The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Kendrick O. Black
Fugitivo
Jueves 3, cerca de la medianoche





El humo se siente incluso dentro de la fábrica, culpa de las ventanas abiertas de par en par por culpa del calor que ha empeorado con los incendios nocturnos que se recortan en la distancia. Aquí estamos seguros, los encantamientos nos protegen de cualquier alma curiosa que quiera mirar en esta dirección, pero me es imposible el sentirme a salvo. Las imágenes que he visto en internet sobre los diferentes levantamientos a lo largo del país se mantienen frescas en mi retina, reproduciéndose una y otra vez delante de mis ojos como si pudiera verlas en vivo y en directo. ¿He hecho bien? ¿Tenía otra opción? Debo admitirlo, acabar con la mentira de mi nombre se ha sentido como el quitarse una bandita de una herida profunda, pero al mismo tiempo hay un sinfín de posibilidades nuevas que me hacen sentir minúsculo. ¿Qué voy a hacer ahora? ¡Tengo dieciséis años! Sé que Magnar no se retirará, eso solo significa que tendremos que ir a pelear. Y me siento tan… ridículo.

Me abrazo a mis rodillas y apoyo allí una de mis mejillas, acomodándome en mi lugar en el alféizar de la ventana. No quiero regresar al departamento, es demasiado pequeño y eso significa que debo soportar las miradas de mis compañeros del catorce. En la fábrica al menos puedo esconderme en los recovecos, al menos hasta que sienta que es seguro regresar al Capitolio, seguro bajo la mirada atenta de los Lackberg; nadie sospecha del perro de un buen matrimonio del ministerio. Mientras tanto, solo puedo quedarme mirando el humo, la luz del fuego que se ve por encima de las casas a la distancia, oír el sonido de las alarmas de los bomberos que buscan controlar las llamas y los hechizos que reducen a los que se atreven a protestar. No puedo creer cómo todo se ha descontrolado y pensar que es solo el inicio…

Oigo las pisadas y ni siquiera tengo que voltearme para saber de quién se trata. Me sorprende, claro, puesto que pensé que estaría con Mimi, aunque admito que debe ser más seguro quedarse aquí, todos juntos, al menos de momento. Tomo algo de aire y lo largo en un pesado suspiro — ¿Crees que he hecho bien? — necesito que sea honesta conmigo y, conociendo a Synnove, lo será — Siento que solo he lanzado la piedra para quedarme mirando como el resto sigue con la pelea. Tal vez, si me hubiera quedado callado… — nada habría pasado y seguiríamos en la misma. Sé que es algo que debía hacerse, pero eso no deja de causarme un nuevo miedo. Es el terror a perderlo todo y nadie puede culparme por sentirlo.
Kendrick O. Black
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Salgo del espacio que comparto con Mimi en la fábrica que sigue siendo el escondite de los que mantienen la radio clandestina, quedamos en que evitaríamos ser parte de la multitud que se amontona en este sitio, que será grande, pero somos muchos para pasar la noche. Pero no es como si los ánimos fueran los mejores para estar yendo y viniendo después de que las reacciones al discurso de Ken tuvieran sus demostraciones violentas en las calles. Violentas de un lado y del otro, que la represión por parte del ministerio no se hizo esperar. Sigo estando más apegada a mi amiga que al resto, también a la hora de tener que ponerme al tanto de las noticias a través de la señal que logramos conseguir. No creo que ser la única a la que le cuesta conciliar el sueño con todas esas imágenes repitiéndose como una mala película, que no olvidaremos a la mañana siguiente, porque en realidad no tenemos idea de cuánto va a durar.

Me calzo las zapatillas porque no sé con qué insectos me puedo encontrar o con qué me puedo lastimar, al caminar casi a oscuras por los pasillos abiertos de la fábrica. Distingo la figura de Ken contra la poca luz que entra por la ventana, a este punto de conocerlo me creo capaz de reconocerlo aunque no vea claramente su rostro entre las sombras, sé diferenciarlo de las personas que entran y salen de aquí. Subo mis pies al alfeizar cuando me siento frente a él, con mis rodillas también pegadas a mi pecho y la barbilla sobre éstas. —Era algo que se tenía que decir, se trata de quien eres y tienes derecho a decir quién eres al mundo, aunque haya una parte del mundo a la que no le agrade— contesto, —no sé si podemos pensarlo como algo que estuvo bien o mal. Pero si pides mi opinión…

Echo mi espalda hacia atrás para sentarme con la espalda recta, así sueno mucho más seria y un poco adulta, quizá. —Hiciste bien. Si tantas personas respondieron, ¿no te parece que es porque estaban esperando? ¿Qué estaban esperando que hubiera algo por lo que luchar?— pregunto, así puede contestarse a sí mismo. —Y no pienses como que causaste alboroto para después esconderte. ¿No piensas esconderte, verdad? Entonces no lo pienses así. También lucharás y ahora sabes que muchas, muchas personas te apoyarán—, o eso quiero creer, no se lo digo porque pretendo sonar esperanzadora. Porque no quiero pensar en el número que se ha arrojado en los noticieros sobre heridos y muertos, cada vida vale y en un primer día han sido varias, así que quiero creer… quiero creer que todo será para mejor.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Creo que ese es el problema: lo he aceptado, pero en cierto punto muy profundo de mi persona, sigo refunfuñando contra quien soy. No puedo creer que estemos aquí, en un punto donde no me queda otra opción que ser quien lleve el apellido de una familia que desconozco, con la frustración de no haber escuchado jamás de mi tía además de un montón de rumores que no han llevado a ningún lado. Si ella está viva y ha escuchado mi discurso… ¿Le llegará de alguna manera? ¿Buscará el modo de acercarse a mí, o simplemente me verá como una amenaza? Pero sí, al final sí busco la opinión de Synnove, la miro en silencio como mera respuesta y me quedo en espera, porque al final siempre creo que es ella quien tiene las respuestas correctas o, al menos, más sensatas. Debe ser por eso que respeto lo que tenga para decir, sea lo que sea, esté de acuerdo o no.

¿Algo por lo que luchar? — creo que se me nota en el tono el que estoy arrugando un poco el entrecejo — Creo que siempre hubo algo por lo que luchar, solo que nadie se atrevía a hacerlo. Siento que solo les he dado una excusa para salir a destruir todo lo que han odiado por años — estoy seguro de que muchos de los que están ahí no creen en mis palabras, pero se han aferrado a la oportunidad de enseñar su inconformismo quemando todo lo que pueden como para que el mensaje sea bien claro — Y creo que ese es mi miedo: no todos me apoyarán. Sabía que iba a suceder, sabía que era imposible el creer que repentinamente iba a tener un montón de seguidores fieles, solo que ahora es… — me relamo, moviendo un poco mi postura para poder reacomodarme — … real — no hay marcha atrás, ya no puedo esconderme ni fingir que soy alguien invisible.

