The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Tengo una tarjeta de invitación a una boda más próxima que lejana entre mis dedos, no he podido no reparar en los nombres que lleva inscritos en la portada, uno por familiaridad con uno de mis compañeros de trabajo, el otro porque no esperaba encontrármelo junto al de la hija de Hermann Richter. Lo diré, toda esta situación me tiene suspirando por enésima vez en lo que lleva transcurrida la tarde de un domingo tranquilo, pensativo en lo que hacer a continuación por diversos motivos. Podría callarme, mantener la boca cerrada como llevo haciendo durante tantos años y actuar como un invitado más que ninguna idea tiene de con quién está relacionado verdaderamente este hombre. La otra parte de mi subconsciente, no obstante, sé que no me dejaría dormir una vez soy conocedor de esta información y de mucha otra que me he limitado a ignorar por mucho tiempo. Es tan simple como que mi cabeza se niega a reconocer que el silencio es la respuesta correcta, cuando en los tiempos que corren, debería ser la opción más sensata.

De manera que, aquí estoy, cargando con una carpeta vieja que guardé hace a saber cuantos años en un armario con la intención de nunca volver a sacarla, pero parece que estos últimos meses lo único que hacemos es lucir las cuentas pendientes del pasado, así que no me queda otra opción que llamar a la puerta de mi vieja amiga, a la espera de que uno de sus sirvientes proceda a darme paso. Le entrego el abrigo ligero que llevo puesto a causa del tiempo primaveral al primer elfo doméstico que veo aparecer y me dispongo a recorrer el largo pasillo de la casa sin indicaciones. Llevo demasiado tiempo viniendo a este lugar como para que el personal sepa que hay confianza entre nosotros. Lo compruebo cuando veo a la mujer que estaba buscando bajar por las escaleras, de modo que le sonrío antes de inclinarme para besar su mejilla. — ¿Cómo estás, Lulu? — que… bueno, siendo honestos no hace tanto tiempo que nos vemos, pero de alguna forma tengo que liberar la tensión que se acumula en mi garganta. — Lamento no haber avisado, ¿tienes cinco minutos que puedas regalarme? — visto lo visto, y vengo a lo que vengo, puede que sea más que eso, así que mejor que no esté muy ocupada esta tarde.

Sin más, me dirijo hacia el amplio salón de la casa con la comodidad de que puedo hacerlo sabiendo que puedo seguirla sin necesidad de más saludo. Mis ojos se van inmediatamente hacia la misma tarjeta que hay en mi casa, una gemela que no dudo en que tiene más hermanas en las residencias ministeriales próximas. Tan solo le dedico un vistazo antes de atreverme a cogerla con dedos nerviosos en un gesto que espero quede natural. — Veo que tú también vas a tener que malgastar tu tiempo en buscar una vestimenta adecuada para la ocasión. — estoy seguro de que en realidad de eso se encargan otros, pero de alguna forma tengo que animarme a arrancar. Honestamente, desconozco si su hijo mediano sabe de la existencia de su madre, si conoce que es ministra porque sé que Eloise Leblanc firmó con su nombre los papeles de adopción. Eso me hace todavía más difícil el pensar si esta invitación supone un paso a propósito o si, por el contrario, es mera cortesía porque uno de los nombres corresponda al de la hermana menor de Hans Powell.
Nicholas E. Helmuth
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
No me sorprende ver a Nick siendo que el llamado a la puerta no fue acompañado de una aparición de Gaspard en mi alcoba segundos después, pero aún así el reproche se nota en mi mirada cuando le devuelvo el saludo. - Estoy cansada Nick… - Dejo escapar un suspiro fingido, y palmeo su mejilla con el mismo cuidado que lo haría si fuese un niño. - Cansada de decirte que no hace falta que llames. ¿Cuántas veces tengo que repetirte que eres bienvenido en cualquier momento? - El regaño es más contra su testarudez que contra su persona, pero cuando llevaba la cantidad de años que teníamos de conocernos, había formalidades que no eran necesarias en lo más mínimo. Al menos lo recuerda cuando se mueve con comodidad dentro de la casa, pero ya no sabía qué hacer con él.

