The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Silencio. Como odiaba el silencio.

Ojalá se pudiese eliminar el silencio de la existencia. Muchos lo disfrutaban pues lo veían como relajante, como una oportunidad para encontrarse a ellos mismos, pensar, ser felices. Para ella el silencio era una abertura para que todos los pensamientos negativos que pudiese tener entraran a su cabeza sin darle oportunidad alguna de controlarlos, manejarlos. Eran pensamientos sumamente autodestructivos y le causaban severas crisis a medianoche. Aún no entendía como no tenía un rostro gris y cansado y una ojeras inmensas a pesar de no descansar bien y beber y drogarse como si no hubiese un mañana.

Quizá era la sangre de veela que corría por sus venas que mantenía su belleza intacta sin importar cuánto de deteriorara internamente. Tenía muchísimas ganas de golpearse cuando se veía en el espejo a medianoche, se sentía como un fantasma y no se debía solo a su tez pálida, ojos claros y cabello gris. Podía hasta decir que tenía un aura fantasmal.

Era fin de semana y la chica estaba cansada ya de soportar el silencio, últimamente no había encontrado ninguna fiesta o reunión a la que acudir y su gato Aleister aunque le hacía compañía y se restregaba contra ella en una manera muy linda de ofrecerle su amor y a la vez pedirle atención; no era suficiente para calmar su ansiedad interna, necesitaba salir pero no sabía a dónde. Quizá era buen momento para revisar sus libros de magia y ver qué actividades podía hacer para la próxima semana para sus alumnos mayores, quiénes estaban cansados ya de tanta tarea que les estaba mandando y quería hacer algo interesante por ellos. Sin embargo, los libros en su casa no le convencían, eran muy técnicos y necesitaba algo más práctico, su materia, al fin y al cabo, tenía mucha práctica.

Decidió salir a la biblioteca y ver qué podía encontrar de interesante. Por suerte no tenía que caminar hasta allá pues la red flu recién arreglada podía hacer todo el trabajo por ella. Dijo el nombre, lanzó los polvos y pronto estaba en la biblioteca, con un montón de libros volando a todos lados, uno le dio un ligero golpe en la cabeza y pareció inclinarse en forma de disculpa. Completamente normal, cosas más extrañas había visto en alucinaciones. Rápidamente encontró volando el libro que buscaba, quizá lo había llamado otra persona pero ya lo había perdido. Lo hojearía unos minutos y lo dejaría seguir volando. Fue a sentarse en una mesa larga y vacía con el inmenso libro de encantamientos y transformaciones, aunque ya conocía el contenido, parecía este contener dibujos y actividades, casi como un libro para niños. — Espero a los estudiantes de segundo curso les interese jugar como niños un día.
Anonymous
Oliver T. Helmuth
Creo que llevaba al menos media hora sentado en la misma posición, todo despatarrado sobre uno de los sillones de la biblioteca, y con demasiados libros acerca de las carreras y los oficios del futuro como para poder recordar qué cosa pertenecía a qué. Y uno podría pensar que era muy temprano en el año para tratar de pensar al respecto, cuando la realidad es que era terriblemente tarde. Más aún cuando una niña que todavía no cumplía catorce ya tenía definido no uno, sino dos caminos que quería seguir. ¡Y ni siquiera cuando se graduase! Por lo que me comentó, Meerah ya estaba invirtiendo en un línea de ropa que quería lanzar el año entrante. ¡Una niña! ¡De trece años!

Suspiro y cierro el doceavo libro que he consultado en lo que va del día, que resulta ser el ¿octavo? probablemente el octavo que decía más de lo mismo. Ya había hecho decenas de test online y pruebas de orientación vocacional… y nada. No quería ser jugador profesional de quidditch porque si bien amaba el deporte, para mí era un hobbie y no una profesión. Entrar al ámbito de salud como mi padre me aterraba; y si bien la tía Elo (¿o era mamá ahora?) me decía que tenía madera para ser profesor, yo estaba seguro que no podría jamás con todo un aula de adolescentes cuando a duras penas y podía con un equipo de siete personas.

¿Auror? Tenía que admitir que era una de las ideas con las que más fantaseaba, pero no sabía si sería capaz ni si poseía el talento suficiente y, a fin de cuentas, era un cobarde. Y aunque la idea de ser cazador me atraía, el dedicarme a estudiar a criaturas como los hombres lobo, o las mujeres lobo si íbamos al caso, me recordaba demasiado a aquella noche desastrosa que había terminado de cambiar por completo la vida de Maeve.

