The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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It's where my demons hide · Alecto
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Invitado
Invitado
Recuerdo del primer mensaje :

La sombra que se proyecta sobre las escaleras que suben como un cuadrado infinito hasta el último piso, me estremece del frío que no sí es culpa del miedo o a la temperatura que cae en picada cuando el sol baja sobre los edificios, que el invierno se presiente crudo como nunca ha sido de otra manera en los distritos marginados. Si con suerte en casa tenemos lo que parece ser una chimenea, con un poco más de suerte logramos encenderla, en general el abrigo o las mantas son un lujo con los que se sueña cuando nos acurrucamos en un rincón, tiritando. La garganta me pica en estos días, ni hablar de que no hay medicamentos. Si hasta me arriesgo a bromear con mi humor negro y preguntar qué cosas son medicamentos, como si me hablaran de cosas que nunca hemos visto en la vida.

Si lo hecho, hace media hora estuve revisando un viejo botiquín que encontré en un departamento abandonado, alguien me dijo que allí vivían una madre y su hijita de diez años hasta hace poco, primero desapareció la madre, luego la niña. Espero que no les importe que revuelva entre lo poco que ha quedado de ellas, que otras personas se ve que pasaron por aquí y cargaron fuera lo que podían. Ese comportamiento de ratas me indigna a veces, se puede decir que yo hago lo mismo, pero me gusta más que me comparen con un gato. Solo tomo lo que necesito, en este caso unas tabletas vencidas y me las guardo en el bolsillo de mi chaqueta, escondo las pastillas dentro del agujero que hay en el forro interno.

Salgo hacia el pasillo arrimando la puerta con suavidad para que no se escuche a la cerradura golpear contra el marco, quedan un par de personas viviendo en el edificio. Sin embargo, el silencio que se escucha es absoluto, todos están metidos dentro. ¿A quién le gustaría andar merodeando por ahí en una hora tan cercana al toque de queda? Sólo imbéciles, como yo. ¡Qué se me ha pasado la hora! Por eso me asusto por la sombra gigante que cae sobre mí, hasta que me quito el miedo al darme cuenta que es la luna moviéndose entre ventanas rotas y haciendo que las figuras oscuras se desplacen por las paredes. Pongo una mano en mi pecho y puedo sentir a mi corazón serenarse, así como volver a agitarse cuando bajo las escaleras a los saltos. Tal es mi prisa en poner distancia con el edificio, en volver a casa antes de la hora límite, que en vez de ir por la calle tomo lo que conozco que es un callejón que se conecta con otros y, sin embargo, mi mala suerte quiere que me lleve puesta a una chica. —¡Vamos! ¿Eres estúpida o qué?— reacciono de la peor manera confundiéndola con otra repudiada más, que en mi cabeza va sonando el tic tac del segundero avanzando.
Anonymous
Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
No puede dejar de gritar, genial. Estoy por pegarle yo un chillido para rebajarla, pero eso me colocaría en posición de hipócrita y tampoco necesitamos que la acromántula se enfurezca todavía más, aunque a decir verdad, gritamos más nosotras dos juntas que el sonido agudo del animal retorciéndose. Y es que con tanto movimiento, por parte de la criatura de ocho patas como también por la de rizos morenos, apenas puedo atinar a concentrarme. — ¡No es momento para tus comentarios sarcásticos! — bueno, ahí está, el grito que ninguna necesitaba, pero lo que sí necesito es que deje por un momento su comportamiento de niña que siempre tiene que tener la última palabra en todo y se centre en lo que verdaderamente es importante: la araña gigante. Esa que si no ponemos bajo control va a tenernos de cena como no la ha tenido en su vida, y es que en la posición en la que estoy, con la misma boca de la acromántula asomándose por mi cabeza, cualquiera diría que no soy su festín favorito e inesperado.

¡MIERDA! — veo como mi varita sale volando de mi mano cuando la criatura me golpea el brazo en el que previamente la morena me ha pegado un mordisco en la mano, lo que no ayuda a la hora de tratar que la madera no escape de entre mis dedos. Es inútil, porque la siento arrastrarse por el suelo a unos metros de distancia. Genial, ahora no solo estoy sin varita, sino que voy a ser la cena de una acromántula y la rata callejera se va a llevar mi varita como premio a mi estupidez. ¿Puede este día ir a peor? No lo creo, hasta me sorprende que no haya huido por patas en cuanto ha tenido la oportunidad. Al menos, su distracción con lo que creo que es un tubería me sirve para escurrirme por un lado de la pared y alcanzar a rozar mi varita con mis dedos, pero no soy suficientemente rápida que ya tengo a la acromántula encima, de nuevo.