Tardo unos segundos en entender a qué se refiere cuando vuelve a hablar ya que cuando entré a la habitación fui directo a las vitrinas que contenían mis botellas favoritas. Sacando una a medio vaciar y tomando dos vasos de la repisa, camino hacia donde se encuentra y poso mi vista en en la invitación que sostiene. - Todavía no estoy tan vieja como para que no me gusten las bodas. - Es lo único que respondo antes de sacar el tapón de cristal para poder servir. Los hielos los hago aparecer con un movimiento de la varita que siempre llevo en la manga, y para cuando me dejo caer en el sillón ya he llevado mi vaso contra mis labios. - ¿Irás conmigo verdad? Creo que es una invitación más de cortesía que por otra cosa, y pese a que habrá varios de nuestros colegas, sabes que siempre me divierto más contigo.

La vestimenta no sería un inconveniente, lo único que era fastidioso era el tener que saludar a una infinidad de personas que no me caían del todo bien. Ir acompañada me ahorraba esa molestia y no era chiste que prefiriese a Nick antes que a cualquier otro como compañía. - Pareces algo sombrío al respecto, cariño. ¿Alguna objeción con la pareja? - ¿O con alguno de los dos? No estaba acostumbrada a la extraña postura que portaba, casi como si estuviese queriendo evitar y no evitar el tema a la vez. - Si no quieres asistir no será difícil encontrar alguna excusa.
Eloise R. Leblanc
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Sonrío brevemente por esa palmadita en mi mejilla, pero estoy lejos de comentar respecto a lo que dice, me limito a encogerme de hombros desinteresadamente en un gesto que me lleva a revolotear los ojos por su salón. — Pues claro que iré contigo, creía que eso no hacía falta ni decirlo. — la sonrisa que le muestro a continuación se denota mucho más sincera que la que mantengo mientras le doy unos golpecitos a la mesa con el borde de la invitación, tanteando en mi mente con nerviosismo hacia cómo sacar el tema sin que suene muy de sopetón. No obstante, ella misma se encarga de hacerlo, lo cual me da pie a moverme con algo más de soltura en lo que suelto la tarjeta y me digno a coger el vaso con bebida. Es justo lo que necesitaba para liberar tensión, así que me llevo un trago del contenido a la garganta y me apresuro a pasarlo con velocidad hacia mi estómago. — Para nada, se siente un poco surrealista el celebrar una boda con los tiempos que corren, pero supongo que todos necesitamos de algún festejo de vez en cuando. — digo, negando con la cabeza en un movimiento que deja en claro mi postura con respecto a la celebración. Son otras cosas las que me preocupan, más que el hecho en sí.

Opto por no dejarme caer en el sofá, a sabiendas de que si lo hago no me animaré a murmurar palabra, de modo que en su lugar me apoyo sobre la mesa y cruzo los brazos tras terminar mi bebida de otro trago en un gesto que señala cierta inquietud. — Verás, Lulú, quería hablar contigo porque… — por el modo en que cambio de postura queda en evidencia que no tengo ni idea de como empezar esto, supongo que solo me queda saltar a la piscina de a una, sin pensarlo. — Antes de nada, quiero disculparme de antemano porque sé que hacer esto no estuvo jamás en mi derecho. No tendría que haber indagado en tus asuntos cuando tú misma así lo elegiste, y aun así… — nada de esto tiene ningún sentido si no le muestro la carpeta que he dejado en la mesa junto con la tablet, de manera que procedo a abrir el portafolios, ese que guarda los papeles de adopción de sus tres hijos, tan viejos que tengo miedo de que se rompan cuando se los muestro. — Sé que tomaste la decisión de alejarte de sus vidas, pero yo no podía simplemente permitirlo, en caso de que cambiaras de opinión o… bueno, de que necesitasen de tu ayuda, o de la mía, sabes que siempre he estado ahí para ti. — por eso de que yo la acompañara a dejarlos en ese orfanato. No sabría decir si fue la elección acertada, ahora mirándolo desde otra perspectiva, pero en el momento, cuando éramos jóvenes, ella con demasiadas responsabilidades como para cargar con tres más sola, sí creo que fuera la adecuada.

