OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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La respiración de Kendrick parece demasiado calma, tiene esa manía de seguir pareciendo un niño pequeño a pesar de haber soltado un discurso digno de un político hace menos de un día. La luz de la mañana ingresa por las ventanas del departamento de Arya, donde lo trajimos para que pase la noche entre nosotros, conversando sobre lo que ha pasado en estos meses y así poder estar al tanto de lo que podemos y no podemos usar. Sigue dormido, hecho un ovillo en el sofá, sin la apariencia de ser una amenaza para ningún gobierno. Sé que se irá en unas horas, pero al menos puedo mentirme y decir que está a salvo y seguirá estándolo, porque ahora volveremos a estar todos juntos. Bueno, no todos; no quiero pensar en aquellos que nos hacen falta y que tanto desearían estar aquí. Me pregunto qué diría Seth de todo esto.
Me paso una mano por el rostro, como si de esa manera pudiera aclarar mis ideas. Es muy temprano, lavarme la cara no ayudó en nada y el café con gusto a tierra tampoco lo hace. Quizá debería ponerme la capa y estirar las piernas, pero lo único que atino a hacer es salir por la ventana y acomodarme en un rincón de la escalera de emergencia. Es una mañana fría, sí, pero el sol está tan claro que me da la señal de que tendremos una buena temperatura. En minutos tengo un cigarrillo encendido entre los labios y la expresión de que me ha pasado la vida por encima.
Oigo el movimiento en el interior, pero ni me molesto en chequear quién se ha levantado. Lo descubro cuando la cabeza rubia de Ava se asoma y me fuerzo a sonreírle, no muy seguro de que sea exactamente lo que ella necesita ahora — Buenos días — murmuro suavemente, sin intenciones de despertar a nadie. Me muevo un poco hasta pegarme a la baranda, con intención de hacerle un lugar — ¿Pudiste dormir algo? Que sé que ha sido... — con los ojos bien abiertos, infló mis mejillas y suelto el aire en un resoplido para darme a entender —¿Qué opinas de todo esto? — que sé que deseaba pelear, pero poner al niñito de sus ojos adelante de las filas como carne de cañón no creo que haya estado en sus planes.
Me paso una mano por el rostro, como si de esa manera pudiera aclarar mis ideas. Es muy temprano, lavarme la cara no ayudó en nada y el café con gusto a tierra tampoco lo hace. Quizá debería ponerme la capa y estirar las piernas, pero lo único que atino a hacer es salir por la ventana y acomodarme en un rincón de la escalera de emergencia. Es una mañana fría, sí, pero el sol está tan claro que me da la señal de que tendremos una buena temperatura. En minutos tengo un cigarrillo encendido entre los labios y la expresión de que me ha pasado la vida por encima.
Oigo el movimiento en el interior, pero ni me molesto en chequear quién se ha levantado. Lo descubro cuando la cabeza rubia de Ava se asoma y me fuerzo a sonreírle, no muy seguro de que sea exactamente lo que ella necesita ahora — Buenos días — murmuro suavemente, sin intenciones de despertar a nadie. Me muevo un poco hasta pegarme a la baranda, con intención de hacerle un lugar — ¿Pudiste dormir algo? Que sé que ha sido... — con los ojos bien abiertos, infló mis mejillas y suelto el aire en un resoplido para darme a entender —¿Qué opinas de todo esto? — que sé que deseaba pelear, pero poner al niñito de sus ojos adelante de las filas como carne de cañón no creo que haya estado en sus planes.
Me despierto sobresaltada cuando oigo el ruido de la puerta cerrándose con cuidado y si bien no tardo en darme cuenta de que nada malo ha pasado, dejo que se me escape una maldición al encontrarme ya sin una pizca de sueño. No creo haber dormido más que un par de horas entrecortadas, pero desde hace meses que eso ya forma parte de la rutina así que me quito la sábana que a duras penas y me mantenía tapada y me incorporo estirándome todo lo que puedo en el proceso. Hace algo de frío y pese a que la luz ya asoma por las ventanas del departamento, puedo notar que aún es bastante temprano.
Paso una mano por mis cabellos en un vano intento por peinarme y recorro la habitación en el proceso, deteniéndome por unos segundos en la figura de Kendrick y dejando que se me escape una sonrisa al verlo dormir. Mierda ¿acaso había sido anoche que el muy idiota había regresado? Los eventos del día anterior se arremolinan en mi cabeza y pese a que me dejan algo meditabunda, puedo notar que Ben es quien debe haber salido. ¿Tal vez? Doy unos pasos casi que arrastrados hacia la puerta y me asomo por el marco cuando la abro. - Buen día. - Respondo a su saludo casi que en el mismo tono de voz, y dejo que toda mi figura atraviese el marco ante su invitación. Cierro la puerta con todo el cuidado que puedo, y avanzo hasta dejarme caer en el hueco que hizo, abrazándome a mí misma hasta frotar mis brazos para aclimatarme un poco a la diferencia de temperatura que había en el interior. - No lo suficiente, así que espero que me des unos minutos antes de poder contestarte. ¿Tienes otro? - Señalo el cigarrillo que tiene en la mano mientras me dejo caer contra la pared contraria, pensando en su pregunta y tratando de encontrar mi verdadera opinión con respecto a todo esto. - ¿Qué tan hipócrita soy si te digo que quiero huír tanto como quiero pelear? - Es Ben, sé que no me juzgará y que puedo ser completamente honesta con él así que me sincero y espero que pueda entender lo que estoy sintiendo.
Sé que lo que dije ayer era verdad, estaba dispuesta a enfrentarme a todo ya todos con tal de obtener la paz que tanto nos merecíamos. Pero a su vez estaba asustada, aterrorizada de perder a alguien más. Juntos o no juntos, era mi familia la que se exponía a una guerra despiadada y aunque sabía que la única opción que quedaba era la de pelear… - Te admiro, has pasado por mucho más que yo, y aún así tienes la fuerza necesaria para seguir adelante sin importar qué. - ¿Era normal estar tan cansada de todo? Quería con todas mis fuerzas el poder apoyar a Ken y luchar por los ideales que sabíamos que podíamos alcanzar, pero la realidad es que estaba asustada.
Paso una mano por mis cabellos en un vano intento por peinarme y recorro la habitación en el proceso, deteniéndome por unos segundos en la figura de Kendrick y dejando que se me escape una sonrisa al verlo dormir. Mierda ¿acaso había sido anoche que el muy idiota había regresado? Los eventos del día anterior se arremolinan en mi cabeza y pese a que me dejan algo meditabunda, puedo notar que Ben es quien debe haber salido. ¿Tal vez? Doy unos pasos casi que arrastrados hacia la puerta y me asomo por el marco cuando la abro. - Buen día. - Respondo a su saludo casi que en el mismo tono de voz, y dejo que toda mi figura atraviese el marco ante su invitación. Cierro la puerta con todo el cuidado que puedo, y avanzo hasta dejarme caer en el hueco que hizo, abrazándome a mí misma hasta frotar mis brazos para aclimatarme un poco a la diferencia de temperatura que había en el interior. - No lo suficiente, así que espero que me des unos minutos antes de poder contestarte. ¿Tienes otro? - Señalo el cigarrillo que tiene en la mano mientras me dejo caer contra la pared contraria, pensando en su pregunta y tratando de encontrar mi verdadera opinión con respecto a todo esto. - ¿Qué tan hipócrita soy si te digo que quiero huír tanto como quiero pelear? - Es Ben, sé que no me juzgará y que puedo ser completamente honesta con él así que me sincero y espero que pueda entender lo que estoy sintiendo.
Sé que lo que dije ayer era verdad, estaba dispuesta a enfrentarme a todo ya todos con tal de obtener la paz que tanto nos merecíamos. Pero a su vez estaba asustada, aterrorizada de perder a alguien más. Juntos o no juntos, era mi familia la que se exponía a una guerra despiadada y aunque sabía que la única opción que quedaba era la de pelear… - Te admiro, has pasado por mucho más que yo, y aún así tienes la fuerza necesaria para seguir adelante sin importar qué. - ¿Era normal estar tan cansada de todo? Quería con todas mis fuerzas el poder apoyar a Ken y luchar por los ideales que sabíamos que podíamos alcanzar, pero la realidad es que estaba asustada.
No puedo culparla, rebusco en mi bolsillo hasta dar con la cajilla de cigarros y la abro colocando el mío entre mis labios, lo que me da la libertad de sacar uno, tendérselo y ofrecerle un encendedor. Sé que fumar en la mañana es asqueroso, yo mismo no soy fan del tabaco, pero he aprendido que, de vez en cuando, ayuda a calmar los nervios. No me voy a poner en exquisito con la salud, cuando todos aquí sabemos que si me muero de cáncer de pulmón será una de las cosas más irónicas que podrían llegar a pasarme. Tengo que luchar un par de veces con el encendedor para que su cigarrillo empiece a largar humo, así que mi primera respuesta viene en forma de sonrisa comprensiva de labios apretados. No contesto hasta tomar mi cigarro entre los dedos y largar el humo — No es ser hipócrita, es ser humano. Creo que la guerra no es ningún asunto heroico. Todos tenemos miedo, incluso cuando sabes que pelear es la única salida que nos queda. Los soldados se cagan en sus pantalones más veces de las que crees — me encojo de hombros, estoy negado a decirle que en los juegos fue lo mismo. Nunca estuve tan asustado en la vida y, aún así, conseguí salir de allí. Dejé parte de mi alma atrás, pero eso es otro tema y ella va a comprenderlo alguna vez. Es difícil saltar de los acantilados, ninguno de ellos tiene un retorno porque la gravedad siempre nos hace estallar contra el suelo.
Mi primer impulso, después de toda la mierda que hemos pasado juntos, es rodear su cuerpo menudo con un brazo y atraerla hacia mí, en el gesto más fraternal que soy capaz de regalarle a alguien a estas horas de la mañana. No solo por el frío, sino también porque a veces necesitamos un poco de consuelo, aunque seamos tan orgullosos como para no pedirlo abiertamente. Con los labios apretados se me escapa una vaga risa y meneo la cabeza — Los dos tenemos mierda en nuestros hombros. No creo que lo que me ha pasado sea digno de admirar y, a decir verdad, no tuve demasiadas ganas de continuar en más de una ocasión — vengo rindiéndome y levantándome hace años, a veces no entiendo cómo es que sigo vivo. Sé que, en algún punto, Ava lo entiende. Los dos perdimos gente, los dos sufrimos tanto que sentimos que nuestros cuerpos se estaban desgarrando. ¿Un cigarrillo hará la diferencia?
Doy una calada lenta y me entretengo con la lejana imagen de un pájaro en el edificio de enfrente, cuyo pico se encuentra hurgando bajo su propia ala. Recargo la cabeza contra la pared de ladrillo, ignorando las nubes de humo que bailan frente a nosotros — Hasta que Aminoff no anunció su presidencia, estuve considerando que lo mejor sería escapar a Europa y empezar de cero. Luego ocurrió lo que ya sabes… — decidimos hacer algo, pero no teníamos de dónde sujetarnos. Anoche se nos presentó la oportunidad y hasta me siento egoísta por ello — ¿Crees que van a seguirlo? — es una duda sincera, tanto que susurro para que nadie más nos escuche en caso de que se despierten — A Ken. Aún lo verán como un niño y muchos desconfiarán de su apellido. Tengo miedo de que todo esto sea demasiado para él — ¿En verdad está listo? ¿No deberíamos sentarnos con él a enseñarle un poco más de política y estrategia? ¿Qué sucederá si ganamos? O peor… ¿Qué será de todos nosotros si perdemos?
