OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Elle había celebrado antes de tiempo. Le tocaba guardia en el hospital y, esa mañana, había llegado tranquila y de buen humor, creyendo que no tendían mucho trabajo. Que todo NeoPanem estaría en el acto en memoria de Jamie Niniadis que se celebraba en el viejo estadio. Que eso significaría que no mucha gente sentiría la necesidad de pasarse por el hospital. Alguna urgencia, tal vez, algún caso extremo. Pero nada más. Era un día para decirle adiós a Jamie.
Pero lo dicho, había celebrado antes de tiempo. Ella y otros sanadores estaban siguiendo, ante la ausencia de trabajo, el acto por televisión. La gente acercándose al escenario, dando sus condolencias a Magnar Aminoff y a los ministros, los aurores vigilando. Elle podía distinguir a la mitad de su familia subida a ese escenario. Riorden, sus hijos, pudo ver a Colin en algún momento, también. Lo que nadie esperaba era lo que salió en la pantalla del estadio. Pero nada más aparecer el rostro de ese hombre desconocido, Elle supo que eso no terminaría bien. Todos vieron el gas. Todos vieron a la gente volviéndose tremendamente loca. Empezaron los ataques.
El equipo de sanadores reaccionó casi de inmediato. Recibieron la alerta de los aurores, empezaron a trasladarse al lugar de los hechos para dar atención médica a los más necesitados y trasladar al hospital a los estables. Los que se quedaron en el hospital prepararon el lugar para atender las emergencias que se avecinaban. Cuando en la pantalla apareció el mercado de esclavos ardiendo, Elle sintió que le daba igual. Había demasiado trabajo que hacer como para molestarse por asuntos políticos. Muchos magos heridos que llegaban a decenas al hospital, trasladados por los cuerpos de seguridad. Empezó a atender heridas leves, a repartir analgésicos entre los más afectados, hasta que su vista se topó con alguien de la familia —¡Lëia!— dijo, sin poder contener el tono de preocupación. Tenía un aspecto horrible y estaba empapada de sangre. Elle apartó a quien estuvo en su camino para llegar a su sobrina. La sentó en una silla de ruedas y se la llevó hasta la primera sala de visitas que encontró, con prisa —Tranquila, pequeña. Cuéntame qué ha pasado. Te vamos a curar, ¿vale? Vas a estar bien— dijo, cerrando la puerta de la sala con diligencia para luego colocarse, con prisa, los guantes.
Pero lo dicho, había celebrado antes de tiempo. Ella y otros sanadores estaban siguiendo, ante la ausencia de trabajo, el acto por televisión. La gente acercándose al escenario, dando sus condolencias a Magnar Aminoff y a los ministros, los aurores vigilando. Elle podía distinguir a la mitad de su familia subida a ese escenario. Riorden, sus hijos, pudo ver a Colin en algún momento, también. Lo que nadie esperaba era lo que salió en la pantalla del estadio. Pero nada más aparecer el rostro de ese hombre desconocido, Elle supo que eso no terminaría bien. Todos vieron el gas. Todos vieron a la gente volviéndose tremendamente loca. Empezaron los ataques.
El equipo de sanadores reaccionó casi de inmediato. Recibieron la alerta de los aurores, empezaron a trasladarse al lugar de los hechos para dar atención médica a los más necesitados y trasladar al hospital a los estables. Los que se quedaron en el hospital prepararon el lugar para atender las emergencias que se avecinaban. Cuando en la pantalla apareció el mercado de esclavos ardiendo, Elle sintió que le daba igual. Había demasiado trabajo que hacer como para molestarse por asuntos políticos. Muchos magos heridos que llegaban a decenas al hospital, trasladados por los cuerpos de seguridad. Empezó a atender heridas leves, a repartir analgésicos entre los más afectados, hasta que su vista se topó con alguien de la familia —¡Lëia!— dijo, sin poder contener el tono de preocupación. Tenía un aspecto horrible y estaba empapada de sangre. Elle apartó a quien estuvo en su camino para llegar a su sobrina. La sentó en una silla de ruedas y se la llevó hasta la primera sala de visitas que encontró, con prisa —Tranquila, pequeña. Cuéntame qué ha pasado. Te vamos a curar, ¿vale? Vas a estar bien— dijo, cerrando la puerta de la sala con diligencia para luego colocarse, con prisa, los guantes.
