OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Es la primera vez que he pasado más de tres días en un mismo lugar, pero Kitty ha encontrado el sitio perfecto. Se trata de una cabaña pequeñita que, supongo, en algún momento habrá sido una granja. Estaba abandonada y maltrecha, las maderas en sus ventanas me dejaron bien en claro que sus antiguos ocupantes trataron de ocultarse antes de haber sido arrastrado hace quién sabe cuánto tiempo. Pero se encuentra en medio del campo, alejada de la zona urbana del distrito y no hay nadie cerca que pueda ser una molestia mientras me resguardo de una tormenta de nieve que ha fastidiado la zona en la segunda semana de febrero. Está helado, pero he conseguido mantener un fuego mágico en la chimenea que no se apaga y me propina el calor que necesito, iluminando la habitación ahora que ha caído la noche y no tengo electricidad para utilizar. Tristemente, me estoy acostumbrando a ello.
Froto mis manos y observo el recorte de diario cuyas imágenes en movimiento me recuerdan lo que ha pasado hace unas dos semanas y pico. Todavía me revuelve el estómago el saber que el funeral de mi madre se llevó a cabo siendo un circo y, para colmo, no tuve siquiera el derecho de estar ahí. Con un suspiro, me arremango el jersey pesado para tomar el periódico, echarle un último vistazo y lanzarlo al fuego. Servirá mejor como calefacción que como un recordatorio de los horrores de mi familia, unos a los cuales no sé cómo poner un final o encontrar una solución válida. Quizá, si pudiese encontrar a Seth…
Un estallido a mis espaldas me hace dar un brinco y me enderezo con urgencia, porque reconozco las apariciones de mi elfina pero también sé que jamás viene si yo no la llamo, especialmente por seguridad. Pero lo que veo en medio de la sala casi en penumbras no es solo la figura diminuta de Kitty, sino un muchacho desarreglado que va de su mano. Mi cerebro está demasiado aturdido como para reconocerlo de inmediato pero, en cuanto lo hago, puedo sentir el suave tirón en mi estómago — Sage… — murmuro. Lo ha encontrado. Después de todos estos meses, por fin ha dado con él. Kitty se desaparece con una disculpa, pero lejos de fastidiarme, me quedo muda en mi sitio hasta que me atrevo a dar unos pasos hacia él. Solo para chequear, pico su pecho con la punta de mis dedos — No creí que estarías vivo — admito con un hilo de voz. Y solo porque lo necesito, me abalanzo sobre él para rodearlo con mis brazos y esconder el rostro en su pecho. Al menos, es lo más cercano que he tenido a casa en una eternidad.
Froto mis manos y observo el recorte de diario cuyas imágenes en movimiento me recuerdan lo que ha pasado hace unas dos semanas y pico. Todavía me revuelve el estómago el saber que el funeral de mi madre se llevó a cabo siendo un circo y, para colmo, no tuve siquiera el derecho de estar ahí. Con un suspiro, me arremango el jersey pesado para tomar el periódico, echarle un último vistazo y lanzarlo al fuego. Servirá mejor como calefacción que como un recordatorio de los horrores de mi familia, unos a los cuales no sé cómo poner un final o encontrar una solución válida. Quizá, si pudiese encontrar a Seth…
Un estallido a mis espaldas me hace dar un brinco y me enderezo con urgencia, porque reconozco las apariciones de mi elfina pero también sé que jamás viene si yo no la llamo, especialmente por seguridad. Pero lo que veo en medio de la sala casi en penumbras no es solo la figura diminuta de Kitty, sino un muchacho desarreglado que va de su mano. Mi cerebro está demasiado aturdido como para reconocerlo de inmediato pero, en cuanto lo hago, puedo sentir el suave tirón en mi estómago — Sage… — murmuro. Lo ha encontrado. Después de todos estos meses, por fin ha dado con él. Kitty se desaparece con una disculpa, pero lejos de fastidiarme, me quedo muda en mi sitio hasta que me atrevo a dar unos pasos hacia él. Solo para chequear, pico su pecho con la punta de mis dedos — No creí que estarías vivo — admito con un hilo de voz. Y solo porque lo necesito, me abalanzo sobre él para rodearlo con mis brazos y esconder el rostro en su pecho. Al menos, es lo más cercano que he tenido a casa en una eternidad.
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Cuando un estallido resuena en las ruinas del edificio en el que he logrado refugiarme durante los últimos días, lo último que se me pasa por la mente es que se trate de alguien conocido. Habían pasado dos semanas desde el último atentado que sacudió a la nación, y siendo que dicho acto no había favorecido a los de mi clase, mi primer instinto es buscar esconderme como puedo tras una de las paredes caídas, casi derrumbando lo que quedaba de la estructura en el proceso. No era un buen lugar, no estaba mi cerca de ser habitable, pero era una mejora con respecto a los bosques de las afueras que habían sido mi hogar por meses. ¿Era inteligente haber vuelto a la civilización? Claro que no, pero vivir en la ignorancia había hecho que casi me capturen hace casi un mes, y prefería arriesgarme dentro de algún distrito donde, si tenía suerte, tal vez podría zafar del asunto. Aunque bueno, si me encontraban escondido entre escombros, no había mucho que pudiese disfrazar.
Me pongo en cuclillas y tomo una de las piedras del piso, aferrándola con tanta fuerza que mis nudillos se tornan blancos. Siento pasos, y trato de que no se escuche mi respiración. Uno, dos, uno, dos… escucho como la otra persona está a punto de dar la vuelta para encontrarme y me incorporo con el cascote en mano dispuesto a estrellarlo en la frente de quien sea que está aquí. - ¿¡KITTY!? - Mi brazo golpea el aire, y si no fuese porque mis rodillas son las que la embisten, probablemente no hubiese descubierto su presencia. ¿Pero qué? La piedra se resbala de mi mano y cae lejos de nuestros pies por suerte, aunque no creo que le hubiese dado porque mi segundo instinto luego de recuperarme del susto, es alzar a la elfina por los brazos en sinónimo de alegría. - Nunca me había dado tanto pero tanto gusto el verte. - No sé qué hace aquí, pero luego de pasar tres meses hablando conmigo mismo, cualquier rostro familiar es bienvenido. - ¿Cómo me encontraste? ¿Hero está bien? ¿Sabes dónde está? - La deposito en el suelo con cuidado, y me quedo a la espera de sus respuestas. Respuestas que no me da, simplemente se limita a mirarme con sus ojos saltones y a estirar una mano en mi dirección. De acuerdo… Tomo la mano, y la habitación desaparece con un estallido que me es familiar, pero que nunca ha dejado de ensordecerme.
No estoy seguro de que pasó por mi mente segundos antes de desaparecer, porque pese a que debería haber sido obvio, el ver a Hero en frente mío me toma total y completamente por sorpresa. La realidad es, que me quedo mudo, y de manera idiota el único pensamiento que se me pasa por la cabeza es lo terrible que debo verme. Llevo una barba espantosa que no me he podido rasurar, el pelo largo y enmarañado, y la mugre pegada al cuerpo ya que los baños son lujos que no puedo darme. No recuerdo haber estado tan mal desde el mercado pero al menos, tal y como lo remarca, estoy vivo. - Me alegra saber que tú lo estás. - respondo, y cuando se lanza a mi pecho con efusividad, devuelvo el gesto con fuerza, feliz de también saberla viva. Pasa más tiempo del que hubiese sido prudencial en cualquier otra circunstancia, pero necesito ese contacto. - ¿Cómo… ?- No sé qué preguntarle, ¿cómo ha estado?, ¿cómo ha logrado sobrevivir? No me parecen adecuadas en estos momentos, así que callo y simplemente me hundo un poco más en el contacto. Ella siempre ha tenido la batuta en todo, así que dejo que sea ella la que decida cuándo es prudente alejarse.
Me pongo en cuclillas y tomo una de las piedras del piso, aferrándola con tanta fuerza que mis nudillos se tornan blancos. Siento pasos, y trato de que no se escuche mi respiración. Uno, dos, uno, dos… escucho como la otra persona está a punto de dar la vuelta para encontrarme y me incorporo con el cascote en mano dispuesto a estrellarlo en la frente de quien sea que está aquí. - ¿¡KITTY!? - Mi brazo golpea el aire, y si no fuese porque mis rodillas son las que la embisten, probablemente no hubiese descubierto su presencia. ¿Pero qué? La piedra se resbala de mi mano y cae lejos de nuestros pies por suerte, aunque no creo que le hubiese dado porque mi segundo instinto luego de recuperarme del susto, es alzar a la elfina por los brazos en sinónimo de alegría. - Nunca me había dado tanto pero tanto gusto el verte. - No sé qué hace aquí, pero luego de pasar tres meses hablando conmigo mismo, cualquier rostro familiar es bienvenido. - ¿Cómo me encontraste? ¿Hero está bien? ¿Sabes dónde está? - La deposito en el suelo con cuidado, y me quedo a la espera de sus respuestas. Respuestas que no me da, simplemente se limita a mirarme con sus ojos saltones y a estirar una mano en mi dirección. De acuerdo… Tomo la mano, y la habitación desaparece con un estallido que me es familiar, pero que nunca ha dejado de ensordecerme.
No estoy seguro de que pasó por mi mente segundos antes de desaparecer, porque pese a que debería haber sido obvio, el ver a Hero en frente mío me toma total y completamente por sorpresa. La realidad es, que me quedo mudo, y de manera idiota el único pensamiento que se me pasa por la cabeza es lo terrible que debo verme. Llevo una barba espantosa que no me he podido rasurar, el pelo largo y enmarañado, y la mugre pegada al cuerpo ya que los baños son lujos que no puedo darme. No recuerdo haber estado tan mal desde el mercado pero al menos, tal y como lo remarca, estoy vivo. - Me alegra saber que tú lo estás. - respondo, y cuando se lanza a mi pecho con efusividad, devuelvo el gesto con fuerza, feliz de también saberla viva. Pasa más tiempo del que hubiese sido prudencial en cualquier otra circunstancia, pero necesito ese contacto. - ¿Cómo… ?- No sé qué preguntarle, ¿cómo ha estado?, ¿cómo ha logrado sobrevivir? No me parecen adecuadas en estos momentos, así que callo y simplemente me hundo un poco más en el contacto. Ella siempre ha tenido la batuta en todo, así que dejo que sea ella la que decida cuándo es prudente alejarse.
