The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
Invitado
Alguien trajo los bonetes y no sé quién fue, mis sospechas me dicen que fue Hans porque no hay imagen más ridícula que una bola de patas cortas con un bonete en la coronilla, tirada en medio del sillón con la panza sobresaliéndome hacia adelante porque no hay manera de que pueda andar por la casa siguiendo a Mohini, que se encarga de ser quien nos pone a cada uno algo de postre en las manos. Tuve que manotear entre los bonetes y adueñarme del azul antes de que lo hiciera Hans, porque si es mi cumpleaños al menos quiero tener un bonete del color que me gusta. ¡Y más postre! Voy por mi tercer plato raspando con la cucharita el fondo que entre a la bebé y la comida que me he zampado, no sé si habrá lugar para el pastel. Siento a la bebé llenándome toda, mucho más pesada a medida que se acerca la fecha programada por el sanador para la cesárea, con las punzadas en el abdomen que me tienen maldiciendo temprano en la mañana y la de hoy no fue la excepción. Respiro hondo como me han dicho que debo hacer, trato de tranquilizarme que faltan tan solo unas semanas, unos pocos días. Es lo que me digo y trato de mentalizarme para no ponerme a gritar histérica, un esfuerzo que me tiene hosca y silenciosa en el sillón porque de vez en cuando vuelve esa sensación.

No hubiera celebrado mi cumpleaños si no fuera porque hay personas que no requieren de invitación, que mi excusa desde hace un par de años es que todos trabajamos entre semana y este año el que sea viernes me la ha quitado. El tiempo en que lo festejaba en bares como noches para el olvido, era cuando todavía tenía a Rose soltera, salvaje y sin Rorys para que cargue conmigo. Pero con los años, por mucho que quisiera continuar con lo que nos quedaba de una juventud que no conoció límites, para no asumir una adultez que a todos nos iba llegando, mi cumpleaños se mantuvo como ese algo reservado con celo a mi círculo más íntimo. Debe ser a lo que una se acostumbra cuando crece en una familia de dos. Todos los días del resto del año puedes rodearte y perderte entre un montón de personas, pero habrá excepciones que en verdad importan en las que se cierra la puerta y se tira la llave. Los que están dentro son los que cuentan. Le doy la espalda la espalda como es propio de mí, no quiero a nadie en mi casa que me haga poner una cara de que he chupado limón y dejo que mi madre ponga otro platito en mi mano para que siga engordando en paz, que todavía me restan unos días para usar a la bebé de excusa.

Estoy a punto de llevarme una fresa a la boca cuando otra contracción hace que frunza mi cara por el dolor repentino, no es que quiera asustarme, pero no pasó mucho de la última. Con dificultad me levanto del sillón sin decir nada, me sostengo del respaldo con una mano y no miro a nadie en particular mientras cuento mis respiraciones. Todavía me dura la sensación cuando siento extraño mi vientre, como si la bebé estuviera moviéndose, reacomodándose, como viene haciéndolo las últimas en que no puedo dormir salvo que lo haga sentada y con almohadones en mi espalda. Rodeo el sillón en una caminata que espero calme las punzadas, pero el estremecimiento se extiende y tengo que apretar con fuerza la mandíbula. Me viene bien que apaguen la luz para que no se vea mi expresión de sufrimiento, aunque las velas que brillan sobre una torta que creo que viene levitando hacia mí o es que no puedo enfocar con claridad el rostro de quien la sostiene, como tampoco puedo escuchar si están canturreando algo porque me pitan los oídos debido a la única certeza que tengo en este momento. Me sostengo el bajo vientre con una mano, inclinándome un poco hacia delante por la punzada, cuando separo los labios no es para soplar las velas y pedir ningún deseo. —Creo que la bebé va a nacer— gimo con mi voz ahogada.
Anonymous
Hans M. Powell
Ministro de Justicia
¿Crees que me odiará el resto de mi vida si le tomo una fotografía? — murmuro en dirección a Meerah, sujeto a un vaso de soda en lo que me entretengo viendo la imagen penosa de Lara, hundida en su miseria de mujer cerca de la fecha de parto, con un bonete cuyo hilo solo ayuda a resaltar lo mucho que crecieron sus cachetes los últimos meses. Doy un sorbo y le acomodo su propio cono rosa en la cabeza a mi hija, tratando de disimular de alguna forma lo divertido que estoy con mis propias ocurrencias — También consideré que era un poco cruel el traer una piñata, así que deberían tener un poco de simpatía hacia mí y aceptar que podría haberme portado peor — sí, en definitiva voy a tomar esa fotografía. Lo demuestro cuando me vacío la bebida, la dejo a un lado para ser libre de acomodar mi propio bonete y me muevo por la sala, hasta quedarme cerca de la escalera y rebuscar mi móvil con toda la naturalidad del mundo.

Tener un motivo para festejar es más de lo que necesitamos para reunirnos, aunque sea, a comer todas las chucherías que a Mo se le ocurran, porque no vamos a decir que los humores han estado en su punto más alto desde que empezamos con esos preparativos que tanto pavor me han dado desde que los tuve en cuenta. Hay un bolso de emergencia armado en el dormitorio de la bebé, escondido en su armario, con todas las cosas que le fuimos comprando con el correr de los meses hasta que se transformó, poco a poco, en el sitio destinado y montado para una niña que en cualquier momento va a ser completamente real para nosotros. El tamaño de la panza de su madre lo delata, últimamente no puedo abrazarla sin tener que encorvarme para llegar hasta ella, que el espacio íntimo se ve constantemente interrumpido por sus patadas que, a veces, me hacen pensar que la niña está maltratando involuntariamente a Scott. Me pregunto si será muy tarde como para retractarme e informar al sanador que, al final, no estaré en el parto porque dudo poder soportarlo. Mo de seguro puede hacerse cargo de eso.

