OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Es triste ver los edificios y darte cuenta de que no guardan los recuerdos que te quedaron en la cabeza. El sitio que conocí como el loft de la red se ve silencioso, más allá de que Lea me había comentado en su momento que no se quedarían allí y ya debería haber asumido esa idea. Por alguna razón, se me bajan las orejas cuando me recuerdo que ninguno de mis amigos doblará la esquina ni se asomarán a jugar con el perro que ha estado sentado en la esquina por al menos quince minutos. Tengo las patas cansadas, ha sido un día largo desde que Syv me apareció en el distrito esta mañana antes de marcharse al Royal y dejarme aquí, con la promesa de que nos volveremos a encontrar en unas horas. Es obvio que no he encontrado nada útil, pero sí oído chismes entre los mercaderes del bajo mundo que murmuran sobre sitios de trueques y malas juntas. Nadie sospecha de un perro que busca en la basura y todos sabemos que Stephanie Black no debe estar precisamente escondida en un hotel cinco estrellas.
Estoy por marcharme de una vez cuando creo reconocer el aroma que me llega al hocico, así que me enderezo con el rabo en alto. Está empezando a oscurecer, es el último día de invierno y la falta de flores y la brisa me ayudan a percibir mejor a la persona que camina, encapuchada, a toda velocidad por la calle contraria. ¿Se ha robado comida, está apresurada a regresar antes de que aparezcan los dementores? Aún así, me cuesta poco el saber de quién se trata y, tontamente, siento que el corazón empieza a latirme con mayor fuerza. Apenas me doy cuenta de que el rabo se me sacude. Y sin pensarlo, la sigo.
Le ladro una, dos veces, hasta que se voltea y sé que va a reconocerme. No es hasta que sus ojos se fijan en mí que vuelvo a ladrarle, doy un salto que indica que me siga y salgo disparado hacia el callejón más cercano, el cual empieza a sumirse en penumbras. Para cuando Ileana Jensen entra, yo ya tengo forma humana y creo que puede verme debajo del flequillo despeinado y la ropa grande — Hola — que saludo ridículo, pero es lo único que me sale decir porque no me creo que esté aquí. No me atrevo a dar un paso, me siento vacilante y mis manos juguetean nerviosas entre sí hasta que las dejo caer con fuerza a mis costados — No pensé que te volvería a ver. Tampoco sabía que estabas aquí — me muero de ganas de disculparme, porque sé que es mi culpa. Y aún así, lo único que me sale es avanzar hacia ella y darle un firme abrazo.
Estoy por marcharme de una vez cuando creo reconocer el aroma que me llega al hocico, así que me enderezo con el rabo en alto. Está empezando a oscurecer, es el último día de invierno y la falta de flores y la brisa me ayudan a percibir mejor a la persona que camina, encapuchada, a toda velocidad por la calle contraria. ¿Se ha robado comida, está apresurada a regresar antes de que aparezcan los dementores? Aún así, me cuesta poco el saber de quién se trata y, tontamente, siento que el corazón empieza a latirme con mayor fuerza. Apenas me doy cuenta de que el rabo se me sacude. Y sin pensarlo, la sigo.
Le ladro una, dos veces, hasta que se voltea y sé que va a reconocerme. No es hasta que sus ojos se fijan en mí que vuelvo a ladrarle, doy un salto que indica que me siga y salgo disparado hacia el callejón más cercano, el cual empieza a sumirse en penumbras. Para cuando Ileana Jensen entra, yo ya tengo forma humana y creo que puede verme debajo del flequillo despeinado y la ropa grande — Hola — que saludo ridículo, pero es lo único que me sale decir porque no me creo que esté aquí. No me atrevo a dar un paso, me siento vacilante y mis manos juguetean nerviosas entre sí hasta que las dejo caer con fuerza a mis costados — No pensé que te volvería a ver. Tampoco sabía que estabas aquí — me muero de ganas de disculparme, porque sé que es mi culpa. Y aún así, lo único que me sale es avanzar hacia ella y darle un firme abrazo.
Volvió a colocar la oscura capucha sobre su cabeza, caminando con rapidez por las casi desiertas calles del distrito cinco. El frío invierno había acabado pasando con más rapidez de lo esperado aunque lo cierto era que, al no tener nada especial que hacer, los meses solo trascurrían uno tras otro con una monotonía que, aunque la mataba, acababa por pasar sin más. Su único entretenimiento, por llamarlo de alguna forma, eran controlar que Zenda no acabara, con algo de suerte, con algún dedo menos tras sus investigaciones y carreras en una fábrica cercana. Realmente no entendía lo que pretendía hacer. Eden habría tenido mejores ideas, puede que incluso ella lo hubiera hecho si se pareciera en algo a la que fue su madre.
Terminó de acomodar su cabello hacia atrás, prometiéndose que se desharía del mismo cuando el invierno hubiera pasado por completo y las temperaturas subieran lo suficiente. Guardó ambas manos en sendos bolsillos, dirigiendo una última mirada al marino cielo. Lo mejor era no estar en las calles cuando la noche, y por ende el toque de queda, cayera sobre ella. Acostumbrarse a algo como aquello era horripilante, lo había detestado durante el escaso tiempo que lo sufrió bajo el gobierno, lo hacía mucho más teniendo en cuenta las circunstancias actuales. Sus botas rechinaban a cada paso que daba, incomodándola de sobremanera, pero provocando que caminara con más rapidez en busca de deshacerse de las mismas cuando sus pies dieran con el suelo de la fábrica abandonada en la que se encontraban.
Una pequeña nube de humo se formó frente a ella cuando soltó todo el aire que mantenía en sus pulmones desde hacía un par de segundos, aquellos que transcurrieron desde que un ladrido cercano la molestó, seguido por un segundo que consiguió que se girara en su dirección, más que dispuesta a patear al animal. ¿Odiaba a los perros? Quizás ya no era su animal predilecto, razones personales. Bajó la mirada, escudriñándolo con la mirada antes de que desapareciera hacia un callejón. ¿Tenía cachorros que no quería que murieran de frío? ¿De hambre quizás? Golpeó un par de veces la comisura de sus labios con la lengua, antes de aventurarse hacia el callejón pero cesando en su caminar cuando solo había dado un par de pasos hacia el interior del mismo.