Me aclaro la garganta, dejo que le eche un vistazo a los papeles que incluyen una fotografía antigua en cada archivo a la esquina. También permito que sea ella la que se dé cuenta de que los tres llevan adosados otros papeles que indican la adopción de los tres menores, con el nombre de las familias que los acogieron, incluidas sus firmas. — Mantuve el contacto con el orfanato todo ese tiempo después, hasta que los tres fueron adoptados de una manera u de otra. Intenté seguirles la pista tras el cambio de gobierno, siendo que algunos de ellos eran muggles y… bueno. — el hecho de que no termine la frase creo que señala bastante bien a lo que me refiero con eso, que lo más probable es que hayan terminado en un mercado, o muertos. Me separo un poco de ella para alcanzar la tablet que he dejado en la mesa y la enciendo para tocar con el dedo una carpeta que incluye unos archivos más recientes. — Jacques y Eugene cambiaron sus nombres, aunque eso no resultó un problema a la hora de averiguar lo que había sido de ellos. — paso de un fichero a otro con el movimiento rápido del dedo, mostrándole las figuras de sus hijos mayor y menor en la actualidad. Estoy segura de que tiene que reconocer sus nuevos nombres, pues uno trabaja en el Royal y el otro es una de las caras más conocidas dentro del mundo del espectáculo. — Y en cuanto a Charles… no supe nada de él luego del cambio, lo intenté por mucho tiempo, pero no es hasta ahora que he comprendido que quedó apartado en algún lugar del norte. Supongo que allí fue donde la conoció a ella. — le tiendo el aparato electrónico una vez he terminado de pasar hacia el archivo con sus datos personales, para que sea ella misma la que saque sus conclusiones. — Estos son tus hijos ahora, Eloise, y uno de ellos se va a casar. — que, en otras palabras, se resume en que va a formar parte de la familia de los Powell, lo que la relaciona directa o indirectamente con Richter. No me atrevo a decir más, ni siquiera me acomodo en el sofá una vez he acabado de hablar, demasiado vigilante en sus facciones para ver su reaccionar.
Nicholas E. Helmuth
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
“Los tiempos que corren”. Nunca me gusto esa frase, suena a amenaza, a peligro, a un estado de alerta constante que no me gustaba sentir. Estábamos viviendo una época complicada, sí. Pero si nos negábamos a las simplezas de la vida, como una boda o un cumpleaños, nos olvidaríamos del por qué nos importaba seguir adelante. Habíamos vivido momentos peores, tal vez se vendrían pruebas aún más difíciles, pero cualquier cosa se iría enfrentando a su debido tiempo. Podríamos tener a Aminoff y a Road respirando sobre nuestras nucas, un sinfín de reclamos sobre el escritorio, y estar haciendo malabares con los presupuestos; pero al final del día estábamos bien y era eso lo que importaba. ¿En qué momento me había vuelto tan optimista? Ni yo lo sabía, tal vez después de la seguidilla de ataques ya me había resignado a que tendría que disfrutar lo que tenía mientras podía. La presencia de Nick era una de esas cosas. El solo recordar aquellos días en los que lo creí perdido…

Sabe que no me gusta que titubee conmigo, así que cuando lo hace, sé que lo que tiene para decir no será sencillo y me enderezo sobre el respaldo, preparándome para lo peor. Sino fuese porque había hablado con Ariadna esta misma mañana, tal vez y estaría un poco más preocupada. Lo observo con intriga y trato de no apremiarlo para que apure sus palabras en base a mi impaciencia. ¿Qué sería tan complicado?

Oh…

Tomo los papeles que me ofrece y el mundo entero se me viene encima. Lo escucho, juro que lo escucho, pero las caras que me miran a través de esas viejas fotografías me mantienen sumida en el absoluto silencio. Acaricio el borde de cada una, con cuidado, como si pudiese ver a mis niños delante mío. ¿Cuántos años han pasado ya? No podía decir que pensaba en ellos a cada momento del día, pero… Era más fácil no pensar en ellos cuando no tenía ninguna cosa tangible que me los recordase a cada momento. Nick cambia los papeles y mientras que registro los nombres que veo sobre el papel, ver sus fotos en la actualidad me hacen sentir la persona más ignorante del planeta. ¿No había hablado con Logan Thornfield hace pocos días? Y Jerek… No era una persona que veía mucha televisión, pero no vivía dentro de una burbuja y era obvio que lo había visto actuar. Estaba segura de que en el descanso debía quedar alguna revista vieja con algún artículo sobre él dentro.

