OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Saco una captura con mi teléfono para enviarle la fotografía de la sonrisa de Ophelia al grupo que tenemos todos los Meyer para los mensajes más urgentes, como que la cena está lista o alguien dejó su taza sucia en el lavabo de la cocina. «¡¿VEN?! ¡Les digo que se ríe!», les escribo. Papá es el primero en responder con una cara de sorpresa que es una réplica idéntica a su cara, pero hecho caricatura. Uso la misma fotografía para subirla a Wizzardface como una instantánea que se eliminará en una hora, por las dudas, tengo bloqueada a Patricia Lollis, lo último que me falta es que vaya a contarle a mi jefe que subo fotos de su perra. «Ophelia en la gran ciudad», es la tontería que escribo para explicar que está sentada en el césped de una plaza, con un fondo de edificios detrás.
Juraré sobre mi vida que la plaza quedaba de camino al veterinario, el que se supone que es nuestro destino final, porque tiene que ponerse al día con sus vacunas y este es el tipo de trabajos sucios que me acostumbré a hacer en el departamento de Justicia, así como llevar una bolsa de harina dentro de un cangurito que me coloco en el pecho para ir practicando cuando nazca la bebé. ¡Sí, la bebé! No mía, claro. Pero si lo hago es porque sé que esto es lo que me asegura mi permanencia dentro de una oficina que de ratos se torna asfixiante, por eso necesito darme estas escapadas con Ophelia, es el momento que tengo para echar mi cabeza hacia atrás y cerrar los ojos por diez contados segundos, imaginando que estoy en otro lugar.
Cuando los vuelvo a abrir no encuentro a la perra, ¡ah, demonios! Salto de la banca de madera para echar un vistazo a mi alrededor, a los otros perros que corren todo lo largo de la extensión de verde que hay como un campo despejado, detrás de mi asiento comienza la arboleda. Veo al montón de pelos blancos destacar entre el montón, persiguiendo con especial interés a uno, creo que es un border collie que atrapa todas las veces que se le lanza la pelota de tenis. Me fijo en la chica que recibe la pelota para repetir el proceso, su cabello es tan blanco como el de la misma Ophelia. Pocas personas tienen ese tono albino, puedo fingir que no la conozco, pero sé quién es Synnove Lackberg. Y también sé quién es su perro.
Para confirmarlo, me fijo en cómo Ophelia lo acecha, recibiendo una absoluta indiferencia por parte del perro, ¿qué clase de perro osaría despreciar un saludo de olida de rabos con una señorita tan elegante como mi Ophelia? ¡Por favor! ¡Ese no es un perro! La pelota de tenis cruza el aire en un arco tan pronunciado que no acaba demasiado lejos de mi banca y aprovecho que Synnove avanza con la lectura de su novela en tanto deja que el border collie se lance en su búsqueda, para adueñarme de la pelota y lanzarlo hacía los árboles que se amontonan tanto que tengo que agachar mi cabeza para pasar debajo de una rama, esperando que el perro me siga. Tiro de su oreja peluda apenas lo hace. —¡¿Qué carajos haces en el Capitolio, perro tonto?!
Juraré sobre mi vida que la plaza quedaba de camino al veterinario, el que se supone que es nuestro destino final, porque tiene que ponerse al día con sus vacunas y este es el tipo de trabajos sucios que me acostumbré a hacer en el departamento de Justicia, así como llevar una bolsa de harina dentro de un cangurito que me coloco en el pecho para ir practicando cuando nazca la bebé. ¡Sí, la bebé! No mía, claro. Pero si lo hago es porque sé que esto es lo que me asegura mi permanencia dentro de una oficina que de ratos se torna asfixiante, por eso necesito darme estas escapadas con Ophelia, es el momento que tengo para echar mi cabeza hacia atrás y cerrar los ojos por diez contados segundos, imaginando que estoy en otro lugar.
Cuando los vuelvo a abrir no encuentro a la perra, ¡ah, demonios! Salto de la banca de madera para echar un vistazo a mi alrededor, a los otros perros que corren todo lo largo de la extensión de verde que hay como un campo despejado, detrás de mi asiento comienza la arboleda. Veo al montón de pelos blancos destacar entre el montón, persiguiendo con especial interés a uno, creo que es un border collie que atrapa todas las veces que se le lanza la pelota de tenis. Me fijo en la chica que recibe la pelota para repetir el proceso, su cabello es tan blanco como el de la misma Ophelia. Pocas personas tienen ese tono albino, puedo fingir que no la conozco, pero sé quién es Synnove Lackberg. Y también sé quién es su perro.
Para confirmarlo, me fijo en cómo Ophelia lo acecha, recibiendo una absoluta indiferencia por parte del perro, ¿qué clase de perro osaría despreciar un saludo de olida de rabos con una señorita tan elegante como mi Ophelia? ¡Por favor! ¡Ese no es un perro! La pelota de tenis cruza el aire en un arco tan pronunciado que no acaba demasiado lejos de mi banca y aprovecho que Synnove avanza con la lectura de su novela en tanto deja que el border collie se lance en su búsqueda, para adueñarme de la pelota y lanzarlo hacía los árboles que se amontonan tanto que tengo que agachar mi cabeza para pasar debajo de una rama, esperando que el perro me siga. Tiro de su oreja peluda apenas lo hace. —¡¿Qué carajos haces en el Capitolio, perro tonto?!
Lo bueno de ser un animal doméstico en una ciudad como el Capitolio es que nadie se detiene a mirarte dos veces. En este parque en particular, hay casi tantos perros como personas y eso ayuda a que nadie se preocupe por el can que sale corriendo tras la pelota de su dueña. Vamos a decirlo, otras personas verían esto como algo humillante, pero para mí es un buen ejercicio considerando que no puedo ponerme a jugar a la pelota como un adolescente normal. Después de haberme pasado una vida de crianza con entrenamientos y espacios verdes, quedarme quieto en un departamento se vuelve un poco insoportable y asfixiante.
Lo malo de todo esto es el poco respeto que tienen los animales por el espacio personal de uno, en especial cuando creen que eres uno de ellos. Hay una perra en particular que no deja de perseguir mi rabo y tengo que hacer malabares para seguir con mi juego, ignorando sus obvios intentos de acercarse con algunos saltos algo rebuscados. Creo que consigo dejarla atrás cuando la pelota se alza demasiado alto y me da la excusa para correr a toda velocidad; creo verla desaparecer en una mano ajena y, como no pienso dejar que se pierda, me meto entre el arbusto con el hocico inquieto hasta que el tirón me pone en alerta. Creo que la única razón por la cual no me asusto tanto es porque reconozco la voz que me insulta.
El quejido perruno que le lanzo es el reemplazo a mi queja cansina de que me dé un momento para que me explique. Me arrastro entre las ramas hasta que creo que estamos a salvo de las miradas ajenas y regreso a mi forma habitual, aunque me quedo de cuclillas porque temo que alguien pueda verme. Diablos, que la imagen puede darse para muchos malos entendidos — Escondiéndome a simple vista, pues claro — murmuro mientras me saco una hoja del pelo y lo miro con mayor detenimiento —¿Desde cuando usas traje? ¿Te consumió la vida de las leyes....? ¡Oye! — el hocico blanco de la perra se asoma entre las ramas y me da en el trasero, así que la empujo con manos torpes — ¿Esta bestia viene contigo? Huele a casa estirada — que por el tono que empleo, no es la clase de hogar con el cual lo imagino.
