20 de diciembre

Estúpido, pero real. Hay alguien que está haciendo cartas tipo collage con letras recortadas de diarios para mandar mensajes a un juez del Wizengamot. Tengo una de estas como prueba dentro de un sobre de plástico para que el tacto de mis dedos no altere nada susceptible de ser identificado como pista por un par de hechizos con mi varita. Todo daría a pensar que se trata de un humano imbécil, estos modos de amenazas escritas han quedado en desuso hace décadas, pero la falta de indicios en el papel que me revele algo sobre el remitente me hace dudar sobre la fácil subestimación que he hecho sobre este hombre, si es que acaso no se trata de una mujer. No descarto esto último, como mujer respeto a las adversarias que me suponen un desafío.  

—¿Algún enemigo que pueda identificar, Carstairs?— pregunto al tiempo que ladeo una sonrisa sardónica, esa que me da la expresión de alguien que no se toma en serio su trabajo o que no respeta a una autoridad vestida de traje, cuando bien se sabe que me comprometo hasta la última instancia en lo que sea mi deber. —¿O algún enemigo favorito de su lista?— agrego, que seguramente tiene una larga lista como cualquiera del Wizengamot. Se la pasan firmando sentencias, eso lo hace bastante impopulares en general, y a un par les salva lo bonita que se ven sus caras en pantallas o sus traseros al ponerse de pie en el estrado. Como mis gustos están fuera de la población masculina, puedo echarle una mirada evaluativa a Carstairs y preguntarme qué le ven, interrogante que me guardo para mí misma.

Rodeo su escritorio para dejar el mensaje en el centro y apoyar mis palmas sobre la superficie limpia de papeles, como me encargué que quedara para poder extender las otras notas que creí que había recibido para que hiciera una llamada tan urgente y exigiera que un auror se apersonara en su despacho. —Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos…— leo una vez más, y meneo mi mentón en negación. —No parece una amenaza de muerte, Carstairs, más bien alguien recomendándole un libro— digo, porque me entretiene jugar con los nervios del hombre en tanto sigo reordenando las palabras en mi mente por si es un mensaje cifrado.

Tengo que admitir que recibir una carta con recortes de periódico me resultó algo sexy en un inicio, una interesante forma de llamar mi atención pues me encantan las novelas de detectives y me sentía como la víctima en peligro. Pero cuando éstas se repitieron, ayer mismo recibí dos el mismo día, la cosa se empezó a poner sospechosa. Hay dos opciones, o es alguien que me conoce muy bien y por eso ha elegido éste modus operandi o el que esté del otro lado ha tenido una suerte increíble al elegir un método aleatorio. Me inclino más por la primera, tal vez algún chico resentido que ha tenido la oportunidad de ver mi biblioteca.

- Quizás es Davis por robarle su almuerzo o Lackberg por haber escondido su bastón, no lo sé - respondo imitando su sonrisa. Tendríamos que ser más serios al respecto, no creo que esté en peligro mi vida pero de todas formas es un caso que resolver - En cada juicio me gano una nueva familia enemiga pero no creo que sean ellos ¿Por qué a mí y no a Powell? Él es quien da el martillazo final - agrego con las cejas en alto - Honestamente creo que se trata de un despechado con el corazón roto, de esos sí conozco a muchos - aunque no recuerdo sus nombres precisamente.

Repaso la frase en mi mente mientras me inclino hacia atrás en la silla y subo los pies arriba del escritorio. Dejo que mi mentón se apoye contra mi esternón y pienso, necesitaba un auror para que me ayude con el trabajo pues todo buen detective tiene su mano derecha un poco menos brillante que aporta comentarios e inspiración - ¡Nunca más! - dejo salir con una sonrisa y de repente me paro - Hay un poema de un escritor muggle antiguo, Edgar Allan Poe, si está relacionado con eso estamos buscando a alguien lo suficientemente mayor para haberlo leído antes de que sea censurado - continúo encogiéndome de hombros - Aunque es una posibilidad remota y probablemente no el único libro que habla de cuervos - finalizo un poco más desanimado.