¿Cuántas veces me había preguntado por su paradero? ¿Cuántas me había visto tentada a averiguar sobre ellos, para luego desistir por cobarde? No quería saber que les pudiese haber pasado algo malo, prefería vivir en la incertidumbre antes que imaginar un destino peor al que podrían haber sufrido de haberse quedado conmigo. ¿Tan mala habría sido nuestra vida? ¿Tan imposible me habría sido el criarlos estando sola?

Tengo miedo cuando titubea al decirme acerca de Charles, pero cuando me pasa la tableta digital el alivio que me llega al alma es tal que se me termina por escapar un pequeño sollozo. ¡Los tres están bien! Por todos los cielos… Poso mi mano sobre la pantalla, y luego vuelvo a las fotos impresas. Sé que tengo lágrimas corriendo por mis mejillas pero… - Nick… Son… y están… - Apoyo la tablet sobre el sillón y me incorporo en la misma maniobra. Son pocos los pasos que me separan de él, pero cuando los acorto mis manos tardan segundos en encontrar sus mejillas y atraerlo hacia mí hasta que nuestros labios se encuentran. ¡Al diablo con el respeto a nuestra amistad! Ahí mismo, en ese momento, dedido que es imposible el amar a ese hombre más de lo que ya lo hago. - Gracias. No puedes darte una idea de lo mucho que te agradezco que hayas hecho esto. -
Eloise R. Leblanc
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Soy consciente de que pasa más tiempo del que me gustaría en silencio, temo que haya hecho lo incorrecto y se me vaya a desmayar aquí mismo, porque es lo que expresa su rostro cuando la veo que se le escapa un poco el color de las mejillas. Mis ojos la observan clamando una respuesta, da igual un balbuceo o un sollozo, algo que me indique que por lo menos su cerebro sigue funcionando, a sabiendas de que he soltado más información de la que podría asimilar en un momento como este. Pero entonces llega, veo como las lágrimas caen por su rostro y estoy seguro de que mis brazos ya se están moviendo en su dirección para calmar sus nervios en consuelo, cuando es ella misma la que se acerca en un paso que no veo venir hasta que sus labios chocan contra los míos y la sorpresa me deja petrificado una milésima de segundo, balanceando mis brazos en el aire hasta que se dignan a posarse sobre su cintura y una de ellas alcanza a llegar a su cuello para atraerla un poco más hacia mí.

Me encuentro sonriéndole cuando se separa, seguro de que voy a necesitar de algo más de ese alcohol para poder procesar esto, cuando en realidad… ¿no es de las cosas más naturales que hemos hecho en mucho tiempo? Para mí, al menos, así se siente, y es por eso que me reservo de hacer alguna broma al respecto con su comentario. No, en su lugar me limito a volver a buscar el contacto con su boca unos segundos más, le aparto un mechón de pelo del rostro para cuando mis ojos pueden comprobar los suyos en una mirada honesta y una sonrisa en los labios. — No tienes que agradecerme nada, haría cualquier cosa por ti y tu familia, eso creo que lo sabes. — digo, a sabiendas de que ninguno de esos chicos eran mis hijos, no era mi responsabilidad el velar por ellos, a pesar de que lo único que hice fue mantener un hilo fino en caso de que la cuerda se rompiera. No he hecho nada más por lo cual deba conseguirme un agradecimiento por su parte.