Apesta. Sé que no debo lucir mucho mejor y no tengo la higiene que solía mantener en casa, pero mi aspecto se ve mucho menos dañado que el suyo. Sé que nadie se debe haber preocupado por un muchacho mugroso y desconocido, pero no puedo evitar preguntarme qué es lo que habrá tenido que pasar en todo este tiempo. Como su marca grabada a fuego lo indica con claridad, es un muggle, si ha escapado ha sido de pura suerte. Además, Kitty me ha informado que Magnar está al tanto de su desaparición y eso no puede ser nada bueno. Tan solo por eso, lo estrujo un poco más fuerte, plenamente consciente de que se me escapa una ligera sonrisa.
Creo que paso demasiado sin dar una respuesta, así que muevo la cabeza para apoyar el mentón sobre su pecho y poder verlo desde mi poca altura. Reconozco los latidos desbocados de mi corazón, es la felicidad de una buena noticia después de semanas de incertidumbre y soledad. Mis manos se acomodan en su espalda y junto dos de mis dedos, moviendolos con cierta inquietud — Kitty me ha estado ayudando. No ha sido fácil, pero te sorprendería el saber que no me he quejado tanto — bromear se siente un poco antinatural, pero tampoco puedo verle lo malo. Eso sí, me suelto de su agarre y doy un paso hacia atrás para poder verlo mejor, tratando de no ser tan juzgadora con su aspecto. Bueno, quizá un poquito sí arrugo el gesto, pero eso es todo.
— Supe que te marchaste. ¿Por qué...? Eso fue estúpido hasta para ti — me paso las manos por el jersey en un intento de sacarme la mugre como si pudiese efectuar algún cambio, cosa que es obvio que no sirve de mucho — Sage, si te encuentran te preguntarán por qué te has ido. ¿No habría sido más sensato el quedarte? — lo que me recuerda la duda que he tenido por un tiempo. Creo que me parezco más a mí misma cuando me cruzo de brazos, en una actitud similar a la de un profesor severo — ¿Por qué lo hiciste? —
Creo que paso demasiado sin dar una respuesta, así que muevo la cabeza para apoyar el mentón sobre su pecho y poder verlo desde mi poca altura. Reconozco los latidos desbocados de mi corazón, es la felicidad de una buena noticia después de semanas de incertidumbre y soledad. Mis manos se acomodan en su espalda y junto dos de mis dedos, moviendolos con cierta inquietud — Kitty me ha estado ayudando. No ha sido fácil, pero te sorprendería el saber que no me he quejado tanto — bromear se siente un poco antinatural, pero tampoco puedo verle lo malo. Eso sí, me suelto de su agarre y doy un paso hacia atrás para poder verlo mejor, tratando de no ser tan juzgadora con su aspecto. Bueno, quizá un poquito sí arrugo el gesto, pero eso es todo.
— Supe que te marchaste. ¿Por qué...? Eso fue estúpido hasta para ti — me paso las manos por el jersey en un intento de sacarme la mugre como si pudiese efectuar algún cambio, cosa que es obvio que no sirve de mucho — Sage, si te encuentran te preguntarán por qué te has ido. ¿No habría sido más sensato el quedarte? — lo que me recuerda la duda que he tenido por un tiempo. Creo que me parezco más a mí misma cuando me cruzo de brazos, en una actitud similar a la de un profesor severo — ¿Por qué lo hiciste? —
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El movimiento contra mi pecho me obliga a bajar la mirada y cuando lo hago, en vez de encontrarme con su coronilla, son sus ojos los que me observan con ¿curiosidad?. No lo sabía, pero su expresión hace que una de mis comisuras se eleve de manera involuntaria en lo que siento como sus manos se enroscan por detrás de mi espalda. Tomándolo como permiso, imito su gesto atrayéndola un poco más hacia mí, como si de esa manera pudiera resguardarla. - Tenme un poco más de fe. No me sorprende. - Y aunque se hubiese quejado a diestra y siniestra, estaba en todo su derecho, después de todo lo que había pasado... sí, si alguien estaba en su derecho de quejarse y lloriquear era ella.
- ¿Estúpido? - Apresurado tal vez, pero incluso luego de meses de estar literalmente vagabundeando por las afueras y los distritos bajos, no me arrepentía de haber huído aquel día. - Aunque mi palabra no valga absolutamente de nada, era tu esclavo personal. ¿Crees que no me hubieran usado para sacar información acerca de tí? - Incluso si no pudiese jurar y perjurar que Hero era incapaz de asesinar a su madre (cosa que no valdría en ningún lado), un poco de magia y me tendrían cantando sus costumbres, sus hábitos y conexiones en contra de mi voluntad. - No tenía idea de a dónde habías ido, pero si querías escapar y tener una chance, yo debía desaparecer también. - No usarían a los elfos para saber de ella, pero serían capaces de torturarme con tal de conseguir algo de información… o bueno, por el simple hecho de hacerlo. A diferencia de Jamie Niniadis, el nuevo presidente tenía algo en la mirada, algo que lo hacía incluso más peligroso que la anterior ministra.
Me llevo una mano a la barbilla, rasqueteando en un gesto nervioso que creo que fue recientemente adquirido, para luego llevármela a la nuca. - No me puse a pensar en reglas ni nada, así que lamento si desobedecí alguna orden que me hubieses dado o algo de eso. Pero… - Miro alrededor, inspeccionando rápidamente el lugar como para marcar mi punto. - … no es que sirva de mucho ahora. ¿o sí? - El ataque al mercado de esclavos… No sé muy bien lo que planeaba ese señor, pero si antes tenía un pie en la cuerda floja, ahora lo acompañaba una hermosa diana en mi frente. - Si me hubiese quedado probablemente no estaría con vida ahora, o me hubiesen devuelto al mercado y estaríamos en la misma situación. Haberme ido fue la primera decisión que tomé con respecto a mi vida, y no me arrepiento ¿de acuerdo? - No si de esa manera había ayudado a que todavía no la hubiesen atrapado tampoco a ella.
- ¿Estúpido? - Apresurado tal vez, pero incluso luego de meses de estar literalmente vagabundeando por las afueras y los distritos bajos, no me arrepentía de haber huído aquel día. - Aunque mi palabra no valga absolutamente de nada, era tu esclavo personal. ¿Crees que no me hubieran usado para sacar información acerca de tí? - Incluso si no pudiese jurar y perjurar que Hero era incapaz de asesinar a su madre (cosa que no valdría en ningún lado), un poco de magia y me tendrían cantando sus costumbres, sus hábitos y conexiones en contra de mi voluntad. - No tenía idea de a dónde habías ido, pero si querías escapar y tener una chance, yo debía desaparecer también. - No usarían a los elfos para saber de ella, pero serían capaces de torturarme con tal de conseguir algo de información… o bueno, por el simple hecho de hacerlo. A diferencia de Jamie Niniadis, el nuevo presidente tenía algo en la mirada, algo que lo hacía incluso más peligroso que la anterior ministra.
Me llevo una mano a la barbilla, rasqueteando en un gesto nervioso que creo que fue recientemente adquirido, para luego llevármela a la nuca. - No me puse a pensar en reglas ni nada, así que lamento si desobedecí alguna orden que me hubieses dado o algo de eso. Pero… - Miro alrededor, inspeccionando rápidamente el lugar como para marcar mi punto. - … no es que sirva de mucho ahora. ¿o sí? - El ataque al mercado de esclavos… No sé muy bien lo que planeaba ese señor, pero si antes tenía un pie en la cuerda floja, ahora lo acompañaba una hermosa diana en mi frente. - Si me hubiese quedado probablemente no estaría con vida ahora, o me hubiesen devuelto al mercado y estaríamos en la misma situación. Haberme ido fue la primera decisión que tomé con respecto a mi vida, y no me arrepiento ¿de acuerdo? - No si de esa manera había ayudado a que todavía no la hubiesen atrapado tampoco a ella.
— Tal vez. O tal vez pensaban que siendo muggle no valdrías tanto y te quitaban importancia, no lo sé — no consigo comprender las maneras de funcionar de Magnar, pero sé que parece ser tan cruel como listo y quizá me estoy mintiendo a mí misma al pensar que no se fijaría en alguien como Sage por el simple hecho de no tener magia. Hay algo en lo que dice que me hace sonreír un poco, agradecida por una fidelidad que ahora mismo no sé si merezco de su parte, cuando no tengo más poder sobre él porque me han quitado todo lo que me brindaba un estatus que me hacía merecedora de tener un esclavo. Triste para mí, nos encontramos por primera vez en igualdad de condiciones y no sé muy bien cómo sentirme con ello. Me he pasado la vida viendo a los esclavos como decoraciones parlantes y sé que los muggles no tienen siquiera nuestra vitalidad como para estar a nuestra altura, pero aquí estamos. En un mundo consumido por la desesperación y la miseria, es un muggle lo único que tengo para aferrarme.
Y él lo dice, nada de lo que pude haberle dicho hace tiempo tiene algún valor. Mis hombros se elevan un poco cuando tomo una bocanada de aire y suspiro con fuerza — No, nada de eso importa ya — coincido con un dejo de voz. Lo comprendo, de verdad; lo dejo bien en claro con el movimiento afirmativo de mi cabeza y mis dedos flotan dudosos en el aire, hasta que toman los suyos en un gesto que apenas es un roce — No tienes por qué arrepentirte. Las cosas están cambiando y lo único que nos queda es saber que no pudieron atraparnos— porque todo podría haber sido mil veces peor, los dos estamos conscientes de ello. Creo que es lo que me da el impulso de tomar su mano con mayor decisión y tirar de él.
Le doy la espalda para guiarlo hasta el sofá, mis manos son gentiles al empujar sus hombros para que tome asiento y de esa manera puedo verlo mejor, incluso cuando la chimenea encendida es nuestra única fuente de luz — Te ves terrible. Deberías afeitarte — le pico una de las mejillas, cuyos pelos me pinchan el dedo. Aún así, le sonrío antes de girarme en busca de algo que le pueda ser de utilidad — ¿Dónde estuviste todo este tiempo? — abro y cierro mis manos en obvia duda, no muy segura de lo que se usa para cortar una barba cuando no tienes una afeitadora en casa — He evitado quedarme en un mismo sitio por mucho tiempo, pero aquí estamos a salvo. Nadie se aleja tanto de la ciudad y estamos prácticamente a las afueras, las rondas no van a molestarnos, al menos por ahora — me doy por vencida porque no tengo experiencia con barbas y me giro hacia él, busco algo que sí puedo mejorar y mis dedos peinan algunos de sus mechones hacia atrás — ¿Quieres que…? Puedo cortarlo si quieres — no prometo tener las mejores tijeras de NeoPanem conmigo, pero la estética siempre se me ha dado bien, así que podré con ello.