Estoy muy entretenido tratando de encontrar un ángulo para sacar la fotografía sin ser muy obvio, cuando la mirada de mi no suegra me atrapa en el aire y arqueo mis cejas en falsa inocencia, aunque tardo un segundo en darme cuenta de que en realidad no me está retando (creo), sino que está pidiendo mi complicidad para soplar las velas. Ah, bien, eso es más fácil. Me alejo para tantear la pared hasta que las luces se apagan para hacerle lugar al pastel, cuyas lucecitas se mueven en la oscuridad en lo que busco acercarme para sumarme al canto, con palmas algo descoordinadas si tengo que ser honesto — No te olvides de desear que sobre algo de postre — no puedo contenerme de hacer la broma, pero se me patina un poco la sonrisa burlesca cuando me tengo que inclinar en su dirección para oír lo que ha dicho. Y ahí se me congela el mundo, con ese salto de latido.

Lo primero que busco en la habitación a oscuras, es la presencia de su madre, porque es la persona que más experiencia tiene en estos casos — ¿Estás segura? — pregunto, creo que más estrangulado que de costumbre. Tomo su muñeca para llamarle la atención, creo que incluso con la luz de las velas puedo notarla algo pálida — ¿Tienes contracciones seguidas? ¿Cada cuanto? Que todavía le deberían quedar unas semanas ahí dentro… — no puede adelantarse, ¿o sí? ¿Tenemos esa clase de suerte? — ¡Meerah, llama al doctor! No, no, mejor busca el bolso. Eso, busca el bolso — le chasqueo los dedos a mi hija para que sea quien reaccione, porque creo que si me muevo me voy a ir de culo al suelo. ¿Por qué no me sorprendería que Mathilda vaya a quitarle el cumpleaños a su madre? Si ha demostrado ser complicada desde que era un maní cabezón.
Hans M. Powell
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Tengo una cuchara en mi boca y el segundo plato de postre en las manos cuando Hans se dirige a mí, y si bien por unos segundos no entiendo a lo que se refiere no me cuesta identificar a Lara como su objetivo. - ¿No lo hace ya? He perdido la cuenta de todas las veces en las que dicen odiarse el uno al otro. - Que en un inicio me parecía adorable, pero tras seis meses de hormonas de embarazo, histeria pre-paternal, lágrimas, gritos y portazos (muchos míos en un intento de acallar las voces ajenas), ya me resultaba simplemente agotador. Tenía trece y, al menos un setenta por ciento del tiempo me sentía como la adulta de la casa. - ¿Simpatía? ¡Trajiste bonetes! Podrías haber encontrado mil formas de humillarla con algo de mucho mejor gusto que bonetes. ¡Parezco un unicornio! - Más le valía que no se le ocurriese tomar una foto mía, porque yo no había dudado en retratarlo con su no suegra tratando de alimentarlo pese a que todavía tenía la boca llena de comida y el contorno de los cachetes delimitado por la tira que sostenía el dichoso cono; y sí, tampoco dudaría en subirla a Wizzardface si se atrevía burlarse de mí . Aunque bueno, si él decidía aprovecharse de Lara, podía mandarle esa fotografía en solidaridad femenina o algo así… ¿A quién quería engañar? Se la mandaría de todas formas.

Todavía no termino el postre cuando las luces apagan y es en ese momento que recién reparo en que Lara todavía no ha soplado las velitas. Sonrío, aparto el platito con la cucharita encima y me acerco hasta la cumpleañera. Hans hace una broma que probablemente le valdría un golpe o cuando mínimo una mirada burlona, pero que a mí me hace contener una pequeña risita porque… bueno. El apodo de mi hermana era Muffin, no era muy difícil encontrar lo divertido del asunto. Hasta que deja de ser divertido porque ¿cómo que la bebé va a nacer? Faltaban días, semanas incluso… De acuerdo, había estudiado esto, había visto videos, había… ¿qué había que hacer? ¿Cómo es que Hans recordaba lo que había que hacer?

Me apresuro a seguir sus indicaciones, y corro a buscar el bolso que ya tenía listas y re chequeadas las cosas que Lara y Muff iban a necesitar pero… - ¿¡Dónde está el bolso!? - Grito sacando la cabeza de dentro del placard que compartían. Me habían explicado que lo habían dejado en la habitación, así que debería ser fácil encontrarlo. ¿Por qué no lo estaba encontrando?
M. Meerah Powell
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Riley Kavalier
Durante la primeras visitas a la casa de los Scott me pegaba a Lara como si fuera su sombra, estar a solas en cualquier otro sitio me resultaba incómodo así que me parecía una buena forma de sobrellevar la adaptación. Aquí pasa exactamente lo mismo, es un sitio nuevo con más gente que no conozco de los que sí, pero todos ellos parecen estar reclamando la atención de la cumpleañera así que opto por la segunda persona en la que más confío, y esa es Mo. Así que me paso la tarde repartiendo platos de plástico, bonetes, lavando vasos sucios y rellenando las bandejas que se vacían de papas fritas. Todo sin decir una palabra.

Pero la hora de soplar las velas llega así que saco mi teléfono y comienzo a transmitir la escena por wizzardface, así queda de recuerdo y luego puedo mostrarle a mi ahijada cómo fue el primer cumpleaños de Lara con ella en el mundo, porque puede que siga dentro del cuerpo de mi amiga pero su presencia ya se nota. Pero de repente el video se pone más memorable pues Lara dice una frase que llevo meses con miedo de escuchar... Ya viene ¡Ya viene!