Vuelvo a colocar mi peso contra la pared y mi cabeza cae con pesadez, la ladeo una vez más en dirección a la ventana y agradezco que venga algo de viento, aunque sea solo una mínima brisa — No soy un líder, Syv. Lo sabrán tarde o temprano y creo que todo se irá al caño cuando eso suceda. Tampoco quiero ser un mártir — que eso sucederá si muero, lo cual tiene una probabilidad bastante alta. Magnar no dejará que salga vivo de esta, al menos que lo matemos primero e incluso esa idea se me hace un poco desagradable. Me tardo un momento en volver a hablar, midiendo su reacción con una mirada de soslayo — ¿Te arrepientes? — susurro — De venir aquí. De estar aquí — porque en su mundo de cristal en el Capitolio, la guerra no debería tocarla, al menos no de primera mano. Tal vez, todo hubiera sido más sencillo.
Kendrick O. Black
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Tal vez había una razón— asiento con mi barbilla para hacerle saber que estoy de acuerdo con él, —pero suele suceder que cuando creemos que estamos solos y que nadie nos apoyará, el miedo a enfrentar al mundo nos impide salir a la calle. Te das cuenta entonces que hay otra persona que también está disconforme y que también tiene miedo, claro. Pero ya son dos… luego encuentras a alguien más, también tiene miedo, pero ya son tres…— voy contando, no hace falta que siga moviendo mi mano en el aire para ilustrarlo, la devuelvo sobre mi rodilla donde la dejo frotando la tela de mi pantalón para calmar así ese nerviosismo latente que creo que a todos nos tiene en tensión esta noche. —Lo importante aquí es que… le des una razón válida para luchar y que esto no sea solo un arrebato violento que morirá al cabo de unos días, para dejar distritos consumidos como si hubiera pasado un incendio en descontrol— continuo en una nota más baja de mi voz, porque cuando vemos fragmentos de las noticias eso es lo que pienso que puede llegar a pasar.

»Porque… ¿te acuerdas de todas las cosas por las que me habías dicho que valía la pena luchar, no? Para que todos seamos iguales, seamos magos, criaturas o muggles, o que no importa donde nacimos, hijos de quienes somos, o que tan mestiza es nuestra sangre…— digo, haciendo memoria de lo que alguna vez hablamos, que me parece que ha quedado tan atrás en el tiempo y no puedo recordar sus palabras con precisión, pero si el espíritu que había tras ellas. Y había creído en ellas. —Para que tú y tus amigos, como Bev y Kyle, puedan vivir en paz fuera del distrito 14 donde crecieron, ¿no? Y si quieres viajar, puedas hacerlo…

Sé que no quiere ser un líder, sino que quiere poner distancia con todo cuando la guerra acabe, no sé si para escapar de todo lo que hay aquí y de un pasado que decidió quien era antes de que naciera, o porque está buscando algo que no hay manera de que lo encuentre aquí. —No estás solo en esto, Ken— se lo recuerdo, —y no hablo de los cientos de fanáticos repentinos que están en las calles. No, estoy hablando de tus amigos. ¿No tienes a Ben y a Ava? Esa mujer, Amber, también se ve temeraria. Escuché que Alice sabe algo de medicina. Y Kyle no solo me parece guapo, sino también un amigo muy leal. Y Bev también, se notó que es muy leal. Vi como todos ellos confiaron en ti cuando se lo pediste… así que no estarás solo si te toca ser un líder, te ayudarán a encontrar la dirección cuando sientas que todo se va al caño. Y no dejaran que seas un mártir, te cuidarán. ¿Alice sabe de medicina, no? Tienes todos los frentes cubiertos— me atrevo a sonreírle para darle ánimos y estiro mi brazo hacia él para un apretón en el hombro, aprovecho para sacudirlo ligeramente así se le pasa el pesimismo que lo quiere hacer caer cuando estamos dando los primeros pasos hacia lo que se prometió para sí mismo y todos los demás. —Y claro que no arrepiento, tonto. Jamás me arrepentiría de llegar a donde quería estar cuando me costó tanto, fue un largo camino como para echarme hacia atrás. Solo queda mirar hacia adelante, porque si hay tanto que ha quedado atrás, ¿te puedes imaginar todo lo que aún falta por descubrir? Puede que extrañe a mi familia y echo de menos un par de cosas. Pero se siente como que estoy donde debo estar y jamás me arrepentiría porque es donde elegí estar.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Dos, tres, diez… vaya a saber cuántas personas han salido hoy a la calle, encendidos por una llama que tenían bajo llave y que todo el mundo creyó que podría controlarse. Me han hablado mucho de cómo era la vida antes de los Niniadis, no muy buena a decir verdad, pero estoy seguro que hay al menos una pequeña porción de la población que se encuentra tan agotada como nosotros. ¿Es eso a lo que debo aferrarme? ¿A que su fuego quemará todo al final y podremos construir algo sobre las cenizas? Este mundo es tan injusto, la vida me ha decepcionado tanto, que buscar tomar las palabras de Syv como un motor se siente como un cruel engaño. Por esta noche voy a tomarlo, dejaré que me cede, hasta que tenga que salir a la calle para enfrentarme a mis propias acciones. A que gente como nosotros, como Kyle y Bev, tengan un mundo donde su futuro no sea esconderse dentro de una fábrica abandonada. Nos merecemos más — Claro que lo recuerdo — es mi única respuesta, murmurada a duras penas. Sé que ella está consciente de que no es algo que vaya a olvidar.

A veces no comprendo cómo es que Synnove tiene una respuesta para casi todo, debe ser la cantidad de imaginación y las historias que consume casi a diario; o al menos, que solía consumir cuando tenía un buen acceso a entretenimiento del Capitolio, no sé qué hará ahora. Los labios me van tirando hasta volverse una ligera sonrisa, cada nombre en esa lista significa una mano, un amigo, un familiar, porque me aferré y me seguiré aferrando a las personas que mejor me conocen. La palmadita no me toma por desprevenido pero igual se gana mi atención repentina, tengo ganas extremas de lanzarme sobre ella, abrazarla como esa vez que nos atacó un dementor y lloramos como dos idiotas. Al final solo le aprieto la mano — Me gusta que estés aquí — le confieso — Solo tenía miedo de que quisieras regresar. Sé que será peligroso y posiblemente muy complicado, pero… me agrada saber que tengo a quienes quiero cerca. Tú estás en esa lista — incluso cuando no ha vivido lo que el resto. Hay sitios que solo se ganan.

