The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kendrick O. Black
Fugitivo
En mi paseo matutino en forma de perro, había tenido la noble intención de conseguir un regalo para Synnove. Algo así como un par de flores o quizá una tontería para no llegar a su casa con las manos vacías después de haber pasado un fin de semana en el departamento catorce, aunque sé que a ella no le importaría; es más bien un capricho propio de intentar ver las cosas con buen humor y darle algo bonito a la chica que te gusta, para mí, tenía todo el sentido. El problema decayó en que encontré una bicicleta vieja en el basurero y, en lugar de algo para ella, acabé arrastrando el maltrecho vehículo calle abajo, hasta dejarlo en uno de los callejones que se esconden detrás de su edificio y que nos regala un pequeño patio cerrado al cual nadie se acerca, posiblemente porque huele para la mierda. Al menos, nos dará la posibilidad de pasar el rato sin que nadie nos moleste.

¡Es que jamás usé una de estas! — me excuso a su mirada en cuanto me transformo en humano y le explico de dónde la he sacado — Y creí que tú podrías ayudarme a montarla. No puede ser tan difícil, he subido a un caballo y eso parece ser más complicado, porque tiene mentalidad propia. ¿De qué se trata esto? ¿Equilibrio, conexión, velocidad? — que no sé nada de física, pero es lo único que se me puede ocurrir. Me froto las manos para prepararme mentalmente y, sin darle muchas vueltas, me subo y estiro mis piernas para chequear que no es tan alta para mi largo. ¿Estarán falladas las ruedas o el freno? ¿Cómo sé que no voy a terminar dentro de uno de los tachos? Bueno, al menos puedo intentarlo.

Doy un golpe a uno de los pedales, pero como no es como la motocicleta que le he visto usar al tío Ben, no sucede nada. El calor hace que me arrepienta el no haber traído agua, porque sospecho que la necesitaré en un rato — Bien. Lección número uno: ¿Debo largarme y evitar caer al suelo? ¿Cómo lo hago? — le insisto, moviéndome con impaciencia en mi lugar — Prometo que luego haremos algo que tú quieras. Solo ten listos algunos vendajes — por la manera en la cual me aferro al manubrio y me coloco en posición, es algo obvio que estoy esperando un empujón.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
Mi duda es qué clase de hechizo mantiene todas las piezas oxidadas juntas para impedir que no se caigan apenas veo que Ken se sienta y las ruedas bajan con su peso, le daré un voto de confianza a esta cosa porque parece resistente a pesar de su mal estado. Si tiene cuidado de no cortarse con algunas de las pequeñas puntas afiladas que se sobresalen por las partes corroídas nos ahorramos el tener que atender una infección y puede ser que la bicicleta sirva para un paseo. —¿Estás hablando en serio? ¡¿Nunca anduviste en bicicleta?!— pregunto, mi boca se abre tanto por la sorpresa que casi creo que me he tragado un bicho del aire y tengo que toser. Podría hacer una lista de todas las cosas que le escuché decir que nunca hizo en la vida, pero necesito de tres segundos para sobreponerme a la impresión de que ignore algo tan básico como pedalear una bicicleta, yo andaba en la mía a los cuatro años sin que hicieran falta las rueditas de apoyo o que papá sujetara mi asiento, me siento muy orgullosa de la independencia estrenada de esa niña. —¿No tenían siquiera una?— me da tanta pena que así sea, que mi voz se escucha más aguda y recuerdo tan bien el consejo de unos de mis libros favoritos, se debe tener presente que no todas las personas que conocemos nacieron en nuestras mismas condiciones. Las diferencias han quedado más que claras entre nosotros desde un principio.

Tengo esto tan presente que no dudo en colocarme delante de la bicicleta para sujetar el manubrio con mis manos e impedir que se lance sin más hacia adelante para acabar con la cabeza en el suelto, no es que yo crea que es impulsivo, el pueblo lo dice. —Puedo enseñarte cómo usarla, pero tendrás que obedecerme en todo, ¿de acuerdo? No quiero tener que llamar a Alice si te rompes la cabeza, que ya bastante me han retado por haberte llevado a una discoteca en el Capitolio y eso que no conté nada del dementor, al parecer no hacemos más que meternos en problemas según los demás— suspiro, quiero poder decir que exageran, el problema real es que Ken es Ken. Esto no se lo digo porque puede tomárselo a mal, que no es mi intención, no quiero traer a colación esas cosas que lo privan de hacer cosas normales. Y, ¿qué de malo puede haber en una bicicleta vieja? —La diferencia con los caballos es que estos pueden llevarte sin que haga falta que le des indicaciones, las bicicletas dependen enteramente de tus habilidades. Se trata de equilibrio, tienes que saber mantenerte en línea recta, nada de sacudir el manubrio, ¿bien?— explico, no recuerdo nada de lo que me enseñó mi padre en ese momento, así que lo hago a mi manera. —Tus pies, tienes que colocar ambos pies en los pedales y… pedaleas— fácil, ¿no?

Echo mis brazos hacia atrás para sacar el elástico que tengo en la muñeca así puedo recoger todo mi cabello en una cola alta, así no me molesta en mi cuello que se va cubriendo de la transpiración por la temperatura y me siento en condiciones de ponerme en acción. —¿Quieres que te muestre cómo hacerlo antes de intentarlo?— sugiero. —Y creo que este es un buen momento para decir que traté de aprender con Alice, pero no me fue bien. Así que trata de mantenerse ileso— suena casi a un ruego, en serio, casi vomito al ver sangre, no sé si estoy lista para pasar por eso otra vez. Me paro a un lado de la bicicleta así tiene el camino despejado. —Mantén el ritmo de pedaleo, ni muy lento que sino frenarás de golpe, ni muy rápido que si no te irás de cabeza. Sostén el manubrio quieto, siempre hacia adelante. ¿Entendido? ¿Estás listo? ¿O quieres que vaya primero?— vuelvo a proponérselo al colocar detrás para darle el empujón.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Pues no, duh. ¿De dónde querías que saque una? — que en el catorce podíamos tener muchas cosas extrañas como un campo de entrenamiento y caballos, pero nadie jamás pensó que una bicicleta fuese algo fundamental para sobrevivir. ¿Cómo pueden creer eso, cuando teníamos cosas inútiles como el carrito de juguete de Zenda? Aún así, mantengo los ojos en su modo de agarrar el manubrio como si fuese un niño pequeño al cual le están dando un montón de indicaciones para que no se mande la cagada que, efectivamente, va a suceder tarde o temprano — ¿Por qué no pueden superar lo de la discoteca? — que ya no sé quienes lo saben y quienes no, pero no deja de darme algo de vergüenza — De mis habilidades, bien. Puedo con eso — porque si soy capaz de hacer un patronus o volverme un animago, no puedo ser tan tonto de no saber cómo andar en una de estas. Y pedalear suena fácil… ¿No?

No debería ser tan malo, pero le sonrío con gracia cuando admite que su tiempo con Alice no resultó siendo un éxito — No puedes culparte, la medicina es complicada. Además siempre tendremos a Beverly y sus métodos no convencionales si necesitamos algo de atención — que de solo recordarlos, me producen un escalofrío muy mal disimulado. ¿Y por qué me suena a que repentinamente son demasiadas indicaciones? Me quedo quieto, con un pie en el suelo para sostenerme y, a pesar de que asiento, el impulso que doy es lo suficientemente débil como para que apenas avance sin una dirección fija y vuelva a bajar los pies a la tierra — Deberías ir tú primero, no quiero chocar y arruinarla tan rápido — que sino ya me vi sin encontrar una de repuesto, aunque tal vez con un simple reparo debería bastar. ¿Y si no, si me siento y vuelan los tornillos? Ni hablar.

Paso una pierna para poder bajarme y sostengo el manubrio en espera de que ella lo sujete — Tal vez podamos pintarla — ahí va, lo suelto como si fuese un perfecto proyecto de verano, como si pudiese ignorar la verdadera situación en la que estamos envueltos en un intento de sujetarme con fuerza a las cosas que me causan placer. ¿Está mal que quiera tener un hobbie que no tenga nada que ver con la guerra? — Si conseguimos algo de pintura y le quitamos el óxido, podemos hacer que quede como nueva. Y podremos usarla para pasear… por aquí — es un poco obvio, pero uso un dedo para girarlo en el aire y apuntar a este pequeño espacio, porque es imposible andar por las calles con normalidad. Resoplo un poco, toqueteando lo que parece ser la campana - bocina que apenas suena cuando le doy un golpecito que me distrae de su rostro — ¿No te aburre? — pregunto, no muy seguro de querer saber la respuesta — Juntarte con nosotros. Debe ser horrible tener amigos con quienes no puedes hacer cosas como… ir al cine o lo que sea — porque ella no tiene por qué estar encerrada y, no obstante, aquí estamos. Entre la basura.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
A muchas de las cosas que me pregunta no tengo respuestas así que hago eso de sacudir varias veces mis hombros, ambos sabemos por qué lo de la discoteca estuvo mal y no tiene caso volver sobre algo que ya pasó, y que los dos sabemos que lo volveríamos a hacer, porque los riesgos eran conocidos y los asumimos. No me resulta tan fácil decirle que no a Ken, menos cuando me lo presenta de esta manera en que andar en bicicleta es de las cosas extraordinarias de su vida porque se sale de lo que conoce y para mí es algo tan común, tan sencillo que aprendí a hacerlo y luego perdí la emoción en ello, como creo que nos ocurre a muchos niños. Porque el hecho de que algo sea complicado tampoco augura que me dedique en alma a eso por afán de conseguirlo, me interesa por la ayuda que pueda dar, todavía no descubro cómo hacer un nudo de mi estómago al ver las infecciones en heridas. —¿Crees que debería aprender con Beverly?— inquiero, si es una alternativa, estaría bien conocerla.