Joder. No sabía si lo había pronunciado en voz alta o que había sonado tan fuerte en su mente que le dio aquella impresión. Alzó ambas cejas, hilando, finalmente, la presencia de aquel animal cerca de ella. Nadie podía culparla. —Podría estar en una fosa común. Lo cierto es que soy afortunada si lo miro desde esa perspectiv— contestó, no alcanzando a terminar cuando la abrazó y se quedó inmóvil en el sitio, con los brazos extendidos en sendos lados de su cuerpo. —¿Desde cuándo me gustan los abrazos?— recriminó poniendo los ojos en blanco y, entonces, tratando de separarlo de ella. Al menos estaban de una pieza, lo cual era mucho más de lo esperado.
Terminó de acomodar su cabello hacia atrás, prometiéndose que se desharía del mismo cuando el invierno hubiera pasado por completo y las temperaturas subieran lo suficiente. Guardó ambas manos en sendos bolsillos, dirigiendo una última mirada al marino cielo. Lo mejor era no estar en las calles cuando la noche, y por ende el toque de queda, cayera sobre ella. Acostumbrarse a algo como aquello era horripilante, lo había detestado durante el escaso tiempo que lo sufrió bajo el gobierno, lo hacía mucho más teniendo en cuenta las circunstancias actuales. Sus botas rechinaban a cada paso que daba, incomodándola de sobremanera, pero provocando que caminara con más rapidez en busca de deshacerse de las mismas cuando sus pies dieran con el suelo de la fábrica abandonada en la que se encontraban.
Una pequeña nube de humo se formó frente a ella cuando soltó todo el aire que mantenía en sus pulmones desde hacía un par de segundos, aquellos que transcurrieron desde que un ladrido cercano la molestó, seguido por un segundo que consiguió que se girara en su dirección, más que dispuesta a patear al animal. ¿Odiaba a los perros? Quizás ya no era su animal predilecto, razones personales. Bajó la mirada, escudriñándolo con la mirada antes de que desapareciera hacia un callejón. ¿Tenía cachorros que no quería que murieran de frío? ¿De hambre quizás? Golpeó un par de veces la comisura de sus labios con la lengua, antes de aventurarse hacia el callejón pero cesando en su caminar cuando solo había dado un par de pasos hacia el interior del mismo.
Joder. No sabía si lo había pronunciado en voz alta o que había sonado tan fuerte en su mente que le dio aquella impresión. Alzó ambas cejas, hilando, finalmente, la presencia de aquel animal cerca de ella. Nadie podía culparla. —Podría estar en una fosa común. Lo cierto es que soy afortunada si lo miro desde esa perspectiv— contestó, no alcanzando a terminar cuando la abrazó y se quedó inmóvil en el sitio, con los brazos extendidos en sendos lados de su cuerpo. —¿Desde cuándo me gustan los abrazos?— recriminó poniendo los ojos en blanco y, entonces, tratando de separarlo de ella. Al menos estaban de una pieza, lo cual era mucho más de lo esperado.
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Fosa común o no, me alegra saber que ha podido escapar. Quizá he sido un iluso al creer que su madre la perdonaría por algo así, pero tampoco podía arrastrarla conmigo cuando ella tenía una mínima esperanza en zafarse. No sé qué es lo que me aleja más fácil, si su rechazo verbal o físico, por lo que me aparto con las manos en alto que buscan pedir disculpas en lo que vuelvo a abrazarme a mí mismo. No voy a decir que fuimos grandes amigos, nuestras charlas se debían a que principalmente yo estaba viviendo dentro de su casa y he llegado a pensar que mi presencia no era su favorita, pero la soportaba a su pesar. Los besos que compartimos tampoco dicen nada, no eran más que un entretenimiento que ambos disfrutamos a nuestra manera. Ahora, en medio de un callejón oscuro, siento que se alzaron nuevas barreras y ni estoy seguro de que exista un modo de cruzarlas.
— Lea… — preguntar el cómo ha estado carece de sentido, podria valerme un puñetazo y yo sería incapaz de decir que no me lo merezco. Froto mis manos, repentinamente sudadas, contra mi ropa en un intento de limpiarme — Lo lamento, por todo. Sé que hice las cosas mal, yo… lo arruiné, ¿de acuerdo? Y lo sé muy bien — me gustaría poder solucionarlo, pero no hay magia existente que me permita solucionar todos los errores del pasado y ponerlos en orden. La he cagado, no puedo decir que no.
Meto las manos en mis bolsillos y me balanceo sobre mis talones, no muy seguro de si eso es todo y si debería marcharme ya — Al menos, pudiste escapar — señalo lo obvio, más como un consuelo para mí que para ella. No sé cómo quedarme quieto, así que vuelvo a sacar las manos y las froto entre sí — No pensé que tu madre… — sabía que no eran cercanas, solo no imaginé hasta que punto. No me atrevo a poner en voz alta lo que los dos ya sabemos, así que prenso mis labios.
— Lea… — preguntar el cómo ha estado carece de sentido, podria valerme un puñetazo y yo sería incapaz de decir que no me lo merezco. Froto mis manos, repentinamente sudadas, contra mi ropa en un intento de limpiarme — Lo lamento, por todo. Sé que hice las cosas mal, yo… lo arruiné, ¿de acuerdo? Y lo sé muy bien — me gustaría poder solucionarlo, pero no hay magia existente que me permita solucionar todos los errores del pasado y ponerlos en orden. La he cagado, no puedo decir que no.
Meto las manos en mis bolsillos y me balanceo sobre mis talones, no muy seguro de si eso es todo y si debería marcharme ya — Al menos, pudiste escapar — señalo lo obvio, más como un consuelo para mí que para ella. No sé cómo quedarme quieto, así que vuelvo a sacar las manos y las froto entre sí — No pensé que tu madre… — sabía que no eran cercanas, solo no imaginé hasta que punto. No me atrevo a poner en voz alta lo que los dos ya sabemos, así que prenso mis labios.
Decir que se sorprendió estaba demasiado lejos de la realidad. Lo cierto era que la asustó de sobremanera, de una forma que ni ella misma había esperado ni alcanzaba a comprender en aquel momento. Lo alejó de ella, agradecida ante el hecho de que se alejara también por él mismo sin ofrecer resistencia. Nueva situación, nuevas reglas. Ella no había sido la que las había creado, el mundo era el culpable de ello; ella solo, por una vez, las respetaba y agradecía. Metió las manos dentro de sendos bolsillos, apretándolas contra su cuerpo e inclinando la cabeza hacia un lado cuando habló. Cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra y permaneció en silencio, escudriñándolo con la mirada. Aun así no pudo reprimir la risa que surgió en forma de suspiro, escapando de entre sus labios y consiguiendo que su cuerpo se relajara un ápice. —¿Qué se supone que hiciste mal?— preguntó la castaña, arqueando ambas cejas. En todo caso ella hizo las cosas mal; se colocó del lado equivocado al seguir su propia moral y acogerlo. Quizás en caliente podía reclamarle lo que quisiera, pero no con la cabeza fría. —Las cosas solo acabaron como estaban destinadas a acabar— agregó con tranquilidad, liberando una mano y bajándose la capucha de la chaqueta que vestía.