Resignado, empujo todos los libros hacia el centro de la mesa y dejo caer allí mi cabeza, teniendo aún menos idea de qué hacer acerca de mi futuro que cuando entré aquí. Gruño y suelto un resoplido antes de decidirme a levantarme, mandando a volar todos los libros con el hechizo que corresponde para que se ordenen, y meto mis manos en los bolsillos, agradeciendo el encantamiento extensor que me permite guardar la varita con facilidad. Y estoy por irme, pero una voz que me resulta vagamente familiar me hace girarme sobre mis talones hasta ver a la nueva profesora del Royal. No tan nueva siendo que llevaba semanas en el puesto, pero lo suficientemente nueva para no ostentar el cargo desde Septiembre. - Puedo asegurarle que los de segundo curso queremos ser más adultos que niños hoy en día. - La interrumpo.- Buenos días, profesora… ¿Grimaldi? Lo siento, siempre tengo problemas con los nombres.
Oliver T. Helmuth
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Invitado
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Era de esperarse que se consiguiese a al menos uno de sus estudiantes en esa biblioteca, lo que no esperaba era que la reconociesen, incluso con su estilo de vestir "extravagante" no llevaba tanto tiempo allí como para ser recordada, aunque no se acordase de su nombre inmediatamente, igualmente le agradaba que el chico se tomara la molestia de memorizarlo. — Buenos días, sí, Dioni Grimaldi, esa soy yo...y espero que no te moleste mucho si te digo que yo sí que no me acuerdo de tu nombre — soltó una risita apenada. — son muchos rostros que memorizar, muchos nombres que aprenderse y tengo que empezar a hacerlo, no quiero andar confundida por todo el colegio.

Tras escuchar su nombre le dio unas palmaditas a la silla a su lado, ofreciéndole sentarse con ella un rato. — Tranquilo que no muerdo, me parece el momento perfecto para revisar lo que estás diciendo...sobre que a los de segundo año no les interesa jugar como niños. — alzó ambas cejas, cerrando el libro que tenía en las manos para pedir otro de encantamientos intermedios, que vino volando alegremente hacia sus manos, chocando a un par de personas en su efusivo vuelo. No sabía si todos los libros que tocaba los volvía tan torpes como ella, parecía ser una maldición porque ninguno de los que había usado en todas las veces que había ido a la biblioteca parecía estar muy bien de la...cabeza...en sentido figurado. — Estos son todos los encantamientos que deberían aprenderse este semestre, este...se supone que es el mismo libro que tienen todos los estudiantes de segundo año, así que debería funcionarme para mis propósitos. — sus manos atraparon el libro que revoloteaba como lechuza emocionada a su alrededor y lo abrieron, pasando las páginas introductorias para revisar el índice. Sus ojos rondaron por todos estos encantamientos, absolutamente todos los conocía y los manjeaba, no había ningún nuevo añadido de último minuto, por suerte para ella, no quería pasar pena frente a sus propios alumnos.

Tomó el libro y se lo pasó a chico, abierto en la página del encantamiento Patronus — Estoy casi segura de que pocos en segundo curso ya dominan su patronus. Y esto es sumamente importante sobre todo ahora con la guardia nocturna rondando. Al menos así se sabrán defender si por alguna razón tienen la mala suerte de estar fuera de la hora en la calle. Esperemos que eso no suceda, los dementores no son criaturas agradables. — Y vaya que lo sabía, ya había lidiado con varios por andar bebiendo de noche, lidiar borracha o drogada con un dementor era mucho peor que hacerlo estando en todos tus sentidos. Tomaba muchísima más concentración invocar el patronus. Suspiró. No quería pensar en eso. — Dime... —  se inclinó ligeramente hacia él, expectante. — ¿Qué piensas qué sería una buena idea para explicar esto de manera amena sin que parezca un juego para niños, hm. —  alzó una ceja, clavando sus ojos azules en los de él, divertida.
Anonymous
Oliver T. Helmuth
No puedo decir que me moleste que no conozca mi nombre ya que como dije, llevaba poco de dar clases, y nosotros éramos demasiados mientras que ella era una sola. Pero puede que, en el fondo, un poco me picase en el orgullo ya que Transformaciones era una de las materias que más me gustaba y, mal que mal, trataba de participar sino destacar en ella. Eso sin mencionar que siendo el hijo del ministro de salud era raro que no supiesen al menos mi apellido, pero eso no me importaba. Prefería el anonimato al ser reconocido solo por mi padre. - Oliver Helmuth, a su servicio. - Me presento tontamente, llevando dos dedos a mi frente y regalándole un viejo saludo militar y una sonrisa. - Todo a su tiempo supongo. - Que yo llevaba toda mi vida en el mismo colegio, y todavía hay nombres que me costaban o me confundían.

- Me reservo mi juicio hasta futuras referencias. - La profesora de aritmomancia no mordía, pero era una arpía de primer nivel cuando se lo proponía así que, elijo no creer en la palabra de los profesores antes de que califiquen el semestre. Y sí, puede que pasar todavía más tiempo en la biblioteca no fuese lo que tenía en planes, pero me era imposible rechazar su oferta siendo que… bueno, ya me decía Maeve que nunca le decía que no a nadie. Así que, con un poco de resignación tomo asiento a su lado y trato de entender lo que me está diciendo. Y reconozco el libro que nombra ya que tengo una copia descansando sobre mi escritorio, pero no entiendo a dónde quiere llegar hasta que nombra el encantamiento patronus.

