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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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2 de marzo
Las pesadillas hacen que me levante de repente, sudorosa, con el pelo pegado a la cara y las sábanas y mantas ahogándome. Tengo la respiración acelerada y el corazón me va a mil por hora. Porque he soñado en su rostro. En la sangre. En la agonía. Después de que pasara había conseguido hacer como si nada. Fiestas, amigos, tranquilidad. Pero desde el evento... Volvió. El mal cuerpo, la culpa. La enorme culpa. Creo que necesito a alguien que me diga que era mi trabajo, que era necesario, que solamente seguía órdenes. Pero me cuesta quitarme la imagen de la sangre de la cabeza. Me levanto, apurada, y me meto en el baño. Enciendo el agua caliente y me despojo del pijama con rapidez. Necesito despertarme. Necesito dejar esas imágenes en el mundo de los sueños, necesito que no empiecen a perseguirme. Soy auror. No tendría que estar así por algo como lo que hice.
Jamás me he considerado mala persona. Al revés, siempre he pensado, y siempre me han dicho, que hay en mí algo muy noble, de luchar por lo que quiero y defiendo y, sobre todo, por los míos. Pero, ¿y si luchar por lo que quiero y por los míos me convierte en una mala persona? Ya han pasado meses desde que atrapé a Arianne Brawn y, por accidente o no, siguiendo las órdenes del Ministro Weynart, asesiné a una mujer que estaba en la lista de los más buscados de NeoPanem. Eso tendría que vivirlo como una victora. Y, sin embargo, aquí estoy. A las tres de la madrugada, debajo del agua de la ducha, sin saber gestionar todo lo que está pasando y con miedo a no ser digna de mi trabajo, de mi vida ni de mis privilegios. Consciente de que, por mi culpa, una mujer ha muerto. Una mujer que tenía hijos, una familia. Y ya no está. Ya no es nada. Recuerdo todo lo que pensé en la ceremonia de conmemoración de Jamie Niniadis, todo lo que me vino a la cabeza después de la aparición de ese muggle, después de ver a los supuestos aurores atados, sufriendo. ¿Realmente soy mejor que alguien como él? Porque, no lo negaremos, me he manchado las manos de sangre. Y, pese a ser algo que entra en el trabajo de auror, no es algo que nos diferencie de ellos.
Respiro hondo, pesadamente, y salgo de la ducha. Me seco el pelo con un hechizo, sin querer hacer ruido con el secador para no despertar a Riley pero sabiendo que si me paseo por casa con el pelo mojado pillaré un catarro seguro. Me pongo el pijama de nuevo, unas pantuflas y un jersey, y bajo a la cocina. Me preparo una infusión caliente, relajante, en un intento de quitarme la mala sensación del cuerpo y los malos pensamientos de la cabeza, y me siento en el sofá, mirando como, fuera, la lluvia cae casi con agresividad, con sus pequeñas gotas brillando bajo la luz ténue de las farolas que iluminan la calle.
Pero cuando me termino la infusión no me noto más tranquila. Al contrario. Relaja mi cuerpo pero, de algún modo, mi mente se activa todavía más. Y siento, dentro de mí, otro tipo de necesidad. Así que, sin dudarlo ni un instante, cojo la varita y conjuro la caja de cervezas que le compré ayer mismo a mi padre. Las necesito más que él. Cojo el primer botellín, rápidamente, y empiezo a beber. Y el frío de la bebida extiende por mi cuerpo un calor que me reconforta. Y que, sin darme cuenta, echaba mucho de menos. Porque, pensándolo, con todo lo que ha pasado me parece que llevo semanas sin probar una gota de alcohol. Y, mientras cojo el segundo botellín, pienso que, realmente, tampoco merece tanto la pena abandonar algo que te hace sentir tan bien. Que te ayuda a olvidar. A desconectar.
Jamás me he considerado mala persona. Al revés, siempre he pensado, y siempre me han dicho, que hay en mí algo muy noble, de luchar por lo que quiero y defiendo y, sobre todo, por los míos. Pero, ¿y si luchar por lo que quiero y por los míos me convierte en una mala persona? Ya han pasado meses desde que atrapé a Arianne Brawn y, por accidente o no, siguiendo las órdenes del Ministro Weynart, asesiné a una mujer que estaba en la lista de los más buscados de NeoPanem. Eso tendría que vivirlo como una victora. Y, sin embargo, aquí estoy. A las tres de la madrugada, debajo del agua de la ducha, sin saber gestionar todo lo que está pasando y con miedo a no ser digna de mi trabajo, de mi vida ni de mis privilegios. Consciente de que, por mi culpa, una mujer ha muerto. Una mujer que tenía hijos, una familia. Y ya no está. Ya no es nada. Recuerdo todo lo que pensé en la ceremonia de conmemoración de Jamie Niniadis, todo lo que me vino a la cabeza después de la aparición de ese muggle, después de ver a los supuestos aurores atados, sufriendo. ¿Realmente soy mejor que alguien como él? Porque, no lo negaremos, me he manchado las manos de sangre. Y, pese a ser algo que entra en el trabajo de auror, no es algo que nos diferencie de ellos.
Respiro hondo, pesadamente, y salgo de la ducha. Me seco el pelo con un hechizo, sin querer hacer ruido con el secador para no despertar a Riley pero sabiendo que si me paseo por casa con el pelo mojado pillaré un catarro seguro. Me pongo el pijama de nuevo, unas pantuflas y un jersey, y bajo a la cocina. Me preparo una infusión caliente, relajante, en un intento de quitarme la mala sensación del cuerpo y los malos pensamientos de la cabeza, y me siento en el sofá, mirando como, fuera, la lluvia cae casi con agresividad, con sus pequeñas gotas brillando bajo la luz ténue de las farolas que iluminan la calle.
Pero cuando me termino la infusión no me noto más tranquila. Al contrario. Relaja mi cuerpo pero, de algún modo, mi mente se activa todavía más. Y siento, dentro de mí, otro tipo de necesidad. Así que, sin dudarlo ni un instante, cojo la varita y conjuro la caja de cervezas que le compré ayer mismo a mi padre. Las necesito más que él. Cojo el primer botellín, rápidamente, y empiezo a beber. Y el frío de la bebida extiende por mi cuerpo un calor que me reconforta. Y que, sin darme cuenta, echaba mucho de menos. Porque, pensándolo, con todo lo que ha pasado me parece que llevo semanas sin probar una gota de alcohol. Y, mientras cojo el segundo botellín, pienso que, realmente, tampoco merece tanto la pena abandonar algo que te hace sentir tan bien. Que te ayuda a olvidar. A desconectar.
