The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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Sus oídos pitaban, la visión era borrosa, negra y casi que se perdía por completo en la oscuridad. Estaba cansada, pero no podía dejar de correr, no si quería llegar hasta los treintaicinco como le había dicho a su padre hace una semana atrás.
Procuró ocultarse debajo de la enorme capa, avanzó a través del bosque para mayor seguridad y no dejó rastros de sangre detrás de sus pasos. Faltaba poco para el toque de queda de los adultos.
Le costaba respirar y las heridas abiertas en el centro de su pecho, pierna izquierda y abdomen, dolían, dolían mucho. —La put...— Gruñó al pisar un agujero en el terreno y como consecuencia, la agonía se sintió también en su tobillo derecho.

No quiso exponer a los miembros de la red, por esto mismo no buscó ayuda en las fabricas y directamente recorrió una distancia mayor para terminar empujando la puerta de su tienda. Cerró con magia el ingreso y entonces si, se dejó caer en el piso recién barrido.
El maldito auror la había tomado por sorpresa mientras intentaba vender una poción a un viejo cliente, todo había sido una trampa y de milagro había podido escapar. Aún no comprendía del todo cómo lo había hecho para ser honesta.
Observó el techo de su precioso negocio y mientras la madera se teñía de escarlata, Moira sonrió y cerró los ojos lagrimeando.

No, el sueño no llegó, pero si lo hizo el frío y con las últimas fuerzas que tenía, temblando, buscó en el interior de sus bolsillo el espejo comunicador que Ivar le había obsequiado. El destino y sus malditas coincidencias.
Presionó la especie de pantalla y cuando la imagen de su padre medio dormido le devolvió la mirada, el objeto se le resbaló de los dedos y cayó al suelo junto con la mano ensangrentada de Moi. Una bonita visión.
Un hilo rojo escapó de sus labios y pintó su rostro gracias a un ataque de tos, su pecho subía y bajaba con demasiada lentitud y por fin, sus pesados parpados se cerraron y recibieron el bendito descanso.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Dormir acompañado luego de tanto tiempo es un verdadero alivio, siento que por fin estoy descansando. La situación en el país sería digna de mantenerme toda la noche despierto pero no lo hace, el toque de queda acaba de anunciarse pero eso no me quita el sueño. Por eso me sorprende cuando me despierto agitado en medio de la noche o al menos a mitad de mi descanso que últimamente es mucho más temprano. Rápidamente me giro hacia Amalie quien sigue descansando y mi ojos se detienen en el espejo que reposa sobre la mesa de luz. Puedo ver a Moira en un estado que me hace creer que ésto no se trata de una pesadilla, pero tras llevar las manos a mi rostro comprendo que no lo es. Necesita mi ayuda.

Me levanto de un salto y maldigo pues a ésta hora es imposible que el tren me lleve hasta el distrito 5, tampoco puedo llamar a un medimago para que la ayude ya que eso revelaría su posición y terminaría en prisión antes de ser completamente curada. Al final decido ir yo mismo mediante aparición, saltando de distrito a distrito para no llamar la atención hasta que llego justo a tiempo a su tienda. Estoy seguro de que no podré volver por esta noche si no quiero que suene el maullido, así que envío un mensaje a mi esposa por si se despierta y no me encuentra allí.

Por suerte el fidelio del edificio ya no funciona conmigo así que puedo entrar sin problemas y me encuentro con el cuerpo de mi hija ensangrentado. Rápidamente intento curar las heridas superficiales lo mejor que puedo aunque no soy sanador así que dudo hacer un buen trabajo. Solo me entrenaron para emergencias somo asistente social y eso no es mucho - Moira, despierta, despierta - pido acomodando mi bata que aún esconde mi pijama. Espero no haber llamado la atención con ésto - Mierda, Moira ¡Despierta, hija!
Ivar Lackberg
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Invitado
Invitado
"No te salves ahora
ni nunca
no te salves..."

Moira parpadeó para apartar las lagrimas acumuladas en sus ojos, incluso frotó con ganas al no poder creer en la figura que se encontraba frente a ella. Su madre, disfrutando del sol mientras se hamacaba en uno de los columpios del jardín trasero.
Se veía tan feliz con el libro abierto sobre el regazo.
"No te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo"

Las piernas no le respondían y aunque intentó acercarse a la mujer que le había dado la vida, para luego abandonarla, sólo pudo escuchar su voz recitando aquel viejo poema muggle. El llanto se volvió desconsolado. Necesitaba abrazarla, besarla y hacerle un millón de preguntas, pero la morena parecía ajena a todo y sólo leía.
"Pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y te duermes sin sueño
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo"

¡¡Mamá!!— El gritó desgarrado de dolor resonó en el interior de su mente, sin embargo no lo externó. No alcanzó a hacerlo.
Sobresaltada abrió los ojos para observar el rostro preocupado de su padre y lo primero que intentó hacer fue apartarse sin incorporarse. Tenía miedo, acababa de ver el fantasma de su madre y por esto mismo no podía reaccionar frente a la realidad y no lo hizo, al menos no hasta que las punzadas de dolor le recordaron lo sucedido y dejó de empujar su cuerpo con la ayuda de sus piernas.