Y él lo dice, nada de lo que pude haberle dicho hace tiempo tiene algún valor. Mis hombros se elevan un poco cuando tomo una bocanada de aire y suspiro con fuerza — No, nada de eso importa ya — coincido con un dejo de voz. Lo comprendo, de verdad; lo dejo bien en claro con el movimiento afirmativo de mi cabeza y mis dedos flotan dudosos en el aire, hasta que toman los suyos en un gesto que apenas es un roce — No tienes por qué arrepentirte. Las cosas están cambiando y lo único que nos queda es saber que no pudieron atraparnos— porque todo podría haber sido mil veces peor, los dos estamos conscientes de ello. Creo que es lo que me da el impulso de tomar su mano con mayor decisión y tirar de él.
Le doy la espalda para guiarlo hasta el sofá, mis manos son gentiles al empujar sus hombros para que tome asiento y de esa manera puedo verlo mejor, incluso cuando la chimenea encendida es nuestra única fuente de luz — Te ves terrible. Deberías afeitarte — le pico una de las mejillas, cuyos pelos me pinchan el dedo. Aún así, le sonrío antes de girarme en busca de algo que le pueda ser de utilidad — ¿Dónde estuviste todo este tiempo? — abro y cierro mis manos en obvia duda, no muy segura de lo que se usa para cortar una barba cuando no tienes una afeitadora en casa — He evitado quedarme en un mismo sitio por mucho tiempo, pero aquí estamos a salvo. Nadie se aleja tanto de la ciudad y estamos prácticamente a las afueras, las rondas no van a molestarnos, al menos por ahora — me doy por vencida porque no tengo experiencia con barbas y me giro hacia él, busco algo que sí puedo mejorar y mis dedos peinan algunos de sus mechones hacia atrás — ¿Quieres que…? Puedo cortarlo si quieres — no prometo tener las mejores tijeras de NeoPanem conmigo, pero la estética siempre se me ha dado bien, así que podré con ello.
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No podían quitarme una importancia que nunca había tenido, pero jamás descartaría que no fuesen a utilizarme. La mugre de sus zapatos era mejor recibida que un esclavo en algunas ocasiones, pero los esclavos tenían una función y era la de obedecer. Siempre. - Muchos ‘tal vez’ que prefería no considerar. No había forma de que la situación terminase bien para mí. - Y era la verdad absoluta, en el caso de que me ignorasen y pudiese seguir sirviendo en esa casa… No. Sería un idiota sin ideales fijos, o sin siquiera una idea original, pero me había acostumbrado… me importaba Hero, y el ver cómo la gente que debería haberse preocupado por ella la había marcado como paria era algo que me negaba a avalar.
¿Las cosas están cambiando? No sabría decir si cambiando era la palabra adecuada. Seguía sintiendo que era todo más de lo mismo, tal vez más extremo. Sí, había gente que se estaba moviendo y plantaba cara ante las injusticias, pero hasta que no viese de verdad un cambio no sabría qué partido tomar, o si siquiera quería tomar un partido. Si vamos al caso de que no había tomado una sola decisión por mi cuenta hasta hace pocos meses… Me dejo guiar por Hero, además de por la inercia, por la sorpresa que me genera su tacto. Esa nueva libertad y extraña libertad que nos daba el estar sorprendentemente, en un mismo estatus social. O bueno, no en el mismo, incluso siendo parias de la sociedad, siempre valdría más ella. En este caso, eso no era bueno.
- Oh claro, cuando me lo pides está bien. Pero cuando no tengo alternativa de golpe me veo terrible. - Bromeo. ¿Bromeo? Me cuesta comprender cómo mi cerebro logra adaptarse tan rápido al trato no formal. Que en realidad no fue tan rápido, pero no lograba hacerme a la idea de que podía tratar a Hero como una igual. - Estuve… no sé muy bien en cuántos lados. En las afueras, en el norte, ¿Creo que en el cinco también? No quería preguntar para no levantar sospechas. - Le respondo con sinceridad, y mi vista recorre nuevamente la habitación al reparar en un pequeño detalle. - A decir verdad, no tengo ni la menor idea de dónde estamos ahora. - No sabía que tanto se manejaba sola, pero esperaba que no tuviese que arriesgarse mucho si es que tenía la ayuda de Kitty.
Cierro los ojos inadvertidamente cuando siento sus caricias en mi cabello, inclinando mi cabeza hacia sus dedos como un gato callejero que pide mimos. Genial, ahora me comportaba como un animal. Llevo mi mano a mi mentón, recorriendo el vello crecido, y luego hacia mi pelo, rozando sus dedos sin querer, tratando de medir el largo de esa manera. - Puedes hacer lo que quieras. Ya no tengo que tener cuidado de que algún cabello caiga en la mezcla para postres así que…- Recuerdo el libro y se me escapa un pensamiento que me hace reír de lo absurdo que parece. - Todavía me quedaban setecientas recetas para probar. ¿Es muy absurdo el extrañar cocinar? - A mí se me hacía bastante patético si es que contaba la cantidad de cosas crudas que había tenido que comer para sobrevivir.
¿Las cosas están cambiando? No sabría decir si cambiando era la palabra adecuada. Seguía sintiendo que era todo más de lo mismo, tal vez más extremo. Sí, había gente que se estaba moviendo y plantaba cara ante las injusticias, pero hasta que no viese de verdad un cambio no sabría qué partido tomar, o si siquiera quería tomar un partido. Si vamos al caso de que no había tomado una sola decisión por mi cuenta hasta hace pocos meses… Me dejo guiar por Hero, además de por la inercia, por la sorpresa que me genera su tacto. Esa nueva libertad y extraña libertad que nos daba el estar sorprendentemente, en un mismo estatus social. O bueno, no en el mismo, incluso siendo parias de la sociedad, siempre valdría más ella. En este caso, eso no era bueno.
- Oh claro, cuando me lo pides está bien. Pero cuando no tengo alternativa de golpe me veo terrible. - Bromeo. ¿Bromeo? Me cuesta comprender cómo mi cerebro logra adaptarse tan rápido al trato no formal. Que en realidad no fue tan rápido, pero no lograba hacerme a la idea de que podía tratar a Hero como una igual. - Estuve… no sé muy bien en cuántos lados. En las afueras, en el norte, ¿Creo que en el cinco también? No quería preguntar para no levantar sospechas. - Le respondo con sinceridad, y mi vista recorre nuevamente la habitación al reparar en un pequeño detalle. - A decir verdad, no tengo ni la menor idea de dónde estamos ahora. - No sabía que tanto se manejaba sola, pero esperaba que no tuviese que arriesgarse mucho si es que tenía la ayuda de Kitty.
Cierro los ojos inadvertidamente cuando siento sus caricias en mi cabello, inclinando mi cabeza hacia sus dedos como un gato callejero que pide mimos. Genial, ahora me comportaba como un animal. Llevo mi mano a mi mentón, recorriendo el vello crecido, y luego hacia mi pelo, rozando sus dedos sin querer, tratando de medir el largo de esa manera. - Puedes hacer lo que quieras. Ya no tengo que tener cuidado de que algún cabello caiga en la mezcla para postres así que…- Recuerdo el libro y se me escapa un pensamiento que me hace reír de lo absurdo que parece. - Todavía me quedaban setecientas recetas para probar. ¿Es muy absurdo el extrañar cocinar? - A mí se me hacía bastante patético si es que contaba la cantidad de cosas crudas que había tenido que comer para sobrevivir.
— Por supuesto. ¿Acaso todavía no aprendes que las cosas deben ser como yo quiera? — el tono que empleo me lleva al pasado, a nuestras conversaciones dentro de una mansión que ya no me pertenece y que nos resulta ajena a ambos, quizá por diferentes motivos. En contraste con esas escenas, le sonrío suavemente para remarcar que estoy bromeando con él, a pesar de que la conversación gire hacia un sitio más serio que no me causa ni una pizca de gracia. Me siento un poco culpable, pero no se lo digo, porque sé que para él debió ser más complicado el moverse por los distritos que para mí — Oh, lo lamento — murmuro, percatándome de ese detalle — Distrito once, las afueras. Podremos quedarnos unos días más, si somos cautelosos — al menos, él puede darse el lujo de dormir sin que nada vaya a ocurrirle. Es un buen escondite para pasar las nevadas más próximas.
Es bobo seguir con estos pensamientos, pero soy consciente de que se me achica el estómago en un retorcijón cuando se deja acariciar como si mi tacto no fuese merecedor de un rechazo. Le dejo el paso a sus dedos cuando toca los míos y creo que tomo su permiso demasiado rápido, es la excusa que encuentro para moverme por la sala para empezar a revolver en mi bolso en busca de mi pequeño kit de emergencias — No — sonrío, aunque como estoy de espaldas a él no puede verme. Supongo que lo notará gracias al tono de mi voz — No es extraño. Me doy cuenta de que echo de menos un montón de cosas que no pensé que me importarían, como los comentarios idiotas de mis compañeros de clase o los zapatos feos que me regaló Millie para mi cumpleaños. ¡Y eso que solo los utilizaba para no hacerla sentir mal con sus pésimas decisiones! — así que entiendo que añore la cocina, en especial porque se pasaba muchas horas metido ahí dentro.
Para cuando tengo las tijeras en mis manos y me giro hacia él, un vistazo a su pelo me da la señal que necesito para saber qué es lo que está fallando — ¿Quieres ducharte? No hay agua caliente, pero tengo la varita y… — un recuerdo en particular hace que me ponga tan roja como mi cabello, pero carraspeo para mantener el mentón en alto y no sentir que me queman las pecas — No seas infantil y pienses mal, pero no voy a mirar. Solo que apestas un poco y no puedo cortarte el pelo si lo tienes hecho una maraña de mugre. Luego podemos ponerte un poco más presentable y ver cómo procederemos el resto de las semana, si no es que… — se me traba la lengua, porque no había pensado en esa posibilidad — Bueno, si quieres quedarte aquí, eres bienvenido. No sé qué ha sido de ti todo este tiempo y si tienes un sitio dónde regresar, lo entendería. Tú tienes a tu gente — y por muchos años, yo misma le he dejado bien en claro que no pertenecemos al mismo círculo.