Se para el corazón el microsegundo en el que se impulsa hacia adelante y vuelve a latir con un ritmo normal cuando desiste de ese primer intento. No es lo mismo que un niño de cuatro años cargue una bicicleta con su peso, a que lo haga un chico de dieciséis como Ken que es bastante grande de por sí. Retomemos lo seguro y a la teoría podemos sumar una demostración práctica, así que sujeto el manubrio cuando se baja y aguardo para poder ocupar su lugar sobre el asiento que al menos es cómodo. Tanteo con preocupación los frenos de esta cosa y pruebo con los pies que tan oxidados están los pedales, escuchando como cuesta que giren. —Primero un baño en aceite, luego lo pintamos del color que quieras— contesto, mostrándole una sonrisa de soslayo, —¿O por qué no pintamos un arcoíris? Así cuando te vean venir a toda velocidad dirán «¡ahí viene Ken con su arcoíris! ¡Woooh!»— bromeo con un movimiento gracioso de mis cejas. Encargarme de darle vida a una bicicleta sería darle un uso distinto a los pinceles que traje conmigo, pero será divertido.

Traje algo de pintura— aviso, así no tiene que preocuparse por conseguirla, —o si le dices a mamá que necesito, ella te lo comprará y podrás traérmelo—. ¿Eso es hacer trampa? No les pedí nada desde que me mudé aquí y salvo con mamá, no he hablado con nadie más. Solo es un poco de pintura, sé que ella no pondrá reparos, ni parecerá que estoy pidiendo un capricho, aunque lo sea. No puede haber nada más caprichoso que andar en bicicleta por el norte, pero si algo he visto, es que por aquí hay tan pocas cosas para agradecer y más es lo que falta que lo que sobra, que los pequeños caprichos están concedidos y si con Ken queremos pasear por ahí, nadie puede juzgarnos. Para drama ya tienen la anécdota de la discoteca. Muevo mis pies para lanzar la bicicleta hacia adelante y giro alrededor de Ken para poder quitarle la preocupación por mi supuesto aburrimiento a falta de cines y cafeterías. —Para nada, hago otras cosas como pintar en casa de Mimi, sino hablo con Alice, también hice prácticas de tiro al blanco con tu tío Ben— le cuento, curvando el manubrio para seguir dando vueltas a su alrededor y cuando noto que el pedal se queda quieto de pronto, tengo que presionar con un poco más de fuerza en mi pie para que vuelva a andar. —Tu tío Ben es demasiado amable, quizás demasiado. No suelen gustarme los tipos tan grandes, pero que sea tan amable podría traerle problemas con su novia. Claro que tal vez por eso no tiene. Ah, me preguntó si era tu novia y se puso tan insistente con eso, que le dije que te preguntaría a la próxima. Ahora, ¿estás prestando atención? No hagas lo de las vueltas que eso es complicado, mira cómo voy hacia adelante— mantengo el manubrio en su sitio y pedaleo con tranquilidad para ir moviéndome lento, que tampoco hace falta creer que se está en una carrera. —¿Lo tienes?— pregunto por encima de mi hombro y freno colocando mis pies en el suelo. —¿Quieres intentarlo?
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Aunque mi primera reacción es el contenerme de gritar un “¡no!” involuntario, consigo morderme la lengua en un intento de darle una oportunidad a la rubia — Bev es particular, pero se las ingenia. Si le tienes paciencia a su excéntrica personalidad, siempre es una opción — aunque temo por lo que puedan hablar de mí, pero eso sí que no se lo digo. ¿Beverly habrá superado su obsesivo crush conmigo o seguirá creyendo que vamos a casarnos en algún punto de la existencia? Tengo que dejar mis fantasías del terror para poder concentrarme en cómo se acomoda en la bicicleta, me mantengo cerca con los brazos ligeramente estirados porque tengo miedo de que se caiga cuando es bien obvio de que se maneja en esto mucho mejor que yo. Lo del aceite me parece bien así que asiento con expresión concentrada, aunque lo siguiente hace que la mire con una sonrisita — Creo que no quiero llamar tanto la atención — bromeo. Además, me conozco como para saber que abusaré de esos pedales cuando sepa cómo hacerlo y no puedo ir por la vida siendo un cohete multicolor.

¿La pintura de las bicicletas es la misma que utilizas? Siempre pensé que era más como un spray — que siempre puedo robar alguno, es fácil el colarme con la capa de invisibilidad de Ben o si me transformo en perro, no es como que llame demasiado la atención. Que gire a mi alrededor hace que vaya moviéndome, primero la cabeza y luego el resto del cuerpo para poder seguirla. A decir verdad, creo que agradezco que sea ella quien esté en la bicicleta y no yo porque estoy seguro de que me habría caído cuando me cuenta su anécdota con mi tío — ¿Por qué te preguntó eso? — obvio que ya tengo la respuesta y lo único que sé es que voy a matar a Ava. Me rasco el cuello con nerviosismo, tratando de mantenerme cool a pesar de que puedo sentir cierto calor — Espera… ¿Me estás preguntando qué opino o si quiero ser tu novio? — ¿Cuál es la diferencia? No es como si nuestra relación hubiese cambiado, a pesar de los besos.

¿Lo tengo? No estoy seguro, pero tampoco se ve tan difícil, así que avanzo para tomar el manubrio y espero a que se baje — No te prometo tener el mejor equilibrio de la vida, pero puedo hacer el intento. Déjame intentarlo — le pico el costado para que me dé el espacio y paso la pierna para volver a montarme — Mi tío Ben siempre ha sido demasiado amable para su propio bien, pero nunca tuvo suerte con las mujeres. Bueno, sé que dicen que es atractivo y Ava siempre le mira el culo, pero sus relaciones nunca llegaron a nada. Mi tío Seth decía que le tenía miedo al compromiso — se me hace gracioso, en especial porque el susodicho siempre se ha molestado en negarlo. Me encojo de hombros y apoyo un pie en el pedal, usando el otro para impulsarme — Salió con Alice un tiempo y sé que pasaron cosas con Ava, pero luego… ya no sé más — porque siempre es mejor hablar de la vida amorosa de los demás y no la propia. Y como si aún tuviese que encontrar excusas para hacerme el idiota, pedaleo con calma a ver si mi vehículo avanza. Lo hace, pero no por tanto tiempo, que pierdo el equilibrio y tengo que bajar rápidamente un pie para evitar matarme contra los cestos — ¿Crees que si le pongo más velocidad mi cuerpo se mantenga más estable? — hasta creo que suena lógico.
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
Contengo la risa en mi garganta para decir como un comentario al pasar: —Porque yo le huyo a las personalidades excéntricas, ¿no?—. Como si yo no estuviera caminando en esa misma línea, a mi parecer todavía no la he cruzado, quizá debería preguntárselo a alguien más para estar segura. —Con lo que me dices, tendré que cancelar esta clase e ir corriendo a buscarla, suena a que nos llevaríamos bien— ensancho mi sonrisa, si hay una persona a la que se pueda «particular» o «excéntrica», ¿por qué todavía no la conozco? La recuerdo, sí, de esa vez en que llegamos a la reunión que él convocó para los otros refugiados del Catorce y los que quedaban de la Red Neopanem, la que creí por un momento que Delilah, pero no, ella misma se presentó y con bastante altura, fue un comportamiento muy elegante para alguien que acababa de lanzar una bofetada a la mejilla de Ken. —La buscaré luego— prometo, tomándolo como nota mental, es una broma que lo dejaré a su cuenta con la bicicleta, cuando asumo la responsabilidad de algo no me aparto hasta concretarlo. — No es el mismo tipo de pintura, pero no debemos ponernos pretenciosos. Podemos pintarla con lo que tenemos—, si sirve para lo mismo, ¿por qué no?

Detengo el andar de la bicicleta sin bajar los pies de los pedales, alzo mis hombros una vez más. —No sé por qué, le pregunté si era tu tío y él me preguntó si era tu novia. Un poco directo, ¿no crees? Luego no recuerdo que le dije, que lo preguntó otra vez…—  se lo explico, no es que quiera decir que su tío Ben sea un chismoso, no lo parece, más bien de esos adultos que le gusta meterse con los chicos. Será que me tomó de punto. Muevo los pedales de nuevo para bordearlo así puedo mirarlo de refilón al oír su siguiente pregunta y por más que le moleste, subo mis hombros todo lo alto que puedo hasta mis orejas para otro «no sé». Espero a que se acerque cuando acabo con mi demostración. —Tener equilibrio sobre una bicicleta es una bobería al lado de otras cosas que hiciste— apunto para espantar su falta de confianza en algo que puede hacerse sin pensar, una vez que sus pies entiendan la lógica, no tendrá que preocuparse más.