Cuando vuelvo a fumar, lo hago más rápido y con creciente ansiedad — Es un buen chico, pero no dejo de pensar en que hasta hace un año seguía jugando al fútbol y a los dados en el catorce. Es como si un ternero fuese a enfrentar a un lobo viejo. Y Aminoff tiene la Varita de Saúco — en otras palabras, se lo comerán vivo en cuanto tengan oportunidad. No solo el presidente, ese hombre tiene un séquito preocupante a sus espaldas y varios ejércitos dispuestos a dar la vida por él — Si somos inteligentes, nosotros podremos ser los que peleen las batallas y dejarlo a él y al resto de los niños para los discursos — que sé que es una locura y estoy siendo un idiota, porque ninguno de ellos aceptaría esconderse mientras el resto arriesga sus vidas. Si hay algo que siempre los ha metido en problemas, es su necesidad de ser parte de las batallas.
Mi primer impulso, después de toda la mierda que hemos pasado juntos, es rodear su cuerpo menudo con un brazo y atraerla hacia mí, en el gesto más fraternal que soy capaz de regalarle a alguien a estas horas de la mañana. No solo por el frío, sino también porque a veces necesitamos un poco de consuelo, aunque seamos tan orgullosos como para no pedirlo abiertamente. Con los labios apretados se me escapa una vaga risa y meneo la cabeza — Los dos tenemos mierda en nuestros hombros. No creo que lo que me ha pasado sea digno de admirar y, a decir verdad, no tuve demasiadas ganas de continuar en más de una ocasión — vengo rindiéndome y levantándome hace años, a veces no entiendo cómo es que sigo vivo. Sé que, en algún punto, Ava lo entiende. Los dos perdimos gente, los dos sufrimos tanto que sentimos que nuestros cuerpos se estaban desgarrando. ¿Un cigarrillo hará la diferencia?
Doy una calada lenta y me entretengo con la lejana imagen de un pájaro en el edificio de enfrente, cuyo pico se encuentra hurgando bajo su propia ala. Recargo la cabeza contra la pared de ladrillo, ignorando las nubes de humo que bailan frente a nosotros — Hasta que Aminoff no anunció su presidencia, estuve considerando que lo mejor sería escapar a Europa y empezar de cero. Luego ocurrió lo que ya sabes… — decidimos hacer algo, pero no teníamos de dónde sujetarnos. Anoche se nos presentó la oportunidad y hasta me siento egoísta por ello — ¿Crees que van a seguirlo? — es una duda sincera, tanto que susurro para que nadie más nos escuche en caso de que se despierten — A Ken. Aún lo verán como un niño y muchos desconfiarán de su apellido. Tengo miedo de que todo esto sea demasiado para él — ¿En verdad está listo? ¿No deberíamos sentarnos con él a enseñarle un poco más de política y estrategia? ¿Qué sucederá si ganamos? O peor… ¿Qué será de todos nosotros si perdemos?
Cuando vuelvo a fumar, lo hago más rápido y con creciente ansiedad — Es un buen chico, pero no dejo de pensar en que hasta hace un año seguía jugando al fútbol y a los dados en el catorce. Es como si un ternero fuese a enfrentar a un lobo viejo. Y Aminoff tiene la Varita de Saúco — en otras palabras, se lo comerán vivo en cuanto tengan oportunidad. No solo el presidente, ese hombre tiene un séquito preocupante a sus espaldas y varios ejércitos dispuestos a dar la vida por él — Si somos inteligentes, nosotros podremos ser los que peleen las batallas y dejarlo a él y al resto de los niños para los discursos — que sé que es una locura y estoy siendo un idiota, porque ninguno de ellos aceptaría esconderse mientras el resto arriesga sus vidas. Si hay algo que siempre los ha metido en problemas, es su necesidad de ser parte de las batallas.
Me concentro en el movimiento de sus manos, demasiado grandes al tratar de manipular el pequeño encendedor, pero lo suficientemente precisas como para lograrlo una vez que el mismo cede ante un pequeño chispazo. Agradezco en un murmullo y llevo el cigarro a mis labios, dando una calada profunda y reteniendo el aire hasta soltarlo en una nube de humo que se eleva y se dispersa en pocos segundos. Las palabras de Ben me saben más a una lección de historia que a un consejo sentido, pero tiene razón, así que me limito a dar otra calada antes de alejar el cilindro de mi boca. - Es divertido, cuando Sebas o Echo nos entrenaban, jamás creí que de verdad fuésemos a ser soldados aunque ese es el nombre que nos dábamos en cierta forma. - Y no, en realidad no era divertido, era una simple realidad marcada por la ilusión de un paraíso seguro que nunca lo fue. Para él era distinto, como dije. Había vivido más.
Me recargo contra su costado con algo de resignación, pero me dejo envolver en la calidez que emana de su cuerpo. Siento su risa antes de escucharla, y cuando habla, no sé si rodar los ojos o golpearlos. - Dije que te admiraba a tí, no a lo que te sucedió. El no tener ganas de hacer algo, pero hacerlo de todas maneras demuestra que tienes toda la madurez que siempre te acuso de no poseer. - Y esta vez soy yo la que se ríe, por lo sincero de mi declaración resignada en una fría mañana de primavera luego de una noche en la que un niño de dieciséis años llamó a las armas. ¿En qué momento nos habíamos vuelto… esto? Jugueteo con el cigarro nuevamente, y trato de no consumirlo en cuestión de minutos, más por hábito que por gusto.
- Si pudiese creer que nos dejarían tranquilos de esa manera, Europa no suena tan mal. Pero no podría estar segura de cuánto duraría eso. - El catorce había sido prueba suficiente de que nunca se estaba seguro mientras que alguien quisiera encontrarnos. Y si Aminoff era lo mitad de psicópata que su madre... ¿cómo había salido Seth de ahí, de nuevo? - Si te soy sincera, sí lo creo. Y si no fuese por el hecho de que vi crecer a ese muchacho, me sentiría terrible de tener que depositar mi fe en un adolescente. ¿Acaso tú lo dudas? - No estaba segura de recordar los nombres de la mitad de las personas que se habían reunido ayer en la fábrica, pero sí podía recordar el cómo habían clamado su apoyo casi sin dudarlo. - Su apellido puede ser una complicación tanto como un arma. Y sí, puede haber momentos en los que todo sea demasiado pero, ¿no es ahí dónde entramos nosotros? No pienso abandonar a Kendrick y dejar que el peso de sus decisiones lo hunda hasta que no tenga retorno. Y si son otros los que quieren aplastarlo… pues me enfrentaré a ellos. Si fracasamos no será por no haberlo intentado.
Es chico y sí, hace pocos meses apenas y lo consideraba poco más que un niño. ¿Pero no era una ilusa yo también? Habíamos crecido de golpe, y en vez de toparnos con las paredes, estas se habían derrumbado sobre nosotros y sin embargo. Y sin embargo aquí estábamos. - Pues entonces tendremos que ser inteligentes y tratar de no errar mientras que nos sea posible. Cómo tú dices, Aminoff es un lobo viejo, y la gente ya tiene que estar cansada de las historias repetidas. ¿Has visto la gente que ha reunido estando escondido y prácticamente exiliado? Es un paria, un enemigo del país con una diana en la frente y aún así ha conseguido que lo escuchen y que lo sigan. - Podré quejarme de la juventud y de la inexperiencia que tenían la mitad de los presentes la noche anterior, y sin embargo… sin embargo eso era el futuro. - Habrá que pensar bien los movimientos, plantear las cosas en los momentos oportunos y dejar que su ideología se esparza hasta que la gente comprenda que ya todo lo que ha habido hasta ahora es una farsa constante impuesta por el miedo - Black, Niniadis, Aminoff y cualquier apellido que pueda haber habido, que pueda haber... Sí, nos escudaríamos detrás de eso para llamar a las masas, pero a su vez estábamos ofreciendo una mano amiga dispuesta a cambiar las cosas. De verdad.
Me recargo contra su costado con algo de resignación, pero me dejo envolver en la calidez que emana de su cuerpo. Siento su risa antes de escucharla, y cuando habla, no sé si rodar los ojos o golpearlos. - Dije que te admiraba a tí, no a lo que te sucedió. El no tener ganas de hacer algo, pero hacerlo de todas maneras demuestra que tienes toda la madurez que siempre te acuso de no poseer. - Y esta vez soy yo la que se ríe, por lo sincero de mi declaración resignada en una fría mañana de primavera luego de una noche en la que un niño de dieciséis años llamó a las armas. ¿En qué momento nos habíamos vuelto… esto? Jugueteo con el cigarro nuevamente, y trato de no consumirlo en cuestión de minutos, más por hábito que por gusto.
- Si pudiese creer que nos dejarían tranquilos de esa manera, Europa no suena tan mal. Pero no podría estar segura de cuánto duraría eso. - El catorce había sido prueba suficiente de que nunca se estaba seguro mientras que alguien quisiera encontrarnos. Y si Aminoff era lo mitad de psicópata que su madre... ¿cómo había salido Seth de ahí, de nuevo? - Si te soy sincera, sí lo creo. Y si no fuese por el hecho de que vi crecer a ese muchacho, me sentiría terrible de tener que depositar mi fe en un adolescente. ¿Acaso tú lo dudas? - No estaba segura de recordar los nombres de la mitad de las personas que se habían reunido ayer en la fábrica, pero sí podía recordar el cómo habían clamado su apoyo casi sin dudarlo. - Su apellido puede ser una complicación tanto como un arma. Y sí, puede haber momentos en los que todo sea demasiado pero, ¿no es ahí dónde entramos nosotros? No pienso abandonar a Kendrick y dejar que el peso de sus decisiones lo hunda hasta que no tenga retorno. Y si son otros los que quieren aplastarlo… pues me enfrentaré a ellos. Si fracasamos no será por no haberlo intentado.
Es chico y sí, hace pocos meses apenas y lo consideraba poco más que un niño. ¿Pero no era una ilusa yo también? Habíamos crecido de golpe, y en vez de toparnos con las paredes, estas se habían derrumbado sobre nosotros y sin embargo. Y sin embargo aquí estábamos. - Pues entonces tendremos que ser inteligentes y tratar de no errar mientras que nos sea posible. Cómo tú dices, Aminoff es un lobo viejo, y la gente ya tiene que estar cansada de las historias repetidas. ¿Has visto la gente que ha reunido estando escondido y prácticamente exiliado? Es un paria, un enemigo del país con una diana en la frente y aún así ha conseguido que lo escuchen y que lo sigan. - Podré quejarme de la juventud y de la inexperiencia que tenían la mitad de los presentes la noche anterior, y sin embargo… sin embargo eso era el futuro. - Habrá que pensar bien los movimientos, plantear las cosas en los momentos oportunos y dejar que su ideología se esparza hasta que la gente comprenda que ya todo lo que ha habido hasta ahora es una farsa constante impuesta por el miedo - Black, Niniadis, Aminoff y cualquier apellido que pueda haber habido, que pueda haber... Sí, nos escudaríamos detrás de eso para llamar a las masas, pero a su vez estábamos ofreciendo una mano amiga dispuesta a cambiar las cosas. De verdad.
Soy incapaz de contener la risa, por muy amarga que sea la conversación. No hemos sido las personas más maduras a pesar de nuestra edad, pero siempre logramos sobreponernos a las situaciones de mierda por las cuales nos vimos obligados a pasar. Tal vez Ava es más joven, tal vez vivió menos, pero nadie puede decir que ha tenido una vida fácil cuando conozco los secretos y las memorias de la familia Ballard. A su manera, ellos también fueron mi familia. Me dedico a fumar, ladeo la cabeza en consideración a la falsa felicidad que habría sido Europa, no voy a mentirnos y decir que hubiera sido un sitio idílico; quizá hubiéramos tenido algo parecido a la estabilidad, pero a decir verdad nos vamos a quedar con las dudas. Nacimos aquí, probablemente moriremos aquí. Somos un montón de memorias atadas a NeoPanem y no podemos simplemente darle la espalda.
