The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Zenda M. Franco
Fugitivo
El invierno estaba cerca y aunque era la peor estación para vagar por el norte, también traía sus ventajas, como el poder salir con el rostro cubierto sin levantar sospechas.
Antes de abandonar la fabrica de la red con dos objetivos en mente, la niña ocultó sus cabellos con una gran capucha, utilizó una sucia y vieja tela para taparse desde el cuello hasta la nariz y guardó con cuidado la lista que había armado sobre una trozo de papel.
La mochila golpeaba su espalda mientras Zenda se movía entre los pasadizos menos transitados, claro que si alguien la veía, poca atención le prestaban. Era una enana con prendas demasiado enormes para su cuerpo, ¿qué tanto daño podía hacer más que revolver entre los tachos de basura?

Si bien la niña era aventurera por naturaleza, procuró no salirse del recorrido que ya conocía, no quería meterse en problemas.
Gruñó y pateó a un par de ratas para ganar la batalla y quedarse con el botín de pan duro que una señora le había arrojado por la cabeza, antes de cerrar la puerta enfadada.
Con las rodillas apoyadas en el suelo cerró su mochila y cuando levantó la mirada, pudo notar que en el callejón frente a ella alguien había botado una vieja rueda desinflada. Sacó el papel de su bolsillo y leyó los objetos que debía conseguir si quería volver a construir su auto de madera. 4 ruedas.
Se apoyó en la pared y miró hacia ambos lados, si iba a salirse de la ruta por una maldita rueda, al menos se aseguraría de  no ver aurores cerca.
Cruzó la calle corriendo, levantó la pesada llanta y regresó a su lado del distrito a toda velocidad.

Cargando y empujando la rueda, avanzó entre los callejones, de vez en cuando se detuvo para rebuscar entre los contenedores sin tener mucho éxito. El invierno si que sería difícil para algunos.
Estaba casi por llegar al último puesto de búsqueda, cuando la presencia de un hombre vestido con ropa demasiado elegante la asustó. —Rayos...— Sacó la varita y con la mano temblando hizo flotar la rueda hasta tirarla dentro del container, luego trepó y se dejó caer entre toda la mugre y basura.
Permanecería allí hasta que el desconocido se alejara.
Zenda M. Franco
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Sólo capto que estás delirando|| James IqWaPzg
Invitado
Invitado
Me he embarcado en un viaje del que no me arrepentiré, pero que quizá me haga mucho daño… no sé en qué momento se me ocurrió viajar a los distritos para ver cómo se encuentran. Me he negado a ir al once, al menos por ahora, y al final he elegido el cinco al azar lanzando una moneda. No voy a quedarme mucho tiempo aquí, sobre todo por el toque de queda y porque no quiero dejar solo en casa a Chi. Sólo quiero observar las calles, intentar ayudar a algunas personas y luego irme de nuevo al Capitolio… Por eso he venido lo más pronto posible, para estar en casa antes del toque.

En realidad es una idea malísima, porque soy consciente de que yo no podré hacer una gran diferencia, sólo podré aliviar a algunas personas durante unas horas, un día como mucho, pero más allá de eso… ¿qué podría hacer yo? Sólo soy una persona y no soy de las más ricas del Capitolio. Intento convencerme de que es más que no hacer nada y concienciarme de que lo que voy a ver será menos bonito aún de lo que me imagino.

Y no me equivoco, es descorazonador. Caminando por las calles encuentro a la gente casi vagando como almas en pena. Soy consciente de que aquí hay gente peligrosa, pero a pesar de que me da miedo, quería ayudar, aunque no marque la diferencia. Y es entonces cuando veo a un niño pequeño tirado en una esquina, junto a un callejón donde hay un contenedor de basura, cuando me detengo.

Hola, pequeño. ¿Tienes hambre? —inquiero y el niño me mira temblando de frío y asiente con la cabeza. Mi abrigo es muy grande, pero aun así me lo quito para ponérselo por encima. Ahora soy yo quien tiene frío, pero no me importa— Ven, te compraré algo para comer —digo tendiéndole la mano. Al principio duda, pero finalmente me da la mano y yo lo ayudo a levantarse, aunque casi no se tiene en pie y acabo agarrándolo en brazos.

Miro a mi alrededor en busca de un sitio donde comprarle algo que se pueda llevar a la boca y me encuentro con una pequeña tienda, unos cuantos metros más allá, que parece de víveres. Cuando me acerco veo que es muy humilde y entro con el niño. Le pregunto qué quiere comer y me sorprende que no elija golosinas y cosas que tengan chocolate sino unas piezas de fruta, una barra de pan y una botella de agua grande. Tanto que pienso que soy empático y luego soy un idiota con este tipo de cosas…

Lo dejo en el suelo y reviso que no se vaya a caer, luego cojo todo lo que me señaló y juntos vamos hacia la caja. Este niño claramente está desnutrido y por eso está así. También presenta signos de anemia, pero no tengo los medios para hacerle una transfusión… así que intentaré pensar algo cuando vuelva a casa. Por ahora me centro en llevarlo hasta su casa… porque estaba en la calle.