La suelto, muevo un poco mis piernas y las dejo caer por el costado de la ventana, balanceándolas al ritmo de la brisa — Mis frentes cubiertos… — repito lo que ha dicho anteriormente y apoyo las manos en el marco, recargando mi peso en mis brazos — Si algún día termino gobernando, fundaré un consejo y espero que estés en él, Syv. Siempre sabes qué decir — aunque sea demasiado optimista para un mundo lleno de bosta, pero eso es otra cosa — Magnar no se rendirá, eso es obvio. ¿Crees que sus ministros intentarán negociar con él? Si los levantamientos continúan, solo puede terminar en un enfrentamiento directo. No sé cuántos de nosotros estamos listos para eso — no quiero decir que yo no lo estoy, pero bueno, tampoco es algo muy difícil de esconder.
Kendrick O. Black
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Prometimos que estaríamos cerca— también se lo recuerdo, con mi sonrisa dándole la confianza que yo puedo sentir de que nos mantendremos así y que esto no es algo en lo que está aventurándose solo, confío en el apoyo de todas las personas que le menciono y que creo que son las mismas que están en su lista. Sé que será difícil y complicado como dice, la mayoría de las veces no tengo idea de qué estoy haciendo aquí o qué puedo hacer cuando todos los demás parecen estar mejor preparados que yo si tienen que meterse en medio del fuego de una pelea, pero no hay duda en mi voz cuando le digo claramente que es donde quiero estar. —Y seguiremos juntos. Siempre que tienes cerca a personas que quieres, eres más fuerte y valiente— digo con convencimiento en mis palabras, —¿no lo sientes así también?— pregunto, con mi mano aun sobre su hombro y respeto la distancia que nos da el estar sentados en cada punta del alfeizar de la ventana. No sé bien como acercarme y un apretón en el hombro se siente como el contacto seguro para tratar de infundirle los ánimos que al parecer necesita o necesito, hasta que se rompe y vuelvo a colocar mis manos entre las rodillas.

Gracias, será un honor formar parte de tu consejo— acepto su ofrecimiento con solemnidad, porque puedo verme entre las bancas que se colocan a su alrededor para decirle como podrían ser las cosas y puede que lo esté aceptando por vanidad, por el simple hecho de que Ken sí me escucha y parece que le sirve lo que le digo, así que podría seguir compartiéndole mis pensamientos si así quiere. Y si algún día ya no quiere, siempre queda la posibilidad de retirarme a pintar, donde sea, ya encontraré un lugar. —Pero que conste que hoy puedo ser amable con lo que te digo, otros días puede que lo que me salga decirte es que estás siendo un poco idiota. Tendrás que aceptar lo bueno y lo malo también— lo prevengo, para eso está un consejo, ¿no?

No es cierto que tenga algo para decir sobre todo, sobre ministros y guerras no sé mucho. Supongo que los más adultos de este grupo podrían hablarle desde sus experiencias, si no me equivoco hasta Beverly que es su amiga con un aura de hada de las flores, tiene más nociones sobre guerra que yo. —No sé si existe eso de estar listo para algo, ¿sabes? A veces creo que las cosas simplemente pasan y eres parte de eso. No sé si existe eso de apresurarse que todo sale mal o de esperar demasiado que nunca pasa. Un día las cosas simplemente están pasando, ¿me sigues? Y dices: ¡demonios! ¿Qué hago ahora? Puedes huir, que es lo que hace mucha gente. Pero mucha, mucha gente más, lo que hace es quedarse. Como sea lo enfrentas, le haces cara, está pasando y no importa si estás listo o no, te plantas ahí— digo, presionando mis pies en el alfeizar y me agarro a mis rodillas como para ilustrar con mi postura lo que estoy diciéndole.

»Y te conozco, sé que no vas a huir. Me conoces, sabes que tampoco voy a huir. No parece que los demás tampoco vayan a hacerlo. Somos fuertes y valientes todos juntos. Y si hay que pelear, que así sea. Sabes también que prefiero la paz, pero algo como… querer cambiar el mundo que conocemos, obliga a que peleemos— susurro, encogiéndome de hombros. —Sé que tienes miedo, porque es eso, ¿no? Por eso estás aquí y tienes todas estas dudas. Yo también tengo miedo— admito, por eso es que no puedo dormir y en las noches que vendrán no crea que pueda hacerlo tampoco. No quiero que se note, pero estoy temblando por dentro, tengo miedo de lo que pueda pasarle a mis padres que siguen en el Capitolio o lo que le pasará a quienes conozco entre los aurores con todos estos disturbios. Pienso en los propios estudiantes del Royal, como estarán pasando por esto, muchos son más chicos que nosotros. —No está mal tener miedo, ¿no sabes que los valientes siempre tienen miedo? Y cuanto mayor miedo tienen, más valientes son. La vida siempre funciona como un cuadro de luces y sombras, se necesita de las sombras para apreciar la luz.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Oh, claro que puedo aceptar las cosas malas que me dices. ¿No hemos pasado por eso ya? — le quito un poco de dramatismo a la situación llevándome dos dedos a la boca y entornando la mirada como si me estuviera esforzando horrores en hacer memoria — Mmm sí, me suena. Un par de peleas a los gritos porque los dos dijimos las cosas equivocadas y no supimos tomarlo como personas maduras — le sonrío aún con la boca ligeramente cubierta y uno de mis hombros se alza para restarle toda la importancia que soy capaz — Puedo lidiar con eso en un consejo, Synnove. Se supone que para eso funcionan, sino solamente estaría contratando a un montón de lamebotas y creo que ese no es mi estilo — que podría serlo, los halagos nunca vienen mal, pero sé que no van a ayudarme cuando no tenga ni idea de lo que se supone que debo hacer.

Hay algo en todo lo que dice, en cómo lo expresa y el modo en el cual me deja pensando, que me hace tener un lapsus mental en querer decirle todo lo que he estado hablando con Ava en la terraza el otro día y que nada tiene que ver con la guerra, sí mucho con ella. Obligo a mi cerebro a mantenerse concentrado, a sabiendas de que nosotros elegimos huir en un principio, por eso mismo el catorce fue creado. ¿No éramos un montón de fugitivos escondidos hasta que no tuvimos otra opción? Pero jamás podría decir que son cobardes, al final siempre han sido las personas más valientes que jamás me he topado. Es muy fácil sentarse en un escritorio en el Ministerio y apuntar con el dedo, señalar al resto como un error mientras los demás toman esa etiqueta y la vuelven parte de su personalidad, de su identidad y la gritan a los cuatro vientos. Los inadaptados, haciendo lo mejor que saben hacer.

