OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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— Vaya… — la sonrisa que me cruza la cara está bailando entre la diversión y la ironía, aunque de verdad espero que no se tome a mal mi comentario — Parece que tu barriga no te deja hacer muchas cosas útiles y te ha tocado la tarea más emocionante junto a tu compañero más interesante: yo. Que suerte que tienes, Lara — doy unos golpecitos a la tablet que tengo entre mis manos y abro el archivo con rapidez, la lista enorme de nombres, fechas y datos inútiles se extiende ante mis ojos e ilumina el pasillo de luces tenues que da paso a una de las salas más extensas y, a su vez, más aburridas de todo el Departamento de Misterios. No tengo idea de dónde salen las profecías, pero tener que chequear que todas se encuentren en su sitio y que nadie ha siquiera movido un poco del polvo de su estantería, es una tarea tan aburrida como inservible. ¿No que nadie puede tocarlas al menos que tengan derecho sobre ella o ahora tenemos que creer que alguien se ha colado a robar bolitas llenas de gas? Con la paranoia de estos días, no obstante, tampoco me sorprende esto — Inventario de profecías. Tal vez solo quieren que nos preguntemos por qué estamos aquí y renunciemos para que no tengan que pagarnos en caso de un despido.
Vamos a ser sinceros, el Ministerio de Magia no era mi sitio ideal para empezar una carrera después de haber dejado el norte y mi estado de apostador ilegal. Tampoco tengo un montón de estudios realizados que me consagren como una mente brillante, así que no me sorprende cada vez que una mirada de reproche me sigue por los pasillos de este lugar. Claro, mi compromiso con la hermana menor del Ministro de Justicia no es un secreto y muchos deben sospechar lo que en verdad pasó: que estoy aquí por puro acomodo, lo cual tampoco es una mentira así que no voy a quejarme. Tengo que alimentarme, ayudar a mantener una casa y, sobre todo, planificar una boda que no está muy lejos de ocurrir. ¿Cuando era el día que teníamos que ir a probar el pastel? Ya, lo olvidé de nuevo, no importa. Ahora tengo tareas un poco más urgentes y más aburridas que realizar.
Empujo la puerta y las pequeñas luces blancas no tardan en aparecer frente a nuestros ojos. Le permito a Lara entrar primero y cierro detrás de nosotros, quedando con el incómodo silencio de un montón de voces enfrascadas que vaya a saber qué mensaje quisieron dejar para el futuro — Mientras no entres en trabajo de parto justo aquí… — intento bromear, pero creo que la mirada que le lanzo a su panza es de puro espanto — ¿Cómo te preparas para eso? Parece que te tragaste una de estas pero de mayor tamaño — y solo para hacer esto menos tortuoso, me pongo a chequear la hilera más cercana, tachando las que aparecen en la lista para demostrar que, efectivamente, no tenemos ladrones de profecías en este lugar.
Vamos a ser sinceros, el Ministerio de Magia no era mi sitio ideal para empezar una carrera después de haber dejado el norte y mi estado de apostador ilegal. Tampoco tengo un montón de estudios realizados que me consagren como una mente brillante, así que no me sorprende cada vez que una mirada de reproche me sigue por los pasillos de este lugar. Claro, mi compromiso con la hermana menor del Ministro de Justicia no es un secreto y muchos deben sospechar lo que en verdad pasó: que estoy aquí por puro acomodo, lo cual tampoco es una mentira así que no voy a quejarme. Tengo que alimentarme, ayudar a mantener una casa y, sobre todo, planificar una boda que no está muy lejos de ocurrir. ¿Cuando era el día que teníamos que ir a probar el pastel? Ya, lo olvidé de nuevo, no importa. Ahora tengo tareas un poco más urgentes y más aburridas que realizar.
Empujo la puerta y las pequeñas luces blancas no tardan en aparecer frente a nuestros ojos. Le permito a Lara entrar primero y cierro detrás de nosotros, quedando con el incómodo silencio de un montón de voces enfrascadas que vaya a saber qué mensaje quisieron dejar para el futuro — Mientras no entres en trabajo de parto justo aquí… — intento bromear, pero creo que la mirada que le lanzo a su panza es de puro espanto — ¿Cómo te preparas para eso? Parece que te tragaste una de estas pero de mayor tamaño — y solo para hacer esto menos tortuoso, me pongo a chequear la hilera más cercana, tachando las que aparecen en la lista para demostrar que, efectivamente, no tenemos ladrones de profecías en este lugar.
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Esto no me había pasado desde que el entrenador Jenkins consideró que por mi tamaño, mi utilidad en el equipo de quidditch se limitaba a pasar las botellas de agua a los jugadores cuando bajaban de sus escobas. Ni siquiera me probó para el puesto de buscadora, porque había un chico con esa camiseta que lo hacía bien, y… machismo, claro. Un chico es siempre quien debe levantar la copa. Si no le insistí en que me probara, es porque contrario a lo que se podría esperar, no quería ser buscadora. A todos los cortos de estatura se nos asociaba inmediatamente con ese puesto, si es que decíamos que queríamos jugar quidditch y pues no, lo que yo quería era ser guardiana. Pero por toda una temporada tuve que pasar botellas y mi enojo fue tal un día durante un partido en que el resultado se cerró a favor de los rivales, que arrojé una de las botellas al primer idiota que pasó festejando frente a mí, este chico Weynart. Tener que hacer el trabajo burocrático es lo peor que pueden encomendarme a mi edad, en que creía haber demostrado las aptitudes suficientes para que den una baldosa con mi nombre en el Departamento de Misterios. ¿Y es para esto? Me muerdo la lengua para no gritar que es discriminación, que si no es petisa, es por gorda. No tengo dieciocho años como en ese entonces, ni quiero que me saquen a patadas de este sector del ministerio de acceso restringido para la mayoría.
Y mi mirada es otra cuando descubro que todo eso que tenemos que checar ¡son profecías! Del más funesto humor que hasta hace unos minutos me tenía pateando el suelo mientras me dirigía a donde sabía que estaba Charles, paso a una emoción chispeante por poco no me tiene repiqueteando en el lugar. Con esta panza así de grande como la que cargo, me toca conservar una actitud más controlada, que me advirtieron de que mostrarme emocionada también podría hacerme romper bolsa. Según parece, camino de la sala a la cocina, si me duermo de lado o si respiro muy fuerte, también podría romper bolsa. Sólo por eso no me largo a correr por el pasillo de voces cuando Charles abre la puerta, en cambio chasqueo mis dedos en el aire y le dirijo una sonrisa convencida. —De las mejores— respondo con una alegría respecto a mi suerte, que él no parece compartir por estar a cargo del inventario de las profecías. Llevo una tablet propia, vaya a saberse para qué, aparte de para tener una copia de la lista y ayudarlo a comprobar que cada orbe esté en su sitio.
La guardo bajo mi brazo al acercarme a uno de los estantes que me quedan a la altura del rostro y procuro discernir el barullo de voces para interpretar las lecturas. —¿Sabías que Phoebe hizo una profecía de este bebé?— le pregunto al hombre, en respuesta a su miedo de que vaya a entrar de parto aquí mismo. —Sería una ironía que vaya a nacer en una sala repleta de estas y que seas quien me ayude— apunto. Y ruedo mis ojos hacia él cuando tiene el dulce tacto de señalar lo gorda que estoy. —Es un bebé bien alimentado— y una madre bien alimentada, eso no importa. Pero supongo que podemos pensar en que sí tengo una profecía dentro, aunque no parece tal si me pongo a comparar con las capsulas que tenemos a la vista, son distintas a lo que sea que Phoebe hace generalmente y son atractivas a su manera, llamando a uno a que trate de tocarlas, pero sé que no debo hacerlo. Porque tengo a un policía de profecías caminando a mi lado. —¿No te da curiosidad el futuro cuando lo tienes al alcance de tus manos, Charles?— inquiero, moviendo mis dedos en el aire, muy lejos de cualquiera de las esferas. —Supongo que como esposo de una vidente lograste cierta indiferencia a estas cosas, yo no podría caminar todos los días sin preguntarme qué me quieren decir estas voces.
Y mi mirada es otra cuando descubro que todo eso que tenemos que checar ¡son profecías! Del más funesto humor que hasta hace unos minutos me tenía pateando el suelo mientras me dirigía a donde sabía que estaba Charles, paso a una emoción chispeante por poco no me tiene repiqueteando en el lugar. Con esta panza así de grande como la que cargo, me toca conservar una actitud más controlada, que me advirtieron de que mostrarme emocionada también podría hacerme romper bolsa. Según parece, camino de la sala a la cocina, si me duermo de lado o si respiro muy fuerte, también podría romper bolsa. Sólo por eso no me largo a correr por el pasillo de voces cuando Charles abre la puerta, en cambio chasqueo mis dedos en el aire y le dirijo una sonrisa convencida. —De las mejores— respondo con una alegría respecto a mi suerte, que él no parece compartir por estar a cargo del inventario de las profecías. Llevo una tablet propia, vaya a saberse para qué, aparte de para tener una copia de la lista y ayudarlo a comprobar que cada orbe esté en su sitio.
La guardo bajo mi brazo al acercarme a uno de los estantes que me quedan a la altura del rostro y procuro discernir el barullo de voces para interpretar las lecturas. —¿Sabías que Phoebe hizo una profecía de este bebé?— le pregunto al hombre, en respuesta a su miedo de que vaya a entrar de parto aquí mismo. —Sería una ironía que vaya a nacer en una sala repleta de estas y que seas quien me ayude— apunto. Y ruedo mis ojos hacia él cuando tiene el dulce tacto de señalar lo gorda que estoy. —Es un bebé bien alimentado— y una madre bien alimentada, eso no importa. Pero supongo que podemos pensar en que sí tengo una profecía dentro, aunque no parece tal si me pongo a comparar con las capsulas que tenemos a la vista, son distintas a lo que sea que Phoebe hace generalmente y son atractivas a su manera, llamando a uno a que trate de tocarlas, pero sé que no debo hacerlo. Porque tengo a un policía de profecías caminando a mi lado. —¿No te da curiosidad el futuro cuando lo tienes al alcance de tus manos, Charles?— inquiero, moviendo mis dedos en el aire, muy lejos de cualquiera de las esferas. —Supongo que como esposo de una vidente lograste cierta indiferencia a estas cosas, yo no podría caminar todos los días sin preguntarme qué me quieren decir estas voces.
