OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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La última vez que vi a Riley en el estadio fue en posesión de una computadora, supuse que para rastrear la señal de Hermann, y cuando pregunto cómo se encuentra después de los disturbios causados por los duelos, me entero que está con medio cuerpo molido a golpes. Cómo paso eso es lo que quiero saber, si el ministro de Seguridad estaba con él y si no me equivoco también un par de aurores. Mi preocupación por Riley es el mismo que cuando estabamos en la escuela y los chicos que no eran más altos que él, porque siempre fue alto, pero sí mas bravucones, lo molestaban cuando andaba con sus cosas de nerd de ciencia. Todavía recuerdo cuando Dan Irvins pasó por detrás suyo en medio de un experimento de laboratorio, lo empujó y lo que teníamos con Riley en el vaso se derramó, abriendo un agujero en la mesada de mármol en la que cayeron todas nuestras notas. De más está decir que le devolví el empujón a Irvins y el sonido de todos los frascos al romperse en la mesada de atrás me ganó puntos negativos en esa materia, pero hay que hacerse respetar de alguna manera y me sentía responsable de hacernos respetar en nombre de los dos. Riley era el genio de las combinaciones químicas en los trabajos de laboratorio, yo sólo tenía que encargar de tenerlo a él y a nuestro proyecto a resguardo.
Por eso me indigno tanto, pero tanto, que me diga el por qué está con las mantas hasta el cuello con el alma doliéndole. -¡¿Weynart te hizo esto?!-. Siento cómo se me suben los colores a la cara, no, un sólo color. Tengo las mejillas encendidas de rojo, tan enojada que me planto frente a la cama de Riley con las manos en la cadera y mi panza redondeada por delante, tan saliente y mostrando su indignación como yo. -¡Por eso el país está como está! ¡Si nuestro ministro de Seguridad ataca a un científico que sólo estaba haciendo su trabajo y casi lo mata! ¡Con razón la inseguridad es cada vez peor! ¡Faltaba más!- suelto un par de tonterías que me viene bien para sacar la rabia, que no le hace bien al bebé que me la guarde dentro, por lo que he leído y me viene bien para tener excusa.
Coloco la palma de mi mano en la curva de vientre como he tomado por costumbre cuando quiero tranquilizarme, y no sé si soy yo al bebé diciéndole que debemos calmarnos o es el bebé que me transmite una serenidad que yo no tengo. Echo hacia atrás con mis dedos los mechones que se me cayeron sobre la frente y suspiro, descargando en ese soplo de aire infinito tantas energías negras que bajan por todo el cuerpo de seguridad de la cima al último escalón. -De acuerdo, todos estaban drogados... eso fue lo que pasó...- me recuerdo para que se me pase, para entender por qué no puedo ir golpeando gente. -Y esta vez nos tocó a nosotros ser los sanos y coherentes, la ironía...- murmuro, que no es tan así. Puede que me haya sacado un poco cuando Hans me atacó y hasta la infalible excusa de las hormonas me queda corta.
Por eso me indigno tanto, pero tanto, que me diga el por qué está con las mantas hasta el cuello con el alma doliéndole. -¡¿Weynart te hizo esto?!-. Siento cómo se me suben los colores a la cara, no, un sólo color. Tengo las mejillas encendidas de rojo, tan enojada que me planto frente a la cama de Riley con las manos en la cadera y mi panza redondeada por delante, tan saliente y mostrando su indignación como yo. -¡Por eso el país está como está! ¡Si nuestro ministro de Seguridad ataca a un científico que sólo estaba haciendo su trabajo y casi lo mata! ¡Con razón la inseguridad es cada vez peor! ¡Faltaba más!- suelto un par de tonterías que me viene bien para sacar la rabia, que no le hace bien al bebé que me la guarde dentro, por lo que he leído y me viene bien para tener excusa.
Coloco la palma de mi mano en la curva de vientre como he tomado por costumbre cuando quiero tranquilizarme, y no sé si soy yo al bebé diciéndole que debemos calmarnos o es el bebé que me transmite una serenidad que yo no tengo. Echo hacia atrás con mis dedos los mechones que se me cayeron sobre la frente y suspiro, descargando en ese soplo de aire infinito tantas energías negras que bajan por todo el cuerpo de seguridad de la cima al último escalón. -De acuerdo, todos estaban drogados... eso fue lo que pasó...- me recuerdo para que se me pase, para entender por qué no puedo ir golpeando gente. -Y esta vez nos tocó a nosotros ser los sanos y coherentes, la ironía...- murmuro, que no es tan así. Puede que me haya sacado un poco cuando Hans me atacó y hasta la infalible excusa de las hormonas me queda corta.
No me gusta para nada tener que estar en el hospital pues me recuerda inevitablemente a la última vez en la que estuve aquí. Soy otra persona desde ese entonces, pero mi pasado es mi pasado y no puedo pretender que no existió. De todas formas intento pensar en las cosas que diferencian las experiencias para así recordarme que no estoy atrapado en ese momento cada vez que abro los ojos. Aquella vez no sentía nada, a penas podía mantenerme en el mundo, ahora el dolor no me deja dormir y lo que sea que me están dando para calmarlo no está funcionando... Ahora es cuando me arrepiento de haber consumido opioides, no puedo usarlos cuando de verdad los necesito. Aquella vez había perdido a mi padre y ahora me dicen que mi madre está luchando por su vida. Aquella vez me sentía solo y ahora hay un hospital con más de una persona que me gustaría visitar para comprobar que esté bien.
Me sobresalto de lo lindo cuando escucho el casi grito de Lara al entrar a la habitación. Reprimo el quejido de dolor y también la respuesta ofendida pues no puede estar enojada con Weynart siendo que a ella la atacó su mismísimo lo que sea - Y Powell te hizo eso a tí, que desde mi punto de vista es mil veces peor de que un ministro aleatorio me haya golpeado con estatuas - respondo en la primera pausa que encuentro señalando la venda en su brazo con mi dedo índice, incluso tengo que cerrar un ojo para poder apuntar con mejor dirección, debo ser específico.
Sonrío de lado y guardo silencio por unos segundos. He hecho muchas cosas drogado pero nunca he atacado físicamente a otra persona por eso - Tengo la teoría de que no nos afectó por tener la resistencia alta - comparto con mi amiga acomodándome en la cama para no hablar como un casi muerto desde la posición en la que estaba - Y decían que no iba a servir para nada - agrego ya con una risa más libre, honesta. Es eso o empezar a hablar de mi culpa por los aurores caídos - Voy a quemarle el trasero a Hans después de ésto, lo digo en serio, Lara. No solo te puso en peligro a tí, sino que a mi sobrino o sobrina y no quedará impune.