Vuelvo al silencio, es roto vagamente por lo que reconozco como una sirena de alarma a lo lejos. Ella habla de luces, yo tengo que esforzarme un poco en reconocer sus facciones en el reflejo de aquellas que vienen desde la calle — Tu madre tiene miedo — me atrevo a murmurar. Tras un momento, creo que es necesario que me explique — Lo sabe. Es obvio que está preocupada por ustedes — los meses de amistad son los que me dan el valor de tantear en el marco oscuro hasta que mis dedos se colocan cuidadosamente sobre los suyos a modo de apoyo, le doy una palmadita cariñosa a sus nudillos — Siempre he admirado a las personas con las que crecí. Pensaba que eran los más valientes y talentosos que jamás había visto, ahora solo conocí más personas a las cuales admirar. Son el mejor equipo que podría haber pedido para hacer esto, incluso cuando sé que ninguno de nosotros lo quiere de veras. Me gusta pensar en que puedo confiar que todo saldrá bien — vacilo, pero mi mano se aleja de la suya hasta volver al marco de la ventana y allí se cierran mis dedos — Si pudieras hacer algo ahora, como un último deseo antes de que no podramos seguir como antes… ¿Qué harías? No vale decir que mirarías el final de temporada de una serie — aclaro, usando un tono mucho más divertido que el anterior.
Kendrick O. Black
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Una cosa es que te diga que eres un tonto como amiga, otra muy distinta es que te lo digo desde un consejo si eres gobernante de lo que sea. Podrías entonces despedirme si no te gusta oír lo que te digo, y ya sabes, los que gobiernan por lo general se sientan un poco demasiado alto en comparación al resto, se les llena la cabeza de ínfulas…— se va ensanchando mi sonrisa al señalárselo, que parezca una broma, aunque no lo sea. Porque si eso ocurriera, vaya a saberse cómo y por qué, después de que él mismo dijera más de una vez que no quiere gobernar nada, es posible que los tratos y los vínculos cambien. Puede que luego de esta guerra que se viene y que se escucha más allá de esta ventana, agitándose en las calles, cambiemos. Y aunque todo cambie, porque esa es la intención, algunas cosas puedan mantenerse o crecer. No creo haber tenido otro amigo como Ken y sé que me gustaría seguir poder siendo su amiga y dándole todas estas charlas, que se vuelven largos monólogos en los que no me interrumpe, no sé si porque ha puesto su mente en otra cosa o en serio me está prestando atención.

Sé que lo hace cuando se queda con lo último que le digo, mi sonrisa decae un poco al saber de mi madre, suspiro hacia el aire que entra por la ventana. No hay mucho que pueda decir sobre ella y el miedo que le conocí por años, a su lado tampoco soy valiente y decirlo me hace sentir ligeramente culpable. Pero en casa no era fuerte, ni valiente, esa es la verdad. Mi boca se frunce en un mohín al no tener una respuesta que darle, percibe el calor de su mano como un consuelo esta vez para mí y se aparta cuando volvemos a hablar de todas las personas que lo acompañan, sé que en número es mucho menor que una tropa de aurores. Es cuando lo piensas en términos de lealtad y de convencimiento, en que todos ellos son amigos durante el día, es que se siente como que son muchas personas.

La pregunta que sigue no me la esperaba, y tal vez porque no me la plantee en ningún momento, parece que no tengo una respuesta. Sé que tengo que decir algo, lo que sea, porque es un juego de los últimos deseos y prefiero ser honesta. —No derrocharía un último deseo en algo así cuando tengo deseos más profundos y son muchos. Espero poder cumplirlos todos algún día y creo que es eso… no he pensado en ninguno de ellos como el que me gustaría cumplir ahora, creo que porque soy optimista y confío en que habrá tiempo— digo, mi mentón otra vez sobre mi rodilla. —¿Por qué? Tú si tienes uno pensado, ¿verdad? Sino no lo preguntarías— vuelvo a sonreír, no estoy segura de esto, es una apuesta que hago. —¿Deseas que te de un abrazo? Porque si nada va a seguir igual y sé que tienes miedo de esto, como yo también lo tengo, creo que mi deseo sería un abrazo que me de fuerzas. Y además…—. No me lo voy a callar, me reacomodo en mi lugar para que mi hombro choque con el suyo, y digo lo que por ser su amiga, antes que miembro de su consejo, debo decir. —¿No sientes que se ha puesto un poco raro desde la última vez? Ya sabes, tocarnos…— para tomarlo con humor lo pico con mi dedo en su hombro. —No debería ser así, lo sabes.
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Eso es trampa — es lo primero que sale de mí, por el modo que tengo de hablar hasta parece que me estoy quejando de que ha fallado en un juego ya planteado desde un principio de la conversación — No estoy hablando de si crees que vas a sobrevivir o no, sino de un caso hipotético — que en esta situación, posiblemente sí sea algo que podamos reclamar cuando nos demos cuenta de que los caminos empiezan a cerrarse. No quiero decirle que ser optimista en tiempos como los que corren es un poco inocente, pero prefiero que se quede con ello, que siga siendo la Synnove pura que conocí en una bañera donde acabé solo porque ella tenía buenas intenciones. Es siempre lo mismo con esta chica, me hace sentir que soy un descarriado.

A decir verdad, yo no he pensado en mi deseo y sacudo la cabeza para dárselo a entender — De seguro sería disfrutar de un graaaan banquete con todos mis amigos. O haber visto Europa aunque sea solo una vez — porque mi bote no ha funcionado, pero debe haber otros que lo hagan. Lo que no me espero es el ofrecimiento de un abrazo, me siento sonreír y bajo un poco la mirada, como si el ver como mis pies cuelgan por la ventana fuese lo que necesito para procesar si deseo o no ese contacto. Separo los labios para aceptarlo, pero se queda solo en una bocanada de aire porque siento su piquecito que me hace mirar primero a dónde sentí su dedo, luego a su rostro. ¿Siempre es tan blanca o es cosa de la poca iluminación? — Apenas hemos podido vernos — le explico, no más que un par de idas y venidas para moverme de la capital al norte y nada más. Sé que suena a excusa barata, la vocecita molesta de Ava se asoma de manera burlona en mi oreja y me rasco detrás de ésta, aunque queda como un gesto casual — Solo no hemos podido estar a solas, eso es todo. ¿Tú lo sientes raro?