Lo malo de todo esto es el poco respeto que tienen los animales por el espacio personal de uno, en especial cuando creen que eres uno de ellos. Hay una perra en particular que no deja de perseguir mi rabo y tengo que hacer malabares para seguir con mi juego, ignorando sus obvios intentos de acercarse con algunos saltos algo rebuscados. Creo que consigo dejarla atrás cuando la pelota se alza demasiado alto y me da la excusa para correr a toda velocidad; creo verla desaparecer en una mano ajena y, como no pienso dejar que se pierda, me meto entre el arbusto con el hocico inquieto hasta que el tirón me pone en alerta. Creo que la única razón por la cual no me asusto tanto es porque reconozco la voz que me insulta.
El quejido perruno que le lanzo es el reemplazo a mi queja cansina de que me dé un momento para que me explique. Me arrastro entre las ramas hasta que creo que estamos a salvo de las miradas ajenas y regreso a mi forma habitual, aunque me quedo de cuclillas porque temo que alguien pueda verme. Diablos, que la imagen puede darse para muchos malos entendidos — Escondiéndome a simple vista, pues claro — murmuro mientras me saco una hoja del pelo y lo miro con mayor detenimiento —¿Desde cuando usas traje? ¿Te consumió la vida de las leyes....? ¡Oye! — el hocico blanco de la perra se asoma entre las ramas y me da en el trasero, así que la empujo con manos torpes — ¿Esta bestia viene contigo? Huele a casa estirada — que por el tono que empleo, no es la clase de hogar con el cual lo imagino.
¡Tenía razón! ¡Se trata de Ken! Su nombre no sale de mi labios, claro, no soy un estúpido. Su transformación para recuperar el cuerpo de un muchacho es la última confirmación que necesito para saber que estoy delante de quien siguen buscando con dementores, licántropos y aurores. ¡Y el patán paseándose por el Capitolio! ¡Tienes que tener cara para tanta osadía! Me atraganto con una carcajada al echarme al suelo para sentarme lo más cómodamente que se puede entre las raíces gruesas de los árboles. —Tú te conviertes en perro, yo uso traje. Cada quien busca su manera de pasar desapercibido, ¿no?— digo, y el por qué lo hacemos queda implícito entre ambos. Por la ayuda que le he dado, de todas las personas, espero que no sea él quien me venga con reproches, sé que estoy en un lugar que contradice todo lo que he trabajado con Kenny y Jeff, quienes por cierto están presos como me pude enterar. Lo sé, estoy sentada en la oficina con mayor olor a mierda en todo el ministerio, y sé, con toda certeza, que es donde deba estar.
Pero a veces huele tan mal que necesito de estos respiros con Ophelia. —¡Más respeto de cómo te diriges a una dama! Ven aquí, Ophelia— la llamo. La perra tiene un segundo de indecisión entre seguir acosando al sujeto de su interés, sin importar que ahora no tengo un rabo peludo, u obedecerme a mí que tengo estos detalles de cuidarla y entretenerla con paseos. Hace lo que conviene, viene a mí buscando que con mis manos le rasque sus orejas, mostrándome esa sonrisa con la que llegué a encariñarme, y de todas formas, su lealtad es pura fachada porque le sigue haciendo ojitos a Ken. —No es estirada, es una chica con clase, modales de princesa. Como la chica con la que vienes, ¿no? Synnove Lackberg siempre se me hizo que camina de una manera en la que trata de que no se le caiga la corona— opino, tratando de mirar entre las ramas a la chica para comprobar si continua ensimismada en su lectura.
— Mi mejor amigo estaba enamorado de ella…— lo recuerdo, no puedo evitar la mención cargada de la melancolía que me embarga por evocar a ese amigo que ya no está, que no volverá, que se habría reído de verme todos los días con un traje similar al suyo y que he perdido, abriendo otro vacío más en mi vida, que me pregunto cuántas cosas podemos perder para que no quede más de nosotros que un cuerpo andante. Sé la respuesta, mi familia. Y me aferro a ellos como un niño asustado, todos los malditos días, en especial a mi hermana menor. —¿Cómo terminaste con ella?— pregunto, —No, espera. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué hay… de todo? Te juro que cuando decidiste ser animago creí que era… bueno, por otros motivos. No porque… quisieras mudarte al Capitolio a tomar agua mineral de un tazón.
Pero a veces huele tan mal que necesito de estos respiros con Ophelia. —¡Más respeto de cómo te diriges a una dama! Ven aquí, Ophelia— la llamo. La perra tiene un segundo de indecisión entre seguir acosando al sujeto de su interés, sin importar que ahora no tengo un rabo peludo, u obedecerme a mí que tengo estos detalles de cuidarla y entretenerla con paseos. Hace lo que conviene, viene a mí buscando que con mis manos le rasque sus orejas, mostrándome esa sonrisa con la que llegué a encariñarme, y de todas formas, su lealtad es pura fachada porque le sigue haciendo ojitos a Ken. —No es estirada, es una chica con clase, modales de princesa. Como la chica con la que vienes, ¿no? Synnove Lackberg siempre se me hizo que camina de una manera en la que trata de que no se le caiga la corona— opino, tratando de mirar entre las ramas a la chica para comprobar si continua ensimismada en su lectura.
— Mi mejor amigo estaba enamorado de ella…— lo recuerdo, no puedo evitar la mención cargada de la melancolía que me embarga por evocar a ese amigo que ya no está, que no volverá, que se habría reído de verme todos los días con un traje similar al suyo y que he perdido, abriendo otro vacío más en mi vida, que me pregunto cuántas cosas podemos perder para que no quede más de nosotros que un cuerpo andante. Sé la respuesta, mi familia. Y me aferro a ellos como un niño asustado, todos los malditos días, en especial a mi hermana menor. —¿Cómo terminaste con ella?— pregunto, —No, espera. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué hay… de todo? Te juro que cuando decidiste ser animago creí que era… bueno, por otros motivos. No porque… quisieras mudarte al Capitolio a tomar agua mineral de un tazón.
— ¿Una dama? — repito sus palabras porque no me las creo, la mirada que le lanzo a la perra es de puro reproche y ella sigue ahí, tan alegre que hasta mueve su rabo peludo de un lado al otro como si quisiera seguir jugando — Hasta tiene nombre de estirada — no puedo evitar molestar, pero la sonrisa bromista se me patina un poco cuando se refiere a Synnove y lo imito, buscando verla entre la vegetación. Incluso entre tanto verde, su cabello es inconfundible. Espero que no se preocupe por que me he salido de su vista — Syv no es estirada — me sale la defensa como perro leal y gruño entre dientes, más para mí que para él — Es bastante genial, de hecho — Me ahorro el decirle lo que ella opina de él, no es algo que necesite y tampoco es de mi incumbencia.
