoco me da tiempo de tomar aire antes de echarme a caminar y por alguna razón eso me hace sonreír. Es como en esas series que tienen mil nombres distintos pero tratan todas sobre lo mismo, los personajes principales tienen conversaciones de las cuales el televidente no forma parte y de alguna manera las aceptamos como lógicas. Este es el caso, él camina y yo sigo casi seguro de que nos dirigimos a la casa de los niños... ¡Y así es! Espero que a Silas no le moleste mi ausencia, aunque, siendo honesto, ha estado más concentrada en sus proyectos personales que controlando lo que sus empleados hacemos.

Observo la puerta de la casa con el ceño fruncido mientras pienso la mejor forma de afrontar ésto. Mientras tanto Colin se encarga de decir el disparate más grande del mundo por lo que interrumpo mi planeamiento para mirarlo con una ceja en alto y los brazos cruzados, con casi todo el dramatismo que tengo disponible en mi cuerpo - ¿Acaso sabes con quién estás hablando? - creo que sí lo sabe y eso solo puede decirme que sus habilidades sociales son iguales a las de un mono salvaje si deja tan importante tarea en mis manos.

- Sigo creyendo que Helmuth es el blanco principal así que no sé que tan sabio sea eso - respondo con una mueca ¿Por qué iba a querer a éstos niños sino? No leo la revista de chimentos en la que exponen la vida privada de los ministros así que no tengo idea si tiene alguien más cercano que sus sobrinos para ser sobornado - Deberíamos ver que las demás personas de su círculo familiar estén bien - propongo antes de estirar el brazo de forma distraída para golpear la puerta. Espero que Sigrid Helmuth esté en su casa y que no tenga alguna anécdota que yo no recuerden entrando a su farmacia pidiendo medicamentos.
Riley Kavalier
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Sigrid M. Helmuth
Esta serie es realmente adictiva. No voy a reconocérselo a Jenna, que es la que se pasa las veinticuatro horas del día viendo este canal cuando debería estar haciendo sus deberes del colegio. Claro que si le doy la razón, todas nuestras disputas de por qué no debería ver estas cosas que le llenan el cerebro de fantasías adolescentes no tendrían sentido. Ahora, no me extraña que las vea, si supiera que existen médicos con esos cuerpos en la vida real, quizá me hubiera replanteado meterme a medicina como hizo mi hermano y no a farmacia. A mí nadie me viene con esos músculos, solo yonkis…

Lo bueno es que hoy no tengo que esconderme de mi hija, está fuera haciendo vaya a saber qué cosa, y sé que Brian está en clase de música. Digo sé porque fui yo quien lo llevó, solo faltaría que empiece a pirarse clase tan pronto, ¡y encima las que pago! En fin, que es un día que tengo para mí y en lugar de estar haciendo cosas productivas como hacer la colada de mis hijos o recoger sus habitaciones — un día me hartaré de que no lo hagan ellos y empezaré a tirar sus cosas por la ventana. Cero broma. —, pues estoy tumbada en el sofá de la casa, llevándome un puñado de palomitas a la boca y disfrutando de esta serie tan buena. Que todavía voy por la tercera temporada, tengo que ponerme al día, ¡lo bueno es que lo tengo libre entero para ello!

Claro que tiene que sonar la puerta cuando está teniendo lugar la escena reveladora del episodio, que la enfermera se ha quedado embarazada de un doctor estando casada con el anestesista, lo que me lleva a bufar por lo bajo. Arrastro los pies hasta la entrada en lo que escurro las zapatillas de andar por casa dentro de mis pies, para cuando abro la puerta creo que estoy bastante decente. El panorama con el que me encuentro es bastante curioso. Primero porque a este hombre le he visto yo en otra parte, caigo en que es el cocainómano que hace tiempo no visita la tienda. Segundo porque no sabía que tenía guardaespaldas. Mi cara debe reflejar el sentimiento de extrañeza, pero aun así me atrevo a sonreír. Se parece más bien a una mueca forzada. — ¿Necesitáis algo? — a ser posible drogas no, que tengo unos vecinos bastante cotillas.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
Invitado
Tiene un hijo— hago repaso de la información que tengo sobre el ministro de Salud, no porque me haya interesado en su vida personal alguna vez, es vecino de mi hermano así que alguna vez me he cruzado con ese muchacho que tiene casi la misma edad que mi sobrina. —Su esposa falleció hace años, pero se rumorea que anda en una relación con la ministra Leblanc—. Maldición, con esto sí que he quedado como un chismoso, culpa de las charlas banales con mi sobrina. —Ellos están seguros con la protección que le brinda la isla, entiendo que este criminal pueda elegir a los sobrinos y a la hermana por encontrarse más descubiertos— razono, apoyando su suposición, una charla con la hermana en cuestión nos hará saber si cuenta con su propia lista de enemigos personales y eso obligue a que barajemos otras teorías. — Hablemos con Sigrid Helmuth primero— pienso en voz alta.