Porque yo pensé que podía seguir tocándola, aunque sea de manera amistosa, incluso cuando tengo cierto temor a hacerlo por culpa de esa tonta incomodidad infantil que me ha surgido por una conversación innecesaria. Nuestros hombros se rozan, es la excusa suficiente que encuentro como para acomodarme un poco más cerca de ella, haciendo que su calor choque contra mi costado a pesar de mantener los ojos en el cielo nocturno. Presiono un poco mis labios en una relamida que va de la mano al nerviosismo y hago balancear mis pies con algo más de énfasis que antes — Creo que me gustas — lo dejo salir así nomás, como si de hacerlo pudiese volver a respirar. Ava dijo que haga eso… ¿No? — Pero no quiero dejar de ser tu amigo. Espero que eso tenga algo de sentido para ti, porque para mí es un poco confuso de procesar — incluso cuando debería ser de lo más sencillo — Y un abrazo me vendría bien, porque han sido unos días de mierda y necesito algo así de tu parte. Pero no quiero que sea mi último deseo. Podríamos compartir algún otro, como… no sé, nunca supe andar en bicicleta, así que podrías enseñarme. O podemos esperar a la próxima Navidad y ver si eso de los besos bajo el muérdago tiene algún sentido. O… ¡Ya sé! Podríamos jugar un campeonato de videojuegos; es obvio que voy a ganar, pero puedo fingir ser malo para darte la ventaja — como si la vida no hubiese cambiado, como si el escenario continuase siendo el Capitolio. Allí donde no hay fuego.
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Invitado
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Es que no lo sé, no suelo plantearme mucho cuáles serían mis últimos deseos— contesto con un poco de exasperación, si trato de hacerlo tendría que pasar en limpio la lista de deseos en general y dar una prioridad. No es que los haya tenido ordenados como si fueran metas en un proyecto a largo plazo, como en algún momento mi mamá trató de organizar la vida de su única hija. Están ahí, sé que eventualmente los alcanzaré si lo intento, por ninguno siento urgencia y si no llegaran a cumplirse, podría aceptarlo también. Si él es feliz con un banquete de amigos, está bien, es su deseo y es posible de cumplirse. Viajar es uno que puedo entenderlo mejor, lo tengo entre mis pendientes. Ninguno de sus deseos es un abrazo y mi ofrecimiento queda en nada, así que aguardo a que me dé su impresión sobre por qué se siente extraño tomarnos siquiera de las manos. —Yo sí— contesto, —se siente como si tuviéramos que pedir permiso o apartarnos al cabo de dos segundos— me hundo de hombros, —¿soy sólo yo entonces?—, debe ser impresión mía entonces, quizá era así antes y me estoy equivocando.

Y porque soy quien lo ha dicho, me acerco un poco más a él cuando nuestros brazos se rozan, como para demostrarnos que podemos hacerlo y busco su mano para sujetarla, envolviéndola con mi palma por encima de su dorso, mis dedos cerrando en un apretón cálido. No la retiro cuando escucho lo siguiente que dice, me quedo asimilando toda la primera parte y cuando habla de deseos sobre bicicletas y muérdagos, vuelvo a estas palabras del principio. Mi boca no emite sonido, soy yo mirando a la nada más allá de la ventana de la fábrica y compartiéndole el calor de mi mano. —No dejarías de ser mi amigo por algo así— digo, —También me gustas, sin el creo que—. Me volteo para no estar mirando a la nada sino a él, y sé que aceptó mi abrazo, no se lo doy porque necesito ver como lo que pueda decirle se refleja en su rostro. —Tal vez sea confuso para ti, para mí que seas mi amigo y que me gustes no van como cosas separadas—, es cuando trato de explicárselo por qué, es que se complica un poco más.

Retiro un mechón de cabello para colocarlo detrás de mi oreja con la mano que me queda libre, toqueteo las puntas con mis dedos mientras pienso. —Es lo que suele pasar, ¿no? Encuentras una persona con la que te sientes bien, en quien puedes confiar y compartir muchas cosas, y te gusta, es tu amigo claro, no está mal que lo sea, te gusta en serio. Y entonces es genial que sea el primer chico con el que te besas… porque es genial que te guste alguien con quien compartes todas esas cosas— concluyo, puesto así se me hace más simple. La cuestión es sí no terminé por confundirlo peor. —Claro que eso no quiere decir que Mimi también me guste, la quiero de otra manera, es… tu sabes, encontrar una persona que te hace sentir así. Y, por cierto, ninguna de las cosas que haría contigo las pondría como último deseo. Confío en que habrá tiempo...
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Creo que sí… — no tuve tiempo para meditar algo por el estilo, no estoy seguro de que nuestra dinámica ha cambiado, sí quizá el modo en el cual la vemos funcionar. No somos las mismas personas que dejaron su habitación hace algunas semanas, hemos crecido gracias a un entorno que se ha transformado y, en el medio, estallaron las dudas. Se sienten incorrectas, un poco infantiles por culpa de una guerra que es mucho para nosotros, pero no creo que esté mal en sí — Tal vez no sé bien cómo se supone que debo tratarte cuando estamos juntos, pero no creo que sea raro. Quiero decir, intento que todo siga como antes, a pesar de que… — lo dejo en el aire, estoy seguro de que ella va a comprenderlo. Ser amigos después de habernos besado no debería ser complicado, creo que tenemos la madurez suficiente como para manejarlo.

Y ahí va ella, toma mi mano con una convicción que necesitaba para recordarme que esto es lo que hacemos, sin miedo al tacto. Tengo la sensación de que dejo de respirar por inercia en cuanto sus palabras abandonan su boca, giro la cabeza tan rápido para mirarla que creo que voy a desnucarme en plena demostración de sorpresa. ¿Ha dicho que le gusto, de verdad? Porque lo dijo en otro momento, pero sus palabras habían sido complicadas de entender, tengo que mirarla como si pudiese encontrar dónde está la trampa en toda su cara — Dijiste que te gustaba como amigo — le explico, tanteando la situación con mi tono dudoso. Porque está claro que puedo ser su amigo, sí, pero que no estaba hablando precisamente de ese “gustar”. Lo bueno es que parece entenderlo, ella misma es quien expresa palabras que, una vez más, van acomodando un poco los hilos. Mis dedos se mueven entre su mano hasta enroscarse entre los suyos y la sostengo, en lo que me da las respuestas que necesito para empezar a tranquilizarme en las dudas. Deberé decirle a Ava que se lo agradezco más tarde.