Hay algo extraño en el tono de su voz con esa declaración que me hace arrugar un poco el entrecejo, pero no hago muchas preguntas. Solo bajo un poco una de las ramas que se me cruzan para poder verla mejor, como si tuviese que evaluar qué tanto material de romance es Synnove — No está mal — se lo concedo a su amigo, encogiendo mis hombros para restarle bastante importancia. Tengo intenciones de contestar su primera duda, pero pronto empieza a bombardearme y tengo que levantar ambas manos para pedirle un momento, en lo que suelto la rama y algunas hojas se sacuden para caer al suelo por el movimiento — Ivar Lackberg — explico simplemente — Me encontró en el norte después de que tuviese que escapar de la casa de Lea. Decidió que ocultarme como su mascota era lo más sensato hasta que pudiese seguir mi camino. Syv lo sabe y me ha estado ayudando en la búsqueda de mi tía, junto con Mimi… a quien de seguro todavía no invitaste a salir — solo para no irnos a lo serio, le sonrío con pura burla.
Siento el hocico de Ophelia en mi mano, así que le rasco entre las orejas sin mucho entusiasmo — Ellos están gastando fortunas en buscarme en el norte, extrañamente esto es mucho más seguro. No tengo a nadie persiguiéndome mientras me alimentan en la casa de los Lackberg. La comida de perro es un asco, pero solo tengo que comerla cuando Amalie se pone pesada con ello. Creo que no hace falta decir que ella no sabe nada — hago una mueca como si estuviera diciendo una obviedad.
Hay algo extraño en el tono de su voz con esa declaración que me hace arrugar un poco el entrecejo, pero no hago muchas preguntas. Solo bajo un poco una de las ramas que se me cruzan para poder verla mejor, como si tuviese que evaluar qué tanto material de romance es Synnove — No está mal — se lo concedo a su amigo, encogiendo mis hombros para restarle bastante importancia. Tengo intenciones de contestar su primera duda, pero pronto empieza a bombardearme y tengo que levantar ambas manos para pedirle un momento, en lo que suelto la rama y algunas hojas se sacuden para caer al suelo por el movimiento — Ivar Lackberg — explico simplemente — Me encontró en el norte después de que tuviese que escapar de la casa de Lea. Decidió que ocultarme como su mascota era lo más sensato hasta que pudiese seguir mi camino. Syv lo sabe y me ha estado ayudando en la búsqueda de mi tía, junto con Mimi… a quien de seguro todavía no invitaste a salir — solo para no irnos a lo serio, le sonrío con pura burla.
Siento el hocico de Ophelia en mi mano, así que le rasco entre las orejas sin mucho entusiasmo — Ellos están gastando fortunas en buscarme en el norte, extrañamente esto es mucho más seguro. No tengo a nadie persiguiéndome mientras me alimentan en la casa de los Lackberg. La comida de perro es un asco, pero solo tengo que comerla cuando Amalie se pone pesada con ello. Creo que no hace falta decir que ella no sabe nada — hago una mueca como si estuviera diciendo una obviedad.
—No deberías juzgar a alguien por su nombre, tendrías que saberlo mejor que nadie…— se lo señalo, aunque no es mi intención hacer de la perra un ejemplo de nada, me encojo de hombros para dejarlo correr. —Se lo puso su dueño, a quien no le gustaría saber que tiene un enamoramiento repentino por un prófugo de la justicia. ¡Sería un escándalo!— exclamo, con el asomo de una sonrisa divertida, de alguna manera puedo reírme de esto y tomar a la perra por su cabeza, cerrando mis manos cerca de sus orejas. —Es un amor prohibido, Ophelia, lo de ustedes nunca podrá ser— y la perra lo único que hace es mover el rabo, ignorante del destino trágico de su amor. Lo escucho moverse para mirar a quien supongo que ve lo suficiente todos los días como para hacerse una idea, sin la necesidad de estar observándola a escondidas y por eso me río de él, después de dos segundos decae mi sonrisa. Me muerdo la lengua para no decir nada que Ken no tiene por qué oír, como que era la chica que le gustaba al amigo que perdí y que, si sus suposiciones eran ciertas, le gusto yo, todo hace que no quiera mirar una segunda vez a Synnove, ni siquiera de refilón entre las hojas.
—Eso sí que fue un resumen de noticias— silbo, lo ha simplificado todo de una forma en la que siento que me faltan detalles. —¿Qué pasó con Lea? ¿Y el padre de Synnove creyó que lo más sensato era llevarte a su casa?— pregunto, no me lo acabo de creer, porque he tenido discusiones similares con mi padre desde que Jamie Niniadis murió, charlas de horas que acabaron en conclusiones a las que nos acoplamos como familia y he dejado de estar por mi lado para preocuparme por la repercusión que podrían tener mis actos, especialmente cuidando de Charlie, quien con el carácter que tiene lo último que necesita es un mal ejemplo, por sí misma encuentra maneras de meterse problemas. Sólo espero que dentro de cinco años sus problemas no la pongan en un verdadero conflicto con la ley o al menos poder estar ubicado de una manera en que taparé lo que suceda, aunque no me veo en el ministerio tanto tiempo tampoco si las cosas siguen como hasta ahora, en realidad no lo sé. Estoy esperando un momento de algo, sé que llegará.
—No la invité, es cierto. Una de las últimas veces que visité a Red quise hacerlo, en serio, dejé pasar la oportunidad y aquí estamos… te perdí el rastro a ti y ya no pude seguir viéndolos a ellos— me rasco la nuca con incomodidad, —¿qué habíamos apostado para el perdedor? ¿algo con una hoja? Si tu no conseguiste nada con Lea, lo damos por anulado y ya—, no creo que haya conseguido más que un beso casto, salvo que el carácter de Lea se haya impuesto, que esa chica es de armas tomar y si ese fue el caso, pobre, Ken. Espero no haberlo arrojado a que una chica se aproveche de él. Fuera de eso, de alguna manera ahora es un perro decente, de una familia decente. —Retrocedamos un poco, me dices que estás buscando a tu tía, así que asumo que no planeas quedarte mucho tiempo con ellos lo que me parece bien, pero…. ¿por qué demonios estás buscando a tu tía? ¿Sabes todo lo que dicen de ella, no? ¡Y lo peor que te podría pasar es que justamente te encuentren con ella! ¡O que ella misma te entregue! ¿Por qué querrías ir a verla?—. ¡Joder! Es un tonto si abandona una familia que lo tiene bien para ir a buscar una bruja que lo comería después de revolverlo con caldo.
—Eso sí que fue un resumen de noticias— silbo, lo ha simplificado todo de una forma en la que siento que me faltan detalles. —¿Qué pasó con Lea? ¿Y el padre de Synnove creyó que lo más sensato era llevarte a su casa?— pregunto, no me lo acabo de creer, porque he tenido discusiones similares con mi padre desde que Jamie Niniadis murió, charlas de horas que acabaron en conclusiones a las que nos acoplamos como familia y he dejado de estar por mi lado para preocuparme por la repercusión que podrían tener mis actos, especialmente cuidando de Charlie, quien con el carácter que tiene lo último que necesita es un mal ejemplo, por sí misma encuentra maneras de meterse problemas. Sólo espero que dentro de cinco años sus problemas no la pongan en un verdadero conflicto con la ley o al menos poder estar ubicado de una manera en que taparé lo que suceda, aunque no me veo en el ministerio tanto tiempo tampoco si las cosas siguen como hasta ahora, en realidad no lo sé. Estoy esperando un momento de algo, sé que llegará.