Phoebe y yo hablamos mucho en casa, en consideración de que somos la única compañía que tiene el otro cada vez que coincidimos después del trabajo. Muchas de las cosas que me cuenta acaban perdidas en mi memoria, así que me quedo un momento en silencio tratando de recordar si me ha dicho algo sobre esa profecía en particular, con mi dedo revoloteando sobre la tablet antes de marcar una bolita como si tuviese que pensar más de una vez el nombre que lleva y que coincide con la que tengo delante — No que yo recuerde. ¿Y aún así no pudiste luchar contra el destino y usar un anticonceptivo? Sí que jugaste con la suerte — intento bromear, giro un poco la cabeza en su dirección (y tengo que mirar hacia abajo, que le llevo como treinta centímetros) para regalarle una sonrisa calma. Me encojo de hombros cuando dice que su bebé está bien alimentado, lo único que me preocupa y no se lo digo, es cómo va a hacer para sacar a esa cosa de su cuerpo — Supongo que tendrás una hija larga como los Powell — es la única lógica que le encuentro. De seguro sale más rápido la cabeza que el resto de su cuerpo, que para piernas largas esa familia no tiene reparos. ¿Para qué hablo, si soy más alto que todos ellos? La diferencia es que mi pareja va acorde a mi altura.
Hago un chasquidito con mi lengua en una respuesta indefinida, aunque acabo sonriéndome en lo que estiro el cuello para chequear la bola que está un poco más arriba — Futuro esposo — corrijo — No lo sé, Phoebe no me predice nada. No es como si me robase las tazas de café para leerme lo que me dicen los granos ni nada por el estilo. Aunque me ayudó bastante en el pasado cuando se trataba de apostar… — momento, tal vez no debería estar contándole esto a la persona que duerme todas las noches con el ministro de justicia; bueno, voy a regalarle un voto de confianza — Pero soy humano, creo que a todos nos da cierta curiosidad el futuro, pero no estoy seguro de querer saberlo. Quiero decir… ¿Qué tiene de emocionante vivir si sabes todo lo que va a pasar? Vivirías esperando las cosas buenas y tratando de esquivar las que sabes que van a hacerte sufrir. ¿O tú te lees los finales de los libros antes de consumir todo su contenido? — además, yo no me habría creído ni loco que terminaría aquí, con un uniforme de uno de los departamentos más complicados de todo el ministerio, así que también hay que tener en cuenta los destinos que consideraríamos bromas. Demasiado complejo para mi mente tan cuadrada.
Acomodo la tablet para hacer uso de mi varita y una de las largas escaleras se mueve hacia nosotros, de modo que puedo empezar a trepar para ir chequeando las pelotas más altas — Si te soy sincero, este sitio me da escalofríos. ¿No crees que tantos susurros son algo turbio? Es como estar entre un montón de fantasmas, sobre cosas que todavía no han pasado o que nunca llegarán a pasar — coloco la varita detrás de mi oreja para tener las manos libres y sigo con mis chequeos, tengo que pasar un poco más rápido la lista para encontrar lo que estoy buscando. Estoy seguro de que en su tablet le aparece que ya he tachado otra — ¿Tú querrías saber algo tan importante de tu vida, que mereciera una profecía en este lugar? — porque yo no, aunque tal vez es de cobarde.
Hago un chasquidito con mi lengua en una respuesta indefinida, aunque acabo sonriéndome en lo que estiro el cuello para chequear la bola que está un poco más arriba — Futuro esposo — corrijo — No lo sé, Phoebe no me predice nada. No es como si me robase las tazas de café para leerme lo que me dicen los granos ni nada por el estilo. Aunque me ayudó bastante en el pasado cuando se trataba de apostar… — momento, tal vez no debería estar contándole esto a la persona que duerme todas las noches con el ministro de justicia; bueno, voy a regalarle un voto de confianza — Pero soy humano, creo que a todos nos da cierta curiosidad el futuro, pero no estoy seguro de querer saberlo. Quiero decir… ¿Qué tiene de emocionante vivir si sabes todo lo que va a pasar? Vivirías esperando las cosas buenas y tratando de esquivar las que sabes que van a hacerte sufrir. ¿O tú te lees los finales de los libros antes de consumir todo su contenido? — además, yo no me habría creído ni loco que terminaría aquí, con un uniforme de uno de los departamentos más complicados de todo el ministerio, así que también hay que tener en cuenta los destinos que consideraríamos bromas. Demasiado complejo para mi mente tan cuadrada.
Acomodo la tablet para hacer uso de mi varita y una de las largas escaleras se mueve hacia nosotros, de modo que puedo empezar a trepar para ir chequeando las pelotas más altas — Si te soy sincero, este sitio me da escalofríos. ¿No crees que tantos susurros son algo turbio? Es como estar entre un montón de fantasmas, sobre cosas que todavía no han pasado o que nunca llegarán a pasar — coloco la varita detrás de mi oreja para tener las manos libres y sigo con mis chequeos, tengo que pasar un poco más rápido la lista para encontrar lo que estoy buscando. Estoy seguro de que en su tablet le aparece que ya he tachado otra — ¿Tú querrías saber algo tan importante de tu vida, que mereciera una profecía en este lugar? — porque yo no, aunque tal vez es de cobarde.
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No es la primera, ni será la última persona que venga con esa pregunta, si es que es que todos se sienten tentados a hacerla. ¿No te enseñaron educación sexual en la escuela, Lara Scott? No, pues, si hasta ayer yo creía que los bebes nacían de repollos, esto me tomó totalmente de sorpresa. ¿Qué los bebes surgen de tener sexo? ¡No me digas! Y que si te acuestas regularmente con una persona, que por regular no quiere decir que sea rutina, sino que fue un desorden puesto en fila, en medio de todo ese desmadre tal vez se te pasen algunos recaudos, ¡y que ya lo sé, hombre! De que hay maneras antes y después como para venir a decir después «uy, no, si es que esta panza me salió de un día para el otro sin que me diera cuenta». Aprovecha que mira hacia abajo, es decir, que busca mirarme a mí para hacer un gesto con la mano para que acerque un poco más así puedo tratar de rodearle los hombros con un brazo y claro que fracaso, si apenas puedo pasarlo por la espalda. —Charles, te diré algo que viene bien saber a cualquier edad, no sé cuántos años tienes tú, pero cumplo con decírtelo…— digo, y coloco mi mano libre delante de nosotros. —La suerte es una perra, siempre— barro el aire al decirlo. —Te lame la mano y luego la muerde. Cuando crees que te bendice con algo, luego te lo quita. Y en ocasiones crees que te ha cagado, que se ha metido contigo, en realidad…— me encojo de hombros, lo suelto para que pueda volver a lo suyo. —Solo está acomodando las cosas para algo que no alcanzarías a ver ni aún con prismáticos mágicos.
Y muchas veces, para algo que no se puede capturar en ninguna bola de cristal, ni en estas orbes que iluminan la sala con un resplandor fantasmal. Es tenebroso en cierto sentido, en ese mismo misterio es atrayente, tanto que tengo que repartir mi atención en este lugar que no logro abarcar con mi mirada y mi conversación con Charles, quien juega con la palabra «futuro» de una manera que me invita a burlarme de él al decirle que podremos saberlo si revisamos una de las esferas. Pero lo otro que se le escapa hace que arquee una de mis cejas y le echo una mirada de pies a cabeza, porque este hombre podría saber de la suerte lo que hace falta para dar cátedra. —No te juzgo, si yo durmiera con una persona que sabría decirme cuáles son los números ganadores de la lotería, estaría comprando el ticket bien temprano en la mañana—. En vez de eso lo que tengo son copias del boletín oficial, que nadie podría decir que no son una aproximación al futuro, siempre anunciando alguna nueva medida de ajuste por venir. —Claro que no es ético que una vidente te diga cuál es la apuesta ganadora— sueno un tanto reprobadora y se podría decir que se percibe cierta influencia sino fuera porque… —¿Eran algo así como Bunny y Clay? ¿Estafadores? Muy genial, por cierto. Puedes contármelo, lo que se dice entre profecías, queda entre profecías— le doy mi palabra, ¿qué tiene de malo que me interese saber que tanto se corren de la ley las otras personas? Mi rubro es la mecánica, la ciencia, la tecnología. No hago juicio de nada, no tengo razones ni criterio para sostener el mazo de un juez para ninguna cosa.
Su desinterés en el futuro tiene un buen fundamento, no lo niego, a eso no tengo una contestación que me salga de la nada. Lo que surge de mis labios es algo diferente, una respuesta a su pregunta más banal. —Busco en internet de que va y me leo los spoilers. No suelo meterme en una historia interminable sin saber de qué irá, ¿y si comienza bien y el final es decepcionante? ¡Vamos! Es lo que pasa con la mayoría, y la verdad es que valoro mi tiempo, porque mi tiempo es trabajo. No lo perdería en algo que me hará sentir que lo derroché— se lo explico, nunca lo había pensado como algo vinculado a mi relación con el tiempo. —No miro series, sino películas. No leo novelas, sí cuentos. Es raro que una historia larga me intrigue lo suficiente como para mantenerme sujeta a sus páginas— no se me escapa que su pregunta en sí seguía una doble interpretación, así que me guardo lo que acabo de decir para pensarlo con más detenimiento después. Una escalera llega hasta él y estoy demasiado gorda como para seguirlo, así que me quedo en mi lugar, dando una vuelta completa sobre mis pies para comprobar que tan terrorífico se ve este lugar. —Es estupendo, es una gran bóveda de los tesoros. Estamos dentro de la cámara más increíble para asaltar, ¿no crees? Nada de galeones, ni de joyas. Tienes el futuro en cápsulas, ¿a qué no sería un gran golpe robárselas?— pregunto con un dejo de regodeo, que no seré yo quien robe nada, en mi estado no es que pueda correr demasiado lejos con el botín. Y por eso mismo estamos aquí, ¿no? Porque la falta de una sola de estas, el robo de cualquiera, es una alarma para todo el ministerio. —Buena pregunta— contesto, tomándome un minuto para buscar qué de todo me gustaría saber y por más que le haya hablado de mi predilección por los spoilers, muchas cosas de mi vida actuar no me gustaría saber cómo irán. Sólo… no quiero saber. —Lo que me gustaría es que cualquiera de estas profecías me lleve a otro lugar, a otra dimensión, ¿sabes? Que sean como… hmm, puertas que te llevan a otro lugar. Echar un vistazo, a los futuros posibles. Pero que no sean más que eso, posibles, nada en verdad determinante.