Hago una mueca en la duda del tiempo. No creo que lo tengamos, somos vulnerables en un mundo que nos ve pequeños — ¿Y qué si no es así? — bajo mi voz tal y como si le estuviera contando un secreto, muevo la mano que tengo libre para ponerla sobre la suya y dejarla atrapada entre mis palmas — Tal vez esa es la cuestión. ¿Y si no lo tenemos y no nos queda de otra que aprovechar el que nos queda? Y me gusta ser tu amigo, por eso pensé que si te lo decía dirías que no y todo se volvería incómodo y pasaría el tiempo restante que podamos compartir sin poder ser nosotros. Y ya estoy hablando mucho, ¿no? — se me nota el cierto grado de nerviosismo con una vaga risa, tengo que suspirar con fuerza porque… bueno, viene bien el soltar lo que te estuviste guardando. Me mordisqueo los labios, pero me esfuerzo en no pensarlo mucho y me inclino hacia ella. Es un beso casto e inocente, dura apenas un segundo y se siente más como un toque cariñoso en agradecimiento de ser quien es, para conmigo. No pensé que tendría tanta confianza en sonreírle como lo hago después de eso y regreso la mirada a la calle. Desde aquí puedo ver a un grupo que corre, posiblemente a refugiarse de las autoridades, totalmente ajenos a nuestra presencia. Rompo el agarre de su mano solo para pasar una mano por detrás de ella, rodeándola de manera que mi cabeza toca la suya al inclinarme un poco en su dirección — Eres la primera persona que me hace sentir así — no sé si siento vergüenza, pero aún así evito el no mirarla a los ojos porque creo que ahí no podría abrir la boca — Es… cómodo y me gusta. Es nuevo — porque en las cosas que he conocido, descubrir emociones nuevas son las que más me han tocado. Sea miedo, soledad o enojo, tanto como el cariño y el calor.
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Meneo mi cabeza al morder la sonrisa en mis labios, no quiero que parezca que me estoy riendo de él, sobre todo porque no sería la primera persona para quien lo que digo es incomprensible, cuando para mí es tan claro. —Lo que quería decirte, al decirte que me gustabas como amigo, era que me gustaba que seas mi amigo y poder sentir todas esas cosas contigo— digo. Es más complejo que eso, porque amistades las hay de muchos tipos, fue extraño en un principio pasar ciertas líneas con él, como ahora es extraño tratar de dibujarlas de nuevo, pero sé que si las pasamos en primer lugar es porque llegué a confiar en él como amigo y había algo de ese mismo cariño cuando fuimos pasando las siguientes, se sintió un poco distinto a lo que creo que debe ser dejarse llevar. —Se siente, no sé, especial— lo digo con duda, porque lo sabrá mejor que yo que no tengo mucho para comparar, y lo único que sé, es que necesito de esa confianza que lleva tiempo y de calidez, que estoy lejos de ser del tipo que se avienta sin más, sin pensar.

Por eso tampoco vivo esto como si hubiera que echarle prisas, porque no puedo ver a donde nos llevaría eso, la verdad es que lo había visto un poco así como él. —Yo también esperaba que todo pudiera seguir como siempre, es lo que somos, ¿no? No tiene por qué cambiar. Si lo mencioné es porque no quería que quedara como esas cosas de las que no podemos hablar, no me gustaría estar bordeando ningún tema contigo. Eres de las personas con las que puedo ser más honesta— digo, es la verdad. Con Mimi tengo una manera de confesar verdades a bocajarro, sacándolas de adentro como si me estuviera desprendiendo de abrigos y valijas, y con Ken no es muy distinto, me di cuenta que puedo compartirle y preguntarle las mismas cosas que con otros me cohíbe platicar. —Sigo siendo la que más habla de los dos— lo tranquilizo, que si quiere hablar para eso estoy y por confuso o contrarias que sean nuestras opiniones, llegamos a un punto en común casi siempre. Salvo cuando se trata de películas. Mis manos están atrapadas entre las suyas y no tengo manera de reaccionar cuando tengo su rostro a un centímetro del mío, de otra manera que no sea acercarme y lo hago para tantear cómo se siente volver a besarlo.

Hay poca luz como para que pueda ver su sonrisa, pero la siento en el aire y mis labios la imitan al separarnos. El marco de esta ventana actúa como esa frontera que nos aparta del mundo, dentro de este. Las noticias que se circulan sobre toda la violencia que se está viviendo en el país no pueden llegar hasta nosotros y se quedan como ecos resonando a lo lejos, escucho lo que dice primero y luego cómo lo explica, haciendo que mi sonrisa se ensanche porque algo de gracia me causa que diga que es «cómodo». —También es la primera vez que me siento en una ventana a besarme con un chico— digo en broma, y busco su mirada para que sepa que estoy bromeando, que sé que es una sensación distinta la que provoca que lo sienta como algo que todavía no experimentó. —Dejemos de lado que ese mismo chico lanzó un comunicado nacional por radio y por eso estamos aquí… es sólo un detalle— digo, y rodeo su cintura para acercarlo así puedo abrazarlo como nos debemos desde que empezamos a hablar, sobre todo cuando le decía que nos mantendremos juntos en esto. Coloco mi mentón cerca de su cuello y lo estrecho aún más con mis brazos, apretujándome contra su pecho. —Y no pienses demasiado en lo que se podrá o no sé podrá hacer si no tenemos muchas oportunidades por delante, lo que importa es donde estamos en este momento y lo que hagas estará bien. Piénsalo como que… cada momento es una oportunidad en sí mismo, un deseo que puedes pedir con lo que hay a mano, cosas simples. Lo que surja. Pongamos un ejemplo, a mí nunca me ha besado un chico en una ventana— digo, apartándome un poco para que pueda ver mi sonrisa, —sólo una vez, pero no duró mucho y ni siquiera fue con lengua— remedo lo que fue nuestra charla en un callejón del Capitolio, tan distinto al paisaje que tenemos del distrito cinco en esta noche.
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Especial. No sé si esa es la respuesta que estaba esperando, pero me siento curiosamente satisfecho. Al menos me hace ponerle cierto orden a las cosas que creí haber perdido entre nosotros, a costa de haber ganado otras. Es obvio entonces que no todo será como antes, las cosas evolucionarán hacia dónde deban ir con el correr de nuestras acciones, pero tal vez podamos evitar el perderlo todo. Puedo ver que la comodidad es recíproca, le sonrío por ese detalle en el cual nuestros vómitos verbales tienden a perderse, porque los dos hablamos demasiado cuando no tenemos intenciones de mantener las ideas dentro de nuestra cabeza, no importa cuales sean — Entonces no dejemos de hacerlo. No dejemos de ser… esto — no importa lo que se añada, nuestra base está hecha y eso es lo que nos ha unido en primer lugar. Pocas cosas se dan tan naturales en la vida como el conocer a alguien que acaba siendo tu amiga.