Algo me despierta, no estoy seguro de lo que es pero de repente tengo los ojos abiertos de par en par y clavados en la pared. Me acomodo en la cama y miro hacia la puerta cerrada de mi habitación respirando profundo. Debería volver a dormir pero algo me lleva a mirar el teléfono y allí encuentro el por qué de mi repentino insomnio. Siete llamadas perdidas y un mensaje de la tía Anna diciendo que vaya al hospital porque ya no hay nada más que hacer, quiere que le dé un último adiós a mamá antes de que su cuerpo se enfríe pero al parecer no entiende lo mal que está decirle a alguien que su madre ha muerto por un mensaje de texto. No digo nada, no lloro, simplemente me llevo las manos al estómago e intento luchar con la repentina contractura que siento allí. Me falta el aire así que me levanto de la cama, pero no soy capaz de dar un solo paso porque las piernas me tiemblan.
Mamá se ha ido, así como papá lo hizo el año pasado y ahora soy el único Kavalier que queda sobre la faz de la tierra. Nunca fueron muy cariñosos conmigo pero me siento solo de todas formas, son la única familia que tenía y ahora que Lara ha formado la suya me temo que me he quedado sin nada. Todo por el funeral, todo por ir al maldito funeral que no sirvió para nada más que para crear caos. Desde eso tuve tiempo para hacerme a la idea de que mamá perdería la lucha en el hospital pero de todas formas no ha pasado tanto tiempo, no estaba listo, no lo estoy... No quiero ir a verla ahora mismo.
Salgo de la habitación con algunas lágrimas en los ojos. Voy hasta la cocina y me sirvo un vaso de agua que sirve para tranquilizarme, sin embargo un aroma extraño desde la sala me llama la atención... No, no es un aroma extraño, es uno bien conocido pero que esperaba no sentir en la casa porque Kenna. Mierda, es Kenna. Sé que desde el funeral ha estado teniendo pesadillas pero dada su agitación preferí no preguntar el por qué, en su lugar habría preferido que me diesen un abrazo y guardaran silencio y es lo que hice pero creo que no fue una buena idea... Ha cruzado la línea y es mi trabajo traerla de vuelta.
Así que camino hacia ella con la misma intensidad que un bombero rumbo al incendio y analizo su rostro luego de ver la cantidad de botellas que tiene alrededor. Puedo notar que se ha dado un baño recientemente, pero su rostro no puede ocultar los rastros de la pesadilla que la atormentó ésta noche. Me olvido de mi madre, olvido mi contractura en el estómago, lo único que hago es quitar la botella que tiene en la mano y sujetarla con las mías.
- Creo que tienes que contarme qué está pasando... Intentaré ser de más ayuda que esas - murmuro en tono tranquilo y con una sonrisa que busca ser tranquilizadora. Tomo asiento a su lado y la envuelvo con uno de mis brazos para tranquilizarla, aunque siento honesto, creo que lo hago para mantenerme yo mismo con los pies en tierra y no sumarme al espiral en el que ella se ha sumergido. Sería más sencillo ¿No? Dejarme llevar... Pero no es la idea, nos hacemos compañía para que ella no deba beber y yo no tenga que drogarme, es el trato y voy a cumplirlo.
Mamá se ha ido, así como papá lo hizo el año pasado y ahora soy el único Kavalier que queda sobre la faz de la tierra. Nunca fueron muy cariñosos conmigo pero me siento solo de todas formas, son la única familia que tenía y ahora que Lara ha formado la suya me temo que me he quedado sin nada. Todo por el funeral, todo por ir al maldito funeral que no sirvió para nada más que para crear caos. Desde eso tuve tiempo para hacerme a la idea de que mamá perdería la lucha en el hospital pero de todas formas no ha pasado tanto tiempo, no estaba listo, no lo estoy... No quiero ir a verla ahora mismo.
Salgo de la habitación con algunas lágrimas en los ojos. Voy hasta la cocina y me sirvo un vaso de agua que sirve para tranquilizarme, sin embargo un aroma extraño desde la sala me llama la atención... No, no es un aroma extraño, es uno bien conocido pero que esperaba no sentir en la casa porque Kenna. Mierda, es Kenna. Sé que desde el funeral ha estado teniendo pesadillas pero dada su agitación preferí no preguntar el por qué, en su lugar habría preferido que me diesen un abrazo y guardaran silencio y es lo que hice pero creo que no fue una buena idea... Ha cruzado la línea y es mi trabajo traerla de vuelta.
Así que camino hacia ella con la misma intensidad que un bombero rumbo al incendio y analizo su rostro luego de ver la cantidad de botellas que tiene alrededor. Puedo notar que se ha dado un baño recientemente, pero su rostro no puede ocultar los rastros de la pesadilla que la atormentó ésta noche. Me olvido de mi madre, olvido mi contractura en el estómago, lo único que hago es quitar la botella que tiene en la mano y sujetarla con las mías.
- Creo que tienes que contarme qué está pasando... Intentaré ser de más ayuda que esas - murmuro en tono tranquilo y con una sonrisa que busca ser tranquilizadora. Tomo asiento a su lado y la envuelvo con uno de mis brazos para tranquilizarla, aunque siento honesto, creo que lo hago para mantenerme yo mismo con los pies en tierra y no sumarme al espiral en el que ella se ha sumergido. Sería más sencillo ¿No? Dejarme llevar... Pero no es la idea, nos hacemos compañía para que ella no deba beber y yo no tenga que drogarme, es el trato y voy a cumplirlo.
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No soy consciente ni del rato que pasa ni del ritmo que tengo a la hora de beber. Solamente sé que apenas escucho el ruido de Riley bajando hacia la cocina. Solamente empiezo a ser plenamente consciente de su presencia cuando me arrebata la botella de las manos. Bueno, arrebatar es una palabra fuerte. Tal vez solamente me la quita. Pero yo lo siento como si me la estuviera arrebatando, porque… Bueno. Porque me está dejando sin alcohol. Hago una mueca, y estoy a punto de quejarme cuando noto cómo se coloca a mi lado y me rodea con los brazos. Suspiro y cierro los ojos, apoyando la cabeza en su hombro. Notando como, con el paso de los segundos, mis ganas de quejarme van bajando.
—No te preocupes, Riley. Estoy bien. Todo va bien— la sonrisa que le dedico es, sin embargo, clara indicadora de todo lo contrario. De que no estoy bien. Es una sonrisa ebria, que deja lugar a esa especie de tristeza que me llena, a esa incertidumbre. Otro suspiro y me remuevo, hasta quedarme abrazada a él, como quien abraza una almohada cuando se acomoda para echarse a dormir. Riley es una persona agradable. No solamente a nivel de personalidad. Son sus abrazos. Son protectores, son cariñosos, son cómodos. Agradables, vaya. Y ahora mismo son lo único que me aleja mínimamente de querer volver a agarrar la cerveza y seguir bebiendo. Porque, por Merlín, lo bien que sienta beber. Casi lo había olvidado… Y me alegro mucho de haber recuperado la sensación. Pocas cosas me calman tanto.
