The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Simon Lackberg
Marzo

Llevo ya varios días dando vueltas por el distrito 11, sé que hay cámaras en algunos sitios así que soy cuidadoso con cada paso que doy. Probablemente los Lackberg me están buscando, sé que es así, por lo que no puedo cometer errores. He jugado muchos videojuegos con misión aventura a lo largo de mi vida pero debo admitir que en la vida real es mucho más difícil, porque cuando tengo hambre no puedo usar las monedas acumuladas para conseguir alimento mágicamente ni tampoco las cosas se construyen con solo presionar un botón. Por suerte el clima ayuda pues la primavera está cerca asi que no tengo que preocuparme por morir congelado por las noches... Aunque es el norte, todo es más frío.

Ayer logré conseguir una zanahoria de una de las plantaciones. No quería robar pero ya me terminé las provisiones que traje conmigo. Para colmo no consigo avances en la investigación sobre quién es mi mamá... Para hacerlo necesitaría hablar con la gente y si lo hago terminarían identificándome si Ivar viene con una fotografía a intentar localizarme y llevarme de nuevo a casa, a su casa, la que ya no es mía, o mejor dicho la que nunca lo fue.

Me dejo caer en un callejón y mordisqueo la zanahoria que sabe asquerosa sin ningún tipo de condimento. Saco el agua de la mochila y doy un amplio trago y luego otro cuando termino en tres bocados la pequeña verdura. Me sigue rugiendo el estómago y entonces lamento haberme acostumbrado a comer tanto en mi antigua casa. Creo que es lo único que extraño... Eso y poder entretenerme por la noche antes de dormir, ahora no me queda más que encontrar un refugio y cerrar los ojos porque no hay mucho más que hacer.

Me levanto y entro al primer edificio que encuentro. Camino por los pasillos hasta que encuentro algo similar a una cama y me dejo caer allí con fuerza, no sin antes hacer un hechizo para limpiar un poco la zona. Debería poder protegerme de alguna forma pero lamentablemente aún no llego a ese nivel de magia ¡Todo el sistema educativo está mal! Deberían enseñarnos a cuidarnos antes de a convertir la cabeza de la gente en calabaza o volar en escobas... Aunque quizás lo hacen a propósito, para que no seamos una amenaza hasta que seamos ya grandes.
Simon Lackberg
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Invitado
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En los edificios abandonados la gente se encuentra gatitos o cosas robadas que al ratero escondió, ¿yo? Sólo encuentro niños. He perdido la cuenta, ¿cuántas veces ya encontré niños durmiendo entre la mugre? Estaba ese chico en el fábrica, también la pelirroja gritona, este que tiene cara de adulto y no es hasta que me fijo bien, que me doy cuenta que es el más pequeño de los tres. Reviso su mochila, también me fijo en su ropa aprovechan que duerme, esta vez no quiero caer en errores y asumir que se trata de otro niño de la calle. Eso sólo se presta a más confusiones después, si en realidad se trata de alguien que viene del Capitolio, si tengo que juzgar por su ropa, tampoco es que me moleste. No tengo problemas en compartir un refugio accidental con alguien más, menos en estos momentos en los que sé mejor que nunca, lo que puede sentirse ser un chico abandonado en el mundo.

Como un fantasma me quedo parada delante de él y supongo que a la larga, mi presencia se hace notar, porque parpadea. —Oye, vago— lo llamo, picándole en el hombro así lo ayuda a despertarse del todo, sacándose el sueño que lo hunde en el sillón. —Ya es de día, despierta—. De hecho se están colando las primeras luces por las ventanas resquebrajadas, las mismas que me dieron de pleno en la cara hace un rato. —Tienes que desalojar el lugar que desde las diez cobramos el doble— sacudo un poco más fuerte su hombro así tengo toda su atención, presto atención a sus rasgos por si no es otro más de lo que están en carteles de buscados o si acaso lo hemos visto en la televisión o diarios alguna vez, este chico sí que es un auténtico extraño. Se escapa hasta un suspiro de alivio. —Vamos, a moverse. Tienes que ponerte a trabajar si quieres sacar el país adelante— me burlo de toda esta situación ridícula que es el mundo para mí, mucho humor negro. —¿O… no es en la escuela donde deberías estar?— pregunto con una ceja arqueándose.
Anonymous
Simon Lackberg
No sé cuanto tiempo pasa, pero algo me despierta y parpadeo con cuidado. Hay más luz que antes así que quiere decir que ya ha pasado toda la noche ¿Eso es todo? ¿Ya tuve mi cuota de descanso? Se siente como si hubiese cerrado los ojos hace dos segundos, no hubo sueño ni verdadera relajación. Y no la habrá porque una voz habla y la joven que tengo frente a mí me pica como si fuese un cadáver que tuviese que comprobar que sigue con vida. No me lo pienso dos veces, tomo mi varita y pego un salto sobre la cama para ponerme en guardia y apuntarla desde una distancia prudente.