— No dudo de Kendrick, solo tengo miedo de que no esté listo. Y quizá fue él quien llegó a decir que tenemos que unirnos para pelear, pero esta batalla no será solo suya — hay miles de personas que están buscando una representación, un cambio. Nosotros somos solo un puñado de ellas y el apellido de los Black es solo una excusa para conseguirlo. Ken no se ve cómo un líder, él mismo lo ha dicho, pero no puedo dejar de pensar que algunas personas simplemente nacen con destinos marcados. Asiento quedamente, puedo comprender a dónde quiere ir Ava, porque estamos aquí no solo para escoltarlo, sino también para protegerlo — Bueno, hemos fracasado hasta ahora. ¿Qué hará otro intento más? — busco bromear, pero creo que no tiene el efecto pensado porque ni a mí me hace gracia. Maldita sea, me he vuelto viejo y amargado.
Eso se lo tengo que conceder. Siendo un don nadie, ha conseguido que un grupo de repudiados sociales acepten perder la cabeza por él con tal de intentar buscar una salida. Doy una calada que da por finalizada la parte útil del cigarro y lo apago contra la baranda de hierro más cercana, echando algunas chispas — NeoPanem sin un gobernante que apele al miedo, eso será completamente nuevo. Pero… ¿No es lo que la mayoría tiene asumido? ¿No es por eso que jamás nadie abre la boca? Los Black lo hicieron, lo mismo hicieron los Niniadis. Dudo mucho que un político nuevo inspire confianza, menos con los antecedentes. Ya sabes, no solo por su familia, sino porque… bueno, digamos que ayudamos a explotar el ministerio — nos han apuntado como terroristas, muchos siguen creyendo esa parte de la historia. Nadie dijo que sería sencillo.
Arrojo lo que queda del cigarro a un lado para limpiarlo luego y me paso el dorso de la mano por debajo de la nariz — Nunca creí que diría esto, pero extraño el catorce — en su momento, adaptarnos a él fue demasiado complicado. Ahora mismo daría todo por regresar a lo simple de esa vida. Apoyo la cabeza contra el ladrillo y le sonrío, sin ocultar cierta gracia — Tal vez tú no lo ves, pero también creciste mucho, Avs. Mírate: ya no me robas el whisky y podemos tener una charla completa sin la necesidad de fastidiar al otro. ¿Quién lo diría? Nuestros padres estarían orgullosos.
— No dudo de Kendrick, solo tengo miedo de que no esté listo. Y quizá fue él quien llegó a decir que tenemos que unirnos para pelear, pero esta batalla no será solo suya — hay miles de personas que están buscando una representación, un cambio. Nosotros somos solo un puñado de ellas y el apellido de los Black es solo una excusa para conseguirlo. Ken no se ve cómo un líder, él mismo lo ha dicho, pero no puedo dejar de pensar que algunas personas simplemente nacen con destinos marcados. Asiento quedamente, puedo comprender a dónde quiere ir Ava, porque estamos aquí no solo para escoltarlo, sino también para protegerlo — Bueno, hemos fracasado hasta ahora. ¿Qué hará otro intento más? — busco bromear, pero creo que no tiene el efecto pensado porque ni a mí me hace gracia. Maldita sea, me he vuelto viejo y amargado.
Eso se lo tengo que conceder. Siendo un don nadie, ha conseguido que un grupo de repudiados sociales acepten perder la cabeza por él con tal de intentar buscar una salida. Doy una calada que da por finalizada la parte útil del cigarro y lo apago contra la baranda de hierro más cercana, echando algunas chispas — NeoPanem sin un gobernante que apele al miedo, eso será completamente nuevo. Pero… ¿No es lo que la mayoría tiene asumido? ¿No es por eso que jamás nadie abre la boca? Los Black lo hicieron, lo mismo hicieron los Niniadis. Dudo mucho que un político nuevo inspire confianza, menos con los antecedentes. Ya sabes, no solo por su familia, sino porque… bueno, digamos que ayudamos a explotar el ministerio — nos han apuntado como terroristas, muchos siguen creyendo esa parte de la historia. Nadie dijo que sería sencillo.
Arrojo lo que queda del cigarro a un lado para limpiarlo luego y me paso el dorso de la mano por debajo de la nariz — Nunca creí que diría esto, pero extraño el catorce — en su momento, adaptarnos a él fue demasiado complicado. Ahora mismo daría todo por regresar a lo simple de esa vida. Apoyo la cabeza contra el ladrillo y le sonrío, sin ocultar cierta gracia — Tal vez tú no lo ves, pero también creciste mucho, Avs. Mírate: ya no me robas el whisky y podemos tener una charla completa sin la necesidad de fastidiar al otro. ¿Quién lo diría? Nuestros padres estarían orgullosos.
¿Listo? Creo que toda la vida buscamos estar listos para algo que nunca llega ni en tiempo, ni como queremos. La vida es impredecible y sí, probablemente Ken no estuviese listo, pero a decir verdad, nosotros tampoco lo estamos. - Si tenemos suerte: la diferencia. - Porque una cosa era fracasar a causa de nuestra propia estupidez, pero otra muy diferente era fracasar con un propósito. ¿Era demasiado idealista de nuestra parte? Supongo que sí, pero sabiendo que no había otra cosa, lo único que nos quedaba era ir para adelante dándolo todo de nosotros.
- De manera involuntaria. - No éramos terroristas pese a que todo el mundo pensara lo contrario. Habíamos ido con la intención de rescatar a Seth, y al final habíamos terminado perdiendo demasiado por confiar en las personas equivocadas. ¿Me querían acusar de asesina? pues no tenía inconveniente, pero no de terrorista. No cuando el departamento que ocupamos pertenecía a alguien que había caído esa noche. ¿Qué pensaría Arya de todo esto? - Aunque supongo que tienes razón y la gente no pueda confiar en los políticos… así que debe ser bueno que Ken no lo sea. Puede usar su apellido como un estandarte y tratar de atraer masas, pero no quiere tratar de gobernarlos. - Y tal vez esa era la diferencia definitiva que nos terminaría por dar algún tipo de ventaja. O tal vez no, pero al menos era nuestra verdad. - No nos plantaremos en una actitud pacifista, y pelearemos más batallas de las nos permita el cuerpo probablemente, pero jamás querremos imponernos en base al miedo.
Doy una calada, y me arrepiento al instante cuando empiezo a toser para no atragantarme con el humo a causa de la risa. - Lo mismo digo. - Es lo único que puedo decir hasta que, tras un par de aspavientos y luego de lograr calmar la risa estúpida que me dió, puedo recuperar mi respiración. - Lo divertido es que el año pasado lo único que quería hacer era salir de allí. - Las vueltas de la vida eran de lo más imprevistas, y mientras que esta vez sí logro fumar como corresponde, mi mente vaga por las últimas memorias agradables que pasé allí.
- No te robo el whiskey porque no tienes, pero sí. Supongo que en algo he crecido ya que en centímetros no puedo. - Hasta el resignarme a ser una enana de por vida era un sinónimo de madurez en mi libro. - Sí, bueno. No sé qué tanto orgullo les ocasionaría el saber que incentivamos a un niño a pelear en una guerra. Pero quiero creer que siempre han estado orgullosos en menor o mayor medida. - Probablemente jamás terminaría de comprender todos los secretos de Arleth, y tal vez no estaría reconciliada con todas sus decisiones. Pero la respetaba, la amaba, y confiaba en que me había criado lo suficientemete bien como para ser un ser humano semi decente. - Ya con lo de no fastidiarnos… Creo que debe ser muy temprano en la mañana, o no debe haber mucho con lo que hacerlo. A menos de que sí tengas whiskey en algún lado. - Me río y le doy un pequeño golpe con el hombro de manera juguetona, para luego reclinarme contra su costado. - ¿No tienes, verdad Ben? Sino puedo asegurarte que no respondo de mí.
- De manera involuntaria. - No éramos terroristas pese a que todo el mundo pensara lo contrario. Habíamos ido con la intención de rescatar a Seth, y al final habíamos terminado perdiendo demasiado por confiar en las personas equivocadas. ¿Me querían acusar de asesina? pues no tenía inconveniente, pero no de terrorista. No cuando el departamento que ocupamos pertenecía a alguien que había caído esa noche. ¿Qué pensaría Arya de todo esto? - Aunque supongo que tienes razón y la gente no pueda confiar en los políticos… así que debe ser bueno que Ken no lo sea. Puede usar su apellido como un estandarte y tratar de atraer masas, pero no quiere tratar de gobernarlos. - Y tal vez esa era la diferencia definitiva que nos terminaría por dar algún tipo de ventaja. O tal vez no, pero al menos era nuestra verdad. - No nos plantaremos en una actitud pacifista, y pelearemos más batallas de las nos permita el cuerpo probablemente, pero jamás querremos imponernos en base al miedo.
Doy una calada, y me arrepiento al instante cuando empiezo a toser para no atragantarme con el humo a causa de la risa. - Lo mismo digo. - Es lo único que puedo decir hasta que, tras un par de aspavientos y luego de lograr calmar la risa estúpida que me dió, puedo recuperar mi respiración. - Lo divertido es que el año pasado lo único que quería hacer era salir de allí. - Las vueltas de la vida eran de lo más imprevistas, y mientras que esta vez sí logro fumar como corresponde, mi mente vaga por las últimas memorias agradables que pasé allí.
- No te robo el whiskey porque no tienes, pero sí. Supongo que en algo he crecido ya que en centímetros no puedo. - Hasta el resignarme a ser una enana de por vida era un sinónimo de madurez en mi libro. - Sí, bueno. No sé qué tanto orgullo les ocasionaría el saber que incentivamos a un niño a pelear en una guerra. Pero quiero creer que siempre han estado orgullosos en menor o mayor medida. - Probablemente jamás terminaría de comprender todos los secretos de Arleth, y tal vez no estaría reconciliada con todas sus decisiones. Pero la respetaba, la amaba, y confiaba en que me había criado lo suficientemete bien como para ser un ser humano semi decente. - Ya con lo de no fastidiarnos… Creo que debe ser muy temprano en la mañana, o no debe haber mucho con lo que hacerlo. A menos de que sí tengas whiskey en algún lado. - Me río y le doy un pequeño golpe con el hombro de manera juguetona, para luego reclinarme contra su costado. - ¿No tienes, verdad Ben? Sino puedo asegurarte que no respondo de mí.
En eso no sé si estoy tan de acuerdo, creo que lo delato en cómo abro la boca y no digo nada, dejando que se me escape un sonido inseguro de entre los labios. No hemos podido hablar de un plan de ataque aún y estoy más que seguro de que es muy temprano como para que tengamos una idea de cómo se organizaría NeoPanem en caso de que ganemos. Para variar, es muy temprano y no consigo ordenar las ideas sin que sienta que la cabeza me va a estallar — Sea como sea, la clase de actitud que plantearemos no la decidiremos nosotros, solo seremos quienes aconsejen a Kendrick. Al fin y al cabo, es su nombre el que quedará manchado o no acorde a nuestras decisiones — odio decirlo así, pero es la mejor opción que tenemos — Además… tampoco podemos llegar al Ministerio de Magia y empezar a atacar al primero que se nos cruce, no cuando tienen esa idea sobre nosotros. Tendremos que ser más… bueno, no muy tu estilo — le sonrío con burla, porque creo muy bien que sabe a lo que me refiero. Maldita enana guerrillera.