Salto del asiento para que pueda ocuparlo y cuido de que la bicicleta se mantenga en su sitio con mi mano sobre la bocina. No necesito ponerme cómoda para escuchar lo que pueda decirme de su tío, porque es más breve de lo que pensé. —¡Vaya! ¿Eso quiere decir que tu vida amorosa es mucho más interesante que la de tu tío Ben? ¡Pobre!— me lamento por el hombre que se ve amable y a la vez tiene fama de huir del compromiso, de alguna manera es una contradicción. —El problema con las personas que son amables con todos es que no sabes cuándo le gustas y te está dando un trato especial, suele ser confuso y tardas en darte cuenta que son amables de una manera superficial. Simplemente son amables, sin más. Puede que eso pase con tu tío, sus relaciones no prosperan porque la persona que gusta de él nunca está segura de sí a él le gusta o si está realmente involucrado, es un poco molesto estar con alguien que no sabes si está realmente…— hablo sin saber, que me falta media vida para conocer a su tío y mientras tengo asuntos más urgentes que atender, fijo mi mirada en su espalda y coloco las manos en mis caderas. —No estoy segura de que haya una relación directa entre velocidad y estabilidad, pero… entonces, ¿te gustaría ser mi novio?— pregunto. —Si vas lento te vas a caer por falta de impulso, pero no vayas tan rápido si no puedes controlar tu peso sobre la bicicleta, te terminarás yendo de lado. Trata de comenzar pedaleando con fuerza, pero luego baja un poco la velocidad. ¿Se entiende?— muevo mi dedo en el aire para ir remarcando cada punto como una maestra de escuela a cargo de los niños de primer curso.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Me esfuerzo muchísimo en no demostrar lo avergonzado y harto que me encuentro de lo chismosos que pueden llegar a ser, en especial cuando se trata de encontrar el modo de burlarse de mí. ¿Acaso ahora no puedo juntarme con una chica, porque van a hacer un espectáculo con eso? — No le prestes atención, ya se olvidarán y encontrarán otra cosa para molestar — ¿Después se preguntan por qué no les contaba sobre Delilah, incluso cuando ya lo sabían? ¡Evitaba este tipo de cosas! Si soy orgulloso no es por nada, creo que eso influye en que no quiero demostrar que me incomoda que ella solo se encoja de hombros, sin darme una respuesta certera. Solo me quedaré aquí, viéndola andar en círculos, llenándome la cabeza de dudas en lo que intento sentirme más seguro en la tarea que ella llama una bobería. Si me parto la cabeza hoy, tendré la excusa para esconderme por unos cuantos días y ahorrarme otro bochorno.

Ja — le lanzo una risa irónica por ese comentario sobre mi vida amorosa, echándole un rápido vistazo — Deberías sentarte a hablar con las mujeres con las que ha salido, o quizá solo dile que deje de ser un indeciso con las relaciones dentro de su vida — ya, no quiero sonar tan irritado, pero ahora solo puedo pensar en que Ben se mete conmigo porque no es capaz de comprender cómo manejar siquiera a una chica. ¡Y no es que yo sea un experto ni nada de eso! Bien, voy a dejar de pensar en mi tío y me centraré en no caerme de aquí. Apoyo el pie en el pedal para volver a impulsarme, no lo hago porque la pregunta de Synnove me agarra tan por sorpresa que siento que se me van a patinar los dedos del manubrio, por lo que me sujeto algo más fuerte. Sé que sigue dando consejos e indicaciones, pero ya no me importan, el rubor caliente de mi rostro debería delatarlo — ¿Qué dijiste? — sé lo que escuché, solo quiero estar seguro — No lo del pedaleo, lo otro. ¿Estás queriéndome decir que te gustaría ser mi novia?

Sé que es un ataque a mi autoestima el sonar tan sorprendido, pero siendo honesto no pensé que ella me vería de esa manera. Sí, puedo gustarle y todo eso, pero no pensé que querría llegar al siguiente nivel conmigo. ¿No le gustaría salir con alguien que la lleve de paseo o a quien pueda presentar a su familia como una pareja sin ganarse una mirada de reproche? Digo, soy menor que ella, no hablemos de la parte de que fui su mascota por meses. Aún así, no me concentro en ello cuando se me escapa la sonrisa más grande que he sentido en mi boca en mucho tiempo — Claro que quiero ser tu novio. ¿Contaremos los aniversarios a partir de hoy o desde la primera vez que nos besamos? — ¿Cómo se manejan esas cosas? ¿Qué hacen los novios, además de las citas y ver películas?

Tengo que retomar el hilo a la fuerza, me obligo a dejar de mirarla y tengo que hacer un enorme esfuerzo para dejar de sonreír, en especial porque ya me duelen los pómulos — Tendrás que enseñarme muchas cosas, además de andar en bicicleta. ¿Quieres que tengamos una cita? — ni sé por qué digo eso, no es como que tenga muchos sitios para llevarla, pero creo que jamás tuvimos algo que llamar de esa manera. Suerte para mí, el envión que me brindo a mí mismo con la pierna funciona para que pueda pedalear, avanzando por el patio aunque, como no sé doblar sin perder el equilibrio, freno antes de llevarme puesta la pared. Bajo el pie y doy un aplauso dedicado a mí mismo — Sabía que no podía ser tan difícil — sí, me doy aires porque sí y me palmeo la mejilla con un dedo — ¿Y mi beso de recompensa?
Kendrick O. Black
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Invitado
Invitado
¿Estás alentándome a que me meta en la vida amorosa de tu tío?— pregunto con una sonrisa que se escapa de los labios por lo gracioso que encuentro el que quiera desviar la atención que ponen en él, hacia el otro hombre que tiene edad como para hacerse cargo de sus decisiones y no necesita de ninguna chica de veinte años con experiencia casi nula en estos menesteres le diga que hacer. —Podría acabar en desastre, ¿lo sabes? ¡Antes de que termine el año podría estar casado!— exclamo a broma, que si corre a cuenta mía, podría llegar a montar todo como lo veo en las películas y algún que otro consejo que leí en mis novelas, para que su tío se vea atrapado en situaciones insólitas y románticas que lo lleven a creerse enamorado. Sonrío para mí porque no tengo mi fe puesta de que un sentimiento real pueda surgir de algo que está armado de antemano, y a veces simplemente no puedes encontrar en otra persona, lo que sigues buscando en ti, así que su tío tendrá que encargarse de esas cosas primero. —No soy quien para decirle que se siente a solas y se pregunte con toda honestidad qué es lo que quiere. Las personas, cuanto más grandes, a veces tienen más dudas que los más jóvenes— comento. Si bien me apunto tomar revancha a la primera que surja por la incomodidad que nos hace pasar a Ken y a mí, como para que tenga que camuflar mi pregunta entre tantas indicaciones.  

Si se hubiera caído de cabeza tendríamos una excusa para simular que nada pasó, hacer oídos sordos a lo que acabo de decir y continuar con las clases otro día, no ayuda a que pueda controlar el sonrojo que sube por mi garganta cuando me mira claramente enrojecido por lo extraño que ha sido preguntárselo, que lo repita lo hace todavía más incómodo, tengo que cambiar mi peso de un pie al otro para fingir que no es nada tan trascendente. —Tal vez, ¿a ti te gustaría?— balbuceo, que es un logro poder sacar mi voz y tengo que rodear mi cintura con los brazos para tener quietas mis manos, así no se ponen a echar mi cabello detrás de mis orejas delatando mis nervios. Tomo la sonrisa que le llena toda la cara como que sí le gustaría y puedo por fin soltar el aire que estaba reteniendo desde que se mostró tan sorprendido, como si hubiera una línea invisible tan clara para él, pero que yo traspasé y no lo hubiera hecho si no fuera porque Ben me hizo sentir que ser amigos con la persona que te gusta no es nombre suficiente. Y yo no me voy a quedar con esa duda hasta los treinta años, cuando se lo puedo preguntar sin tantas vueltas a Ken, que si me tiene que decir que sí o que no, me lo va a decir.

Creo que los aniversarios serían a partir de hoy— contesto con una sonrisa propia, toda la incertidumbre de hace unos minutos se desvanece para permitirme recuperar el buen ánimo y en unos pocos pasos quedo cerca de donde se detuvo con la bicicleta. —Claro que también podemos contar a partir del primer beso, pero esa sería una cuenta aparte— propongo, y con un entusiasmo que me hace querer reír, así que tengo que contenerme apretando fuerte mis labios, pregunto: —¿Te das cuenta que ahora tienes una novia? Como tu amiga me siento muy orgullosa de que hayas conseguido una— espero que no se tome a mal la broma. ¿Y qué otras cosas le debo enseñar además de andar en bicicleta? No puedo verme más confundida de lo que demuestra mi cara, no me tomé el trabajo de pensar que seguiría a preguntárselo, ¿cambia algo? ¿hay una lista de cosas por hacer escrita en algún lado? De pronto mi mente se ha quedado en blanco. —Supongo, no me molestaría tener una. Pero pensaba en pasar tiempo juntos sin nada complicado y decírselo a Mimi así no piensa nada raro y hace suposiciones…—. Y va a seguir pensando raro lo mismo, porque ES MIMI. Entonces, ¿a quién más tendría que decírselo? Estoy a punto de caer en el pánico de solo imaginar diciéndoselo a mi padre, que ver cómo Ken llega al final y celebra su triunfo, es la salida que tomo para no tener darle vueltas a ese pensamiento.

