OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
Cierre de Temas
The Mighty Fall
Registro General
Erik Haywood
It's a matter of blood [0.4]
Laurence B. Dickens
The Langdons [0.2]
Phoenix D. Langdon
Band of Blood [2.4]
Phoenix D. Langdon
Family with no name — 0-4
Birdie É. Barlowe
Little bróðir — 0.1
Syver A. Nygaard
Williams, Ezra Avery
The Mighty Fall
Gallagher, Cillian Brennan
The Mighty Fall
ÚLTIMOS
TEMAS
TEMAS
Muggles & Squibs
5000 G
5000 G
Extranjeros
4000 G
4000 G
Miembros de Defensa
5000 G
5000 G
Estudiantes
4000 G
4000 G
Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
01.09¿Quieren crearse un nuevo personaje? Aquí pueden encontrar las búsquedas de nuestros usuarios.
31.03No olviden revisar sus MP y pasar por el boletín oficial para ponerse al día con los sucesos de Neopanem.
31.03¡Hay nuevas habilidades disponibles! Podrán leer más sobre ellas aquí.
31.03Estudiantes, ¡los estamos buscando! Pasen a revisar nuestra nueva búsqueda Aquí.
Abril, este año
¿No es increíble como, a pesar del tiempo, el cuerpo recuerda cómo moverse por lugares que no ha pisado en años, cuando la propia memoria no es capaz de darle un nombre a esas mismas calles que recorrí una vez tras otra? Es como si no quisiera olvidar, a pesar de que el tiempo no le ha hecho ningún favor por mantenerlo de esa manera, incluso cuando ni siquiera en mis recuerdos mejor guardados podría situar las direcciones con palabras. Supongo que después de todo, no importa lo mucho que nos esforcemos por dejar atrás ciertos aspectos de nuestra vida, permanecen en la piel como un recordatorio de que no se puede escapar de uno mismo, de dónde crecimos, de lo que nos formó y de lo que somos por ello. No existe tal cosa como el pasar página, no se puede comenzar el siguiente capítulo cuando todavía no se ha asimilado el escrito anterior. Y claro que lo he asimilado, ¿estaría aquí si no lo hubiera hecho? Pero con la asimilación también tiene que llegar la aceptación, y eso es algo que creo que estoy empezando a hacer ahora, cuando por fin las cosas parecen tener un rumbo, que no hay lugar para otra cosa que no sea el progreso.
Hace unos veintidós años que no pongo pie en este distrito, más de eso que no visito el lugar donde está enterrada mi madre. Hoy, que marca el día que ella murió, parece justo que sea así como regrese, cuando no he tenido la ocasión de hacerlo hasta hoy. Bueno, miento, podría haber venido antes, si de verdad lo hubiera querido no me habría hecho falta una excusa tan pobre como esa. La única diferencia que me tiene atravesando en este día y no otro el cementerio es que esta vez sí soy capaz de decir que puedo hacerlo sola. No tiene nada que ver con como lo recuerdo de cuando era niña, cuando el viento y cielo gris no hacían ningún favor por tratar de mantener la paz que se debería transmitir en un lugar como este. El tiempo no es muy diferente de aquel día, aunque sí lo es el sentimiento que me cruza el pecho al recorrer el camino que lleva hasta su tumba. Este lugar poco se parece a otros cementerios que he visto, de los barrios bajos en los que apenas hay dinero como para mantener un sitio como este. Es un buen lugar para enterrar a alguien, me recuerda a un parque, lo cual le da un aspecto más cálido que tétrico, porque la hierba está cuidada, las flores no sugieren que puedan marchitarse a pesar de que el olor las hace reales. Se nota que realmente hay personas que se preocupan por darles un espacio bonito, que invite a entrar y no a huir, como sería lo propio.
Podría decir que fue ayer mismo la última vez que estuve aquí, porque por el aspecto es evidente que hay alguien detrás que se ha dedicado al cuidado de su lugar, no sé si por pura amabilidad de un hueco que lleva siglos sin ser visitado o por trabajo. Probablemente lo último. No importa, me agacho para depositar las flores que he traído conmigo junto a su nombre grabado en el mármol, solo para terminar retirando un par de hojas que han caído sobre el mismo y que esconden debajo otro grabado que no miro con la misma intensidad. Porque ese nombre no debería estar ahí, ni siquiera el de sus hijos, cuando es obvio que ninguno la ha tenido en memoria lo suficiente como para hablar de ella sin que se resquebraje el aire. Tampoco importa, no es eso lo que me ha llevado hasta aquí, ha sido el impulso de la disculpa, una que llega demasiado tarde, pero alguien dijo que tarde es mejor que nunca, de modo que aquí estoy, restregándome las lágrimas con el dorso de la mano a pesar de que me prometí el no llorar, una hazaña que se me ha hecho imposible de cumplir cuando de mis labios brota una disculpa en un murmullo que apenas se escucha. Lo mismo da, porque la única persona que debería escucharla no puede hacerlo, y solo me queda decirle lo que llevo tiempo queriendo formular: que estoy tratando de ser feliz, incluso cuando el sentimiento es egoísta porque yo le arrebaté su felicidad, sin ni siquiera ser consciente de ello. No sé por cuanto tiempo permanezco con los pies en el mismo sitio, incapaz de moverme mientras dejo que sea el aire el que seque mi rostro. Nada es eterno, aunque esa fuera la sensación que daba mirarla, y creo que eso es lo que más duele de todo esto, darse cuenta de que las personas buenas son las primeras en irse.
Aún se preguntaba a sí misma que hacía en el distrito 1. Hacía mucho tiempo que no se acercaba allí pues todas las joyas que necesitaba o deseaba ya las tenía y ninguna de las que usaba tenía ningún valor demasiado alto ya que gustaba mucho de usar cadenas e indumentaria en su mayoría bastante oscura y con un toque juvenil rebelde; las grandes joyas, zafiros, amatistas, diamantes, estaban al alcance de su bolsillo pero simplemente no le interesaban en lo más mínimo. Y sabía que tampoco lo harían cuando tuviese la edad de su mamá, ni la de su abuela. Que Merlín la castigara si se atreviese a ataviarse con joyería extravagante solo por vanidad.