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Cuando Riorden la cargó para buscar a los demás miembros de la familia que habían asistido al funeral, Lëia ahogó un quejido de dolor y trató de mantener los ojos abiertos, al menos hasta asegurarse de que Linli, Tyler y Hannah estaban bien.
El recorrido no fue largo y su padre la sujetó con facilidad, ya que a pesar de ser una niña alta, no pesaba mucho para la edad que tenía.
Frente a ambos aparecieron los enanos y su cazador favorito y solo entonces, dejó de esforzarse por conservar los pesados parpados abiertos y volvió a desmayarse por la pérdida de sangre.
La brillante luz blanca del hospital la despertó y durante un par de segundos se sintió confundida y asustada, estaba recostada en una de las camillas del pasillo, esperando que algún sanador se desocupara...O eso es lo que ella supuso pese a la niebla de desconcierto que la rodeaba ¿Dónde estaba Riri o su madre?
La repentina aparición del rostro de su tía le sacó un suspiro de alivio.
Se notaba que ella si sabía cómo movilizar su cuerpo sin causarle tanto agonía y aunque intentó sonreír para no preocuparla, no lo consiguió. —Ya es la segunda vez que me estás ayudando...— Recordó su aventura por el norte y quiso bromear, pero en ese preciso momento una punzada de dolor a travesó su cuerpo desde el abdomen.
Al encerrarse en una de las salas disponibles, Lëia recorrió el lugar con la mirada y sintió escalofríos. No le gustaban los hospitales...desde nunca. —El humo ese hizo que un hombre me viera como una traidora, supongo.— Explicó y con los ojos señaló su brazo roto y cortado por uno de los hechizos que no pudo evitar.
Las nauseas regresaron y una vez más le costó mantener los parpados abiertos, estaba a punto de desmayarse...Otra vez.—Sectum...en el brazo y en el abdomen.— Informó palideciendo. Esas eran las heridas de considerable magnitud, el resto no podía recordar.
El recorrido no fue largo y su padre la sujetó con facilidad, ya que a pesar de ser una niña alta, no pesaba mucho para la edad que tenía.
Frente a ambos aparecieron los enanos y su cazador favorito y solo entonces, dejó de esforzarse por conservar los pesados parpados abiertos y volvió a desmayarse por la pérdida de sangre.
La brillante luz blanca del hospital la despertó y durante un par de segundos se sintió confundida y asustada, estaba recostada en una de las camillas del pasillo, esperando que algún sanador se desocupara...O eso es lo que ella supuso pese a la niebla de desconcierto que la rodeaba ¿Dónde estaba Riri o su madre?
La repentina aparición del rostro de su tía le sacó un suspiro de alivio.
Se notaba que ella si sabía cómo movilizar su cuerpo sin causarle tanto agonía y aunque intentó sonreír para no preocuparla, no lo consiguió. —Ya es la segunda vez que me estás ayudando...— Recordó su aventura por el norte y quiso bromear, pero en ese preciso momento una punzada de dolor a travesó su cuerpo desde el abdomen.
Al encerrarse en una de las salas disponibles, Lëia recorrió el lugar con la mirada y sintió escalofríos. No le gustaban los hospitales...desde nunca. —El humo ese hizo que un hombre me viera como una traidora, supongo.— Explicó y con los ojos señaló su brazo roto y cortado por uno de los hechizos que no pudo evitar.
Las nauseas regresaron y una vez más le costó mantener los parpados abiertos, estaba a punto de desmayarse...Otra vez.—Sectum...en el brazo y en el abdomen.— Informó palideciendo. Esas eran las heridas de considerable magnitud, el resto no podía recordar.
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Elle le dedicó una sonrisa tranquilizadora a su sobrina —Soy tu tía. Te voy a ayudar todas las veces que sea necesario, ¿me oyes?— le susurró, cariñosa. Si una cosa había marcado la sangre Weynart desde el inicio de los tiempos, era que por la familia se hacía todo lo necesario. Dejando de lado a Aaron y al hombre que se hacía llamar su padre, por supuesto. Pero bueno, todos los árboles tienen ramas que se desvían, y esos dos hombres eran el ejemplo en la familia de que no todo el mundo podía heredar las buenas cualidades. Pero confiaba en que los Weynart que quedaban y los Weynart que estaban creciendo sí las tenían. Al fin y al cabo, Lëia se fue al norte sola para buscar a su padre. Había sido algo insensato, pero con una raíz noble, opinaba la rubia.