Frunzo mi entrecejo al acercarme a él que reclama su recompensa. —Creo que soy quien se lo ha ganado, ¿sabes lo difícil que fue preguntarte si querías ser mi novio? Pensé que no me iba a animar. Es la primera vez que salgo con un chico y se lo tuve que preguntar yo— coloco el dorso de mis manos en las mejillas para comprobar que tan calientes están, solo para ilustrar lo difícil que ha sido. El modo en que se curvan mis labios deja ver que me lo tomo con humor. Cruzo mis brazos en el centro del manubrio para recargar mi peso en la bicicleta así puedo inclinarme hacia él. —¿Te das cuenta que soy tu primera novia y eres mi primer novio? Sé que no era lo que estabas buscando y de alguna extraña manera yo acabé con un novio, que lo raro es que tenga uno, pero no es tan raro si lo piensas porque soy seria con estas cosas, ¿verdad que tengo cara de chica que tiene novio? No es que crea que no puedo salir con un chico así como así, pero a la larga me terminaría… encariñando. Claro que si en algún momento quieres romper porque te das cuenta que era mejor como estábamos antes, podríamos intentarlo así, como tú quieras— acabo y se me va lo que me quedaba de aire.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
Es claro que me gustaría, no hay otra manera para expresarlo que toda mi cara y mi manera de asentir con la cabeza. No tengo idea de cómo es que terminamos aquí, como pasamos desde el día en el cual me duchó por accidente hasta volvernos lo que somos ahora, incluso cuando por momentos creo que no estamos siendo todo lo maduros que deberíamos. Me gusta descubrir estas cosas con ella, se siente demasiado correcto en un mundo en el cual todo se dio vuelta tan rápido que no pude procesarlo — Es una buena opción. ¿Qué fecha es hoy? — que tendré que marcarla en algún sitio para no olvidarme. Estamos en agosto, creo… ¿Principios? ¿Mediados? ¡Ella es quien tiene un celular! — Como tu amigo, también me siento orgulloso de que tengas un novio y dejes de mirar solo ese tipo de historias en la televisión — ¿Ven de lo que hablo cuando digo que con ella es demasiado sencillo hasta bromear? Abro la boca para preguntarle qué tiene de importante lo que pueda decir o no Mimi, pero entonces me recuerdo que las chicas son demasiado fieles y dependientes de sus mejores amigas, así que lo descarto — ¿Cuentas claras conservan la amistad? — pregunto — Lo digo por nosotros, no por Mimi — porque al menos, de esta manera, podemos tener en claro lo que esperamos del otro y no me pasaré horas dudando de cómo se supone que debo actuar con ella, cuando no tengo idea de qué permisos puedo tomarme o no.

Me quedo esperando la recompensa como un tarado, porque ella sigue hablando y tengo que enderezarme en el asiento para no quedarme esperando un beso que nunca llega — No creí que quisieras — mentira, la verdad es que no consideré pedírselo porque estaba seguro de que me diría que no y opté por el camino de dejarlo fluir. Ella no tiene que saberlo, así que no voy a darle explicaciones que no ha pedido. No tengo idea de qué es lo que me va a decir, pero todo mi cuerpo me obliga a inclinarme hacia delante, en busca de la cercanía que me regala cuando se acomoda sobre el manubrio. Estoy acostumbrado a que hable mucho, lo único que hago en estos momentos es dejar que termine en lo que mis labios se presionan entre sí y se curvan hacia un lado. Estiro mis manos en el centro del manubrio, allí donde golpeo suavemente con mi palma en un gesto algo ansioso y uso mis yemas para masajear los nudillos opuestos — No digas tonterías, Syv — murmuro — De verdad me gustas, de una manera que no pensé que podría gustarme alguien. Es decir… siempre me he esforzado en impresionar a aquellas personas que me gustaban, siempre quise fingir ser mucho más de lo que soy. Y contigo es todo tan… eres increíble. De verdad quiero estar contigo, incluso cuando no te lo digo porque no sé cómo hacerlo. Y quiero disfrutar de todo esto, hasta que… — sé que he hablado de más cuando noto que no tenía intenciones de irme por ese lado, mis ojos se alzan hacia los suyos con una expresión de total disculpa. No sé cuándo empecé a sentirme así con ella, no entiendo cómo las cosas evolucionaron al punto de que me parece la chica más genial y bonita con la que he hablado. Es como si no pudiera cansarme de pasar el tiempo con ella y solo quisiera más.

Me estiro, porque mis labios buscan los suyos y me olvido de que estamos en un sitio apestoso cuando puedo besarla, aunque sea un contacto suave y delicado que trata de pedirle permiso en cada toque, hasta que mi sonrisa se asoma por encima de ella — Ya verás. Prepararé la mejor cita de tu vida y no querrás tener otros novios después de eso — prometo, a pesar de que el tono de mi voz deja en evidencia que estoy tratando de no reírme. Mis ojos pasan de los suyos a su boca en lo que me toma el volver a robar un beso, aunque en esta ocasión es más bien un gesto apurado antes de volver a acomodar mis manos en el manubrio — ¿Se lo diremos al resto o solo esperaremos a que lo pregunten o averigüen por su cuenta? — porque no quiero ser mala onda, pero estoy seguro de que al menos su hermano va a notarlo. Pedaleo con fuerza para poder ponerme en marcha y terminar de chequear que soy capaz de hacer avanzar esta cosa antes de terminar por hoy, la esquivo con la rapidez que se necesita para perder la capacidad de control al doblar y….

El escándalo debería bastar para llamar la atención del resto de la cuadra. Frenar tan fuerte no ayuda y la bicicleta aún queda estrolada entre un montón de cestos, aunque es mi cuerpo el que sale disparado hacia delante. ¿El resultado? Creo que me he raspado el brazo, me duele la cabeza del golpe y estoy observando el cielo desde el suelo, con un quejido tan agudo que creo que he perdido la dignidad que me queda. Aún así, levanto una mano alzando un pulgar para que no se preocupe por mí — Podemos omitir esto de la historia de cómo empezamos — que hasta hace dos minutos, no venía nada mal.
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Estamos a seis de agosto del año dos mil cuatrocientos sesenta y nueve— se lo digo con el tono de estar dictando una notificación que saldrá en el Boletín Oficial, como si alguien más pudiera interesarle la importancia de esta fecha, más que a nosotros por los años que siguen. Cuando estemos celebrando el inicio de un nuevo milenio, podré acordarme de esta fecha y decir que un seis de agosto comencé con quien sería mi primer novio, parece una bobería, pero son de esas historias que seguro andaré contando por ahí. Sonrío a Ken en respuesta a su mofa y puesto que no me avergüenza de mis películas trilladas, digo: —Las seguiré mirando—. Quizá tenga que estar más pendiente de los detalles, podría ser que algunos me sirvan como idea para poder llegar hasta un primer aniversario, ¿no? Parece mucho tiempo cuando lo pienso como un calendario con todas sus hojas, ¿tendré que estar contando de ahora en más? No lo creo, me estresa bastante, como cuando tenía exámenes y me ponía una fecha límite para saberme todo. Me saca de mis cálculos del tiempo, cuando me pregunta por otras cuentas y me quedo en blanco por dos minutos. —¿Te refieres a que te haya preguntado si somos novios para no confundirnos con todo siendo solo amigos?— creo que hasta mi pregunta suena confusa, no tengo mucho que pueda explicar si me pregunta por qué se lo pedí, era la duda natural que surgía después de todo lo dicho y ocurrido. No si quería ser mi novio, sino si le gustaría serlo.  

Me hace sentir un poco mal que crea que no hubiera querido o que también haya creído en su momento que podría no gustarme, y sé que en parte es mi culpa, no creo haberle dado esperanzas de nada al hacernos amigos. Ken no era nada de lo que hubiera imaginado que podría ser, traté de ser la amiga que él necesitaba, porque él sí era, exactamente, el amigo que yo necesitaba. Procuré cuidar eso, es algo que sigo tratando de cuidar, así que mi condición final a esto espero que baste. Mi sonrisa se ensancha cuando se larga a hablar y en serio que a veces habla más de la cuenta, lo digo yo que sé de mis propias manías. —Bueno, puede que no me haga falta seguir viendo mis películas, sonaste como uno de esos protagonistas. Quiero que sepas que eres mi Noah de A todos los magos de los que me enamoré— me muerdo los labios para no reírme, que todo lo que dijo a pesar de decir que no sabe cómo expresarlo ha sido serio y ese «hasta que» nos recuerda que un año por delante traerá consigo mucho más que lo que podamos acordar en este callejón. —No tienes que tratar de impresionar a nadie, y por supuesto, a mí no. Puede que esté mal lo que hago, pero yo ni siquiera pienso en ti como un Black cuando estoy contigo. Lo recuerdo luego, cuando vemos las noticias o hablamos de lo que se viene…— reconozco, me disculpo con una mirada porque sé que el conflicto con su identidad es algo que tuvo que resolver y lo que ha llevado a mover a más de uno a tener un nombre para rebelarse. —Para ti esto puede ser increíble, y lo es para mí también en ciertos aspectos, pero lo siento más bien como… la cosa más natural del mundo, ¿sabes? Somos solo un par de chicos que se gustan… y aparte está el resto del mundo.