—No la invité, es cierto. Una de las últimas veces que visité a Red quise hacerlo, en serio, dejé pasar la oportunidad y aquí estamos… te perdí el rastro a ti y ya no pude seguir viéndolos a ellos— me rasco la nuca con incomodidad, —¿qué habíamos apostado para el perdedor? ¿algo con una hoja? Si tu no conseguiste nada con Lea, lo damos por anulado y ya—, no creo que haya conseguido más que un beso casto, salvo que el carácter de Lea se haya impuesto, que esa chica es de armas tomar y si ese fue el caso, pobre, Ken. Espero no haberlo arrojado a que una chica se aproveche de él. Fuera de eso, de alguna manera ahora es un perro decente, de una familia decente. —Retrocedamos un poco, me dices que estás buscando a tu tía, así que asumo que no planeas quedarte mucho tiempo con ellos lo que me parece bien, pero…. ¿por qué demonios estás buscando a tu tía? ¿Sabes todo lo que dicen de ella, no? ¡Y lo peor que te podría pasar es que justamente te encuentren con ella! ¡O que ella misma te entregue! ¿Por qué querrías ir a verla?—. ¡Joder! Es un tonto si abandona una familia que lo tiene bien para ir a buscar una bruja que lo comería después de revolverlo con caldo.
Creo que no me había percatado de la cantidad de información que poseo y que él se ha perdido, así que le sonrío con un encogimiento de hombros que pide pedirle algunas disculpas — Es un poco largo… — lo digo en un tonito algo agudo, como si una fuerza invisible me hubiese apretado las bolas al darme cuenta de que mucho de lo que ha pasado puede ser muy cuestionable — el señor Lackberg tiene esa clase de salidas. Pensó que no podía dejarme enfermo en la calle porque, sí, me encontró lleno de gripe. Y con la promesa de que seré cuidadoso, soy su perro. Verás que me ha resultado bastante bien hasta ahora — no puedo contarle lo del dementor de año nuevo, eso quizá se lo diga en otro momento, donde se ponga menos quisquilloso sobre mis decisiones.
No me sorprende en lo absoluto, pero suelto un “¡ajaaa!” que delata que ya sabía que no había invitado jamás a Mimi, lo sentía en mis peludas orejas. Tomo asiento frente a él y las ramas sobre nuestras cabezas se tornan un refugio útil, Ophelia se recuesta entre ambos y me provoca el sentarme como un indio para reducir el espacio que ocupo — Ya no lo recuerdo — admito. Ha pasado demasiado en el medio y los motivos que nos llevaron a una apuesta han quedado olvidados — Peeero… — no llego a ponerme en los detalles morbosos que quizá la interesen porque ya se pone a echarme la leña al fuego sobre mis planes, no soy muy disimulado cuando le ruedo los ojos con obvia exasperación — Porque quiero hacer algún bien en la vida, Dave. ¿Cómo puedo ser un Black si jamás fui uno de ellos? Si mi tía sigue viva, me gustaría conocerla, aunque sea una vez. Me gustaría… bueno… — me remuevo un poquito en mi lugar, con la incomodidad de un niño que ha sido encontrado en medio de planes imposibles y delirios de grandeza — Quiero ayudar, tú sabes… recuperar lo que me han quitado y dárselo a quienes se lo merecen — porque un cambio es posible, incluso cuando no vendrá de mis manos.
Antes de que me interrumpa una vez más, levanto una mano y pongo un dedo contrario sobre la palma para pedirle tiempo — Gané la apuesta, me enrollé con Lea… más de una vez. Fue increíble, pero lo arruiné un día que estábamos en su sofá atendiendo nuestros asuntos y llegó su madre — la clase de mala suerte que yo me cargo, como para variar. Suspiro tan fuerte que creo que dejo muy en claro lo arrepentido que me encuentro, porque los problemas en los cuales la he metido son mucho más grandes de lo que hubiese deseado — Tuve que escapar, ella también y hasta su propia madre quiere entregarla a las autoridades. Fueron semanas de mierda y haber encontrado a los Lackberg fue un completo milagro. Ellos son… bueno, lo más parecido a una familia que he sentido en mucho tiempo — con sus errores y aciertos, siendo simplemente la mascota. No pienso quejarme.
No me sorprende en lo absoluto, pero suelto un “¡ajaaa!” que delata que ya sabía que no había invitado jamás a Mimi, lo sentía en mis peludas orejas. Tomo asiento frente a él y las ramas sobre nuestras cabezas se tornan un refugio útil, Ophelia se recuesta entre ambos y me provoca el sentarme como un indio para reducir el espacio que ocupo — Ya no lo recuerdo — admito. Ha pasado demasiado en el medio y los motivos que nos llevaron a una apuesta han quedado olvidados — Peeero… — no llego a ponerme en los detalles morbosos que quizá la interesen porque ya se pone a echarme la leña al fuego sobre mis planes, no soy muy disimulado cuando le ruedo los ojos con obvia exasperación — Porque quiero hacer algún bien en la vida, Dave. ¿Cómo puedo ser un Black si jamás fui uno de ellos? Si mi tía sigue viva, me gustaría conocerla, aunque sea una vez. Me gustaría… bueno… — me remuevo un poquito en mi lugar, con la incomodidad de un niño que ha sido encontrado en medio de planes imposibles y delirios de grandeza — Quiero ayudar, tú sabes… recuperar lo que me han quitado y dárselo a quienes se lo merecen — porque un cambio es posible, incluso cuando no vendrá de mis manos.
Antes de que me interrumpa una vez más, levanto una mano y pongo un dedo contrario sobre la palma para pedirle tiempo — Gané la apuesta, me enrollé con Lea… más de una vez. Fue increíble, pero lo arruiné un día que estábamos en su sofá atendiendo nuestros asuntos y llegó su madre — la clase de mala suerte que yo me cargo, como para variar. Suspiro tan fuerte que creo que dejo muy en claro lo arrepentido que me encuentro, porque los problemas en los cuales la he metido son mucho más grandes de lo que hubiese deseado — Tuve que escapar, ella también y hasta su propia madre quiere entregarla a las autoridades. Fueron semanas de mierda y haber encontrado a los Lackberg fue un completo milagro. Ellos son… bueno, lo más parecido a una familia que he sentido en mucho tiempo — con sus errores y aciertos, siendo simplemente la mascota. No pienso quejarme.