Siento que capto el sentido de sus palabras a medio discurso, pero algo me dice que nada de lo que me haya perdido era más serio de lo que estoy escuchando ahora. No me considera una amenaza y al parecer ella no lo es tampoco, tiene un humor extraño, uno que no va para nada con la situación en la que estamos... O es que ya se ha hartado de vivir de ésta manera y le da todo igual, sí, debe ser eso.

- El país necesita ser derrumbado y construido de cero para poder sacarlo adelante - respondo al final sin bajar la varita y hecho un rápido vistazo a mi mochila, es una maleducada que ha revisado todo sin permiso. Bueno, al menos no me ha robado... Pero entonces ¿Qué es lo que quiere? - No tengo que ir a la escuela, los niños del norte no tienen que ir - y de todas formas aprenderé más aquí que en esas cuatro paredes estiradas que hacen llamar instituto. Nada de uniformes, solo la realidad golpeándote en la cara y haciéndote aprender por la fuerza - ¿Por qué no me has robado? Era presa fácil cuando estaba durmiendo.
Simon Lackberg
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Invitado
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Pongo mis palmas en alto porque me encuentro bajo la mira de una varita una vez más, malditos magos. Sacan su varita para ponerse a la defensiva antes de siquiera responder a un saludo de los buenos días. Paso mi mirada desde sus pies hasta el último de sus pelos para hacerme una idea de este chico, se ve peligroso con esa mirada que no tiene el mismo brillo que otros niños. ¿Qué carajos les hacen a los niños de Neopanem? ¿Le dan ácido con cereales en el desayuno? Cada vez los veo más amargos, más agresivos. Si los aurores novatos cuando hacen sus rondas se comportan tan despectivamente no sé cómo luego tienen cara para quejarse de la hostilidad de los norteños, a este niño van a darle una paliza pronto si se porta así de altanero y eso que yo vengo con buenas intenciones.

¿Qué tenemos aquí? ¿Un revolucionario?— me mofo de él, que con los lujos que carga, me provoca risa que sea quien se queje de este país. ¿Qué nos queda al resto entonces? —¿O un genocida más?— pregunto con cierto veneno, porque su idea propone barrer con todo lo conocido y no es la más novedosa por estos lares, creo que varios antes que él tuvieron el mismo pensamiento. Me sorprende, claro, que un cuerpo que no acaba aún de desarrollarse tenga tales ideas. ¡Si apenas le está saliendo acné! Púberes, cada vez más precoces con sus ideas de exterminio. —¿Puedes bajar tu varita? No cargo con ningún bate invisible si eso es lo que temes— se lo señalo, está montando un drama por nada. —¿Qué? ¿Tenías algo que mereciera ser robado? No me meto con niños, para que sepas. Busco gente de mi tamaño. Sólo me preocupaba de que estuvieras perdido, no pareces de este distrito. ¿O me equivoco?— explico, cruzándome de brazos por delante de mi pecho y aguardando a que conteste, aunque no esté obligado a responder, que estoy lejos de ser una autoridad en estos lados.
Anonymous
Simon Lackberg
Sigue tomando las cosas como un chiste lo que me hace apretar la mandíbula una vez más. Quizás por eso la tengo tan marcada a tan corta edad, la gente no hace más que hacerme rabiar y cuando me estoy relajando, como cuando juego videojuegos, me pongo nervioso por otras cosas - No soy un revolucionario, solo tengo 13, no soy estúpido - porque para ponerse frente a una revolución hay que tener al menos la altura para mentir y que los demás te respeten, recursos y un ejército de personas. Lamentablemente no dispongo de ninguna de esas tres cosas - Y lo de genocida depende de si sigues hablando con ese tono - bromeo entrecerrando los ojos.

