OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Hace algunos años...
Jamás hubiese creído que robar algo tan simple como una computadora me traería tantos problemas, siento que estoy corriendo hace siglos y las piernas ya no me dan más. Uno creería que los aurores serían capaces de aparecerse o derribarme de un hechizo pero no lo hacen, demonios, no les doy la oportunidad. Soy una persona sin magia en un mundo dominado por los que la tienen, así que tengo que hacer uso de mis mejores armas, las más básicas, para sobrevivir cada día y tener un poco para comer... Y también información que vender y secretos que garanticen mi seguridad si algún día me atrapan, porque lo harán, de eso estoy seguro. Puede que el cuerpo de seguridad sea un desastre ahora mismo, pero algún día mejorarán, o yo me pondré demasiado viejo para correr de ellos por kilómetros.
Me odiarán por sonreírles con la computadora bajo el brazo mientras sigo corriendo, pero lo hago de todas formas para saborear el momento. Se ha convertido en una especie de deporte a lo largo de los años, uno que vengo ganando maravillosamente. Pero no todo está a mi favor pues una lluvia horrenda se desata sobre nuestras cabezas y hago lo posible por proteger la portatil que tengo entre mis brazos. Doblo una esquina y luego otra hasta que logro perderlos de una vez por todas. No soy idiota, no entro al primer edificio que veo, sino que doy un par de vueltas más antes de encontrar refugio.
Me tomo unos segundos para recuperar el aire, me queman los pulmones y siento sabor a sangre en la boca, pero aún así estoy satisfecho con mi botín, mojado botín que espero que se seque porque sino todo habrá sido en vano. Ni siquiera sé lo que hay en el disco rígido, pero debe ser importante si me siguieron de esa forma. Eso o un montón de fotos comprometedoras que los hará quedar en ridículo y alegrarán mi tarde.
Conozco el doce como la palma de mi mano, así que no me cuesta encontrar un departamento que sé con seguridad que estará vacío. Cierro la puerta detrás de mí y me dejo caer en un mugroso sofá que se nota que no ha sentido un trasero en siglos - Creo que necesito arroz para tí ¿No crees? Para atraer a los chinos y que te reparen - murmuro con un mueca mientras doy vueltas al aparato. Me detengo luego de un segundo porque escucho pasos dentro del lugar así que me paro de un salto - ¿Quién está ahí? - pregunto poniéndome en guardia, una muy patética pero que espero que sea suficiente.
Jamás hubiese creído que robar algo tan simple como una computadora me traería tantos problemas, siento que estoy corriendo hace siglos y las piernas ya no me dan más. Uno creería que los aurores serían capaces de aparecerse o derribarme de un hechizo pero no lo hacen, demonios, no les doy la oportunidad. Soy una persona sin magia en un mundo dominado por los que la tienen, así que tengo que hacer uso de mis mejores armas, las más básicas, para sobrevivir cada día y tener un poco para comer... Y también información que vender y secretos que garanticen mi seguridad si algún día me atrapan, porque lo harán, de eso estoy seguro. Puede que el cuerpo de seguridad sea un desastre ahora mismo, pero algún día mejorarán, o yo me pondré demasiado viejo para correr de ellos por kilómetros.
Me odiarán por sonreírles con la computadora bajo el brazo mientras sigo corriendo, pero lo hago de todas formas para saborear el momento. Se ha convertido en una especie de deporte a lo largo de los años, uno que vengo ganando maravillosamente. Pero no todo está a mi favor pues una lluvia horrenda se desata sobre nuestras cabezas y hago lo posible por proteger la portatil que tengo entre mis brazos. Doblo una esquina y luego otra hasta que logro perderlos de una vez por todas. No soy idiota, no entro al primer edificio que veo, sino que doy un par de vueltas más antes de encontrar refugio.
Me tomo unos segundos para recuperar el aire, me queman los pulmones y siento sabor a sangre en la boca, pero aún así estoy satisfecho con mi botín, mojado botín que espero que se seque porque sino todo habrá sido en vano. Ni siquiera sé lo que hay en el disco rígido, pero debe ser importante si me siguieron de esa forma. Eso o un montón de fotos comprometedoras que los hará quedar en ridículo y alegrarán mi tarde.
Conozco el doce como la palma de mi mano, así que no me cuesta encontrar un departamento que sé con seguridad que estará vacío. Cierro la puerta detrás de mí y me dejo caer en un mugroso sofá que se nota que no ha sentido un trasero en siglos - Creo que necesito arroz para tí ¿No crees? Para atraer a los chinos y que te reparen - murmuro con un mueca mientras doy vueltas al aparato. Me detengo luego de un segundo porque escucho pasos dentro del lugar así que me paro de un salto - ¿Quién está ahí? - pregunto poniéndome en guardia, una muy patética pero que espero que sea suficiente.
Estoy cansada de estar sentada en la terraza mirando la pobreza del distrito doce, esperando al imbécil de Constantine que me tiene citándome de un lado al otro en estos días y más de una vez se le ha ocurrido darme un plantón, sabiendo que a la larga empezará a ser sospechoso que esté merodeando en estos distritos. Claro que él no podría ir al seis, mucho menos acercarse a la puerta de mi casa si no quiere que Mohini le rompa una sartén en la cabeza, que lo último que querría mi madre es ver a cualquiera de los amigos que alentaron a mi padre en esas ideas que lo llevaron a un ataúd. Constantine como la peor de esas influencias, si es que su presencia a veces me pone en puntas los pelos de la nuca y si lo sigo es porque sabe cómo convencerme. Salta de una indicación a otra de las que me hace, intercalando recuerdos de mi padre que impiden que le dé la espalda por hartarme de esto.