Aun así, mis dedos acarician su mejilla hasta bajar nuevamente por su cuello, porque hay ciertas cosas que han quedado claras entre nosotros, pero hay otras cosas importantes por las que debo preocuparme ahora. Empujo su cuerpo contra el mío en un abrazo que pretende reconfortarla, mis brazos rodeando su espalda. — ¿Qué es lo que quieres hacer ahora? — es una pregunta tan simple que apenas parece que vaya a darle tantas comeduras de cabeza, unas por las que estoy dispuesto a ayudar para que no tenga que sufrir por ellas. Me separo un poco para poder establecer conexión con su rostro. — Eres libre de hacer con la información lo que desees, si quieres… no lo sé, ¿hablar con alguno de ellos? No conozco hasta dónde saben que eres su madre, pero no es algo que no pueda averiguar por ahí. — porque sé que son adultos, que probablemente tengan sus vidas planificadas como ya hemos podido comprobar por la tarjeta que reposa sobre la mesa, pero no dejan de ser sus hijos, creo que se ha ganado el derecho como madre a tener por lo menos, una conversación con ellos. — ¿O prefieres esperar? No tienes por qué pensarlo ahora, soy consciente de que es mucha información para asimilar. — me pregunto hasta dónde sabrá Hans Powell que su hermana va a casarse con el hijo de Eloise, o si acaso ella lo sabrá, son tantas las cuestiones que hay para plantearse que solo se me ocurre una cosa más que añadir. — Solo… no dejes que el miedo a lo que pensarán de ti cambie tus decisiones, son tus hijos, Eloise, si quieres conocerlos, que sepan sobre ti, hazte con un hueco en sus vidas. — nunca es demasiado tarde para hacer las cosas bien, por mucho que digan que no es así, yo sé que no hubiera tomado la decisión de alejarlos si no fuera por su propio bien, por darles una vida mejor, aunque la misma se haya torcido para algunos en el proceso. Al final, todos terminamos encontrando nuestro camino de una forma u otra.
Nicholas E. Helmuth
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
En estos momentos no podía recordar la cantidad de excusas que me había autoimpuesto para no disfrutar de este tipo de contacto con Nick, pero a decir verdad poco me importan ahora. Ya era tarde para dar marcha atrás o balbucear cualquier tipo de arrepentimiento que ni siquiera sentía, pero por suerte no obtengo ningún tipo de rechazo de su parte. ¿Acaso creía que lo habría? - ¿Saberlo? me lo has demostrado unas cuantas veces, Nick. Y pese a que no creo que pueda pagártelo nunca, que ya sé que me dirás que no hace falta, espero que tú también sepas que haría lo mismo por tí. - Mordisqueo con suavidad mi labio inferior, saboreando todavía su tacto pese a la ínfima distancia que nos separaba. - Tú y Oliver son mi familia. - No hace falta aclararlo, pero las palabras se sienten bien al pronunciarlas, y me dan el pie para poder saborear nuevamente sus labios.

Me esperaba el abrazo, y en cierta manera me esperaba su pregunta. Lo que en definitiva no me esperaba era la claridad que se había formado en mi mente desde que había soltado toda la información con respecto a mis hijos. - Estoy cansada de esperar. - Balbuceo contra su cuello antes de separarme lo suficiente para mirarlo a los ojos. Quiero sentarme y terminar de asimilar todo lo que me ha dicho, pero sorprendentemente la resolución es sencilla dentro de mi mente y solo me desenredo de su abrazo para guiarlo hasta el sillón. Me siento, levantando la tablet y depositandola sobre mi regazo, mirando primero la pantalla y desviando luego la vista hacia las fotos de la mesa… - Fueron demasiados años de ser una cobarde Nick. ¿No crees que he perdido demasiado tiempo? - Con ellos… con él. Dentro de toda la incertidumbre que nos rodeaba, estaba harta de tratar de caminar sobre un piso seguro que a duras penas y se mantenía en pie.

Tomo su mano y la aprieto en busca de esa presencia que siempre está para mí, dispuesta a acompañarme o a atraparme si es que lo necesito. Y lo necesito en estos momentos, porque siento que voy a correr a ciegas en medio de un laberinto que yo misma ayudé a construir. - Ya no me importa que es lo que vayan a decir de mi. Evité por años las malas lenguas y eso no me sirvió para nada. Si quieren hablar de mi pasado sin saber el por qué de mis decisiones, pues que lo hagan. No les debo explicaciones a nadie… - Trago con fuerza al notar que mis palabras no son del todo ciertas, y por unos segundos me nubla el terror. - A nadie exceptuando a Ari. Quiero conocer a mis hijos Nick, como algo más que una colega de trabajo, una espectadora de un show, o una conocida de la familia, pero… ¿Cómo crees que reaccione Ari? ¿Cómo crees que reaccionen ellos? - Mi deseo, lo que pudiera o no querer no dependía solo de mi persona. Nick podía estar apoyándome, pero si ellos no querían… si perdía a mi hija en el proceso… - No me voy a echar para atrás, voy a buscar la manera de hablar con ellos, pero temo por lo que pueda opinar mi hija. Por lo que puedan opinar ellos… Son demasiadas dudas, NIck. ¿Le molestará a ella el haberle ocultado que tenía hermanos? ¿Le molestará a ellos el que haya podido criar a Ariadna, pero el que haya decidido… abandonarlos? - Mi mente y mis sentimientos no iban a la par, y la adrenalina, la incertidumbre, la lógica y el deseo no podían ponerse de acuerdo sin dejarme hecha prácticamente un desastre.
Eloise R. Leblanc
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Sonrío por ese gesto, agradezco profundamente que podamos dejar las cosas claras, incluso en este momento en el que nada se siente fijo y la necesidad de hacer el bien se ve aplazado por el estímulo depredador de la guerra. Es por eso que la aprieto un poco más contra mí, como si con eso pudiera evitar mis propios pensamientos, cuando es ella misma la que se separa poco después y mis ojos buscan los suyos con la intención de proporcionarle mi más sincera ayuda sin necesidad de palabras. Asiento con la cabeza, no puedo ni imaginar lo que debe estar pasando por su cabeza, más lo siguiente que dice me tiene haciendo justo el movimiento contrario. — No digas eso, no has perdido el tiempo, cada uno necesita de su ritmo para aceptar algunas cosas. Lo importante aquí es que tienes la oportunidad de conocer a tus hijos, sea diez o veinte años después, eso no importa. — no mientras tenga la seguridad de que puede sostenerlos, aunque sea en la distancia, aunque no sepa si la aceptarán por todos los años pasados. Están vivos, tienen un vida que los espera, eso es lo que realmente merece la pena saber. Ahora, es cuestión de cuan valiente se atreve a ser para hacerse un hueco en esas vidas que los tres parecen tener ya pintadas.

