OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Toco con los dedos mis mejillas húmedas al despertar, sigo el rastro que me confirman que he llorado contra la almohada con la misma intensidad de mi sueño, en el que volvía a ser esa adolescente de diecisiete años que se enojaba con Mohini para irse de la casa enfadada, pateando calle abajo hasta el taller, y entonces al regresar, no la encontraba. Todo lo que quedaba era la casa vacía, la llamaba a los gritos, en la desesperación de encontrarlo todo oscuro y en silencio, comenzaba a pedirle perdón para que volviera, no era cierto que estaba enojada con ella, que había sido una estúpida. Recuerdo bien esa discusión, estaba enfadada porque fracasé en un proyecto de la escuela y era demasiado orgullosa para pedirle a mi madre o a Riley que me ayudaran, así que me encerré por horas a terminarlo en la cocina, sin decírselo, Mohini se encargaba de ponerme comida cerca y de a poco me iba dando indicaciones de cómo solucionar los problemas que tenían mi prototipo. Entonces volvía a fallar, algo minúsculo explotaba, quería tirarlo todo a la basura y lo que hacía era girarme hacia Mo para decirle que no necesitaba su ayuda, que podía hacerlo sola, que me dejara sola, que me molestaba que estuviera sobre mí, que todo, todo lo que quería, era estar sola. No le dices eso a la única familia que te queda, porque en mi sueño ella desaparecía y me encontraba tan sola como había deseado.
Pero cuando entreabro mis ojos no estoy sola, tengo que tragarme los sollozos y esperar a que las lágrimas se acaben en silencio, escondiendo mi cara en la almohada para no despertar a Hans. Paso la palma de mi mano por lo largo de la curva de un vientre que se ha vuelto enorme en estas semanas para un bebé que podría nacer en cualquier momento, ¿y qué haría si no tuviera a mi madre conmigo? Fue tan real el sentimiento de desasosiego de esa Lara mucho más joven, que lo sigo experimentando horas más tarde en que un impulso me lleva a caer de visita a la casa de mi madre por más que sea un jueves a las once de la mañana, luego diré en el trabajo que tuve una falsa alarma de que rompí bolsa y tendrán que entenderme. No lo digo la razón por la que estoy de visita, sino que uso de la excusa de que estoy buscando unos dibujos que hice cuando era niña, que no es una mentira, quería recuperarlos en serio, pero lo estaba postergando.
Hay cosas que no planeo replanteármelas hasta que nazca la bebé. Muchas de las cosas que tenía cuando era niña las tengo conmigo en la casa de la playa, las guardé todas en cajas de cartón, pero no iba a llevarme esta amplia colección de mil garabatos. —¿En serio los padres hacen esto de guardar cada dibujo que le regalamos o sólo ustedes? Este perro ni siquiera tiene los dos ojos, ¿y qué es esto? ¿Un elefante hipogrifo arcoiris? ¿Por qué guardaste estas cosas horrorosas?— le pregunto, sentada cómodamente en la alfombra con mis piernas abiertas a los lados de la caja abierta y mi panza de por medio, empujando la caja cada tanto. En serio, los míos son… fueron… Dejo caer mis hombros con desgano, porque nunca seré como ellos. —¡Y aquí hay otro dibujo de Tesla!—, creo que he contado como veinte de ese perro imaginario. ¡Y está debajo del número veinte! —¡Lo encontré!— grito, tan victoriosa como es el nombre de mi hija, así que ella también da una patadita de alegría. ¿O es una contracción? ¡Maldición, es una contracción! —¡MO! ¡ROMPÍ BOLSA!—. No, solo es una patadita, sigue otra. —¡Falsa alarma! ¡No rompí nada! Esta vez no rompí nada— respiro aliviada, alisando los bordes de mi dibujo para entregárselo a Mohini y que pueda examinar con sus ojos esa obra maestra del arte y la mecánica. —Mi proyecto de vehículo del tiempo que diseñé cuando tenía cinco años, ¿te acuerdas? Me inspiré en esas viejas avionetas, porque volar en escoba se me hacía un poco incómodo por la cuestión del tiempo…— explico, lo tenía todo tan claro entonces. —Lo voy a construir— le cuento, rebuscando entre los otros papeles a ver si deje algo más. —Perdón, lo vamos a construir— me corrijo.
Pero cuando entreabro mis ojos no estoy sola, tengo que tragarme los sollozos y esperar a que las lágrimas se acaben en silencio, escondiendo mi cara en la almohada para no despertar a Hans. Paso la palma de mi mano por lo largo de la curva de un vientre que se ha vuelto enorme en estas semanas para un bebé que podría nacer en cualquier momento, ¿y qué haría si no tuviera a mi madre conmigo? Fue tan real el sentimiento de desasosiego de esa Lara mucho más joven, que lo sigo experimentando horas más tarde en que un impulso me lleva a caer de visita a la casa de mi madre por más que sea un jueves a las once de la mañana, luego diré en el trabajo que tuve una falsa alarma de que rompí bolsa y tendrán que entenderme. No lo digo la razón por la que estoy de visita, sino que uso de la excusa de que estoy buscando unos dibujos que hice cuando era niña, que no es una mentira, quería recuperarlos en serio, pero lo estaba postergando.
Hay cosas que no planeo replanteármelas hasta que nazca la bebé. Muchas de las cosas que tenía cuando era niña las tengo conmigo en la casa de la playa, las guardé todas en cajas de cartón, pero no iba a llevarme esta amplia colección de mil garabatos. —¿En serio los padres hacen esto de guardar cada dibujo que le regalamos o sólo ustedes? Este perro ni siquiera tiene los dos ojos, ¿y qué es esto? ¿Un elefante hipogrifo arcoiris? ¿Por qué guardaste estas cosas horrorosas?— le pregunto, sentada cómodamente en la alfombra con mis piernas abiertas a los lados de la caja abierta y mi panza de por medio, empujando la caja cada tanto. En serio, los míos son… fueron… Dejo caer mis hombros con desgano, porque nunca seré como ellos. —¡Y aquí hay otro dibujo de Tesla!—, creo que he contado como veinte de ese perro imaginario. ¡Y está debajo del número veinte! —¡Lo encontré!— grito, tan victoriosa como es el nombre de mi hija, así que ella también da una patadita de alegría. ¿O es una contracción? ¡Maldición, es una contracción! —¡MO! ¡ROMPÍ BOLSA!—. No, solo es una patadita, sigue otra. —¡Falsa alarma! ¡No rompí nada! Esta vez no rompí nada— respiro aliviada, alisando los bordes de mi dibujo para entregárselo a Mohini y que pueda examinar con sus ojos esa obra maestra del arte y la mecánica. —Mi proyecto de vehículo del tiempo que diseñé cuando tenía cinco años, ¿te acuerdas? Me inspiré en esas viejas avionetas, porque volar en escoba se me hacía un poco incómodo por la cuestión del tiempo…— explico, lo tenía todo tan claro entonces. —Lo voy a construir— le cuento, rebuscando entre los otros papeles a ver si deje algo más. —Perdón, lo vamos a construir— me corrijo.
Estoy curada de espanto en lo que se refiere a las venadas que le dan a mi hija, porque llevo lidiando con ellas precisamente desde que esa misma niña que ahora se me presenta como una mujer hecha y derecha comenzó a hablar, ya no digamos dibujar. De esos mismos dibujos de los que ahora se queja en lo que yo preparo un desayuno completo en la cocina, que no tardo en llevar al salón donde se encuentra un despliegue en el suelo de garabatos cada uno más peculiar. — ¿Cómo que horrorosas? ¡Eran el inicio a un cerebro brillante! ¿Cómo iba a tirar algo así? — porque sí, yo ya sabía mucho antes de que supiera escribir que mi hija no sería menos que inteligente. — Ten, por si te ha entrado el hambre, ¿te dieron libre en el trabajo? — ya deberían haberle dado la baja maternal... ¿no? Poso sobre el suelo cerca de ella la bandeja con un plato a atiborrar de tostadas, un zumo de naranja recién exprimido y algo de yogur. Puede que haya desayunado hace relativamente poco, pero todos conocemos lo que es el estómago de una embarazada, que tiene que alimentar por dos y no puede quedarse baja de nutrientes o vitaminas. A veces me pregunto si no la estaré embutiendo a comida de más, pero lo bueno es que cuanto más rechoncho salga ese bebé, mejor estará de salud. Así que yo feliz.
Opto por sentarme en el sofá, que es una superficie más cómoda y mi espalda no está para revolcarse en el suelo. No obstante, no tardo mucho en inclinarme hacia delante para atrapar el mismo dibujo que ella deja hacia un lado cuando encuentra lo que estaba buscando. — Ay, Tesla… qué pena me dio cuando dejaste de jugar con ella, ahí fue cuando empezaste a interesarte más por los chicos, y menos por perros imaginarios. — doy un suspiro, va a ser verdad eso que dicen de que el tiempo pasa rápido. Con un gesto cuidadoso y lleno de nostalgia, retiro el folio a un lado solo para fijarme en lo que tiene en sus manos. Mi cuerpo da un brinco en el sitio cuando pega ese grito, casi se me salen los ojos del susto y tengo que llevarme la mano al pecho para controlar que no se me salga el corazón por el mismo. — ¡Pero hija! A mí no me des estos sustos, si es que con los gritos que pegas como no se te va a romper la bolsa. — ese bebé no tardará en salir de ahí como su madre no deje de brincar y emocionarse por algo tan simple como un dibujo de infante.
Bueno, cuando me dijo que quería retomar un proyecto me imaginé algo más concienciado, algo que tuviera una base científica y con lo que se pudiera trabajar sin la necesidad de empezar de cero. Por eso mismo me la quedo mirando como si acabara de contarme un chiste en japonés, porque no sé a donde pretende ir con los bosquejos que realizó una niña de apenas cinco años de edad. — Ermmm, ya. ¿Y cómo pretendes que hagamos eso, exactamente? — que no me malinterpretéis, me encanta que mi hija me tome como referencia para estas cosas y que precise de mi ayuda, porque eso significa que no soy tan inservible como me siento ahora que tiene un cara bonita a la cual mirar. — No es por subestimar tu cerebro infantil… pero los viajes en el tiempo son algo así como… complicados. — ¿cuando esta muchacha se interesó por algo sencillo? Debería haber empezado por ahí. — De acuerdo, de acuerdo, vayamos a pensar que esto realmente tenga un sentido, primero habrá que empezar por lo primordial: nada de montar en avionetas hasta que esa bola esté fuera de tu cuerpo. — aviso, porque la conozco, y sé que querrá lanzarse a probar cosas al primer invento. En serio, ¿cuándo me propuse aceptar esto?
Opto por sentarme en el sofá, que es una superficie más cómoda y mi espalda no está para revolcarse en el suelo. No obstante, no tardo mucho en inclinarme hacia delante para atrapar el mismo dibujo que ella deja hacia un lado cuando encuentra lo que estaba buscando. — Ay, Tesla… qué pena me dio cuando dejaste de jugar con ella, ahí fue cuando empezaste a interesarte más por los chicos, y menos por perros imaginarios. — doy un suspiro, va a ser verdad eso que dicen de que el tiempo pasa rápido. Con un gesto cuidadoso y lleno de nostalgia, retiro el folio a un lado solo para fijarme en lo que tiene en sus manos. Mi cuerpo da un brinco en el sitio cuando pega ese grito, casi se me salen los ojos del susto y tengo que llevarme la mano al pecho para controlar que no se me salga el corazón por el mismo. — ¡Pero hija! A mí no me des estos sustos, si es que con los gritos que pegas como no se te va a romper la bolsa. — ese bebé no tardará en salir de ahí como su madre no deje de brincar y emocionarse por algo tan simple como un dibujo de infante.