Y así es como un plan que se podría considerar peligroso por tonto, tiene todo para ser la idea más brillante. ¿Quién esperaría hallar al chico Black en forma de un perro de familia, en el mismísimo Capitolio? Tengo que sujetarme de la barbilla, dedicar dos segundos de profunda introspección a este hecho, apretar con fuerza mis labios y mirarlo como si no lo hubiera visto nunca. —O eres tonto, o eres increíblemente inteligente, o eres un suertudo como pocos— no me decido en definirlo con una única palabra, no en lo que dure esta charla que va de un tema al otro, que a ratos estamos hablando de la locura que es ir tras su tía y luego me cuenta de sus andadas con Lea como si esto fuera una charla banal. Despeino los pelos de mi cabeza con las manos para reordenar mis pensamientos, tratando de sacar en limpio lo importante en su relato. La apuesta que involucraba a Mimi y Lea creo que podemos dejarla para después, he perdido así que tampoco me conviene traerla al presente.
Lanzo un hondo suspiro para que podamos centrarnos en lo importante, en ese proyecto que tiene de salirse del Capitolio para ir por su tía. —No lo entiendo, Ken. ¿Te refieres a recuperar el poder de los Black? Olvídalo, te matarán antes de que puedas poner un pie dentro del ministerio siquiera, ni digamos si vienes con estas de querer recuperar el sillón principal. Magnar Aminoff está muy cómodo ahí, por lo que me han dicho, tiene un foso debajo de la alfombra para los que se acerquen. Sus propios ministros están amenazados, si vieras como tiemblan de tener que ir a hacerle cara— le ofrezco mi impresión de lo que he podido ver como un secretario más de esos departamentos. —Tú sabes mejor que nadie, que por más tonto que me vea con este traje, quiero lo mismo que tú… que alguien pueda… cambiar las cosas, eso que dices de que las personas tengan lo que se merecen. Pero… con mi familia ahora mismo estamos tratando de resistir desde nuestros lugares, unidos. Así como a ti se te ocurre que vivir en el Capitolio es lo más seguro, yo estoy trabajando en el ministerio. Quiero ayudarte, pero… ya no estoy para cosas imprudentes—, como colaborar con rebeldes en el norte y montar una radio de noticias clandestinas de oposición al gobierno, por ejemplo.
Lanzo un hondo suspiro para que podamos centrarnos en lo importante, en ese proyecto que tiene de salirse del Capitolio para ir por su tía. —No lo entiendo, Ken. ¿Te refieres a recuperar el poder de los Black? Olvídalo, te matarán antes de que puedas poner un pie dentro del ministerio siquiera, ni digamos si vienes con estas de querer recuperar el sillón principal. Magnar Aminoff está muy cómodo ahí, por lo que me han dicho, tiene un foso debajo de la alfombra para los que se acerquen. Sus propios ministros están amenazados, si vieras como tiemblan de tener que ir a hacerle cara— le ofrezco mi impresión de lo que he podido ver como un secretario más de esos departamentos. —Tú sabes mejor que nadie, que por más tonto que me vea con este traje, quiero lo mismo que tú… que alguien pueda… cambiar las cosas, eso que dices de que las personas tengan lo que se merecen. Pero… con mi familia ahora mismo estamos tratando de resistir desde nuestros lugares, unidos. Así como a ti se te ocurre que vivir en el Capitolio es lo más seguro, yo estoy trabajando en el ministerio. Quiero ayudarte, pero… ya no estoy para cosas imprudentes—, como colaborar con rebeldes en el norte y montar una radio de noticias clandestinas de oposición al gobierno, por ejemplo.
— Creo que un poco de esto, un poco de aquello — es una mezcla brillante entre suertudo, estúpido y listo, porque me he dado cuenta de que todas esas cosas pueden coincidir con toda la lógica posible. No hay mucha diferencia entre la inteligencia y la idiotez, si uno empieza a pensarlo: las mejores ideas han salido de locuras. Y no, no me espero su voto de confianza, sé que la mayoría de las personas van a opinar como él y yo tengo que resignarme a escucharlo como el niño que soy, posiblemente sin ninguna pizca de cordura a estas alturas de un partido que no me presenta demasiadas opciones — Yo no soy sus ministros y tampoco voy a tocar la puerta a decirles que me han robado la silla — aunque tampoco dista mucho de la idea original. ¿Qué debo hacer? ¿Aparecer un día y demostrar abiertamente quién soy? En eso tengo que darle la razón, me matarían antes de que pudiera terminar de hablar. Puedo comprender su postura, la necesidad de protección, porque en cierto modo estuve en el mismo lugar que él. La diferencia se encuentra en que yo estoy hecho de cosas imprudentes — No te estoy pidiendo que dejes tu lugar seguro por mí, Dave — es más, creo que no le he pedido nada. Aún así, con solo verlo sé que puede ser valioso; puedo molestarlo, pero los dos sabemos que ha sido un excelente profesor cuando yo lo necesité.
Me echo hacia atrás para poder recargar mi peso en un tronco delgado, esto me permite el poder verlo mejor en el espacio reducido que las ramas crean para nosotros como una pequeña guarida temporal — ¿Y qué me dices de simplemente creer en lo que quiero? — pregunto — No puedo pedirle al mundo que pelee por mí, pero necesito de personas que crean en lo que digo. ¿No somos más fuertes cuanto más firmes nos mostremos sobre nuestras ideas? Ellos ganan porque nos tienen divididos, nadie puede juntarse en una queja colectiva porque nos masacran. ¿Y qué sucederá si alguna vez nos reunimos para ser una pared indomable? Cuanto más gritemos, más van a sumarse y el ruido se volverá insoportable. ¿No le dicen “efecto dominó?” — no puedo confiar en que seré bueno en lo que planeo hacer, pero es lo único que tengo. Mis dedos se mueven, inquietos en una ansiedad incapaz de camuflarse — No quiero ser el presidente Black, como lo fue mi abuelo y como se supone que deberían llamarme si las cosas hubiesen seguido su curso. Quiero pelear, quiero que ellos se marchen y que NeoPanem pueda volver a organizarse bajo un ideal más justo e igualitario para todos. Sé que suena que estoy hablando de una utopía, sé que jamás va a existir una igualdad completa porque siempre va a haber un sector insatisfecho, pero podemos intentarlo. Solo… — tengo que detenerme porque siento que se me quiebra la voz, así que tomo algo de aire y lo suelto con lentitud — Necesito saber por dónde empezar. Y para eso necesito abogados de confianza — está claro, por mi sonrisa, que confío en él.