Me acomodo en el sofá a su lado, cerca sin apenas apartar la mirada de su figura, no creo que pudiera hacerlo incluso si quisiera. Que deposite su mano en la mía me hace resguardar la suya con la que tengo libre, le doy un ligero apretón antes de pasar a acariciar la piel del dorso. — Ariadna lo comprenderá, estoy seguro de ello, tienes la suerte de haber criado a una hija estupenda, Eloise, no espero que se lo tome de mala manera si eres sincera, con las palabras adecuadas no tiene por qué reaccionar de otra forma que no sea la de apoyarte, ¿entiendes? — me aseguro de que me está mirando para cuando mis ojos persiguen los suyos, casi puedo sentir como mi cabeza se mueve en un ligero asentimiento que pretende llevarla a hacer el mismo gesto a modo de aseguración. — Tu pasado es tu pasado, no podemos escondernos de él, todas las cosas que hacemos terminan volviendo a nosotros de una forma u de otra, no hay una vía de escape posible. Se trata de hacerles frente de la mejor manera posible, aprender a reconocer que no tiene por qué dañarnos, sino hacernos más fuertes. — ¿no es lo que ha pasado con los Powell un ejemplo claro de eso? ¿de que no podemos resguardarnos de aquellos que nos marcaron el camino? Sus hijos han formado parte de ese recorrido, que se hayan desviado por un tiempo no significa que no vayan a regresar a ella.

Aun así, cuando habla de los chicos, tardo un minuto en sacarme una respuesta, tiempo que dedico a apretar los labios en concentración. — Ellos… probablemente querrán saber muchas cosas, no sé si llegarán a comprenderlo del todo en principio, pero Lulú… No tienes que dudar de que has tenido una influencia en sus vidas, aunque sea mínima, eres su madre y tienes derecho a que te escuchen, la sinceridad es mucho más poderosa de lo que nos hacen creer estos días. — donde las mentiras parecen ser mejor validadas, la falsa apariencia de mostrar lo que no somos, pero eso nunca termina bien. — Y yo estaré a tu lado en todo momento, hagas lo que hagas, decidas como tomar el siguiente paso, te ayudaré a conocer a tus hijos, Eloise. — aunque me coma portazos en la cara o miradas molestas. Uno nunca sabe, quizás sus hijos necesiten de una madre tanto como ella necesita de ellos al saber que se encuentran con vida, y bien.
Nicholas E. Helmuth
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
Treinta, no diez, ni siquiera veinte… iban a ser casi treinta años desde que los había visto por última vez, al menos como mis hijos. A Jacques… a Logan lo había visto hace un par de días, y estaba segura de haberme cruzado con Charles en alguna ocasión. No podía decir lo mismo de Eugene, pero sabía que con un par de clicks en la tableta tardaría segundos encontrar alguna de sus películas. ¿De verdad no importaba el tiempo transcurrido? - Eres adorable cuando crees en tus propias mentiras, pero voy a tratar de tener el beneficio de la duda. Al menos hasta que… hasta que pueda hablar con ellos, como se debe. - En caso de que todo saliese horrible, incluso aunque eso me partiese el alma, sabría que lo había intentado. Y aunque no era un consuelo que quisiera tener como tal, sabía que Nick estaría ahí para sostenerme si es que llegaba a derrumbarme.