Bueno, cuando me dijo que quería retomar un proyecto me imaginé algo más concienciado, algo que tuviera una base científica y con lo que se pudiera trabajar sin la necesidad de empezar de cero. Por eso mismo me la quedo mirando como si acabara de contarme un chiste en japonés, porque no sé a donde pretende ir con los bosquejos que realizó una niña de apenas cinco años de edad. — Ermmm, ya. ¿Y cómo pretendes que hagamos eso, exactamente? — que no me malinterpretéis, me encanta que mi hija me tome como referencia para estas cosas y que precise de mi ayuda, porque eso significa que no soy tan inservible como me siento ahora que tiene un cara bonita a la cual mirar. — No es por subestimar tu cerebro infantil… pero los viajes en el tiempo son algo así como… complicados. — ¿cuando esta muchacha se interesó por algo sencillo? Debería haber empezado por ahí. — De acuerdo, de acuerdo, vayamos a pensar que esto realmente tenga un sentido, primero habrá que empezar por lo primordial: nada de montar en avionetas hasta que esa bola esté fuera de tu cuerpo. — aviso, porque la conozco, y sé que querrá lanzarse a probar cosas al primer invento. En serio, ¿cuándo me propuse aceptar esto?
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Con todo lo que me engullo por la ansiedad con la que vivo desde hace casi nueve meses, no sé precisar cuánto de mí es bebé y cuánto es comida. Temo que seguiré siendo una bola que rueda por nueve meses más, a lo que espero que Hans no tenga ningún comentario ingenioso, sino la bola irá hacia él. Estoy en el punto en que mi cuerpo no me pertenece, he perdido toda potestad, es un hecho irrebatible. Porque sabiendo que no debo abusar, tengo una tostada cerca de mi boca para ser seguida por otra. ¿Por qué soy así? De ratos me da ganas de llorar, porque me desconozco, no soy yo cuando me miro al espejo y en otras ocasiones estoy muy emocionada de verme en el espejo, con algo tan grande que es evidencia de la niña que pronto conoceré. Entonces pienso en lo que vendrá después, luego del día en que podamos ver su carita por primera vez, la que todavía no tiene rasgos definidos en mi imaginación, y quiero llorar otra vez, porque todo parece malo: las noches sin dormir que nos esperan, tener que atender las necesidades de alguien que no sabrá decirnos exactamente qué quiere, tener que alimentarla ¿y si no puedo?, ¿qué pasará si alguno de los dos colapsa y dice que no puede seguir? ¿Y que si un bebé es más de lo que podemos superar?
—No voy a mentirte, Mo. Me he dado una rateada del trabajo— se lo confieso, que siendo adolescente alguna clase también me la saltee para ir con amigos a cualquier lugar o con mi mejor amigo entonces que estaba descubriendo el fascinante mundo de las mandrágoras y sus colegas. —Si preguntan diré que creí que estaba de parto—. ¡Ya sé! ¡No se debe bromear con eso! Pero a veces lo confundo, estoy tan expectante de esto que me carcomen los nervios, a la primera me equivoco y también le doy el susto a mi madre. Acaricio mi vientre como para calmar a la niña, que estoy demasiado alterada por el brinco que necesito que se vuelva a dormir, con más empeño trato de ocupar en algo mi mente así no me muero de la ansiedad con esto. —Mohini, es que soy yo… ¿sabes cómo me tiene esto de estar esperando que la niña se digne a nacer?— suelto, demostrando abiertamente que me tiene de los nervios, chispeando como cables cortados dentro de mi cerebro. —Si es que yo soy una atolondrada y ella tiene toda la paciencia de su pequeño mundo, tan calmada de a ratos que ni la siento. No sé, Mo, yo no llego hasta los nueve meses cumplidos. No llego. Nacerá antes y será de pura ansiedad mía…— meneo mi cabeza de un lado para el otro, que tampoco lo deseo. Falta tan poco para que nos fijen fecha de parto programado, como para que un día cualquiera esta niña haga salir a su padre de una reunión con el presidente.
Los ejercicios de respiración que me enseñaron en las clases de yoga me ayudan a que encuentre un ritmo más apropiado a mi corazón, que empieza a latir a prisa por una emoción diferente y más controlable. Trepo torpemente con mis manos por el sillón para levantarme de la alfombra y sentarme al lado de Mohini, con cierta resistencia del mueble a mi peso. ¡Vamos! ¡Que tampoco estoy tan gorda! O tal vez sí… —¡Claro que es complicado! ¿Cuándo me ha gustado a mí algo que sea sencillo, Mo?— se lo pregunto, abriendo ese espacio de franqueza que siempre estuvo entre las dos. —Por eso lo del hijo del panadero nunca hubiera prosperado, ¡tienes que superarlo!— se lo digo, que no pierdo la oportunidad de hacerlo. Me arrellano en el sillón, tirando mi espalda hacia atrás y mi gran panza sobresaliendo hacia delante. —Sí, tranquila, no pensaba armar nada hasta que no tuviera a la niña fuera, e incluso cuando salga… no probaría algo así siendo ella tan bebé, por mucho que me hubiera gustado en otro tiempo ser quien lo intentara— muere un poco la emoción en mi voz al decir esto, la sonrisa en mi rostro es un poco forzada para demostrar mi acuerdo y de a poco recupera su autenticidad cuando se lo explico. —No soy la primera en querer viajar en el tiempo, ¿no? Por algo existen los giratiempos, hay gente que ya lo hizo. ¿Sabes cuál es la cuestión aquí? Que viajamos en una sola dirección…— uso el índice de mi mano izquierda para señalar hacia ese punto, —hacia el pasado, la autopista conocida, la carrera que mil pilotos han corrido un montón de veces. ¿Qué hay de la otra dirección?— y esta vez uso el índice de mi mano derecha, —¿Qué hay de la autopista que se abre en cientos de carriles hacia los futuros posibles? Hay que ser un buen piloto de carreras para meterse en algo así.
—No voy a mentirte, Mo. Me he dado una rateada del trabajo— se lo confieso, que siendo adolescente alguna clase también me la saltee para ir con amigos a cualquier lugar o con mi mejor amigo entonces que estaba descubriendo el fascinante mundo de las mandrágoras y sus colegas. —Si preguntan diré que creí que estaba de parto—. ¡Ya sé! ¡No se debe bromear con eso! Pero a veces lo confundo, estoy tan expectante de esto que me carcomen los nervios, a la primera me equivoco y también le doy el susto a mi madre. Acaricio mi vientre como para calmar a la niña, que estoy demasiado alterada por el brinco que necesito que se vuelva a dormir, con más empeño trato de ocupar en algo mi mente así no me muero de la ansiedad con esto. —Mohini, es que soy yo… ¿sabes cómo me tiene esto de estar esperando que la niña se digne a nacer?— suelto, demostrando abiertamente que me tiene de los nervios, chispeando como cables cortados dentro de mi cerebro. —Si es que yo soy una atolondrada y ella tiene toda la paciencia de su pequeño mundo, tan calmada de a ratos que ni la siento. No sé, Mo, yo no llego hasta los nueve meses cumplidos. No llego. Nacerá antes y será de pura ansiedad mía…— meneo mi cabeza de un lado para el otro, que tampoco lo deseo. Falta tan poco para que nos fijen fecha de parto programado, como para que un día cualquiera esta niña haga salir a su padre de una reunión con el presidente.
Los ejercicios de respiración que me enseñaron en las clases de yoga me ayudan a que encuentre un ritmo más apropiado a mi corazón, que empieza a latir a prisa por una emoción diferente y más controlable. Trepo torpemente con mis manos por el sillón para levantarme de la alfombra y sentarme al lado de Mohini, con cierta resistencia del mueble a mi peso. ¡Vamos! ¡Que tampoco estoy tan gorda! O tal vez sí… —¡Claro que es complicado! ¿Cuándo me ha gustado a mí algo que sea sencillo, Mo?— se lo pregunto, abriendo ese espacio de franqueza que siempre estuvo entre las dos. —Por eso lo del hijo del panadero nunca hubiera prosperado, ¡tienes que superarlo!— se lo digo, que no pierdo la oportunidad de hacerlo. Me arrellano en el sillón, tirando mi espalda hacia atrás y mi gran panza sobresaliendo hacia delante. —Sí, tranquila, no pensaba armar nada hasta que no tuviera a la niña fuera, e incluso cuando salga… no probaría algo así siendo ella tan bebé, por mucho que me hubiera gustado en otro tiempo ser quien lo intentara— muere un poco la emoción en mi voz al decir esto, la sonrisa en mi rostro es un poco forzada para demostrar mi acuerdo y de a poco recupera su autenticidad cuando se lo explico. —No soy la primera en querer viajar en el tiempo, ¿no? Por algo existen los giratiempos, hay gente que ya lo hizo. ¿Sabes cuál es la cuestión aquí? Que viajamos en una sola dirección…— uso el índice de mi mano izquierda para señalar hacia ese punto, —hacia el pasado, la autopista conocida, la carrera que mil pilotos han corrido un montón de veces. ¿Qué hay de la otra dirección?— y esta vez uso el índice de mi mano derecha, —¿Qué hay de la autopista que se abre en cientos de carriles hacia los futuros posibles? Hay que ser un buen piloto de carreras para meterse en algo así.
Ruedo los ojos por la seriedad del comentario, a pesar de que no puedo ocultar la sonrisa que pronto empieza a aparecer en mi rostro y que casi se convierte en una risotada suelta. — Hija mía, ya sé que eres un culo inquieto, pero quizás deberías bajar el ritmo, centrarte en el bebé, puedes pedir la baja del trabajo, así no tendrías que hacer tantos esfuerzos. — que con el embarazo... ni sé para qué lo intento cuando ya conozco la respuesta. Pero todo lo que dice después no es más que una muestra de que en la vida no se puede hacer todo, incluso cuando somos mujeres y tenemos la capacidad para llenarnos de cosas y aun así triunfar en lo que nos proponemos. Si seré yo la culpable de enseñarle a resolver problemas mientras se prepara una tortilla en la sartén, ahora qué pretendo, no se puede aprender lo contrario. Por eso mismo suspiro, me lleno los pulmones de aire en un gesto que me saca el poner los ojos en blanco de nuevo. — Es que tú no sabes lo cómodo que se debe de estar ahí dentro. Bueno sí, que también has estado, qué tonterías digo, claro que no lo recordamos como tal, resulta casi como un acto reflejo de nuestro cuerpo, no queremos salir de lo agradable. — y quién nos culpa, si con lo que espera fuera casi es mejor no salir de la placenta. Pese al comentario ansioso de mi hija, soy capaz a reírme antes de tomar la palabra, mirándola con la gracia pintada en el rostro. — Y tú no estás para hablar, que no te quedaste en mi barriga porque no podías, hubo un momento en el que de verdad pensé que te quedarías adentro de mí por toda tu chiquita vida. — uy, válgame que ojalá hubiera sido así, de esa forma la tendría siempre para mí. — Y lo que lloraste... no te gustaba nada eso de no vivir en la pompa, quién iba a decir que luego le tendrías tanto interés. — siempre ha sido una niña curiosa, con tendencia a meterse donde no debe por la curiosidad hacia lo desconocido.
— Claro, claro, me retracto, mi error, si es que a tu madre tampoco le gustan los problemas sencillos, ¿números enteros? ¡Bah! A mí dame de los irracionales con decimales, números e y todo lo que se quiera. — comento en ironía, alzando las manos un poco para enseñarle mis palmas en señal de perdón, que la conozco más que ella misma y sé por experiencia propia lo que es. — ¿Seguro? ¿Tengo que tirar la toalla tan pronto? Si hasta Hans reconoce que te hubiera ido mejor con él... — bueno, no sé si técnicamente lo admitió, pero sé que dijo algo parecido. No obstante, me tengo que reír para que vea que no lo digo en serio, y aun así, me apresuro a añadir: — Es una broma tesorito, no te alteres, que tienes a Powell tan enamorado que no te va a soltar ni aunque te case yo con el hijo del panadero. — que técnicamente, pues tampoco podría casarlos yo, pero eso son detallitos. Tampoco voy a mencionar que el pobre muchacho la ha puesto en su testamento, eso es algo que prefiero que se lo comente él. En su lugar, me hago a un lado para que tenga más espacio a la hora de sentarse y le aparto el pelo de la cara hacia atrás. — Bien, me alegro de que por fin estés asentando la cabeza en esos aspectos, lo siguiente será que te cases en serio. — bueno, que eso es otra broma lo prometo. Ya, tengo que dejar de ser tan pesada, pero... ¡es que no me van a cumplir el sueño de suegra oficial! Y ese sí lo tengo que cumplir solo para poder ser la suegra pesada a la cual deben invitar a todas las celebraciones a pesar de ser una plasta. Si luego es esa misma suegra la que es el alma de la fiesta... ¿o no?