Mientras caminaba por las calles de aquél lugar que según su abuela había sido sumamente lujoso en un época, solo podía notar que todo allí parecía pender de un hilo, para ser el distrito joyero en su mente imaginaba que sería mucho más adinerado. Se le hacía algo triste ver cómo muchas de las personas tenían cara de no estar pasándola de lo mejor, sudados, cansados, el tipo de trabajo al que ella jamás había sido sometida. O bueno, quizá la prostitución podía contar como ese tipo de trabajo.
Caminaba sin rumbo pues, no era mentira, no estaba segura de qué estaba haciendo allí, sabía que se había despertado a media noche y le estaban dando muchas ansias repentinas de visitar ese lugar, jamás en su vida había puesto un pie en él por más cercano que estuviese al capitolio, solo que existía algún tipo de fuerza extraña que la llamaba, que la atraía como un imán. Así que se limitó a caminar en varias direcciones, dar la vuelta en distintos lugares sin saber realmente siquiera dónde se metía, y olvidarse por completo de cualquier peligro existente mientras sus pies hacían todo por ella, decidiendo a dónde querían ir.
En un punto incluso empezó a mirar hacia abajo, hacia sus propios pies con aquellas botas negras altas, podía sentirlo como algo surreal cuando los miraba fijamente, le parecía incluso que ya no era dueña de ellos. Quizá era cosa de magia...o de la cantidad de droga que había ingerido la noche anterior, seguro continuaba en su sistema. Tenía que buscar otro hobby nocturno, este ya la tenía algo perdida.
Finalmente, de tanto ver sus propios pies acabó chocando con algo, era obvio que eso sucedería, es más, esperaba darse de bruces con algún poste hace un par de metros atrás pero por suerte su vista periférica se lo impedía. Levantó la cabeza finalmente y un mareo repentino le pegó. Definitivamente aún quedaba algo de droga en su sistema. Entonces vio que había golpeado una lápida, ¿cómo demonios no se había dado cuenta de que había acabado en un cementerio? ¿habría pisado otras lápidas sin notarlo? maldita sea, ya la estaba doliendo la cabeza de nuevo.
— ¿Sabías que es sumamente grosero golpear a las personas? — le dijo a la lápida, que parecía estar completamente estática sin ánimos de responder. Bufó, ya no existía el respeto. Estuvo por patearla cuando notó cerca de ella a una persona frente a otra lápida mirando al horizonte. ¿Estaría drogada?
No, no podía ser eso. Con cuidado se acercó a la chica, parecía estar en shock o haber sido víctima de un petrificus totalus. PODÍA SER ESO. — Parpadea si no te petrificaron —le dijo a la chica, sacando su varita en caso de emergencia.
Mientras caminaba por las calles de aquél lugar que según su abuela había sido sumamente lujoso en un época, solo podía notar que todo allí parecía pender de un hilo, para ser el distrito joyero en su mente imaginaba que sería mucho más adinerado. Se le hacía algo triste ver cómo muchas de las personas tenían cara de no estar pasándola de lo mejor, sudados, cansados, el tipo de trabajo al que ella jamás había sido sometida. O bueno, quizá la prostitución podía contar como ese tipo de trabajo.
Caminaba sin rumbo pues, no era mentira, no estaba segura de qué estaba haciendo allí, sabía que se había despertado a media noche y le estaban dando muchas ansias repentinas de visitar ese lugar, jamás en su vida había puesto un pie en él por más cercano que estuviese al capitolio, solo que existía algún tipo de fuerza extraña que la llamaba, que la atraía como un imán. Así que se limitó a caminar en varias direcciones, dar la vuelta en distintos lugares sin saber realmente siquiera dónde se metía, y olvidarse por completo de cualquier peligro existente mientras sus pies hacían todo por ella, decidiendo a dónde querían ir.
En un punto incluso empezó a mirar hacia abajo, hacia sus propios pies con aquellas botas negras altas, podía sentirlo como algo surreal cuando los miraba fijamente, le parecía incluso que ya no era dueña de ellos. Quizá era cosa de magia...o de la cantidad de droga que había ingerido la noche anterior, seguro continuaba en su sistema. Tenía que buscar otro hobby nocturno, este ya la tenía algo perdida.
Finalmente, de tanto ver sus propios pies acabó chocando con algo, era obvio que eso sucedería, es más, esperaba darse de bruces con algún poste hace un par de metros atrás pero por suerte su vista periférica se lo impedía. Levantó la cabeza finalmente y un mareo repentino le pegó. Definitivamente aún quedaba algo de droga en su sistema. Entonces vio que había golpeado una lápida, ¿cómo demonios no se había dado cuenta de que había acabado en un cementerio? ¿habría pisado otras lápidas sin notarlo? maldita sea, ya la estaba doliendo la cabeza de nuevo.
— ¿Sabías que es sumamente grosero golpear a las personas? — le dijo a la lápida, que parecía estar completamente estática sin ánimos de responder. Bufó, ya no existía el respeto. Estuvo por patearla cuando notó cerca de ella a una persona frente a otra lápida mirando al horizonte. ¿Estaría drogada?
No, no podía ser eso. Con cuidado se acercó a la chica, parecía estar en shock o haber sido víctima de un petrificus totalus. PODÍA SER ESO. — Parpadea si no te petrificaron —le dijo a la chica, sacando su varita en caso de emergencia.