Y muchas veces, para algo que no se puede capturar en ninguna bola de cristal, ni en estas orbes que iluminan la sala con un resplandor fantasmal. Es tenebroso en cierto sentido, en ese mismo misterio es atrayente, tanto que tengo que repartir mi atención en este lugar que no logro abarcar con mi mirada y mi conversación con Charles, quien juega con la palabra «futuro» de una manera que me invita a burlarme de él al decirle que podremos saberlo si revisamos una de las esferas. Pero lo otro que se le escapa hace que arquee una de mis cejas y le echo una mirada de pies a cabeza, porque este hombre podría saber de la suerte lo que hace falta para dar cátedra. —No te juzgo, si yo durmiera con una persona que sabría decirme cuáles son los números ganadores de la lotería, estaría comprando el ticket bien temprano en la mañana—. En vez de eso lo que tengo son copias del boletín oficial, que nadie podría decir que no son una aproximación al futuro, siempre anunciando alguna nueva medida de ajuste por venir. —Claro que no es ético que una vidente te diga cuál es la apuesta ganadora— sueno un tanto reprobadora y se podría decir que se percibe cierta influencia sino fuera porque… —¿Eran algo así como Bunny y Clay? ¿Estafadores? Muy genial, por cierto. Puedes contármelo, lo que se dice entre profecías, queda entre profecías— le doy mi palabra, ¿qué tiene de malo que me interese saber que tanto se corren de la ley las otras personas? Mi rubro es la mecánica, la ciencia, la tecnología. No hago juicio de nada, no tengo razones ni criterio para sostener el mazo de un juez para ninguna cosa.
Su desinterés en el futuro tiene un buen fundamento, no lo niego, a eso no tengo una contestación que me salga de la nada. Lo que surge de mis labios es algo diferente, una respuesta a su pregunta más banal. —Busco en internet de que va y me leo los spoilers. No suelo meterme en una historia interminable sin saber de qué irá, ¿y si comienza bien y el final es decepcionante? ¡Vamos! Es lo que pasa con la mayoría, y la verdad es que valoro mi tiempo, porque mi tiempo es trabajo. No lo perdería en algo que me hará sentir que lo derroché— se lo explico, nunca lo había pensado como algo vinculado a mi relación con el tiempo. —No miro series, sino películas. No leo novelas, sí cuentos. Es raro que una historia larga me intrigue lo suficiente como para mantenerme sujeta a sus páginas— no se me escapa que su pregunta en sí seguía una doble interpretación, así que me guardo lo que acabo de decir para pensarlo con más detenimiento después. Una escalera llega hasta él y estoy demasiado gorda como para seguirlo, así que me quedo en mi lugar, dando una vuelta completa sobre mis pies para comprobar que tan terrorífico se ve este lugar. —Es estupendo, es una gran bóveda de los tesoros. Estamos dentro de la cámara más increíble para asaltar, ¿no crees? Nada de galeones, ni de joyas. Tienes el futuro en cápsulas, ¿a qué no sería un gran golpe robárselas?— pregunto con un dejo de regodeo, que no seré yo quien robe nada, en mi estado no es que pueda correr demasiado lejos con el botín. Y por eso mismo estamos aquí, ¿no? Porque la falta de una sola de estas, el robo de cualquiera, es una alarma para todo el ministerio. —Buena pregunta— contesto, tomándome un minuto para buscar qué de todo me gustaría saber y por más que le haya hablado de mi predilección por los spoilers, muchas cosas de mi vida actuar no me gustaría saber cómo irán. Sólo… no quiero saber. —Lo que me gustaría es que cualquiera de estas profecías me lleve a otro lugar, a otra dimensión, ¿sabes? Que sean como… hmm, puertas que te llevan a otro lugar. Echar un vistazo, a los futuros posibles. Pero que no sean más que eso, posibles, nada en verdad determinante.
Si yo sé de suerte confusa… no se lo digo, me basta con reírme un poco para darle a entender que sé de lo que habla. Me quedo pensando por un momento si esos eran los nombres de los estafadores de los cuales sospecho que está hablando y eso me da un aspecto aún más sospechoso, aunque al final solo muevo la cabeza de un lado hacia el otro en un vaivén un poquito dudoso — Phoebe solo me ayudaba, de vez en cuando. Cuando vives en el norte, tienes que encontrar el modo de sobrevivir. Ya sabes, apuestas, peleas callejeras… se me da bien el boxeo — cosa que creo que no es necesario aclarar, mi contextura física habla por sí sola — Si había una pequeña ventana gracias a los dones de Phoebe, siempre venía bien, no importa el sitio o lo que estaba en juego. Y así, consigues dinero, la gente te respeta porque creen que eres alguien demasiado bueno como para quedar invicto cuando, en realidad, solo tienes la bola de cristal. Y espero que esto que te digo, como dices, quede entre las profecías — no es una amenaza, es más bien una petición sincera. No estamos en un momento como para generar un conflicto familiar y, aunque no parece una mala persona, me está demostrando que le gusta tener la lengua activa al momento de conversar. Y este que tiende a ser un lugar silencioso, madre mía…
Subo un poco más alto, pero creo que eso no evita que se oiga mi risa — O sea, eres una persona muy ansiosa que no puede quedarse quieta para disfrutar de una buena historia. ¿Y cómo terminaste en un departamento donde todos son preguntas y misterios? — si hay algo que nos califica a los inefables, es la curiosidad y la paciencia suficiente como para saber que no obtendremos todas las respuestas de inmediato, tal vez nunca las sepamos — Puedes probar con las hileras de abajo, si quieres — agrego, que de esa manera podremos hacer todo más rápido sin que su embarazo sea un problema y tampoco le producirá un enorme esfuerzo. Estoy manteniendo el equilibrio para no irme de culo al suelo cuando se digna a contestar mi duda, lo que me deja con la mano estirada antes de borrar el polvo de una de las placas — Nada es determinante. La mayoría de las profecías que hay por aquí, no se han cumplido y jamás lo harán. Son solo palabras que soltaron al aire y los caminos que recorremos siempre van desviando las variantes. ¿O crees que estabas destinada a esto? ¿A estar aquí conmigo, tu concuñado, de quien obtuviste ese título casi que por casualidad? No sé si todos tenemos un camino trazado o si todo esto que está aquí son opciones de cosas que pueden o no pasar. Es como… muy filosófico como para conversarlo sin una copa encima — lo cual es irónico, porque trabajamos en ello, pero por algo hay compañeros que cuelan alcohol en algunas de las salas.
La escalera flota hacia uno de los costados, permitiendo que vaya moviéndome sin la necesidad de estar bajando y subiendo. Lo que no oculto es el enorme bostezo que se me escapa, haciendo que me cubra la boca con el dorso del brazo — Si pudieses predecir algo, lo que sea, sabiendo que se hará realidad. ¿Qué sería? — ya empezamos con las preguntas salidas de la nada, pero que hay que pasar el tiempo con algo.
Subo un poco más alto, pero creo que eso no evita que se oiga mi risa — O sea, eres una persona muy ansiosa que no puede quedarse quieta para disfrutar de una buena historia. ¿Y cómo terminaste en un departamento donde todos son preguntas y misterios? — si hay algo que nos califica a los inefables, es la curiosidad y la paciencia suficiente como para saber que no obtendremos todas las respuestas de inmediato, tal vez nunca las sepamos — Puedes probar con las hileras de abajo, si quieres — agrego, que de esa manera podremos hacer todo más rápido sin que su embarazo sea un problema y tampoco le producirá un enorme esfuerzo. Estoy manteniendo el equilibrio para no irme de culo al suelo cuando se digna a contestar mi duda, lo que me deja con la mano estirada antes de borrar el polvo de una de las placas — Nada es determinante. La mayoría de las profecías que hay por aquí, no se han cumplido y jamás lo harán. Son solo palabras que soltaron al aire y los caminos que recorremos siempre van desviando las variantes. ¿O crees que estabas destinada a esto? ¿A estar aquí conmigo, tu concuñado, de quien obtuviste ese título casi que por casualidad? No sé si todos tenemos un camino trazado o si todo esto que está aquí son opciones de cosas que pueden o no pasar. Es como… muy filosófico como para conversarlo sin una copa encima — lo cual es irónico, porque trabajamos en ello, pero por algo hay compañeros que cuelan alcohol en algunas de las salas.
La escalera flota hacia uno de los costados, permitiendo que vaya moviéndome sin la necesidad de estar bajando y subiendo. Lo que no oculto es el enorme bostezo que se me escapa, haciendo que me cubra la boca con el dorso del brazo — Si pudieses predecir algo, lo que sea, sabiendo que se hará realidad. ¿Qué sería? — ya empezamos con las preguntas salidas de la nada, pero que hay que pasar el tiempo con algo.