Venga, para lo siguiente intento ponerme seria, la miro con expresión de querer entender lo que dice, pero muy a mi pesar se me complica eso de no ponerle caras. Porque... una cosa es hablar de viajar al pasado y otra completamente distinta es hablar de viajar al futuro, del cual no tenemos más que incertidumbre y aun así nos aferramos a la certeza de que mañana será un día mejor que el anterior. O al menos eso es lo que esperamos. — Pero mujer, si es que para eso tienes a tu cuñada, porque visiones y esas cosas... bueno, qué sé yo, el futuro es incierto, o eso dicen, hay ciertas cosas que se tienen claras desde el minuto uno incluso cuando todavía no han ocurrido. — ven, y para eso no se necesita videncia, que no es que no crea yo en esas cosas, pero... Lo admitiré, me cuesta confiar en lo que no tiene una base científica a pesar de ser yo la primera en asustarse por lo que pueda o no pueda pasar.
— Claro, claro, me retracto, mi error, si es que a tu madre tampoco le gustan los problemas sencillos, ¿números enteros? ¡Bah! A mí dame de los irracionales con decimales, números e y todo lo que se quiera. — comento en ironía, alzando las manos un poco para enseñarle mis palmas en señal de perdón, que la conozco más que ella misma y sé por experiencia propia lo que es. — ¿Seguro? ¿Tengo que tirar la toalla tan pronto? Si hasta Hans reconoce que te hubiera ido mejor con él... — bueno, no sé si técnicamente lo admitió, pero sé que dijo algo parecido. No obstante, me tengo que reír para que vea que no lo digo en serio, y aun así, me apresuro a añadir: — Es una broma tesorito, no te alteres, que tienes a Powell tan enamorado que no te va a soltar ni aunque te case yo con el hijo del panadero. — que técnicamente, pues tampoco podría casarlos yo, pero eso son detallitos. Tampoco voy a mencionar que el pobre muchacho la ha puesto en su testamento, eso es algo que prefiero que se lo comente él. En su lugar, me hago a un lado para que tenga más espacio a la hora de sentarse y le aparto el pelo de la cara hacia atrás. — Bien, me alegro de que por fin estés asentando la cabeza en esos aspectos, lo siguiente será que te cases en serio. — bueno, que eso es otra broma lo prometo. Ya, tengo que dejar de ser tan pesada, pero... ¡es que no me van a cumplir el sueño de suegra oficial! Y ese sí lo tengo que cumplir solo para poder ser la suegra pesada a la cual deben invitar a todas las celebraciones a pesar de ser una plasta. Si luego es esa misma suegra la que es el alma de la fiesta... ¿o no?
Venga, para lo siguiente intento ponerme seria, la miro con expresión de querer entender lo que dice, pero muy a mi pesar se me complica eso de no ponerle caras. Porque... una cosa es hablar de viajar al pasado y otra completamente distinta es hablar de viajar al futuro, del cual no tenemos más que incertidumbre y aun así nos aferramos a la certeza de que mañana será un día mejor que el anterior. O al menos eso es lo que esperamos. — Pero mujer, si es que para eso tienes a tu cuñada, porque visiones y esas cosas... bueno, qué sé yo, el futuro es incierto, o eso dicen, hay ciertas cosas que se tienen claras desde el minuto uno incluso cuando todavía no han ocurrido. — ven, y para eso no se necesita videncia, que no es que no crea yo en esas cosas, pero... Lo admitiré, me cuesta confiar en lo que no tiene una base científica a pesar de ser yo la primera en asustarse por lo que pueda o no pueda pasar.
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—Si me quedo quieta en la casa sería peor— la contradigo, —la ansiedad me pasaría por arriba, estaría subiéndome al techo cada dos por tres, llamándote por teléfono a todas las horas para que vengas a ayudarme a bajar— exagero, que con mi madre nunca he hecho otra cosa que exagerar, desde el día mismo en que nací y en vez de soltar unas lágrimas de bebé recién nacido, pegue un grito que sobresaltó a todos, es que yo no podía llegar calladita al mundo, no, tenía que avisar hasta a las piedras de que Lara Scott había llegado, perras. —Me tomaré la baja de maternidad luego, si la necesito. Pero Hans no va a dejar de trabajar y no quiero que luego me haga cargo por completo de la bebé porque yo me pase más horas en casa, le he dejado bien en claro que también andará con ella. Si no, ¿cuándo la verá? ¿Cuándo lo verá ella? No quiero que la niña llegue a los cinco años y vea a su padre más por la televisión que de cara, que se le ocurra luego llamarlo «ministro Powell»— largo toda mi cantinela, ella me entenderá que hablo por los nervios, por lo sobrepasada que estoy de toda esta situación y hablo sin pensar, porque no quiero pensar, que en realidad tengo un nudo tan grande en mi pecho que me largo a llorar por las noches al tener pesadillas en que la pierdo o tengo que ponerme a pensar en proyectos imposibles para tener las neuronas ocupadas en algo provechoso, no en armar dramas de pelusas de polvo. ¡Si es que sabrán armarlas las malditas! Y desde que se me ocurrió que podía vivir con Hans como algo así que sería su novia-no-prometida-algun-dia-talvez-si-pero-ahora-no-pareja-indefinida, me sorprendo de los cinco dramas que puedo alcanzar a imaginar antes del desayuno.
No es tan sencillo como cuando lo planteé como una ecuación simple en que éramos sólo Lara y sólo Hans, ¡y con la madre que tengo! Si esos cálculos no le eran suficientes que se tuvo que casar con un hombre como mi padre, tenerme a mí que soy el peor número irracional, ¡y a mí se me va enamorarme de un hombre que este! Porque el hijo del panadero y cualquier científico buscando la cura para todas las enfermedades del mundo, se me hacen de lo más aburrido. Yo, así sin frenos como soy, tenía que ir a por el hombre con el cuál cada día es un salto al abismo de lo impredecible, que por muchas cosas que me diga, todavía reacciono con sobresalto cuando escucho lo que Mohini me cuenta. —¿Eso es lo que te dijo? ¿Ahora que ya está el horno a punto quiere que el hijo del panadero se haga cargo?— me enojo, no creo que lo haya dicho en serio porque su sentido de la responsabilidad es inquebrantable y lo que sucede a veces es que tiene miedos más fuertes que los míos, y eso que yo tiemblo y me lanzo a hacer estupideces, pero él se paraliza. Eso que estoy pensando es esto de tener una bebé, de pasar el parto, de criar a una persona que dependerá de nosotros. Lo del casamiento es una cuestión aparte, pongo mis ojos en blanco. —¿Por qué tendríamos que hacerlo, Mo? ¿Por qué se casa la gente? La única razón que se me ocurre es que al idiota lo obliguen a pararse en un altar y entonces tendré que ir, robarme los anillos, ordenar al juez de que nos case así lo salvo cometer el error con otra persona, mejor que los cometa conmigo que ya me conoce y ya estamos acostumbrados a cometerlos, ¿no?— consulto, que ella sí se casó como todas las leyes lo manda y daré fe hasta el día de mi muerte que respetó esos votos. Mohini es la roca firme sobre la que fundarías una familia, una casa, una nación.
En la cima de su nación estoy yo, abriendo mis brazos al cielo, porque en parte es responsabilidad suya que me vea siempre tan alto y quiera abarcar todo el cielo, todos los tiempos. La miro con una curiosidad infantil que me hace arquear una ceja. —¿Qué cosas?— pregunto, ¿qué se puede saber desde el minuto uno? Seré inteligente para algunas cosas, pero hay otras para las que me tomé mi tiempo en darme cuenta de lo que podría ser. —Si pudiéramos viajar hacia los futuros posibles, consideraríamos las alternativas hacia las que nos encaminamos, nos ayudaría a tomar decisiones que nos afectan a todos, podríamos colaborar con tecnología, medicamentos, alimentos. Tal vez nosotros tengamos cosas que ofrecer o ellos podrían tener cosas que nosotros podríamos necesitar. Mo, a veces… a veces yo sólo pienso que estamos en este único mundo, en esta única opción posible, y me pregunto que más hay, cuáles son las otras opciones… y no quiero volver al pasado, el pasado está escrito, alterar esas decisiones cambiarían lo que ha pasado y eso sí que no quiero que ocurra— digo, deslizando mi mano por lo redondo de mi vientre, que me hace parecer una bola grande con piernas y brazos cortos. —Antes lo quería, quería volver al momento en que podríamos salvar a papá. Vivía en el presente volviendo al pasado todo el tiempo. Pero el bebé marcó un punto, sé que no puedo volver a antes de su concepción porque, por leyes del tiempo, todo en ella podría cambiar, incluso podría no ser…— no me doy cuenta que estoy pensando en voz alta y entonces me callo.
No es tan sencillo como cuando lo planteé como una ecuación simple en que éramos sólo Lara y sólo Hans, ¡y con la madre que tengo! Si esos cálculos no le eran suficientes que se tuvo que casar con un hombre como mi padre, tenerme a mí que soy el peor número irracional, ¡y a mí se me va enamorarme de un hombre que este! Porque el hijo del panadero y cualquier científico buscando la cura para todas las enfermedades del mundo, se me hacen de lo más aburrido. Yo, así sin frenos como soy, tenía que ir a por el hombre con el cuál cada día es un salto al abismo de lo impredecible, que por muchas cosas que me diga, todavía reacciono con sobresalto cuando escucho lo que Mohini me cuenta. —¿Eso es lo que te dijo? ¿Ahora que ya está el horno a punto quiere que el hijo del panadero se haga cargo?— me enojo, no creo que lo haya dicho en serio porque su sentido de la responsabilidad es inquebrantable y lo que sucede a veces es que tiene miedos más fuertes que los míos, y eso que yo tiemblo y me lanzo a hacer estupideces, pero él se paraliza. Eso que estoy pensando es esto de tener una bebé, de pasar el parto, de criar a una persona que dependerá de nosotros. Lo del casamiento es una cuestión aparte, pongo mis ojos en blanco. —¿Por qué tendríamos que hacerlo, Mo? ¿Por qué se casa la gente? La única razón que se me ocurre es que al idiota lo obliguen a pararse en un altar y entonces tendré que ir, robarme los anillos, ordenar al juez de que nos case así lo salvo cometer el error con otra persona, mejor que los cometa conmigo que ya me conoce y ya estamos acostumbrados a cometerlos, ¿no?— consulto, que ella sí se casó como todas las leyes lo manda y daré fe hasta el día de mi muerte que respetó esos votos. Mohini es la roca firme sobre la que fundarías una familia, una casa, una nación.
En la cima de su nación estoy yo, abriendo mis brazos al cielo, porque en parte es responsabilidad suya que me vea siempre tan alto y quiera abarcar todo el cielo, todos los tiempos. La miro con una curiosidad infantil que me hace arquear una ceja. —¿Qué cosas?— pregunto, ¿qué se puede saber desde el minuto uno? Seré inteligente para algunas cosas, pero hay otras para las que me tomé mi tiempo en darme cuenta de lo que podría ser. —Si pudiéramos viajar hacia los futuros posibles, consideraríamos las alternativas hacia las que nos encaminamos, nos ayudaría a tomar decisiones que nos afectan a todos, podríamos colaborar con tecnología, medicamentos, alimentos. Tal vez nosotros tengamos cosas que ofrecer o ellos podrían tener cosas que nosotros podríamos necesitar. Mo, a veces… a veces yo sólo pienso que estamos en este único mundo, en esta única opción posible, y me pregunto que más hay, cuáles son las otras opciones… y no quiero volver al pasado, el pasado está escrito, alterar esas decisiones cambiarían lo que ha pasado y eso sí que no quiero que ocurra— digo, deslizando mi mano por lo redondo de mi vientre, que me hace parecer una bola grande con piernas y brazos cortos. —Antes lo quería, quería volver al momento en que podríamos salvar a papá. Vivía en el presente volviendo al pasado todo el tiempo. Pero el bebé marcó un punto, sé que no puedo volver a antes de su concepción porque, por leyes del tiempo, todo en ella podría cambiar, incluso podría no ser…— no me doy cuenta que estoy pensando en voz alta y entonces me callo.