Mis pensamientos son interrumpidos por unas pisadas lejanas, a las cuales no les doy demasiada importancia y apenas giro el cuello para ver de quién se trata solo para volver a reflejar la mirada a lo que es mi frente. Meto las manos en los bolsillos de mi abrigo con el deseo de protegerlas del fresco del viento, con intenciones de permanecer en el lugar tan solo por unos minutos más. En ese tiempo no esperaba volver a ser interrumpida, menos por la misma figura que hace nada y menos he escuchado murmurar algo al vacío. Por el movimiento que hacen mis cejas es evidente que la miro con algo de inseguridad, como si no supiera del todo a lo que se refiere con ese comentario. Me siento un poco idiota tan solo mirándola y analizándola con la mirada, a pesar de que mi frente pronto pasa a estar un poco arrugada fruto de no saber como reaccionar, porque no hubiera esperado que alguien se acercaría a mí, en un lugar como este, con semejante petición. ¿Qué hace la gente aquí, si no es estar en silencio y acompañar a los muertos?
Es igual, puedo asegurar que desde que me ha hablado no he pestañeado en ningún momento, en contraposición con lo que me ha pedido, y tras varios segundos de duda, me permito el hacerlo para darle la satisfacción de que no me han petrificado. Qué absurdo. — ¿Por qué alguien habría de petrificarme? — pregunto por la simple curiosidad de conocer qué es lo que pasa por su mente para haberse preguntado aquello de una persona que está en un cementerio. Digo, no hay mucho que hacer como para que surja duda de lo que hace alguien aquí, y mucho menos consideraría este lugar como peligroso, en el que pudieran utilizar un conjuro con ese fin. Algunas personas realmente son de lo más extraño.
Es igual, puedo asegurar que desde que me ha hablado no he pestañeado en ningún momento, en contraposición con lo que me ha pedido, y tras varios segundos de duda, me permito el hacerlo para darle la satisfacción de que no me han petrificado. Qué absurdo. — ¿Por qué alguien habría de petrificarme? — pregunto por la simple curiosidad de conocer qué es lo que pasa por su mente para haberse preguntado aquello de una persona que está en un cementerio. Digo, no hay mucho que hacer como para que surja duda de lo que hace alguien aquí, y mucho menos consideraría este lugar como peligroso, en el que pudieran utilizar un conjuro con ese fin. Algunas personas realmente son de lo más extraño.
No...no estaba petrificada. Y ella había pasado por idiota e irrespetuosa. Seguro la chica estaba tranquilamente saludando o hablando con alguna de las personas que estaban varios metros bajo tierra y ahí estaba ella tropezándose con las lápidas, e interrumpiendo los momentos privados de las personas con sus difuntos. Solo servía para cagarla , ¿o no Dioni?
Apenada por lo sucedido, la peligris bajó al cabeza, en señal de disculpa, esto solo logró que se marease y tuviese que agarrarse de ella para no caerse, demonios. Primero hacía ruido, luego la interrumpía y le apuntaba con su varita y ahora la usaba para sostenerse. — Lo siento mucho, lo siento...no me siento muy bien ando mareada, confundida, despistada, algo cansada y me acabo de golpear con una lápida. No podría decirse que estoy en todos mis sentidos en este momento — notó que aún agarraba su hombro y lo soltó rápidamente, procurando no molestarla más de lo que ya había estado haciendo.
— Cuando llegué y te vi aquí tan estática pensé que te habían petrificado o algo, quizá yo solo estoy siendo paranoica, pero bueno...el mundo está muy loco y quería ayudar si... — se calló por un segundo, ya estaba hablando demasiado y probablemente sonaría un poco loca, sacudió un poco su cabeza y le ofreció su mano a la mujer. — Me llamo Dioni, de verdad disculpa por interrumpir, no fue mi intención, la verdad no tengo ni idea de cómo llegué hasta acá siquiera.
Apenada por lo sucedido, la peligris bajó al cabeza, en señal de disculpa, esto solo logró que se marease y tuviese que agarrarse de ella para no caerse, demonios. Primero hacía ruido, luego la interrumpía y le apuntaba con su varita y ahora la usaba para sostenerse. — Lo siento mucho, lo siento...no me siento muy bien ando mareada, confundida, despistada, algo cansada y me acabo de golpear con una lápida. No podría decirse que estoy en todos mis sentidos en este momento — notó que aún agarraba su hombro y lo soltó rápidamente, procurando no molestarla más de lo que ya había estado haciendo.
— Cuando llegué y te vi aquí tan estática pensé que te habían petrificado o algo, quizá yo solo estoy siendo paranoica, pero bueno...el mundo está muy loco y quería ayudar si... — se calló por un segundo, ya estaba hablando demasiado y probablemente sonaría un poco loca, sacudió un poco su cabeza y le ofreció su mano a la mujer. — Me llamo Dioni, de verdad disculpa por interrumpir, no fue mi intención, la verdad no tengo ni idea de cómo llegué hasta acá siquiera.
Mis cejas se mueven con algo más de interés al escuchar hablar a la mujer, mi cuerpo se gira un poco hacia ella y estoy a punto de atajarla con mis manos cuando parece perder la compostura en un movimiento algo torpe que la lleva a apoyarse en mí. No, desde luego que no está en todos sus sentidos, no hace falta que me lo confirme con palabras, su aspecto es suficiente como para delatarlo, incluso cuando su piel ya es de por sí clara. — ¿Te has perdido y llegado hasta aquí? ¿Quieres que llame a alguien? — sueno preocupada por su estado cuando le pregunto, posando mis manos sobre sus brazos con intenciones de ayudarla a que recobre el equilibrio por sí sola, pero no parece que su orientación esté muy por la labor de ayudar. Después de todo, no puedo llegar a entender como ha llegado hasta aquí si no es por desorientación.
Le sonrío como si la interrupción no tuviera de importancia, que no la tiene mucho porque ya estaba por marcharme, haciendo un leve gesto con la cabeza para acompañar la sonrisa. — No hay problema, no me han petrificado así que no tienes de qué preocuparte, pero gracias por la ayuda igual. Solo procura no despetrificar a una persona sin querer. — le advierto en una broma que me saca una curvatura burlona de los labios. La suelto cuando ella misma parece no necesitar de mi hombro para mantenerse en pie, atendiendo a la varita que espero aparte de mí antes de que me lance un hechizo por error, casi alzando las manos como para demostrarle que está todo bien. En su defensa diré que hay varias razones por las que creer que alguien estaría petrificado en un lugar como este, como que no hay un alma cerca y las lápidas no es que den un aspecto agradable.