Es tan fácil verlo así cuando tampoco somos algo distinto a un par de chicos que besan en un callejón, tengo que sostenerme del freno de la bicicleta con una mano y apoyar la otra en su mejilla así siento que no perderé pie cuando me acerco con el manubrio en medio. Me río de lo que dice cuando vuelve a besarme, para empezar no tengo otras citas con las que comparar, así que será la mejor nada más que por ser la primera. No tengo una respuesta pensada para lo que pregunta luego, y por eso elijo hacer una broma que me dé algo de tiempo. —¿Qué fue la mejor cita? A cada novio que tenga, te prometo que le diré que mi primer novio era un chico muy alto y genial que organizaba las mejores citas— digo, si eso no es lealtad a nuestra amistad, yo no sé qué será. Pese a mi sonrisa, sigo pensando en su duda y hago una lista muy breve de las personas que quiero contárselo. Mimi y su tío Ben. Si Holly cae con otra botella de vino, también. El hecho de que mi lista sea tan breve creo que quiere decir sobre las otras personas, me pesa un poco en el pecho no incluir a nadie de mi familia. Tal vez… ¿mamá? Raro que piense en ella, cuando mi padre o mi hermano se lo podrían tomar mejor o… no sé. Y por un momento echo mucho de menos a Jakobe a quien también le contaría que tengo novio, ahora que lo tengo, pero…

El estruendo me saca de mi ensimismamiento. —Esto ha sido por poco el noviazgo más corto de la historia, que casi te mueres— suelto cuando estoy arrodillada a su lado en un pestañeo, comprobando que tan fuerte ha sido el golpe y que tantas heridas tiene a la vista, sujeto su codo al ver la piel lastimada. Coloco una mano en su pecho para que se quede quieto y no se levante. —Espera un momento— pido y me pongo en pie de un salto para ir hacia la bicicleta. Compruebo que no se le haya salido ninguna rueda y busco un par de contenedores detrás de los cuales pueda esconderla, lo disimulo también con una bolsa. La podemos buscar luego. —Cuidado con tu cabeza— le indico cuando me acuclillo para tomar su mano, que no quiero que vuelva a dársela contra el suelo, y nos hago aparecer en el monoambiente de Mimi. Lo tomo del brazo lastimado para tratar de ayudarlo a incorporarse para que al menos quede sentado, y entonces pongo dos dedos casi sobre su nariz. —¿Cuántos dedos ves?— pregunto. No creo que sea nada grave, que no será la primera persona en caerse de una bibicleta, pero le viene bien parar un rato. —Creo que te está saliendo un chichon—, y no tenemos hielo, así que mojo un trapo para volver a su lado y estampárselo en la frente.
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No creo haber entendido su pregunta, así que me encojo de hombros. Creo que basta con saber que lo que digo es completamente honesto, como cuando digo que detesto el picante en la comida porque me hace distraerme del sabor. Me da la risa nerviosa porque jamás había pensado que podría llegar a ser como uno de esos personajes de sus películas, siempre perfectamente cursis como para que las chicas suspiren por romances ficticios en lugar de mirar lo que tienen a su alrededor. De todos modos, yo tampoco estaba muy al tanto de eso: digamos que me pasé meses tratando de acercarme a las chicas del exterior, cuando lo mejor que tenía se encontraba a mi lado, apoyando la estupidez de mis ideas — No está mal, prefiero que lo olvides — me apresuro a aclarar. Ese es el punto, el poder ser yo sin todo lo demás. Que ella pueda ser ella, sin importar cómo es que nos conocimos o por qué está aquí. Supongo que los dos estamos buscando algo y nos cruzamos en el camino. Como ella dice, el resto del mundo se encuentra detrás. Porque puedo reírme en sus labios, si esto es lo más natural que me ha pasado en mucho tiempo, sin importarme mucho que alguien entre al callejón y nos encuentre, porque eso no tiene importancia en esos breves segundos — Te tomo la palabra — digo nomas. El resto lo podemos conversar más tarde.

Mala suerte para mí, los golpes tienden a regresar. Lo primero que diviso es su pelo plateado cuando se acerca, así que tengo que parpadear en un intento de enfocarla mejor — Sería muy patético terminar de esa manera, ¿no crees? — intento bromear, pero creo que aprieto un poco los dientes y no sale un tono demasiado divertido que digamos. Mis manos buscan servir de apoyo para ponerme de pie, pero la suya me retiene en el suelo y suspiro con fuerza, resignado a esperar a que ella haga lo que sea que tenga que hacer, hasta que su mano aparece en mi campo de visión — ¿Escondiste la bicicleta? — sospecho cuando miro hacia atrás, dejándome llevar por ella antes de sentir el tirón de la desaparición; en serio, tengo que aprender a hacer eso. Me incorporo con un ligero mareo que no es para tanto, que he tenido golpes mucho peores; por ejemplo, la vez que un trol me dejó caer de varios metros de altura. Estoy un poco bizco, pero conste que es porque estoy tratando de enfocar los dedos que pone delante de mí — Dos. No estoy tan mal, Syv. Solo arde — obviemos la punzada que tengo en la cabeza, mi brazo me molesta más. Lo doblo con intenciones de alcanzar a ver el raspón, cerca del codo, el cual no sangra tanto pero que igualmente va tomando un tono rojizo.

Me quejo de manera completamente audible cuando siento la presión sobre el chichón, me llevo una mano a la cabeza para sostener el trapo húmedo por mi propia cuenta — Ni siquiera he podido dar más de dos vueltas. ¿Siempre es así o solo soy extremadamente torpe? — ambas opciones son perfectamente viables. Apoyo la mano que tengo libre para ponerme de pie con mucho cuidado, hago un gesto para dejarle en claro que no voy a irme de culo al suelo y me acomodo, lo más rápido que puedo, en el borde de la cama. El departamento es pequeño, así que agradezco que Mimi esté ausente, me ahorra lo que podrían ser varias bromas al respecto — ¿Tienes con qué limpiar esto? No quiero ir al departamento y que hagan un escándalo — que no sé si sería porque estuve en la calle andando en bicicleta o porque creerían, en primera instancia, que alguien me golpeó, a estas alturas creo que no puedo ni respirar sin que me lo cuestionen. Acomodo el trapo, agradecido del frío del agua, cuyas gotas me patinan por la nuca. Observo el lugar, al cual no he visitado con demasiada frecuencia, más que para buscarla cuando necesitaba de su ayuda para transportarme. Además, creo que es la primera vez que estamos a solas, es más sencillo fijarme en los pocos detalles que me indican que Synnove Lackberg también está viviendo aquí — ¿Te gusta vivir con Mimi? Parece que lo tienen todo solucionado — o no, pero quien sabe, las chicas tienen sus propios códigos.
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¿Estás seguro? ¿Y qué si te sale un tumor en el cerebro?— exagero, lo tomo de los hombros como si fuera a sacudirlo, no lo hago porque… ¿y qué si tiene un tumor en el cerebro y lo agravo al zarandearlo? No lo creo, el golpe se escuchó fatal, pero se ve capaz de incorporarse del suelo para sentarse con sus propias fuerzas al borde de la cama, que hasta el suelo es chico para abarcar dos personas y sobre economía de espacios aprendimos mucho viviendo aquí con Mimi, por eso sé que lo mejor es sentarme a su lado en vez de traer una de las banquetas. —Que hayas dado dos vueltas es todo un logro, por lo general la gente solo puede dar una— miento, tan descaradamente que creo que es un engaño evidente con mi intención de que no se sienta mal por haber fallado así. —Cuando eres pequeño es diferente, te caes y te levantas. Estás más cerca del suelo así que el golpe no es tan fuerte, y además, el cuerpo es más blando, eres una masita golpeándote con todo. Ya cuando los huesos cobran fuerza y empiezas a tener músculos— le doy un golpe suave con mi puño encerrado por encima del raspón como para dejarlo ver, —tienes más cuerpo que equilibrar en la bicicleta y golpearte duele más.

Me doy la vuelta para ponerme de pie en la cama y alcanzar uno de los estantes que están en la pared hasta dar con el botiquín de primeros auxilios, cuando lo abro descubro que es demasiado grande para la cajita solitaria de banditas que encuentro. Peor es nada. Cruzo las piernas debajo de mi cuerpo en posición de indio para tomar prestado el trapo húmedo de su frente y usarlo en su codo así limpiamos la mugre. —Tendría que aprender algunos hechizos— me lo digo por enésima vez, y es que justo cuando encuentro personas que se dedican a sanar, son muggles. —No te apures en ir, vuelve en un horario en el que papá y mamá no estén. Puedes quedarte con Ava, ¿no?—, por obvias razones, que son varias por cierto, no lo invito a quedarse aquí. —Es solo un raspón, desaparecerá pronto—. Eso espero, que si lo ven golpeado, lo primero que pensarán es que se anduvo metiendo en peleas. No sé por qué es lo que pensamos de inmediato cuando se trata de Ken, me incluyo, cuando no es que anda buscando ese tipo puntual de problemas.