— ¿Quién no? — el comentario se me escapa con gracia nostálgica. Yo personalmente no era uno de los más desesperados por irse, posiblemente ayudado por mis idas y venidas que me mantenían en constante movimiento. Jamás tuve que conformarme con el catorce, pero sé de muchos que vivían con las quejas en el aire, porque no tenían otra cosa a la cual aferrarse y el conformismo no parecía estar en su vocabulario; especialmente, los más jóvenes. Supongo que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque todos acabamos lejos de allí, sin un sitio al cual regresar y atrapados en el terreno enemigo, carentes de nuestra libertad y con la daga en el cuello. Éramos felices, lo teníamos todo y no lo sabíamos.
Intento no burlarme, creo que se delata en mi manera de apretar los labios porque siento que se me curvan hacia un lado con expresión guasona. Me parece que eso es todo lo que necesita para saber que tengo una lista eterna con chistes sobre su altura, pero hemos crecido juntos así que creo que ninguno sería demasiado original a estas horas de la mañana — Tu madre lo demostraba más seguido. Mi padre… — no quiero pensar en las partes malas de nuestra relación, no cuando hace poco he empezado a aceptar la idea de que no volveré a verlo. No voy a decir que fue el mejor papá del mundo, pero a veces creo que fue el que yo necesitaba para crecer como lo he hecho. Nos acompañamos a nuestra manera, en un duelo eterno del cual él parecía no querer salir — Supongo que estaba orgulloso a su manera — o eso me dio a entender, a pesar de que yo no le prestara atención cuando debía hacerlo. Suspiro con fuerza, que ya es tarde para arrepentirse.
Decir que me hago el idiota es poco. Miro hacia todos lados hasta que me decanto por mantener la mirada hacia arriba, no muy seguro de que pueda ver cómo me sonrío a pesar de sentir cómo se acomoda contra mi brazo — Tal vez… — lo dejo en una tentativa pícara, guardo silencio por unos segundos hasta que la miro de soslayo — Tengo una petaca. En mi defensa, la encontré entre las cosas de Arya y la tengo reservada para emergencias. ¿No crees que es muy temprano para beber? — lo que me lleva a pensar… — También le encontré condones y una pipa de agua, pero nada de drogas. Sé que no tenía la vida más tranquila del mundo, pero no voy a decir que no me reí cuando lo vi — es extraño, el poder reírse de aquellos a quienes perdiste. Es con cariño, el aceptar las cosas que ya no están, algo que se nota que los dos necesitamos. Le doy una palmadita en la rodilla — Siempre podemos tomar la petaca, la capa de invisibilidad y darnos la posibilidad de una última borrachera antes de que todo se vaya a la mierda. La terraza es segura — para que me tome en serio como el hermanastro mayor y responsable que soy, le muevo las cejas como si fuese la idea más tentadora de la vida.
— ¿Quién no? — el comentario se me escapa con gracia nostálgica. Yo personalmente no era uno de los más desesperados por irse, posiblemente ayudado por mis idas y venidas que me mantenían en constante movimiento. Jamás tuve que conformarme con el catorce, pero sé de muchos que vivían con las quejas en el aire, porque no tenían otra cosa a la cual aferrarse y el conformismo no parecía estar en su vocabulario; especialmente, los más jóvenes. Supongo que hay que tener cuidado con lo que se desea, porque todos acabamos lejos de allí, sin un sitio al cual regresar y atrapados en el terreno enemigo, carentes de nuestra libertad y con la daga en el cuello. Éramos felices, lo teníamos todo y no lo sabíamos.
Intento no burlarme, creo que se delata en mi manera de apretar los labios porque siento que se me curvan hacia un lado con expresión guasona. Me parece que eso es todo lo que necesita para saber que tengo una lista eterna con chistes sobre su altura, pero hemos crecido juntos así que creo que ninguno sería demasiado original a estas horas de la mañana — Tu madre lo demostraba más seguido. Mi padre… — no quiero pensar en las partes malas de nuestra relación, no cuando hace poco he empezado a aceptar la idea de que no volveré a verlo. No voy a decir que fue el mejor papá del mundo, pero a veces creo que fue el que yo necesitaba para crecer como lo he hecho. Nos acompañamos a nuestra manera, en un duelo eterno del cual él parecía no querer salir — Supongo que estaba orgulloso a su manera — o eso me dio a entender, a pesar de que yo no le prestara atención cuando debía hacerlo. Suspiro con fuerza, que ya es tarde para arrepentirse.
Decir que me hago el idiota es poco. Miro hacia todos lados hasta que me decanto por mantener la mirada hacia arriba, no muy seguro de que pueda ver cómo me sonrío a pesar de sentir cómo se acomoda contra mi brazo — Tal vez… — lo dejo en una tentativa pícara, guardo silencio por unos segundos hasta que la miro de soslayo — Tengo una petaca. En mi defensa, la encontré entre las cosas de Arya y la tengo reservada para emergencias. ¿No crees que es muy temprano para beber? — lo que me lleva a pensar… — También le encontré condones y una pipa de agua, pero nada de drogas. Sé que no tenía la vida más tranquila del mundo, pero no voy a decir que no me reí cuando lo vi — es extraño, el poder reírse de aquellos a quienes perdiste. Es con cariño, el aceptar las cosas que ya no están, algo que se nota que los dos necesitamos. Le doy una palmadita en la rodilla — Siempre podemos tomar la petaca, la capa de invisibilidad y darnos la posibilidad de una última borrachera antes de que todo se vaya a la mierda. La terraza es segura — para que me tome en serio como el hermanastro mayor y responsable que soy, le muevo las cejas como si fuese la idea más tentadora de la vida.
- ¡Hey! Yo no soy tan... Eh… - Quiero sentirme ofendida, juro que tengo toda la intención de hacerlo; pero no puedo cuando la lógica, la razón y el sentido común me miran a la cara con la expresión de mi hermanastro marcando lo obvio. - Okay, de acuerdo. Entiendo tu punto. - Un suspiro resignado da la tonada final a mi rendición, justo a tiempo para salvaguardar algo de orgullo. Menos mal que de ese tengo de sobra, sino mi propia vergüenza lo hubiese acabado. - Espero de verdad que hayas sido una mejor influencia que yo en la vida de Kendrick, he pasado demasiado tiempo junto a él durante los primeros quince años de su vida. - Y quince sobre dieciséis no era el mejor de los pronósticos si lo que buscaba era una actitud muy “no mi estilo”. No cuando me había encargado de fomentar cada veta aventurera que podría tener el muchacho, alentándolo con alcohol barato y snacks, y ayudándolo a escabullirse a cada oportunidad que se le presentaba. - Estamos jodidos… - Se me escapa en un susurro que termina convirtiéndose en una risita idiota.
Era… era ciertamente bonito poder recordar el catorce sin amargura. Claro, la nostalgia estaba presente y probablemente siempre fuera a estarlo, pero el poder pensar en aquellos tiempos sin el rencor y la impotencia subrayando cada memoria era algo que prefería. Incluso aunque eso significase el sentir la opresión que se cerraba contra mi pecho al pensar en mi madre. - Sin importar las diferencias que pudiesen haber tenido, tu padre te amaba por sobre todas las cosas, y siempre estuvo orgulloso de tí. Eso tenlo por seguro. - Y es que Elioh Franco había tenido mil defectos, muchos de los cuales jamás había conocido siquiera, pero incluso aunque el matrimonio con mi madre y el nacimiento de Zenda le hubiesen traído más cosas a su vida, era obvio para cualquier persona que lo conociera aunque sea un poco el que su hijo mayor lo era todo para él. - Creo que es la primera vez que puedo hablar de ellos en paz. ¿En serio había que llegar a este punto para entenderlos? - Porque el que había inventado la frase “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” era un malnacido que había descubierto una verdad universal al parecer.
Estoy llegando al final del cigarro, pero dejo que lo último se consuma porque el “tal vez” de Ben me pone en alerta. Lo conozco, conozco ese tono... ¡Maldito desgraciado! ¡Lo sabía! - ¡...! - El reproche que estaba por regalarle muere contra mis labios y tengo que darme el tiempo para procesar todo lo que acaba de decir. Mi líbido se había tomado unas vacaciones desde hace unos cuantos meses, así que no estaba preparada para que hiciera su aparición de manera tan repentinamente. Pero… ¿Se había escuchado? Porque yo sí lo había hecho, y pese a que la broma se notaba en cada sílaba de su voz, también podía encontrar imágenes muy visuales que iban con sus hallazgos. - Me quedé unos días con Arya cuando estuviste… fuera del distrito. Así que sí sabía de la pipa, pero no de la petaca. - Fue la última vez que la ví antes de que explotara el catorce, así que habíamos hablado de infinidad de cosas, puede que algunas bajo la influencia de las drogas que había adquirido gracias una buena paga. ¿No había sido luego de estar con el ministro de Justicia? no podía recordarlo… se sentía como si hubieran pasado eones de eso. - La extraño maldita sea. Así que sí. Ella no tenía horario para beber, así que exijo esa última borrachera. - Titubeo unos segundos, y recuerdo que él no ha sido el único en falta al ocultar pequeños hallazgos de la propietaria original del departamento. - ¿Sabes que una de sus alacenas tiene un fondo falso? Habrá sido una idiotez, pero allí guardé los últimos chocolates que le quedaban. - Y tras decir eso, aviento la colilla casi consumida al suelo y la piso al mismo tiempo que me incorporo, girándome hasta quedar enfrentada a mi hermanastro y apremiándolo con la mirada para que vaya a buscar lo prometido.
Era… era ciertamente bonito poder recordar el catorce sin amargura. Claro, la nostalgia estaba presente y probablemente siempre fuera a estarlo, pero el poder pensar en aquellos tiempos sin el rencor y la impotencia subrayando cada memoria era algo que prefería. Incluso aunque eso significase el sentir la opresión que se cerraba contra mi pecho al pensar en mi madre. - Sin importar las diferencias que pudiesen haber tenido, tu padre te amaba por sobre todas las cosas, y siempre estuvo orgulloso de tí. Eso tenlo por seguro. - Y es que Elioh Franco había tenido mil defectos, muchos de los cuales jamás había conocido siquiera, pero incluso aunque el matrimonio con mi madre y el nacimiento de Zenda le hubiesen traído más cosas a su vida, era obvio para cualquier persona que lo conociera aunque sea un poco el que su hijo mayor lo era todo para él. - Creo que es la primera vez que puedo hablar de ellos en paz. ¿En serio había que llegar a este punto para entenderlos? - Porque el que había inventado la frase “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” era un malnacido que había descubierto una verdad universal al parecer.
Estoy llegando al final del cigarro, pero dejo que lo último se consuma porque el “tal vez” de Ben me pone en alerta. Lo conozco, conozco ese tono... ¡Maldito desgraciado! ¡Lo sabía! - ¡...! - El reproche que estaba por regalarle muere contra mis labios y tengo que darme el tiempo para procesar todo lo que acaba de decir. Mi líbido se había tomado unas vacaciones desde hace unos cuantos meses, así que no estaba preparada para que hiciera su aparición de manera tan repentinamente. Pero… ¿Se había escuchado? Porque yo sí lo había hecho, y pese a que la broma se notaba en cada sílaba de su voz, también podía encontrar imágenes muy visuales que iban con sus hallazgos. - Me quedé unos días con Arya cuando estuviste… fuera del distrito. Así que sí sabía de la pipa, pero no de la petaca. - Fue la última vez que la ví antes de que explotara el catorce, así que habíamos hablado de infinidad de cosas, puede que algunas bajo la influencia de las drogas que había adquirido gracias una buena paga. ¿No había sido luego de estar con el ministro de Justicia? no podía recordarlo… se sentía como si hubieran pasado eones de eso. - La extraño maldita sea. Así que sí. Ella no tenía horario para beber, así que exijo esa última borrachera. - Titubeo unos segundos, y recuerdo que él no ha sido el único en falta al ocultar pequeños hallazgos de la propietaria original del departamento. - ¿Sabes que una de sus alacenas tiene un fondo falso? Habrá sido una idiotez, pero allí guardé los últimos chocolates que le quedaban. - Y tras decir eso, aviento la colilla casi consumida al suelo y la piso al mismo tiempo que me incorporo, girándome hasta quedar enfrentada a mi hermanastro y apremiándolo con la mirada para que vaya a buscar lo prometido.