Respiro profundo y al final bajo mi varita pues siendo agresivo dudo que llegue a algún lado con ella. No parece tener intenciones de hacerme daño, no aprovechó su mejor oportunidad así que ¿Por qué habría de hacerlo ahora? Dos opciones, o no es mala o está loca... En el segundo caso, creo que podré manejarla si entra en modo asesino - Que no sepas valorar lo que tengo en esa mochila es señal de que no eres amenaza - me burlo esta vez yo de ella con una sonrisa y estiro mis rodillas para pararme como una persona normal y no un salvaje a punto de entrar en una pelea.

- Puede que haya nacido aquí, no lo sé... Pero éste es mi hogar ahora - respondo a lo último mirando al suelo - No éste sitio específicamente, sino algún sitio en el norte que aún debo encontrar - aclaro - O quizás más allá, no lo sé.
Simon Lackberg
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Invitado
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¿Trece años y con esas ideas?— arqueo mis cejas, fingiéndome sorprendida de que haya chicos con esa mentalidad, para ocultar lo que es una verdad en mi casa y es que uno de mis hermanos está marcado como un criminal, cuando no es más que un chico de rulos en caos que me pide que lo acompañe a probar mandrágoras. No tendría que ser así, tantas cosas no deberían ser. No deberían haber pasado. Deambulo por estos edificios como es parte de mi rutina, puedo sonar burlona al hablarle, que es el tono que uso con los niños, y escondo lo que me tiene regresando cada noche a lo que se supone que era mi casa con un semblante ensombrecido. Es una mueca sardónica lo que le muestra cuando se muestra como un incipiente genocida. —¿Debería asesinarte entonces y salvar a la humanidad?— pregunto, juego con esa palabra. Humanidad. Humanos. Un día acabarán por arrasar con todos nosotros, también con aquellos que creyeron que merecíamos algo bueno, personas como mi madre.

Su mochila se gana una segunda mirada de mi parte, en serio, no iba a ponerme a hurgar en las pocas cosas de un niño. Me estaría arrepintiendo de no haberlo hecho. Recupera mi atención cuando menciona su nacimiento, lo miro con tanto recelo por lo poco claro que es. ¿Dónde es aquí? ¿Y en este sucio edificio se quiere quedar a vivir? Se aclara a tiempo, sigo esa expresión de que está buscando algo más allá con mi mirada deslizando por las paredes hacia la ventana por la que se ve una escalera metálica que asciende hasta la terraza. —Estás perdido— esa es la conclusión a la que llego. —Tengo buenas noticias para ti, conozco bastante este terreno como para guiarte—. Sí, soy una chica tan buena, acompañando a un proyecto de genocida. —¿Tienes alguna pista de ese lugar? ¿Ese lugar al que quieres llegar o cualquiera te vendría bien? ¡Vamos!— lo insto a seguirme moviendo mi mano y espero a que salga conmigo por el marco de la ventana, mis zapatillas resuenan contra el metal al ir subiendo los peldaños.
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Simon Lackberg
Me encojo de hombros porque me consta que hay niños con peores ideas que las mías. He visto la transmisión del atentado, había piojos que a penas si tenían mi altura y atacaban a los adultos como si nada ¡Como si nada! Puede que yo haya atacado a Synnove, pero estaba encantado así que no estaba en completo uso de mis facultades ¿Cuál es su excusa? En fin, no son los pensamientos de los demás niños de Neopanem los que están en tela de juicio aquí - Lo que debería preocuparte es que hay adultos con ideas peores y ellos son los que tienen el poder - me defiendo con una mueca. Cuando yo gobierne el mundo será distinto, más justo para todos - Y yo que tú no me asesinaría... Puede que salve el mundo ¿Quién sabe? - juego con la idea con una sonrisa.

La chica se ofrece a ayudarme por alguna razón y me cuesta unos segundos reaccionar. No puedo decirle que me lleve a los sitios claves porque dos llamaríamos la atención y la idea es mantenerme en las sombras para que mi búsqueda no se vea truncada por los Lackberg - ¡Espérame! - pido mientras pego un salto para ir por la mochila y cargarla a mi espalda. Guardo la varita en mi chaqueta y luego de eso la sigo por la ventana en donde queda la suela de mi zapatilla marcada por la tierra.