Encogió los hombros ante lo evidente. Obviamente aquella mujer no había sido un tema de conversación recurrente, tampoco el escenario posible. —Me dejó ir, aunque estoy segura de que omitió ese detalle cuando lo denunció— comentó mordisqueándose en interior de la mejilla. Prefería no hablar de ella, mucho menos que se refirieran a la misma como su ‘madre’. —¿Cómo… has estado? Veo que ya se te da mejor la animagia—. Arrugó los labios. —Casi te pateo hace unos minutos, ese perro me recordó demasiado a otro cachorro que conocí— las palabras surgieron solas, como si tuvieran vida propia, haciendo que meneara la cabeza hacia ambos lados.
Encogió los hombros ante lo evidente. Obviamente aquella mujer no había sido un tema de conversación recurrente, tampoco el escenario posible. —Me dejó ir, aunque estoy segura de que omitió ese detalle cuando lo denunció— comentó mordisqueándose en interior de la mejilla. Prefería no hablar de ella, mucho menos que se refirieran a la misma como su ‘madre’. —¿Cómo… has estado? Veo que ya se te da mejor la animagia—. Arrugó los labios. —Casi te pateo hace unos minutos, ese perro me recordó demasiado a otro cachorro que conocí— las palabras surgieron solas, como si tuvieran vida propia, haciendo que meneara la cabeza hacia ambos lados.
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¿Qué se supone que hice mal? Le sonrío a pesar de no tener ninguna gracia en ese gesto, porque creo que estamos señalando algo obvio a pesar de que ella no lo vea de la misma manera — Tal vez, pero sé que abusé de ti cuando sabíamos que estaba mal. Y cuando llegó el momento, pensé que marcharme solucionaría todo, porque yo era el problema y si me iba, quizá tu madre… — es obvio que no ha resultado de esa manera, tampoco quiero empezar a preguntar si ella no desea hablar del tema. ¿Por qué siempre estoy pidiendo permisos cuando se trata de ella? ¿Es porque sé que ya he tomado suficiente y no quiero pasarme de alguna línea invisible? Hubo un momento donde supimos estar bien cerca, aunque fuese solamente por mero entretenimiento y soledad. Ahora mismo, lo único que siento es una incomodidad que se levanta como un muro entre ambos, aunque no sepa reconocerlo.
La denunció, bien, ahora sí me siento un poco mal. Del asco. ¿En qué papel la pone aquello, cuando todos sabemos lo grave que es ayudar a un traidor del estado? Me rasco la nuca con incomodidad, rozando uno de los pequeños rizos que se me forman en las puntas — Lo lamento — es lo único que puedo decirle, porque… ¿Cómo le dices a alguien que su madre es una basura? Me encojo de hombros en un gesto algo exagerado de mi parte — Bien. Estoy viviendo como la mascota del señor Lackberg y eso me ayuda a… ya sabes, estar tranquilo. Nadie te busca cuando eres solo un perro del Capitolio, todos están concentrados aquí — porque el norte es donde se apila la mierda, que va. Arqueo una de las cejas y no puedo contenerme, desinflando un poco mi postura — Estoy seguro de que me extrañas como tu perro. En especial cuando llovía y te ensuciaba el suelo, o te hacía explotar la licuadora — vale, eso no era como animal, pero viene al tema. Al menos, me permite sonreírle un poco con algo más de honestidad.
Ladeo la cabeza en un intento de ver si la entrada al callejón sigue desierta, por el momento parece que nadie va a molestarnos, así que busco relajarme al apoyar la espalda contra la pared helada de ladrillos — ¿Estás con la red? ¿Cómo… cómo están todos? A veces, de verdad los extraño. Hasta he llegado a extrañar el olor a porquería de este lugar — no se lo digo, pero también tengo cierta añoranza por su departamento. Al menos, se sentía un poco más simple.
La denunció, bien, ahora sí me siento un poco mal. Del asco. ¿En qué papel la pone aquello, cuando todos sabemos lo grave que es ayudar a un traidor del estado? Me rasco la nuca con incomodidad, rozando uno de los pequeños rizos que se me forman en las puntas — Lo lamento — es lo único que puedo decirle, porque… ¿Cómo le dices a alguien que su madre es una basura? Me encojo de hombros en un gesto algo exagerado de mi parte — Bien. Estoy viviendo como la mascota del señor Lackberg y eso me ayuda a… ya sabes, estar tranquilo. Nadie te busca cuando eres solo un perro del Capitolio, todos están concentrados aquí — porque el norte es donde se apila la mierda, que va. Arqueo una de las cejas y no puedo contenerme, desinflando un poco mi postura — Estoy seguro de que me extrañas como tu perro. En especial cuando llovía y te ensuciaba el suelo, o te hacía explotar la licuadora — vale, eso no era como animal, pero viene al tema. Al menos, me permite sonreírle un poco con algo más de honestidad.
Ladeo la cabeza en un intento de ver si la entrada al callejón sigue desierta, por el momento parece que nadie va a molestarnos, así que busco relajarme al apoyar la espalda contra la pared helada de ladrillos — ¿Estás con la red? ¿Cómo… cómo están todos? A veces, de verdad los extraño. Hasta he llegado a extrañar el olor a porquería de este lugar — no se lo digo, pero también tengo cierta añoranza por su departamento. Al menos, se sentía un poco más simple.
Prensó los labios en una fina línea, acabando por esbozar una diminuta sonrisa instantes después. —Vaya, yo creo que ella fue el verdadero problema— debatió, encogiéndose de hombros —Me alegra que tengas un buen concepto de lo que debería ser una madre, pero la mía no entra dentro de esos estándares—. Sus palabras podrían haber sonado tristes, y quizás lo hicieron en cierto modo, pero era el que predominaba era el resentimiento por aquella mujer. Negó con la cabeza, resignada, prefiriendo alejar de su mente los pensamientos que tuvieran relación con ella. No quería perder el tiempo en ello, no le merecía la pena. Hizo un ligero ademán con la mano, quitándole importancia al hecho de que la denunciara y la echara de allí. Estaba de una pieza, lo cual era un milagro teniendo en cuenta como se las gastaba su progenitora. —Nunca tuvimos una buena relación, ahora solo... finalmente se ha roto el fino hilo que nos unía. Por suerte—.