No es mi tema favorito, jamás lo ha sido. Los Franco tuvimos un sinfín de desgracias para enumerar y sé que hemos logrado pasar entre ellas, con nuestros altos y bajos. Somos el mejor ejemplo de una familia chiquita y rota, debe ser por eso que no pongo muchos ánimos a lo que Ava dice, a pesar de estar agradecido por ello. Simplemente le asiento, comprendo lo que dice porque sé muy bien que necesitamos nuestro tiempo para sanar las heridas y ahora, casi un año después de perderlos, empieza a sentirse cada vez menos como un tabú — Tal vez sí. Es mejor tarde que nunca, dicen por ahí — es un consuelo pésimo, que va, pero es lo único que tengo. Es imposible encontrar paz y calma cuando se trata de algo así, tan violento y abrupto. Solo nos queda amigarnos con la idea de que hay historias que no tienen un verdadero final y algunas cosas quedan flotando en el aire.
Me veo venir un reproche que nunca llega y hasta la miro en espera de algún gritito o golpe, lo cual me sorprende porque me hace sentir que soy un perseguido mal acostumbrado. No me espero lo que suelta, se siente incómodo el que me recuerde esas épocas que acabaron con una de las peores experiencias de mi vida y no digo nada para fingir que me lo tomo con naturalidad. Me basta eso como un permiso, asiento como si fuese una orden y apoyo las manos en el suelo para darme el impulso que necesito. Ponerme de pie tan rápido me vale el casi golpearme la cabeza contra el borde de la escalera, así que tengo que encorvarme un poco — Y después dicen que soy el único que guarda secretos… — me quejo con una vaga sonrisa, paso por delante de ella y trato de entrar con todo el sigilo que sé que puedo llegar a poseer, aunque no prometo mucho siendo tan temprano y teniendo el estómago vacío. Sí, eso va a pegar muy rápido.
La petaca estaba escondida en mi mochila, así que la encuentro rápido; no tengo razones para llevar la pipa, aunque le lanzo algunos condones a Ava a modo de broma. Lo que no cuento es que uno le dé a Ken en la cabeza, así que me quedo estático hasta que el chico se gira en sueños y sigue roncando, dejando caer el paquetito al suelo — Ni siquiera puedo proveerte para tus futuras andanzas norteñas sin cagarla… — bromeo en un susurro. Meto la petaca en el bolsillo de mi jean y, cuando me aseguro que ya se ha hecho con los chocolates, nos envuelvo con la capa de invisibilidad. El camino a la terraza es corto y desierto, no es un edificio lleno de habitantes y a estas horas no tenemos peligros al acecho. Cuando el sol nos da de lleno al no tener nada que nos cubra, tiro de la capa, la dejo a un lado y camino hasta poder apoyarme contra uno de los inservibles y viejos aires acondicionados, agitando la petaca en el aire para tentarla — ¿Hace cuánto tiempo que no hacemos nada de esto? — No se lo digo, pero creo que la última vez que compartimos dulces y alcohol fue cuando nos acostamos en una de las torres. Creo que algunas cosas nunca cambian — Por la libertad y un mundo con pipas que tengan droga para ser consumida — es un brindis penoso, pero es lo mejor que se me ocurre. Le doy un trago generoso y se lo paso, aún con los labios apretados antes de tragar — Dime la verdad. ¿Solo te relacionaste con nosotros desde que llegamos aquí? ¿No conociste a… nadie? — y por el tonito nada maduro y burlesco de mi voz, es obvio lo que estoy preguntando.
Me veo venir un reproche que nunca llega y hasta la miro en espera de algún gritito o golpe, lo cual me sorprende porque me hace sentir que soy un perseguido mal acostumbrado. No me espero lo que suelta, se siente incómodo el que me recuerde esas épocas que acabaron con una de las peores experiencias de mi vida y no digo nada para fingir que me lo tomo con naturalidad. Me basta eso como un permiso, asiento como si fuese una orden y apoyo las manos en el suelo para darme el impulso que necesito. Ponerme de pie tan rápido me vale el casi golpearme la cabeza contra el borde de la escalera, así que tengo que encorvarme un poco — Y después dicen que soy el único que guarda secretos… — me quejo con una vaga sonrisa, paso por delante de ella y trato de entrar con todo el sigilo que sé que puedo llegar a poseer, aunque no prometo mucho siendo tan temprano y teniendo el estómago vacío. Sí, eso va a pegar muy rápido.
La petaca estaba escondida en mi mochila, así que la encuentro rápido; no tengo razones para llevar la pipa, aunque le lanzo algunos condones a Ava a modo de broma. Lo que no cuento es que uno le dé a Ken en la cabeza, así que me quedo estático hasta que el chico se gira en sueños y sigue roncando, dejando caer el paquetito al suelo — Ni siquiera puedo proveerte para tus futuras andanzas norteñas sin cagarla… — bromeo en un susurro. Meto la petaca en el bolsillo de mi jean y, cuando me aseguro que ya se ha hecho con los chocolates, nos envuelvo con la capa de invisibilidad. El camino a la terraza es corto y desierto, no es un edificio lleno de habitantes y a estas horas no tenemos peligros al acecho. Cuando el sol nos da de lleno al no tener nada que nos cubra, tiro de la capa, la dejo a un lado y camino hasta poder apoyarme contra uno de los inservibles y viejos aires acondicionados, agitando la petaca en el aire para tentarla — ¿Hace cuánto tiempo que no hacemos nada de esto? — No se lo digo, pero creo que la última vez que compartimos dulces y alcohol fue cuando nos acostamos en una de las torres. Creo que algunas cosas nunca cambian — Por la libertad y un mundo con pipas que tengan droga para ser consumida — es un brindis penoso, pero es lo mejor que se me ocurre. Le doy un trago generoso y se lo paso, aún con los labios apretados antes de tragar — Dime la verdad. ¿Solo te relacionaste con nosotros desde que llegamos aquí? ¿No conociste a… nadie? — y por el tonito nada maduro y burlesco de mi voz, es obvio lo que estoy preguntando.
Ruedo los ojos y me contengo de darle un golpe con el dorso de mi mano ya que, a fin de cuentas tiene razón. Así que, con todo el cuidado que soy capaz de tener a estas horas de la mañana trato de seguirlo puertas adentro. Cuesta un poco no hacer ruído y recorrer el reducido espacio del departamento sin trastabillar y caer arriba de alguien, pero lo consigo… pese a que Ben se esfuerza en hacerme difícil la tarea cuando me arroja ¿condones? Tengo los reflejos suficientes como para atrapar la mayoría, pero uno rebota contra mi brazo y cuando le da en la cabeza a Ken casi tiro todo al llevar una mano contra mi boca para ahogar mi risa. - ¡Shhhh! - Trato de callarlo en lo que me cuesta hasta respirar de manera silenciosa y desisto rápidamente de arrojarle los paquetitos nuevamente solo porque ya estamos grandes como para armar una batalla campal en medio de la sala. Pero las ganas no faltan y debo meter los condones en el bolsillo delantero de mi buzo tanto para alejar la tentación, como para no dejarlos tirados por ahí en donde un adolescente hormonal de dieciséis pudiese encontrarlos. ¿Aunque eso no era más seguro? Tendría que tener una charla con él para ponernos al día con respecto a todo lo que no nos había contado anoche.
Tengo que admitir que agradecía que la altura de Arya y la mía hubiesen sido similares, me ahorraba el tener que buscar sillas o subirme a la mesada para alcanzar la alacena y terminar haciendo un escándalo que despertase a todo el mundo. Pero lo consigo con relativa facilidad, y para cuando los tengo, no me cuesta nada seguir a Ben pisos arriba. Ya estaba acostumbrada a recorrer distancias bajo su capa de invisibilidad y mi tamaño no era precisamente una desventaja. - Unos cuántos meses al menos. Desde… - Bueno, creo que no le sería difícil el recordar cuando. ¿Tanto tiempo había pasado? Extrañaba esos momentos en los que mis únicas preocupaciones eran mi aparente falta de moral y el qué dirán del resto por haberme acostado con mi hermanastro. Abro uno de los chocolates y cuando brinda levanto la barra en su dirección acompañando el sentimiento. - Amén a eso. - Respondo para luego darle un mordisco al dulce. Lo que extrañaba este sabor, por favor.
Intercambio el dulce por la petaca que me entrega y doy un trago que, oportunamente, casi termina en el suelo al no esperarme la pregunta de Ben. Trago como puedo y toso con dificultad, no por el ardor de la bebida en sí, sino porque no sé si reirme o… reirme. - A decir verdad, retomé el trabajo de Arya. Al parecer que mi cara adorne el país atrae todo tipo de clientela y bueno, hay que sobrevivir de alguna, ¿no? - Le devuelvo con una obvia mentira ya que, ¿en serio creía que lo que más me importaba en estos meses era encontrar con quién revolcarme? - Ya. Al parecer agregué la paranoia a mi creciente lista de cualidades así que, no. Casi toda la interacción que mantuve fue con las muchachas y la gente de la red, y para mi mala suerte todavía no me gustan las mujeres. - Claro, estaba Dave, pero se notaba que al muchacho le gustaba la prima de Ben y a mí tampoco me atraía la idea de estar con alguien más chico que yo. ¿Ahora me ponía en exquisita? Eowyn estaría decepcionada. Tomo otro trago, esta vez sí disfrutando del contenido de la petaca, y luego la sostengo en su dirección, pidiendo nuevamente un intercambio. - ¿Tú sí tuviste oportunidad de relacionarte con más personas? - Se la devuelvo. Y porque soy yo y de verdad extrañaba este tipo de interacciones no tardo en agregar una idiotez. - No me sorprendería, con ese culo muchas no tendrían problemas en ignorar tu rostro.
Tengo que admitir que agradecía que la altura de Arya y la mía hubiesen sido similares, me ahorraba el tener que buscar sillas o subirme a la mesada para alcanzar la alacena y terminar haciendo un escándalo que despertase a todo el mundo. Pero lo consigo con relativa facilidad, y para cuando los tengo, no me cuesta nada seguir a Ben pisos arriba. Ya estaba acostumbrada a recorrer distancias bajo su capa de invisibilidad y mi tamaño no era precisamente una desventaja. - Unos cuántos meses al menos. Desde… - Bueno, creo que no le sería difícil el recordar cuando. ¿Tanto tiempo había pasado? Extrañaba esos momentos en los que mis únicas preocupaciones eran mi aparente falta de moral y el qué dirán del resto por haberme acostado con mi hermanastro. Abro uno de los chocolates y cuando brinda levanto la barra en su dirección acompañando el sentimiento. - Amén a eso. - Respondo para luego darle un mordisco al dulce. Lo que extrañaba este sabor, por favor.
