The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Tal vez me estoy arriesgando, pero es una resolución que vengo considerando hace días y sé que no puedo seguir retrasando esto. No cuando en cualquier momento van a ponerme un ultimátum y sé que deberé tener una idea de con quien puedo contar. Sé muy bien mis virtudes y los puntos fuertes, pero soy consciente de que tengo más en contra de lo que puedo pedir. Y ahí es cuando me doy cuenta de que no puedo hacer esto solo, porque sentarme a esperar que las malas noticias toquen la puerta no es mi estilo. Se vienen tiempos más difíciles y sobre todo desconocidos, no puedo estar a ciegas en mis intentos de mantener el orden. Me he prometido que ganaré esta batalla, quizá no como el presidente lo quiera. ¿Y qué mejor que tener a mi lado al sujeto que controla los ejércitos de aurores y que, para variar, era un miembro muy cercano a Jamie Niniadis? Riorden ha tenido sus errores, pero si hay alguien en quien confío en esta cuestión, es él.

Por eso es un frío día de fines de enero y estoy tocando el timbre de su casa, con las manos vacías y la ropa más informal que podría usar, delatando que estaba ocupado en pasar la tarde en mi sofá cuando decidí que era momento de dejar de seguir pateando el balón. Froto mis manos en la pequeña espera hasta que la puerta se abre, mostrándome en sorpresa, la imagen del ministro que vine a buscar — Hubiera apostado que alguno de tus empleados haría el trabajo — admito con un parpadeo de sorpresa — ¿Tienes un momento? — si no lo tiene, se lo robo. Me meto en su casa sin mirar su decoración y agradezco la calefacción en lo que me estremezco del frío, volteándome con rapidez hacia él — Necesito que hablemos a solas. ¿Tienes algún sitio donde nadie nos oiga? — porque no necesito orejas metiches en mis asuntos, en especial porque sé que no son asuntos cualquiera.

Por si las dudas, sí busco con la mirada alguna presencia que pueda estar oyendo aunque sea mediante las paredes, pero la casa es lo suficientemente grande como para no percatarme de ella — Tú estuviste el día que Jamie Niniadis fue asesinada — me explico — Necesito atar algunos cabos sueltos antes de saber cómo seguir con esto. Espero no equivocarme al decir que puedo confiar en ti — porque si empezamos a apuntarnos los unos a los otros, ya no tendremos cómo jugar esta partida.
Hans M. Powell
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Riorden M. Weynart
Apenas he comido nada en todo el día porque ni siquiera tengo apetito. Hace escasos días del desastre que los muggles hicieron en la despedida a Jamie y todavía no me he recompuesto emocionalmente. Físicamente he tenido más suerte que otros, la verdad, pero psicológicamente ya... De verdad que, iluso de mí, creía que podría ser un día tranquilo para despedirla. Lo último que pensaba era que unos muggles entrarían en juego; como si no tuviéramos bastante con esos traidores. Y sobre todo con el niño Black, que es un gran riesgo para los pilares en los que se sustenta nuestro Gobierno y del cual no se sabe nada desde aquel catastrófico intercambio de rehenes donde perdimos a Annie.

Para seguir con mi costumbre de esta última semana, paso las horas encerrado en un despacho, leyendo informes inútiles de escuadrones que están recorriendo el norte, en busca de esa gentuza muggle. No sirve de nada porque por ahora nadie ha encontrado nada útil, pero patrullar las zonas es lo único que ahora mismo se puede hacer, mientras no haya una reunión con el resto de ministros para decidir, o más bien que Magnar ordene, cómo actuar. Es ordenando en archivadores todos esos informes que se me están empezando a acumular cuando escucho el timbre. — ¡LILY! — llamo a mi esclava para que atienda la puerta. Como pasan un par de largos minutos y nadie, ni ella ni ningún elfo doméstico, parece mover un dedo, me levanto de la silla, resignado y molesto. Ni siquiera sé para qué me he gastado los galeones pagando para tener un servicio de seres tan vagos, pero quiero pensar que están todos ocupados preparando la cena y con las sartenes, ollas y fuego, no se han enterado.