Bajo de la terraza por una escalera interna del edificio y en uno de los pisos superiores encuentro la puerta donde queda la sombra de un cinco y una letra efe, la empujo de mala gana para caminar en una sala desolada de muebles rotos que llegué a conocer lo suficiente como para andar a oscuras, tanteando las paredes. Me tiro en el sillón que tiene una herida que atraviesa la tela y deja fuera mucho de su relleno. Es cómodo a su manera, el problema suele ser los bichos que se trepan por la piel. Ato todo mi cabello en un rodete sobre mi nuca para que no se metan allí. Puedo ver el cielo de este distrito a través de la ventana de la que solo queda el marco, estoy lejos de dormirme pese a que me paso minutos mirando a la nada y por eso puedo escuchar el revuelo que sube por las escaleras.
Salto del sillón para buscar mi varita en el pantalón y cambio de idea, porque nunca es bueno mostrarse como bruja por estos territorios. Tomo lo primero que encuentro y es un jarrón de bordes resquebrajados puesto sobre una chimenea que no funciona. Me escondo en uno de los huecos oscuros de la habitación, desde donde puedo ver a la sombra que entra tumbarse en el mismo sillón que ocupé hace unos minutos. Cometo el error de querer moverme para acortar la distancia con la puerta por si tengo que huir precipitadamente y su pregunta directa me detiene en seco. Reacciono de la única manera que sé. El jarrón cruza el aire hacia él con la intención de darle en la cabeza y la poca luz que entra por la ventana me deja a la vista. —¡Fuera, ratero! ¡Yo encontré primera este sitio!
Bajo de la terraza por una escalera interna del edificio y en uno de los pisos superiores encuentro la puerta donde queda la sombra de un cinco y una letra efe, la empujo de mala gana para caminar en una sala desolada de muebles rotos que llegué a conocer lo suficiente como para andar a oscuras, tanteando las paredes. Me tiro en el sillón que tiene una herida que atraviesa la tela y deja fuera mucho de su relleno. Es cómodo a su manera, el problema suele ser los bichos que se trepan por la piel. Ato todo mi cabello en un rodete sobre mi nuca para que no se metan allí. Puedo ver el cielo de este distrito a través de la ventana de la que solo queda el marco, estoy lejos de dormirme pese a que me paso minutos mirando a la nada y por eso puedo escuchar el revuelo que sube por las escaleras.
Salto del sillón para buscar mi varita en el pantalón y cambio de idea, porque nunca es bueno mostrarse como bruja por estos territorios. Tomo lo primero que encuentro y es un jarrón de bordes resquebrajados puesto sobre una chimenea que no funciona. Me escondo en uno de los huecos oscuros de la habitación, desde donde puedo ver a la sombra que entra tumbarse en el mismo sillón que ocupé hace unos minutos. Cometo el error de querer moverme para acortar la distancia con la puerta por si tengo que huir precipitadamente y su pregunta directa me detiene en seco. Reacciono de la única manera que sé. El jarrón cruza el aire hacia él con la intención de darle en la cabeza y la poca luz que entra por la ventana me deja a la vista. —¡Fuera, ratero! ¡Yo encontré primera este sitio!
No sé de dónde ni tampoco sé cómo, pero un jarrón viene volando en mi dirección y veo como única alternativa el dejarme caer en el sofá para que la cerámica no impacte sobre mi rostro. De las sombras sale una adolescente loca que empieza a reclamar el departamento y a llamarme ratero, lo cual solo hace que largue una enorme carcajada - Bueno, bueno, bueno... ¿Qué tenemos por aquí? - pregunto mirándola de arriba a abajo desde mi posición, acostado muy cómodamente en el sillón.
Tomo aire y me levanto con un quejido para ir caminando hacia ella. Es una enana que lanza jarrones así que no representa una gran amenaza. De ser bruja me habría atacado con un abracadabra ¿No? Estoy seguro de que hasta Jenny podría darle una paliza si quisiera, esa niña es un terremoto andante y a cada visita siento que ha crecido un metro desde la anterior. Niños... No puedo recordar si yo también pegaba esos estirones, creo que no porque al final no terminé siendo muy alto.
- Estás en mi reino ¿Lo sabes? El doce es mío así que no tienes derecho sobre éste sillón, sobre éste suelo ni sobre nada - agrego mirándola con severidad - ¿Quién eres, de todas formas? No te he visto nunca y se vé que sabes causar primeras impresiones - pregunto caminando de un lado a otro de la habitación. Quizás pueda retenerla aquí hasta asegurarme de que los aurores no vendrán, no hace falta ser el más rápido de la habitación, sino correr más rápido que el más lento. Sí, la usaré de escudo de necesitarla - Para que veas que estamos en buenos términos pese a tu desagradable saludo, me presentaré... Soy Martin King, un placer.
Tomo aire y me levanto con un quejido para ir caminando hacia ella. Es una enana que lanza jarrones así que no representa una gran amenaza. De ser bruja me habría atacado con un abracadabra ¿No? Estoy seguro de que hasta Jenny podría darle una paliza si quisiera, esa niña es un terremoto andante y a cada visita siento que ha crecido un metro desde la anterior. Niños... No puedo recordar si yo también pegaba esos estirones, creo que no porque al final no terminé siendo muy alto.
- Estás en mi reino ¿Lo sabes? El doce es mío así que no tienes derecho sobre éste sillón, sobre éste suelo ni sobre nada - agrego mirándola con severidad - ¿Quién eres, de todas formas? No te he visto nunca y se vé que sabes causar primeras impresiones - pregunto caminando de un lado a otro de la habitación. Quizás pueda retenerla aquí hasta asegurarme de que los aurores no vendrán, no hace falta ser el más rápido de la habitación, sino correr más rápido que el más lento. Sí, la usaré de escudo de necesitarla - Para que veas que estamos en buenos términos pese a tu desagradable saludo, me presentaré... Soy Martin King, un placer.