— Bueno, ¿y qué hay de malo en eso? ¿Es que tan aburrida estás ya de tu madre que ni para una llamada de teléfono sirvo? — suelto una especie de boh de indignación, que lo cierto es que nos deja a las dos como un par de dramáticas que no se saben controlar. Si es que yo en realidad me quejo de mi hija cuando de algún lado tuvo que heredar esa manía que tiene para hacer una exageración de cualquier cosa. Diría que ha sido de mí pero qué va, yo soy una persona muy tranquila, a mí solo se me altera cuando alguien pone una mano en mi cocina, y nunca se comete ese error dos veces. — Entonces, ¿a mí también me la vas a prestar los fines de semana? Porque pretendo pasarme todos los días por tu casa para ver a mi nieta, así si llama a su padre ministro Powell siempre tendrá a la abuela Mo como reemplazo, que créeme, soy muchísimo mejor partido. — me río, aunque es una risa más bien seria que pretende indicar que no estoy bromeando. Bueno, quizás un poco, pero solo es para sacarla de quicio con cariño. — Al final terminaré por mudarme al distrito cuatro yo también, que me siento un poco apartada de todo lo que está sucediendo, así puedo poner mi restaurante a la orilla de la playa e irme de crucero los fines de semana. — no lo digo tanto en serio como lo otro, pero también estoy empezando a dudar de si es en parte broma o en parte verdad. Me sé de uno al que no le haría ni pizca de gracia que terminara por llevar mi trasero al cuatro, pero qué importa, si va a tener que aguantarme por suegra, también por vecina pesada.
Por como lo pone en palabras no puedo evitar el reírme, hasta me inclino hacia atrás en el gesto y termino por reposar mi espalda en el respaldo del sofá. Le doy una caricia a mi hija en la espalda a modo de consuelo y relajación, que solo estoy siendo madre sobreprotectora. — La gente se casa porque cuando uno se quiere, es lo único que queda por hacer. — suena a una excusa demasiado barata para ser mi hija, así que me animo a reformular por si me empieza a salir con pegas. — No es simplemente echar una firma y esperar por lo mejor, significa que estás dispuesto a compartir una vida con la otra persona, lo bueno, pero también lo malo, que de esos momentos habrá muchos y saber que no estarás solo para hacerles frente es reconfortante en sí mismo. Se necesita mucho valor para tomar una decisión así, no es algo que se decida del día a la mañana, conlleva asumir muchas cosas que la mayoría de humanos no están dispuestas a aceptar. — como que ya no se trata de uno solo, por mucho que la naturaleza del ser humano sea puramente egoísta, es luchar contra todo principio. — Dar y recibir, pero no siempre se recibe lo que se da, no es un 50% tú y el otro 50% el otro, porque no siempre será así, se trata de buscar un balance que os sostenga a ambos sin la necesidad de que uno cargue con todas las piedras, ¿sabes? Casarse no es una obligación, es una elección, por eso sé que cuando llegue el momento, si lo quieres es lo que obtendrás. — cometan errores o no.
Bueno, puestos a ponerme sentimental, puedo hacerlo un poco más. — El amor, tesoro, el amor no conoce de tiempos. Lo supe desde el momento en que te vi, sabría que te querría por el resto de mi vida, incluso después de eso, no necesito una máquina del tiempo para saber que eso nunca cambiará, y sé que te estás refiriendo a cosas más materiales como erradicar el hambre o frenar el cambio climático, pero prefiero un mundo donde haya amor y cariño que uno donde los coches hagan más que volar, ¿qué más da? Volar podemos hacerlo nosotros, no solo con escoba, sino por como somos cuando estamos con los que queremos. — si el afecto que sentimos los unos hacia los otros no es parecido a lo que se experimenta al volar, no sé que estamos haciendo. Bueno, basta de sentimentalismos por hoy, que se supone que no iba a llorar esta tarde. Inflo mi pecho y dejo expulsar el aire en un movimiento forzudo, elevando también mis hombros en el proceso. — Pero está bien, por algo soy mecánica y de alguien has tenido que heredar ese interés por los retos, creerás que de tu padre, pero tu madre también se sabe guardar algún que otro as bajo la manga. — qué bien hablo cuando quiero, si es que así hasta queda implícito en la frase que también se tirar cartas de esas adivinatorias cuando no tengo ni la más remota idea de como funciona.
Por como lo pone en palabras no puedo evitar el reírme, hasta me inclino hacia atrás en el gesto y termino por reposar mi espalda en el respaldo del sofá. Le doy una caricia a mi hija en la espalda a modo de consuelo y relajación, que solo estoy siendo madre sobreprotectora. — La gente se casa porque cuando uno se quiere, es lo único que queda por hacer. — suena a una excusa demasiado barata para ser mi hija, así que me animo a reformular por si me empieza a salir con pegas. — No es simplemente echar una firma y esperar por lo mejor, significa que estás dispuesto a compartir una vida con la otra persona, lo bueno, pero también lo malo, que de esos momentos habrá muchos y saber que no estarás solo para hacerles frente es reconfortante en sí mismo. Se necesita mucho valor para tomar una decisión así, no es algo que se decida del día a la mañana, conlleva asumir muchas cosas que la mayoría de humanos no están dispuestas a aceptar. — como que ya no se trata de uno solo, por mucho que la naturaleza del ser humano sea puramente egoísta, es luchar contra todo principio. — Dar y recibir, pero no siempre se recibe lo que se da, no es un 50% tú y el otro 50% el otro, porque no siempre será así, se trata de buscar un balance que os sostenga a ambos sin la necesidad de que uno cargue con todas las piedras, ¿sabes? Casarse no es una obligación, es una elección, por eso sé que cuando llegue el momento, si lo quieres es lo que obtendrás. — cometan errores o no.
Bueno, puestos a ponerme sentimental, puedo hacerlo un poco más. — El amor, tesoro, el amor no conoce de tiempos. Lo supe desde el momento en que te vi, sabría que te querría por el resto de mi vida, incluso después de eso, no necesito una máquina del tiempo para saber que eso nunca cambiará, y sé que te estás refiriendo a cosas más materiales como erradicar el hambre o frenar el cambio climático, pero prefiero un mundo donde haya amor y cariño que uno donde los coches hagan más que volar, ¿qué más da? Volar podemos hacerlo nosotros, no solo con escoba, sino por como somos cuando estamos con los que queremos. — si el afecto que sentimos los unos hacia los otros no es parecido a lo que se experimenta al volar, no sé que estamos haciendo. Bueno, basta de sentimentalismos por hoy, que se supone que no iba a llorar esta tarde. Inflo mi pecho y dejo expulsar el aire en un movimiento forzudo, elevando también mis hombros en el proceso. — Pero está bien, por algo soy mecánica y de alguien has tenido que heredar ese interés por los retos, creerás que de tu padre, pero tu madre también se sabe guardar algún que otro as bajo la manga. — qué bien hablo cuando quiero, si es que así hasta queda implícito en la frase que también se tirar cartas de esas adivinatorias cuando no tengo ni la más remota idea de como funciona.
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—¿Sabes que eres a la primera que llamo si pasa cualquier cosa, verdad?— le pregunto, no creo que se lo ha dicho así tan claro alguna vez, salvo que lo haya asumido por lo bien que me conoce. Soy tan reservada con mis cosas en la mayoría de las veces y a la vez soy tan orgullosa para pedir ayuda en lo que sea, que el único teléfono que no me importa importunar es el de Mohini, de todas formas hubo veces en que no la llamé. Como la redada en el taller que acabó con todos los mecánicos dando su testimonio y Hans intercediendo para que a mí me dejaran volver a casa, cosa de años que no le conté hasta hace poco. Así de reservada, ¿no? Pero ella es la que siempre está, lo que me hace sentir culpable a veces, admirada en otras por su persistencia. Sé que está ocupada con sus cosas también, pero abre un espacio para todos nosotros que creo que sus días tienen setenta y dos horas. Porque no soy la única que exige de su atención como lo vengo haciendo desde que nací, se la presté a Riley desde que éramos niños, y ahora también adoptó a los Powell. ¡Y cuando nazca Mathilda! —Conociéndonos a Hans y a mí, vamos a necesitar prestártela los fines de semana para recuperarnos del resto de los días—. Si con una noche bastó para que Rory nos consumiera todas las energías, ¿qué haremos con una bebé que será de veinticuatro siete? —No, Mohini. No. Esos cruceros tendrán que esperar hasta que la bebé tenga dieciocho años. Entonces nos iremos las dos, saludaremos a Hans cada vez que nos acerquemos a la orilla desde el barandal— bromeo, por otro lado le estoy dando vueltas a la idea de que se mude. Yo misma se lo ofrecí en su momento, no en nuestra casa, claro. Estamos descubriendo que vivir con una adolescente exige que seamos más prudentes que incluso en el ministerio, pero ¿mi madre interrumpiéndonos si a medianoche nos encuentra en la mesada de la cocina porque bajó a tomar agua? ¿O si descubre los regalos que nos hicimos en San Valentín que no eran precisamente flores? Aunque había uno con una forma bastante simpática… — Si te mudas al distrito cuatro, habremos concretado la invasión. Será nuestra propia isla, mucho más fuerte que la Ministerial— sigo diciendo con un tonito de broma, Mohini será nuestra gobernante y declararemos la independencia del cuatro respecto a todo Neopanem. Ok, eso quizás enfade un poquito a Aminoff, un poquito más de lo que ya está…
Hay algo en todo lo que me dice sobre casarse que hace que lo siga viendo como algo que le ocurre a otros, que continuaré criticando muchas veces, porque en un momento de tu vida puedes estar muy seguro de querer estar con una persona, pero no sé si es algo que puedas asegurar para todos los años que se vienen, y no es eso en sí lo que a mí me hace mantener mi distancia. Si nunca creí en ciertas cosas de la institución del matrimonio, no era por sus promesas, sino porque la gente cree en estas y luego las rompen, las personas solo terminan lastimadas. Papá fue el primero en lastimarnos a nosotras, ¿no? Miro de soslayo a Mohini, se suponía que debía estar con nosotras y a los quince años me sentí traicionada porque la muerte todo nos quita, también las promesas de eternidad; a los treinta volví a sentirme traicionada, si es cierto el rumor de que en realidad no murió, sino que nos abandonó. Como Audrey abandonó a Meerah. Como a Phoebe la abandonó su papá. Porque en este lugar a todos les gusta ponerse en pie y levantar un estandarte de intenciones supuestamente altruistas, decir que el fin justifica los medios, ser nobles y ser crueles como las caras de la misma moneda, sacrificar personas y no solo con una firma como lo hace Hans, hacer a un lado y sacrificar a las personas al sacarlas de nuestras vidas, ¿no lo hice yo también? —Amo a Hans como para estar a su lado, mantenerme a su lado pase lo que pase, decida lo que decida, y sabes quién, qué hace. No es el hijo del panadero, Mo— tengo el tupé de bromear sobre esto con una sonrisa desganada, —Prometerle a él que me mantendré a su lado no es lo mismo que prometérselo a cualquier otra persona, requiere de más valentía de la que tengo si te soy sincera y tengo que ir descubriéndola cada día. Pero nunca me ha gustado eso de que se diga… que dos personas se mantienen juntas porque hicieron una promesa de matrimonio, ¿qué demonios?—. Trato de verme a mí misma en una pose tan dramática como para decir «porque es mi esposo», creo que me atragantaría a mitad de la frase y gritaría en cambio algo como «porque es un idiota, por eso me quedo con él».