- Antes de ir a cualquier sitio... ¿Cómo te llamas? - pregunto entrecerrando los ojos porque el sol me lastima con tanta luz. Extraño estar en las comodidades del interior, con aire acondicionado y la muy fiable luz artificial - Yo soy Clay - me presento con mi verdadero apellido y le tiendo la mano, esperando que ese gesto sea suficiente para compensar mi actitud anterior. Aunque, en mi defensa, fue ella la que me despertó de golpe y eso no se le hace a ningún ser humano.

- Creo que de momento cualquier lugar me vendría bien... Tiene que ser un sitio al que sea difícil llegar si llevas bastón, también debe estar cerca de los lugares claves del distrito y también cerca de algún suministro de agua - enumero mis exigencias con el ceño fruncido - ¿Conoces algún sitio así?
Simon Lackberg
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Invitado
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Si a esta edad piensas lo que piensas, me sigue preocupando lo que puedas pensar tú cuando llegues a adulto— digo, no me echo hacia atrás, no tomo lo que dice como una cosa de niños porque tengo hermanos menores y no los subestimo, uno de ellos ha luchado por su supervivencia con aurores. No, no está en mí desestimar lo que pueden decir. —De genocida a mesías, ¡vaya! Y en todo caso puedes ser ambas cosas, siempre dependerá de cómo la historia te recuerde…— es una broma, una de muy mal gusto, tan negra como puede ser mi humor para enfrentarme a la realidad que me ha tocado vivir, incluso desde mi nacimiento. Debe ser algo en mi sangre, no por muggle, sino por ser parte de una familia maldita, con tanta mala suerte que en ocasiones creo que eso es lo que traigo a los demás, si basta ver a los Overstrand. ¿Qué les he traído a ellos más que desgracia? Y de todas formas, me ofrezco a ayudar a este chico.

Subo la escalera de emergencia lo más rápido que puedo, con la destreza de años de estar hamacándome de sus barandas y al llegar a la última plataforma pateo el portón de rejas para que podamos entrar a la azotea. —¡Bienvenido a tu penthouse, Clay!— exclamo, abriendo mis brazos para abarcar todo este espacio abierto al cielo al tiempo que giro sobre mis pies y los rulos me acompañan en la vuelta. —Ningún ciego con bastón podría llegar aquí, ¡y mira! ¡Ahí tienes tu suministro de agua!— le señalo el tanque con la tapa corrida que sirve para juntar agua de lluvia, con mi dedo le trazo el camino hasta la canilla de la que puede beber si quiera. —Dentro de una semana vendrán a instalar el jacuzzi, sólo ten paciencia— digo a chiste, moviendo a los bordes de la azotea para trepar la cornisa, así me paro en equilibrio sobre el precipicio. — Y el barrio es de lujo, ¿quieres verlo? Allí está la plaza principal, ya sabes, es un museo de ruinas de los mejores del mundo— manoteo el aire para poder caminar sobre el borde como una funambulista. —Y me llamo Agatha, por cierto, un gusto— agrego, casi tan importante como lo que diré después. —La suite es esa casilla de allá, puedo conseguirte un colchón y una manta si quieres. Si no te convence, podemos seguir mirando opciones.
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Simon Lackberg
Alzo las cejas y hago una mueca porque en realidad no me molesta que le preocupe lo que yo piense, debería hacerlo ¿No? Muchos gobernantes han regido el mudo a través del respeto o incluso el miedo y lo han hecho bien... O eso me dicen los pocos libros de historia que pude leer. El punto es que a veces las personas no saben lo que es mejor para ellos, como cuando mamá me hacía llevar una campera obligado todas las mañanas por si se largaba a llover "Yo sé lo que es mejor para tí, Simon" repetía como loca y yo no hacía más que poner los ojos en blanco - Dependerá de lo que sea necesario hacer en el futuro - la corrijo encogiéndome de hombros. Aunque prefiero ser un mesías antes que un genocida ¿Quién quiere serlo?

Observo la facilidad con la que sube y decido en ese mismo instante que debo aprender a hacerlo también. No creo que sea conveniente pedirle ayuda, pero ni bien me deje tranquilo me pondré a practicar hasta parecer uno de esos personajes de las películas de acción que saltan de techo en techo sin miedo a morir de un politraumatismo. Para colmo no solo es rápida trepando, sino también encontrando soluciones pues me presenta todo lo que necesito en cuestión de segundos.