Había perdido demasiada sangre, la palidez en su piel lo demostraba, como también la visión borrosa. —El armario.— Pidió apuntando hacia uno de los estantes pintados de violeta. Allí había una poción sanadora que la ayudaría más que la magia del hombre.
Moira quería darle las instrucciones, pero no podía, la voz de la mujer seguía allí.
"No reserves del mundo
solo un rincón tranquilo.."


Todo el cuerpo le dolía y aún así llevó las palmas de sus manos hasta los oídos, los cubrió para no oír más y continuó llorando, temblando, esperando salir del estado de shock en el que se encontraba.
Las heridas superficiales estaban mejorando, pero la sangre continuaba manchando su rostro y el suelo de madera.
Necesitaba esa poción.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
El grito me sobresalta pero solo puedo alegrarme de que la muchacha reaccione. La palabra que dice no es una que entre en contexto pero es lo suficiente cercana para mí. Sé que no ha intentado decir papá pues es algo que no espero escuchar de sus labios ni ahora ni nunca, así que es probable que tenga que ver con algo ocurrido en su cabeza. Algo bello espero pues no quiero pensar que además de tener éstas heridas también la está pasando mal en su mente.

Recibo su indicación y sin decir una sola palabra vuelo hasta el armario para conseguir lo que sea que haya allí. Bien podría ser otro delirio de Moira pero por alguna razón que no logro explicar voy hacia allí como si mi propia vida dependiera de eso, bueno aún más, porque es la suya la que está en peligro. Al abrir el armario revuelvo un poco y me encuentro con la respuesta, no era un delirio, era algo real.

Tomo la botellita y me deslizo sobre el suelo para tomar su cabeza y acomodarla contra mi cuerpo, así dejo correr el líquido por su garganta y espero que la poción haga efecto en su cuerpo. Necesito saber que está bien, necesito que se recupere, luego ya vendrán las preguntas sobre lo que sucedió y cómo podemos resolverlo, pero ahora mismo solo quiero que mi hija viva.
Ivar Lackberg
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Invitado
Invitado
Con las manos cubriendo sus oídos y los ojos cerrados, Moira se quedó quieta en el suelo, respirando con algo de dificultad, hasta que la figura de su padre apareció de nuevo y la jaló hasta sus brazos.
Gruñó un poco por el dolor, sin embargo se dejó acomodar y bebió por cuenta propia la poción que le había indicado traer. El liquido se deslizó a través de su garganta y en cuestión de segundos ya pudo sentir el alivio de las lentas curaciones.
Abrir los parpados aún le parecía una tarea demasiado ardua, por lo tanto apoyó la frente contra el pecho de su padre y sin darse cuenta, también se aferró con ambas manos a una de sus extremidades, manchando la tela con su propia sangre.

Perdió el conocimiento durante un par de minutos, mas al recuperarlo, abrió los humedecidos ojos con lentitud. Se sentía como la mierda, pero estaba agradecida y feliz de que fuera él quién acudió para ayudarla. —Eh...viejo.— Susurró con voz ronca y desganada, para luego sufrir un ataque de tos que dobló su cuerpo hacia adelante.
Al calmarse, elevó las comisuras de sus labios, quería tranquilizarlo. —¿Ya viniste a traerme los jugos congelados de sandía?— Infló sus pulmones e intentó sonar bromista como siempre, incluso intentó apartarse del agarre para imponer distancia, sin embargo se sorprendió a si misma cuando rompió en llanto y abrazó el torso de su padre, escondiendo el rostro entre las prendas de él.

No recordaba un dolor corporal parecido al que tenía en el momento, tampoco haberse sentido tan aterrada y sola. Clavó las uñas ensangrentadas en las telas, mientras buscaba una cercanía mayor a la que ya tenía. —No...no te vayas, papá.— Le pidió entre sollozos.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Pierde la conciencia y no puedo sentir su pulso por unos segundos, sin embargo veo que su pecho se mueve así que eso es señal de que sigue respirando. Aún así mi corazón late tan fuerte que puedo sentirlo en mis oídos, como si estuviese haciendo fuerza para latir la sangre que ella misma no puede. Estoy ansioso, abro los ojos todo lo que puedo para que entre la escasa luz y así estar atento a cualquier cambio. No sé que hacer, no puedo hacer más y eso me está matando... Lo bueno es que no siento que nos estemos yendo juntos.

Al final abre los ojos y las lágrimas de alivio se escapan al mismo tiempo que una sonrisa. La envuelvo fuerte con los brazos y sonrío con su broma ¿Cómo pude olvidarlo? Creo que estoy perdonado por haber venido a las apuradas pero tendría que haber encontrado la forma de conseguir esos jugos - No, lo siento - me disculpo entre risas. Que susto que me ha pegado, creo que ya se ha terminado, está viva, está a salvo.