He perdido un poco lo que es la noción del tiempo, que antes lo tenía fragmentado en líneas bien marcadas, desde que mi vientre comenzó a crecer. Puedo entender en parte del sentimiento que me habla, pero si tuviera que ser honesta en las primeras semanas de embarazo no hice más que tener miedo, el cariño por esta cosa que se transformó en bebé, que a estas alturas ya tiene nombres que cumplen con el protocolo de nombres de la familia de Hans, todo ese cariño fue formándose en meses. Si lo pienso así, casi siempre tengo miedo primero y por eso me cuesta tanto llegar al cariño, y cuando la otra persona también se pasa años molestándome más que nada, ¡ufff! Requiere de más tiempo todavía. Sonrío a Mohini por su discurso de amor al mundo, pero de todas maneras, sigue fiel a mi proyecto. —Gracias por aceptar colaborar porque iba a construirlo de todas maneras— le digo, reacomodándome en el sillón a su lado y colocando un cojín detrás de mi espalda. —Si aceleras la velocidad de las cosas puedes empezar a moverte en el tiempo en cualquiera de sus direcciones. Pero el pasado tiene un camino que ya fue trazado, se sabe qué ha pasado en un día y una hora específica, es volver a eso que ya pasó. Es casi como aparecerse ahí, pero… ¿y el futuro? Mencionaste a las visiones de Phoebe, ¿verdad? Pues, bien, esas profecías son… el resquicio de un futuro posible por el que te puedes meter. Capturada una visión la usas para marcarte un destino. Las profecías son paisajes recortados, al viajar podrías ver el panorama completo…— le comparto mi emoción, pero no hablo alto, cada vez lo hago más bajo. —Pero cuando te lanzas a los futuros posibles, son tantos caminos que puedes perderte, puedes nunca llegar a tu destino— ¿puede verlo tan claro como yo? ¿Toda ese red de caminos? —Y por eso será una aeroplano, estará hecho para que su piloto tenga el control, la magia solo hará una parte, la mecánica otra y nosotros tomaremos la decisión.
Hay algo en todo lo que me dice sobre casarse que hace que lo siga viendo como algo que le ocurre a otros, que continuaré criticando muchas veces, porque en un momento de tu vida puedes estar muy seguro de querer estar con una persona, pero no sé si es algo que puedas asegurar para todos los años que se vienen, y no es eso en sí lo que a mí me hace mantener mi distancia. Si nunca creí en ciertas cosas de la institución del matrimonio, no era por sus promesas, sino porque la gente cree en estas y luego las rompen, las personas solo terminan lastimadas. Papá fue el primero en lastimarnos a nosotras, ¿no? Miro de soslayo a Mohini, se suponía que debía estar con nosotras y a los quince años me sentí traicionada porque la muerte todo nos quita, también las promesas de eternidad; a los treinta volví a sentirme traicionada, si es cierto el rumor de que en realidad no murió, sino que nos abandonó. Como Audrey abandonó a Meerah. Como a Phoebe la abandonó su papá. Porque en este lugar a todos les gusta ponerse en pie y levantar un estandarte de intenciones supuestamente altruistas, decir que el fin justifica los medios, ser nobles y ser crueles como las caras de la misma moneda, sacrificar personas y no solo con una firma como lo hace Hans, hacer a un lado y sacrificar a las personas al sacarlas de nuestras vidas, ¿no lo hice yo también? —Amo a Hans como para estar a su lado, mantenerme a su lado pase lo que pase, decida lo que decida, y sabes quién, qué hace. No es el hijo del panadero, Mo— tengo el tupé de bromear sobre esto con una sonrisa desganada, —Prometerle a él que me mantendré a su lado no es lo mismo que prometérselo a cualquier otra persona, requiere de más valentía de la que tengo si te soy sincera y tengo que ir descubriéndola cada día. Pero nunca me ha gustado eso de que se diga… que dos personas se mantienen juntas porque hicieron una promesa de matrimonio, ¿qué demonios?—. Trato de verme a mí misma en una pose tan dramática como para decir «porque es mi esposo», creo que me atragantaría a mitad de la frase y gritaría en cambio algo como «porque es un idiota, por eso me quedo con él».
He perdido un poco lo que es la noción del tiempo, que antes lo tenía fragmentado en líneas bien marcadas, desde que mi vientre comenzó a crecer. Puedo entender en parte del sentimiento que me habla, pero si tuviera que ser honesta en las primeras semanas de embarazo no hice más que tener miedo, el cariño por esta cosa que se transformó en bebé, que a estas alturas ya tiene nombres que cumplen con el protocolo de nombres de la familia de Hans, todo ese cariño fue formándose en meses. Si lo pienso así, casi siempre tengo miedo primero y por eso me cuesta tanto llegar al cariño, y cuando la otra persona también se pasa años molestándome más que nada, ¡ufff! Requiere de más tiempo todavía. Sonrío a Mohini por su discurso de amor al mundo, pero de todas maneras, sigue fiel a mi proyecto. —Gracias por aceptar colaborar porque iba a construirlo de todas maneras— le digo, reacomodándome en el sillón a su lado y colocando un cojín detrás de mi espalda. —Si aceleras la velocidad de las cosas puedes empezar a moverte en el tiempo en cualquiera de sus direcciones. Pero el pasado tiene un camino que ya fue trazado, se sabe qué ha pasado en un día y una hora específica, es volver a eso que ya pasó. Es casi como aparecerse ahí, pero… ¿y el futuro? Mencionaste a las visiones de Phoebe, ¿verdad? Pues, bien, esas profecías son… el resquicio de un futuro posible por el que te puedes meter. Capturada una visión la usas para marcarte un destino. Las profecías son paisajes recortados, al viajar podrías ver el panorama completo…— le comparto mi emoción, pero no hablo alto, cada vez lo hago más bajo. —Pero cuando te lanzas a los futuros posibles, son tantos caminos que puedes perderte, puedes nunca llegar a tu destino— ¿puede verlo tan claro como yo? ¿Toda ese red de caminos? —Y por eso será una aeroplano, estará hecho para que su piloto tenga el control, la magia solo hará una parte, la mecánica otra y nosotros tomaremos la decisión.
La sonrisa que le dedico al aire es la de una mujer orgullosa, casi hasta muevo un hombro con algo de altanería cuando reconoce que soy la primera a la que llama. No esperaba menos, la verdad, que soy su madre, si me comí los lloriqueos de adolescente día sí y día también, espero ser la primera en recibir una llamada cuando hayan decidido casarse. ¡Si es que no aparezco yo en medio de la petición, por supuesto! Ese momento habría que dejarlo grabado, en caso de que alguno de los dos se eche para atrás y quede como muestra de que no se puede dar marchar atrás cuando el anillo ya ha sido expuesto. Pero ya me estoy saliendo del tema… — ¿Voy a tener que esperar dieciocho años para poder irme de crucero? — mi cara es de profundo disgusto, exagerando un poco mi indignación al llevarme una mano al pecho. — ¡Quién sabe si estaré viva para entonces! No, no, yo no puedo esperar tanto. ¿Ni siquiera uno rapidito? De fin de semana, tú y yo, Hans se queda con la niña, ¡o nos la llevamos! Seguro que hay piscinitas para bebés en el barco. — que yo no me muero sin haberme ido de crucero, vamos, por encima de mi cadáver. — No me tientes… — es sabido entre mi hija y yo que no apoyo los métodos de Magnar, que si estoy calladita en mi sofá y haciendo de ciudadana ejemplar sin meterme en líos — que no los hago de por sí, no me malinterpretéis —, es porque no quiero poner a mi familia en peligro, pero eso de que el cuatro se convierta en el nuevo fuerte del país a nuestra costa suena muy… tentador. Claro que solo bromeo.
— Pero el hijo del panadero… — es apenas un murmullo que no creo que se escuche porque se camufla con sus palabras de eterno amor hacia el padre de mi nieto. Pues no lo entiendo, ¿cuál es el problema del matrimonio entonces? De acueeerdo, no lo diré porque puede que si lo repito otra vez me voy a ganar un zapatazo o más bien un mordisco por su parte, que con las embarazadas nunca se sabe qué clase de cosas se les puede antojar para comer, y yo lo reconozco, estoy siendo muy pesada. Termino por suspirar dramáticamente al mismo tiempo que alzo las manos en su dirección a modo de rendición. — Está bien, está bien, mientras tú seas feliz, yo soy feliz, es lo único que me importa. — es lo que siempre me ha importado, en realidad, sino, tened por seguro que estaría casada con el hijo del panadero… Bueno, ya paro.
No me sorprende que diga que lo iba a construir de todas formas, con o sin mi ayuda, de manera que siento un poco más de confianza hacia mi hija por tener primero la amabilidad de consultarme, porque en otros tiempos hubiera pasado siquiera de preguntarle a su madre qué nivel de locura es el construir una moto voladora a partir de cacharros destartalados. Eso me inspirar a creer que realmente esto de que sea madre le está haciendo mirar las cosas desde otra perspectiva, o que simplemente necesita de mi ayuda porque sin mi maravilloso cerebro este plan no saldría adelante. Sí, definitivamente me gusta más ese punto. — Mmm… Veo que la teoría la tienes, el problema es que luego cuando lo pones en práctica no resulta ni la mitad de parecido. El futuro es incierto, las rutas que entendemos por destino no están diseñadas por completo, nosotros nos encargamos de eso, cada día, ponemos una piedra en ese camino que nos llevará a tomar la siguiente decisión, cada vez más cerca del punto que se supone que es nuestro final. Pero tú quieres saltarte todo ese proceso, ¿no crees que habrá consecuencias? — la miro cuando hablo, con un tono bastante más calmo del que ella ha usado fruto de la emoción que se apodera de ella a cada segundo. — Viajar al futuro requeriría de volver al presente, para llevar a cabo todo eso que has mencionado antes, y no obstante… ¿qué pasaría si en ese futuro, viéramos algo que no nos gusta? Al regresar, tratarías de cambiarlo, pasarías toda tu vida enfrascada en esa única tarea, y te olvidarías de vivir el presente, que al final, es de lo que se trata si mañana es el fin del mundo. — vaya que nos pusimos filosóficas en un minuto.
— Pero el hijo del panadero… — es apenas un murmullo que no creo que se escuche porque se camufla con sus palabras de eterno amor hacia el padre de mi nieto. Pues no lo entiendo, ¿cuál es el problema del matrimonio entonces? De acueeerdo, no lo diré porque puede que si lo repito otra vez me voy a ganar un zapatazo o más bien un mordisco por su parte, que con las embarazadas nunca se sabe qué clase de cosas se les puede antojar para comer, y yo lo reconozco, estoy siendo muy pesada. Termino por suspirar dramáticamente al mismo tiempo que alzo las manos en su dirección a modo de rendición. — Está bien, está bien, mientras tú seas feliz, yo soy feliz, es lo único que me importa. — es lo que siempre me ha importado, en realidad, sino, tened por seguro que estaría casada con el hijo del panadero… Bueno, ya paro.
No me sorprende que diga que lo iba a construir de todas formas, con o sin mi ayuda, de manera que siento un poco más de confianza hacia mi hija por tener primero la amabilidad de consultarme, porque en otros tiempos hubiera pasado siquiera de preguntarle a su madre qué nivel de locura es el construir una moto voladora a partir de cacharros destartalados. Eso me inspirar a creer que realmente esto de que sea madre le está haciendo mirar las cosas desde otra perspectiva, o que simplemente necesita de mi ayuda porque sin mi maravilloso cerebro este plan no saldría adelante. Sí, definitivamente me gusta más ese punto. — Mmm… Veo que la teoría la tienes, el problema es que luego cuando lo pones en práctica no resulta ni la mitad de parecido. El futuro es incierto, las rutas que entendemos por destino no están diseñadas por completo, nosotros nos encargamos de eso, cada día, ponemos una piedra en ese camino que nos llevará a tomar la siguiente decisión, cada vez más cerca del punto que se supone que es nuestro final. Pero tú quieres saltarte todo ese proceso, ¿no crees que habrá consecuencias? — la miro cuando hablo, con un tono bastante más calmo del que ella ha usado fruto de la emoción que se apodera de ella a cada segundo. — Viajar al futuro requeriría de volver al presente, para llevar a cabo todo eso que has mencionado antes, y no obstante… ¿qué pasaría si en ese futuro, viéramos algo que no nos gusta? Al regresar, tratarías de cambiarlo, pasarías toda tu vida enfrascada en esa única tarea, y te olvidarías de vivir el presente, que al final, es de lo que se trata si mañana es el fin del mundo. — vaya que nos pusimos filosóficas en un minuto.