Es bobo seguir con estos pensamientos, pero soy consciente de que se me achica el estómago en un retorcijón cuando se deja acariciar como si mi tacto no fuese merecedor de un rechazo. Le dejo el paso a sus dedos cuando toca los míos y creo que tomo su permiso demasiado rápido, es la excusa que encuentro para moverme por la sala para empezar a revolver en mi bolso en busca de mi pequeño kit de emergencias — No — sonrío, aunque como estoy de espaldas a él no puede verme. Supongo que lo notará gracias al tono de mi voz — No es extraño. Me doy cuenta de que echo de menos un montón de cosas que no pensé que me importarían, como los comentarios idiotas de mis compañeros de clase o los zapatos feos que me regaló Millie para mi cumpleaños. ¡Y eso que solo los utilizaba para no hacerla sentir mal con sus pésimas decisiones! — así que entiendo que añore la cocina, en especial porque se pasaba muchas horas metido ahí dentro.
Para cuando tengo las tijeras en mis manos y me giro hacia él, un vistazo a su pelo me da la señal que necesito para saber qué es lo que está fallando — ¿Quieres ducharte? No hay agua caliente, pero tengo la varita y… — un recuerdo en particular hace que me ponga tan roja como mi cabello, pero carraspeo para mantener el mentón en alto y no sentir que me queman las pecas — No seas infantil y pienses mal, pero no voy a mirar. Solo que apestas un poco y no puedo cortarte el pelo si lo tienes hecho una maraña de mugre. Luego podemos ponerte un poco más presentable y ver cómo procederemos el resto de las semana, si no es que… — se me traba la lengua, porque no había pensado en esa posibilidad — Bueno, si quieres quedarte aquí, eres bienvenido. No sé qué ha sido de ti todo este tiempo y si tienes un sitio dónde regresar, lo entendería. Tú tienes a tu gente — y por muchos años, yo misma le he dejado bien en claro que no pertenecemos al mismo círculo.
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No puedo evitar reírme al ver como no tiene problema alguno en bromear de nuevo, y me pregunto en qué momento hemos llegado a esto. Si me hubiesen dicho años atrás que llegaría un momento en el que estaría sentado en el mismo sillón que Hero Niniadis, bromeando mientras nos refugiamos de la justicia en algún distrito perdido… decir que no lo hubiese creído sería un eufemismo de lo más grande. Y aún así, pese a todo lo malo, estaba orgulloso de ambos en cierta medida. Supongo que a esto se le llama madurar y tomar las riendas de tu vida, sin importar lo mucho que la vida de Hero parecía más bien un caballo desbocado que ella no había incentivado a avanzar. - ¿Unos días más? ¿Entonces no estuviste siempre aquí? - Esperaba que su respuesta fuese negativa, y que esta pequeña cabaña le hubiese servido de refugio seguro todo este tiempo. Aunque algo me decía que esa no sería su respuesta.
Trato de que no se me note en la cara el pequeño disgusto que me genera el que haya cesado su tacto, pero estoy seguro de que por unos segundos mis labios forman un puchero que no puedo controlar. - De todos los zapatos que tenías en tu armario ¿son esos los que extrañas? - Normalmente no sabría de que calzado podría estar hablando, pero la he escuchado quejarse de lo horribles y difíciles de combinar que eran esas cosas en más de una ocasión y bueno… como decía ella: detalles tontos. - Extraño hacer tus mandados, aunque no lo parezca, el calor de los hornos de la cocina, y las sobras; luego de meses, nada me gustaría más que cualquier sobra que hayan dejado. - No quiero especificarle las cosas que había tenido que comer, pero hasta la masa del pan crudo se me hacía tentadora en estos momentos.
¿Acaso sugirió? - No sería un pensamiento precisamente “infantil”. - Se me escapa, aunque acto seguido levanto ambas manos en alto en un acto reflejo al saber que no estoy en falta… técnicamente. - No había pensado en nada hasta que lo mencionaste. - Ni infantil, ni no infantil, ni nada. Lo único que me preocupaba es qué tan mal debía oler que hasta yo me había acostumbrado a mi propio hedor. Era eso, o me había quebrado algo aquella vez que me caí del árbol al que había trepado para pasar la noche. Lección aprendida: las series de Hero no servían como guía de supervivencia. - ¿Sitio a dónde regresar? ¿mi gente? - No sé que conceptos extraños tenía la pelirroja de lo que era mi vida, pero claramente eran unos bastante alejados de la realidad. - Hero, la única persona que “tengo”, o que me importa en estos momentos eres tú. - Y probablemente me arrepentiría luego de ese ataque de sinceridad, pero era la pura y cruda verdad. Claro, hablaba con Jim de vez en cuando, y podía haberme gustado Celestine durante bastante tiempo, pero… no era lo mismo. - Debería estar rogándote que me dejes quedarme, probablemente de rodillas. - Y si no lo hacía, era porque mi orgullo llegaba hasta un punto, y ese era el de no humillarme al menos de que me lo pidiese. Patético.- Así que si quieres, un baño me vendría excelente, con o sin agua fría, con o sin varita. Debo parecer una especie de criatura vagabunda, ¿no?
Trato de que no se me note en la cara el pequeño disgusto que me genera el que haya cesado su tacto, pero estoy seguro de que por unos segundos mis labios forman un puchero que no puedo controlar. - De todos los zapatos que tenías en tu armario ¿son esos los que extrañas? - Normalmente no sabría de que calzado podría estar hablando, pero la he escuchado quejarse de lo horribles y difíciles de combinar que eran esas cosas en más de una ocasión y bueno… como decía ella: detalles tontos. - Extraño hacer tus mandados, aunque no lo parezca, el calor de los hornos de la cocina, y las sobras; luego de meses, nada me gustaría más que cualquier sobra que hayan dejado. - No quiero especificarle las cosas que había tenido que comer, pero hasta la masa del pan crudo se me hacía tentadora en estos momentos.
¿Acaso sugirió? - No sería un pensamiento precisamente “infantil”. - Se me escapa, aunque acto seguido levanto ambas manos en alto en un acto reflejo al saber que no estoy en falta… técnicamente. - No había pensado en nada hasta que lo mencionaste. - Ni infantil, ni no infantil, ni nada. Lo único que me preocupaba es qué tan mal debía oler que hasta yo me había acostumbrado a mi propio hedor. Era eso, o me había quebrado algo aquella vez que me caí del árbol al que había trepado para pasar la noche. Lección aprendida: las series de Hero no servían como guía de supervivencia. - ¿Sitio a dónde regresar? ¿mi gente? - No sé que conceptos extraños tenía la pelirroja de lo que era mi vida, pero claramente eran unos bastante alejados de la realidad. - Hero, la única persona que “tengo”, o que me importa en estos momentos eres tú. - Y probablemente me arrepentiría luego de ese ataque de sinceridad, pero era la pura y cruda verdad. Claro, hablaba con Jim de vez en cuando, y podía haberme gustado Celestine durante bastante tiempo, pero… no era lo mismo. - Debería estar rogándote que me dejes quedarme, probablemente de rodillas. - Y si no lo hacía, era porque mi orgullo llegaba hasta un punto, y ese era el de no humillarme al menos de que me lo pidiese. Patético.- Así que si quieres, un baño me vendría excelente, con o sin agua fría, con o sin varita. Debo parecer una especie de criatura vagabunda, ¿no?
Por la cara que le pongo, parece que lo estoy acusando de tratarme de boba — No. No suelo quedarme mucho tiempo en el mismo lugar, para evitar llamar la atención. Con ayuda de Kitty es fácil moverse, aunque bastante agotador — espero que lo comprenda, Sage siempre me ha parecido una persona lista dentro de lo que cabía esperar en un esclavo — Aquí estamos lejos de todo y los dueños parecen haberlo abandonado, así que la nieve me ha permitido quedarme. No es tan malo, he estado en lugares peores y creo que ya me estoy acostumbrando a esto de vivir en sitios cuyos recursos han sido cortados — porque vamos, sabía que no iba a vivir con lujos en cuanto empecé a vagar por el norte. Es una de las miserias de ser lo opuesto a lo que estaba destinada a lograr. Lo opuesto a sus horas de cocina y mis minutos de disfrute a sus dotes culinarias. Frente a eso, solo le puedo regalar una sonrisa nostálgica, pero más que nada triste.
Me siento un poco pervertida cuando señala que ha sido una idea que ha estado solamente en mi cabeza e intento restarle importancia con un encogimiento de hombros con aires de superada, como si no hubiese en verdad problema en ello. Lo que no me espero, sinceramente, es esa confesión que me deja mirándolo como si hubiese perdido la cordura en todos estos meses. Tengo el impulso, nacido de una emoción desconocida que creo identificar como conmoción, de volver a correr hacia él; por algún motivo, no lo hago. Los residuos de la creencia que está mal el buscar un mínimo contacto me detienen, mis labios tiemblan cuando intento sonreírle — No es necesario — es un susurro, pero estoy segura de que puede escucharme. Me obligo a carraspear para recuperar la voz y la compostura — Ven, intenta no pisar ninguna madera floja porque puedes tropezar.
Guiarlo hasta el baño no es difícil, después de todo es una casa pequeña. La luz de la punta de mi varita se alza sobre nosotros con una suave sacudida, funcionando como una lámpara improvisada que deja ver las sombras de los pocos muebles que siguen de pie. Acomodo un banquito de madera cerca de la ducha y tironeo de la cortina, enseñándole el espacio que tiene para lavarse — Puedo asomar el brazo con la varita y tú puedes ducharte. No debería ser un problema, aunque entiendo si te fastidia. Yo… — con un suspiro, me giro hasta darle la espalda y clavar los ojos en el inodoro — No voy a mirar. Tú solo avisa cuando estés dentro — siento un cosquilleo molesto en mi nuca, me cruzo de brazos para quedarme quita en lo que aguardo que se prepare — Kitty dice que Magnar se ha hecho con todo en casa. Las habitaciones, las camas, las normas. ¿Tú crees…? — me siento asfixiada, porque temo su respuesta — ¿Crees que yo maté a mi madre? — porque de entre todas las personas en mi vida, Sage siempre me vio de cerca y por quien era. Si él no cree en mí, puedo decir que nadie más va a hacerlo.