Fallo surprisednotsurprised
Alecto: 30/30
Acromántula: 10/20 | 6 de fuerza
Alecto L. Lancaster
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Invitado
Invitado
¡Demonios! Tendré que hacer todo el trabajo y lo que es peor, tratar de salvar a la auror de una nueva embestida por parte de la acromántula que la identifica como una presa más fácil. ¿Es la misma chica que actuaba toda bravucona conmigo hace unos minutos? Porque no la veo derrochando ese mismo carisma con la criatura. Me maldigo a mí misma, porque tengo mis segundos de oportunidad para comprobar que tan rápido puedo correr mientras escucho a lo lejos los gritos de la chica, mientras la araña le clava los dientes, segundos que no aprovecho. Soy lo suficientemente tonta como para quedarme en este callejón sucio, uniendo mi suerte a la suya, usando lo que funciona como una lanza con la cual dar estocadas al animal, en lo que ella procura recuperar su varita. —Desisto de decirte qué hacer, si al final haces lo que quieres— resoplo, que la varita no tenía que ir al suelo, sino ser clavada en los ojos de la acromántula. ¡Por Morgana! ¡Todo lo tendré que hacer yo!

¡Espero que valores lo que estoy haciendo! ¡Si te salvo tu maldito cuello lo menos que espero es que me pagues algo de alcohol!— y que ni se le ocurra pedirme mi identificación, que busco otra acromántula para lanzársela y dejarla sola para que lidie ella con un rival así. ¡Si es que me estoy jugando mi integridad por la de ella cuando trato de distraer a la bestia con un sablazo de nada, que raya el aire y no impacta en su cuerpo peludo. Hago el amago de acercarme, me aparto, con unos falsos movimientos de lo que creo que es esgrima, trato de darle a la araña otra vez, así ella puede hacerse con su varita. —¿Ya? ¿La tienes?— consulto, porque estoy mareando a la acromántula y eso le molesta tanto que tira un manotazo al aire que me deja desarmada, un corte se abre en el dorso de mi mano. Maldición. —¿No tienen algo así como un hechizo para las arañas?— pregunto a voz de cuello, descubriendo mi ignorancia en cuanto a hechizos, pese a que sea criada por magos.


__________________
Destreza (5) x Dado fallo
Defensa (5) - Ataque (6) de la acromántula = -1 vida

Agatha: 27/30
Acromántula: 10/20 | 6 de fuerza
Anonymous
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#1 'Azar' :
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Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Bueno, es que que fuera a hacer lo que me salga era algo obvio que ya se tendría que haber tenido en cuenta, no entiendo a qué viene sus quejas cuando ha quedado más que claro que no voy a irme por sus métodos patéticos de lanzarle cacharros al animal, aunque tengo que reconocer que funciona mejor de lo que hubiera creído. — ¿Con unas cervezas te conformarás si cierras el pico? — ¿en serio estoy ofreciendo comprarle alcohol a una repudiada solo por estar ayudando con la acromántula? Pues eso parece. Y es que en realidad no me importa tanto hacerlo si salimos vidas de esto, que por mi aspecto lo único que sangra es la herida que me ha hecho la morena y no precisamente la criatura, pero en su caso no podría decir lo mismo. Si ahora hasta me tendré que preocupar por buscarle algo de atención sanitaria, ¡y sin comprobar sus papeles! Creedme que no estaría haciendo esto de no ser porque no me apetece que a mi superior se le informe de esta triste situación, ya no solo porque metería en problemas a mi compañero, que me la viene trayendo al fresco bastante, sino porque yo misma tengo una reputación que mantener. Bueno, lo que sea.

La madera de mi varita se me escurre entre los dedos cuando la atrapo con los mismos, pero estoy bien lejos de soltarla, en especial cuando diviso por el rabillo del ojo como las patas peludas y los ojos brillantes de la araña se centran en otro objetivo, la de chica flacucha. Esta vez no pretendo fallar en mi conjuro, la distancia puesta con la acromántula y la nueva distracción me permite apuntarla con la firmeza que antes no he podido utilizar. — ¡Arania Exumai! — exclamo contra su cuerpo. La ráfaga de luz le golpea de lleno, alejándola hacia atrás de la mujer morena para caer desmayada en el suelo, se retuerce, pero apenas pasan unos segundos que el movimiento cesa. No me falta el suspiro de alivio que suelto después, no por mucho tiempo porque la criatura sigue en el callejón con nosotras de compañía viva, por lo que me acerco a la chica para tenderle una mano y ayudarla a levantarse. — ¿Te encuentras bien? — no si es que todavía tendré que invitarla a esa cerveza.