Me quedo duro por unos segundos y el teléfono cae de mis manos. La cantidad de cosas malas que pueden ocurrir son muchísimas ¿Qué tal si se le sale un trozo de líquido amniótico y se le enclava al cerebro? No podemos permitir que eso pase... No. ¿Eclampsia? La verdad es que no tuve tiempo de leer de que se trata, pero el nombre suena aterrador ¿Y si la niña resulta ser mitad vampiro y se abre paso por Lara destruyendo todo su cuerpo como esa película que ví en la televisión el otro día?

Con un parpadeo me obligo a reaccionar y voy hacia Hans para darle unas  palmadas en la espalda - Tu trabajo es llevar la cuenta de cada cuánto son las contracciones, solo debes contar, podrás hacerlo - y dicho eso corro a buscar algunas toallas y... ¿Por qué busco toallas? ¡Esto no es un parto casero! ¿Alguien aquí tiene un auto? Que no podemos aparecerla en el hospital en esas condiciones, el riesgo de despartición es muy alto - Aquí - le dijo a Meerah cuando me topo de casualidad  con el bolso y se lo lanzo quizás más fuerte de lo que debería.

De acuerdo, leí sobre ésto para estar preparado para cuando llegue el momento así que ¿Qué decía el libro sobre criterios de internación para una mamá en trabajo de parto? Recuerdo que el título estaba en naranja y debajo había una serie de ítemos como entre 3 y 5 contracciones cada diez minutos... No puedo depender de eso, le dí la tarea a Hans de contar. También hablaba de cuello borrado pero ¿Qué significa eso? ¿Que tiene la cabeza pegada a los hombros? Y por último... Dilatación de cinco centímetros, eso sí puedo controlarlo - ¡Lara, abre las piernas! Tenemos que ver cuántos centímetros de dilatación tienes ¡Mo, una regla!
Riley Kavalier
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Mohini R. Khan
Aaaaah, pero qué bello es poder engordar a la gente con la excusa de un cumpleaños, ¡si es que tendría que haber hecho más postre! O dejar de servirlo, que, a juzgar por como voy pasando platos a cada cual que veo vacío, parece que ninguno de los presentes ha comido en una semana. Pero tampoco me parece justo que sea Lara la única que esté creciendo en tamaño, todos tienen que engordar al menos dos kilos a mi costa para no hacerle el feo a la embarazada. Que además, ¡están todos muy delgados! Veo que empiezo a llevar bien lo de convertirme en abuela. — Gracias por la ayuda, tesoro, pero no tienes por qué lavar eso, deja que lo haga yo y ve con el resto. — le digo en uno de los momentos a Riley, el pobre no ha dejado mi lado desde que llegó a la casa y, aunque aprecie la compañía, prefiero ser yo la que ponga mano a la cocina.

¿Qué era lo que tenía que hacer yo ahora? ¡Ah, sí! ¡La tarta! Intento hacer contacto visual con mi yerno en lo que parece muy entretenido tomándole una fotografía a mi hija. Hago una nota mental de hacerle una cuando esté borracho en la boda de su hermana como venganza, pero pronto se me pasa la exasperación del momento cuando consigo que me preste atención y me vale un simple movimiento de mis cejas para que entienda a lo que me estoy refiriendo. Poco tiempo pasa después que la sala se encuentra en penumbras y la única iluminación que hay es la del fuego que hago aparecer en las velas con el uso de mi varita. Ya estoy canturreando la canción acompañada del resto cuando un vistazo hacia el rostro de mi hija me delata que algo va mal antes incluso de que diga lo siguiente.

Claro que todo se va al desastre en cinco minutos y por poco no se me cae la tarta al suelo, de puro milagro, tengo que agradecer la velocidad de mis dedos al chasquearlos en el aire con una mano para que se sostenga sola, pero ya todo es un caos y lo que menos interesa es una tarta volando en medio de nuestras cabezas. — ¡Pero qué tonterías estás diciendo, Riley! ¡Un poquito de intimidad, por favor, que es mi hija! ¡ALTO TODO EL MUNDO! — ¿una regla? ¡una regla es la que le voy a estampar en la cabeza como no deje de gritar todo el mundo! Con unos pasos rápidos me acerco a mi hija para depositar una mano cuidadosamente sobre su espalda, apoyo la otra ligeramente sobre su brazo y me inclino un poco con ella para buscar su mirada. — Respira, corazón, inspira y espira, venga, expulsa el aire, tranquila. — ¡que nadie piensa en la pobre mujer y todos quieren hacer algo pero terminan por olvidarse de lo importante. — ¿Estás segura? ¿Qué es lo que sientes? — vamos a conocer los detalles, por favor, bien podrían ser contracciones falsas que nada tienen que ver con lo que son en realidad unas de parto y estamos montando aquí una crisis de cabeza. — ¿Quieres sentarte o prefieres caminar? — lo que sea para distraerla mientras hacen la llamada, que por lo menos no ha roto bolsa y eso, dentro de lo que cabe, es una buena señal. — Respira, respira, no te olvides de respirar, tesoro… quién está tardANDO TANTO EN HACER ESA DICHOSA LLAMADA. — bueno, ahí se fue mi calma.
Mohini R. Khan
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Invitado
Invitado
Todo comienza bien, nadie tiene por qué ponerse a gritar. No tengo por qué ponerme a gritar. Sigue siendo algo que puedo controlar, el dolor que se está volviendo más intenso, así como mis ánimos que se empiezan a agitar. Mis palabras no provocan que Hans caiga desmayado en medio del pasillo como tenía miedo de que pasara cuando llegara el momento del parto, razón de más para querer que sea una cesárea programada, así estará contenido por las enfermeras si insiste en querer entrar al quirófano o tendrá una butaca donde sentarse a esperar si lo superan las náuseas por los nervios. Por un momento en que no nos reconozco, creo que somos los más calmados en toda la sala pese al pánico que nos embarga y muevo mis labios para contestarle, pero no me sale la voz, otro gemido me raspa la garganta al inclinarme por lo que confundo con otra punzada. El descontrol viene entonces, en la desesperación de llamar al sanador, de buscar el bolso, de Meerah corriendo, Riley corriendo, Mohini… ¿DÓNDE ESTÁ MI MADRE? —¡YA VA A NACER!— grito con todo el aire que logro juntar de mi pecho. Retengo la muñeca de Hans para que no se aparte y creo que por la presión de mis dedos se la estoy rompiendo. De todas maneras vamos al hospital, ahí se la arreglarán. —¡CARAJO! ¡ME DUELE!