Mi risa apenas flota entre nosotros, culpo al modo inocente que tiene de ver estos minutos en los cuales me abraza a ella y encuentro la excusa perfecta para acomodarnos, escondiendo parte de mi rostro entre los mechones plateados de su pelo. No importa lo que suceda entre nosotros, Synnove siempre me parecerá una persona suave y frágil, incluso cuando sus palabras tienen más fuerza y convicción que las mías — Ese es el problema. El tener el miedo de que las oportunidades estén contadas — tampoco es algo que ya no supiera desde antes, no voy a quejarme, es la observación de un hecho. Estar en el ojo de la tormenta nos mantendrá calmos por unos días, pero acabará por sacudirnos tarde o temprano. No me espero el comentario final, el poder verla de nuevo a la cara me regala la oportunidad de reírme con ella y, en lugar de hacerle caso al rubor que me acalora las mejillas, empujo su frente con la mía en un toque cariñoso — Bueno, hoy tenemos la oportunidad de que eso cambie. Y tal vez mañana también, pero como nada es seguro… — es la excusa perfecta que tengo para buscarla una vez más, abuso de la oscuridad que nos mantiene a escondidas. Tampoco es que me importe mucho si alguien nos ve, pero prefiero que esto sea un momento robado para nosotros.

Se siente bien volver a besar a Syv. Es como un sedante que me recuerda que podemos detenernos por un momento cuando la vida parece estar corriendo a toda velocidad, sin poder detenerse en su ansiedad de saltar al final. Me abrazo a ella, a todo lo bueno y puro que representa en mi vida, en lo que me doy cuenta de cómo es que mi corazón se acelera y me siento tontamente feliz de poder engañar a la suerte, aunque sea por esta noche. Nuestros labios se separan con lentitud, pero me mantengo cerca para respirar contra su aliento en lo que me relamo vagamente — Tenía miedo de que me rechaces. Que dijeras que era muy… bueno, muy chico o que no podíamos arruinarlo o lo que sea. Y yo sé que, entre todas las cosas que quería hacer antes de que tenga que ir a pelear, poder estar bien contigo era una de las que más me importaban. No quería perder a mi mejor amiga, pero tampoco quería perder esto — toco sus labios con mi pulgar, pellizcando suavemente el inferior — ¿Sabes, Syv? Me alegra que lo de David jamás te haya funcionado. Eso significa que soy yo quien tiene la oportunidad… si tú quieres dármela, claro — ahora sí, me han saltado los nervios y creo que no puedo mantener la boca firme cuando le sonrío. Jamás pensé en llegar tan lejos con una chica, mucho menos con esta en particular. Tal vez hacía falta el fin del mundo para lograrlo.
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Prometo que no dejaremos de ser esto— digo, si esto que somos es lo que le da sentido, al menos para mí. No puedo pensarlo como cosas separadas o como un camino que se bifurca en dos direcciones entre las que se tiene que elegir, a veces es un único camino que va avanzando, que nos lleva a encontrarnos aquí y puede que no sea el mejor momento, ni el lugar donde nos hallábamos hace unas semanas, sino una ventana casi rota de una fábrica destruida en medio de un distrito que está convulsionando por las noticias. ¿Y si tenemos las oportunidades contadas? No necesito de oportunidades infinitas, si fueran inagotables no serían oportunidades, ni un abrazo para reconfortarnos se sentiría tan bien en medio de la noche. Después de los discursos dichos en estos días, este momento podría no repetirse y no lo pienso así por fatalista, sino porque todo está avanzando a prisa como lo hace el fuego al encenderse la chispa en un extremo, en nada tendremos que estar afuera siendo parte de este o le tocará a Ken estar ahí, en medio de todo.

Trazo su mejilla con mi pulgar al separar nuestros labios, trato de definir su rostro después de pestañear un par de veces, con mis ojos cerca de los suyos y mi sonrisa que fue parte del beso. Y sostengo esa sonrisa, espero que aprecie el esfuerzo que hago por seguir sonriéndole para que se sienta bien, cada vez que evoca un mañana que lo colocará en la línea de fuego, porque todo lo que quiero es darle un poco de esperanza, si hablar de optimismo no es lo adecuado por respeto a las circunstancias. La esperanza de que hay un mañana después de mañana, y otro mañana, alguno de esos será para nosotros. —Eh… lo pensé— admito, no alcanzo a explicarme porque sigue hablando y la mención a Dave cuando estoy tratando de tomármelo en serio, me saca una carcajada que contengo al apretar los labios. —¡Que era un platónico, Ken! Esos son para mirarlos de lejos,— no me canso de repetirlo, —nunca hubiera funcionado—, ni pretendía que funcionara. —Es distinto, no es lo mismo a tener a alguien cerca que es real y puedes…—, pienso por una fracción de segundo todas las cosas que llegué a compartir con él y lo resumo de la mejor manera que encuentro: —abrazarlo si lo necesitas.

Alcanzo su mano cerca de mi rostro para unir nuestros dedos y de la misma forma temblorosa que tiene de sonreír, yo también lo hago. No sé si tengo que hacer esto de la manera formal en decir que sí le doy una oportunidad o si acaso se sobreentiende, que de igual modo, la oportunidad ya la estamos tomando. —No había pensado rechazarte— retrocedo un poco en la conversación para poder aclararme, —porque no había pensado que me dirías nada como esto. Lo que había pensado es que tal vez podría volverse confuso y podría arruinarlo yo, podría haber imaginado cosas que no eran. Y como te aprecio mucho como amigo y no quería perderte, no quería arruinarlo así. No quería ponerte en mi lista de amores platónicos, ¿entiendes?— entrecierro un poco mis ojos, tratando de que pueda verlo como lo hago yo, —Además, para estar en esa lista debes cumplir ciertos requisitos como tener dos o tres años más, pero nunca más de cinco— digo con mi sonrisa saliéndose por los lados de mi boca, y paso mi pulgar por sus labios. —Y nada de eso importa en realidad, me gusta mucho estar contigo, me gustas— murmuro, fuera de lo que es su apellido, de la edad que no hace justicia a todo lo que ha tenido que pasar y lo que le queda por delante, ha sabido ser el amigo que necesitaba y me da la confianza de poder prenderme de su mano y que será un apoyo real, no se desvanecerá mañana.
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Kendrick O. Black
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Su carcajada retumba entre las paredes que nos rodean y el exterior, por tonto que sea me hace reír y mi voz apenas se asoma por debajo de la suya. La manera burlona en la cual mis ojos se pasean por su cara le quieren decir que no me creo del todo su definición de platónico, le muevo las cejas en varias ocasiones incluso, hasta que reprimo una nueva risa con los labios apretados — ¿La diferencia entre lo platónico y lo real es que podemos tocarnos? ¿O solo las intenciones? — porque unir nuestros dedos se siente como un nuevo pacto, de esos que te murmuran en secreto el valor que le estás dando a una persona, a alguien que no pensé que acabaría por ver de este modo, cuando llegamos por una vía que jamás creí caminar a su lado. Es muy extraño cómo funciona la vida, las idas y vueltas, las relaciones. Que todo nos haya guiado hasta terminar en el marco de esta ventana.