Pero lo que me ha dicho ha dejado en mi interior una inquietud. Porque quiere que le cuente qué me está pasando, y no podré esconderlo para siempre si sigue atormentándome así. Y por un momento me lo pregunto. Me lo pregunto de verdad. ¿Podría Riley ser de más ayuda que esas botellas? Porque nunca, jamás en la vida, ha habido nada que me ayudara más con mis problemas que el alcohol. Es un hecho. O tal vez no lo es, pero por lo menos en los últimos meses, años ya, siempre que he necesitado apoyo, dejar de pensar, dejar de preocuparme, abandonar sensaciones de ansiedad o tranquilizarme, el alcohol me ha dado todo lo que he necesitado. Eso y diversión. ¿Puede darme Riley todo eso? Supongo que me sorprendo a mí misma cuando pienso que creo que sí.
—¿Tú crees que soy buena persona?— pregunto, entonces, levantando mi mirada vidriosa para centrarla, como puedo, en sus ojos. Es la pregunta que me ha estado rondando en la mente desde que me he levantado de la pesadilla. No, desde que hubo el funeral de Niniadis. No, realmente desde antes. Desde que hice volar por los aires la puerta de la casa de Arianne Brawn. O tal vez desde que empecé a seguirla por orden de los ministros —No me digas que sí porque me aprecias. Te lo estoy preguntando en serio. ¿Crees que alguien que trabaja como auror puede ser buena persona?— pregunto, de nuevo, seria, o todo lo seria que puedo estar por la cantidad de alcohol que llevo encima.
—No te preocupes, Riley. Estoy bien. Todo va bien— la sonrisa que le dedico es, sin embargo, clara indicadora de todo lo contrario. De que no estoy bien. Es una sonrisa ebria, que deja lugar a esa especie de tristeza que me llena, a esa incertidumbre. Otro suspiro y me remuevo, hasta quedarme abrazada a él, como quien abraza una almohada cuando se acomoda para echarse a dormir. Riley es una persona agradable. No solamente a nivel de personalidad. Son sus abrazos. Son protectores, son cariñosos, son cómodos. Agradables, vaya. Y ahora mismo son lo único que me aleja mínimamente de querer volver a agarrar la cerveza y seguir bebiendo. Porque, por Merlín, lo bien que sienta beber. Casi lo había olvidado… Y me alegro mucho de haber recuperado la sensación. Pocas cosas me calman tanto.
Pero lo que me ha dicho ha dejado en mi interior una inquietud. Porque quiere que le cuente qué me está pasando, y no podré esconderlo para siempre si sigue atormentándome así. Y por un momento me lo pregunto. Me lo pregunto de verdad. ¿Podría Riley ser de más ayuda que esas botellas? Porque nunca, jamás en la vida, ha habido nada que me ayudara más con mis problemas que el alcohol. Es un hecho. O tal vez no lo es, pero por lo menos en los últimos meses, años ya, siempre que he necesitado apoyo, dejar de pensar, dejar de preocuparme, abandonar sensaciones de ansiedad o tranquilizarme, el alcohol me ha dado todo lo que he necesitado. Eso y diversión. ¿Puede darme Riley todo eso? Supongo que me sorprendo a mí misma cuando pienso que creo que sí.
—¿Tú crees que soy buena persona?— pregunto, entonces, levantando mi mirada vidriosa para centrarla, como puedo, en sus ojos. Es la pregunta que me ha estado rondando en la mente desde que me he levantado de la pesadilla. No, desde que hubo el funeral de Niniadis. No, realmente desde antes. Desde que hice volar por los aires la puerta de la casa de Arianne Brawn. O tal vez desde que empecé a seguirla por orden de los ministros —No me digas que sí porque me aprecias. Te lo estoy preguntando en serio. ¿Crees que alguien que trabaja como auror puede ser buena persona?— pregunto, de nuevo, seria, o todo lo seria que puedo estar por la cantidad de alcohol que llevo encima.
Está allí, esa misma sonrisa que encontré hace unos meses ya caminando por las calles del Capitolio. Aún no había toque de queda en ese entonces y, aunque odio admitirlo, creía que eso ayudaba a Kenna a mantenerse sobria... Pero veo que no es así. Ahora ha necesitado hacerlo y estar encerrada en casa no la ha detenido. Puedo entender las ansias, las ganas de volar del mundo con algo tan sencillo como meter algo en tu cuerpo pero me duele verla de esa forma. Me pone a pensar que si alguien tan valiente y fuerte como ella ha caído ante la tentación ¿Qué me queda a mí que no estoy entrenado para soportar dolor? Sea lo que sea no está bien pero al menos no me rechaza, me abraza también y eso sirve para reconfortarme también... Porque aunque no lo sepa, yo también necesito un abrazo suyo ahora mismo.
Acaricio su cabello con suavidad hasta que se remueve un poco y hace una pregunta que tiene una sola respuesta. Abro los ojos como platos y sonrío ligeramente pues es como si me estuviesen preguntando si el sol emana calor - Kenna, eres una de las mejores personas que conozco - respondo al final con media sonrisa - Y no te lo digo porque te quiero, te lo digo porque me lo has demostrado todos los días desde que nos conocimos - agrego cambiando la palabra que ella ha usado.
Todos tenemos una mochila cargada de problemas que nos atormentan cada día, el pasado es lo que forma nuestra personalidad pero definitivamente no es lo que define si somos buenas o malas personas. En el camino la cagamos una y mil veces, a veces vidas se pierden por nuestros errores pero intentamos arreglarlo luego y eso es lo que importa ¿No? Cómo reaccionamos en el momento, lo que decimos o a quién lastimamos no debería importar siempre que lo hagamos mejor después. Nadie es perfecto y mucho menos en un mundo en dónde nuestras acciones no son nuestras, sino que estamos guiados por una serie de normas que dicen lo que está bien y lo que está mal.
- Sabes... Los aurores son lo más cercano a superhéroes que tenemos en el mundo - comienzo tomando el ejemplo pues aún le debo un traje con esa temática, que le dará el último toque para que lo sea con todas las reglas - Pero los héroes no son aquellos que salen a pelear con los malos todos los días, los que lanzan hechizos o pelean con los peores monstruos, eso puede hacerlo cualquiera con un poco valentía y estupidez - intento sacarle una sonrisa con esto último - Son héroes porque pase lo que pase se levantan al otro día y ponen el pecho a las balas una vez más - finalizo la idea acariciando su rostro. Daría cualquier cosa por quitar esos ojos de ebria que tiene, por ver los alegres, amplios y llenos de vida que me muestra cada día cuando hace bromas o simplemente sonríe.