Davis no está entre mis favoritos después de que le temblara la muñeca en el último juicio y Lackberg me parece en general un hombre capcioso, pero no pondría a ninguno de los dos en la lista ridícula de sospechosos que me propone Carstairs. ¿Siquiera tengo que responderle? Sin embargo, tengo que darle el mérito de que puede plantearse interrogantes inteligentes, a los que sí voy a contestar. —Pasaré por las oficinas de los otros jueces y del mismo ministro para comprobar si ellos también han recibido este tipo de mensajes en su correspondencia— tomo nota mental de esto, que pienso aprovechar mi visita al ministerio para despejar todas las primeras dudas y quizás también pasar a saludar a mi hermana. No puedo tomarme demasiado en serio este trabajo, cuando Carstairs se mueve entre extremos todo el tiempo y consigue una sonrisa de mi parte porque si todo esto se trata de un amante despachado, sería el colmo.

Con todo lo que está pasando, con los nuevos grupos de seguridad nacional que se están formando, no estamos para bromas. Hay una lista de criminales cuyas caras nadie ha visto, por más que empapelan todos los distritos. ¿Y tendré que ir detrás de un idiota a quien Carstairs descartó como juguete usado? No estoy para esos líos, aprieto el puente de mi nariz para concentrarme en la leyenda del mensaje. Estoy desentramando pensamientos que giran en torno a que el patronus de nuestro presidente es un cuervo y tengo la repentina idea de que pueda ser una firma de muerte para nuestro juez, si es que la cúpula del ministerio seguirá descartando a quienes la ensucian. —¿Quién?— inquiero con lentitud, me habla de un escritor muggle y algo se me remueve por dentro, esa vaga sensación de asqueo. Si los gustos literarios de un juez hablaran de él… pero no quiero resolver esto a partir de impresiones. —¿Suele vincular con gente así…?— pregunto como al pasar, revisando la nota por enésima vez para que mis ojos inquisidores no caigan con peso sobre él. —¿Personas con contacto con lo muggle?—. Porque sería casi un insulto abierto sugerir que él pueda vincularse con muggles.

Que los demás hayan recibido cartas es una posibilidad, pero honestamente espero que no sea así ya que sino sería el único cobarde que ha pedido la ayuda del departamento de aurores por temer estar en peligro. Creo que ya se ha comprobado varias veces que no soy muy afín a ponerme en peligro, pero todas las veces me he librado elegantemente - o al menos eso creo - de la etiqueta innecesaria. Eso me dejaría con mi teoría del amante despechado y me he acostado con algunos de aspecto dudoso, con tatuajes y es demasiado músculo para ser reales, así que tengo todo el derecho del mundo a pedir una guardaespaldas.

Siento una patada en el estómago cuando no conoce al autor que menciono ¡Malditos hijos de la dictadura! Lo que se han perdido por nacer demasiado tarde - Había una vez, una época en la que los libros no estaban censurados y la mayoría de las personas no habían tenido su trauma que los llevó a odiar a los muggles como ahora - respondo con voz tranquila, como si estuviese hablando a un montón de niños curiosos de cinco años - Pero claro, eres muy joven para recordar todo eso - agrego poniendo los ojos en blanco.

Le doy la espalda y meto la mano en los bolsillos antes de negar rotundamente a su última pregunta. En realidad soy culpable de esos cargos por una sola maldita persona: Kida. Hasta antes de ella tenía una reputación intachable, nada de lo que preocuparme ya que jamás metí la pata con nada de eso pero... llegó ella. ¿Cómo puedo ser malo con una coja con ojos de cachorro mojado? Cualquiera con un poquito de corazón caería ante sus encantos, eso no me hace culpable.