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Tengo cierta debilidad por las historias que me cuentan las personas, en toda la sala no hay un taburete que me sirva para sentarme cómodamente con mi panza mientras lo escucho, con las piernas cruzadas y la barbilla apoyada en la palma de mi mano, como creo que es la postura adecuada para escuchar cualquier relato. Parte de no leer las novelas es preferir que me cuenten historias, culpa de mi padre que lo hacía, dándome fragmentos de clásicos. Cambio el peso de mi pie a otro para no cansarme al seguir parada, se me hace interesante la manera en la que consiguieron con Phoebe de subsistir en el norte, es una historia atractiva para contar, aunque no sea mi intención romantizar lo mal que se puede pasar en los ambientes más oscuros de esos distritos. Sé que el trasfondo de lo que me describe es violento, la fama de que la suerte estaba de su lado le habrá valido escaparse más de una vez de un mal destino usando una bomba de humo. Curvo una de mis cejas para enfatizar mi promesa de que no saldrá de mis labios lo que me ha contado. —Estás a salvo conmigo, soy la mejor caja de siete candados que puedas encontrar. Puedes dejar tus secretos más escabrosos conmigo y estarán seguros— se lo aseguro con un tinte de humor que no me quita sinceridad, convencida de que puedo cumplir, a la larga he sabido guardar dentro, en lugares recónditos, lo que no quiero compartir con nadie, y mejor que eso aún, es conseguir que esos lugares parezcan inexistentes.
Que me señale como inadecuada para un trabajo en este departamento me hace reír, por un segundo tengo miedo de que alguna bola se caiga de los estantes por culpa de mi carcajada que reverbera en este sitio tan funesto. —Porque no se les ocurrió preguntarme si me leo el libro completo— bromeo. Mantengo mi sonrisa ladeada al continuar, un poco más seria, no tanto como debería. —Porque alguien tiene que dar con las respuestas, ¿no? Si es una persona que solo se deja llevar por la historia y espera a la última página para saber qué ocurre, estaría aquí haciendo de centinela y esa no es mi intención. No me hice inefable para cuidar de los secretos de estas cámaras. Quiero respuestas, quiero saber cómo funciona el mundo, quiero saber qué tan lejos podemos llegar— digo, nadie nunca habló con tanta emoción mientras le tocaba abrir un archivo para hacer inventario, que es lo que me toca al encargarme de las hileras de abajo, y me ahorraré el preguntarle si me da esta tarea en consideración a mi estatura, porque es discriminación camuflada de amabilidad por si no lo sabe.
—Sé que no estaba destinada a esto, pero en el momento en que se dio sentí que era lo que debía hacer y que muchas cosas que fui dejando pasar volvieron para señalarme que este era el camino— contesto, demasiado filosófico, es cierto. —Dame dos meses más y te acompañaré a hacer inventario otra vez con una botella de ron— le prometo, hago el gesto de estar agitando un vaso con una mano, mientras que con la otra sigo sosteniendo la tablet en la que voy apuntando las profecías que identifico con los datos que me da el sistema. —Y eres mi futuro, doblemente futuro, concuñado. Lo que me intriga de todo esto es que sabiendo lo que es la suerte, después de que ambos se jugaran la vida en apuestas, de que estés ahora trabajando en profecías, ¿por qué todavía confías en el futuro? Digo, ¿por qué no te escapaste con la chica y te casaste con ella? Dos galeones a un juez cualquiera, votos honestos, listo— así de simple, mi sabiduría hipócrita es admirable. Estoy limpiando una placa con mi dedo tratando de descifrar el nombre escrito en alguna lengua extinta, porque no lo entiendo, cuando me pilla con una pregunta de las que nunca me he hecho. —Supongo que estoy parada en la vereda de los que quieren vistazos del futuro, pero no en la que se paran los que dicen o deciden cómo será— ya sean videntes, ya sean los que tienen el poder, no podría salir ninguna profecía de mis labios ni aunque le echara esmero o me hubiera bajado varias botellas de ron. —No hay nada que me gustaría predecir— respondo. —¿Y qué hay de ti? ¿Quieres arriesgarte a hace una profecía de lo que sea? No te preocupes, quedará aquí, entre las otras. Nadie tendrá por qué saberlo.
Que me señale como inadecuada para un trabajo en este departamento me hace reír, por un segundo tengo miedo de que alguna bola se caiga de los estantes por culpa de mi carcajada que reverbera en este sitio tan funesto. —Porque no se les ocurrió preguntarme si me leo el libro completo— bromeo. Mantengo mi sonrisa ladeada al continuar, un poco más seria, no tanto como debería. —Porque alguien tiene que dar con las respuestas, ¿no? Si es una persona que solo se deja llevar por la historia y espera a la última página para saber qué ocurre, estaría aquí haciendo de centinela y esa no es mi intención. No me hice inefable para cuidar de los secretos de estas cámaras. Quiero respuestas, quiero saber cómo funciona el mundo, quiero saber qué tan lejos podemos llegar— digo, nadie nunca habló con tanta emoción mientras le tocaba abrir un archivo para hacer inventario, que es lo que me toca al encargarme de las hileras de abajo, y me ahorraré el preguntarle si me da esta tarea en consideración a mi estatura, porque es discriminación camuflada de amabilidad por si no lo sabe.
—Sé que no estaba destinada a esto, pero en el momento en que se dio sentí que era lo que debía hacer y que muchas cosas que fui dejando pasar volvieron para señalarme que este era el camino— contesto, demasiado filosófico, es cierto. —Dame dos meses más y te acompañaré a hacer inventario otra vez con una botella de ron— le prometo, hago el gesto de estar agitando un vaso con una mano, mientras que con la otra sigo sosteniendo la tablet en la que voy apuntando las profecías que identifico con los datos que me da el sistema. —Y eres mi futuro, doblemente futuro, concuñado. Lo que me intriga de todo esto es que sabiendo lo que es la suerte, después de que ambos se jugaran la vida en apuestas, de que estés ahora trabajando en profecías, ¿por qué todavía confías en el futuro? Digo, ¿por qué no te escapaste con la chica y te casaste con ella? Dos galeones a un juez cualquiera, votos honestos, listo— así de simple, mi sabiduría hipócrita es admirable. Estoy limpiando una placa con mi dedo tratando de descifrar el nombre escrito en alguna lengua extinta, porque no lo entiendo, cuando me pilla con una pregunta de las que nunca me he hecho. —Supongo que estoy parada en la vereda de los que quieren vistazos del futuro, pero no en la que se paran los que dicen o deciden cómo será— ya sean videntes, ya sean los que tienen el poder, no podría salir ninguna profecía de mis labios ni aunque le echara esmero o me hubiera bajado varias botellas de ron. —No hay nada que me gustaría predecir— respondo. —¿Y qué hay de ti? ¿Quieres arriesgarte a hace una profecía de lo que sea? No te preocupes, quedará aquí, entre las otras. Nadie tendrá por qué saberlo.
Puedo darle por válida la respuesta, aunque hay una parte que me hace detenerme a pensarlo por un segundo — A veces, para obtener las respuestas, tienes que detenerte en los detalles. La curiosidad es un arma poderosa, pero a veces no tenemos que ser atolondrados con ella. Si hubiese seguido ese consejo hace años, ahora mi nariz no estaría rota y torcida — me burlo de mí mismo, del espíritu lleno de fuego que supe tener y que ahora ha comenzado a calmarse, tal vez por la necesidad de tener el culo a salvo en un mundo en el cual nadie lo está. Extraño el norte, es verdad. Extraño las peleas callejeras y el dormir hasta las cinco de la tarde. Pero no extraño el frío, el hambre y las enfermedades difíciles de curar. Si Lara está tratando de descubrir cómo funciona el mundo dentro de estas paredes, espero estar cerca para cuando encuentre las respuestas.
Me quedo pensativo un segundo porque siento sus palabras un poco contradictorias : — ¿No estabas destinada a esto pero es el camino que tenías que seguir? ¿No es eso lo que la gente llama “estar destinado”? — muevo una mano de un lado al otro como si de esa manera pudiese darme a entender, aunque no creo haberme expresado bien. Mi risa se oye demasiado fuerte en un lugar tan vacío y no sé si puede ver cómo alzo un pulgar en su dirección, tomando su promesa de una copa que no sé si llegará tan pronto, porque no tengo idea de si puede beber alcohol mientras ande con la lactancia. No, no sé nada de cómo funciona ese mundo — “Doblemente futuro”. Con Phoebe apostamos a que tu hija no tendrá ni cinco años cuando ustedes dos se casen — sea para darle el gusto a su madre o no. A lo siguiente, no me demoro tanto como pensé que tardaría en obtener una respuesta — Había otros intereses. No pensé que las cosas terminarían así, no creí que Phoebe y yo volveríamos a estar juntos. Me acosté con otras personas, tuve otros romances fugaces, incluso cuando terminamos la primera vez. No sé si que yo esté aquí es algo fortuito o no, pero… ¿Por qué me casaría allá, en el norte, cuando no tenía nada para darle? — para mí, tiene bastante lógica.
— ¿Nada? ¿Ni siquiera felicidad para tu hija o alguna cosa trillada de esas? — le echo algo de aliento a la bola de cristal más cercana y la limpio con el dorso de mi manga — Lo único que me gustaría predecir es que esta guerra terminará, tendremos una vida estable y podré sentarme, con la barba canosa, a ver algún partido de Quidditch con una cerveza en la mano, desde la sala de mi casa. Me aburren los… — pero no puedo terminar de comentar lo cansado que me tienen los conflictos políticos que se asoman todos los días por la televisión, porque hay un nombre en la lista de mi pantalla que llama mi atención. Creo que es hasta obvio que contengo el aire, hasta sueno diferente cuando vuelvo a hablar — Lara… ¿Puedes chequear la profecía del estante cinco, sector C? — porque si no estoy viendo mal, lo que sea que se encuentre ahí salió de la boca de Phoebe M. Powell, sobre nombres anónimos envueltos en un enorme signo de pregunta. Aunque esté acostumbrado a la turbiedad de este lugar, los vellos de mis brazos se ponen de pie como soldados… y nadie puede decir que soy lampiño.