Me sobresalto de lo lindo cuando escucho el casi grito de Lara al entrar a la habitación. Reprimo el quejido de dolor y también la respuesta ofendida pues no puede estar enojada con Weynart siendo que a ella la atacó su mismísimo lo que sea - Y Powell te hizo eso a tí, que desde mi punto de vista es mil veces peor de que un ministro aleatorio me haya golpeado con estatuas - respondo en la primera pausa que encuentro señalando la venda en su brazo con mi dedo índice, incluso tengo que cerrar un ojo para poder apuntar con mejor dirección, debo ser específico.
Sonrío de lado y guardo silencio por unos segundos. He hecho muchas cosas drogado pero nunca he atacado físicamente a otra persona por eso - Tengo la teoría de que no nos afectó por tener la resistencia alta - comparto con mi amiga acomodándome en la cama para no hablar como un casi muerto desde la posición en la que estaba - Y decían que no iba a servir para nada - agrego ya con una risa más libre, honesta. Es eso o empezar a hablar de mi culpa por los aurores caídos - Voy a quemarle el trasero a Hans después de ésto, lo digo en serio, Lara. No solo te puso en peligro a tí, sino que a mi sobrino o sobrina y no quedará impune.
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—Estábamos hablando de Weynart, no me cambies de tema tan abrupto…— carraspeo para aclararme la garganta, haciéndome la idiota que es lo que mejor se me da cuando me pongo en ese modo, que hice suficientes estupideces en la vida como para saber mostrarme convincente si lo necesito. Pero, ¿cómo engañar a Riley que me ha visto en tantos estados que sabe reconocerlos por gestos que se me pasan desapercibidos a mí misma? Froto esa venda que cubre parte de mi brazo bajo el peso de su mirada, que acusa a Hans y llego a sentir como una acusación compartida. —No es más un corte, Riley. Sanará con nada. Mañana no me quedará ni la marca…— aseguro, echándole una mirada apreciativa a su cuerpo que está recubierto de más de una venda. —A ti en cambio, ¿te han dicho si volverás a caminar?— ya sé, no es momento para el humor negro, le pido disculpas con una sonrisa al hacer esa broma vacía y camino hasta el borde de la cama para acomodarme allí, mirando qué parte de sus manos puedo tomar sin que chille del dolor.
Se curva mi sonrisa en un gesto más ameno porque su teoría suena a un chiste, aunque lo diga tan serio como sé que es su intención. —Suena como algo posible— concuerdo, —tantas mandrágoras tempranas sirvieron para algo— digo, con mucho cuidado, creo que se percibe en la nota de mi voz, porque lo de su sobredosis es algo que no está demasiado lejos en el tiempo y no sé cómo hablar de eso, traer a nosotros recuerdos más viejos de cuando éramos adolescentes, cuando todavía eso era divertido, algo parte de experimentar, y no nos habíamos convertido aún en adultos que seguían acarreando los problemas internos de ese entonces, siendo destructivos de una manera poco visible. Me inclino un poco hacia él para ocultar lo que le digo de los oídos que apenas se están desarrollando en mi vientre. —Pero no hablemos de eso que el bebé puede escuchar— al decirlo, le doy un apretón cariñoso a su pulgar, que en serio no sé qué parte de su cuerpo ha quedado ilesa.
—Si no respiré el gas fue porque Hans me cubrió— le explico, —podría haber sido algo más tóxico y de todas maneras su primera reacción fue usar sus manos para tapar mi nariz, en vez de cubrirse él…— lo que digo lo hago con un tono lento, tan calmado que cuando acabo, me pongo otra vez de pie con ese ánimo explosivo mío. —¡Pero yo también le quise pegar! ¡Muy fuerte! ¿Cómo pudo atacarme a mí y a su bebé?— comparto el desconcierto y la indignación de verlo levantar su varita para atacarme. —En ese momento no entendía nada, creo que porque no estaba haciendo el esfuerzo de entenderlo tampoco— alzo mi mirada al techo, con una inhalación profunda de aire porque no me queda nada de ninguno de esos sentimientos. —Pero no es un hombre que pudiera hacer daño a tu sobrina, Riley. Él nunca lo haría consciente, desintoxicado y lo que sea…— aseguro, recuperando mi sitio a su lado, esta vez con mi espalda contra el poco espacio que queda de su almohada. —Vas a tener una sobrina, por cierto— digo, con una sonrisa de duda. —¿Sigues creyendo que dos Laras en el mundo se anularían?
Se curva mi sonrisa en un gesto más ameno porque su teoría suena a un chiste, aunque lo diga tan serio como sé que es su intención. —Suena como algo posible— concuerdo, —tantas mandrágoras tempranas sirvieron para algo— digo, con mucho cuidado, creo que se percibe en la nota de mi voz, porque lo de su sobredosis es algo que no está demasiado lejos en el tiempo y no sé cómo hablar de eso, traer a nosotros recuerdos más viejos de cuando éramos adolescentes, cuando todavía eso era divertido, algo parte de experimentar, y no nos habíamos convertido aún en adultos que seguían acarreando los problemas internos de ese entonces, siendo destructivos de una manera poco visible. Me inclino un poco hacia él para ocultar lo que le digo de los oídos que apenas se están desarrollando en mi vientre. —Pero no hablemos de eso que el bebé puede escuchar— al decirlo, le doy un apretón cariñoso a su pulgar, que en serio no sé qué parte de su cuerpo ha quedado ilesa.
—Si no respiré el gas fue porque Hans me cubrió— le explico, —podría haber sido algo más tóxico y de todas maneras su primera reacción fue usar sus manos para tapar mi nariz, en vez de cubrirse él…— lo que digo lo hago con un tono lento, tan calmado que cuando acabo, me pongo otra vez de pie con ese ánimo explosivo mío. —¡Pero yo también le quise pegar! ¡Muy fuerte! ¿Cómo pudo atacarme a mí y a su bebé?— comparto el desconcierto y la indignación de verlo levantar su varita para atacarme. —En ese momento no entendía nada, creo que porque no estaba haciendo el esfuerzo de entenderlo tampoco— alzo mi mirada al techo, con una inhalación profunda de aire porque no me queda nada de ninguno de esos sentimientos. —Pero no es un hombre que pudiera hacer daño a tu sobrina, Riley. Él nunca lo haría consciente, desintoxicado y lo que sea…— aseguro, recuperando mi sitio a su lado, esta vez con mi espalda contra el poco espacio que queda de su almohada. —Vas a tener una sobrina, por cierto— digo, con una sonrisa de duda. —¿Sigues creyendo que dos Laras en el mundo se anularían?
Ruedo los ojos cuando intenta desviar el tema de mi propio desvío y no puedo creer que poco después empiece a defenderlo. A ver, al fin ya puedo comprender eso de acostarse con alguien y que pasen cosas por no poder evitarlo, pero lo de ellos ya no es solo eso... ¡Tendrán un bebé! Me niego a creer que la fuerza del amor o lo que sea no es suficiente para romper una ilusión como la de esa estúpida droga. Sí que la sacó barata, aunque si hubiese sido peor probablemente yo no estaría enojado aquí... Me habrían matado entre ambos ministros por querer meterme en medio en el estadio.