La mujer que nos recibe tiene toda la pinta de estar descansando en casa, cuando le digamos que alguien planea secuestrar a sus hijos disculpará la interrupción. — Seguridad Nacional, señora— me presento, el uniforme de cazador con la chapa habla por su cuenta, ojalá no pida una autorización legal de nada cuando pongo un pie para impedir que cierre la puerta y en un paso estoy dentro de la sala. En la prisa de actuar nos hemos saltado un par de procedimientos. —Perdone que la molestemos si está ocupada…— hago un repaso visual de la sala y lo que atrae mi atención es el diálogo que se escucha desde la pantalla de televisión, hago oídos sordos a los médicos de emergencia que están gritando indicaciones por un paciente que tiene un tumor terminal y el pitido del corazón al detenerse suena muy pronto para mis cálculos. —Quisiéramos hablar con usted sobre la seguridad de sus hijos, hay razones que nos hacen creer que podrían estar en peligro…— le hago señas con los ojos a Kavalier para que tome la palabra, a él le tocaba esa parte. —Hay un criminal que está acechando a su familia— se lo informo. —¿Ha recibido algún tipo de mensaje extraño o amenazante en estos días? ¿Se ha cruzado con personas sospechosas? Toda información que nos pueda dar será de utilidad.
Anonymous
Riley Kavalier
Alzo las cejas y corro mi cabeza hacia atrás todo lo que mi cuello me lo permite pues Weynart está repleto de sorpresas ¿Quién diría que conoce la vida de los ministros como si fuera el panelista de un programa de chimentos? Contengo la risa pero no a modo de burla, sino porque me cae un poco mejor por esto... Después de todo quizás no es el soldado estirado que creí que era - Si fuera un malvado villano, ir por el blanco más fácil sería mi plan - respondo a su razonamiento. Tiene sentido, intentar meterse a la isla sería suicida, más siendo un lobo solitario con un amigo como se nota que es el tipo.

La mujer abre la puerta y me muerdo la lengua porque me resulta conocida. Demonios, me resulta conocida, eso quiere decir que en algún momento visité su farmacia haciendo una compra sin duda extraña pero inteligente para combinar mis hongos mágicos - Weynart, Kavalier - nos presento haciendo un ademán con las manos para que nos identifique. O quizás la recuerdo de alguna cena benéfica que hayan organizado mis padres en su momento, también es una opción.

Entro a la casa y lo primero que llama mi atención es cómo se está reproduciendo La Anatomía de Rouviere en la pantalla... Demonios, yo no ví ese capítulo aún ¿Cómo puedo pedir discretamente que la apague para que no me de ningún spoiler? No puedo hacer eso, sería muy poco profesional. Así que mientras habla Colin me acerco a la tele y la apago con una determinación que podría ser interpretada como que no hay lugar a interrupciones con un tema tan serio como el que tenemos que tratar.