-De verdad pensé que esto sería un paseo por el distrito de horas y horas hasta encontrar algo medianamente decente - confieso genuinamente sorprendido mientras camino hacia la canilla y la giro solo para que caigan un par de gotas contra el suelo - Haces muchas bromas inapropiadas ¿Te lo han dicho? - pregunto luego con tono serio mientras sigo caminando por el que será, aparentemente, mi nuevo hogar.

Se me sube el corazón a la garganta cuando sube a la cornisa y rápidamente rechazo su oferta de ir allí cuando me lo oferce ¿Está loca? Ya ví que tiene mucha habilidad para el parkour pero ¡Aún así! Yo no estoy listo para eso ¡Tengo trece! Trece... No, tengo catorce. Mierda, tengo catorce. Tengo que recordar ese detalle para el futuro - También es un gusto, Agatha pero ¿Podrías mantenerte viva hasta que encontremos el colchón y la manta? Luego eres libre de caerte allá por donde gustes.
Simon Lackberg
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Invitado
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¿Para qué gastar horas recorriendo las calles del distrito si desde aquí puedes verlo entero?— insisto en que se acerque a la cornisa llamándolo con una mano, que en el borde se puede ver el entramado de calles como líneas finas y los edificios que han perdido un par de pisos por derrumbe están abajo como sombras quietas. —Podemos ir a donde quieras, no hace falta poner los pies en la tierra. Te mostraré un atajo entre terrazas— propongo, por si este sitio no le convence para quedarse. No soy quien para dar una opinión, me limito a mostrarle un espacio que cumple con sus requisitos y que ningún vagabundo vendrá a reclamarle como propio. —De la mala suerte en esta vida… o te lamentas o aprendes a reírte— es toda la respuesta que tengo para su comentario, no han sido los mejores días para mí, pero ¿por qué se lo diría? ¿Qué consigo con ello? Encuentro su compañía una distracción para mis pensamientos melancólicos.

Conozco estas cornisas, no tienes de qué preocuparte— lo tranquilizo, dando un salto para volver mis pies al piso seguro y alentarlo con una palmada en su hombro a que me acompañe de vuelta a la escalera por la que subimos. —Busquemos tus mantas. ¿Es la primera vez que dormirás bajo las estrellas, Clay?— indago, para confirmar mis sospechas de que este no es un chico criado en las calles, no creo tampoco que venga de una familia modesta con lo justo para vivir. No, tiene un aire diferente, demasiada altanería para su poca edad. —¿Andas por aquí solo? ¿Estás buscando o esperando a alguien?— sigo con mi interrogatorio, bajamos dos pisos y en vez de continuar con el descenso me encamino hacia una ventana entreabierta que empujo con mis manos para que el espacio que se abre nos deje entrar. —Puede que el colchón tenga algunas pulgas. Lo bueno de eso es que tendrás compañía, si las domésticas podrás tenerlas de mascotas— lo instruyo con una sonrisa, desplazándome en la sala sucia de restos y cajas desarmadas de cartón para ir hacia el rincón donde veo una manta y sacudirla en el aire, tan mugrosa que se levanta una nube de polvo.
Anonymous
Simon Lackberg
Es una técnica muy buena la de andar entre los techos, los aurores hacen sus patrullas sobre tierra y de ésta forma se pueden evitar los encuentros indeseados que es justo lo que necesito ahora. Definitivamente adoptaré la práctica y la aplicaré allá donde pueda, de todas formas no voy a volver al Capitolio así que no tengo que preocuparme por hacer super vuelos entre rascacielos - Creo que no estoy listo para reírme de mis desgracias aún - confieso mirando al suelo. Han sido muchas y me mantienen enojado la mayor parte del tiempo y no veo que vaya a cambiar en el futuro ¿Llegaré a ese estado? Espero que no, porque la verdad es que me gusta el enojo, me sirve de combustible para querer hacer algo con el mundo.