-¡Claro que volveré a caminar! ¡Llegué aquí caminando! - respondo más exaltado de lo esperado, no es por la broma, es por los pensamientos anteriores. Tampoco es tanto, mi columna está bien pues al parecer las estatuas tuvieron respeto con eso, les gusta más golpear costillas y abdomen como si su víctima fuese poco más que un saco de boxeo.
Contengo una sonrisa cuando baja la voz y mis ojos van hacia su vientre que ya está lo suficientemente inflado como para llamar la atención. Parece que se ha comido un pequeño planeta, pero no haré comentarios al respecto pues tengo entendido que las embarazadas se ponen sensibles y quizás lo interprete como que le estoy diciendo gorda... Que lo está, pero no por comer mucho así que no tiene nada de malo - Tendrás que contárselo tarde o temprano... Cuando cruce por su cabeza experimentar con esas cosas y tengas que poner el ejemplo de Riley que casi muere por una sobredosis - dejo salir con una mueca triste, al menos mi experiencia servirá para mantenerlo o mantenerla a salvo. Mantenerla. De ahora en más será una niña en mi mente porque prefiero mil veces una mini Lara a un mini Hans.
Me dan ganas de vomitar cuando escucho cómo sigue defendiéndolo y hasta lo pinta de una forma muy cursi. No, no hay forma de que acepte esa relación ni ahora ni en un millón de años. Hago un esfuerzo para ocultar la mueca y guardo silencio hasta dice que tendré una sobrina - Oh, gracias a Merlín - me relajo y tomo una bocanada de aire - Pero voy a patearle el trasero de todas formas, es mi excusa, no me la quites - pido con una ceja en alto.
En cuanto a lo último... No sé qué responder. Recuerdo su reacción cuando dijo eso, recuerdo por qué lo dije pero si en ese momento era un Riley distinto al que se convirtió en su mejor amigo, ahora soy incluso más lejano a eso. Pero no en el mal sentido porque ahora puedo imaginar a una Lara independiente con un bebé canguro colgando delante suyo, incluso me parece adorable y... Quiero formar parte, claro que sí - Lo siento por eso, solo necesitaba un par de meses para procesarlo y convertirme en adulto - respondo en voz tan baja que a penas me escucho.
-¡Claro que volveré a caminar! ¡Llegué aquí caminando! - respondo más exaltado de lo esperado, no es por la broma, es por los pensamientos anteriores. Tampoco es tanto, mi columna está bien pues al parecer las estatuas tuvieron respeto con eso, les gusta más golpear costillas y abdomen como si su víctima fuese poco más que un saco de boxeo.
Contengo una sonrisa cuando baja la voz y mis ojos van hacia su vientre que ya está lo suficientemente inflado como para llamar la atención. Parece que se ha comido un pequeño planeta, pero no haré comentarios al respecto pues tengo entendido que las embarazadas se ponen sensibles y quizás lo interprete como que le estoy diciendo gorda... Que lo está, pero no por comer mucho así que no tiene nada de malo - Tendrás que contárselo tarde o temprano... Cuando cruce por su cabeza experimentar con esas cosas y tengas que poner el ejemplo de Riley que casi muere por una sobredosis - dejo salir con una mueca triste, al menos mi experiencia servirá para mantenerlo o mantenerla a salvo. Mantenerla. De ahora en más será una niña en mi mente porque prefiero mil veces una mini Lara a un mini Hans.
Me dan ganas de vomitar cuando escucho cómo sigue defendiéndolo y hasta lo pinta de una forma muy cursi. No, no hay forma de que acepte esa relación ni ahora ni en un millón de años. Hago un esfuerzo para ocultar la mueca y guardo silencio hasta dice que tendré una sobrina - Oh, gracias a Merlín - me relajo y tomo una bocanada de aire - Pero voy a patearle el trasero de todas formas, es mi excusa, no me la quites - pido con una ceja en alto.
En cuanto a lo último... No sé qué responder. Recuerdo su reacción cuando dijo eso, recuerdo por qué lo dije pero si en ese momento era un Riley distinto al que se convirtió en su mejor amigo, ahora soy incluso más lejano a eso. Pero no en el mal sentido porque ahora puedo imaginar a una Lara independiente con un bebé canguro colgando delante suyo, incluso me parece adorable y... Quiero formar parte, claro que sí - Lo siento por eso, solo necesitaba un par de meses para procesarlo y convertirme en adulto - respondo en voz tan baja que a penas me escucho.
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—No hace falta que le contemos todo, ¿o sí?— pregunto, porque sí me veo contándole las mil aventuras imaginarias de mi infancia y en las que pudo participar Riley, después todas esas anécdotas graciosas de la adolescencia, y tal vez uno que otro error juvenil que cometí por idiota, no para evitar que los cometa, sino para que sepa que todos lo hacemos y sobrevivimos a ello. —Y no te voy a usar como ejemplo de algo así— me quejo, me odiaría de tomar a Riley como un ejemplo de algo que está mal. Hago el amago de empujar su hombro por pensarlo siquiera, si no lo hago es porque creo que tendríamos que hacer venir a la enfermera para que coloque más calmantes en su suero. —Te pondré como ejemplo de alguien que pudo superarse a sí mismo, ¿no lo prefieres así?— le ofrezco en cambio, que en los meses que siguieron a ese episodio no tuvo ninguna recaída que yo sepa.
Puedo percibir su malestar por más que no lo diga en palabras, aprovecho que estoy a su lado para mirarlo un poco más cerca, que conozco la manera en que se arruga su frente o aprieta sus labios cuando algo le cae mal, y no creo que tenga sentido que siga bordeando la cuestión. —No seré quien te detenga— digo, con mi espalda erguida y un poco más seria en mi expresión, pese a que intento mantener una nota sutil de humor en la conversación así no se vuelve pesada. —Si quieres ir a patearle el trasero por lo que sea, ve a hacerlo. Tal vez así puedas sacarte un par de cosas de encima…— detengo mis ojos en los suyos, trato de ahondar en ellos para que pueda sincerarse conmigo. —¿O es a mí a quien quieres patear el trasero por idiota? ¿Qué está mal en esto, Riley?— pregunto, animándolo a que me diga lo que piensa, porque no quiero que tenga palabras atragantadas y en su estado tiene el goce de cierta inmunidad de decir lo que quiera, que no tendré derecho de golpearlo sin quedar como alguien que se aprovecha de su estado.
—Contaba con que fuera algo que pudieras resolver con el tiempo, y lo bueno, es que lo tenemos. Faltan un par de meses más hasta que la conozcas…— contesto, ladeando mi sonrisa hacia él. —Y te entiendo, yo también creo que me estoy convirtiendo en una adulta de a poco—. No llego a reírme, pero se nota que estoy conteniendo la carcajada que pica en mi garganta. —No lo creeré hasta que ocurra, claro. Puede que sólo sea una falsa alarma…— bromeo, ahuecando la almohada a mi espalda para reacomodarme y poder colocar las manos entrelazadas sobre mi vientre abultado.