Cuando abro la puerta de la mansión, me encuentro una cara que no esperaba ver, al menos no en estas circunstancias. — Yo también, pero creo que están todos haciendo la cena y no se han enterado. Tendré que llevarles a que les miren los oídos — respondo en tono sarcástico y resoplo, visiblemente molesto. Me hago a un lado para que pase al interior, y después, le llevo hasta el despacho donde estaba trabajando para hablar con más tranquilidad. — Perdona el desorden, justo me has pillado organizando toda la documentación — me excuso mientras me siento en una de las sillas. Por suerte, tengo la cabeza hacia abajo cuando me pregunta algo que no he visto venir, así que me ahorro el que vea mi expresión de desconcierto. — Puedes confiar — reafirmo una vez en la silla y asiento para remarcarlo más. A diferencia de Magnar, que mira con lupa a todos, a mí sus orígenes me importan bien poco siempre y cuando sea leal. Los errores de un padre son solo de él, no de sus hijos. — Pero me temo que hablar de eso va a ser más complicado de lo que imaginas — empiezo a explicar, y me acomodo en el asiento. — Iba a hablar con Jamie sobre lo que pasó en el 14 y lo que pensaba hacer con Seth, pero cuando llegué a la mansión, me encontré a todos discutiendo. Me quedé en el salón hasta que oí más gritos, y cuando entré en la habitación donde estaban... — dejo de hablar por un instante, porque creo que no hace falta que especifique que lo que vi fue a Jamie muerta. — En aquel momento no sabía por qué discutían. Luego descubrí que todo vino al saber quién era Magnar realmente. — Quizá sepa el motivo de la discusión, pero hay muchas cosas que todavía no comprendo.
Riorden M. Weynart
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
No le presto demasiada atención a su desorden, se lo dejo en claro con una sacudida de la diestra que acompaña el movimiento desinteresado de mi cabeza. Bien podría haberme atendido recién levantado y no me hubiese importado, considerando que lo que tenemos que hablar es de mi urgencia y posiblemente también de la suya. Me tomo el atrevimiento de sentarme frente a él, acomodo mi cuerpo al molde del asiento y mis movimientos se vuelven algo más cuidadosos en lo que me tomo el permiso de chequear que no me está mintiendo, que su confianza es algo que puedo tomar y que nada de lo que hablemos saldrá de estas paredes. No esperaba algo simple, se lo dejo en claro con una mueca que me deja prestándole atención a sus palabras. Bien, nada que no haya escuchado antes. El asesinato de Jamie tiene un esquema extraño, pero todas las piezas acaban teniendo sentido, a excepción de una — Sé que no podemos evitar sospechar de Seth Niniadis, pero… ¿Hero? Quiero decir, ambos la conocimos. Esa niña es… solo una niña de la Isla Ministerial — por no decir que era una malcriada y que no tenía razones ni modos para atacar a su madre.

Poner malas caras a los medios que tuvo nuestro presidente de llegar al poder no nos viene bien a ninguno, pero por cómo me muevo creo que dejo bien en claro que no confío en esa historia — Sea como sea, me gustaría conocer mejor esa historia. El problema es que si queremos ganar esta guerra, los dos sabemos que Magnar es nuestra mejor opción. Él piensa que nos está usando a nosotros, pues lo haremos al revés. Lo conocemos, Riorden — sus mañas siempre han resultado insoportables, pero útiles. Ese hombre es una víbora inteligente, sabe cómo moverse y a quienes mantener cerca, mientras que otros se beberán su veneno. Le hemos pedido ayuda cuando la necesitamos y sé que si los muggles han decidido atacar ahora, es porque la amenaza ha crecido — Podemos ser lo que él quiere, porque no voy a dejar que esas basuras se hagan con el poder de NeoPanem. Creo que los dos coincidimos en que los muggles deben mantenerse alejados y que el mundo por el cual los Niniadis lucharon debe mantenerse. El tema es… — golpeteo mis pulgares y creo que sonrío honestamente desde que llegué, aunque ese gesto no se refleja en el resto de mis facciones. Incluso, estoy seguro de que mis ojos se han helado — ¿Quién gobernará cuando ganemos la guerra y Magnar ya no nos sirva? Porque estoy seguro de que tú lo quieres ahí tan poco como yo — si no comprende a dónde quiero ir con todo esto, no tengo problema en ilustrarlo. Me estoy jugando la cabeza, pero es un riesgo que pienso tomar.
Hans M. Powell
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Riorden M. Weynart
Lo que dice de Hero Niniadis es lo que llevo pensando todos estos meses, pero que no me he atrevido a decir en voz alta a nadie más que a Zoey. Son dudas de las cuales no puedo aportar nada porque ni siquiera estaba dentro de la habitación cuando todo pasó; pero unas dudas normales si tenemos en cuenta que he visto a esa niña crecer. Vivimos al lado, para empezar, así que creo que en 14 años me hubiera dado cuenta de que algo fallaba si hubiera sido el caso. A veces pienso que Seth consiguió comerle la cabeza en esas semanas, pero aun así, es todo demasiado precipitado como para terminar con la muerte de su madre. — Exacto. Era su madre, y a diferencia de Seth, no parecía odiarla. — A eso hay que sumarle también que hacía poco que había perdido a su padre como para querer quedarse sin otro progenitor. — Solo espero que algún día la encontremos para que pueda aclararnos más lo que pasó — añado. No hemos dejado de buscarla ni a ella ni a Seth, pero si ya había pocos efectivos trabajando en eso, ahora que tenemos que encontrar a estos muggles hay incluso menos.