Vuelvo a respirar tranquilo cunando pone los pies sobre terreno firme y escucho su pregunta con algo de tristeza. No es la primera vez, hubo una época en la que podíamos salir de noche voluntariamente, libres y entonces aprovechábamos para hacer los mejores campamentos bajo las estrellas. Recuerdo que una vez mamá convenció a papá de ir a las playas del Capitolio, montamos una carpa pero hacía tanto calor afuera que terminamos no usándola, comimos malvaviscos y contamos historias de terror... Cuando comience a practicar mi patronus usaré ese recuerdo, estoy seguro - No, no es la primera vez - respondo quizás demasiado tarde y demasiado bajo. Para cuando reacciono, ella ya se ha puesto en marcha otra vez.

Sigo sus pasos y decido responder con honestidad lo segundo - Estoy buscando a alguien - a la chica que hasta hace poco creía que era mi hermana perdida, a mi padre biológico, a quien sea que me conecte con quien soy verdaderamente.

Arrugo la nariz cuando sacude la manta y sale tierra de ésta pero la tomo de todas formas porque peor es nada ¿No? Aunque creo que dormir solo con la campera de invierno sobre mí será más conveniente para mi salud - Solía dormir con un perro, las pulgas no son problema - comento con una risa honesta. Es una lástima que ese perro resultó ser Kendrick. No, una lástima no, está bien tenerlo en casa... Lo que verdaderamente lamento es que probablemente ya no lo volveré a ver. Sé que es más pegote con Syv pero a mí también me gustaría creer que es mi amigo.

- ¿Ayudas a todos los niños con los que te encuentras? - pregunto abrazando la manta con ambos brazos.
Simon Lackberg
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¿A quién?— pregunto. Siendo francos, no va a creer que se lo pregunté por cortesía o que puede dejarme con esa respuesta escueta, estoy esperando una respuesta de su parte para ver cómo puedo ayudarlo, a dónde tengo que mostrarle que debe ir para encontrar a quién sea, si es alguien con nombre o cualquiera, lo mismo que le pasó con la elección del lugar. No se ve como otra cosa que un chico demasiado joven que anda deambulando, pero estaría bueno que tenga algún tipo de norte, si no podrían pasársele los siguientes diez años en un pestañeo. Digamos que aquí las cosas no cambian mucho, pese a las promesas que podamos hacer con mi hermano, se necesitarán décadas para un verdadero cambio de lo que sea... porque quemar cosas, hacer explotar cosas y arrasar distritos, no, nada ha mejorado con eso. ¡Y esta chico buscando a quien sabe!

¡Genial entonces!— exclamo, si es que está acostumbrado a las pulgas habrá sabido desarrollar la destreza única de dormir y rascarse a la vez. —Te resultará hasta familiar, como si estuvieras en casa— comento, aunque ese perro del que me hable podría ser un perro de la calle y al cual dejó atrás cuando llegó a este edificio. Doblo la manta en el aire para entregársela, todavía queda encontrar algo que sirva de colchón y veo algo que se le parece bastante, pero le falta la cubierta de tela, tiene un agujero en el medio, un par de pedazos se le salen. —Al parecer, eso es lo que hago. Creo que empezaré a cobrar por los servicios de hotelera. Hay más chicos huyendo en el norte de los que te podrías imaginar, y no, nada tiene que ver con que anden buscando su sentido en el mundo. En serio, escapan de la ley. ¿Y tú? ¿Estás escapando porque cometiste un crimen de algo?— inquiero, también para saber a qué atenerme con él.
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Simon Lackberg
Sonrío de lado y aparto la vista de ella ¿No esperará que le cuente todo sobre mí, verdad? Aprecio la ayuda para encontrar un sitio en el qué quedarme pero hay cosas que debo hacer solo, y eso es buscar a aquellos que pueden tener una conexión conmigo. Quizás algún día, dentro de muchos meses, si seguimos en contacto, llegue a tenerle suficiente confianza como para revelarle mis planes. Aunque no quiero tardarme meses encontrando lo que busco... Un par de semanas estaría bien, luego ya pensaría qué hacer con esa información.

- Ya te lo dije, ésta es mi casa - respondo mientras examino con cuidado lo que al parecer será mi colchón. Definitivamente ésto está a veinte subsuelos abajo de lo que era mi cama en la casa Lackberg y probablemente termine con algo más que con pulgas, pero puedo arreglármelas - Sería un negocio muy poco rentable... El truco es cobrar a aquellos que pueden pagarlo - explico entre risas, no puedo ni imaginarlo. sería algo así como un hotel de cinco estrellas negras, donde el botones es una rata y el servicio de limpieza está a cargo de las babosas.