Muerdo mi labio inferior con algo de vergüenza ya que yo mismo me encuentro entre el grupo de estudiantes que nombra. Entiendo su punto y su urgencia a querer que aprendamos el hechizo pero…- Nunca pensé que el patronus fuera un juego de niños. Nuestro profesor anterior decía incluso que era un hechizo complicado de realizar. Mi problema particular es el no poder encontrar un recuerdo lo suficientemente feliz como para formar algo más que unas pocas volutas de humo. - Había momentos felices, sí. Pero ninguno destacaba de una manera que me permitiera sentirme abrumado por la felicidad y la seguridad de ese momento. - Creo ser una persona positiva y feliz por regla general es solo que… ¿no hay ningún momento que destaque?
Oliver T. Helmuth
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Invitado
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Qué saludo tan peculiar, jamás había visto realmente a nadie saludar como lo hacía él. ¿Sería algo de familia? Helmuth...Helmuth. Sabía que el apellido le sonaba bastante pero no estaba segura de por qué le sonaba tanto. En parte era porque como su estudiante probablemente leyó ese nombre varias veces, por su rostro sabía bien que él era uno de los que más participaba en clase, intentaría aprenderse su nombre lo más pronto posible. Pero también le parecía haber escuchado a su padre hablar sobre un tal Helmuth en una de sus aburridas chácharas sobre el ministerio en las que solo los aburridos como él parecían interesarse. Ni siquiera sus propios compañeros del Wizengamot parecían estar muy complacidos con la falta de personalidad de él. Era como hablar con una pared, era inteligente, culto, capaz de retener mucha información y conocimiento, pero extrañamente vacío, solo parecía divertirse cuando salía con su madre clandestinamente a lavar dinero, extorsionar y matar.


Chico inteligente...nunca hay que confiar en las apariencias ni en las primeras impresiones. Aunque sean tan impresionantes como yo. — pestañeó rápidamente, dejándole saber que lo decía con un tono de broma, no con arrogancia ni egocentrismo. Las cejas de la mujer se alzaron al ver la reacción del chico cuando comenzó ella a hablar sobre los patronus, ajá, lo había agarrado en su punto débil. Esperaba él la ayudase a ayudarlo a él a mejorar eso.

Los hechizos no son juegos para niños en general, cariño. Como dices, son complicados, todos tienen grados de dificultad distintos pero hacerlos mal te puede costar muchas cosas, la magia es algo muy importante y se debe manejar con responsabilidad. Pero...nada te dice que tiene que ser aburrida. Puedes aprender mientras te diviertes, mientras eres feliz. — se encogió de hombros, sonriéndole. Entendía lo que decía, a ella también le había costado en su niñez lograr su patronus a falta de recuerdos verdaderamente felices. — Está bien, todos tenemos vidas distintas, algunos llevan vidas mucho más felices que otros. Y como digo, si la clase se tratará sobre el patronus necesita ser una clase relajante, con mucha energía positiva, y me fascinaría poder ponerlos a todos a explorar sus pasados en al búsqueda de ese recuerdo o...motivarlos a hacer un nuevo recuerdo feliz — cerró el libro y lo miró fijamente. — Existe algo que estás desesperado por hacer y jamás has podido? ¿algo que desees con toda tu alma?.
Anonymous
Oliver T. Helmuth
Creo que era la primera profesora que, para referirse a mí usaba la palabra “inteligente”. Que no era tonto, lo sabía, pero inteligente no era la cualidad que más destacaban de mí. Sociable, amigable, bondadoso… sí estaba jugando al quidditch tal vez y hasta usaban la palabra talentoso, o hasta estratégico si querían pero no era lo mismo. Y se sentía bien en cierta forma, fuese o no en chiste que destaquen eso de mí. Que va, si Meerah terminaría teniendo razón con eso de que no tenía la autoestima tan alta como yo creía.

- No digo que la magia no sea divertida o que me haga infeliz…- La magia era maravillosa en sí misma, y si bien encantamientos no se me daba de lo mejor, al menos transformaciones me parecía excelente. ¡Y defensa contra las artes oscuras! Incluso pociones tenía su encanto particular, uno que tal vez me costaba ver en un inicio, pero que mal que mal terminaba siendo útil. - ¿Relajante? No sé por qué pero siempre me invade una sensación de inquietud cuando vemos el patronus. No sé ahora que los dementores montan guardia por doquier, pero si tengo que pensar que un patronus es mi mayor defensa contra esas criaturas…- Sí, relajante no es la palabra que venía a mi mente.

Y luego hace una pregunta que me toma completamente desprevenido. ¿Había algo que quería? material seguro que no, no tenía nada que pudiese faltarme. Y lo demás… lo demás eran ideas sueltas, ideologías, deseos generales, nada específicamente personal. Al menos no algo posible de realizar. - No, la verdad es que no creo que me falte nada. Mientras que los que quiero estén bien. - Me encojo de hombros y descarto ideas que se me cruzan por la mente. Como el pedir que no haya más problemas para mi padre, o el desear haber conocido a mi madre. Ninguna de esas cosas era útil al momento de querer convocar un patronus. - ¿Es posible hacer un patronus decente sin un recuerdo especialmente feliz?
Oliver T. Helmuth
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