- Encontramos fotografías de sus hijos en la guarida del que creemos que es su acosador. Hombre de unos 35 años, cabello oscuro lacio, barba, delgado y de piel tostada - describo al tipo, aunque en las condiciones en las que vive bien podría ser mugre lo que llevaba en el rostro. Debería preguntar si conoce a alguien de esas características pero temo que podría ser interpretado como un insulto... ¿Por qué alguien del Capitolio conocería a los rebeldes y repudiados del norte?
Riley Kavalier
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Sigrid M. Helmuth
Levanto mi barbilla al mismo tiempo que murmuro un simple ‘ah’ por tener al menos la decencia de identificarse, lo cual creo que tendría que haber deducido por mi cuenta al verse provisto del uniforme de seguridad. No puedo evitar que mis cejas se alcen en curiosidad por su visita, no tardo mucho en devolverlas a su lugar en lo que probablemente sea un malentendido, de seguro mi hija mayor ya se metió en algún problema del que su madre tiene que ocuparse. — ¿Qué hizo esta ve…? — que no llego a terminar de hablar, ¡y se cuelan en mi casa! Vaya con los métodos del presidente, si se cree que pueden entrar en hogares ajenos así como así. ¡Pues sí me molestan, que se estaba poniendo interesante, hombre!

Hay una ficha que no llego a encajar del todo cuando la puerta de la casa se cierra, y es que quizás no sea mi hija la que se ha metido en un buen lío, sino yo misma. Pero no puede ser, no tienen forma de saberlo, tengo mucho cuidado con mis envíos y el papeleo es algo de lo que yo misma me encargo para que no haya problemas con mis asuntos ilegales… ¡Para colmo me apagan la televisión! — ¿Seguridad de mis hijos? — repito, así que no se trata de mis negocios, sino de ellos, lo cual lo hace mil veces peor. — ¿Razones para creer? ¿Qué razones? — pido explicar enseguida, del bolsillo posterior de mi pantalón de chándal saco el teléfono para comprobar que no tengo ninguna llamada perdida de ninguno de ellos. Eso me hace fruncir el ceño con todavía más recelo, mi corazón empieza a latir con algo más de fuerza de lo normal, a pesar de que lo que me da a entender calma un poco mis nervios. No les ha pasado nada, todavía. Me las apaño para escribir un mensaje a ambos, Jenna y Brian, para que me contesten lo antes posible, mientras trato de escuchar lo que tienen por decirme.

A lo de las amenazas, muevo lentamente mi cabeza en señal negativa, juraría que mi rostro se muestra todavía más confuso. — No, pues claro que no me he cruzado con nadie sospechoso, ¿no sería esa la intención? Ni tampoco he recibido ningún mensaje. — digo, con algo de obviedad en la tonalidad de mi voz, más lo que el hombre que dije conocer suelta por la boca me hace comprenderlo todo al instante. Solo se me viene una figura a la cabeza ante esa descripción, una bastante conocida a pesar de no haberla visto en años: Dressler.¿De verdad? ¿De mis hijos? ¿Están seguros de eso? — ¿el hombre no podía ser más gráfico que tuvo que poner los nombres debajo de las fotografías por si acaso se le olvidaba el nombre de sus propios hijos? Si no suelto un suspiro exasperante es porque no tendría sentido en esta situación. — ¿Tuvieron la oportunidad de conocer al acosador? — lo es, en todo el sentido de la palabra, ¿pero puedo culparlo? Lo único que puedo hacer es conseguir información de interés, y hacerle el favor de alejarlo de los ojos de estos hombres. Puede que él me tenga rencor, pero no me gustaría ver al padre de mis hijos en la cárcel.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
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Por estas cosas es que no hago las visitas a familias, la confusión de Sigrid Helmuth a toda la información que le damos hace que me quede como un poste inmóvil que no tiene idea de cómo actuar, o es una despistada por no darse cuenta que había alguien con un interés preocupante en sus hijos, o el hombre todavía no hizo una tentativa de acercamiento, recién se encuentra en la primera etapa de un acechador que se limita a la observación de sus víctimas. Me inquieta que nuestra visita, de saberlo, acelere sus planes y actúe de manera precipitada. A todas sus preguntas que son una repetición de mis palabras, hago otra para la que espero que tenga una contestación que nos tranquilice a todos. —¿Dónde se encuentran sus hijos ahora? ¿Lo sabe?— ignoro el ruido del televisor que por momentos emite una melodía dramática que acompaña a las alarmas de emergencia, muy acorde a toda la situación.