Saco la sangre seca y sucia de tierra de las heridas mientras hago girar su brazo con delicadeza. —Sí, la verdad es que me gusta vivir con ella…— digo, estoy siendo sincera, ni siquiera lo comparo con vivir en casa de mis padres, es simplemente diferente. —Me dejó tener plantas, mascotas no. Es alérgica a los gatos y no tiene sentido conseguirme un perro si luego puede entrar en problemas contigo. ¿O imagina que vuelve a pasar como esa perrita peluda y blanca del parque que no te dejaba en paz?—. Esa que creo que cuidaba Dave cuando nos encontrábamos con él ahí. —¿Y a ti te gusta seguir viviendo en el Capitolio?— dudo mucho en preguntar lo siguiente, no quiero que parezca que lo hago por obligación, pero un poco lo hago. Cuando lo pienso, me siento culpable de no querer saber nada de mi familia. — ¿Qué tal están mis padres? ¿Simon?— inquiero. —Creo que ya quedó…— digo en referencia a su herida y paso a abrir las banditas para colocarlas una sobre la otra con mucho esmero de que queden alineadas, allí donde está la piel abierta.
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He aprendido hechizos curativos. Es una de esas cosas con las cuales nos fastidiaban en nuestra precaria escuela, en especial por si nos encontrábamos heridos sin nadie a nuestro alrededor para ayudarnos. ¿Adivinaron? Sí, no eran clases a las cuales les prestaba mucha atención, porque siempre estaba más centrado en otra clase de supervivencia. ¿No era algo con E? ¿Por qué siempre me olvido de lo importante cuando tengo que ponerlo en práctica? Esto me pasa por confiar en mi capacidad de improvisación — Ava jamás me dice que no — lo digo tan seguro, que me olvido por un momento que ahora vive en un departamento minúsculo y que a veces siento que estoy ocupando espacio, aún cuando ellos viven diciendo que adoran el tenerme cerca; siendo honesto, creo que lo dicen porque así es más fácil el vigilarme de esa forma — He tenido peores, de verdad. Una vez me partí todo el mentón y tuvieron que curarme entre los gritos de Echo. Y no, no eran de terror, me siguió desde el campo de entrenamiento hasta la cabaña de Seth recordándome lo idiota que era mientras trataba de calmarme — era un mocoso llorón, pero el susto no impidió que pronto estuviera tratando de montar de nuevo. El recuerdo me hace sonreír un poco de manera involuntaria, bajando por un momento la mirada antes de suspirar para recomponerme. Está todo bien, nada con lo que no pueda lidiar.

Con mucha más calma y obediencia que en mi infancia, le permito que me cure mientras oigo sus respuestas. Hay una que en verdad me sorprende, hasta me olvido de bromear sobre el crush de esa pobre perrita en mí — Syv, no tienes por qué privarte de tener un perro por mi culpa. No siempre estoy aquí y no soy tu mascota, ¿recuerdas? — aquí no tengo que esconderme en forma de perro, no tiene de qué preocuparse — Podemos conseguirte uno cuando gustes. Uno pequeño, para no destruir tu enorme morada — con la broma inocente quiero darle un suave empujoncito en el costado, pero me detengo a meditar su pregunta — No estoy seguro. Es más necesidad que gusto. Ellos jamás van a buscarme allí — no es una queja, jamás podría reprochar la suerte que he tenido. Estaba dispuesto a morir enfermo en las calles cuando Ivar me encontró y me dio un techo limpio y caliente donde vivir. Me encojo de hombros, algo desganado. Por alguna razón evito su mirada, separo un poco mis rodillas y me apoyo en ellas, jugueteando con mis dedos en el aire — Están bien. La casa se siente extraña sin ti, pero están bien. Tal vez deberías ir de visita algún día, al menos a cenar. Estoy seguro de que a tu madre le gustaría — estoy por ofrecerme a ser su compañía pero me retracto, no quiero que parezca una cita y no es la idea que tengo en mente para un evento como tal.

Me estiro en busca de mi herida, tratando de ver cómo es que lo ha dejado. No se ve mal, estoy seguro de que mañana ni se notará que he sangrado — He estado usando tu dormitorio, si no te molesta. Ahora que todos lo saben ya no es necesario estar todo el tiempo como un perro y poder usar una cama con normalidad es… bueno, genial. Pero no he quitado nada de lo que dejaste — levanto las manos a modo de promesa — Sigue siendo tu espacio y siempre lo será. Aún así, creo que en algún momento tendré que mudarme definitivamente al norte. No deseo ser un problema para tus padres y cuando las cosas se agiten todavía más, no tendré otra opción. Supongo que jamás seré una persona muy sureña — intento tomarlo como una broma, incluso cuando no es un tema para andar de chiste. Me volteo hacia ella para tomar su mano, separando sus dedos en un juego cariñoso que me entretiene como un sedante. Tras un momento de silencio, vuelvo a hablar con renovada energía, en evidencia de mi necesidad de cambiar de tema — Te prepararé algo de comer, lo que tú quieras — obviemos que los dos sabemos que soy un pésimo cocinero — Y ya luego podemos acurrucarnos con comida. ¿Qué te parece? Solo tú, yo, una tarde para nosotros… — muevo un poco su mano como si buscara balancearla, moviendo mis cejas de arriba a abajo como si de esa manera pudiese convencerla — Hasta podemos jugar a las cartas. Prometo dejarte ganar, así Mimi no me pega cuando regrese — como si fuese a servir de ayuda, tuerzo mis labios en un puchero, poniendo mi mejor cara de perro mojado.
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La imagen mental que me regala de su mentón partido no es bonita si tengo que guiarme por el detalle de que alguien, creo su padre, estaba gritando. Miro con curiosidad su barbilla para ver si le ha quedado una marca, mientras me saca del error de creer que fueran gritos de pánico, que lo reten por torpe es algo que no me cuesta para nada imaginar. —Te estabas desangrando y encima te retaban— chasqueo la lengua en reprobación a esos padres, mi madre solía hacer algo muy similar, no hacía falta que levantara la voz, era muy firme al explicar los peligros que corría si hacía tal o cual cosa, así que lo mejor era quedarme sentada donde ella me indicara y para entretenerme me daba un papel para dibujar. Pensándolo así, ese es un buen resumen de mis veinte años de vida. — Descuida, otras cosas te pasan por idiota, pero esto no. Si no te caes mientras aprendes a andar en bicicleta, ¿en serio aprendiste? Es parte del ritual, viene desde hace milenios antes de nosotros— sonrío al colocar la primera de las banditas donde comienza el corte para ir subiendo.

Meneo mi cabeza cuando me aclara que no es traición que me busque otra mascota, no es como si lo siguiera viendo así de todas maneras, son de esas cosas que pude separar una vez que dejé de vivir con mis padres. En el Capitolio es la mascota de mi familia, aquí no es como si tuviera que mantener ninguna apariencia, en serio ninguna, conmigo no hace falta que tenga que reafirmar quien es para cumplir alguna expectativa de nada. Esa es otra cosa que me gusta de vivir con Mimi, en este lugar no tengo ninguna expectativa que cumplir salvo las que me pongo a mí misma. —Por ahora, preferiría no tenerlo— aclaro cuando propone conseguir un perro, por minúsculo que sea, este sitio le seguiría quedando chico y si es un cachorro necesitaría de muchas atenciones. —Tengo que resolver algunas cosas por mi cuenta, antes de querer hacerme cargo de algo que necesitará que lo cuide…— explico, no pareciera tener mucha relación entre sí, pero para mí la tiene. No sé cuánto tiempo estaremos aquí con Mimi, no sé si podremos cuidar de alguien más, no sé qué pasará si todo se complica, no sé qué pasará mañana ni dónde estaré. Con las personas es diferente, porque siempre que quieran y tengan intención, buscan la manera de permanecer juntas. —Es solo que… no encuentro las ganas para volver a ver las paredes de mi casa o siquiera mi habitación. No sé cómo explicártelo…— termino de colocarle las últimas de las banditas y examino mi trabajo que parece un remiendo más propio al que se hace a los muñecos de peluche, pero si no estaban tan viejas, algo de analgésico tendrán todavía.

Me siento muy desanimada de pensar en ir siquiera un rato y peor si pienso que eso es lo que debo hacer para verlos, la verdad es que me gustaría verlos aquí o en otros lugares. Pero tampoco ser quien lo pida, acordarlo como si fuera una cita…— lo digo tratando de hacer una broma sobre lo que hablamos hace un rato, así no parece que estoy hundiendo esta charla en temas amargos. —La cuestión es esta. Estoy parada en un lugar donde me gusta estar, que me aporta cosas nuevas y que necesitaba para sentirme bien conmigo misma. Y así cada uno está parado donde está. Y sea tu familia, tus mejores amigos o tu novio si es que acabas de conseguirte uno, se trata de esto: hay un camino que recorrer entre un lugar y el otro, si es uno el que hace ese camino de ida y vuelta, y lo hace varias veces, llega un momento en el que se cansa, porque las energías se gastan, es humano y es comprensible. Porque si hay un camino entre una persona y otra que hay que recorrer, lo ideal será siempre que se encuentren a mitad de ese camino— explico, rodeo su muñeca en un apretón suave. —El camino es una metáfora, no lo tomes literal— sonrío, que es quien viene todo el tiempo al norte a ver a los demás por la inconveniencia de que sus amigos vayan para allá, las circunstancias lo condicionan todo en más de un caso. —Me refiero a la intención y al deseo de ver a otra persona, lo ideal es que sea de a dos.