Me echo hacia atrás para poder recargar mi peso en un tronco delgado, esto me permite el poder verlo mejor en el espacio reducido que las ramas crean para nosotros como una pequeña guarida temporal — ¿Y qué me dices de simplemente creer en lo que quiero? — pregunto — No puedo pedirle al mundo que pelee por mí, pero necesito de personas que crean en lo que digo. ¿No somos más fuertes cuanto más firmes nos mostremos sobre nuestras ideas? Ellos ganan porque nos tienen divididos, nadie puede juntarse en una queja colectiva porque nos masacran. ¿Y qué sucederá si alguna vez nos reunimos para ser una pared indomable? Cuanto más gritemos, más van a sumarse y el ruido se volverá insoportable. ¿No le dicen “efecto dominó?” — no puedo confiar en que seré bueno en lo que planeo hacer, pero es lo único que tengo. Mis dedos se mueven, inquietos en una ansiedad incapaz de camuflarse — No quiero ser el presidente Black, como lo fue mi abuelo y como se supone que deberían llamarme si las cosas hubiesen seguido su curso. Quiero pelear, quiero que ellos se marchen y que NeoPanem pueda volver a organizarse bajo un ideal más justo e igualitario para todos. Sé que suena que estoy hablando de una utopía, sé que jamás va a existir una igualdad completa porque siempre va a haber un sector insatisfecho, pero podemos intentarlo. Solo… — tengo que detenerme porque siento que se me quiebra la voz, así que tomo algo de aire y lo suelto con lentitud — Necesito saber por dónde empezar. Y para eso necesito abogados de confianza — está claro, por mi sonrisa, que confío en él.
No me está pidiendo nada, pero las circunstancias que propiciaron nuestra relación en un primer momento son las que obligaban a que abordemos el tema y no derrochemos el tiempo que tenemos aquí escondidos entre los árboles para hablar de una apuesta tonta y chicas. Debe ser el traje, con su efecto en mí, que hace que quiera tomar todo esto con la seriedad que se merece, y escucharlo como si estuviera pesando cada una de las cosas que dice en una balanza que se va inclinando hacía un lado. Tengo que reconocerme para mí mismo, que en mi fuero interno admiro a este chico que quiere un mundo así y su voz está tan cargada de ilusión que podría darle la razón en cuanto que es utopía, pero su tono es más inocente y me inspira mucho más que esa vez en que creí en las palabras de Ferdia, sólo para ver como espectador que lo reducían a él y a la chica que amaba en cenizas. —No quiero arriesgarme por una causa perdida, a eso me refiero con quedarme aquí. Ni mis padres ni yo queremos correr detrás de algo que sabemos que acabará mal, pero…— me atajo, —tienes un amigo en mí y creo en lo que dices, lucharía por eso.
Echo mis palmas hacia atrás para apoyarme y alzo mi mirada a las ramas que se cruzan por encima de nuestras cabezas, Ophelia está cómoda en el espacio que encontró entre nosotros para echarse y puedo oír sus jadeos felices. —Mi hermana es la persona que más amo en este mundo, Ken— digo. —Es tan o más cabezota que tú, impulsiva como nadie, con su pequeño espíritu de guerrillera. Me mantengo cerca para poder estar con ella y sé que es por un tiempo, también querrá un mundo distinto, luchará porque se cumpla. No puedo controlarla del todo. Y la quiero tanto, que sería el hombre invisible en el ministerio si así puedo tenerla segura y también sería el primero en lanzarse al frente en una batalla si ella va detrás. No quiero que nada, nunca, le haga daño. Ni que ella misma se lo haga…— susurro, para terminar con un discurso de amor fraternal que le ha tocado a Ken escuchar. Rechazo la idea de perder a mi hermana como le pasó a mi padre, somos una nueva generación y mi casa se mantendrá fuerte. Hable mucho de esto con Phoebe, el pasado no me determinará, ni debería hacerlo con ninguno de nosotros. Si yo puedo marcar un camino distinto, también creo que Kendrick puede ser un Black diferente. —Podemos intentarlo, pero lo haremos bien. Lo pensaremos bien, planearemos bien. Y para eso… tendrás un abogado de confianza— se lo concedo. —¿En qué líos piensas meterte?
Echo mis palmas hacia atrás para apoyarme y alzo mi mirada a las ramas que se cruzan por encima de nuestras cabezas, Ophelia está cómoda en el espacio que encontró entre nosotros para echarse y puedo oír sus jadeos felices. —Mi hermana es la persona que más amo en este mundo, Ken— digo. —Es tan o más cabezota que tú, impulsiva como nadie, con su pequeño espíritu de guerrillera. Me mantengo cerca para poder estar con ella y sé que es por un tiempo, también querrá un mundo distinto, luchará porque se cumpla. No puedo controlarla del todo. Y la quiero tanto, que sería el hombre invisible en el ministerio si así puedo tenerla segura y también sería el primero en lanzarse al frente en una batalla si ella va detrás. No quiero que nada, nunca, le haga daño. Ni que ella misma se lo haga…— susurro, para terminar con un discurso de amor fraternal que le ha tocado a Ken escuchar. Rechazo la idea de perder a mi hermana como le pasó a mi padre, somos una nueva generación y mi casa se mantendrá fuerte. Hable mucho de esto con Phoebe, el pasado no me determinará, ni debería hacerlo con ninguno de nosotros. Si yo puedo marcar un camino distinto, también creo que Kendrick puede ser un Black diferente. —Podemos intentarlo, pero lo haremos bien. Lo pensaremos bien, planearemos bien. Y para eso… tendrás un abogado de confianza— se lo concedo. —¿En qué líos piensas meterte?
Es un poco bobo, pero me doy cuenta de que me causa cierta emoción el saber que puedo confiar en él como un amigo que daba por perdido. Sé que no estoy completamente solo a pesar de sentirme de esa manera a veces, pero he pasado del punto de ponerme en adolescente en papel de víctima para abrazar la idea de que todos tenemos nuestros papeles y no siempre van a gustarnos. Si solo nos quejamos, no habrá ningún cambio — No sabemos cómo, pero de verdad espero que se acabe. Nada puede durar para siempre — quizá no lo veamos, pero algún día tiene que existir un punto final, para bien o para mal. Sí le sonrío, sé que David es una buena persona a pesar de verse como un niño fresa del ministerio de magia, conozco dónde están sus ideales al final del día. ¿O me habría enseñado a ser un animago de creer lo contrario?
Apoyo los codos en mis rodillas y así es como sostengo mis mejillas con ambas manos, fijando mi mirada en un rostro que habla de su hermana con el mismo cariño y respeto que he reconocido en los amigos que he dejado ir. Sé que deberé volver a buscarlos, no todos van a estar de acuerdo con mis ideas, pero tampoco creo que me importe mucho a estas alturas de la carrera. Sospecho a dónde quiere llegar con todo esto, me lo confirma con lo que aguardaba oír y mi sonrisa es tan sincera que parece que me ha contado un chiste de los buenos. Solo por orgullo de hombre maduro, no me lanzo sobre él para abrazarlo, porque eso es lo que haría un niño — No esperaba menos de ti — intento sonar divertido, la punta de mi lengua se asoma burlonamente entre mis dientes delanteros hasta que la chasqueo — No puedo decirte que tu hermana estará lejos de los problemas porque eso no es algo que yo controlo, pero haré lo posible para que esas cosas no lleguen a ella. Si hacemos las cosas bien, quizá podamos crear un buen final. No diré que pasará pronto, pero… es un comienzo — o podemos resignarnos aquí mismo.