Intercambio el dulce por la petaca que me entrega y doy un trago que, oportunamente, casi termina en el suelo al no esperarme la pregunta de Ben. Trago como puedo y toso con dificultad, no por el ardor de la bebida en sí, sino porque no sé si reirme o… reirme. - A decir verdad, retomé el trabajo de Arya. Al parecer que mi cara adorne el país atrae todo tipo de clientela y bueno, hay que sobrevivir de alguna, ¿no? - Le devuelvo con una obvia mentira ya que, ¿en serio creía que lo que más me importaba en estos meses era encontrar con quién revolcarme? - Ya. Al parecer agregué la paranoia a mi creciente lista de cualidades así que, no. Casi toda la interacción que mantuve fue con las muchachas y la gente de la red, y para mi mala suerte todavía no me gustan las mujeres. - Claro, estaba Dave, pero se notaba que al muchacho le gustaba la prima de Ben y a mí tampoco me atraía la idea de estar con alguien más chico que yo. ¿Ahora me ponía en exquisita? Eowyn estaría decepcionada. Tomo otro trago, esta vez sí disfrutando del contenido de la petaca, y luego la sostengo en su dirección, pidiendo nuevamente un intercambio. - ¿Tú sí tuviste oportunidad de relacionarte con más personas? - Se la devuelvo. Y porque soy yo y de verdad extrañaba este tipo de interacciones no tardo en agregar una idiotez. - No me sorprendería, con ese culo muchas no tendrían problemas en ignorar tu rostro.
Me hago con el chocolate que me tiende en lo que me río de ella y con ella, pero no digo nada porque es obvio que estoy a la espera de una respuesta. Me limito a masticar el chocolate, que se siente bien a pesar de la extraña mezcla de sabores mañaneros que estoy acumulando en la boca — Te iría bien con eso — ironizo, como si en verdad fuese una opción disponible a pesar de lo mucho que podemos pasar hambre en ocasiones. Me encojo de hombros porque no puedo hacer otra cosa que no sea sentir pena por ella al respecto de que su gusto por las mujeres sea nulo, porque estoy seguro que de esa manera se solucionarían mucha de sus frustraciones. Intento no atragantarme cuando la pregunta se vuelve en mi contra y me saco algo de chocolate de entre los dientes, con ayuda de mi lengua, para ganar algo de tiempo.
Hasta le dejo pasar ese comentario sobre mi culo, aunque me lo agarro de manera involuntaria por un segundo, porque no sé cómo se va a tomar lo que le voy a decir. Sé que causó un caos en su momento, que la presencia de cierta persona ayudó a la caída del catorce de manera involuntaria. Pero es Ava, no quiero mentirle. Una cosa es ocultar porque nadie te pregunta por ello, otra cosa es fingir que algo no sucedió cuando sabes muy bien que tiene presencia dentro de tu cabeza — Me acosté con Arianne Brawn, días después del atentado en el ministerio — sí, me lo he guardado por meses, debe ser por eso que mi expresión es de total disculpa. Tengo que aclararme un poco la garganta para poder continuar sin sentir que se me traba la lengua — Volvimos a vernos en una ocasión, cuando Jamie fue asesinada. No he sabido de ella en un tiempo y lo que Kyle dijo anoche… — no tuve oportunidad de detenerlo, pero sé que debo tener una conversación con ese niño. Tomo algo de aire y suspiro con fuerza, para dar un brusco mordisco al dulce y tendérselo — Temo que algo malo le haya pasado — acabo culminando, masticando contra mi mejilla.
No es hasta que trago que recupero la botella — No dije nada porque sé que no tienen una buena opinión de ella, pero es una buena persona. Tuvimos… bueno, quise que venga a Europa con nosotros cuando la idea empezó a formarse y ella parecía bastante dispuesta. Pero no responde cuando quiero usar el espejo comunicador, así que… no lo sé. Tampoco es como que pueda ir a preguntarle personalmente — me encojo de hombros como si no me importase en lo absoluto, cuando es obvio que sí lo hace y doy un trago — Pero no, además de ella, no estuve con nadie más en todo este tiempo. Todos tuvimos la cabeza muy ocupada como para preocuparnos por necesidades biológicas y chequear con quién podemos tratarlas — tan triste como eso.
Hasta le dejo pasar ese comentario sobre mi culo, aunque me lo agarro de manera involuntaria por un segundo, porque no sé cómo se va a tomar lo que le voy a decir. Sé que causó un caos en su momento, que la presencia de cierta persona ayudó a la caída del catorce de manera involuntaria. Pero es Ava, no quiero mentirle. Una cosa es ocultar porque nadie te pregunta por ello, otra cosa es fingir que algo no sucedió cuando sabes muy bien que tiene presencia dentro de tu cabeza — Me acosté con Arianne Brawn, días después del atentado en el ministerio — sí, me lo he guardado por meses, debe ser por eso que mi expresión es de total disculpa. Tengo que aclararme un poco la garganta para poder continuar sin sentir que se me traba la lengua — Volvimos a vernos en una ocasión, cuando Jamie fue asesinada. No he sabido de ella en un tiempo y lo que Kyle dijo anoche… — no tuve oportunidad de detenerlo, pero sé que debo tener una conversación con ese niño. Tomo algo de aire y suspiro con fuerza, para dar un brusco mordisco al dulce y tendérselo — Temo que algo malo le haya pasado — acabo culminando, masticando contra mi mejilla.
No es hasta que trago que recupero la botella — No dije nada porque sé que no tienen una buena opinión de ella, pero es una buena persona. Tuvimos… bueno, quise que venga a Europa con nosotros cuando la idea empezó a formarse y ella parecía bastante dispuesta. Pero no responde cuando quiero usar el espejo comunicador, así que… no lo sé. Tampoco es como que pueda ir a preguntarle personalmente — me encojo de hombros como si no me importase en lo absoluto, cuando es obvio que sí lo hace y doy un trago — Pero no, además de ella, no estuve con nadie más en todo este tiempo. Todos tuvimos la cabeza muy ocupada como para preocuparnos por necesidades biológicas y chequear con quién podemos tratarlas — tan triste como eso.
Su comentario me saca una sonrisa burlona que, lejos de molestarme, me causa más gracia de la que debería. Tomo eso como un cumplido. - Le aseguro todavía con el regusto del alcohol contra mi lengua y mi paladar. - Consideraré la prostitución como profesión si veo que ya no se puede robar tanto como antes. - Y pretendo que sea una broma, pero mal que mal, no es una idea que descartaría así como así. Mi madre estaría horrorizada probablemente, pero nunca había juzgado a Arya así que no veía el por qué no podría hacerlo yo si la situación lo requería.
No esperaba que el tono de la conversación cambiase tan rápidamente, y si bien su respuesta es algo que en cierta medida imaginaba, me generaba una pequeña molestia en el pecho que quería ignorar. Lo logro cuando me recuerda el comentario de Kyle, dejándome muda por unos momentos al no saber qué contestar. ¿Cómo podía reconfortarlo sin tener ningún tipo de seguridad? El muchacho había sido bastante contundente, y si bien el “no estar” podía significar muchas cosas… No quería mentirle o decirle que tal vez había escapado, o que… no sé. Era un simbolismo a un cambio de ideales.
- No tengo una opinión de ella. Ni buena, ni mala. - Le aclaro. Porque aunque no pueda garantizar la seguridad de la rubia, si puedo al menos darle mi punto de vista con respecto a la situación. Él había sido honesto, le debía el poder serlo también. - Ni siquiera la considero una mala persona para empezar. Simplemente… ¿No la puedo asociar a una buena situación? A decir verdad los recuerdos de aquel día se tornaron bastante difusos, pero no pude culparte por irte en ese entonces, y menos lo voy a hacer ahora. La manera en que se dieron las cosas… - no habían sido bonitas. Recordaba la tozuda postura de mi madre y algunos comentarios más de personas que… No, no era el momento de recordar esas cosas tampoco. - Pese a que suelo demostrarte lo contrario, confío en tu juicio más veces que las que no. Si quieres… no sé. ¿Quieres que hable yo con Kyle? o que trate de averiguar por otros medios… con los cambios de apariencia adecuados mi rostro se torna mucho menos reconocible que el tuyo. - Puede hacerse el desentendido todo lo que quisiera, pero lo conocía. Y si bien no me importaba Arianne Brawn, a él sí. ¿La habríamos puesto en peligro nosotros?
Sacudo la cabeza cuando Ben comenta acerca de las necesidades biológicas, y esta vez me muerdo la lengua para que no se me escape un comentario que no pega para nada con la conversación que estábamos teniendo. - Lo más triste de todo, es que podemos tener la cabeza ocupada, pero me siento completamente impotente al tener que esperar y planear y movernos con cautela. Sabes que no funciono así. - Es un berrinche, lo sé. Pero también era la más absoluta de las verdades.
No esperaba que el tono de la conversación cambiase tan rápidamente, y si bien su respuesta es algo que en cierta medida imaginaba, me generaba una pequeña molestia en el pecho que quería ignorar. Lo logro cuando me recuerda el comentario de Kyle, dejándome muda por unos momentos al no saber qué contestar. ¿Cómo podía reconfortarlo sin tener ningún tipo de seguridad? El muchacho había sido bastante contundente, y si bien el “no estar” podía significar muchas cosas… No quería mentirle o decirle que tal vez había escapado, o que… no sé. Era un simbolismo a un cambio de ideales.
- No tengo una opinión de ella. Ni buena, ni mala. - Le aclaro. Porque aunque no pueda garantizar la seguridad de la rubia, si puedo al menos darle mi punto de vista con respecto a la situación. Él había sido honesto, le debía el poder serlo también. - Ni siquiera la considero una mala persona para empezar. Simplemente… ¿No la puedo asociar a una buena situación? A decir verdad los recuerdos de aquel día se tornaron bastante difusos, pero no pude culparte por irte en ese entonces, y menos lo voy a hacer ahora. La manera en que se dieron las cosas… - no habían sido bonitas. Recordaba la tozuda postura de mi madre y algunos comentarios más de personas que… No, no era el momento de recordar esas cosas tampoco. - Pese a que suelo demostrarte lo contrario, confío en tu juicio más veces que las que no. Si quieres… no sé. ¿Quieres que hable yo con Kyle? o que trate de averiguar por otros medios… con los cambios de apariencia adecuados mi rostro se torna mucho menos reconocible que el tuyo. - Puede hacerse el desentendido todo lo que quisiera, pero lo conocía. Y si bien no me importaba Arianne Brawn, a él sí. ¿La habríamos puesto en peligro nosotros?
Sacudo la cabeza cuando Ben comenta acerca de las necesidades biológicas, y esta vez me muerdo la lengua para que no se me escape un comentario que no pega para nada con la conversación que estábamos teniendo. - Lo más triste de todo, es que podemos tener la cabeza ocupada, pero me siento completamente impotente al tener que esperar y planear y movernos con cautela. Sabes que no funciono así. - Es un berrinche, lo sé. Pero también era la más absoluta de las verdades.
A decir verdad, por mucho que me pese, no puedo juzgarla. Sé muy bien que Arianne no es alguien que ellos puedan conectar con un hecho feliz en sus vidas y, por muy irónico que suene, yo tampoco debería hacerlo. Fuimos amigos de infancia, lo sé, pero por situaciones de mierda que ambos tuvimos que aceptar; si creamos buenos recuerdos en base a ello, fue nuestro pequeño milagro — Lo sé, fue un desastre — es lo único que puedo decir. Al menos, ahora ha pasado el tiempo suficiente como para empezar a hablar de ello sin tomarlo como un tabú. Sacudo la cabeza, alzando una mano para que aguarde un momento — No, no quiero que te metas en esto. Es como… personal. Ya hablaré con Kyle y… que sea lo que tenga que ser — incluso, cuando la respuesta puede dolerme más que hacerme algún bien.