El resoplido que suelto por su desparpajo mueve los mechones que caen sobre mi rostro, salidos del rodete que se sostiene inestable sobre mi coronilla. Con mi postura en tensión como si estuviera a punto de sacar otro jarrón de la nada para lanzárselo si es que se atreve a acercarse, procuro mostrarme lo suficientemente intimidante como para que descarte esa idea si es que la tiene. No parece ser así, porque la atención que me presta es la misma que se dedica a un gnomo molesto que pica en los tobillos, y al menos, me gustaría que se aprecie mi intento de dar pelea, porque su indiferencia me suena a subestimación. No me gusta nada que así sea, ya estoy buscando qué otra cosa arrojarle cuando su discurso arrogante me saca una carcajada de burla.
Pongo las manos en mis caderas para darme la autoridad que creo que me corresponde con todo mi metro y medio, a la espera de que termine esa sarta de tonterías a las que respondo en el mismo tono, si hasta me llevo una mano al pecho para hacer de mi presentación similar a la ceremonia que fue la suya. —No voy a pedir disculpas por haberme defendido a la invasión repentina de mi refugio, y que me digas que este es tu reino no es excusa para tu falta de modales con las visitas— me muestro todo lo que digna que puedo, como Mohini me ha enseñado en esas clases de cómo debe comportarse adecuadamente una señorita, que abandonamos después de unos primeros intentos que no resultó para ninguna. —Yo soy la embajadora de un mundo no muy lejano a este— me mofo, que si quiere títulos de honor, puedo inventar un montón, si es que imaginación me sobra y lo he demostrado en secundar a mi mejor amigo con todos sus proyectos de ciencias hasta nuestra graduación, que no fue hace mucho. —Soy Lara, por cierto. No es un placer conocerte— aclaro.
Pongo las manos en mis caderas para darme la autoridad que creo que me corresponde con todo mi metro y medio, a la espera de que termine esa sarta de tonterías a las que respondo en el mismo tono, si hasta me llevo una mano al pecho para hacer de mi presentación similar a la ceremonia que fue la suya. —No voy a pedir disculpas por haberme defendido a la invasión repentina de mi refugio, y que me digas que este es tu reino no es excusa para tu falta de modales con las visitas— me muestro todo lo que digna que puedo, como Mohini me ha enseñado en esas clases de cómo debe comportarse adecuadamente una señorita, que abandonamos después de unos primeros intentos que no resultó para ninguna. —Yo soy la embajadora de un mundo no muy lejano a este— me mofo, que si quiere títulos de honor, puedo inventar un montón, si es que imaginación me sobra y lo he demostrado en secundar a mi mejor amigo con todos sus proyectos de ciencias hasta nuestra graduación, que no fue hace mucho. —Soy Lara, por cierto. No es un placer conocerte— aclaro.
En todo momento mantengo mi oído alerta por si los aurores deciden hacer su entrada. De verdad me gustaría que fuese como antaño en el que los cuerpo de justicia llegaban causando un alboroto por la calle, como si quisieran que los bandidos supiesen que estaban en camino para así salir corriendo. Tengo la teoría de que definitivamente ese era el caso, pero lamentablemente ya no ocurre. Tengo entendido que los entrenan en sigilo y camuflaje así que los que estamos del otro lado de la ley tenemos que entrenar también, solo que en desconfianza y estar en alerta permanente.
Pongo los ojos en blanco al escuchar su respuesta y luego me cruzo de brazos - Decídete ¿Es tu refugio o eres la visita? - pregunto con las cejas en alto ya perdiendo la paciencia con ésta conversación. Me gustaría saber si la tendré dando vueltas por el 12 por mucho tiempo más, pero no se lo preguntaré pues mi trabajo es dejarle en claro que quedarse no es ni siquiera una opción. Sí, soy malo con mis visitas - Bueno... Lamento informarte que éste mundo de mierda es el único que tenemos así que más vale que vayas dejando la fantasía - me gustaría tener una cerveza ahora pero desgraciadamente no tengo ninguna escondida aquí ¿Dónde dejé la nevera de repuesto?
- Ahora dices que no es un placer, cuándo te salve de las ratas agradecerás que esté aquí - respondo entrecerrando los ojos, como si se tratara de algo absolutamente espeluznante y no simples roedores - ¿Cuántos años tienes, Lara? El cambio te agarró siendo niña ¿Verdad? Aunque no pareces alguien que se crió como repudiada.
Pongo los ojos en blanco al escuchar su respuesta y luego me cruzo de brazos - Decídete ¿Es tu refugio o eres la visita? - pregunto con las cejas en alto ya perdiendo la paciencia con ésta conversación. Me gustaría saber si la tendré dando vueltas por el 12 por mucho tiempo más, pero no se lo preguntaré pues mi trabajo es dejarle en claro que quedarse no es ni siquiera una opción. Sí, soy malo con mis visitas - Bueno... Lamento informarte que éste mundo de mierda es el único que tenemos así que más vale que vayas dejando la fantasía - me gustaría tener una cerveza ahora pero desgraciadamente no tengo ninguna escondida aquí ¿Dónde dejé la nevera de repuesto?
- Ahora dices que no es un placer, cuándo te salve de las ratas agradecerás que esté aquí - respondo entrecerrando los ojos, como si se tratara de algo absolutamente espeluznante y no simples roedores - ¿Cuántos años tienes, Lara? El cambio te agarró siendo niña ¿Verdad? Aunque no pareces alguien que se crió como repudiada.