- ¿Las palabras adecuadas? - Doy un apretón a su mano a causa de la sorpresa y dejo que se me escape una pequeña risa sarcástica. - ¿Cuántas veces has visto que pueda encontrar las palabras adecuadas para hablar con mi hija? Creo que este es el momento en el que mejor nos estamos llevando, y gran parte de eso es a causa de que ella ya no vive aquí y no nos vemos el tiempo suficiente como para discutir. - Sí, había criado una hija estupenda… una estupendamente sorda cuando quería. Éramos demasiado parecidas en ciertos aspectos, y demasiado diferentes en otros. - Le voy a hacer frente a mi pasado, Nicky. Pero no soy tan ilusa como para creer que no voy a lastimarme en el proceso. No hay forma en la que todo pueda salir bien. - Esa oportunidad la había perdido más de veintiocho años atrás, y si bien estoy segura de que cambiaría un centenar de mis elecciones, ninguna de esas sería el no haber tenido a mis hijos. Sí el abandonarlos, tal vez. O el no haberlos contactado antes… pero nunca el haberlos tenido.

Lo escucho hablar, alentándome y dándome ánimos para seguir adelante con lo que me propongo, asegurándome de que va a estar conmigo en cada paso del camino, que no me va a dejar sola. Y le creo, porque es Nick. Si fuese otra persona hace rato habría abandonado la habitación, o me habría reído al pensar que me querían tomar por crédula. Pero Nick… Nick es lo único seguro que tengo en estos momentos, y como si de un salvavidas se tratase, me aferro a él para no ahogarme en mis propios pensamientos. - No creo tener derecho a nada, pero aún así trataré de que me escuchen. Alguno de los tres tal vez esté dispuesto a hacerlo… Y sino. Aunque no me dejen ser parte de sus vidas me conformo con que estén bien. - Recargo mi sien sobre su hombro por unos segundos, pero incapaz de contenerme me giro para  buscar su cuello con mis labios. Escondiendo mi rostro en ese hueco respiro su esencia y trato de encontrar algo de paz. Creo que lo consigo por unos instantes, pero luego un detalle asalta mi mente. - ¡Oh por todo lo que es bueno! Charles se va a casar… y creo que Jacques, Logan está saliendo con mi secretaria. - La misma que antes le hacía ojitos a Nick… ¿Cómo debía reaccionar a eso?
Eloise R. Leblanc
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Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Mi mirada se va un poco hacia abajo en lo que una sonrisa débil escapa de mis labios por ese comentario, porque si estaba mintiendo, lo cierto es que no era mi intención en lo absoluto. Sí creo que cada uno es consciente de las consecuencias que traen nuestras propias acciones, asumirlas es parte de ese proceso y a cada cual le puede llevar más tiempo. Lo bueno de esto es que ella tiene una oportunidad de hacer las cosas bien, no hay mucha gente que pueda decir eso estos días, donde parece que perdemos amigos y familiares tan fácil como el aire que respiramos entra por nuestros pulmones. No tenemos que olvidarnos de lo afortunados que somos, de que ella lo es, puesto que sus tres hijos han salido adelante pese a las circunstancias en las que se vieron. Es por eso que debe tomar la iniciativa esta vez, aprovechar que la vida le ha hecho toparse una segunda vez con todos ellos.