Con el paso de los meses había acabado prefiriendo afrontar la situación y dejar de regodearse en la mierda. Debes dejar de culpar a los demás por tus malas decisiones porque cometerás el mismo error que cometen todos los fracasados: justificarte en lugar de aprender y mejorar. Las únicas palabras de su madre que podía enmarcar y que estaba tratando de seguir al pie de la letra. Suspiró, hundiendo un poco los hombros y sintiéndose algo pequeña allí de pie. ¿El señor Lackberg? Regresó la mirada hacia él, frunciendo ligeramente el ceño. ¿El padre de Synnove? No es que hubiera tenido una estrecha relación con ella pero en su amistad con Mimi entraba también la rubia. —¿Saben quién eres o les robas la comida mientras duermen?— preguntó arqueando una ceja. Bueno, el señor Lackberg tenía buena fama, su mujer no tanta. Soltó el aire en una sorda risa, cruzando los brazos bajo el pecho y cambiando el peso de su cuerpo de un pie al otro. —Lo que no extraño es tu imagen en calzoncillos cada vez que llegaba al apartamento— se estremeció, por lo que subió la manga de su chaqueta y le mostró la erizada piel de sus brazos. —¿Lo ves?—. Era una prueba más que evidente de que la espantaba cada vez que tenía que enfrentarse a ello, aunque al final hubiera acabado haciéndose al mismo.
Esbozó una amable y natural sonrisa, una de aquellas que siempre había mostrado a la mayor parte del mundo y que meses atrás había quedado completamente sepultada por otra serie de sentimientos. Lo siguió con la mirada unos instantes, mordiendo el interior de su mejilla. —Tratan de mantenerse ocupados para no pensar demasiado en la situación que tienen— contesto, simple. Lo cierto es que no tenía especial relación con ninguno de sus compañeros, a excepción de Zenda por extrañas circunstancias. —Las cosas están un poco raras… demasiado calmadas, al menos en la Red se huele a cierta silenciosa resignación— aseguró desde su punto de vista. Demasiado silenciosas. Tomó una amplia bocanada de aire y caminó hasta él apoyando la espalda contra el espacio de pared contiguo, estirando las piernas al frente y acabando apoyada en los talones durante un breve espacio de tiempo.
Masticó el lateral de su lengua unos segundos, inmersa en sus propios pensamientos. —¿Has sacado algo en claro y vas a volver?— acabó por preguntar después de darle demasiadas vueltas.
Con el paso de los meses había acabado prefiriendo afrontar la situación y dejar de regodearse en la mierda. Debes dejar de culpar a los demás por tus malas decisiones porque cometerás el mismo error que cometen todos los fracasados: justificarte en lugar de aprender y mejorar. Las únicas palabras de su madre que podía enmarcar y que estaba tratando de seguir al pie de la letra. Suspiró, hundiendo un poco los hombros y sintiéndose algo pequeña allí de pie. ¿El señor Lackberg? Regresó la mirada hacia él, frunciendo ligeramente el ceño. ¿El padre de Synnove? No es que hubiera tenido una estrecha relación con ella pero en su amistad con Mimi entraba también la rubia. —¿Saben quién eres o les robas la comida mientras duermen?— preguntó arqueando una ceja. Bueno, el señor Lackberg tenía buena fama, su mujer no tanta. Soltó el aire en una sorda risa, cruzando los brazos bajo el pecho y cambiando el peso de su cuerpo de un pie al otro. —Lo que no extraño es tu imagen en calzoncillos cada vez que llegaba al apartamento— se estremeció, por lo que subió la manga de su chaqueta y le mostró la erizada piel de sus brazos. —¿Lo ves?—. Era una prueba más que evidente de que la espantaba cada vez que tenía que enfrentarse a ello, aunque al final hubiera acabado haciéndose al mismo.
Esbozó una amable y natural sonrisa, una de aquellas que siempre había mostrado a la mayor parte del mundo y que meses atrás había quedado completamente sepultada por otra serie de sentimientos. Lo siguió con la mirada unos instantes, mordiendo el interior de su mejilla. —Tratan de mantenerse ocupados para no pensar demasiado en la situación que tienen— contesto, simple. Lo cierto es que no tenía especial relación con ninguno de sus compañeros, a excepción de Zenda por extrañas circunstancias. —Las cosas están un poco raras… demasiado calmadas, al menos en la Red se huele a cierta silenciosa resignación— aseguró desde su punto de vista. Demasiado silenciosas. Tomó una amplia bocanada de aire y caminó hasta él apoyando la espalda contra el espacio de pared contiguo, estirando las piernas al frente y acabando apoyada en los talones durante un breve espacio de tiempo.
Masticó el lateral de su lengua unos segundos, inmersa en sus propios pensamientos. —¿Has sacado algo en claro y vas a volver?— acabó por preguntar después de darle demasiadas vueltas.
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Se me escapa una risa ligeramente desganada — Lo saben. Bueno, excepto la señora Lackberg. Ivar creyó que era buena idea el cuidarme como perro, que estaría más seguro hasta que supiera a dónde quería ir — de momento, no tengo otro sitio y me he dado cuenta de que no está tan mal, me da cierta libertad para cumplir con mis planes sin morirme de frío. Al menos, podemos irnos a un sitio de la conversación que me hace reír un poco más honestamente, estiro mi cuello para ver el estado de su piel y chasqueo la lengua — No decías lo mismo cuando tú me ponías en calzoncillos — se lo devuelvo, creo que hemos pasado al menos ese límite de confianza como para poder bromear sobre ello. No me gustaría crear un velo de incomodidad sobre algo que los dos disfrutamos, a nuestra manera. ¿No debería ser así?
Puedo sentir que está siendo honesta conmigo, pero no estoy seguro de qué debería causarme esa novedad sobre el sitio donde se encuentran las personas que siempre han cuidado de mí, de alguna manera u otra. Me gustaría decirles que resignarse es lo último que deben hacer, yo mismo he estado hundido en ese pozo durante los últimos meses hasta que descubrí que de esa manera no llegaría a nada — Es mejor de esa manera. Que todo se encuentre en calma significa que todavía no debemos preocuparnos, no tanto. Quizá debamos aprovechar mientras están preocupados por todo lo que pasó con los esclavos… tomar un respiro… — es un poco cruel verlo de esa manera, pero es lo que nos queda. Si la atención se divide, podemos usarlo a nuestro favor.