Me siento un poco pervertida cuando señala que ha sido una idea que ha estado solamente en mi cabeza e intento restarle importancia con un encogimiento de hombros con aires de superada, como si no hubiese en verdad problema en ello. Lo que no me espero, sinceramente, es esa confesión que me deja mirándolo como si hubiese perdido la cordura en todos estos meses. Tengo el impulso, nacido de una emoción desconocida que creo identificar como conmoción, de volver a correr hacia él; por algún motivo, no lo hago. Los residuos de la creencia que está mal el buscar un mínimo contacto me detienen, mis labios tiemblan cuando intento sonreírle — No es necesario — es un susurro, pero estoy segura de que puede escucharme. Me obligo a carraspear para recuperar la voz y la compostura — Ven, intenta no pisar ninguna madera floja porque puedes tropezar.
Guiarlo hasta el baño no es difícil, después de todo es una casa pequeña. La luz de la punta de mi varita se alza sobre nosotros con una suave sacudida, funcionando como una lámpara improvisada que deja ver las sombras de los pocos muebles que siguen de pie. Acomodo un banquito de madera cerca de la ducha y tironeo de la cortina, enseñándole el espacio que tiene para lavarse — Puedo asomar el brazo con la varita y tú puedes ducharte. No debería ser un problema, aunque entiendo si te fastidia. Yo… — con un suspiro, me giro hasta darle la espalda y clavar los ojos en el inodoro — No voy a mirar. Tú solo avisa cuando estés dentro — siento un cosquilleo molesto en mi nuca, me cruzo de brazos para quedarme quita en lo que aguardo que se prepare — Kitty dice que Magnar se ha hecho con todo en casa. Las habitaciones, las camas, las normas. ¿Tú crees…? — me siento asfixiada, porque temo su respuesta — ¿Crees que yo maté a mi madre? — porque de entre todas las personas en mi vida, Sage siempre me vio de cerca y por quien era. Si él no cree en mí, puedo decir que nadie más va a hacerlo.
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Escuchar que ha estado en lugares peores hace que se asiente una incomodidad sobre mi estómago. No me gusta el imaginarla en la miseria, por el simple hecho de que Hero Niniadis jamás formó parte de la miseria; pero al menos sabe valerse de su magia, y con la ayuda de Kitty no debería de haberle faltado demasiado. Ya luego tendría que agradecerle a esa elfina, tanto por haberla cuidado como por haberme encontrado. Que su lealtad estuviese en los lugares correctos me hacía sentir algo de alivio. ¿Cómo habrían quedado las cosas en aquella casa? No quería imaginarlo. Me costaba hacerlo luego de haber visto tantos cambios en tan poco tiempo.
Me alegra al menos que no crea necesario el que deba solicitarme quedarme prácticamente de rodillas, pero a la vez me hace preguntarme que tan en serio se ha tomado mis palabras. No digo nada, y la sigo con el cuidado que me ha indicado, tratado de no irme de boca al piso por culpa de las irregularidades como ya me ha pasado tantas veces en los últimos meses. Creerlo o no, el estar acostumbrado a los pisos lustrados e impolutos sí dificulta el moverse luego. - Gracias. - Es lo único que digo, si permito que más cosas abandonen mi boca probablemente me arrepentiré luego. No creo que decir “no tengo nada que no hayas visto ya” sea adecuado en estos momentos.
Avanzo hacia la ducha y corro la cortina en lo que apresuro a quitarme la ropa hasta quedarme solo en ropa interior. Hace frío, pero las ganas de estar limpio son más fuertes, así que cuando el agua sale de su varita coloco mi cara justo debajo de ella. Tomando primero lo que puedo, para luego comenzar a enjuagarme. Y creo que debo hacerlo mejor, porque debe haberme quedado algo de cera en los oidos si es que acabo de escuchar lo que creo. - ¿Tú? Incluso aunque el hecho de que tengas que preguntar no fuese más que suficiente respuesta, no hay forma en la vida en la que tú puedas haber asesinado a tu madre. - ¿Acaso de verdad lo dudaba? ¿Qué había pasado en aquel momento? Corro la cortina nuevamente, sin importarme que estoy mojado, o tiritando un poco la volteo tironeando de su hombro. Necesito verla a los ojos y asegurarme de que de verdad no se sienta culpable. - Hay formas en los que los magos pueden controlar a otros, lo he aprendido desde el mercado y tú también lo sabes. Si hay testigos que afirman que tú lo hiciste, es la única posibilidad que se me ocurre. Jamás le harías daño a las personas que te importan.
Me alegra al menos que no crea necesario el que deba solicitarme quedarme prácticamente de rodillas, pero a la vez me hace preguntarme que tan en serio se ha tomado mis palabras. No digo nada, y la sigo con el cuidado que me ha indicado, tratado de no irme de boca al piso por culpa de las irregularidades como ya me ha pasado tantas veces en los últimos meses. Creerlo o no, el estar acostumbrado a los pisos lustrados e impolutos sí dificulta el moverse luego. - Gracias. - Es lo único que digo, si permito que más cosas abandonen mi boca probablemente me arrepentiré luego. No creo que decir “no tengo nada que no hayas visto ya” sea adecuado en estos momentos.
Avanzo hacia la ducha y corro la cortina en lo que apresuro a quitarme la ropa hasta quedarme solo en ropa interior. Hace frío, pero las ganas de estar limpio son más fuertes, así que cuando el agua sale de su varita coloco mi cara justo debajo de ella. Tomando primero lo que puedo, para luego comenzar a enjuagarme. Y creo que debo hacerlo mejor, porque debe haberme quedado algo de cera en los oidos si es que acabo de escuchar lo que creo. - ¿Tú? Incluso aunque el hecho de que tengas que preguntar no fuese más que suficiente respuesta, no hay forma en la vida en la que tú puedas haber asesinado a tu madre. - ¿Acaso de verdad lo dudaba? ¿Qué había pasado en aquel momento? Corro la cortina nuevamente, sin importarme que estoy mojado, o tiritando un poco la volteo tironeando de su hombro. Necesito verla a los ojos y asegurarme de que de verdad no se sienta culpable. - Hay formas en los que los magos pueden controlar a otros, lo he aprendido desde el mercado y tú también lo sabes. Si hay testigos que afirman que tú lo hiciste, es la única posibilidad que se me ocurre. Jamás le harías daño a las personas que te importan.
Al menos consigo una buena distracción: el mantenerme firme sobre el taburete sin irme de boca al suelo como una boba, porque creo que sus patas no están muy estables. Al menos me da la altura suficiente como para que el agua caiga como un chorro sobre la ducha y, a pesar de que oigo como se quita la ropa que acaba en el suelo, mantengo la vista fija en cualquier otro sitio, como esa mancha de humedad que decora la pared y debería ser mucho más interesante que un chico desnudo. Por favor, no soy tonta ni tampoco de piedra, pero creo que no es el momento de tener ese tipo de pensamientos cuando hay algunos algo más urgentes ahora mismo.
Su respuesta inmediata es suficiente como para hacer que, poco a poco, una sonrisa curve mis labios, esos que muerdo ligeramente. No es un tema agradable, pero saber que no estoy lo suficientemente loca como para creerme inocente de un crimen es reconfortante, después de todos estos meses de dudas. Se me patina un poco el chorro de agua cuando siento el tirón que me obliga a voltearme, encontrándome de lleno con su rostro empapado a pocos centímetros más abajo del mío, una altura que jamás habría considerado por culpa de mi baja estatura. Un movimiento de varita y dejo de escupir agua, que podría resbalar y eso sería más que patético — ¿Crees que me han controlado? — arrugo un poco el entrecejo. Es una opción que se me ha cruzado, sí, pero no la he puesto jamás en voz alta — No lo sé, Sage. Solo recuerdo la discusión, pero luego todo se volvió confuso. Y lo siguiente que supe fue que mamá… — me detengo porque se me enrosca la lengua, pero con mi rostro algo más firme, carraspeo para poder hablar — Estaba muerta y yo la estaba sosteniendo. Y luego solo tuve que huir — probablemente él sepa esa parte.
El taburete se tambalea, así que apoyo una mano en su hombro para no caer. Hace frío, pero el agua caliente ha conseguido que su piel se sienta cálida — Necesito saber qué ha pasado, solo no tengo el modo de hacerlo. ¿Me ayudarías a conseguirlo? ¿Por favor? — creo que es la primera vez que le pido algo de esta forma, pero sé que no va a negarse, se lo diga como se lo diga — Si puedo averiguar la verdad, tal vez podremos volver a casa. Y terminar con toda esta locura, los dementores, el tener que escapar… — sé que él no tiene un sitio en la sociedad en la que vivíamos antes, pero no es nada a lo que no esté acostumbrado. ¿Le gustará más el no tener que cumplir órdenes? Qué sé yo, no puedo meterme en su cabeza, es algo que puedo empezar a admitir. Aparto uno de los mechones mojados de su cara y lo coloco detrás de su oreja, sin comprender cuándo le ha crecido tanto el pelo — Yo solo quiero que las cosas sean como eran antes — me sale un tonito algo lastimero y ahogado, en el fondo sé que eso es imposible. Porque papá no está. Mamá no está. Incluso Seth, a quien no soportaba, ha desaparecido de la faz de la tierra. Y como es lo único a lo cual puedo aferrarme sin ponerme a llorar, empujo el cuello de mi esclavo para buscar sus labios con los míos, en el desespero de un mínimo de realidad, una lejos del frío y la soledad de los últimos meses. Hay cosas que aprendes a valorar cuando ya no las tienes y la compañía de alguien incondicional es una de ellas.