¿Dónde vives, pequeño? ¿No tienes casa? —inquiero y una vez más me responde con gestos. No ha hablado en ningún momento, ¿será mudo o sólo estará extrañado? Lo dejo en la puerta de su casa, que es tan pequeña y está tan destrozada que me preocupa que se les caiga encima… Toco para que salgan a buscarlo y es una señora con unas ojeras enormes la que nos recibe. Ella lo acoge entre sus brazos y lo regaña por salir sin avisarla, luego me mira con cierta preocupación— Buenos días, señora. He intentado darle algo de comer, pero no tengo nada que pueda servir para mejorar su salud salvo eso… discúlpeme.

Ella murmura un “gracias” casi forzado y cierra la puerta. Yo suspiro, sintiéndome mal por no haber hecho suficiente, y después vuelvo hasta la entrada al callejón, en busca de alguien más que necesite ayuda inminente mientras pienso que al menos pude ver una pequeña sonrisa en el rostro del niño cuando vio que podría comerse una rica manzana.
Anonymous
Zenda M. Franco
Fugitivo
No tenía muchas prendas encima, pero al no ser de su talle y tampoco un número más, si no tres, moverse con normalidad se le dificultaba un poco. Claro que al trepar el contenedor, su cuerpo cayó extendido y se hundió entre la basura.
Al principio le costó respirar por la peste que la rodeaba, sin embargo se quedó completamente inmóvil, esperando oír los pasos del hombre de ropa costosa alejándose.
Su mirada buscó formas en las nubes grises que se movían con lentitud gracias a la brisa otoñal, una paloma, un oso, un caballo, un violín...Y las lagrimas empaparon la tela que cubría su rostro al pensar que más bajo no podía caer.

No escuchó ningún sonido ajeno a su respiración agitada, por lo tanto se sentó dentro del contenedor, limpió sus ojos y comenzó a quitarse de encima los restos de vaya a saber qué cosa. Posteriormente recuperó su rueda y gracias a la magia en su mochila, consiguió meterla con mucho cuidado. Una menos, faltaban tres.
Colgó de nuevo los tirantes de su bolso en sus hombros y con la capucha cubriendo sus cabellos, asomó sólo el borde de su frente hasta la nariz y miró hacia ambos lados del callejón. Tenía que continuar corriendo porque ya comenzaba a temblar culpa del frío.

Hizo fuerza con las manos y logró pasar una pierna hacia afuera, luego la otra y entonces brincó hasta que sus botas chocaron contra la tierra del callejón.
La mala posición y el congelamiento de sus piernas hicieron que en lugar de permanecer en pie, Zenda terminara sentada en el suelo. Por supuesto que no tardó en incorporarse y mientras continuaba su camino, frotó sus nalgas con ambas manos para quitar el dolor que la caída le había causado.

Dobló en el siguiente callejón y como estaba tan concentrada leyendo la lista escrita en su papel, no esquivó el cuerpo del brujo frente a ella y acabó golpeándolo de frente.
Zenda alzó la mirada con cautela, ¿Cómo lo había perdido de vista y ahora aparecía allí? Tenía que empezar a prestar más atención y seguir los consejos que un día le había dado Echo.
No, no se disculpó, cambió sus ojos a los de un gato y siguió su camino despreocupada, revolviendo entre los tachos de basura. Si algo había aprendido durante aquellos meses en el Distrito 5, era que correr llamaba más la atención y por esto mismo se detuvo en cada uno de los cestos, a pesar de que el corazón golpeaba su pecho dolorosamente por la adrenalina que corría a través de sus venas.
Zenda M. Franco
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Sólo capto que estás delirando|| James IqWaPzg
Invitado
Invitado
Me considero una persona comprensiva, empática, que suele entender por qué las personas actúan como actúan, aunque no lo hagan de la mejor manera —yo mismo a veces hago cosas malas, porque soy humano, al fin y al cabo—, pero aun así no consigo entender cómo los de arriba pueden dormir tranquilos sabiendo la pobreza que tienen a sus pies. Esto es solamente culpa de ellos. Mientras ellos viven a cuerpo de rey, estas personas se mueren porque no tienen nada. Y lo peor es que se matan a trabajar para no ver nunca recompensado su esfuerzo… y eso me angustia muchísimo.

En mi caso es algo parecido. Hay personas que trabajan mucho, como yo, y su sueldo no es muy importante… no compensa lo mucho que hacen. Aunque en mi caso puedo vivir y llegar a fin de mes, pero mi trabajo lo hago por vocación, no por dinero, así que no me quejo realmente. Y mucho menos después de ver a esta gente… Suspiro, intentando no venirme abajo, antes de notar que una figura más baja que yo choca conmigo.

Ey —digo al ver que se ha marchado como si nada hubiese pasado. La sigo, caminando despacio—. Oye, puedo ayudarte mientras estoy por aquí, joven… ¿cito? —comento viendo cómo rebusca entre la basura… es tan triste— Traje dinero… sé que no es mucho lo que puedo hacer, pero quería ayudar un poco a las personas que pasan hambre y frío…
Anonymous
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