No puedo creerlo, he visto llegar este día desde la primera vez que me vino la regla y creí que el dolor de mi vientre era el peor de todos, peor que una caída de la escoba desde metros de altura o la primera vez que choqué cuando estaba aprendiendo a manejar. Es un dolor que nace desde adentro, que me atraviesa entera, una única vez, no en un ritmo como debería ser si se tratan de las contradicciones del parto. ¿Qué demonios es esto? ¿Por qué esta bebé no puede nacer como los otros niños? —¡Es por mi culpa! ¡Es porque soy impaciente, por eso ella también es una bebé impaciente! ¡Y por eso quiere nacer ya! ¡Porque se enteró que hay un cumpleaños y cree que es el suyo!—. ¿Estoy llorando? ¿Tan pronto? Todavía no hay lágrimas gruesas en mi rostro, pero la voz se me escucha más aguda y se me está escapando. No sé qué es lo que tengo que contar, ni que es lo que tiene que contar Hans, mi mente no es capaz de recordar todo lo que hemos leído sobre los preparativos del parto. No es el dolor el que me ciega, es la desesperación, pura, cruda, desbordante. Porque el bebé quiere salir y no sé cómo lo va a conseguir, ¡que estamos en medio de la sala de la casa! —¡MO!— llamo a mi madre, claro que ya la llamo, es la única que sabrá que se hace. —¡Ya quiere nacer y yo… yo… NO SÉ!—. No sé nada de esto que se supone que es natural, siempre me costó más entender lo que básico o natural. Pero algunas cosas las tengo claras y a mi mejor amigo le lanzo una mirada asesina. —Yo te meteré la regla por…—, que sé que solo quiere ayudar, como lo hacen todos los demás, ¡PERO QUIERO UN SANADOR! O que mi madre se haga cargo de la situación, eso también está bien.

Mi intento de respirar, corazón, inspirar y espirar, venga, expulsar el aire y… me tiene boqueando como una gallina estrangula, tan solo me falta que me ponga a agitar los brazos en el aire. —Me duele, Mo. Son punzadas aquí abajo…— contesto, frotando la franja adolorida de mi bajo vientre, —es de vez en cuando, pero son muy fuertes. Creo… creo que puedo caminar, quiero sentarme. ¡QUIERO SENTARME!— le ordeno al par de los más altos de la sala para que hagan algo, mientras yo me concentro en inspiraciones largas que me tienen con la boca abierta y luego suspiros capaces de provocar un tornado en la sala. —¿Nadie está llamando? ¿POR QUÉ NADIE ESTÁ LLAMANDO? ¡Olvídenlo! ¡No voy a esperar aquí a que llegue al sanador y me encuentre abriendo las piernas delante de una torta de cumpleaños! ¡NOS VAMOS! ¡Meerah! ¡Ve a buscar el auto!—. No sé por qué la llamo a ella, pero suele ser la adulta responsable en situaciones de crisis y prefiero que maneje ella.
Anonymous
Hans M. Powell
Ministro de Justicia
¡El armario de la bebé! — es lo único que atino a decir, porque creo que estoy apretando los dientes del dolor ya que, al parecer, Scott ha decidido que debe trasmitirme el dolor físico que ella está sintiendo con ayuda de sus dedos. Escucho lo que me dice Kavalier en algún punto de mi espalda, a lo que asiento sin saber cómo contestar porque no tengo la más mínima idea de cómo son las contracciones si Lara no me lo dice… ¡Y en su lugar se pone a gritar como una poseída! — ¡No digas estupideces, Scott! ¡La bebé no tiene esa clase de razonamientos todavía! — que intento ser de lo más logico, aunque me está costando horrores porque los gritos siguen, Riley dice algo de una regla y yo solo puedo mirarlo como si no pudiese creerme que le está pidiendo a mi novia que se abra de piernas en plena sala. Que ya sé que son amigos de toda la vida, pero… ¡Intimidad! Al menos, Mo y Lara lo ponen en su lugar y puedo morderme la lengua en paz.

Al menos, mi suegra es quien se pone al hombro la situación y, muy disimuladamente, uso mi mano libre para ir despegando los dedos que me están dejando el brazo sin circulación. Me sobresalto por los gritos, una vez más, pero lo único que puedo hacer es amagar a tomarla cuando vuelve a chillar y eso me tira hacia atrás — ¡MEERAH NO VA A CONDUCIR! ¡TIENE TRECE AÑOS! — y sí, tengo que gritar a ver si me escucha de una vez, pero es más una imposición de la voz que un grito de espanto — ¡Lara, solo siéntate un momento! Podemos usar la red flú y aparecer en el hospital, si te sientes segura, sería más rápido. E intenta respirar, que tus nervios le harán mal a la bebé — bien, ni siquiera sé si eso es verdad, porque ya me he olvidado de toda la información recolectada durante estos meses. Me parece la única excusa válida para que deje de chillar como loca.