Puedo percibir su malestar por más que no lo diga en palabras, aprovecho que estoy a su lado para mirarlo un poco más cerca, que conozco la manera en que se arruga su frente o aprieta sus labios cuando algo le cae mal, y no creo que tenga sentido que siga bordeando la cuestión. —No seré quien te detenga— digo, con mi espalda erguida y un poco más seria en mi expresión, pese a que intento mantener una nota sutil de humor en la conversación así no se vuelve pesada. —Si quieres ir a patearle el trasero por lo que sea, ve a hacerlo. Tal vez así puedas sacarte un par de cosas de encima…— detengo mis ojos en los suyos, trato de ahondar en ellos para que pueda sincerarse conmigo. —¿O es a mí a quien quieres patear el trasero por idiota? ¿Qué está mal en esto, Riley?— pregunto, animándolo a que me diga lo que piensa, porque no quiero que tenga palabras atragantadas y en su estado tiene el goce de cierta inmunidad de decir lo que quiera, que no tendré derecho de golpearlo sin quedar como alguien que se aprovecha de su estado.
—Contaba con que fuera algo que pudieras resolver con el tiempo, y lo bueno, es que lo tenemos. Faltan un par de meses más hasta que la conozcas…— contesto, ladeando mi sonrisa hacia él. —Y te entiendo, yo también creo que me estoy convirtiendo en una adulta de a poco—. No llego a reírme, pero se nota que estoy conteniendo la carcajada que pica en mi garganta. —No lo creeré hasta que ocurra, claro. Puede que sólo sea una falsa alarma…— bromeo, ahuecando la almohada a mi espalda para reacomodarme y poder colocar las manos entrelazadas sobre mi vientre abultado.
No, no hace falta que le contemos todo pero sí me gustaría comentarle algunas cosas que hizo su madre cuando era más pequeña. Y también algunas cosas que hice yo ¿Por qué no? No todo ha sido malo, estoy seguro de que podré encontrar recuerdos que valgan la pena, quizás no dignos de conjurar un patronus pero quizás suficientes para sacarle una sonrisa a la pequeña que llegará al mundo dentro de no tanto tiempo - Claro que lo prefiero, solo espero poder cumplirlo - respondo respirando profundo. Una vez adicto, siempre eres adicto, y la posibilidad de una recaída está a la vuelta de cada esquina... No por nada me tienen aquí con un pseudocalmante que no hace ni la mitad de lo que podría hacer una buena morfina, porque los medimagos temen, porque yo temo, porque todos sabemos que mi enfermedad no se cura de un mes para otro y aún me quedan montones de batallas por delante.
Sonrío y comienzo a imaginar un montón de cosas que podría intentar con Hans, desde entradas dramáticas hasta dejar toda su mansión sin electricidad y entrar cual personaje de película de terror. Solo que hay un problema con todo esto y es que no voy a hacerlo porque ¿Qué ha hecho el tipo? ¿Hacer su trabajo al regañarme? ¿Embarazar a mi mejor amiga? ¿Condenar a criminales para que ya no vuelvan a atacarnos? Bueno, eso último no le ha salido demasiado bien porque ahora su mismísimo padre es quien nos pone en jaque pero aún así, no son cosas personales o al menos no deberían serlo - No voy a golpear a Hans, Lara - dejo salir al final rendido - Primero que nada quiero agregar que jamás me enamoré de tí ni nada ¿De acuerdo? Eres como mi mamá - aclaro pues quizás lo siguiente suene un poco confuso - Creo que solo le guardo rencor porque te apartó de mí ¿Sabes? - comienzo mirando su rostro - Es muy guapo y todo pero no me parece suficiente, mereces alguien mejor... Alguien que te haga más fuerte - termino - Pero no importa, tengo que aceptarlo ¿No? Vino para quedarse. - y así siento como una enorme mochila por fin cae de mis hombros.
- Y más vale que seamos adultos sino... Pobre niña - bromeo con ella para aligerar mis anteriores palabras. De verdad no es algo que quiera discutir porque ¿Hay que hacerlo? Simplemente necesitaba decirlo y ya lo hice, ahora puedo ir con el ministro y saludarlo como si nada, quizás hacer pasar una descarga por un poco de estática pero eso es todo - ¿A los cuántos años es apropiado que le regale su primer robot?
Sonrío y comienzo a imaginar un montón de cosas que podría intentar con Hans, desde entradas dramáticas hasta dejar toda su mansión sin electricidad y entrar cual personaje de película de terror. Solo que hay un problema con todo esto y es que no voy a hacerlo porque ¿Qué ha hecho el tipo? ¿Hacer su trabajo al regañarme? ¿Embarazar a mi mejor amiga? ¿Condenar a criminales para que ya no vuelvan a atacarnos? Bueno, eso último no le ha salido demasiado bien porque ahora su mismísimo padre es quien nos pone en jaque pero aún así, no son cosas personales o al menos no deberían serlo - No voy a golpear a Hans, Lara - dejo salir al final rendido - Primero que nada quiero agregar que jamás me enamoré de tí ni nada ¿De acuerdo? Eres como mi mamá - aclaro pues quizás lo siguiente suene un poco confuso - Creo que solo le guardo rencor porque te apartó de mí ¿Sabes? - comienzo mirando su rostro - Es muy guapo y todo pero no me parece suficiente, mereces alguien mejor... Alguien que te haga más fuerte - termino - Pero no importa, tengo que aceptarlo ¿No? Vino para quedarse. - y así siento como una enorme mochila por fin cae de mis hombros.
- Y más vale que seamos adultos sino... Pobre niña - bromeo con ella para aligerar mis anteriores palabras. De verdad no es algo que quiera discutir porque ¿Hay que hacerlo? Simplemente necesitaba decirlo y ya lo hice, ahora puedo ir con el ministro y saludarlo como si nada, quizás hacer pasar una descarga por un poco de estática pero eso es todo - ¿A los cuántos años es apropiado que le regale su primer robot?
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Esa respiración honda que escucho surgir de su pecho me lleva a ladear mi rostro en la almohada, mi mirada cálida puesta en él. —Si pudiera darte al menos la cuarta parte de toda la confianza que tengo en ti, saldrías mañana de este hospital sintiéndote capaz de conquistar el mundo— musito. De los dos, nunca tuve dudas de que sería él quien llegaría lejos con sus proyectos. Tendría que fundar su propia empresa si el ministerio se volvía un espacio limitante. El problema es que su ambición no es feroz, sigue poniendo sus conocimientos a servicio. No creo que pueda ver por sí mismo la dimensión de sus habilidades, somos nuestro peor enemigo cuando sólo podemos vislumbrar fracasos por cada intento. Sé un poco sobre eso. No me arrepiento de haberme apartado de la mecánica para que se me abrieran las puertas del departamento de misterios, porque me supone desafíos que necesitaba para reafirmarme en ciertas ideas, y sólo espero no haber perdido ese empleo después de mi breve discusión con el presidente.