Respiro profundo y la estrecho aún más pues necesito reconfortarme. Porque eso es algo que aprendí de mamá, me lo dijo un día a los 5 años pero a la inversa para que me quite la idea de ser agente de la paz y nunca pensé que lo aplicaría en la vida para darle ánimos a alguien... Pero sirve, creo que sirve, al menos a mis oídos suena convincente y por si las dudas, lo dejaré más claro - Eres una buena persona y conozco otros aurores que también lo son... ¿A qué viene la pregunta?
Acaricio su cabello con suavidad hasta que se remueve un poco y hace una pregunta que tiene una sola respuesta. Abro los ojos como platos y sonrío ligeramente pues es como si me estuviesen preguntando si el sol emana calor - Kenna, eres una de las mejores personas que conozco - respondo al final con media sonrisa - Y no te lo digo porque te quiero, te lo digo porque me lo has demostrado todos los días desde que nos conocimos - agrego cambiando la palabra que ella ha usado.
Todos tenemos una mochila cargada de problemas que nos atormentan cada día, el pasado es lo que forma nuestra personalidad pero definitivamente no es lo que define si somos buenas o malas personas. En el camino la cagamos una y mil veces, a veces vidas se pierden por nuestros errores pero intentamos arreglarlo luego y eso es lo que importa ¿No? Cómo reaccionamos en el momento, lo que decimos o a quién lastimamos no debería importar siempre que lo hagamos mejor después. Nadie es perfecto y mucho menos en un mundo en dónde nuestras acciones no son nuestras, sino que estamos guiados por una serie de normas que dicen lo que está bien y lo que está mal.
- Sabes... Los aurores son lo más cercano a superhéroes que tenemos en el mundo - comienzo tomando el ejemplo pues aún le debo un traje con esa temática, que le dará el último toque para que lo sea con todas las reglas - Pero los héroes no son aquellos que salen a pelear con los malos todos los días, los que lanzan hechizos o pelean con los peores monstruos, eso puede hacerlo cualquiera con un poco valentía y estupidez - intento sacarle una sonrisa con esto último - Son héroes porque pase lo que pase se levantan al otro día y ponen el pecho a las balas una vez más - finalizo la idea acariciando su rostro. Daría cualquier cosa por quitar esos ojos de ebria que tiene, por ver los alegres, amplios y llenos de vida que me muestra cada día cuando hace bromas o simplemente sonríe.
Respiro profundo y la estrecho aún más pues necesito reconfortarme. Porque eso es algo que aprendí de mamá, me lo dijo un día a los 5 años pero a la inversa para que me quite la idea de ser agente de la paz y nunca pensé que lo aplicaría en la vida para darle ánimos a alguien... Pero sirve, creo que sirve, al menos a mis oídos suena convincente y por si las dudas, lo dejaré más claro - Eres una buena persona y conozco otros aurores que también lo son... ¿A qué viene la pregunta?
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Su sorpresa ante mi pregunta parece genuina, sincera, y creo que eso me hace sentir un poco mejor. Y luego, cuando me dice que soy una de las mejores personas que conoce, noto como me animo todavía más. Además, un detalle que me llama la atención, es que no usa "apreciar", usa "querer". Y sonrío un poco. Porque yo también he terminado queriendo a este científico más de lo que jamás habría imaginado —Gracias...— susurro, porque realmente confío plenamente en que no me mentiría. No con algo así de importante, o así de trágico. Y en mi ebria mente, es la sensación más reconfortante que he vivido en mucho tiempo, por que me acurruco más todavía entre sus brazos.
Todo lo que dice luego de los aurores siendo héroes, sin embargo, vuelve a remover algo oscuro en mi estómago. Hace que me acuerde de las acciones que cometí. Todo menos heroicas, si se me permite la opinión. Porque intentar herir a alguien que huye no es heróico, ¿verdad? Cagarla en el proceso y herirla mortalmente, y luego observar su cuerpo desangrándose con la certeza de que nada de lo que hagas podrá cambiar eso... No. Definitivamente no es comportamiento de héroe. Más bien lo contrario. Pero hay en Riley una buena intención, tan buena fe, que no puedo hacer otra cosa que observarle con una sonrisa de agradecimiento y acariciar su nuca con cariño. Supongo que el alcohol tampoco me ayuda a poder pensar algo mejor para contestar. Pero me gustaría poder darle respuesta a eso. Decirle que no somos héroes. Que somos simples trabajadores a las órdenes del mandamás de turno. Solo que nuestro trabajo a veces incluye hacer cosas horribles.
Y cuando pide que a qué viene la pregunta, noto como mis ojos se inundan de lágrimas de un momento para otro. Y tal vez ahora no es por el hecho de que maté a una persona hace unos meses. Tal vez es por el miedo paralizante a que, cuando lo sepa, me mire con otros ojos. Me trate de forma distinta. Ya no me vea como una buena persona —Me da la impresión de que te voy a decepcionar como persona cuando lo diga— musito, con los ojos llorosos. Me separo de él un poco y me abrazo a mí misma, con algo de duda —¿Sabes que en estos meses han ido desapareciendo rostros de la lista de rebeldes y personas buscadas?— susurro —Una de ellas ya no está en esa lista por mí. Por mi culpa. La encontré en casa de una mujer a la que estaba vigilando por un encargo del Ministerio, y...— el nudo en el pecho se hace mayor a medida que lo cuento —Yo no quería. Te juro que no quería. Quería herirla para que no se escapara, pero... Pero murió. La maté, Riley. La maté— digo, mientras dos lágrimas resbalan por mis mejillas.
Trato de respirar hondo, notando como el efecto del alcohol va bajando mientras la ansiedad empieza a ocupar mi cuerpo. Aprieto mi estómago con ambas manos, apartando la mirada de él, con vergüenza —Se supone que los aurores tenemos que proteger a la gente, y sin embargo yo maté a esa mujer— digo, afectada —No soy mejor que ellos. No soy mejor que el hombre que puso el vídeo en el velatorio de Jamie Niniadis. Soy lo mismo, pero con un uniforme y poder— termino, con la autoestima enterrada a tres metros bajo tierra, con miedo a que esta revelación medio ebria haga que las cosas cambien.