Asiento a la descripción que Kavalier hace del sospechoso. —Tuvimos un enfrentamiento con él. Este hombre se encarga de colaborar con los rebeldes saboteando las antenas de comunicación que tenemos instaladas en el norte, y no actúa solo, tiene colegas que lo encubren— recuerdo al viejo con la escopeta que trató de sacarnos de la cueva para que dejaremos de requisar el lugar y Kavalier con sus poderes de criatura eléctrica desmayándose a la primera, por favor. No me explico todavía para mí mismo cómo sigo acompañándolo en estas cosas. —Por la descripción que le dio mi compañero, ¿ese hombre se le hace familiar? ¿Conoce a alguien con esos rasgos? Si tiene nombres, por más que sean sospechas, lo mejor es que nos lo facilite. Nosotros nos encargaremos de comprobar si son ciertas o no— hago un repaso del lugar para seguir barajando opciones. —Sus hijos llevan su apellido— apunto, las razones pueden ser varias, la elección de ser madre soltera dos veces es una. —¿Hay alguien más que deba poner al tanto de la situación de sus hijos? ¿Padre? ¿Padres? Lo mejor es mantenerlo en reserva, claro, pero no ser descuidados. Todos los que forman parte del entorno de los chicos deben estar pendientes de su seguridad hasta que atrapemos al sujeto— pido con un tono calma que no sé de donde saco, quizás es solo mi monotonía al hablar que bien para la ocasión.
Anonymous
Riley Kavalier
¡Compañero! ¡Me dijo compañero! Sonrío de lado y lo miro por un segundo mientras sigue hablando buscando alguna señal de arrepentimiento o que me diga que no ha sigo nada más que la costumbre protocolar... No, sigue hablando como si nada porque así lo siente y más vale que luego no me venga con que se le escapó o algo así. Tengo que recomponerme rápido y volver al rostro serio pues es algo grave de lo que estamos hablando - Al encontrar las fotografías las pasé por un scanner que me llevó a las redes sociales de sus hijos, quizás sea buena idea cerrar las cuentas por un tiempo ya que de ahí es donde saca la información - no sé que información más allá de las fotos pues no encontramos más que eso y los extraños cuentos pero puede que tenga más cosas en otro sitio. Después de todo, no hay forma de que el tipo viva en esas cuatro paredes mugrosas todo el tiempo.

Esto hace que me replanteé algunas cosas. Quizás no tengo grandes vínculos con el gobierno que me conviertan en una gran amenaza, pero mis datos y costumbres están colgadas en internet al alcance de cualquier persona... Si alguien decide asesinarme algún día, puede hacerlo en un pestañear de ojos así que quizás sea buena idea guardar en la nube bien protegidas a todas las fotografías y simplemente convertirme en un fantasma cibernético, solo presente en chats de videojuegos en donde puedo ocultar mi identidad sin problemas.

- Si quiere podemos hablar con ellos para que comprendan la gravedad del asunto - que decirle a una adolescente que tiene que controlar sus salidas y cerrar Wizzardface no debe ser nada fácil - También podríamos ofrecerle un identikit del sospechoso para que tanto usted como los niños lo vean y así puedan estar alertas - creo que entre los dos podemos hacer algo más o menos decente. La pelea no fue lo más claro del mundo, pero creo recordar algunos rasgos específicos. Además, yo mismo diseñé el programa que dibuja los rostros así que confío en que hará un buen trabajo.
Riley Kavalier
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Sigrid M. Helmuth
Mi hija está en la biblioteca, y mi hijo menor en clase de música, de hecho he sido yo quién lo ha acercado hasta allí, estarán ambos a punto de llegar, no creo que tard... — que tarden mucho iba a decir, pero justo recibo un mensaje de respuesta de Jenna diciendo que todo está bien, que pasará a buscar a su hermano y vendrán directos a casa. Creo que por mi forma de reaccionar, la mayor de mis hijos comprende que hay algo que va mal, porque no suelo actuar de esta forma tan atacada con absolutamente nada. — ¡Ah! Ahí está, ven, están los dos bien. — les muestro el teléfono para confirmarlo con ellos como si fuera importante, cuando lo que en realidad importa aquí es que mi corazón ha vuelto a su velocidad normal ahora que su seguridad ha quedado intacta. Las siguientes preguntas me hacen sentir como en una especie de interrogatorio, tengo que poner mi mejor cara de inocente cuando mencionan nuevamente los rasgos de Dressler y alzo mis cejas de forma que parece que estoy pensando en alguien de esas características. —No creo que... ahora mismo no puedo recordar a alguien en concreto que tenga ese aspecto. — digo, tan convincente como que frunzo las cejas hacia dentro en señal de confusión.