— Phoebe. — estrecho su mano cuando me la tiende, pero me ahorro el añadir mi apellido como presentación porque no me apetece que haga esa conexión, a pesar de que su nombre es tan peculiar que siento que lo he escuchado en alguna otra parte. Un nombre así no se olvida con tanta facilidad. — ¿Nos conocemos o debemos conocernos de algo? — juraría que alguien me mencionó una cosa que si no me equivoco... Abro mis ojos cuando caigo en la cuenta de lo que es, se me ensanchan un poco las mejillas a causa de eso. — ¿No eres tú el nuevo ingreso del colegio? — como si la conociera de toda la vida, tiro de su brazo para hacernos salir por el pasillo de hierba hacia la salida. — Ven, vayamos a otro lugar. Asumo que no eres del distrito uno si terminaste aquí de todos los sitios que podrías haber escogido, aunque si te sirvo de consuelo yo hace bastante que no piso este lugar tampoco. — veintidós años, para ser exactos.
Le sonrío como si la interrupción no tuviera de importancia, que no la tiene mucho porque ya estaba por marcharme, haciendo un leve gesto con la cabeza para acompañar la sonrisa. — No hay problema, no me han petrificado así que no tienes de qué preocuparte, pero gracias por la ayuda igual. Solo procura no despetrificar a una persona sin querer. — le advierto en una broma que me saca una curvatura burlona de los labios. La suelto cuando ella misma parece no necesitar de mi hombro para mantenerse en pie, atendiendo a la varita que espero aparte de mí antes de que me lance un hechizo por error, casi alzando las manos como para demostrarle que está todo bien. En su defensa diré que hay varias razones por las que creer que alguien estaría petrificado en un lugar como este, como que no hay un alma cerca y las lápidas no es que den un aspecto agradable.
— Phoebe. — estrecho su mano cuando me la tiende, pero me ahorro el añadir mi apellido como presentación porque no me apetece que haga esa conexión, a pesar de que su nombre es tan peculiar que siento que lo he escuchado en alguna otra parte. Un nombre así no se olvida con tanta facilidad. — ¿Nos conocemos o debemos conocernos de algo? — juraría que alguien me mencionó una cosa que si no me equivoco... Abro mis ojos cuando caigo en la cuenta de lo que es, se me ensanchan un poco las mejillas a causa de eso. — ¿No eres tú el nuevo ingreso del colegio? — como si la conociera de toda la vida, tiro de su brazo para hacernos salir por el pasillo de hierba hacia la salida. — Ven, vayamos a otro lugar. Asumo que no eres del distrito uno si terminaste aquí de todos los sitios que podrías haber escogido, aunque si te sirvo de consuelo yo hace bastante que no piso este lugar tampoco. — veintidós años, para ser exactos.
¿Llamar a alguien?, no no, eso era lo peor que podía hacer en su situación, como respuesta a la amabilidad de la chica solo negó con la cabeza, no quería ni imaginar como sus padres responderían a este pequeño incidente, pues, a pesar de estar acostumbrados a la "rebeldía" de su hija, en esos días estaban de muy mal humor y recién salida de la cárcel como estaba tenía el ojo puesto encima, si hacía cualquier cosa que pudiese dejarla a ella misma y por ende a su familia en ridículo, la cantidad de veces que la torturarían sin piedad alcanzaría niveles nunca antes vistos. Ya había sufrido antes la ira de sus padres y el poder de su Crucio, y no tenía ganas de volverlo a sufrir.
A pesar de tener esos pensamientos catastróficos en mente, la broma de la mujer le hizo reír levemente, ¿sería algo malo que despetrificara a alguien sin querer?...bueno, quizá sí si lo hacía y realmente era una persona mala, quizá en un mundo alterno ella sí estaría petrificada frente a una lápida por ser la asesina de la persona en la lápida y una posible asesina serial. Por el momento, parecía tener una conexión con esa persona así que no la culparía de ser una asesina serial...aún.
Bajó la mirada a su varita, de verdad no se había dado cuenta que seguía apuntándole, la bajó inmediatamente y como de costumbre usó su bota para allí guardarla, por suerte tenía una higiene impecable o eso sería bastante asqueroso. A sus padres les desagradaba y hasta le habían dado una funda especial para ella pero se le hacía mucho más práctico y oculto tenerla allí. — Merlín me libre de las despetrificaciones accidentales, ¿sabías que una persona es despetrificada accidentalmente cada año y demanda al despetrificador? — bromeó. Iba a hacer un comentario sobre lo lindo que era su nombre pero abrió los ojos a más no poder al ver que la mujer la reconocía...es más, trabajaban juntas. Se sonrojó, qué horrible que la hubiese conocido así. Se dejó llevar por ella con tranquilidad, parecía de confianza. — Esa soy yo...lamento tanto que me conozcas en estas condiciones, juro que soy buena profesora — suspiró, viendo como el lugar se volvái menos lúgubre conforme salían. — Te seré sincera, anoche fue una noche rara y tomé...algo que no debía y todo parece un sueño, de verdad, solo vine y caminé y me encontré aquí sin saber por qué...tú sí tenías una razón. ¿Visitando a un familiar?
A pesar de tener esos pensamientos catastróficos en mente, la broma de la mujer le hizo reír levemente, ¿sería algo malo que despetrificara a alguien sin querer?...bueno, quizá sí si lo hacía y realmente era una persona mala, quizá en un mundo alterno ella sí estaría petrificada frente a una lápida por ser la asesina de la persona en la lápida y una posible asesina serial. Por el momento, parecía tener una conexión con esa persona así que no la culparía de ser una asesina serial...aún.