- Escapo de la ley - miento poniendo tono misterioso - El día anterior a mi último día como joven libre monté un atraco que terminó con cinco personas muertas... No era la idea, pero la situación se complicó - aunque en mi defensa, eso solo fue porque Ivar conectó su pantalla del celular al televisor equivocado y por eso interrumpió mi juego ¡Todos por ver unos videos musicales horribles! Tuve que soportar casi un minuto de música lenta hasta que logré conectar todo en su lugar -¿Cuántos somos aproximadamente? ¿Suficientes para armar un ejército y armar una nación de niños?
Simon Lackberg
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Invitado
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No contesta a mi pregunta y no soy quien para imponer mi ayuda, procuro ser de utilidad para un chico que apenas está conociendo el territorio, si quiere buscar por su lado y a su riesgo, me queda desearle buena suerte por lo bajo.  En todo caso, tendría que dejar de involucrarme en casos así, de niños perdidos. ¿Quién soy para encargarme de darles una manta o compañía así no están solos? Si llegaron hasta aquí, solos, en parte es porque quieren estarlo. Este chico así lo parece. —¿Qué te hizo creer que esto te saldrá gratis? ¿No me habías insinuado que tenías cosas que valían dentro de tu mochila?— me mofo, que mi intención no es cobrarle nada, pero no se lo saber, si piensa entregarme algo no lo rechazaré.

Busco con la mirada dónde sentarme cómodamente a escuchar su relato del crimen y para cuando me siento en el alféizar de la misma ventana por la que entramos, ya acabó. ¿Así como si nada? ¿Cinco muertos? Bien, ok. Me muerdo los labios para no reírme a carcajadas, ¿espera que le crea? Peor aún, ¿hay probabilidades de que esto sea real? —De acuerdo, Clay, será mejor que mantenga mi distancia entonces...— digo, por más que quiera no sueno seria. Saco una pierna por la ventana y luego por la otra. —¿Eso es lo que quieres? ¿Formar un ejército? No puedo revelarte información sobre ellos, debería matarte, o me matarían a mí— le doy un aire de misterio a esto, porque si le dijera que uno de esos chicos perdidos fue quien encabeza la lista negra del ministerio y la otra es la princesa de Neopanem, no sé qué tipo de ejército formaría. —Mañana vendré a ver que las pulgas y otras pestes no te hayan comido— le aviso, —y a cobrarte la renta.
Anonymous
Simon Lackberg
Me detengo en seco y alzo las cejas pues puede ir abandonando la idea de que voy a darle algo de lo que está en mi mochila. Ella me está ayudando porque quiere, no porque le haya pedido de rodillas que lo haga, así que ni de chiste abandonaré mis pertenencias por limpiar mi conciencia - Puedes intentar tomar lo que quieras, pero solo quedará en eso, en un intento - y ahora me estoy poniendo más arrogante que de costumbre, pero así es como se sobrevive en un sitio como el norte. Soy bueno con la varita y confío en esa habilidad.

Somos dos idiotas exagerando todo, no hay duda, pero el tono que toma la conversación es tan relajado que me hace sonreír e incluso olvido por un momento que estoy en el infierno del mundo con un colchón lleno de pulgas y una manda cubierta de tierra sin nada rico que comer y ni pistas de lo que he venido a hacer aquí - Sería sensato que andes con cuidado, sí - reconozco levantando mi barbilla - Entonces confío en que no darás información sobre mí tampoco - porque no me extrañaría ver a un perro dando vueltas, a un cojo, a una albina o a la reina del fuego intentando buscarme - Y si me comieron, por favor quiero que me incineres - sigo con su broma como si fuese algo serio.

La saludo con la mano y me pongo en marcha para armar mi refugio. Aunque me detengo a medio camino pues quizás lo mejor sea ir a otro sitio, similar, pero donde ella no pueda encontrarme. Puede que haya sido amable, pero no debo confiar en nadie, es la regla número uno para sobrevivir y pienso cumplirla. Así que sí, puede venir a cobrarme la renta mañana, pero probablemente no me encontrará.
Simon Lackberg
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