Lo que no me espero es esa pregunta, así que ladeo el rostro para observar su perfil. Disfruto el silencio por un momento y, al final, suspiro con fuerza para menear la cabeza — No, no voy a volver, al menos no por ahora — murmuro, cruzo mis brazos con algo de fuerza sobre mi pecho y mordisqueo mis labios, con los ojos fijos en nuestros pies — Estoy… bueno, buscando pistas sobre mi tía en el norte, eso es todo. Siento que aún no estoy listo para volver, han pasado demasiadas cosas y no sé… no siento que sea la misma persona que antes. Es un poco complicado de explicar — duele, no voy a decir que no. Siento que he perdido algo importante de mi mismo, pero aún no descubro bien qué es — Los extraño — acabo admitiendo — También te extraño a ti. Siento que las cosas se descontrolaron por todos lados y es complicado encontrar el rincón por el cual empezar a limpiar.
Puedo sentir que está siendo honesta conmigo, pero no estoy seguro de qué debería causarme esa novedad sobre el sitio donde se encuentran las personas que siempre han cuidado de mí, de alguna manera u otra. Me gustaría decirles que resignarse es lo último que deben hacer, yo mismo he estado hundido en ese pozo durante los últimos meses hasta que descubrí que de esa manera no llegaría a nada — Es mejor de esa manera. Que todo se encuentre en calma significa que todavía no debemos preocuparnos, no tanto. Quizá debamos aprovechar mientras están preocupados por todo lo que pasó con los esclavos… tomar un respiro… — es un poco cruel verlo de esa manera, pero es lo que nos queda. Si la atención se divide, podemos usarlo a nuestro favor.
Lo que no me espero es esa pregunta, así que ladeo el rostro para observar su perfil. Disfruto el silencio por un momento y, al final, suspiro con fuerza para menear la cabeza — No, no voy a volver, al menos no por ahora — murmuro, cruzo mis brazos con algo de fuerza sobre mi pecho y mordisqueo mis labios, con los ojos fijos en nuestros pies — Estoy… bueno, buscando pistas sobre mi tía en el norte, eso es todo. Siento que aún no estoy listo para volver, han pasado demasiadas cosas y no sé… no siento que sea la misma persona que antes. Es un poco complicado de explicar — duele, no voy a decir que no. Siento que he perdido algo importante de mi mismo, pero aún no descubro bien qué es — Los extraño — acabo admitiendo — También te extraño a ti. Siento que las cosas se descontrolaron por todos lados y es complicado encontrar el rincón por el cual empezar a limpiar.
Arqueó ambas cejas. Tener que vivir constantemente en su forma animaga no debía de ser lo más cómodo del mundo pero las circunstancias de la vida acababan empujando a las personas a tener que vivir de un modo u otro. Supervivencia en estado puro. Trató de no reír y acabó por cruzar los brazos bajo el pecho. —Acabó siendo una experiencia tan traumática que ahora creo que soy lesbiana— aseguró con total seguridad. Bueno, no era lesbiana; siempre había sentido atracción por las mujeres pero también por los hombres, en fin, simplemente era divertido recriminarle que había conseguido que toda una joven en plena adolescencia acabara cambiando su orientación sexual por culpa de una ‘mala experiencia’.
La situación había cambiado. La llegada de Magnar había puesto las cosas del revés, mucho más teniendo en cuenta que la mayor parte de las caras de la red eran ya de dominio público, por lo que la información era escasa, complicada de obtener y confusa. Todo se estaba complicando y las bases se tambaleaban, la seguridad de la búsqueda de una igualdad, de un país mejor parecía desvanecerse con el paso de los días en los que lo único que hacían era siempre lo mismo. Sobrevivir. Todos trataban de hacerlo, no podía culparlos por ello. —Tomar un respiro— susurró, frunciendo los labios. —He perdido todo lo que tenía y ahora las cosas están tan tranquilas que parecen muertas— se quejó, en cierto modo. Obviamente no buscaba una lucha a ciegas y sin fundamentos, pero la calma solo la estresaba aún más.
Cerró los ojos y presionó los labios con fuerza. Era frustrante y exasperante ver las cosas pasar. Comportarse como si no estuvieran allí solo porque no nos estaban afectando directamente, de momento, porque parecía que habíamos dejado de ser un objetivo de tiro. Aun así se obligó a abrirlos cuando escuchó su respuesta. —¿Para qué quieres a tu tía? Solo es una loca— resopló, molesta. Negó con la cabeza, enderezándose y pegando los talones a la pared, manteniéndose totalmente recta y con la mirada fija en la luz que penetraba por el extremo del callejón. —No soy quién para juzgarte, Kendrick, pero sigo manteniendo que estás haciendo las cosas mal— acabó por hablar, ignorando deliberadamente su último comentario. —Te podrían ayudar pero te has obcecado en pensar que puedes hacerlo todo por ti mismo. ¿Crees que ese nuevo apellido tuyo te da super poderes?— ironizó, golpeando con la lengua el lateral de su boca. Prensó los labios y bajó la mirada hacia la punta de sus deportivas, observándolas, dubitativa, durante unos instantes. —Al inicio quería entender que era porque te lo escondieron toda tu vida, ahora creo que…— suspiró y volvió a negar con la cabeza, acabando por patear una piedra cercana.
La situación había cambiado. La llegada de Magnar había puesto las cosas del revés, mucho más teniendo en cuenta que la mayor parte de las caras de la red eran ya de dominio público, por lo que la información era escasa, complicada de obtener y confusa. Todo se estaba complicando y las bases se tambaleaban, la seguridad de la búsqueda de una igualdad, de un país mejor parecía desvanecerse con el paso de los días en los que lo único que hacían era siempre lo mismo. Sobrevivir. Todos trataban de hacerlo, no podía culparlos por ello. —Tomar un respiro— susurró, frunciendo los labios. —He perdido todo lo que tenía y ahora las cosas están tan tranquilas que parecen muertas— se quejó, en cierto modo. Obviamente no buscaba una lucha a ciegas y sin fundamentos, pero la calma solo la estresaba aún más.