Bajó la mirada a su varita, de verdad no se había dado cuenta que seguía apuntándole, la bajó inmediatamente y como de costumbre usó su bota para allí guardarla, por suerte tenía una higiene impecable o eso sería bastante asqueroso. A sus padres les desagradaba y hasta le habían dado una funda especial para ella pero se le hacía mucho más práctico y oculto tenerla allí. — Merlín me libre de las despetrificaciones accidentales, ¿sabías que una persona es despetrificada accidentalmente cada año y demanda al despetrificador? — bromeó. Iba a hacer un comentario sobre lo lindo que era su nombre pero abrió los ojos a más no poder al ver que la mujer la reconocía...es más, trabajaban juntas. Se sonrojó, qué horrible que la hubiese conocido así. Se dejó llevar por ella con tranquilidad, parecía de confianza. — Esa soy yo...lamento tanto que me conozcas en estas condiciones, juro que soy buena profesora — suspiró, viendo como el lugar se volvái menos lúgubre conforme salían. — Te seré sincera, anoche fue una noche rara y tomé...algo que no debía y todo parece un sueño, de verdad, solo vine y caminé y me encontré aquí sin saber por qué...tú sí tenías una razón. ¿Visitando a un familiar?
No, no lo sabía, pero algo me dice que me está tomando el pelo, así que en lugar de guardarme la risa que empieza a acumularse en mi garganta la dejo escapar sin ninguna preocupación. Nos hago salir por la puerta principal del recinto, caminando unos metros más allá, donde ya parece haber más gente y eso es una nueva señal de que no me he parado demasiado tiempo con los muertos si lo primero que quiero hacer es salir de allí. Hago un movimiento despreocupado con la cabeza ante lo que dice, al momento que nos hago cruzar la calle después de un coche. — ¿En qué condiciones exactamente? — le pregunto con falsa inocencia, apenas parándome a observarla hasta que volvemos a estar sobre terreno seguro al otro lado de la acera. Solo después me permito el mirarla de lado, analizando su aspecto un poco más a fondo. — Mientras no incites a los alumnos al consumo de drogas, puedes hacer con tu tiempo libre lo que gustes. — digo sin más, encogiéndome de hombros porque en verdad no es de mi interés el meterme en la vida ajena otras personas, menos con alguien al que conozco de nada y menos.
Lo que le haya llevado hasta aquí es algo que desconozco y que tampoco llego a captar con tan poca información sobre ella, lo que me hace sospechar que quizás en el estado en que se encontraba la noche anterior, algo la hizo venir hasta aquí, independientemente de conocer el lugar o no. — Si no eres del uno... ¿puedo preguntar de dónde vienes? — no es que sea de mi incumbencia, pero siendo que vamos a ser compañeras de trabajo... Que pregunte por mis familiares me hace girar un poco el rostro, en dubitación, aunque no hay mucho que esconder a estas alturas. — Mi madre, murió cuando yo era más joven y desde entonces que no venía a visitarla, algo anoche también hizo que sintiera la necesidad de acudir aquí. — contesto, dándole paso a una sonrisa de complicidad, a pesar de que se delata a sí misma como algo triste. Quizás es porque es una de las pocas personas que me topo por la calle que no tiene ni idea de quién soy, ni sobre lo que ha pasado en los últimos meses con mi familia, pero se siente bien poder hablar de ella sin que sienta que me van a juzgar por ello.
Lo que le haya llevado hasta aquí es algo que desconozco y que tampoco llego a captar con tan poca información sobre ella, lo que me hace sospechar que quizás en el estado en que se encontraba la noche anterior, algo la hizo venir hasta aquí, independientemente de conocer el lugar o no. — Si no eres del uno... ¿puedo preguntar de dónde vienes? — no es que sea de mi incumbencia, pero siendo que vamos a ser compañeras de trabajo... Que pregunte por mis familiares me hace girar un poco el rostro, en dubitación, aunque no hay mucho que esconder a estas alturas. — Mi madre, murió cuando yo era más joven y desde entonces que no venía a visitarla, algo anoche también hizo que sintiera la necesidad de acudir aquí. — contesto, dándole paso a una sonrisa de complicidad, a pesar de que se delata a sí misma como algo triste. Quizás es porque es una de las pocas personas que me topo por la calle que no tiene ni idea de quién soy, ni sobre lo que ha pasado en los últimos meses con mi familia, pero se siente bien poder hablar de ella sin que sienta que me van a juzgar por ello.
Negó con la cabeza. — Los adictos de verdad suelen intentar que las personas que les importan no se acerquen a lo que los tiene así. No desearía que ninguno de mis alumnos jamás tuviese que pasar por una adicción así, ¿de qué serviría dañar más a los jóvenes?, ya están lentamente dañándose y traumándose por culpa de todo lo que está sucediendo ahora. Tristemente estamos en guerra y es algo que no podemos ni debemos negar — se encogió de hombros. Este tema de la guerra estaba segura de que sería recurrente, deseaba poder dejarlo de lado pero hacer eso sería ignorar todos los problemas y vivir en una burbuja de negación que podía llevarla a convertirse en una linda marioneta o en un cadáver de una marioneta. Prefería terminar siendo cadáver de una persona pensante a eso.
— Del Capitolio, ese es mi hogar desde que tengo memoria, mis padres lograron abrirse un lugar bastante grande entre las filas de la gente, eh, "importante" y toda mi vida está allí. Ellos trabajan en el ministerio y hace poco conseguí hablar con Eloise Leblanc y me dio el trabajo. Soy la de encantamientos y transformaciones. — ladeó un poco la cabeza, esperaba que no le molestase que no supiese qué daba ella. Sonrió, la mujer era bastante agradable, le gustaba conseguir gente agradable, era un gran contraste a las personas asquerosas con las que había tratado la mayoría de su vida.