Su respuesta inmediata es suficiente como para hacer que, poco a poco, una sonrisa curve mis labios, esos que muerdo ligeramente. No es un tema agradable, pero saber que no estoy lo suficientemente loca como para creerme inocente de un crimen es reconfortante, después de todos estos meses de dudas. Se me patina un poco el chorro de agua cuando siento el tirón que me obliga a voltearme, encontrándome de lleno con su rostro empapado a pocos centímetros más abajo del mío, una altura que jamás habría considerado por culpa de mi baja estatura. Un movimiento de varita y dejo de escupir agua, que podría resbalar y eso sería más que patético — ¿Crees que me han controlado? — arrugo un poco el entrecejo. Es una opción que se me ha cruzado, sí, pero no la he puesto jamás en voz alta — No lo sé, Sage. Solo recuerdo la discusión, pero luego todo se volvió confuso. Y lo siguiente que supe fue que mamá… — me detengo porque se me enrosca la lengua, pero con mi rostro algo más firme, carraspeo para poder hablar — Estaba muerta y yo la estaba sosteniendo. Y luego solo tuve que huir — probablemente él sepa esa parte.
El taburete se tambalea, así que apoyo una mano en su hombro para no caer. Hace frío, pero el agua caliente ha conseguido que su piel se sienta cálida — Necesito saber qué ha pasado, solo no tengo el modo de hacerlo. ¿Me ayudarías a conseguirlo? ¿Por favor? — creo que es la primera vez que le pido algo de esta forma, pero sé que no va a negarse, se lo diga como se lo diga — Si puedo averiguar la verdad, tal vez podremos volver a casa. Y terminar con toda esta locura, los dementores, el tener que escapar… — sé que él no tiene un sitio en la sociedad en la que vivíamos antes, pero no es nada a lo que no esté acostumbrado. ¿Le gustará más el no tener que cumplir órdenes? Qué sé yo, no puedo meterme en su cabeza, es algo que puedo empezar a admitir. Aparto uno de los mechones mojados de su cara y lo coloco detrás de su oreja, sin comprender cuándo le ha crecido tanto el pelo — Yo solo quiero que las cosas sean como eran antes — me sale un tonito algo lastimero y ahogado, en el fondo sé que eso es imposible. Porque papá no está. Mamá no está. Incluso Seth, a quien no soportaba, ha desaparecido de la faz de la tierra. Y como es lo único a lo cual puedo aferrarme sin ponerme a llorar, empujo el cuello de mi esclavo para buscar sus labios con los míos, en el desespero de un mínimo de realidad, una lejos del frío y la soledad de los últimos meses. Hay cosas que aprendes a valorar cuando ya no las tienes y la compañía de alguien incondicional es una de ellas.
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- Controlado, drogado, modificado la memoria… cualquier cosa menos el que lo hayas hecho a voluntad. Te conozco Hero, he pasado casi veinte horas al día en tu compañía por los últimos tres años. - Un tiempo corto en algunos estándares, y terriblemente largo en otros. Pero era suficiente, suficiente para saber que la pelirroja era completamente inocente del crimen del que se la acusaba. Jamie Niniadis no era alguien que hubiese sido de mi agrado, y puede que ni siquiera hubiese tratado a su hija como correspondía; pero Hero la amaba incondicionalmente, con o sin sus defectos, con o sin saber si el afecto era recíproco. Si el caso fuese al revez, no podría asegurar que la difunta ministra no hubiese sido capaz de asesinar a su hija, ¿pero Hero? Ni aunque me hubiesen mostrado grabaciones lo podría creer. - Pueden haber discutido, podrían haberse pelado, gritado, o lo que quieras. Pero jamás creas que en pleno uso de tu voluntad te creería capaz de alzar la varita para terminar con su vida.
Llevo una mano a su cintura cuando la siento tambalear, lo cuál me hace quedar aún más cerca de ella. - No sé cómo pueda hacerlo, pero no tienes que preguntar. SI es la verdad lo que buscas, si la necesitas para terminar con todo esto, de algún modo la obtendremos. - No será sencillo, y hablar en plural era algo que me sabía raro contra el paladar, pero era sincero. Estaba por explicarle que las cosas ya no podrían ser como antes, que no podría traer a sus padres de vuelta, pero que tal vez consiguiéramos volver a una relativa normalidad; cuando de golpe me veo interrumpido a causa de sus labios. No correspondo en ese instante, porque tengo que razonar que esta vez no se encuentra ebria, y aún peor, que lo que hace no puede ser condenado; pero cuando lo hago, cuando puedo darme cuenta que el contacto es producto de su voluntad, llevo mi otra mano a su cintura y la atraigo hacia mí.
No sé en qué momento pasé de rodar los ojos ante su sola presencia, a desear de verdad estar en su presencia. Pero no es algo que quiera analizar, así que profundizo el beso y termino de rodearla con los brazos hasta quedar completamente pegados. - Creo que esto no es precisamente igual a antes. - Le comento separando nuestras bocas solo unos pocos milímetros, para luego volver a buscarla. - ¿Qué es lo que quieres? Si deseas volver al pasado no hay nada que pueda hacer, pero sí puedo tratar de regresarte a dónde correspondes. Mi pregunta es, ¿eso dónde me deja eso a mí? - Cuando hablo por segunda vez, si me alejo un poco más de ella, pero solo lo suficiente para mirarla a los ojos. Y no es ningún planteo de ningún tipo, solo deseo saber si en el orden de las cosas que quiere poner, sigo siendo un esclavo, tal vez un amigo, o solo una persona a la que utilizar por un tiempo.
Llevo una mano a su cintura cuando la siento tambalear, lo cuál me hace quedar aún más cerca de ella. - No sé cómo pueda hacerlo, pero no tienes que preguntar. SI es la verdad lo que buscas, si la necesitas para terminar con todo esto, de algún modo la obtendremos. - No será sencillo, y hablar en plural era algo que me sabía raro contra el paladar, pero era sincero. Estaba por explicarle que las cosas ya no podrían ser como antes, que no podría traer a sus padres de vuelta, pero que tal vez consiguiéramos volver a una relativa normalidad; cuando de golpe me veo interrumpido a causa de sus labios. No correspondo en ese instante, porque tengo que razonar que esta vez no se encuentra ebria, y aún peor, que lo que hace no puede ser condenado; pero cuando lo hago, cuando puedo darme cuenta que el contacto es producto de su voluntad, llevo mi otra mano a su cintura y la atraigo hacia mí.
No sé en qué momento pasé de rodar los ojos ante su sola presencia, a desear de verdad estar en su presencia. Pero no es algo que quiera analizar, así que profundizo el beso y termino de rodearla con los brazos hasta quedar completamente pegados. - Creo que esto no es precisamente igual a antes. - Le comento separando nuestras bocas solo unos pocos milímetros, para luego volver a buscarla. - ¿Qué es lo que quieres? Si deseas volver al pasado no hay nada que pueda hacer, pero sí puedo tratar de regresarte a dónde correspondes. Mi pregunta es, ¿eso dónde me deja eso a mí? - Cuando hablo por segunda vez, si me alejo un poco más de ella, pero solo lo suficiente para mirarla a los ojos. Y no es ningún planteo de ningún tipo, solo deseo saber si en el orden de las cosas que quiere poner, sigo siendo un esclavo, tal vez un amigo, o solo una persona a la que utilizar por un tiempo.
Es un alivio el saber que no soy la única que me cree inocente, a pesar de las noches enteras que me he pasado con la enorme incógnita de si fui culpable o no de tal atrocidad. Pero como bien él dice, Sage me conoce lo suficiente y está de mi lado; eso me basta por ahora. Es una nueva seguridad la que me hace asentir con la cabeza porque sí, volveremos a casa, no sé cómo, pero me niego a pasarme el resto de mi vida recorriendo las calles como una don nadie, cuando supe tenerlo todo. No me importa que Magnar Aminoff sea mi hermano mayor, tampoco me interesa quiénes fueron sus padres o lo que le ha pasado, porque ese sujeto no es mi familia, sino quien destruyó mis lazos. ¿Y que voy a hacer, esconderme para que él haga lo que quiera con su versión de la historia? Pues no señor.
No creí necesitar algo tan simple como esto, pero que me apriete contra él me produce un cosquilleo en la boca del estómago que busco aplacar cuando, involuntariamente, enrosco mis brazos alrededor de su cuello tratando de que la distancia sea minúscula, porque jamás había pensado en estar tan cerca de otra persona, y mucho menos de una que va con esas pintas y que no se ha quitado la mugre del todo. Esto no se parece nada al primer beso, no solo porque no estoy ebria, sino también porque soy mucho más consciente de cómo se mezclan las respiraciones, de que el contacto se profundiza, de que puede durar unos segundos más. Y no hay puertas detrás de las cuales tengamos que escondernos, porque para nuestra miseria, somos solo nosotros.
Su susurro interrumpe el gesto involuntario que tengo de acercarme a él cuando se aleja para hablar, así que tengo que parpadear para tratar de enfocarlo. No esperaba el tener que dar una respuesta tan pronta, balbuceo algo sin sentido porque no tengo idea de qué decir mientras me despego lo suficiente como para imitar su gesto, aún sintiendo que me pican los labios — No lo sé. Yo no… — ¿No pensé en ello? Decir eso es un poco cruel — Sage, hace tiempo que sé que no eres un mueble de mi propiedad. Lo sabes, ¿verdad? — porque no lo conversamos, pero creo que quedó implícito. Me relamo, mis dedos acarician sus hombros y mi diestra patina por su cuello, jugueteando con algunas gotitas de agua que me sirven como distracción visual para no mirar a sus ojos — No te obligaré a que trabajes para mí si decides seguir otro camino. Aún no sé… es todo tan contradictorio, porque esto es todo lo que he conocido. Sé que los muggles no tienen los dones que nos hacen tan especiales y jamás voy a comprender por qué los rebeldes actúan como salvajes, pero… he visto el hambre. Y de solo pensarlo un poco hace que me duela la cabeza, porque no sé lo que pueda hacer con todo esto si regreso a casa. Me han enseñado todo lo opuesto y aún así, no me molesta que justo esto no sea igual que antes — sé que estoy hilando pensamientos que me vienen en el momento, pero es lo mejor que tengo si quiere que sea sincera con él.
En pocas palabras, estoy confundida sobre absolutamente todo. Lo único que hago con tímida seguridad es el besar su mentón, el cual me pincha un poco antes de levantar mis manos y ponerlas en sus mejillas, porque es la manera más cómoda que tengo de acariciar sus labios con los míos, a pesar de seguir sosteniendo la varita entre mis dedos — Pero no eres mi esclavo — murmuro, como si fuese un secreto a morir en su boca — Ya no tienes que serlo. Puedes ser un muggle libre y decidir a dónde ir. Eso jamás voy a negártelo — porque, al fin de cuentas, se lo ha ganado.