Pero la actitud derrotista supera a nuestras aspiraciones de profesión, nos corroe en lo más íntimo. Nuestra falta de fe en las virtudes que nos hacen personas capaces de sobreponernos a las pruebas en las que fallamos más de una vez, es un mal hábito que nos cuesta perder. Quiero creer que estoy superándolo, que él también y que podemos ser un apoyo para él en el esmero de construir algo, cuando en otro tiempo fuimos soporte cuando nos destruíamos. Siempre que podamos ser francos con el otro, por eso espero a que me conteste con la honestidad que necesito para saber si soy el blanco real de su enfado. Me saca una sonrisa que rompe con la seriedad que tomo sus palabras, que me otorgue la figura de madre. —¿No puedo ser algo así como una hermana mayor? ¿No?— pregunto, que a veces también traté de darle otro título para explicarme a mí misma por qué pasó la mitad de su vida conmigo, llegué a pensarlo como un hermano y seguía siéndome insuficiente. Llamarlo mi mejor amigo siempre se me hizo la mejor respuesta. —No me apartó de ti, Riley…— murmuro. —Él tiene su propio lugar en mi vida, tú tienes el tuyo— aclaro, con una opresión de angustia en el pecho porque no quiero tratar de ver a través de sus ojos, la persona que fui cuando me sentí incapaz de soltar a quien tendría que haber sido alguien de unas pocas veces y traté de soltarlo, de convencerme que podía hacerlo.
Fijo mi mirada vacía en el techo, queda resonando en mis oídos eso que dice. Alguien que me haga más fuerte. Para otras personas podría tener una contestación inmediata sobre lo débiles o lo fuertes que podemos sentirnos al amar a alguien, que lo diga Riley es lo que me hace pensarlo en profundidad, darle un par de vueltas. Su resignación rápida no me saca de mis cavilaciones. —¿Qué sería que… me haga más fuerte? ¿Alguien con quien ponerme al frente de una revolución? ¿Con quién liderar una guerra?— pregunto, tirando de mis labios en una sonrisa que suaviza mi expresión meditabunda, porque eso sería una exageración de mi tendencia a meterme en problemas y estar al lado de Hans me aparta de todo ello. —¿Alguien que me otorgue una seguridad por la cual… nada me inmute y esté libre de vacilaciones? Si estuviera con una persona así tal vez sería un compañero, pero no alguien que ame— sigo, no sé si me hago entender bien en esa sutil diferencia entre una persona que representa todo lo bueno que se puede sentir, pero con quien no llega a compartirse el chispazo que le da sentido a todo.
—¿Habrá alguien mejor? No lo sé, creo que yo misma podría ser ese alguien mejor. Puedo ser fuerte por mí misma. Sé que suena arrogante, lo que quiero decir es que no sé si elegiría a alguien mejor, antes de él me elegía a mí misma y así me sentía bien. Pero… lo elijo a él, porque es él…— murmuro, mi cabeza hundiéndose en la almohada al parpadear para preguntarle con todo cuidado. —¿Sigues buscando a una persona que te haga sentir así? ¿Más fuerte?—. Insisto en el tema, por más que intenta un cambio. Y termino por cederle una tregua: —¿Desde que cumpla el año? Hay todo tipo de robots, a medida que aprenda a hablar, sería genial que interactúe con un robot que le enseñe otro tipos de lenguajes. Será más fácil para ella interpretarlos después si crece en un ecosistema así— apunto, recordando entonces que no quiero imponerle un tipo específico de ambiente que la condicione a quien quiera ser. —Uno sólo, que lo tenga como juguete de apego o mascota, así se familiariza. Pero que lo use para jugar— me corrijo.
Pero la actitud derrotista supera a nuestras aspiraciones de profesión, nos corroe en lo más íntimo. Nuestra falta de fe en las virtudes que nos hacen personas capaces de sobreponernos a las pruebas en las que fallamos más de una vez, es un mal hábito que nos cuesta perder. Quiero creer que estoy superándolo, que él también y que podemos ser un apoyo para él en el esmero de construir algo, cuando en otro tiempo fuimos soporte cuando nos destruíamos. Siempre que podamos ser francos con el otro, por eso espero a que me conteste con la honestidad que necesito para saber si soy el blanco real de su enfado. Me saca una sonrisa que rompe con la seriedad que tomo sus palabras, que me otorgue la figura de madre. —¿No puedo ser algo así como una hermana mayor? ¿No?— pregunto, que a veces también traté de darle otro título para explicarme a mí misma por qué pasó la mitad de su vida conmigo, llegué a pensarlo como un hermano y seguía siéndome insuficiente. Llamarlo mi mejor amigo siempre se me hizo la mejor respuesta. —No me apartó de ti, Riley…— murmuro. —Él tiene su propio lugar en mi vida, tú tienes el tuyo— aclaro, con una opresión de angustia en el pecho porque no quiero tratar de ver a través de sus ojos, la persona que fui cuando me sentí incapaz de soltar a quien tendría que haber sido alguien de unas pocas veces y traté de soltarlo, de convencerme que podía hacerlo.
Fijo mi mirada vacía en el techo, queda resonando en mis oídos eso que dice. Alguien que me haga más fuerte. Para otras personas podría tener una contestación inmediata sobre lo débiles o lo fuertes que podemos sentirnos al amar a alguien, que lo diga Riley es lo que me hace pensarlo en profundidad, darle un par de vueltas. Su resignación rápida no me saca de mis cavilaciones. —¿Qué sería que… me haga más fuerte? ¿Alguien con quien ponerme al frente de una revolución? ¿Con quién liderar una guerra?— pregunto, tirando de mis labios en una sonrisa que suaviza mi expresión meditabunda, porque eso sería una exageración de mi tendencia a meterme en problemas y estar al lado de Hans me aparta de todo ello. —¿Alguien que me otorgue una seguridad por la cual… nada me inmute y esté libre de vacilaciones? Si estuviera con una persona así tal vez sería un compañero, pero no alguien que ame— sigo, no sé si me hago entender bien en esa sutil diferencia entre una persona que representa todo lo bueno que se puede sentir, pero con quien no llega a compartirse el chispazo que le da sentido a todo.
—¿Habrá alguien mejor? No lo sé, creo que yo misma podría ser ese alguien mejor. Puedo ser fuerte por mí misma. Sé que suena arrogante, lo que quiero decir es que no sé si elegiría a alguien mejor, antes de él me elegía a mí misma y así me sentía bien. Pero… lo elijo a él, porque es él…— murmuro, mi cabeza hundiéndose en la almohada al parpadear para preguntarle con todo cuidado. —¿Sigues buscando a una persona que te haga sentir así? ¿Más fuerte?—. Insisto en el tema, por más que intenta un cambio. Y termino por cederle una tregua: —¿Desde que cumpla el año? Hay todo tipo de robots, a medida que aprenda a hablar, sería genial que interactúe con un robot que le enseñe otro tipos de lenguajes. Será más fácil para ella interpretarlos después si crece en un ecosistema así— apunto, recordando entonces que no quiero imponerle un tipo específico de ambiente que la condicione a quien quiera ser. —Uno sólo, que lo tenga como juguete de apego o mascota, así se familiariza. Pero que lo use para jugar— me corrijo.