— ¿Quién lo diría? Es obre del destino que quería que nos viéramos en el cementerio — rió para que supiese que estaba bromeando, pero luego lo convirtió en una pequeña sonrisa. — Seguro tu madre fue una gran mujer. — no podía decir que sentía su dolor porque a veces deseaba ella misma acabar con sus padres, los odiaba. Y no tenía a nadie en su familia cuya muerte le dolería, ni siquiera amigos, solo a su gato. — ¿Qué clase das?, a ver si fallo en eso y me ayudas un poco
— Del Capitolio, ese es mi hogar desde que tengo memoria, mis padres lograron abrirse un lugar bastante grande entre las filas de la gente, eh, "importante" y toda mi vida está allí. Ellos trabajan en el ministerio y hace poco conseguí hablar con Eloise Leblanc y me dio el trabajo. Soy la de encantamientos y transformaciones. — ladeó un poco la cabeza, esperaba que no le molestase que no supiese qué daba ella. Sonrió, la mujer era bastante agradable, le gustaba conseguir gente agradable, era un gran contraste a las personas asquerosas con las que había tratado la mayoría de su vida.
— ¿Quién lo diría? Es obre del destino que quería que nos viéramos en el cementerio — rió para que supiese que estaba bromeando, pero luego lo convirtió en una pequeña sonrisa. — Seguro tu madre fue una gran mujer. — no podía decir que sentía su dolor porque a veces deseaba ella misma acabar con sus padres, los odiaba. Y no tenía a nadie en su familia cuya muerte le dolería, ni siquiera amigos, solo a su gato. — ¿Qué clase das?, a ver si fallo en eso y me ayudas un poco
¿Los adictos de verdad? ¿Es que acaso existen adictos que no lo sean de verdad? La miro con algo de extrañeza por como quiere llevar el tema, cuando lo cierto es que no he conocido a nadie que lleve una adicción de manera "legal", por decirlo de alguna manera. Mi experiencia con la adicción se reduce a encontronazos que he tenido con alguno durante mi estancia en el once, y digamos que no eran precisamente personas agradables con las que a uno le hubiera gustado toparse. Ella, no obstante, que parece llevar su problema con total naturalidad, no tiene ningún problema en mostrarme su problema como si fuera algo rutinario, aunque también apuesto que muchas más personas de las que quiero pensar tiene problemas con las drogas. — ¿Y no has buscado ayuda profesional en todo este tiempo? Quiero decir... independientemente de que no quieras dañar a las personas de tu alrededor, probablemente lo estés haciendo igual aunque no seas consciente de ello. — me encojo de hombros, que lo único en lo que me puedo basar es en lo que he aprendido a base de observar. La alusión a la guerra me hace soltar un suspiro, uno que espero no se note demasiado porque tampoco quiero ponerme en mala onda, pero como ella misma dice tampoco es algo que podamos ignorar. — Tristemente la guerra no conoce de edad, nadie está listo para lo que se puede venir con ella, nosotros solo podemos prepararlos lo mejor que se pueda para cuando llegue de verdad. — que, me duele decirlo, parece estar más cerca de lo que pensamos.
Atiendo a lo que tiene para decir sobre dónde procede, alzando las cejas con interés cuando dice que el Capitolio es su lugar desde niña, pues creo que no había conocido a nadie que lo haya hecha. Ahora que la observo bien, quizá su aspecto me tendría que haber dado esa pista. Así que esta es la mujer que ha sustituido al hermano de Chuck en el puesto de trabajo, ni siquiera me sorprende que mencione a Eloise Leblanc como obradora de esa hazaña. — Qué generoso por su parte. — y, realmente lo espero, que no se note la ironía en el tono de mi voz, pero creo que queda como evidente que la mujer no entra dentro de la lista de personas que me agraden. De acuerdo, tampoco la detesto, digamos que me es bastante indiferente, y, en el fondo, llevo tiempo pensando que me debo una charla con ella, ya que Charles no parece que vaya a hacerlo por su cuenta. Asiento con la cabeza porque sí, mi madre fue una gran mujer, en comparación con la ministra que abandonó a sus tres hijos, pero tampoco voy a ponerme exquisita si tenemos en cuenta que mi padre hizo lo mismo conmigo. — Imparto las clases de adivinación, así que quizás sí hayas acertado con eso del destino. — digo a modo de broma, dejando ver una sonrisa entre medias. — Viví por un tiempo en el capitolio, en un apartamento en el centro de la ciudad, pero nunca llegó a agradarme tanto como a vosotros. — regreso al tema sobre la capital, haciendo referencia con esa expresión a las personas que han nacido allí. — Supongo que es cuestión de a lo que uno se acostumbra desde niño, ¿no? — debe de ser eso, lo mismo que me lleva a moverme por las calles del uno como si no hiciera tanto tiempo de la última vez que estuve aquí.
Atiendo a lo que tiene para decir sobre dónde procede, alzando las cejas con interés cuando dice que el Capitolio es su lugar desde niña, pues creo que no había conocido a nadie que lo haya hecha. Ahora que la observo bien, quizá su aspecto me tendría que haber dado esa pista. Así que esta es la mujer que ha sustituido al hermano de Chuck en el puesto de trabajo, ni siquiera me sorprende que mencione a Eloise Leblanc como obradora de esa hazaña. — Qué generoso por su parte. — y, realmente lo espero, que no se note la ironía en el tono de mi voz, pero creo que queda como evidente que la mujer no entra dentro de la lista de personas que me agraden. De acuerdo, tampoco la detesto, digamos que me es bastante indiferente, y, en el fondo, llevo tiempo pensando que me debo una charla con ella, ya que Charles no parece que vaya a hacerlo por su cuenta. Asiento con la cabeza porque sí, mi madre fue una gran mujer, en comparación con la ministra que abandonó a sus tres hijos, pero tampoco voy a ponerme exquisita si tenemos en cuenta que mi padre hizo lo mismo conmigo. — Imparto las clases de adivinación, así que quizás sí hayas acertado con eso del destino. — digo a modo de broma, dejando ver una sonrisa entre medias. — Viví por un tiempo en el capitolio, en un apartamento en el centro de la ciudad, pero nunca llegó a agradarme tanto como a vosotros. — regreso al tema sobre la capital, haciendo referencia con esa expresión a las personas que han nacido allí. — Supongo que es cuestión de a lo que uno se acostumbra desde niño, ¿no? — debe de ser eso, lo mismo que me lleva a moverme por las calles del uno como si no hiciera tanto tiempo de la última vez que estuve aquí.