Me quedo pensativo un segundo porque siento sus palabras un poco contradictorias : — ¿No estabas destinada a esto pero es el camino que tenías que seguir? ¿No es eso lo que la gente llama “estar destinado”? — muevo una mano de un lado al otro como si de esa manera pudiese darme a entender, aunque no creo haberme expresado bien. Mi risa se oye demasiado fuerte en un lugar tan vacío y no sé si puede ver cómo alzo un pulgar en su dirección, tomando su promesa de una copa que no sé si llegará tan pronto, porque no tengo idea de si puede beber alcohol mientras ande con la lactancia. No, no sé nada de cómo funciona ese mundo — “Doblemente futuro”. Con Phoebe apostamos a que tu hija no tendrá ni cinco años cuando ustedes dos se casen — sea para darle el gusto a su madre o no. A lo siguiente, no me demoro tanto como pensé que tardaría en obtener una respuesta — Había otros intereses. No pensé que las cosas terminarían así, no creí que Phoebe y yo volveríamos a estar juntos. Me acosté con otras personas, tuve otros romances fugaces, incluso cuando terminamos la primera vez. No sé si que yo esté aquí es algo fortuito o no, pero… ¿Por qué me casaría allá, en el norte, cuando no tenía nada para darle? — para mí, tiene bastante lógica.
— ¿Nada? ¿Ni siquiera felicidad para tu hija o alguna cosa trillada de esas? — le echo algo de aliento a la bola de cristal más cercana y la limpio con el dorso de mi manga — Lo único que me gustaría predecir es que esta guerra terminará, tendremos una vida estable y podré sentarme, con la barba canosa, a ver algún partido de Quidditch con una cerveza en la mano, desde la sala de mi casa. Me aburren los… — pero no puedo terminar de comentar lo cansado que me tienen los conflictos políticos que se asoman todos los días por la televisión, porque hay un nombre en la lista de mi pantalla que llama mi atención. Creo que es hasta obvio que contengo el aire, hasta sueno diferente cuando vuelvo a hablar — Lara… ¿Puedes chequear la profecía del estante cinco, sector C? — porque si no estoy viendo mal, lo que sea que se encuentre ahí salió de la boca de Phoebe M. Powell, sobre nombres anónimos envueltos en un enorme signo de pregunta. Aunque esté acostumbrado a la turbiedad de este lugar, los vellos de mis brazos se ponen de pie como soldados… y nadie puede decir que soy lampiño.
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—Estoy trabajando en ello— se lo aseguro, aunque me faltan al menos diez años más para que tanta práctica de control de mi temperamento marque cambios significativos en mi comportamiento, digamos que casi escupirle a la cara a nuestro presidente apenas tuve la oportunidad de estar tan cerca se puede señalar como un retroceso en mis intentos de ser un poco más moderada. De acuerdo, puede ser que necesite quince años más, para cuando llegue a la edad de Mohini seré una mujer con un sentido común más sensato. —No estaba destinada a esto de nacimiento, ni hace quince años, ni hace un año. Sucedieron cosas que me colocaron en un lugar y un momento en que se abrió un destino para mí. Rutas, todo el tiempo se trata de rutas que vas tomando, los caminos están hechos, los mapas están trazados, pero vas eligiendo por donde seguir— se lo explico con algo vaguedad, que no es una teoría científica, sino simple convencimiento, que repito más veces de la que pueda contar y me escucho tratando de evangelizarlo a él también, en vez de prestar atención a los nombres de las placas que reviso tres veces antes de tildar en el inventario que se trata de la profecía marcada. No quiero cometer un error con estas cosas tan delicadas, se trata del futuro, ¿no?
Me encojo de hombros al saber lo de la apuesta que hacen con Phoebe, que alguien más pueda medir el tiempo aparte de nosotros para tomar una decisión como esa me desconcierta. —¿Qué tan alto apostaron?— pregunto. —Porque podría reclamar ese dinero después de los cinco años y comprarle otro reloj a Hans— lo digo como si lo estuviera considerando en serio, espero a que conteste lo que yo quería saber antes de plantearle otra contradicción como que no sé qué tanto cambiaría que firmemos o no un papel con Hans a la situación en la que estamos, en la que creo que tenemos más de lo que planeamos, con todo lo que una casa trae dentro, y una firma es solo un detalle. Primero quiero saber por qué no se ha casado ya con Phoebe. —No me estaba refiriendo en dónde, hombre. Sea el norte, la playa, la esquina de tu casa o el local de mariscos en el Cuatro, da lo mismo. Si te reencontraste con Phoebe después de todo lo que me has contado y decidiste que, vaya, joder, resulta que sigue siendo la mujer que amas. ¿Por qué no casarte en la primera esquina? No digo que no disfrutaré del pastel de su boda, pero a veces no entiendo por qué la gente se confía en cosas como el tiempo para hacer un voto. Debe ser culpa de que no sé esperar a la última página— murmuro esto último para mí misma, al pobre hombre en algún punto de todo lo que dije antes ya lo habré mareado, que no tendrá suegra que lo ponga contra las cuerdas y a Mohini que es suegra de cortesía ya la tiene de su parte desde que compró el anillo, y sin embargo, tiene una doblemente futura concuñada para entrometerse.
—No me gustaría predecirle absolutamente nada a mi hija, Charles— se lo digo con una rotundidad que hace más profunda mi voz. —Menos aún algo como la felicidad, que nunca dependerá de las cosas que ocurran, sino de lo que ella pueda tomar de las cosas. Deseo, no predigo, un lienzo blanco y limpio para el futuro de mi hija, que tome sus propias decisiones para ir dibujando su mapa—. Con padres como los que tiene, que tiramos en contra de todas las leyes físicas que dicen que deberíamos repelernos por opuestos, con toda la herencia familiar que cargará y con el mundo en el que le tocará vivir, que su vida sea suya y no que esté atrapada en una de estas orbes. A punto estoy de decirle que no espere a que acabe ninguna guerra, que se tome su maldita cerveza y mire todos los partidos que quiera desde la sala de su casa, un domingo cualquiera, si puede hacerlo, incluso los planes más banales entran en contrarreloj cuando el ánimo de guerra se acrecienta. Un día podríamos encontrarnos sin la posibilidad de sentarnos siquiera al lado de quién creíamos que siempre estaría o en ese lugar que creíamos intocable. Arqueo mis cejas por lo inesperado de su petición, y si no hago una broma arrogante es porque noto el apremio en su voz, que no se diga que no sé hacer caso cuando parece ser serio. Pretendo comprobar que no me he pasado ninguna profecía cuando el nombre que leo me hace tener la certeza de que encontré lo que ha despertado su curiosidad. —¿Una que al parecer hizo Phoebe y no tiene nada que ver con números ganadores de la lotería?— consulto, y quiero que se me reconozca el enorme esfuerzo que hago de quedarme parada enfrente, con las manos apartadas. —¿Qué habrá visto que tiene que estar aquí custodiado? Podríamos robarla, nadie sospecharía de la embarazada— le propongo, —estudiarla luego en detalle, ¿y por qué hay tantos signos de pregunta?— sigo, y me agarro de la tablet con ambas manos así no me tiento de inspeccionar la esfera cuyas voces puedo empezar a escucharlas al mirarla tan fijo, —O solo podemos tildar que sigue en la sala, claro. Misión cumplida.— No vamos a engañar intenciones si estamos en familia. —O esperamos a que sea el horario de salida, que todos se vayan, volver y robarla.
Me encojo de hombros al saber lo de la apuesta que hacen con Phoebe, que alguien más pueda medir el tiempo aparte de nosotros para tomar una decisión como esa me desconcierta. —¿Qué tan alto apostaron?— pregunto. —Porque podría reclamar ese dinero después de los cinco años y comprarle otro reloj a Hans— lo digo como si lo estuviera considerando en serio, espero a que conteste lo que yo quería saber antes de plantearle otra contradicción como que no sé qué tanto cambiaría que firmemos o no un papel con Hans a la situación en la que estamos, en la que creo que tenemos más de lo que planeamos, con todo lo que una casa trae dentro, y una firma es solo un detalle. Primero quiero saber por qué no se ha casado ya con Phoebe. —No me estaba refiriendo en dónde, hombre. Sea el norte, la playa, la esquina de tu casa o el local de mariscos en el Cuatro, da lo mismo. Si te reencontraste con Phoebe después de todo lo que me has contado y decidiste que, vaya, joder, resulta que sigue siendo la mujer que amas. ¿Por qué no casarte en la primera esquina? No digo que no disfrutaré del pastel de su boda, pero a veces no entiendo por qué la gente se confía en cosas como el tiempo para hacer un voto. Debe ser culpa de que no sé esperar a la última página— murmuro esto último para mí misma, al pobre hombre en algún punto de todo lo que dije antes ya lo habré mareado, que no tendrá suegra que lo ponga contra las cuerdas y a Mohini que es suegra de cortesía ya la tiene de su parte desde que compró el anillo, y sin embargo, tiene una doblemente futura concuñada para entrometerse.