Tanteo, busco mi celular y marco al número del sanador en lo que me lo llevo a la oreja. Mi ansiedad me tiene moviéndome a lo largo de la sala, preguntándome qué podemos tomar, pero lo único que atino a hacer es darle un trozo de torta a Meerah en cuanto aparece por las escaleras — Si Lara no tiene algo con qué calmar los nervios, nos matará — digo simplemente — ¿Y por qué este sujeto no contesta? ¡Ya sé! ¡Llamaré a Helmuth! Debió haber atendido un parto alguna vez… ¿No? — que si tengo que traer a toda la guardia para que ese bebé nazca y su mamá deje de gritar, voy a hacerlo.
Hans M. Powell
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M. Meerah Powell
Fugitivo
Salgo de la habitación y bajo en busca de respuestas cuando Riley me entrega un bolso que no es el que ando buscando. Sí, bueno, puede que me haya pasado un poco con los regalos para Lara, pero estaba en una racha creativa y si bien el bolso tenía ropa para Muff, no era la ropa que iba a necesitar para su llegada al mundo. El grito de Hans me llega y pese a que todavía tengo en las manos el objeto equivocado, corro escaleras arriba a la habitación de la bebé. Dentro del placard se encuentra el dichoso bolso, así que intercambio uno con otro casi que trastabillando en lo que me enriedo al querer hacer todo al mismo tiempo. ¿Cómo era la frase? ¿Vísteme despacio que estoy apurado? Pues bueno, yo estaba apurada y era con justificación, así que esperaba que mi coordinación cooperase un poco conmigo en lugar de complicarme la vida para variar.

Con la correa asegurada sobre mi hombro, vuelvo a bajar las escaleras sin matarme en el proceso, llegando justo para ver a Mo en acción. - ¿Todavía no llamaron? - Eran cuatro personas, ¿qué tan difícil era tomar un teléfono? Lara está llorando, Mo está tratando de calmarla, Riley quiere no sé que con una regla y Hans grita todo lo que yo querría hacer en estos momentos. - ¿QUÉ? - No sabía conducir, ¿debía saber conducir? ¿por qué no había pensado en tomar lecciones para conducir? ¿Cómo…? Voy a entrar en un ataque de pánico con toda la tensión que hay en la habitación, y temo que Lara no sea la única que termine llorando. - ¡La red Flú no es segura! El viaje es individual y podría confundir la dirección. Y si tu no te calmas tampoco la aparición conjunta es posible. - Había leído sobre casos de despartición gracias al estado de desesperación y no iba a dejar que además de sufrir por el dolor del parto, la madre de mi hermana tuviese que esperar a que luego viniesen a buscar una pierna o algo peor. - Puedo llamar a Oliver si es que Helmuth no contesta. - Era su hijo, debía poder localizarlo, ¿no? Sino lo haría la hija de la ministra, o… no sé. Si le decía que viniese al menos él sabía manejar y podría llevarnos. Tenía una moto, no sería muy difícil conducir un auto sin importar la histeria masiva de los ocupantes.

Sacar mi teléfono del bolsillo con un bolso de tamaño monumental colgando de mi hombro era algo difícil, y pese a que me cuesta alcanzarlo, cuando lo tengo en mano no tardo en encontrar el número. - Atiende... atiende...- Tapo uno de mis oídos para ver si podía escuchar algo, y sé que dejo escapar algún "chst" en el proceso que busca callarlos. - ¡Oli! Ay gracias al cielo. ¿Sabes dónde está tu padre? ¡Es una urgencia! ¡Lara entró en labor y...! CHHHHHHSTTTTTTTTTTTT ¡Qué no escucho! - Y no sé cómo planeo callar los llantos, los intentos de desesperación y a mi padre que también anda con el teléfono en la mano.
M. Meerah Powell
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Riley Kavalier
¿En serio están hablando de intimidad cuando la cabeza de una bebé está a punto de salir por sus piernas desfigurando cualquier clase de órgano genital que tiene Lara ahí abajo? ¡Por favor! Hay cosas tan naturales que de verdad hay que dejar de lado el pudor y poner manos a la obra - Tú ya has visto eso - le digo a Hans señalándolo con el dedo - Tú le cambiaste los pañales - continúo señalando a Mo - Yo soy científico y Meerah puede aprovechar la oportunidad para aprender - intento que vean mi punto de vista, pero hay tanto pánico que en la sala que dudo poder conseguir respuestas sensatas.

Me caigo al suelo con el próximo grito y de verdad no puedo creer que estén saltando ideas como que una niña de trece años conduzca, que metan a una mujer con dos mentes en un mismo cuerpo a un medio de transporte mágico en donde guía ¡LA MENTE! y que al parecer solamente el ministro de salud sea el único digno de atender el parto de Lara que aún no sabemos si es parto en realidad... Si solo me dejaran usar la regla... Pero no va a pasar, son un montón de cabezotas y no grito tan fuerte como para intentar calmarlos a todos, así que solo observo y llevo la palma de mi mano a la cabeza.