Con la varita y un par de hechizos rápidos y precisos hizo que la ropa que llevaba Lëia de cintura para arriba desapareciera. Toda la preocupación de la sanadora se centró en las heridas que manchaban el cuerpo de su sobrina —Necesito que no te duermas, ¿de acuerdo?— le dijo, con voz suave —Sé que duele, pero te lo voy a curar rápido. No te han envenenado ni nada por el estilo, así que en un rato ya vas a estar bien. Lo prometo— le aseguró.
Tomó la varita y se centró primero en la herida que más le preocupaba, la del abdomen, que era demasiado grande y estaba haciendo que la joven perdiera demasiada sangre. La apuntó con la varita, y concentrada, inició el proceso de sanación con un hechizo potente, que se usaba para sanar las heridas más profundas —Vulnera Sanatem— dijo, con voz firme y segura. Dejó que la magia hiciera su efecto, manteniendo la varita con seguridad, recorriendo la herida. Tardó unos largos segundos en empezar a cerrarse, primero tenía que curar el daño interno, pero pronto dejó de sangrar, lo cual alivió un poco a Elle.
Cuando la herida quedó completamente cerrada, la sanadora tomó una bocanada de aire y miró a su sobrina —¿Vas bien, pequeña?— preguntó —Seguramente vamos a tener que hacerte una transfusión de sangre, has perdido mucha. Ahora te curaré el brazo. ¿Quieres analgésicos? Para aliviar el dolor— le ofreció, preocupada por el bienestar de Lëia. Las transfusiones de sangre no le gustaban demasiado a Elle. Había riesgos, había sangres que podían no funcionar bien. Ella llevaba ya tiempo desarrollando una poción reconstituente, que regeneraba la sangre de las personas que habían perdido mucha, pero todavía le faltaba algo de tiempo para poder terminarla y que funcionara bien. Y, de todos modos, tampoco haría las pruebas piloto con su sobrina.
Con la varita y un par de hechizos rápidos y precisos hizo que la ropa que llevaba Lëia de cintura para arriba desapareciera. Toda la preocupación de la sanadora se centró en las heridas que manchaban el cuerpo de su sobrina —Necesito que no te duermas, ¿de acuerdo?— le dijo, con voz suave —Sé que duele, pero te lo voy a curar rápido. No te han envenenado ni nada por el estilo, así que en un rato ya vas a estar bien. Lo prometo— le aseguró.
Tomó la varita y se centró primero en la herida que más le preocupaba, la del abdomen, que era demasiado grande y estaba haciendo que la joven perdiera demasiada sangre. La apuntó con la varita, y concentrada, inició el proceso de sanación con un hechizo potente, que se usaba para sanar las heridas más profundas —Vulnera Sanatem— dijo, con voz firme y segura. Dejó que la magia hiciera su efecto, manteniendo la varita con seguridad, recorriendo la herida. Tardó unos largos segundos en empezar a cerrarse, primero tenía que curar el daño interno, pero pronto dejó de sangrar, lo cual alivió un poco a Elle.
Cuando la herida quedó completamente cerrada, la sanadora tomó una bocanada de aire y miró a su sobrina —¿Vas bien, pequeña?— preguntó —Seguramente vamos a tener que hacerte una transfusión de sangre, has perdido mucha. Ahora te curaré el brazo. ¿Quieres analgésicos? Para aliviar el dolor— le ofreció, preocupada por el bienestar de Lëia. Las transfusiones de sangre no le gustaban demasiado a Elle. Había riesgos, había sangres que podían no funcionar bien. Ella llevaba ya tiempo desarrollando una poción reconstituente, que regeneraba la sangre de las personas que habían perdido mucha, pero todavía le faltaba algo de tiempo para poder terminarla y que funcionara bien. Y, de todos modos, tampoco haría las pruebas piloto con su sobrina.
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