Cerró los ojos y presionó los labios con fuerza. Era frustrante y exasperante ver las cosas pasar. Comportarse como si no estuvieran allí solo porque no nos estaban afectando directamente, de momento, porque parecía que habíamos dejado de ser un objetivo de tiro. Aun así se obligó a abrirlos cuando escuchó su respuesta. —¿Para qué quieres a tu tía? Solo es una loca— resopló, molesta. Negó con la cabeza, enderezándose y pegando los talones a la pared, manteniéndose totalmente recta y con la mirada fija en la luz que penetraba por el extremo del callejón. —No soy quién para juzgarte, Kendrick, pero sigo manteniendo que estás haciendo las cosas mal— acabó por hablar, ignorando deliberadamente su último comentario. —Te podrían ayudar pero te has obcecado en pensar que puedes hacerlo todo por ti mismo. ¿Crees que ese nuevo apellido tuyo te da super poderes?— ironizó, golpeando con la lengua el lateral de su boca. Prensó los labios y bajó la mirada hacia la punta de sus deportivas, observándolas, dubitativa, durante unos instantes. —Al inicio quería entender que era porque te lo escondieron toda tu vida, ahora creo que…— suspiró y volvió a negar con la cabeza, acabando por patear una piedra cercana.
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No voy a decir que me sorprende su reacción, porque sería una total y completa mentira. No he conocido a una persona en todo este tiempo con quien pueda hablar de mis planes sin que me miren como si me hubiera chocado contra un confundus, quizá es por eso que sacudo la mano con algo de irritación — Sé lo que mi tía es, he oído historias sobre ella toda mi vida — de la mano de gente que sufrió su locura, de las manías enfermas de toda una familia que no sabía que tuve, pero que estuvieron ahí. Los Black tienen un árbol genealógico extenso y lo poco que pude averiguar no me agrada, pero también sé que estoy oyendo sobre ellos desde el punto de vista de terceros y no desde el interior, donde se supone que pertenezco — No es eso… — apenas tengo un hilo de voz, cierro los ojos con fuerza porque sé que no soy invencible, pero es que… ugh — ¿Ahora qué? Dilo — la reto, explotando un poco en la poca paciencia que sé que me queda.
Me separo de la pared para girarme y quedar frente a ella. Soy unos centímetros más alto que ella, así que me es fácil imponerme con la mandíbula tensa y mirarla con cierta frustración que se refleja en lo tenso de mi cuerpo — ¿Crees que soy un idiota, un suicida? Pues bien, estoy tratando de hacer lo mejor con lo que tengo y tú no lo entenderías. Sí, mi familia fue una mierda, pero cuando intento comprender las cosas, cuando busco el lugar donde se supone que pertenezco… ¡Hay un enorme vacío! ¡Es una enorme nada! — sacudo las manos delante de ella, busco graficar sin mucho éxito esa bola de irritación, esos años de ignorancia que me estrangulan la voz — Y todo se creen que tienen el derecho de opinar, de decidir, de juzgar… Cuándo es mi vida, es mi identidad y estoy tratando de hacer lo mejor que puedo, ¿de acuerdo? Sé que no soy listo, que ellos me ven solo como un niño, pero es que… ¿Qué más puedo hacer? Tú dime — porque si es tan lista para decir que estoy equivocado, que me dé una respuesta válida a mis problemas.
Me separo de la pared para girarme y quedar frente a ella. Soy unos centímetros más alto que ella, así que me es fácil imponerme con la mandíbula tensa y mirarla con cierta frustración que se refleja en lo tenso de mi cuerpo — ¿Crees que soy un idiota, un suicida? Pues bien, estoy tratando de hacer lo mejor con lo que tengo y tú no lo entenderías. Sí, mi familia fue una mierda, pero cuando intento comprender las cosas, cuando busco el lugar donde se supone que pertenezco… ¡Hay un enorme vacío! ¡Es una enorme nada! — sacudo las manos delante de ella, busco graficar sin mucho éxito esa bola de irritación, esos años de ignorancia que me estrangulan la voz — Y todo se creen que tienen el derecho de opinar, de decidir, de juzgar… Cuándo es mi vida, es mi identidad y estoy tratando de hacer lo mejor que puedo, ¿de acuerdo? Sé que no soy listo, que ellos me ven solo como un niño, pero es que… ¿Qué más puedo hacer? Tú dime — porque si es tan lista para decir que estoy equivocado, que me dé una respuesta válida a mis problemas.
Arqueó ambas cejas ante su nuevo tono de voz. No negaría que era fruto de sus previas ‘acusaciones’ pero no dejaba de molestarla. Chasqueó la lengua, deslizando las manos hasta meterlas dentro de los bolsillos de su chaqueta. —Ahora creo que solo eres un crío con un rabieta monumental— contestó sin pensar demasiado en sus palabras, no queriendo seguir filtrándolas por más tiempo. La primera vez que se vieron, aquella ocasión en la que acabó llevándoselo consigo para tratar de proteger a la red, fue frente a varias televisiones donde se estaban transmitiendo un juicio que acabó con dos personas ardiendo en una hoguera. Entonces le pareció un enfado pasajero, uno que dejaría atrás cuando se diera cuenta de que las cosas no eran tan fáciles cuando uno estaba completamente solo y que la sangre no significaba qué tipo de persona tenía que ser, que no lo definía. Otro error.
Entrelazó las manos y alzó la mirada hacia él, queriendo dejarle en claro que si pretendía imponerse o intimidarla con aquel tipo de actitud se podía volver a su nueva vida en el Capitolio. Paladeó todas y cada una de las palabras, suspirando con cierta ironía. —¿Tu familia fue una mierda?— lo acusó de inmediato. ¿De qué familia hablaba? ¿La que lo había criado o la que le había dado ese nuevo apellido del que parecía estar orgulloso? —¿Antes existía esa nada? ¿Antes de saber quién eres? Seguro que no, tú eres el que está creando ese vacío. Ahora resulta que eres una persona completamente diferente. Quizás yo debería investigar quién es mi padre, y si resulta que es Aminoff… quizás traiga a los aurores o a los dementores porque es lo que llevo en la sangre, ¿no?— soltó, irónica. Era absurdo. Tenía a un sitio al que pertenecía, unas personas que se preocupaban por él y ¿qué? Decidía dejar todas aquellas buenas atrás por una mentira que solo pretendía protegerlo. Quizás era más estúpido que absurdo.
Era obvio que aún quedaba algo de resquemor tras todo lo ocurrido, quería convencerse de que solo eran palabras que pensaba y estarían allí independientemente de lo demás. Se rascó la parte posterior de la cabeza, frustrada. —Sólo deberías estarte quieto y no empeorar las cosas— habló nuevamente, siendo cortante y separándose un poco de la pared para recuperar nuevamente su espacio.