Saco el teléfono y busco en mi lista de sanadores, la primera que aparece es Ariadna pero ni bien levo el dedo al botón de llamar me arrepiento y río nerviosamente, al parecer yo tampoco estoy pensando con claridad - Podríamos llamar a Tadashi y su robot partero ¿Qué te parece, Lara? - pregunto con una sonrisa traviesa. De acuerdo, quizás no es el mejor momento para bromas - ¿Podemos llamar a emergencias como cualquier persona normal? Hay montones de sanadores capacitados - pido pero que va, el caos sigue y mi voz no se hace escuchar.
Riley Kavalier
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Mohini R. Khan
¿Qué carajo está gritando mi hija? — QUE ES UN BEBÉ POR EL AMOR DE DIOS — coincido con mi yerno, pero lo que es evidente es una cosa: ¿cómo va a salir esa criatura normal con los padres que tiene y con la familia que hay detrás? Si es que veo a Meerah capaz de arrancar el auto, aunque mi cara sea un poema y se me estén empezando a subir los calores por las mejillas.  La que va a necesitar respirar voy a ser yo como los que están a mi alrededor no se calmen y empiecen a dejar de decir tonterías, además de un chute de calmantes para rebajar los nervios y el estrés que se me acumula debajo de la piel. ¡Ni que fuera yo la embarazada! — Tranquila, tesoro, tú sigue respirando, eso es, vamos a sentarte. — por si no ha quedado claro por los gritos de loca que está soltando.

La ayudo con mis manos mientras Hans, entre otros, también grita, porque aquí parece que es esa la especialidad de todo el mundo. ¿No hay un hechizo para callar a todo el mundo? Si existe, pasa desapercibido en mi cabeza con todo el griterío. — ¡Nadie se va a ninguna parte hasta que tengamos confirmación médica! ¡Me da igual quién sea el que conduzca o el que vierta polvos por toda la alfombra! ¡De aquí no se mueve ni Merlín! — y sí, eso lo grito para todos uniéndome al griterío mientras termino de aposentar a mi hija de vuelta en el sofá, con las rodillas abiertas. — Ya van a pasar, tesoro, es solo dolor de contracciones falsas, si estuvieras de parto serían mucho peores. — le aseguro, aunque se traduce también como una mentira porque la verdad es que podría ser, tanto como podría no ser.

¿Y por qué mierdas estamos llamando al hijo del ministro y no al ministro en sí? — ¡Traaaaae! ¡Trae aquí el teléfono que voy a encargarme yo misma de que esa panda de vagos atienda! — le pido a Riley, porque tiene toda la razón del mundo y estamos aquí como babuinos tirándonos de los pelos cuando hay una red telefónica disponible para este tipo de situaciones. — ¡Como que me llamo Mohini Rena Khan, y ese bebé no sale de tu vientre hasta que lo diga yo! — claro, porque en caso de dar a luz, el bebé va a hacerme caso. Si no lo hizo mi hija por treinta años, ¿cómo pretendo que lo haga una bola rosa? ¡Pero que me estoy poniendo nerviosa!
Mohini R. Khan
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The whole world at your fingertips · Priv.  IqWaPzg
Invitado
Invitado
Y YO no abriré mis piernas si no es delante de un sanador— le contesto a Riley, poniendo mi condición que suena determinante, y es que se pone a enumerar las razones uno por uno, por las que simplemente debería ponerme a esa tarea, ¿qué viene después? ¿Qué siga pasando lista para que me remarque mi pudor inoportuno cuando no di señales de tenerla en más de una ocasión? Eso es lo que pasa cuando conservas a un amigo por tantos años, puede llegar a ser el mejor amigo posible y el enemigo más temible. En esta casa de pronto todos se vuelven enemigos de los que temer, porque también tengo a Hans poniéndose en mi contra de la nada. Ah, no, espera, siempre está en contra. —¡NO ME GRITES!— le grito, porque me reprende al pedir en medio de mi desesperación que sea Meerah quien maneje el automóvil, ¡si es una chica inteligente! —¡No seas insensible!—, no sé de dónde viene esta acusación dicha en un gritito aguda, al borde de un llanto que se queda en mi mirada, no traspasa ese límite todavía. —No haces más que gritarme todo el tiempo…— murmuro, — ¡Y YO QUE VOY A PARIR A TU HIJA! ¡Aquí mismo en esta sala!—. Si no se apuran en llamar, eso es lo que va a pasar.

Tal parece que todos se ponen de acuerdo para sacar sus teléfonos, ¡si no es hasta que se lo decimos que no lo hacen! Y no, no me moveré de aquí, me niego a moverme de aquí, porque si me desaparezco me voy a particionar y si uso la red flú, ¡también! Estamos atrapados en esta casa, con una bebé que está impaciente por salir, con teléfonos que no funcionan para una mierda ¡y estamos en el 2469! Suerte que hay gente que sí trabaja en cosas más útiles. —¿El robot que es gordito, blanco y mullido? Quiero al robot partero de Tadashi— pido al quebrarme en las primeras lágrimas, y quiero quejarme cuando mi madre dice que estas son contracciones falsas. —¡No estoy exagerando! ¡NO ES DRAMA!— me quejo, que ella siempre me acusa de que hago de cada cosa de la vida una telenovela aparte, de las que mirábamos cuando era niña y nos sentábamos a mirar la televisión. No sé por qué, pero que Mohini prohíba nacer a la bebé hace que se me trabe la respiración, como si al contener la respiración evitara que se saliera. —Quiero el robot partero…— digo con un hilo de voz. Cierro mis ojos para contar mis respiración, por si logro calmarme en lo que tarda en llegar un sanador, un robot, un ministro o este chico que no sé si es el novio de Meerah, ¿por qué no me lo dijo? Froto mi panza con caricias suaves hasta que los espasmos de dolor van desapareciendo y espero a sentir la siguiente contracción que no llega. —Tal vez… tal vez haya sido una falsa alarma— musito con tanta vergüenza, que vuelvo a usar un tono desesperado cuando siento una punzada distinta. —¡NO! ¡ES REAL! ¡VA A NACER!—. Pero no es el vientre el que me duele, sino la boca del estómago y me tengo que encorvar un poco por el malestar. —Creo que algo me cayó mal—, no, claro, no es que haya comido demasiado, para nada.
Anonymous
Hans M. Powell
Ministro de Justicia
¿Por qué son todos tan insoportables? ¿Por qué no pueden apagarse así puedo pensar como corresponde? Al menos Lara manda a la mierda a su mejor amigo antes de que lo haga yo, lo malo es que pronto se pone en mi contra y tengo que poner mi mejor cara de pan, alzando las manos — No te grito todo el tiempo… ¡Que no entiendes que estás delirando! — y como su madre se pone de mi lado, la señalo para ver que no soy el único con la misma opinión. ¿Y por qué Meerah está llamando a ese crío? ¿Quién demonios es Tadashi? ¿Lara lo ha mencionado o es otra persona que se ha pasado de mi lista de cosas que me olvido que me cuenta? — Que estoy tratando de llamar… —  es lo único que puedo decir, que Mo ya se está poniendo la situación a cuestas y lo único que puedo hacer es apretar el botón de llamada a ver si Nicholas me atiende, aunque lo dejo en altavoz para poder inclinarme delante de Scott y darle unas palmaditas de consuelo en la rodilla.