Ayuda profesional...sí, se le había ocurrido que sería buena idea algún día hablar con una persona que pudiese ayudarla a superar sus traumas. Pero eso era antes de entrar a prisión, cuando simplemente no podía ni sabía defenderse de nada ni de nadie. Ahora no deseaba hablar con una persona que la "AYUDASE" a superar traumas que se suponía que ya ni siquiera tenía tras todo el tiempo que estuvo en rehabilitación fingiendo que todas sus ideas revolucionarias de traición se habían desvanecido mágicamente y ya ni siquiera pensaba en eso. Fingiendo que ya era la perfecta joven adulta que debía ser. Sabía que si intentaba hablar con algún profesional este solo la acabaría delatando y estaría en la cárcel una vez más. O peor aún, muerta. No confiaba en contarle lo que realmente pensaba a casi nadie.
Y no le iba a decir a la mujer que temía que lo que dijese la metiera en problemas, por más agradable que esta fuese. — Ya intenté conseguir ayuda profesional y solo me robaban mi dinero por unos minutos de su tiempo, me decían "ay no eso es malo" y me pedían más dinero para siguientes sesiones de quince minutos porque así de interesados y descarados son. — rodó los ojos, en parte no mentía porque sabía a ciencia cierta que muchos eran así, y su madre se había quejado bastante de que sus "terapeutas" no servían para nada más que succionar su dinero. A pesar de la cantidad exagerada de dinero sucio que tenía su familia, eran personas avaras y tacañas y siempre deseaban conseguir más y más y gastarlo a lo estúpido pero solo en cosas que les importasen de verdad. En el caso de su mamá, ropa y los mejores esclavos.
— Hago lo que puedo por mí misma. Y ahora con todo esto de la guerra, como dices, estamos todos haciendo lo mejor por mantenernos cuerdos. Intento enseñarles bien a mis alumnos y que se vayan a sus casas con todo el conocimiento posible para que, en caso de lo peor, puedan defenderse de todo. — ocasionalmente volteaba a ver lo que no había visto al estar mirando fijamente al suelo casi todo el camino, aún no sabía cómo había pasado por todos esos lugares sin darse cuenta de que estaba entrando a un cementerio. — Usualmente las personas se sorprenden cuando digo que llevo en el capitolio toda mi vida, no solo por lo extravagante que dicen que me veo si no por que no poseo esa forma de actuar tan...prepotente y ególatra de la mayoría de la gente del Capitolio. — rodó los ojos para luego ofrecerle una sonrisita. — Prefiero a las personas de otros distritos, aquí entre nosotras. Son muy estirados en el Capitolio y realmente siempre tienen un ojo sobre ti. Muchos lujos, muchas cosas, pero no sé, no lo veo verdaderamente libre, Queda entre nosotras esto, eh. — puso un dedo sobre su labio para hacer el gesto de "sh" y volvió a sonreír. — La adivinación siempre me pareció fascinante, muchísimo. Pero realmente no me gustaría mucho saber qué me deparará el futuro. Me gusta simplemente vivir el día a día sin preocuparme por profecías si no más bien centrándome en crear en mi presente todo lo que necesito para que mi vida sea buena. No es que no me preocupe por el futuro, solo no quiero saberlo antes de que suceda. Aunque hey...a veces es muy necesario tener una pista.
Y no le iba a decir a la mujer que temía que lo que dijese la metiera en problemas, por más agradable que esta fuese. — Ya intenté conseguir ayuda profesional y solo me robaban mi dinero por unos minutos de su tiempo, me decían "ay no eso es malo" y me pedían más dinero para siguientes sesiones de quince minutos porque así de interesados y descarados son. — rodó los ojos, en parte no mentía porque sabía a ciencia cierta que muchos eran así, y su madre se había quejado bastante de que sus "terapeutas" no servían para nada más que succionar su dinero. A pesar de la cantidad exagerada de dinero sucio que tenía su familia, eran personas avaras y tacañas y siempre deseaban conseguir más y más y gastarlo a lo estúpido pero solo en cosas que les importasen de verdad. En el caso de su mamá, ropa y los mejores esclavos.
— Hago lo que puedo por mí misma. Y ahora con todo esto de la guerra, como dices, estamos todos haciendo lo mejor por mantenernos cuerdos. Intento enseñarles bien a mis alumnos y que se vayan a sus casas con todo el conocimiento posible para que, en caso de lo peor, puedan defenderse de todo. — ocasionalmente volteaba a ver lo que no había visto al estar mirando fijamente al suelo casi todo el camino, aún no sabía cómo había pasado por todos esos lugares sin darse cuenta de que estaba entrando a un cementerio. — Usualmente las personas se sorprenden cuando digo que llevo en el capitolio toda mi vida, no solo por lo extravagante que dicen que me veo si no por que no poseo esa forma de actuar tan...prepotente y ególatra de la mayoría de la gente del Capitolio. — rodó los ojos para luego ofrecerle una sonrisita. — Prefiero a las personas de otros distritos, aquí entre nosotras. Son muy estirados en el Capitolio y realmente siempre tienen un ojo sobre ti. Muchos lujos, muchas cosas, pero no sé, no lo veo verdaderamente libre, Queda entre nosotras esto, eh. — puso un dedo sobre su labio para hacer el gesto de "sh" y volvió a sonreír. — La adivinación siempre me pareció fascinante, muchísimo. Pero realmente no me gustaría mucho saber qué me deparará el futuro. Me gusta simplemente vivir el día a día sin preocuparme por profecías si no más bien centrándome en crear en mi presente todo lo que necesito para que mi vida sea buena. No es que no me preocupe por el futuro, solo no quiero saberlo antes de que suceda. Aunque hey...a veces es muy necesario tener una pista.