Entrelazó las manos y alzó la mirada hacia él, queriendo dejarle en claro que si pretendía imponerse o intimidarla con aquel tipo de actitud se podía volver a su nueva vida en el Capitolio. Paladeó todas y cada una de las palabras, suspirando con cierta ironía. —¿Tu familia fue una mierda?— lo acusó de inmediato. ¿De qué familia hablaba? ¿La que lo había criado o la que le había dado ese nuevo apellido del que parecía estar orgulloso? —¿Antes existía esa nada? ¿Antes de saber quién eres? Seguro que no, tú eres el que está creando ese vacío. Ahora resulta que eres una persona completamente diferente. Quizás yo debería investigar quién es mi padre, y si resulta que es Aminoff… quizás traiga a los aurores o a los dementores porque es lo que llevo en la sangre, ¿no?— soltó, irónica. Era absurdo. Tenía a un sitio al que pertenecía, unas personas que se preocupaban por él y ¿qué? Decidía dejar todas aquellas buenas atrás por una mentira que solo pretendía protegerlo. Quizás era más estúpido que absurdo.
Era obvio que aún quedaba algo de resquemor tras todo lo ocurrido, quería convencerse de que solo eran palabras que pensaba y estarían allí independientemente de lo demás. Se rascó la parte posterior de la cabeza, frustrada. —Sólo deberías estarte quieto y no empeorar las cosas— habló nuevamente, siendo cortante y separándose un poco de la pared para recuperar nuevamente su espacio.
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¡Y ahí va, alguien más que me llama crío! Es tan fácil juzgar, tan sencillo apuntar con el dedo, cuando pararse en mi vereda parece ser lo único que nadie va a hacer por mí. Pues bien, que se jodan, tanto ella como los otros que tienen ese pensamiento, no los necesito — No es eso… — le gruño, creo que por un instante me asemejo al canino en el que tiendo a transformarme — Solo quiero saber más de mí mismo, más de lo que se supone que eran los Black antes de que desaparecieran. ¡Y sé que no eran buenas personas! Pero quiero saberlo desde otro punto de vista y la única persona que puede darme eso, para mi desgracia, es la loca de mi tía. ¿Es tan difícil de entender? — parece que sí, tampoco voy a gastar mi tiempo en tratar de meterle esa idea en su cabeza. Al fin de cuentas, sé muy bien que es una decisión demasiado personal.
No sé muy bien el motivo, pero ese comentario punzante me genera una molestia suficiente como para dar los pasos necesarios para alejarme de ella, hasta que mi espalda toca la pared opuesta. Me descubro presionando mis labios y empujándolos con mi lengua en una expresión cansada, masticando cientos de cosas que no deben salir de mí. Porque no quiero pelear con ella, no quiero sentir que he perdido una amistad por algo tan tonto como un desacuerdo. ¿O no es eso? — ¿Eso es lo que he hecho para ti? — acabo soltando. Es un murmullo, aunque mi voz no suena firme — ¿He empeorado las cosas, eso es todo? Pues no deberías haberme llevado a tu casa en primer lugar. Lamento que todo terminase como ocurrió… ¿De acuerdo? Fui un idiota, lo admito. Solo… — ¿Qué? ¿Que dejemos de discutir? ¿Que pelear no tiene sentido, no cuando podríamos simplemente evitarlo?
Me rasco el cuello, allí donde se acumulan todas las cosas que no digo porque no puedo darles una verdadera forma. No quiero ser un niño emocional, no con ella — Tal vez me equivoqué al saludarte hoy. Tal vez, es mejor que yo siga mi camino y tú sigas el tuyo. Y nos olvidemos de todo esto — de los meses de compañía que, de alguna manera, acabaron en una línea que no sé si alguno de nosotros quiere cruzar. Cada quien tiene su lado, supongo.
No sé muy bien el motivo, pero ese comentario punzante me genera una molestia suficiente como para dar los pasos necesarios para alejarme de ella, hasta que mi espalda toca la pared opuesta. Me descubro presionando mis labios y empujándolos con mi lengua en una expresión cansada, masticando cientos de cosas que no deben salir de mí. Porque no quiero pelear con ella, no quiero sentir que he perdido una amistad por algo tan tonto como un desacuerdo. ¿O no es eso? — ¿Eso es lo que he hecho para ti? — acabo soltando. Es un murmullo, aunque mi voz no suena firme — ¿He empeorado las cosas, eso es todo? Pues no deberías haberme llevado a tu casa en primer lugar. Lamento que todo terminase como ocurrió… ¿De acuerdo? Fui un idiota, lo admito. Solo… — ¿Qué? ¿Que dejemos de discutir? ¿Que pelear no tiene sentido, no cuando podríamos simplemente evitarlo?
Me rasco el cuello, allí donde se acumulan todas las cosas que no digo porque no puedo darles una verdadera forma. No quiero ser un niño emocional, no con ella — Tal vez me equivoqué al saludarte hoy. Tal vez, es mejor que yo siga mi camino y tú sigas el tuyo. Y nos olvidemos de todo esto — de los meses de compañía que, de alguna manera, acabaron en una línea que no sé si alguno de nosotros quiere cruzar. Cada quien tiene su lado, supongo.
Suspiró, cansada. Puede que si hubieran acabado encontrándose antes las cosas hubieran sido diferentes, quizás su humor habría sido algo mejor. El desánimo conseguía que estuviera más débil y prefiriera no discutir con los demás. Lo cierto era que prefería no hacerlo de cualquier forma, tener aquel tipo de encuentros era una verdadera pérdida de tiempo, cada uno era de una manera, pensaba de una forma y tenía que respetarlo. Pero estaba harta de perder; mucho más de perder para nada, para que los demás tuvieran una vida más ‘fácil’ mientras ella se sentía completamente desamparada. Prensó los labios y retiró la mirada hacia el extremo contrario de aquel oscuro callejón. —Entiendo que quieras saber más de los Black— comentó, rehusando el hecho de llamarlos ‘su familia’ o ‘algo que formaba parte de él’. Simplemente le resultaba insultante. —Pero no creo que tu forma de actuar haya sido la correcta— puntualizó con algo más de tranquilidad, cruzando los brazos frente a su cuerpo.