Todo lo que dice luego de los aurores siendo héroes, sin embargo, vuelve a remover algo oscuro en mi estómago. Hace que me acuerde de las acciones que cometí. Todo menos heroicas, si se me permite la opinión. Porque intentar herir a alguien que huye no es heróico, ¿verdad? Cagarla en el proceso y herirla mortalmente, y luego observar su cuerpo desangrándose con la certeza de que nada de lo que hagas podrá cambiar eso... No. Definitivamente no es comportamiento de héroe. Más bien lo contrario. Pero hay en Riley una buena intención, tan buena fe, que no puedo hacer otra cosa que observarle con una sonrisa de agradecimiento y acariciar su nuca con cariño. Supongo que el alcohol tampoco me ayuda a poder pensar algo mejor para contestar. Pero me gustaría poder darle respuesta a eso. Decirle que no somos héroes. Que somos simples trabajadores a las órdenes del mandamás de turno. Solo que nuestro trabajo a veces incluye hacer cosas horribles.
Y cuando pide que a qué viene la pregunta, noto como mis ojos se inundan de lágrimas de un momento para otro. Y tal vez ahora no es por el hecho de que maté a una persona hace unos meses. Tal vez es por el miedo paralizante a que, cuando lo sepa, me mire con otros ojos. Me trate de forma distinta. Ya no me vea como una buena persona —Me da la impresión de que te voy a decepcionar como persona cuando lo diga— musito, con los ojos llorosos. Me separo de él un poco y me abrazo a mí misma, con algo de duda —¿Sabes que en estos meses han ido desapareciendo rostros de la lista de rebeldes y personas buscadas?— susurro —Una de ellas ya no está en esa lista por mí. Por mi culpa. La encontré en casa de una mujer a la que estaba vigilando por un encargo del Ministerio, y...— el nudo en el pecho se hace mayor a medida que lo cuento —Yo no quería. Te juro que no quería. Quería herirla para que no se escapara, pero... Pero murió. La maté, Riley. La maté— digo, mientras dos lágrimas resbalan por mis mejillas.
Trato de respirar hondo, notando como el efecto del alcohol va bajando mientras la ansiedad empieza a ocupar mi cuerpo. Aprieto mi estómago con ambas manos, apartando la mirada de él, con vergüenza —Se supone que los aurores tenemos que proteger a la gente, y sin embargo yo maté a esa mujer— digo, afectada —No soy mejor que ellos. No soy mejor que el hombre que puso el vídeo en el velatorio de Jamie Niniadis. Soy lo mismo, pero con un uniforme y poder— termino, con la autoestima enterrada a tres metros bajo tierra, con miedo a que esta revelación medio ebria haga que las cosas cambien.
Ni bien veo como sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas y se aparta de mí, siento que la conversación va a trasladarse a un nivel mucho más allá del que estoy acostumbrado a manejar. Hasta hace no mucho me habría quedado en silencio, ni siquiera habría sido capaz de darle un abrazo lo cual es mucho menos de lo que estoy haciendo ahora, sin embargo no sé cómo reaccionar de inmediato. Solo me llevo una mano al cabello y aparto mis ojos por un segundo para procesar las cosas. No debería sorprenderme, los policías mataban delincuentes si ellos intentaban escapar, luego lo hicieron los agentes de la paz y ¿Por qué no iban a hacerlo los aurores?
No justifico la violencia a ese punto, pero su tono de voz y mirada me hacen dar cuenta de que lo lamenta de verdad. Hay algo que recuerdo de cuando estaba intoxicado hasta no poder más y es que siempre decía la verdad, los sentimientos más profundos salían a flor de piel a veces a través de bromas o de forma directa pero aquel que me escuchaba podía estar seguro de que no lo estaba engañando. Eso veo ahora en Kenna. Puede que haya asesinado a alguien, pero está arrepentida y no lo disfruta para nada... Ni siquiera cree que sea su trabajo cuando en realidad lo es, así que no creo que la convierta en una mala persona.
- Hermann Richter planeó eso para sacar lo peor de nosotros, Jamie Niniadis envió bombas para matar a todos sin segundas oportunidades... Tú estás aquí llorando por haber matado a alguien sin haber tenido la intención de hacerlo, así que no te atrevas a compararte ni con el loco muggle ni con nadie - dejo salir al final dudando por un segundo si ir por un abrazo o no. No porque no quiera hacerlo, sino porque siento que le servirán más las palabras ahora mismo - Estaría preocupado si hubieses venido a cantarlo como una victoria de inmediato, pero no lo hiciste Kenna... No eres mala, solo cumpliste con tu deber y la situación se fue de las manos - completo la idea con un gesto apenado y estiro un brazo para tomarla de la mano - Nunca podrías decepcionarme, eres demasiado fantástica como para hacerlo.
No justifico la violencia a ese punto, pero su tono de voz y mirada me hacen dar cuenta de que lo lamenta de verdad. Hay algo que recuerdo de cuando estaba intoxicado hasta no poder más y es que siempre decía la verdad, los sentimientos más profundos salían a flor de piel a veces a través de bromas o de forma directa pero aquel que me escuchaba podía estar seguro de que no lo estaba engañando. Eso veo ahora en Kenna. Puede que haya asesinado a alguien, pero está arrepentida y no lo disfruta para nada... Ni siquiera cree que sea su trabajo cuando en realidad lo es, así que no creo que la convierta en una mala persona.
- Hermann Richter planeó eso para sacar lo peor de nosotros, Jamie Niniadis envió bombas para matar a todos sin segundas oportunidades... Tú estás aquí llorando por haber matado a alguien sin haber tenido la intención de hacerlo, así que no te atrevas a compararte ni con el loco muggle ni con nadie - dejo salir al final dudando por un segundo si ir por un abrazo o no. No porque no quiera hacerlo, sino porque siento que le servirán más las palabras ahora mismo - Estaría preocupado si hubieses venido a cantarlo como una victoria de inmediato, pero no lo hiciste Kenna... No eres mala, solo cumpliste con tu deber y la situación se fue de las manos - completo la idea con un gesto apenado y estiro un brazo para tomarla de la mano - Nunca podrías decepcionarme, eres demasiado fantástica como para hacerlo.
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Le miro a los ojos mientras habla. Y siento que es una roca. Que es mucho más fuerte de lo que cree, y que es fuerte para mí, que es lo que más necesito ahora mismo. Me mordisqueo el interior de la mejilla con cierto nerviosismo, escuchando cada una de sus palabras, sintiéndome muy, muy cerca de desmoronarme. Pero encontrando en él el apoyo que necesito ahora mismo. Escucho, aliviada, cómo me dice que no soy mala. Que hacía mi trabajo. Porque es lo que llevo repitiéndome a mí misma desde que pasó todo eso, pero luego las imágenes de la sangre, de la mirada vacía de la mujer, sus últimas palabras... Todo eso siempre pesa más. Pero Riley opina lo mismo. Y yo confío en él. Con mi vida.