Me limito a asentir con la cabeza, le doy la razón porque hay detalles entre su hija y ella que prefiero dejar al margen, porque no soy quién para meterme en su relación, a pesar de que no es más de lo que llevo haciendo por años. — Bueno… date una oportunidad, quizás vaya mejor de lo que piensas. También debes ponerte un poco en su posición, no es fácil enterarte de que tienes tres hermanos cuando recién estás empezando tu vida adulta. No digo que vaya como las rosas, pero… es una mujer comprensiva, y quizás suene un poco atrevido con esto, pero no te juzgará por ello. — ¿quién podría, después de todo? Aquellos que no conocen la historia completa, por supuesto, a esos les encanta darle a la lengua con tal de escuchar algo de morbo de las personas más importantes del país. Pero no Ariadna, ella no es así, puede llevarse mal con su madre en ocasiones, querer tirarse de los pelos a su costa, más es sabido que se quieren, y cuando uno se quiere, siempre hay un lugar para la comprensión. — Puede que no, o puede que sí, eso no lo sabrás hasta que lo intentes. Y lo más importante aquí, por encima de todo, es eso. — y si se lastima en el proceso, yo seré su hombro de consuelo y apoyo, porque siempre lo he sido y no será esta la ocasión en la que le dé la espalda.

Beso su frente cuando su rostro ocupa el hueco en mi cuello después de esas caricias con sus labios en mi piel, que me tienen sonriendo como un bobo por los segundos de contacto. Es cierto que sonrío un poco más cuando la emoción se apodera de ella, porque viene siendo lo que debería estar haciendo, más que centrarse en los detalles oscuros que ya habrá tiempo para preocuparse por ellos. Tomo su rostro con mis manos para besar sus labios en un gesto que dura unos segundos porque me separo para mostrarle una sonrisa genuina, de alegría por ella. — ¿Alguna vez lo pensaste? ¿Que volverías a verlos otra vez? — sé antes de que me de la respuesta que va a ser negativa, lo que me hace estirar las mejillas aun más. — Vas a poder acudir a la boda de tu hijo, ¿no es increíble eso, después de todos estos años? — y tiene a su otro hijo trabajando en su mismo sector, por lo que dice teniendo de novia a su secretaria, lo cual significa que puede verlo con frecuencia. ¡Y Eugene! Ese hombre sale en pantalla más que las propias noticias, no puede decir que no han tenido vidas poco interesantes.
Nicholas E. Helmuth
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Eloise R. Leblanc
Ministro de Educación
No sé qué tan adecuado es su consejo ya que, cuando trato de ponerme en la posición de mi hija, no puedo dejar de pensar que con mi carácter me mandaría a la mierda antes de que pasaran tres minutos de charla. Yo no era la persona más paciente del planeta, y si bien era comprensiva había cosas… Fueron muchas decisiones que hice a lo largo de mi vida, y ocultarle algo tan grande a mi propia sangre, a alguien que había dependido casi que por completo de mí hasta hace poco tiempo. Se siente un poco a traición. - ¿Está muy mal que quiera mantener mis expectativas bajas? Al menos en ese caso ya estaré esperando el peor resultado y no tendré que decepcionarme si algo malo pasa. - Si Ariadna terminaba adoptando una actitud positiva, pues me sorprendería para bien y luego celebraría con unas copas. Si al final se cumplía mi panorama… pues terminaría aún así ahogando  mis penas en unas copas.

- Entonces según tú mientras que lo intente y dé lo que pueda de mí ¿estará bien? - No digo lo mejor, porque ya hace tiempo que había perdido la oportunidad de dar lo mejor de mí. Pero haría el intento, por ellos, por Ari, por mi salud mental y por Nick que en su infinita bondad y preocupación había llevado esta carga sobre sus hombros por más tiempo del que debería. - Ya lo he dicho, y sabes lo mucho que odio ser repetitiva. Pero gracias. En serio, gracias. - Por estar, por no soltarme la mano, por ser… él. Daba gracias porque por sobre todas las cosas, Nick era Nick.

Y dejo que sus caricias, su tacto y sus besos sirvan de bálsamo en lo que trato de devolver su gesto lo mejor que puedo. Y río por lo bajo, casi como una mujer despreocupada que no ha vivido todo lo que yo, como una adolescente, porque hay cosas que no esperaba volver a tener. - No me permitía pensar esas cosas. Pero ya ves cómo llegas tú y te encargas de cumplir todas estas cosas que no me permitía pensar. - Y no hablo solo de mis hijos, porque esta nueva cercanía, que se siente como una costumbre de toda la vida, era algo que no me permitía pensar. - Increíble es que nos haya tomado tantos años el compartir un beso. El saber que voy a acudir a la boda de mi hijo se siente como una bonita casualidad. - Una que podía afrontar bajo diferentes nombres dependiendo de qué tan valiente o cobarde me comportase.
Eloise R. Leblanc
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