—¿Por qué demonios tengo que contestarte lo que sea en primer lugar?— contesto de muy mala manera, que se pone a exigirme explicaciones de porque estoy en un lugar que no es mío ni es suyo, es otro sitio más de los muchos que están abandonados para que la gente pueda usar de escondrijo. ¿Quién se cree para venir a reclamar la propiedad de nada? Choca con fuerza mis dientes porque me dedica el trato de una niña, cuando fue el primero en ponerse títulos de fantasía, que menudo idiota. —¿Y tú qué sabes de si es el único? Olvídalo, tampoco me pondré a discutir con alguien que no ve más allá de la mugre de su nariz—. ¿En serio puedo esperar de tener una conversación sobre un tema así como lo hago con Riley con un sujeto que apenas si sabrá que planetas conforman la galaxia? Le lanzo una mirada despectiva que lo barre de pies a cabeza y lo condenan. No perderé tiempo en mis explicaciones con alguien que al parecer limita sus conversaciones a las ratas.
—Tengo veintiuno— contesto de todas maneras, parándome un poco más derecha, a la defensiva. —¿Y tú cuántos tienes?— es lo justo, un cambio equitativo de información sobre el otro. —Tenía quince años cuando se dio el cambio, no era una niña— puntualizo, detesto que me den ese trato por la edad, él tampoco se ve mucho más grande o es que tiene cara de niño. Con la poca luz que hay en toda la habitación, no puedo precisar más que un par de ojos oscuros y una cara extraña, la de unos rasgos que no acaban de acomodarse en armonía. Se ve como alguien que está sobreviviendo a las faltas del norte, desgarbado y sucio. —Yo… estoy aquí buscando a mi tío— miento, —quedé en encontrarme con él en la terraza, pero me plantó— se me ocurre algo entonces, por mi propia seguridad. —Es un criminal muy conocido de este distrito, así que no intentes nada raro. Trafica objetos, tiene un par de matones detrás. ¿Constantine, te suena? Si me tocas un pelo, se encargará de sacarte la piel a tiras— lo amenazo, por si las dudas.
—Tengo veintiuno— contesto de todas maneras, parándome un poco más derecha, a la defensiva. —¿Y tú cuántos tienes?— es lo justo, un cambio equitativo de información sobre el otro. —Tenía quince años cuando se dio el cambio, no era una niña— puntualizo, detesto que me den ese trato por la edad, él tampoco se ve mucho más grande o es que tiene cara de niño. Con la poca luz que hay en toda la habitación, no puedo precisar más que un par de ojos oscuros y una cara extraña, la de unos rasgos que no acaban de acomodarse en armonía. Se ve como alguien que está sobreviviendo a las faltas del norte, desgarbado y sucio. —Yo… estoy aquí buscando a mi tío— miento, —quedé en encontrarme con él en la terraza, pero me plantó— se me ocurre algo entonces, por mi propia seguridad. —Es un criminal muy conocido de este distrito, así que no intentes nada raro. Trafica objetos, tiene un par de matones detrás. ¿Constantine, te suena? Si me tocas un pelo, se encargará de sacarte la piel a tiras— lo amenazo, por si las dudas.
Me tomo la libertad de hacerle burla con un tono casi tan agudo como el de ella y le agrego un toque sacudiendo mis manos de un lado a otro. Puede que no sea lo más maduro del mundo pero es justo lo que merece ahora ¿Acaso los adolescentes no odian que se burlen de ellos? Pues ahí tiene - La última misión fue en el siglo XXI a marte y la pobre Alyssa Carson jamás volvió a casa - explico cruzándome de brazos - Y no se tú pero yo desde que tengo uso de razón no he visto a ningún gobierno actual intentando llevarnos a las estrellas - porque es un sueño que murió hace siglos. Las prioridades cambiaron, los recursos se acabaron y las personas se dieron cuenta de que con magia podían sobrevivir cuanto quisieran con un poco de cuidado. El problema yace en los demás... En los que no tenemos esa ventaja.
Así que veintiún años, no los aparenta ni de chiste pues yo no le habría dado más de dieciocho bajo ninguna circunstancia - Tengo 31 - respondo con una mueca luego de plantearme por varios segundos si mentir o no con mi edad - Y lamento informarte que a los 15 eres una niña, a los 17 eres una niña y lo serás mientras vivas bajo el techo de tus padres - explico pues es la norma número uno. Me niego a ver a Jen como una persona grande incluso cuando deje la casa de su mamá, creo que iré a vivir en su sótano para poder seguir llamándola mi pequeña... Aunque falta para eso, recién tiene 8 años.
Alzo las cejas sorprendido pues no tenía idea de que Constantine tenía sobrinas, ese tipo no se preocupa ni por sus propias hijas así que dudo mucho que cumpla con la amenaza que la joven Lara propone - ¿Harkness? Gran tipo, deja buenas propinas - respondo con una sonrisa relajada y luego de eso me acerco a ella con el rostro un poco más serio - Constantine tiene más enemigos que amigos, así que yo que tú elegiría con cuidado mis palabras - advierto pues puede que sea una molestia en el trasero ahora mismo, pero dudo que merezca ser víctima de un ajuste de cuentas, esas personas están a otro nivel - Ahora, dime la verdad... ¿Qué haces aquí? No me creo el cuento el tío.