Me pico el mentón con los dedos de ambas manos y lo medito un poco antes de salir con mis ideas — Ellos no han dicho quién soy y estoy seguro de que es porque no les conviene. Pues yo quiero hacerlo — sé que es ponerme un arma en la cabeza, pero no podré avanzar sin sacrificios. Para que me tome en serio, bajo las manos y me siento más derecho — Quiero que el mundo sepa que soy Kendrick Orion Black y que hay una alternativa para todos nosotros. No en el mundo que ellos soñaron ni el que mi padre hubiese gobernado. Uno nuevo, mejor para todos. Y tú estás dentro del ministerio — arqueo una ceja en su dirección — Tengo a Mimi de mi lado, si regreso al norte deberé hablar con todos para tener quienes me apoyen y puedo usar la Red NeoPanem a su favor. Tú puedes ser mis ojos en el bando enemigo… si estás dispuesto a tomar ese papel — tal vez es mucho para un chico de dieciséis años, pero no puedo hacer nada contra eso.
Apoyo los codos en mis rodillas y así es como sostengo mis mejillas con ambas manos, fijando mi mirada en un rostro que habla de su hermana con el mismo cariño y respeto que he reconocido en los amigos que he dejado ir. Sé que deberé volver a buscarlos, no todos van a estar de acuerdo con mis ideas, pero tampoco creo que me importe mucho a estas alturas de la carrera. Sospecho a dónde quiere llegar con todo esto, me lo confirma con lo que aguardaba oír y mi sonrisa es tan sincera que parece que me ha contado un chiste de los buenos. Solo por orgullo de hombre maduro, no me lanzo sobre él para abrazarlo, porque eso es lo que haría un niño — No esperaba menos de ti — intento sonar divertido, la punta de mi lengua se asoma burlonamente entre mis dientes delanteros hasta que la chasqueo — No puedo decirte que tu hermana estará lejos de los problemas porque eso no es algo que yo controlo, pero haré lo posible para que esas cosas no lleguen a ella. Si hacemos las cosas bien, quizá podamos crear un buen final. No diré que pasará pronto, pero… es un comienzo — o podemos resignarnos aquí mismo.
Me pico el mentón con los dedos de ambas manos y lo medito un poco antes de salir con mis ideas — Ellos no han dicho quién soy y estoy seguro de que es porque no les conviene. Pues yo quiero hacerlo — sé que es ponerme un arma en la cabeza, pero no podré avanzar sin sacrificios. Para que me tome en serio, bajo las manos y me siento más derecho — Quiero que el mundo sepa que soy Kendrick Orion Black y que hay una alternativa para todos nosotros. No en el mundo que ellos soñaron ni el que mi padre hubiese gobernado. Uno nuevo, mejor para todos. Y tú estás dentro del ministerio — arqueo una ceja en su dirección — Tengo a Mimi de mi lado, si regreso al norte deberé hablar con todos para tener quienes me apoyen y puedo usar la Red NeoPanem a su favor. Tú puedes ser mis ojos en el bando enemigo… si estás dispuesto a tomar ese papel — tal vez es mucho para un chico de dieciséis años, pero no puedo hacer nada contra eso.
Nadie puede prometerme que mi hermana se mantendrá lejos de los problemas, si ella tiene un talento natural y heredado de encontrarlos por su cuenta, así que me limito a un suspiro que da por concluido ese tema. Me interesa más saber qué se te trae entre manos si necesita de alguien ejerciendo como abogado en el ministerio, por si lo que quiere es una consulta respecto a las leyes, apuesto a que Synnove podrá contestársela, ¿no estudia lo mismo? Se me arquea una ceja de un modo muy pronunciado por si inesperado discurso político, supongo que tan sorpresivo como lo fue mi romanticismo puro sobre lo que mi familia significa para mí, y lo suyo suena tan decisivo que por un momento tengo miedo de que se escuchado por fuera de los árboles. Giro mi rostro sobre mi hombro para comprobar que no hay ningún oído cerca y de que Ophelia no irá a contarle nada a su dueño. ¡Joder! ¡Si la perra hablara nos matarían mañana mismo! —Vamos a calmarnos, no hace falta que digas tu nombre completo…— pido en un susurro que llega tarde, —nos estamos emocionando un poco con esto— carraspeo para aclararme la garganta.
Porque, en serio, ¿estamos planeando esto en medio de un parque del Capitolio? Somos un par de idiotas atolondrados los dos. Y lo que me propone hace que reafirme que estamos en el lugar más inadecuado del mundo, si hay alguno, sería el mismo ministerio. Tengo que respirar muy hondo y me contengo de tapar las orejas de Ophelia con mis manos. Limpio mis palmas entre sí por las ramitas que se clavaron en mi carne y la mugre que fue quedando, a la tercera inspiración de aire puedo contestarle. —El ministerio es tu enemigo, todo lo que está mal sale de ahí— concuerdo, —pero en el ministerio hay personas y chicos como nosotros—, creo conveniente apuntar. —Los ayudaré desde ahí si lo necesitan—, acepto, —pero no considero enemigas a todas las personas que están ahí—. Algunas sólo… es el trabajo que hacen, nada en lo que estén metidos con fe ciega, quizás si se les da otra alternativa la sigan, si bien no me arriesgaría a ofrecérsela a nadie en medio de un café. A Patricia Lollis sí que no me importaría que se la llevaran si hay que tomar por asalto el ministerio, pero tengo mis reparos todavía. Precisamente, estar dentro del ministerio te hace ver muchas cosas, muchas personas, más allá del monstruo gigante que siempre fue para nosotros haciendo sombra sobre el norte. —Ken, me pone un poco incómodo hablar de todo esto contigo aquí, ¿crees que a Synnove le importará si un día voy a visitarlos? ¿Podremos hablar ahí? Si me dices que Ivar lo sabe…— propongo, que tengo ramitas hasta pinchándome las nalgas, que la tela del traje es muy fina.
Porque, en serio, ¿estamos planeando esto en medio de un parque del Capitolio? Somos un par de idiotas atolondrados los dos. Y lo que me propone hace que reafirme que estamos en el lugar más inadecuado del mundo, si hay alguno, sería el mismo ministerio. Tengo que respirar muy hondo y me contengo de tapar las orejas de Ophelia con mis manos. Limpio mis palmas entre sí por las ramitas que se clavaron en mi carne y la mugre que fue quedando, a la tercera inspiración de aire puedo contestarle. —El ministerio es tu enemigo, todo lo que está mal sale de ahí— concuerdo, —pero en el ministerio hay personas y chicos como nosotros—, creo conveniente apuntar. —Los ayudaré desde ahí si lo necesitan—, acepto, —pero no considero enemigas a todas las personas que están ahí—. Algunas sólo… es el trabajo que hacen, nada en lo que estén metidos con fe ciega, quizás si se les da otra alternativa la sigan, si bien no me arriesgaría a ofrecérsela a nadie en medio de un café. A Patricia Lollis sí que no me importaría que se la llevaran si hay que tomar por asalto el ministerio, pero tengo mis reparos todavía. Precisamente, estar dentro del ministerio te hace ver muchas cosas, muchas personas, más allá del monstruo gigante que siempre fue para nosotros haciendo sombra sobre el norte. —Ken, me pone un poco incómodo hablar de todo esto contigo aquí, ¿crees que a Synnove le importará si un día voy a visitarlos? ¿Podremos hablar ahí? Si me dices que Ivar lo sabe…— propongo, que tengo ramitas hasta pinchándome las nalgas, que la tela del traje es muy fina.