- Y la respuesta es no, hago un análisis de sangre a todas las personas con las que me acuesto para comprobar que sean sangre pura - ironizo pues me siento más cómodo con eso que poniéndome a la defensiva - No conozco ni sus nombres, mucho menos sus gustos o relaciones... No me gusta repetir y los sangre pura no son eternos ¿Sabes? Cuando uno tiene hambre come hasta carne de baja calidad.

Clavo mis uñas en la madera del escritorio con una ferocidad contenida por ese comentario que se refiere a un «trauma» de los magos para explicar el odio a los muggles, casi como si tuviera que lamentarme para mí el no haber leído esos dichosos libros escritos por hoy quienes limpian nuestra mierda en revancha de nuestro «trauma». Sin comentarios sobre lo ambiguo que me suenan esas palabras en boca de un juez del Wizengamot, quiero creer que si se mantiene en esa banca es porque tiene aptitudes para estar allí. Sin embargo, se profundiza más mi presentimiento de que estas amenazas exceden lo pasional para ser el juego estratégico de alguien que pretende sacarlo de la jugada. ¿Lamentaremos su perdida? No creo, todos se han prescindibles con el tiempo y el ministerio se reacomoda a conveniencia. —No tan joven como para haber vivido cosas que preferiría olvidar, gentileza de los muggles…— mascullo, que pese a sus teorías sobre un amante furioso, no creo que estemos en el terreno de las confesiones íntimas.

Trato de tomarme en serio esto, de apartar mis impresiones para cumplir con mi trabajo de auror, cuya prioridad es proteger a un juez si está siendo amenazado de muerte, no importa qué salga de sus labios. Su sarcasmo no me ofende, me hace entornar los ojos con gracia y volver a él con algo que se parece a una sonrisa para aligerar el ambiente y no llevarme a mí misma a un mal genio que suelo reservar para mí. —Y a veces esa carne de baja calidad está podrida, hay que tener cuidado con lo que uno se lleva a la boca. Podría ser la última vez por la estupidez de tragarse lo que está a mano y se encuentra en mal estado—. No necesita de mis consejos, ya lo dijo, soy demasiado joven para ciertas cosas y al parecer el hombre carga con una larga experiencia que será su ruina si sigue siendo tan descuidado.

—Si se confirma que es el único con esta nota, podemos dar lugar a la suposición de que es un amante despechado. Felicidades, juez Carstairs, ha encontrado su carne podrida…— murmuro, guardándome las muestras para llevarlas conmigo así las reviso con el departamento de tecnología en busca de otros rastros. —¿Hay al menos un par de los que sí se acuerde el nombre? Podemos recortar el rango a las personas con las que se acostó en los últimos dos meses, si tiene nombres, trabajo o algún detalle que sirva para saber dónde encontrarlos. Si la lista no es infinita, haré un par de visitas— le prometo. Y se me ocurre algo más, —¿Tiene pareja actual? Me refiero a pareja sexual actual— le aclaro, antes de que me rebate que su estilo de vida no le permite los compromisos, tal vez estoy siendo prejuiciosa otra vez, pero doy por sentado que eso está descartado.

Su reacción me hace sospechar de su historia pues no cualquiera deja sus uñas de color blanco por apretar la madera tan fuerte y luego me lo confirma diciéndolo en voz alta. Todos tenemos nuestro trauma y la señorita Road no es la excepción. No sé lo que ha vivido pero me gusta creer que nadie lo ha sufrido como yo... Quizás otros perdieron hermanos pero nadie más ha perdido un Rowie, él era único en su clase y la persona con el mejor corazón del mundo. Lo sé porque leía su mente todos los días de la mañana a la noche y no hubo una sola vez en la que tuviese que apartarme por no tolerarlo. Pero los Black nos mantenían ocultos, no podíamos buscar la ayuda que debíamos para él y al final terminó sufriendo las consecuencias de la ignorancia obligada a la que estábamos sometidos, o al menos él.