Así que veintiún años, no los aparenta ni de chiste pues yo no le habría dado más de dieciocho bajo ninguna circunstancia - Tengo 31 - respondo con una mueca luego de plantearme por varios segundos si mentir o no con mi edad - Y lamento informarte que a los 15 eres una niña, a los 17 eres una niña y lo serás mientras vivas bajo el techo de tus padres - explico pues es la norma número uno. Me niego a ver a Jen como una persona grande incluso cuando deje la casa de su mamá, creo que iré a vivir en su sótano para poder seguir llamándola mi pequeña... Aunque falta para eso, recién tiene 8 años.
Alzo las cejas sorprendido pues no tenía idea de que Constantine tenía sobrinas, ese tipo no se preocupa ni por sus propias hijas así que dudo mucho que cumpla con la amenaza que la joven Lara propone - ¿Harkness? Gran tipo, deja buenas propinas - respondo con una sonrisa relajada y luego de eso me acerco a ella con el rostro un poco más serio - Constantine tiene más enemigos que amigos, así que yo que tú elegiría con cuidado mis palabras - advierto pues puede que sea una molestia en el trasero ahora mismo, pero dudo que merezca ser víctima de un ajuste de cuentas, esas personas están a otro nivel - Ahora, dime la verdad... ¿Qué haces aquí? No me creo el cuento el tío.
Alzo mi barbilla con toda arrogancia. —¿Y no es posible que Alyssa no haya vuelto porque encontró algo mejor fuera de este mundo?— inquiero, que no me venga a decir que se encontraron residuos de la nave orbitando muchos años después, porque también conozco la historia de Alyssa Carson. Su nave desapareció, los controles perdieron todo contacto. Se declaró su muerte cuando se cumplieron los años que estipulaba la ley, pero no se tuvo certezas de nada. Fue una mujer que tuvo los ovarios como para lanzarse al espacio, y si yo hubiera sido Alyssa Carson, tampoco hubiera vuelto de encontrar un planeta que valga un par de galeones más que este, que desde hace un par de años me parece un mundo de pura mierda. —Podría ser descendiente de ella y acabara de arribar, ¿sabes?— no sé por qué vuelvo a insistir con mi comentario anterior, eso le pasa por no abandonar el tema y querer demostrarme que no es un bruto como insinué que era. —Y te equivocas, sí continúan las investigaciones para viajes que superen el espacio y también el tiempo…— lo corrijo, soy casi una graduada en Ciencias. Y es cierto, hay poca financiación en el tema y eso limita mucho los avances, porque la mayor parte del presupuesto se destina a… sí, tecnología aplicada a seguridad nacional. ¡Sorpresa! Maldito estado de constante guerra, si es que estoy aquí por eso mismo.
—Pareces de cuarenta— digo, sólo para molestarlo, que incluso con las mejillas chupadas como lo tienen casi todos los repudiados que pasan hambre, se sigue viendo joven y treinta es el aproximado que le había dado. Me quedo de cara por su explicación de qué es ser una niña, porque por un momento tengo la impresión de que es Mohini hablando a través de su boca. —¿Cómo demonios sabes…?— murmuro y mis dientes chocan al cuadrar mi mandíbula. —Me mudaré dentro de poco, terminaré la… nada— me callo de golpe, ¿por qué le cuento estas cosas? Estoy esperando a que me aprueben los proyectos finales en el Royal y saldré de ahí egresada como una mecánica, mostrándoles el dedo medio, diciéndole que todo su sistema educativo está mal. Recién entonces mi madre me dejará que me mude sola, que he intentado convencerla y donde sea que me instale con una caja de cartón iré a buscarme para devolverme a la casa tirándome de la oreja.
¿Así que conoce a Constantine? Esto es genial, las relaciones empresariales entre los rateros del norte funcionan mejor que el circuito financiero del Capitolio, si es que no quiero saber quiénes sacan más regalías a fin de año. Por lo que me ha dicho Constantine, hace años que están de tratos con ciertos talleres del distrito seis a cambio de lo necesario, en una definición muy ambigua de lo que es lo “necesario”. Y no, no es soborno, ni nada de eso, es asegurarle a quienes exponen su pellejo por la causa a que al menos tendrán un par de galeones que valen el riesgo. —Estoy aquí para negocios con Constantine— respondo quedamente, cruzándome de brazos y decidiéndome por ser honesta, que es al final de cuentas la salida que siempre tomo. —Estudio mecánica, algo de lo que sé hacer podría servirle. ¿Y tú? ¿Qué tratos tienes con él?
—Pareces de cuarenta— digo, sólo para molestarlo, que incluso con las mejillas chupadas como lo tienen casi todos los repudiados que pasan hambre, se sigue viendo joven y treinta es el aproximado que le había dado. Me quedo de cara por su explicación de qué es ser una niña, porque por un momento tengo la impresión de que es Mohini hablando a través de su boca. —¿Cómo demonios sabes…?— murmuro y mis dientes chocan al cuadrar mi mandíbula. —Me mudaré dentro de poco, terminaré la… nada— me callo de golpe, ¿por qué le cuento estas cosas? Estoy esperando a que me aprueben los proyectos finales en el Royal y saldré de ahí egresada como una mecánica, mostrándoles el dedo medio, diciéndole que todo su sistema educativo está mal. Recién entonces mi madre me dejará que me mude sola, que he intentado convencerla y donde sea que me instale con una caja de cartón iré a buscarme para devolverme a la casa tirándome de la oreja.