No tengo intenciones de conquistar el mundo, más bien me gustaría protegerlo de alguna forma, arreglarlo, y después dejar que otro con más ambición se encargue de mantenerlo de esa forma. Pero no puedo hacerlo porque mis ideas no sirven para la política y porque no tengo lo que se necesita para tomar la iniciativa ¿Entonces qué puedo hacer? Pues proteger a los que quiero y es lo que decidí hacer de ahora en adelante - Guarda esa confianza que me tienes para cuando necesite ayuda del departamento de misterios, que será pronto, mi inefable amiga - respondo con una sonrisa que intenta enmascarar el dolor por las heridas.
Me uno a sus risas pues llamarla madre le suma unos 20 años más de los que en realidad tiene. Lo curioso es que soy mayor que ella así que en teoría yo tendría que ser el hermano mayor... Pero no es así, ella es quien ha llevado el escudo todo el tiempo, me ha cuidado y yo no pude hacerlo ni una sola vez, sigo sin poder hacerlo pese a que lo intento - De acuerdo, hermanos entonces - concedo con un asentimiento - Aunque crecí como hijo único, no puedes esperar a que entienda lo que es compartir - agrego con respecto a lo segundo - Deberías entenderme, tú también lo eres.
Lleva mis palabras al extremo y por eso me apresuro a negar a ambas preguntas, tan rápido y enérgicamente que una punzada me devuelve a mi lugar. Sigo manteniendo mi postura al respecto, no quiero que se meta en problemas pues por ahí anda dando una varita de sauco capaz de dar vuelta a cualquiera no importa cuan talentoso sea ni qué tantas ganas tenga de derrotar al portador. Pero lo siguiente sirve para tranquilizarme, no porque me deje conforme, sino porque tengo que hacerlo para poder pensar cuál es la idea que tengo yo del amor, una muy distinta al parecer - ¿Alguien a quien amas no debería poder ser un compañero? ¿Alguien en quién confiar? Yo quiero eso para mí, que seamos un equipo... Juntos contra todo - agrego con una sonrisa tímida. Porque el mundo en el que vivimos hay que estar listos para cualquier cosa, definitivamente necesitamos equipos que se quieran, no sentimientos salvajes.
Pero también dicen que el amor es ciego y al parecer Lara está absolutamente sumergida en Powell, no hay marcha atrás y, como dije, voy a aceptarlo - Bueno, podría ser peor - me rindo al final con una sonrisa e ignoro completamente su última pregunta para concentrarme en el proyecto de robot para mi sobrina. El tema de a quién busco quedará para más adelante pues si bien creo tener una respuesta, no estoy listo para pensarla en detalle. Mis charlas con Lara suelen ser reveladoras y no estoy listo para un gran cambio ahora - Al decir robot no pensemos en bichos de metal, podemos recubrir el esqueleto con un material blando apto para bebés así puede jugar con él antes... Hasta puede tener una mano que funcione de mordillo, a los bebés les encanta morder todo ¿Cierto?
Me uno a sus risas pues llamarla madre le suma unos 20 años más de los que en realidad tiene. Lo curioso es que soy mayor que ella así que en teoría yo tendría que ser el hermano mayor... Pero no es así, ella es quien ha llevado el escudo todo el tiempo, me ha cuidado y yo no pude hacerlo ni una sola vez, sigo sin poder hacerlo pese a que lo intento - De acuerdo, hermanos entonces - concedo con un asentimiento - Aunque crecí como hijo único, no puedes esperar a que entienda lo que es compartir - agrego con respecto a lo segundo - Deberías entenderme, tú también lo eres.
Lleva mis palabras al extremo y por eso me apresuro a negar a ambas preguntas, tan rápido y enérgicamente que una punzada me devuelve a mi lugar. Sigo manteniendo mi postura al respecto, no quiero que se meta en problemas pues por ahí anda dando una varita de sauco capaz de dar vuelta a cualquiera no importa cuan talentoso sea ni qué tantas ganas tenga de derrotar al portador. Pero lo siguiente sirve para tranquilizarme, no porque me deje conforme, sino porque tengo que hacerlo para poder pensar cuál es la idea que tengo yo del amor, una muy distinta al parecer - ¿Alguien a quien amas no debería poder ser un compañero? ¿Alguien en quién confiar? Yo quiero eso para mí, que seamos un equipo... Juntos contra todo - agrego con una sonrisa tímida. Porque el mundo en el que vivimos hay que estar listos para cualquier cosa, definitivamente necesitamos equipos que se quieran, no sentimientos salvajes.
Pero también dicen que el amor es ciego y al parecer Lara está absolutamente sumergida en Powell, no hay marcha atrás y, como dije, voy a aceptarlo - Bueno, podría ser peor - me rindo al final con una sonrisa e ignoro completamente su última pregunta para concentrarme en el proyecto de robot para mi sobrina. El tema de a quién busco quedará para más adelante pues si bien creo tener una respuesta, no estoy listo para pensarla en detalle. Mis charlas con Lara suelen ser reveladoras y no estoy listo para un gran cambio ahora - Al decir robot no pensemos en bichos de metal, podemos recubrir el esqueleto con un material blando apto para bebés así puede jugar con él antes... Hasta puede tener una mano que funcione de mordillo, a los bebés les encanta morder todo ¿Cierto?
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—¿Se viene un nuevo proyecto ultra secreto?— pregunto, como si tuviéramos trece años y estuviéramos ideando maneras de revolucionar la tecnología de este presente, y no los treinta años en cada uno tiene carrera hecha en su profesión. No es tan distinto, lo que podamos inventar juntos es lo que hizo mi trabajo tan entretenido por años, le dio un sentido más personal a lo que estaba haciendo en vez de seguir ciegamente el legado que me dejó mi padre. Fue redescubrir con Riley mi vocación por esto, tomarlo como un juego por más de una década, que recién pasando este umbral de los treinta me planteo si puedo concretar algo más grande, una ambición real, y me agrada saber que sigo contando con él. Porque habremos sido hijos únicos, tratamos de que nuestras burbujas de soledad encajaran para que podamos encontrar en el otro un amigo, hasta convertirse en un mejor amigo.