Cuando me toma la mano enlazo mis dedos con los suyos y sonrío un poco, agradecida, cuando asegura que jamás podría decepcionarle. Y que realmente crea que soy demasiado fantástica como para hacerlo es lo más bonito que podría haberme dicho ahora mismo. Me acurruco junto a él, apoyando mi cabeza en su pecho, y cierro los ojos —Gracias, Riley. De verdad— le susurro. El efecto del alcohol sigue diluyéndose poco a poco, y después de haber llorado y hablado ya no me siento tan ebria como un rato atrás, cuando me ha quitado el botellín que estaba bebiendo. Seguramente, sin él aquí, habría seguido bebiendo hasta que se hiciera de día, me habría dormido con olor a alcohol y no me habría despertado de nuevo hasta la tarde.
Separo mi cabeza de su pecho, entonces, y con el dorso de la mano me seco las lágrimas que mojaban mis mejillas. Respiro hondo, notando como la ansiedad que había atacado mi cuerpo se aleja poco a poco, y miro a los ojos a mi compañero —Perdona por... Por esto. No tendría que haberlo hecho. Estaba ansiosa, no podía dormir y tampoco quería molestarte, y... Y era el remedio que conozco más. Lo siento. Y gracias por hablar conmigo de esto, sé... Sé que no es el mejor plan nocturno del mundo— le digo, sincera. Porque sé cuál es su relación con toda sustancia que pueda resultar adictiva. Y soy consciente de que el alcohol lo es, aunque yo no tenga un problema de consumo. Tal vez antes lo tenía, pero ya no. Sin apartar la mirada de sus ojos sonrío un poco —Debí de ser muy buena persona en otra vida para merecer tenerte conmigo— le susurro, acariciándole la mejilla suavemente, antes de volver a abrazarle, con fuerza.
Cuando me toma la mano enlazo mis dedos con los suyos y sonrío un poco, agradecida, cuando asegura que jamás podría decepcionarle. Y que realmente crea que soy demasiado fantástica como para hacerlo es lo más bonito que podría haberme dicho ahora mismo. Me acurruco junto a él, apoyando mi cabeza en su pecho, y cierro los ojos —Gracias, Riley. De verdad— le susurro. El efecto del alcohol sigue diluyéndose poco a poco, y después de haber llorado y hablado ya no me siento tan ebria como un rato atrás, cuando me ha quitado el botellín que estaba bebiendo. Seguramente, sin él aquí, habría seguido bebiendo hasta que se hiciera de día, me habría dormido con olor a alcohol y no me habría despertado de nuevo hasta la tarde.
Separo mi cabeza de su pecho, entonces, y con el dorso de la mano me seco las lágrimas que mojaban mis mejillas. Respiro hondo, notando como la ansiedad que había atacado mi cuerpo se aleja poco a poco, y miro a los ojos a mi compañero —Perdona por... Por esto. No tendría que haberlo hecho. Estaba ansiosa, no podía dormir y tampoco quería molestarte, y... Y era el remedio que conozco más. Lo siento. Y gracias por hablar conmigo de esto, sé... Sé que no es el mejor plan nocturno del mundo— le digo, sincera. Porque sé cuál es su relación con toda sustancia que pueda resultar adictiva. Y soy consciente de que el alcohol lo es, aunque yo no tenga un problema de consumo. Tal vez antes lo tenía, pero ya no. Sin apartar la mirada de sus ojos sonrío un poco —Debí de ser muy buena persona en otra vida para merecer tenerte conmigo— le susurro, acariciándole la mejilla suavemente, antes de volver a abrazarle, con fuerza.
El contacto de su cuerpo contra mi pecho, su mano entrelazando la mía, todo se siente como la caricia que necesito para sentirme mejor, para sabre que todo estará bien. Porque puede que ahora Kenna esté ebria y abriendo su corazón frente a un trauma que vivió hace no mucho pero aún a sí sirve de pilar para no desmoronarme ahora mismo por lo que me está ocurriendo a mí. Ponerse a pensar en los problemas de los demás ayuda y de alguna forma, controla los míos propios... Que en realidad no son problemas, solo es dolor, el más puro y natural de los dolores.
- Ya van a ser cinco meses que vivimos juntos... ¿Aún no notas que no me molestas para nada? - intento hacerla sonreír mientras acaricio su rostro - Quizás no sea tan reconfortante como eso, tal vez no puedo hacer olvidar pero déjame ser tu remedio ¿Si? Quiero ayudarte cada vez que pueda, no importa la hora, no importa el lugar - pido inclinando mi cabeza para buscar sus ojos... y luego sus labios. Pero no hago nada, solo los observo por una milésima de segundo y me digo a mi mismo que no es lo que necesitamos ahora. Aunque son motivaciones distintas, quiero besarla para transmitirle mi sentimiento de que todo va a estar bien, si eso es que tiene sentido.
Acaricio su espalda cuando vuelve a abrazarme y sonrío con sus palabras. Yo también soy afortunado al tenerla pero no creo en vidas pasadas así que creo que nada más me he sacado la lotería con su compañía. Es el destino, no puede ser otra cosa ¿Sino cómo es que la encontré aquel día en la calle? Desde entonces se ha convertido en parte importante, alguien a quien quiero y a quien podría perder como me está pasando últimamente.
Entonces las lágrimas empiezan a correr, lloro como debería haberlo hecho cuando leí el mensaje y la molestia en mi pecho se convierte en un vacío que solo puedo parchear ocultando mi rostro en el cuello de la auror, teniéndola lo más cerca que la física me lo permite - Solo no me dejes tú también... No puedo con más pérdidas, mi mamá...
- Ya van a ser cinco meses que vivimos juntos... ¿Aún no notas que no me molestas para nada? - intento hacerla sonreír mientras acaricio su rostro - Quizás no sea tan reconfortante como eso, tal vez no puedo hacer olvidar pero déjame ser tu remedio ¿Si? Quiero ayudarte cada vez que pueda, no importa la hora, no importa el lugar - pido inclinando mi cabeza para buscar sus ojos... y luego sus labios. Pero no hago nada, solo los observo por una milésima de segundo y me digo a mi mismo que no es lo que necesitamos ahora. Aunque son motivaciones distintas, quiero besarla para transmitirle mi sentimiento de que todo va a estar bien, si eso es que tiene sentido.
Acaricio su espalda cuando vuelve a abrazarme y sonrío con sus palabras. Yo también soy afortunado al tenerla pero no creo en vidas pasadas así que creo que nada más me he sacado la lotería con su compañía. Es el destino, no puede ser otra cosa ¿Sino cómo es que la encontré aquel día en la calle? Desde entonces se ha convertido en parte importante, alguien a quien quiero y a quien podría perder como me está pasando últimamente.
Entonces las lágrimas empiezan a correr, lloro como debería haberlo hecho cuando leí el mensaje y la molestia en mi pecho se convierte en un vacío que solo puedo parchear ocultando mi rostro en el cuello de la auror, teniéndola lo más cerca que la física me lo permite - Solo no me dejes tú también... No puedo con más pérdidas, mi mamá...