A pesar de lo amargo de lo que estamos conversando, tengo que esconder cierta sonrisa detrás de la botella cuando le doy un trago más que generoso — Lo sé. Si fuese por ti, iríamos mañana mismo al ministerio, entraríamos con una patada y empezarías a dispararle a todos hasta darle a la cabeza adecuada. A veces creo que tienes ciertos problemas de temperamento — aunque sigo con la botella en la boca, le doy unas palmaditas en la coronilla como si quisiera consolar a un cachorro herido — Pero ya vimos que hacerlos volar es una muy mala idea y, si Ken quiere presentarse como un oponente político, necesitamos ser algo más que un montón de sacados resentidos. La gente tiene que creer que somos una opción válida.
Y no podemos hacerlo si nos ven como una amenaza. Sacudo la botella delante de mi nariz para chequear que el líquido siga teniendo una cantidad considerable y se la regreso, aún saboreando lo que quedó en mi boca — Si ganamos… ¿Qué te gustaría hacer de tu vida? — sé que estamos hablando de una posibilidad dentro de cientas, pero también sería la primera vez en su vida, nuestra vida, que seríamos libres de elegir qué ser. Nada de soldados, ni mentores, ni fugitivos de la ley. Ciudadanos comunes y corrientes — Yo quiero volver al cuatro, tener mi casa en la playa, quizá restaurar el negocio familiar… aunque quizá volverme terapeuta no se me da tan mal — es una broma, pero bien que le he prestado la oreja cuando la ha necesitado.
A pesar de lo amargo de lo que estamos conversando, tengo que esconder cierta sonrisa detrás de la botella cuando le doy un trago más que generoso — Lo sé. Si fuese por ti, iríamos mañana mismo al ministerio, entraríamos con una patada y empezarías a dispararle a todos hasta darle a la cabeza adecuada. A veces creo que tienes ciertos problemas de temperamento — aunque sigo con la botella en la boca, le doy unas palmaditas en la coronilla como si quisiera consolar a un cachorro herido — Pero ya vimos que hacerlos volar es una muy mala idea y, si Ken quiere presentarse como un oponente político, necesitamos ser algo más que un montón de sacados resentidos. La gente tiene que creer que somos una opción válida.
Y no podemos hacerlo si nos ven como una amenaza. Sacudo la botella delante de mi nariz para chequear que el líquido siga teniendo una cantidad considerable y se la regreso, aún saboreando lo que quedó en mi boca — Si ganamos… ¿Qué te gustaría hacer de tu vida? — sé que estamos hablando de una posibilidad dentro de cientas, pero también sería la primera vez en su vida, nuestra vida, que seríamos libres de elegir qué ser. Nada de soldados, ni mentores, ni fugitivos de la ley. Ciudadanos comunes y corrientes — Yo quiero volver al cuatro, tener mi casa en la playa, quizá restaurar el negocio familiar… aunque quizá volverme terapeuta no se me da tan mal — es una broma, pero bien que le he prestado la oreja cuando la ha necesitado.
Imaginaba que su respuesta iba a ser algo como eso, no significaba que me tuviese que gustar. Con resignación acorto los pasos que nos separan, y me apoyo contra su costado tratando de mostrar algún tipo de apoyo. No me metería si no quería, pero estaría ahí para él si me necesitaba. Esperaba tanto por él como por Kyle, que de verdad no se tratase del peor escenario posible. Miro de soslayo la botella en su mano, y por unos segundos me pregunto si con eso será suficiente para… ¿para qué? Tal vez debería haberla guardado para otro momento.
- ¿Problemas de temperamento? ¿En serio? Y eso viniendo del hombre lobo medio ermitaño que desaparece cada dos por tres… - Ruedo los ojos y acomodo mi cabello allí donde su mano se posó unos segundos atrás. - Soy impulsiva, lo admito. ¿Está bien? Probablemente no, pero… espero haber aprendido de mis errores. - No me arrepentía de haber matado a Annie Weynart. ¡Diablos! si no fuese porque nos había puesto en peligro hasta estaría orgullosa de eso. Pero la idea no era ir marchando arma en mano hasta hacer que todos los que estaban mal desaparecieran. Ganas no faltaban, pero tenía razón y eso no es lo que queríamos demostrar. - Lo malo es que a veces cuesta recordar que no somos solo unos sacados resentidos enojados con las decisiones de los demás. - Algunos podrían decir que estábamos enojados con la vida misma, pero ese no era el caso. Eran otras personas las que se encargaban de jodernos la existencia, nosotros ya habíamos demostrado por quince años que queríamos vivir en paz.
Tomo la botella que Ben me ofrece y no tardo en llevármela a la boca. A decir verdad, entre los temas que estábamos tocando y el que no hubiese una segunda botella para después, me hacía pensar que tal vez sí era demasiado temprano para beber. Pero ahogo la idea con otro trago y trato de pensar en la pregunta de Ben. ¿Qué me gustaría hacer? Hace un año atrás, habría contestado sin problema “salir del distrito”, explorar, recorrer… no sé. Hacer algo que no fuese caminar todos los días por los mismos lugares. Hoy… Hoy quería todo lo opuesto. - No sé si volvería al tres. Casi no tengo recuerdos de ese lugar, pero sí querría quedarme quieta. ¿Extraño, no? Tal vez abriría una peluquería, ¡o un bar! O ambas. - Me río por solo imaginarme como alguien atendiendo un local, pero no es una imágen que me disgustase. Lo disfrutaría incluso. - Tal vez compre una moto y te visite en tu taller... O esta vez sí tendría cómo pagarte las interminables sesiones psicológicas… ¡O mejor! Seré tu vecina. ¿Que opinas? - En el hipotético caso de que todos terminásemos vivos, querría estar cerca de ellos. Ser un incordio era mi especiallidad, y el poder hacerlo sin tener que temer por mi vida era casi idílico. - También tendría una mascota. No un caballo porque dudo tener el lugar para mantener una criatura como Arion. Pero sí un perro. - Uno gigantesco y peludo que terminaría durmiendo a los pies de mi cama.
Doy otro trago mientras trato de visualizar ese futuro paradisíaco, y luego vuelvo la atención a la botella que tengo en la mano. - Mierda. ¿Ya estoy borracha? - Nunca me había puesto a pensar realmente lo que quería para mi futuro, y que las ideas se plantasen de manera tan fija en mi mente, casi sin esfuerzo, era irreal. - Es eso, o tienes razón y crecí. No puedo creer que de verdad esté imaginando una casa con un perro… - Otra idea cruza mi mente, y le devuelvo la petaca con ímpetu. - ¡Incluso puedo imaginar niños! Oh, por favor… mi madre estaría orgullosa. - Y suena como algo terrible, como si el solo hecho de pronunciar eso me asqueara, pero ni yo misma entendía en qué momento había llegado a esto. Será que al final era mucho más parecida a Arleth de lo que imaginaba.
- ¿Problemas de temperamento? ¿En serio? Y eso viniendo del hombre lobo medio ermitaño que desaparece cada dos por tres… - Ruedo los ojos y acomodo mi cabello allí donde su mano se posó unos segundos atrás. - Soy impulsiva, lo admito. ¿Está bien? Probablemente no, pero… espero haber aprendido de mis errores. - No me arrepentía de haber matado a Annie Weynart. ¡Diablos! si no fuese porque nos había puesto en peligro hasta estaría orgullosa de eso. Pero la idea no era ir marchando arma en mano hasta hacer que todos los que estaban mal desaparecieran. Ganas no faltaban, pero tenía razón y eso no es lo que queríamos demostrar. - Lo malo es que a veces cuesta recordar que no somos solo unos sacados resentidos enojados con las decisiones de los demás. - Algunos podrían decir que estábamos enojados con la vida misma, pero ese no era el caso. Eran otras personas las que se encargaban de jodernos la existencia, nosotros ya habíamos demostrado por quince años que queríamos vivir en paz.
Tomo la botella que Ben me ofrece y no tardo en llevármela a la boca. A decir verdad, entre los temas que estábamos tocando y el que no hubiese una segunda botella para después, me hacía pensar que tal vez sí era demasiado temprano para beber. Pero ahogo la idea con otro trago y trato de pensar en la pregunta de Ben. ¿Qué me gustaría hacer? Hace un año atrás, habría contestado sin problema “salir del distrito”, explorar, recorrer… no sé. Hacer algo que no fuese caminar todos los días por los mismos lugares. Hoy… Hoy quería todo lo opuesto. - No sé si volvería al tres. Casi no tengo recuerdos de ese lugar, pero sí querría quedarme quieta. ¿Extraño, no? Tal vez abriría una peluquería, ¡o un bar! O ambas. - Me río por solo imaginarme como alguien atendiendo un local, pero no es una imágen que me disgustase. Lo disfrutaría incluso. - Tal vez compre una moto y te visite en tu taller... O esta vez sí tendría cómo pagarte las interminables sesiones psicológicas… ¡O mejor! Seré tu vecina. ¿Que opinas? - En el hipotético caso de que todos terminásemos vivos, querría estar cerca de ellos. Ser un incordio era mi especiallidad, y el poder hacerlo sin tener que temer por mi vida era casi idílico. - También tendría una mascota. No un caballo porque dudo tener el lugar para mantener una criatura como Arion. Pero sí un perro. - Uno gigantesco y peludo que terminaría durmiendo a los pies de mi cama.
Doy otro trago mientras trato de visualizar ese futuro paradisíaco, y luego vuelvo la atención a la botella que tengo en la mano. - Mierda. ¿Ya estoy borracha? - Nunca me había puesto a pensar realmente lo que quería para mi futuro, y que las ideas se plantasen de manera tan fija en mi mente, casi sin esfuerzo, era irreal. - Es eso, o tienes razón y crecí. No puedo creer que de verdad esté imaginando una casa con un perro… - Otra idea cruza mi mente, y le devuelvo la petaca con ímpetu. - ¡Incluso puedo imaginar niños! Oh, por favor… mi madre estaría orgullosa. - Y suena como algo terrible, como si el solo hecho de pronunciar eso me asqueara, pero ni yo misma entendía en qué momento había llegado a esto. Será que al final era mucho más parecida a Arleth de lo que imaginaba.
Lo único que puedo hacer es reírme, porque si me pongo a explicar por qué me desaparesco de vez en cuando o algunas cosas que me guardé para mí y para las cuales se me acaba el tiempo, necesitaríamos una botella más grande y un humor que ahora mismo parece haberse esfumado. Me concentro más en las cosas irreales, ese futuro tan incierto con el cual solo podemos soñar porque hay una mínima esperanza de que se vuelva realidad, muy lejana pero tal vez tangible. Al menos, ahora que nos han arrebatado el sitio en el cual planeábamos envejecer, es bueno saber que hay una posibilidad, aunque sea pequeña, de soñar con ser algo más que soldados. No me gusta verme bajo esa etiqueta y estoy seguro de que a ella tampoco — Puedo verte con un bar, pero… ¿Una peluquería? — no voy a quejarme frente a la persona que me ha cortado el cabello en los últimos años, pero creí que las personas se formaban en cosas como esas — ¿Seguirás condenándome a tenerte cerca? — planea ser una broma, pero son solo palabras que me aseguran que tampoco podría alejarme demasiado. He crecido con esta gente, estar sin ellos siempre se siente un poco fuera de lugar. ¿Qué será de nosotros si todos tienen la libertad absoluta de hacer lo que quieran de sus vidas? No sé Ava o Alice, pero no puedo ver a Kendrick quedándose cerca. Muchos tomarán otros caminos… y prefiero eso a la idea de que no tengan ninguno.