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Hace cinco años, hace dos años, le hubiera pagado con gusto un crucero a mi madre para que se relajara después del estrés que le hice pasar en mi adolescencia y que milagrosamente no le dio ni una cana, ¡si es que por ella tengo esperanzas de que será joven por siempre! ¿Acaso no se ve igual que cuando tenía treinta años? Me preocupa en demasía que de tomarse un crucero rápido, algún muchacho se enamore de ella y me la robe. ¿Entonces quién nos ayudará a Hans y a mí cuando la bebé nos quite todas las energías? ¡Ni hablar! ¡La necesitamos con nosotros! Y de ahí se me ocurre la idea más genial de todas. —¡Usaremos el bote de Hans! Puedes pasear en ese con la bebé mientras nosotros dormimos unas merecidas horas—. Dormir, lo que se dice dormir… mi madre no necesita conocer todos los detalles, unos que tendremos que cuidar a sus ojos si se concreta su mudanza al distrito Cuatro, en el que seguimos intercalando tiempo con la mansión que Hans tiene en la isla y la cual evito siempre que puedo, porque sigue siéndome incómodo. ¿Quién necesita de la isla ministerial? Tendremos nuestro propio dominio, nos sostendremos fuertes en nuestra fortaleza de la playa, o eso es lo que quiero, resguardar a la familia de la que ahora somos parte con Mohini cuando hace poco más de un año bastaba con mantener el perfil bajo en estos talleres del distrito seis.
Siento que ha pasado una eternidad desde entonces, ni siquiera paso por la calle de mi anterior edificio, son recuerdos cada vez más vagos, opacados en gran parte por las preocupaciones y expectativas de un futuro que no solía desvelarme. Porque me había resignado a un futuro incierto, imposible para mí, porque no había nada en él que significara algo para mí hasta que pasó esto de coincidir tan veces que la coincidencia se volvió relaciones, de ser sobresaltada por un cariño que no esperaba, y que ese cariño se volviera un compromiso, una promesa de estar, para Meerah, para Hans y para Mathilda. Y que yo que me creía independiente y libre de mi madre, ansiosa por estar a mi cuenta, volviera a ella porque no sé cómo se hace esto de tratar que mantener algo que se construye, estoy improvisando, con miedo de echarlo a perder a cada paso y tal vez, quizás, aferrándome demasiado fuerte con tal de mantenerlo. Nunca he hecho esto, tener a mi madre a mi lado durante toda mi vida ha sido mérito de ella con su paciencia y temple, con Riley ha sido una necesidad de tener a alguien en un océano de rostros que no nos decían nada, pero nunca puse tanto empeño en querer algo. Pese a que lo confundí con un capricho por ansiarlo tanto, es algo absolutamente diferente, da miedo ponerlo en palabras y me abruman pesadillas como las de anoche, en que la pérdida de mi madre derrumbaría los cimientos sobre los que estoy parada ahora mismo, para ser la misma piedra firme que ella fue para mí y que los vientos no me arrastren lejos otra vez como es mi tendencia, esa tendencia que me presagiaba un mal fin.
Me abrazo a esta esperanza en el presente de que también proyectos que amé y a los que me resigné, se concreten. Si acudo a Mohini es porque ella lo haría posible, es la compañera que necesito para que algo grande se vuelva real, pero como la madre que es está obligada a envestirme de sus consejos porque pretender la hazaña de jugar con el tiempo, como me ha visto antes querer manipular cosas que me explotaban en la cara o me cortaban la mano a riesgo de una infección. Me ha visto demasiadas veces correr con los ojos cerrados para terminar de culo en el suelo luego de chocarme con la pared, y me ha visto demasiadas veces llorar, creo que mi madre es la única que me ha visto llorar por desilusiones. No es la primera, ni será la última vez, que ella lo ve tan claro y se asienta a mi lado como la presencia segura que va a acompañarme, cuando ya he tomado una decisión que va a llevarme a un error que me dolerá luego. Para comenzar, si le hubiera hecho caso con lo del hijo del panadero… y desde ahí no he hecho más que abalanzarme a una suerte que me hará golpearme fuerte. ¿Qué tanto podría resistir? —Eso es lo que haría, tienes razón. Porque las cosas pueden cambiar, siempre lo hacen. Así que trataría de cambiarlo, una y otra vez, no cesaría en intentarlo. No podría, no está en mí…— y de la nada me sobrepasan unas ganas profundas de llorar, las mismas que me trajeron hasta aquí, sin que pueda evitarlo me cae una lágrima gruesa por la mejilla y arrugo mis labios en una mueca que trata de reprimir mi repentina tristeza.
—¿Tú sí crees en las reencarnaciones, Mo?— le pregunto, sé que ancestros nuestros lo creyeron, de ese lado de mi familia me viene la herencia de las nociones del karma y de dioses con muchos avatares, pero como todo se va perdiendo en la memoria. Y en mi mente se han conjugado tantos cuentos, tantos mitos, entre los cielos y los infiernos de lo que hablaba mi padre, de la materia que nunca se destruye sino que se transforma de la que habla la ciencia, todo ese andamiaje con el que cargo… que vaya a saberse de dónde traigo, quizá precisamente de otras vidas que fueron mías, y a la vez no lo fueron, porque pertenecieron a otras personas que ya no soy. Y entre esos cuentos…—Hay quienes dicen que antes de nacer, cada uno de nosotros traza un mapa de su vida y elige a qué persona encontrará en su camino, porque cada persona le enseñará algo. Son los maestros que elige, que se vuelven familia, amigos o amantes. Y las experiencias, Mo… se repiten, una y otra vez, hasta que la persona aprenda lo que debe aprender, lo que a veces trae como enseñanza pendiente de otras vidas…— le cuento, por si nunca lo ha oído y así logro pasar el nudo en mi garganta, pero mi mirada sigue siendo un pozo de angustia. —¿Será que es esto lo que debo aprender? ¿Sabré cuando detenerme y decir «basta»… a todo?— susurro. —No sé cómo detener algo que me ha arrastrado, ¿cómo se hace, Mo? ¿Cómo puedo detenerlo?— sé que suena como una pregunta incoherente si no le explico lo que hay detrás de mi inquietud, pero no puedo. Esta es una respuesta que no encontré por mí misma y quizá la necesite en ese futuro del que ya me dice que tenga cuidado.
Siento que ha pasado una eternidad desde entonces, ni siquiera paso por la calle de mi anterior edificio, son recuerdos cada vez más vagos, opacados en gran parte por las preocupaciones y expectativas de un futuro que no solía desvelarme. Porque me había resignado a un futuro incierto, imposible para mí, porque no había nada en él que significara algo para mí hasta que pasó esto de coincidir tan veces que la coincidencia se volvió relaciones, de ser sobresaltada por un cariño que no esperaba, y que ese cariño se volviera un compromiso, una promesa de estar, para Meerah, para Hans y para Mathilda. Y que yo que me creía independiente y libre de mi madre, ansiosa por estar a mi cuenta, volviera a ella porque no sé cómo se hace esto de tratar que mantener algo que se construye, estoy improvisando, con miedo de echarlo a perder a cada paso y tal vez, quizás, aferrándome demasiado fuerte con tal de mantenerlo. Nunca he hecho esto, tener a mi madre a mi lado durante toda mi vida ha sido mérito de ella con su paciencia y temple, con Riley ha sido una necesidad de tener a alguien en un océano de rostros que no nos decían nada, pero nunca puse tanto empeño en querer algo. Pese a que lo confundí con un capricho por ansiarlo tanto, es algo absolutamente diferente, da miedo ponerlo en palabras y me abruman pesadillas como las de anoche, en que la pérdida de mi madre derrumbaría los cimientos sobre los que estoy parada ahora mismo, para ser la misma piedra firme que ella fue para mí y que los vientos no me arrastren lejos otra vez como es mi tendencia, esa tendencia que me presagiaba un mal fin.
Me abrazo a esta esperanza en el presente de que también proyectos que amé y a los que me resigné, se concreten. Si acudo a Mohini es porque ella lo haría posible, es la compañera que necesito para que algo grande se vuelva real, pero como la madre que es está obligada a envestirme de sus consejos porque pretender la hazaña de jugar con el tiempo, como me ha visto antes querer manipular cosas que me explotaban en la cara o me cortaban la mano a riesgo de una infección. Me ha visto demasiadas veces correr con los ojos cerrados para terminar de culo en el suelo luego de chocarme con la pared, y me ha visto demasiadas veces llorar, creo que mi madre es la única que me ha visto llorar por desilusiones. No es la primera, ni será la última vez, que ella lo ve tan claro y se asienta a mi lado como la presencia segura que va a acompañarme, cuando ya he tomado una decisión que va a llevarme a un error que me dolerá luego. Para comenzar, si le hubiera hecho caso con lo del hijo del panadero… y desde ahí no he hecho más que abalanzarme a una suerte que me hará golpearme fuerte. ¿Qué tanto podría resistir? —Eso es lo que haría, tienes razón. Porque las cosas pueden cambiar, siempre lo hacen. Así que trataría de cambiarlo, una y otra vez, no cesaría en intentarlo. No podría, no está en mí…— y de la nada me sobrepasan unas ganas profundas de llorar, las mismas que me trajeron hasta aquí, sin que pueda evitarlo me cae una lágrima gruesa por la mejilla y arrugo mis labios en una mueca que trata de reprimir mi repentina tristeza.
—¿Tú sí crees en las reencarnaciones, Mo?— le pregunto, sé que ancestros nuestros lo creyeron, de ese lado de mi familia me viene la herencia de las nociones del karma y de dioses con muchos avatares, pero como todo se va perdiendo en la memoria. Y en mi mente se han conjugado tantos cuentos, tantos mitos, entre los cielos y los infiernos de lo que hablaba mi padre, de la materia que nunca se destruye sino que se transforma de la que habla la ciencia, todo ese andamiaje con el que cargo… que vaya a saberse de dónde traigo, quizá precisamente de otras vidas que fueron mías, y a la vez no lo fueron, porque pertenecieron a otras personas que ya no soy. Y entre esos cuentos…—Hay quienes dicen que antes de nacer, cada uno de nosotros traza un mapa de su vida y elige a qué persona encontrará en su camino, porque cada persona le enseñará algo. Son los maestros que elige, que se vuelven familia, amigos o amantes. Y las experiencias, Mo… se repiten, una y otra vez, hasta que la persona aprenda lo que debe aprender, lo que a veces trae como enseñanza pendiente de otras vidas…— le cuento, por si nunca lo ha oído y así logro pasar el nudo en mi garganta, pero mi mirada sigue siendo un pozo de angustia. —¿Será que es esto lo que debo aprender? ¿Sabré cuando detenerme y decir «basta»… a todo?— susurro. —No sé cómo detener algo que me ha arrastrado, ¿cómo se hace, Mo? ¿Cómo puedo detenerlo?— sé que suena como una pregunta incoherente si no le explico lo que hay detrás de mi inquietud, pero no puedo. Esta es una respuesta que no encontré por mí misma y quizá la necesite en ese futuro del que ya me dice que tenga cuidado.