¿Así que conoce a Constantine? Esto es genial, las relaciones empresariales entre los rateros del norte funcionan mejor que el circuito financiero del Capitolio, si es que no quiero saber quiénes sacan más regalías a fin de año. Por lo que me ha dicho Constantine, hace años que están de tratos con ciertos talleres del distrito seis a cambio de lo necesario, en una definición muy ambigua de lo que es lo “necesario”. Y no, no es soborno, ni nada de eso, es asegurarle a quienes exponen su pellejo por la causa a que al menos tendrán un par de galeones que valen el riesgo. —Estoy aquí para negocios con Constantine— respondo quedamente, cruzándome de brazos y decidiéndome por ser honesta, que es al final de cuentas la salida que siempre tomo. —Estudio mecánica, algo de lo que sé hacer podría servirle. ¿Y tú? ¿Qué tratos tienes con él?
Pongo los ojos en blanco, pero eso no me parece suficiente para dejar en claro lo que siento, así que tiro la cabeza hacia atrás y acompaño todo el movimiento con todo un giro de mi cuerpo ¡Tiene veintiuno! ¿Cómo demonios conoce sobre Alyssa? Los libros fueron quemados haca algunos años ya, la historia muggle fue básicamente borrada de la faz de la tierra y no me agrada nada que una doña nadie venga a arruinar mi única ventaja de tener todo ese pasado guardado en mi cabeza por haberlo estudiado a tiempo. Aunque con lo que dice luego me hace notar por qué sabe sobre eso, es una aficionada por la ciencia. Malditas nuevas generaciones, todos queriendo correr hacia un futuro que quedó estancado hace años en lugar de mirar con atención hacia atrás y no repetir los errores.
- Los viajes en el tiempo no van a funcionar... Sino ya tendríamos viajeros entre nosotros, nadie puede pasar desapercibido de esa forma - respondo con una mueca - Y para tu información, tu pareces de doce - exagero un poco alzando las cejas. Aunque quizás sí encaje con esa edad, porque comienza a darme detalles de su vida solo para marcar un punto y lo único que puedo hacer es sonreír por su estupidez - No lo sabía, pero gracias por el dato - comento con un guiño de ojo. Así que tenemos una ciudadana que vive con sus padres por aquí, alguien con derechos... y probablemente una varita escondida.
Pienso en guardar silencio para no demostrar que estoy enterado de que estoy en una desventaja máxima. Sigo actuando normal pero la conversación va por un lado que explota incluso más su necesidad de vomitar sus verdades ¿Es que no comprende el concepto de mentir hasta la muerte? No me sorprendería que su verdadero nombre fuera Lara, una futura mecánica que tiene una varita por ahí lista para ponerme a dormir - Constantine odia a los magos ¿Cómo llegaste a él? - pregunto con una seriedad ajena a mí.
Mis negocios no son de su incumbencia, pero si quiero sacar provecho de ésta inesperada fuente de información tendré que darle algo a cambio - Robo computadoras para él, las desarma y no sé que hace con ellas - la que traigo conmigo será una buena testigo para mi mentira - Eso hacía, por eso tuve que meterme aquí.
- Los viajes en el tiempo no van a funcionar... Sino ya tendríamos viajeros entre nosotros, nadie puede pasar desapercibido de esa forma - respondo con una mueca - Y para tu información, tu pareces de doce - exagero un poco alzando las cejas. Aunque quizás sí encaje con esa edad, porque comienza a darme detalles de su vida solo para marcar un punto y lo único que puedo hacer es sonreír por su estupidez - No lo sabía, pero gracias por el dato - comento con un guiño de ojo. Así que tenemos una ciudadana que vive con sus padres por aquí, alguien con derechos... y probablemente una varita escondida.
Pienso en guardar silencio para no demostrar que estoy enterado de que estoy en una desventaja máxima. Sigo actuando normal pero la conversación va por un lado que explota incluso más su necesidad de vomitar sus verdades ¿Es que no comprende el concepto de mentir hasta la muerte? No me sorprendería que su verdadero nombre fuera Lara, una futura mecánica que tiene una varita por ahí lista para ponerme a dormir - Constantine odia a los magos ¿Cómo llegaste a él? - pregunto con una seriedad ajena a mí.
Mis negocios no son de su incumbencia, pero si quiero sacar provecho de ésta inesperada fuente de información tendré que darle algo a cambio - Robo computadoras para él, las desarma y no sé que hace con ellas - la que traigo conmigo será una buena testigo para mi mentira - Eso hacía, por eso tuve que meterme aquí.
—Se podría— sigo contradiciéndole, —sigue siendo posible que haya viajes en el tiempo y que haya pilotos especializados como para una misión así, claro que no serían tan idiotas como para hacer saber que pertenecen a otro tiempo u otro mundo—. No abandono ninguno de mis cuentos cuando los pongo en voz alta, porque creo en ellos, he crecido diciéndoles a mis padres y a mi mejor amigo que haría uno de estos viajes, podría hacerlo algún día aunque mi padre no esté para verme romper todos los límites conocidos. Aunque esos proyectos estén quedando cada vez más relegados, porque son otras cosas las que me piden, las que ocupan mi tiempo real y me callo. Y no me contengo de sacarle la lengua cuando dice que parezco de doce, es una actitud muy adecuada a esa edad, así que no le pediré disculpas por hacerlo.
Dudo que el dato de que sigo viviendo con Mohini sea relevante para el país de alguna manera o un ladrón al que seguro nunca volveré a ver, pero lo dejo ser feliz con esa información. Lo que me dice él no es nada nuevo, estoy segura de conocer a Constantine por haberlo visto como una figura constante en mi infancia, ese amigo de mi padre al que mi madre nunca le ofreció quedarse a casa porque su permanencia en nuestra casa no era bienvenida. —Me conoce desde hace años, soy útil para él— contesto, podemos suponer que esa es la razón por la que hace una excepción conmigo si es cierto su odio a todos los magos, tengo entendido que sus hijas son brujas y me cuesta creer que sea tan indiferente a ellas como he oído decir. Muevo mis cejas de la sorpresa al saber que su robo se centra en computadoras. —¿Eres algo así como un informático frustrado o también robas otras cosas?— pregunto, la curiosidad es más fuerte que yo. —Escuché decir que aquí en el norte hay un par de vertedores donde puedo ir a buscar chatarra para armar cosas, hay piezas que los vehículos de los muggles traían…— comienzo a contarle, cierro mi boca porque mis proyectos no son algo que le incumban.