—No me gustaría predecirle absolutamente nada a mi hija, Charles— se lo digo con una rotundidad que hace más profunda mi voz. —Menos aún algo como la felicidad, que nunca dependerá de las cosas que ocurran, sino de lo que ella pueda tomar de las cosas. Deseo, no predigo, un lienzo blanco y limpio para el futuro de mi hija, que tome sus propias decisiones para ir dibujando su mapa—. Con padres como los que tiene, que tiramos en contra de todas las leyes físicas que dicen que deberíamos repelernos por opuestos, con toda la herencia familiar que cargará y con el mundo en el que le tocará vivir, que su vida sea suya y no que esté atrapada en una de estas orbes. A punto estoy de decirle que no espere a que acabe ninguna guerra, que se tome su maldita cerveza y mire todos los partidos que quiera desde la sala de su casa, un domingo cualquiera, si puede hacerlo, incluso los planes más banales entran en contrarreloj cuando el ánimo de guerra se acrecienta. Un día podríamos encontrarnos sin la posibilidad de sentarnos siquiera al lado de quién creíamos que siempre estaría o en ese lugar que creíamos intocable. Arqueo mis cejas por lo inesperado de su petición, y si no hago una broma arrogante es porque noto el apremio en su voz, que no se diga que no sé hacer caso cuando parece ser serio. Pretendo comprobar que no me he pasado ninguna profecía cuando el nombre que leo me hace tener la certeza de que encontré lo que ha despertado su curiosidad. —¿Una que al parecer hizo Phoebe y no tiene nada que ver con números ganadores de la lotería?— consulto, y quiero que se me reconozca el enorme esfuerzo que hago de quedarme parada enfrente, con las manos apartadas. —¿Qué habrá visto que tiene que estar aquí custodiado? Podríamos robarla, nadie sospecharía de la embarazada— le propongo, —estudiarla luego en detalle, ¿y por qué hay tantos signos de pregunta?— sigo, y me agarro de la tablet con ambas manos así no me tiento de inspeccionar la esfera cuyas voces puedo empezar a escucharlas al mirarla tan fijo, —O solo podemos tildar que sigue en la sala, claro. Misión cumplida.— No vamos a engañar intenciones si estamos en familia. —O esperamos a que sea el horario de salida, que todos se vayan, volver y robarla.
— No apostamos dinero — es lo único que pienso contestar al respecto, aunque la risa camuflada en el tono de mi voz evidencia por dónde iba la cosa. Comprendo a dónde es que quiere ir, lo raro es el tener una respuesta automática y sincera para esa clase de preguntas — Porque cuando iniciamos de nuevo, veníamos de un distanciamiento que fue muy delicado y creo que los dos tuvimos que ver hacia dónde queríamos ir, como para decidir el hacerlo juntos. Planeo casarme una sola vez en la vida, así que… ¿Por qué no hacerlo con calma, cuando tendremos tiempo para disfrutar el estar juntos? — no quiero ponerme en melodramático, pero… — Cuando no tienes mucho, cuando pasaste la mitad de tu vida reclamando sobras, una boda decente tiene parte de su encanto. Si ahora puedo dársela, se la daré. Me gustaría que Phoebe tenga algunas cosas, por tontas que sean, de manera limpia — por mucho que sé que no hace falta, que ella se casaría en cualquier sitio y sería feliz, pero creo que va más allá de eso.
Creo que es evidente que respeto su contestación, hay cierto aire pensativo en mi silencio a pesar de que no estoy seguro de que pueda ver cómo asiento con la cabeza. No tengo hijos, cuando Phoebe quedó embarazada tuve mis enormes dudas de si alguna vez podría siquiera ser un buen padre y hasta tuve la horrible sensación de estar agradecido cuando lo perdió, porque con nuestro estilo de vida esa era la mejor salida. Nos cambió, eso está claro, por eso respeto que Lara tenga tan en claro lo que desea para su prole, que ya suficiente polémica es por su cuenta como para andar haciendo predicciones. Aún no tengo una opinión formada sobre Hans Powell, pero sé lo suficiente como para desear que las cosas, de una buena vez, empiecen a salir bien dentro de esta extraña familia.
Como la encuentra, no contengo mi curiosidad y bajo la escalera con pies veloces, así que en nada estoy de pie a su lado y asomo la cabeza por encima de la suya — Ni se te ocurra, nada de eso — no quiero sonar aguafiestas, pero tampoco voy a dejar que la embarazada se ande metiendo en problemas por culpa de la curiosidad — Primero que nada, los únicos que pueden tocar las profecías son aquellos sobre quienes hablan y el Guardián de las Profecías, a quien se le debe pedir un permiso para que sea quien nos la entregue. Y adivina quién tiene poder sobre esta sala como para darnos un permiso… — obvio que yo no, que no soy el ministro de este departamento, así que por mi cara queda en claro que no podremos obtenerlo — Si las tocamos, probablemente nos lance una maldición protectora. Y esto… — le doy un golpecito a los muchos interrogantes con un nudillo — Significa que no se sabe sobre quienes habla, aunque su color… — miro a nuestro alrededor. Hay varias tonalidades en las esferas, muchas de ellas parecen luces a punto de apagarse. Otras, como la que tenemos delante, son brillantes y se revuelven con mayor intensidad — Las profecías con color más intenso son aquellas que hablan de personas que siguen con vida y que todavía tienen posibilidades de cumplirse, las que se apagan es porque fueron evitadas o sus participantes murieron. Así que esto habla sobre gente viva, cuyo destino aún no se ha decidido. ¿Crees que Phoebe lo recuerde? — porque se supone que las predicciones más acertadas suelen ser en un trance, así que… quizá solo sirva para fastidiar.
Creo que es evidente que respeto su contestación, hay cierto aire pensativo en mi silencio a pesar de que no estoy seguro de que pueda ver cómo asiento con la cabeza. No tengo hijos, cuando Phoebe quedó embarazada tuve mis enormes dudas de si alguna vez podría siquiera ser un buen padre y hasta tuve la horrible sensación de estar agradecido cuando lo perdió, porque con nuestro estilo de vida esa era la mejor salida. Nos cambió, eso está claro, por eso respeto que Lara tenga tan en claro lo que desea para su prole, que ya suficiente polémica es por su cuenta como para andar haciendo predicciones. Aún no tengo una opinión formada sobre Hans Powell, pero sé lo suficiente como para desear que las cosas, de una buena vez, empiecen a salir bien dentro de esta extraña familia.
Como la encuentra, no contengo mi curiosidad y bajo la escalera con pies veloces, así que en nada estoy de pie a su lado y asomo la cabeza por encima de la suya — Ni se te ocurra, nada de eso — no quiero sonar aguafiestas, pero tampoco voy a dejar que la embarazada se ande metiendo en problemas por culpa de la curiosidad — Primero que nada, los únicos que pueden tocar las profecías son aquellos sobre quienes hablan y el Guardián de las Profecías, a quien se le debe pedir un permiso para que sea quien nos la entregue. Y adivina quién tiene poder sobre esta sala como para darnos un permiso… — obvio que yo no, que no soy el ministro de este departamento, así que por mi cara queda en claro que no podremos obtenerlo — Si las tocamos, probablemente nos lance una maldición protectora. Y esto… — le doy un golpecito a los muchos interrogantes con un nudillo — Significa que no se sabe sobre quienes habla, aunque su color… — miro a nuestro alrededor. Hay varias tonalidades en las esferas, muchas de ellas parecen luces a punto de apagarse. Otras, como la que tenemos delante, son brillantes y se revuelven con mayor intensidad — Las profecías con color más intenso son aquellas que hablan de personas que siguen con vida y que todavía tienen posibilidades de cumplirse, las que se apagan es porque fueron evitadas o sus participantes murieron. Así que esto habla sobre gente viva, cuyo destino aún no se ha decidido. ¿Crees que Phoebe lo recuerde? — porque se supone que las predicciones más acertadas suelen ser en un trance, así que… quizá solo sirva para fastidiar.
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¿Será que con los años me estoy pareciendo cada vez a mi madre que cuando estoy segura de lo honesto en las maneras de Charles puedo dar mi aprobación con un asentimiento de cabeza? ¡Cómo si alguien pidiera mi aprobación para nada, por favor! Pero es lo que hago, tan seria después de escuchar su explicación que es sencilla, tan clara y cruda como suele ser aquello que se muestra tal cual es. Hay cosas que pueden no gustarte a la vista, que provocan una angustia de la que preferíamos prescindir, pero es real y todo lo que real incluso con sus partes menos amables, es hermoso en su conjunto. —Hay algo más importante que las maneras y que valoro por encima de todas las cosas— digo y lo apunto con mi dedo índice. —La honestidad. En un mundo donde contamos tres mentiras por cada verdad que decimos, valoro la franqueza de una persona hacia las otras. Y cuando te vuelves parte de todas esas personas que mienten y aparentan, porque no fingiré ser virtuosa en nada, te abrazas a la poca honestidad que encuentras. Y sé… que eres honesto con Phoebe, sólo mantenlo hasta el final—. Porque habrá muchas cosas que se extinguen cuando el tiempo se consume, pero la honestidad conserva lo real. Tal vez no tengamos maneras de saber lo que se nos depara, en la ironía de estar rodeados de profecías en esta sala, pero quedan las promesas. No hacía los otros, que siempre son vulnerables a que se rompan. Sino a uno mismo. Sólo espero que después de todo lo que ha pasado Phoebe, que le resta pasar, haya alguien que sea lo real en todas esas visiones que la asaltan.
Mis ojos están puestos en la esfera luminosa a la que identificaron con su nombre por ser quien la predijo, presto mis oídos a las aclaraciones que me hace Charles, las que retienen mis manos donde están y que no cometa la tontería de rozar ese borde que me llama, intrigada por los nombres ausentes. —¿Podrá recordar algo que vio hace quince años?— inquiero, comprobando las inscripciones en la placa que están reflejadas también como información en la tablet que nos han dado. La coloco en medio de mis brazos al cruzarlos delante de mi pecho, por encima de la curva de mi vientre, me tomo unos minutos en pensar en la trascendencia de lo que tenemos delante. ¿Por qué indagar es una de las tantas profecías que se amontonan? El nombre de Phoebe la hace tan cerca, tienta a mi curiosidad, ¿y para qué?