Nunca concretamos los papeles de adopción de Riley que le pedía a Mo para que fuera parte de nuestra familia, pero lo elegí entonces como… alguien que me gustaría tener a mi lado, al andar. ¿Tal vez es a eso a lo que me refiero al hablar de un compañero y que en cambio la persona que irrumpe para poner patas para arriba el mundo sea a quien amamos? —Creo… que en la vida encontraremos muchas personas que nos acompañen, Riley. Unos pocos serán auténticos compañeros. Pero quizá amar a alguien sea como un tornado que nos atraviesa, que pasa de largo…— pienso en voz alta, —Si consigues que también sea un compañero serás muy afortunado. ¿Juntos contra todo, dices? Ahora entiendo por qué dices que debe ser alguien que nos haga sentir fuertes, hay que serlo para enfrentarlo todo…— giro mi cabeza hacia él, con el amago de una sonrisa. —¿Y qué hay de alguien que nos haga sentir valientes? Sabiendo que somos débiles, haciendo carne de todos nuestros miedos, que quererle valga para intentar ser valiente… sabiendo que tal vez el “todo” al que nos enfrentamos nos venza, intentemos ser valientes…— hago más larga mi sonrisa y tomo una postura adormilada, como si esta fuera mi cama y no la suya en el hospital. —No me hagas caso, estoy tratando de entender lo que no se puede explicar.
Siempre habrá la posibilidad de algo peor en este mundo en el que vivimos, pero le doy un empujón en el hombro por esa elección de palabras. Se lo deja pasar porque sus sugerencias sobre el que será uno de los primeros juguetes para mi hija por parte de su padrino, me hace mirarlo con sorpresa. —Riley, ¿nunca pensaste en armar una línea de productos para niños y chicos? Tal vez podrías impulsar a una nueva y futura generación de niños genios, convertirte en algo así como un mecenas— apunto, porque tenemos que reconocer que la creatividad infantil nunca la perdimos y por cómo somos, siempre nos encontraremos más a gusto con alguien más pequeño, en vez de los adultos aburridos de las reuniones sociales. —Tu ahijada puede ser la catadora de tus inventos— inscribo a la niña en esa tarea, que la necesitaremos antes de que pueda verbalizar cualquier palabra. —Me gustaría hacer algo para ella, ¿sabes? Pero no se qué…
Nunca concretamos los papeles de adopción de Riley que le pedía a Mo para que fuera parte de nuestra familia, pero lo elegí entonces como… alguien que me gustaría tener a mi lado, al andar. ¿Tal vez es a eso a lo que me refiero al hablar de un compañero y que en cambio la persona que irrumpe para poner patas para arriba el mundo sea a quien amamos? —Creo… que en la vida encontraremos muchas personas que nos acompañen, Riley. Unos pocos serán auténticos compañeros. Pero quizá amar a alguien sea como un tornado que nos atraviesa, que pasa de largo…— pienso en voz alta, —Si consigues que también sea un compañero serás muy afortunado. ¿Juntos contra todo, dices? Ahora entiendo por qué dices que debe ser alguien que nos haga sentir fuertes, hay que serlo para enfrentarlo todo…— giro mi cabeza hacia él, con el amago de una sonrisa. —¿Y qué hay de alguien que nos haga sentir valientes? Sabiendo que somos débiles, haciendo carne de todos nuestros miedos, que quererle valga para intentar ser valiente… sabiendo que tal vez el “todo” al que nos enfrentamos nos venza, intentemos ser valientes…— hago más larga mi sonrisa y tomo una postura adormilada, como si esta fuera mi cama y no la suya en el hospital. —No me hagas caso, estoy tratando de entender lo que no se puede explicar.
Siempre habrá la posibilidad de algo peor en este mundo en el que vivimos, pero le doy un empujón en el hombro por esa elección de palabras. Se lo deja pasar porque sus sugerencias sobre el que será uno de los primeros juguetes para mi hija por parte de su padrino, me hace mirarlo con sorpresa. —Riley, ¿nunca pensaste en armar una línea de productos para niños y chicos? Tal vez podrías impulsar a una nueva y futura generación de niños genios, convertirte en algo así como un mecenas— apunto, porque tenemos que reconocer que la creatividad infantil nunca la perdimos y por cómo somos, siempre nos encontraremos más a gusto con alguien más pequeño, en vez de los adultos aburridos de las reuniones sociales. —Tu ahijada puede ser la catadora de tus inventos— inscribo a la niña en esa tarea, que la necesitaremos antes de que pueda verbalizar cualquier palabra. —Me gustaría hacer algo para ella, ¿sabes? Pero no se qué…
Sonrío y niego con rapidez pues el único proyecto en el que estoy trabajando es el mapa que desarrollo con Lyra y, en realidad, sí es secreto. Si las cosas salen como tengo planeadas, le estaré otorgando a Magnar un arma con el que podría controlar la situación en cualquier sitio, no más problemas y... no más privacidad. Mi aprendiz me lo ha remarcado pero se ve que necesitaba un golpe en las costillas para pensarlo dos veces. Supongo que puedo retrasar el momento de la entrega, hasta estar absolutamente seguro de que funciona y que podremos sacar un provecho sano de todo ésto - No, nada - respondo nervioso y espero que no haga más preguntas al respecto.
Creo que empieza a seguirme en mi idea del compañerismo y el amor, pero le da tantas vueltas que termino algo confundido. Quizás es el dolor que no me deja pensar con claridad, pero estoy casi seguro de que entiendo - Sí, valientes también - confirmo pues, como dice, hay que ser valientes para enfrentar al mundo... Tener la fuerza de correr por un estadio hacia el centro del descontrol y ofrecerse a solucionar el problema y luego no desaparecer como un cobarde cuando el ministro de defensa te ataca. Sonrío una vez más.
Me quejo cuando me empuja y me encargo de transmitirle con la mirada que me duele hasta el alma con cada respiración. Sin embargo el enojo me dura poco porque termino acomodándome en su hombro mientras escucho su propuesta de que me convierta en una especie de empresario de artículos de bebés. Se me escapa una carcajada que me hace lagrimear pues suena a algo con lo que mis padres estarían más que satisfechos, garantía de éxito y mucho dinero. Pero eso no es lo que importa pues una palabra en la oración hace que toda reacción de mi parte quede congelada.
- ¿Ahijada? - pregunto conteniendo la sonrisa que lucha por formarse en mi rostro - ¿Quieres que sea el padrino de la bebé? - busco confirmación con ansias. No puedo, simplemente no puedo contener la alegría que me invade - Ya lo dijiste, no puedes arrepentirte - me apresuro a decir y la envuelvo en un abrazo que se siente como mil puñaladas en todo el cuerpo, pero no importa porque voy a tener una ahijada - Oh... Puedes contar con que será la niña con más juguetes del universo - aseguro entre risas - ¡Padrino!
Creo que empieza a seguirme en mi idea del compañerismo y el amor, pero le da tantas vueltas que termino algo confundido. Quizás es el dolor que no me deja pensar con claridad, pero estoy casi seguro de que entiendo - Sí, valientes también - confirmo pues, como dice, hay que ser valientes para enfrentar al mundo... Tener la fuerza de correr por un estadio hacia el centro del descontrol y ofrecerse a solucionar el problema y luego no desaparecer como un cobarde cuando el ministro de defensa te ataca. Sonrío una vez más.