No puedo evitar hacer una pequeña mueca cuando comenta que ambos sabemos cómo es nuestro nuevo Presidente, y creo que mi suspiro pesado deja todavía más claro que comprendo perfectamente lo que está tratando de decirme. Lo que no esperaba era que fuera tan directo con sus últimas palabras. Pero es algo bueno, y creo que la media sonrisa que asoma mis labios me delata. — No sabes lo mucho que me tranquiliza ver que no soy el único que no comparte sus métodos. — Porque puedo querer mantener alejados a los muggles y los traidores tanto como Magnar, pero me niego a continuar con todo lo que está haciendo cuando ganemos esta guerra que ahora se ha abierto a dos bandos, tanto con los traidores del 14 como con los humanos que han entrado al tablero de juego. El problema es que algunos ministros sí parecen estar de su lado, como Silas Jensen... y, sobre todo, está el asunto de quién gobernará si nos quitamos a Aminoff de en medio en un futuro. — No lo sé — reconozco al final, y dejo caer los brazos sobre mis piernas con pesadumbre. — Obviamente me gustaría ser yo, pero viendo que imponer gente porque sí no es algo que esté funcionado bien, tampoco voy a venir exigiendo sin consultar... — añado, y desvío la mirada hacia mis pies, algo cabizbajo porque no es un tema fácil del que hablar. — Pero no podemos poner a cualquiera, debe de ser alguien que piense como tú y como yo. Y me temo que algunos ministros comparten los pensamientos de Magnar. — Vuelvo a alzar la mirada hacia él, en gesto serio y sin rastro de la media sonrisa que hace escasos minutos acompañaba mi expresión. — ¿Qué propones? — Porque si ha venido a hablar de esto, tiene que tener alguna idea clara.
Riorden M. Weynart
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Su sonrisa se me contagia en un ligero tirón, parece que ambos estamos parados en la misma página y solucionar este problema no será solo el trabajo de mi ser más desesperado. Lo que sí me toma con pequeña sorpresa, aunque no debería, es que hable tan abiertamente de querer gobernar. A Riorden tal vez le interesa más el poder que a mí, yo me conformo con mantener el orden y, posiblemente, esa sea la combinación que necesitamos — ¿Qué propongo? — me acomodo hasta cruzar las piernas y doy un golpeteo en mi mentón con algunos de mis nudillos, analizándolo con la mirada, como si de esa manera pudiese repasar mejor los puntos que he analizado antes de venir — No quiero mantener el mismo grupo de ministros, no si van a traer conflictos de intereses. Como líder, tendrías todo tu derecho a elegir a tus compañeros tal y como hizo Jamie. Ahora, sobre tú en el poder...