Me rompe el corazón cuando me dice papá, o mejor dicho lo llena por completo y eso hace que explote. Me deja helado, no sé que decir así que solo la estrecho aún más y apoyo mi mejilla sobre su coronilla. Es probable que esté delirando por la falta de sangre pero lo ha dicho, lo he escuchado y ya no hay marcha atrás de eso - Me quedaré, hija, lo prometo - respondo. Puede que quiera hablar desde el sentimiento pero de todas formas no puedo irme, el toque de queda me lo impide - ¿Te sienes mejor? ¿Hay algo más con lo que pueda ayudarte? - pregunto acariciando uno de sus brazos - ¿Qué pasó?
Ivar Lackberg
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Invitado
Invitado
Él se quedaría junto a ella y eso la tranquilizó bastante, como también le devolvió la seguridad que había perdido durante su recorrido por el bosque, donde en verdad creyó que moriría.
No tenía las fuerzas necesarias para continuar aferrándose a las ensangrentadas telas de su padre, por lo tanto se soltó y acabó recostada sobre el suelo.
Aún confundida y mareada, intentó recordar qué había salido mal o cuando. —Un mal negocio, un auror me reconoció y supongo que quería una buena recompensa por este precioso cuerpo.— Bromeó y carcajeó antes de que un ataque de tos la detuviera.

Una vez más quiso ponerse de pie, sin embargo al no poder hacerlo, levantó el rostro y miró a Ivar. —¿Me ayudarías a llegar al colchón que está detrás de la estantería?— Le pidió aún respirando con algo de dificultad, la poción seguía trabajando en su cuerpo y sobre las heridas para sanarla.
Cerró los ojos mientras esperaba la respuesta y en su mente comenzó a tararear una bonita canción que hablaba de la muerte, de todas las cosas que le hubiese gustado hacer y de lo mucho que se arrepentía por no cumplir sus deseos.

El pensamiento de que era una mujer autosuficiente que no necesitaba a nadie, regresó y al parpadear para quitar el mareo, lo primero que hizo fue fruncir el ceño. Sus maravillosas prendas estaba arruinadas. —Y quizás luego ir de compras.— Agregó empujando su cuerpo con las piernas, para poder estirar los brazos y sujetar el borde del mostrador.
Con un gruñido e interminables jadeos, consiguió ponerse de pie...Y de nuevo un mareo.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Sonrío con su broma, fuera de lugar como siempre, pero ahora solo estoy feliz de que esté viva y respirando así que cualquier palabra que diga es música para mis oídos y el tono divertido de su voz es todo lo que puedo pedir como señal de que está mejorando - Desearía poder hacer algo para que puedas andar con libertad otra vez - admito lamentando que eso no esté en mi poder. No soy del gobierno, no puedo poner y sacar gente de la lista de los más buscados... A no ser que... Bueno, ya pensaré eso con más claridad pues ahora manda la desesperación.

Cuando me pide ayuda me tardo unos segundos en alzarla con mis dos brazos y llevarla hasta el colchón que me indica. Me pregunto por qué tiene eso aquí... De verdad odio la idea de que esté durmiendo en una tienda ¿No se supone que vive en el misterioso cuartel de la Red? Ya se lo preguntaré luego porque ahora estoy shockeado porque el bastón quedó a unos metros de dónde estaba y fui capaz de cargar a mi hija sin dolor alguno, debe ser la adrenalina funcionando de analgésico.

Me dejo caer en el colchón a su lado y le sonrío, se la ve mejor, al menos el color está volviendo a sus mejillas pese a la poca luz que hay - Tenemos que hacer algo para que no estés en peligro... Te conseguiré poción multijugos hasta que se me ocurra algo mejor - me gustaría ofrecerle dinero para que sobreviva hasta que pueda volver a trabajar de forma segura pero sé que eso sería cruzar el límite y probablemente no lo aceptaría - ¿Puedo hacer algo más? A parte de quedarme contigo...
Ivar Lackberg
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So young when the pain had begun|| Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
Con la ayuda de su padre se recostó en el colchón que tenía dentro del deposito de la tienda, ubicado junto a una diminuta cocina bastante sucia y vacía, pero útil.
Era peligroso moverse cuando su precioso rostro aparecía en las pantallas y carteles de todo el país, ¡Le hacían más publicidad que a la famosa actriz del momento! Y por esto mismo, muchas veces luego del trabajo se quedaba a dormir allí en lugar de regresar al edificio de la red.
Eso sería muy conveniente...Pero no podré pagarte por las pociones y no quiero limosna. Estaré bien.— Respondió con el ceño fruncido. Demasiados sentimientos encontrados luchaban en su interior y como siempre, lo más sencillo era actuar como una perra.

Estiró las piernas y alzó sus brazos para apoyar la cabeza encima de sus manos, era una posición relajada...y bastante falsa. Todo el cuerpo le dolía y aún sentía algo de temor por la situación vivida. —Solo duérmete, anciano. Mañana tienes que volver a tú vida de jefe de familia y trabajar.— Elevó las comisuras de sus labios en una sonrisa de oreja a oreja y cerró los ojos dispuesta a descansar. —Bueno, si quieres puedes cantarme algo...
Anonymous
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