Hay una lógica que ya he debatido con Synnove y es que no comprendo muy bien a las personas que creen que trabajando en el ministerio están haciendo algún bien a la sociedad, cuando está claro las ideas en las cuales trabajan en ese lugar. También admito que ellos fueron criados en esta burbuja, tal y como a mí me han enseñado que las leyes de NeoPanem son injustas y que existe otra manera de vivir — Pero de allí salen todas las ideas — insisto — Con buenas o malas intenciones, el ministerio tiene tanta importancia como la tiene la isla ministerial. Si estamos por delante de ellos aunque sea solo en ese aspecto, tal vez podamos ganarles. Aún no sé qué es lo que opina el resto, no he hablado con ellos desde… — que me fui, básicamente. No hace falta decirlo, mi expresión incómoda lo deja bien en claro — Tendré que ir con ellos, tarde o temprano.
Retomo lo infantil que puedo ser cuando tengo que evitar reírme de sus dudas, porque estoy seguro de que a Synnove le gustará bastante el verlo en su casa — oh, ella no tendrá problema, eso puedes darlo por asegurado — se me va la expresión traviesa, pero también me percato del pequeño detalle de que ella está a unos pocos metros y busco verla desde donde nos encontramos, fallando en mi tarea. ¿Ya estará buscándome por el parque? — Deberás arreglarlo con ella, para evitar una reunión en algún horario inadecuado. Podríamos encontrar el modo de traer a Mimi con nosotros y así tener una juntada más… seria. ¿Crees que Kyle, Lea y Delilah quieran participar? — ya, ya, me estoy yendo por las ramas, pero la idea de tener un team power dispuesto a hacer algo es más motivante de lo que pensé.
Me obligo a concentrarme en el aquí y ahora, algo que se me facilita por suerte cuando Ophelia me trae a la realidad dándome un lenguetazo en la mano — Entonces… ¿Tenemos un trato? — como si hiciera falta, le tiendo la mano para sellarlo, aunque mi sonrisa le quita toda formalidad — Valdrá la pena, David. Y, algún día, alguien dirá que nosotros dos hablamos sobre la libertad de NeoPanem bajo este mismo árbol. Haremos cosas grandes — porque si nos quedamos pequeños, será el mundo el que nos lleve por delante a nosotros. Valdrá la pena el riesgo.
Retomo lo infantil que puedo ser cuando tengo que evitar reírme de sus dudas, porque estoy seguro de que a Synnove le gustará bastante el verlo en su casa — oh, ella no tendrá problema, eso puedes darlo por asegurado — se me va la expresión traviesa, pero también me percato del pequeño detalle de que ella está a unos pocos metros y busco verla desde donde nos encontramos, fallando en mi tarea. ¿Ya estará buscándome por el parque? — Deberás arreglarlo con ella, para evitar una reunión en algún horario inadecuado. Podríamos encontrar el modo de traer a Mimi con nosotros y así tener una juntada más… seria. ¿Crees que Kyle, Lea y Delilah quieran participar? — ya, ya, me estoy yendo por las ramas, pero la idea de tener un team power dispuesto a hacer algo es más motivante de lo que pensé.
Me obligo a concentrarme en el aquí y ahora, algo que se me facilita por suerte cuando Ophelia me trae a la realidad dándome un lenguetazo en la mano — Entonces… ¿Tenemos un trato? — como si hiciera falta, le tiendo la mano para sellarlo, aunque mi sonrisa le quita toda formalidad — Valdrá la pena, David. Y, algún día, alguien dirá que nosotros dos hablamos sobre la libertad de NeoPanem bajo este mismo árbol. Haremos cosas grandes — porque si nos quedamos pequeños, será el mundo el que nos lleve por delante a nosotros. Valdrá la pena el riesgo.
—Primero escuchemos las opiniones del resto— lo secundo, porque me parece que es la manera de empezar con lo que sea que estamos emprendiendo, hasta donde tengo entendido somos pocos los involucrados por el momento y me lo hace saber cuándo tira otros nombres al azar, tengo que reprimir la risa de que quiera incluir a Lea y claro que también a Delilah, si no hago ningún comentario inapropiado es porque me lo tomo tal como debe ser y son las chicas que también me gustaría hacer parte. Kyle lo tengo de vista y sí, me agrada que haya nombres en los que pueda pensar para ir contando más personas. Yo sé que hubiera contado con Locki para esto de haber sido otra su suerte, así que no digo nada, no ofrezco a nadie. Me queda ordenar los detalles con su actual dueña, a quien trato de ubicar en el paisaje cuando espío entre los troncos de los árboles. — Creo que nos conviene ir con Synnove y contigo a la frontera de alguno de los distritos que choca con el norte, ahí vernos con el resto. Yo puedo ir a hablar con Mimi— propongo y ahora sí que le muestro una sonrisa, —y veamos si tengo una segunda oportunidad de hacerlo bien, de paso— bromeo.
Sujeto a la perra de su correa al ponerme de pie y sacudirme las hojas pegadas a la tela del pantalón. Detengo mis manos para reírme en su cara. —¿Y cómo demonios sabrían eso? Agarrarían el árbol que sea, nunca podrían precisar cuál fue en verdad— contesto, que si lo miramos desde otra perspectiva no tan heroica, este chico no ha hecho más que proponerme tratos indecorosos entre los árboles y se nos está pasando el tiempo que teníamos para escondernos sin que nadie note nuestra ausencia. —Deberías transformarte en perro y mostrarte a tu dueña que debe estar preocupada— se lo indico, y no la veo enloquecida llamándolo por su nombre en medio del parque, pero los aurores rondando es parte del escenario. —Yo te seguiré detrás con tu pelotita así puedo hablar con ella— especifico, y tengo que respirar hondo para lanzarme a tal misión, que por un momento temo que Synnove sea de las que se lanzan a olerle a uno por la emoción, espero que no que para eso ya tenemos a Ophelia acosando a Ken.
Sujeto a la perra de su correa al ponerme de pie y sacudirme las hojas pegadas a la tela del pantalón. Detengo mis manos para reírme en su cara. —¿Y cómo demonios sabrían eso? Agarrarían el árbol que sea, nunca podrían precisar cuál fue en verdad— contesto, que si lo miramos desde otra perspectiva no tan heroica, este chico no ha hecho más que proponerme tratos indecorosos entre los árboles y se nos está pasando el tiempo que teníamos para escondernos sin que nadie note nuestra ausencia. —Deberías transformarte en perro y mostrarte a tu dueña que debe estar preocupada— se lo indico, y no la veo enloquecida llamándolo por su nombre en medio del parque, pero los aurores rondando es parte del escenario. —Yo te seguiré detrás con tu pelotita así puedo hablar con ella— especifico, y tengo que respirar hondo para lanzarme a tal misión, que por un momento temo que Synnove sea de las que se lanzan a olerle a uno por la emoción, espero que no que para eso ya tenemos a Ophelia acosando a Ken.
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