No me pasé años metido en libros sobre leyes como para ser un idiota, pero también sé que ser político no estaba en mis planes. Pero si necesita de mi consejo, haré lo que pueda para dárselo — Tendrás mi apoyo si te presentas como tal. No me importa quién gobierne, siempre y cuando no sea una amenaza. Tú también tienes hijos, así que debes comprender mi preocupación. Puedo ser tu vice — casi suena como una broma, le sonrío con cierta diversión y todo. Bajo las manos hacia los respaldos del asiento, dando algunos golpeteos sobre los mismos — No podemos dar un golpe invasivo, es verdad, pero si no quieres entrar por la fuerza solo deberíamos sugerir una votación. Es arriesgado, lo sé. Y creo que nos estamos precipitando porque nuestro problema más grande será sacar a Magnar del poder — no es un sujeto fácil y no sé que tanto me atrevería a enfrentarme a él en un duelo mágico, en especial con la Varita de Saúco en contra.

Creo que es nuestra tarea el ser cuidadosos y tratar de ser su voz de la razón en el tiempo que nos queda con él al mando. Si somos listos, podremos aconsejarlo y evitar alguna que otra desgracia que nos juegue en contra. Ya sabemos lo voluble que puede ser — el sujeto era mafioso, por todos los cielos. Claro que no tiene un carácter que se pueda calificar como simple — Cuando la guerra esté ganada, habría que derrocarlo y no será fácil. Quiero decir, fue lo suficientemente rápido como para meterse a los renegados como las criaturas en el bolsillo con su gobierno populista lleno de nuevas oportunidades. Y no, no queremos más problemas, así que con ellos deberíamos tener un mayor control. Pero... ¿Te ves asesinando al presidente por la espalda? — por el tono de mi voz, dejo en claro que hacer la gran Julio César no es una opción — Ganar una guerra te da popularidad y jamás se la llevan los comandantes, sino el líder que los representó aunque no haya movido un dedo. Tendríamos que irle quitando el poder poco a poco, hasta que la gente vea lo que en realidad es: un psicópata cobarde.
Hans M. Powell
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Riorden M. Weynart
En un punto empiezo a escuchar sus palabras con los ojos ligeramente entrecerrados y las manos sobre el escritorio, bien colocado, como si de esa manera pudiera analizar mejor todo lo que me está diciendo. Que parezca tan convencido me alivia porque me deja bien claro que de verdad quiere cambiar las cosas de cara al futuro, porque ya estaba temiendo que me tocaría aguantar a Aminoff hasta el fin de mis días no solo por los apoyos que tiene, sino porque la gente tema represalias al actuar contra él. Que no es para menos, teniendo en cuenta lo que le hizo a Labors...

De vez en cuanto asiento para reforzar lo que comenta, y al final, cuando termina de explicar su propuesta, me acomodo mejor y carraspeo antes de hablar: — Estoy completamente de acuerdo en todo — reafirmo una vez más. — Pero creo que hay otro problema que hemos dejado más de lado en los últimos meses: el chico Black. Entiendo que cuando dices que esperemos a que Magnar termine la guerra, le incluyes a él, ¿no? — Porque si tuvimos que aguantarle en un principio fue precisamente para eso, para que nos ayudase a encontrar a ese mocoso. — Como dices, habría que cambiar algunas cosas en el país si nos libramos de él, ahora que le ha dado más libertad a ciertas criaturas... — Creo que mi tono de voz deja bien claro que no es de mi agrado tener que trabajar con los licántropos, por ejemplo, pero supongo que en algunas circunstancias es cierto que el fin justifica los medios. Y por desgracia, por el bien de todos, no se les podrá quitar esos derechos así como así; una vez los han tenido, es más difícil devolverlos a como estaban antes. — Por todos esos apoyos nuevos que se está ganando, es por lo que no podemos matarlo  — respondo a su pregunta retórica.