Alecto 30/30
Destreza: 7 x Alto Riesgo (2,5) = 17,5
Acromántula 0/20 | 6 de fuerza
DUELO FINALIZADO
Alecto L. Lancaster
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#1 'Azar' :
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#2 'Alto Riesgo' :
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Invitado
Invitado
¡Vaya! ¡Ese hechizo existe en verdad! Impacta de lleno en la acromántula haciendo que se retuerza hasta doblarse sus patas y quedarse toda churrascada en el suelo, ¡si es que sólo tenía que recordarle a esta bruja que existía un hechizo así! No lo puedo creer, de todos los aurores novatos del escuadrón, me ha tocado la que tiene menos luces. ¿Lo bueno de eso? De que puede que no se dé cuenta que soy una humana si acepto que me pague un par de cervezas, que si se trata de un auror más listo, no me arriesgaría ni a diez minutos de charla. Sé que me estoy confiando en exceso al pensar así, que la subestimación es el engaño que caen los verdaderos idiotas, y quiero seguir viva y libre un tiempo más.

De todas maneras, le otorgaré un voto de confianza a esta chica, que tiene el gesto al menos de venir a comprobar que estoy bien. —Si, bueno… no creerás que una araña de nada va a asustarme…— le quito trascendencia al episodio que hasta recién nos tenía gritando como histéricas. Tengo mi momento de devolver un poco de amabilidad antes de que diga alguna tontería que me confirme que no se lo merece. —Creo que conozco un lugar donde podrás pagarme esa cerveza— mascullo entre dientes al frotarme el codo en una herida imaginaria en mi piel, lo uso como distracción. Me aclaro un poco la garganta al continuar: —Necesitaremos un  lugar donde pasar el rato hasta que se acabe la ronda de dementores—. No acabo de decirlo que me doy cuenta de la estupidez que ha salido de mis labios, así que pongo mis ojos en blanco. —Cierto, eres una bruja que sabe aparecerse. Pues bien, consejo de alguien que acaba de ver a los muchos ojos de la muerte, deja de perder tu tiempo y vuelve a casa. Ya tendrás otro día para ponerte a cazar repudiados… en serio, ¿qué tipo de perra serías si sigues pidiéndome mi identificación de esto?— pregunto, y a riesgo de que lo haga, por recordárselo, me apresuro en decir. —La araña se despertará pronto, sólo usa los segundos para irte.
Anonymous
Alecto L. Lancaster
Personal de Defensa
Me es imposible no poner los ojos en blanco en señal de cansancio ante lo que dice, pero estoy lejos de ponerme a discutir de nuevo con ella, no cuando lo único que quiero hacer es aparecerme en mi casa y dejar de lado esta experiencia, que ni siquiera creo que tenga sentido seguir insistiendo con ella cuando la araña ya parece haber tenido suficiente escarmiento con ella, como para querer saltarse el toque de queda otra vez. — ¿No prefieres un vaso de leche caliente? Ni siquiera te ves con la edad suficiente para beber. — que creo que eso es algo que ya he señalado con anterioridad, pero no tengo problema en recordárselo ahora que saca las intenciones de ponerme en la situación de estar en deuda con ella.

Mi cara debe de ser un poema cuando se pone a darme órdenes, como si no fuera yo la figura de autoridad aquí, bien indicado por mi capa uniformada y las ropas que la respaldan debajo de ella, solo lo dejo estar con un suspiro derrochador de aire helado. — Podría decirte lo mismo. — resumo en lugar de ponerme a la defensiva sobre el tema, al final no es más que una repudiada del montón, que no debería estar preocupándome tanto por el hecho de que no lleve una identificación encima cuando ya de por sí todas las que he ido pidiendo a lo largo de la tarde podrían estar perfectamente falsificadas. Porque si hay algo que saben hacer bien las parias de este lugar es mentir sobre quiénes son. — Ve a tu casa, o dónde sea que vivas, mírate esa herida, y que no se te olvide la identificación para la próxima. Espero que no haya una segunda vez, no son épocas para saltarse el toque de queda. — la oscuridad aguarda muchas cosas, de esas a las que los dementores les gusta aferrarse cuando encuentran una presa fácil. Aun así, siento que estoy siendo demasiado permisiva, incluso cuando podríamos no haber salido vivas de esta. Doy unos pasos en dirección a la salida del callejón, mirando de soslayo a la araña desmayada, solo me giro en la intersección para dedicarle una mirada fija a mi nueva amiga. — Y para que quede claro, soy ese tipo de perra. — solo que he decidido no sacarla a pasear en esta ocasión. Me desaparezco antes de darle opción a responder o seguirme, la sensación revuelta de la sacudida no tiene nada que ver con la que azota mi estómago de pensar en el enfrentamiento con la acromántula, segura de que vomitaré nada más entrar por la puerta de casa.
Alecto L. Lancaster
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