No creí necesitar algo tan simple como esto, pero que me apriete contra él me produce un cosquilleo en la boca del estómago que busco aplacar cuando, involuntariamente, enrosco mis brazos alrededor de su cuello tratando de que la distancia sea minúscula, porque jamás había pensado en estar tan cerca de otra persona, y mucho menos de una que va con esas pintas y que no se ha quitado la mugre del todo. Esto no se parece nada al primer beso, no solo porque no estoy ebria, sino también porque soy mucho más consciente de cómo se mezclan las respiraciones, de que el contacto se profundiza, de que puede durar unos segundos más. Y no hay puertas detrás de las cuales tengamos que escondernos, porque para nuestra miseria, somos solo nosotros.
Su susurro interrumpe el gesto involuntario que tengo de acercarme a él cuando se aleja para hablar, así que tengo que parpadear para tratar de enfocarlo. No esperaba el tener que dar una respuesta tan pronta, balbuceo algo sin sentido porque no tengo idea de qué decir mientras me despego lo suficiente como para imitar su gesto, aún sintiendo que me pican los labios — No lo sé. Yo no… — ¿No pensé en ello? Decir eso es un poco cruel — Sage, hace tiempo que sé que no eres un mueble de mi propiedad. Lo sabes, ¿verdad? — porque no lo conversamos, pero creo que quedó implícito. Me relamo, mis dedos acarician sus hombros y mi diestra patina por su cuello, jugueteando con algunas gotitas de agua que me sirven como distracción visual para no mirar a sus ojos — No te obligaré a que trabajes para mí si decides seguir otro camino. Aún no sé… es todo tan contradictorio, porque esto es todo lo que he conocido. Sé que los muggles no tienen los dones que nos hacen tan especiales y jamás voy a comprender por qué los rebeldes actúan como salvajes, pero… he visto el hambre. Y de solo pensarlo un poco hace que me duela la cabeza, porque no sé lo que pueda hacer con todo esto si regreso a casa. Me han enseñado todo lo opuesto y aún así, no me molesta que justo esto no sea igual que antes — sé que estoy hilando pensamientos que me vienen en el momento, pero es lo mejor que tengo si quiere que sea sincera con él.
En pocas palabras, estoy confundida sobre absolutamente todo. Lo único que hago con tímida seguridad es el besar su mentón, el cual me pincha un poco antes de levantar mis manos y ponerlas en sus mejillas, porque es la manera más cómoda que tengo de acariciar sus labios con los míos, a pesar de seguir sosteniendo la varita entre mis dedos — Pero no eres mi esclavo — murmuro, como si fuese un secreto a morir en su boca — Ya no tienes que serlo. Puedes ser un muggle libre y decidir a dónde ir. Eso jamás voy a negártelo — porque, al fin de cuentas, se lo ha ganado.
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Me río con sencillez cuando lo primero que tiene para responder es que ya no me ve como un mueble, en primera instancia porque ya lo sabía y en segunda, en segunda porque era algo tan pero tan Hero para decir, que me alegraba el saber que pese a toda la mierda que había querido taparla en este tiempo, en el fondo seguía siendo la misma de siempre. - Mientras que tengas en claro que las cosas no deberían seguir como antes, no te sientas obligada a entender de nuevo el mundo. Yo no lo entiendo y ni siquiera tenía inculcada una moral tan fuerte como la tuya. Es natural que te sea complicado, y es aún más natural que nada tenga sentido. ¿Así es la vida no? - Que mejor ejemplo que el tenerla abrazada contra mi pecho desnudo, estando fugitivos en medio de la nada. Hero ya no era la niña mimada, caprichosa y consentida que solo se dedicaba a darme órdenes y a frustrarme a cada segundo del día. Pero seguía siendo la misma pelirroja inocente, enfocada en tratar de ser la mejor versión de sí misma que podía ser.
Y sí, tal vez no debería aprovecharme de la situación, tal vez podría ayudarla a descifrar un poco más lo que pasaba por su mente; pero la mía se nubla cuando declara que ya no soy su esclavo y básicamente me pone en libertad. Una que tal vez ya no tenía el derecho de otorgar, pero que valía mucho más que cualquier otra que podía recibir. - ¿Y si decido ir contigo? - No había mentido al decir que me importaba y al haberle admitido que prácticamente era lo único que tenía. - Porque a mí tampoco me molesta que esto no sea como antes, y elegir estar contigo, y no estar obligado a hacerlo se siente… - Y no sé que palabra usar, así que hago lo siguiente mejor que puedo hacer en esos momentos, y suelto una de mis manos de su cintura con la sola intención de buscar su mejilla para atraerla nuevamente hacia mí.
Si hace un año me dirían que estaría perdido en una cabaña del norte, besando por voluntad propia a Hero Ninadis, hubiera sido el primero en reírme. Pero las cosas cambiaban y bueno… Había peores destinos que sufrir. Este momento, por más inusitado e imposible que fuese, se volvía una burbuja en sí misma en la cual podría quedarme por un tiempo. - Tú también eres totalmente libre de decidir de ahora en más. ¿Tienes algo más en mente? - Acaricio su mandíbula con el pulgar y la miro desde más abajo a través de mi despeinado flequillo. - Además de cortarme el pelo, claro está.
Y sí, tal vez no debería aprovecharme de la situación, tal vez podría ayudarla a descifrar un poco más lo que pasaba por su mente; pero la mía se nubla cuando declara que ya no soy su esclavo y básicamente me pone en libertad. Una que tal vez ya no tenía el derecho de otorgar, pero que valía mucho más que cualquier otra que podía recibir. - ¿Y si decido ir contigo? - No había mentido al decir que me importaba y al haberle admitido que prácticamente era lo único que tenía. - Porque a mí tampoco me molesta que esto no sea como antes, y elegir estar contigo, y no estar obligado a hacerlo se siente… - Y no sé que palabra usar, así que hago lo siguiente mejor que puedo hacer en esos momentos, y suelto una de mis manos de su cintura con la sola intención de buscar su mejilla para atraerla nuevamente hacia mí.
Si hace un año me dirían que estaría perdido en una cabaña del norte, besando por voluntad propia a Hero Ninadis, hubiera sido el primero en reírme. Pero las cosas cambiaban y bueno… Había peores destinos que sufrir. Este momento, por más inusitado e imposible que fuese, se volvía una burbuja en sí misma en la cual podría quedarme por un tiempo. - Tú también eres totalmente libre de decidir de ahora en más. ¿Tienes algo más en mente? - Acaricio su mandíbula con el pulgar y la miro desde más abajo a través de mi despeinado flequillo. - Además de cortarme el pelo, claro está.
Supongo que así es la vida, sí, se lo digo con una muequita que no sé muy bien hacia dónde es que va. Hemos dado muchas vueltas para terminar en este sitio, sé que no podré regresar a casa porque no soy bienvenida y si lo hago bajo mis propios términos, no podrán ser los mismos que clamaba mi madre. ¡Que le daría un infarto de poder verme en estos momentos, que en paz descanse! Creo comprender que estoy en contra de aquellos que suponen una amenaza para mí, que son incapaces de vivir dentro de una sociedad con sus normas y me encuentro con que ahora soy una de ellos, porque me han obligado a serlo. Y la única persona a la cual puedo aferrarme (y vaya que si lo hago) es una que es inaceptable para los valores que me han inculcado. ¿Y por qué, si siempre ha estado para mí, incluso cuando los de mi propia clase no me escuchaban? Es la primera vez en mi vida que estoy ante esta posibilidad, el ser quien quiera ser. Sin rutinas, sin horarios, sin protocolos que cumplir. Solo yo con mis pensamientos… y en parte se siente como libertad y, por otro lado, como un vasto océano que amenaza con ahogarme.
Debe ser por eso que siento una extraña calidez y se me ensancha una sonrisa de dientes al aire cuando le oigo decir que quiere ir conmigo. Los meses en soledad no fueron fáciles, pero tal y como yo me encuentro dueña de mis decisiones, también comprendo que es nuevo para él — ¿Extraño? ¿Bien? — intento completar su frase, no muy segura de que esas sean palabras que él fuese a usar. Creo que me da un poquito igual cuando viene de su parte el retomar el contacto de nuestras bocas y sospecho que me estoy empezando a acostumbrar a ese tacto, porque me abrazo a su cuello para corresponderle. Maldito muggle estúpido.
Su pregunta me toma un poco desprevenida y con la cabeza en cualquier otra parte, así que estoy segura de que me pongo como un farol por dos segundos — Ehhh… — porque va, la adolescencia me grita a los cuatro vientos que hay muchas cosas para tener en mente, así que me obligo por todos los medios a mirarlo a los ojos y no recordarme que todo esto se dio en medio de su ducha, que sé muy bien que no estamos pensando en lo mismo — Bueno, puede ser — mi voz suena un poquito más aguda, así que muevo mis hombros con algo de incomodidad y le doy una palmadita a los suyos para separarme un poco — Primero que nada, debes terminar de lavarte. Y después… podemos pensar en lo que vamos a comer en la noche. Tengo algunas tartas de Kitty en la mochila y creo que aún me queda chocolate — lo voy tirando con una sonrisa que tira mis labios hacia un costado, utilizando un tono que tiendo a emplear para hacer más tentadora una propuesta — Le pediré que robe algo de ropa para ti porque, perdona Sage, pero lo que llevas se merece ser quemado. Y como ya no hay escuela ni lecciones de música, podremos usar nuestro tiempo en planificar dónde conseguir algo de ayuda. ¡Que no podemos ser los únicos por ahí tratando de encontrar un orden en todo este caos! — como si fuese una resolución dada, tiro de la cortina para volver a cubrirlo, pero no dura demasiado porque vuelvo a asomarme para echarle un vistazo — Y Sage… — me relamo un poco, antes de robar un beso rápido de sus labios — Estoy feliz de que estés aquí. De verdad feliz. Yo… — ay, por favor, tengo que mantener un poco la dignidad. Intento pararme lo más derecha que puedo y mantengo el rostro falsamente sereno — Te extrañaba. Ahora sí, chau — antes de cometer alguna idiotez hormonal, tiro de la cortina para volver a cubrirlo y estiro el brazo para que el agua vuelva a salir. Es bueno que no pueda ver la sonrisa idiota que se me va patinando por la cara, una que trato de cubrirme con la mano libre.