Conservo la curva en mis labios, pero ha dejado de ser una sonrisa real. —En algún momento tendrán que quitar las cosas, supongo que mamá lo hará cuando esté lista—. Podría decirle que tome ese lugar como suyo, que disfrute de tener un espacio que pueda ser propio, no llego a hacerlo porque habla de cuando le toque venir al norte y creo que todos sabemos que ese día llegará, en que seguir en el Capitolio dejará de ser el sitio más seguro, porque todos los sitios dejarán de serlo. Froto su brazo en una caricia rápida. —Los sureños son personas frías, no te pierdes nada— digo a chiste, que el Capitolio aparte de todos sus edificios, atractivos y sí, ser la ciudad más bella y dinámica de todo Neopanem, pero la gente que vive ahí puede ser bastante desagradable. Enredo mis dedos con los suyos de manera inconsciente, es lo que me surge hacer al sentir el contacto de su mano. —¿También un pastel?— bromeo, no le haré pasar por eso otra vez. Lo que propone suena más a un plan para hacerlo con palomitas, pero lo que tengo a mano es algo diferente y que nos salva de tratar de entender las hornallas de Mimi, una cosa de alquimia que solo ella entiende. —Tengo…— sin soltarme de su mano, me doblo sobre el borde de la cama para sacar una de las cajas que están debajo, donde sé que están mis carboncillos y rebusco con la mano hasta dar con una bolsa, — esto— digo, la bolsa transparente muestra las galletitas húmedas y viejas que suponen que tienen formas de animales y algunos huevos que son pura azúcar. —Y no sé dónde estarán las cartas, pero podemos jugar a adivinar qué animales son. Estas galletitas eran muy populares cuando era niña, en realidad a nadie le gustaban, en ese entonces los perros si parecían perros así que las comprábamos por los animales— le cuento, echándome hacia atrás en la cama hasta que mi espalda da contra la pared, llevándome la bolsa conmigo y también su mano de la que tiro para que se acomode a mi lado, si lo suelto es para poder abrir el paquete y sacar el primer bicho amorfo.
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Creo que no puedo comprender muy bien lo que está diciendo, porque aunque me hago la idea jamás he pasado por esa situación. Me he visto separado de mi familia y, por mucho tiempo, he añorado por que las cosas vuelvan a ser como eran antes, incluso cuando estaba seguro de que era imposible; bueno, siendo sincero puedo decir que lo he pensado hasta hace poco. Lo que sí me sucede es que me siento extraño moviéndome entre aquellos que dejé de ver por meses, siento que no encajo como solía hacerlo y, por momentos, me siento algo ajeno a ellos. Sé que irme fue mi decisión y tuve mis motivos para hacerlo, pero a veces me gustaría haber pensado las cosas un poco mejor. Aún así, irme tuvo sus buenos frutos, Syv es una prueba viviente de ello — Tal vez no debas forzar las cosas. Ya sabes, solo ven de visita cuando sientas la necesidad de hacerlo. Pero una llamada de vez en cuando no mata a nadie — no siento que sea la persona adecuada para dar consejos familiares, pero tampoco puedo quedarme callado — También creo que es la primera vez que estás lejos de casa y por tu cuenta, así que es normal que quieras tomar distancia. Solo… no te pierdas — se arrepentirá luego.

Sería raro ver tus paredes totalmente peladas — no le diré que no me atrevo a hacerlo, no seré yo quien desnude su dormitorio porque no tengo el derecho, esa es tarea de sus padres. Amalie lo hará, tal y como ella dice y ahí tendré que aceptar la idea de que estaré ocupando su espacio vacío — Tienes razón. Soy demasiado encantador para ser un sureño — la broma se me pierde porque en mi mente me saltan otras cosas, como que soy demasiado pálido y ni siquiera hablo con su mismo acento. Beneficios de haber sido un extranjero toda mi vida. Jamás seré parte del Capitolio, incluso cuando se supone que debería haber nacido y crecido en ese lugar. Es un poco irónico, porque no me imagino siendo diferente a lo que soy hoy en día y creo que fue cosa del destino el haber terminado siendo yo. No tendría mi esencia si las cosas hubieran sido diferentes.

La risa delata que el pastel está descartado, que no quiero intoxicarnos a ambos. No quiero ser mala persona, pero estoy seguro de que la bolsa que me enseña no tiene animales de galleta, sino un rejunte extraño de masa compactada — ¿Quieres decir que son tan viejas o las siguen vendiendo? — es una pregunta muy estúpida, hasta a mí me da vergüenza. Me acomodo a su lado, pasando un brazo por encima de ella para robarle una de las galletas y, al metérmela en la boca, mastico con suma lentitud — Syv… — me relamo, quitándome algunas migajas de los labios — Estas son las galletas más feas que he comido — es una declaración divertida, la acompaño de una risa cuando tomo otra y la pongo delante de nuestras narices — Yo digo que es un pez, pero también puede ser una tortuga. ¿Tú que opinas? — ladeo la cabeza para mirarla, esperando una respuesta — ¿Las cosas de colores son asquerosas como se ven o puedo comer una? — no sé si le arranco la cola al pez o la cabeza a la tortuga, pero le doy un mordisco y me coloco de lado, buscando su calor con mi cuerpo. Le he prometido acurrucarnos, así que esa es mi idea cuando apoyo el mentón en su hombro. Y sí, tengo intenciones de hacer esto más interesante y acerco dudosamente mis labios a su cuello, pero el ruido de la puerta hace que me eche hacia atrás como si Synnove estuviese llena de electricidad — ¡Estamos adivinando animales! — exclamo, metiendo lo que queda de la galleta en mi boca en lo que me fijo en como Mimi entra a la habitación.
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Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
Tenía que admitir que todavía no me acostumbraba al hecho de vivir con otra persona pero, de todas las cosas que uno espera escuchar cuando su compañera de cuarto tiene veinte años y un invitado de índole masculina en el apartamento, “¡estamos adivinando animales!” es posiblemente una de las últimas cosas que habría venido a mi mente. Mucho menos cuando ambos individuos se encuentran ocupando una cama cuyo tamaño no es precisamente grande, y luego de que han pasado al menos unas cuantas horas desde que me fuí del departamento. - ¿Elefantes, anguilas o serpientes? - Consulto en respuesta a su exclamación.Y sabía que la respuesta no sería ninguna de esas cuando mis ojos caen en el paquete de galletas que sostienen, pero una podía tener algo de fé, ¿no? - No me malentiendan, adoro que mi cama esté igual que como me fuí pero… ¿en serio?

Cierro la puerta detrás de mí y dejo que la tira de mi bolso se deslice por mi brazo hasta caer al suelo con un suave repiqueteo metálico. Vengo de reparar una computadora que tenía más años que mi madre probablemente y no había sido tarea sencilla, así que ignoro la incomodidad de los tortolitos por unos segundos en lo que voy al fregadero a servirme un vaso con agua. - Por favor dime que no pasaron toda la tarde adivinando el intento de formas animales de esas galletas horribles. - Pido aunque esté de espaldas a ellos. El departamento no es enorme, así que la distancia de la cocina al dormitorio era prácticamente nula.

Abro el grifo, lleno el vaso y vacío su contenido en pocos segundos mientras doy la vuelta a la mesada para sentarme en uno de los taburetes. - No quiero detalles de nada, solo lo básico. - Pido con una sonrisa burlona. Tal vez… ¿a quién quiero engañar? - ¡Oh! Casi lo olvido. - Dejo el vaso en la península y pego un saltito para bajarme del asiento y buscar dos objetos del armario. - ¿Les gusta? - Las levanto en dirección a ambos, enseñando en una mano un almohadón de tamaño considerable, y en la otra un comedero en forma de hueso.
Mimi J. Johnson
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Invitado
Invitado
Presiono mis labios para no reírme de él por creer que podría haber tenido guardadas estas galletas tanto tiempo. —Descubrí que por aquí las siguen vendiendo— lo tranquilizo al menos con la seguridad de que las he comprado hace poco, el tiempo que su vendedor las tuvo almacenadas es algo que ignoro y espero que él tampoco se lo pregunte, así podemos morderlas con la esperanza puesta en que no nos intoxicaremos. Son las galletas más feas de este mundo y apuesto a que también en siete mundos más, pero considero que es una experiencia por la que todos debemos pasar y sigo mordisqueando la mía. Me aclaro la garganta para darle mi opinión sobre la galleta que está estudiando, o es un pez con cuatro aletas, o son las aletas de la tortuga saliendo de un círculo que podría ser su caparazón. La cabeza es tan diminuta que parece una deformación de la galleta al hornearse. —Yo digo que es una tortuga—  murmuro al acomodarme contra su cuerpo, el colchón se hunde debajo de nuestro peso y la mano que apoyo en su cadera para ir por debajo del ruedo de su camiseta,  lo empuja con brusquedad cuando escucho la puerta abrirse de pronto.

Sigo la breve conversación de saludo entre Ken y Mimi y contesto lo que se supone que corresponde si fuera una charla coherente. —Es una tortuga— le contesto a mi mejor amiga y si la cara me arde de repente con un sonrojo furioso es por caer en la segunda intención de su pregunta y mi propia estupidez. Idiota. Ella. Yo. Por su aparente decepción asumo que a sus ojos los idiotas somos Ken y yo. No sé cómo contestarle. «¿Lo siento?». «¿Acabamos de llegar?». «¿No nos corresponde a nosotros desordenar las sábanas de su cama?». Lo que hago es carraspear muy fuerte, sentarme en el borde y alisar mi camiseta como si hubiera algo que alisar, dejo de hacerlo cuando me doy cuenta de lo idiota que me veo. —No estuvimos toda la tarde con esto, estábamos fuera tratando de que Ken aprenda a andar en bicicleta— digo, no hago más que avergonzarme con las respuestas que doy y contengo el impulso de cubrirme los ojos con una mano de la vergüenza, ¡que es Mimi la que me hace sentir como si tuviera algo de lo que avergonzarme! —Lamento la decepción— suspiro, —te diría que salgas y vuelvas dentro de diez minutos, pero es tu casa… se siente mal decirte que te vayas—, para que terminemos de comer las galletas con Ken. Agarro su almohada para colocarla sobre mis rodillas y tener a qué abrazarme.