Dudo que el dato de que sigo viviendo con Mohini sea relevante para el país de alguna manera o un ladrón al que seguro nunca volveré a ver, pero lo dejo ser feliz con esa información. Lo que me dice él no es nada nuevo, estoy segura de conocer a Constantine por haberlo visto como una figura constante en mi infancia, ese amigo de mi padre al que mi madre nunca le ofreció quedarse a casa porque su permanencia en nuestra casa no era bienvenida. —Me conoce desde hace años, soy útil para él— contesto, podemos suponer que esa es la razón por la que hace una excepción conmigo si es cierto su odio a todos los magos, tengo entendido que sus hijas son brujas y me cuesta creer que sea tan indiferente a ellas como he oído decir. Muevo mis cejas de la sorpresa al saber que su robo se centra en computadoras. —¿Eres algo así como un informático frustrado o también robas otras cosas?— pregunto, la curiosidad es más fuerte que yo. —Escuché decir que aquí en el norte hay un par de vertedores donde puedo ir a buscar chatarra para armar cosas, hay piezas que los vehículos de los muggles traían…— comienzo a contarle, cierro mi boca porque mis proyectos no son algo que le incumban.
Discutir con ella es inútil, no hay chance de que termine reconociendo que mi teoría tiene más sentido así que opto por la vieja confiable de darle la razón como a los locos. No hay ser humano en el pasado, presente o futuro que aceptara hacer un viaje al pasado sin intervenir ¿Cuál sería el punto? Yo no podría ir a Francia del mil setecientos y resistirme a volarle el sombrero a Napoleón, ni tampoco negarme a depilarle el bigote a Hitler. Y eso que soy historiador, me formé para leer y aprender sobre aquello sobre lo que ya no se puede hacer nada así que si hay alguien que podría estar preparado, ese sería yo, pero obviamente no lo estoy.
- Supongamos que sí eres útil... Hasta que dejes de serlo - porque así funciona Constantine. Es un hombre con el que no puedes contar, prefiero mirarlo desde la distancia e ir con respeto cuando me llama, sin tomarme ninguna clase de libertar. Pero no espero que Lara comprenda eso, después de todo es una jovencita que cree que puede llevarse el mundo por delante y eso le durará hasta que el mundo se la lleve a ella ¿Por qué me preocupa? - Soy un frustrado de la vida, como todos los del norte - respondo con una falsa sonrisa. Lo soy.
- Así que la mecánica de los distritos altos quiere venir a saquear lo poco que tenemos... Para nosotros esas cosas pueden convertirse en casas o escudos ¿Qué quieres hacer tú? - intento adivinar sus intenciones - Pero sí, los vertederos están a disposición del que se anime a entrar en ellos.
- Supongamos que sí eres útil... Hasta que dejes de serlo - porque así funciona Constantine. Es un hombre con el que no puedes contar, prefiero mirarlo desde la distancia e ir con respeto cuando me llama, sin tomarme ninguna clase de libertar. Pero no espero que Lara comprenda eso, después de todo es una jovencita que cree que puede llevarse el mundo por delante y eso le durará hasta que el mundo se la lleve a ella ¿Por qué me preocupa? - Soy un frustrado de la vida, como todos los del norte - respondo con una falsa sonrisa. Lo soy.
- Así que la mecánica de los distritos altos quiere venir a saquear lo poco que tenemos... Para nosotros esas cosas pueden convertirse en casas o escudos ¿Qué quieres hacer tú? - intento adivinar sus intenciones - Pero sí, los vertederos están a disposición del que se anime a entrar en ellos.
—Siempre seré útil— contesto con toda la petulancia curvando mis labios en una sonrisa y la manera que tengo de poner mis manos en la cadera, —soy una mécanica y te daré un consejo para la vida, siempre ten a un mecánico en tu equipo de supervivencia—. Tengo la cara como para cruzarme de brazos, tan altanera, así como de dirigirle una mirada de suficiencia por la que mi madre me llamaría la atención, si es que no me tiraría de la oreja por tanto arrogancia en un cuerpo tan menudo y un carácter recién salido de la escuela. Estoy confiada en el beneficio que le reporto a Constantine, que es el mismo que podría encontrar en los otros mecánicos con los que supo vincularse, esos que dentro del taller me pusieron en contacto con él, pero es la relación que tuvo con mi padre la que me dio cierto privilegio y es en base a todo esto que me muevo con la seguridad de que no me atraparan, de que estamos por delante de los aurores que indagan en el distrito rastreando el tráfico con rebeldes, ¡ja! Sé que es un riesgo meterme en esto, pero aun no encontré qué me detenga.