La pregunta del padre es lo que me deja un poco descolocada por un momento, tengo que tomarme un tiempo que uso para posar mis manos sobre mi cadera, moviendo la punta de un pie en golpecitos suaves sobre el suelo. — Su padre murió, hace ya muchos años, por eso llevan mi apellido. — el papel de viuda se me da mejor de lo que pensaba, me muestro realmente afectada por los detalles de la información, aunque no estoy muy segura de que sea algo inteligente el proporcionar esa clase de especificaciones a seguridad nacional. Puestos a decirlo, tampoco parecen muy profesionales, la verdad. — ¿Identi qué? — maldito Dressler, ¿la parte de la discreción se la saltó en la escuela de fugitivos o es que pretende que le cacen por la gorra? Si no resoplo es porque me llevo a asentir efusivamente con la cabeza. — Sí, sí, cierren las cuentas, lo que sea para mantener a ese criminal lejos de mis hijos. — digo firme, manteniéndome en mi papel sin que parezca demasiado obvio que no tengo información alguna que darles.
Sigrid M. Helmuth
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Invitado
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Más tarde tendré que negar incluso que conozco a Kavalier por haber venido aquí sin los papeles que corresponden, un científico y un cazador haciendo preguntas sobre un potencial secuestrador de menores. Hay cada loco rondando el norte que me tranquiliza por completo, logrando justificar lo que sé que fue un impulso exagerado de venir hasta aquí, saber que los chicos están bien y en condiciones como para mandar un mensaje a su madre diciéndole que volverán pronto. No reitero mi oferta de ofrecer seguridad a la casa porque sé que no es mi tarea, tendría que hablar con alguien bajo las ordenes de Riorden para que se haga cargo del caso y la única en quién puedo pensar es en Road, lo que me hace chocar las muelas.

Lamento lo de su esposo— la respuesta que me sale es automática, no es que lo lamente de veras, dentro de todo el guión que nos hemos montado con Kavalier, era la línea que seguía, ¿no? Por un momento puedo imaginar que esta hubiera sido mi vida como auror, entonces un mooncalf aparece en mis pensamientos negando con su cabeza y no, esto no es lo mío. Le lanzo una mirada al científico para indicarle sin palabras que tal vez es momento de irnos, lo que está a nuestro alcance es todo lo que haremos y eso de cerrar las cuentas supongo que será pan comido para alguien que se conoce hasta los cables más finitos de los ordenadores. —Nos ocuparemos de que alguien haga un seguimiento de esto y le asegure que sus hijos están a salvo, mientras tanto solo queda decirle que tome precauciones y cualquier persona o actividad sospechosa cerca de su casa, es razón para que de aviso a los aurores.

Muevo un poco más brusquedad mi mentón hacia la puerta para que el otro hombre entienda que debemos irnos y hago mis primeros pasos hacia la puerta. —Supongo que ella puede poner a sus hijos al tanto— le digo para sacarnos de aquí, creo que todavía podemos aprovechar un poco del tiempo que nos queda antes de que nos llamen de nuestros puestos para echar un vistazo al barrio, y no, no es que la compañía de Kavalier de pronto sea lo mejor que me pasó en la vida, pero ya no es tan molesto como tener a un harvey mordiéndote en los tobillos. Es demasiado trillado si verbalizo una despedida que termine con «señora Helmuth», así que solo muestro un asentimiento de cabeza como gesto final antes de tirar de la manija de la puerta.
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