—Este trabajo es terrible, no me queda dudas. Estás aquí, parado delante de algo que podría ocurrir, que cuando ocurra no tendrás manera de saber que fue aquello que estuviste tan cerca de tocar, te preguntarás cuando ocurra la siguiente desgracia si estaba en alguno de estos estantes. Todo el tiempo, todo el tiempo teniendo el futuro al alcance. Hacer inventario de profecías todos los días enloquecería mis nervios— reconozco, miro al resto de los estantes con desconfianza. —Es hasta claustrofóbico, me siento atrapada entre cosas que podrían ser amenazas y se mantienen silenciosas. ¿Crees que si hiciéramos una locura como prender fuego a todo este lugar y quemar todas las profecías, el futuro volvería a quedar limpio?— digo, y luego meneo la cabeza. —Olvídalo, estoy diciendo cosas sin sentido… pero, ¿podríamos mencionarlo a Phoebe, no? Ya sabes, no está mal adelantar la lectura de una página que revele información de la historia, y no esperar sólo a que ocurra. Tal vez estas esferas que son de propiedad del ministerio, porque también controlan el futuro, no podemos tocarlas. Pero hay otra manera de llegar a ellas…— murmuro, reemplazando mi plan de un robo, por otro asalto más sutil. —No pierdo nada con preguntarle a Phoebe—. ¿No quería echarle un vistazo al futuro, aunque no estuviera en mí predecirlo? Pues bien, hay alguien que puede mostrármelo. —¿De cuáles de los preparativos de la boda te gustaría escapar? Puedo tomar tu lugar y conversar un rato con la futura novia.
Mis ojos están puestos en la esfera luminosa a la que identificaron con su nombre por ser quien la predijo, presto mis oídos a las aclaraciones que me hace Charles, las que retienen mis manos donde están y que no cometa la tontería de rozar ese borde que me llama, intrigada por los nombres ausentes. —¿Podrá recordar algo que vio hace quince años?— inquiero, comprobando las inscripciones en la placa que están reflejadas también como información en la tablet que nos han dado. La coloco en medio de mis brazos al cruzarlos delante de mi pecho, por encima de la curva de mi vientre, me tomo unos minutos en pensar en la trascendencia de lo que tenemos delante. ¿Por qué indagar es una de las tantas profecías que se amontonan? El nombre de Phoebe la hace tan cerca, tienta a mi curiosidad, ¿y para qué?
—Este trabajo es terrible, no me queda dudas. Estás aquí, parado delante de algo que podría ocurrir, que cuando ocurra no tendrás manera de saber que fue aquello que estuviste tan cerca de tocar, te preguntarás cuando ocurra la siguiente desgracia si estaba en alguno de estos estantes. Todo el tiempo, todo el tiempo teniendo el futuro al alcance. Hacer inventario de profecías todos los días enloquecería mis nervios— reconozco, miro al resto de los estantes con desconfianza. —Es hasta claustrofóbico, me siento atrapada entre cosas que podrían ser amenazas y se mantienen silenciosas. ¿Crees que si hiciéramos una locura como prender fuego a todo este lugar y quemar todas las profecías, el futuro volvería a quedar limpio?— digo, y luego meneo la cabeza. —Olvídalo, estoy diciendo cosas sin sentido… pero, ¿podríamos mencionarlo a Phoebe, no? Ya sabes, no está mal adelantar la lectura de una página que revele información de la historia, y no esperar sólo a que ocurra. Tal vez estas esferas que son de propiedad del ministerio, porque también controlan el futuro, no podemos tocarlas. Pero hay otra manera de llegar a ellas…— murmuro, reemplazando mi plan de un robo, por otro asalto más sutil. —No pierdo nada con preguntarle a Phoebe—. ¿No quería echarle un vistazo al futuro, aunque no estuviera en mí predecirlo? Pues bien, hay alguien que puede mostrármelo. —¿De cuáles de los preparativos de la boda te gustaría escapar? Puedo tomar tu lugar y conversar un rato con la futura novia.
— No lo sé. Tengo entendido que no recuerdan todo lo que predicen, en especial si entran en trance — no soy un experto en la materia, convivir con Phoebe no me da ningún título en adivinación y sé que es demasiado complejo para comprenderlo sin haberlo experimentado. ¿Qué puedo preguntarle, de todos modos? ¿Cómo sabrá qué profecía hizo, cuando Lara misma ha dicho que mi prometida le dijo que terminaría embarazada? Las videntes ven muchas cosas, no sabemos cuál de todas ha terminado en estas filas. Pero… ¿Con tantas incógnitas? ¿Quiénes serán las personas que pueden poner un dedo sobre esta bola y salir ilesos en esa tarea?
Le cedo la razón a su impotencia, la cual me parece un poco irónica cuando hace unos minutos estábamos hablando de lo difícil que es pensar en el futuro sin considerar las posibilidades. La vida de los humanos es muy corta, pero las chances siempre van a ser infinitas, hasta que los caminos empiecen a cerrarse — El futuro no está limpio. Las cosas van a suceder, estén envueltas en bolas de cristal o no. El problema es que esto es solo una muestra física a una idea ambigua — me agacho para ver mejor la fecha, lo suficientemente lejana como para imaginar a una Phoebe adolescente pronunciando palabras sin sentido. Era una niña y, aún así, esto quedó registrado por alguna razón. Me sonrío, no conozco mucho a Lara, pero por lo que he visto es la clase de persona a la cual no se le quitará la idea en cuanto se mete en su cabeza. Saber qué es lo que hay aquí dentro parece ser una de esas, un nuevo capricho a perseguir.
— Hans debe tener cuidado contigo, eres un peligro — bromeo, girando la cabeza para poder verla en lo que palmeo mis rodillas y vuelvo a incorporarme por completo — ¿Lo harás incluso aunque sea teniendo que pasar tiempo en casa después del trabajo, no? — ni hace falta que lo conteste. Me quedo silencioso, con los ojos puestos en la esfera que se refleja en mis orbes. Mentiría si dijese que no me causa curiosidad, pero también siento cierto respeto — Puedes ayudarla con la tarea de elegir el vestido. Después de todo, yo tengo prohibido verlo y, aunque tu … ¿Hijastra? — ¿esa es la palabra? — … iba a ayudarla, siempre tendrá que elegir cosas como zapatos y yo qué sé. Es obvio que yo no puedo ser de gran ayuda con eso. ¿Qué vas a preguntarle? ¿Si sabe qué es lo que ha dicho hace como dieciséis años atrás? Es toda una vida — y eran tiempos frágiles, para variar. Me rasco por debajo de la nariz, dando paso a un golpeteo sobre mis labios — ¿Y qué si predijo algo que no te gustará escuchar? — porque siempre, al fin y al cabo, existe esa opción. Es lo malo del futuro.
Le cedo la razón a su impotencia, la cual me parece un poco irónica cuando hace unos minutos estábamos hablando de lo difícil que es pensar en el futuro sin considerar las posibilidades. La vida de los humanos es muy corta, pero las chances siempre van a ser infinitas, hasta que los caminos empiecen a cerrarse — El futuro no está limpio. Las cosas van a suceder, estén envueltas en bolas de cristal o no. El problema es que esto es solo una muestra física a una idea ambigua — me agacho para ver mejor la fecha, lo suficientemente lejana como para imaginar a una Phoebe adolescente pronunciando palabras sin sentido. Era una niña y, aún así, esto quedó registrado por alguna razón. Me sonrío, no conozco mucho a Lara, pero por lo que he visto es la clase de persona a la cual no se le quitará la idea en cuanto se mete en su cabeza. Saber qué es lo que hay aquí dentro parece ser una de esas, un nuevo capricho a perseguir.
— Hans debe tener cuidado contigo, eres un peligro — bromeo, girando la cabeza para poder verla en lo que palmeo mis rodillas y vuelvo a incorporarme por completo — ¿Lo harás incluso aunque sea teniendo que pasar tiempo en casa después del trabajo, no? — ni hace falta que lo conteste. Me quedo silencioso, con los ojos puestos en la esfera que se refleja en mis orbes. Mentiría si dijese que no me causa curiosidad, pero también siento cierto respeto — Puedes ayudarla con la tarea de elegir el vestido. Después de todo, yo tengo prohibido verlo y, aunque tu … ¿Hijastra? — ¿esa es la palabra? — … iba a ayudarla, siempre tendrá que elegir cosas como zapatos y yo qué sé. Es obvio que yo no puedo ser de gran ayuda con eso. ¿Qué vas a preguntarle? ¿Si sabe qué es lo que ha dicho hace como dieciséis años atrás? Es toda una vida — y eran tiempos frágiles, para variar. Me rasco por debajo de la nariz, dando paso a un golpeteo sobre mis labios — ¿Y qué si predijo algo que no te gustará escuchar? — porque siempre, al fin y al cabo, existe esa opción. Es lo malo del futuro.
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Si es así como dice, que podría no recordarlo, no obtendría nada por parte de Phoebe. Pero es lo que acabo de plantearle, ¿qué pierdo con preguntárselo? El «nada» ya lo tengo, indagando podría obtener un poco más de información. No quiero fechas y horas, no soy tan pretenciosa. Si logro tener una aproximación de lo que podría pasar, me daría por satisfecha, es sólo adelantarme unas páginas. Muchas personas en todo esto que está pasando se mueven con fichas a su favor, están metidos en sus propios juegos de bandos, yo podría desde mi lugar en el margen conseguir algo que no hace más que satisfacer mi curiosidad y la inquietud. No puede culparme, estamos en vilo todos los días. No rechazaría el poder saber vagamente cuál es el rumbo que tomará este país o si los gobiernos que vendrán después cambiarán en algo las situaciones más injustas, que claro que no se lo digo. Me quedo mirándole cuando me habla del futuro como una línea que irreversiblemente siempre avanza, como pocas veces me quedo callada a eso, recupero la voz para mostrar indiferencia a lo que dice luego y devolver mi mirada a la profecía encerrada. —Ya tiene otros, yo no lo soy— musito, tan bajo que no creo que me escuche.