Mis manos peinan su cabello en un intento de apartárselo de la cara cuando veo que va a empezar a llorar, se me hace imposible el pensar que se está volviendo una costumbre recoger a mi hija en este mismo sofá en el que antaño también me lloraba por problemas que comparados con los de hoy, se presentan bastante más complicados de lo que la niña de trece años podría haberse imaginado. Mi reacción no es muy distinta a cuando se tiraba aquí entre cojines con la cara entre ellos, y sentada a su lado puedo afirmar que hay mucho de esa chiquilla en mi hija cuando la miro ahora, la diferencia es que esta vez mis palabras pueden llegar a surtir un poco más de efecto que entonces, o al menos, es lo que puedo deducir por el modo que tiene de preguntarme. Pero para mi sorpresa, me encuentro con que no tengo ninguna respuesta para darle, porque para estas cosas, para ese tipo de divulgaciones, mi mente que se basa en lo científico es algo más escéptica que eso. — ¿Reencarnaciones? Pues... voy a serte honesta, no me interesa tanto quién haya podido guiarme hasta aquí, o quién es el que me ha hecho tomar unas decisiones en base al aprendizaje u otras. No puedo negar que no existan, hay tantas cosas que no podemos negar porque no lo conocemos que decir un rotundo no a que no creo sería demasiado estricto. — por no decir estúpido, es como quién niega o afirma la existencia de un dios cuando no tenemos las bases científicas para negarlo o aceptarlo. Hasta donde nosotros sabemos, bien podría haber allí arriba alguien divirtiéndose a costa de nuestros errores, o directamente guiándonos hacia ellos. — Creo en lo que podemos hacer hoy para mejorar el mañana, sin la necesidad de conocer el modo en que afectará al futuro, ¿o solo harías algo porque se ve horrible en el futuro y no porque se sienta mal en el presente? Tengo un propósito en la vida, y ese es cuidar de ti, de mi familia, cuidarles cada día y vivir el presente de modo que mis acciones reflejen lo mucho que me importan. No sé si eso es mi aprendizaje porque en otra vida fui un gusano solitario, pero hoy, en este momento, es lo único que me preocupa. — ¿no es lo que debería importarnos a todos?
Con un suspiro pesado muevo un poco mi cabeza para despejarme de la charla densa, casi sonriendo después al pensar en lo que digo a continuación. — Sé que no es la respuesta que esperabas, pero me temo que es la única que tengo, quizás tu padre hubiera tenido una distinta que darte, probablemente mucho mejor que la mía. — porque tanto ella como yo sabemos que para estas cosas siempre fue más honesto Lawrence. El mencionarlo me produce un pinchazo en el pecho que tengo que disimular con una sonrisa algo forzada, pero que se resume mejor que la lastimera que casi dejo entrever sin querer. No pasa nada, se transforma en unos segundos a la última cuando creo escuchar su voz temblar. La miro en un análisis intenso, pues sus palabras son el detonador para saber que hay algo que no está funcionando bien, si no es el significado en sí de lo que pregunta, es la expresión de su rostro. — ¿Detener? ¿Qué es lo que quieres detener exactamente, tesoro? — me jacto de conocer a mi hija mejor que nadie, mejor incluso de lo que puede creer Hans que la conoce, porque por algo es mi hija y por algo ha salido de mí. No obstante, en esta ocasión mi cara es de completa consternación, porque no consigo descifrar a lo que pretende referirse con esa pregunta. Dudas, son muchas las que acuden a mi cabeza, pero deben ser las mismas que se aglomeran en la suya, razón por la que ha escogido sus palabras tan medidas. Llevo una mano a su hombro, acaricio la parte alta de su espalda con mi otra mano, le brindo el apoyo suficiente como para que el simple contacto haga su efecto.
Con un suspiro pesado muevo un poco mi cabeza para despejarme de la charla densa, casi sonriendo después al pensar en lo que digo a continuación. — Sé que no es la respuesta que esperabas, pero me temo que es la única que tengo, quizás tu padre hubiera tenido una distinta que darte, probablemente mucho mejor que la mía. — porque tanto ella como yo sabemos que para estas cosas siempre fue más honesto Lawrence. El mencionarlo me produce un pinchazo en el pecho que tengo que disimular con una sonrisa algo forzada, pero que se resume mejor que la lastimera que casi dejo entrever sin querer. No pasa nada, se transforma en unos segundos a la última cuando creo escuchar su voz temblar. La miro en un análisis intenso, pues sus palabras son el detonador para saber que hay algo que no está funcionando bien, si no es el significado en sí de lo que pregunta, es la expresión de su rostro. — ¿Detener? ¿Qué es lo que quieres detener exactamente, tesoro? — me jacto de conocer a mi hija mejor que nadie, mejor incluso de lo que puede creer Hans que la conoce, porque por algo es mi hija y por algo ha salido de mí. No obstante, en esta ocasión mi cara es de completa consternación, porque no consigo descifrar a lo que pretende referirse con esa pregunta. Dudas, son muchas las que acuden a mi cabeza, pero deben ser las mismas que se aglomeran en la suya, razón por la que ha escogido sus palabras tan medidas. Llevo una mano a su hombro, acaricio la parte alta de su espalda con mi otra mano, le brindo el apoyo suficiente como para que el simple contacto haga su efecto.
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La respuesta de mi padre hubiera sido otra, de eso no hay dudas. Él me habría hablado de la trascendencia, de nuestras acciones como un modo de dejar una marca en el mundo, de vivir y morir por los ideales que nos envisten el alma. Mi padre era un hombre que llevaba el espíritu por delante de su cuerpo, de él habré tomado esa energía de ir arrasando, nosotras a su espalda. Tenía la fuerza de carácter como para ser una promesa de protección, se veía grande para mí, capaz de abarcar el mundo con sus brazos, empujarlo o impedir que cayera sobre nosotros. Y era tan avasallante que se fue por delante, dejándonos a nosotras, si los rumores son ciertos, si Jefferson no mentía. ¿Qué tan justificado está ese arrebato de luchar por una nueva justicia para este mundo? Dejé de preguntarme esto por culpa de estar durmiendo con quien imparte una justicia en la que cree todos los días, aunque no sea en la que creo yo. Y sé qué me habría dicho mi padre, pero es posible que lo necesite escuchar sea lo que me dice mi madre, que el mundo es el mundo, condenado desde siempre, y la familia es la familia, una que vuelvo a tener, a la que podemos volver a abrazarnos, ella también. — Teniendo en cuenta que estoy a punto de tener una hija con el ministro de Justicia de este país y quiero a su otra hija con el deseo de poder cuidarlas a ambas de todo lo que pueda lastimarlas…— susurro, ahogándome con mi voz porque es fuerte el sentimiento de amarlos, tan fuerte que se parece a un dolor sordo que presiona mi pecho hasta quitarme el último aire. —Es la respuesta que necesitaba escuchar— lo reconozco, espantando al fantasma de mi padre en mi mente.
Me cuesta, juro que me cuesta encontrar mi voz para responderle, es tan típico de mí. Puedo poner en mi boca tantas tonterías que hacen pensar a las personas que son una charlatana, de un modo distinto al que es Hans, decimos tantas cosas y dejamos implícitas tantas otras, hay cosas que quedan reservadas en lo más profundo, tal vez por eso hubo secretos que supimos mantener y que también cada uno mantiene por separado, y no creo que sea exclusivo de nosotros, ¿cuántos secretos de mi madre también ignoro? ¿Cuántos secretos de mi padre volverán a mi como una verdad sobre la que no podré hacer nada? Más que abrir mi mente, la que aprendí a cerrar, abro para mi madre mi miedo más hondo, el que lleva tiempo pesándome en las entrañas y a veces se enrosca como una serpiente a la que tengo que pisarle la cabeza. —Le prometí a Hans me quedaría con él, que no hace falta un anillo para que sea una promesa que pienso cumplir. Pero nos veo ir hacia algo que no tiene manera de acabar bien, no quiero que nadie me diga qué será de nosotros en el futuro porque sé la respuesta…— digo, mi voz va perdiendo fuerza, se vuelve un susurro pálido desprovisto de emoción.
—¿Por qué avanzo? ¿Por qué sigo adelante? Si acabaré en el mismo punto donde comenzó todo esto, como si fuera una maldita rueda… lo habré tenido todo, lo habré perdido, lo mucho que puedan amarse dos personas no quiere decir que estén juntas, habrá otra vez una niña preguntándose… con qué se puede llenar el vacío que queda— estoy llorando desconsoladamente, rompiéndome en medio de esta casa que una vez también tuvo una familia, una que fue mía, de cuyos recuerdos no me puedo desprender, no puedo por mucho que lo intente, no he crecido lo suficiente como para dejar a esa niña y luego a esa chica detrás, porque dolió y todas las historias tienen heridas abiertas de trasfondo. No somos sólo nosotros al tomar decisiones, somos nosotros cargando con esas heridas cada vez que elegimos algo. —Me gustaría… me gustaría poder decirle a niña que habrá un futuro, después de este futuro y el siguiente, donde habrá un mundo donde se encontrarán todas, todas las cosas, que todas las personas perdieron alguna vez. Y darle ese mundo a ella…— no puedo seguir, me recuesto en el hombro de Mohini para llorar por todo lo que es y todo lo que será, por la angustia de estar a punto de traer al mundo a una niña, ¿para qué? ¿Qué puedo decirle de lo que le espera? Siempre temí enfrentarme a esto, a tener que explicarle a un hijo por qué decidí tenerlo y escuchar tal vez que hubiera preferido no nacer. Así que lloro porque me siento en falta, porque espero que me perdone mi egoísmo y el de su padre que decidimos tenerla, lloro por una época, un mundo, que nunca conocí.
Me cuesta, juro que me cuesta encontrar mi voz para responderle, es tan típico de mí. Puedo poner en mi boca tantas tonterías que hacen pensar a las personas que son una charlatana, de un modo distinto al que es Hans, decimos tantas cosas y dejamos implícitas tantas otras, hay cosas que quedan reservadas en lo más profundo, tal vez por eso hubo secretos que supimos mantener y que también cada uno mantiene por separado, y no creo que sea exclusivo de nosotros, ¿cuántos secretos de mi madre también ignoro? ¿Cuántos secretos de mi padre volverán a mi como una verdad sobre la que no podré hacer nada? Más que abrir mi mente, la que aprendí a cerrar, abro para mi madre mi miedo más hondo, el que lleva tiempo pesándome en las entrañas y a veces se enrosca como una serpiente a la que tengo que pisarle la cabeza. —Le prometí a Hans me quedaría con él, que no hace falta un anillo para que sea una promesa que pienso cumplir. Pero nos veo ir hacia algo que no tiene manera de acabar bien, no quiero que nadie me diga qué será de nosotros en el futuro porque sé la respuesta…— digo, mi voz va perdiendo fuerza, se vuelve un susurro pálido desprovisto de emoción.
—¿Por qué avanzo? ¿Por qué sigo adelante? Si acabaré en el mismo punto donde comenzó todo esto, como si fuera una maldita rueda… lo habré tenido todo, lo habré perdido, lo mucho que puedan amarse dos personas no quiere decir que estén juntas, habrá otra vez una niña preguntándose… con qué se puede llenar el vacío que queda— estoy llorando desconsoladamente, rompiéndome en medio de esta casa que una vez también tuvo una familia, una que fue mía, de cuyos recuerdos no me puedo desprender, no puedo por mucho que lo intente, no he crecido lo suficiente como para dejar a esa niña y luego a esa chica detrás, porque dolió y todas las historias tienen heridas abiertas de trasfondo. No somos sólo nosotros al tomar decisiones, somos nosotros cargando con esas heridas cada vez que elegimos algo. —Me gustaría… me gustaría poder decirle a niña que habrá un futuro, después de este futuro y el siguiente, donde habrá un mundo donde se encontrarán todas, todas las cosas, que todas las personas perdieron alguna vez. Y darle ese mundo a ella…— no puedo seguir, me recuesto en el hombro de Mohini para llorar por todo lo que es y todo lo que será, por la angustia de estar a punto de traer al mundo a una niña, ¿para qué? ¿Qué puedo decirle de lo que le espera? Siempre temí enfrentarme a esto, a tener que explicarle a un hijo por qué decidí tenerlo y escuchar tal vez que hubiera preferido no nacer. Así que lloro porque me siento en falta, porque espero que me perdone mi egoísmo y el de su padre que decidimos tenerla, lloro por una época, un mundo, que nunca conocí.