Arqueó ambas cejas cuando él abrió más espacio entre ambos. Lo cierto es que tras todas las cosas, todo el tiempo que había transcurrido, las barreras habían acabado alzándose nuevamente sin que, siquiera, se hubiera percatado de ello. —Sabes perfectamente que te llevé allí para proteger al resto de la Red— contestó de inmediato. Las cosas habían sido claras desde el inicio y él había sabido que solo estaba allí porque no quería que lo pillaran y lo torturaran hasta que le sacaran la ubicación del lugar en el que se encontraban los demás, el hecho de que, después, se encariñara de él solo era un extra que no tendría en cuenta. —No te he recriminado nada de lo que pasó, sabía cómo podía acabar todo si las cosas iban mal—. No era estúpida y conocía a su madre. Meneó la cabeza, frustrada, ni siquiera sabía qué estaba diciendo o como expresar lo que había en su cabeza. —Creo que deberíamos dejar de discutir— agregó —, nuestras situaciones son distintas y pensamos de forma diferente, eso es todo — prosiguió frunciendo los labios mientras metía las manos dentro de sus bolsillos.
Aun así asintió con la cabeza, no moviéndose ni un ápice del lugar que había ocupado desde hacía unos minutos. —Al menos estás vivo, habría sido una mierda que no lo estuvieras— respondió encogiéndose ligeramente de hombros. Lo que pensaba ya había sido dicho, no podía recoger sus palabras, y tampoco deseaba hacerlo, pero una cosa no quitaba la otra. —Pero sí, tal vez lo mejor es que cada uno siga su camino como hasta ahora— aseguró. Ella ni siquiera sabía donde estaría al día siguiente, mucho menos donde estaría él.
Arqueó ambas cejas cuando él abrió más espacio entre ambos. Lo cierto es que tras todas las cosas, todo el tiempo que había transcurrido, las barreras habían acabado alzándose nuevamente sin que, siquiera, se hubiera percatado de ello. —Sabes perfectamente que te llevé allí para proteger al resto de la Red— contestó de inmediato. Las cosas habían sido claras desde el inicio y él había sabido que solo estaba allí porque no quería que lo pillaran y lo torturaran hasta que le sacaran la ubicación del lugar en el que se encontraban los demás, el hecho de que, después, se encariñara de él solo era un extra que no tendría en cuenta. —No te he recriminado nada de lo que pasó, sabía cómo podía acabar todo si las cosas iban mal—. No era estúpida y conocía a su madre. Meneó la cabeza, frustrada, ni siquiera sabía qué estaba diciendo o como expresar lo que había en su cabeza. —Creo que deberíamos dejar de discutir— agregó —, nuestras situaciones son distintas y pensamos de forma diferente, eso es todo — prosiguió frunciendo los labios mientras metía las manos dentro de sus bolsillos.
Aun así asintió con la cabeza, no moviéndose ni un ápice del lugar que había ocupado desde hacía unos minutos. —Al menos estás vivo, habría sido una mierda que no lo estuvieras— respondió encogiéndose ligeramente de hombros. Lo que pensaba ya había sido dicho, no podía recoger sus palabras, y tampoco deseaba hacerlo, pero una cosa no quitaba la otra. —Pero sí, tal vez lo mejor es que cada uno siga su camino como hasta ahora— aseguró. Ella ni siquiera sabía donde estaría al día siguiente, mucho menos donde estaría él.
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A estas alturas, creo que ya no me importa lo que ella piense o no piense de mí, al menos no tanto como antes. Si no puede opinar como yo, me aferraré a mis ideas y haré oídos sordos a sus comentarios, porque al fin y al cabo es imposible que nos acabemos comprendiendo. Lea siempre tendrá un cariño especial en mí, no solo porque se lo debo, sino también porque se lo ha ganado. Por eso mismo asiento con la cabeza cuando pide que dejemos de discutir, no le veo el sentido a seguir estirando una pelea que no llegará a ningún puerto. ¿Y no he demostrado ya que puedo ser hiriente cuando quiero, incluso sin siquiera pensarlo? ¿Quiero serlo con ella? No, en lo absoluto.
La sonrisa que le regalo es una mueca forzada, pero intento que se sienta honesta — Van a necesitar más que unos dementores para poder conmigo. Ya sabes lo que dicen por ahí: la yerba mala nunca muere — mi broma flota en el aire en un ligero intento de generar una nueva paz entre ambos, como una disculpa que no tiene que ser dada. Veo su aceptación como una invitación a marcharme, mis pies dudan hasta que me giro en dirección a la salida del callejón con un vacile obvio, demasiado lento — Nos veremos por ahí. Estoy seguro de que regresaré, tarde o temprano. Cuando me sienta listo — porque hay una corazonada ahí, de que todo va a su tiempo, de que no todos podemos movernos de la misma manera. Pero el catorce fue mi hogar y esa gente, mi familia; yo solo necesito encontrar otra ruta para llegar a ellos siendo quien soy, no quien me han dicho que sea.
Me relamo los labios que siento secos y le sonrío vagamente — Lamento todo — no solo lo que he hecho, como ya dije, sino esto. Que terminemos en aceras tan opuestas, aunque sea por un breve momento. No necesito decir más para transformarme en perro y lo siguiente que podrá ver es un animal sacudiéndose para acomodarse la pelambre antes de salir corriendo de allí.
La sonrisa que le regalo es una mueca forzada, pero intento que se sienta honesta — Van a necesitar más que unos dementores para poder conmigo. Ya sabes lo que dicen por ahí: la yerba mala nunca muere — mi broma flota en el aire en un ligero intento de generar una nueva paz entre ambos, como una disculpa que no tiene que ser dada. Veo su aceptación como una invitación a marcharme, mis pies dudan hasta que me giro en dirección a la salida del callejón con un vacile obvio, demasiado lento — Nos veremos por ahí. Estoy seguro de que regresaré, tarde o temprano. Cuando me sienta listo — porque hay una corazonada ahí, de que todo va a su tiempo, de que no todos podemos movernos de la misma manera. Pero el catorce fue mi hogar y esa gente, mi familia; yo solo necesito encontrar otra ruta para llegar a ellos siendo quien soy, no quien me han dicho que sea.
Me relamo los labios que siento secos y le sonrío vagamente — Lamento todo — no solo lo que he hecho, como ya dije, sino esto. Que terminemos en aceras tan opuestas, aunque sea por un breve momento. No necesito decir más para transformarme en perro y lo siguiente que podrá ver es un animal sacudiéndose para acomodarse la pelambre antes de salir corriendo de allí.
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