No puedo no sonreírme, no por lo que dice sino por cómo, porque mal que mal somos de lo poco que queda de nuestra familia y ella pone en palabras lo primero que se me viene a la cabeza en mi silencio: su madre y sus obvios deseos de que su hija mayor se vuelva una adulta responsable, con todo lo que eso conlleva — Serías una buena madre, tanto para un niño como para un perro — intento burlarme aunque sea de un modo superficial. Dejo que mi espalda resbale por la pared hasta que me acomodo en el suelo, con los pies bien anclados para que sean mis manos las que cuelgan por encima de mis rodillas. Sí, es temprano, yo personalmente no me siento afectado por el alcohol, sí por otras cosas que pesan — Siempre quise tener hijos — admito, no es un secreto — Sé que ayudé a cuidar de Beverly, pero jamás pensé que sea mía en realidad. Quería algo como… una casa, una familia clásica. Sé que es una postal ficticia, demasiado lejos de lo que es mi vida. Pero es lo más parecido que se me ocurre a la tranquilidad — tal vez lo obtengamos, tal vez sea solamente un sueño demasiado bueno como para ser real. Hago que mis dedos se encuentren, jugueteando entre ellos para clavar allí mi mirada — Es lo único que quiero, Avs: tranquilidad. Y haré lo que pueda para que todos ustedes la tengan — sea lo que sea, pague lo que tenga que pagar.
No puedo no sonreírme, no por lo que dice sino por cómo, porque mal que mal somos de lo poco que queda de nuestra familia y ella pone en palabras lo primero que se me viene a la cabeza en mi silencio: su madre y sus obvios deseos de que su hija mayor se vuelva una adulta responsable, con todo lo que eso conlleva — Serías una buena madre, tanto para un niño como para un perro — intento burlarme aunque sea de un modo superficial. Dejo que mi espalda resbale por la pared hasta que me acomodo en el suelo, con los pies bien anclados para que sean mis manos las que cuelgan por encima de mis rodillas. Sí, es temprano, yo personalmente no me siento afectado por el alcohol, sí por otras cosas que pesan — Siempre quise tener hijos — admito, no es un secreto — Sé que ayudé a cuidar de Beverly, pero jamás pensé que sea mía en realidad. Quería algo como… una casa, una familia clásica. Sé que es una postal ficticia, demasiado lejos de lo que es mi vida. Pero es lo más parecido que se me ocurre a la tranquilidad — tal vez lo obtengamos, tal vez sea solamente un sueño demasiado bueno como para ser real. Hago que mis dedos se encuentren, jugueteando entre ellos para clavar allí mi mirada — Es lo único que quiero, Avs: tranquilidad. Y haré lo que pueda para que todos ustedes la tengan — sea lo que sea, pague lo que tenga que pagar.
Me da algo de gracia su evidente incredulidad, porque entiendo su punto en cierta forma, pero técnicamente… - Al menos ahora, creo que sé cortar el pelo mejor de lo que sé vender alcohol. ¿Me has visto negociar una botella? Fueron más las veces que te las robé a tí, que las que logré intercambiarlas por algo. - Ni siquiera con mi inmenso amor por el chocolate me animaba a hacer un trueque de ese tipo. El chocolate era dulce, podía alegrarme en varios momentos, y claro, era delicioso, ¿pero el alcohol? Sonaría horrible de mi parte, pero prefería ahogar mis penas en el licor, antes que en el chocolate. Uno me daba grasas y granos, el otro me anulaba los sentidos por un tiempo determinado. - Y sí Benancio, si no te pudiste deshacer de mí hasta ahora ¿qué te hace pensar que podrás hacerlo luego? Incluso aunque tenga un bar, necesitarás de alguien que pueda manejar esta melena. - Llevo mi mano hacia sus cabellos y despeino su ya enmarañada mata de pelo, rascando detrás de su oreja en un gesto francamente familiar. Desde que era pequeña que me divertía con el cabello de Ben, y en el futuro hipotético que estábamos planteando no me molestaría en lo absoluto seguir haciéndolo. Ya era casi que una rutina.
- Gracias por ese voto de confianza, serás el padrino de mi futuro hijo, o de mi perro. Esperaré juguetes o comida en las navidades y cumpleaños. - Me río por lo ridículo de la situación, y trato, aunque cueste, el no darle cara a ese futuro imaginario. Recién estaba haciéndome a la idea de que realmente tenía algo que desear, como para empezar a pensarlo como una posibilidad. No quería ser tan ilusa, para luego tener que decepcionarme si es que no llegaba a suceder. Que viendo como se iban dando las cosas… pues tendría que agradecer el no morir el mes próximo a decir verdad. - Todos tratamos de ayudar con Bev, pero la realidad es que ella es hija de Eowyn y nadie más. - Sin importar quien fuese el padre, estaba convencida que lo único que tenía esa niña de él, era el espermatozoide inicial. No había otra explicación. - ¿No habíamos tenido esta charla ya? Algo de un hijo apocalíptico, una cerca blanca y un perro. - Me río por el recuerdo, porque luego se me termina de venir a la mente cuando había sido eso. Lo irónico del asunto, es que aquella vez todo era a modo de chiste, mientras que esta vez…- ¿Ustedes? - Eso no me sonaba a manada, así que en un gesto casi que enfadado, me pongo en cuclillas y giro su rostro tironeando desde los cabellos que adornaban su frente. - ¿Por qué siempre tienes que tener esa actitud de auto sacrificio tácita en tu voz? Ben, si hay alguien que de verdad merece ese tipo de tranquilidad… de felicidad, eres tú. Nada de “ustedes”. Nosotros. Porque como tires la toalla a mitad de camino o hagas alguna estupidez que te ponga en peligro, tú sabes que soy lo suficientemente terca como para hacerte entrar en razón, a patadas si no es con un par de disparos. - Me dolería perder a cada persona que consideraba parte de mi familia, pero Ben era una de esas sin las cuales no sabía si podría vivir.
- Gracias por ese voto de confianza, serás el padrino de mi futuro hijo, o de mi perro. Esperaré juguetes o comida en las navidades y cumpleaños. - Me río por lo ridículo de la situación, y trato, aunque cueste, el no darle cara a ese futuro imaginario. Recién estaba haciéndome a la idea de que realmente tenía algo que desear, como para empezar a pensarlo como una posibilidad. No quería ser tan ilusa, para luego tener que decepcionarme si es que no llegaba a suceder. Que viendo como se iban dando las cosas… pues tendría que agradecer el no morir el mes próximo a decir verdad. - Todos tratamos de ayudar con Bev, pero la realidad es que ella es hija de Eowyn y nadie más. - Sin importar quien fuese el padre, estaba convencida que lo único que tenía esa niña de él, era el espermatozoide inicial. No había otra explicación. - ¿No habíamos tenido esta charla ya? Algo de un hijo apocalíptico, una cerca blanca y un perro. - Me río por el recuerdo, porque luego se me termina de venir a la mente cuando había sido eso. Lo irónico del asunto, es que aquella vez todo era a modo de chiste, mientras que esta vez…- ¿Ustedes? - Eso no me sonaba a manada, así que en un gesto casi que enfadado, me pongo en cuclillas y giro su rostro tironeando desde los cabellos que adornaban su frente. - ¿Por qué siempre tienes que tener esa actitud de auto sacrificio tácita en tu voz? Ben, si hay alguien que de verdad merece ese tipo de tranquilidad… de felicidad, eres tú. Nada de “ustedes”. Nosotros. Porque como tires la toalla a mitad de camino o hagas alguna estupidez que te ponga en peligro, tú sabes que soy lo suficientemente terca como para hacerte entrar en razón, a patadas si no es con un par de disparos. - Me dolería perder a cada persona que consideraba parte de mi familia, pero Ben era una de esas sin las cuales no sabía si podría vivir.
Estoy seguro de que sí, esta charla tuvo lugar alguna vez. Allá en el catorce, cuando las posibilidades de construir un futuro era más seguras, a pesar de vivir aislados. Tal vez no teníamos muchas opciones, quizá lo único a lo cual podíamos aspirar era a juntarnos con alguien a quien ya conocíamos y unirnos con la idea de crear algo juntos, pero era mucho mejor que esto. Ahora mismo, no tenemos hogar, ni trabajo, ni seguridad, solo una pila de incógnitas que se van alzando entre nosotros, a pesar de buscar un mínimo grado de ilusión y esperanza en la lejanía — Bueno, si no consigues con quien, podríamos tener a nuestro hijo apocalíptico y volverlo real — estoy por reírme de mi propia tontería hasta que me percato de lo terrible que pudo haber sonado — Solo estoy bromeando. No pretendo tener tus hijos ni nada por el estilo — que lo último que me falta, en esta mañana de ebriedad, es que crea que le estoy tirando los perros. Ya hemos tenido suficiente de malas interpretaciones en el pasado.
Me quejo con un gruñido ronco en cuanto tironea de mi pelo y me obliga a encontrarme con sus ojos, demasiado grandes como para siquiera intentar el no verlos. Su reprimenda me dice lo que ya sabía, que hay cosas que es mejor que me las guarde para mí hasta que vea el momento de ponerme en sincero, aunque tal vez es mi cobardía hablando. ¿Podré aceptar sus opiniones? ¿Me ha funcionado bien en el pasado esconderles cosas? Esto es diferente, ni siquiera sabría por dónde comenzar — No es necesario que gastes balas en mí — le recuerdo, tomando su mano para alejarla de mi cabeza y evitar que me deje sin flequillo, para variar — Tengo bien en claro lo que estoy buscando: una vida de paz y planeo disfrutarla, con ustedes si es posible. No iré por ahí vendiendo mi alma, no después de lo mucho que me ha costado ser el dueño de ella — es tan claro como el agua entonces. ¿Por qué aceptaría un trato con el gobierno, si todo lo que necesito está aquí?
Y puede que seamos solo un grupo de criminales a sus ojos, que no tenga la libertad que ellos me prometieron. Pero mi familia me ha dado algo que Aminoff no podría: el saber que cuando lleguen los dementores, podremos enfrentarlos todos juntos y no quedarme con la amarga sensación de haber vendido al grupo que tanto confiaba en mí. Creo que Ava no podría entender jamás por que, de repente, le estoy sonriendo de manera tan ancha — Pásame la botella: creo que estoy demasiado sobrio para charlas sentimentales ahora mismo — alguna vez quizá le diga que fue su culpa que he tomado una de las más grandes decisiones de mi vida. Quizá, cuando tengas más copas encima y todo se haya solucionado.
Me quejo con un gruñido ronco en cuanto tironea de mi pelo y me obliga a encontrarme con sus ojos, demasiado grandes como para siquiera intentar el no verlos. Su reprimenda me dice lo que ya sabía, que hay cosas que es mejor que me las guarde para mí hasta que vea el momento de ponerme en sincero, aunque tal vez es mi cobardía hablando. ¿Podré aceptar sus opiniones? ¿Me ha funcionado bien en el pasado esconderles cosas? Esto es diferente, ni siquiera sabría por dónde comenzar — No es necesario que gastes balas en mí — le recuerdo, tomando su mano para alejarla de mi cabeza y evitar que me deje sin flequillo, para variar — Tengo bien en claro lo que estoy buscando: una vida de paz y planeo disfrutarla, con ustedes si es posible. No iré por ahí vendiendo mi alma, no después de lo mucho que me ha costado ser el dueño de ella — es tan claro como el agua entonces. ¿Por qué aceptaría un trato con el gobierno, si todo lo que necesito está aquí?
Y puede que seamos solo un grupo de criminales a sus ojos, que no tenga la libertad que ellos me prometieron. Pero mi familia me ha dado algo que Aminoff no podría: el saber que cuando lleguen los dementores, podremos enfrentarlos todos juntos y no quedarme con la amarga sensación de haber vendido al grupo que tanto confiaba en mí. Creo que Ava no podría entender jamás por que, de repente, le estoy sonriendo de manera tan ancha — Pásame la botella: creo que estoy demasiado sobrio para charlas sentimentales ahora mismo — alguna vez quizá le diga que fue su culpa que he tomado una de las más grandes decisiones de mi vida. Quizá, cuando tengas más copas encima y todo se haya solucionado.
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