No sé qué se supone que tengo que hacer, porque su cara parece un poema muy malo y estoy seguro de que debe estar sufriendo demasiado. Sé que leí cada libro que ella me tendió y escuché todo lo que pude en las sesiones de chequeo, pero ahora mismo no tengo cerebro para esas cosas. Es su quejidito lo que hace que me gire para buscar a Kavalier con la mirada — ¿Puedes conseguir a ese robot partero o vamos a esperar a que escupa al bebé? —  que parece que es una falsa alarma, después no, después… grita tanto que me inclino hacia atrás y tengo miedo de irme de culo al suelo, así que hago equilibrio estirando los brazos — Ponte de acuerdo: ¿Son contracciones o vas a vomitar? ¡No podremos hacer mucho ni descubrir lo que sucede si no te calmas y…! ¡NICK! —  porque la voz del otro lado del teléfono me da a entender que mi colega ha contestado, así que le grito al comunicador — Dime que sabes cómo controlar un parto, que Lara… bueno, creo que mi hija va a nacer y… — momento, creo que es solo el buzón de voz.

Lanzo el teléfono a un lado y apoyo las dos manos en sus rodillas, tratando de captar su atención — Mírame. Solo respira. intenta controlar como en tus clases de yoga. Y dime cada cuánto te duele mientras Riley y Mo consiguen ayuda. ¿De acuerdo? Me quedaré aquí — lo cual creo que no es buena idea, porque estoy a su alcance para ligar sus golpes.
Hans M. Powell
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M. Meerah Powell
Fugitivo
¿Pero quién era Tadashi y por qué tenía un robot partero? ¿Eso existía? Había leído cientos y cientos de artículos en los últimos meses con respecto a las embarazadas, pero no creía haber visto nada de robots. Incluso dentro del quirófano era más seguro operar con magia que con tecnología pura. Aunque bueno, parece que Lara entiende de qué habla su amigo, y tengo la duda de hasta qué punto es seguro el robot, y hasta qué punto es un prototipo recién salido del departamento de ciencias. - ¿Tú sabes algo de un robot partero? - La voz de Oli al otro lado del teléfono no me ayuda cuando me garantiza que no tiene ni la más mínima idea de lo que le estoy hablando, y corta la conversación luego de decirme que va a tratar de ubicar al ministro, pero que mejor vaya buscando otro sanador porque ni siquiera está seguro de que su padre haya asistido en un parto para empezar

No sé qué hacer al no poder encontrar ayuda rápida y entro en pánico cuando Lara comienza a gritar que es real y que ya va a nacer. ¿Cómo no habíamos planeado el camino al hospital? ¿Cuántos videos había visto? Tenía previstas hasta las enfermedades que podría contraer Muff en su primer mes de vida y el cómo prevenirlas, pero no el plan para cuando de verdad nazca la bebé. ¿Que tan patético podía ser todo este? Entre cuatro adultos y una joven adolescente no podíamos decidir nada. - ¿Cómo que algo te cayó mal? - ¿La bebé nacía o no? - ¿Necesitas un antiácido? ¿Un antiespasmódico? ¿Vomitar? ¡Ya traigo un balde!- Y corro a la cocina, pero no encuentro ningún balde, solo un bowl con restos de algo que tendrá que bastar.
M. Meerah Powell
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Riley Kavalier
Me quedo con la mandíbula caída cuando Lara pide por el robot partero mullido y blanquito que no es más que un prototipo a medio construir ¡Pero si yo me vengo burlando desde que somos adolescentes! ¿Es que el dolor no le permite identificar el sarcasmo? Para colmo el idiota de Tadashi está a años luz de terminar de construirlo y más porque me negué las mil y una veces que intentó invitarme a que colabore, ahora me arrepiento un poco porque si el robot partero es lo que Lara necesita para calmarse, debería estar aquí - No... Es solo un prototipo de éste tipo, pero puedo ir allí y construirlo en tiempo récord - después de todo es una idea que salió de la cabeza de ese alcornoque así que no debería ser difícil - ¿Voy? Lara, puedo ir a construirlo, solo pestañea dos veces si es lo que quieres - pido pues con tantas contradicciones que larga ya no confío en sus palabras.