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Es, definitivamente, la persona más tierna que conoceré jamás. Sonrío mientras sus dedos acarician mi mejilla. Mientras me dice que no le molesto para nada. No me pasa desapercibida la mirada que dirige a mis labios. Y siento un cosquilleo en la base del estómago, uno muy agradable. Si la situación fuera otra ahora mismo, le buscaría. Pero hablar con él está siendo mucho más reconfortante de lo que podría ser un beso. Y puedo quedarme con eso por ahora.
Disfruto de las caricias que va dejando en mi espalda y me quedo abrazándole antes de hablar —Suena genial eso, Riley. Quiero que seas mi remedio— sonrío un poco. Porque la sensación de saber que esta persona va a estar a mi lado cueste lo que cueste, pase lo que pase, me da una nueva perspectiva entera. Una nueva forma de afrontar el mundo. La certeza de saber que, pase lo que pase, no voy a estar sola —Pero esto tiene que ser mutuo. Yo también quiero ayudarte sin importar el lugar ni la hora— susurro, acariciando su nuca suavemente. Porque Riley se ha convertido, poco a poco, en una de mis prioridades en la vida. Tal vez porque su bienestar es espejo del mío. Saber que esta bien me hace estar bien a mí.
Tal vez por eso siento de repente una oscuridad dentro que no esperaba. Porque llora. Y ver a Riley llorar... Bueno. Hay pocas cosas capaces de romperme más el corazón —¿Riley...?— porque me pide que no le deje. Que no le deje “yo también”. Y menciona a su madre. Le abrazo con fuerza, firme, sintiendo como un cubo de agua fría encima —Riley... ¿Qué ha pasado?— pregunto, con la voz ahogada, porque habla de pérdida. Y si realmente le ha pasado algo a su madre y, encima, ha tenido que levantarse a hacerse cargo de mí y de mí alcohol... Entonces debo de ser la peor persona del mundo. Mierda.
Disfruto de las caricias que va dejando en mi espalda y me quedo abrazándole antes de hablar —Suena genial eso, Riley. Quiero que seas mi remedio— sonrío un poco. Porque la sensación de saber que esta persona va a estar a mi lado cueste lo que cueste, pase lo que pase, me da una nueva perspectiva entera. Una nueva forma de afrontar el mundo. La certeza de saber que, pase lo que pase, no voy a estar sola —Pero esto tiene que ser mutuo. Yo también quiero ayudarte sin importar el lugar ni la hora— susurro, acariciando su nuca suavemente. Porque Riley se ha convertido, poco a poco, en una de mis prioridades en la vida. Tal vez porque su bienestar es espejo del mío. Saber que esta bien me hace estar bien a mí.
Tal vez por eso siento de repente una oscuridad dentro que no esperaba. Porque llora. Y ver a Riley llorar... Bueno. Hay pocas cosas capaces de romperme más el corazón —¿Riley...?— porque me pide que no le deje. Que no le deje “yo también”. Y menciona a su madre. Le abrazo con fuerza, firme, sintiendo como un cubo de agua fría encima —Riley... ¿Qué ha pasado?— pregunto, con la voz ahogada, porque habla de pérdida. Y si realmente le ha pasado algo a su madre y, encima, ha tenido que levantarse a hacerse cargo de mí y de mí alcohol... Entonces debo de ser la peor persona del mundo. Mierda.
Va a poder cumplir con su parte mucho antes de lo que seguramente esperaba porque la necesito ahora mismo, necesito de su abrazo y que me asegure que no morirá como lo hizo mi padre y como acaba de hacerlo mi madre. No puede hacerlo porque sería muchísimo peor, Kenna es buena conmigo y eso hace que esté más arriba en el nivel de aprecio. Helena fue de lo peor, pero no importa qué, era mi madre y mi amor hacia ella no tiene lógica ni explicación alguna. Ni yo entiendo por qué me duele pero lo hace y espero que Kenna ya se encuentre lo suficientemente mejor como para comprenderlo y brindarme algo de apoyo.
Me tomo unos segundos para recuperar la voz y poder explicar lo ocurrido. Terminó como mucho de nosotros en el hospital luego del funeral, la diferencia es que ella se quedó mucho más tiempo y no pudo salir de allí - Estaba demasiado mal cuando llegó al hospital, su atacante fue dura con ella - explico con la frente apoyada en su hombro, no puedo ver mucho en la oscuridad pero es lo que necesito, no ver y no sentir nada más que el tacto de la joven a mi lado - Me desperté hace un rato y ví el mensaje, dejó de luchar - termino tragando saliva para bajar el nudo en la garganta y así recuperar la respiración, pero no puedo hacerlo, siento como si tuviese un yunque sobre mi pecho impidiéndome la entrada de aire.
- Sabía que ocurriría pero... En diciembre fue papá y ahora ella, pensé que las cosas iban a mejorar entre nosotros ahora que no lo teníamos a él pero no pudimos hacerlo - antes era una esclava de las decisiones del hombre. Sé que me trataba así por órdenes suyas o al menos es lo que elijo creer, porque no puedo odiarlos a ambos, menos ahora que ya no los tengo - No tenía un familia feliz, Kenna, pero una disfuncional es mejor que no tener ninguna en absoluto - dejo salir y me aparto un segundo para observarla - Lo siento... - porque ella tiene sus propios problemas ahora - ¿Crees que puedas acompañarme al hospital? No quiero hacerlo solo.
Me tomo unos segundos para recuperar la voz y poder explicar lo ocurrido. Terminó como mucho de nosotros en el hospital luego del funeral, la diferencia es que ella se quedó mucho más tiempo y no pudo salir de allí - Estaba demasiado mal cuando llegó al hospital, su atacante fue dura con ella - explico con la frente apoyada en su hombro, no puedo ver mucho en la oscuridad pero es lo que necesito, no ver y no sentir nada más que el tacto de la joven a mi lado - Me desperté hace un rato y ví el mensaje, dejó de luchar - termino tragando saliva para bajar el nudo en la garganta y así recuperar la respiración, pero no puedo hacerlo, siento como si tuviese un yunque sobre mi pecho impidiéndome la entrada de aire.
- Sabía que ocurriría pero... En diciembre fue papá y ahora ella, pensé que las cosas iban a mejorar entre nosotros ahora que no lo teníamos a él pero no pudimos hacerlo - antes era una esclava de las decisiones del hombre. Sé que me trataba así por órdenes suyas o al menos es lo que elijo creer, porque no puedo odiarlos a ambos, menos ahora que ya no los tengo - No tenía un familia feliz, Kenna, pero una disfuncional es mejor que no tener ninguna en absoluto - dejo salir y me aparto un segundo para observarla - Lo siento... - porque ella tiene sus propios problemas ahora - ¿Crees que puedas acompañarme al hospital? No quiero hacerlo solo.