—Me agrada pasar tiempo con Phoebe— contesto, porque no lo veo como si me llevara trabajo a la casa, el salir con ella a hacer unas cosas de la boda para tener la oportunidad de preguntarle sobre el motivo más reciente de mi intriga. Sonrío por su imprecisión al referirse a quien será también su sobrina cuando se concrete el matrimonio, el cual sigo pensando que es protocolar, porque las relaciones en esta familia ya están definidas y el término «hijastra» suena tan forzado. —Su nombre es Meerah— bromeo, siempre lo seguro, manteniéndonos en nuestro nombres porque será siempre el termino más acertado. No creo que haya podido ocultarle la mueca que tuerce mis rasgos cuando sugiere que me haga cargo de acompañarle con lo del vestido, ¿de todas las cosas posibles…? —Meerah me odiará si le quito el honor, ¡olvídalo! Pensé que ibas decir que la ayude con el color de las servilletas o los arreglos florales. ¡O muestras de pasteles! Me considero una profesional en esa área…—, creo que recibiré el título con honores cuando acabe el embarazo, que antes de pasar por esto mi afición a los dulces no era motivo de preocupación, me daba un gusto de vez en cuando y a decir verdad prefería lo salado. Lo que contribuí con la industria repostera de este país en los meses que pasaron me hacen una consumidora de oro, que es lo que me gasté. —Ya veré cómo se lo pregunto, seré sutil, por supuesto…— ¿quién puede dudarlo viniendo de mí?
Sigo con los ojos puestos en los signos de interrogación que encubren tantos nombres y tardo en responderle, porque no es algo que se pueda contestar a la ligera. —¿Sabes? Abandoné muchas novelas largas por saltarme unas páginas y leer algo que no quería que pasara. Pero antes de eso, antes de abandonar por entender que las historias estaban escritas… antes de eso seguía hasta la última página, hasta la última línea, porque sabía que todo podía cambiar, porque hasta la última coma había una esperanza de que no se cumpliera lo que sabía que iba a pasar. ¿Sabes cuál era la última oración de una de las novelas más tristes que leí en la vida? O creo que se quedó en mi memoria como de las más tristes por ser de las primeras, y ya sabes, en las primeras veces todo es más intenso…— sonrío, pero es una sonrisa nostálgica. No lo estoy mirando cuando modulo lentamente esa frase que la dicen todos, que es tan banal, tan dicha al aire, y es tan trascendental cuando se coloca al final. —«Los milagros existen», eso decía. Crees en la suerte, Charles, ¿pero crees en los milagros? Yo sí. Tienes el destino, la suerte, el futuro… y de vez en cuando un milagro.
—Me agrada pasar tiempo con Phoebe— contesto, porque no lo veo como si me llevara trabajo a la casa, el salir con ella a hacer unas cosas de la boda para tener la oportunidad de preguntarle sobre el motivo más reciente de mi intriga. Sonrío por su imprecisión al referirse a quien será también su sobrina cuando se concrete el matrimonio, el cual sigo pensando que es protocolar, porque las relaciones en esta familia ya están definidas y el término «hijastra» suena tan forzado. —Su nombre es Meerah— bromeo, siempre lo seguro, manteniéndonos en nuestro nombres porque será siempre el termino más acertado. No creo que haya podido ocultarle la mueca que tuerce mis rasgos cuando sugiere que me haga cargo de acompañarle con lo del vestido, ¿de todas las cosas posibles…? —Meerah me odiará si le quito el honor, ¡olvídalo! Pensé que ibas decir que la ayude con el color de las servilletas o los arreglos florales. ¡O muestras de pasteles! Me considero una profesional en esa área…—, creo que recibiré el título con honores cuando acabe el embarazo, que antes de pasar por esto mi afición a los dulces no era motivo de preocupación, me daba un gusto de vez en cuando y a decir verdad prefería lo salado. Lo que contribuí con la industria repostera de este país en los meses que pasaron me hacen una consumidora de oro, que es lo que me gasté. —Ya veré cómo se lo pregunto, seré sutil, por supuesto…— ¿quién puede dudarlo viniendo de mí?
Sigo con los ojos puestos en los signos de interrogación que encubren tantos nombres y tardo en responderle, porque no es algo que se pueda contestar a la ligera. —¿Sabes? Abandoné muchas novelas largas por saltarme unas páginas y leer algo que no quería que pasara. Pero antes de eso, antes de abandonar por entender que las historias estaban escritas… antes de eso seguía hasta la última página, hasta la última línea, porque sabía que todo podía cambiar, porque hasta la última coma había una esperanza de que no se cumpliera lo que sabía que iba a pasar. ¿Sabes cuál era la última oración de una de las novelas más tristes que leí en la vida? O creo que se quedó en mi memoria como de las más tristes por ser de las primeras, y ya sabes, en las primeras veces todo es más intenso…— sonrío, pero es una sonrisa nostálgica. No lo estoy mirando cuando modulo lentamente esa frase que la dicen todos, que es tan banal, tan dicha al aire, y es tan trascendental cuando se coloca al final. —«Los milagros existen», eso decía. Crees en la suerte, Charles, ¿pero crees en los milagros? Yo sí. Tienes el destino, la suerte, el futuro… y de vez en cuando un milagro.
¿Color de las servilletas? ¿Arreglos florales? ¿Por qué nadie me dijo que eso también estaba en la lista? Creo que he palidecido un poco porque estoy seguro de que Phoebe debe haberlo mencionado y yo lo olvidé, una vez más — Ah, no, no. No cederé la parte de probar pasteles, aunque quizá te lo deje si no te entrometes en lo que es probar los platillos para la cena y los vinos… — ¿Sabrá que hay un cheque por ahí dando vueltas, para pagar algunos gastos, en nombre del sujeto que debería estar gastando ese dinero en cosas para su bebé? No va a escucharlo de mí, solo por si las dudas — Sutil, claro… — intento no burlarme pero… sí, si lo hago, aunque sea solo con una sonrisa que no puedo ocultar a pesar de la poca iluminación de la sala.
A veces me pregunto cómo es que hay personas con tantos pensamientos internos, en el caso de Lara me gustaría saber cómo es que éstos entran en un cuerpo tan pequeño, por mucho que el embarazo la haya hecho crecer. Soy una persona que le gusta lo simple, me conformo con tener las respuestas necesarias para seguir adelante y, sí, puede que sea irónico que justo yo vaya a casarme con una vidente, pero en verdad esas cosas no me influyen. Puedo tener curiosidades vagas, pero al final siempre me quedaré con lo que me enseñaron, apostaré un par de veces a la suerte y me mantendré al margen sin meterme en problemas. La vida es injusta, siempre lo supe, lo diferente en mi caso es que yo lo he aceptado y haré lo mejor con las herramientas que me fueron otorgadas — ¿A qué le llamarías “un milagro”? — pregunto, hay curiosidad honesta en mi voz cuando me permito dejar de mirar las bolas de cristal y me apoyo vagamente en el estante para ver su perfil — ¿A la evasión del destino? ¿A un golpe de suerte? A veces, las cosas son lo mismo, todo depende desde qué ángulo lo veamos.
A pesar de tener la pelota a mi costado, chequeo la profecía en la tablet y le doy un suave toquecito para abrir su perfil. No tiene información alguna, como ya lo sabía, salvo el nombre de la vidente y su fecha de creación. Un poco decepcionante, la verdad — Tal vez estamos haciendo un mundo de nada. Tal vez, solo predijo el ganador de la lotería y fue demasiado ambigua como para saber de quién se trataba. No todo lo que se predice es grande, no todo tiene que ser un enorme misterio sin resolver. Aunque, con todo lo que hablas, puedo comprender por qué te tomaron para este puesto — amistosamente, le doy una palmadita en uno de sus hombros — Eres la curiosidad enfrascada en un cuerpito moreno, Lara. Solo intenta no quemarte con hechizos de protección, es el único consejo que puedo darte. Y si consigues que mi novia te diga algo sobre esto… — le enseño la tablet, con los datos a rellenar que iluminan mi sonrisa — Te invito un pastel — que hey, seremos familia dentro de poco, los secretos no deberían existir entre nosotros. Mucho menos, uno que descubrimos en equipo. Vaya dupla.
A veces me pregunto cómo es que hay personas con tantos pensamientos internos, en el caso de Lara me gustaría saber cómo es que éstos entran en un cuerpo tan pequeño, por mucho que el embarazo la haya hecho crecer. Soy una persona que le gusta lo simple, me conformo con tener las respuestas necesarias para seguir adelante y, sí, puede que sea irónico que justo yo vaya a casarme con una vidente, pero en verdad esas cosas no me influyen. Puedo tener curiosidades vagas, pero al final siempre me quedaré con lo que me enseñaron, apostaré un par de veces a la suerte y me mantendré al margen sin meterme en problemas. La vida es injusta, siempre lo supe, lo diferente en mi caso es que yo lo he aceptado y haré lo mejor con las herramientas que me fueron otorgadas — ¿A qué le llamarías “un milagro”? — pregunto, hay curiosidad honesta en mi voz cuando me permito dejar de mirar las bolas de cristal y me apoyo vagamente en el estante para ver su perfil — ¿A la evasión del destino? ¿A un golpe de suerte? A veces, las cosas son lo mismo, todo depende desde qué ángulo lo veamos.
A pesar de tener la pelota a mi costado, chequeo la profecía en la tablet y le doy un suave toquecito para abrir su perfil. No tiene información alguna, como ya lo sabía, salvo el nombre de la vidente y su fecha de creación. Un poco decepcionante, la verdad — Tal vez estamos haciendo un mundo de nada. Tal vez, solo predijo el ganador de la lotería y fue demasiado ambigua como para saber de quién se trataba. No todo lo que se predice es grande, no todo tiene que ser un enorme misterio sin resolver. Aunque, con todo lo que hablas, puedo comprender por qué te tomaron para este puesto — amistosamente, le doy una palmadita en uno de sus hombros — Eres la curiosidad enfrascada en un cuerpito moreno, Lara. Solo intenta no quemarte con hechizos de protección, es el único consejo que puedo darte. Y si consigues que mi novia te diga algo sobre esto… — le enseño la tablet, con los datos a rellenar que iluminan mi sonrisa — Te invito un pastel — que hey, seremos familia dentro de poco, los secretos no deberían existir entre nosotros. Mucho menos, uno que descubrimos en equipo. Vaya dupla.
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