Me quejo cuando me empuja y me encargo de transmitirle con la mirada que me duele hasta el alma con cada respiración. Sin embargo el enojo me dura poco porque termino acomodándome en su hombro mientras escucho su propuesta de que me convierta en una especie de empresario de artículos de bebés. Se me escapa una carcajada que me hace lagrimear pues suena a algo con lo que mis padres estarían más que satisfechos, garantía de éxito y mucho dinero. Pero eso no es lo que importa pues una palabra en la oración hace que toda reacción de mi parte quede congelada.
- ¿Ahijada? - pregunto conteniendo la sonrisa que lucha por formarse en mi rostro - ¿Quieres que sea el padrino de la bebé? - busco confirmación con ansias. No puedo, simplemente no puedo contener la alegría que me invade - Ya lo dijiste, no puedes arrepentirte - me apresuro a decir y la envuelvo en un abrazo que se siente como mil puñaladas en todo el cuerpo, pero no importa porque voy a tener una ahijada - Oh... Puedes contar con que será la niña con más juguetes del universo - aseguro entre risas - ¡Padrino!
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—¿No te lo había dicho ya?—. Mi sorpresa es más marcada que la suya, toda mi cara demuestra mi desconcierto. —Te lo dije cuando…—. No, no se lo dije. Fui a su casa a contarle que estaba embarazada, de que me gustaría que fuera el padrino de este bebé y él me dijo que ni siquiera estaba seguro de querer estar cerca, así que lo único que hice fue llorar para convencerlo de que lo hiciera, porque por años no tuve más familia que Mohini y él. Y necesito personas que me recuerden que puedo hacer algo bueno, cuando yo no tengo esa confianza para mí misma. Será que así es como funcionamos todos estos años como un equipo, diciéndonos al otro que podíamos lograrlo, como el par de tontos y torpes que podemos ser pese a las calificaciones sobresalientes que conseguíamos como nerds de ciencias. —¿Quieres una petición oficial? ¡Maldición, Riley! ¡No te traje globos ni un peluche gigante!— me río, para decírselo a Mo prometo esmerarme un poquito más. —¿Puedo ir dentro de unos días a tu casa y prometes fingir sorpresa cuando te pida ser el padrino?— bromeo.
Se ve tan feliz que ese sentimiento se me contagio. Nos veo en esta cama de hospital, un poco rasguñados, riéndonos y no sé dónde colocar mis manos que no toque sus heridas cubiertas por las vendas. —Algo me dice que será la niña más mimada del mundo— comento, y decirlo en voz alta me hace darme cuenta de algo, de que hay muchas personas alrededor de esta bebé que van cuidarla, mimarla y protegerla, que el aluvión de lágrimas vuelve a mis ojos, pero no lloro. Porque estos meses estuve practicando para no llorar tanto. Es la emoción, pura, de encontrar a alguien que con sus pocos centímetros me está inspirando a ser fuerte y valiente. —¿Sabes lo que te toca por ser padrino de esta niña, verdad?— pregunto, lo tomo de la cara con las manos para que mi sonrisa quede entre nosotros.
—Tendrás la misión de construir una nave y escoltar a una pequeña Lara en sus viajes por el espacio y el tiempo, para que pueda conquistar todos los planetas cercanos. Quedas a cargo, Kavalier— digo, mis labios van modulando cada una de esas palabras y vuelvo a vernos, en esta cama de hospital, pero no somos nosotros. Somos un par de niños que están creciendo demasiado a prisa, él se queja de que le duelen las rodillas y yo me quejo de que me saca varias cabezas, repetimos ese simulacro de viaje en el que nos paramos delante del armario con la ropa de mis padres y tomamos una bocanada de aire para llenarnos de la valentía que necesitamos para ir a ese universo desconocido. A veces iba él solo, yo me quedaba en controles dándole indicaciones para sobrevivir a una selva extraterrestre; o era yo la que viajaba y tenía que escapar de una patrulla de alienígenas cuyos territorios había invadido. Esos chicos han quedado atrás, pero ¿quién sabe? Tal vez todos nuestros locos sueños se cumplan para alguien más. —¿Te lo imaginas, Riley? En serio, ¿puedes imaginarlo? ¿Y si ella llega más lejos que todos nosotros?— susurro, con mis manos acomodándose sobre mi vientre donde la siento y sonrío porque este mundo no es uno que me guste, pero pelearía contra todos los límites que le dijeran hasta dónde puede llegar. —Tienes que enseñarle que no hay ideas imposibles— murmuro a mi amigo, porque alguien se lo tiene que decir y quién mejor que su padrino.
Se ve tan feliz que ese sentimiento se me contagio. Nos veo en esta cama de hospital, un poco rasguñados, riéndonos y no sé dónde colocar mis manos que no toque sus heridas cubiertas por las vendas. —Algo me dice que será la niña más mimada del mundo— comento, y decirlo en voz alta me hace darme cuenta de algo, de que hay muchas personas alrededor de esta bebé que van cuidarla, mimarla y protegerla, que el aluvión de lágrimas vuelve a mis ojos, pero no lloro. Porque estos meses estuve practicando para no llorar tanto. Es la emoción, pura, de encontrar a alguien que con sus pocos centímetros me está inspirando a ser fuerte y valiente. —¿Sabes lo que te toca por ser padrino de esta niña, verdad?— pregunto, lo tomo de la cara con las manos para que mi sonrisa quede entre nosotros.
—Tendrás la misión de construir una nave y escoltar a una pequeña Lara en sus viajes por el espacio y el tiempo, para que pueda conquistar todos los planetas cercanos. Quedas a cargo, Kavalier— digo, mis labios van modulando cada una de esas palabras y vuelvo a vernos, en esta cama de hospital, pero no somos nosotros. Somos un par de niños que están creciendo demasiado a prisa, él se queja de que le duelen las rodillas y yo me quejo de que me saca varias cabezas, repetimos ese simulacro de viaje en el que nos paramos delante del armario con la ropa de mis padres y tomamos una bocanada de aire para llenarnos de la valentía que necesitamos para ir a ese universo desconocido. A veces iba él solo, yo me quedaba en controles dándole indicaciones para sobrevivir a una selva extraterrestre; o era yo la que viajaba y tenía que escapar de una patrulla de alienígenas cuyos territorios había invadido. Esos chicos han quedado atrás, pero ¿quién sabe? Tal vez todos nuestros locos sueños se cumplan para alguien más. —¿Te lo imaginas, Riley? En serio, ¿puedes imaginarlo? ¿Y si ella llega más lejos que todos nosotros?— susurro, con mis manos acomodándose sobre mi vientre donde la siento y sonrío porque este mundo no es uno que me guste, pero pelearía contra todos los límites que le dijeran hasta dónde puede llegar. —Tienes que enseñarle que no hay ideas imposibles— murmuro a mi amigo, porque alguien se lo tiene que decir y quién mejor que su padrino.
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