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No puedo evitarlo. Siento que mis ojos se inundan de lágrimas mientras habla sobre lo que ha pasado. Porque creo que no hay cosa más devastadora en el universo que verle mal. Que verle triste. Envuelvo su cuerpo con mis brazos, queriendo que se sienta protegido en todo momento, y escucho sus palabras mientras respiro hondo. Es como una jarra de agua fría, y realmente noto que el efecto del alcohol se está yendo de golpe. Su madre. Mierda —Riley... Lo siento mucho— susurro, afectada, acariciándole el pelo.
Pero sé que las caricias no harán nada. Ni cualquier cosa que pueda decirle yo ahora. Porque sé lo que es perder una madre. Y el vacío que ocupa tu pecho, todo eso... No tiene solución. Solamente el tiempo y los buenos recuerdos que puedas ir acumulando, recuerdos con los que ir llenando ese vacío, ayudan a que, poco a poco, ya no te quemen los ojos con lágrimas luchando por salir cada vez que alguien menciona a "mamá". Supongo que es por todo el dolor que siento en él sumado al mío propio que, cuando me pide que le acompañe al hospital, asiento rápidamente —Por Merlín, Riley, claro que sí— digo, como si me hubiera preguntado si el agua moja, o cualquier otra obviedad.
Me levanto del sofá rápidamente. El alcohol me tiene un poco mareada, pero la mente ya la noto más clara. Me parece que nada en mi cuerpo permitiría que fuese incapaz de gestionar la situación. Riley me necesita, y no puedo decepcionarle. Porque, aunque él diga lo contrario, yo sé que con algo así, si la cagara... Bueno, seguro que podría llegar a odiarme. Pero no dejaré que pase —Vamos cuando quieras. Tal vez quieras ducharte antes, o... Bueno, tendríamos que vestirnos— digo, todavía afectada. Respiro hondo y miro a mi compañero a los ojos. Porque me duele saber que está sufriendo. La gente como él no tendría que poder sufrir nunca —Pero antes... Ven aquí— le susurro, abriendo mis brazos hacia él. le abrazo, apoyando la cabeza contra su hombro, queriendo que sienta que de verdad no está solo en nada de esto. Que me tiene. Que me tiene de verdad.
Pero sé que las caricias no harán nada. Ni cualquier cosa que pueda decirle yo ahora. Porque sé lo que es perder una madre. Y el vacío que ocupa tu pecho, todo eso... No tiene solución. Solamente el tiempo y los buenos recuerdos que puedas ir acumulando, recuerdos con los que ir llenando ese vacío, ayudan a que, poco a poco, ya no te quemen los ojos con lágrimas luchando por salir cada vez que alguien menciona a "mamá". Supongo que es por todo el dolor que siento en él sumado al mío propio que, cuando me pide que le acompañe al hospital, asiento rápidamente —Por Merlín, Riley, claro que sí— digo, como si me hubiera preguntado si el agua moja, o cualquier otra obviedad.
Me levanto del sofá rápidamente. El alcohol me tiene un poco mareada, pero la mente ya la noto más clara. Me parece que nada en mi cuerpo permitiría que fuese incapaz de gestionar la situación. Riley me necesita, y no puedo decepcionarle. Porque, aunque él diga lo contrario, yo sé que con algo así, si la cagara... Bueno, seguro que podría llegar a odiarme. Pero no dejaré que pase —Vamos cuando quieras. Tal vez quieras ducharte antes, o... Bueno, tendríamos que vestirnos— digo, todavía afectada. Respiro hondo y miro a mi compañero a los ojos. Porque me duele saber que está sufriendo. La gente como él no tendría que poder sufrir nunca —Pero antes... Ven aquí— le susurro, abriendo mis brazos hacia él. le abrazo, apoyando la cabeza contra su hombro, queriendo que sienta que de verdad no está solo en nada de esto. Que me tiene. Que me tiene de verdad.
Observo como se levanta y tardo unos segundos en tomar una decisión sobre lo que me propone. Demonios, es algo sencillo pero nada me parece completamente correcto. No puedo ir al hospital hecho un desastre como ahora, me gustaría un baño para poder ir con la mente despejada pero, siendo completamente honesto, lo que en verdad quiero es acostarme en la cama envuelto en un abrazo de Kenna, dejar que pasen los minutos hasta poder conciliar el sueño y lidiar con todo ésto cuando el sol esté en lo más alto. Porque no puedo hacerlo ahora, necesito unas horas para juntar fuerzas y hacer frente a lo que viene, pero no es una opción.
No digo nada de inmediato, nada más me levanto y arrastro los pies hasta ella para poder reunirme en su abrazo. Las lágrimas comienzan a correr nuevamente y los espasmos en mi pecho me obligan a largar el dolor en forma de sollozos, nunca los había tenido, con papá fueron nada más que lágrimas - La voy a extrañar Kenna, mucho - dejo salir aun sin soltarla, no quiero hacerlo, quiero quedarme así para siempre pues al lado suyo sé que el dolor no podrá empeorar, de hecho desaparecerá y las cosas serán mejores, la necesito cerca y se lo diré cuando la situación sea más adecuada.
Suelto uno de mis brazos y con la mano limpio las lágrimas de mi rostro - Creo que me daré una ducha antes de ir - decido al final logrando controlar el movimiento convulsivo de mi pecho - Gracias por venir conmigo - agradezco con una sonrisa y me quito las ganas de besar sus labios, de forma suave y corta pero que se siente como un arcoíris en medio de la tormenta - Estaré listo en unos minutos.
No digo nada de inmediato, nada más me levanto y arrastro los pies hasta ella para poder reunirme en su abrazo. Las lágrimas comienzan a correr nuevamente y los espasmos en mi pecho me obligan a largar el dolor en forma de sollozos, nunca los había tenido, con papá fueron nada más que lágrimas - La voy a extrañar Kenna, mucho - dejo salir aun sin soltarla, no quiero hacerlo, quiero quedarme así para siempre pues al lado suyo sé que el dolor no podrá empeorar, de hecho desaparecerá y las cosas serán mejores, la necesito cerca y se lo diré cuando la situación sea más adecuada.
Suelto uno de mis brazos y con la mano limpio las lágrimas de mi rostro - Creo que me daré una ducha antes de ir - decido al final logrando controlar el movimiento convulsivo de mi pecho - Gracias por venir conmigo - agradezco con una sonrisa y me quito las ganas de besar sus labios, de forma suave y corta pero que se siente como un arcoíris en medio de la tormenta - Estaré listo en unos minutos.
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