Creo que puedo llegar a comprender de dónde salen sus miedos. Hablo desde el pensamiento más profundo y sincero cuando digo que jamás imaginé a mi hija terminar con un ministro, mucho menos con alguien que se dedica a imponer leyes como trabajo. Es así, que Lara nunca ha sabido poner orden a sus ideas, que las tiene firmes dentro de su cabeza, pero a la hora de ponerlas en palabras o en acciones salen a la luz en forma de terremoto que es capaz de arrasar con todo a su paso. ¿Por qué alguien como ella, que tiende a formar parte de teorías de colisión, termina juntándose con quién se encarga de organizar esos mismos desastres sin rumbo? Supongo que no tengo una respuesta clara para eso, la vida nos lleva por donde quiere y nos junta con personas que en su momento tomaríamos como imposibles, mientras que para otros parece que ha estado escrito desde el inicio de los tiempos, pero lo que sí es una verdad inmutable es que nadie lo tiene fácil. — No puedes decir algo así. — le reniego, cuando parece tener las respuestas de como terminará su vida, cuando no podría estar más equivocada. — Avanzar es inevitable, sigues adelante precisamente por eso, porque uno no es capaz de quedarse estancado, no entra dentro de nuestra naturaleza, no al menos de la nuestra, ya lo sabes. — le recuerdo, como si el simple hecho de pertenecer a nuestra familia y poseer nuestra sangre nos hiciera de otra especie. — La vida no es una rueda diseñada para que cometamos los mismos errores una y otra vez, no sé quién fue quién te dio la idea de eso, pero somos nosotros los que condicionamos nuestro propio camino, nunca te olvides de eso. Si no quieres perder algo, te aferras a ello hasta que no puedas más, hasta que nadie pueda decirte que no hiciste todo lo que pudiste por mantener lo que es tuyo cerca. Al final, tesoro, si quieres algo, luchas por ello con sangre y garra, no importa que la vida sea un ciclo, un cuadrado o una línea, ¿qué importa eso, en realidad? Si tú quieres, puedes hacer de la vida la forma que tú escojas, si sabes el punto final al que quieres llegar, y con quién quieres hacerlo. — ¿no es de eso de lo que se trata, después de todo? — Y habrá un día en el que podrás decir que no huiste del vacío, porque le hiciste frente con todo tu empeño, eso es de lo que estás hecha, no de ideas vagas sobre patrones que tú misma sabes que no debes confiar. — porque seguro no hay nada en este mundo, solo lo que nos permitimos creer dentro de nuestra cabeza.
Ni siquiera le pido que deje de llorar, creo que en este momento es todo lo que necesita, en esta etapa de su vida donde comienza lo nuevo y deja atrás todo lo que ella una vez conoció. Me limito a acariciar su cabello con una de mis manos mientras la otra lo hace con su brazo, como si solo el contacto entre nosotras fuera capaz de explicar la conexión que tenemos más allá de las palabras. — Y sé que tienes miedo, es completamente normal, claro que te gustaría poder brindarle ese mundo a tu hija, ¿quién no querría? Pero en ocasiones debemos trabajar con lo que tenemos, ¿entiendes? — beso su cabeza solo para seguir acariciando su pelo con mis dedos. — El mundo no es perfecto, nunca lo va a ser, porque nada lo es, siempre hay algo que nos gustaría corregir para hacerlo más ideal, ¿cuándo será suficiente? Nadie lo sabe. Lo que sí sé es que tu hija tendrá muchas cosas que muchos otros no tendrán, o que no tienen, ¿sabes? — no debemos olvidarnos de lo afortunados que somos, por mucho que este lugar donde vivimos no sea el idóneo, incluso cuando hay tantas cosas que podríamos arreglar para hacerlo mejor y que no hacemos. — Al final, sabrás lo que hacer, sabrás qué brindarle a tu hija para que sienta que el futuro que la espera es grandioso, porque yo no espero otra cosa diferente, tú tampoco deberías hacerlo tampoco. Porque es tu hija, no importa el mundo en el que crezca, siempre creerás que será capaz de cualquier cosa, de ponerlo patas abajo y convertirlo en suyo, porque de eso se trata el ser madre, no de dejarle un mundo perfecto, sino de darle las herramientas para que crea que ella puedo construirlo por sí misma, sin miedo a lo desconocido, sin miedo a caer, de las caídas se aprende, se aprende a levantarse y a volver a intentarlo. — no hay nada más importante que eso, y teniendo la hija que tengo, en ese aspecto, creo que no hice un mal trabajo, solo le faltan un par de años más para que le dé la vuelta al mundo y pueda declararlo suyo.
Ni siquiera le pido que deje de llorar, creo que en este momento es todo lo que necesita, en esta etapa de su vida donde comienza lo nuevo y deja atrás todo lo que ella una vez conoció. Me limito a acariciar su cabello con una de mis manos mientras la otra lo hace con su brazo, como si solo el contacto entre nosotras fuera capaz de explicar la conexión que tenemos más allá de las palabras. — Y sé que tienes miedo, es completamente normal, claro que te gustaría poder brindarle ese mundo a tu hija, ¿quién no querría? Pero en ocasiones debemos trabajar con lo que tenemos, ¿entiendes? — beso su cabeza solo para seguir acariciando su pelo con mis dedos. — El mundo no es perfecto, nunca lo va a ser, porque nada lo es, siempre hay algo que nos gustaría corregir para hacerlo más ideal, ¿cuándo será suficiente? Nadie lo sabe. Lo que sí sé es que tu hija tendrá muchas cosas que muchos otros no tendrán, o que no tienen, ¿sabes? — no debemos olvidarnos de lo afortunados que somos, por mucho que este lugar donde vivimos no sea el idóneo, incluso cuando hay tantas cosas que podríamos arreglar para hacerlo mejor y que no hacemos. — Al final, sabrás lo que hacer, sabrás qué brindarle a tu hija para que sienta que el futuro que la espera es grandioso, porque yo no espero otra cosa diferente, tú tampoco deberías hacerlo tampoco. Porque es tu hija, no importa el mundo en el que crezca, siempre creerás que será capaz de cualquier cosa, de ponerlo patas abajo y convertirlo en suyo, porque de eso se trata el ser madre, no de dejarle un mundo perfecto, sino de darle las herramientas para que crea que ella puedo construirlo por sí misma, sin miedo a lo desconocido, sin miedo a caer, de las caídas se aprende, se aprende a levantarse y a volver a intentarlo. — no hay nada más importante que eso, y teniendo la hija que tengo, en ese aspecto, creo que no hice un mal trabajo, solo le faltan un par de años más para que le dé la vuelta al mundo y pueda declararlo suyo.
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Nuestra naturaleza, creo que en esas palabras están las claves. En una ocasión me preguntaron si no me cansaba de llevarme todo por delante, si es que no llegaba a dolerme tantos golpes como para detenerme por un momento, y sí, la respuesta honesta es que me canso, que algunas cosas me lastiman como para que cada paso me haga apretar los dientes con fuerza y poder seguir avanzando. También me canso, cada tanto, entonces busco la parada de descanso que es el sillón de la casa de mis padres, esta alfombra donde también me tiraba de niña para llorar, lo he hecho muchas veces sola en mi departamento cuando empecé a verme como una adulta y siendo adulta o no, hubo ocasiones en que necesité que mi madre me frote la espalda con una caricia como consuelo. Nosotras también nos cansamos a veces, y avanzar sigue siendo inevitable, tal como lo dice Mohini. Los pies pueden pesarnos, pero estamos en una rueda que sigue girando, no puedes detenerte, porque la vida no lo hace. Nunca, esto lo aprendí bien a los quince años, nunca el mundo se detiene para que tengas tiempo de llorar tu pérdida. Ni en este momento lo hace. Tendré que limpiarme la cara con un poco de agua en el baño y esperar a que se me pase el enrojecimiento antes de volver a la casa en el cuatro, entonces no habrá quedado rastro de que estuve lamentándome para cuando vuelva Meerah del colegio y vaya a saberse a qué hora volverá Hans, no quedaré evidencia de este momento, solo seré yo que nunca me detengo. —Quiero llegar a ese punto final contigo, Mo. Con Hans, Meerah, Mathilda y Riley—, ¿qué tan fuerte tengo que aferrarme a ellos mientras el mundo se sacude? ¿Qué tan lejos puedo llegar yo con este ánimo de arrasar con todo, si hay una guerra a la que me enfrento, que quema y consume todo a su paso?
Y soy una persona de tantos miedos, tantos, que forjé el convencimiento de que los cobardes no deberían ser tan impetuosos, pero lo soy. Necesitamos de esa voz que al final del día nos dice que no está mal tener miedo, nos saca un peso de los hombros, porque sentir miedo pareciera que está mal, si somos impetuosos, ¿a qué temer? Pero estoy sumida en esas contradicciones que impidieron que tome una dirección en mi vida y no creo que ahora la tenga, no me mentiré diciendo que sigo a los que amo, que he cambiado mi religión y mi espíritu por ellos, es solo que amarlos pesa más que todo aquello en lo que pueda creer en este momento, en que perderlos es un miedo real. Y puedo cerrarle la puerta de mi casa al mundo y sus mierdas mientras ellos estén dentro, hablarle a esta hija de lo que me hubiera gustado que sea el mundo para nosotros y que tome de su padre lo que él también desea, para que haga eso que dice Mohini. Para que construya un mundo que sea para ella, a la medida de su deseo, y tal vez sea mucho más valiente que su madre para intentarlo. —Mo, gracias por sostenerme cada vez que me caigo— musito contra su pecho, acurrucada como estoy en su abrazo porque no hay otro lugar en el mundo en el que quiera estar ahora, sigo necesitándolo como cuando tenía cuatro años y me lastimaba, —sé que de niña era fan de papá y quizá no te dije a ti tantas veces como a él lo mucho que te amaba, pero te admiro muy profundamente, mucho más de lo que nunca admiré a papá. Admiro lo fuerte que eres y te amo por hacerme sentir desde siempre que yo también soy fuerte y que podría hacerlo mejor…—, al final de todo ella es la que estuvo, la que no me abandonó, cuando tal vez le di razones para que me dejara caer en mis vacíos, no me engaño al saber que hay padres que lo harían y ella que debería ser la norma, es la excepción. Y tal vez yo pueda también ser una excepción como lo es ella.
Y soy una persona de tantos miedos, tantos, que forjé el convencimiento de que los cobardes no deberían ser tan impetuosos, pero lo soy. Necesitamos de esa voz que al final del día nos dice que no está mal tener miedo, nos saca un peso de los hombros, porque sentir miedo pareciera que está mal, si somos impetuosos, ¿a qué temer? Pero estoy sumida en esas contradicciones que impidieron que tome una dirección en mi vida y no creo que ahora la tenga, no me mentiré diciendo que sigo a los que amo, que he cambiado mi religión y mi espíritu por ellos, es solo que amarlos pesa más que todo aquello en lo que pueda creer en este momento, en que perderlos es un miedo real. Y puedo cerrarle la puerta de mi casa al mundo y sus mierdas mientras ellos estén dentro, hablarle a esta hija de lo que me hubiera gustado que sea el mundo para nosotros y que tome de su padre lo que él también desea, para que haga eso que dice Mohini. Para que construya un mundo que sea para ella, a la medida de su deseo, y tal vez sea mucho más valiente que su madre para intentarlo. —Mo, gracias por sostenerme cada vez que me caigo— musito contra su pecho, acurrucada como estoy en su abrazo porque no hay otro lugar en el mundo en el que quiera estar ahora, sigo necesitándolo como cuando tenía cuatro años y me lastimaba, —sé que de niña era fan de papá y quizá no te dije a ti tantas veces como a él lo mucho que te amaba, pero te admiro muy profundamente, mucho más de lo que nunca admiré a papá. Admiro lo fuerte que eres y te amo por hacerme sentir desde siempre que yo también soy fuerte y que podría hacerlo mejor…—, al final de todo ella es la que estuvo, la que no me abandonó, cuando tal vez le di razones para que me dejara caer en mis vacíos, no me engaño al saber que hay padres que lo harían y ella que debería ser la norma, es la excepción. Y tal vez yo pueda también ser una excepción como lo es ella.
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