Debe ser por eso que siento una extraña calidez y se me ensancha una sonrisa de dientes al aire cuando le oigo decir que quiere ir conmigo. Los meses en soledad no fueron fáciles, pero tal y como yo me encuentro dueña de mis decisiones, también comprendo que es nuevo para él — ¿Extraño? ¿Bien? — intento completar su frase, no muy segura de que esas sean palabras que él fuese a usar. Creo que me da un poquito igual cuando viene de su parte el retomar el contacto de nuestras bocas y sospecho que me estoy empezando a acostumbrar a ese tacto, porque me abrazo a su cuello para corresponderle. Maldito muggle estúpido.
Su pregunta me toma un poco desprevenida y con la cabeza en cualquier otra parte, así que estoy segura de que me pongo como un farol por dos segundos — Ehhh… — porque va, la adolescencia me grita a los cuatro vientos que hay muchas cosas para tener en mente, así que me obligo por todos los medios a mirarlo a los ojos y no recordarme que todo esto se dio en medio de su ducha, que sé muy bien que no estamos pensando en lo mismo — Bueno, puede ser — mi voz suena un poquito más aguda, así que muevo mis hombros con algo de incomodidad y le doy una palmadita a los suyos para separarme un poco — Primero que nada, debes terminar de lavarte. Y después… podemos pensar en lo que vamos a comer en la noche. Tengo algunas tartas de Kitty en la mochila y creo que aún me queda chocolate — lo voy tirando con una sonrisa que tira mis labios hacia un costado, utilizando un tono que tiendo a emplear para hacer más tentadora una propuesta — Le pediré que robe algo de ropa para ti porque, perdona Sage, pero lo que llevas se merece ser quemado. Y como ya no hay escuela ni lecciones de música, podremos usar nuestro tiempo en planificar dónde conseguir algo de ayuda. ¡Que no podemos ser los únicos por ahí tratando de encontrar un orden en todo este caos! — como si fuese una resolución dada, tiro de la cortina para volver a cubrirlo, pero no dura demasiado porque vuelvo a asomarme para echarle un vistazo — Y Sage… — me relamo un poco, antes de robar un beso rápido de sus labios — Estoy feliz de que estés aquí. De verdad feliz. Yo… — ay, por favor, tengo que mantener un poco la dignidad. Intento pararme lo más derecha que puedo y mantengo el rostro falsamente sereno — Te extrañaba. Ahora sí, chau — antes de cometer alguna idiotez hormonal, tiro de la cortina para volver a cubrirlo y estiro el brazo para que el agua vuelva a salir. Es bueno que no pueda ver la sonrisa idiota que se me va patinando por la cara, una que trato de cubrirme con la mano libre.
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“Bien” era una palabra que se acercaba bastante a lo que había pasado por mi mente en esos momentos, pero no era la que quería utilizar. Tal vez “correcto” se asemejase más, porque tener la posibilidad de elegir era lo importante en toda la situación. Elegir, tener voluntad… conceptos a los que no estaba acostumbrado pero que, una vez conocidos, ya no podía desconocer. Si Hero no estuviese abierta a la posibilidad de cambio, si quisiese restaurar las políticas iguales a las de su madre… no podría volver a eso. No a esa dinámica de decir que sí a todo por el simple deber de hacerlo. No podía decir que entendía del todo las charlas que habíamos mantenido con Jim los meses anteriores a que estallase todo, pero podía comprender el concepto principal. La libertad de poder decidir… se sentía correcto, como lo que siempre debería haber sido.
No quiero decirle a Hero que sus pecas han salido a flote como luces de neón rojas desperdigadas por todo su rostro… pero lo han hecho y no tengo la más pálida idea de qué he hecho para que se ponga de esa manera. Si no fuese porque abre mi apetito con sus palabras en cuestión de segundos, tal vez podría haberle prestado más atención a su sonrojo; pero el tirón de mi estómago se vuelve insistente y la sola idea de pensar en que podría cenar… - Si Kitty consigue algo de ropa antes de que me muera de frío, puedes hacer el honor y quemar las prendas de verdad. No voy a extrañarlas. - El clima me había impedido lavar nada, y si bien la mugre había formado una capa protectora contra las bajas temperaturas, el continuar con el baño se me hacía una idea de lo más tentadora. Aunque no tanto como la comida… y puede que no tanto como ella. ¡Maldición!
No era la única que estaba feliz, y si bien me refugia detrás de la cortina luego de haberse distanciado por completo de mí solo pasan unos segundos antes de decidir que eso no fue suficiente. No me importa que haya vuelto a hacer que el agua saliese de su varita. Me asomo por detrás de la cortina y tironeo de su brazo para inclinarla hacia mí una vez más, probando su boca en un contacto más largo que el que me propinó segundos atrás hasta terminar el beso con una sonrisa que no dudo en regalarle. - También te extrañaba - Le confieso soltándola para esta vez sí terminar con mi baño.
No quiero decirle a Hero que sus pecas han salido a flote como luces de neón rojas desperdigadas por todo su rostro… pero lo han hecho y no tengo la más pálida idea de qué he hecho para que se ponga de esa manera. Si no fuese porque abre mi apetito con sus palabras en cuestión de segundos, tal vez podría haberle prestado más atención a su sonrojo; pero el tirón de mi estómago se vuelve insistente y la sola idea de pensar en que podría cenar… - Si Kitty consigue algo de ropa antes de que me muera de frío, puedes hacer el honor y quemar las prendas de verdad. No voy a extrañarlas. - El clima me había impedido lavar nada, y si bien la mugre había formado una capa protectora contra las bajas temperaturas, el continuar con el baño se me hacía una idea de lo más tentadora. Aunque no tanto como la comida… y puede que no tanto como ella. ¡Maldición!
No era la única que estaba feliz, y si bien me refugia detrás de la cortina luego de haberse distanciado por completo de mí solo pasan unos segundos antes de decidir que eso no fue suficiente. No me importa que haya vuelto a hacer que el agua saliese de su varita. Me asomo por detrás de la cortina y tironeo de su brazo para inclinarla hacia mí una vez más, probando su boca en un contacto más largo que el que me propinó segundos atrás hasta terminar el beso con una sonrisa que no dudo en regalarle. - También te extrañaba - Le confieso soltándola para esta vez sí terminar con mi baño.
— Gracias a Merlín — creo que nunca me he sentido tan aliviada en un ambiente como este y se siente muy tonto después de todo lo que ha pasado, pero el tener el permiso de quemar sus ropas y ponerlo un poquito más presentable es posiblemente una de las cosas más normales que se me presentaron en mucho tiempo. Que sí, mi estilo no es el mismo que antes por obvias razones y sé que me preocupan cosas más importantes ahora, pero no podré sobrevivir vaya a saber cuánto tiempo con él al lado con algo que huele tan mal puesto encima. ¡Y es invierno, necesita estar abrigado! Haré una listita, sí, eso. Una lista de todo lo que Kitty tiene que traernos para que se vuelva un vagabundo más sotisficado. Considerando que vive haciendo mandados, no será muy difícil. ¡Y me permitirá jugar una vez más con ropa!
Mi momento infantil de fangirleo intenso por algo que jamás pensé que iba a llegar a pasar y que me infla como una burbuja de extraña alegría se ve pinchado cuando tira de la cortina, así que rápidamente borro mi sonrisa y mi sobresalto delata que no quiero que me vea así. Porque ay, que humillante, que creo que todavía tengo un poquito de dignidad… que se me va a la basura cuando tira de mí de esa manera que me hace besarlo con torpeza, como si ahora fuese adicta a un contacto que hasta hace unos minutos era muy poco familiar para mí. Tenía una pequeña lista de chicos de la escuela con los cuales me hubiese gustado besuquearme hace tiempo y siempre tuve el miedo de no saber cómo hacerlo cuando llegue el momento, ahora tengo miedo de no poder parar porque… bueno, se siente bien. Y somos tan libres de hacerlo como queramos.
Me río, creo que se escucha en el eco de todo el baño cuando puedo sostenerme de la pared para recuperar mi postura y no caerme de lleno en la bañera — Lo sé. Es imposible no hacerlo — por un momento, mi voz suena como solía hacerlo en las épocas en las cuales no hacíamos otra cosa que ser lo que la sociedad nos dijo que éramos. Ahora se me quiebra el semblante porque me río de esa tontería y le permito que la cortina nos separe por unos momentos, solo unos pocos, porque hay todo un camino disponible para nosotros que tomar. Y si hay algo que sabe mejor que las tartas y el chocolate frente a la chimenea, con olor a limpio y un montón de historias sobre lo que ha pasado en estos meses, es saber que aparte tengo mi estufa personal para pasar el invierno. Papá lo hubiese entendido.
Mi momento infantil de fangirleo intenso por algo que jamás pensé que iba a llegar a pasar y que me infla como una burbuja de extraña alegría se ve pinchado cuando tira de la cortina, así que rápidamente borro mi sonrisa y mi sobresalto delata que no quiero que me vea así. Porque ay, que humillante, que creo que todavía tengo un poquito de dignidad… que se me va a la basura cuando tira de mí de esa manera que me hace besarlo con torpeza, como si ahora fuese adicta a un contacto que hasta hace unos minutos era muy poco familiar para mí. Tenía una pequeña lista de chicos de la escuela con los cuales me hubiese gustado besuquearme hace tiempo y siempre tuve el miedo de no saber cómo hacerlo cuando llegue el momento, ahora tengo miedo de no poder parar porque… bueno, se siente bien. Y somos tan libres de hacerlo como queramos.
Me río, creo que se escucha en el eco de todo el baño cuando puedo sostenerme de la pared para recuperar mi postura y no caerme de lleno en la bañera — Lo sé. Es imposible no hacerlo — por un momento, mi voz suena como solía hacerlo en las épocas en las cuales no hacíamos otra cosa que ser lo que la sociedad nos dijo que éramos. Ahora se me quiebra el semblante porque me río de esa tontería y le permito que la cortina nos separe por unos momentos, solo unos pocos, porque hay todo un camino disponible para nosotros que tomar. Y si hay algo que sabe mejor que las tartas y el chocolate frente a la chimenea, con olor a limpio y un montón de historias sobre lo que ha pasado en estos meses, es saber que aparte tengo mi estufa personal para pasar el invierno. Papá lo hubiese entendido.
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