Casi podía definirlo como una imperante necesidad. Después de conocer algunos datos extras de manos de Robbie su ansiedad en relación a regresar al distrito cuatro habían desaparecido. Obviamente quería ir allí, decirle a su madre y hermano que todo estaba bien, que seguía allí con ellos, pero era demasiado arriesgado dar su cara en un lugar como su distrito de origen, volver a casa. Incluso la idea de volver a entrar en su antiguo hogar la aterraba y molestaba a partes iguales. Aún no era capaz de controlar sus emociones como para tratar de volver o buscar a alguien.

No era complicado encontrar trasladores ilegales o aquellos existentes entre particulares que ofrecían por un módico precio para desplazarse entre los distritos del norte. Y por ello estaba allí, en el distrito cinco. Quería encontrar a alguien, a su ahijado, pero no tenía ni la menor idea de por donde empezar. Si hubiera estado en casa podría haber conseguido el espejo comunicador  y contactar con Benedict, mas se encontraba completamente aislada sin saber cómo encontrarlo. ¿Sabría ya lo de su madre? ¿Pensaría que lo había abandonado? Lo peor era que no podía preguntar a nadie si había visto a uno de los fugitivos buscados por el Gobierno, y no tenía ni la menor idea de por donde empezar, ya que nunca quiso inmiscuirse demasiado en aquellos enredos.

Recogió su pelo en un moño bajo y trató de cubrir su dorado cabello con una gorra desgastada que había encontrado rebuscando entre las pertenencias de la antigua propietaria del apartamento. La chaqueta de color negro quizás destacaba un poco teniendo en cuenta el hecho de que las temperaturas se habían elevado semanas antes, pero no podía caminar por ahí así como así. El tiempo pasó lento mientras anduvo por los callejones del cinco, no consiguiendo nada en absoluto y sintiéndose perdida. Sus pasos cesaron frente a un amplio cartel en el que se mostraban diferentes rostros impresos. Los recorrió con la mirada un par de veces, volviendo a notar aquel extraño picazón en el estómago, uno que aparecía siempre que algo la molestaba de sobremanera. Bien podría arrancarlo y destrozarlo con sus propias manos sin esforzarse demasiado, ¿no era suficiente con todos los medios de comunicación? Apretó las manos hasta convertirlas en un blanquecino puño. Frustrada.

Puede que fuera el momento de irse, cuando comenzaba a sentirse de aquel modo prefería no estar cerca de nadie, mantenerse alejada de todo y todos para poder serenarse en condiciones. Volver otro día era una opción plausible ya que, de todas formas, no había conseguido nada y solo caminaría nuevamente por las mismas calles, mirando en dirección a los mismos callejones y rincones. Quizás ni siquiera estaba allí, el distrito cinco era un objetivo clave y habría sido demasiado estúpido permanecer allí teniendo en cuenta como se habían tornado las cosas en los últimos meses.