- Nada que un condón no pueda arreglar - respondo a su metáfora con una sonrisa falsa pero adorable de todas formas. Más que eso no creo que puedan hacer... luego del acto comparto con ellos lo mismo que comparto con mi taza de café todas las mañanas, nada más que un profundo silencio.

Jamás creí que tendría que ponerme a hacer una lista de mis parejas sexuales, no siento vergüenza pero sé que es probable que si eso cae en manos equivocadas probablemente tenga que aguantarme un par de miradas juiciosas en el trabajo - Es una nota, creo que ésta carne solo está levantando un poquito de olor... No creo que debamos asumir que está podrida - intento aliviar un poco el asunto ya que si resulta ser eso quedaré como un exagerado, es buena hora para cambiar de estrategia.

- No tengo pareja actual ni la tendré nunca - no, no señor, me niego siquiera a pensarlo - Y recuerdo algunos nombres... Ernest el juez, pero dudo que sea él - recibo algunas notas de él en el trabajo pero no tienen nada que ver con lo que expresa ésta, las suyas son más divertidas - También con el cazador, Michael Dukane - hasta ahí vamos bien ya que son funcionarios - Thomas algo... un sanador - y ahora empieza el desastre - Los gemelos esos creo que eran Dwight o algo así - fue una experiencia interesante - Creo que los voy a anotar, no tengo saliva para nombrarlos a todos.

—Que bueno que sepa cómo cuidarse, porque instruir sobre esa rama de la seguridad en civiles está fuera de mi competencia—. Sería el colmo que me ponga a darle consejos de educación sexual a un juez de tribunales, que por lo visto tiene una lista que no puede recordar del todo sobre experiencias que nadie va sumando si no es listo sobre un par de protecciones necesarias. No me quiero poner moralista, pero el sexo indiscriminado también puede tener sus consecuencias y pasar cierta edad hace que todos seamos conscientes de ello. Esa protección corre a su cuenta, yo me encargaré de que mantenga el cuello ileso de las amenazas de un psicópata que quiere jugar con él, porque con el humor de este hombre para las bromas, no me extraña que un criminal cualquiera haya comenzado con el temita de las notitas para reírse a su costa. Yo puedo hacerlo también, aunque con una gravedad marcada en mis facciones. —¿Sólo un poco de olor? Huele a mierda, mucha mierda. Yo que usted miraría dos veces a quien se lleva a la cama esta noche…— apunto.

—Sexual actual— repito, porque su exabrupto sobre lo incorrecto que sería suponer que este sujeto se pueda tomar algo en serio, hace que me cuestione su mérito para siquiera llegar al estrado. Y es cuando menciona, encabezando la lista, a otro juez que tengo el gusto de conocer de lejos, es que entiendo que al final todos estos cortados por la misma tijera, acaban por encontrarse. Arqueo mi ceja por la sorpresa de que mencione a un cazador que creo saber quién es, y tengo que poner los ojos en blanco con un suspiro al cielo, cuando al parecer también uno de mis sanadores favoritos tuvo a este hombre pasando por su cama. — ¿Dwight y Dick?— ofrezco mi ayuda para hacer una lista más precisa de sus sospechosos, que no la necesita porque asume la tarea de escribirlo. Mejor que lo haga él, a que lo haga yo. Terminaría con la muñeca doliéndome. — Habrá un auror en su puerta el resto de la tarde, también lo acompañará a su casa. Es probable que sea yo quien lo acompañe para que revisemos su residencia. Tendré que pedirle que cancele sus citas— sonrío disimuladamente. — En una columna paralela a la de sus amantes despechados, le pediré que escriba los juicios en los que intervino el último mes y quienes fueron los sentenciados— añado. —Tal vez, al final de todo, esto no sea una mala película sobre obsesiones y acechadores.