Me apena que haya tenido experiencias tan pésimas cuando ha intentado buscar alguien que la ayude con su problema, en especial porque realmente no parece una mujer que quiera dejar que las drogas dirijan su vida, como he visto ocurrir con otros drogadictos que he conocido. Es una lástima que la profesión de la psicomagia tenga tan poco prestigio, lo que me hace replantarme todavía más el hecho de acudir alguna vez a terapia, como Charles ha mencionado alguna que otra vez que debería de hacer. No es que tengamos problemas de dinero, pero si va a resultar en una pérdida del mismo, casi que prefiero ahorrarme la experiencia. — ¿Probaste los grupos de apoyo? Esos suelen ser gratuitos porque los paga el estado, creo, no estoy muy segura, lo cierto es que no he conocido a mucha gente que tenga problemas de drogas aquí en el sur. — en el norte… bueno, es más difícil encontrar a alguien que no tenga una adicción que alguien que la tenga.
— No creo que mi asignatura sirva de mucho a los alumnos en caso de que tengan que defenderse de algo, a no ser que se quieran tirar bolas de cristal a la cabeza o barajar cartas a la cara, pero sí me gusta pensar que la adivinación les hace pensar en el futuro, siempre se tiene uno, incluso cuando quizás no nos lo merecemos.. — sí, me río al principio por la tontería de las bolas, bromeo al respecto porque no es más que la pura verdad, pero también es cierto que mi voz se torna algo más profunda conforme voy hablando. — No considero que la adivinación sea para todo el mundo, escucharás muchas veces alumnos quejándose de tener que tomar la asignatura, habrá otros a los que solo les guste porque el temario no es pesado, pero son pocos los que realmente ponen interés en aprender sobre ella. Con un puesto como el tuyo, tendrás poco problema con los estudiantes, todo lo que tenga que ver con mover una varita siempre llama la atención. — sonrío con gracia. Tuve esta misma conversación con Logan muchas veces en la sala de profesores, tomando café en los descansos entre horas, pero siempre acabábamos en la conclusión de que para gustos colores.
Extiendo las palmas hacia delante para hacerle entender que su secreto está a salvo conmigo, más que nada porque su opinión es muy similar a la mía, aunque tampoco querría caer en el error de estereotipar a toda la capital. — Conocí a alguien una vez que me dijo que cuantas más cosas tuvieras, menos libre ibas a ser, todo lo que nos pertenece termina atándonos a algo, a algún lugar, o incluso a alguien. Supongo que coincide con tu teoría, aunque no tiene por qué ser necesariamente malo. — incluso fantasmas del pasado, algo tan simple como un recuerdo, pueden llevarnos a no despegarnos por toda la vida, y es una de las razones por las que esté aquí hoy, porque me encuentro atada a este lugar y todavía no me siento segura o capaz de soltar y romper el cordón. — Haces bien en pensar así, conozco mucha gente que pudiendo tener las respuestas las busca incluso cuando pueden no ser ciertas. Es… como un modo de ir tachando posibilidades cuando te encuentras perdido. No digo que sea lo correcto… pero es verdad que a veces un empujón en la buena dirección siempre ayuda. — por ser vidente, por tener esta habilidad que he heredado de mis antepasadas, puedo decir que he ayudado a más de una persona con ese empujoncito del que hablo, así como también no lo he hecho tanto con otras cuantas de las cuales preferiría que se pierdan antes que volverlas a ver.
— No creo que mi asignatura sirva de mucho a los alumnos en caso de que tengan que defenderse de algo, a no ser que se quieran tirar bolas de cristal a la cabeza o barajar cartas a la cara, pero sí me gusta pensar que la adivinación les hace pensar en el futuro, siempre se tiene uno, incluso cuando quizás no nos lo merecemos.. — sí, me río al principio por la tontería de las bolas, bromeo al respecto porque no es más que la pura verdad, pero también es cierto que mi voz se torna algo más profunda conforme voy hablando. — No considero que la adivinación sea para todo el mundo, escucharás muchas veces alumnos quejándose de tener que tomar la asignatura, habrá otros a los que solo les guste porque el temario no es pesado, pero son pocos los que realmente ponen interés en aprender sobre ella. Con un puesto como el tuyo, tendrás poco problema con los estudiantes, todo lo que tenga que ver con mover una varita siempre llama la atención. — sonrío con gracia. Tuve esta misma conversación con Logan muchas veces en la sala de profesores, tomando café en los descansos entre horas, pero siempre acabábamos en la conclusión de que para gustos colores.
Extiendo las palmas hacia delante para hacerle entender que su secreto está a salvo conmigo, más que nada porque su opinión es muy similar a la mía, aunque tampoco querría caer en el error de estereotipar a toda la capital. — Conocí a alguien una vez que me dijo que cuantas más cosas tuvieras, menos libre ibas a ser, todo lo que nos pertenece termina atándonos a algo, a algún lugar, o incluso a alguien. Supongo que coincide con tu teoría, aunque no tiene por qué ser necesariamente malo. — incluso fantasmas del pasado, algo tan simple como un recuerdo, pueden llevarnos a no despegarnos por toda la vida, y es una de las razones por las que esté aquí hoy, porque me encuentro atada a este lugar y todavía no me siento segura o capaz de soltar y romper el cordón. — Haces bien en pensar así, conozco mucha gente que pudiendo tener las respuestas las busca incluso cuando pueden no ser ciertas. Es… como un modo de ir tachando posibilidades cuando te encuentras perdido. No digo que sea lo correcto… pero es verdad que a veces un empujón en la buena dirección siempre ayuda. — por ser vidente, por tener esta habilidad que he heredado de mis antepasadas, puedo decir que he ayudado a más de una persona con ese empujoncito del que hablo, así como también no lo he hecho tanto con otras cuantas de las cuales preferiría que se pierdan antes que volverlas a ver.
No puedes responder a temas en este foro.