Hay algo en sus últimas palabras que ha captado mi atención porque verdaderamente es el adjetivo que mejor define a Magnar: psicópata. — Creo que el primer paso hacia esa destrucción lo dio él mismo cuando rechazó hablar y prefirió que matasen a esos aurores  — explico mientras tamborileo el escritorio con las puntas de mis dedos, pensativo. — Prefirió condenar a sus ciudadanos sin ni siquiera dedicar cinco minutos a conversar.  — Sí, eran unos muggles que no lo merecían, pero simplemente debía hacerlo por esos aurores, aunque luego no llegase a ningún acuerdo por obvias razones. — ¿Nunca te has preguntado cómo averiguó que era el hijo de Jamie y de Jared?  — dejo caer. Es una cuestión que lleva rondado mi cabeza todos estos últimos meses porque no me explico cómo lo supo, ni mucho menos por qué tardó en decirlo si lo sabía de antes. Conocí tanto a Jamie como a Jared desde siempre, y ni siquiera yo sospeché que pudieran haber tenido un hijo.
Riorden M. Weynart
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Hago una mueca que deja bien en claro que ese niño no es una persona demasiado grata en mi vida, especialmente por la cantidad de problemas que me ha causado. Sé que no pude ponerle las manos encima cuando tuve la oportunidad, que dejé que se escapara de una manera tan patética que no comprendo cómo es que todavía puedo mantener cierto orgullo. ¿Por qué no lo ejecuté y ya, sin dejarlo como carnada el día que Annie murió y pagó por nuestros errores? — Por supuesto. Esta guerra tiene más de un enemigo y eliminar a los Black es una de las tantas tareas a cumplir. Magnar tampoco lo quiere con vida, así que podemos contar con que no dejará de perseguirlo hasta dejarlo colgado en algún sitio público — que, por morboso que suena, hasta casi que lo apoyo. Sé que es un niño, pero las amenazas no saben de edades.

Asiento, creo que ambos comprendemos bien que ponernos a los seguidores de Aminoff en nuestra contra no es la mejor opción. Vacilo, meneando un poco la cabeza — No comparto su decisión, pero puedo comprender por qué lo hizo. Darle poder a los muggles no es un buen plan y Hermann ni siquiera aceptó su propuesta de conversar cara a cara, pero tampoco voy a quitarle culpa a su actitud. Ambos son sujetos complicados y tenemos que saber que nos estamos parando en medio de la línea de fuego — no podremos movernos con facilidad, tampoco podemos hacerlo solos.

No me espero esa última pregunta y me muevo de manera que apoyo mis brazos cruzados sobre el escritorio, prenso mis labios hasta que niego con lentitud en un gesto quedo — Magnar se movía por sitios que ni nosotros conocemos. Debe tener sus informantes, tal vez en el orfanato. Si yo puedo rastrear los papeles legales, él posiblemente también pudo — no fue complicado encontrar el acta de su nacimiento cuando empezaron los análisis que lo catalogaron como el único con derecho presente a reclamar el lugar de su madre, lo que no comprendo qué es lo que pasó por la mente de la Jamie adolescente para jamás contarlo. Bueno, tampoco soy un ejemplo de padre presente — El problema no es cómo, sino cuándo. ¿A veces no crees que estuvo siempre dónde deseaba estar? En el norte, en el ministerio, en la mansión. Es un sujeto útil, pero me da escalofríos — ni siquiera lo disimulo, puedo sentir cómo los vellos de mi nuca y mis brazos se erizan — ¿Crees que funcionará? ¿Que podremos evitar que nos condene a todos y ganar la guerra? — porque una cosa es hablar en la comodidad de un despacho, pero será muy diferente cuando estemos en el campo de batalla. Y yo, personalmente, tengo unos cuantos enemigos personales e internos en este problema.
Hans M. Powell
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Riorden M. Weynart
Asiento con la cabeza a su respuesta sobre el niño Black. Es algo que deberíamos arreglar lo antes posible porque no es algo que solo sepamos nosotros como pasaba antes, sino que ahora, por culpa de aquel desastroso intercambio de rehenes, algunos trabajadores conocen esa verdad que tanto puede tambalear, y alterar más de lo que ya está, nuestra sociedad. — Perfecto. Espero que podamos dar con él antes de que Hermann lo haga porque los traidores o el propio chico vayan a juntarse con él. — Porque si tenían al chaval escondido, intuyo que deben de compartir los pensamientos políticos de los Black y, por lo tanto, el hecho de que los humanos deban ser quienes tengan el poder del país. Por separado cada uno son su propio problema y han creado situaciones polémicas, pero si por circunstancias acabaran juntándose...