Largo una carcajada pues no soy precisamente yo quien necesita clases de educación sexual. Puede que me acueste con medio mundo, pero lo hago de forma conciente y responsable ¡Jamás he tenido una ETS en toda mi vida! En cambio ahí andan un montón de funcionarios y altos cargos, con montones de hijos no reconocidos, con otro montón que se les aparecen cuando ya son demasiado grandes como para ser criados y otros tanto reconocidos pero infelices por el abandono ¿Quién necesita ser más cuidadoso?

- Me duele decirlo pero creo que esta noche pasaré de acostarme con alguien - respondo con una mueca triste fingida. Tampoco soy un adicto, además con Kida en casa las cosas se complican últimamente, para eso debería ir a casa de alguien más y no me parece lo más seguro ahora mismo ¿Quién sabe? Mi acosador podría estar al acecho, mi caso podría convertirse en un episodio de Mentes mágicas criminales y sería recordado en la historia como el buen juez que se fue a la cama con la persona equivocada, sentirían lástima por mí y todo... Probablemente cambiarían el guión para decir que era virgen hasta ese momento.

Pero volviendo al tema. Agradezco su ayuda con los nombres y a decir verdad me sorprende que conozca a los gemelos - ¡Ese Dick! Sí que le hace honor a su nombre - comento algo melancólico recordando la experiencia, lástima que el joven haya sido homosexual solo por esa noche, pero las chicas sí que son afortunadas de tener alguien como él en el mercado - Un auror toda la tarde, para nada molesto - dejo salir luego un poco de mal humor.

Sin embargo lo que dice me pone a pensar, el asunto de los casos es un poco más serio y creo que podría hacer una lista mucho más detallada de lo que fue la anterior - Si tenemos que hablar de un gran caso, deberías investigar los apellidos Harkness y Wallace - comienzo con tono serio - También me encargué del caso de Jorah Trabi, el muchacho acusado de asesinar a su esclavo, y el de Mario Castell... Supongo que sus clientes me odiarán un poco por haber puesto tras las rejas a su distribuidor.

—Una lástima— finjo compadecerme de él, en el tono justo para seguirle la broma y sin que llegue a parecer que me estoy burlando. Es una fina línea sobre la que caminar con una personalidad como la del juez Carstairs, a quien no sé si juzgar como irresponsable o sólo reírme de sus ocurrencias. Tengo que prestar especial atención a las sentencias que dictó, porque quizás lo que él tomó a humor y simplemente lo olvidó, a otro lo marcó con resentimiento. En un juicio rápido sobre su carácter puedo decir que es de las personas que se pueden amar fácil y también odiar fácil, lo bueno es que soy auror y no jueza, así que mis opiniones de este tipo no tienen mucho peso.

—Es por su seguridad, Carstairs— le recuerdo ante lo que suena como una queja por tener compañía toda la tarde, cumplo en insistir en por qué lo hago, pero él lo sabe. Dejando las bromas de lado, tomo nota de los apellidos que suelta, reconociendo a los dos últimos que murieron quemados en la plaza y se me frunce un poco el ceño al volver a escuchar el Harkness. Si no me falla la memoria, me encontré con una criminal de ese apellido hace unos meses, rubia a diferencia de la morena de la plaza.

Sin embargo, el caso que me intriga es del muchacho que mató a su esclavo, doy por hecho que lo absolvieron, aunque tendré que investigar el caso para saber cómo concluyó, porque por el momento, elijo retirarme del despacho del juez. —Haré una recorrida por las otras oficinas de este piso— digo, tirando con mis dedos del papel que usó para escribir los nombres y le echo un vistazo. —Si tengo novedades, le haré saber. Y si recibe otro mensaje, pida que me llamen— le doy las indicaciones precisas al alejarme del escritorio para llegar hasta la puerta, repasando en mi mente esa única línea de la nota y pensando en lo irónico de que un cuervo eche amenazas a otro.