—Que triste— lo digo en serio, las personas frustradas son las que más pena me dan, porque creo que todos estamos hechos para algo, que tenemos un propósito que podría llevarnos lejos y por encima de estas causas del presente que me enervan lo suficiente como para querer hacer algo, sé que tengo sueños ambiciosos. —No les robaré nada, no pretendo llevarme nada a mi distrito, el ministerio se lo confiscaría y antes muerta que darles algo mío— algo que en verdad me importe, nacido de mí. Mis pasos son decididos cuando cruzo de lado a lado la sala para subirme al sillón, con mis pies donde deberían estar los cojines y sentada en el borde del respaldo, mi rostro girando hacia él. —Quiero construir una nave para viajar, más allá de lo que conocemos en Neopanem, mucho más— doto a mi voz de una nota de intriga para atraer su interés, — ¿a ti no te gustaría? Digo, aquí eres un frustrado. ¿No te gustaría viajar más allá? Puede que necesite de un informático frustrado para que me ayude…
—Que triste— lo digo en serio, las personas frustradas son las que más pena me dan, porque creo que todos estamos hechos para algo, que tenemos un propósito que podría llevarnos lejos y por encima de estas causas del presente que me enervan lo suficiente como para querer hacer algo, sé que tengo sueños ambiciosos. —No les robaré nada, no pretendo llevarme nada a mi distrito, el ministerio se lo confiscaría y antes muerta que darles algo mío— algo que en verdad me importe, nacido de mí. Mis pasos son decididos cuando cruzo de lado a lado la sala para subirme al sillón, con mis pies donde deberían estar los cojines y sentada en el borde del respaldo, mi rostro girando hacia él. —Quiero construir una nave para viajar, más allá de lo que conocemos en Neopanem, mucho más— doto a mi voz de una nota de intriga para atraer su interés, — ¿a ti no te gustaría? Digo, aquí eres un frustrado. ¿No te gustaría viajar más allá? Puede que necesite de un informático frustrado para que me ayude…
Se me escapa una carcajada tan grande que temo que los aurores del exterior me escuchen. Doy unos pasos hacia atrás y me llevo las manos al cabello, luego resfriego mi cara, pero nada sirve para comprender la arrogancia de ésta niña ¡Es insufrible! De verdad, si sigue viva dentro de unos años va a ser un completo milagro - ¿Qué lecciones de la vida me quieres dar si ni siquiera vives en la vida real, mocosa? - pregunto retóricamente con una enorme sonrisa en mi rostro, aún sin creer lo que estoy escuchando.
Suspiro mientras se mueve por la habitación y, honestamente, no me sorprende que no capte el mensaje. No nos va a robar porque sabe que el ministerio se lo confiscaría, no porque crea que nosotros lo necesitamos más que ella ¿Acaso todos los jóvenes son así de egoístas? Si Jen crece para convertirse en algo así voy a ir personalmente a tirarme del último piso del ministerio, no sin antes publicar una foto vergonzosa de ella cuando era pequeña para darle una lección.
- Si estás preguntándome si quiero trabajar contigo... No, gracias, no tengo tanta paciencia - respondo sin demasiada importancia - Y verás, somos de mundos diferentes, aquí no se me permite soñar porque incluso aquello que para ti sería fácil de conseguir para mí es un imposible - como ver a mi hija todos los días, por ejemplo. Seguro que ella ni siquiera en sus peores pesadillas puede imaginar lo que es estar apartado de las personas que quieres - Tengo cosas más importantes que hacer que trabajar para una niña, primero debo conseguir comida, mantenerme a salvo y otras cosas que son confidenciales - pongo un poco de misterio en ésta última parte - Pero dile a Constante, seguro estaría encantado, eh - bromeo asomando ligeramente mi cabeza por la ventana para ver si los aurores ya abandonaron la calle, y lo hicieron.
Tomo la computadora una vez más y la meto en la parte de adentro de mi chaqueta. Tengo que pensar a dónde ir en la lluvia, pero cualquier sitio es mejor que cerca de una chica con varita que puede asesinarme con dos palabras cuando se le de la gana - Sé que el destino es una mierda así que probablemente nos volveremos a encontrar - abro la puerta de un tirón y me enfrento al vacío pasillo - ¿Hasta entonces? - pregunto dedicándole una última sonrisa y sin esperar respuesta, me hecho a correr.
Suspiro mientras se mueve por la habitación y, honestamente, no me sorprende que no capte el mensaje. No nos va a robar porque sabe que el ministerio se lo confiscaría, no porque crea que nosotros lo necesitamos más que ella ¿Acaso todos los jóvenes son así de egoístas? Si Jen crece para convertirse en algo así voy a ir personalmente a tirarme del último piso del ministerio, no sin antes publicar una foto vergonzosa de ella cuando era pequeña para darle una lección.
- Si estás preguntándome si quiero trabajar contigo... No, gracias, no tengo tanta paciencia - respondo sin demasiada importancia - Y verás, somos de mundos diferentes, aquí no se me permite soñar porque incluso aquello que para ti sería fácil de conseguir para mí es un imposible - como ver a mi hija todos los días, por ejemplo. Seguro que ella ni siquiera en sus peores pesadillas puede imaginar lo que es estar apartado de las personas que quieres - Tengo cosas más importantes que hacer que trabajar para una niña, primero debo conseguir comida, mantenerme a salvo y otras cosas que son confidenciales - pongo un poco de misterio en ésta última parte - Pero dile a Constante, seguro estaría encantado, eh - bromeo asomando ligeramente mi cabeza por la ventana para ver si los aurores ya abandonaron la calle, y lo hicieron.
Tomo la computadora una vez más y la meto en la parte de adentro de mi chaqueta. Tengo que pensar a dónde ir en la lluvia, pero cualquier sitio es mejor que cerca de una chica con varita que puede asesinarme con dos palabras cuando se le de la gana - Sé que el destino es una mierda así que probablemente nos volveremos a encontrar - abro la puerta de un tirón y me enfrento al vacío pasillo - ¿Hasta entonces? - pregunto dedicándole una última sonrisa y sin esperar respuesta, me hecho a correr.
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