Mentira, sí quiere detalles. Lo que se siente realmente mal es tener sentado a Ken a mi lado y saber que si Mimi me pide detalles de lo que sea, si hubiera pasado, posiblemente se los daría. Por estar haciéndome pasar el momento incómodo y, en serio, por la culpa que de golpe me embarga, decido no darle detalles de nada cuando me pregunte. Tacho eso. Decido mentirle con exageraciones y que sienta todo lo contrario a decepción sobre lo que pasa y no pasa entre Ken y yo, cuando veo que saca un almohadón y un tacho de comida para perros. —¿Es tu manera de invitarlo a que se quede a cenar y a dormir?— pregunto, parpadeando un par de veces. Oye, mi mejor amiga está tratando de perro a mi novio, percibo cierto ataque hostil de su parte y no es como si pudiera haber predicho que Mimi era del tipo celosa, supongo que estas cosas una se entera sobre su amiga cuando entra un chico en la ecuación. —Sé que el espacio del monoambiente es pequeño, pero Ken no tiene por qué transformarse en perro cuando está aquí. Eso sería…— tiene que haber una palabra en todo el diccionario que no sea:—raro—. De todas formas se lo tenía que contar luego, así que solo apuro los hechos. —No quiero pasar tiempo con mi novio en su forma de perro. Lo de poner una correa a sus novios se lo dejo a otras chicas— digo, pronunciando con cautela cada palabra.
Anonymous
Kendrick O. Black
Fugitivo
No sé qué es peor, el que Mimi haga bromas sobre nuestra falta de intimidad o que su llegada sea lo que interrumpa la posible chance de poder haberla conseguido. Me derrito poco a poco en la cama, presa tanto de la vergüenza como de la incomodidad en lo que Synnove se hace cargo de la situación, aunque creo que es un poco más estúpido que además de no hacer nada, no lo hiciéramos porque estábamos ocupados en enseñarme a pedalear — No teníamos bicicletas en el catorce — obvio que me excuso incluso cuando nadie me pidió una explicación, pero mi voz se asoma por detrás de la rubia como si estuviera retando a la morena a burlarse. Y claro, mi orgullo es el que me obliga a añadir: — Media hora — porque diez minutos suena a muy poco.

¿Detalles? ¿Quiere detalles básicos? Me meto algunas galletitas en la boca con algo más de urgencia, quizá porque es la única manera que tengo de hacer algo que no sea entrar en pánico. Lo malo es que casi me atraganto cuando veo lo que saca y eso me obliga a darme algunos golpes en el pecho en lo que toso migajas por todos lados — Se nota que tú y Ben comparten genética. ¿La forma de hueso fue tu idea? — intento tomarlo con humor, aunque mis ojos la analizan en busca de una señal. ¿Es esto Mimi siendo solo bromista o está marcando territorio sobre su mejor amiga? ¿Es una especie de prueba que tengo que pasar para poder estar aquí con ellas o es solo precaución en caso de que alguien entre sin previo aviso?

Estoy por probar uno de estos huevos de azúcar cuando Syv abre la boca, así que me quedo con el dulce a medio camino y mi expresión se torna algo ridícula al jamás cerrar mis labios cuando la miro con los ojos abiertos de par en par. No, no íbamos a mantenerlo en secreto, espero, pero creo que todavía me estoy haciendo la idea y ella ya lo tira como bomba nuclear. Mastico algo lento (sí, esto es demasiado dulce pero el crocante no se siente mal) y paso la mirada hacia Mimi, a quien le sonrío vagamente en lo que trago con algo de fuerza — Si te sirve de consuelo, a mí también me tomó por sorpresa — bromeo, acomodándome en la cama para estar sentado más derecho y no ser algo derretido entre las sábanas — Pero prometo no ser de aquellos novios que se apropian de sus novias. No estaré aquí todo el tiempo fastidiando. ¿Y aún me enseñarás a trabajar con esos trastes? — porque a pesar de las relaciones que nos conectan, mis visitas no son siempre meramente personales. Solo para dejar en claro que seré un buen chico, formo una aureola con mis dedos y la coloco sobre mi cabeza.
Kendrick O. Black
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Mimi J. Johnson
Consejo 9 ¾
Bicicletas y galletas con forma de animales… ¿por qué siento que estoy hablando con dos nenes de primer curso? Que no tenía malo pasar la tarde de esa forma, era adorable y todo pero… Bicicletas y galletas con formas de animales. Ken trata de aclarar una situación que en serio, de verdad no necesita ningún tipo de aclaración de lo inocente que es todo, pero a su vez me deja con la duda de si sabe conducir el cacharro de Ben. Es raro pensar que no tuvieran bicicletas, pero sí motos voladoras y ¿una de las rubias no había dicho algo de un auto? Ya no recuerdo si fue Zenda o Bev, pero es lo mismo.

Tengo que aguantarme la risa que se me está por escapar cuando Syv pide diez minutos, y estoy por reclamarle eso mismo cuando Ken extiende el pedido. - Eso. - Señalo al muchacho como para usarlo de ejemplo. - Media hora tiene más sentido, un poco más de fe para el pobre. - Que si ya sabe que solo va a necesitar de diez minutos… No, estoy cansada y tuvieron toda la tarde para ellos, ahora que se jodan. - Si no los hubiese encontrado con galletas de animales, habría considerado salir, pero estuve fuera por horas así que si ustedes eligieron como pasar su tiempo… - Tenían suerte si los dejaba estar diez minutos más comiendo galletas sobre la cama. Quería tirarme un rato después de haber estado peleando con demasiados cables.

- Voy a tomarme eso como  un cumplido. - Aseguro cuando Ken me compara con mi primo pese a no estar muy segura de a qué se refiere. Osea, sí, puede parecer una broma, pero ese no era el motivo por el cual había conseguido esas cosas. No tenía dinero de sobra como para derrochar en ese tipo de tonterías. - Cambié de opinión, después quiero detalles sobre eso de “novio” y “novia”. Pero no estoy queriendo insinuar nada con esto. - Tiro el almohadón en su dirección y dejo el plato a un costado del mueble. - Es por seguridad. No es común que gente que no tiene mi confianza venga al departamento, pero si por alguna razón tienes que transformarte rápido es más fácil decir que ya eres la mascota de Syv, y no inventar que eres un callejero o algo así. - Creí que sería obvio, pero luego recuerdo que estoy hablando con la persona que creyó que una gorra era disfraz suficiente para asistir a un bar. Se me escapa una carcajada gigante cuando Ken forma la aureola por sobre su cabeza, y tengo que acercarme a despeinarlo como lo haría con Jared porque… vamos, nadie les cree que son seres angelicales. - Sí, sí. No soy un ogro. Ahora despejen la cama a menos que quieran que me tire encima suyo.
Mimi J. Johnson
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Invitado
Invitado
No voy a decirme que seguimos hablando de galletas cuando el tiempo de consideración de extiende de diez minutos a treinta, ruego porque mi cara siga conservando un tono y una temperatura regular, porque puedo sostener mi mirada en alto como si tuviéramos derecho a esos treinta minutos, es el calor encendido en mi rostro el que siempre me delata. Puedo disimuladamente palpar mi mejilla cuando la atención de la conversación recae en los objetos que Mimi nos enseña, y le doy un codazo a Ken en la costilla cuando dice que lo tomé de sorpresa con esto del noviazgo. —¡Oye!— me quejo de su broma, que lo hizo sonar como si lo hubiera tomado por asalto en una esquina, en una madrugada de esas en el distrito cinco, luego tendré que explicarle a mi amiga que no es que esté presionando a Ken a nada, en realidad fue el tan mencionado Ben el que me hizo ir a preguntarle si seríamos algo más que amigos que se besan cuando surge la oportunidad. No es que la segunda parte haya cambiado, todavía hay puertas que se abren de golpe y nos hacen saltar para poner distancia.

Meto uno de los huevos abrillantados en mi boca para no decir nada más y espero que mi amiga se explique sobre el nuevo decorado en el monoambiente, cuando apenas si hay espacio para una silla más. Teniendo en cuenta el sermón que me echó porque consideramos que una gorra era todo el disfraz que Ken necesitaba para pasar desapercibido, no debería sorprenderme que estuviera hasta en los detalles de si alguien entraba por casualidad a este lugar y se lo encontrara. No es que recibiéramos muchas visitas y las que recibimos conocen bastante bien la forma humana de Ken, pero está bien como precaución, podría ser llegar a ser muy útil en algún momento. Así que la cama y el plato tienen mi aprobación con un asentimiento de la cabeza. —Suena bien— digo y algo me dice que no usaremos esas cosas solo por seguridad. Tiro de la mano de Ken para saltar fuera de la cama, porque la amenaza de Mimi no es vacía y luego estaremos condenados a estar haciéndole de colchón mientras ella se echa una siesta. —Entonces… ¿quieres quedarte a cenar?— le pregunto, palpando con mis dedos allí donde se había golpeado. Lo hago para quedar un poco más cerca y poder susurrarle: —Ya es oficial, Mimi te ha aceptado— le echo una mirada a la morena porque sé que nos escucha. Por injusto que sea hacia otras personas, creo que era la única aprobación que esperaba recibir, tal vez solo porque no quiero pensar en los demás. Y por eso no quiero dejarlo ir tan pronto, sería la ironía de que Ken volviera a casa de mis padres siendo mi novio y yo me quedo aquí. Para no sentirme mal, me digo que se los contaré cuando los vea o cuando surja la ocasión, lo que no sé es cuando sucederá eso.
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