No le llevo la contraria porque al final, está claro que él conoce mejor a Hermann que yo. Magnar es un caso aparte porque cuando crees conocerle, te sorprende con algo... y para peor. Obviamente nunca me planteé que este hombre terminase mandando por encima de nosotros, sino, nunca le hubiera ofrecido el puesto de jefe de los aurores, para empezar. — Son como una bomba de relojería — reconozco. Quizá no conozca al hombre con el que Hans comparte sangre, pero solo hay que ver cómo hablaron y reaccionaron los dos el otro día. Confío en que Kavalier y el resto de trabajadores del departamento tecnológico consigan dar con una ubicación más precisa en poco tiempo, para poder dar con él antes de que la situación empeore y hasta cambie de lugar y tengamos que empezar de cero.

Presto atención a sus meditaciones sobre el que ahora es nuestro nuevo jefe, y cuando deja caer la pregunta, carraspeo antes de hablar: — Han sido demasiadas casualidades como para considerarlas como tal — reafirmo. Es algo que llevo demasiado tiempo pensando, pero que por problemas que han ido surgiendo, he intentado obviar por falta de tiempo. Y para evitarme otro quebradero de cabeza, que suficientes tengo ya. — Quizá es un tipo suertudo — dejo caer, aunque mi medio sonrisa deja claro que no hablo en serio y que no es más que un comentario en broma. — Creo que sí. Aminoff es inteligente, y útil como dices, pero de ahí a poder seguir en pie después de todo esto... — Porque quizá es paciente, pues debe de serlo para haber esperado el momento ideal para revelar su origen, pero a la hora de la verdad, creo que ahí puedo ganarle. — Quizá estoy algo oxidado después de tantos años, pero si conseguimos hacernos con el poder del país con mucho menos que lo que tenemos ahora, ¿por qué no iba a funcionar esta vez? Estamos mucho mejor preparados y contamos con gente que nos respaldará. — Él no lo vivió como yo, pero es algo que recordaré siempre y aunque sé que será difícil, no es imposible.
Riorden M. Weynart
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Hans M. Powell
Ministro de Justicia
Un tipo suertudo — repito esas palabras, hasta parece que las escupo y luego las saboreo una vez más. Hay dos posibilidades: es eso o es demasiado listo. He aprendido que las casualidades se dan en una o dos ocasiones, más no en una hilera tan perfecta que lo ha colocado sobre todas las cabezas de NeoPanem — Si encontramos a Hero Niniadis, tal vez obtengamos alguna respuesta. Podemos protegerla porque es menor de edad y, con el tiempo, saber lo que sucedió con exactitud esa mañana — porque algo ocurrió en los minutos en los cuales él estaba fuera de la sala y Jamie Niniadis acabó muerta. He tenido casos complicados y ahora mismo, mis testigos son personas desaparecidas, un ministro confundido y el presidente que se ha hecho con el poder de la víctima. Y según los estudios realizados, Magnar no está mintiendo y él no alzó la varita contra su madre. ¿Y si en verdad solo tiene buena suerte?

Su optimismo me hace sentir un poco menos desesperado, pero no tanto como me gustaría. No fui parte de la revolución que echó abajo a los Black por mucho que me hubiese gustado, creo que ni hace falta decir que estaré de su lado cuando las cosas se vuelvan serias — Eres el ministro de defensa. “Oxidado” no debería estar en tu vocabulario cuando se trata de este tipo de cuestiones — le señalo, a pesar de que mantengo el tono amable — No podemos apresurarnos. Deja que Aminoff juegue, sé un buen jefe de guerra. Verás como la telaraña se irá tejiendo por sí misma y, cuando sea el momento, estaremos listos. Verás como no todo el mundo estará de acuerdo con Magnar cuando sus medidas carezcan de sentido sin una guerra de ganar — si hay paz, ¿cómo va a utilizar el miedo como medio de control?

No hay mucho más que decir, espero. Es pronto para armar un plan, pero tampoco quiero avanzar a ciegas, cuando hay mucho en juego contra lo cual no podré solo. Sé que en casa me espera una familia, mi temor es el saber que no pretendo que ellos sean parte de esto — Supongo que tenemos un trato, entonces — me pongo de pie para dar finalizada la conversación, más no salgo por la puerta. Mi sonrisa se siente confianzuda cuando le tiendo la mano para que la estreche — Tienes en mí un amigo y un aliado, Riorden. Espero que eso no lo olvides — porque sé que las promesas serán fáciles de romper y la confianza será frágil, está en nosotros el saber qué hacer con ello y rogar el no equivocarnos.
Hans M. Powell
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