Supongo que entiendo lo que me quiere decir, eso no quiere decir que no resople en un intento de parecer melodramático ofendido, porque bromear es lo mejor que puedo hacer para que todo esto siga sonando natural a pesar de que es un terreno completamente nuevo — ¿Así que me quieres más viejo, alto y fornido? ¿Es eso? — no puedo sonar tan irritado como pretendo porque se me escapa una sonrisa ladina, esa que se pierde contra sus dedos. Mi reacción inmediata es rozarlos con un vago beso, en parte como una respuesta a lo que expresa su lengua — Entonces podemos decir que ambos estábamos esperando a no cagarla y por eso ninguno dijo nada. Es lógico, la verdad… — ruedo los ojos hasta ponerme bizco y la expresión exagerada de mi rostro es lo que me hace reír — Tal vez esto es como todo lo demás: solo tienes que animarte a hacerlo en lugar de pensarlo demasiado. A veces creo que disfruto más de las cosas cuando no pierdo tiempo meditando cada paso. Y entre todo lo que está pasando, de verdad quiero disfrutar de esto, Syv. Tú sabes, no tiene por qué ser todo negro, hay cosas que ellos no nos pueden quitar — los minutos que compartimos siguen siendo meramente nuestros.

Eso me hace echarle un vistazo al cielo en llamas. Con un movimiento decidido me pongo de pie y salto del marco para regresar al interior de la fábrica, mis pies apenas se oyen cuando tocan el suelo y tiro suavemente de su mano para ayudarla a entrar conmigo — ¿Tienes alguna de tus películas para mirar? ¿Aunque sea en el teléfono? — pregunto, tomo su mano restante para sostener ambas en busca de algún sitio cómodo, sea cual sea, es libre de elegir — Podemos tratar de tener una noche como las de antes. Me muero por saber qué sucederá a continuación en alguna novela rosa de las que ya no miro. Y si me duermo, siempre puedes despertarme o contarme luego lo que ha sucedido. ¡No valen las cosquillas! — con un apretoncito, la dejo ir. Necesito mis manos para cerrar la ventana, esa que silencia los ruidos de la calle y que nos cubren del mundo real, al menos por esta noche. Hoy, quiero que seamos nosotros, sin darme cuenta.
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Hay diferencias profundas y filosóficas sobre lo platónico y lo real — apunto, lo que no creo es que alcancen las horas que le restan a la noche para debatirlas, —básicamente es poder tocar a la otra persona, es… no, no estoy hablando de…— procuro aclararme, trastrabillando con mis propias palabras, —es esto de poder tocar a alguien—, para ilustrar lo que quiero decir presiono mi dedo en la punta de su nariz, así como hace un rato lo piqué en el hombro. —Y todo lo que viene luego como abrazos, besos, ¿no hace falta que me ponga a enumerar, verdad? No, mejor no— me interrumpo y me contesto a mí misma, esto debe ser lo complicado de los platónicos que poca gente entiende. Hay personas con las que nunca llegas a experimentar nada de esto, pueden estar a una vereda de distancia y lo mismo daría que estén a siete distritos de distancia, y luego hay una persona que llega como abriéndose paso a contracorriente para abrazarte. No importa que no encaje con todo lo que creíste que debía ser y meneo mi cabeza de un lado al otro. —Solo mencioné lo viejo, el resto está bien— bromeo.

Suena lógico, suena comprensible que ninguno haya pensado en decir palabra, aceptándolo como algo que se quedaría latente entre nosotros, ya que en silencio no importunaría a nadie. No debería sorprenderme que acabáramos hablando de ello y sincerándonos, porque esas son las cosas que pasan cuando te gusta tu amigo, estas cosas también las hablas con él. —Por pensar demasiado estuviste a punto de hacerte una cuenta falsa de Wizzardface con fotos simpáticas de perro y otras sin camiseta. ¿Te das cuenta? Pensar demasiado te estaba yendo hacia otra parte…— trazo una línea en el aire con la mano y luego la devuelvo sobre mi pecho, —y no hacía falta ir tan lejos— acabo, encogiéndome de hombros. —Las cosas simplemente pasan— murmuro, es lo que puedo sacar en conclusión de todo lo que ocurrió, una cosa llevó a la otra, y se avanza más que solo pensándolas. —Y no, ¿por qué tendría que ser todo negro si hay muchos otros colores?

Y todos forman parte del cuadro, el naranja también que resplandece fuera de la ventana, pero se pueden agregar otros tonos. No se cubre un color con otro, se pinta en otra parte del lienzo y se van creando los contrastes. Porque así son todos los paisajes, de todos los lugares del mundo, una mezcla de colores. Me bajo del alfeizar para seguirlo y encontrar algún sitio dentro de esta fábrica que a veces se siente a desbordar de personas, donde podríamos sentarnos a recrear esos momentos en que mirábamos películas para pasar el rato, por distinto que sea todo. Nosotros también. Habrá cosas a las que podremos sujetarnos y otras que van cambiando, mirar una película todavía sigue siendo algo que podemos contar entre lo primero. —La única que me quedó es la del Stand de Amortentia, ni siquiera me acordaba de tenerla ahí. ¿Miramos esa?— trato de que no me delate una sonrisa, para probar en broma si es capaz de mantener el plan de medianoche si las opciones se reducen a esa. Cuando la ventana se cierra todo lo que está pasando más allá de nosotros, vuelvo a recoger su mano con la mía y disfruto de la calidez del contacto. Eso es lo que dijimos que haríamos, ¿no? Disfrutar de cada uno de estos momentos que son oportunidades en sí mismas, porque nos pertenecen a nosotros, no a ellos, a nadie más, sólo a nosotros.
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