Pero creo que no va a ser necesario porque de repente el nacimiento se convierte en un dolor de estómago y creo que no va a largar nada por la vagina, sino que otra cosa por lo que está un poco más detrás. Que Meerah proponga un antiespasmódico no ayuda porque me tardo más segundos de los que debería intentando procesar si eso es peligroso o no... Si de verdad está en trabajo de parto ¿Eso no anularía las contracciones? ¡La bebé se quedaría encerrada en útero de Lara para siempre! Bueno, no, podrían hacerle cesárea pero creo que me está contagiando su dramatismo.

- ¿YA ALGUIEN PUEDE DECIRME SI DE VERDAD VIENE LA BEBÉ O NO? - que las cosas subjetivas no me gustan para nada - ¿Sentiste la bolsa romperse o no? Es como pis... Eso he leído.
Riley Kavalier
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Mohini R. Khan
Por qué, estamos, hablando, de, UN ROBOT PARTERO. ¿Hemos perdido la cabeza o es lo siguiente que nos toca por hacer? No sé si el suspiro que suelto es lo suficientemente grande como para que lo escuchen todos en la habitación, pero de seguro expulso el aire con esa intención, y con la de calmar los nervios también, aunque dudo mucho que funcione para eso último. Al menos, me queda el consuelo de que sí se deciden por hacer esa llamada telefónica, de tal forma que puedo escuchar los pitidos de la conexión mientras acaricio con una mano la espalda de mi hija, como recordatorio de que no tiene que perder la calma. — Por todos los santos… ¡por fin! — suelto con la liberación en la garganta, esa misma que me vuelvo a tragar cuando resulta ser solo el contestador de voz, ¡maldita sea! ¿Es que ni siquiera un ministro puede atender el teléfono? ¡Así está el país!

Me muevo del sofá solo para dejar a Hans en el puesto de relevo, mientras yo me encargo de tomar el teléfono para tratar de llamar a alguien que sí atienda, como los números de emergencia, esos a los que deberíamos haber llamado desde un primer principio. — ¿Hola? ¡Buenas tardes, sí! Mire, resulta que mi hija está de parto, o bueno.. eso creemos, entonces, sería conveniente que… — espera, pongo la mano en el altavoz para que la persona al otro lado no escuche lo que está teniendo lugar aquí dentro porque sí, realmente es un espectáculo de primer calibre y lo cierto es que no me apetece ponernos en ridículo más de lo que ya estamos haciendo, ¡que somos adultos, por favor! — ¿¡Estás indispuesta?! — por favor, que alguien me diga que no hemos montado un dos de mayo solo porque le ha sentado mal algo de mi comida… o porque ha comido demasiado.
Mohini R. Khan
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Invitado
Invitado
¡No estoy delirando! ¡ESTOY DE PARTO!—. O no. Nos apuntamos a esas malditas clases de preparación para el parto y nunca fuimos, en este momento me estoy arrepintiendo de no haber pedido que nos dieran clases extraordinarias los domingos, el único día en la semana que podemos decir que estamos relativamente libres de ocupaciones. Pero, ¿qué clase de futuros padres van un domingo a clases prenatales porque no tienen tiempo? Eso habla mal de nosotros desde el comienzo y ya bastante mal me siento con que las prácticas de hacer leche en biberón me sigue dando leche aguada, como para sumarle más situaciones en las que me puedo sentir mala madre. ¡Una que ni siquiera sabe si está de parto o no! —Riley, por favor, por mi vida, necesito de ese robot partero para abrazarlo— o algo con lo que consolarme, que las caricias de mi madre me vienen bien y me van relajando de a poco los músculos, los espasmos de lo que creí que eran punzadas se van extinguiendo y me doy cuenta que el último se trata de un retorcijón. Tengo a Hans montado en su histeria, que me la apropio, que luego no se diga que no somos tal para cual. —¿Y CUÁNDO YO HE DECIDIDO DE A BUENAS A PRIMERAS QUÉ ES LO QUE SIENTO?— se lo pregunto a él, que me perdonen el resto de los presentes.

Meerah, siempre, es mucho más considerada, y como siempre hace preguntas. — Creo que sólo un balde— pido, no tengo idea de que es toda esta situación como para llevarme una medicina de lo que sea a la boca, ¡¿y si le hago daño al bebé por mi estupidez y la desesperación del resto?! —Meerah, gracias, tú siempre… siempre me apoyas— comienzo a lagrimear otra vez, vaya a saberse por qué, estoy sensible y adolorida, superada por todas las emociones de los pasados cinco minutos, ¡y no lo sé! ¡No sé qué es esto! Tengo a Hans delante de mí, mi madre llamando por teléfono, y lo miro, quiero llorar cuando asiento con la cabeza, me aferro a sus manos al comenzar a contar mis respiraciones, eso ayuda bastante a controlar las arcadas. Porque no, no hay ningún bebé exigiendo salir, no hay bolsa rota, sólo una arcada ácida subiendo por mi garganta.

Empujo a Hans con fuerza para que haga a un lado y me levanto del sillón lo más rápido que puedo para ir corriendo al baño que está en la plata baja, creo que eso responde a las preguntas de la mayoría y deja a Meerah con el bowl en la mano, lo mismo lo agradezco. Estoy demasiada gorda como para arrodillarme y abrazarme al retrete, así que vacío el postre en el lavabo, sujetándome los mechones de cabello hacia atrás. Ay, maldición, que asco. No había tenido estas nauseas desde las primeras semanas que fueron un martirio de vómitos y hormonas. Todos, todos los muffins me han traicionado. Me tardo un par de minutos en sentir que todo vuelve a estar en su lugar, bebé incluida, dentro de mí, para abrir la puerta del baño y salir fuera con la cara lavada, mi cabello también un poco húmedo. —Bueno, ¿dónde quedó mi pastel de cumpleaños?— pregunto, que la hora avanza y creo que ya se nos va a pasar las doce.
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